Two for The Road

“They make something wonderful out of being alive!”

Si el amor deja de ser movimiento, deja de ser amor; porque el amor puede atrofiarse.
¿Sabes qué es el matrimonio?
El matrimonio es cuando la mujer le pide al hombre que se quite el pijama, y es porque ella quiere lavarlo…
Las parejas perfectas no existen, si por perfecta se entiende una pareja que no discute, no pelea y no tiene diferencias; pero una pareja es perfecta cuando sus diferencias, sus peleas y sus discusiones, sirven para su crecimiento, porque se sacuden y se esfuerzan por hacer, cada vez menos visible, aquello que los maltrata.
El secreto es atender a lo razonable que dice y expresa el otro; y se atenderá más cuanto más asertivo sea lo que se dice; y asumir un propósito adulto de mejorar para mi propio bien, y para conseguir que de esta manera pueda cambiar el entorno; porque, si a no me agrada lo que estoy recibiendo, es porque no es suficiente aquello que yo estoy dando.
Pero el amor es vida, y la vida movimiento.
El amor entre los esposos, es un movimiento de energías emocionales que circulan entre 2 polos.
Pero en la práctica:
¿Qué hacemos?
Entrar y comprometerse en el gran capítulo de los pequeños detalles; tomar conciencia de los diferentes gustos, aficiones, y preferencias en los niveles culturales, en los usos y costumbres alimenticios, en los estilos y modas...
Tomar conciencia de las mutuas divergencias de criterios de vida, jerarquía de valores, reacciones temperamentales para evitar discusiones inútiles, para saber callar, para saber ceder en el momento oportuno a fin de que las diferencias no se transformen en confrontación, sino en edificación.
Como podemos ver, la construcción de la felicidad conyugal es como un lago de innumerables círculos, una empresa en que entran en juego millares de pequeños detalles en el transcurso del camino marital.
Entonces:
¿Cuáles son los efectos en el matrimonio con el paso del tiempo?
“Do you know what marriage is?”
Two for The Road es una comedia de aventuras del año 1967, dirigida por Stanley Donen.
Protagonizada por Audrey Hepburn, Albert Finney, Eleanor Bron, William Daniels, Nadia Gray, Claude Dauphin, Georges Descrières, Jacqueline Bisset, Judy Cornwell, Irène Hilda, Dominique Joos, Olga Georges-Picot, Patricia Viterbo, entre otros.
El guión es de Frederic Raphael, sobre la relación de un matrimonio durante 12 años, y en diferentes viajes en coche por Normandía.
La película fue considerada en su tiempo como “experimental” por la exposición no lineal del argumento, a menudo dejando que el espectador interpole lo que ha visto, que a veces es revelado en escenas posteriores.
Así, varios lugares se utilizan en diferentes segmentos para mostrar la continuidad a lo largo del período; siendo uno de los referentes que tenemos para saber en qué momento de la historia estamos, son los vehículos que usan, conducidos por la pareja, o montados por ellos, que incluyen:
Un “roadster” Mercedes-Benz 230SL blanco, un MG TD, un Triumph Herald, un cupé Sprint de Alfa Romeo Giulietta, VW Microbus, y un Ford Escudero; los coches se utilizan a menudo para restablecer el período de tiempo después de un salto; y como curiosidad, el automóvil “actual”, un Mercedes 230, era el automóvil personal del director Stanley Donen.
También la ropa que luce Audrey Hepburn nos indica el paso del tiempo y su ascenso en el estatus social, empezando con jeans, y terminando con alta costura.
Así, Stanley Donen yuxtapone escenas del principio de la relación con otras épocas sin previo aviso; y es por ello que el guionista Frederic Raphael, fue nominado al Oscar en el apartado de mejor guión original.
Por otra parte, Audrey Hepburn se perdió la oportunidad de obtener una nominación al Oscar por esta película; pues La Academia tuvo que elegir entre sus actuaciones en esta película y en “Wait Until Dark” (1967) y eligió esta última.
La película tuvo un enorme éxito, y toda Europa se rindió ante Stanley Donen, calificándolo como “el nuevo gran maestro de la comedia sofisticada y adulta”
Rodada en Francia, inicia el viaje de Londres a La Riviera Francesa que hará que Mark “Markus” Wallace (Albert Finney) y su esposa Joanna (Audrey Hepburn) revivan los románticos comienzos de su relación, los primeros años de su matrimonio, y sus respectivas infidelidades.
