Giuseppe Di Stefano - La Voce del Cuore

“Sono siciliano e sono nato in un posto dove i trovatori hanno cantato tanto quanto hanno parlato”

Giuseppe “Pippo” Di Stefano fue un tenor italiano que desarrolló su carrera desde finales de los años 40 hasta principios de la década de los 70; su encuentro artístico con el barítono Tito Gobbi y la soprano Maria Callas, ha sido uno de los más famosos de la historia del canto del siglo XX; y de él se ha dicho que es el tenor con la voz más hermosa.
Él fue ídolo de Luciano Pavarotti, y se le conocía popularmente como Pippo; su voz realmente de una gran belleza, se añadía sus “diminuendos” de un agudo fuerte a un hilo cálido de voz tan único que llamó la atención de Pavarotti, que junto con su claro fraseo, se convirtió en una leyenda.
Desgraciadamente, Pippo vivió en la época en que se pensaba en “Los Tenores Absolutos”, falacia que lo llevó a cantar óperas como “Il Trovatore” para tenores dramáticos, y entre otros “defectos técnicos”, sus agudos no los cerraba, y el fumar más adelante en su carrera, hizo que su voz no durara mucho tiempo, saliéndose de su registro.
Era en realidad un tenor lírico ligero como sus colegas:
Jussi Björling, Beniamino Gigli, Tito Schipa, éste último con Gigli y Giovanni Martinelli y el propio Di Stefano, hicieron reconocer a Luciano Pavarotti que ellos, pero, esencialmente Di Stefano, eran los tenores que más habían influenciado su trayectoria de cantante.
En su documental, “Tenores Italianos”, Pavarotti lo reconoce como su inspiración, e incluso recuerda que polemizaba con su padre, el tenor y Maestro de Canto Fernando Pavarotti, porque este era admirador de Beniamino Gigli, y él de Giuseppe Di Stefano.
La voz de Pippo ha sido inspiración para nuevas generaciones de cantantes; y sus recordadas actuaciones en La Scala, Covent Garden, Deutsche Oper Berlin, Teatro Colón, Metropolitan Opera, Wiener Staatsoper; junto a figuras como:
Birgit Nilsson, Zinka Milanov, Leontyne Price, Antonietta Stella, Renata Tebaldi, Régine Crespin, y Leyla Gencer, sin contar con su más célebre acompañante, la soprano Maria Callas, a quien acompañó en su reaparición después de casi 10 años de silencio en un único y último tour mundial en 1973; fue uno de los tenores favoritos de Arturo Toscanini, Victor de Sabata y Herbert von Karajan.
Escribió el libro “L'Arte del Canto” donde aparecen fotos con Maria Callas, Liz Taylor, Luciano Pavarotti, Franco Corelli, Placido Domingo y Herbert Von Karajan entre otros; y fue muy amigo de Franco Corelli y de Jussi Björling; tanto que se visitaban con frecuencia; mientras sus recitales de música napolitana y “canzonetta” también gozaron del favor de la crítica y público.
Sus años de plenitud vocal, fueron la década del 1950 y 1960; y participó en la legendaria grabación de “Tosca” de Puccini con Maria Callas y Tito Gobbi, dirigidos por Victor de Sabata, considerada unánimemente por la crítica especializada como “uno de los mejores registros clásicos de la historia”
A pesar de que su carrera fue relativamente breve, 2 décadas, Di Stefano fue por excelencia el acompañante de María Callas, quien también tuvo breve trayectoria escénica, en algunas de sus grabaciones más famosas, para el sello de EMI y en presentaciones en Salas de Ópera; de hecho se le solía llamar “El Tenor de La Callas”; y por ello yo no quisiera ser catalogado como “Viudo de La Callas”, pero a años de la desaparición del gran tenor italiano, Giuseppe Di Stefano, me trae a la memoria; entre muchos pasajes, el drama vivido en El Teatro alla Scala de Milán, con motivo de la representación de “La Traviata” de Giuseppe Verdi, el día 28 de mayo de 1955; pues ese día se hizo historia:
Callas, Di Stefano, Bastianini, Giulini y Visconti, en la representación en escena de “La Traviata” en La Scala de Milán, nació el concepto actual de la dirección escénica, de la interpretación a “toque de guerra” entre soprano, tenor y barítono, por los aplausos del público, del director de orquesta versus cantantes, en fin, de una batalla operística total, de donde han salido tantas trasposiciones y transgresiones, como se han de soportar en la actualidad, por parte de gente con infinitamente menor talento y sensibilidad, que la hecha por Luchino Visconti; pero su “Traviata”, abucheada en su día, ha quedado como una obra histórica, una obra maestra insuperable.
