The Devils

“Satan is ever ready to seduce us with sensual delights”


Según la creencia religiosa, una persona es víctima de una posesión demoníaca, está endemoniada, o simplemente está poseída, cuando un espíritu maligno toma el control del cuerpo, por lo que implica la creencia de que un espíritu, demonio o entidad controla las acciones de una persona; y aquellos que se creen poseídos, comúnmente afirman que los síntomas de posesión demoníaca incluyen recuerdos perdidos, distorsiones perceptuales, pérdida de un sentido de control e hiper-sugestión; pero este trastorno del comportamiento que se atribuye al apoderamiento del espíritu por uno o más demonios, desde el punto médico se considera un Trastorno Disociativo de La Histeria y se le denomina “endemoniaría” o “demonio manía”

En el siglo XVII hubo algunos casos de supuesta “posesión demoníaca” que fueron atribuidos a brujas y, sobre todo a brujos; y también se creía que los brujos utilizaban la posesión carnal de las mujeres a las que seducían para que fueran poseídas por el demonio. 

Fue el caso de Urbain Grandier, un sacerdote en la iglesia de Sainte Croix en Loudun, en la diócesis de Poitiers; que parece ser, tuvo varias relaciones sexuales y románticas con mujeres, y adquirió fama de “Don Juan” por lo que había despertado la hostilidad de varios maridos y padres, algunos muy influyentes, por el deshonor que había traído a sus familias a través de las relaciones con las mujeres de sus hogares; por lo que los primeros informes de presunta posesión demoníaca comenzaron unos 5 meses después del estallido de La Peste, en 1632, cuando estaba terminando. 

Mientras los médicos y los propietarios adinerados se habían ido de la ciudad, los médicos porque no había nada que pudieran hacer, otros intentaron aislarse; y los conventos se habían encerrado detrás de muros, por lo que las monjas dejaron de recibir visitas de los salones. 

Allí, Grandier visitó a los enfermos y les dio dinero a los pobres... pero un grupo de 17 monjas del convento local de las ursulinas, cuya edad media era de 25 años, incluida La Madre Superiora, Jeanne des Anges, también conocida como Jeanne de Belcier, le acusó de haberlas embrujado, enviándoles el demonio Asmodeus, entre otros, para realizar actos malvados e impúdicos con ellas. 

Asmodeus, por ejemplo, fue ampliamente representado con un rostro hermoso, buenos modales y una naturaleza atractiva; y en La Edad Media, cuando se quería asociar Los 7 Pecados Capitales con sus “demonios responsables”, se le indicó como “el demonio de la lujuria”

Además, Grandier se había ganado la enemistad del poderoso Armand Jean du Plessis, Cardenal Richelieu y primer Ministro de Francia, y en sus continuos esfuerzos por consolidar y centralizar el poder, La Corona ordenó la demolición de los muros alrededor de Loudun; por lo que la población tenía 2 opiniones:

Mantener el muro o confiar en la protección del gobierno central. 

Bajo el reinado de Louis XIII, los hugonotes en su mayor parte querían conservar las murallas, mientras que los católicos apoyaban la monarquía.

Y en mayo de 1632, un brote de Peste en Loudun se cobró muchas vidas. 

Todo ello contribuyó a crear una atmósfera de ansiedad y aprensión en la ciudad dividida; por lo que Grandier apoyó a quienes deseaban conservar las murallas. 

Además, Grandier no solo había escrito un libro atacando la disciplina del celibato clerical, también había escrito una sátira mordaz sobre El Cardenal.

Hacia la época de las acusaciones de las monjas, M. Jean de Laubardemont, pariente de La Madre Superiora del Convento de Loudun, fue enviado para demoler la torre de la ciudad; pero la milicia de la ciudad le impidió hacerlo y, al regresar a París, informó sobre la situación en Loudun, incluido el reciente disturbio en El Convento de Las Ursulinas. 

Ya en el otoño de 1632, las monjas comenzaron a ser testigos de extrañas apariciones sobrenaturales, que comunicaron a su director espiritual, el padre Mignon. 

No está claro si fueron de algún modo inducidas por Mignon, que quizá colaboraba a su vez con el obispo de Poitiers, a dar el nombre de Grandier. 

Convencido de encontrarse ante un caso de posesión diabólica, Mignon hizo llamar como exorcistas a otros sacerdotes de las localidades vecinas de Veniers y Chinon.

Los padres Mignon y Barre, comenzaron a exorcizar a las monjas; y durante los exorcismos, varias de las monjas, incluida La Superiora, sufrieron violentas convulsiones, chillaron e hicieron proposiciones sexuales a los sacerdotes. 

Muchas de ellas narraron sueños pecaminosos; y La Superiora reveló que ella y las otras monjas estaban poseídas por 2 demonios, llamados Asmodeus y Zabulón, que habían llegado hasta ellas cuando El Padre Grandier arrojó un ramo de rosas por encima de los muros del convento.

Grandier trató de evitarlo, recurriendo primero al bailío de Loudun, y luego al arzobispo de Burdeos. 

Finalmente, gracias a este último, los exorcismos se interrumpieron el 21 de marzo de 1633, y las monjas fueron recluidas en sus celdas.

En noviembre de 1633, se encargó a Jean de Laubardemont, protegido del Cardenal Richelieu que investigara el asunto. 

Laubardemont y un fraile capuchino, Tranquille, dieron al Cardenal noticias de los fallidos exorcismos, y le llevaron una copia de un libelo satírico que Grandier había supuestamente escrito sobre Richelieu. 