Con el paso del tiempo, los 2 han cambiado, por lo que tendrán que enfrentarse a un dilema:
Separarse o aceptarse mutuamente tal como son.
La metáfora de los viajes y el discurrir del matrimonio, es el vehículo que el guión de Frederic Raphael utiliza para poner de relieve los diferentes estados por los que atraviesa las relaciones de Mark y Joanna a lo largo de los años.
Ese planteamiento permite al espectador, saltar por encima de los hechos diarios para observar directamente los resultados de su matrimonio.
Y es que su viaje no transcurre únicamente por carreteras francesas, sino que también transita en los sinuosos caminos de la memoria y el recuerdo, quizás más difíciles de recorrer; porque en esta historia se analizan y tocan puntos con los que nos sentiremos identificados:
La pasión, la ilusión, la infidelidad, las discusiones, el “no aguantarse”, la incomprensión, el egoísmo, el perdón, la rutina o la costumbre, los hijos, la colisión de personalidades e intereses, el hartazgo, la crueldad… todo ello en imágenes alegres y coloridas que se intercalan pulidamente con aquellas cargadas de conflicto y tensión.
El montaje es entonces lo mejor de la película, muy experimental para las ideas comerciales del Hollywood sesentero; y no le impide ser amena, tan dramática como cómica; ayudada de sobra con la música del célebre Henry Mancini.
Two for The Road es una “película de carretera”, la cual da aventones a los impredecibles sentimientos humanos.
Muy adelantada para la época.
“What kind of people just sit like that without a word to say to each other?”
El director Stanley Donen, volvió a contar con Audrey Hepburn 10 años después de la deliciosa “Funny Face” (1957); y el resultado fue uno de los dramas románticos más incisivos y arriesgados jamás realizados; porque Donen no se ajusta a las cómodas reglas del género, sino que fragmenta su narración en varias líneas argumentales, correspondientes a diversos momentos en la vida de sus protagonistas; pues el montaje intercala sabiamente fragmentos de cada época, unos felices y otros tristes, provocando una constante sensación de inestabilidad y ansiedad en el espectador.
Este es un atípico  retrato sobre la progresiva descomposición de una pareja; con las disecciones más agudas que se han hecho acerca de los motivos que pueden llevar a un matrimonio al fracaso.
Tan certera es, que Stanley Kubrick fichó al guionista, Frederic Raphael, años más tarde, para escribir “Eyes Wide Shut” (1999) que trata de temas similares.
Así las cosas, el film muestra a una pareja en plena crisis conyugal, que recuerdan la época en que eran felices, empezando por su flechazo.
Estamos en 1967, cuando el cine clásico estaba a punto de “morir” y el cine de autor estaba a punto de nacer.
Ahí aparece Two for The Road, a caballo entre uno y otro, pero montado en ambos:
Del cine clásico, toma el conflicto claro, el entretenimiento, el humor físico, el gusto por la estructura precisa, el protagonismo claro de una pareja, los actores carismáticos, la coreografía, el diálogo indirecto, la dirección artística, el glamour que proporciona posteridad; y del cine de autor, tomó la fuerza, la bestialidad de su pesimismo, el silencio brutal que genera cada frase repetida como una puñalada, la apuesta por un solo tema al que explotar hasta hacer que él explote., en el contexto cultural.
Recordar que esta película se hizo hace más de 50 años, cuando el hipismo apenas existía, siendo todavía una semilla de los anteriores “beatnicks”; por tanto, aún no se hablaba de liberación de la mujer, las drogas recreativas, la libertad sexual o la vida bohemia, y en el mundo del cine, todos los papeles masculinos representaban al macho alfa clásico, protector, condescendiente, sin ninguna inseguridad ni ninguna duda, lo que ahora se llama “retrosexual”
“Me asombra siempre cuando me dicen que Two for The Road es una película romántica, porque pienso que tiene una mirada dura, penosa.
No debería ser deprimente, sino crear la conciencia de que cuando uno se enamora de alguien, no viven felices y comen perdices.
Eso es la película”, dijo Stanley Donen; que aquí coordina las transiciones para hacerlas naturales al espectador, con el tratamiento del “gag” clásico basado en la imagen, el uso de los primeros planos para insertar el dramatismo en las escenas o la utilización de los recursos cinematográficos de montaje, que nos remiten a un concepto visual cinematográfico, más allá de la escritura del guión.
