Cave of Forgotten Dreams

“The artist painted this bison with eight legs, suggesting movement, almost a form of proto-cinema”

¿Para qué sirve el arte?
Para expresar, comunicar, dar un aspecto visual a los sentimientos, conocer nuestra historia, nuestros deseos, nuestras creencias, nuestros miedos...
En particular, una pintura rupestre es todo dibujo o boceto que existe en algunas rocas o cavernas, especialmente los prehistóricos.
El término “rupestre” en un sentido estricto, haría referencia a actividad humana sobre las paredes de cavernas, covachas, abrigos rocosos e, incluso farallones o barrancos, entre otros; y es prácticamente imposible aislar las manifestaciones pictóricas de otras representaciones del arte prehistórico como los grabados, las esculturas y los petroglifos, grabados sobre piedra mediante percusión o abrasión; y al estar protegidas de la erosión por la naturaleza o ubicación del soporte, las pinturas rupestres han resistido el pasar de los siglos.
Se trata de una de las manifestaciones artísticas más antiguas de las que se tiene constancia, ya que al menos existen testimonios datados hasta los 35.000 años de antigüedad, es decir, durante La Última Glaciación.
Por otra parte, aunque la pintura rupestre es esencialmente una expresión prehistórica, esta se puede ubicar en casi todas las épocas de la historia del ser humano y en todos los continentes, exceptuando La Antártida; y las más antiguas manifestaciones y las de mayor relevancia se encuentran en España y Francia.
Estas pinturas, y las otras manifestaciones asociadas, revelan que el ser humano, desde tiempos prehistóricos, organizó un sistema de representación artística, se cree en general, que está relacionado con prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar la caza; y dado el alcance cronológico y geográfico de este fenómeno, es difícil, por no decir imposible, proponer generalizaciones.
Por ejemplo, en ciertos casos, las obras rupestres se dan en zonas recónditas de la cueva o en lugares difícilmente accesibles; hay otros, en cambio, en los que estas están a la vista y en zonas expeditas y despejadas.
Cuando la decoración está apartada de los sitios ocupados por el asentamiento, se plantea el concepto de “santuario” cuyo carácter latente subraya su significado religioso o fuera de lo cotidiano.
En los casos en los que la pintura aparece en contextos domésticos, es necesario replantear esta noción, y considerar la completa integración del arte, la religión y la vida cotidiana del ser humano primitivo.
La Cueva de Chauvet, o Cueva de Chauvet-Pont-d'Arc, es una cueva en el departamento de Ardèche del sur de Francia, que contiene unas de las más antiguas pinturas rupestres figurativas conocidas y mejor conservadas del mundo, así como otras manifestaciones de la vida del Paleolítico Superior; siendo considerada como uno de los mayores tesoros de la humanidad; y es una galería de arte natural con más de 400 pinturas rupestres de 32.000 años de antigüedad.
Unos 30 mil años atrás, esa región como la mayor parte de Europa, era un territorio vasto y frío habitado por diversas especies animales, entre ellas, los últimos descendientes del hombre de Neanderthal y los más evolucionados “homo sapiens”
Fueron éstos últimos los encargados de darles forma a las imágenes que decoran las paredes de esta gigantesca cueva, oculta durante milenios a la mirada humana, y a las inclemencias del clima, gracias a un desprendimiento de material rocoso que taponó su entrada, transformándola en una verdadera cápsula temporal.
La cueva se encuentra cerca de la comuna de Vallon-Pont-d'Arc, en un acantilado de caliza sobre el antiguo cauce del río Ardèche; y fue descubierta en 1994, siendo considerada una de las más significativas del arte prehistórico.
La cueva es también una referencia para la calidad de conservación del arte rupestre y la gestión del sitio; y sabiendo el significado cultural que tiene la cueva, el gobierno francés cortó de inmediato todo acceso a ella, excepto algunos arqueólogos y paleontólogos.
De hecho, nadie puede estar por más de un par de horas, porque los niveles de dióxido de carbono que emanan de las raíces de los árboles encima de la cueva podrían ocasionarles problemas de salud, y sólo pueden caminar por una estrecha plataforma de medio metro de ancho.
En 2014, La UNESCO eligió La Cueva de Chauvet como Patrimonio de la Humanidad.
La cueva fue explorada por primera vez el 18 de diciembre de 1994, por un trío de espeleólogos:
Éliette Brunel-Deschamps, Christian Hillaire y Jean-Marie Chauvet, de quien tomó el nombre; y lo que encontraron, se convertiría en uno de los descubrimientos más importantes en la historia de la arqueología y el arte; y al hacerlo, se convirtieron en las primeras personas en 30.000 años en echar un vistazo a estas pinturas.
