家族 引 き 家族 (Shoplifters)

“時々あなたはあなたの家族を選ぶ”
(A veces eliges a tu familia)

El sistema que envuelve la familia y su realidad en Japón, está firmemente arraigado en la tradición, y no muestra la evolución del resto de los países desarrollados porque la ley no reconoce la conservación de apellidos distintos en parejas casadas, ni el matrimonio homosexual, y son pocos los hijos nacidos fuera del matrimonio… innegablemente, los niños son considerados un grupo especial.
Vulnerable al maltrato, la violencia y el abuso que incluso puede discurrir normal para ellos como parte del trato familiar del día a día, y traer consigo consecuencias a corto y largo plazo en su desarrollo; los castigos corporales siguen siendo una realidad que, afortunadamente, cada vez más se integra una visión punitiva al mismo; sin embargo, el umbral sigue siendo turbio.
El daño emocional, puede llegar a ser más impactante que incluso la aparición de un gran hematoma o la consolidación de una fractura; por lo que los médicos deben ser perspicaces en esta búsqueda de signos, que no concuerden con el estado del paciente, que hasta podría ser parte de un Síndrome de Munchausen, el cual es un trastorno mental caracterizado por los padecimientos a consecuencia de crear dolencias para asumir el papel de enfermo.
Es decir, el paciente “crea” y hasta se produce autolesiones para lograr unos síntomas físicos y/o psicológicos con consciencia de acción, pero forzado a ello por una impulsión relacionada a su necesidad de consideración por terceras personas de ser asistido.
“だからおばあちゃんは私の両親のお金が欲しいのですが彼女は私を愛していませんでしたか?”
(¿Entonces la abuela quería el dinero de mis padres pero ella no me quería a mí?)
家族 引 き 家族 (Shoplifters) es un drama japonés, del año 2018, escrito y dirigido por Hirokazu Kore-eda.
Protagonizado por Kirin Kiki, Sosuke Ikematsu, Lily Franky, Moemi Katayama, Sakura Ando, Mayu Matsuoka, entre otros.
Las obras de Hirokazu Kore-eda, reflejan el estilo contemplativo y el ritmo de luminarias como Hou Hsiao-hsien y Tsai Ming-liang; pero sus películas exploran temas tales como la memoria, la muerte y asumir la pérdida; y el cineasta insiste en una línea narrativa en la que ha engarzado varias películas:
El amor y la protección mutua, son la base de las relaciones, no el parentesco.
Kore-eda había estado considerando una película que exploraba esas ideas durante 10 años antes de hacer 家族 引 き 家族 (Shoplifters); y se embarcó en este proyecto, porque había oído hablar de familias que recibían ilegalmente pensiones de jubilación de sus padres que habían muerto hacía mucho tiempo.
La película se traduce como “Ladrones” o “Familia de Ladrones”, y se trata de una familia que se basa en el robo de tiendas para hacer frente a una vida de pobreza.
Kore-eda escribió el guión, contemplando lo que hace una familia, e inspirado en informes sobre la pobreza y el robo en tiendas en Japón; y describió la película como “su película socialmente consciente”
Estrenada el 13 de mayo de 2018 en El Festival Internacional de Cine de Cannes, en el que ganó La Palme d’Or, es la primera película japonesa en ganar desde “The Eel” (1997); y es la candidata para representar a Japón en la edición de Los Premios Oscar de 2019, como Mejor Película Extranjera.
Y es que 家族 引 き 家族 (Shoplifters) es una película en que un grupo de desconocidos, abandonados por un sistema social que produce solitarios en masa, y reprochados por un sistema de consumo, donde comprar es la forma de socializar; se encuentran gracias a este juego de “robar”; de esa manera la acción se centra en Osamu Shibata (Lily Franky), quien se encuentra con una niña llamada Yuri (Miyu Sasaki) en mitad de un frío glacial, y decide llevarla con él a su hogar.
En un principio, la esposa de Osamu se muestra reticente a hacerse cargo de ella, pero queda conmovida al enterarse de las dificultades que atraviesa la niña, y acepta acogerla en su casa.
Ella es Nobuyo (Sakura Ando) y como esposa, también es empleada en una lavandería.
