I don't feel at home in this world anymore.

“I don't want a pay-off”

Todos lidiamos con pequeñas indignaciones cotidianas; y esa sensación de injusticia e impotencia, busca invadirnos a cada paso pero hacemos un trabajo de humanidad y civismo para tolerar el egoísmo ajeno.
Filosóficamente hablando, “entre aire y humo” está constituido nuestra materia, como decía Anaxímenes.
Pero nuestra identidad, es una historia que hemos tejido con fragmentos de las historias de otros:
Falsa, frágil, efímera, seductora leyenda épica que no nos cansamos de retocar con el paso de los años; porque todos los cuerpos se descomponen para continuar el ciclo de la vida; y todas las historias se rompen y terminan alimentando las historias de los demás.
Esto es lo más parecido a la inmortalidad que se nos ha concedido:
Lágrimas en la lluvia, palabras al viento... y nos desvanecemos.
Eso que llaman “realidad” es tal como y la describía Immanuel Kant, enigmática e inasible cosa-en-sí.
Un postulado, un acto de fe...
Especialmente si se trata de esas realidades de las que depende la salud de nuestra voluntad de vivir que se encuentran en “La Crítica de La Razón Práctica”, llamada originalmente “Kritik der Praktischen Vernunft”, abreviado en alemán como “KpV”; y es la 2ª de las 3 obras llamadas “Críticas” de Immanuel Kant, publicada por primera vez en 1788; que trata sobre su filosofía de la moral, y continúa en la línea de la “Kritik der Reinen Vernunft” o “Crítica de La razón Pura” (1781)
La gran mayoría de los argumentos de este libro, están expresados más extensamente en sus Principios Fundamentales del Conocimiento Metafísico; que durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda filosofía moral:
“2 cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas:
El cielo estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí.
La primera visión de una innumerable multitud de mundos aniquila, por así decir, mi importancia como siendo criatura animal que debe devolver al planeta, sólo un punto en el universo, la materia de donde salió después de haber estado provisto por breve tiempo de energía vital, no se sabe cómo…
La segunda, en cambio, eleva mi valor como inteligencia infinitamente, en virtud de mi personalidad, en la cual, la ley moral me revela una vida independiente de la animalidad, y aun de todo el mundo sensible, por lo menos en la medida en que pueda inferirse de la destinación finalista de mi existencia en virtud de esta ley, destinación que no está limitada a las condiciones y límites de esta vida”
Así pues, para que nuestra vida moral tenga sentido, decía Kant, necesitamos poder pensar que somos libres, que hay algo más allá de la muerte, y que un ser divino garantiza de algún modo el triunfo del bien.
El carácter de nuestra vida moral, como fenómeno de este mundo, es la tragedia, el sufrimiento y el dolor que produce el abismo entre el ideal y la realidad.
La realidad, no se rige por los valores morales, pero los seres humanos los perciben, y se dan cuenta que en su propia vida, en la historia, en la sociedad, los valores humanos no se realizan.
Todos quisiéramos ser santos, pero en realidad somos todos pecadores y socialmente todos quisiéramos que imperara la justicia plena, pero sin embargo, nos damos cuenta que muchas veces prevalecen la injusticia y los crímenes impunes.
“For Ruth, the last straw was a spoon”
I don't feel at home in this world anymore. es una comedia del año 2016, escrita y dirigida por Macon Blair.
Protagonizada por Melanie Lynskey, Elijah Wood, David Yow, Jane Levy, Devon Graye, Christine Woods, Robert Longstreet, Derek Mears, Gary Anthony Williams, Macon Blair, Taylor Tunes, Jason Manuel Olazabal, Myron Natwick, Jana Lee Hamblin, Dana Millican, Lee Eddy, entre otros.
El director Macon Blair, usó la experiencia de un robo sufrido en su apartamento y su computadora portátil en especial, además de la falta de seguimiento policial, como parte de la inspiración para esta historia, en su filme como director debutante, que logró el máximo galardón en El Festival de Sundance de 2017.