Además de las pinturas y otras pruebas de actividad humana, también descubrieron restos fosilizados, huellas y marcas de una variedad de animales, algunos de los cuales se han extinto.
El estudio adicional del arqueólogo francés, Jean Clottes, ha revelado mucho sobre el sitio, aunque la datación ha sido motivo de cierta controversia...
La mayor parte de la obra de arte se remonta a la más antigua de las 2 Eras:
El Auriñaciense, 30.000 a 32.000 AP.
La posterior ocupación gravetiense, que se produjo hace 25.000 a 27.000 años, dejó poco más que huellas de un niño, los restos carbonizados de hogares antiguos, y las manchas de humo de las antorchas que iluminaban las cuevas.
Después de la visita del niño a la cueva, se descubrieron indicios que sugieren que la cueva se tapó hasta que fue redescubierta en 1994.
Las huellas pueden ser las más antiguas huellas humanas que se pueden fechar con precisión; y nuevos estudios del estilo, muestran que algunos de los grabados gravetienses se superponen a las pinturas negras demostrando el origen más antiguo de las pinturas.
Un estudio publicado en 2012, apoya la colocación del arte en el período aurignaciano, aproximadamente entre 32,000 y 30,000 años en BP.
Un estudio publicado en 2016, con 88 fechas adicionales de radiocarbono, mostró 2 períodos de habitabilidad:
Uno de hace 37.000 a 33.500 años; y el segundo de hace 31.000 a 28.000 años, con la mayoría de los dibujos negros que datan del período anterior.
El suelo arcilloso de la cueva, conserva las huellas de osos de las cavernas, junto con grandes depresiones redondeadas, que se cree son los nidos “donde los osos dormían”
Los huesos fosilizados son abundantes, e incluyen los cráneos de osos de las cavernas y el cráneo con cuernos de un íbex.
La originalidad de las pinturas prehistóricas, permite explotar toda la riqueza de La Cueva Chauvet; y es que los motivos son de una diversidad sorprendente; más allá de los caballos que estamos acostumbrados a ver, tenemos a leones, mamuts, panteras, osos, hienas, ovejas, rinocerontes...
Cientos de pinturas de animales han sido catalogadas, representando al menos 13 especies diferentes, incluidas las que rara vez, o nunca, se ha encontrado en otras pinturas de La Época Glacial.
Y en lugar de representar solo los animales relacionados con la caza, que predominan en el arte rupestre paleolítico, es decir, caballos, bisontes, renos, etc., las paredes de La Cueva de Chauvet se cubren con depredadores:
Leones, panteras, osos, búhos y hienas.
Más típica de las cuevas con arte, es la ausencia de pinturas de figuras humanas completas, aunque existe una posible figura de “Venus” parcial, que puede representar las piernas y los genitales de una mujer...
También puede estar presente una figura quimérica que parece tener la parte inferior del cuerpo de una mujer, con la parte superior del cuerpo de un bisonte...
Hay paneles de impresiones y plantillas de manos positivas, derechas, en ocre rojo realizados por impresión directa.
Símbolos abstractos, líneas y puntos, se encuentran en toda la cueva.
También hay 2 imágenes no identificables, que tienen una vaga forma de mariposa.
Esta combinación de temas, ha llevado a los expertos en arte y cultura prehistórica, a creer que pudieran ser pinturas de tipo ritual, chamánico o mágico.
Asimismo, hay pinturas de hongos mágicos que sugieren que debe haber sido una cultura chamánica.
Los artistas que produjeron estas pinturas únicas, utilizaron técnicas no observadas de forma habitual en otras pinturas rupestres; y muchas de las pinturas parecen haber sido hechas después de raspar las paredes para dejarlas libres de escombros y concreciones.
Esto dejaba una superficie más suave para que los artistas trabajaran, y se cree por la presencia de restos de osos, que fueron estos animales quienes hicieron el trabajo de raspado.
Del mismo modo, se consigue un aspecto tridimensional mediante la incisión o grabado sobre los contornos de algunas figuras.
Esto enfatiza visualmente algunos de los animales, y permite que la luz de las antorchas proyecte sombras sobre los bordes.
Lo que estamos presenciando aquí, es el origen del alma humana moderna, y el comienzo de la representación figurativa; y en definitiva, son la primera prueba de que el “homo sapiens” era un ser espiritual, que lo distinguía del resto de depredadores en La Tierra.
“I think what's extremely important is that we realize that archeology today is not a heroic adventure with spades and picks, but high tech scientific work that's done with incredible detail”
Cave of Forgotten Dreams es un documental del año 2010, escrito y dirigido por Werner Herzog.
Protagonizado por Werner Herzog, Dominique Baffier, Jean Clottes, Jean-Michel Geneste, Carole Fritz, entre otros.
El documental explora las pinturas rupestres de La Cueva de Chauvet, en el departamento de Ardèche, Francia; que desde el descubrimiento de la cueva, numerosas personalidades quisieron rodar allí...
