Capturing The Friedmans
Terminando de ver “Capturing The Friedmans” (2003) de Andrew Jarecki con Arnold Friedman, Elaine Friedman, David Friedman, Seth Friedman, Jesse Friedman, Howard Friedman, John MCDermott, Francesc Galasso, Joseph Onorato, Abbey Boklan, entre otros.
Documental nominado al Oscar como Mejor Documental, se centra en la investigación de Arnold y Jesse Friedman, acusados de abuso sexual de menores en los años 80; por lo que se muestra la desestructuración familiar debido a ello; analiza la naturaleza escurridiza de la verdad a través del prisma de uno de los casos criminales más extraños de la historia de EEUU; y se muestra desde el punto de vista de los mismos protagonistas, de ahí que la gran cantidad de videos mostrados no fueron hechos con la publicación en mente, sino como una forma de registrar realmente lo que estaba sucediendo en sus vidas; y a raíz del evento, todos parecen ser, al mismo tiempo, moralmente sospechosos y sorprendentemente inocentes cuando relatan sus historias y afirmaciones...
Se sabe que papá leía pornografía infantil, pero el abuso sexual cuestionable se convierte en el eje de la crisis de la familia; especialmente el hijo acusado, el hijo mayor y la madre son los que llevan el peso del documental; donde la narración es absolutamente visual, apoyándose en sus propias grabaciones familiares; por lo que el espectador cuestiona el misterio que alberga el alma humana y su ambigüedad; y con esa ambigüedad, aquí abundan las ironías… por lo que se abre un debate sobre los tabúes de la sociedad, sobre el papel de los medios y sobre la presión que supone tener a la opinión pública en contra.
Son muchos los temas colaterales que toca este amargo y perturbador documental, pero todos ellos giran constantemente en torno a la acusación de pederastia contra el profesor Arnold Friedman.
Técnicamente, este es el primer largometraje del director, se construye un magnífico relato de los hechos en un espectáculo en todo momento fascinante y, en general monstruoso, extraño, bizarro y hasta desconcertante; con una magnífica fluidez narrativa que permite matizar entre las distintas versiones de la verdad que los personajes ofrecen.
Todo esto comenzó cuando Jarecki inicialmente estaba haciendo un cortometraje, “Just a Clown”, que completó, sobre animadores de fiestas de cumpleaños infantiles en New York, incluido el popular payaso David Friedman y su personaje “Silly Billy”; por lo que durante su investigación, Jarecki se enteró de que el hermano de David Friedman, Jesse, y su padre, Arnold, se habían declarado culpables de abuso sexual infantil, y la familia tenía un archivo de películas caseras…
Con ello en mente, Jarecki entrevistó a algunos de los niños involucrados, y terminó haciendo una película centrada en Los Friedman; pero el director se limita a recoger testimonios de la familia, algunas víctimas, abogados y agente de policía; y entrelaza las entrevistas con los numerosos videos caseros de Los Friedman.
Estas grabaciones son la base documental de la película, que se complementan con imágenes de archivo del caso que se emitieron por televisión en aquella época; y de esa manera, el film se centra en 2 temas principalmente:
El arresto, juicio y condena de Arnold y Jesse; y el desmoronamiento de la familia a raíz del acontecimiento.
Sin olvidar que se hace un juicio del sistema de valores de la sociedad de EEUU, y hace referencia a la histeria mediática que acompañó al caso.
Por tanto, el espectador queda entre la duda de culpabilidad e inocencia de los acusados; enseña a creer en la presunción de inocencia, en el gran poder que pueden ejercer los medios y la sociedad en el ámbito personal.
Pero sobre todo, expone los diferentes puntos de vista que se tuvieron del caso; no es casual que posteriormente al estreno, algunas de las presuntas víctimas y familiares de Friedman, escribieron al Comité de Premios Oscar, protestando por la nominación; y es que el documental va más allá del tema que trata, porque sirven para reflexionar sobre la sociedad, sobre el ser humano y también sobre el propio cine y el propio formato documental.
Es un hecho que Los Friedman eran todos extraños, por tanto, el filme cobra otra dimensión de interés por el tipo de personajes tan peculiares que presenta, y por el tipo de interacciones familiares que retrata:
El padre y los 3 hijos habían formado una confabulación que mantenía fuera a la madre, que irónicamente es la que más minutos de declaraciones tiene en el documental.
Arnold, aficionado al cine y a la cámara, era gay “enclosetado” por la época que le tocó vivir, y muy probablemente con inclinaciones pederastas adquiridas, aquí está siempre ausente, raramente hablando, como muerto en vida…
Elaine, la madre, era una mujer de mojigata educación, empeñada en fundar una familia “como Dios manda”, que insistió en casarse con un hombre renuente al matrimonio, es mostrada como la persona más afectada, y es el miembro menos valorado de la familia; que al final sabía de las inclinaciones sexuales del marido, y cree que las acusaciones pueden ser verdad…
Todos los hijos idolatran al padre “a ojo cerrado”:
David, el hijo mayor, payaso de profesión, ¿Acaso no sabe quién era Pogo?