Porque el montaje nos va trayendo al presente, el pasado de esta pareja mediante 5 viajes que ambos realizan por el sur de Francia, más uno donde se muestra la infidelidad de Mark en un viaje en solitario… pero estos 5 viajes no llevan, como ya dijimos, un orden temporal, de tal forma que vamos avanzando o retrocediendo en el tiempo, siendo el espectador quien recompone los fragmentos.
Eso hace un buen análisis cinematográfico de las relaciones de pareja, y de la institución del matrimonio de la mano de un gran director y 2 grandes estrellas de la pantalla grande, unidos por un guión excelente y muy adelantado a su época.
Ahora, un exitoso y rico arquitecto, Mark Wallace, y su esposa Joanna, viajan en su Mercedes 230SL “roadster” blanco de 1965, al norte de Francia para conducir a Saint-Tropez, para celebrar la finalización de un edificio, un proyecto para un cliente llamado Maurice Dalbert (Claude Dauphin)
Las tensiones entre la pareja son evidentes, y mientras viajan hacia El Sur, ambos recuerdan y discuten varios viajes pasados por el mismo camino.
El primer recuerdo es su primer encuentro en un ferry en 1954, cuando Mark viajaba solo, y Joanna formaba parte del coro de niñas.
Se vuelven a encontrar cuando el autobús del coro de Joanna se sale de la carretera, y Mark les ayuda a volver al camino; y cuando las otras chicas contraen varicela, Joanna y Mark terminan inesperadamente haciendo “autostop” juntos.
La siguiente historia involucra a los 2, recién casados, que viajan con la ex novia de Mark, Cathy Maxwell-Manchester (Eleanor Bron), su esposo Howard (William Daniels) y su hija Ruth “Ruthie” (Gabrielle Middleton) de los EEUU.
Ruthie no tiene límites, y su comportamiento frustra a Mark y Jo.
Finalmente, Ruthie revela las descripciones desagradables de Joanna, que sus padres han hecho en privado.
En este punto, Mark y Joanna deciden viajar solos…
Una escena muestra a Mark y Joanna cenando en un restaurante durante un período particularmente tenso en su matrimonio.
No están hablando en absoluto.
Joanna mira alrededor del restaurante, y le pregunta a Mark:
“¿Qué tipo de personas pueden sentarse allí sin decir una palabra?”
A lo que Mark contesta, bastante malhumorado:
“¡Gente casada!”
A continuación, se ve a la pareja conduciendo una MG que comienza a tener problemas de escape, y finalmente se incendia.
En este viaje, Joanna anuncia que está embarazada… y también se encuentran con el rico Maurice Dalbert, y su esposa Françoise (Nadia Gray)
Maurice se convierte en un cliente generoso pero exigente para Mark…
La siguiente historia los muestra viajando con su hija pequeña, Caroline (Kathy Chelimsky)
En otro episodio, Mark viaja solo, y tiene una aventura con otro conductor; y se muestra que la aventura es fugaz y de naturaleza poco seria.
Más tarde, Joanna tiene un romance con el hermano de Françoise, David (Georges Descrières), que se presenta como mucho más serio que el de Mark, y amenaza con terminar el matrimonio.
Sin embargo, mientras Joanna cena con David, son testigos de una pareja comiendo juntos sin decir una palabra...
David pregunta de improviso:
“¿Qué clase de personas pueden sentarse allí sin una palabra que decirse?”
A lo que ahora Joanna responde con entusiasmo:
“¡Gente casada!” y, dándose cuenta de que extraña a Mark a pesar de su pasión descolorida, vuelve corriendo hacia él.
Al final de la película, Los Wallace logran terminar su relación a largo plazo con Maurice, y encontrar un nuevo cliente en Roma.
Así se analizan honestamente los temores e inseguridades que los han afectado a lo largo de la película; y finalmente cruzan la frontera de Francia a Italia.
Este es un nuevo terreno tanto para ellos como para la audiencia, lo que indica un movimiento más allá de los viejos problemas hacia un futuro más maduro.
