Gayarre

“Je crois entendre encore
Caché sous les palmiers
Sa voix tendre et sonore
Comme un chant de ramiers
Oh nuit enchanteresse
Divin ravissement”

Sebastián Julián Gayarre Garjón, nacido Julian Gaiarre, fue un tenor español que inspiró la creación del papel de Marcello en “Il Duca d'Alba” de Gaetano Donizetti y Enzo en “La Gioconda” de Amilcare Ponchielli.
Aunque se enfrentó a una fuerte competencia de ser considerado “el más grande tenor de su generación”, el título lo batalló contra otros grandes de la talla de:
Roberto Stagno, Italo Campanini, Angelo Masini y Francesco Tamagno; por lo que muchos comentaristas musicales de finales del siglo XIX, consideraron que Gayarre era el tenor italiano supremo de su generación.
Gayarre fue un tenor español del siglo XIX, que con su voz portentosa, maravilló al público de los mejores teatros del mundo.
Sus contemporáneos hablaban de él como “el tenor de la voz de ángel”, y muchos de ellos le denominaban “El Divino Gayarre”; y es que en su tiempo, Gayarre fue visto como un genio, un hombre con una voz innata, extraordinaria e inigualable.
Nació el 9 de enero de 1844, en Roncal, Navarra, España, en el seno de una familia humilde.
En su adolescencia, su padre decide enviarlo a Pamplona, para trabajar como dependiente de un pequeño establecimiento.
Ahí es donde se produce su primer contacto con la música, dejando el negocio abandonado, para seguir a una banda de música que pasó desfilando por delante de la tienda.
Esto le supuso el despido, y la vuelta a Roncal.
Posteriormente, trabajó en una forja en Lumbier, que dejó a los 18 años, cuando decidió regresar a Pamplona para instalarse como herrero.
Se cuenta que Gayarre tenía por costumbre cantar mientras trabajaba, por lo que un compañero le ofreció apuntarse al recién creado Orfeón Pamplonés que dirigía Joaquín Maya, quien lo admitió como primer tenor, al escuchar la voz del joven Gayarre, reconocido como una voz de extraordinaria belleza y exquisita emisión.
Así entró en contacto con el mundo del solfeo, de la mano del método de Hilarión Eslava, maestro navarro de Burlada, quien le ayudó a marchar al Conservatorio de Madrid como becario, donde ganó el segundo premio de canto en 1868.
Con 25 años, y tras ser rechazado por El Maestro Joaquín Gaztambide, regresó fracasado a Pamplona.
Sus protectores y amigos de Pamplona, le consiguieron una beca de La Diputación Foral de Navarra, que le llevó a estudiar a Milán, Italia; donde alcanzó un éxito clamoroso en apenas 3 meses.
A partir de ese momento, su carrera fue imparable.
En 1869, poco después de comenzar sus estudios en Milán, Gayarre hizo su debut operístico como Nemorino en “L'Elisir d'Amore” de Donizetti, en Varese.
Particularmente reconocido por su interpretación de Fernando en “La Favorita” de Donizetti, también fue considerado por la crítica de la época, especialmente en Italia, como un excelente actor, con una gran presencia escénica.
Los primeros éxitos, y la fama de Gayarre, vinieron de sus actuaciones en los principales teatros de ópera de Italia, donde creó el papel de Marcello en “Il Duca d'Alba” en 1871, y Enzo, en el estreno de “La Gioconda” en 1876.
Sin embargo, pronto tuvo una gran demanda en París y Londres, así como en su España natal.
Gayarre también cantó en Lisboa, Viena y San Petersburgo, y realizó una gira por Brasil y Argentina, con la contralto española, Elena Sanz, una compañera de escenario frecuente, especialmente en La Scala.
Hacia el final de su carrera, en 1887, cantó Sobinin en la primera presentación en Londres de la obra de Mikhail Glinka “Una Vida por El Zar”
Por cierto, en los primeros años de su carrera, se anunciaba con su doble nombre de pila, y el primer apellido, hasta que su antiguo maestro y paisano le recomendó apeara de las carteleras el primer apelativo.
