Herbstsonate

“Man måste lära sig att leva.
Jag tränar varje dag.
Mitt största hinder är att jag inte vet vem jag är.
Blind poäng.
Om någon älskar mig som jag är, vågar jag äntligen titta på mig själv.
För mig är den möjligheten ganska avlägsen”
(Uno debe aprender a vivir.
Yo practico todos los días.
Mi mayor obstáculo es que no sé quién soy.
Tanteo a ciegas.
Si alguien me ama como soy, por fin me atreveré a mirarme.
Para mí, esa posibilidad es bastante remota)

Decía Marcel Proust:
“Los hijos no siempre llevan la semejanza de la madre, pero sí llevan en su rostro su profanación”
Eso me recuerda “À la recherche du temps perdu” que es una gran reflexión sobre el tiempo, el recuerdo, el arte, las pasiones y las relaciones humanas atravesada por un sentimiento del fracaso y el vacío de la existencia; donde varios ejes estructuran la obra, entre los cuales destacan:
El amor y los celos; el arte en todas sus formas; la condición existencial y la subjetividad esencial que la constituye; las relaciones entre tiempo y memoria; y los distintos ámbitos y esferas sociales que contrastan entre sí, como la familia y los amigos, la ciudad y el pueblo, los salones burgueses y los aristocráticos; y en general, la obra de Proust posee un estilo literario muy característico e inconfundible, influido por el impresionismo y con marcado carácter simbolista; tanto que domina un tipo de descripción atomizada y narrativamente recurre a un tempo lento y moroso, de párrafo amplio y complejo; pues su manera de abordar cualquier cuestión es siempre indirecta, en espiral.
Huyendo del realismo artístico y sus excesos naturalistas, Proust mostrará su transfiguración de la realidad por medio de distintas formas de subjetivismo, como por ejemplo, la forma imaginativa de tratar el tiempo y sus observaciones y descripciones impresionistas, pero todas estas técnicas quedan resguardadas a la sombra de la principal característica de la obra de Proust:
El fluir proteico de la conciencia, reducida a “la durée bergsoniana”
Y es que Proust hace uso del monólogo indirecto, el cual supone la presencia de un narrador omnisciente que presenta pensamientos no articulados por la palabra, y regularmente conduce al lector a través de una estructura episódica, que también es una modificación de la clásica estructura tradicional, por 2 razones:
Por el uso de la “analepsis” o “flashback”; y por su especial contenido temático.
El contenido de la novela, por tanto no es lineal, y solo reduciéndolo a la caricatura puede denominarse argumental, porque no narra sucesos como en la escuela tradicional, sino el efecto que producen en la sensibilidad, el pensamiento, la imaginación y la memoria.
La obra de Proust, presenta también diálogos simultáneos que suceden en un mismo tiempo-espacio.
Conviene pues conocer que las relaciones que Proust mantuvo con los distintos miembros de su familia, fueron esenciales en su obra; así, las figuras femeninas de su vida son elementos centrales.
Por otro lado, la masculinidad no aparece bien estudiada, o al menos aparece retratada de un modo poco halagador, y a excepción quizás del narrador, suele ser presentado como un ser simple o virilmente tonto en sus manifestaciones, o adyacente a un personaje femenino o intelectualizado; es un personaje ausente, distante, poco decisivo en la vida del personaje, y desde este punto de vista, podríamos aventurarnos a decir que la novela “proustiana” puede ser interpretada como un ajuste de cuentas literario con su padre.
¿Cómo se entiende, y cómo se supera entonces ese sufrimiento en la vida?
De una época en que a menudo los padres eran acusados y culpables de todas las desdichas, consecuencia indeseada, diría yo, del psicoanálisis…
Siempre me he cuestionado, qué hace que el cine de Ingmar Bergman haya y sea mundialmente reconocido y alabado… y creo que es por la profundidad de las historias que cuenta y las reflexiones que hace sobre la vida y todo lo que conlleva consigo; y en este caso trae a la palestra un modelo “proustiano”, donde uso 2 elementos notables:
El otoño como estado anímico y la sonata, una pieza musical entendida como un procedimiento compositivo que utiliza a su vez 2 temas generalmente contrastantes, siendo junto a la fuga, uno de los 2 métodos fundamentales para organizar, interpretar y analizar música de concierto.
“Ibland, när jag håller mig uppe på natten, undrar jag om jag har bott.
Är det samma för alla?
Har vissa människor en större talang för att leva än andra eller lever andra aldrig, utan bara finns det?”
(A veces, cuando me quedo despierta por la noche, me pregunto si he vivido.
¿Es lo mismo para todos?
¿Algunas personas tienen un mayor talento para vivir que otras o algunas personas nunca viven, sino que simplemente existen?)
Herbstsonate es un drama sueco, del año 1978, escrito y dirigido por Ingmar Bergman.
Protagonizado por Ingrid Bergman, Liv Ullmann, Lena Nyman, Halvar Björk, Marianne Aminoff, Arne Bang-Hansen, Gunnar Björnstrand, Erland Josephson, Georg Løkkeberg, Mimi Pollak, entre otros.
Herbstsonate tiene por argumento, la relación entre una famosa pianista y sus 2 hijas a las que dejó por desarrollar su carrera profesional internacional; siendo un estremecedor ejercicio de crueldad entre una madre y su hija que cuestiona no sólo la tradicional concepción de la maternidad, sino el sentido de la existencia a partir de la creación artística.