Aki (Mayu Matsuoka) es una adolescente que trabaja de manera exótica…
Shota (Kairi Jōsu) es una joven aprendiz; y la anciana Hatsue (Kirin Kiki) quien recibe cierta pensión para el sustento del hogar.
Tras la adopción, la familia sigue llevando una existencia aparentemente feliz, a pesar de que sobreviven a duras penas con los escasos ingresos que obtienen de sus hurtos de poca monta, hasta que un accidente imprevisto revela secretos ocultos, poniendo a prueba los lazos que les unen.
Este básico diseño argumental, es una simple excusa para retomar de nuevo la deconstrucción de las piezas que integran los roles familiares, los cuidados y las motivaciones de sus integrantes; y es sobre todo, una historia familiar, donde sus personajes están unidos por la necesidad, más que por el vínculo de sangre o el legal.
De esa manera hay un presunto matrimonio que no puede tener hijos...
Una abuela que no es de la familia...
Una tía que no es tía de sangre…
Y 2 niños callejeros que han encontrado una especie de hogar en la casucha de los Shibata, pero que no son sus hijos.
Allí se comparte todo, lo que se tiene y también lo que no se tiene; que se busca de buena forma.
Se trata de trabajar, pero el buen trabajo escasea; y en consecuencia, si es necesario, se toma la vía contraria, y se roba.
Hay una cuestión filosófica que sostienen Los Shibata, que indica que si una cosa está en la estantería de un negocio, no es de nadie.
Esa es una visión muy particular de la cuestión; pero más allá de eso, lo que pone en cuestión, es la absoluta prescindencia que la familia tiene del Estado, tanto como la frialdad con que El Estado trata este problema; por tanto, el filme nos cuestiona sobre el dinero y la riqueza, la familia y los valores tradicionales; y nos abre puertas para pensar en formas alternativas de vida.
Así, Kore-eda ha creado una acusación bellamente realizada de la sociedad contemporánea, mientras opera en una economía capitalista avanzada.
La actuación es extraordinariamente naturalista, el trabajo de la cámara es de sobra y, lo que es más efectivo, las acciones de los personajes son confusas y grises, como en la vida real, y la película no busca respuestas fáciles; y finalmente nos deja cuestiones como por ejemplo, de dónde surge la moral si no es un invento aprendido de los padres…
“あなたは彼女が... 私たちを選んだと思いますか?”
(¿Crees que ella... nos eligió?)
La familia y su composición, es uno de los temas recurrentes en Hirokazu Kore-eda, cineasta tokiota, que inició su trayectoria en los años 90, y que con el pasar de los años se ha ido consolidando como uno de los mejores directores de la actualidad, pues sus películas son estrenadas y laureadas en los principales Festivales de Cine a nivel mundial.
Su reconocimiento es tal, que es el 2º director japonés con más premios en las categorías principales:
Mejor Película, Premios del Jurado, Director, Guión, Mejor Actor/Actriz de alguno de los 4 grandes Festivales:
Cannes, Berlín, Venecia y San Sebastián; tan solo por detrás del mítico Akira Kurosawa.
Y mirando en perspectiva todas las obras que integran su filmografía, Hirokazu Kore-eda lleva ya bastantes años explorando la naturaleza y la dinámica de los vínculos afectivos y de la familia dentro de la sociedad japonesa.
Por lo que buscar aspectos distintos de temas que están tan interrelacionados, supone ya un auténtico reto; y esa capacidad para encontrar tratamientos que aporten una nueva aproximación en un universo personal de ficción tan establecido en tono, intenciones y personajes, con sus variaciones según sus objetivos, por supuesto; es uno de los elementos que más sorprende del director nipón.
En este caso en particular, el director dijo que desarrolló esta historia al considerar su anterior película “そして父になる” (Like Father, Like Son – 2013), con la pregunta:
“¿Qué hace a una familia?”
Con esta historia, Kore-eda dijo que no quería que la perspectiva fuera de unos pocos personajes individuales, sino que capturara “la familia dentro de la sociedad, en un amplio punto de vista”; y estableció su historia en Tokio, también fue influenciado por La Recesión Económica Japonesa, incluidos los informes de los medios de cómo la gente vivía en la pobreza y del hurto en tiendas; y para investigar el proyecto, Kore-eda hizo un recorrido por un orfanato, y escribió una escena inspirada por una chica que leyó “Swimmy” de Leo Lionni.