Two for The Road es un filme directo, que comienza con los títulos de crédito creados por Maurice Binder, en los que se nos muestra una serie de animaciones basadas en todo tipo de señales de tráfico y direcciones que se entrecruzan, mostrando la relación metafórica que se desplegará a continuación entre el viaje, la carretera, y el devenir del matrimonio protagonista a través de los años; mientras que la melancólica música de Henry Mancini que los acompaña, nos indica también que los recorridos de este viaje no son siempre luminosos.
La película ha sido clasificada como una “road movie”, a falta de otra definición mejor, y tal vez sea una definición válida, si entendemos la carretera por la que ambos personajes se desplazan como una metáfora de sus vidas en común, pasando por todos los momentos de su vida en pareja:
Encuentro, romance, aburrimiento, engaño, desengaño, y evaluación de la situación para ver si merece la pena continuar el viaje, efecto metafórico amplificado por el hecho de que todos estos momentos se narran en paralelo, de modo que llega un momento en el que, como “voyeurs” fílmicos, o como si fuésemos ellos mismos, podemos experimentar a la vez, todos los estados de su vida, comprimidos en esos distintos viajes por la carretera, y compararlos, analizándolos en su conjunto.
Al tiempo que el film pudiera catalogarse como un análisis lúcido de la institución matrimonial y las inestabilidades a las que dicha institución se ve sujeta; porque lo que presenciamos, es el paulatino proceso de desintegración de una pareja con todo lujo de detalles:
Frialdad en el trato, reproches mutuos, actitudes egoístas, insatisfacción de las relaciones sexuales, separaciones y reconciliaciones.
Estos son elementos muy realistas, que son propios de los problemas conyugales que pueden darse en los matrimonios; y parte de una estructura narrativa basada en continuos saltos en el tiempo, construyendo su historia a través de la interrelación entre 4 épocas distintas de la vida de una pareja:
Noviazgo, boda, infidelidad, y paternidad.
La pasión inicial ha desaparecido, y el paso del tiempo ha ido desgastando los sentimientos mutuos y las ilusiones de ambos.
Se ha producido un ascenso en el nivel social de la pareja, paralelo a la crisis conyugal en que ha desembocado, factor que aporta una visión crítica acerca de lo independiente que resulta el bienestar económico y los sentimientos personales en las relaciones humanas.
El distanciamiento de la pareja, da lugar a infidelidades que posteriormente tratan de solucionar, para pasar a preguntarse al cabo de poco tiempo, por qué no decidieron divorciarse entonces, en lugar de prolongar lo inevitable.
Con un planteamiento clásico de comedia, donde 2 personajes que en principio son muy diferentes, terminan juntos, asistimos a la evolución de la pareja durante más de una década:
El encuentro, su enamoramiento, los primeros años teñidos de romanticismo a pesar de las dificultades económicas para establecerse como arquitecto, el peso del trabajo que va haciendo mella en las relaciones, el triunfo profesional de él, mientras ella se dedica a su casa y a criar a su hija; las continuas discusiones, el éxito económico frente al fracaso personal, o sus infidelidades.
Y sin embargo, a pesar de ser conscientes de todos esos acontecimientos descritos en el párrafo anterior, y que por sí solos no tendrían mayor importancia o novedad respecto a otros filmes que han tratado el desgaste de un matrimonio, muchos de ellos no los vemos en la pantalla, sino que nos son descritos o los intuimos a través de las imágenes y los diálogos plasmados en una serie de viajes que los 2 personajes realizan por Francia.
Por tanto, lo novedoso del filme de Donen, no es tanto el contenido que transmite al espectador, sino el tratamiento basado en primero, establecer el viaje como camino paralelo para narrar sus vidas; y segundo, el montaje que rompe con la historia cronológicamente, para permitir avanzar y retroceder durante ese periodo de años.
La equiparación entre la descripción de los viajes y el discurrir del matrimonio, es el vehículo que el guión de Frederic Raphael utiliza para poner de relieve los diferentes estados por los que atraviesa las relaciones de Mark y Joanna a lo largo de los años.
Ese planteamiento permite al espectador, saltar por encima de los hechos diarios para observar directamente el resultado de su matrimonio.
No vemos el casamiento de la pareja, el nacimiento de su hija o sus dificultades para establecerse profesionalmente, pero somos conscientes de la que significa pasar del romanticismo inicial a una relación guiada por la institución del matrimonio, y todo lo que ello conlleva.