Construida con elegante sobriedad, escarba sin contemplaciones en el subconsciente humano, poniendo al descubierto miserias y grandezas; por lo que profundiza en temas como:
El aislamiento emocional del artista, la incapacidad de amar de algunas personas, el resentimiento, la enfermedad o la muerte.
Y como sucede en la totalidad de la filmografía del director sueco, deudora en buena medida de su formación teatral, esta es una película en la que la palabra posee un protagonismo absoluto; y no solo por el arrebatador “tour de forcé” que enfrenta a 2 geniales actrices, sino también porque es al hilo de sus reproches que iremos paulatinamente descubriendo los motivos del retraimiento de una, y qué se esconde en realidad tras la firmeza de carácter de la progenitora.
Y es que la película no sólo trata del abandono en la infancia y el posterior rencor y deterioro emocional, Bergman escribe de una forma precisa, el reproche “in crescendo” de hija a madre de forma sórdida, triste, terrorífica, teniendo en cuenta que el único recurso descriptivo son las palabras.
Como dato, se rumoreó que toda esta trama estaba inspirada en teorías de Sigmund Freud que dicen que “las madres y las hijas están predestinadas a odiarse y competir entre ellas como La Cenicienta y su Madrastra”; no tan lejos de la realidad, Herbstsonate, que se traduce como “Sonata de Otoño”  surgió de uno de los hechizos más oscuros en la vida de Ingmar Bergman:
En 1976, él se había exiliado voluntariamente en Múnich después de ser acusado de evadir impuestos sobre los ingresos de ciertas películas... además, Herbstsonate marca “el canto de cisne” de la carrera de Ingrid Bergman, que cumplió su deseo de hacer una película con su homónimo.
Así, debido a su batalla con las autoridades fiscales suecas en ese momento, Ingmar Bergman produjo Herbstsonate a través de su empresa de Alemania Occidental, Personafilm GmbH, con el financiamiento principal británica ITC de Lew Grade, y filmó la película en un viejo Estudio de cine fuera de Oslo en Noruega.
Por ello, aunque formalmente fue una producción alemana con el título alemán, “Herbstsonate” como título original oficial; el diálogo es en sueco, la mayoría del equipo y los actores eran suecos, y el estreno mundial fue en Estocolmo; siendo notable también por la combinación de los 2 famosos pero no relacionados Bergman; siendo esta la única vez que Ingrid actuó en una película dirigida por Ingmar.
Herbstsonate fue también candidata a 2 premios Oscar:
Mejor actriz (Ingrid Bergman) y guión original, aunque finalmente no obtuvo ninguno; además, esta fue la última nominación al Oscar de Ingrid, y la última de las películas que se hizo para exhibición teatral; pues todas las posteriores, incluso algunas fueron proyectadas en cines, eran producciones hechas para la televisión.
La historia sigue a Charlotte Andergast (Ingrid Bergman), como una pianista de fama internacional que tiene 2 hijas:
Eva (Liv Ullmann) y Helena (Lena Nyman)
Helena está gravemente incapacitada desde hace muchos años; mientras que Eva, la hija mayor, ha perdido a su único hijo, ahogado en un accidente.
Eva está casada con Viktor (Halvar Björk), un pastor en la pequeña parroquia de un pueblo de Suecia; mientras que Charlotte acaba de asistir a la muerte de su compañero y amigo durante muchos años, Leonardo (Georg Løkkeberg), que también músico.
Y es que Eva no ha visto a su madre en casi 7 años, y aprovecha esa circunstancia de duelo para escribirle a su madre, y pedirle que vaya a descansar unos días en la tranquila casa parroquial.
Charlotte llega a la casa; y tras su llegada, Eva le hace saber que Helena, a la que ella creía en una clínica, se encuentra allí desde hace tiempo, al cuidado de Viktor y Eva; y en una charla caracterizada por su crudeza emocional, salen a la luz recuerdos y humillaciones entre Charlotte y Eva a lo largo de los años; y durante una conversación nocturna, entre madre e hija, las emociones se desbordan.
Finalmente, cuando se ha calmado todo, Charlotte abandona la tranquila casa junto al lago para volver a su actividad cosmopolita como concertista de piano; mientras en la pequeña parroquia, Eva y Viktor siguen con su vida tranquila, el cuidado de Helena, y el recuerdo de su hijo desaparecido…
Este es un drama intenso, pero fluido, con unas interpretaciones memorables, por serenas y naturales, con una fotografía elegantísima, qué luz, y una puesta en escena sencilla, sin ninguna estridencia, muy hermosa, como la música clásica que nos invade durante el visionado; y si se presta atención al parlamento inicial, que no es un soliloquio, es un diálogo con “usted”; que al acabar la película habrá visto también una cálida historia de amor y redención.
Y parece imposible que con una extraordinaria sobriedad se llegue a conmover tanto; buena parte del éxito radica en las miradas, con ojos rojos al borde del llanto sin trampa ni cartón, los gestos, sobre todo en la escena del piano, en donde se exponen las diferencias irreconciliables entre madre e hija de forma muda; y las palabras; porque en esta ocasión, palabras hay y muchas, y todas ellas son importantes.
¿Llegarán madre e hija a reconciliarse?
No lo sabemos con exactitud, porque lo importante en Ingmar Bergman es reflejar el único momento de verdadera comunicación entre 2 personas que se han sentidos extrañas, la una hacia la otra durante una eternidad, acumulando rabia y odio contenidos; y cuando los personajes se encuentran, se produce la explosión de reproches, llamadas de auxilio y de cariño que por un momento parecen complacidas, para después disolverse como el vapor de agua.
