Ein Leben lang kurze Hosen tragen

Terminando de ver “Ein Leben lang kurze Hosen tragen” (Use pantalones cortos de por vida - 2002) de Kai S. Pieck con Tobias Schenke, Sebastian Urzendowsky, Ulrike Bliefert, Walter Gontermann, Jürgen Christoph Kamcke, Sebastian Rüger, Stephan Szasz, Roland Riebeling, entre otros. 

Drama alemán de temática gay traducido del inglés como “El niño que nunca fui” se basa en una historia real, y reconstruye la historia de vida criminal del 4 veces asesino en serie alemán, Jürgen Bartsch, más tarde bautizado por la prensa como “La bestia de Langenberg”; el caso del delincuente sexual Bartsch en la historia de la jurisdicción alemana, fue el primero en incluir factores psicosociales del acusado, que provenía de un entorno temprano violento, para establecer el grado de pena.  

La narrativa se presenta a modo de “flashbacks” cuando Jürgen tenía 15 años cuando cometió el primer asesinato y lo atrapan a los 19 años.  

Así, años más tarde, en El Sanatorio de Eickelborn, Jürgen recuerda y revela su ser más íntimo en un monólogo a veces extraño...  

Este es un relato ficticio que se emplaza entre 1962 y 1966, cuando Bartsch ya había matado a 4 niños de entre 8 y 12 años, y se estimaba que había cometido más de 100 intentos homicidas más; donde el método del asesinato era la paliza y el estrangulamiento, luego el desmembramiento en la mayoría de los cuerpos, donde les sacó los ojos, decapitó los cuerpos y extrajo los genitales.  

No obstante, el asesino fue capturado y sentenciado a cadena perpetua, donde murió en 1976, debido a un error en el procedimiento anestésico durante su castración voluntaria.  

Su confesión real, durante la terapia en El Sanatorio Eickelborn, es el telón de fondo para este viaje a lo más oscuro de una mente perturbada; pues vemos 2 perspectivas: 

Una el “flashback” y otra la confesión, donde expresa su deseo por no crecer, los insoportables años en una escuela católica y la atracción homosexual.  

Todo dicho en parte como recreación y en parte como “confesión grabada” 

En su debut, el director y escritor Kai S. Pieck basa el guión en el libro “Jürgen Bartsch: Opfer und Täter” (Jürgen Bartsch: Victimas y Perpetradores – 1991) del germano-estadounidense Paul Moor, quien se puso en contacto con Bartsch después del primer juicio, y durante 8 años se convirtió en una especie de figura paterna para el asesino de 19 años. 

El caso provocó una reacción histérica colectiva en Alemania Occidental, que no había ocurrido desde El Caso Haarmann; pues el público estaba conmocionado y completamente ignorante de los hechos de Bartsch, y aparecieron artículos de prensa casi exclusivamente condenatorios de antemano, en los que los escritores estaban asombrados de que una persona que crece en circunstancias supuestamente sólidas, pueda convertirse en una bestia así. 

De esa manera, Moor se quedó perplejo cuando leyó en los informes del periódico, como que Bartsch, de 19 años, había sido bañado por su madre adoptiva hasta el día de su arresto, por ejemplo... y se interesó por el caso, también en el contexto de una gran miseria en su propia infancia, y cuando comenzó el juicio de Bartsch en 1967, participó como reportero.  

Así, Moor informó que se sintió solo en el proceso porque no podía compartir las actitudes básicas que el público mostraba hacia Jürgen Bartsch.  

Para él, se hizo cada vez más evidente que Bartsch no solo era un perpetrador, sino también una víctima antes y al mismo tiempo. 

Fue entonces que Moor se puso en contacto con Bartsch por escrito; y en el período de enero de 1968 a abril de 1976, recibió 250 cartas suyas; donde Bartsch aprovechó la oportunidad para contar con gran detalle la historia de su vida.  

Y es que en Moor, Jürgen tuvo su primer y único oyente, quien siguió con preguntas, unas que a menudo llevaba orientación psicoanalítica para poder intentar comprender su mente criminal. 