Varios cineastas intentaron obtener autorización para realizar una película; y Werner Herzog fue el elegido, después de obtener el beneplácito de Frédéric Mitterrand, El Ministro de Cultura francés.
El cineasta alemán, incluso propuso convertirse en empleado del Gobierno francés para percibir un salario simbólico de 1 euro para poder hacer la película...
Está rodada en 3D, y tiene una duración de 90 minutos; a los que Herzog ha tenido acceso limitado, y ahora podemos examinar las hermosas obras de arte creadas por nuestros antiguos antepasados, hace unos 32,000 años.
La narrativa hace preguntas a varios historiadores y científicos acerca de cómo habrían sido estos humanos, y tratando de construir un puente desde el pasado hasta el presente; se muestran las pinturas, que representan muchos animales de la época, que también intentan mostrar movimiento.
El acceso a las cuevas ahora está muy limitado, por lo que la película ofrece la única oportunidad de ver este arte primitivo; “al arte que en sus inicios parece haber sido un conglomerado de figuración, magia, religión, entretenimiento, literatura, danza, música, celebración comunitaria… por lo que el solo hecho de escapar de “La Caverna de Platón”, significa dejar atrás este bello universo mítico de sombras y apariencias, para enfrentarnos a la realidad pura y simple de un universo parcelado en categorías o ideas.
Si quieres cazar, no pintes un bisonte sino toma un rifle; si quieres ver a dios, la naturaleza ya no es su hogar, sino el templo; si quieres entretenimiento, ve al cine o coge la consola; si quieres relatos, abre un libro; si quieres bailar, ve a la discoteca; si quieres perderte en el anonimato, únete a la masa en el estadio de fútbol…
Todo bien parcelado, milimetrado.
Esa es nuestra realidad, y por eso en el título “Sueños Olvidados”, dijo Herzog.
Financiado en parte por History Channel, su aportación es infinitamente más valiosa si se considera el especial estéril de TV que podría haber sido... y su habilidad para la autobiografía convincente, demuestra uno de los aspectos más intrigantes de la película, y en lugar de trabajar alrededor de su equipo, Herzog extrae el drama de sus dificultades creativas.
Al equipo se le permitió entrar solo por unas pocas horas por día, y restringido a pasarelas metálicas de 2 pies de ancho una vez allí.
Las muchas precauciones y restricciones, protegen la integridad del suelo de la cueva y las huellas y los restos de animales aún frescos que han sobrevivido durante tanto tiempo.
De acuerdo con el director de fotografía, Peter Zeitlinger, los primeros 20 minutos de la película, se rodaron con 2 cámaras GoPro Hero grabadas de lado a lado, una al revés; porque en el momento de filmar, ningún sistema 3D es lo suficientemente pequeño para el rodaje en una cueva; y el resto de la película se filmó en cámaras 3D profesionales de mayor calidad de 2k, con enfoque de seguimiento.
De esa manera, descubierta accidentalmente en 1994, La Cueva de Chauvet conserva cientos de dibujos y pinturas datados hace más de 30.000 años.
Un derrumbe de la entrada de la cueva, permitió que éstos se conservasen inalterados; por lo que el equipo de Herzog consiguió un permiso especial para entrar a filmar las pinturas, que se muestran junto con comentarios y entrevistas a varios arqueólogos y personal relacionado con la cueva.
La película también incluye imágenes del cercano puente natural, Pont d'Arc, que es de una belleza impresionante, que conjuga con el misticismo interior de la cueva.
Todo eso en manos de Herzog, quien logra por primera vez la penetración fílmica a este prístino lugar, el documental se distancia de su funcionalidad reveladora, para erigirse en una reflexión ensayística sobre la condición humana y su primario impulso espiritual, la génesis de la cultura y el valor de la historia como objeto de conocimiento; y al permitir entrar a las cámaras a un estricto y controlado cerco de arqueólogos, paleontólogos y altas instancias científicas, se entrega la cueva, bajo la perspicaz mirada conductora de Herzog, a los confines de lo fantasmagórico y al vaivén de las sombras, estatutos legítimos de la ficción que licuan, filtran y corrompen la alocución institucional del cine de no ficción.
Esa forma de agrietar una aparente coraza férrea, la prototípica del documental, y conducirla hacia el terreno primario de la ficción como expresión de lo irracional, es la que dota a Cave of Forgotten Dreams, de una belleza magnética y envolvente.
Y por más obtuso que sea, la ideología de Herzog es invaluable:
A través de sus ojos, La Cueva de Chauvet es una maravilla para contemplar; pues captura la belleza trascendente de las pinturas, y reflexiona sobre las vidas de sus creadores anónimos.
