Spalovač mrtvol (The Cremator)

“Moje drahé děti... nebojte se kremace”
(Mis queridos hijos... no teman a la cremación)

¿Y si aceptamos la ignorancia voluntaria y el odio simplemente para salir adelante y ser aceptado?
Por cremación, entiéndase como un método de disposición final en el que la combustión, la vaporización y la oxidación convierten los cadáveres en compuestos químicos básicos, como gases, cenizas y fragmentos minerales que retienen la apariencia del hueso seco; y puede servir como funeral o rito posterior al funeral, como alternativa al entierro, o entierro de un cadáver intacto; donde los restos cremados, también conocidos como “restos” o simplemente “cenizas” que no constituyen un riesgo para la salud, pueden ser enterrados en sitios conmemorativos o cementerios, o pueden ser retenidos por familiares y dispersos de varias maneras; por ello, la cremación es una alternativa en lugar del entierro u otras formas de eliminación en las prácticas funerarias; donde algunas familias prefieren tener a los difuntos presentes en el funeral con la cremación a seguir; mientras otros prefieren que la cremación ocurra antes del funeral o servicio conmemorativo.
En algunos países, como India y Nepal, la cremación en una pira al aire libre, porque es una tradición antigua.
Curiosamente, el surgimiento del cristianismo terminó, en apariencia con la cremación, influido por sus raíces en el judaísmo, la creencia en la resurrección del cuerpo, y siguiendo el ejemplo del entierro de Cristo…
Los antropólogos han podido rastrear el avance del cristianismo en toda Europa con la aparición de cementerios; y en el siglo V, con la difusión del cristianismo, la práctica de quemar cuerpos, desapareció gradualmente de Europa.
En los países y culturas cristianas, la cremación ha sido históricamente desalentada, pero ahora en muchas denominaciones es aceptada; sobre todo en religiones indias como el hinduismo, el budismo, el jainismo y el sijismo.
A partir del siglo XIX, la cremación se introdujo en otras partes del mundo.
En los tiempos modernos, la cremación se realiza comúnmente con un horno cerrado, llamado “crematorio” en un crematorio; que es un horno industrial que puede generar temperaturas de 870–980 °C/1,600–1,800 °F para asegurar la desintegración del cadáver.
Los nazis denominaron “Endlösung” o “Solución Final” al asesinato de 2/3 de los judíos, gitanos, homosexuales y demás, que dio lugar al Holocausto; donde la incineración era en muchas ocasiones, sistemática, la forma de morir de quienes informaban a otros presos de lo que realmente ocurría en las cámaras de gas; por lo que si un “sonderkommando” decía a los recién llegados que iban a morir, era introducido vivo en un horno crematorio, y asesinado de esta manera cruel como ejemplo para los demás; por tanto, el “sonderkommando” era el responsable de quemar los cadáveres en las fosas, avivar los fuegos, drenar la grasa corporal excedente y voltear “la montaña de cadáveres en llamas... para que las cenizas puedan avivar las llamas”; y se cuenta el caso de un “sonderkommando” que encontró el cuerpo de su esposa, pero continuó arrastrando cadáveres “como si nada hubiera pasado”
Y es que durante La Segunda Guerra Mundial, La Alemania Nazi utilizó hornos especialmente construidos en al menos 6 Campos de Exterminio en toda la Polonia ocupada, incluso en Auschwitz-Birkenau, Chełmno, Belzec, Majdanek, Sobibor y Treblinka, donde se dispusieron los cuerpos de los asesinados por gaseamiento usando la incineración.
Así, la eficiencia de la matanza industrializada de “La Operación Reinhard” durante la fase más mortal del Holocausto, produjeron demasiados cadáveres, por tanto, los crematorios fabricados según las especificaciones de La SS se pusieron en uso en todos ellos para manejar las disposiciones durante todo el día y noche.
En Auschwitz, por ejemplo, los cadáveres fueron incinerados en crematorios y las cenizas fueron enterradas, dispersadas o arrojadas al río.
En Sobibór, Treblinka, Bełżec y Chełmno, los cadáveres fueron incinerados en piras.
La eficiencia de la matanza industrializada en Auschwitz-Birkenau, llevó a la construcción de 3 edificios con crematorios diseñados por especialistas de la firma JA Topf & Söhne; y quemaron cuerpos las 24 horas del día; sin embargo, la tasa de mortalidad era a veces tan alta que los cadáveres también debían quemarse en pozos al aire libre.
Para entonces, en Checoslovaquia, “El Protectorado de Bohemia y Moravia” fue un protectorado de La Alemania Nazi, establecido el 16 de marzo de 1939 tras la ocupación alemana de Checoslovaquia el 15 de marzo de 1939.
Anteriormente, a raíz del Acuerdo de Múnich, en septiembre de 1938, La Alemania Nazi ya había incorporado el territorio checo de los Sudetes como “Reichsgau”, en octubre de 1938.
La población del protectorado era mayoritariamente étnica checa, mientras que los Sudetes eran mayoritariamente étnicos alemanes; y tras el establecimiento de La República Eslovaca Independiente, el 14 de marzo de 1939, y la ocupación alemana del estado de la grupa checa al día siguiente, Adolf Hitler estableció el protectorado el 16 de marzo de 1939 mediante una proclamación del Castillo de Praga.