Memorables son los detalles de la producción:
Por ejemplo, tras la fiesta del I Acto, al quedarse sola, Violetta se despoja de su calzado, joyas, etc., para estar más cómoda, antes de cantar el magnífico “Sempre libera”; en el II Acto, mientras escribe la carta a Alfredo, sin dejar de escribir contiene las lágrimas, se toca la frente y lleva su mano a la garganta, en un movimiento minuciosamente planeado por Visconti; o bien, en la II escena, cuando Alfredo personificado por el mítico Di Stefano, le arroja el dinero ganado en el juego, Violetta recibe la afrenta inmóvil, con los brazos abiertos, en actitud de crucifixión…
Visconti llegó a decirle inclusive, en una carta a Meneghini:
“De todas las Traviatas del futuro, pronto, pero no inmediatamente contendrán algo de La Traviata de María”
De hecho, la desparecida Elisabeth Schwarzkopf dijo:
“No volveré a interpretar a Violetta, porque ya existe una cantante que lo hace mejor que yo”
Carlo Maria Giulini, a quien Visconti en otra de sus cartas a Meneghini en 1956, consideraba “un hombre noble y refinado, y como director una persona digna, respetuosa y entusiasta”, predecía que esa “Traviata” era la cumbre del arte de la Callas, “su 9ª Sinfonía”
Para ella creó una interpretación similar a la que pudieran haber hecho de la obra teatral original, “La Dama de Las Camelias” de Dumas hijo; una Eleanora Duse o una Sarah Bernhardt.
En principio, la acción de esta ópera estrenada en 1853, se trasladaba a la década de 1870, utilizando el vestuario de entonces “porque María quedaría estupenda con los trajes de aquella época”, es decir:
Corsé ceñido, miriñaque y larga cola.
El decorado, recargado de espejos, porcelanas y lámparas, daba la sensación de ser la realidad misma; Giulini dijo:
“Fue el decorado más exquisito y pasmoso que haya visto en mi vida”
El destino al que estaba condenada Violetta, era sugerido desde el principio con colores fúnebres:
Negro, dorado y rojo oscuro, ideados por la colaboradora de Visconti, Lila de Nobili.
Fue entonces, cuando Visconti cinceló la más perfecta Violetta imaginable en Callas, la paciencia del divo tenor se agotó, y decidió abandonar la producción, ya que consideraba que en toda la producción, era y giraba en torno a Violetta, desmereciendo los difíciles momentos de “Di miei bollenti spiriti”, o la famosa “Parigi, o cara”; muestra de ello, sería escuchar la grabación en vivo de EMI o Arkadia, en el Acto II escena II: “Questa donna conoscete?”
Di Stefano haría de esta, su única y grandiosa presentación junto con Callas, en “La Traviata”; cosa que no disgustó a Visconti, que consideraba al tenor como un payaso, un irreverente.
A pesar de todo ello, Visconti consideró años después, que fue uno de los pocos tenores que cantó verdaderos “Do de pecho”
Esta anécdota muestra tanto el divismo como la personalidad de Pippo, en una producción de gran calidad junto a grandes cantantes.
¡Nunca se dio por menos!
De hecho, los registros protagonizados por Giuseppe Di Stefano junto a La Callas, conjunto que constituye uno de los más valiosos legados de la fonografía operística italiana, así recordado en la magnífica “Tosca” con De Sabata, “Un Ballo en Maschera” en la Scala en 1957, “Lucia di Lammermoor” con Karajan en el 55, o bien “Cavalleria Rusticana” con Serafín en sesión de grabación, formarán parte del legado del tenor, desparecido de forma trágica a los 87 años de edad.
“Per prima cosa canto forte.
Quando inizio a perdere il respiro, canto più morbido”
Giuseppe Di Stefano - La Voce del Cuore es un documental musical del año 1997, dirigido por Giancarlo Landini; y protagonizado por Giuseppe Di Stefano.
Es un homenaje de 81 minutos, a la llamada “Voz Con Corazón”, que contiene una entrevista realizada a Di Stefano, acompañada de un archivo de video y extractos de audio, intercalados con fotografías antiguas.