Por ejemplo, cuando el film introduce cómo afecta el nacimiento de su hija en el matrimonio, lo hace a través de su propia hija, pero sobre todo utiliza la aterradora hija de unos amigos durante el viaje que realizan hacia Grecia, y que se frustrará precisamente por la actitud de la niña impertinente.
La carretera funciona como un teatro, donde asistimos a la representación metafórica de sus relaciones.
Los desplazamientos en “autostop”, el coche viejo que se estropea y los alojamientos baratos con su imagen idílica y romántica, nos hablan de la primera etapa de la pareja, donde el amor se impone frente a las adversidades.
La pareja se está conociendo, y los elementos adversos quedan escondidos bajo ese amor iniciático.
Los viajes posteriores van aportando el peso de la rutina en un matrimonio que se mantiene bajo la promesa de un amor latente, y que sofoca las crisis que el paso de los años destapa irremediablemente. 
Todo se desarrolla en la carretera:
Las dificultades económicas, los primeros pasos en el mundo laboral de la mano de Maurice, el abandono de Joanna por parte de Mark debido a la absorción de su trabajo como arquitecto, las discusiones, las reconciliaciones o las infidelidades.
Todo ello planteado siempre bajo la tesis de seguir hacia delante en ese viaje donde parece que nadie está dispuesto a apearse.
Otro elemento significativo, es la utilización del montaje para alterar la narración cronológica.
Partiendo de un viaje que se desarrolla en el tiempo actual, 1966, el filme se estrenó en 1967; asistimos a diferentes “flashbacks” que nos muestran los desplazamientos de la pareja por Francia.
Así, haciendo visible para el espectador la situación actual de un matrimonio en crisis, el montaje nos va trayendo al presente, el pasado de la pareja mediante 5 viajes que ambos realizan por el sur de Francia, 6 si contamos el fragmento donde se muestra la infidelidad de Mark en un viaje en solitario.
Estos 5 viajes no llevan un orden temporal, de tal forma que vamos avanzando o retrocediendo en el tiempo, siendo el espectador quien recompone los fragmentos.
Por tanto, esta fragmentación del relato consigue aportarnos una visión de conjunto de la relación del matrimonio, que únicamente es posible con este montaje, pues si pusiéramos las escenas cronológicamente, la película no tendría sentido, ya que esta continuidad viene dada por las transiciones que encadenan la acción:
Un coche de un viaje que deja paso a otro coche de otro viaje, diálogos que se encadenan de una época a otra, etc.
Además, estas transiciones tienen como principal objeto, cuestionar y rebatir las ideas de la pareja.
De esta forma, asistimos a las contradicciones de Mark y Joanna, precisamente por avanzar y retroceder en la narración.
Y resulta triste observar las primeras escenas, en las cuales se describe un matrimonio acabado y encadenar la visión de un barco desde el avión, con el barco donde Mark y Joanna se conocen por primera vez.
Asistimos al acercamiento de la pareja, con sus situaciones cómicas, pero siendo conscientes que en unos años, ese optimismo inicial se tornará en una agria relación, pues cuando hablan en su primer viaje de que los matrimonios no hablan, a continuación, viene una escena que certifica esa afirmación con ellos mismos una vez ha pasado el tiempo.
Aunque no es necesario, ya que los modelos de los coches y el vestuario aportan los datos suficientes para saber en qué viaje nos encontramos en cada momento del filme, éste da pistas sutiles para situar a los personajes y sus desplazamientos en el tiempo concreto.
Por las fechas que aparecen en las pegatinas de los parabrisas de los coches, el sellado del pasaporte, el año de edición de una guía de viaje o el diálogo, 2 años de casados, volveremos a esta playa dentro de 10 años, etc.; podemos situar que Two for The Road transcurre más o menos en una 12 de años, entre 1953 y 1966; y aunque, insistimos, no es significativo saber la fecha exacta, sí es importante al menos el periodo temporal conjunto, porque en esa década se produjeron cambios sociales que ayudan a enmarcar los cambios de los personajes:
Sean movimientos sociales, culturales e ideológicos.
Además, Two for The Road refleja también los cambios que en esos años se dan entre el modelo de cine clásico:
Hollywood, los estudios, las estrellas… y el modelo hacia un nuevo cine que se da a partir de la década de los 60.