Al menos, madre e hija llegan a entenderse, aunque sea por un momento, y nosotros concurrimos atónitos a ese choque de trenes, para después intentar recoger las piezas rotas.
Así, ver Herbstsonate no es una experiencia amena o agradable; es un filme agresivo y muy duro de ver, donde apenas hay música, y habrá muchos, muchísimos que no salgan contentos de la experiencia, quizás hasta no quieran volver a verla… y ahí reside uno de los testimonios que afirman su grandeza:
En la vida, enfrentarse contra ciertos tópicos es incómodo, pero también son necesarios.
Y si una película es capaz de dejarte tan impactado y reflexivo de forma totalmente intencionada, sabes que ha hecho un trabajo impecable.
Por tanto, cualquier persona con una madre o un padre puede encontrar identificación con los personajes de Herbstsonate, siempre y cuando puedan tolerar el dolor de la verdad que se encuentra en el centro de sus necesidades demasiado humanas y la acción hiriente que esas necesidades han causado; y finalmente puede verse como una meditación austeramente hermosa sobre la muerte, y la posibilidad no siempre realizada de reconciliación entre generaciones.
“Chopin var emotionell, men inte oförskämd.
Känslan är långt ifrån sentimentalitet.
Preluden talar om smärta, inte om vördnad.
Det gör ont, men han visar inte det”
(Chopin fue emotivo, pero no grosero.
El sentimiento está muy lejos del sentimentalismo.
El preludio habla del dolor, no del ensueño.
Duele, pero él no lo muestra)
Ingmar Bergman es un genio a la hora de reflejar los sentimientos y las relaciones humanas; y en sus películas borda los grandes temas, los universales, como:
El amor, la muerte, la familia, la soledad, el rencor, la infancia y los recuerdos; por eso, ver una película de Bergman causa un efecto parecido a una sobremesa filosófica con tus amigos o familiares; y esas disertaciones en las que el corazón se agita porque parece que tu cerebro profundiza en las verdades insondables; por un momento uno se siente poderoso y piensa:
¡Comprendo!
Ahora entiendo lo que es vivir, y sientes una felicidad nostálgica, porque sabes que al final habrá de renunciar a todo.
Ya sólo el hecho de que las películas de Bergman te proporcionen esa valiosa sensación, merecen un visionado.
Con Herbstsonate, Bergman vuelve al universo familiar y a las difíciles relaciones entre padres e hijos; y ofrece un drama que disecciona los sentimientos y las emociones con una simplicidad sobrecogedora y a la vez tremendamente hermosa; nos acerca el mundo interior de 2 mujeres, una madre y una hija que nos hacen protagonistas de un tobogán de emociones que nos golpea; y detrás de la calma de sus rostros, del ambiente, en una aislada y hermosa abadía, nos sorprende con una erupción de sentimientos donde se balancea el odio y el amor, los reproches y los buenos sentimientos.
El guión, escrito por el director, es intenso al mostrar el carácter falso de las intérpretes cuando intentan disimular sus verdaderos sentimientos; e insidioso cuando sale a flote la realidad, absorbiendo al público con una trama incitadora que muestra lo pernicioso que puede llegar a ser el odio acumulado a lo largo de los años por una tortuosa e infructuosa relación.
Esto es llevado a cabo con una narrativa al principio mirando a la cámara, equilibrada y amable; y el resto del film punzante y malintencionado; donde destaca también el montaje con “flashback” pensativo que transporta al público a la raíz del problema.
Y es cierto que Herbstsonate es un filme casi teatral, donde su trama se desenvuelve mediante el uso continuo del diálogo; y apenas hay 4 intérpretes en una sola localización concreta.
Este tipo de películas, son un arma de doble filo:
Por una parte, hay una gran posibilidad de que resulte aburrida y monótona; no obstante, en el caso de que se haga bien, se pueden obtener obras maestras únicas, que guardan un mérito mucho mayor que cintas más convencionales.
Así, su éxito reside en la calidad del diálogo, las implicaciones de la historia, la sobria dirección, y la arrolladora potencia dramática de las actrices; por lo que estamos ante una de esas piezas capaces de demostrarnos que no es necesario demasiado dinero para atrapar al espectador.
Sin embargo, los detractores de Ingmar Bergman siempre le han acusado de ser demasiado “metafórico, ininteligible o indescifrable”
Bien, pues en esta ocasión es todo lo contrario:
El guión es cristalino como el agua, y contundente como una locomotora, donde abandona las sutilezas por un mensaje que no se esconde, sino que quiere ser oído alto y claro.
Eva es la esposa del pastor del pueblo que invita a su madre a visitar su pueblo.
Ella no la ha visto en más de 7 años.
Charlotte, su madre, es una pianista de renombre mundial, algo excéntrica, envejecida, y ha sobrevivido a varios maridos; aparece retratada como egoísta, fría, calculadora, hipócrita, materialista, mala madre.
Lo único positivo que tiene, es un enorme talento para la música, de hecho es pianista profesional; y para entonces, ella cuidó en el hospital a Leonardo, ¿por interés?, por lo que puede que su retrato sea algo maniqueísta… pues es una madre que dice ser capaz de expresar sus emociones únicamente a través de la música, eso la hace insensible, nunca satisfecha, y que tanto al mantenerse al margen como al intentar interactuar con sus hijas, no provoca más que dolor.