El gobierno alemán, justificó su intervención afirmando que “Checoslovaquia estaba descendiendo en el caos cuando el país se estaba separando por líneas étnicas, y que el ejército alemán estaba tratando de restablecer el orden en la región”
Para entonces, bajo El Presidente checo Emil Hácha, se había perseguido una política exterior pro-alemana; sin embargo, al reunirse con el Führer alemán Adolf Hitler, Hácha se sometió a las demandas de Alemania y emitió una declaración en la que afirmaba que, “a la luz de los acontecimientos, había aceptado que Alemania decidiría el destino del pueblo checo”
Hitler aceptó la declaración de Hácha, y declaró que Alemania proporcionaría al pueblo checo un protectorado autónomo gobernado por checos étnicos; por lo que Hácha fue nombrado Presidente del protectorado el mismo día.
Cabe preguntarse:
¿Cómo pudo haber ocurrido El Holocausto en medio de la cultura más “civilizada” del mundo, la cuna de la música elegante; y cómo podrían los seres humanos “civilizados y racionales” haber instigado esta monstruosidad?
“Jsme prach a staneme se prachem”
(Polvo somos y en polvo nos convertiremos)
Spalovač mrtvol (The Cremator) es una película checa de suspense y terror, del año 1969, dirigida por Juraj Herz.
Protagonizada por Vlasta Chramostová, Rudolf Hrušínský, Jirí Menzel, Ilja Prachar, Jana Stehnová, Milos Vognic, entre otros.
El guión es de Ladislav Fuks y Juraj Herz; basados en una novela homónima de Ladislav Fuks, literalmente traducida como “El Incinerador de Cadáveres” o “El Cremador”, publicada en 1967; que cuenta una historia de terror psicológico sobre un trabajador en un crematorio que, a través de la influencia de la propaganda nazi y la filosofía oriental, se convierte en un maníaco y asesina a todo su equipo y familia para “limpiar” su alma; por lo que sigue la transformación psicológica del personaje principal; sus pensamientos, revelando sus procesos mentales, observando su lógica pervertida; y profundiza en el corazón del mecanismo humano que hizo posible El Holocausto, quizás inevitable, dadas las fuerzas en juego; pero se muestra lo inestable que es la mente humana, y hasta dónde puede llegar el arte de la manipulación.
Por tanto, esta es una película oscura e importante, con un final magistral, perturbador, triste y aterrador.
Spalovač mrtvol (The Cremator) es el 2° largometraje del director Juraj Herz, mejor conocido por su trabajo en el género de terror; siendo uno de los pocos directores de cine checoslovacos que trabajó en películas de terror durante El Período Comunista.
Mientras que Ladislav Fuks, era un novelista checo que se centró principalmente en las novelas psicológicas, retratando la desesperación y el sufrimiento de las personas bajo la ocupación alemana de Checoslovaquia.
Es por ello que a menudo se reconoce a Spalovač mrtvol (The Cremator) como un seguidor de la película expresionista alemana, y también como un ejemplo de “La Nueva Ola Checoslovaca”
No obstante, la película fue prohibida después de su estreno en 1969, debido a la excesiva morbilidad, y permaneció en la bóveda hasta el colapso del sistema comunista en Checoslovaquia en 1989; siendo a menudo considerada como “una de las mejores películas que se han hecho en Checoslovaquia”, que ha reunido un destacado culto de seguidores.
De hecho, fue seleccionada como la entrada checoslovaca a La Mejor Película en Lengua Extranjera en los 42° Premios de La Academia, pero no fue aceptada como candidata.
El director, aquí expone la ambivalencia de las ideologías como vehículo de ascenso social, sobre todo a partir del inexorable advenimiento del dogma nazi en la antigua Checoslovaquia, como supuesto instrumento purificador de costumbres, culturas y razas; pero también es una crítica sarcástica del nazismo, y por ende, del totalitarismo, donde las bajezas morales son tornadas en delirios de grandeza y su ignorancia, dando paso a la ideología para colmar cada hueco de un pensamiento perturbado.
Se puede intuir cierto “humor negrísimo” llevado hasta el extremo de la alucinación, acompañado desde el apartado técnico con un dinámico juego de lentes, planos entrecruzados, efectos de sonido y desdoblamientos de escenas, que le otorgan una apariencia sólida, vanguardista y claustrofóbica.
Una idea original e irreverente, llevada a cabo con elegancia y atrevimiento.
La historia se desarrolla en 1930, en Praga, donde vive y trabaja Karel Kopfrkingl (Rudolf Hrušínský) en el horno crematorio; donde domina a sus familiares, amigos y empleados; pero principalmente a sus hijos Zina (Jana Stehnová) y Mili (Milos Vognic), y a su esposa, Lakmé (Vlasta Chramostová)
Karel sólo está preocupado porque el tránsito de los difuntos hacia el más allá sea lo más limpio y rápido posible, todo mediante la incineración de cadáveres en el cementerio que regenta; pero la aparición de un antiguo compañero de guerra afín a la mentalidad nazi, Walter Reineke (Ilja Prachař), irá ejerciendo en él influencia para que apoye a la causa, y reniegue de sus orígenes y su familia.
