Isadora

“I'm not after my fortune. 

I'm after my destiny”


No podemos dejar de advertir la pertinencia de las palabras de Isadora Duncan: 

“La mayoría de los seres humanos desperdicia 25 o 30 años de su vida antes de atravesar las mentiras convencionales que los rodean”

La bailarina, que criticaba a quienes “viven en un estado vegetativo” y se han “concentrado en una sola dirección”, mantiene su estatus de provocadora; y no sólo porque su irrupción en el mundo desafió convencionalismos que no han sido desterrados del todo, sino porque su espíritu indómito abrió la puerta a creadoras que han tenido que vencer prejuicios sexistas que subsisten. 

En una biografía bosquejada para La Fundación de Danza Isadora Duncan, se dice:

“El genio de Isadora Duncan inspiró a otros bailarines modernos de su tiempo para crear sus estilos individuales. 

Sin embargo, la gran influencia de la danza de La Isadora no se limitó al escenario. 

Todas las artes apuntaban hacia nuevas direcciones, buscando formas nuevas y excitantes de expresión e inspiración, y encontraron a Isadora Duncan”

Para Isadora, era el amor a la naturaleza y a la vida lo que había de transmitirse a través del movimiento, siguiendo el ejemplo de las nubes, el mar o las copas de los árboles mecidas por el viento. 

Enemiga del ballet, al que consideraba un género falso y absurdo, Isadora Duncan manifestó que la danza debe establecer una armonía calurosa entre los seres y la vida, y no ser tan sólo una diversión agradable y frívola. 

La Duncan danzaba descalza, con una simple túnica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo; y hoy es considerada la iniciadora de la “modern dance” norteamericana y su figura es evocada con fervor en todos los escenarios del mundo.

No debe sorprender este completo desacuerdo con las más antiguas normas del ballet por parte de quien concebía la danza como un sacerdocio, como una forma sublime de emoción espiritual y como una liturgia en la que alma y cuerpo debían ser arrastrados por la música para transformarse en puro arte.

Isadora fue una notable bailarina y coreógrafa estadounidense, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna, y ha sido una de las primeras mujeres libres e independientes respecto a su arte y respecto a su vida; declarándose varias veces durante su vida como “atea convencida”; cuenta ella misma que abandonó la escuela a la edad de 10 años y comenzó junto con su hermana a impartir clases de danza a otros niños de su barrio, mientras su madre, Dora, daba lecciones de piano para sustentar a la familia y se encargaba de la educación de sus hijos. 

Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia en el posterior desarrollo artístico de Isadora.

Y de acuerdo con sus biógrafos, ella era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar; de ahí que su fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los años posteriores. 

La niña Isadora imaginaba entonces movimientos de manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el origen de su peculiar estilo en la danza; y ya en los albores del siglo, Isadora convence a su madre y a su hermana para que la familia emigre a Europa. 

Es irónico pensar que por aquel entonces, media Europa intentaba emigrar a los Estados Unidos para alejarse de la penuria económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así, Las Duncan parten en 1900 y se asientan en Londres inicialmente, y posteriormente en La Ciudad Luz.

Durante su etapa londinense, Isadora, siempre inquieta y autodidacta, pasa largas horas en El Museo Británico, donde le fascinan las expresiones artísticas de La Grecia Clásica, y muy especialmente los vasos decorados con figuras danzantes, que de ellas adoptará algunos elementos característicos de su danza, tales como inclinar la cabeza hacia atrás como las bacantes. 

Es en esta época cuando comienza a consolidarse su estilo único, y al mismo tiempo que se iba consolidando, estudiaba en profundidad la danza y la literatura antigua a través de los museos, particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y El Museo Rodin.

Durante esos años, las más importantes ciudades europeas pudieron extasiarse ante la nueva estrella, a la que llamaron “La Ninfa”

Y en todos lados, Isadora Duncan tuvo amigos pintores, poetas e intelectuales, y estuvo rodeada de admiradores que deseaban conocerla. 

