The Dirty Dozen
“Well, I can't think of a better way to fight a war”
La guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados consistente en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos irregulares y mediante ataques rápidos y sorpresivos; voladura de instalaciones, puentes y caminos o captura de armas y provisiones.
Este método de guerra se utiliza con frecuencia en situaciones de guerra asimétrica que, gracias a su movilidad, a su fácil dispersión en pequeños grupos y a su habilidad para desaparecer entre la población civil, resultan muy difíciles de neutralizar.
En general, la lucha de guerrillas es de resistencia a un invasor y está aureolada por motivos patrióticos, revolucionarios o religiosos.
Durante una guerra convencional, la guerrilla es auxiliar del ejército y funcional a sus objetivos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las guerrillas acosaron a los invasores nazis en varios países de Europa:
Destacan los maquis franceses, la Resistencia italiana y los partisanos yugoslavos.
En la Unión Soviética, las guerrillas hostigaron al ejército alemán durante su avance hacia Moscú.
Asimismo, hubo guerrillas que lucharon tanto contra los alemanes como contra los soviéticos.
Tradicionalmente el cine bélico procuraba ensalzar algún acto heroico individual o acción de guerra colectiva, sobre todo con fines propagandísticos.
Este tipo de cine tuvo su apogeo en los años 40 muy ligado a la participación de los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, y en la década posterior se dedicaron mayoritariamente a narrar sus grandes victorias.
Sin embargo en los años 60, con la Guerra de Vietnam sacudiendo las conciencias norteamericanas, las cosas empezaron a cambiar.
Y el cine bélico no iba a ser una excepción.
“Doesn't give me anything.
But along with these other results, it gives you just about the most twisted, anti-social bunch of psychopathic deformities I have ever run into!
And the worst, the most dangerous of the bunch, is Maggott.
You've got one religious maniac, one malignant dwarf, two near-idiots... and the rest I don't even wanna think about!”
The Dirty Dozen es una película bélica de 1967, dirigida por Robert Aldrich, con un guión de Nunnally Johnson y Lukas Heller basada en la novela del escritor E. M. Nathanson.
El guión marcó un antes y un después en la forma de hacer cine enfocado a la Segunda Guerra Mundial, con menos películas heroicas y más de aventuras
Protagonizada por lo más macho machísimo de Hollywood, encabezado por un ENORME Lee Marvin, Charles Bronson, John Cassavetes, Ernest Borgnine, George Kennedy, Ralph Meeker, Donald Sutherland, Telly Savalas, Jim Brown, Richard Jaeckel, Trini Lopez, Robert Ryan, Clint Walker, Robert Webber, entre otros.
La popularidad de The Dirty Dozen se mantiene inalterable a más de cuatro décadas después de su realización, y cuyas huellas podemos encontrar en buena parte del cine de acción desarrollado con posterioridad, hasta contemplarla en el Tarantino más reciente.
The Dirty Dozen ganó un Premio de la Academia a los Mejores Efectos de Sonido, obteniendo además otras tres nominaciones:
Mejor actor de reparto (John Cassavetes), mejor montaje y mejor sonido.
The Dirty Dozen representa la cima y el resumen de cierta concepción del cine bélico norteamericano, que durante tres décadas había evolucionado contando las gestas del ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, con títulos más o menos interesantes, algunos más heroicos y otros más cínicos.
Pero para cínica, The Dirty Dozen posee una buena dosis de heroísmo, aunque sus héroes sean la panda de soldados más desastrosa, siniestra y contradictoria de la larga y magnífica historia del cine bélico.
La historia está contada con toques de fino humor, y cuenta con unas actuaciones sobresalientes por parte de Telly Savalas, Charles Bronson, John Cassavetes y el GRAN Lee Marvin.
The Dirty Dozen revela una clara astucia de productor por otro lado bastante comprensible en un cineasta de sus características, en su momento contribuyó a su enorme éxito, pero la ha condenado con el paso del tiempo a envejecer con no muy buena salud, quedando sus interminables casi dos horas y media de duración como un perfecto ejemplo de narración superada ampliamente por tantos y tantos sucedáneos que The Dirty Dozen planteó en su momento.