La película se desarrolla en el contexto de la radicalización política de Europa durante la década de 1930, más específicamente la desaparición de La Era Dorada de La Primera República Checoslovaca y el establecimiento del Protectorado de Bohemia y Moravia bajo La Alemania Nazi; mientras que “espiritualmente”, la película tiene lugar después de la muerte de Thubten Gyatso, el 13° Dalai Lama en 1933.
La trama actual, se enfoca entonces en el hombre y la psicología de su ordenada familia, como un empleado ejemplar de un crematorio, que junto con la caída de La Era de Pro de La Primera República, cambia su carácter en la posición patológica.
Y es que Karel Kopfrkingl está obsesionado con sus deberes, cree que no solo está cremando a los muertos, sino que libera las almas de los difuntos; y con las fuerzas nazis reunidas en la frontera checa, él desciende a una manía que le permite poner en práctica sus creencias perturbadas; así, su capacidad como incinerador, para discernir entre lo físico y lo etéreo, para desligar cuerpo y espíritu; le convierte en el intermediario hacia lo irreal, hacia aquello que escapa al conocimiento.
Porque Karel vive por y para su negocio, sinónimo de representatividad en el escalafón estamental; y como predicador surrealista de valores elitistas, el protagonista halla en los preceptos hitlerianos cierta vinculación con sus pretensiones “filtradoras”, es decir:
La distinción entre el alma, abocada a trascender en la eternidad, y lo corpóreo, totalmente prescindible, mero vehículo de la esencia del individuo.
La incorruptibilidad de la ascendencia aria es, precisamente, la noción elemental de los principios nacionalsocialistas; y Karel, por su parte, propone otro tipo de criba, más humilde, y menos dolorosa...
De esa manera, Karel bebe de las creencias místicas tibetanas de “El Libro Tibetano de La Vida y La Muerte”; y que al estar a punto de ser ocupados por los nazis, la gente a su alrededor le comienza a inocular el valor de limpiar las malas hierbas que pueden ser judíos, drogadictos, débiles, afeminados… y para ello nadie mejor que él que puede hacer en 75 minutos que todo se convierta en polvo, incluso llega a pedir más hornos y con más potencia para poder “asear” al pueblo más eficientemente.
Esto hace que Spalovač mrtvol (The Cremator) sea una maravillosa alegoría de lo que pasaría más tarde en Los Campos de Concentración hitlerianos, lugares que el director conocía muy bien, pues él estuvo recluido en uno, en Ravensbruck.
Así, al final de la película, después de la creación de un protectorado, Karel Kopfrkingl se convierte en el asesino de su querida familia, un miembro del partido (NSDAP) desde el cual está a cargo de administrar nuevas bombillas de gas… o será que tras los hechos horrorosos cometidos con su familia, es la administración de un manicomio que va por él…
Las 2 ideas son muy válidas… y todo se debe a la distorsión de su psique, cuando se ve agravada por las visitas a un “enviado tibetano” de ensueño, que es él mismo y que lo llama “el nuevo Dalai Lama y Buda”
En definitiva, esta es una obra no apta para todos los paladares, al ser un film complejo, que utiliza la metáfora de un cremador de cadáveres de Praga para mostrarnos el sinsentido de las ideologías, y de cómo un tipo pusilánime encuentra el refugio de su locura sociópata en la filosofía tibetana y en El Nazismo que se encontraba a las puertas de Checoslovaquia; y una de las cosas que hacen que la película sea aún más buena, es su ambiente en blanco y negro, ya que le da un aire agobiante, a veces incluso enfermizo; porque tiene su punto fuerte en su fascinante puesta en escena, tiñendo de un terror psicológico asfixiante cada fotograma, con una voz “en off” plácida y tenebrosa a la vez, con primeros planos macabros y perturbadores, en grandes angulares imposibles, “ojos de pez” que transmiten agobio, gracias al fotógrafo Stanislav Milota que hace un trabajo glorioso en blanco y negro, extremadamente sublime, sumado a una banda sonora inquietante de Zdeněk Liška, que llega a poner el vello de punta, resultando un clima malsano; e inteligentemente, Juraj Herz imprime unos sutiles toques de humor negro que hacen no sea tan seca la película, y se digiera mejor.
Total, me ha resultado todo un descubrimiento, y creo que merece ser considerada como una notable película de culto.
“Můj milý.
To je požehnané místo, kde jsme se setkali před 17 lety.
Pouze leopard je nový.
Laskavá příroda již dlouho ulevuje od ostatních svých řetězců.
Vidíš, má drahá, stále mluvím o dobrotivosti přírody, milosrdném osudu, Boží dobrotě.
Soudíme a kritizujeme ostatní, kritizujeme je.
Ale co my?
Vždycky mám pocit, že pro vás dělám jen velmi málo”
(Querida mía.
Este es el lugar bendito donde nos conocimos hace 17 años.
Solo el leopardo es nuevo.
La naturaleza bondadosa hace tiempo que alivió la otra de sus cadenas.
Verás, querida, sigo hablando de la benevolencia de la naturaleza, del destino misericordioso, de la bondad de Dios.
Juzgamos y criticamos a los demás, los reprendemos.
Pero ¿y nosotros?
