Jeanne Eagels

“Too Many Sins To Forget!”

La expresión de la mujer en el mundo de las letras y de las artes ha sido acallada, no solamente en la producción de textos, sino también en la publicación de los mismos; y a lo largo de los siglos, las mujeres, al aventurarse en campos que eran exclusivos de los varones, debían someterse a la exclusión.
De esta manera, en las artes escénicas, muchas piezas de teatro, más a partir del siglo XIX, al igual que en otros campos del arte, podemos ver un proceso de emancipación de la mujer.
Y si Frances Farmer encarnaba “la maldición de la fama y la caída del ídolo fabricado por Hollywood”; Jeanne Eagels fue la clásica historia de la decidida voluntad de alcanzar el estrellato en el mundo del teatro, viniendo desde lo más cutre, las barracas de feria, con números picantes para aldeanos reprimidos.
Y es que Eagels trabajó como cajera en unos almacenes hasta que se interesó por la actuación, convirtiéndose en una de las más destacadas actrices del primer cuarto del siglo XX; y no fue solo una Leyenda de Broadway, sino también una actriz importante en el cine mudo, y en los primeros días de cine sonoro.
Incluso los estudiosos más eruditos del cine clásico, consideran a Jeanne Eagels un misterio…
Aunque fue una de las actrices más importantes de Estados Unidos de principios del siglo XX, su primer amor fue el escenario, y solo un puñado de actuaciones cinematográficas sobreviven en la actualidad.
Fue después de su prematura muerte, que se publicó una polémica biografía, que luego se adaptó a una película igualmente polémica…
Nacida como Amelia Jeannine Eagles, nació en Kansas City, Missouri en 1890, siendo de ascendencia alemana e irlandesa; y alcanzó fama con una intensidad de fuego.
Ella era una mujer de belleza cristalina y apabullante; poseía una voz potente y diáfana; y ganó reputación por su estilo distintivo y excelente acercamiento a los personajes.
Y es que Eagels se convirtió en un talento preeminente a tener en cuenta; algo raro siendo proveniente de una familia empobrecida, que dejó la escuela a la tierna edad de 11; pero desde los 7, hizo su debut en el escenario y, desde entonces, conocía los objetivos de su vida.
Para ella, el escenario parecía ser un lugar de consuelo; y cuando las chicas de su edad apenas pronunciaban el inglés a la perfección, Eagels actuaba en obras de Shakespeare.
Fue precisamente en Kansas City donde empezó su carrera interpretativa, actuando en diferentes espectáculos a muy temprana edad.
Ella cambió la ortografía de su apellido a “Eagels”, afirmando que se veía mejor en una marquesina… y se hizo pasar por un acento inglés, presentándose al público como “una chica ingenua”
Cuando era adolescente, se casó con Morris Dubinsky, quien con frecuencia desempeñaba papeles de villano; y dejó Kansas City a los 15 años, viajando al Medio Oeste de Estados Unidos con el show teatral de los hermanos Dubinsky.
En un principio trabajaba como bailarina, pero con el tiempo fue obteniendo primeros papeles femeninos en comedias y dramas de los Dubinsky.
Su cabello era castaño, pero lo decoloró cuando fue a New York.
Hacia 1911, trabajó como corista, llegando a actuar en las Ziegfeld Follies; donde sus chicas se consideraban “las mujeres más bellas del mundo”, y Jeanne Eagels era la nueva estrella del plantel del soberbio Florenz.
En este período, uno de sus profesores de interpretación fue Beverly Sitgreaves; y en septiembre de 1912 formó parte del reparto de “Mind The Paint Girl” en el Teatro Lyceum; y entre 1916 y 1917, Eagels trabajó con George Arliss en 3 obras consecutivas.
Al igual que muchos otros artistas, Jeanne Eagels dedicó gran parte de su tiempo libre a esfuerzos caritativos en apoyo de los afectados por La Gran Guerra en curso; así, del amanecer al crepúsculo, ella se había convertido en la nueva reina de Saba, en La Selva del “show business”; y de una punta del país a la otra, se hablaba de ella.