Apasionada, bellísima y maravillosa, ejercía un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodeaban; y se comenzó a asociar muchos nombres masculinos con el de Isadora, y pronto nacería la leyenda de un maleficio que parecía emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que entregaba su amor, un maleficio que acabaría de forma terrible con su propia vida…

Por otro lado, los temas de las danzas de Isadora eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos. 

Su puesta en escena era también revolucionaria, y en cierto sentido minimalista: 

Apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces, y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos; frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. 

Y es que Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo habitual en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta; por lo que es comprensible que el estilo de Isadora chocase en un principio al público del momento, acostumbrado al lenguaje de La Danza Clásica. 

Por ello, Isadora hubo de aguantar abucheos e interrupciones de diversa índole en sus sesiones de danza durante algún tiempo, siendo notable en este sentido la polémica que se desató durante una gira por América del Sur en 1916…

Efectivamente, Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a constreñir los pies en las zapatillas de baile. 

Al tiempo que sentía una admiración estética por la belleza del cuerpo humano, influida por los cánones de las estatuas y pinturas de La Grecia Clásica; su método coreográfico era una especie de filosofía basada en el convencimiento de que el baile ponía al individuo en comunicación armónica con el ritmo intrínseco de la naturaleza y los cuerpos celestes; y las características principales del estilo y pensamiento de la artista la ubican en corrientes que son:

Su búsqueda por retornar al estado de naturaleza perdido a partir de la manifestación triunfal de las emociones por sobre los condicionamientos del racionalismo estricto. 

Para esto se alinea con el impresionismo en lo que refiere al repudio de la tradición clásico-académica y con las ideas expresionistas al opinar que la danza debe crearse a partir de la expresión de emociones.

Se considera una restauradora de los ideales griegos, con lo cual se alinea con el impresionismo, ya que ella es la intermediaria entre aquella cultura y la humanidad de su tiempo. 

Sin embargo, su danza es siempre una manifestación personal, lo que la encuadra también como expresionista.

Ambas corrientes rechazan, al igual que ella, los artificios artísticos, que se oponen a la espontaneidad genuina del arte dionisiaco. 

Ejemplos de esto son su visión a favor del desnudo y los pies descalzos; y niega la necesidad clásica de lo etéreo para revalorar la importancia del contacto con la tierra.

También se opone a todo elitismo, revalorizando el derecho popular de tener acceso a la danza, oponiéndose al entrenamiento mecanicista que atenta contra la esencia de la libertad del ser humano.

Busca la fuente desde donde se manifiestan por los canales corporales las fuerzas centrífugas de la naturaleza como el impresionismo, asignando a la vez vital importancia al desarrollo espiritual, aclarando que el movimiento corporal es la expresión divina del espíritu humano como lo es el mismo expresionismo.

Y ante el virtuosismo ganaba lugar el valor del corazón, la pobreza de formas estaba compensada por la intensidad expresiva; y e. Entiende que el movimiento es eterno, y que sigue las líneas ondulantes de la naturaleza, sobre lo cual basa su danza. 

Las rodillas dobladas, los pies descalzos, la cabeza volcada, la inclinación del torso y el balanceo de brazos remiten a las danzas báquicas de las vasijas griegas.

Así, Isadora Duncan, quien estaba convencida de que no era su cuerpo el que bailaba, sino su esencia, su alma, su interior; fue un ser libertario que jamás sucumbió a los formalismos y que no se dejó encasillar; y nada impidió que difundiera su arte por el mundo. 

Creó escuelas en Francia, Alemania y Rusia, y sentó las bases de una danza que se alejó de lo clásico y se opuso a las técnicas de enseñanza tradicional. 

Su concepto estético reivindicó el culto, el rito y la naturaleza del cuerpo; tan atrevida era que en su última presentación bailó el “Ave María” de Franz Schubert, en París, en 1927.

La Duncan era así en todos los aspectos de su vida:

Imprevisible, libre y alejada de los convencionalismos; y en lo personal tuvo una vida íntima tan poco convencional como la expresión de su arte, viviendo siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales. 

Se casó con el poeta ruso, Serguéi Esenin, 17 años más joven que ella; que la acompañó en un viaje por Europa, pero el carácter violento de éste y su adicción al alcohol dieron al traste con el matrimonio. 