No hay que olvidar que la trayectoria de Donen, un representante genuino del modelo de representación institucional del cine clásico, con sus musicales con Gene Kelly; experimenta y va cambiando su estilo hacia un cine más acorde con el nuevo periodo:
Con rodajes en Europa, nuevos actores como el propio Finney, que venía del Free Cinema, y las temáticas más adultas, etc.
Ese matrimonio joven y feliz, como el cine de La Época Dorada de Hollywood, pertenece a un tiempo que ya pasó; ahora, como los personajes, ese cine debe adaptarse a los cambios.
Y podría parecer que debido al énfasis puesto en resaltar la estructura del filme, con el magnífico guión de Frederic Raphael, el trabajo de Stanley Donen como director, queda disminuido o infravalorado.
Esta consideración sería un error, pues el tratamiento visual de Two for The Road pone en valor la dirección y el concepto cinematográfico de Donen.
El entramado narrativo, tiene su origen en el guión, del que el propio director participa aunque no figure en los títulos, pero la visualización del mismo, la puesta en escena, remite a la elegancia del director de títulos como “Singin in The Rain” o “Charade”, por nombrar 2 obras maestras de su filmografía.
Por otro lado, la coordinación de las transiciones para hacerlas naturales de cara al espectador, el tratamiento del “gag” clásico basado en la imagen, como la cara del policía cuando disimula para no empujar el coche de la pareja, las caídas en la piscina, etc., el uso de los primeros planos para insertar el dramatismo en las escenas o la utilización de los recursos cinematográficos de montaje o la rotura del “raccord” como en la escena en que vemos cómo Joanna se aleja por la montaña, enfadada; y cuando Mark le pregunta si quiere casarse con él, de repente, aparece junto a él para abrazarse…. nos remiten a un concepto visual cinematográfico más allá de la escritura del guión.
Curiosamente, en su momento, el filme fue acusado de imponer un final feliz al terminar los 2 juntos, unidos por la anécdota del pasaporte que se repite a lo largo de la narración, aunque sinceramente no creo que nadie piense que ese camino elegido, la continuidad del matrimonio, sea el mejor para los protagonistas o les garantice un “happy end” creíble, pues Mark y Joanna están más cerca de la aceptación de su rutina, que de las ganas de luchar por un futuro mejor.
Del reparto, no hay igual:
Audrey Hepburn fue la primera y única opción de Stanley Donen para el papel de Joanna; y cuando él le envió un “sketch”, ella lo rechazó porque el estilo de cine de vanguardia no le gustaba, ya que antes había hecho uno igual que no había tenido éxito, probablemente fue “Paris When It Sizzles” (1964)
Peor cuando lo intentó de nuevo y le envió el guión completo, a ella le encantó y accedió a hacerlo.
Pero Hepburn hizo esta película antes de caer en un retiro temporal prolongado.
¿Era ella demasiado vieja para esta película?
No para los segmentos que tratan con la última parte de la relación matrimonial; pero si cabe decir que la película abarca 12 años y, sí es un poco visual para ver a una Audrey de 37 años, que interpreta a una mujer universitaria de 22 años, pero su actuación en todo fue brillante; al tiempo que fue una tremenda partida para ella.
Y es que en Two for The Road, ella no hace el papel de la delicada criatura de sus películas anteriores; incluso abandonó, a regañadientes, su vestimenta de Givenchy, pues el director Stanley Donen insistió en que era esencial para su personaje, que usara ropa que se pudiera comprar en una tienda.
Muchos críticos de la época, destacaron su atractivo de “la casa de arte”, debido en gran parte a la edición de secuencias de ida y vuelta, y la inteligente yuxtaposición de similitudes, paralelos y contrastes en escenas que abarcan 12 años; pero varias biografías de Hepburn, indican que estaba muy nerviosa al fotografiar sus primeras escenas de desnudos para esta película, en particular una secuencia de inmersión… y si tal escena fue filmada, no terminó en la impresión final.
Otro dato es que La Hepburn, que rodó la película en unas circunstancias personales muy parecidas a las de la protagonista, fueron circunstancias que desembocarían en su posterior divorcio.
Culturalmente significativo fue la moda usada por la actriz, donde aparece vestida con un brillante traje de pantalón de PVC negro diseñado por Paco Rabanne, y los otros modelos de Mary Quant y Ken Scott.
