Las Hijas de Abril

“El amor de una madre no conoce límites”

Del amor incondicional a la competencia, hay solo un paso…
La escena no es nada extraña:
Una madre y su hija adolescente, están vestidas iguales, usan la misma jerga, comparten intereses, y hasta amigos...
Para la primera, es un modo ilusorio de recuperar su juventud, aprovechar tiempo perdido, o estrechar lazos con su hija.
Pero para la segunda, puede resentirlo sobre todo en la edad “del eterno bochorno”
Estas madres presentan una obsesión enfermiza por mantener una juventud eterna, y huyen del rol que les corresponde; por lo que tratan de vivir a través de los hijos, lo que no vivió en la adolescencia.
Y es que la adolescencia significa para las mujeres, la oportunidad de jugar con un poder de seducción, ensayando de algún modo su futuro como adultas, pero con un importante componente lúdico:
El de juego.
Cuando se cuenta con una madre joven, quizás apenas superados los 40 años, existe un alto riesgo de competencia y rivalidad entre madre e hija, porque el juego varía desde lo formal y evidente.
Estos casos de competencia, entre madre e hija, suelen darse con mujeres que cuidan su figura, y se mantienen en una lucha constante contra el paso del tiempo; y es posible además, que la rivalidad se produzca por la ropa, las actividades que realizan, y hasta las parejas...
Las madres, son sin duda necesarias, pero puede que en algunas ocasiones esa idealización de que una madre es lo mejor de la vida de alguien, se queda en nada, cuando esa madre es un ser toxico, dominante, y encima con un trastorno mental sin diagnosticar.
Por su parte, si la hija adolescente necesita contención o un consejo, es probable que no recurra a su madre, porque le ha perdido la confianza, e incluso el respeto.
Conviene analizar, si existe o no competencia y rivalidad entre madre e hija para no afectar el vínculo familiar, el cual debe estar por encima del egoísmo o la mirada de los demás.
“¿Cuánto tiempo te vas a quedar?”
Las Hijas de Abril es un drama mexicano, del año 2017, escrito y dirigido por Michel Franco.
Protagonizado por Emma Suárez, Ana Valeria Becerril, Hernán Mendoza, Joanna Larequi, Enrique Arrizon, Iván Cortés, Giovanna Zacarías, José Ángel García, Tony Dalton, entre otros.
Como dato preliminar, decir que el actor Tim Roth, protagonista de “Chronic” (2015), el anterior filme de Michel Franco; es el productor ejecutivo de la presente; la 5ª película de Michel Franco, el director mexicano más premiado en El Festival Internacional de Cine de Cannes, el “niño mimado” del festival que definitivamente vuelve a enfocar la realidad de México, con una historia cotidiana, muy alejada del subgénero de la narcoviolencia o del infeliz, pobre, bueno y gracioso.
Las Hijas de Abril, lleva la marca Franco:
Una historia personal, e íntima sobre mujeres, una pasión compartida con Woody Allen, Almodóvar o Bergman; en un estilo naturalista, casi documental, minimalista, directo, que a veces recuerda a Michel Haneke, rodada en orden cronológico, y con el sonido ambiente como banda sonora.
Es un drama sin aspavientos, sin efectismos como la vida misma; y es la historia de una mujer adulta que se niega a sentirse rebasada por sus propias hijas en términos generacionales, sin apercibirse de que ya fue dejada atrás en aspectos de relevancia superior, como los emocionales y psicológicos, entre otros; donde el poder de la obra radica en generar tensión, esconder gran parte de las motivaciones y sentimientos de los personajes, su pasado y sus pensamientos reales, para construir una atmósfera en la que todo está a punto de saltar por los aires.
Es la representación en imágenes de esa aparente calma anterior, a una tormenta que no esperas; donde las relaciones familiares entre las protagonistas, parecen sostenerse sobre un fino hilo formado desde la desconfianza.
Las Hijas de Abril obtuvo el Premio del Jurado/Un Certain Regard del Festival Internacional de Cine de Cannes; y fue rodada en La Ciudad de México, además de en Puerto Vallarta, Jalisco, México.
La acción gira en una familia compuesta por mujeres:
Valeria (Ana Valeria Becerril), de 17 años, está de pareja y embarazada de Mateo (Enrique Arrizon)
Vive en Puerto Vallarta, con Clara (Joanna Larequi), su media hermana, quien es tranquila, y vive con depresión, baja autoestima y sobrepeso.