Al año siguiente, Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental; suicidándose poco tiempo después, el 28 de diciembre de 1925, aunque se ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado. 

Pero desde siempre, Isadora había elegido ser madre soltera, y tuvo 2 hijos.

Aunque no quiso revelar el nombre de los padres, se sabe que fueron del diseñador teatral Gordon Craig y de París Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser, Isaac Merritt Singer. 

Al tiempo que la vida privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias; la más espantosa fue ciertamente la muerte de sus hijos, Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un accidente en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su nodriza.

Además, era sabido que Isadora era bisexual, y mantuvo relaciones con algunas mujeres conocidas de su época, tales como la poetisa Mercedes de Acosta o la escritora Natalie Barney; y se le atribuyeron muchos otros romances no confirmados con otras mujeres, tales como la actriz Eleonora Duse o Lina Poletti.

Hacia el final de su vida, la carrera de Isadora había empezado a declinar…

Fueron para ella tiempos de serios problemas financieros y diversos escándalos sentimentales, acompañados por algunos episodios de embriaguez pública. 

Todo esto la fue alejando de sus amigos y su público, y finalmente de su propio arte.

Las trágicas circunstancias que rodean su muerte han contribuido sobremanera a la consolidación del mito, y están envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar por completo.

La gran Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil acaecido en Niza, Francia, la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años. 

El automóvil en que viajaba iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. 

Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por sus gritos, consiguiese detener el automóvil. 

Se obtuvo auxilio médico, pero se constató qua Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea.

“I would like to go down in history as a great dancer... but I suppose I shall be remembered only by the number of lovers I have had”

Isadora es un drama del año 1968, dirigido por Karel Reisz.

Protagonizado por Vanessa Redgrave, James Fox, Jason Robards, Ivan Tchenko, Vladimir Leskovar, Cynthia Harris, Bessie Love, Tony Vogel, Libby Glenn, Ronnie Gilbert, Wallas Eaton, Nicholas Pennell, entre otros.

El guión es de Melvyn Bragg, Margaret Drabble y Clive Exton; basados en los libros:

“My Life” (1927) de Isadora Duncan e “Isadora, an Intimate Portrait” (1928) de Sewell Stokes y sigue la vida de la bailarina estadounidense Isadora Duncan, quien actuó con gran éxito en toda Europa durante el siglo XIX; pero la prensa amarilla se ensañó en descubrirle relaciones con grandes figuras de la literatura y el arte de ambos sexos; al tiempo que la bailarina confundió sus fantasías con una realidad que no llegó a asimilar, porque tenía una vaga idea del mundo exterior; y ya en los últimos años de su vida, escribió su autobiografía que, retocada por Stokes, fue publicada poco después de su muerte. 

Así, la vida de Isadora Duncan estuvo marcada por la creatividad, el vanguardismo, la rebeldía y la tragedia; y esos fueron temas que llevaron la producción de una película entre Reino Unido y Francia.

Este es el 4° largometraje del director, que se estrenó en El Festival Internacional de Cine de Cannes, donde compitió por La Palme d’Or, y Redgrave ganó el premio a La Mejor Actriz, y recibió nominaciones para El Premio Oscar de La Academia a la mejor actriz.

No obstante, la película se estrenó originalmente con una duración de 168 minutos; y después de esto se cortó a 138 minutos. 

En 1987, el director Karel Reisz preparó un “corte de director” para sus proyecciones televisivas con una duración de 153 minutos. 

Esta fue la única versión disponible en video; y es sorprendente que Isadora no fuera un éxito en 1968, ya que encaja con la naturaleza inconformista y de espíritu libre de esa década.

La película fue filmada en 2 estudios cinematográficos en Inglaterra, así como en Yugoslavia, Italia y Francia; y la acción tiene lugar durante el último año de la vida de La Duncan (Vanessa Redgrave), al tiempo que se explora su vida como una famosa artista y bailarina de los años 1900 a 1920. 