Los extractos incluyen música de:
Verdi, Mascagni, Donizetti, Puccini, Lehar y otros; y es maravilloso ver a Pippo en plenas facultades recordando sus mejores momentos cuando fue descubierto al cantar canciones populares, su debut y sus colaboraciones en el escenario, así como su filantropía y su personalidad, todo ello en una entrevista muy cómoda e impersonal, donde cuenta su extraordinaria vida, incluso hoy en día, la gente habla sobre su prodigioso timbre, el insinuante “mezze voci”, y su seductor falsete.
Es un documento más cercano a su carrera, donde él mismo habla sobre sus logros, y da un consejo final para los aspirantes a cantantes, que vale ver y atesorar.
“La storia mi ha sempre commosso più della musica, ma sono diventato un cantante piuttosto che un attore perché il mio modo migliore di esprimere le parole è con la musica... non dovresti essere mosso solo dalle note alte, dovresti essere in grado di essere”
“Naciste al mediodía exacto, era domingo y sonaban todas las campanas.
¡Ojos de malandrín tenías y los cabellos negros, negros!”
Así lo recordaba su madre, y él se partía de risa…
Giuseppe Di Stefano, “Pippo” para los amigos, era un hombre muy simpático y divertido; siendo el hijo único de un zapatero y de una modista, educado en un seminario jesuita, donde pensó en ordenarse sacerdote.
En el seminario, un amigo le oyó cantar, y sorprendido le dijo que su voz era excepcional, que cultivara más su voz, y la dedicara a la ópera.
Su voz, de gran belleza, podía realizar “diminuendos” desde un agudo fuerte a un hilo cálido de voz tan único, que llamó la atención inmediata del público que lo convertiría en una leyenda.
Giuseppe Di Stefano nació en Motta Sant'Anastasia, un pueblo cerca de Catania, Sicilia, en 1921.
“Pippo”, como siempre lo llamaron sus amigos, colegas y fanáticos, pasó su juventud en Milán, donde sus padres se mudaron en busca de mejores condiciones económicas, y donde su padre encontró un trabajo modesto como zapatero, y su madre era costurera.
Fue gracias a su amigo, Melomane Danilo Fois, que, aunque no estaba interesado, lo arrastra durante horas y horas hasta la galería de La Scala, y comienza a dedicarse al canto, formándose de forma fragmentaria con varios maestros, incluido el barítono Luigi Montesanto, que se convertirá luego en su agente; cuyas lecciones son pagadas por Fois y otros amigos; de hecho, en 1938 ganó un concurso de canto en Florencia.
Pero todo se truncó con el inicio de La Segunda Guerra Mundial, y Pippo sirvió en el ejército italiano, asignado a una enfermería; no obstante, su Comandante de Regimiento, un médico amante de la ópera, lo salvó del servicio en El Frente Ruso, y le dio una dispensación médica, porque sentía que el joven tenía una carrera prometedora por delante.
“La mayoría del regimiento nunca regresó, incluido el médico”, dijo Di Stefano; que pasó algunos de los años de guerra como cantante pop, entreteniendo audiencias en cines entre películas.
Luego, en 1943, huyó a Suiza, donde comenzó su carrera operística con recitales en una estación de radio clásica en Zúrich; y comenzó una actividad como cantante de música ligera y “vodevil” con el seudónimo de Nino Florio, en lo que él describe como “bombardeo aparte, el período más hermoso de mi vida”
Pasó el último período de la guerra en Suiza, donde tuvo la oportunidad de actuar en la radio de Lausana, alternando pasajes líricos y canciones, de hecho quedan algunas grabaciones adquiridas por EMI.
Y pasión hubo siempre en el hacer de este tenor con el que pudo la ampliación poco meditada de un repertorio que terminó por superarle.
Tras sus primeros años, en los que se anunciaba como Nino Florio, y se dedicaba a músicas más ligeras, debutó en Reggio Emilia como Des Grieux en “Manon” de Massenet en 1946, el mismo año en que se presenta con idéntico papel en el Gran Teatro del Liceo, al que acudirá otras 2 veces para hacer “La Sonnambula” de Bellini y “Rigoletto” de Verdi; y al año siguiente en La Scala.