De modo que pasara a la historia como Julián Gayarre; un tenor de carácter tozudo y noble; que encontrándose de gira en tierras rusas, El Zar lo hizo llamar a su Palacio de Invierno para que cantara ante él; y simuló ante el enviado real hallarse afónico...
Al día siguiente, El Zar, disculpándose, le hacía saber por carta, que le rogaría encarecidamente pudiera complacerle, si su garganta lo permitía.
Ante el cambio de actitud, Gayarre, cedió.
Gayarre no aceptaba imposiciones de nadie.
Triunfó en Bolonia, Roma, en La Ópera de San Petersburgo donde cantó por primera vez su ópera predilecta, “La Favorita”, en Moscú, y Viena.
Su consagración definitiva, llegó el 2 de enero de 1876, en El Teatro alla Scala de Milán con “La Favorita”, cuyo reparto incluía a Elena Sanz, quien fuera amante de Alfonso XII; siendo el primer cantante que recibió propinas al final de una función, en un obra que le colocó como primer tenor del mundo.
Gayarre cantó un amplio repertorio, que abarca desde las obras de bel canto hasta los dramas de música anteriores compuestos por Richard Wagner.
En la temporada 1870 – 1871, en El Teatro Regio di Parma, cantó con gran éxito en un trío de óperas de Verdi:
“I Lombardi”, “Un Ballo in Maschera” y “Rigoletto”
En octubre de 1872, en El Teatro Comunale di Bologna, cantó Amenophis en “Moïse et Pharaon” de Rossini.
Solo 1 mes después, cantó allí el papel principal en “Tannhäuser” de Wagner, su primera actuación en Italia.
El otro gran papel wagneriano de Gayarre fue “Lohengrin”, que cantó en su primera actuación en El Teatro Real de Madrid en 1881.
Por cierto, una anécdota dice que un caballero de mediana estatura fue a su encuentro, y sin identificarse, le dijo simplemente:
“Señor Gayarre:
Así soñé que fuera el personaje que usted acaba de representar.
Lo felicito”
Ante el lacónico halago, y el gesto de extrañeza del tenor cuando se hubo marchado el visitante, indagó para conocer su identidad:
¡Era Ricardo Wagner!
Sin embargo, al año siguiente volvió al repertorio del bel canto con actuaciones de “I Puritani” de Bellini y “La Favorita” en El Teatro Calderón de Valladolid.
Gayarre, también fue un notable intérprete del repertorio francés, incluido “Faust” de Gounod, “Les Huguenots”, “Le Prophète” y “L'Africaine” de Meyerbeer.
Sus actuaciones en Londres, Buenos Aires, Austria, Alemania, El Teatro Real de Madrid, Sevilla, Liceo de Barcelona, Nápoles, La Ópera de París... le valieron el sobrenombre de “Senza Rivali, Le Roi du Chant”
Otra anécdota suya, lo sitúa en Madrid, paseando con un amigo al anochecer, cuando se dieron de bruces con unos músicos callejeros a los que ningún transeúnte hacía caso...
Se acercó a ellos el tenor, y se dispuso a dar un recital de 15 minutos con su poderosa y bellísima voz, que atrajo en ese espacio de tiempo, a un buen número de curiosos, quienes “se rascaron el bolsillo” cuando el propio Gayarre y su amigo, sombrero en mano, les invitaron a ello para entregar lo recogido a aquellos humildes violinistas.
Lamentablemente no hay grabaciones conocidas de Gayarre, que murió cuando la tecnología de grabación de sonido todavía estaba en su primera infancia.
Lo que sabemos de su voz, proviene de cuentas contemporáneas; y la imaginación popular atribuía “a su ídolo, las más inverosímiles razones fisiológicas para justificar la belleza de una voz que, a veces parecía más divina que humana; así se hablaba de una desviación de la garganta, de un cartílago que no tenemos los demás mortales, o de más cuerdas vocales que el resto de los humanos”
El dramaturgo y crítico musical, George Bernard Shaw, reprochó a Gayarre durante sus apariciones en Londres, por “exhibir un vibrato excesivo y gestos vocales artificiales”
Los críticos italianos y españoles, sin embargo, fueron más admiradores de la voz y el estilo de Gayarre.