El Cardenal hizo que Grandier fuera arrestado, acusado de brujería, siendo confinado en la prisión de Angers.

Laubardemont regresó a París, donde se interceptaron cartas de apoyo a Grandier del Bailly de Loudun al Procurador General del Parlamento, afirmando que la posesión era una “impostura”; y Monsieur de Laubardemont regresó a Loudun con un Decreto del Consejo, fechado el 31 de mayo de 1634, confirmando todos sus poderes y prohibiendo al Parlamento y a todos los demás jueces interferir en el asunto, y prohibiendo a todas las partes interesadas apelar, bajo pena de una multa de 500 libras. 

Grandier, que había estado detenido en la prisión de Angers, fue devuelto a Loudun; y prosiguieron tanto el interrogatorio de testigos como los exorcismos de Las Ursulinas. 

Después de que Grandier fue torturado, unos documentos fueron presentados supuestamente firmados por él y varios demonios como evidencia de que había hecho un pacto diabólico.

En total, las monjas afirmaron estar poseídas por una multitud de demonios: 

Asmodeus, Zabulón, Isacaaron, Astaroth, Grésil, Amand, Leviatom, Behemot, Beherie, Easas, Celso, Acaos, Cedon, Alex, Naphthalim, Cham, Ureil y Achas.

No está claro si Grandier escribió o firmó los pactos bajo coacción, o si fueron falsificados…

Uno de los documentos presentados como prueba durante el 2º juicio de Urbain Grandier, es un pacto diabólico escrito en latín, y aparentemente firmado por Grandier. 

Otro, que parece ilegible, está escrito al revés, en latín, con la abreviatura del escribano, y desde entonces ha sido publicado y traducido en varios libros sobre brujería. 

Este documento también lleva muchos símbolos extraños, y fue firmado por varios demonios, incluido el mismo Satanás; siendo descifrado y traducido:

“Nosotros, el influyente Lucifer, el joven Satanás, Belcebú, Leviatán, Elimi y Astaroth, junto con otros, hemos aceptado hoy el pacto de alianza de Urbain Grandier, que es nuestro.

Y a él le prometemos el amor de las mujeres, la flor de las vírgenes, el respeto de los reyes, los honores, las concupiscencias y los poderes.

Se prostituirá durante 3 días; la juerga le será muy querida. 

Nos ofrece una vez al año un sello de sangre, bajo los pies pisoteará las cosas santas de la iglesia y nos hará muchas preguntas; con este pacto vivirá 20 años felices en la tierra de los hombres, y luego se unirá a nosotros para pecar contra Dios.

Atado en El Infierno, en El Consejo de los demonios.

Lucifer Belcebú Satan Astaroth Leviatán Elimi

Los sellos colocan al Diablo, El Maestro, y a los demonios, Príncipes del Señor. 

Baalberith, escritor”

Con ello, Grandier fue declarado culpable y condenado a muerte. 

Los jueces que lo condenaron, ordenaron que se le sometiera a “la cuestión extraordinaria”, una forma de tortura que por lo general, pero no inmediatamente, era fatal y, por tanto se administraba únicamente a las víctimas que iban a ser ejecutadas inmediatamente después. 

Además, Grandier fue sometido a una forma de bota española, un tornillo de banco de hierro, lleno de púas, que se puso al rojo vivo y luego se aplicó a la pantorrilla y el tobillo para romper los huesos. 

A pesar de la tortura, Grandier nunca confesó haber hecho brujería; y se dijo:

“Hemos ordenado y ordenamos a dicho Urbain Grandier debidamente juzgado y condenado por el delito de magia, maleficio y de causar posesión demoníaca de varias monjas ursulinas de este pueblo de Loudun, así como de otras mujeres laicas, junto con otros cargos y delitos resultantes de ello. 

Para expiación de lo cual, hemos condenado y condenamos a dicho Grandier para hacer enmende honorable, con la cabeza descubierta, una cuerda alrededor del cuello, sosteniendo en la mano una vela encendida de 2 libras, ante la puerta principal de la iglesia de St. Pierre-du-Marché, y antes de la de Santa Úrsula de esta ciudad. 

Allí de rodillas, para pedir perdón a Dios, al Rey ya la ley; hecho esto, lo llevarán a la plaza pública de Santa Cruz, y lo sujetarán a una estaca en un andamio, que se erigirá en dicho lugar para este propósito, y allí será quemado vivo... y sus cenizas esparcidos por el viento. 

Hemos ordenado y también ordenamos que todos y cada uno de los artículos de sus bienes muebles sean adquiridos y confiscados por El Rey; se tomó la suma de 500 libras en primer lugar para comprar una placa de bronce en la que se grabará el resumen de este presente ensayo, que se instalará en un lugar destacado de la citada iglesia de Las Ursulinas, para permanecer allí por toda la eternidad.”

A Grandier se le prometió que podría tener la oportunidad de hablar antes de ser ejecutado, hacer una última declaración, y que sería ahorcado antes de la quema, un acto de misericordia; y desde el cadalso, Grandier intentó dirigirse a la multitud, pero los monjes le arrojaron grandes cantidades de agua bendita en la cara para que sus últimas palabras no pudieran ser escuchadas.

Luego, el exorcista Lactance hizo que la ejecución se desviara del curso de acción planificada: 

Enfurecido por las burlas de la multitud que se reunió para la ejecución, Lactance encendió la pira funeraria antes de que Grandier pudiera ser ahorcado, dejándolo para ser quemado vivo.