Es un drama criminal, comedia, suspense y acción, que gira en torno a un robo, y el posterior reclamo de la víctima; al tiempo que refleja la vida cotidiana de, cómo pueden llegar a ser de egoístas muchas personas, y de lo perdida que está ya la sociedad en muchos aspectos.
La película está dedicada “Para Lee & Buck”
Lee Eddy, que interpretó a Angie; y Buck Eddy-Blair, que interpretó a la joven Ruth.
Se rodó en abril de 2016, en Portland, Oregon, EEUU.
La acción sigue a Ruth Kimke (Melanie Lynskey), una mujer que lucha cada día por superar la monótona irrelevancia de su anodina existencia como miembro insignificante de “La América Profunda” blanca de clase media, sin sueños, sin ambiciones, y sin aquellas falsas promesas que ni tan siquiera las guías de autoayuda tienen el descaro de insinuarle.
En otras palabras, está cerca de ser “white trash”, encerrada en la diligente inercia de trabajo por la que transita, sin levantar el más mínimo interés, entre latas de cerveza y literatura barata.
Todo arranca cuando a Ruth le roban en su casa, se llevan su ordenador y una vajilla de plata de su abuela.
Harta de ser pisoteada por todos en este mundo en el que nadie puede sentirse como en casa, en esta sociedad de pillos, en la que siempre hay alguien que usa la caja rápida del supermercado, limitada a 5 artículos, con el carro a rebosar; Ruth decide recuperar ella misma sus pertenencias, viendo que la policía no está tomando su caso en serio.
En su cruzada, encuentra a un inesperado escudero, un justiciero urbano llamado Tony (Elijah Wood) dispuesto a ayudarla.
Todo transcurre con apacible fortuna, hasta que se cruzan en el camino de una banda de ex presidiarios, a los que no les tiembla el dedo cuando hay que apretar el gatillo.
Lo que sigue es una extraña combinación entre comedia negra de enredos, película de acción, y excesos “gore” con sangre, vísceras y vómitos por doquier; con 2 improbables héroes lidiando tanto con millonarios como con marginales.
Los tradicionales esquemas del “ojo por ojo” y la venganza por mano propia, atravesados por una fuerte impronta moral, campan en sus anchas; porque cualquiera de nosotros podría llamar a esto “un mal día”, pero para Ruth es la gota que rebalsa el vaso, y empieza a ver al mundo como lo que es:
Un lugar que supura idiotas, que incluso perdió el don común de la cortesía, incluso en la desgracia ajena.
Y es difícil encontrar un propósito en un lugar así.
I don't feel at home in this world anymore. es un buen debut de Macon Blair, un claro alumno del trabajo de Jeremy Saulnier, que hizo “Blue Ruin” (2013) y “Green Room” (2015), que todavía está buscando su propio estilo.
El abrupto salto a un territorio mucho más oscuro, muestra ambición por parte del director, pero también cierta falta de experiencia al momento de crear la transición entre ambos, lo que termina dando la sensación de haber visto películas diferentes; aun así es una historia muy humana, con buen humor y ritmo, muy buenas actuaciones, y grandes escenas de acción.
“I see why he turned out like he did”
I don't feel at home in this world anymore. fue una de las tantas producciones de la compañía de “streaming” NETFLIX, que debutó en El Festival de Cine de Sundance realizado en Park City, Utah.
La emergente cadena televisiva, sale definitivamente de su zona de confort, la ficción episódica, y se planta con gran autoridad en la producción de cine independiente de gran calidad, y renovada originalidad en una película 100% “indie”, y no solo se siente desde el apartado técnico, sino también en el actoral.
Escrita y dirigida por Macon Blair, quizá lo más adecuado sea recordar que él era el protagonista de la notable “Blue Ruin” (2013), en la cual daba vida a un hombre que llevaba a cabo una peculiar venganza, tras descubrir que el asesino de sus padres había sido puesto en libertad.