Todo ese material apareció en el libro “Das Selbstporträt des Jürgen Bartsch” “El autorretrato de Jürgen Bartsch – 1972) y además de gran parte de la correspondencia entre Bartsch y Moor, el libro también publica las circunstancias de ambos procesos, las diferentes percepciones públicas del caso, antecedentes detallados y en algunos casos cita las grabaciones que se hicieron para el interrogatorio y tasación de Bartsch.  

Más tarde, Moor complementó su trabajo con más cartas y declaraciones de Bartsch; y en 1991 publicó la versión final de sus representaciones y hallazgos sobre el tema de Bartsch, bajo el título que se basa el filme. 

Al respecto, la película no es especulativa, y se centra exclusivamente en el punto de vista de Bartsch; por ello, Kai S. Peck es un director valiente; pues ha creado una película muy sustancial y bastante inquietante sobre un extraño asesino en serie real, y a través de su astuta dirección, ha podido pasar por encima del sensacionalismo de su tema, y abrir el puerta en la mente de una persona muy enferma; pues no tiene miedo de entrar en las regiones más oscuras de la mente de un joven y, al hacerlo, aumenta nuestra conciencia de la delgada línea entre la respuesta al abuso personal y la locura. 

No ser frontal y llenar el morbo en la pantalla es un horror que golpea la mente más que el estómago. 

Haciendo uso de los “flashbacks”, vemos el crecimiento de Bartsch, acompañado de rígidas medidas educativas, donde se ilumina sin que la película derive de ella explicaciones superficiales.  

Además de la puesta en escena con muchos elementos alienantes, la película abre espacios para reflexionar sobre la enfermedad de un individuo, y la dialéctica perpetrador/víctima asociada, así como las dificultades de una sociedad para lidiar con esta dialéctica; al tiempo que habla con franqueza de los crímenes, reconociendo su maldad, pero al mismo tiempo busca descubrir sus propias motivaciones para haber realizado tales hechos... 

Cabe señalar entonces que la mayor parte de la violencia y la necrofilia está fuera de la pantalla, pero está muy implícita, lo que hace que la película se sienta menos explotadora, y aun así sigue siendo muy inquietante; y si bien el espectador es testigo de su problemática infancia, es admirable que la película no señale con el dedo en ninguna dirección específica.  

Sin olvidar que no retrata la extrema desviación de Bartsch como producto o relacionado con su homosexualidad... la película, que busca la autenticidad, reconstruye en detalle la biografía de Jürgen Bartsch, pero evita deliberadamente mencionar los nombres reales de las víctimas de Bartsch, a pesar de que se conocen hoy.  

Por ello, en los créditos, los niños que encarnan a las víctimas son exclusivamente actores aficionados, que solo fueron nombrados por su nombre de pila; y es que Sebastian Urzendowsky lleva todo el peso de la producción, siendo la primera película en la que encarna a un pedófilo, y lo hace de manera muy perturbadora. 

Las escenas de él con los niños son terribles... aunque Tobias Schenke como el Jürgen más adulto quite todo lo logrado por Schenke, a pesar que su diálogo es terrorífico por su desviada honestidad. 

Total, la horrible conclusión con la que me fui, es que no pude encontrar una explicación de por qué Jürgen hizo lo que hizo... pero lo hizo; por lo que me quedo es que el filme intenta demostrar que los perpetradores también son víctimas porque no tienen otra opción; que no es culpa suya que sean quienes son, pero de todos modos son responsables de lo que hacen; y está claro que no se proporcionan respuestas, simples o complejas.  

Nos queda preguntarnos, de dónde vino todo, y si podría haberse evitado.  

Es un hecho que la educación en el hogar fue la causa básica de sus tendencias sádicas pues a medida que crecía, era tan dominante e insensible con los niños como lo trataban los adultos; de ahí que siempre estaba excitado sexualmente por la situación de profunda humillación, amenaza, destrucción de la dignidad, desempoderamiento y miedo de un niño, que Jürgen ya no era una víctima indefensa, sino como un poderoso perseguidor. 

Esos asesinatos fueron malvados, y no pueden asociarse al deseo de la eterna vida juvenil. 

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