Pero las posesiones “provocadas por Grandier no se detuvieron después de su ejecución…

Como resultado, continuaron los exorcismos públicos hasta 1637, donde los últimos demonios que partieron, dejaron claros signos de su salida de Jeanne des Anges, cuando los nombres José y María aparecieron milagrosamente inscritos en el brazo izquierdo de des Anges.

Al parecer, La Duquesa de Aiguillon, sobrina del Cardenal Richelieu, denunció el fraude a su tío; y habiendo logrado su objetivo original, Richelieu puso fin a las investigaciones sobre los eventos en Loudun. 

Algunos afirman que en realidad fue Jeanne des Anges quien hizo detener los exorcismos públicos; que supuestamente tuvo una visión de que sería liberada del Diablo si hacía una peregrinación a la tumba de San Francisco de Sales; por lo que fue a Annecy, luego visitó al Cardenal Richelieu y al Rey Louis XIII en 1638; y los demonios… aparentemente se habían ido.

El caso de Loudun contiene temas similares a otros juicios de brujería que ocurrieron en toda Europa occidental en el siglo XVII, como las posesiones de Aix-en-Provence, también en Francia, en 1611, o el de las brujas de Pendle en Inglaterra, en 1612 antes de llegar al Nuevo Mundo en la década de 1690.

Así, las circunstancias del juicio y ejecución del padre Grandier han atraído la atención de los escritores Alexandre Dumas père, Aldous Huxley y el dramaturgo John Whiting , de compositores como Krzysztof Penderecki y Peter Maxwell Davies, así como del historiador Jules Michelet y varios estudiosos de la brujería europea; llegando a Hollywood con Ken Russell.

“I am about to meet the God who is my witness! 

And I have spoken the truth!”

The Devils es una película de suspense, del año 1971, escrita y dirigida por Ken Russell.

Protagonizada por Vanessa Redgrave, Oliver Reed, Dudley Sutton, Max Adrian, Gemma Jones, Murray Melvin, Michael Gothard, Georgina Hale, entre otros.

El guión está parcialmente basado en la novela “The Devils of Loudun” (1952) de Aldous Huxley, un ensayo interpretativo sobre el tema; y en la obra de “The Devils” (1960) de John Whiting, también basada en el libro de Huxley, que relata la vida de Urbain Grandier, un sacerdote católico ejecutado por brujería tras el famoso caso de las endemoniadas de Loudun, uno de los eventos de posesión demoníaca más famosos de la historia; pero el filme también se centra en la hermana Jeanne des Anges, una monja sexualmente reprimida, que inadvertidamente incita a las acusaciones.

Ken Russell desata una película salvaje y polémica sobre el oscuro poder de la fe y los mecanismos que usa el estado y la iglesia para aprovecharse de la masa popular; y este hecho histórico sirve a Russell para ilustrar como el poder castiga con todos sus recursos a los rebeldes. 

Aquí, el poder utiliza como instrumento la religión, pero podría ser cualquier otro dogmatismo ideológico; y con el afán por provocar y el psicotrónico estilo visual de Russell, son producto de su momento histórico. 

United Artists originalmente le propuso la idea a Russell, pero abandonó el proyecto después de leer su guión terminado, ya que sentían que era de naturaleza demasiado controvertida; y posteriormente, Warner Bros., acordó producir y distribuir la película, una que ha sido citada como de las películas más controvertidas de todos los tiempos; tanto que enfrentó una dura reacción de los sistemas nacionales de clasificación cinematográfica debido a su inquietante contenido violento, sexual y religioso, y originalmente recibió una clasificación X, tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos. 

Aunque el tema del deseo sexual reprimido en un convento de monjas no era nada nuevo, Russell lo llevó a un terreno en el que resultó inadmisible para muchos; y la explicitud provocó que la película fuese censurada y/o prohibida en varios países, y finalmente editada en gran medida.

Así, The Devils recibió una reacción crítica significativa tras su lanzamiento, debido a su naturaleza “escandalosa, sobrecalentada y pornográfica”; y no solo fue prohibida en Italia, sino que el gobierno de ese país amenazó a los actores Vanessa Redgrave y Oliver Reed con condenarlos a 3 años de prisión si pisaban su territorio; además, la película fue condenada públicamente por El Vaticano , quien, aunque reconoció que contenía algún mérito artístico, pidió que se cancelaran sus proyecciones.

De esa manera, The Devils nunca ha sido estrenada en su forma original, y sin cortes.

Al respecto, Oliver Reed declaró:

“Nunca quisimos hacer una hermosa película cristiana.

Charlton Heston hizo muchas de esas... 

Esta película es sobre gente retorcida”

La película se rodó principalmente en Pinewood Studios a finales de 1970; con fotografías adicionales en El Castillo de Bamburgh en Northumberland, Inglaterra. 

Ken Russell subraya la condición histórica nada más abrir la película, asegurando que se basa en un hecho real, y que tanto los personajes principales como los eventos mostrados están documentados.

La acción de la obra tiene lugar principalmente en Loudun, Francia en 1634, y gira en torno a un sacerdote secular, Urbain Grandier (Oliver Reed), cuya firme oposición pública al Cardenal Richelieu (Christopher Logue) y la centralización del gobierno francés, lo convierte en un blanco político candente. 

Por otro lado, la histérica Sor Jeanne (Vanessa Redgrave), Madre Superiora del Convento de Santa Úrsula, se enamora de Urbain Grandier, y posteriormente lo acusa de hechizarla. 

Cuando se presentan estos cargos de brujería contra el sacerdote, tanto La Iglesia como El Estado actúan rápidamente para destruirlo; y de esa manera, la investigación, el juicio posterior y la eventual ejecución adquieren rápidamente una atmósfera ridícula de carnaval con monjas enloquecidas, procedimientos médicos dudosos, tortura eclesiástica y exorcismos públicos escandalosos; que hace de la película, una de las más originales, controvertidas y atrevidas jamás realizadas. 