Siempre tengo la sensación de que hago muy poco por ti)
A mediados de la década de los 60s, los ecos de los movimientos de contracultura pululaban por doquier, se gestaba una nueva concepción del arte manifestada por la “re-concepción” creativa de las formas de expresión tradicionales, con la proliferación del arte conceptual, el “performance”, la instalación, o el “happening” por solo nombrar algunos; donde los jóvenes, las mujeres, los homosexuales y las minorías raciales pugnaban por una igualdad de derechos y una voz, y voto en la sociedad y la política; se rompían paradigmas, y se construían otros nuevos.
En el cine, “La Nouvelle Vague” estaba en plena ebullición, convirtiéndose en la tendencia a seguir en los círculos cinematográficos, y una búsqueda experimental por una nueva generación de espectadores y cineastas “amateurs” se reflejaba en las cintas “serie B”, las funciones de medianoche o las propuestas “underground”
Aunado a este complejo clima internacional, creativo y revolucionario, la vida en los países del Bloque Socialista no era nada fácil:
Murmullos de persecuciones, represión y censura se escuchaban a todas horas, y el mero reniego al régimen, podría costar la vida.
Así, la década de 1960 fue un momento interesante para el cine checoslovaco; y parece que estaban haciendo algunas películas increíbles sobre La Segunda Guerra Mundial y La Era Nazi.
Es ahí donde llega Spalovač mrtvol (The Cremator) de Juraj Herz, una gran película perdida para el público occidental durante muchos años antes de ser redescubierta; es una extraordinaria meditación surrealista sobre el horror político de La Europa de los años 30.
Concebida en el seno de La Escuela de Cine y TV de La Academia de Las Artes de Praga (FAMU), a principios de la década de los 1960, con “La Nueva Ola Checoslovaca”, como un importante movimiento artístico que trajo a la luz las sensibilidades artísticas de una nueva generación de cineastas del bloque comunista; una generación que incluyó entre sus filas a Miloš Forman, Jirí Menzel y Jaromil Jireš, directores que se volverían las figuras principales de la industria; sin embargo, también hubo otros cineastas que, aunque menos famosos, dejaron una igualmente interesante contribución al movimiento, y uno de ellos fue precisamente Juraj Herz.
La razón de su aparente exclusión dentro de “La Nueva Ola Checoslovaca” es simple:
Él no era estudiante de cine, sino de teatro, específicamente un titiritero.
Sin embargo, este titiritero traería uno de los estilos más interesantes dentro del movimiento, uno basado en los horrible y lo grotesco, del cual Spalovač mrtvol (The Cremator) es quizás el mejor ejemplo.
Fue durante sus estudios, que este director recopiló películas psicológicas de Alfred Hitchcock, y más tarde películas de Victor Sjöström, Ingmar Bergman o Luis Buñuel, que le gustaron mucho, y es posible ver cierta influencia de su trabajo; aunque el director niega que esta sea una imitación; la influencia del trabajo surrealista del contemporáneo y amigo del autor, Jan Švankmajer, es evidente, por ejemplo, la escena en el zoológico...
Además de la dirección precisa, el toque expresivo de la película fue creado por la cámara de Stanislav Milota, que filmó a los personajes desde ángulos inusuales, con gran detalle, y utilizando técnicas especiales como, en ese momento, el casi desconocido “ojo de pez”; donde la atmósfera se completa con los cortes rápidos resultantes de Jaromír Janáček, junto con la música de Zdeněk Liška.
Ni hablar de la aclamada actuación de Rudolf Hrušínský en el papel de Karel Kopfrkingl, cuyos monólogos ocupan hasta el 60% del tiempo de la película, juega un papel importante en el trabajo, siempre instigador, mirando a la cámara como si demostrase el control absoluto de su entorno y gente.
Y es que los recursos de la película también permitieron elaborar la relación específica de Karl Kopfrkingl con pinturas o fotografías, que Ladislav Fuks ya había definido en su novela.
Las imágenes de pinturas seleccionadas, presentan al espectador la psique del héroe principal, como por ejemplo, la adquisición de la pintura del Presidente de Nicaragua Pedro Joaquín Chamorro y Alfaro también llamado Pedro Joaquín Chamorro Bolaños, o los desnudos de mujeres rubias…. así, las imágenes también se utilizan en la película para subrayar únicamente pasajes musicales o hablados.
Lo más notable es la escena donde Kopfrkingl presenta su concepto de grandes hornos en una habitación con el ala derecha del tríptico “Jardín de Las Delicias” de El Bosco, y vemos como su habla se vuelve más intensa, comienza cámara errante, ocupando los detalles del trabajo, entonces hay también imágenes de pinturas como “Llevando La Cruz”, “Vuelo al Cielo” y “Los Siete Pecados Mortales”, etc.
Por otro lado, los exteriores e interiores de los crematorios, también desempeñan un papel importante en la expresividad resultante de la película, el más importante de los cuales, es el crematorio de Pardubice, pero también han aparecido imágenes de la urna de  Pilsen, y el crematorio de Praga-Strašnice.
En El Crematorio de Praga, se grabaron los temas de la quema y el horno.