Tan sólo tenía que agitar una de sus pestañas, para ver caer una lluvia de propuestas por el devenir de su rubia y hermosa cabellera; por lo que Hollywood llamó a su puerta, y ella respondió.
En 1915, actuó en su primera película, haciendo 3 filmes para Thanhouser Company entre 1916 y 1917; y en 1918 trabajó en “Daddies”, una producción teatral de David Belasco.
A pesar de ser un gran éxito, Eagels abandonó el show...
Aunque no se conoce la razón exacta de su abandono, algunos afirman que se debió al agotamiento, mientras que otros dicen que fue acosada sexualmente por Belasco…
La agitada agenda afectó su salud, ya que sufría de fatiga e insomnio; y fue durante este período que Eagels se enganchó a las drogas.
La frenética situación continuó hasta 1920, cuando sufrió de sinusitis crónica y otras enfermedades; además, su gusto por las bebidas y la automedicación de sus males, en gran medida obstaculizaron su carrera posterior.
Posteriormente viajó a Europa, trabajando más adelante, entre 1919 y 1921, en otras producciones de Broadway; y en 1922, hizo su primer papel como protagonista en la obra “Rain”, basada en un relato de William Somerset Maugham, en la cual interpretaba a Sadie Thompson.
Hizo una gira con dicha obra, representándola por última vez en Broadway en 1926.
El espectáculo fue la obra maestra de la carrera de Eagels, y elevó su estrellato a nuevas alturas; siendo contada entre el panteón de los grandes del teatro estadounidense.
Su actuación en “Rain” se convirtió en una leyenda del escenario de New York, tanto que Lee Strasberg, fundador del Actors 'Studio, citó la actuación de Eagels en sus últimas enseñanzas, mientras que una joven Barbara Stanwyck vio la obra varias veces.
Pero el sueño de Eagels de llevar a “Rain” a la pantalla grande, se vio frustrado por Will Hays, cuyos intentos de promover estándares morales más altos en Hollywood, tanto dentro como fuera de la pantalla, llevaría al establecimiento de un Código de Producción a principios de los años 30.
“Mr. Hays es la persona más increíble”, dijo Jeanne en 1926, “porque cree que “Rain” es una obra inmoral.
Ministros, censores, reformadores en abundancia, han visto la obra; y han llegado a censurarla y prohibirla”
Sin embargo, otra actriz tendría éxito donde fracasó Eagels:
Gloria Swanson se había graduado de “belleza del baño” en los cortos de comedia de Mack Sennett, a una de las mujeres más glamorosas de Hollywood, probablemente por su amante, el patriarca de Los Kennedy, Joe; y después de ver a Jeanne en “Rain”, La Swanson persuadió al director Raoul Walsh y al productor Joseph Schenck, de que sería el vehículo perfecto para ella.
Incluso pudo convencer a Hays, enmarcando la historia como “una fábula moral contemporánea”, y el filme “Sadie Thompson” fue lanzado en 1928.
Mientras Swanson filmaba durante el verano de 1927, Eagels relanzó su propia carrera cinematográfica…
Mucho había cambiado durante su ausencia de la pantalla, con Hollywood convirtiéndose rápidamente en el centro de la industria cinematográfica estadounidense; e Eagels se ganó rápidamente la reputación de ser difícil de trabajar.
Ella luchó con los ejecutivos, y estaba a menudo enferma; y cuando apareció en el set, parecía tensa e infeliz; a medida que se propagaban los rumores de atracones de alcohol, fue apodada “Gin Eagels”; y “parecía que odiaba las películas por la popularidad que no podían darle”, dijo John Gilbert.
“Fundamentalmente, Jeanne era muy superior a nosotros.
Los actores de cine están locos de ser adorados”, dijo.
Quería ser entendida y apreciada; y MGM no extendió su contrato, y ella regresó de nuevo al escenario.
En 1925, Eagels se casó con Ted Coy, antigua estrella deportiva de La Universidad de Yale reconvertido en agente de La Bolsa.
No tuvieron hijos, y se divorciaron en 1928.