No quiere que su ausente mamá, Abril (Emma Suárez), que vive en España desde hace ya mucho tiempo, sepa de su embarazo, pero debido a las limitaciones económicas, y a la abrumadora responsabilidad que implica tener un bebé en casa, Clara decida llamarla.
Abril llega con gran deseo de ver a sus hijas, pero pronto se revela por qué Valeria no quería entrar en contacto con ella.
El tiempo pasa, y las cosas no son tan fáciles como todos esperaban:
Los padres de Mateo, rechazan a su hijo y a su nieta; y Abril poco a poco comienza a desesperarse...
Cuando nace el bebé, la incapacidad de ambos jóvenes para criarlo, hará que Abril tome una serie de decisiones que nos descubrirán a un personaje mucho más oscuro de lo que parecía.
Pero Abril no solo toma las riendas de la crianza, llegará mucho más lejos en sus tareas como abuela y suegra, materializando sus anhelos, haciendo suya esa maternidad, y robando a su hija, tanto al bebé como a su pareja.
Ese es el punto de partida de una trama que explora no solo el hecho de ser madre, sino de una manera más sutil, la importancia o no que tiene la experiencia sobre nuestros actos y decisiones.
La película atrapa al espectador, que inmediatamente se sumerge en la historia de esta extraña familia desestructurada y caótica, y sobre todo, sin apartar la mirada de Abril, un personaje fascinante y terrorífico a partes iguales, capaz de atraer toda la atención sobre ella, llegando a ser la protagonista de su vida y la pesadilla de los que la rodean.
Esta es una película fuerte, que le pega directamente a la institución sagrada que es la maternidad, tan defendida en Latino América, y estoy seguro que pensarán:
“Esto es irreal”, “esto jamás sucedería”, “ninguna madre le haría eso a su hija”…
Pero si somos honestos, al final reconoceremos a muchas Abriles que, como el personaje, no nacieron para ser madres; porque esta historia es una obra de realidad, que nadie de perderse, y evitar experimentarse.
“Yo les voy a ayudar un poco…”
Las Hijas de Abril no expone un discurso directo sobre la decadencia de la sociedad actual, pero todos los hechos que rodean el estancamiento de sus personajes, reflejan en el fondo unas dinámicas habituales en nuestros días; y muestra a un Michel Franco que ha madurado en su forma de contar historias, tanto de forma visual, como a través de los personajes.
Es una película que muestra la perspectiva de los adolescentes y los padres ante un embarazo, por lo que es muy fácil identificarse con los personajes.
Además, lleva al extremo el deseo que muchas mujeres tienen por seguir siendo jóvenes; y es por encima de todo, un magnífico ejemplo del “women picture” o cine de mujeres, ese subgénero del melodrama más desatado al que tan habitual fue el cine de Hollywood en los años 50, y salvó la carrera de actrices que pasaban el medio siglo:
Joan Crawford, Bette Davis, Lana Turner…
Para el cine mexicano, este tipo de películas tampoco es una novedad.
En los 60, actrices como Amparo Rivelles o María Félix, protagonizaron ejemplos con historias desmadradas, donde el tono conservador impregnaba todo y, por tanto, toda ruptura de la moral imperante, acababa teniendo su castigo.
Sino veamos las novelas, donde ese aspecto es parte fundamental de la trama.
Lo que sí es una novedad, es el tono.
Este es un cine de mujeres, donde realmente se habla de los sentimientos de éstas; pero sin juzgar bajo el tamiz masculino.
La acción se desarrolla tanto en Puerto Vallarta como en calles de La Colonia Condesa, de La Ciudad de México, y plantea una interrogante respecto al rol que se le asigna a la madre en nuestra cultura, con una mezcla de devoción y presión social, que las obliga a hacer siempre todo por sus hijos, a riesgo de ser criticadas.
“Socialmente se le exige a la mujer que sea una buena madre, que sea una buena esposa, que sea una buena hija, que trabaje, que esté guapa, que no falle nunca.
El hombre, a diferencia, como padre, puede ir y venir, no siempre tiene que estar presente en la educación, siempre está el pretexto de que fue a trabajar”, comentó el director Michel Franco.
“La mujer tiene que ser fiel, como perfecta, y en el momento que falla, la juzgamos, la etiquetamos…
Empujamos a la mujer socialmente a cometer errores, o a que parezcan errores cosas que son muy humanas”, dijo.