La producción comenzó en diciembre de 2017, con Fuji Television Network, Gaga y AOI Pro produciendo.
El director de fotografía, Kondo Ryuto, utilizó una película de 35mm con un Arricam ST, consciente de que 35mm era una preferencia de Kore-eda, y también buscaba la textura y el grano adecuados para la historia.
Por lo que gran parte de la misma está rodada en el propio habitáculo de la familia; un espacio tremendamente reducido y sobrecargado, en el que Kore-eda se mueve “como pez en el agua”, ubicando su cámara como si del mismísimo Osamu se tratara.
Esa conjunción de virtudes, hace de 家族 引 き 家族 (Shoplifters) una película que nos invita a vivir en un mundo mejor, partiendo de los estratos más bajos; y lo hace sin olvidar su idiosincrasia de drama realista, sin mostrar un ápice de auto complacencia; al tiempo que Kore-eda sigue explorando las relaciones familiares, poniendo una vez más el foco en la infancia, y lo hace bajo el techo de esta entrañable familia de trúhanes, para reafirmarse en que el sentimiento paternal y maternal, se debe a los lazos de afecto más que a los lazos de sangre.
De esa manera vuelve a poner el foco en una familia de clase baja, unos buscavidas que pese a mostrar una actitud delincuente ante la vida, se profesan cariño y amor de una forma ejemplar, un sentimiento que rebosa empatía y sensibilidad.
En otras palabras, lo que viene a decirnos es que el amor y ante todo la bondad, no está reñido con la criminalidad.
Es más, podría llegar incluso a dar ejemplo a aquellos que viven en la supuesta legalidad…
Todo inicia en Tokio, con una familia que vive en la extrema pobreza:
Osamu, es un jornalero obligado a dejar su trabajo después de romperse el tobillo; su esposa Nobuyo, que trabaja para un servicio de lavandería industrial; Aki, que trabaja en un club de azafatas; Shota, un muchacho joven; y Hatsue, una anciana que es dueña de la casa, y apoya a la familia con la pensión de su esposo fallecido.
Osamu y Shota suelen robar productos, utilizando un sistema de señales manuales para comunicarse.
Osamu le dice a Shota, que está bien robar cosas que no han sido vendidas, ya que no le pertenecen a nadie…
Una noche especialmente fría, ven a Yuri, una niña de un vecindario que observan regularmente, encerrada en el balcón de un apartamento; y la llevan a su casa con la intención de que solo se quede a cenar, pero optan por no devolverla después de encontrar síntomas de abuso físico.
Así, Yuri se une a su nueva familia.
Osamu y Shota, le enseñan a robar en una tienda; Osamu le pide a Shota que lo vea como su padre, y a Yuri como su hermana, pero Shota se muestra reticente.
La familia se entera en la televisión, que la policía está investigando la desaparición de Yuri; por lo que le cortan el pelo, y le dan un nuevo nombre:
Lin.
Por otra parte, Hatsue visita al hijo de su esposo de su segundo matrimonio, del cual ella recibe dinero regularmente.
El hijo y su esposa, son los padres de Aki, que creen que su hija vive en Australia...
La familia visita la playa, y Hatsue expresa su satisfacción de que ella no tendrá una muerte solitaria; y ya en casa, ella muere mientras duerme.
Osamu y Nobuyo la entierran debajo de la casa, y continúan cobrando su pensión sin reportar su muerte.
Un día, Osamu roba un bolso de un coche; Shota está incómodo, sintiendo que esto rompe su código moral; y Shota recuerda haberse unido a la familia después de que Osamu y Nobuyo lo encontraron en un auto cerrado.
Cada vez más culpable de haber enseñado a Yuri a robar, Shota interrumpe su robo, robando fruta de una tienda de comestibles a la vista del personal.
Acorralado, salta de un puente, y se rompe una pierna; por lo que es hospitalizado y detenido.
Osamu y Nobuyo atraen la atención de la policía, y finalmente son atrapados después al intentar huir con Yuri y Aki.