Mientras Eva no es tan talentosa como la madre, a pesar de que ha escrito 2 libros, y tiene la habilidad de tocar el piano; aparece retratada como el opuesto:
Hipersensible, resentida, cruel en sus reproches a la madre, que la acusa incluso de ser la causante de la enfermedad de su hermana; miedosa, débil, más humana, más “de carne y hueso”; y gracias al monólogo inicial, dirigido a los espectadores, de su marido la conocemos mejor.
Así, la principal preocupación de Eva, es ser la amante de su hogar, esposa, madre y hermana amorosa.
Poco a poco se aprende a través de su diálogo con su madre, que su vida ha tenido una gran cantidad de reveses desafortunados:
Un esposo que ella respeta, pero realmente no le tiene cariño, además, su hijo se ahogó cuando solo tenía 4 años; y Charlotte nunca parece haber amado a Eva como una madre normalmente ama a una hija.
Como parte de su vida cotidiana, Eva cuida a su hermana discapacitada y paralítica, Helena, a quien ha llevado del hospital a su propia casa; por lo que ella parece ser la única persona que puede entender la capacidad limitada del habla de su hermana.
Así, la presencia de Helena en la casa de Eva, es impactante para la anciana madre; pero ella le regala su propio reloj de pulsera, y escucha a Eva interpretar el Preludio No. 2 en La menor de Chopin…
Charlotte inmediatamente vuelve a interpretar el mismo preludio después de que Eva termina en su propia interpretación preferida de la música...
Antes de acostarse, Charlotte decide regalarle su propio automóvil a su hija; y planea tomar un vuelo a casa y comprar un auto nuevo para ella, como medida de su altruismo; pero esa noche, Charlotte se despierta de una pesadilla:
Parece que Helena la está asfixiando; y se levanta, entra a la sala de estar, y ve a Eva allí también despierta y sin dormir; seguidamente madre e hija comienzan un apasionado redescubrimiento y clarificación de su relación pasada; mientras Viktor escucha este intercambio inesperadamente elevado, sabiamente decide no participar e interferir.
Por otro lado, al escuchar este apasionado intercambio, su hermana menor discapacitada se levanta dolorosamente de su cama, y comienza a gatear hacia las escaleras donde Eva y Charlotte están discutiendo.
Al llegar al descanso, comienza a gritar:
“¡Mamá, ven!”
Por la mañana, Charlotte se prepara para su partida, mientras Eva va a la tumba de su hijo fallecido, y su esposo trata de calmar ineficazmente a Helena.
Charlotte le pide a una amiga que la acompañe en tren; y mientras habla con ella comienza a cuestionar el desafortunado destino de su hija discapacitada y paralizada, haciendo preguntas sin respuesta:
“¿Por qué no podría morir?...”
Al final, Eva le escribe una carta con las palabras:
“Me doy cuenta de que te he hecho daño”, donde deja abierta la posibilidad de una futura reconciliación.
Como siempre en Bergman, el retrato psicológico de los personajes es de una profundidad hiriente:
Eva es apocada, débil y llena de complejos como consecuencia de la falta de atención que su madre, casi siempre de gira, le prestó durante la infancia.
Su carácter contrasta con el de Charlotte, una mujer de éxito, segura de sí misma, al menos al principio, y extremadamente fría.
Sus personalidades opuestas, quedan perfectamente plasmadas en la escena en la que las 2 tocan al piano, de un modo muy diferente, El Preludio Op. 28  nº 2 de Chopin, esta escena también supone un breve pero brillante análisis del carácter y la sensibilidad del compositor polaco.
La convivencia entre ambas, servirá para que salgan a la luz los, hasta entonces soterrados, odios y rencores que se han ido incubando a lo largo de los años.
Dirigida con un ritmo reposado y con el habitual y propio estilo irrepetible del director, Herbstsonate es una obra que toma como base la tormentosa relación entre una madre y su hija, en sus diferencias personales, haciendo de ella algo profundo y personal en una de las obras más recónditas del director.
Realizada de manera impecable, tiene un resultado provocador que gustará a los cinéfilos más exigentes y seguidores del singular cineasta sueco; donde la fotografía está bien cuidada en detalles alusivos e imágenes confortantes y decorativas en una oportuna y deslumbrante labor; mientras la música es clásica, con melodías de piano que son hermosas y tranquilizadoras en un sutil acompañamiento en los momentos oportunos, como la calma que precede a la tempestad.
Los planos y movimientos de cámara, recalcan la expresión de los protagonistas a través del uso del “avanti”, seguimiento, detalle, primeros y primerísimos planos que sacan el mejor dramatismo de unas enormes interpretaciones; donde se desnudan sentimentalmente 2 mujeres que nos dejan ver sus mundos interiores y su compleja relación de amor-odio.
Sus virtudes y miserias envueltas por su amor reverencial hacia la música clásica y su manera de vivirla, que es un reflejo de la manera a la que se enfrentan a la vida diaria; Ingrid Bergman y Liv Ullmann, han dejado su huella en la historia del cine; porque además nos han ofrecido 2 de las actuaciones más intensas y reales de todos los tiempos; el duelo interpretativo que no para de crecer y crecer, superándose ambas con cada nuevo diálogo que ofrecen; y es gracias a ellas que el filme alcance su máximo potencial, y se termine de confirmar como uno de los mejores jamás rodados, pues sin la ayuda de ambas, la película acabaría coja a pesar de su fabuloso guión; porque cada frase, cada monólogo, cada revelación y cada posterior consecuencia de todo lo mencionado, dan forma a una historia que es contada de forma simple, pero detrás guarda un sinfín de matices increíblemente complejos.