Sus opiniones colectivas, están contenidas en la siguiente evaluación publicada en Ricordi Enciclopedia della musica de 1963:
“La voz de Gayarre era ligeramente gutural, y en ocasiones podía mostrar dureza en las notas más altas, y un ataque incierto.
Sin embargo, estaba lleno, resonante y extraordinariamente fascinante.
Se distinguió por su control de la respiración, su dicción extremadamente clara, su tono vibrante y apasionado, y por su capacidad para suavizar y fortalecer ese tono.
La forma en que produjo contrastes de color e intensidad, fue incomparable.
Sin embargo, a veces utilizaba en exceso contrastes inesperados de “fortissimo” y “pianissimo”, y también parecía a veces ralentizar excesivamente el ritmo”
Cuando cantó la canción “La Scala” el 2 de enero de 1876, el público fue duro e indiferente.
Sin embargo, al día siguiente, el crítico, Filippi, escribió que “la audiencia milanesa había estado presente no en el debut de un tenor, sino en la consagración de un genio del canto”
En la década de 1876 – 1886, el crítico, Leone Forti, escribió:
“Es un tenor que canta.
Ya no estábamos acostumbrados, habíamos olvidado cómo era.
Además de esto, él es un tenor con un cuerpo delgado, físico, cuya forma de moverse y gestos, son los de un hombre real.
Él tiene el don de unir los colores de 3 tenores diferentes, mezclándolos para crear algo exclusivamente suyo”
La soprano de su época, Gemma Bellincioni, escribió sobre el tenor:
“El cantante de la voz del paraíso… poeta de la escena, calmado y profundo en el sentir, tenía siempre a su disposición, la frase inspirada con un acento indefinible, de dulce nostalgia que daba escalofríos y sueños al público”
Julián Gaiarre era vasco, y terminaba al final de sus funciones en Madrid, Barcelona, París e Italia, con “Gernikako Arbola”, una canción en forma de zorcico, escrita en el siglo XIX por el bardo vasco José María Iparraguirre, en homenaje al árbol y los fueros vascos.
Así, el apogeo de la carrera de Gayarre duró de 1873 a 1886, después de lo cual, estuvo plagado de enfermedades respiratorias recurrentes, lo que provocó que su voz se deteriorara.
El 8 de diciembre de 1889, en El Teatro Real de Madrid, apareció en el escenario por última vez en “Les Pêcheurs de Perles” de Georges Bizet, a pesar de encontrarse enfermo con una bronconeumonía gripal, enfermedad mortal en la época… pero existía una gran confusión al respecto de la naturaleza de la enfermedad y de su virulencia; donde su voz se quebró notablemente en el aria de Nadir, “Je crois entendre encore”
Así salió a escena, y al atacar una nota aguda, se le quebró la voz y sufrió un desvanecimiento.
Su amigo, el doctor Cortezo, afirma que el divo exclamó:
“Suelo llorar algunas veces…
Me aliviaría profundamente poder hacerlo ahora…”
Como ocurre frecuentemente en la carrera del artista lírico, su voz sirvió de termómetro para detectar un grave deterioro sistémico; y se informó que se arrodilló murmurando:
“No puedo cantar más”
Pero Gayarre, merced de los cuidados y medicamentos que le suministraron, se encontró pronto bien, y dijo que no sólo continuaría la representación, sino que cantaría la romanza en el último acto.
Llegó éste y comenzó, efectivamente a cantar su romanza; pero al llegar a la misma nota, vio Gayarre que no podía, y haciendo un supremo esfuerzo, la dio al fin, si bien rozada y no con la pureza y limpidez de siempre.
El público, sin embargo, aplaudió con mayor entusiasmo que nunca, tributándole una ovación casi frenética, y haciéndole salir a las tablas innumerables veces.