Las autoridades descubren a Yuri, y la muerte de Hatsue; y le dicen a Shota que la familia lo abandonará.
Le informan a Aki que Osamu y Nobuyo mataron previamente al abusivo ex amante de Nobuyo en un crimen pasional, y que Hatsue estaba recibiendo dinero de los padres de Aki.
Nobuyo se responsabiliza de los crímenes, y es condenada a prisión.
Shota es colocado en un orfanato.
Mientras Osamu y Shota visitan a Nobuyo en la prisión, quien le da a Shota detalles del automóvil en el que lo encontraron para que pueda buscar a sus padres biológicos; Osamu pasa la noche con Shota, en contra de las reglas del orfanato.
Osamu confirma que la familia tenía la intención de abandonarlo cuando estaba en el hospital, y que ya no puede ser su padre.
A la mañana siguiente, cuando está a punto de partir, Shota revela que se dejó atrapar, y llama a Osamu “Papá” por primera vez.
Finalmente Yuri es devuelta a sus padres biológicos, quienes continúan descuidándola.
En el balcón, ella mira hacia la ciudad...
Como siempre, el director Hirokazu Kore-eda maneja delicadamente la mirada infantil respecto a la soledad y el dolor, en una catarsis de grupo en la que se percibe una conexión terapéutica, y algunos extraños comportamientos que hacen pensar que lo que vemos, no es todo lo que hay detrás de esa peculiar familia.
La convivencia de la familia con la niña, sirve como excusa para hacernos comprender la situación marginal en la que se encuentran, y las razones por las que se ven obligados a delinquir:
Discapacidad, precariedad laboral, abandono, analfabetismo...
Kore-eda asienta las bases de su crítica de manera casi imperceptible, mientras los espectadores nos fijamos más en la adaptación de la niña a tal peculiar familia.
Así, la escena inicial nos presenta a Osamu Shibata y su hijo recién nacido, Shota, como 2 de los ladrones titulares a punto de robar de una tienda.
Una película más débil aplicaría conversación, voz “en off” o subtítulos explicativos en este punto; pero aquí tenemos al director altamente capaz, que sabe que la película es fundamentalmente un medio visual; y podemos ver solo por los gestos y el lenguaje corporal que esto es algo a lo que los 2 están acostumbrados.
El otro aspecto subestimado de esto, es la elección de productos que presumen, lo que indica la motivación del personaje:
No están tomando cosas lujosas y caras, sino comida para sobrevivir.
Aunque luego vemos que también hay un cierto grado de autoengaño y una justificación a medias de algunas de sus elecciones; el mayor de ellos es el secuestro de una niña de 4 años, Yuri, en el camino a casa; y escuchamos a sus padres tener una gran disputa doméstica.
Esto hace que sea evidente que la chica no es deseada y, dado que Osamu y su familia no están pidiendo un rescate, realmente no puede ser un secuestro…
¿O sí?
¿Cuántos de nosotros actuaríamos de esa manera?
No muchos, pero Kore-eda saca una técnica magistral de mostrar los eventos completamente desde la perspectiva herméticamente sellada de los propios ladrones.
De alguna manera, somos atraídos a comprender su punto de vista, ya que no hay otros personajes principales en toda la película; y sí, es un poco manipulador, pero funciona, y no es lo mismo que excusarlo, ya que mitiga esto al mostrar áreas moralmente grises.
Por ejemplo, Osamu es explotado cruelmente como jornalero en un sitio de construcción.
Está discapacitado y por supuesto, no recibe compensación.
Mientras se recupera, justifica el robo de cañas de pescar costosas, diciendo que venderlas cubrirá los gastos del mes mientras se recupera.
Se podría argumentar que en las circunstancias hay alguna justificación para esto...
Aunque tiene el precio de involucrar a su nuevo cargo en el robo en un momento pequeño, pero crucial, induciendo así a un verdadero inocente en su forma de acercarse al mundo.
Más tarde él y Shota son vistos pescando con las varas...
No se han vendido después de todo.
Esto no es realmente:
“Alimenta a un hombre con un pez. y lo alimentas por un día, enséñale a pescar, etc.”