Además, Ingmar Bergman saca a relucir lo mejor de sus actrices; sabe cómo imprimir el drama con esos primeros planos de gran intimidad y poder emotivo; e impresiona cómo, con tan poco, se habla de tantas cosas:
Personas infelices, aprisionadas y atormentadas que han transmitido ¿sin querer? esa agonía a las generaciones siguientes, a sus familiares y amigos.
Sentimientos y libertades reprimidas chocan, sin caer en lo lacrimógeno o exagerado; donde se muestra que la figura materna es esencial y, de no ser llevada correctamente, puede traer terribles efectos en otras personas.
Y puede que sea mediante consecuencias físicas; quizás sean consecuencias psicológicas... lo que importa es que hay un precio que los inocentes pagarán; y al final, el perdón es vital.
Sin embargo, el filme nos deja con una nota de ambigüedad respecto de la culpa y la responsabilidad… para que saquemos nuestras propias conclusiones.
Como dato, la madre, que es una famosa concertista de piano, se siente completa en la creación artística, en la interpretación de sus piezas, pero que siempre se ha sentido perdida en el campo emocional viviendo siempre entre caretas y apariencias que ocultan su fragilidad y sus miedos, así como su incapacidad de amar.
Por otra parte, su acomplejada y compleja hija es una mujer melancólica de sensibilidad extrema, que siempre ha tratado de quitar caretas, de amar a su madre, y que con múltiples heridas trata, sin embargo, de encontrar la calma en su entrega a los demás y en la espiritualidad de su sufrimiento, llegando a su culminación con una comunicación privada y sensible con su hijo pequeño muerto y ausente.
Como es habitual en el universo de este tipo de películas del director sueco, el espectador es testigo incómodo de las relaciones privadas entre los personajes, y se deja golpear por bofetadas sentimentales, por un viaje emocional que nos deja indagar en mundos interiores y complejos, desde una belleza en la composición de las imágenes y con un reverencial respeto hacia el rostro de sus intérpretes, el director sueco deja una radiografía de las complejas relaciones humanas, y engancha al espectador a unos diálogos tremendos que nos tienen al borde del abismo; pero después de la catarsis, regresa la calma.
La puesta en escena se caracteriza por su sobriedad y falta de adornos, destacando la melancólica belleza de los “flashbacks” que remiten a la atormentada infancia de Eva, en los que Bergman, con la inestimable colaboración del director de fotografía, Sven Nykvist, demuestra su maestría en la composición de cada plano.
Con toda es perfección tan característica en Bergman, Herbstsonate no es una película perfecta:
Algunas subtramas se dejan abiertas sin suficiente propósito o explicación; y ciertos personajes, como el marido, no poseen un arco argumental definido... y Helena es dejada muy de lado en su estado actual.
A veces, el diálogo es excesivo en detalles poco o nada relevantes, esto solo ocurre, a mi ver, al principio de la cinta; y su aire teatral y cargado de conversaciones, será difícil de tragar para gran parte de los espectadores… pero estas minucias no son capaces de empequeñecer una cinta tan redonda que acapara una cantidad tan vasta de detalles, cuyas limitaciones y carencia de medios, probablemente autoimpuestas voluntariamente, de buena gana; no hacen más que ensalzarla y darle una mayor sensación de obra maestra al conjunto final.
Dice Liv Ullmann al respecto:
“Al principio hubo muchas “peleas” entre Ingrid e Ingmar porque estaba muy acostumbrado a mí, y los componentes de su compañía.
Sostenemos diálogos sin palabras, y le entendemos con una sola mirada.
Pero Ingrid, con su sinceridad peculiar, se puso a criticar el guión desde el principio:
“Oiga, hablamos demasiado.
Debemos eliminar parte de la conversación.
¿Cree que esa mujer diría todo esto?
Yo me niego”
Y al acabar la lectura, todo el equipo, que tan bien conocemos a Ingmar, casi nos habíamos escondido debajo de la mesa”
En las películas comunes, los personajes tienen sentimientos y motivaciones unidimensionales, amor, odio, bondad, maldad... mientras que en el mundo real todo se complica con sentimientos ambivalentes, relativismos morales y racionalizaciones a posteriori; sin embargo, esta película parece que alcanza un nivel de profundidad emocional, y en ella se analizan los mecanismos del amor, el odio y, sobretodo, el rencor con una exhaustividad horripilante.
En todo caso, para que no parezca que Eva está un poco loca sin causa, Bergman la pone también al cuidado de una hermana con Síndrome de Stephen Hawkins, acongojante interpretación de Lena Nyman, la escena en que se cae de la cama y se arrastra por el suelo gritando “Maaammmáá” es un infierno; y otras lindezas que le amargaran la tarde de forma irremediable; pero lo que hace que una película sea perfecta no es solo la intensidad de la emoción que sientes al verla, y no es solo la combinación perfecta de técnica y arte, es la verdad de sentirse transmitido, golpeado por la atención incesante a los detalles de las manualidades de la escritura, actuación y dirección, asegurándose de que esos detalles trabajen juntos para crear significado:
Una visión de la vida, y cualquier fuerza que esté detrás de la vida, que sea tan variada, contradictoria y completa como un ser vivo.