Aunque a veces exagera su propia excentricidad, la línea de arte como una cualidad humana esencial elude sus digresiones; y nuestra capacidad para apreciar el resultado creativo de una sociedad milenaria eliminada de la nuestra, es un concepto poderoso.
Espero que la gente del año 34,000, aprecie Herzog tanto como nosotros.
¿Qué verán los hombres del futuro?
“Looking at the paintings, what will they make of them?
Nothing is real.
Nothing is certain”
Werner Herzog no es un estilista de la imagen, ni un cinéfilo; parece ante todo un hombre curioso, al que otras cosas le interesan más que el cine, y que utiliza éste medio como herramienta para acceder a ellas, no como un fin en sí mismo.
No parece interesado en producir Obras Maestras, sino ensayos sobre asuntos que él cree importantes; y el interés de Herzog en La Cueva de Chauvet, fue motivado por el artículo “First Impressions” de Judith Thurman en el New Yorker.
Thurman, está catalogada como una de las coproductoras de la película; y es que Werner Herzog siempre ha estado fascinado por las pinturas rupestres que datan del Paleolítico; y el cineasta cuenta que descubrió en un bello libro, las de La Cueva de Lascaux cuando que tenía 12 años.
Estas imágenes, además de marcarlo para siempre, le ayudaron a exacerbar su sensibilidad y su curiosidad intelectual; de ahí su voluntad de rodar una película sobre la más antigua de las artes jamás concebidas por el ser humano; y una de las características históricas del documental “herzoguiano”, es hacer propio lo ajeno, en el sentido de acercarse a una idea, temática o personaje y, a partir de allí, construir una poética personal, partiendo de cierta instancia objetiva para transformarla completamente a través del filtro de su mirada.
Por ello, Cave of Forgotten Dreams es una fascinante investigación sobre la necesidad humana de crear y legar imágenes de su propia existencia y su entorno que, en más de un momento, semeja una película de ciencia ficción, donde un grupo de astronautas descubriera los vestigios de una cultura alienígena...
El tema de La Cueva de Chauvet, no parecería a primera vista ser algo capaz de llenar 90 minutos de celuloide, pero Herzog logra, con maestría, combinar los conocimientos científicos con los sentimientos que la cueva y sus alrededores evocan, y es capaz de llevarnos al pasado, de hacer que imaginemos, cómo era el mundo hace 32.000 años, de intentar acercarnos a ese ser humano prehistórico con el que tenemos mucho más en común de lo que creemos.
Y lo logra sin caer en sentimentalismos, pero dándole importancia a las emociones; y se aprecia que no intente dar una sola visión sobre el pasado, sino que permita que hablen las múltiples voces de los distintos tipos de arqueólogos y científicos, desde los que hacen modelos tridimensionales con todos los recovecos de la cueva, hasta los que buscan revivir lo que sentían los humanos del pasado, vistiéndose como ellos, y tocando flautas hechas de huesos.
Originalmente exhibido en 3D, lo que seguramente permitía apreciar el relieve de la cueva, tan importante al momento de explicar los posibles usos de las pinturas; Cave of Forgotten Dreams es un mágico viaje alrededor de mucho de lo que nos hace humanos, y un recordatorio de la importancia de los sentidos para conocer el mundo en el que vivimos; por lo que Herzog pretende transmitir con fidelidad, las sensaciones experimentadas dentro de la cueva, y para ello no descuida detalle alguno.
No solo nos permite explorar Chauvet hasta su último rincón, sino que además nos da un minuto para escuchar su silencio, e incluso nos habla del olor que desprende, atención al personaje entrevistado especializado en perfumes…
La experiencia es tan cercana, que uno tiene que reprimir el impulso de incorporarse para acariciar las rocas pintadas; y para acceder a La Cueva de Chauvet, Werner Herzog siguió una serie de consignas y requisitos extremadamente estrictos:
Acompañado por un equipo de científicos, además de sus técnicos, debió seguir un calendario, y realizar las grabaciones entre marzo y abril de 2010.
Herzog no podía desplazarse dentro de las cuevas aparte de por las pasarelas metálicas dispuestas para preservar el entorno; y a causa de la atmósfera y de su tasa de dióxido de carbono muy elevado, ninguno podía quedarse más de algunas horas al día en la cueva.
Entre los científicos que aconsejaron a Werner Herzog y sus operadores, encontramos a:
Dominique Baffier, arqueólogo del Ministerio francés de Cultura y encargado de la vigilancia permanente del emplazamiento histórico; Jean Clottes, antiguo director de investigación de La Cueva Chauvet, y autor de numerosas obras sobre El Arte Prehistórico; Jean-Michel Genestre, su sucesor como jefe de grupo en las expediciones a La Cueva de Chauvet y experto en arte rupestre.