Como dato, a Eagels le ofrecieron en 1926 el papel de “Roxie Hart” en la obra de Maurine Dallas Watkins, “Chicago”, pero en los ensayos decidió abandonar el proyecto.
Posteriormente actuó en la comedia “Her Cardboard Lover” (1927), en la cual trabajó en escena junto a Leslie Howard.
Después, y durante varios meses, hizo una gira con la obra; y tras no actuar en varias representaciones como consecuencia de una intoxicación alimentaria, Eagels volvió a formar parte del elenco en julio de 1927, en un show en El Teatro Empire.
Pero su afición por las bebidas y la automedicación, le causaron más problemas durante el tiempo de ejecución del programa, ya que a menudo mostraba un comportamiento errático en el escenario.
Tras una temporada en Broadway, se tomó un descanso en su actividad teatral para rodar una película junto a John Gilbert, la producción de MGM, “Man, Woman and Sin” (1927), la cual dirigió Monta Bell.
Y en 1928, tras no presentarse en una función en Milwaukee, Wisconsin, Eagels fue vetada por el sindicato Actors Equity, no pudiendo actuar en obras de teatro durante 18 meses.
Pero la prohibición no impidió que trabajara en el cine, rodando 2 filmes sonoros para Paramount Pictures:
“The Letter” y “Jealousy”, ambas estrenadas en 1929.
En “The Letter”, presentó una actuación inolvidable como Leslie Crosbie, la adúltera esposa de un propietario de una plantación de caucho en Malaya.
Y el filme se rehízo en 1940, por William Wyler, protagonizado por Bette Davis.
Si bien el remake fue generalmente superior, Davis no pudo igualar la extraordinaria pasión que trajo Eagels al papel, enfatizando en cambio la naturaleza intrigante de Leslie.
Para entonces, todos los focos y flashes de la prensa, querían el plano de su cara en las portadas de las revistas y periódicos de espectáculos y sociedad. Obviamente, estaba ante el culmen de una carrera vertiginosa; sin embargo, debido a sus complicaciones de salud, nunca volvió al teatro.
En septiembre de 1929, se sometió a una cirugía para tratar las úlceras en el ojo en el Hospital St. Luke en la ciudad de New York; donde le diagnosticaron una infección inusual grave, agravada por “ojos de Klieg”, una reacción adversa a las duras luces de estudio; y después de someterse a una cirugía, no estaba en condiciones de mirar a la cámara.
Por tanto, Paramount anunció que sería reemplazada por Ruth Chatterton; y durante ese tiempo, ella también sufrió de problemas respiratorios y neuritis.
Por su actuación en “The Letter”, le valió a título póstumo a la nominación al Oscar como mejor actriz, premio que ese año conseguiría Mary Pickford por su trabajo en “Coquette”
Por esa nominación, fue la primera que La Academia daba a título póstumo a un actor; sin embargo, según datos de la institución, Eagels fue una de las varias actrices consideradas para la nominación.
Fue justo antes de su retorno al teatro, con una nueva representación en Broadway, que Eagels falleció de manera súbita, el 3 de octubre de 1929 en la ciudad de New York.
Tenía 39 años de edad; y las causas exactas del fallecimiento no se conocen, pero las evidencias apuntaban al alcohol o la heroína.
La prensa se cebó con ella, y su vida privada; y se cuenta que se realizaron un total de 3 autopsias a lo largo de un trimestre; donde cada una daba unos datos difusos, en torno a la causa de su muerte; llegándose a diferentes conclusiones por parte del comité de patólogos forenses.
Finalmente se constató el siguiente veredicto:
Una sobredosis de alcohol, y una mezcla de tranquilizantes, junto a otras drogas que consumía con asiduidad.
Tras el funeral en New York, se celebró otro en su ciudad natal, en Kansas City, siendo enterrada en el Cementerio Calvary.
Y ahí terminó el camino, hasta ahora, de una estrella fugaz, literalmente; y durante demasiado tiempo, Jeanne Eagels ha languidecido en las sombras de los rumores y los conceptos erróneos; donde su papel más famoso, como Sadie Thompson, viviría en actuaciones a la sombra de Gloria Swanson, Joan Crawford y Rita Hayworth.