Esa manera de plantear una violencia descarnada, la descripción de personajes trazados por un grado terminal en su maldad, la división en dos partes de su argumento:
La primera, más extensa, centrada en el periodo de aprendizaje, mientras que la segunda describe el ataque que da sentido a la misión, en modo alguno sirve para elevar el discreto aunque ocasionalmente atractivo nivel de una propuesta que funciona siguiendo los parámetros más previsibles y convencionales.
La trama se centra en el mayor John Reisman (Lee Marvin), un militar experto en la guerra de guerrillas, y toda una eminencia en el sabotaje del enemigo, recibe la orden de realizar una misión suicida, y muy sucia, que se basa en convertir a un grupo de los más peligrosos presos, algunos condenados a muerte, en la verdadera élite del ejército.
La misión consiste en lanzar un grupo de paracaidistas cerca de una mansión en la que oficiales del ejército alemán tienen instalado un puesto de alto mando, centro vacacional y fuerte de defensa, tomarla por sorpresa, dinamitar el sótano a fin de causar la muerte de la mayor cantidad de oficiales alemanes para desmoralizar al ejército alemán, y por último, huir si es posible.
Una vez que ha seleccionado sus hombres, el mayor los entrena con mano dura pero justa, con lo que se gana la confianza del grupo, afrontando incluso a oficiales de mayor rango, con tal de demostrar que los buenos soldados siempre lo siguen siendo a pesar de sus errores.
Durante los trabajos, va conociendo a su variada docena:
Victor R. Franko (Cassavetes): Es un desequilibrado e impredecible sujeto.
Archer J. Maggott (Savalas): Un racista, psicópata y maniático religioso, misógino y loco.
Joseph Wladislaw (Bronson): Es calmado, pero duro.
Robert T. Jefferson (Brown): Es un activista negro.
Vernon L. Pinkley (Sutherland): Es un tonto retrasado.
Stuart Kinder (Meeker): Es un cantautor que lleva su guitarra al campo de batalla...
Para hacerlos trabajar como bloque y evitar escapes, Reisman supedita la suerte del conjunto, al comportamiento de todos, si uno tiene una falta, todos pagarán por ello.
Cuando llega el momento, todos están preparados para llevar a cabo la misión, pero poco a poco se daña el plan, y tienen que improvisar a fin de cumplir con la misión; esto significa que nuestros doce héroes son el hatajo de gentuza más amoral y sinvergüenza de la historia y no es que mejoren precisamente a lo largo de The Dirty Dozen.
Pero qué duda cabe que no hay mejor manera de impulsar al heroísmo que ofrecer una alternativa peor, así que nuestros amigos se embarcarán en la misión con el entusiasmo del que sabe que a un lado de la puerta le espera la muerte y al otro, el patíbulo.
Lo mejor de The Dirty Dozen es la trama en sí, y lo que se puede sacar de ella.
A un mando militar bastante insubordinado se le encarga una misión suicida para la que ha de reclutar a doce soldados condenados a diversas penas, entre ellas la de muerte, en sendos consejos de guerra.
Es decir, se muestran diversas artimañas del ejército de los USA para el lavado de cara hacia la opinión pública estatal e internacional.
Por un lado, el ejército pretende mostrarse de alguna manera compasivo y bondadoso dentro de sí mismo, es decir, como visión enfocada hacia sus propios soldados.
Están preocupados por la creciente insubordinación y deben dar una imagen renovada para calmar tensiones.
El dar una nueva oportunidad a una serie de proscritos es un buen método, pues nadie más sabrá qué tipo de misión será.
Por otro lado, el hecho de que sea una misión suicida es el comodín de la jugada.
Si se consigue cumplir la misión, la motivación que tienen los soldados es suficiente como para que puedan conseguirla o, al menos, avanzar mucho con respecto al objetivo, se logra avanzar en la guerra en unos sentidos no previstos en un principio.
Si no se logra, se quitan un problema de encima como es el de juzgar y condenar, y muchas veces matar a soldados propios que además en muchos casos, eran reservistas que no querían estar en la guerra, evitando el escándalo público que supone este tema.