Otra curiosidad viene que Audrey Hepburn abandonó brevemente la película porque estaba embarazada, por lo que Stanley Donen consideró la posibilidad de elegir a Julie Christie como Joanna.
Sin embargo, Hepburn volvió a la película después de que tuvo un aborto involuntario.
Mucho se ha dicho que Audrey Hepburn tenía miedo del agua, por lo que la escena en la que Mark arroja a Joanna al agua, tenía que hacerse con algunos buzos de pie, apenas fuera del alcance de la cámara; tanto que una toma se arruinó, porque el buzo saltó demasiado rápido para salvar a Audrey.
Two for The Road es una de las pocas películas en las que Audrey Hepburn usa malas palabras.
Ella dice “Fuck” y “Bastard” en el transcurso de la película.
Pero vaya química que tenía con Albert Finney, que a ambos se les pidió que se “dirigieran” en varias secuencias en las que se les mostraba dentro de un automóvil en movimiento.
Ellos mismo fueron los que empujaron los botones de la cámara mientras el director Stanley Donen viajaba junto a ellos en otro auto.
Por otra parte, el actor recientemente fallecido, Albert Finney, ofrece un rendimiento igualmente fuerte.
Y el espectador ve todo lo que es maravilloso y horrible acerca de la dinámica de una pareja que se da cuenta de que, a pesar de la infidelidad mutua, todavía se aman y se pertenecen.
También aparece Jacqueline Bisset, parcialmente doblada por otra actriz; y poco después de filmar Two for The Road, La Bisset recibió un papel en una importante película de Hollywood; se fue de Inglaterra y no estuvo disponible cuando llegó el momento de volver a doblar algunas de sus líneas.
Finalmente decir que Patricia Viterbo, quien interpretó a una de las amigas de la gira de Joanna, murió durante el rodaje de una escena en la su auto descapotable se vuelca lentamente hacia la orilla del río Sena en París.
Se volcó demasiado rápido, que el coche entró en el agua, y ella se ahogó antes de que la tripulación pudiera salvarla.
Su pasajero, Henri Garcin, quien interpretó a su amante en la película, fue arrastrado, y sobrevivió.
Muchas de las escenas de la pareja, rebosan humor e ingenio; y por momentos es lírica  y vitalista.
El viaje perpetuo, las aventuras de los enamorados, las apariciones de niños, la naturaleza y la velocidad, son elementos que juegan un papel de gran importancia, aportando significado a los diferentes momentos de la relación; por lo que es importante destacar el paso de la natural y joven Audrey, a la amargada y desentendida mujer.
Todo ello resulta muy acertado; y también lo es el uso del pasaporte, que el marido siempre pierde.
La partitura es de Henry Mancini, que dijo fue la más difícil en su carrera, y que ésta siempre fue su favorita.
“They don't look very happy”
Como decía Lord Henry Wottom en “The Portrait of Dorian Gray”:
“Los que son fieles conocen el lado trivial del amor únicamente; el infiel es el que conoce las tragedias del amor”
Es la naturaleza misma del humano, la que se cansa de lo mismo y se siente atraída por el cambio; y es la duda del humano y la dificultad para tomar decisiones, la que hace que permanezcan en la misma situación sentimental durante años.
Por lo que la calidad del romance está en mostrar que el poder del pasado no puede innovar ni estimular, ni tan siquiera tiene que molestarse en transmitir la tentación de afuera, porque un matrimonio se quiebra primero desde dentro hasta la humillación.
Pero qué difícil es olvidar, volver es la siguiente tentación a la aventura, aunque todo estuviera acabado, el compromiso puede ser en sí, fingir, pero el valor de las preguntas y respuestas, sí que salen de la sinceridad, arranca, frena y pregunta, arranca, frena y responde:
¿Por qué estás aquí, por qué existes...?
Pensar, dejar de pensar, ahora está aquí, cuántos amores se definen en un coche, la historia de la bruja y el bobo...
La vida es sabia, y en el juego de elegir, siempre tenemos opciones… y hay siempre ocasión para que metamos la pata.
El propósito es sacarla, y rescatando lo grato, hacer eficiente uso de la opción reconciliatoria para seguir adelante.
Es por ello que Two for The Road confirma:
Cuida bien de lo que haces porque, en aquello que faltares… un día te faltarán.

“That's marriage for you”



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