En 1935, Bette Davis ganó un Oscar por su papel de estrella tempestuosa en “Dangerous”, un retrato de Eagels con un velo fino; y en 1957, Kim Novak llenó sus zapatos en una película biográfica sensacionalista e imprecisa.
“Maybe I come from nowhere, but I'm going somewhere!”
Jeanne Eagels es un drama del año 1957, dirigido por George Sidney.
Protagonizado por Kim Novak, Jeff Chandler, Agnes Moorehead, Charles Drake, Larry Gates, Virginia Grey, Gene Lockhart, entre otros.
El guión es de John Fante , Daniel Fuchs y Sonya Levien; basados en una historia de Fuchs; y basados en la vida de la estrella de teatro, Jeanne Eagels; sin embargo, muchos aspectos de la vida real de Eagels fueron omitidos, o en gran parte son ficticios; tanto que tras el estreno, la familia de Eagels demandó más tarde a Columbia Pictures por la forma en que se representó a Jeanne en la película.
Por tanto, este es un “biopic” sobre la estrella de Broadway de los años 20; y aunque Jeanne Eagels (Kim Novak) aspiraba a ser una gran actriz, acepta un trabajo como bailarina en un pequeño local neoyorquino.
Cuando llega a “La Gran Manzana”, recibe clases de la estricta Madame Nellie Neilson (Agnes Moorehead), logrando así debutar en Broadway en 1922.
La llegada a la cúspide del éxito y los medios empleados para ello:
La soledad y la efímera permanencia en el pináculo de la gloria, que en el caso de Jeanne también significarán el inicio de su decadencia en todos los órdenes.
La película es, sin duda, una crónica de la insatisfacción y la comprobación empírica de que los caminos no éticos que llevan al triunfo, nunca permiten que la felicidad sea su meta.
Y vale decir que la mezcla de ficción y realidad está lo suficientemente dosificada como para que las licencias dramáticas permitan construir un hilo narrativo que atrape a los espectadores, y realce, como se debe, el drama íntimo que vivió la actriz durante esos años de profesión en los que, presionada por el sindicato de atores, que incluso le prohibió actuar, llegó a triunfar efímeramente en el cine, poco antes de iniciar un descenso a los infiernos de la drogadicción del que ya no saldría.
Este es un triste retrato femenino perteneciente al Hollywood oscuro, al de Babilonia, un reflejo de alguien que vivió las mieles y los túneles oscuros de la fama… como Frances Farmer, Mabel Normand, Clara Bow… y un largo etcétera; y he de reconocer que esta película merece una mejor reconsideración crítica para ser mencionada con todos los honores en ese reducido círculo de las películas de carácter meta-artístico que, centrada en este caso en el teatro, exploran el difícil terreno de la estabilidad mental de las personas que alcanzan la cima en tan difícil profesión.
“I was a Golden Girl too, once...”
En la segunda mitad de los años 50, y sea de forma calculada o improvisada, más bien pienso en una decisión del estudio ante la aceptación comercial que alcanzaban sus películas; que George Sidney fue el encargado por Columbia para responsabilizarse de diversas películas que, en su conjunto, mostraban la trastienda del mundo del espectáculo.
Otra cosa sería discutir, cuáles serían las auténticas razones de ser de las mismas, enmarcadas desde su condición de “biopics” o el servilismo hacia sus estrellas...
Y cierto es que pocos años antes, Sidney lograría la que con probabilidad es su mejor película:
Una historia que se centraba en el mundo de la representación.
Como especialista en comedias, George Sidney, se basa en la historia real de la precozmente desaparecida Jeanne Eagels; y en ella se nos cuenta el ascenso, sin escrúpulos morales, y la posterior autodestrucción de esta actriz, brillantemente interpretada por la siempre estimulante Kim Novak; y técnicamente se aleja del cine Tecnicolor, el musical y lo aventurero; para decantarse por un retrato amargo en blanco y negro; siendo el 2º de sus trabajos con Kim Novak, que la dirigiría 3 veces, y que mostraría cómo su fría y perfecta belleza, era adecuada para mujeres complejas y atormentadas como Jeanne Eagels.