Es más simbólico el razonamiento a corto plazo, que un ladrón a largo plazo usa para excusar sus acciones.
Además de los padres y el hijo, nos presentan a su dura esposa:
Nobuyo; y también está la astuta abuela que explota las emociones de parientes lejanos para extorsionar dinero para complementar su pensión.
Puede que no esté bien de alguna manera, pero es una mujer mayor que hace lo que necesita en un sistema donde el bienestar apenas cubre lo básico.
Para redondear el grupo, está la hermana, Aki, que actúa detrás de un espejo en un espectáculo sexual… ella busca a tientas una conexión real con otro ser humano, pero es engañada por las circunstancias, un ejemplo de la forma en que el director sostiene emblemáticamente un espejo para la propia sociedad.
Y está claro que ninguno de los personajes está trabajando de una manera que la sociedad en general aprobaría; sin embargo, Kore-eda muestra a través de interacciones estrechamente enfocadas, que estas personas tienen sentimientos, y están tomando decisiones que pueden no ser siempre nobles, pero definitivamente son humanas:
Mienten y roban, pero también muestran solidaridad.
Se sienten felices con cosas simples, como los fuegos artificiales y el ir a la playa, se ríen, aman, tanto emocional como físicamente; comen y mueren.
Lo más importante de todo es que, a medida que el contacto entre los personajes se observa de cerca, nos vemos obligados a abordar la hipocresía de una sociedad que habla sobre la importancia de la familia, pero permite el tipo de abuso físico y negligencia que recibe Yuri.
En contraste, los supuestos inadaptados cuidan de ella, y entre ellos.
Hacia el final de la película, algunas de las rarezas de la situación familiar que Osamu y sus asociados han tejido, se desentrañan.
Las notas de gracia y las alusiones anteriores en la historia se explican y amplifican; y justo cuando pensamos que entendemos la situación que Kore-eda nos ha mostrado, lleva la historia a otro nivel.
La ternura que desprenden sus imágenes, según les vemos resolviendo problemas, superando situaciones más o menos complicadas o anecdóticas, y dejando atrás los traumas sufridos por Yuri, se incluye dentro de una dimensión social trágica que eleva las ambiciones de la película.
Lo que esconde la familia que ocupa el foco del relato, es nuestra necesidad como individuos de conectar con otros, tanto de amar desinteresadamente como de sentir una reciprocidad y apoyo incondicional; además de denunciar un desamparo crónico que amenaza con asolar a multitud de personas provenientes de la descomposición de familias, o de fallos del sistema por mantenerles con dignidad, que se encuentran en los márgenes de una sociedad que no se preocupa por los excluidos y aquellos en mayor posición de debilidad o pobreza.
Pero Yuri es la representación de una realidad oculta y grave, siendo víctima de los maltratos y el desinterés de sus propios padres, mientras encuentra el cariño de unos desconocidos que comprenden su situación de una modo profundo, mejor que cualquier representante de las instituciones públicas que buscan recuperarla, o cuyo trabajo es resolver una situación que finalmente se desvela como una compleja muñeca rusa, en cuya apertura se hallan muchas respuestas tangibles, pero ninguna que pueda explicar el origen del apego que cohesiona y satisface nuestras afinidades o necesidades emocionales.
El mensaje está claro, como crítica social:
No hay que juzgar los vínculos establecidos por las personas, porque nunca sabemos lo que se esconde en la intimidad de cada hogar.
Así mismo, trata sin reparo temas tan delicados como el maltrato infantil o la prostitución, ambos escogidos con mucho atino y delicadeza, pero demostrando la dureza de los mismos.
Hasta que la acción explota, la cinta tarda mucho en hacer este recorrido.
El motivo de esto está claro:
El construir una empatía con esta familia, pero puede llegar a resultar contraproducente cuando el objetivo ya ha sido entendido y suficiente.
Del reparto, Lily Franky y Sakura Ando se unieron al reparto antes de que la fotografía principal comenzara a mediados de diciembre de 2017.
Los niños actores:
Sasaki Miyu y Kairi Jōsu, fueron elegidos para esta, su primera película; mientras que Sosuke Ikematsu, Chizuru Ikewaki y Yūki Yamada, se unieron al elenco posteriormente.