Cabe señalar que la filmación en los crematorios fue muy rápida, porque todos los miembros del personal querían tenerlos lo antes posible; porque los ataúdes con cadáveres reales, debido a la falta de espacio estaban fuera, y la habitación olía muy mal, además de los meses de verano, julio y agosto, la cosa era fétida.
Se cuenta que el productor derramó agua con aroma de bosques después de cada filmación… de hecho, Juraj Herz recuerda que cada vez que iba al cine, olía a bosque, aroma que era entonces utilizado comercialmente en cines contra las salpicaduras de insectos, lo puso enfermo.
De esa manera, los responsables de la película optan por un tratamiento sereno de los tiempos, y desarrollan paulatinamente una historia que presenta las bases de unos pensamientos e ideologías que hicieron tambalear el mundo.
La historia viene presentada de una forma sencilla, y paulatinamente va dejando pistas de las ideas que va a tratar a lo largo de la misma; por lo que para ciertas personas puede resultar muy desagradable, y aunque no se muestren imágenes espeluznantes, las ideas y comportamientos desarrollados, pueden incomodar por completo.
En cuando al contenido, el film va de menos a más:
Juraj Herz hace que pasemos del desconcierto inicial al desasosiego posterior, hasta acabar en una tensión desbordada e incontenida de discursos enloquecidos y violencia gratuita.
No cabe duda que Spalovač mrtvol (The Cremator) es una obra áspera y difícil, pero también hipnótica, propia del país y del momento en que fue hecha, y que merece la pena ser revisitada.
Con una estética fuertemente influenciada por el expresionismo alemán, y tendiendo varios nexos a los filmes de sus contemporáneos, el filme es una comedia de horror, o un drama político, o un filme “slasher”; o todos los anteriores.
Herz, como el buen titiritero que es, maneja con una precisión quirúrgica a sus personajes, centrándose en el desarrollo del protagonista:
Un insuperable Rudolf Hrušínský, quien por medio de sus movimientos corporales, “ticks”, gesticulaciones, miradas enloquecidas por el silencio más perturbador, y monólogos nos desdibuja a un complejo individuo que es arrastrado y manipulado cual títere de su creador, por los intrincados mecanismos de la propaganda fascista; el inteligente y sólido guión, nos lleva de la mano primero a conocer al peculiar individuo en cuestión, su filosofía de vida con códigos éticos integrados, pues no crema a los muertos, sino que “libera las almas de los que se van”; pero también su misoginia y homofobia disfrazados de buenas costumbres y refinamiento, como su obsesión por adquirir y colgar cuadros, que ni el mismo entiende pero lo hacen sentir culto, su repudio por la supuesta ambigüedad sexual de su hijo; y su búsqueda por trascender, con la presión al hijo para que sea como él, o su fijación con “El Libro Tibetano de Los Muertos”
Conforme avanza el filme vemos el impacto causado por la propaganda nazi, la repercusión de la ocupación alemana en la clase trabajadora y la justificación, muchas veces absurda o ridícula, de los deleznables actos que empieza a cometer el cremador; y al finalizar, atestiguamos el descenso al Infierno de un personaje que de honesto trabajador, se convierte en cínico psicópata escudado por su ignorancia, su confusión, sus miedos y sus limitaciones.
Spalovač mrtvol (The Cremator) es una película de terror, centrada al 95% en el protagonismo de un tibio y lerdo trabajador que solo le resta un impulso para convertirlo en psicópata, cuya fijación incineradora sirve para metaforizar el nazismo como locura a gran escala, al proyectar en la ingeniería social, la manía de ver lo crematorio como liberación ajena.
Allí vemos a Karel Kopfrkingl, es un eficiente y pulcro regente del cementerio de la ciudad, resume su profesión como si fuera un panadero, pero él no hornea harina y levadura, sino personas; y para conocerle mejor diré que vive con su maravillosa mujer y sus maravillosos hijos en su espléndida casa, con un cuarto de baño precioso.
Adoran visitar el zoológico local en familia; donde Kopfrkingl, además de ver bellos animales, tiene una particular visión de la muerte como “salvación del ser humano”
También vale decir que es un poco hipocondríaco, donde la pureza de sangre le parece vital, y confía en las leyes de su nación, ya que le permiten ejercer su profesión necesaria para “el tránsito de almas”, según él.
Además es un apasionado del arte y la música; le encantan las mujeres guapas, rubias a ser posible; y le apasiona todo lo relacionado con El Tíbet y el budismo, eso sí, hay veces que tiene ciertos delirios de grandeza, cuando tiene un micrófono delante y estando en público sobre todo, además de estar convencido que salvará a todos de los males de este mundo…
Toda la película está centrada en este personaje, como un poderoso eje sobre el que gravitan el resto y las situaciones; y en ese sentido, la interpretación de Rudolf Hrušínský es colosal, excelso “tour de forcé” que nos mantiene pegados a la trama; y lejos del exhibicionismo manierista, compone un personaje reflexivo, que nunca alza la voz o se muestra contrariado, y que incluso en la toma de decisiones difíciles, mantiene la calma y no pierde la compostura, lo cual según avanza la trama, acaba por resultar tenebroso y macabro.
Su suave voz, como de querubín siempre con una sonrisa dulce, casi adormece al espectador por su serena calma… pero sabemos en nuestras entrañas, que esta es la calma que una cobra induce en su presa antes de la matanza.