En la cinta de Jeremy Saulnier, ya se percibía un tratamiento de la normalidad bastante sugerente a través de un clima ligeramente enrarecido, que en parte recuerda a la cinta que nos ocupa; la que nos cuenta la historia de una joven solitaria, que cansada del sistema de justicia, decide aplicar su propia justicia con ayuda de otro desadaptado; y en la búsqueda de cosas materiales, termina encontrando lo que no buscaba, y de alguna manera crece durante el viaje que eso implica.
Esta es una especie de comedia negra, mezclada con dosis de reflexiones sobre nuestra actual sociedad, donde muchas veces los problemas de los otros son siempre menos importantes que los nuestros.
Sin embargo, I don't feel at home in this world anymore. prefiere potenciar el toque cómico para el relato criminal que nos cuenta, centrándose en la particular odisea de su protagonista, en lugar de jugar con el posible misterio alrededor de sus acciones.
Por ello, Blair crea a una mujer que ha sido educada para seguir unas reglas, y que simplemente está cansada de que el resto pase de ellas, y se comporten como auténticos idiotas.
La narración es bastante fluida e interesante, tanto que uno se puede poner en el calzado de la protagonista:
Ruth Kimke, es una ayudante de enfermería que lidia día a día con pacientes racistas, individuos que se meten en la fila del supermercado, caca de perro en su jardín delantero, y gente que le tiran “spoilers” del libro que está leyendo...
Son momentos, instantes, apenas fracciones de una vida, pero es una que no parece tener absolutamente nada para balancear esas frustraciones.
Cosas malas le pasa a la gente buena, hasta que llega un día en que uno no puede más, y al ver la inacción de las autoridades, uno se presta a resolver sus propios problemas.
Ruth está harta del mundo que le rodea, incluido el conductor que contamina el medio ambiente con su vehículo, el hombre que no recoge los productos que derribó en el supermercado… y no comprende, cómo es que la sociedad ha llegado a tal grado de desinterés y odio hacia los demás.
La gota que derrama el vaso, es cuando unos ladrones entran a su casa, y roban su computadora y un juego de cubiertos de plata que pertenecieron a su tía ya fallecida.
Ante la nula respuesta por parte de las autoridades, Ruth decide seguir investigar la identidad de los ladrones, con la ayuda de su vecino, Tony, un excéntrico vecino un amante de la cultura oriental, y hacker amateur, que de alguna maneja encaja mejor que ella en este extraño universo.
Mientras que Ruth se siente como un ser humano real, como una persona que vive y respira en nuestra realidad; Tony, y el resto de los personajes, forman parte de un mundo más en contacto con una fantasía, todos son en el fondo surrealistas.
Sin embargo, Tony entiende esta coexistencia, y no va más allá de la excentricidad, poniéndole realismo y humanidad a un tipo adepto a las estrellas ninja, y los domingos en la iglesia...
La búsqueda de los ladrones, lleva a estos 2 personajes a través de una serie de situaciones totalmente disparatadas, que combinan efectivamente humor negro con elementos de “thriller”, para posteriormente recetarnos una buena dosis de gore y sangre.
I don't feel at home in this world anymore. se convierte en un viaje impredecible, el cual, en cierta manera ayuda a la protagonista a olvidar sus problemas, permitiéndole disfrutar su vida un poco más...
Tony, su vecino, pasa de ser su cómplice, a convertirse en un amigo cercano que le ayuda a descubrir la razón por la cual vale la pena vivir.
Pero Ruth llega al límite cuando regresa a su casa después de un día larguísimo de trabajo, para encontrarla violentada y despojada de sus posesiones.
La desidia de la policía, que de hecho responsabiliza a la víctima por no “mejorar la seguridad”, es el catalizador para que la introvertida joven se lance a la caza de los responsables.
“No son las posesiones materiales”, le cuenta Ruth a una imprevisible interlocutora.