Todos están magníficos en sus personajes; donde destaca una de las últimas películas en las que apareció Kirin Kiki, antes de su muerte en 2018; una actriz con una naturalidad y ternura inigualable, y este filme es un homenaje a ella, donde se logran unos planos hermosos de ella, y hay uno en una playa que enternece el alma:
Es un adiós, literal, emotivo y sincero, para una gran actriz.
Además de ello, Kore-eda genera una serie de escenas memorables en las cuales aflora el espíritu humanista del que está impregnada toda su obra, a la vez que muestra la necesidad que tienen sus personajes de mantener ese espíritu familiar que le da sentido a sus vidas.
Seres a los que, por otra parte, la marginación, la mayoría de las veces no les permite una vivencia directa de los acontecimientos que ocurren, sino indirecta a través de un sonido, como el festejo con fuegos artificiales que tienen lugar en otra parte, y ellos solo pueden escuchar; o el entierro clandestino de la abuela dentro de la propia casa, como tratándola de conservar dentro de un marco hogareño, lejos de una sociedad que solo les impone frialdad y reglas que no pueden cumplir; con el padre compartiendo un plato de fideos con su hijo, que ya se ha hecho un hombre; y sobre todo, el viaje a la costa de toda la familia para poder acaso pisar y sentir el calor de la arena, y disfrutar del refresco de un baño de mar.
Por todo ello estamos ante un film básicamente visual, una obra de madurez que debe ser reflexionada dentro de un contexto particular, Japón, pero que alcanza niveles universales dado que los problemas sociales que presentan están presentes hoy en día en la mayor parte del mundo, donde el trabajo humano escasea, y aquellos que no han recibido la debida educación o que deben vivir en los márgenes de la ciudades, tienen enormes problemas de subsistencia, dado que su marginación los arrastra a los bolsones estructurales de la pobreza.
y es cierto también que estos personajes de Kore-eda son de una marginalidad extrema, como si se hubieran caído de los propios límites de la pobreza donde El Estado es incapaz de llegar, y ellos mismos ni consideran la existencia del mismo, porque su intervención sería la de una fría burocracia que en todo caso los desmembraría como familia, y los condenaría con su ayuda a la soledad total.
Por eso huyen, se esconden, y viven donde el propio Estado es incapaz de llegar.
Aquí no hay concesiones, no hay belleza en un film que retrata el fracaso.
Solo la encontraremos en las relaciones entre personas que aun viviendo en la miseria más absoluta, deciden repartir lo poco que tienen, apoyarse frente a una sociedad que no les dará ninguna oportunidad.
De ese modo a película nos permite descubrir niveles de pobreza que normalmente no imaginamos existan en países desarrollados; donde esta familia, que no es una familia biológica, sino un casual encuentro entre algunos desconocidos que comparten el amor por jugar, es la respuesta más potente en contra del neoliberalismo individualizante, que convierte las relaciones con otros, en otra fase de la productividad.
Eso, que podríamos llamar “comunismo”, no es más que la demostración de que la política y el amor se encuentran a propósito de cualquier cosa, de cualquier cosa que no tiene porqué convertirse en algo productivo.
No es necesario un comunismo militante o de partido para que 2 desconocidos formen una comunidad, pues solo basta que se encuentren y colisionen a propósito de cualquier cosa, ya sea jugar, caminar, o simplemente robar…
Porque si algo nos entrega El Capitalismo en su versión neoliberal, a todos por igual, es la posibilidad de robar y de encontrarnos con otros.
Del mismo modo, podemos apreciar un discurso bondadoso, nada idealizado, de las familias irregulares:
Es decir, aquellas familias que no encajan en el “modelo tradicional” establecido por el “koseki” o “libro de familia”
En esta ocasión, tenemos diversos personajes, que aunque conviven bajo un mismo techo, no tienen ningún tipo de lazo consanguíneo.
Como tal, Kore-eda plantea la importancia de los lazos que se forjan a través de la convivencia, el cariño y la complicidad; todos ellos por encima de la sangre.
Tal y como lo define a la perfección uno de sus protagonistas, al mirar directamente a cámara, y decir:
“¿Dar a luz te hace automáticamente ser madre?”