Después de servir en el ejército italiano, y tomar brevemente las lecciones del tenor suizo, Hugues Cuénod; Di Stefano hizo su debut operístico en New York, en el Metropolitan Opera en febrero de 1948 como El Duque de Mantua en “Rigoletto” de Verdi, después de cantar el papel en Riccione con Hjördis Schymberg en agosto del año anterior.
Después de su actuación en “Manon” 1 mes después, Musical America escribió que Di Stefano “tenía el rico sonido aterciopelado que rara vez hemos escuchado desde los días de Gigli”
Pippo siguió actuando regularmente en New York durante muchos años; y en 1957, hizo su debut británico en El Festival de Edimburgo como Nemorino en “L'Elisir d'Amore” de Donizetti,  y en el Royal Opera House, Covent Garden, debutó en 1961, como Cavaradossi en “Tosca”
Como cantante, Di Stefano fue admirado por su excelente dicción, timbre único, entrega apasionada y, en particular por la dulzura de su suave canto.
En su debut en la radio Metropolitan Opera en “Faust” de Gounod, atacó el fuerte “C forte”, y luego se ablandó hasta convertirse en un pianísimo…
Sir Rudolf Bing dijo en sus memorias sobre eso:
“El momento más espectacular en mi año de observación había llegado cuando escuché su diminuendo el alto C en “¡Salut! Demeure” en “Faust”; mientras viva, nunca olvidaré la belleza de ese sonido”
Durante sus años de celebridad internacional, Di Stefano ganó un Orfeo de Oro, un premio musical italiano; y en 1953, Walter Legge, líder del ala clásica de EMI, quería un tenor para grabar todas las populares óperas italianas con Maria Callas, y eligió a Di Stefano.
Ambos conectaron de inicio por su forma en común de cantar, con gran pasión y temperamento, de hecho Pippo llegó a decir que La Callas cantaba como un hombre por su entrega en las notas.
Esos eran años de fama y fortuna, en los que el tenor siciliano imponía todavía una ley que nacía de las indiscutibles cualidades de su voz, bella, directa, natural y equilibradamente poderosa.
No había dudas al respecto entre los aficionados que se veían asistiendo a la consolidación de un artista de leyenda.
Un artista, también, a quien costaba compartir popularidad por mucho que su compañera de cartel fuera un mito viviente.
Por eso le disgustó que en “La Traviata” milanesa de 1955, con Callas como Violeta y Giulini en el foso; los comentarios elogiosos se dirigieran sobre todo a la que fue tantas otras veces su compañera de reparto.
Tras la primera representación, él canceló las siguientes, aunque el amor y la admiración por Callas, le acompañarán toda su vida.
Los 2 también actuaron juntos en el escenario con frecuencia, desde 1951 en Sudamérica, hasta finales de 1957 en “Un Ballo in Maschera” en La Scala, la última vez que los 2 colaboraron en una ópera.
Pippo cantó Alfredo en la famosa producción de Visconti de “La Traviata” en 1955 en La Scala, así como Edgardo a su “Lucía di Lammermoor” bajo Herbert von Karajan en La Scala, Berlín y Viena.
Rudolf Bing, cabeza del Metropolitan Opera House, lamentó el estilo de vida de playboy de Di Stefano, que sintió que fue la causa de su declive vocal, aunque el mismo Di Stefano culpó a las alergias a las fibras sintéticas por dañar permanentemente sus cuerdas vocales; pero no fueron estos arranques de orgullo, propios de la profesión, lo que lo situó en la cuesta abajo de su carrera, sino su afán casi deportivo por cantarlo todo, por no dejar de encarnar ninguno de los grandes papeles, aunque no estuvieran escritos para su voz.
También, por qué no, el no soportar ver triunfar en ellos a otros colegas, sobre todo a Carlo Bergonzi, Mario del Monaco o Franco Corelli.
En 1963, cancelaba “La Bohème” en Londres, y lo sustituiría Luciano Pavarotti, en un inesperado y simbólico relevo generacional.
El que para muchos ha sido el mejor tenor lírico del siglo, lo fue sólo unos años, y justo en los que aún no había alcanzado la notoriedad universal que le llegaría, curiosamente, con la crisis vocal; él nunca lo entendió así, o no quiso reconocerlo; echándole la culpa a las calefacciones de los teatros, aunque también podía haberlo achacado a su afición a los habanos, que sin duda influyeron en su proceso asmático.