Esto es lo que Bergman logró con Herbstsonate.
El uso hiperbólico de la palabra “perfecto”, que con demasiada frecuencia se descarta espontáneamente como resultado de un sentimentalismo confuso y macabro, tal como la interpretación de Liv Ullmann del Preludio de Chopin, se describe como macaco en la película; y tiene derecho a ser utilizado en el caso de este trabajo.
Aquí no hay demonios ni ángeles; hay una colección de personajes notablemente reales, cuyas acciones y sus motivaciones se explican completamente por sí mismas, en un diálogo que es explícito y directo, pero que no se entrega como una forma artificial de transmitir el juicio del creador sobre sus personajes.
Ingrid Bergman, en lo que sin duda es el mejor desempeño de su carrera, retrata a una madre que ha descuidado a sus hijos toda su vida, y se enfrenta a este hecho por su hija adulta, cuya adoración desde y como niña, se ha convertido en un odio aparentemente irreversible.
“No hay perdón” es una frase pronunciada por Liv Ullmann después de resumir los crímenes de la negligencia de su madre, y los resultados de esa negligencia.
Y sin embargo, los sentimientos contradictorios se ven claramente en los momentos en que su necesidad de expresión vengativa de su dolor se ha desvanecido.
La hija que condenó a su madre, honestamente, quiere seguir tratando de resolver el conflicto, curar las heridas abiertas en su corazón y en el corazón de su hermana, una hermana que, posiblemente, ha quedado paralizada físicamente por la retirada fría de ella.
Los sentimientos y la competitividad de su madre, deben ser el personaje femenino líder en la vida de todos; y por ello, Ingrid Bergman, aunque es vista como villana ante los ojos emocionales de su hija, parece tan complejo como el de Ullmann.
Ella es consciente de sus crímenes de negligencia, pero permanece indefensa, por elección y por necesidad, para enfrentarlos dentro de sí misma, y hacer las paces para resolverlos.
Su propia infancia es la razón.
El aislamiento que ella sentía, en lugar de inspirarla a no repetir el error con sus propios hijos, tomó el curso del aislamiento, de buscar elogios desde el exterior, de ser el personaje central en la vida de las personas que la rodean.
Sin embargo, su hambre insaciable por el amor de los demás, permanece insatisfecha para siempre.
Su egoísmo, aunque es dolorosamente consciente de ello, es algo que ha aprendido a esconderse de sí misma.
Sus métodos, la distancia física o la perfección de su trabajo como pianista, durante toda su vida adulta, han ofuscado con éxito su dolor, hasta una exposición de toda la noche de las verdades desnudas de dolor y desconfianza que su hija le impone.
Ingrid Bergman y Liv Ullmann, son simplemente increíbles juntas en una diabólica combinación de madre e hija.
Ingrid es excelente a pesar de un peinado deliberadamente ordinario que la hace lucir como La Reina Elizabeth II del Reino Unido en lugar de la belleza que es; pero eso delinea muy bien su personaje altanero.
Mientras que Lena Nyman sorprendente, pese a lo difícil de su papel, al igual que el más sobrio Halvar Björk, pero toda la atención recae sobre Liv Ullmann, que tiene matices visuales para mejorar su carácter:
Las gafas, el pelo y el vestuario que permiten a esta hermosa mujer lucir desaliñada, se nos muestra como una mujer tímida, sensible e insegura, también como si aún fuera una niña.
Desde las primeras imágenes observamos el contraste de su personalidad con la de su madre, una mujer fuerte, rígida y decidida.
También vemos otros recursos muy utilizados por el director, como el discurso existencialista, la carta “narrada” por el protagonista en un primer plano, los simbolismos, la pérdida de fe, o el cara a cara entre la vida y la muerte; el más significativo quizás sea ese comienzo donde se rompe la cuarta pared, y Viktor se dirige a nosotros, permitiéndonos entrar en la intimidad de su vida y de su esposa, aunque logra mantenernos a cierta distancia, como espectadores, pues la perspectiva de la trama es tremendamente objetiva.
Como dato, muy curioso por lo “kármico”, Ingrid Bergman abandonó a su hija mayor, que tenía alrededor de 11 años, para irse con Roberto Rosellini, del que estaba embarazada.
Este abandono, al que se sumaba haberse quedado embarazada de Rosellini, supuestamente originó un perjuicio a la hija, y fue condenado con fiereza por la sociedad estadounidense y por Hollywood:
“Me llegaban cartas atroces, cada sobre iba lleno de odio.
En algunas ponía que yo ardería en El Infierno por toda la eternidad.
Otras decían que era una agente del diablo, y que mi pequeño era hijo del diablo.
Y aun otras que mi bebé nacería muerto o sería jorobado”, dijo Ingrid.
Por otra parte, Ingmar Bergman fue abandonado por su madre; y no era el hijo biológico de su madre, Karin Bergman, sino que fue cambiado al nacer por otro bebé, asegura en un libro Veronica Ralston, sobrina de Bergman..
Como curiosidad, esta es la primera película de Ingrid Bergman en su lengua materna en 11 años; y también es trágica, porque ella acaba de ser diagnosticada con el cáncer que la mataría cuando comenzara la filmación.