Y si la película ha sorprendido, no es aunque parezca mentira esta afirmación, por la exquisita, sólida y convincente interpretación de Kim Novak, un auténtico animal fotogénico; sino por una dirección y una puesta en escena que tiene momentos en que roza incluso la grandeza; por ejemplo:
Hay encuadres de una originalidad indiscutible, y de un clasicismo propio de los grandes directores, sobre todo en los interiores con una profundidad de campo que revela un suerte de dialéctica entre el espacio y los personajes, que sorprende a los espectadores, arrastrados a la confrontación con la permanente esquizofrenia en que vive la protagonista:
Sumisa a su codicia; añorante de los tiempos felices anteriores.
Así se nos presenta Jeanne Eagels, como una camarera de Kansas City; que después de perder el concurso de belleza de un carnaval, le pide un trabajo al dueño, Sal Satori (Jeff Chandler); pero su baile en un disfraz escueto, es acusado de ser obsceno… y Sal decide unirse a su hermano en New York, e invita a Jeanne a unirse a ellos en un parque de diversiones en Coney Island.
Tomando lecciones de actuación, la ambiciosa Jeanne se convierte en la suplente en un espectáculo de Broadway; y una estrella cuando tiene la oportunidad de interpretar el papel principal.
Y es que la otrora exitosa actriz llamada Elsie Desmond (Virginia Grey) quiere regresar en una nueva obra, pero Jeanne la traiciona, y se lleva la obra para sí misma, dispuesta a hacer cualquier cosa para salir adelante.
Por lo que Elsie la denuncia en el teatro, antes de la primera actuación, y luego se suicida…
Sal, enamorado de Jeanne, también está disgustado por ese comportamiento; y ella acepta una propuesta de matrimonio de John Donahue (Charles Drake), y ambos descienden al alcoholismo.
Jeanne pierde actuaciones, y hace que sus compañeros actores pierdan sus cheques de pago.
Su situación se deteriora aún más, cuando ella tiene que pagarle la pensión alimenticia a John, después de un divorcio; al tiempo que una nueva obra fracasa porque Jeanne, borracha y en pastillas, se desploma en el escenario; y el gremio de actores la suspende por 18 meses.
Incapaz de trabajar, ella regresa al parque de diversiones de Sal, y se le ofrece un trabajo de baile… pero otro artista la asalta sexualmente en un camerino; y Jeanne, con su vida en ruinas, continúa en espiral y alucinando.
Una noche, mientras intentaba llegar a un escenario, se derrumba en la escalera y muere.
Partiendo de la base de su pertenencia al “biopic”, aquí hay elementos que de entrada permiten otorgan un sesgo de personalidad; y uno de los más determinantes, es desde la técnica, desde la elección del blanco y negro, magnífico, lleno de contrastes, siendo obra de Robert Plack; que define de alguna manera, el alcance de un relato que combina el romanticismo, la comedia y, en última instancia, esa visión tan sombría de un modo de vida como el del espectáculo, que tiene precisamente en fingir, una prolongación de la acentuación del egoísmo y la ruindad de dicha profesión; y se detectan en ella ecos de la oscarizada “All About Eve” (1950) de Joseph L. Mankiewicz; sobre todo en el hecho cíclico de la reiteración de los vicios del éxito; y por tanto, es una mirada desde adentro de las producciones del “show business”
Y es que Jeanne Eagels fue escalando y escalando desde pequeños teatros, hasta ser una de las Ziegfeld Follies, pasando por teatros más importantes, hasta llegar a Broadway y también a Hollywood.
También, su vida se vio rodeada por el alcohol y la heroína, así como una inestabilidad sentimental; donde sus papeles más recordados, tienen que ver con el escritor William Somerset Maugham; siendo uno de sus triunfos, la obra “Rain”, que después sería llevada al cine.