Y entre otros miembros del equipo de especialistas, citamos también a Michel Philippe, paleontólogo y antiguo conservador del Museo de Historia Natural de Lyon.
Tampoco podían faltar los particulares “locos de Herzog”, personajes habituales en su obra, que se obsesionan por el material encontrado, y dotan de cierto sentido del humor y pasión al documental, como el trapecista… pero el propio Herzog, aparte de dejarse fascinar por los tesoros encontrados, al mismo tiempo formula un interesante discurso, culminado magistralmente en el epílogo, que nos recuerda que nuestra leve existencia en esta vida, se hace eterna siempre que otro prolongue nuestra mirada hacia el mundo que lo rodea.
Estructurado en 4 secciones, introducción, 2 partes y epílogo; este documental permite acercarnos a una de las experiencias más asombrosas conseguidas por un film.
La introducción está dada por ese sobrevuelo de los viñedos hasta superar el río y llegar hasta El Arco de Piedra, para luego recorrer las escarpadas paredes exteriores de la caverna.
Ese vuelo preludia una especie de iniciación, que se dará al internarnos en la oscuridad de la cueva.
El núcleo del relato está dividido en 2 partes:
La primera, típica del clásico documental, interroga a los científicos, nos arroja datos sobre la situación del equipo de filmación, y realiza una pequeña historia del descubrimiento de la caverna.
Entre los entrevistados hay especialistas de todo tipo, pero nos llama la atención la mujer que describe al personaje autor de la mayor parte de las pinturas rupestres, al cual imagina de 1.80 de altura, con un dedo meñique torcido en la mano derecha.
Ella ha hecho el relevamiento de las pinturas, y podría decir, qué rastros son de los osos de las cavernas, y cuáles trazos son anteriores en 10.000 años del resto.
Vemos rasguños, y podemos imaginar a los osos, cuyas osamentas descansan en el piso, ofreciendo una imagen casi fantástica, debido al baño de calcita que han ido recibiendo durante tantos siglos, que las hace aparecer brillantes, congeladas, casi intactas.
También vemos huellas de un niño, olas de agua petrificadas, o las pinturas más elementales, teñidas de pintura roja, aplicada con las manos.
Líneas realizadas con carbón, cuyos rastros aún pueden verse en el suelo.
Ha habido vida allí, y se siente...
En la segunda parte, Herzog deja hablar a la cámara.
Allí comienza una experiencia sensorial que no olvidaremos.
Se apagan los sonidos para escuchar el silencio, se incluye el latido de un corazón, ¿el nuestro?, ¿el del habitante de la caverna?...
Nos quedamos pensando en ello, hasta que la música de Ernst Reijseger invade el hueco en la roca, acompañando la experiencia casi mística de descubrir con nuestros propios ojos, las historias que nos cuentan las paredes.
Los claroscuros que ofrece la roca al ser iluminada por las linternas, nos ofrecen un bestiario maravilloso, que pareciera tener movimiento.
Escenas de tigres persiguiendo jabalíes, jabalíes peleándose, leones observando el horizonte, un búho que parece mirarnos, caballos en tropel, rinocerontes peleándose entre sí...
Todo tiene vida, dado no sólo por la tridimensionalidad que los artistas han buscado en los volúmenes de la roca, sino también a través de la repetición de cuernos o patas que buscan la representación del movimiento, lo cual nos está hablando de un “proto-cine”, como menciona el director en algún momento.
Por otro lado, la sensibilidad y el humor propios de Herzog están presentes también en este film:
Los que se acercan a estudiar los artefactos de los antiguos pobladores y, a pesar de su buena voluntad, no se muestran diestros en su uso, y el director hasta se ríe de ellos; o el especialista en aromas, que pretende rescatar de la caverna el olor para hacer un perfume particular; o uno de los primeros entrevistados, un joven que ha sido saltimbanqui, y hoy es un científico, que se ha sentido tocado por la experiencia de estar dentro de la cueva, lo cual le hace filosofar acerca de su vivencia…
Pero la cueva no solo guarda su belleza en el interior de la cueva...
En primer lugar, está el exterior, fantásticamente dibujado de forma visual, en excelentes tomas del bosque y el río que rodean Chauvet; imágenes de ensueño conseguidas mediante el balanceo de un helicóptero teledirigido; así como también oralmente, otra vez la mencionada voz “en off” de Herzog, y mediante un impecable tratamiento de sonido directo, cuidadísimo detalle que acompaña todo el documental.
En segundo lugar, están los personajes, que gracias a las bien escogidas preguntas del director, desprenden profundidad y calidez.
De este modo, Herzog no sólo busca su testimonio, sino que también despierta nuestro interés hacia ellos como personas independientes del contexto en que se encuentran; y está el pasado de malabarista de uno de ellos, los fracasados intentos de tirar una lanza prehistórica tal, y como lo hacían los neandertales de otro, las melodías sacadas de una flauta prehistórica por parte de un individuo vestido con ropajes igualmente prehistóricos...