Sabemos lo que viene a continuación… y sin embargo no podemos apartar la vista de la pantalla; porque estamos llenos de presentimientos.
Karel Kopfrkingl es un hombre sincero, un poco regordete, en la edad media temprana y se dedica a los servicios que presta.
Piensa en su crematorio casi como un templo.
Está casado con la mujer que una vez conoció en el zoológico de la ciudad, y con ella tuvo 2 hijos; al tiempo que cuenta con un médico judío de edad avanzada que controla su sangre todos los meses para asegurarse de que no haya cogido nada de sus encuentros extramatrimoniales… y de sus cadáveres... y probablemente esté más preocupado por infectarse de algo de su prostituta favorita que visita cada mes...
También vemos que él está enseñando a un joven, como nuevo asistente de los procedimientos del crematorio.
“La cremación es humana”, Kopfrkingl le dice a su hijo Mili, de 14 años, a su hija de 16 años, Zina, y a nosotros, que “libra a las personas del miedo a la muerte.
Queridos niños, no teman la cremación.
La muerte es solo la liberación del alma.
La pureza de la cremación, trae pureza al alma.
En solo 75 minutos en el horno, el cremador ha devuelto el polvo al polvo, y sin el desorden que la otra manera garantiza”
Solo será cuestión de tiempo que los amigos checos de Kopfrkingl, “con sangre alemana pura” le muestren que se necesita un nuevo orden para traer pureza y rectitud.
Su crematorio, entonces, le dará a su vida su propio propósito y la pureza que debía ser.
En el desarrollo del metraje, aprendemos lo tranquilo y monstruoso que es Karel:
Se peina el cabello con el mismo peine que peina los cadáveres, y hace lo mismo con su familia…
Señalar que la calma de Kopfrkingl proviene de la certeza de que lo que hace tiene un propósito noble.
Hay ternura, pero sin compasión; moral pero sin ética; amor pero sin compromiso; creencia pero sin nada más que desorientación.
¿Mencioné que su esposa tenía una abuela judía, y sus hijos ahora están clasificados como “parte judíos”?; y para “ser limpiados”, deben morir.
De esa manera, “la escarcha quema las mejillas enrojecidas de las flores, y El Ángel de La Muerte cobra su precio”
No es casual que su lenguaje esté remarcado por una cámara que quiere introducirse en su mente como si fuera una cirugía a cerebro abierto; ayudada de planos muy cerrados y lentes “fish eye” que distorsionan los rostros de las personas; el fotógrafo se mueve suavemente por el set, dando al espectador la sensación de omnipresencia divina, reforzada por Karel, quien se dirige a nosotros como si fuera Dios.
Constantemente en primer plano, Karel, con su rostro gordezuelo, melifluo y pestañas de cerdo; a todo el mundo manosea con desenfado:
Les toca cuello, espalda, hombros, mejillas, también a sus ayudantes con apellidos de músico, Strauss o Dvorak; y pone la mano en la gente como para adherir su alma e irla orientando hacia el Éter.
Así, Karel, que querría ser Karl, tiene en la incineración, una obsesión monotemática, entre demente e imbécil a la hora de enfocar la cuestión judía embobado por el señuelo de las putas rubiamente arias; una obsesión que origina un pesado soliloquio transmigratorio en el que la idea de reencarnación se mezcla con los delirios de grandeza y el resentimiento del acomplejado.
Del reparto, como se intuye, Rudolf Hrušínský está absolutamente descomunal, bordando a la perfección ese personaje frío, hipócrita y calculador, escondido bajo ese aparente “padre de familia impecable”; y descubre los muchos lados que tiene el personaje, mostrando una figura muy compleja, y de algún modo incluso trágica.
Empleando sutiles pero notorios manierismos, junto a su poderosa presencia escénica, Hrušínský se transforma completamente en este perturbado individuo, capaz de ser simpático y horrible al mismo tiempo.
Ciertamente, este filme es totalmente “el show de Hrušínský”, pero aunque los actores de reparto tienen considerablemente menos espacio para desarrollar sus roles, después de todo, la cinta es narrada desde la perspectiva de Karel; hay quienes hacen trabajos más que efectivos, particularmente Vlasta Chramostová hace una buena interpretación como la tímida y dedicada esposa de Karel, Lakmé.
Y quizás, el horror más perturbador de entre lo muchos conjurados, es el hecho de que aunque este es un cuento exagerado, muy probablemente algo así ocurrió en la vida real…
Veamos que al inicio del filme, Karel conoce y respeta a muchos judíos; sin embargo, después que la ideología Nazi ha echado raíces en su mente, el mórbido cremador es incapaz de conciliar sus pensamientos, y comienza a ver a los judíos negativamente.
Detrás de los horrores desatados por este maníaco, el verdadero horror de como la ideología Nazi se infiltró lentamente y cambió la mente de una sociedad es quizás el elemento más perturbador de la propuesta.
En la pesadilla gótica de Herz, el mórbido cremador es ciertamente un monstruo, pero aún más monstruosos son quienes juegan con su mente.
Karel está convencido de que sus acciones ayudan a una buena causa, de que está limpiando a las almas contaminadas del mundo, ayudándolos a encontrar la paz; por lo que sus acciones nos recuerdan que el camino al Infierno está hecho de buenas intenciones.