Pero estas pruebas de afecto no calmaban aquel espíritu, contristado ya; y cuando cayó el telón, Gayarre, con dolorido acento, arrancado de lo profundo del alma, dijo:
“¡Esto se acabó!”
Gayarre cae en una profunda depresión que, unida a la fiebre extrema que debilitaba su cuerpo, le lleva a la muerte a las 4:25 de la madrugada del 2 de enero de 1890, a los 46 años de edad, en Madrid; siendo enterrado en el cementerio de Roncal, muy cerca de la casa donde nació.
La epidemia de gripe, se cobró la vida de Julián Gayarre, y en España ha sido denominada “la gripe de Gayarre”
Por su parte, el tenor Roberto  Stagno, tras recibir la noticia del fallecimiento de Gayarre, envió un telegrama que decía:
“La muerte de Gayarre representa un luto para el arte.
Ruego a usted sea intérprete, cerca de la familia del finado, de mi profundo dolor ante tanta desventura.
Stagno”
Así mismo, encargó una corona con la dedicatoria siguiente:
“Al más eminente de mis compañeros, Julián Gayarre, afectadísimo rinde el último homenaje.
Roberto Stagno”
El entierro de Gayarre fue una impresionante muestra de duelo.
Se calcula en 150,000 almas las agrupadas en el tránsito del cortejo; y la copiosa nieve que caía, no consiguió despejar la carrera.
En 1901, su tumba fue marcada con un elaborado mausoleo de mármol y bronce por el famoso escultor español, Mariano Benlliure, y 2 años más tarde, Pamplona renombró su Teatro Principal en su honor.
Gayarre, también se conmemora en Pamplona, con una competencia bienal para jóvenes cantantes, El Concurso Internacional de Canto Julián Gayarre.
Las cartas que Gayarre solía enviar a su familia cuando estaba en el extranjero, son consideradas por los lingüistas, un tesoro, ya que representan algunas de las mejores muestras del dialecto vasco de Roncal, ahora extinto.
En cuanto a material bibliográfico, en 1891, el amigo íntimo y albacea testamentario de Gayarre, Julio Enciso, que siguiendo las instrucciones del tenor roncalés, destruyó gran parte de su correspondencia íntima, y publicó su primera biografía, cuyo contenido, según algunos investigadores, pudiera haber sido pactada con el propio cantante.
En 1931, Florentino Hernández Girbal, publicó una historia de la vida de Gayarre novelada, basada en la de Enciso, que tuvo adaptaciones y reediciones en 1955 y 1970.
En 1999, el investigador navarro, Óscar Muñoz Salvoch, publicó una nueva semblanza, basada en nuevas fuentes que aportaba datos nuevos sobre la vida del cantante.
En 2003, una descendiente del tenor, Marta Herrero, y su marido, Francisco Moreno, escribieron una biografía que, además de desvelar nuevos datos desconocidos hasta entonces, mostraba la vida del divo desde una perspectiva familiar.
Desde el año 2013, a iniciativa del Servicio de Museos del Gobierno de Navarra, se está procediendo a catalogar todos los objetos y documentación que se conserva en la Casa-Museo Julián Gayarre, situada en Roncal, en la vivienda que el tenor regaló a sus padres.
“Gayarre ejercía en cuantos lo oían, una emoción rara e indescriptible, como no la ha ejercido, ni la ejercerá ya más ningún otro tenor”
Gayarre es un musical español, del año 1959, dirigido por Domingo Viladomat.
Protagonizado por Alfredo Kraus, Luz Márquez, Adriano Domínguez, Pastor Serrador, Lina Huarte, Antonio Riquelme, Manuel Arbó, Félix Dafauce, Teresa del Río, Rafael Bardem, Maria Bassó, entre otros.
El guión es de Ignacio Aldecoa, Enrique Fernández Sintes, José Luis Madrid, y Domingo Viladomat.