Así, tanto en su primera película estadounidense, “Intermezzo” (1939), como en este, su último largometraje, Ingrid Bergman interpretó a un pianista de concierto; pero mientras ella interpreta a Charlotte, la pianista, la persona que realmente vemos y escuchamos tocar, es la ex esposa de Ingmar Bergman, Käbi Laretei, una aclamada pianista de concierto; que incluso actuó como el doble cuerpo de Ingrid en el teclado.
Por otra parte, los temas de Bergman, admirador de Strindberg, son intrincados, impregnados de existencialismo, que atormentan; por lo que el tema de la madre que no ejerce, no es infrecuente que una madre en cuya descendencia hay problemas graves, no pueda afrontar dichos problemas y abandone.
A veces, el abandono es manifiesto, físico; a veces es descuido; a veces es priorizar otras cosas.
En general, se condenan cruelmente estas conductas.
Pero son comunes, son humanas, sería necesaria mucha más indulgencia al juzgar.
Ser madre no debe ser fácil; por lo que hay 2 momentos de reclamo escalofriantes:
El primero, y que supera lo visto hasta ahora, es la discusión larga entre madre e hija por la noche mientras que beben vino, el monólogo el Ullmann es… demasiado; y el otro momento es anterior, donde se ve que no solamente con palabras se dice todo; es cuando la madre dice a la hija interpretan El Preludio de Chopin, esas caras de la madre cuando toca y la hija cuando escucha, son ejemplos de auténticos monólogos interiores capaz de expresar mucho con sus silencios y sus miradas, un momento magistral.
“Sobre esos 7 minutos, le decía a Ingmar que el público se iba a dormir, y así con muchos otros aspectos de la obra”, dijo Ingrid.
Y no es que, en cierto sentido, a Ingrid le sobre razón; pero hay que comprender que el cine de Bergman no intenta representar la realidad tal como la vemos, sino que pone palabras a lo que no se suele decir, porque no sabemos decirlo, o ni tan siquiera sabemos que ello habita en nuestro interior.
En Bergman se habla del inconsciente de la misma manera que en Kafka, lo aparentemente absurdo invade la realidad de manera, se diría que, natural.
Bergman despoja la metáfora o la metonimia que caracteriza el lenguaje inconsciente, y lo traduce de manera brutal y directa al lenguaje habitual; con sus situaciones y diálogos, nos muestra los contenidos del inconsciente sin ningún tipo de censura.
De ahí que la interpretación de Eva es temblorosa, dubitativa, vulnerable, esencialmente melancólica y frágil, y se nota que afecta a Charlotte.
Sin embargo, cuando esta pone sus manos sobre el piano, interpreta su visión sobre esta pieza, y así mientras la toca dice:
“Chopin era emocional pero nunca empalagoso.
Hay una gran diferencia entre sentimiento y sentimentalismo.
El preludio que acabas de tocar, sugiere una especie de dolor reprimido, no ensimismamiento.
Debes mostrarte dura, plana, sin nervios, y así suceden las primeras notas... duele, pero no lo parece.
Al fin un fugaz alivio, pero desaparece casi en el acto, y el dolor es el mismo. 
Ni crece ni se apacigua.
Instante en el que la entrega es total.
Chopin es orgulloso, sarcástico, atormentado y muy masculino.
Nunca una cursi vieja y sensiblera.
Éste segundo preludio debe sonarnos casi al límite del mal humor, sin hacer ninguna concesión a lo amistoso, resultaría mal.
Debes abrirte camino hasta alcanzar un triunfo definitivo”
En la escena, hay un reto de miradas que no se cruzan, mientras cada una observa, y escucha, a la otra, ejecutar la pieza, su interior revive todos los episodios traumáticos de un pasado que, aunque se quiere superar, sigue condicionando el presente de ambas, un presente que, cuanto más doloroso y arduo se construye, más facilita la huida fácil y frívola de la madre, y el deseo de una hija de pasar página, si no perdonar, si intentar reconstruir algo hacia el futuro, una interpretación que revela a una madre cómo esa hija, en gran parte despreciada, es capaz de interpretar al piano con la misma calidad que la propia profesional.
Una sonata compuesta de silencios, cuyo final nos hace dudar.
Una estructura cíclica que nos recuerda que, evidentemente, el invierno sigue al otoño, y que no sabemos si eso puede ser positivo o negativo.
Casi como por arte de magia, después de la tormenta, volvemos donde comenzamos.
¿Ha cambiado algo?
¿Hay lugar para el perdón o nos encontramos ante la mejor interpretación de una pianista que repite sin cesar la pieza que mejor conoce?
Presenciamos con resignación ese viaje en tren, mientras nos preguntamos si la carta que inició está sonata, puede dar lugar a otra, una nueva en la que ambas melodías sean armónicas.
Sin olvidar, el montaje con “flashback” pensativo que transporta al público a la raíz del problema; en fin, es una manera sutil de definirse ella, y también de definir a su hija.
Efectivamente, Charlotte y Eva son 2 mujeres que, ya sea en la fragilidad bondadosa o en la rígida dureza, reprimen su dolor fundamental.
Por ello, esta escena del piano, valga la redundancia, es el preludio de la confrontación que van a tener ambas, y que caracteriza la mitad última de la película; que tras la confrontación, se nos muestra abrupto, y nos deja con Madre e hija continuando como siempre:
La primera huyendo, la vemos hablando frívolamente en un vagón de tren con su compañero de viaje, quien ha venido a “rescatarla”, a quien le habla de la incomodidad que sintió en casa de Eva por la presencia de Helena...
“Más enferma que antes...
¿Por qué no se muere ya?”, le dice.