Primero porque la película se desarrolla en la Francia del siglo XVII, y se centra en el comportamiento hipócrita y licencioso del depravado sacerdote Urbain Grandier. 

Un segundo hilo de la trama, involucra a la monja jorobada, Jeanne, quien, junto con sus compañeras monjas, está obsesionada con Grandier…

Cuando las monjas parecen poseídas, los representantes descontentos de La Iglesia Católica y los funcionarios corruptos se acercan y aprovechan la oportunidad para deshacerse de Grandier…

La película tiene un comienzo excelente, aumentando gradualmente la tensión y destacando los defectos dentro de La Religión Católica. 

Sin embargo, la sección central que involucra la posesión de las monjas es demasiado teatral y exagerada, y la acción se ve abrumada por la actuación dominante de Michael Gothard, como los espeluznantes escenarios del padre Barre y Derek Jarman. 

La sección final de la película, sin embargo, es tremendamente impresionante y está bien escrita, y se beneficia enormemente de la actuación comprometida de Oliver Reed.

Si bien Vanessa Redgrave impresiona en el papel de la hermana Jeanne, esta es la película de Oliver Reed, en una actuación que demuestra que fue un gran actor, y no solo un gran recaudador de infiernos.

Y si bien las películas de Ken Russell pueden variar desde las muy buenas hasta las absolutamente horribles, The Devils es sin duda la mejor, porque es el material perfecto para trabajar, y la salida ideal para su visión única. 

Porque Russell formaba parte de la nueva generación de directores controvertidos que surgieron a finales de los 60 y 70, y que provocaron controversias con imágenes de sexo, desnudez, violencia e imágenes impactantes. 

The Devils no es una excepción y, aunque de ninguna manera será del gusto de todos, debe ser elogiada por su atrevida visión del lado hipócrita de la religión y por ayudar a allanar nuevos caminos en el cine.

¿Quiénes son los demonios, El Estado, La Iglesia o ambos?

“Look at this thing that I am and learn the meaning of love”

De entre todas las libertinas películas de Ken Russell, The Devils es indiscutiblemente la más grande y escandalosa, y además, una de las producciones británicas más significativas de los años 70; y el paso del tiempo no sólo la erige como una pieza artísticamente imperecedera, es también una obra maestra de la transgresión; donde el tono, prácticamente de cine de terror, la emparenta tanto con el cine de brujería y tortura como con el infame subgénero “nunsplotation”

Y de la mano a su capacidad de provocación, lleva el estigma de ser también una de las películas más censuradas de todos los tiempos; pues existen al menos 5 versiones diferentes, distintos cortes infames que no incluyen la versión definitiva, con todo el metraje original, que como tal aún no existe. 

Sin embargo, la más extensa de ellas, actualmente es la de 117 minutos, mientras que el completo se habría contado en unos 158.

Así, tras el éxito de Russell, “Women in Love” (1969) en los Estados Unidos, su distribuidor, United Artist, sugirió que Russell adaptase el infame libro de Aldous Huxley de 1952, un libro de no ficción en relación con las supuestas posesiones en Loudun, Francia.

Russell escribió el guión, así como basándose en la obra homónima de John Whiting de 1961, que a su vez se basó en el trabajo de Huxley; pero Russell dijo:

“Cuando leí la historia por primera vez, me quedé inconsciente, fue tan impactante, y quería que los demás también lo hicieran. 

Sentí que tenía que lograrlo.

Yo era un católico devoto y muy seguro en mi fe. 

Sabía que no estaba haciendo una película pornográfica... aunque no soy una criatura política, siempre vi The Devils como mi única película política. 

Para mí, se trataba de un lavado de cerebro, de que El Estado se hiciera cargo”

Y aunque Russell admiraba la obra de Whiting, se basó principalmente en el libro de Huxley, ya que encontró la obra “demasiado sentimental”, de ahí que la película es tratada con originalidad formal, con gran soltura cinematográfica y enorme rotundidad narrativa; utilizando con destreza una iconografía irreverente, la “nunsploitation”, lo fantasmagórico, y recrea el siglo XVII como un ambiente de pesadilla, que se convierte en marco de referencia en que conviven las diversas tramas del argumento con la naturalidad de un ámbito propio, casi gótico; y no concede un instante para la tregua.

En la Francia del siglo XVII, El Cardenal Richelieu está influyendo en Louis XIII en un intento de ganar más poder; y lo convence de que las fortificaciones de las ciudades de Francia deben ser demolidas para evitar el levantamiento de los protestantes.

Louis está de acuerdo, pero prohíbe a Richelieu llevar a cabo demoliciones en la ciudad de Loudun, después de haber hecho una promesa a su gobernador de no dañar la ciudad.

Mientras tanto, en Loudun, el gobernador ha muerto, dejando el control de la ciudad a Urbain Grandier, un sacerdote disoluto y orgulloso, pero popular y respetado; que tiene un romance con un pariente del padre canónigo, Jean Mignon, otro sacerdote de la ciudad.

Grandier, sin embargo, no sabe que la neurótica y jorobada hermana Jeanne des Anges, víctima de una escoliosis severa que resulta ser abadesa del convento de las ursulinas local; y que está obsesionada sexualmente con él. 

Por lo que Sor Jeanne pide que Grandier se convierta en el nuevo confesor del convento…

Al tiempo, Grandier se casa en secreto con otra mujer, Madeleine De Brou, pero la noticia llega a la hermana Jeanne, llevándola a una locura celosa. 