El tenor Alfredo Kraus, da vida al tenor, al igual que hiciere en 1986 José Carreras en la película “Romanza Final – Gayarre”
Pero sobre el tenor hay un filme muy anterior:
“El Canto del Ruiseñor” (1932) con Pepe Romeu, basada en la obra de teatro “La Muerte del Ruiseñor”
No obstante, todos ellos contienen algunos elementos ficticios o semi-ficticios, particularmente “Romanza Final”, utilizados para crear dramatismo.
Por lo que Gayarre es una “biopic” del gran tenor español, que va desde sus años como Pastor hasta el día de su muerte en Madrid, en 1890; mostrando sus excepcionales condiciones para el canto, sus difíciles comienzos, su lucha por conseguir ayuda para educar su voz y, finalmente, una carrera llena de éxitos, siendo aclamado en todo el mundo.
Pero también hay algo de la política de la época y el sentir social entre los españoles.
Como película, no se puede evaluar, sino como un rescate del que fuera un gran cantante de ópera, tanto Gayarre como Alfredo Kraus, acercándonos a la biografía del primero y a la música del segundo.
“Gayarre entonces, no era el intérprete de un personaje; era el personaje mismo que lloraba sus propias desdichas con notas de lágrimas”
Desde que se hizo primera película sobre Julián Gayarre, hubo que esperar tan solo 13 años para que se iniciase el rodaje de una 2ª película sobre el tenor roncalés.
“Queremos hacer una cosa digna y seria, no vamos a reparar en medios”, confesaron en Pamplona, los productores de esta nueva película.
Y ciertamente que lo hicieron.
Para ello, incluyeron en el reparto, nada menos que a 45 primeras figuras del cine, aunque en la propaganda del estreno se hablada de 84 primeras figuras… y como plato fuerte, Gayarre estuvo representado por el gran tenor canario, Alfredo Kraus, al que ya entonces se le consideraba un gran divo, cuya voz la emparejaban los críticos musicales, con la de María Callas, con la que en 1958 obtuvo en Lisboa su primer gran éxito internacional con “La Traviata” de Verdi.
Es así, y con esta calidad, como surgió el filme Gayarre.
En la elaboración del guión, basado en el libro biográfico que Julio Enciso escribió sobre Gayarre: “Memorias de Julián Gayarre” (1891), participaron Enrique Fernández, Ignacio Aldecoa y José Luis Madrid; si bien, el propio Enrique Fernández no tenía reparos en reconocer y conceder la autoría principal de este trabajo de Aldecoa; pese a todo, y sin quitarle ningún mérito al guión, es de justicia destacar que la parte musical, atendida por Salvador Ruíz de Luna, brilló más que la estructura narrativa.
Al margen de todas las excelentes exhibiciones que se hicieron en el terreno de la ópera:
¿Quién no es capaz de emocionarse al oír en el film, el zorcico “Vasco navarro soy, del Valle de Roncal…”?
Un zorcico, precisamente del que es importante aclarar que fue compuesto para esta película, y del que algunos erróneamente habían creído que fue interpretado por el roncalés en su tiempo; también para esta ocasión, se compuso esa vibrante jota que Gayarre, en la voz de Kraus entona mientras trabaja en la herrería que dice:
“Y a nadie le ha de extrañar, mi corazón tiene frío, y nadie le ha de extrañar que al compararlo a la fragua, tiene el fuego de un volcán.
Mi corazón tiene frío de tanto amar”
Ruíz de Luna fue quien compuso la jota y el zorcico; ambas composiciones le hicieron merecedor en 1959, del Premio Nacional del Sindicato del Espectáculo.
Así las cosas, el rodaje se inició en 1957, para finalizar en octubre de 1958; teniendo como escenarios principales:
El Valle de Roncal, Pamplona, en la calle Mañueta fundamentalmente; Zaragoza, y los estudios en Madrid de la productora, en los que fue necesario montar reproducciones exactas del Teatro alla Scala de Milán, de La Ópera de París, y del Teatro Real de Madrid; entre otros escenarios.
Los exteriores de Roncal, y las escenas de la calle Mañueta, en donde se grabó la expulsión de Gayarre niño de la tienda “El Dedal de Oro”, tuvieron lugar durante los 10 primeros días del mes de agosto de 1958, después de estar unos días grabando en la villa de Roncal y en Belagua.