Como hija de un estafador bancario de San Francisco, cuyo primer paso hacia la emancipación sexual y artística fue quemar ceremonialmente el certificado de matrimonio de sus padres; vemos a una mujer que después de un comienzo vacilante como una oruga ambiciosa, se transforma en una mariposa gloriosa e iridiscente, que promueve e innova un enfoque totalmente nuevo de la danza y el arte en general, siendo una constante el canto al cuerpo y a sus extraordinarias posibilidades para irradiar gozo, alegría, dolor y amor; pero también destaca la sensualidad, la pureza y la libertad de los movimientos que la hicieron grande; pero el filme explora más sus encuentros fortuitos solo con hombres:

Gordon Craig (James Fox), un alma gemela artística a Paris Singer (Jason Robards), un patrocinador financiero y padre de su 2° hijo y Serguéi Esenin (Ivan Tchenko), donde hay un gran el simbolismo en el hombre que conduce el coche que casi la atropella, a quien busca a partir de entonces, todos son retratados como el combustible de su fuego.

Pero Isadora nos muestra una vida menos que ordinaria, donde La Redgrave viste la tela de Isadora como un abrigo, con gracia pero con firme determinación. 

Así vamos a Isadora en la actualidad, en 1927, y también en “flashbacks” que muestran cómo llegó a ser prominente; donde su presencia y personalidad atrae al espectador mientras ella misma tiende a retraerse.

Sentimos sus movimientos a lo largo de la película como pequeños pero significativos, y sus respiraciones no son más que volutas, y nos queda un misterio y tristeza que rodeó su vida a través de pérdidas, peleas y opiniones políticas, donde ella misma podía ser su propia ruina, pero era Isadora Duncan.

Y es una gran película, pero solo gracias en gran parte a una impresionante actuación de Vanessa Redgrave en el papel principal, y en la meticulosa dirección de Karel Reisz, quien obviamente sabía lo que estaba haciendo, mostrando un evidente afecto por su tema. 

Quizás se le puede achacar su enfoque hacia sus amantes, y de eso tienen todas las películas biográficas, que no pueden hacer nada más que reducir la vida de sus sujetos a una serie de viñetas o incidentes melodramáticos o momentos destacados; más en el caso de Isadora, porque la vida de la mayoría de las personas famosas es aburrida la mayor parte del tiempo, y solo los incidentes melodramáticos son los que interesan a la gente. 

Pero Isadora se engrandece por La Redgrave que tiene suficiente aplomo para darle una ventaja sobre la mayoría de las biografías. 

“Honestly, I don't want to talk about red pencils with Esenin. 

I want to talk to him about making love with me. 

Now, how do say in Russian:

“I adore you. 

You have beautiful thighs?”

Isadora es una de esas grandes películas de estudio, exquisitamente producidas de finales de los 60 que tuvo un estreno importante durante 3 meses y luego desapareció de la faz de La Tierra para siempre. 

¿Por qué?

Isadora pudo haber tenido más éxito financiero que algunos de los títulos más recordados de la época, y ciertamente tuvo un gran impacto en el hermoso renacimiento de la decoración Art Nouveau de los años 60; donde recrea la turbulenta, contradictoria y apasionada vida de la bailarina Isadora Duncan. 

El director se propuso formular un retrato veraz y a la vez crítico, que mostrara la danza pero también lo difícil que es un genio como compañero de vida; y Reisz resuelve la leyenda tejida en su torno con el recurso del “flashback”

De ahí que la historia comienza con Isadora en la decadencia, y desde allí retrocede hasta la edad de 12 años, su posterior traslado a Europa, el ascenso y sus triunfos en los escenarios.

Pero también se ocupa de sus relaciones con el escenógrafo Gordon Craig, el industrial Paris Singer, y el poeta ruso Serguéi Esenin.

Además de la magnífica puesta en escena, el mérito del filme es la actuación de Vanessa Redgrave, tanto en la danza clásica como en el music-hall o el tango europeo de los años 20s y como leitmotiv, el director incluyó la melodía de “Bye Bye Blackbird”

Estamos en 1927, Isadora Duncan se convirtió en una leyenda como innovadora de la danza moderna, una bohemia temperamental y una abierta defensora del amor libre. 