Y la otra refugiada en su anodino mundo hecho de cuidar a su hermana:
“Así tengo alguien a quien cuidar”, le dice a su madre de los recuerdos de su hijo fallecido.
“Eric... me estás acariciando la mejilla.
Me hablas al oído.
Estás ahora conmigo.
Nunca nos separaremos, tú y yo”, y de vivir con un buen hombre al que no ama, así lo reconocen ambos, pero que le ofrece una vida tranquila, sin obviar la más que probable importancia de relación edípica con su padre, que cabe desprenderse de las imágenes y citas en las que éste aparece.
Total, el cordón umbilical continúa; y se da a entender que la mayor sinceridad está en los momentos de soledad con uno mismo, y también que todo seguirá un poco igual:
La madre seguirá siendo una egoísta, y la hija seguirá disculpándola y culpabilizándose a sí misma, en esa eterna niñez en la que vive inmersa, y que le impide cuestionar o censurar a su madre.
La gran incógnita es si aquellas personas que causan aflicción por no saber entregarse, también terminan sufriendo al saber el dolor que han causado con su egoísmo, o si simplemente continúan con su fingimiento, simulando pesar cuando conviene simularlo, igual que aparentaban amor cuando tocaba aparentarlo.
Porque quien finge alegría, ¿por qué no va a poder fingir pena y arrepentimiento?
El que no siente nada, puede hacer ver que siente cualquier cosa...
¿Entonces, habrá llegado la carta final a su destino?
Espero que no.
Por último decir que la banda sonora está conformada por 3 piezas clásicas:
El famoso Preludio No. 2 de Chopin en La menor interpretada por Käbi Laretei; aunque el término “preludio” se utiliza por lo general para referirse a una pieza introductoria, Los Preludios de Chopin son ya piezas completas por sí mismas, hechas todas y cada una de ellas para comunicar una idea o un sentimiento, y el N°2 habla de la meditación dolorosa; del mar lejano y del desierto... como del presentimiento de la muerte.
Las otras 2 piezas son “La Suite Nr 4, Ess-dur” de Johann Sebastian Bach, interpretada por Claude Genetay y “Sonat F-dur, Opus 1” de George Frideric Handel, interpretado por Frans Brüggen, Gustav Leonhardt y Anner Bylsma.
“Är dotters elände morens triumfer?”
(¿Son las miserias de la hija los triunfos de la madre?)
El carácter inherente de cada uno, los miedos y los traumas con los que lidiamos, muchos irracionales e imposibles de escapar a ellos... todo son obstáculos en cierto modo con los que tenemos que vivir, que llegan a moldear nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos hasta extremos tan radicales como el caso que nos ocupa.
Decía Richard Dawkins que “las madres están predestinadas por los genes a darnos amor incondicional”
Dawkins, es un etólogo, zoólogo, biólogo evolutivo y divulgador científico británico; autor de “The Selfish Gene” (1976), que popularizó la visión evolutiva enfocada en los genes, aunque también es especialmente conocido por sus opiniones sobre la religión, el ateísmo, la memética, y la llamada “evolución cultural”
En particular, la teoría de Dawkins establece que son los genes, y no los individuos, los agentes sobre los que opera la evolución; y redefine el concepto de “gen” como unidad informativa heredable que produce uno o varios efectos concretos, en tanto pueda existir otra unidad de información que produzca efectos distintos, denominada “alelo”, sin importar si se trata de un improbable gen aislado o de varios genes cooperativos; incluso es indistinto si un gen se corresponde con un cromosoma entero o con un fragmento.
En resumidas cuentas nos dice que el egoísmo constituye una metáfora en la probabilidad que un gen prospere, depende de su capacidad de adecuación al medio; por lo que los organismos son, pues, meras máquinas de supervivencia para genes.
Un gen de un organismo sigue existiendo si dicho ser se reproduce.
Y, puesto que los genes son la base de la herencia en la reproducción sexual, los genes que proporcionen ventajas reproductivas para el individuo al que pertenezcan los alelos, tenderán a ser heredados por un número cada vez mayor de individuos.
Es una metáfora adecuada para “la teoría del gen egoísta” como una respuesta a la pregunta:
“¿Qué fue antes, la gallina o el huevo?”
La respuesta, según “la teoría del gen egoísta”, sería que la gallina no es más que el medio en que los huevos se reproducen.
Con estas premisas, Dawkins explica las relaciones sociales:
La agresión, la guerra de sexos, el racismo, el conflicto generacional, e incluso la plausibilidad del altruismo; y como colofón de la obra, Dawkins acuña el concepto de “meme” como agente responsable de la transmisión cultural en el ser humano, análogo al concepto de gen y, por tanto, sujeto a las mismas reglas básicas de la evolución, el egoísmo entre ellas.
Total, no creo que nunca lleguemos a comprender con clarividencia o demasiada lucidez, qué es lo que pasa por la mente de las personas para llegar a adoptar determinadas actitudes respecto a sus seres queridos y “odiar”, si es que esa es la palabra adecuada, a un hijo de ese modo.
Pero si alguien ha explorado con máxima hondura esa angustia que nos provoca, y esa repulsión sobre nosotros mismos que puede repercutir en nuestras relaciones más personales, ese es sin duda Ingmar Bergman.
¡Así es la vida, complicada!

“Bara genom musik fick jag möjlighet att visa mina känslor”
(Solo a través de la música tuve la oportunidad de mostrar mis sentimientos)



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