Luego, lo que es el desarrollo de The Dirty Dozen tiene su atractivo, no tanto el tema de cómo les entrenan y cómo se desarrolla la misión, que tiene sus puntos de emoción, como el ver las relaciones interpersonales que se dan entre los doce y comprobar sus preocupaciones más inmediatas.
Sin olvidar que The Dirty Dozen no deja de ser una película bastante "americana" y que más que la denuncia busca la aprobación, no deja de ser una notable película dentro del género.
El rodaje de The Dirty Dozen se prolongó durante casi cinco meses, entre los entrenamientos y las largas secuencias de combates, que se encuentran entre las más elaboradas de su época.
La ventaja fue que muchos de los componentes del reparto tenían experiencia militar.
Lee Marvin en los marines, Ernst Borgnine en la armada, Telly Savalas y Charles Bronson en las fuerzas terrestres…
En el reparto destaca, aunque sin hacer jamás sombra a Marvin, un superlativo John Cassavetes, que ya era un director de cine consagrado.
Su soldado Franko es el clásico sinvergüenza al que, con gran facilidad, terminas cogiendo gran afecto.
Un verdadero bombón de personaje.
Pero todos cumplen a la perfección, dentro de un reparto impresionante:
Donald Sutherland borda un personaje bastante extremo, como el de Ryan o Borgnine, mientras que Bronson se queda en su pétreo laconismo efectivo, y George Kennedy y Telly Savalas clavan sus respectivos ángel que tanto ayudará al grupo, y diablo que tanto le perjudicará.
La ejemplar dirección de actores se une a una puesta en escena sobria y descarnada, fotografía seca y oscura de Edward Scaife con un scope muy bien empleado, en una historia redonda y prácticamente magistral.
The Dirty Dozen presenta empero algunas licencias que se permite el realizador Aldrich.
Primeramente, las dosis de comicidad y livianas situaciones quizás se excedan un poco para ser un tema de operaciones durante la peor de las guerra jamás ocurridas hasta el momento, como un grupo de condenados, algunos a muerte, recompensados con un encierro con damas de compañía, además de ciertos retratos como hacer explotar sin miramientos cuartos enteros llenos no solo de nazis, sino de acompañantes femeninas, de servidumbre, y después ser condecorados y reconocidos por tal acción, una extraña forma de retratar el heroísmo y el amor por la nación.
Pero se debe dejar de lado esos facilismos, esas simplezas, y apreciar una película que logra su cometido:
“Entretener” con el soberbio reparto que tiene, irresistible constelación de estrellas.
The Dirty Dozen posee un final apoteósico, cargado de tensión.
De hecho, de los finales más impactantes que he visto en una película bélica.
Hay una escena que a mí me parece angustiosa y es el momento en el cual la totalidad del alto mando alemán está metida dentro del refugio antiaéreo del sótano y les empiezan a echar gasolina y granadas por los respiraderos.
Las granadas quedan retenidas en la reja y se ve como las manos de los hombres y mujeres encerrados intentan inútilmente empujar las granadas para deshacerse de ellas.
The Dirty Dozen es una película en la que nada sobra y nada falta, en un continuo secuencial apasionante, dentro del cual caben varias películas.
Por una parte, una comedia bufa en la que la camaradería sustituye a la desconfianza inicial entre todos los miembros del grupo.
Por otra, una fuerte crítica a la institución militar, como si asistiéramos a una película-denuncia.
Por fin, una película bélica en la que prima el suspense a la acción, aunque acción hay a raudales y muy intensa.
Aldrich filma como el que respira, sin perder jamás el control de su historia, mostrando la crudeza infernal de la guerra, pero también un muy afinado estudio de caracteres, pues define a la perfección incluso a los personajes más secundarios, valiéndose simplemente de gestos y réplicas, dibujando con muy pocos trazos unos rasgos de personalidad y creando un verdadero grupo de rufianes a cual más peligroso y sanguinario, pero sin exagerar los elementos más oscuros, dándoles a todos la oportunidad de encontrar la redención.
Es decir, The Dirty Dozen no juzga a unos personajes a menudo terribles, sino que en parte les compadece y les da una oportunidad, aunque no comparta muchos de sus puntos de vista.
¿Por qué 12 hombres… serán acaso los doce apóstoles?
12 es un número cabalístico.
Místico y religioso.
“Very pretty, General.