“Es la sensación de violación”
Justamente, no es el recuperar su laptop o la vajilla de plata de su abuela lo que la motiva, sino el reconquistar un poco de la dignidad que le han quitado no solo los responsables del robo, sino cada una de las personas que la han tratado como si fuera invisible durante años.
En el fondo, la película pone mal parado a La Ley & El Orden, donde es el ciudadano común, en “La América Profunda” de clase baja, donde también reside gente honesta y trabajadora que no se deja pisar por la delincuencia, o la clase alta privilegiada; al tiempo, se pone el dedo en la llaga en muchos otros aspectos de interés:
Las compra ventas ilícitas, la mala educación de las clases altas, la empatía entre personas que busca un lugar mejor en el mundo, el crimen que campa a sus anchas, etc.; y hace que también funcione como retrato de la capa baja de la sociedad de “La América Profunda”, empezando por ella misma, de clase trabajadora, y pasando por una serie de maleantes de lo más peculiar; incluyendo a la mujer racista del principio, cuyo recuento de cadáveres total es de 6.
El mayor problema es que la historia comienza como un drama existencialista humano, y de repente es un “policial noir” extremadamente oscuro, que toma por sorpresa, aunque no necesariamente mal, y puede generar rechazo de algún espectador.
Es que mientras que Ruth y Tony son adorables justicieros, las amenazas que enfrentan se sienten extremadamente reales, como sacadas de otra película.
La aproximación a la violencia explícita de la primera mitad, se vuelve una fiesta “gore” durante el clímax, y aunque el director maneja muy bien las escenas de acción, es mejor estar preparado de antemano…
Dicho lo cual, Ruth exclama con desesperada contención:
“Sólo quiero que la gente deje de ser tan estúpida”, al mismo tiempo que un despiadado desconocido le arruina el final del libro que andaba leyendo…
Así, su único refugio frente la incansable tormenta de insatisfacciones personales, se ha visto destruido con la sencillez abúlica de unas cuantas palabras y un gruñido.
Un final inmerecido para un personaje que ya formaba parte de su vida; su confesor, su amante, su cómplice inseparable, ha sido ultrajado por la indiferente frialdad de un forastero, privándola del acelerado ritmo, el exagerado romanticismo, y la grandilocuente prosa chocarrera que daba algo de sentido a su miseria.
Entonces piensa, “ya no me siento a gusto en este mundo” del título.
Esta secuencia, que da absoluto sentido a la obra, demuestra con sarcasmo y humor, aludiendo a uno de los temas más conflictivos y recurrentes de las tertulias digitales:
La falta de empatía, y la pérdida de los valores fraternales que descuellan en un mundo egocéntrico e inmisericorde.
Una escena cuya importancia queda subrayada por el hecho de que el desconsiderado parroquiano que arruina la novela de la protagonista, es el propio director:
Macon Blair quien, con su estudiado cameo, envía un sutil mensaje a todos los “arruina-novelas” del mundo, extensible por alusiones a todo el universo “hater” que pasa la vida acariciando las teclas de su ordenador, rumiando la insolente réplica de una controvertida opinión que nunca nadie le pidió.
Blair, abofetea a toda esta fauna de hipócritas despreciables, cuya representación se constituye con ejemplar precisión en la figura de ese personaje que, viendo a Ruth acercarse a la cola de un supermercado, con un solo artículo en las manos, acelera el paso, y la adelanta con un carro lleno de compra.
Son situaciones sin importancia, pero que van acumulando, poco a poco, pequeñas cantidades de desprecio hacia el prójimo, hasta llegar al estado de misantropía imperante que hará a la protagonista pensar de nuevo, evitando siempre la confrontación directa:
“¿Por qué la gente tiene que ser tan hijoputa?”
Así se presenta esta fábula del invisible; inflexible con el cinismo exasperante, dispuesta a repartir un poco de justicia poética, a situaciones cotidianas que, por lo general, no encuentran mayor respuesta que el autocompadecimiento.