Y es que nunca antes el director mexicano nos había ofrecido a un personaje central tan macabro y escabroso como el que aquí vemos, pero uno que a la vez está dotado de una cierta ambigüedad que, fiel a lo que le gusta hacer como cineasta, tiene como objetivo primigenio, cimbrar al espectador, incomodarlo e inundarlo de un realismo trágicamente sobrecogedor que define la experiencia cinematográfica de sus proyectos.
Gracias a la triada de protagonistas de diferentes generaciones, Franco recrea con fidelidad un microcosmos femenino en el que palpita su estilo de dirección minimalista de escasos cortes, tomas largas, silencios profundos, y movimientos de cámara dosificados.
Las protagonistas son reales y actuales:
Abril es una madre que, por diferentes razones, no ha estado presente en la vida de sus hijas, pero que a su manera intenta enmendar sus errores cuando se presenta el embarazo de Valeria, a pesar de que después se convierte en la causante de los problemas.
Valeria, es la típica adolescente a la que le gusta ir de fiesta con sus amigos, es inmadura, y no está preparada para ser madre.
Y Clara es la pasiva, aquella que está a disposición de los demás, y cuyas necesidades nunca son una prioridad para nadie.
Es esa persona que todos violentan constante y deliberadamente, y que bien le pudo crear ciertas fobias y trastornos traumáticos que descarga contra sí misma; pues está soltera, sin pareja, y tiene una apariencia descuidada.
La película va de menos a más, en un “in crescendo” muy pocas veces visto, con el giro tras la presentación de los personajes, donde el director pone al espectador en una situación que lo llevará a juzgar, reflexionar, y mirar al propio espejo.
En Las hijas de Abril, construye una paradoja, pues a la vez que lleva las situaciones al extremo, es una ficción que no quita el dedo de la realidad, y es emocionalmente compleja desde la secuencia inicial, cuando vemos a una Clara abnegada al trabajo doméstico, mientras escucha a su hermana menor tener relaciones sexuales con su novio, momento que sienta un precedente de tono para el resto de la película, y nos deja ver que eso es apenas un esbozo de lo que Franco nos tiene preparado.
Las Hijas de Abril Las Hijas de Abril trata la destrucción de los lazos familiares, y se enfrenta con poco éxito al reto de ser padres.
Ante esta situación, la madre de Valeria, Abril, decide dar el bebé en adopción sin el consentimiento de la pareja...
Junto a ellos, también encontramos a una hermana insegura y autodestructiva, y a un padre que ha olvidado a su hija.
Este pequeño resumen, solo es una muestra de los turbulentos caminos por los que pasan los personajes hasta llegar a la ruptura total.
La obra plantea un relato apasionante de seres movidos por impulsos que tiran por tierra cualquier posibilidad de formar una familia; por lo que los protagonistas caminan sin dedicar tiempo a ningún tipo de reflexión vital y renuncia a su personalidad para adherirse a la masa.
Son individuos sin inquietudes, enfrentados a la complejidad que supone el nacimiento de una nueva vida.
En la primera parte, se articula de una manera más o menos obvia:
La madre de la adolescente embarazada, aparece para dar apoyo y consejo a su inexperta hija y su novio.
La experiencia como madre de Abril, irrumpe como el credencial necesario para que su participación sea indudable y lógica.
De la misma manera, la presencia de Emma Suárez como actriz, dota a la película de una experiencia de la que puede carecer el resto del reparto, especialmente Becerril, que debuta en la gran pantalla como su personaje en la maternidad.
Suárez aparece en escena, como un soplo de frescor, erigiéndose como una presencia que se mueve con la naturalidad de alguien que lo ha hecho tantas veces.
Su cuerpo se muestra a la cámara con la confianza que le falta a su hija en la ficción, quien ejecuta, por el contrario, unos movimientos tensos y demasiado robóticos; que haga yoga no sería casual... aunque le falta ejemplificar lo que predica…
Sin embargo, poco a poco comienza a usurpar la maternidad de Valeria, hiriendo a su hija, y perdiendo su afecto, mientras su conducta se va degradando.
Abril queda completamente descolocada al no asumir su nueva condición en la hoy plenitud de las mujeres cuarentonas; y hacia la mitad del metraje, cambia el enfoque del discurso:
Tras una serie de malas decisiones por parte de Abril, la familia se rompe de manera más acusada e irreparable.
La madre experta, que debía asesorar a su hija, acaba por revelarse como una madre igualmente fallida.