Mención especial merece el empleo del 3D que, siempre al servicio de la película, saca el máximo jugo de cada plano, sin que su evidencia resulte incómoda en ningún momento.
Y la autoría de Herzog se manifiesta en este gesto en el que trasciende el material de base divulgativo y científico, para erigir hipótesis como, por ejemplo, fundar la génesis del cine en el sistema primigenio de representación plasmado a través de las pinturas rupestres.
Aquellos primigenios artistas, al pintar los animales aprovechando las estrías y rugosidades de la pared donde trazaban las figuraciones animales, parecen indicar la búsqueda de movimiento con el juego de luces y sombras generadas por las antorchas, instrumentos necesarios para poder realizar su trabajo en el espacio angosto y oscuro.
Como dice el propio autor, “lo visto le sugiere una forma de proto-cine, como cuadros de una película animada”; y de esta manera, libera a la imagen histórica de su raigambre factual, y nos hace sumergirnos más en La Cueva de Platón que en una cueva con restos del paleolítico.
Porque nadie dispara pinturas rupestres de 32.000 años como Werner Herzog.
En primer lugar, no están permitidos.
Al famoso cineasta alemán, se le concedió un acceso sin precedentes a las pinturas humanas más antiguas conocidas; por lo que Cave of Forgotten Dreams es lo último en su biblioteca de documentales, poco convencionales y fascinantes en su mayoría; y por supuesto, la perspectiva única de Herzog, es tanto un dibujo como el tema en sí mismo:
El hombre podría hacer una película sobre la suciedad, y yo sería el primero en la línea.
Afortunadamente, no está lidiando con tal desventaja aquí.
Las pinturas que bordean Chauvet son hermosas, perfectamente conservadas y enigmáticas.
Pero es su técnica lo que más impresiona.
La concepción de que el hombre primigenio solo dibujaba figuras de palo rudimentarias y animales geométricos, es una falacia, ya que el arte en exhibición en la cueva es asombroso; tanto es así que los primeros análisis dudaban de la autenticidad de los dibujos; sin embargo, sellado debajo de una gruesa capa de calcita, la datación por carbono resultó ser genuina.
Dejando a un lado los cuestionables derroteros místicos que toma Herzog en su exposición, es un documental imprescindible para reflexionar sobre los orígenes del arte.
Quiero decir, que las resonancias wagnerianas, la definición del ser humano como “homo spiritualis”, la celebración hueca del milagro del origen europeo de la cultura, la nostalgia de un panteísmo originario, el trasfondo del arquetipo jungiano del minotauro, y el importantísimo escroto del león, parecen en general, observaciones forzadas y etnocéntricas.
Sin embargo, Herzog, como genial director de cine que es, insiste en la relación de estas pinturas de hace más de 30.000 años con el cine del siglo XX.
Desde sus inicios, el hombre ha buscado dotar a sus imágenes de movimiento; y teniendo en cuenta el efecto que provocarían sobre estas pinturas las luces y sombras de las antorchas, así como el relieve de la roca que sirve de lienzo dinámico, todo apunta a un espectáculo cinematográfico, más que a una contemplación de figuras inertes.
Las bocas abiertas de los caballos, por ejemplo, sugieren una carrera en campo abierto, la lucha entre rinocerontes es tan verosímil, que casi puede escucharse el entrechocar de sus cuernos…
En ocasiones, la repetición de los detalles, el cuerno del rinoceronte, por ejemplo, podría simular la sucesión de fotogramas...
Todo está allí para ser interpretado.
Técnicamente, como la cueva está cuidadosamente conservada, y el público en general no puede entrar; Herzog recibió un permiso especial del Ministro de Cultura francés para filmar dentro; sin embargo, habiendo recibido permiso, Herzog tuvo que filmar bajo fuertes restricciones.
Todas las personas autorizadas para ingresar, deben usar trajes y zapatos especiales que no hayan tenido contacto con el exterior.
Además, debido a los niveles casi tóxicos de radón y dióxido de carbono, nadie puede permanecer en la cueva más de unas pocas horas por día.
A Herzog se le permitió tener solo 3 personas con él en la cueva:
El director de fotografía, Peter Zeitlinger; un grabador de sonido, Eric Spitzer-Marlyn y un asistente.
Herzog mismo trabajó las luces; y a la tripulación se le permitió usar solo el equipo a batería que ellos mismos podían llevar a la cueva, y solo las luces que no emitían exceso de calor.
Las cámaras 3D, fueron hechas a medida para la producción, y a menudo se ensamblaron dentro de la propia cueva.
A Herzog se le permitieron 6 días de rodaje de 4 horas cada uno.