Finalmente, Kore-eda adereza esta cinta con una última cuestión que claramente le preocupa:
La destructiva y cruel monofagia del sistema burocrático nipón.
Y es que, desde los cuerpos de policía, pasando por los bancos, y llegando hasta los juzgados, existe una amalgama de aparatos del Estado y empresas que no han tratado con la justicia y la equitatividad necesarias a miles de familias en el país.
Además, la realidad económico-social japonesa, se aleja notablemente de la idealización acostumbrada en occidente.
Las bajas pensiones, el trabajo precario en sectores como la construcción, muchas veces controlado por mafias, como la “yakuza” o el extendido problema con el alcohol y el juego, especialmente el “pachinko” son una auténtica plaga en Japón.
Así mismo, el director ha querido añadir un tema poco habitual en su filmografía, que es la depravación sexual asociada a la fragilidad y la soledad del individuo.
Y aunque Kore-eda suele decir que no busca un ajusticiamiento social con sus obras, es obvio que quiere dejar una emotiva huella, y abrir con ello un debate; porque con esta obra, más allá del “omotenashi” japonés y el superficial atractivo místico y moderno que Japón que tiene para el extranjero, Kore-eda abre una ventana a la intimidad del hogar japonés menos acomodado, y a la realidad de aquellas familias que se salen de la norma.
El gran contrapunto, está al final, donde Kore-eda, con absoluta inteligencia y sagacidad, pone en cuestionamiento todo el sistema de asistencia social cuando deja observar que el sistema pretende mantener la custodia de los niños, cuando los niños no son el problema, sino la falta de asistencia social que tienen los padres.
Pero lo realmente importante es que esta película, si pretensiones ni alardes filosóficos, mucho menos técnicos, nos plantea uno de los temas más actuales de nuestra sociedad:
A veces los lazos afectivos entre las personas que conviven a diario, son más auténticos que los puramente familiares.
Por tanto, lo trascendente de su obra, es la capacidad de superar fronteras culturales y geográficas para tratar valores universales.
“誰かがあなたを襲って、彼があなたを愛しているので彼がそれをしているとあなたに言うならば、彼は嘘つきです”
(Si alguien te golpea y te dice que lo está haciendo porque te ama, es un mentiroso)
En Japón, tan solo un 2% de los niños nacen fuera del matrimonio…
Se trata de una cifra que destaca en contraste con las de Francia y el norte de Europa, que supera el 50%, o la de Estados Unidos, que alcanza un 40%
Además, El Código Civil de Japón establece que los hijos nacidos fuera del matrimonio, solo tienen derecho a heredar la mitad del patrimonio al que tienen derecho los hijos nacidos dentro de la unión matrimonial.
Este sistema matrimonial tan rígido, es sin duda una de las causas del descenso de la natalidad en Japón, que constituye uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el país.
En los años 80, la palabra “dinks” del inglés “double-income”, “no-kids”, o “2 sueldos, sin niños”, tuvo una gran resonancia, pero la realidad es que en Japón, la mayoría de las parejas casadas tienen hijos, al menos 2, y son pocas las parejas que optan voluntariamente por no tenerlos.
La idea de que una pareja casada pueda disfrutar de la vida conyugal, nunca ha llegado a penetrar en la sociedad japonesa; más bien al contrario:
El matrimonio se considera un sistema de obligación conyugal que implica renunciar a muchos de los privilegios individuales, como el de la libertad sexual.
Tener hijos es, de hecho, el único privilegio que se adquiere con el matrimonio.
Hoy en día, 1 de cada 4 matrimonios en Japón, se celebra por motivo de un embarazo accidental, lo que se conoce coloquialmente como “dekichatta kon” o “matrimonio de penalti”
Asimismo se puede afirmar que, para la mayoría de las parejas japonesas, tener hijos es el motivo principal para contraer matrimonio; y a pesar de que tener hijos es el objetivo principal del matrimonio para la mayoría de los japoneses, el gobierno se muestra indiferente ante las necesidades que implica la crianza de los niños.