Ahora con 40 años, vive en la pobreza en un pequeño hotel en La Riviera Francesa con su compañera Mary Estelle Dempsey/Mary Desti (Cynthia Harris) y su secretario Roger (John Fraser), a quien le está dictando sus memorias. 

Cuando era una niña en California, Isadora primero demuestra su desdén por los estándares sociales aceptados, quemando el certificado de matrimonio de sus padres, y prometiendo su dedicación a la búsqueda del arte y la belleza. 

Y ya en 1896, actúa bajo el nombre de Peppy Dora en un salón de música ruidoso en Chicago, y avergüenza públicamente al director del teatro para que le pague $300 para que pueda llevar a su familia a Inglaterra. 

Modelando su estilo libre de danza y vestuario según el clasicismo griego, en Berlín conoce a su primer amor, Gordon Craig, un joven escenógrafo que le promete que juntos crearán un nuevo mundo de teatro. 

Después de darle una hija al ya casado Craig, Isadora se muda a París y conoce a Paris Singer, un millonario que le prodiga regalos y luego le compra una enorme propiedad para que abra una “Escuela para La Vida”, donde solo se enseña la belleza y la sencillez.

Tras el nacimiento de su segundo hijo, Isadora regresa a Inglaterra con Singer, pero se aburre de su vida tranquila y entabla una aventura con su pianista, Armand (Christian Duvaleix)

Poco tiempo después, sus 2 hijos se ahogan cuando su automóvil se precipita desde un puente hacia El Sena. 

Rota por la tragedia, Isadora deja a Singer y vaga por Europa hasta que en 1921 recibe una oferta para abrir una escuela de baile en La Unión Soviética.

No afectada por la pobreza del país, desarrolla una fuerte relación con el campesinado y tiene un romance apasionado con Sergei Esenin, un poeta volátil con quien se casa para que él pueda obtener una visa para acompañarla a los Estados Unidos. 

Sin embargo, el escandaloso comportamiento de Esenin convierte una conferencia de prensa en un caos, y el sentimiento anti bolchevique estadounidense se convierte en abierta hostilidad cuando Isadora se desnuda los pechos durante un recital de baile en Boston; y tras la desintegración de su matrimonio, regresa a Niza para escribir sus memorias. 

Vendiendo impulsivamente sus posesiones para abrir una nueva escuela en París, Isadora va a un café local para celebrar, y ve a “Bugatti” (Vladimir Leskovar), un apuesto italiano a quien ha estado admirando durante varios días. 

Finalmente, ella va a dar una vuelta con él en su auto deportivo, y mientras rugen por un camino junto al mar, Isadora muere al enredarse su etola en la llanta trasera del vehículo.

La película biográfica, dirigida por Karel Reisz, sigue aspectos de la vida de La Duncan, y una cosa se percibe:

¡Era una mujer adelantada a su tiempo! 

Su desprecio por La Danza Clásica la hizo famosa, aunque como se muestra en la película, uno se pregunta qué libertades se tomaron los realizadores en las interpretaciones de La Redgrave de las obras creadas por el famoso artista.

Otra cosa que es claramente evidente en la película es la infeliz vida que tuvo; pues no tuvo suerte con ninguno de sus amantes. 

El más famoso fue Paris Singer, hijo de un millonario estadounidense que terminó trágicamente cuando su hijo y su hija junto a otro hombre se ahogaron, algo que pesó mucho sobre esta atormentada mujer; donde el mejor amante fue el pianista extranjero que, en primer lugar, Isadora describe como “espantoso y repugnante” y cuando finalmente comparten un paseo en carruaje, ella comienza a reconocer su belleza interior como artista.

Al tiempo que es una película larga y memorable, nunca es aburrida y ayuda tener un gusto por este tipo de cosas; pero sobre todo el filme es puro Vanessa Redgrave, en el apogeo de su belleza fue magnífica en su interpretación de la atribulada Isadora.  

Se cuenta que Redgrave se entrenó durante 6 meses para imitar el estilo de baile de Isadora Duncan en la película; y al filmar “la secuencia de la danza rusa” en un teatro lleno de extras desprevenidos, Vanessa Redgrave repitió un incidente de la vida real de Isadora Duncan, arrancándose la parte superior de su vestido y bailando con el pecho desnudo. 