Very pretty.
But, can they fight?”
La guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados consistente en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos irregulares y mediante ataques rápidos y sorpresivos; voladura de instalaciones, puentes y caminos o captura de armas y provisiones.
Este método de guerra se utiliza con frecuencia en situaciones de guerra asimétrica que, gracias a su movilidad, a su fácil dispersión en pequeños grupos y a su habilidad para desaparecer entre la población civil, resultan muy difíciles de neutralizar.
En general, la lucha de guerrillas es de resistencia a un invasor y está aureolada por motivos patrióticos, revolucionarios o religiosos.
Durante una guerra convencional, la guerrilla es auxiliar del ejército y funcional a sus objetivos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las guerrillas acosaron a los invasores nazis en varios países de Europa:
Destacan los maquis franceses, la Resistencia italiana y los partisanos yugoslavos.
En la Unión Soviética, las guerrillas hostigaron al ejército alemán durante su avance hacia Moscú.
Asimismo, hubo guerrillas que lucharon tanto contra los alemanes como contra los soviéticos.
Tradicionalmente el cine bélico procuraba ensalzar algún acto heroico individual o acción de guerra colectiva, sobre todo con fines propagandísticos.
Este tipo de cine tuvo su apogeo en los años 40 muy ligado a la participación de los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, y en la década posterior se dedicaron mayoritariamente a narrar sus grandes victorias.
Sin embargo en los años 60, con la Guerra de Vietnam sacudiendo las conciencias norteamericanas, las cosas empezaron a cambiar.
Y el cine bélico no iba a ser una excepción.
“Doesn't give me anything.
But along with these other results, it gives you just about the most twisted, anti-social bunch of psychopathic deformities I have ever run into!
And the worst, the most dangerous of the bunch, is Maggott.
You've got one religious maniac, one malignant dwarf, two near-idiots... and the rest I don't even wanna think about!”
The Dirty Dozen es una película bélica de 1967, dirigida por Robert Aldrich, con un guión de Nunnally Johnson y Lukas Heller basada en la novela del escritor E. M. Nathanson.
El guión marcó un antes y un después en la forma de hacer cine enfocado a la Segunda Guerra Mundial, con menos películas heroicas y más de aventuras
Protagonizada por lo más macho machísimo de Hollywood, encabezado por un ENORME Lee Marvin, Charles Bronson, John Cassavetes, Ernest Borgnine, George Kennedy, Ralph Meeker, Donald Sutherland, Telly Savalas, Jim Brown, Richard Jaeckel, Trini Lopez, Robert Ryan, Clint Walker, Robert Webber, entre otros.
La popularidad de The Dirty Dozen se mantiene inalterable a más de cuatro décadas después de su realización, y cuyas huellas podemos encontrar en buena parte del cine de acción desarrollado con posterioridad, hasta contemplarla en el Tarantino más reciente.
The Dirty Dozen ganó un Premio de la Academia a los Mejores Efectos de Sonido, obteniendo además otras tres nominaciones:
Mejor actor de reparto (John Cassavetes), mejor montaje y mejor sonido.
The Dirty Dozen representa la cima y el resumen de cierta concepción del cine bélico norteamericano, que durante tres décadas había evolucionado contando las gestas del ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, con títulos más o menos interesantes, algunos más heroicos y otros más cínicos.
Pero para cínica, The Dirty Dozen posee una buena dosis de heroísmo, aunque sus héroes sean la panda de soldados más desastrosa, siniestra y contradictoria de la larga y magnífica historia del cine bélico.
La historia está contada con toques de fino humor, y cuenta con unas actuaciones sobresalientes por parte de Telly Savalas, Charles Bronson, John Cassavetes y el GRAN Lee Marvin.
The Dirty Dozen revela una clara astucia de productor por otro lado bastante comprensible en un cineasta de sus características, en su momento contribuyó a su enorme éxito, pero la ha condenado con el paso del tiempo a envejecer con no muy buena salud, quedando sus interminables casi dos horas y media de duración como un perfecto ejemplo de narración superada ampliamente por tantos y tantos sucedáneos que The Dirty Dozen planteó en su momento.