Y resulta impresionante observar su gradual transformación hacia la intolerancia, las mentiras que comienza a repetirse en voz alta hasta llegar a rechazar a su propia familia en pos de un status sólo apto para los de sangre pura alemana; la suya.
Pues “los judíos no sólo no merecen esa posición”, medita, sino que además necesitan ser eliminados para aliviar el pesar que les aflige esa impureza en la raza.
En su delirio como “elegido divino para misiones trascendentales” llegará incluso a creerse la reencarnación del mismísimo Dalai Lama, en una de las mejores escenas del filme, surrealista a la vez que coherente con la forma de pensar del personaje.
Un personaje más que temible, podría estar a la altura de los grandes monstruos del cine, que se pasea por la pantalla a ritmo de música clásica, a un ritmo quizás un poco soporífero en ocasiones, pero que es efectivo y adecuado para la película.
Ritmo que, por otra parte, se incrementa de cara al final, un muy buen final que no hace más que aumentar el nivel de una película a ratos siniestra, a ratos divertida, pero siempre hipnótica, utilizando el sarcasmo y el absurdo para ridiculizar las pretensiones del que se cree superior a los demás por su origen o raza.
Solo ver que los primeros planos abundan y agobian, la voz “en off” insiste en convertirse en nuestra conciencia, el montaje es frenético con los detalles que a veces subrayan, pero en otras llevan la contraria a lo que escuchamos; y todo el conjunto se mueve entre un onirismo lúcido, extraño y lleno de desasosiego que resultaría del todo cómico de no ser conscientes de que problema de fondo existió y se llevó por el camino a millones de almas.
Al final puedes ver a un asesino en masa que piensa que es un Dalai Lama…
En definitiva, aunque en ocasiones puede resultar estéticamente gratuita, esta película checa, con elementos de terror político, drama con estudio psicológico y comedia negra; es una sugestiva, satírica, tétrica visión de las consecuencias enfermizas del totalitarismo ejemplificado en la paranoia nazi, con la sangre, raza aria, la nacionalidad… la ideología y el partido por encima de la familia, de la amistad, de la persona, con la muerte como liberación/eliminación de un creyente budista...
Y por si fuera poco, hay diferencias entre la película y el libro, pero es mínimo, por ejemplo:
La adaptación de la escena a un panóptico, se representa en la película de una manera mucho más difícil y más morbosa.
También es común que los diálogos y los monólogos a menudo se confundan y aparezcan en diferentes lugares que en el original.
Tanto en la película como en la obra de arte, los personajes parecen tener un discurso coloquial y construcciones de oraciones similares o incluso idénticas.
O la confusión de los capítulos y su secuencia cronológica en el libro, se presenta de manera diferente en la película.
También es ocasional omitir los detalles, como las entrevistas explicativas y los eventos que contiene el libro, así como algunos eventos desaparecen completamente, y otros se interpretan de manera diferente.
“Fue fundamental cambiar la forma en que Kopfrkingl llega a La Sociedad después de un entierro judío”, dijo el director:
En el libro estaba disfrazado de mendigo, y en la película, fue su doctor, Bettleheim (Eduard Kohout) quien lo invita.
La película también incluye algunas escenas extra, como una visita a Kopfrkingl al salón de masajes, una nueva figura de una niña pálida y silenciosa; y al final de la novela, Kopfrkingl es llevado por una ambulancia, quizás a un manicomio, y la última escena tiene lugar después de la guerra, en el tren ambulancia.
Estas escenas no están en la película.
Pero hay una escena en la que se resume la industria de la muerte nazi mientras se ven pinturas del Bosch de una intensidad inusual y cargada de un surrealismo genial; sin olvidar el monólogo que entrega Kopfrkingl hacia el final de la película, se encuentra en el panel derecho del “Jardín de Las Delicias” de Hieronymus Bosch; pero también hay un montaje de otras pinturas suyas.
También el inicio deja una escena para la historia:
Vemos una familia en el zoológico, que va de visita; es una familia decente, formada por una pareja con parejita, niño y niña, y los animales en jaulas…
La caracterización del actor principal es perfecta aquí, y sostiene por sí solo toda la película con su voz metálica y su crueldad oronda y demente; peor es gracias a su ritmo vivo y montaje novedoso y dinámico, con los cambios de secuencia magistrales, que indaga una de las vías de la locura más escalofriantes:
La obstinación por la salvación del alma humana, a pesar del propio humano y de su alma.
Una monomanía grandilocuente y extrema, como la que empujó a Hitler a intentar remodelar el mundo; por ello Spalovač mrtvol (The Cremator) mezcla elementos que parecen opuestos pero que podrían tener un extraño vínculo:
Ciertas teorías del nazismo, situaban el origen de “la raza aria” en El Tíbet, y el propio Himmler sentía un enorme respeto e interés por el budismo, especialmente el tibetano, tanto que hasta financió muchas expediciones.
No sé si era la intención del director establecer ese paralelismo, a pesar de que es sabido que el nazismo respetó el budismo alemán, incluso permitió un congreso internacional; pero en cualquier caso, el contraste, absurdo y casi inverosímil, entre el mensaje antimilitarista y eminentemente pacífico del budismo, y la violencia intrínseca del nazismo, retratan muy bien la incongruente estupidez humana.