El día 8 grabaron en la calle Mañueta de Pamplona, la escena de la expulsión; el día 9, en la misma calle, y en La Plaza Consistorial, grabaron el pasaje en el que desfila la banda de música ante la admiración de Gayarre; ese mismo día grabaron alguna vista del casco antiguo de la ciudad, y al día siguiente salieron hacia Madrid.
Todo ese montaje de escenarios, dirigido por Antonio Cortés, y la contratación de actores y de extras, elevó el presupuesto final de la película, muy por encima de los 10 millones de pesetas.
Domingo Viladomat, director del filme, y los productores, Enrique Fernández Sintés, y Fernando Fontes, mostraron en Pamplona su disposición y firme voluntad de mejorar la anterior película que se rodó sobre Gayarre:
“Esta vez se ha acometido la tarea con otra estricta fidelidad a lo que fue la realidad del mundo de Gayarre; sirva como ejemplo el análisis minucioso que hicieron en El Museo que, sobre Gayarre, había en las escuelas de Roncal, en donde hicieron un estudio detallado de todo lo que allí se conservaba del tenor para poder reproducirlo después”
Si algún defecto se le puede buscar en este filme, es a la ambientación, la errónea reproducción que en algunos casos se hace de la indumentaria roncolesa, principalmente en lo que a prendas femeninas se refiere; otro error importante es el manto que luce La Virgen del Pilar en la escena en que aparece Gayarre entonándole una jota, es un manto que luce en parte frontal el escudo de Navarra… con La Cruz Laureada, siendo éste un detalle ornamental muy posterior a Gayarre.
La empresa responsable del rodaje de Gayarre fue SINTES FILMS, para quienes el hecho de ser su primera película, fue un aliciente extraordinario para hacerlo lo mejor posible.
De aquella visita a Roncal, guardaron todos, un grato recuerdo.
El propio Domingo Viladomat, director, le puntualizó a Santi de Andía, periodista de “El Pensamiento Navarro”:
“Diga usted que el Roncal es un rincón maravilloso.
Llegamos hasta Belagua, y hemos recibido atenciones que no olvidaremos nunca por parte de aquella gente, tanto en las autoridades como en el pueblo.
A Roncal le dedicaremos una copia gratuita de esta película, para que no espere a que se la sirva nadie”
Y que nadie crea que el rodaje estuvo exento de problemas; así pues, Ramón Herrera en su libro “La Cineclopedia Navarra en 200 Películas” (1998), revela la existencia durante el rodaje de esta película, de una huelga de actores protagonizada por los extras, quienes reivindicaban mejoras salariales; para ello, ataviado con la indumentaria tradicional del Valle de Roncal, exigieron un aumento salarial superior a las 100 pesetas que cobraban.
“La movilización, sin que la autoridad competente del momento se enterara, dio como resultado una subida salarial que alcanzaría las 150 pesetas de la época” dijo Herrera.
Por otro lado, la productora tuvo el detalle de hacer en Pamplona el estreno de la esperada película.
Esto tenía lugar a las 5pm del 6 de enero de 1959, en El Teatro Gayarre, en medio de un éxito de público, y de la criticada y vergonzosa ausencia de las autoridades municipales y culturales.
Durante los 16 días que estuvo proyectándose la película, siendo el 21 de enero el último día de exhibición en Pamplona, un gran retrato de Gayarre presidió el vestíbulo del Teatro, situado junto a la entrada del patio de butacas, testigo mudo de los diarios éxitos que cosechaba su biografía cinematográfica.
Éxitos éstos, que se tradujeron en una recaudación por parte del Teatro Gayarre, de 92.704 pesetas y 40 céntimos, convirtiéndose, con un amplio margen de diferencia, en la película más taquillera de las 41 que se proyectaron en Pamplona aquel mes.
Y el día 2 de marzo, Gayarre se estrenó en Madrid.   
Como se citó, la parte musical, ilustrada con varios fragmentos de ópera, tuvo mayor importancia que la propia estructura narrativa del film de Viladomat.