Esa manera de plantear una violencia descarnada, la descripción de personajes trazados por un grado terminal en su maldad, la división en dos partes de su argumento:
La primera, más extensa, centrada en el periodo de aprendizaje, mientras que la segunda describe el ataque que da sentido a la misión, en modo alguno sirve para elevar el discreto aunque ocasionalmente atractivo nivel de una propuesta que funciona siguiendo los parámetros más previsibles y convencionales.
La trama se centra en el mayor John Reisman (Lee Marvin), un militar experto en la guerra de guerrillas, y toda una eminencia en el sabotaje del enemigo, recibe la orden de realizar una misión suicida, y muy sucia, que se basa en convertir a un grupo de los más peligrosos presos, algunos condenados a muerte, en la verdadera élite del ejército.
La misión consiste en lanzar un grupo de paracaidistas cerca de una mansión en la que oficiales del ejército alemán tienen instalado un puesto de alto mando, centro vacacional y fuerte de defensa, tomarla por sorpresa, dinamitar el sótano a fin de causar la muerte de la mayor cantidad de oficiales alemanes para desmoralizar al ejército alemán, y por último, huir si es posible.
Una vez que ha seleccionado sus hombres, el mayor los entrena con mano dura pero justa, con lo que se gana la confianza del grupo, afrontando incluso a oficiales de mayor rango, con tal de demostrar que los buenos soldados siempre lo siguen siendo a pesar de sus errores.
Durante los trabajos, va conociendo a su variada docena:
Victor R. Franko (Cassavetes): Es un desequilibrado e impredecible sujeto.
Archer J. Maggott (Savalas): Un racista, psicópata y maniático religioso, misógino y loco.
Joseph Wladislaw (Bronson): Es calmado, pero duro.
Robert T. Jefferson (Brown): Es un activista negro.
Vernon L. Pinkley (Sutherland): Es un tonto retrasado.
Stuart Kinder (Meeker): Es un cantautor que lleva su guitarra al campo de batalla...
Para hacerlos trabajar como bloque y evitar escapes, Reisman supedita la suerte del conjunto, al comportamiento de todos, si uno tiene una falta, todos pagarán por ello.
Cuando llega el momento, todos están preparados para llevar a cabo la misión, pero poco a poco se daña el plan, y tienen que improvisar a fin de cumplir con la misión; esto significa que nuestros doce héroes son el hatajo de gentuza más amoral y sinvergüenza de la historia y no es que mejoren precisamente a lo largo de The Dirty Dozen.
Pero qué duda cabe que no hay mejor manera de impulsar al heroísmo que ofrecer una alternativa peor, así que nuestros amigos se embarcarán en la misión con el entusiasmo del que sabe que a un lado de la puerta le espera la muerte y al otro, el patíbulo.
Lo mejor de The Dirty Dozen es la trama en sí, y lo que se puede sacar de ella.
A un mando militar bastante insubordinado se le encarga una misión suicida para la que ha de reclutar a doce soldados condenados a diversas penas, entre ellas la de muerte, en sendos consejos de guerra.
Es decir, se muestran diversas artimañas del ejército de los USA para el lavado de cara hacia la opinión pública estatal e internacional.
Por un lado, el ejército pretende mostrarse de alguna manera compasivo y bondadoso dentro de sí mismo, es decir, como visión enfocada hacia sus propios soldados.
Están preocupados por la creciente insubordinación y deben dar una imagen renovada para calmar tensiones.
El dar una nueva oportunidad a una serie de proscritos es un buen método, pues nadie más sabrá qué tipo de misión será.
Por otro lado, el hecho de que sea una misión suicida es el comodín de la jugada.
Si se consigue cumplir la misión, la motivación que tienen los soldados es suficiente como para que puedan conseguirla o, al menos, avanzar mucho con respecto al objetivo, se logra avanzar en la guerra en unos sentidos no previstos en un principio.
Si no se logra, se quitan un problema de encima como es el de juzgar y condenar, y muchas veces matar a soldados propios que además en muchos casos, eran reservistas que no querían estar en la guerra, evitando el escándalo público que supone este tema.
Luego, lo que es el desarrollo de The Dirty Dozen tiene su atractivo, no tanto el tema de cómo les entrenan y cómo se desarrolla la misión, que tiene sus puntos de emoción, como el ver las relaciones interpersonales que se dan entre los doce y comprobar sus preocupaciones más inmediatas.