Y cuando el modelo empresarial japonés empezó a derrumbarse en la década de los 90, se vino abajo también el modelo familiar del cabeza de familia, en el que el marido es el que “gana el pan” en casa, y mantiene a la esposa.
En la primera década de este milenio, el número de familias con 2 sueldos superó al de las familias con una única fuente de ingresos.
Por otra parte, el estallido de la crisis económica mundial en 2008, hizo que el número de mujeres que se ven obligadas a trabajar, se disparase, provocando a su vez, un súbito aumento del número de niños en lista de espera para los jardines de infancia.
Que dichas listas de espera sigan creciendo, a pesar de que la tasa de natalidad sigue encogiendo año tras año, es aparentemente un contrasentido.
Y es que en Japón, el término “shūkatsu” abreviatura de “shūshokukatsudō”, que significa “actividades de búsqueda de empleo”, ha inspirado términos similares como “konkatsu” o “actividades para encontrar pareja para casarse”; o “rikatsu” que son “actividades y trámites para preparar el divorcio”
Por tanto, siguiendo esta tendencia de creación neológica, últimamente se ha acuñado también el término “hokatsu” a “actividades para encontrar un jardín de infancia para los hijos tras dar a luz, o incluso durante el embarazo”, que refleja la dificultad cada vez mayor que supone encontrar plaza en los jardines de infancia.
En vistas de las enormes dificultades para encontrar plaza en los jardines de infancia, y para conciliar la vida familiar y profesional, es normal que la mayoría de las mujeres solteras japonesas, no desee seguir trabajando tras casarse, ni tampoco tener hijos.
Además, las que deciden tener un primer hijo, y comprueban el agotador esfuerzo que supone, tienden a desistir de la idea de tener más.
En este contexto parece improbable lograr que aumente la tasa de natalidad.
El actual gobierno del Partido Liberal Democrático, con Abe Shinzō a la cabeza, ha anunciado que va a reforzar la educación para los niños de a partir de 3 años de edad.
Además, ha propuesto ampliar la baja por cuidado de hijos a 3 años, a través de la política llamada “de abrazos ilimitados”, para que los padres puedan cuidar de sus hijos durante esa etapa.
Según el gobierno, esta medida permitiría prescindir de las ayudas públicas para el cuidado de los niños de hasta 3 años, que requieren una inversión muy superior a la que se requiere para los niños a partir de esa edad.
Sin embargo:
¿Sería viable la reincorporación laboral de los empleados tras un período de baja tan prolongado?
Además, de buen seguro habrá quien no pueda permitirse utilizar ese período de baja, y desee regresar al trabajo tras el nacimiento del hijo.
Este tipo de consideraciones, levantan copiosas críticas contra la política gubernamental.
Por otro lado, el gobierno ha propuesto un objetivo numérico para aumentar la presencia femenina en los altos cargos, con el que pretende que las mujeres lleguen a ocupar al menos el 30% de los puestos directivos de todos los sectores para el año 2020.
Sin embargo, este objetivo no se acompaña de ningún medio concreto para alcanzarlo.
No cabe duda de que la conciencia social está cambiando en Japón.
Aun así, la familia sigue constituyendo una institución extremadamente inflexible.
Cuando los japoneses se harten de la inflexibilidad de esa institución, y empiecen a convivir y tener hijos sin contraer matrimonio legalmente, la familia japonesa sufrirá una avalancha de transformaciones.
Recordar que el sistema laboral de empleo vitalicio garantizado para los hombres, que se considera una característica exclusiva de la cultura japonesa, se ha venido desmoronando desde los años 80.
Asimismo, en los 90, las normas sexuales tradicionales empezaron a disolverse, hasta el punto de que en la actualidad, las personas solteras gozan de una libertad sexual destacable.
Estos cambios se produjeron de forma casi instantánea; e incluso un país tradicionalmente católico como Francia, ha creado alternativas al matrimonio, como el pacto civil de solidaridad o PACS, que confiere prácticamente los mismos derechos que el matrimonio legal.
También en Japón, donde la religión tiene una influencia muy reducida en la vida cotidiana, la situación cambiará drásticamente cuando llegue el momento.

“時にはそれはあなた自身の家族を選ぶのが良いです”
(A veces es mejor elegir tu propia familia)



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