Cuando Madeleine devuelve un libro de la fundadora de Las Ursulinas, Angela Merici, que la hermana Jeanne le había prestado antes, la abadesa la ataca brutalmente con acusaciones de ser “una fornicadora y perra sacrílega”, entre otras cosas.

Por su parte, El Barón Jean de Laubardemont llega con órdenes de demoler la ciudad, anulando las órdenes de Grandier de detenerse; por lo que Grandier convoca a los soldados de la ciudad, y obliga a Laubardemont a retroceder hasta que llegue una orden de demolición del Rey Louis. 

Así, Grandier sale de Loudun para visitar al Rey, mientras tanto, el padre Mignon informa a la hermana Jeanne, de que él será su nuevo confesor…

Ella le informa del matrimonio y los asuntos de Grandier, y también acusa inadvertidamente a Grandier de brujería y de poseerla, información que Mignon transmite a Laubardemont. 

En el proceso, la información se reduce a la afirmación de que Grandier ha embrujado el convento, y se ha ocupado del diablo; y con Grandier lejos de Loudun, Laubardemont y Mignon deciden encontrar pruebas en su contra.

Laubardemont convoca al lunático inquisidor, Pierre Barre, un cazador de brujas profesional, cuyos interrogatorios en realidad implican depravados actos de exorcismo, incluida la administración forzada de enemas a sus víctimas. 

La hermana Jeanne afirma que Grandier la ha hechizado, y las otras monjas hacen lo mismo. 

Un exorcismo público estalla en el pueblo, en el que las monjas se quitan la ropa y entran en un estado de frenesí religioso; llega El Duque Henri de Condé, que en realidad es El Rey Louis disfrazado, que afirma llevar una reliquia sagrada que puede exorcizar a los demonios que poseen a las monjas. 

El padre Barre luego procede a usar la reliquia para exorcizarlas, que luego parecen haber sido curadas, hasta que Condé revela que la caja que supuestamente contiene la reliquia está vacía. 

A pesar de esto, tanto las posesiones como los exorcismos continúan sin cesar, llegando finalmente a una orgía masiva en la iglesia, en la que las monjas desnudas quitan el crucifijo de encima del altar mayor y lo agreden sexualmente.

En medio del caos, Grandier y Madeleine regresan y son arrestados de inmediato. 

Después de un ridículo juicio, Grandier es afeitado y torturado, aunque en su ejecución, finalmente logra convencer a Mignon de que es inocente. 

Los jueces, claramente bajo las órdenes de Laubardemont, condenan a Grandier a muerte quemándolo en la hoguera.

Laubardemont, también ha obtenido permiso para destruir las fortificaciones de la ciudad; y a pesar de la presión sobre Grandier, para que confiese los cargos falsos, él se niega y luego lo llevan a ser quemado en la hoguera. 

Su verdugo promete estrangularlo en lugar de dejarlo sufrir la agonizante muerte por fuego que de otro modo experimentaría, pero el celoso Barre enciende el fuego él mismo, y Mignon, ahora visiblemente presa del pánico por la posibilidad de la inocencia de Grandier, tira de la soga con fuerza antes de que pueda usarse para estrangular al sacerdote. 

Mientras Grandier arde, Laubardemont da la orden de que se detonen cargas explosivas, y las murallas de la ciudad explotan, lo que hace que los habitantes del pueblo huyan.

Después de la ejecución, Barre deja Loudun para continuar sus actividades de caza de brujas en otra parte de la región de Vienne de Nouvelle-Aquitaine. 

Laubardemont informa a la hermana Jeanne, que Mignon ha sido internado en un asilo por afirmar que Grandier era inocente, la explicación que se da es que está demente; y que “sin una confesión firmada para demostrar lo contrario, todos tienen la misma opinión”; al tiempo que le da el fémur carbonizado de Grandier y se va. 

La hermana Jeanne, ahora completamente rota, se masturba con el hueso. 

Finalmente, Madeleine, habiendo sido liberada, camina sobre los escombros de las murallas de Loudun, y se aleja de la ciudad en ruinas…

La religión y El Estado han sido, desde el comienzo de los tiempos, uña y carne, y la historia que cuenta esta película trata esencialmente de poder y dominación; y uno de los conductos más habituales para llegar a tener poder es la religión, y vemos cómo el ardid del Cardenal Richelieu funciona, en una urdimbre de intereses que poco tienen que ver con las bondades de la doctrina religiosa. 

Y de estas intrigas forman parte todos aquellos que tienen cierto grado de influencia social, desde médicos alquimistas, pasando por monjas atormentadas sexualmente reprimidas, hasta llegar a incluir a un esperpéntico Rey de Francia, Louis XIII. 

En este magma social de pesadilla se desarrolla el argumento de la película, que partiendo de hechos reales, se convierte en una teatralización grotesca de un aquelarre político-histórico-religioso; por lo que el director, Ken Russell deja claro en solo los 5 minutos iniciales de qué está hablando: 

Del poder político y religioso como motores de la corrupción y la descomposición social y personal. 

Hay muchos demonios, pero tanto los reales como los ficticios surgen de esas 2 autoridades. 

El demonio no surge de la suciedad de la plebe, surge de la represión sexual y de los celos en espacios asépticos en los que se suprimen sentimientos y deseos a base de negación y torturas autoimpuestas. 

De ahí que la película abarca muchos planos:

El de la muerte, que aparece sobre todo en la forma de La Peste que azota la ciudad, y de la alta política que moldea la vida de millones de personas; donde l utilización de la religión y la fe con fines políticos se usa para engañar al pueblo. 