Sin olvidar que The Dirty Dozen no deja de ser una película bastante "americana" y que más que la denuncia busca la aprobación, no deja de ser una notable película dentro del género.
El rodaje de The Dirty Dozen se prolongó durante casi cinco meses, entre los entrenamientos y las largas secuencias de combates, que se encuentran entre las más elaboradas de su época.
La ventaja fue que muchos de los componentes del reparto tenían experiencia militar.
Lee Marvin en los marines, Ernst Borgnine en la armada, Telly Savalas y Charles Bronson en las fuerzas terrestres…
En el reparto destaca, aunque sin hacer jamás sombra a Marvin, un superlativo John Cassavetes, que ya era un director de cine consagrado.
Su soldado Franko es el clásico sinvergüenza al que, con gran facilidad, terminas cogiendo gran afecto.
Un verdadero bombón de personaje.
Pero todos cumplen a la perfección, dentro de un reparto impresionante:
Donald Sutherland borda un personaje bastante extremo, como el de Ryan o Borgnine, mientras que Bronson se queda en su pétreo laconismo efectivo, y George Kennedy y Telly Savalas clavan sus respectivos ángel que tanto ayudará al grupo, y diablo que tanto le perjudicará.
La ejemplar dirección de actores se une a una puesta en escena sobria y descarnada, fotografía seca y oscura de Edward Scaife con un scope muy bien empleado, en una historia redonda y prácticamente magistral.
The Dirty Dozen presenta empero algunas licencias que se permite el realizador Aldrich.
Primeramente, las dosis de comicidad y livianas situaciones quizás se excedan un poco para ser un tema de operaciones durante la peor de las guerra jamás ocurridas hasta el momento, como un grupo de condenados, algunos a muerte, recompensados con un encierro con damas de compañía, además de ciertos retratos como hacer explotar sin miramientos cuartos enteros llenos no solo de nazis, sino de acompañantes femeninas, de servidumbre, y después ser condecorados y reconocidos por tal acción, una extraña forma de retratar el heroísmo y el amor por la nación.
Pero se debe dejar de lado esos facilismos, esas simplezas, y apreciar una película que logra su cometido:
“Entretener” con el soberbio reparto que tiene, irresistible constelación de estrellas.
The Dirty Dozen posee un final apoteósico, cargado de tensión.
De hecho, de los finales más impactantes que he visto en una película bélica.
Hay una escena que a mí me parece angustiosa y es el momento en el cual la totalidad del alto mando alemán está metida dentro del refugio antiaéreo del sótano y les empiezan a echar gasolina y granadas por los respiraderos.
Las granadas quedan retenidas en la reja y se ve como las manos de los hombres y mujeres encerrados intentan inútilmente empujar las granadas para deshacerse de ellas.
The Dirty Dozen es una película en la que nada sobra y nada falta, en un continuo secuencial apasionante, dentro del cual caben varias películas.
Por una parte, una comedia bufa en la que la camaradería sustituye a la desconfianza inicial entre todos los miembros del grupo.
Por otra, una fuerte crítica a la institución militar, como si asistiéramos a una película-denuncia.
Por fin, una película bélica en la que prima el suspense a la acción, aunque acción hay a raudales y muy intensa.
Aldrich filma como el que respira, sin perder jamás el control de su historia, mostrando la crudeza infernal de la guerra, pero también un muy afinado estudio de caracteres, pues define a la perfección incluso a los personajes más secundarios, valiéndose simplemente de gestos y réplicas, dibujando con muy pocos trazos unos rasgos de personalidad y creando un verdadero grupo de rufianes a cual más peligroso y sanguinario, pero sin exagerar los elementos más oscuros, dándoles a todos la oportunidad de encontrar la redención.
Es decir, The Dirty Dozen no juzga a unos personajes a menudo terribles, sino que en parte les compadece y les da una oportunidad, aunque no comparta muchos de sus puntos de vista.
¿Por qué 12 hombres… serán acaso los doce apóstoles?
12 es un número cabalístico.
Místico y religioso.
“Very pretty, General.
Very pretty.
But, can they fight?”
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