Sin duda, estamos ante un terror híbrido de alto voltaje:
Por un lado el terror o pavor que sentimos hacía la muerte, y particularmente por
todo lo que le rodea, es decir:
Féretros con cadáveres, morgue fría y deprimente, cementerios góticos y el personal del crematorio, decadentes y siniestros como la propia morgue.
Y por otro lado el protagonista del film, el encargado de llevar a buen puerto la incineración de cadáveres donde es influenciado por los alemanes sobre la raza aria y el poder de la sangre que corre por sus venas, cometiendo asesinatos selectivos a todo aquellos que sean inferior físicamente, o incluso no representen el valor y la masculinidad de un auténtico alemán nazi.
En suma cuenta, también cabe reprocharle algo:
La estrafalaria mezcla de filosofía budista y fascinación por la muerte que predica Karel resulta casi cómica; aunado a algunos anacronismos, como los interiores, la moda y el peinado son, en algunos casos, de los años 60...
O en el uso del montaje rápido, puede resultar agresivo, y crea abruptas pero calculadas transiciones entre escenas.
A veces un diálogo, o un sonido, pertenecen a la escena siguiente, aunque aparezca en una escena anterior, y eso causa extrañeza, pero ya después sabemos que es parte de una mente atormentada.
Los “close-ups” son frecuentes, así como la aparición de objetos tales como cuadros y pinturas, algunas mostrando escenas apocalípticas o de muerte.
La iluminación es opaca, recordando por momentos a la del cine negro.
El manejo de cámara es audaz en partes, a veces adopta la perspectiva de la víctima, a veces la del victimario; y en general, hay una particular fijación por los detalles.
Esto crea una atmósfera opresiva y claustrofóbica, donde el sonido y la música de ambiente son usados de manera adecuada, tanto como elemento para acentuar esta atmósfera de angustia.
Así, la aparición de obras de música clásica en momentos clave, es igualmente acertada, aunque parezcan inadecuadas.
No obstante, el estilo recargado y barroco, casi diría engolado con los originales encuadres y la siniestra banda sonora, componen una atmósfera enfermiza pocas veces lograda.
Por ello, las transiciones entre escenas son magníficas, el uso del blanco y negro y del gran angular, da el tono perfecto de asfixia y zozobra.
Sin embargo, algunos momentos de montaje enloquecido, con planos febriles y fugaces, hacen pensar que la película es muy arriesgada en su propuesta formal.
No olvidar que la banda sonora corrió a cargo de Zdeněk Liška, quien compone una atmósfera quimérica difícil de olvidar.
“Zachráním vás všechny... celý svět”
(Los salvaré a todos... al mundo entero)
En Checoslovaquia, aun cuando El Ejército Rojo había penetrado en Eslovaquia a inicios de noviembre de 1944, Las Tropas Soviéticas no empezaron a avanzar ampliamente por el país, sino poco después de terminada La Ofensiva del Lago Balatón, la cual concluyó con una seria derrota de La Wehrmacht, y que permitió a los soviéticos avanzar desde Hungría hacia el antiguo territorio checoslovaco.
La posterior ofensiva del Vístula-Óder, abarcó solamente el territorio de Polonia; mientras la ofensiva soviética sobre Viena, rodeó al Protectorado por el sur, sin penetrar en suelo checo.
De hecho, las primeras fuerzas aliadas que penetraron en El Protectorado a mediados de abril de 1945, fueron batallones del Tercer Ejército de los Estados Unidos, liderado por El General George S. Patton, que se internaron en la región más occidental de Bohemia, y tomaron sus principales localidades:
Pilsen, Ústí nad Labem y Karlovy Vary.
Los soviéticos, por su parte, ocupaban tanto las zonas orientales de Moravia a fines de abril de 1945, tomando Olomouc, Ostrava, Brno, y Zlín; mientras los nazis aún controlaban el sector central que incluía Praga.
Fue con una orden del gobierno de Harry S. Truman, que prohibió que las fuerzas estadounidenses avanzaran hacia Praga, ante el riesgo de sobre-extender las líneas, y para evitar una pugna con La URSS, cuyas fuerzas ocupaban ya casi 2/3 de Checoslovaquia.
Aun cuando las autoridades nazis mantuvieron su represión violenta hasta los últimos días de abril, el desenlace era muy predecible al conocerse en El Protectorado sobre el suicidio de Hitler y el fin de La Batalla de Berlín.
Ante ello, la resistencia checa planeó tomar por sí misma la ciudad antes que llegara El Ejército Rojo, considerando acertadamente que las fuerzas nazis, a diferencia de lo ocurrido en El Alzamiento de Varsovia, no podrían pedir refuerzos, desencadenando La Batalla de Praga, el 5 de mayo de 1945.
No obstante, dicho combate concluiría 6 días después con la derrota final alemana y la desaparición del Protectorado.
Por su parte, la negación del Holocausto ha sido completamente desacreditada por académicos, y es un delito penal en muchos países, entre ellos, La República Checa,

“Říkáte jim, můj milý, neublíží vám”
(Las llamas, querido mío, no te harán daño)



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