A los extras no se les dijo que ella haría esto, proporcionando así las imágenes de reacción “de horror” de la audiencia que deseaba el director Karel Reisz.

Y si hay algo por lo que juzgarla, entonces la describiría como obsesionada, narcisista, superficial y un poco loca; porque la trama solo se centra en potenciar su lado más extravagante y estridente, sus desvaríos, amoríos y su vertiente neurótica; por lo que el arte, la belleza y la danza quedan al margen... 

Otra cosa que puede descolocar es el metraje, desmesurado y sin lógica, con saltos en el tiempo que pueden perder a cualquiera, tampoco ayudan a que esta película pueda estar al nivel de uno de los grandes iconos artísticos de finales del siglo XIX y principios del XX. 

Porque Isadora, aún dentro de lo que representó de ayuda a “la nueva mujer” que avanzaba con fuerza, no aporto “nada más” que la apertura del cuerpo y el movimiento a la danza actual. 

Y el hecho que lo justifica es que no “abrió” escuela, sino sólo una saga de imitadoras. 

Su filosofía, mezcla desordenadamente equivocada de casi autodidactismo y una idea “naif” de la libertad, sólo la llevo en un camino de errores.

Ejemplos válidos son su estancia “revolucionaria” en La URSS, sus nociones conceptuales de la política, de lo que pretendía La Revolución Soviética y, en la película, su baile en Boston ni más ni menos. 

Y es porque Isadora era una loca que sólo se altera con la muerte de sus hijos…

Tal vez eso fue el detonante de su pérdida de la realidad…

De todos modos, y es lo importante, el film es magnífico, técnica y narrativamente, con esos continuos “flashbacks” creando una nueva dimensión entre la realidad y el mito.

También hay un sobresaliente para la ropa, la escenificación de sus coreografías, las fotos históricas y las composiciones “a la griega” y por encima, de lejos, la extraordinaria captación marmórea de Vanessa, desnuda o vestida. 

Recordar que sus ideas artísticas, expuestas en su biografía y en algunos artículos, hoy suenan imprecisas; La Duncan no logró crear escuela, pero se destacó como una artista creativa, respetada en todas las ciudades en las que se presentó, en una época en la que la danza teatral de casi toda Europa no superaba el nivel de los espectáculos de variedades; donde verdaderas multitudes iban a sus presentaciones, y así como ganó fortunas que derrochó.

También se nota que ella fue de avanzada en sus ideas sobre la condición femenina. 

Sus vestidos y túnicas sueltas, inspirados en La Antigua Grecia y en El Renacimiento representaban la libertad para muchas mujeres oprimidas por los corsés y ceñidas ropas que decretaba la moda. 

Otra de sus innovaciones fue bailar descalza, despojada de las zapatillas que aprisionaban los pies de las bailarinas; pero su feminismo no pasaba sólo por lo estético. 

Sus principios sobre el amor, sobre el derecho de la mujer al propio goce, sobre los lazos del matrimonio y sobre la maternidad son aún hoy de avanzada en muchos rincones del mundo.

Del mismo modo en que tenía en claro que ella misma dirigiría su propia carrera, dispuso libremente de su vida amorosa hasta que en 1927, en Niza, ya envejecida, agotada y sin dinero, a los 50 años subió a un auto deportivo manejado por un joven y atractivo chofer italiano, Benoît Falchetto encontrando la muerte de manera absurda; y cuenta la leyenda que antes de subir al vehículo, se despidió de sus amigos con palabras proféticas: 

“¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!” 

En realidad, habría dicho:

“Me voy al amor”

Como fuera, pocos minutos después murió asfixiada por su propia estola, que sobresalía del auto y se enganchó en la rueda trasera. 

Si bien Isadora no tuvo éxito, se debió en parte al trasfondo político y a la censura, tanto que hay varias versiones de la película.

La versión original de 177 minutos que pronto cortaron 20 minutos.

A pesar del tiempo de ejecución reducido, la película aún tuvo un desempeño decepcionante, y el corte de 138 minutos para la edición estadounidense fue retitulada “The Loves of Isadora”

NBC-TV transmitió una versión parcialmente restaurada del corte original en 1972, con una duración de 168 minutos que luego se puso a disposición para su distribución.