En 1973, Di Stefano y Maria Callas fueron juntos a una gira de recitales que terminó en 1974, donde los críticos comentaron que Maria Callas había perdido la voz, pero la reacción del público fue entusiasta en todas partes.
Fue durante este período, que hubo rumores de una breve relación romántica entre los 2 cantantes.
Por su parte, Di Stefano continuó cantando con éxito, y su papel operístico final fue como El Emperador en “Turandot”, en julio de 1992.
Pero él siempre destaca sus inicios, en sus recitales de música napolitana y “canzonetta”
De esa manera, el tesoro descubierto por casualidad de esta entrevista, con la voz de Giuseppe Di Stefano, el tenor que encarnó en un destello de vida, y en la fragancia natural del esmalte, el alma popular de un nuevo “recitar canto” es todo un gusto para el melómano; pues él no era solo la voz de un hechizante enamorado en una plebeya de grandes cantantes, y en ese divismo de La Ópera, tan fascinante como las pasiones históricas de época; Pippo fue el tenor más querido por el público de todo el mundo, con buena y mala suerte, también por la extraordinaria comunicación, la simpatía innata, la generosidad, el impulso instintivo e imprudente con el que había lanzado su corazón, y la voz, más allá del obstáculo de un repertorio cada vez más vasto e insidioso.
Por ello se reprochó amargamente a sí mismo por haber quemado sus cualidades líricas absolutas en el transcurso de una década, por haber consumado su carrera demasiado pronto, como lo había hecho su legendaria compañera, la mítica Maria Callas.
De este excéntrico cantante de “La Dolce Vita”, se recorre la aventura humana y artística en el signo de la ligereza; y hace un retrato narrativo que se mueve desde la ligereza de sus comienzos, y se cierra con el regreso a su primer y último amor, entre la opereta y la gran canción.
De estas páginas emergen no solo las limpiezas vocales de la juventud, sino también, filtradas por las noticias y la historia, las emociones que el tenor de la vida temeraria ha podido incorporar en las interpretaciones y afecciones de la temporada pasada.
Queda escrito en piedra, uno de los fenómenos más marcados e interesantes en relación a Di Stefano, la incomprensión de su inigualable capacidad técnica, lo que ha llevado tanto a críticos como a detractores, y aun seguidores a decir que no poseía técnica o una buena técnica, cuando al menos por 20 años de carrera, exhibió una grandeza técnica inalcanzable e insuperable al día de hoy, sobre todo en el repertorio belcantista y lírico, pero también abordando cierto repertorio verista.
Un error de sus críticos, es decir que “cantaba abierto” o que “no cerraba los agudos”, cuando su vocalidad expresaba lo que se llama “cubrir la voz desde una posición abierta”, lo cual le permitió la más asombrosa y conmovedora expresividad o “forma de decir”
Los ejemplos son incontables, desde la ópera a la canción napolitana y popular; su decadencia prematura, pareciera deberse a 2 factores principales:
El paso a un repertorio más dramático sin el adecuado ajuste técnico; y los excesos de “la buena vida”
Aunque el propio Di Stefano argumentó en algunas entrevistas problemas de respiración y de alergia; junto con Enrico Caruso y Mario del Monaco, ocupa uno de los principales lugares en la gloria del canto italiano.
Recordar lo que Pippo dijo una vez:
“Soy siciliano, y nací en un lugar donde los trovadores cantaban tanto como hablaban.
La historia siempre me conmovió más que la música, pero me convertí en cantante en lugar de actor, porque mi mejor manera de pronunciar palabras es con música... no debes moverte solo con las notas altas, debes poder moverte igual que con las notas bajas.
No muchos cantantes tienen este tipo de expresividad.
Maria Callas lo tenía.
Hoy los cantantes ponen mucho sentimiento en las palabras, tanta elegancia y musicalidad que se olvidan del sentido y el corazón, lo que les dicta el sentimiento.
Muy pocas veces esto sucede en la ópera, porque están tan preocupados por el sonido.
El instinto debe estar allí, al igual que la generosidad; de no ser así, no habríamos tenido un Caruso si él hubiera cantado para sí mismo.
Por tanto, para el arte de cantar necesitamos 2 instrumentos, la voz y la expresión, como 2 grandes ríos que brotan de 2 fuentes diferentes, pero se unen en un solo momento mágico de representación teatral o concierto de una pieza clásica; o una canción napolitana, esta última, entonces, es la prueba de todos los grandes cantantes; porque el arte de cantar, consiste precisamente en colorear la palabra con expresión, dominando su instrumento natural, la voz.