La protagonista, Sadie Thompson, tendría el rostro de celuloide de Gloria Swanson, Joan Crawford y Rita Hayworth; pero durante muchos años, Sadie en el escenario fue Jeanne Eagels; y a título póstumo, recibió una nominación al Oscar por una película, en plena revolución del sonoro; llamada “The Letter”, que años después sería una de las grandes películas que realizó William Wyler como un vehículo perfecto para Bette Davis.
Finalmente, no se sabe si la muerte de Eagels fue provocada por una sobredosis o fue suicidio…
Por ello la película centra la trama en la historia de amor imposible e intermitente entre Jeanne Eagels y Sal Satori, un atractivo Jeff Chandler, que resulta imposible que en la vida real le gustase vestirse de mujer…. Y aquí es un feriante, donde el ascenso y descenso de la actriz, se muestra a través de un camino de traiciones, adicciones e insatisfacciones vitales que la arrastrarán al abismo.
Donde los momentos culminantes de ese amor, son reflejados con una belleza extrema, tanto de puesta en escena como de diálogos, como el primer beso bajo una lluvia torrencial trabajando en la feria, con los 2 montando por la noche en un carrusel de caballitos hasta que acaban en el suelo, él diciéndole a ella que se bebería su hermoso pelo, él mirando cómo ella se desviste para meterse en el mar… como si fuera una Afrodita, y una de esas declaraciones de amor imposible, donde él le dice a Jeanne, que si volviera a nacer y le dijeran que volviera a repetir su vida con éxito pero sin ella, que lo rechazaría, que prefiere haber vivido con lo poco que ha tenido de ella.
O esa escena final, con una Jeanne en la pantalla de cine, inmortalizada, y a Sal llorando en la sala…
Como personaje, Jeanne Eagels se presenta como una joven con ambiciones que tiene claro que quiere llegar a lo más alto en los escenarios.
Sin embargo, no pondrá freno alguno a sus deseos que la volverán inestable e insatisfecha, así como caer en diversas adicciones; y en su camino, no solo se cruza Sal Satori, sino también su profesora de teatro, o con el productor interpretado por Larry Gates.
Y ese deseo hará que traicione a una madura actriz en decadencia, la magnífica Virginia Grey, que apenas aparece, pero con ella y el lenguaje cinematográfico se nos cuenta toda su historia y su trágico final; para conseguir un gran papel, este hecho será el punto del declive.
Así, la gran Kim Novak logra dar al personaje esa inestabilidad emocional con su hieratismo y sus explosiones de humor; y logra un personaje a la vez hierático y frágil; y finalmente extremo.
Sin olvidar la buena la dirección de George Sidney, que hizo destacable la actuación de Agnes Moorehead, y la pareja protagónica de Novak, el gran Jeff Chandler, que tiene buena química y es creíble.
Pero el film de Sidney destaca en esas extrañas oscilaciones genéricas, e incluso narrativas, que son las que a fin de cuentas permiten que la película resalte en sus cualidades, por encima del retrato que se ofrece de Eagels, en las convenciones y la fascinación emanada del mundo del teatro, o cierta dramatización con tintes histriónicos que ofrece esa visión de las zancadillas, e incluso atrocidades que una aspirante a estrella ha de realizar, forzosamente, para poder ascender con cierta rapidez en el mundo del espectáculo, si de antemano se cuenta con un determinado y latente talento.
Para ello, la película cuida los ambientes desde el mundo de la feria, como un inesperado paraíso, pero también a veces un lugar sórdido, depende de la mirada o el estado de ánimo de los personajes; hasta las bambalinas del teatro, con sus glorias y miserias; o del rodaje de una película… pasando por la decadencia de un matrimonio que se consume en la soledad y el alcohol, entre hoteles y apartamentos; y cuando la película refleja el matrimonio de Jeanne con un jugador de fútbol americano acabado; queda autodestruyéndose poco a poco.
Y uno de los puntos interesantes de la película, es la posibilidad de ver en acción en un plató de cine, al director Frank Borzage, ya maduro, y a su hermano Lew como asistente de dirección.