Con sus declaraciones durante el documental nos demuestra que está muy mal de la cabeza… con mucho resentimiento hacia la madre…
Seth Friedman, el hijo mediano, no aparece en el documental, porque se negó a ser parte de la producción...
Y Jesse, el hijo menor, entra a formar parte del caso de pederastia que envuelve a su padre por las declaraciones de los alumnos...
Otros que hablan en el documental es Howard Friedman, el hermano de Arnold, que es tan extraño y ambiguo que al final vemos que es gay también, y que no recuerda que la pérdida de la hermana, una balletista en ciernes, provocó un impacto psicológico en ambos hermanos...
El filme también da micrófono a pocas víctimas, a periodistas, abogados y policías… pero omite a un tercer coacusado, Ross Goldstein, un vecino adolescente que también se declaró culpable de los cargos de abuso de menores, y que corroboró algunas de las acusaciones de los niños en ese momento, que también fue a prisión; y otros 2 conspiradores no acusados; al tiempo que excluyó la entrevista de Jesse en el programa de Geraldo Rivera, cuando éste confesó haber abusado sexualmente de niños…
En definitiva, el documental es muy ambiguo, empezando con el mismo título que se traduce como “Capturando a Los Friedman” que es un juego de palabras entre “capturar en vídeo” y “atrapar policialmente” de ahí que la película es una lección instructiva sobre el carácter elusivo de los hechos, especialmente en un contexto legal; donde a veces, la culpa y la inocencia se descubren en los tribunales, y según entendemos, solo las verdades sobre la ley son demostradas…
Tras el documental, se supo que en agosto de 2010, un Tribunal Federal de Apelaciones confirmó la condena de Jesse Friedman por motivos técnicos legales, pero tomó la medida inusual de instar a los fiscales a reabrir el caso, diciendo que existía “una probabilidad razonable de que Jesse Friedman fuera condenado injustamente” y se citó “el exceso de celo de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, arrastrados por la histeria por el abuso de menores en la década de 1980” que fue un pánico moral colectivo que presentó cargos contra los proveedores de guardería siendo acusados de cometer varias formas de abuso infantil.
En El Caso Friedman, en particular, hubo detalles como cartas de algunas de las presuntas víctimas en las que se retractan de sus acusaciones, e implican a la policía en coaccionar sus declaraciones; pero otros testimonios, algunos indicios y hasta cartas escritas por el propio Arnold, podrían indicar que las acusaciones eran ciertas…
Sin embargo, la mayoría de los acontecimientos no encajaban, como la cantidad de denuncias, la forma en la que se hicieron los interrogatorios, o el hecho de que las supuestas víctimas no hubiesen dicho nada hasta que fueron entrevistadas…
Por ello, Jarecki presenta las 2 caras de la moneda, pero más que por un afán de permanecer neutral y de no condicionar, como estudio de lo difícil que resulta adquirir una certidumbre.
Lo más cuestionado fue la forma de efectuar los interrogatorios:
Esto ocurría en 1988, cuando los psicólogos acostumbraban a inocular recuerdos en los pacientes a base de insistencia o de hipnosis.
Más tarde se comprobó que muchas de las personas que creían que habían sufrido abusos durante su infancia, y que suponían que los mantenían perdidos en el olvido debido al trauma, en realidad no habían pasado por ninguna experiencia semejante…
Con todo, aterra pensar cómo una acusación sin base, puede destrozar la vida o acabar con ella; por tanto, el filme es de reflexión obligada para evaluar la relación entre los medios de comunicación y la opinión pública.
Si en algo se puede achacar al filme es la falta de profundidad con la que generalmente se tratan los acontecimientos, y da como resultado la división de sus protagonistas en buenos y malos, motivando en la audiencia juicios precipitados y simplistas que se alejan de la verdadera complejidad de las historias reales.
Esta es sin duda una de las transformaciones que el periodismo ha sufrido a raíz de la creciente obsesión por ser el primero en dar la noticia, olvidando a veces que una historia mal contada desinforma más que informa.
Y también el hecho de insistir que todos en la familia estaban mal de la cabeza…
Pero sobre todo, “Capturing The Friedmans” nos enseña que la realidad es compleja, y que si cometemos el error de enjuiciar a primera vista, nos equivocaremos… y la moraleja podría ser que las verdades, cuando parecen demasiado evidentes, conviene cuestionárselas.
Aquí se trata de lo engañoso de las apariencias, de la familia feliz y perfecta como mito social típicamente estadounidense, donde las grabaciones caseras de Los Friedman no muestran a una familia feliz, sino a una apariencia de familia feliz.
Basta revisar las fotos familiares de los amigos, y cuestionarlas… pues con Los Friedmans no se tiene la certeza de que lo que se cuenta sea cierto, pero tampoco se puede estar del todo convencido de que sea mentira.
“¿A quién le crees?”
RECOMENDADA.
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