Mi profesor me quería casto y fuerte en vista de un evento tan importante para mi carrera.
En resumen, como los jugadores de fútbol cuando se retiran:
¡Abstenerse completamente de las relaciones sexuales!”
“The most spectacular single moment in my observation year had come when I heard his diminuendo on the high C in “Salut! Demeure” in “Faust”:
I shall never as long as I live forget the beauty of that sound”
En lo personal, Pippo Di Stefano se casó en 1949 con la estudiante de conservatorio, Maria Girolami, en New York, quien le dio 3 hijos; y se separó en 1976.
En 1977, comenzó una nueva relación romántica con Monika Curth, soprano de opereta, originaria de Hamburgo, con quien se casó en 1993.
La última aparición pública de Di Stefano fue el 24 de octubre de 2004, en Oderzo, para recibir un premio nuevamente, lo que refleja un afecto público que nunca falló, incluso después de tantos años desde el final de su carrera.
Equipado con una voz suave, con un timbre cálido, rico e inconfundible y, al menos en los primeros años, considerablemente extendido, fue apreciado no solo por sus talentos vocales, por la clara dicción, el fraseo apasionado, la cautivadora forma interpretativa y la exquisita levedad del pianísimo y de los matices; todos los elementos que también le han permitido, como lo demuestra su extenso repertorio; un eclecticismo extraordinario, que pocos otros tenores pueden presumir, pero que probablemente ha acortado el sello vocal.
Lejos de la precisión y “el aplomo adamantini”, pero también un poco helado, según algunos de un Björling o un Kraus, a partir de la pompa vocal de un Del Monaco, o el rigor estilístico de un Bergonzi, por el canto generoso; y Di Stefano, instintivamente comunicativo y no separado de una infalible musicalidad, se puede ubicar en la tradición de tenores líricos postrománticos del repertorio italiano y francés, donde dio evidencias memorables, especialmente en la primera parte de su carrera, con “Rigoletto”, “La Traviata”, “La Bohème”, “Los Pescadores de Perlas”, “Manon”, “Faust”; llegando en los años siguientes a los roles del repertorio lírico espúreo y dramático:
“Tosca”, “La Forza del Destino”, “Turandot”, “Carmen”, hasta “Pagliacci” y “Andrea Chénier”
Y por esas elecciones, El Maestro Di Stefano es a menudo criticado por haber sido desafiado técnicamente.
Los expertos se quejan de que él cantó demasiado “abierto”, que no cubrió sus vocales en la zona “di passagio”, etc., pero debe recordarse que no fue su técnica la que lo llevó a su prematuro declive vocal, sino su estilo de vida fuera del escenario; al igual que Callas.
Como tenor, El Maestro Di Stefano fue uno de los más grandes que jamás haya existido.
Sus pianísimos, incluso en las notas más altas no tenían paralelo, y su clara dicción era insuperable.
Este hombre tenía un comando magistral sobre su instrumento y, en mi opinión, todavía no recibe el respeto que se le debe.
Incluso El Maestro Pavarotti se inspiró en Di Stefano y, si escuchas a Pavarotti de cerca, incluso absorbió el énfasis en la dicción y las vocales abiertas de Di Stefano.
Parece que su estilo de vida fuera del escenario, a menudo se usa para restar valor a su arte.
Esto no es justo, ni apropiado.
El Maestro Di Stefano fue uno de los grandes tenores en la historia de La Ópera; sin excepción; y efectivamente marcó un antes y un después en La Historia del Arte Lírico.
Sirva de ejemplo su grabación de “Tosca” con Maria Callas, bajo la dirección de Victor de Sabata; o “I Puritani”, también con la Callas, y la batuta de Tullio Serafin.
Es todavía un intérprete mítico, al que muchísimos aficionados admiran; pero todavía más son los que llegan a quererle con pasión, con el corazón, porque su voz hay que oírlo parece dirigirse a todos y cada uno de nosotros.
Arriesgaba y mascaba las palabras como nadie.
“Hacía el amor” con cada sílaba, y seducía hasta con la respiración.
Un tenor revolucionario que inyectó vida a los personajes, y barrió las telarañas de los escenarios.
Se hubiera merecido una vejez dulce, felizmente casado con la soprano Mónica Curth, su segunda mujer... pero no pudo ser.