Como dato, la película fue planeada durante mucho tiempo como un vehículo para Kim Novak; y ella brilla en la historia dando muestras de su gran belleza física; despampanante en la escena en la que representa a una descocada odalisca adornada de perlas... y el rostro impasible de La Novak con un cuerpo perfecto de belleza griega, que surge de la feria como alega Sal en un juicio porque la han detenido por inmoralidad en su espectáculo; para brillar en los escenarios, pero para terminar hundiéndose en el alcohol, la heroína, y una continua insatisfacción y remordimiento…
Todo ello convierte a Jeanne Eagels en un melodrama de la parte oscura de la fama, y el éxito en aquellos locos años.
También se cuenta que Jeff Chandler, para entonces acababa de terminar un contrato exclusivo a largo plazo con Universal, y tuvo la oportunidad de hacer el papel principal masculino para el filme.
Además, se dijo que el vestido de Novak se incendió durante el rodaje y el mismo Chandler tuvo que apagarlo...
En definitiva, existen numerosas inexactitudes históricas en esta producción, y no deben considerarse una verdadera representación de la vida y la carrera de Eagels; para ello dejémosle el documental; y entre otras cosas, se dice que Jeanne Eagels nunca fue una bailarina de carnaval, y nunca se supo que fue la causa del suicidio de otro artista…
Además, el personaje de Sal Satori era un personaje de compilación de ficción, basado en varios hombres en su vida.
Y se le puede achacar que Jeanne Eagels por momentos roza el ridículo; con ello me refiero a todas aquellas secuencias en las que ésta interpreta sus roles dramáticos, en especial el personaje en la obra “Rain” de Somerset Maugham, o aquellas en que su personaje ha de adquirir un matiz desafiante o arruinado por la bebida.
Es en su entorno cuando Jeanne Eagels logra introducir un componente dramático de primer nivel; y se marcará en el primer encuentro de esta y Elsie, la protagonista, brindándole sin pretenderlo, el elemento que propiciará su triunfo; en el estremecedor instante en que, entre sombras, Elsie se encontrará con Jeanne, cuando esta va a debutar con la obra que le ha proporcionado, o en la arriesgada secuencia que se producirá en el intento de Jeanne de reconducir la situación, yendo a buscarla a su modesta vivienda, y comprobando con horror que esta se ha suicidado.
Será un episodio brillante, violentando incluso una narración pausada, e introduciendo incluso algunos insólitos “zooms”, creando una extraña aura de pesadilla en torno a la aterradora consumación del suicidio de esta.
De similar alcance será el instante en el que la protagonista se separe de Satori en el parque de atracciones en plena noche, insertando Sidney una sucesión de planos de las figuras y recreaciones existentes en el recinto, como si sobre ellas repercutiera una reacción en torno a su propietario.
Pero en definitiva, más allá de su singularidad, si por algo quedará en la memoria Jeanne Eagels, es por permitirnos contemplar por única vez ante la pantalla, a uno de los mejores directores de Hollywood:
Frank Borzage quien, de manera anacrónica, es presentado ya con considerable edad, rodando una película muda, en la que en la realidad era un joven realizador; y aparece como un suave, amable y preciso director.
Nunca sabremos si las expresiones y modos que Borzage muestra en esta breve secuencia, en realidad se correspondieron con la realidad…
Los testimonios nos permiten pensar que sí, emocionando a todos los que amamos su cine, por suponer el único testimonio fílmico de las previsibles maneras de un maestro del cine.
Sobre la banda sonora, la canción “Half Of My Heart”, escrita por George W. Duning y Ned Washington en 1957, fue grabado por Jeff Chandler en 1958; así como aparece el hermoso “Love Theme” a cargo de Morris Stoloff & His Orchestra; o el “The Four Aces” de 1957.
Como dato, la canción que Jeanne canta en su última película, “Forever Young”, llamada “I'll Take Romance”, fue escrita en 1937, 8 años después de la muerte de Eagels.
La canción aparece en la película de 1937 del mismo nombre.