En su constante humillación rutinaria, todo llegará a un punto detonante, marcado por la superación del límite de tolerancia de Ruth, al fracaso y a la injusticia, cuando, después de un día de constante litigio con la ineficiencia burocrática y la displicencia social, se encuentre con su casa desvalijada.
Para una mujer, cuyo principal deseo en la vida es que la dejen vivir tranquila, el robo no significa un trauma por la pérdida material, siempre reemplazable, o por el sentimiento de vulnerabilidad ante un posible atentado físico contra su persona; sino por la violación a su intimidad, al único lugar donde puede protegerse de toda esa “hijuputez” apremiante.
Bueno, eso, y la pérdida de la cubertería de plata de su abuela de un valor sentimental incalculable; que de hecho, de todas las cosas robadas a Ruth, los únicos artículos que nunca recuperó, fueron sus medicamentos.
Así las cosas, la primera incursión justiciera de esta pareja de aspirantes a superhéroes, es surrealista por completo.
Tras una decepcionante entrevista con el detective asignado a su caso, y desalentados por la pasividad e ineficacia funcionarial, representada por un policía apático e inestable, con evidentes problemas de ira y matrimonio; Ruth y Tony se adentran en su primera misión vengativa en la que, rastreando la señal geolocalizadora del ordenador robado, tendrán que hacer frente a un grupo de pacíficos nihilistas.
Tras una demostración de poder poco convencional, los protagonistas se hacen de forma inesperada con el control de la situación, y reducen a los jóvenes ladrones con disparatados artilugios marciales.
Sin embargo, cuando creían que su actuación estaba moralmente justificada, y su cometido ejecutado con satisfacción, se desvela que los asaltantes no son más que víctimas de otro tipo de atraco, y ahora están sufriendo el ataque desconsiderado de un par de abusones que, por la fuerza, se ha colado en su casa para apoderarse de las pertenencias que habían pagado, puede que con un exceso de candidez, en el mercado negro.
Tremenda ironía…
Esto lleva a los héroes a la conclusión de que la justicia no ha sido dispensada con ecuanimidad, puesto que el verdadero responsable del delito, sigue disfrutando de la escandalosa impunidad de la que se nutren los parásitos sociales que saben aprovecharse de las grietas del maltrecho sistema legislativo y comercial.
Entonces deciden, mediante un pacto explícito y tácito sellado con un dramático movimiento de cabeza, proseguir su cacería, y adentrarse en los bajos fondos de las mafias semi-organizadas de peligrosos criminales callejeros y ex presidiarios.
En ese punto comienzan a llegar las primeras consecuencias reales, los protagonistas son despertados de su fantasía de invulnerabilidad, por medio del dolor más espantoso, con la terrible contundencia de un dedo trágicamente deformado, aunque no por ello se amilanan en el proceso de caza del enemigo, a quien ahora ya podemos asignar un número de matrícula identificativo.
Ese dedo fractura, a modo de “karma” que en un algún momento se señala, también llega a afectar a Ruth, pues ella como justiciera, se convierte irónicamente en delincuente…
Y tras hacerse con el disfraz de policía más cutre de la historia cinematográfica, Ruth, siempre secundada por el espontáneo Tony, se adentra en la mansión de un empresario de éxito, y de su enajenada mujer.
El humor absurdo y las situaciones comprometidas por la torpeza apática de ella, o el histrionismo idiosincrático de él, quedan contrastados con escenas de una violencia exagerada, y de gran explicitud gráfica.
Este proceder parece haber sido adoptado del mentor de Blair, Jeremy Saulnier, de quien se aprecian constantes referencias procedimentales e influencias técnicas, tanto en los giros narrativos de gran vehemencia, como en la construcción de los protagonistas; pero el realizador consigue algo tan admirable, como es liberar al espectador de los condicionantes asociativos heredados; y sorprendentemente, hay más elementos kantianos en la película:
El personaje de Tony, interpretado por Elijah Wood, encarna a la perfección la rigidez del imperativo categórico.