La tripulación no pudo tocar ninguna parte de la pared o el piso de la cueva, y se limitaron a una pasarela de 2 pies de ancho, unos 0,61m
No obstante, la producción encontró varias dificultades técnicas al trabajar con las cámaras 3D en un entorno documental.
En el momento de la producción, las películas 3D se filmaban en escenarios con un uso intensivo de la manipulación digital.
A menudo, los elementos de primer plano y de fondo se filmarán por separado, y se compondrán digitalmente en el plano final.
Las técnicas para la realización de películas en 3D en entornos naturales con una sola cámara y sin composición, no se desarrollaron en gran medida, y el equipo tuvo que desarrollarlas experimentalmente en la postproducción.
Antes de la producción de Cave of Forgotten Dreams, Herzog era escéptico sobre el valor artístico de la realización de películas en 3D, y solo había visto una película en 3D, “Avatar” (2009) de James Cameron; por lo que Herzog aún cree que el 3D no es adecuado para uso general en el cine, pero lo usó en su documental para “ayudar a capturar las intenciones de los pintores”, quienes incorporaron los bultos y contornos sutiles de la pared en su arte.
La idea de usar una cámara 3D para la película, fue sugerida por primera vez por Zeitlinger, quien había imaginado antes de entrar en la cueva que el 3D podría ser apropiado para capturar los contornos de las paredes.
Herzog descartó la idea, creyendo que el 3D era, en palabras de Zeitlinger, “un truco del cine comercial”
Sin embargo, después de visitar la cueva, Herzog decidió inmediatamente que la película debía rodarse en 3D; y después de la producción, Herzog declaró que no tenía planes de usar 3D nuevamente.
Como dato, en la cueva no hay representaciones del hombre en las paredes de Chauvet; en cambio, la mayoría de los paneles presentan un altar al reino animal, con recreaciones asombrosas de bisontes, caballos, leones y ahora extintos rinocerontes lanudos.
Pintadas de memoria en un oscuro rincón de la cueva, las imágenes solo podían verse a la luz del fuego.
Los historiadores del arte especulan que en esas llamas parpadeantes, los dibujos parecen haber tomado vida, nuevamente es lo que para Herzog equivale a una especie de “proto-cine”
También de especial interés para el director, es un bisonte con un cuerpo de mujer pintado sobre la curvatura de una estalactita, que recuerda a Picasso.
En otras instancias, la cueva se acerca conceptualmente al audiovisual institucional por encargo, destinado a destacar las virtudes del equipo de científicos que investigan y protegen el lugar; pero Herzog escapa de esa trampa más temprano que tarde, haciendo hincapié en la belleza de las pinturas, particularmente el  mural de ese grupo de caballos que evidencia un enorme talento artístico alejado de cualquier idea de primitivismo, o bien tomando algunos desvíos excéntricos o irónicos, como ese científico que le saca las notas del himno de EEEUU a la reproducción de una flauta prehistórica…
El documental parece en ciertos pasajes, una oda solemne ofrendada a los albores de la inteligencia y la sensibilidad artística de la raza humana, enmarcada por la banda de sonido de Ernst Reijseger, grave y majestuosa; y la voz impostada del propio Herzog; y completa con extrañas metáforas, reflexiones internas y conversaciones tangenciales.
A veces, el cineasta parece incluso consciente de que está siendo Werner Herzog...
Y no todas sus digresiones son igualmente esclarecedoras, pero no puedes quejarte de que Herzog es Herzog, en un documental de Herzog.
Por último, muestra cocodrilos que se han introducido en esta jungla empollada, y se han calentado con el agua para enfriar el reactor, como evidencia cruel de que el hombre prospera…
Ya hay cientos de ellos; no en vano, los albinos mutantes nadan y se reproducen en estas aguas; y de este ambiente surrealista nace un pensamiento:
“No hace mucho, hace unos pocos miles de años atrás, había glaciares aquí de 9.000 pies de espesor.
Y ahora un nuevo clima se está calentando y extendiendo.
Muy pronto, estos albinos podrían llegar a Las Cuevas de Chauvet.
Mirando los cuadros:
¿Qué van a hacer con ellos?
Nada es real, nada es seguro.
Es difícil determinar, si estas criaturas se están dividiendo en sus propios “doppelgangers” y:
¿Realmente se encuentran, o es solo su propio reflejo de espejo?
¿Somos hoy los cocodrilos que miran hacia el abismo de los tiempos cuando vemos las pinturas de La Cueva de Chauvet?”
En este afán de reconstrucción, utilizando a los cocodrilos albinos del “post scriptum” como figura metafórica de nosotros mismos como producto de la evolución, todo aquello que ha sido digerido por el tiempo, mantendrá su capacidad de seducción en cuanto nos delimita como un ser atávico que siempre ha plasmado en las imágenes el carácter hechizante y enigmático de nuestra relación con el mundo.