“Double emphasis... you don't need it”
“No hay peor mentira que la verdad a medias”, dicen los castizos: y es que los aforismos son un rato sabios…
Jeanne Eagels se casó 2 veces:
Su primer matrimonio fue con el actor Morris Dubinsky, con quien se casó cuando era adolescente; y según los informes, la pareja tuvo un hijo que murió, lo que causó que Eagels sufriera una crisis nerviosa) o que fue entregado en adopción después de que la pareja se separara.
Eagels y Dubinsky, finalmente se divorciaron; y en agosto de 1925, Eagels se casó con Edward Harris “Ted” Coy , un ex jugador de fútbol de la Universidad de Yale, que se convirtió en corredor de bolsa.
No tuvieron hijos, y se divorciaron en julio de 1928.
Durante la cima de su éxito, Eagels comenzó a abusar de las drogas y el alcohol, y finalmente desarrolló una adicción.
Ella fue a varios sanatorios en un esfuerzo por salir de su dependencia; y a mediados de la década de 1920, había comenzado a consumir heroína.
Cuando ella entró en sus 30 años, Eagels comenzó a sufrir ataques de salud que se vieron agravados por el uso excesivo de drogas y alcohol.
En septiembre de 1929, se sometió a una cirugía ocular en el Hospital St. Luke en la ciudad de New York; y en ese momento, ella también sufría de problemas respiratorios y neuritis.
Después de una estancia de 10 días, regresó a su apartamento en Park Avenue; y el 3 de octubre de 1929, Eagels y su secretaria fueron al Hospital Park Avenue donde Eagels tenía una cita; mientras hablaba con el médico, ella comenzó a tener convulsiones, y murió poco después.
El asistente médico forense que realizó la autopsia de Eagels, concluyó que ella murió de “psicosis alcohólica”; y declaró que si bien Eagels no había consumido alcohol en los 2 días anteriores a su muerte, había estado “actuando de manera extraña y sufría de alucinaciones varios días antes de morir”
Los informes de toxicología revelaron que Eagels todavía tenían alcohol en sus órganos cuando murió, además de heroína e hidrato de cloral, un sedante que Eagels acostumbraba para dormir; por ello, su muerte se atribuyó a una sobredosis de hidrato de cloral.
Después de los servicios en New York en La Capilla funeraria Frank E. Campbell, Eagels recibió un segundo servicio funerario, cuando su cuerpo fue devuelto a Kansas City, el 7 de octubre, donde fue enterrada en el cementerio de Calvary, para el descanso final, de acuerdo a sus deseos, junto con su padre y su hermano fallecido unos meses antes.
Le sobrevivieron su madre Julia Eagles, y varios hermanos y hermanas.
Su muerte sorprendió a Hollywood, que había perdido a Valentino, hacía relativamente poco, en 1926 con tan sólo 31 años.
Se cuenta que más de 5.000 personas desfilaron ante su cuerpo para hacerle el mayor tributo teñido de morbo, en la misma capilla que fue velado “El Hijo del Jeque” 2 meses antes.
Extrañamente, el olvido estará en su arte y talento, pero poco en sus andanzas y excesos.
El mejor epitafio a esta extraordinaria actriz, se resumiría en una frase:
“Yo soy la mejor actriz del mundo, pero como todo el mundo, a quién le importa un bledo mi mayor fracaso”
Así habló de sí misma Jeanne Eagels, poco antes de su misteriosa y prematura muerte a la edad de 39 años; entrando en El Olimpo de “las femme fatale”, capaces de denigrar a tipos, como el mismísimo Hays; o reírse en la cara del pedante L. Howard; del llorón de John Gilbert, del trepador Monta Bell y compañeras de artimañas y zarpazos, caso de la maníaca Mary Pickford, la leona de Gloria Swanson, o la pobre desgraciada de Mae Murray y un largo etcétera del gremio.
La vida, verdaderamente no había escatimado mejor argumento que una vez más la realidad.
Para mayor sarcasmo, La Academia de Hollywood la nominó a un Oscar en la categoría de la mejor actriz “post mortem”
Ella, desde la tumba, estaría bebiendo y haciendo un chiste, sobre la vejez y los remordimientos de la pandilla del Hotel Ambassador.

“I wish I could say I was sorry”



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