En diciembre de 2004, en Diani, Kenia; Pippo di Stefano fue agredido brutalmente por unos desconocidos en un asalto en los jardines de su casa, mientras él y su esposa se disponían a cenar.
Ella fue herida con arma blanca, y él golpeado en la cabeza con una pistola.
Ahí le robaron su medalla que portaba con tanto orgullo, obsequiada por el gran Arturo Toscanini, que se muestra en este documental; y hubo de ser sometido a varias operaciones.
Después de Mombasa, en donde la agresión sucedió, su esposa hizo que un avión lo llevara a Milán; ahí se sintió mejor, habló con sus médicos, y durante 4 días estuvo bien, luego entró en un coma… llegó a recuperar el entendimiento, más no pudo hablar, ni mover las piernas.
Se entrenaba comprimiendo con una y otra mano una pelota de hule roja, y asentía o negaba con la cabeza.
Siempre se le vio fuerte, a pesar de la brutalidad del ataque, e incluso rejuvenecido; y permaneció junto a su esposa, quien con amoroso esmero lo cuido hasta el día su muerte, el 3 de marzo de 2008, en su casa, templo de la música y de la pareja Di Stefano-Curth, del pintoresco “paese” Santa Maria Hoe.
Le llamaban cientos de sus amigos conmovidos, entre ellos, los tenores Luciano Pavarotti y Josep Carreras.
De esa manera, nos gusta recordar al Maestro con las palabras de Mario Pasi, crítico musical del Corriere della Sera:
“Momentos inolvidables, aquellos en los que podían escuchar la voz de Giuseppe Di Stefano en La Scala, y en los otros teatros del mundo.
Hora, porque intensa, apasionada, bella y rica.
Parece un mundo lejano, y en cambio está ahí, detrás de la primera puerta, vital y generoso, así fue el tenor de Di Stefano, de voz y corazón generosos, vivió y cantó en el período más glorioso de la ópera italiana, no lo decimos por nostalgia, sino por convicción.
Es parte de nuestra historia, y de nuestra pasiones.
Bellos tiempos, aquellos en los que nos apasionaba su voz.
¿Podemos decir también irrepetibles?
El optimismo del corazón, nos hace decir que no, pero la duda permanece.
La canción italiana, abierta, espontánea, verdadera, sentida, encontró en él un gran Obispo.
Estaba el fantástico juego de seducción que hace feliz al oído, existe la naturalidad de los sentimientos.
La nobleza del arte se mide en la riqueza de los regalos que ofrece este arte:
En el caso de Di Stefano, los regalos han sido infinitos.
Por eso se queda con nosotros y con nosotros.
Escuchando su voz, y no solo la suya, por supuesto, hemos mejorado y hemos comprendido algo más, porque nuestras grandes tradiciones necesitan intérpretes auténticos para no permanecer cerrados en el hipotético museo de la memoria.
Gracias Maestro Di Stefano por los numerosos testimonios del auténtico bel canto:
Una canción apasionada, refinada, noble, inspirada, relajada y espontánea.
Una canción de elegancia melodiosa, llena de matices, acento y color cambiantes, combinados con extraordinarios talentos interpretativos que han emocionado y encantado a las audiencias de todo el mundo, y que aún emocionan y encantan a los fanáticos.
Gracias por los excelentes duetos sin paralelo, en los que las almas de los 2 protagonistas se unen en una vocación íntima, exquisita y rara.
Ninguno de nosotros lo olvida; ni los bellísimos recuerdos que nos dejó.
Larga vida en nuestra memoria”
Por su parte, Luciano Pavarotti, que tenía una gran admiración por él, dijo una vez:

“Il mio idolo è Giuseppe Di Stefano; lo amai ancor più di Beniamino Gigli e questo mi costò addirittura, per l'unica volta in vita mia, uno schiaffo da mio padre, che continuò a preferirgli Gigli.
Di Stefano ha il suono ricco e vellutato che raramente abbiamo ascoltato dai tempi di Gigli”



Comentarios

  1. Muy importante este documento sobre uno de los tenores más importantes del siglo XX. Di Stefano es un cantante de genio. Un intérprete excepcional. Sensible, emotivo, maravilloso creador de personajes inolvidables. Artista sin par. Un grande de la ópera de todos los tiempos. Admirable.

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