En esas sombras, forjamos nuestros ritos y nuestra imaginación:
La prehistoria como un estudio del hombre para seguir elaborando historias donde lo intangible, tejido por las huellas crípticas del misterio, se mantiene vivo con una inalterable combustión.
La impresión que nos queda es que la caverna está viva, encapsulada en un tiempo remoto, y que nosotros somos sus intrusos.
Que desde las oscuridades hay ojos que nos vigilan, que los animales representados en sus paredes están en movimiento, y que a la vez pertenecen a una especie de santuario.
Porque las pinturas no son simples trazos primitivos; están realizadas por artistas verdaderos, que han utilizado el carbón para difuminar y producir sombras, han animado los cuerpos de esos seres con la representación casi real de sus volúmenes, y han trazado hasta su movimiento.
La idea que permanece al dejar la cueva, no es la que ofrece el epílogo, donde el director echa mano de unos cocodrilos albinos genéticamente transformados por el agua que habitan, cercana a una planta nuclear, para conectar lo prehistórico a una evolución futura que ya ha comenzado; sino esa sinfonía que Herzog construye con la música y la cámara, para hacernos vivir justamente lo que él estaba experimentando al descubrir lo que escondía La Caverna de Chauvet…
¡El Silencio!
Porque los mejores momentos son cuando esta callado, y nos deja a solas con las pinturas, y si acaso con la música de fondo; pues si bien es cierto que el documental se apoya en el comentario, en la palabra hablada como fuente principal del significado, no obstante, en ese aliento de mantener insoslayable el misterio del “flash” congelado en el tiempo, será la música de Ernst Reijseger la que tenga un papel destacado como configuradora del aura tenebrosa de lo arcano.
Será la música grave y solemne con coros, siguiendo la tradición del cine fantástico-metafísico, la que dibuje la temporalidad del discurso embargado en las brumas.
La música como alianza exaltadora, subjetiviza la imagen para que nos aterciopele en los susurros de la naturaleza y de la evolución humana.
Por eso, cuando están dentro de la gruta y se pide silencio, Herzog lo rompe con la inserción de la música, porque busca con ella un símbolo sonoro del ciclo respiratorio ondulante, el del paso del tiempo.
Una transcripción presente a lo largo de todo el film mediante los paisajes envolventes que construye con el lirismo hímnico de la música.
“We are locked in history and they were not”
Dijo Picasso cuando entro a Las Cuevas de Chauvet, que “eran como La Capilla Sixtina de Michelangelo” y no es casual que la cueva haya sido cerrada al público desde 1994.
El acceso está severamente restringido, debido a la experiencia con cuevas decoradas como Altamira y Lascaux, encontradas en los siglos XIX y XX, donde la admisión de visitantes en gran escala, condujo al crecimiento de Moldes en las paredes que dañaron el arte en algunos lugares.
En el 2000, el arqueólogo y experto en pinturas rupestres, Dominique Baffier, fue designado para supervisar la conservación y el manejo de esta cueva; y fue seguida en 2014 por Marie Bardisa.
Caverne du Pont-d'Arc, es una réplica de La Cueva de Chauvet, y se abrió al público general el 25 de abril de 2015.
Es la réplica de cueva más grande jamás construida en el mundo, 10 veces más grande que la réplica de La Cueva de Lascaux.
Porque el arte se reproduce a tamaño completo en una réplica condensada del ambiente subterráneo, en un edificio circular sobre el suelo, a pocos kilómetros de la cueva real; y los sentidos de los visitantes son estimulados por las mismas sensaciones de silencio, oscuridad, temperatura, humedad y acústica, cuidadosamente reproducidas.
La Cueva de Chauvet en sí, es un agujero en el espacio temporal en el que el tiempo no parece correr, y que si no fuera por las filtraciones de agua, no notaríamos el paso de los años; con el misterio que envuelve el arte rupestre, un arte que es capaz de conservarse millones de años, todavía no se ha demostrado ninguna obra artística que duré tanto tiempo; y que se realizó con materiales básicos; es un viaje a la prehistoria, que cautivara por la belleza de las imágenes, que interesara a paleontólogos, historiadores y arqueólogos por venir, y ahí entra Herzog, que no deja de ser un documental en 3D, en el que el director intenta hacernos reflexionar en preguntas que nos llevamos tiempo haciéndonos:
¿De dónde venimos?
¿Hacia dónde vamos?
¿Qué verá el hombre del futuro de la humidad del pasado?

“In a forbidden recess of the cave, there's a footprint of an eight-year-old boy next to the footprint of a wolf.
Did a hungry wolf stalk the boy?
Or did they walk together as friends?
Or were their tracks made thousands of years apart?
We'll never know”



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