Cuando Ruth le dice que le han robado, se apodera de él una furia ninja porque “nos afecta a todos”
La universalizabilidad de la máxima, es lo que legitima su altura moral.
Cuando Ruth, en medio de una borrachera de analgésicos, le pregunta qué hacemos en este mundo, responde que “ser buenos” o “intentar ser mejores”
Esa voluntad de perfeccionamiento moral, es el sustrato del segundo postulado de La Razón Práctica.
Al morir Tony en el bosque, es cuando suena el tema de Jim Reeves, “This World Is Not My Home” (1962), donde uno de los versos da título a la película, y sugiere claramente la existencia de una vida más allá de la muerte.
Del reparto, todos están a la altura de sus posibilidades, dejando buenos personajes, sobre todo la pareja principal:
Melanie Lynskey, es una de las actrices que siempre lamentamos no ver más en pantalla; nacida en Nueva Zelanda, que pintaba para estrella cuando en 1994 protagonizó junto a Kate Winslet la notable “Heavenly Creatures” de Peter Jackson, pero que si bien nunca dejó de trabajar en cine y TV, no alcanzó el reconocimiento que merecía; su Ruth Kimke, es una mujer solitaria, triste y de rutinaria existencia, que se gana la vida como enfermera.
Cada día, ella acepta con resignación pequeñas humillaciones y abusos, rencores reprimidos a la vez que expone su timidez e inseguridad para reclamar; pero cuando unos extraños ingresan en su casa y le roban algunas pertenencias, siente que es la gota que ha rebalsado su límite de paciencia y tolerancia.
Ella es una intérprete genuina, con el talento necesario para llevar adelante una película en que le pide reaccionar a las situaciones que se le presentan, más que generarlas.
El Tony de Elijah Wood, complementa la humanidad y transformación de Ruth, pasando de ser el motor que la impulsa a enfrentarse a un grupo de jóvenes, a la brújula moral que desaprueba aspectos de esta venganza.
Tony es el vecino que no recogía la mierda del perro, y cuyas excentricidades son el “heavy metal”, el kung fu, y el queso amarillo...
Ruth le pide ayuda, y éste, en forma de compensar su error, accede sólo para entorpecer más la situación, y darle a la película una dinámica casi digna de la comedia de situaciones, sin llegar a pisar la sátira pura.
Y por otro lado tenemos una banda de ladrones muy amateur, cuyo papel es revelado hasta el tercer acto, donde brilla Jane Levy en un papel menor, que no desentona en la construcción de este universo casi “comiquero”
La historia sobresale porque no parece sencilla, que bien podría ser una simple anécdota, de un ladrón descubierto, y víctima toma venganza; y hasta cierto punto lo es, pues el filme de hecho revela poco para no tener cabos que atar al final, sin embargo, su desarrollo y los detalles que lo copan, apuntan no sólo a una película que propone más de lo que dice, sino que demuestra el talento y visión de Blair en la dirección.
Sumado a eso, no hay ningún momento forzado, ni tampoco escena donde Blair exhiba su condición novel.
El espacio siempre trabaja a favor del intercambio de diálogos, otro gran acierto, y la evolución de los personajes, a quienes desplaza con gran naturalidad dando como resultado una puesta escena tensa que no pierde detalle.
Pero la película navega entre muchos géneros, pero se decanta por la comedia negra, con altas dosis de violencia, aunque el final no sea del todo satisfactorio.
El problema es que la moraleja se simplifica en exceso después de la primera visita a la mansión, reduciendo un mensaje complejo e interesante, al menos en su planteamiento inicial, a algo simple y carente de doble fondo, tal como:
“No hagas lo que no te gusta que te hagan a ti”
Ni más ni menos, y para colmo de males, Ruth no consigue cambiar nada.