Alfredo Kraus obtuvo por su interpretación, el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos.
Kraus pone la voz, pero como actor, mejor dejarlo...
Con el reparto pasa algo parecido, donde ninguno sobresale, pues esta película fue hecha para lucimiento exclusivo del canario; y es que el cine de esta época tiene mucho de teatro y poco de cine; por lo que Gayarre es más para incondicionales, historiadores de la lírica y aficionados.
Lo cierto es que hay adaptaciones que funcionan, y otras que no.
“Mi buena y santa madre me dio a luz 2 veces:
Primero a la vida; después al arte”
Julián Gayarre murió soltero, poco se sabe de su vida íntima, y dicen que era bisexual; pero se sabe que tuvo una hija con María Mantilla, que se llamó como su madre, y a la que Gayarre no olvidó en su testamento.
En Roncal, su pueblo natal, se encuentra el panteón-mausoleo erigido en su honor, obra de Mariano Benlliure.
Allí es donde descansa su cuerpo embalsamado; pero antes de ello, los doctores que le siguieron durante su enfermedad, le extrajeron la laringe “como excepcional pieza anatómica, tratando de encontrar el secreto de sus portentosas modulaciones”
Con el estudio científico, se trataba “de explicar muchos de sus procedimientos en el uso de los registros y la prolongación de los alientos”, aunque los médicos que realizaron este estudio, sabían que la laringe es solo una parte del sistema que produce la voz, y que con su estudio, “no se podían explicar todas las maravillas de una voz inimitable”
Y es que hacia 1880, las tendencias antropológicas originadas en La Teoría Darwiniana del Origen de Las Especies, ponían especial atención en las diferencias morfológico-craneanas entre los individuos.
Por ello, cualquier sujeto de estudio que ostentase condiciones diferentes, fuese músico, literato, político o delincuente, era sometido al análisis de las susodichas diferencias, en aras de establecer su relación con el proceso evolutivo.
Por las especificadas razones, unidas al escaso nivel de conocimiento fisiológico sobre el proceso vocal, se propició que la imaginación popular atribuyera a su ídolo musical, las más inverosímiles razones para justificar la belleza de una voz que parecía más divina que humana, como bien lo expresó la foniatra española, Blanca Moyá García.
De tal manera, se explicaba la anormal belleza de la voz del divo, debido a una presunta desviación de la garganta, a la supuesta existencia de un cartílago inédito, o a la hipotética aparición de más cuerdas vocales que las que adornan la laringe del resto de los humanos.
Y con el fin de aclarar el mito urbano de la inédita resonancia vocal, los sobrinos del tenor, autorizaron al doctor San Martín, asistido por los médicos Cortezo, Gimeno y Salazar, realizar el procedimiento “post mortem”, y con la venia familiar, también se procedió a embalsamar la laringe, que fue entregada al doctor Cortezo, amigo de la familia.
Éste, a su vez, la entregó al Museo del Teatro Real madrileño.
El órgano fue puesto a salvo de los excesos de La Guerra Civil, y fue posteriormente donado a La Diputación de Navarra.
De tal manera y, en forma relativamente reciente, en 1993, la recién integrada Fundación Gayarre, entró en posesión de la que fuera llamada una verdadera “caja de música”
Desde entonces, reposa en El Museo Gayarre de Roncal.
Pero el resultado de una disección tan particular, fue objeto de una polémica permanente…
La laringe es mayor de lo que correspondía a la constitución de Gayarre.
Los músculos que contribuyen a su función, son fuertes y robustos, como parece que eran todos los suyos.
De los 5 cartílagos que componen la laringe, el cartílago tiroides, “el bocado de Adán”, tiene una agudeza muy pronunciada; esto conlleva una longitud extraordinaria de las cuerdas vocales, lo que puede justificar su gran extensión de voz.
Presenta una asimetría entre la mitad derecha y la izquierda, acentuándose esta diferencia en el cartílago tiroides, y en la epiglotis.
En la parte media de la cuerda vocal izquierda, presenta un engrosamiento, una especie de tumor de dimensiones reducidas.
