Affliction

“I was always careful around Pop.
I was a careful child.
And I'm a careful adult.
But at least I was never afflicted with that man's anger”

Se denomina maltrato infantil o abuso infantil a cualquier acción: física, sexual o emocional, u omisión no accidental en el trato hacia un menor, por parte de sus padres o cuidadores, que le ocasiona daño físico o psicológico y que amenaza su desarrollo tanto físico como psicológico.
Los modelos del trauma de los trastornos mentales enfatizan los efectos del trauma psicológico, especialmente en la infancia o adolescencia, como un factor clave en el desarrollo de gran parte de las enfermedades mentales.
Los modelos del trauma se basan generalmente en que las experiencias traumáticas en el hogar son más comunes y serias de lo que generalmente se cree.
Tales modelos se asocian con los hallazgos de John Bowlby, quien desarrolló la teoría del apego.
Además, hay un considerable cuerpo de evidencia que sustenta la conexión entre las experiencias tempranas de malos tratos con problemas posteriores.
En los años 1960 los modelos del trauma se asociaron a la psicología humanista y la anti psiquiatría, especialmente en lo que respecta al entendimiento de la esquizofrenia y el rol de la familia.
Los trastornos de la personalidad también han sido considerados bajo esta perspectiva.
En términos generales, los modelos del trauma se presentan como contraparte a una psiquiatría de la que, se dice, se encuentra demasiado enfocada en la genética, la neuroquímica y la medicación.
Estas situaciones de maltrato psicológico, obliga a los niños a utilizar una gran cantidad de energía psicológica para desarrollar mecanismos de adaptación, como por ejemplo en las relaciones interpersonales caracterizadas por la dependencia y el rechazo, ésta aparece por la indiferencia de los padres, por lo que el niño puede convertirse en un ser muy dependiente de los signos de afecto de cualquier adulto, llamando su atención para procurarse un poco de afecto, exponiéndose permanentemente al peligro del abuso sexual o del rechazo.
Cuando logra la atención del adulto, esta dependencia se transforma en retirada, para protegerse del sufrimiento que puede conllevar un nuevo abandono.
Así, estos niños dejan paulatinamente de buscar afecto y congelan sus emociones, negándose la posibilidad de mantener relaciones afectivas cálidas y duraderas en el transcurso de su vida.
Sigmund Freud ya constató en su momento que los traumas infantiles provocados por el maltrato, entre otros, pueden desencadenar en la edad adulta de individuos sensibles, severos cuadros neuróticos.
“This is the story of my older brother's strange criminal behaviour and disappearance.
We who loved him no longer speak of Wade.
It's as if he never existed”
Affliction es una película dramática de 1997, dirigida y escrita por Paul Schrader, y basada en la novela homónima de Russell Banks.
Protagonizada por Nick Nolte, James Coburn, Sissy Spacek, Willem Dafoe, Brigid Tierney, Holmes Osborne, Mary Beth Hurt, Marian Seldes, Jim True y Tim Post.
Los buenos guionistas, cuando se pasan a la dirección, no pueden resistir la tentación de meter una voz en off.
Creo que ser guionista de vocación, como ser actor o director, es algo que se lleva en la sangre, es algo de lo que no te puedes desprender.
Están presos, absorbidos por la historia, quieren contar algo, necesitan contar algo, y que quede bien claro qué es lo que quieren contar.
La voz en off sirve para eso muchas veces.
Paul Schrader es un guionista formidable, de los mejores de todos los tiempos, tiene una extraña obsesión por reflejar el lado más oscuro y tenebroso del ser humano, por explorar los límites, las esquinas más polvorientas de su cerebro.
Y esto lo lleva al extremo más absoluto en Affliction.
Maneja los símbolos Schrader con maestría:
El paisaje desolador de un New Hampshire de nieves perpetuas, representación de un infierno helado; no infierno por el clima, sino porque la nieve y el frío posee las almas de sus habitantes, insignificantes, tristes, grises, vacíos, incapaces de llevar adelante ningún tipo de relación social con nadie.
La sensación que da es la de una masa informe de personas que, simplemente, se dejan vivir, sin esperanza, sin futuro, sin razón auténtica para estar vivos.
De apariencias policíacas Affliction es realmente una crítica contra la violencia hacia la mujer y a los niños por parte de padres de familia que atormentan a los suyos desde una actitud totalmente incomprensible.
Parecen amar pero están hechos de odio.