Y la estupidez de las personas que se dejan guiar como ganado… así como la búsqueda del sentido de la vida.

Por otro lado, el convento se presenta como un espacio blanco y puro, ajeno al mundo exterior, con el que solo se comunica a través de las celosías. 

Esas pequeñas ventanas son un resquicio para el deseo:

Sor Jeanne, figura de poder de este espacio, es una mujer joven y guapa traumatizada por su aspecto, pues tiene joroba; y su risa inquietante deja pocas dudas sobre la locura a la que están sujetas las mujeres que viven en ese lugar liminal entre La Tierra y El Cielo.

Así, cando Sor Jeanne se queda a solas, se asoma a ver el funeral aferrada a su crucifijo; y mientras escucha hablar a unas mujeres sobre hipocresía, la religiosa entra en éxtasis al ver a Grandier; pero se trata de un éxtasis mucho más sexual que religioso, aunque a veces la frontera entre uno y otro no esté demasiado clara.

Regresemos al espacio del convento, con esos ladrillos absolutamente blancos, puede parecer inmaculado, pero hay algo en su blancura y frialdad que remite a un espacio nada sacro: 

Un lavabo público, por ejemplo. 

Grandier tampoco es el clásico personaje sacro:

Es un hombre ambiguo, alejado de las cualidades que se suponen a una figura religiosa; físicamente corpulento y atractivo, promiscuo y egocéntrico, tiene muy poco que ver con la imagen clásica del cura. 

Y las mujeres, laicas y religiosas, no lo admiran y buscan por su virtud, sino por su carnalidad.

En una de las escenas más sacrílegas, Sor Jeanne imagina a Grandier transfigurado en Jesucristo, clavado en la cruz, sufriendo por amor, para terminar introduciéndole la lengua en uno de sus estigmas ensangrentados, como si se tratase de Mina Murray aspirando a la inmortalidad a base de lamer la sangre de Drácula. 

La analogía vampírica no es gratuita:

Drácula transfigura a sus víctimas en demonios, invitándolas a beber su sangre, igual que Cristo nos invita a beber la suya con la promesa de la vida eterna. 

Quizás lo que prometen Drácula y Cristo, ambos resucitados, no es tan distinto…

Por otro lado, la contraposición entre esta escena, en la que Sor Jeanne termina siendo sometida a un enema para expulsar sus demonios, con la siguiente, con Grandier en la cama con su esposa secreta, deja claro que el celibato no es igual para hombres y mujeres. 

Mientras las hermanas sufren sublimando sus deseos sexuales a través de torturas propias y ajenas, Grandier disfruta de su sexualidad. 

Sor Jeanne miente sobre la violación, y la instancia superior que acude en su ayuda, lo hace precisamente violándola. 

Aquí no hay exorcismos esotéricos dirigidos a limpiar el alma, sino invasión directa del territorio, en este caso, el cuerpo femenino; al tiempo que queda claro que en La Edad Media, ser hermoso o físicamente horripilante, era una ventaja y una maldición.

El transcurso de los hechos termina con una condena a Grandier que tiene muy poco que ver con las acusaciones vertidas sobre él, y mucho con intereses políticos; pues a la autoridad no le preocupa el bienestar de las mujeres, a no ser que le sirva para lograr su objetivo.

La película termina con un fundido a blanco y negro, en el que vemos al personaje más íntegro de la historia escalar las ruinas de una ya inexistente Loudun, para alejarse caminando hacia la nada. 

La nada de este futuro en el que la censura, impuesta por uno mismo o por los otros, pretende conseguir, una vez más, que no hablemos de los demonios.

En lo técnico, ese diseño de producción, en realidad muy moderno, denota la influencia artística de artistas como Caravaggio, que se deja notar en la corrupción de los cuerpos y la cualidad terrible de su fotografía, en medio de ese paisaje de autoflagelación, suicidios, llagas que son lamidas, torturas, automutilación, fosas comunes, enemas públicos y abortos.

Los decorados de Loudun, que fueron representados como una ciudad modernista influenciado por el paisaje urbano de Fritz Lang en “Metropolis” (1927)

Y es que Ken Russell quería evitar el aspecto cliché de las películas de época, e insistió en un diseño anacrónico. 

Además, algunos elementos extraños incorporados al guión, no se encontraron en ninguna de las fuentes, incluidos los detalles sobre La Plaga, que fueron proporcionados por el cuñado de Russell, un estudioso de la historia francesa.

Y al estudiar a Grandier, Russell sintió que “representaba la paradoja de La Iglesia Católica... 

Grandier es un sacerdote, pero también es un hombre, y eso lo pone en situaciones absurdas”

En el guión original de Russell, el papel de la hermana Jeanne, La Madre Superiora discapacitada, era significativamente mayor, y continuó después de la ejecución de Grandier; sin embargo, para acortar el largo guión, Russell se vio obligado a reducir el papel.

Así, el contenido explícito sexual y violento, junto con su comentario sobre instituciones religiosas, hizo que la película sufriera una censura significativa:

Los recortes más importantes fueron realizados por los estudios Warner Bros., antes de su presentación, y se eliminaron 2 escenas notables en su totalidad: 

La secuencia de 2 minutos y medio en la que monjas desnudas profanan sexualmente una estatua de Cristo, que incluye al padre Mignon mirando hacia abajo en la escena y masturbándose; una escena que desapareció y que ha sido conocida popularmente como la secuencia del “Rapto de Cristo”.… y la escena cerca del final, con la hermana Jeanne masturbándose con el fémur carbonizado de Grandier después de que lo quemaran en la hoguera.