¿Favoreció o perjudicó la calidad de su voz, el que este tumor vibrara con la cuerda vocal a más de 2 mil veces por segundo?
La totalidad de los partícipes en la autopsia, eran extraños a los principios de la acústica, y la foniatría no era reconocida como una ciencia individual.
Empero, el grupo de improvisados patólogos, halló algunas circunstancias que fueron calificadas como “anormales”; entre ellas, se concluyó que la laringe era de mayor tamaño y longitud de lo que hubiera sido dable presumir en la constitución del cantante.
Además de lo anterior, el cartílago tiroideo fue considerado de “una morfología aguzada o pronunciada”, circunstancia que justificaba una anormal longitud de las cuerdas vocales.
De todas maneras, no hay que olvidar que la amplitud, el timbre, la intensidad, la belleza de la voz, no sólo depende de la organización de la laringe.
La capacidad pulmonar, los músculos que concurren en la respiración, la faringe, la base de la lengua, el velo del paladar, las fosas nasales…
Todo contribuye a la emisión de la voz, y a definir sus características.
La epopeya se nutre de las exageraciones, pues no es descartable que las laringes de Maria Malibrán, Enrico Caruso o Francesco Tamagno pudiesen haber presentado una morfología diferente de la usual.
Ello no realza ni demerita la grandeza del intérprete.
Julián Gayarre, fue acaso el mejor tenor de la historia, al menos en una época en que la registración técnica no estaba desarrollada.
Por ello, y pese a todo, su grandeza histórica seguirá siendo… una leyenda.
Por otra parte, el amor que sintió por su pueblo natal, le llevó a financiar la construcción de las escuelas, así como del frontón.
En 1902, se inauguró en Pamplona el Teatro Gayarre en memoria del tenor.
Y se discute mucho acerca de la existencia de grabaciones del propio Gayarre.
Aunque no se conoce ninguna actualmente, sí es cierto que podrían existir, pues ya se habían inventado técnicas de grabación, y comercializado lo suficiente como para poder llegar hasta él.
La indomable raza de los tenores españoles, ingresó así en la leyenda, gracias a la extraña intrepidez de Gayarre para acometer cuanto rol heroico aparezca en el horizonte; y muchos grandes intérpretes podrían ser ubicados en esta saga:
El aragonés Miguel Fleta, primer Calaf de la historia; Manuel García, progenitor de María Malibrán y de Pauline Viardot; el gran tenor canario Alfredo Kraus; el madrileño Plácido Domingo; y los catalanes Jaume Aragall y Josep Carreras.
Y en el simbolismo de la actividad del genio, la laringe de Gayarre bien podía colocarse junto al cerebro de Kant, o al corazón de Fortuny.
Tratándose del artista que había embelesado con la dulzura de su voz, y conmovido con los acentos de su canto:
¿Qué más natural que conservar el órgano maravilloso que no volvería a sonar?
Aquel cadáver que se nos escapa, algo ha de dejarnos que lo recuerde.
Unas veces será el cerebro, donde en calenturientas vigilias se engendró la idea o resplandeció prodigiosa la inspiración; acaso otras sea el corazón, musculosa entraña que la emoción espoleó en ocasiones críticas, en los segundos angustiosos del peligro o en los momentos de la suprema crisis de la historia.
El cariño, la admiración, el culto a los grandes hombres, tienen natural predilección por el órgano cuyo pasmoso trabajo dio relieve a su personalidad y gloria a su nombre.

“La gloria del artista teatral, es como el sueño de una noche.
Un pintor, un poeta, un compositor deja sus obras.
De nosotros:
¿Qué queda?
Nada, absolutamente nada.
Una generación que le dice a otra:
¡Cómo cantó Gayarre!
Cuando mi garganta me dice:
“Ya no puedo cantar”
¿Qué quedará de Gayarre?
Un nombre que durará tanto como la gente que me escuchó, pero después de eso nadie.
Créame, mi amigo, nuestra gloria no dura más, ni vale más, que el humo del cigarro”



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