Tienen hijos y en lugar de darles cariño y enseñarles el camino más correcto, les guían por la senda del miedo, condicionándose así las vidas de los pequeños de una forma que descubrirán cuando lleguen a mayores.
También, Affliction es una crítica a la ambición insaciable de los políticos y dirigentes estatales, que sin tener los más mínimos escrúpulos arrasan todo a su paso.
Ese dolor que nos aguijonea en el alma, ojala fuera tan fácil extraer, esos recuerdos amargos y esa aflicción e inquietud permanente que se lleva en el alma.
La pareja masculina de Affliction es simplemente brutal, y asistimos al choque de dos hombres resentidos, amargados y que se desprecian mutuamente.
ENORME James Coburn en uno de sus últimos papeles se come la pantalla y crea repulsión y desprecio.
Lamentablemente el supuesto asesinato y la trama de corrupción del concejal que conforma la parte de thriller de Affliction, no logra captar debidamente nuestra atención.
El verdadero interés de la historia en cambio, recae sobre la dañina relación de Wade (Nolte) con su progenitor (siniestro James Coburn), un maltratador alcohólico que ha dedicado su vida a hacer infelices a su esposa e hijos.
La mente de Wade, el más débil e inestable, no podrá soportar el hecho de tener la terrible sensación de estar convirtiéndose poco a poco en el ser que más odia, su propio padre.
Así, Affliction cuenta la vida de Wade Whitehouse (Nolte), un sheriff de vida gris que piensa que no ha hecho nada importante en su vida.
Todo cambia cuando se produce la muerte de un sindicalista en una partida de caza.
Aunque la mayoría cree que se trata de un accidente, él piensa que fue un asesinato.
Resolver la investigación será la oportunidad que esperaba para demostrar su valía a su propio padre (James Coburn), un hombre dominante, agresivo y alcohólico, y ante sus vecinos.
Nolte y Coburn consiguieron las dos únicas nominaciones de Affliction a los Premios de la Academia, y solo James Coburn recibió el premio en la categoría de Mejor Actor de Reparto.
En Affliction es el personaje de Willem Dafoe quien pone la voz en off, quien cuenta con frialdad casi clínica la historia de su hermano, Wade, y su penoso descenso a los infiernos, víctima de su vida, de su temperamento y de su propia ira irrefrenable.
Es extraño afrontar una película como esta, donde no hay buenos ni malos, donde los sentimientos que te provoca su protagonista son contradictorios todo el tiempo, pena, lástima, comprensión, asco, repugnancia, rechazo, reprobación... ante nuestros ojos asistimos al proceso de degradación de un ser humano, que acaba reducido a su parte más animal, más salvaje, menos, efectivamente, humana.
Sólo dos sentimientos parecen aflorar en este contexto:
El odio y la ira.
El odio de Wade a su ex mujer, a su hija por no quererle, y sobre todo a su padre, un colosal James Coburn que borda su representación del mal absoluto en la tierra, del grado más bajo al que puede llegar un ser humano.
La ira, representada como un piloto rojo parpadeante en forma de dolor de muelas impenitente que persigue a Wade toda Affliction, empezando como una punzada y terminando como una obsesión.
Cuando Wade arranca la muela brutalmente con unas tenazas parece acabar con sus barreras, y la ira sorda despierta en toda su crueldad, arrasando todo por su camino, dejando huellas de sangre a su paso.
En todo ese bosque de deshumanización y oscuridad, sólo se vislumbran dos pequeños puntos de luz:
La ternura de Margie (Sissy Spacek), que logra ver al niño atrapado en el enorme cuerpo de Wade, y el reflejo que encuentra éste en su hermano (Dafoe), la única persona a la que siente que puede abrirse completamente.
Pero Schrader no ve esperanza en esta historia, y esos dos puntos de luz no son héroes, no quieren serlo, y no consiguen la fuerza o el valor para no abandonar a Wade a su suerte.
Brutal la escena en la que Nolte, delante de su hija pequeña, agarra al camarero con fiereza y lo sube encima de la barra del bar, así como ese final desde que Nolte aparece con su hija viendo a Spacek que se va, acabando Nolte por pegar a su hija y por la escena junto a su padre al que acaba prendiendo fuego.
En Affliction no asistimos a la violencia al uso en el cine norteamericano.
Disparos, golpes y sangre tienen presencia mínima.
Del proceso se muestra lo interno, el vía crucis de quien vive impotente cómo germinan en su psique las semillas del odio castrante y lo van dominando y desquiciando, en ataques de cólera y furia como espasmos.