El “corte del director” debutó en 1986, y hasta la fecha no se conoce ningún lanzamiento legítimo en los Estados Unidos en DVD o Blu-Ray.

En muchas de las versiones falta el “Intermission”, la escena de hacer el amor entre Redgrave y James Fox, y un fragmento de desnudez en la secuencia “Marche Slave”, al tiempo que se agregaron muchas imágenes nuevas. 

Pero en la mayoría faltan algunas escenas iniciales como el viaje de la familia Duncan en un barco de ganado transatlántico a Europa con un tiempo terrible…

La familia se registra en Claridge's Hotel como “The O'Gormans” y se escapa al día siguiente sin pagar la factura…

La joven Isadora y su hermano Raymond, improvisan bailes en hojas de otoño en el jardín de Kensington.

Muchas de las secuencias de Paris Singer eran más largas y un poco más complejas; mientras los cortes posteriores ajustaron un poco las cosas. 

Una secuencia adicional de actuación de baile se produjo después de que Isadora revelara las circunstancias que involucraron la muerte de sus hijos, llegando a la marca de las 2 horas. 

En Rusia y su muerte en Niza siguieron al intermedio, y constituyeron la última hora de la película. 

Por lo general, las versiones difieren en el ritmo general de la película, como por ejemplo, las secuencias de La Riviera/Nice fueron más de la columna vertebral de la película, y las alucinaciones de los hijos de Isadora y sus funerales comienzan como un misterio…

De esa manera se cruzan con más frecuencia, solo muy gradualmente revelándose al espectador; y para cuando Isadora se sienta a documentar su pérdida en la desgarradora pieza central, la audiencia ha comenzado a juntar las piezas del rompecabezas.

Por último, elogiar no solo la danza de La Redgrave sino la inclusión de la música clásica con la que bailó La Duncan.

“Tomorrow is a hypothesis”

Sin duda Isadora Duncan fue una expresión de la polémica, de la inquieta persecución del pasado, de la espiritualidad y del epicureísmo. 

Influenciada por las fuerzas de La Naturaleza, adoraba el mar, el arte griego clásico y su manera liberal de concebir la vida y el arte, se alejó de los encorsetados patrones de La Danza Clásica, e inventó un estilo natural en el que cuerpo y espíritu van en consonancia, sin amarras. 

Los decorados de sus presentaciones eran sencillos, su vestuario se limitaba a imitar la moda de La Antigua Grecia de túnicas ligeras, no se maquillaba, muchas veces se dejaba el pelo suelto, y no se ponía ningún calzado en los pies. 

Su danza era una manifestación de espontaneidad, en contra de la anti naturalidad del ballet que condena a las bailarinas a muchísimo esfuerzo y sacrificio. 

También las temáticas de sus espectáculos poseían la fuerza auténtica de los sentimientos en su estado primigenio. 

Así el dolor era abrasador, la muerte se notaba próxima, las emociones eran intensas, sin más restricciones que los límites físicos del cuerpo de Isadora; y el público se soliviantaba ante semejante audacia.

Y para ser consecuente, la artista vivió según su manera de concebir el baile; sin embargo no la persiguió la fortuna y la desgracia marcó, golpe a golpe, su escandalosa vida, tanto que de forma tan absurda, Isadora Duncan entró en el campo de los mitos modernos como una de las transgresoras más deliciosas de la pasada centuria.

Tras su muerte trágica, Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise en París, Francia, siendo hoy un mito cimentado en una vida de desafíos, de invención diaria y de un afán de crear algo único. 

“Miss Duncan ha unificado realmente la vida en la danza”, le escribiría Auguste Rodin en una misiva.

“Es natural en la escena, donde es tan difícil serlo. 

Hace la danza sensible a la línea y ella es simple como lo antiguo… 

Es el arte completo y soberano”

De esa manera La Duncan fue como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. 

Ella fue una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven, y hombres y mujeres bailaban al Sol movidos por la simple felicidad de existir.


“Farewell, my friends, I am off to glory!”





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