Esta atrapante película, ha sido comparada con trabajos de los hermanos Coen, o con “Falling Down” (1993), con Ruth como una versión femenina del D-Fens de Michael Douglas; y algo de eso hay en la provocadora y desatada propuesta sustentada en el imponente trabajo de Lynskey, quien transmite a la perfección, la carga de angustia, desesperación y frustración, pero también la convicción y terquedad de su personaje.
Esta falta de enfoque general, es el único punto negativo en una historia que consigue combinar muchos géneros, gracias al magnífico trabajo de los involucrados.
¿Acaso no estamos hartos de cómo están las cosas?
De ahí que Blair sortea la trampa de su historia:
Los comentarios o el humor, podrían desembocar en una comedia de situación, pero en verdad son pocas o casi nulas las ocasiones en que uno como audiencia puede burlarse de la desgracia de los protagonistas.
¿Por qué?
Porque el guión logra una identificación inmediata.
No es necesario ser un habitante de ese Estados Unidos rural y descuidado, para exigir que alguien respete, o ser tomado en cuenta.
Como decía al inicio, todos vivimos ese tipo de “insignificancias” a diario, pero pocos hacemos algo.
Simplezas como acomodar un producto que alguien más tiró en un pasillo de supermercado...
Sucede que los personajes de Blair, con todas sus deficiencias y torpezas, sí lo hacen; pero antes de buscar aquí una lección moral, y exitosamente se deshace de ella; Blair entrega un estupendo guiño sangriento a todos los que alguna vez nos hemos hartado al grado de explotar, o sentir que no pertenecemos, al menos no a un mundo donde la gente se empeña en “ser unos cabrones”
“Just be gentle with yourself, all right?
You got all the time in the world”
Bajo la tela que une el mundo y la sociedad, hay algo oscuro y caótico.
¿Por qué la gente se empeña en ser mala?
Immanuel Kant sintetiza su pensamiento, y en general “el campo de la filosofía en sentido cosmopolita”, en 3 preguntas básicas:
“¿Qué debo hacer?
¿Qué puedo saber?
¿Qué me está permitido esperar?”, que pueden resumirse en una sola:
“¿Qué es el ser humano?”
A la primera interrogante trata de dar respuesta la moral.
A la segunda, el análisis de La Crítica de La Razón Pura en torno de las posibilidades y límites del conocimiento humano.
A la tercera, trata de responder la religión...
Peor Kant concluye su estudio epistemológico, haciendo especial hincapié en la importancia del deber, que es donde reside la virtud de toda acción.
Al hacer coincidir la máxima de cualquier acción con la ley práctica, el ser humano habrá encontrado el principio objetivo y universal del obrar.
La percepción del mundo muchas veces es diferente según el lado en el que nos encontremos, por ejemplo, es difícil pedirle a alguien que cambie, si nosotros mismos no estamos dispuestos a realizarlo.
Así que depende totalmente de nosotros, ser parte del problema, o empezar con el cambio nosotros mismos.
Y en su búsqueda, Ruth se topa con algo más peligroso que la indiferencia:
La estupidez.
Sí, al final de su viaje, descubre que la maldad no surge de ningún monstruoso impulso destructivo, sino de la falta de sentido común.
Nadie está tratando deliberadamente de hacerle daño, sino de lograr sus objetivos mezquinos; y lo hacen saltando o quitando los obstáculos del camino, como en un videojuego, o en un supermercado, ahí está la analogía; pues la mayoría de nosotros tenemos algo de Ruth, aunque probablemente solo haríamos la denuncia, y seguiríamos con nuestras vidas.
Por esta razón, I don't feel at home in this world anymore. es fantástica en muchos sentidos, ofreciéndonos un vistazo a una extraña realidad, en donde no aceptamos los baldazos de mierda de la vida como algo inevitable.
El mundo real, no tiene escasez de pelotudos ni de razones para cuestionar si vale la pena esforzarse para atravesar días y años para morir murmurando algo sobre penes; pero el mundo real podría necesitar unas cuantas Ruth para que nos recuerde:

“For people to not be assholes”



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