Nolte lo encarna con intensidad visceral y eleva a notable esta durísima película, casi irrespirable, un callado lamento por los niños cuya capacidad de confiar y amar les es mutilada casi al nacer.
“You done finely... done it like a man!”
Affliction va del pecado al nihilismo.
Este drama radical plantea el descenso del hombre que se ve sometido a la densidad del poder del mal.
Paul Schrader vuelve con otra reflexión pesimista sobre el hombre y su carácter pecador.
En Affliction la muerte del padre no es un acto de liberación psicológica sino un acto real.
Wade tiene la herencia de un padre maltratador que ha sembrado la destrucción y la incapacidad para la felicidad de sus hijos.
La madre morirá de frío por la falta de condiciones a la que su esposo somete el hogar.
Toda esta cadena de desolación generará en Wade un aumento exponencial del odio.
Matar al padre no será un acto aislado, será la consecuencia lógica de vivir en estado de muerte.
El acto de prender la casa identifica la situación con el mismo fuego infernal.
Estamos en un descenso a la condenación.
Sin embargo, Wade no es solo culpable, sino que es ante todo víctima.
Así su historia familiar condicionará insoslayablemente su destino.
En la medida en que nada recibió, nada podrá dar.
Su ex-esposa ha desistido de cualquier relación con él.
La relación con su hija es fruto de una paternidad imposible, la desconexión mutua es insalvable.
Cuando la bajada definitiva comienza, Wade intenta agredir a su hija, aquí ya es manifiesta la disolución de su identidad como padre.
La última relación humanizadora y su anclaje con la vida será Margie una mujer generosa y acogedora.
Ella confía en él y lucha por la relación hasta el final, cuando ella abandona Wade ya está destruido.
El amor es imposible cuando el hombre ha muerto:
“Me siento como un perro apaleado, un día empezaré a morder”
La presencia de la hermana y su esposo en el funeral es aprovechada para realizar una crítica al fundamentalismo.
La fe supone una reconstrucción del hombre interior y no un acto ritual.
Es imposible implorar el perdón de rodillas en una situación donde la acumulación del odio es inmensa.
Incluso el director se permite recordar hasta qué punto los actos del hombre en cuanto pecadores pueden diluir la sangre de Cristo vertida por nosotros.
La gracia puede ser desgraciada.
Las escenas de la oración en su patetismo nos muestran hasta qué punto esto es posible.
El mal vence al hombre y la fe no alcanza la curación.
El homicidio de Wade sobre su padre todavía continúa con la muerte Jack tras una persecución paranoica.
Su posterior desaparición-suicidio es la culminación de una herencia maldita.
Rolfe, su hermano, ha actuado como narrador superviviente.
Sabe que es un hombre marcado por el mal:
“Nuestras historias, la de Wade y la mía, describen la vida de niños y hombres durante miles de años.
Niños maltratados por sus padres, cuya capacidad para amar y confiar fue mutilada casi al nacer.
Hombres sin otro contacto, esperanza, con los demás humanos, que el distanciamiento, como si ya no hubiera vida.
Así es como evitamos acabar a su vez con nuestros hijos, y atemorizar a los hijos que tienen la desgracia de amarnos.
Así eludimos la tradición de la violencia masculina y rechazamos la seducción de la venganza”
Así pues, la única salida para el que está marcado es la distancia.
No casarse para no hacer daño, no tener hijos para no propagar la maldición, no amar para que no emerja la incapacidad, para que no salga la herencia del maltratador.
Ciertamente, estamos ante una propuesta pesimista que raya con el nihilismo.
Sin embargo, conocemos por el resto de la obra del famoso guionista y director, que sus posicionamientos extremos proceden de una visión radical del pecado.
Pero lo extremo de su presentación nos permite señalar hasta qué punto la gracia ha sido desdibujada y más parece que habría que transformar la frase paulina de Romanos 5,20:
“Donde abundó la gracia sobreabundó el pecado”
Lástima que de las pocas veces que emerge la conciencia del poder del pecado la propuesta se haya deslizado al terreno nihilista del vacío de sentido.
Cuando se cierra el telón, siempre nevando, siempre el frío, siempre el silencio, la desazón del espectador, el desasosiego, es total.
Y parece resonar de fondo el sonido de una vieja Remington, los dedos de Schrader tecleando ese “The End” con sabor a final definitivo, después del cual, no queda absolutamente nada...

“Love?
What the fuck do you know about love?”


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