Y si The Devils contiene temas evidentes sobre religión e influencia política, la película está más relacionada con el sexo y las aberraciones sexuales.

El director está claramente interesado en la represión sexual y sus efectos acumulativos en la psique humana; tanto que hay muchos ejemplos de visualización atormentada que involucran a La Madre Superiora... 

¿Qué metáfora visual más sorprendente para la asfixia psicológica de La Madre Superiora que meter su cuerpo deformado en un pequeño mirador, espacio desde el que mira a su amante de fantasía? 

El mero confinamiento de la masa en un espacio congestionado, también crea una comprensión de los placeres aniquiladores de su impulso sexual; y se llega a comparar las secuencias de fantasía erótica de la hermana Jeanne con el erotismo de una conciencia trastornada.

El color blanco que se utiliza de manera significativa, específicamente en el diseño del paisaje urbano, es abiertamente blanco y consta de estructuras de piedra; ese establece un leitmotiv de blancura que resiste y disuelve las relaciones naturales, y cuando llega el negro, es porque hay otros motivos más viles.

Y en su vertiente más depravada y sádica, el terror logra que los espectadores se sientan incómodos, por lo que The Devils lleva ese concepto a un nuevo nivel, gracias a mezclar un estilo visual de pesadilla con acontecimientos históricos.

Por tanto, su mensaje no es anticlerical, pues ya no hay suficiente clericalismo para ser anti-antihumano. 

Es anti humanidad. 

La rabia contra la crueldad se ha convertido en una celebración de ella; pues no lloras por los males y la ignorancia del pasado, sino por la inteligencia y la enfermedad del día; y si la película no podría tener un tono más anticatólico o un tratamiento más sensacionalista, las actuaciones fueron competentes:

Lo mejor de la película es la interpretación sobria de Oliver Reed, en un papel atormentado por sus continuos devaneos con las feligresas hasta que se casa y encuentra la estabilidad. 

Y es precisamente en ese momento cuando todo se precipita y comienza la caza del hereje.

Grandier es un antihéroe excelente, un hombre repudiable pero a la vez fascinante, que a pesar de su manto sagrado se entrega a todos los impulsos animales del hombre, al tiempo que reflexiona sobre el verdadero propósito de la moral y su relación con Dios; siendo un padre valiente, falible, carnal, vulnerable y digno, que reconoce el momento en que llega su destino. 

Hasta un Dudley Sutton que deja llevar su histrionismo británico para que su Barón de Laubardemont robe un protagonismo inesperado en algunos momentos del film; sorprende el papel de Vanessa Redgrave, que logra dar credibilidad a esa monja torturada por su amor impuro para con el padre Grandier. 

Eso sí, la peor actuación es la de Michael Gothard como Barre, El Inquisidor, tan exagerado como fuera de época.

Y la Loudun de Russell es un circo extraño de máscaras y plaga, de enfermedad y excesos, donde los personajes se visten como si fueran parte de una obra de teatro, pero al mismo tiempo son parte de una hueste linchadora y brutal que sucumbe a sus más bajos instintos, una horda rabiosa que es manipulada por La Iglesia y El Estado para lograr sus cometidos, aunque estos signifiquen su propia destrucción. 

De esa manera, Loudun parece un mundo dentro de un mundo, un mundo febril y monstruoso bajo largas capas de maquillaje, la máscara de la opulencia bajo el horror, con la sensación de insanía generalizada, de histeria asesina casi asfixiante, vuelve al repudiable Grandier en una voz de la razón cuestionable pero necesaria. 

Porque Grandier es un monstruo, sí, pero dentro de los muros de Loudun, es lo más parecido a un ser humano racional. 

Y esta complejidad psicológica, sumada a la potencia visual de algunas imágenes de Russell, junto al horror que desata la locura de todo el convento, personificado más que nada por el trabajo impresionante que hace Redgrave, hacen de la obra, un filme muy adelantado a su tiempo.

Como dato, el director contrató a un gran elenco de extras, a quienes más tarde se refirió como “un grupo malo” que eran exigentes, y alegó que una de las extras femeninas que aparecían fue agredida sexualmente por otro extra masculino.

Y se recordó que Reed, quien en ese momento tenía la reputación de ser disruptivo y conflictivo, fue extremadamente amable en el set y se comportó impecablemente, excepto con Russell, pues se enfrentaron con frecuencia, y cuando terminó la fotografía principal, los 2 apenas se hablaban.

Total, el aspecto más provocativo de The Devils es la aseveración de que, incluso cuando se dedican a predicar la retórica del pecado y la salvación, tanto los curas como las monjas son sólo humanos, y los humanos no son más que animales.

Y se nota que The Devils es una película que, en definitiva, está filmada a lo grande, con mucho talento para la puesta en escena, sets muy llamativos, decenas o cientos de extras muy bien dirigidos y, sobre todo, está iluminada por un genio de la luz en su etapa de mayor creatividad e interés, por lo que el hecho de que fuera obviada para cualquier premio o nominación, aunque 1971 fue un año de feroz competencia, sólo puede obedecer a la complicada temática de la película, o a la animadversión que provocaba el propio director de fotografía, David Watkin.

Hay que reseñar que una especie de “secuela” anterior “Matka Joanna od Aniolów” (1961) ya sirvió de precedente de monjas posesas pero, aunque la presencia del diablo es figurada, en The Devils, hay momentos con vómitos y blasfemias con voz diabólica que se adelantan a “The Exorcist”, e incluso aparece el “spider walk” que William Friedkin recuperaría en la versión del director.

En definitiva, The Devils es un punto de referencia del cine transgresivo y profano, una joya oculta del género que aún sigue sacando ampollas.

Por último, la banda sonora fue compuesta para un pequeño conjunto hecho por Peter Maxwell Davies; que aceptó el trabajo porque estaba interesado en el período histórico tardío medieval y renacentista que se describe en la película.

“I have been a man. 

I have loved women. 

I have enjoyed power”

Existen muchas teorías sobre la causa de las posesiones de Loudun; y una de las explicaciones más probables, es que Richelieu orquestó todo el asunto. 

Huxley en su libro “The Devils of Loudun (1952) alegó que las acusaciones iniciales contra Grandier por las monjas del convento de Loudun, eran parte de un caso de histeria colectiva; y desde un punto de vista médico, la posesión demoníaca se considera una de las formas del trastorno disociativo “de conversión” que antiguamente se denominaba “histeria”; que hoy se conoce como la enfermedad psicogénica masiva (MPI), también llamada enfermedad sociogénica masiva, trastorno psicogénico masivo, histeria epidémica o histeria masiva, que es la rápida propagación de los signos y síntomas de la enfermedad que afectan a los miembros de un grupo cohesionado, originada por una alteración del sistema nervioso que involucra excitación pérdida o alteración de la función, por lo que las molestias físicas que se exhiben inconscientemente no tienen una etiología orgánica correspondiente; habiendo una clara preponderancia de víctimas femeninas.

Los primeros casos estudiados relacionados con la histeria epidémica son las manías del baile de La Edad Media, incluida la danza y el tarantismo de San Juan; pues se suponía que estaban asociados con la posesión espiritual o la mordedura de la tarántula; y así, los afectados por la manía del baile bailaban en grupos grandes, a veces durante semanas; donde el baile a veces iba acompañado de desnudos, aullidos, gestos obscenos o incluso, según se informa, reír o llorar hasta la muerte. 

La manía del baile estuvo muy extendida en Europa; y entre los siglos XV y XIX, los casos de histeria motora fueron comunes en los conventos, donde las señoritas eran obligadas a estar allí por la familia. 

Una vez aceptadas, hicieron votos de castidad y pobreza; por lo que sus vidas estaban muy reglamentadas y, a menudo, marcadas por medidas disciplinarias estrictas.

Y es que las monjas exhibían una variedad de comportamientos, generalmente atribuidos a la posesión demoníaca; y a menudo usaban un lenguaje vulgar y mostraban comportamientos sugerentes. 

Las monjas de un convento, por ejemplo, solían maullar como gatos; y a menudo se llamaba a los sacerdotes para exorcizar demonios. 

Agénor Étienne, Conde de Gasparin, estadista, autor francés, y uno de los primeros investigadores psíquicos sugiere que las primeras llamadas manifestaciones demoníacas fueron en realidad bromas realizadas por algunos de los estudiantes internos en un esfuerzo por asustar a algunas de las monjas; y a medida que avanzaban las cosas, fue el capellán Jean Mignon quien presentó el nombre de Grandier a las sugestivas monjas.

Por su parte, Michel de Certeau, jesuita y erudito francés, cuyo trabajo combinó historia, psicoanálisis, filosofía y ciencias sociales, siendo conocido como “el filósofo de la vida cotidiana” atribuye los síntomas de las monjas a algún trastorno psicológico como la histeria, y considera los acontecimientos en el contexto del cambiante clima intelectual de la Francia del siglo XVII; donde la posesión permitió a las monjas expresar sus ideas, preocupaciones y temores a través de la voz de otro.

De esa manera, los acontecimientos de Loudun se desarrollaron durante varios años y atrajeron mucha atención en toda Francia. 

En este sentido fue una especie de teatro político, donde Grandier sirve como chivo expiatorio para desviar la ambivalencia de Loudun con respecto a la autoridad central parisina.

En definitiva, la mayoría de los comentaristas modernos han llegado a la conclusión de que Grandier fue víctima de una persecución por motivos políticos dirigida por el poderoso Cardenal Richelieu; y se afirma que las causas de la injusticia cometida en Loudun, fueron una mezcla de ambición política, la necesidad de atención y un deseo básico de deshacerse de los oponentes políticos con el fin de arruinar a Urbain Grandier, el cura de Loudun, por haber escrito una sátira cortante contra él. 

Y es que la demolición de los mura, que sería supervisada por Jean de Laubardemont, fue parte del programa de Richelieu de eliminar las fortalezas hugonotes mediante la destrucción de las fortificaciones locales. 

Así, tanto los protestantes/hugonotes como los católicos residentes de Loudun estaban en contra de la eliminación de sus almenas, lo que los habría dejado desprotegidos contra los ejércitos mercenarios.

Allí, Grandier citó la promesa del Rey, de que las murallas de Loudun no serían destruidas, lo que impidió con éxito que Laubardemont demoliera las fortificaciones; informando de inmediato a Richelieu con un relato de los exorcismos fallidos, la sátira difamatoria y la obstrucción de Grandier a los planes de Richelieu, poniendo así en marcha la tragedia de la muerte de Loudun y Grandier. 

Finalmente, la estrategia de Richelieu para destruir a Grandier, trajo consigo un beneficio adicional para La Iglesia Católica: 

Las conversiones; y muchos de los habitantes protestantes del pueblo se convirtieron al catolicismo como resultado de los exorcismos públicos, erosionando aún más cualquier sentimiento hugonote en la región.


“Hell holds no surprises for them”




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