A su vez, para contrarrestar las acciones de su madre y sobreponerse a los daños que le causan, Valeria comienza a comportarse con una mayor madurez, o cuanto menos, a salir de situaciones complejas y tensas a las que antes no parecía capaz de enfrentarse.
Las situaciones contextualizan a los personajes, y les hacen comportarse de una manera impulsiva, independientemente de su edad.
Técnicamente, Las Hijas de Abril no es gran cosa, pues el fuerte reside en la dirección de actores, en una puesta en escena común, tanto que bien parece que pueda suceder en cualquier parte del mundo, y ese es un gran detalle.
La simplicidad para contar una historia muy poderosa, en que pone a prueba la resistencia de quien la vea.
En lo personal, la odié… pero creo que eso está muy bien trabajado porque uno se lo espera; porque tal ha sido mi rechazo, extrañeza y perplejidad ante lo visto, que no he podido simpatizar prácticamente con nadie, excepto finalmente con Valeria, la hija pequeña de la protagonista, quien nos conquista por su humanidad, y sobre todo por el espléndido final, que aplaudimos con fervor.
De hecho, cualquier otro final no habría sido tan redondo.
Del reparto, todos enormes, identificados, y desarrollando cada personaje de una manera realista y entregada.
Emma Suárez, y hay que agradecerle a Franco, como hizo Almodóvar con “Julieta”  (2016) un personaje en las antípodas, que haya encontrado un papel para una mujer de más de 50 años, justo cuando las actrices de Hollywood se quejan de que no hay trabajo para ellas.
Y también una novedad sorprendente en la cinematografía mundial, no solo mexicana, al ver a una madre villana, un carácter insólito en una sociedad que idolatra la maternidad, que deja a la mismísima Joan Crawford como un inocente personaje de cuento de hadas, algo que Las Hijas de Abril no es precisamente.
El personaje de Abril, joven y todavía deseable, que podría pasar por hermana de sus hijas, y verdadero epicentro de la cinta, está dispuesta a todo.
Incluso a pasar por encima de su sangre para conseguir sus objetivos que, a mitad de guión, se vuelven cada vez más insanos, rayanos en el desequilibrio o la locura, y que se pueden resumir en uno solo:
Vivir una segunda juventud.
Una meta que ella cree que puede conseguir gracias a la nieta que acaba de nacer, y al novio adolescente de su hija pequeña, por cierto, uno de los personajes más detestables de una película donde los hombres no salen bien parados.
Y es interesante el trasfondo del personaje de Emma, Abril:
La madura interesante española, que quiere hacer del yoga su medio de vida, utilizando Internet y las nuevas tecnologías; segura del “new age” que se planta para luchar contra el karma.
Suárez mencionó, que la película le dio la oportunidad de tener un personaje intenso, con el que pudo jugar, “crear y componer”, aunque el riesgo era perderse y presentar algo inverosímil, ya que Abril está llena de vitalidad, pero también es inestable y llena de contrastes.
“Tenía que seducir al espectador, tenía que engancharle desde el primer momento, y luego ya le iría sorprendiendo.
Lo importante es que tuviera luz, que no fuera opaco, que no fuera plano”, dijo.
Esta, es la primera película de Ana Valeria Becerril, que interpreta a Valeria, una de las protagonistas del filme.
La joven no defrauda en la piel de la hija menor de la española; y luciendo en muchas escenas desnudos de madre gestante, donde aparte se pone de manifiesto el buen hacer del equipo de caracterización y maquillaje.
Pero atención, que Michel Franco no juzga a sus personajes, los muestra de una manera realista, casi como Buñuel, y se limita brillantemente a captar sus reacciones, sin imponer juicios morales.
Todo en Las Hijas de Abril, parece diseñado para que Emma Suarez se salga de madre, y esta no defrauda; pues sabe cómo trastornarnos con el retrato de una perturbada que no lo parece en términos de sobreactuación, sino por sus actos.
Impacta la naturalidad con la que se salta todos los límites de lo tolerable.
Lo malo es que la propuesta desaprovecha otros aspectos de la trama, como una de sus hijas en particular, Clara, hasta el punto de que corre el peligro de pasar por un mero vehículo con hueco argumental.
“Me interesan mucho más los personajes femeninos que los masculinos”, dijo el director Michel Franco.
“Escribir personajes femeninos es un reto.
Yo me quedo el crédito al final, por el guión y el dirección de la película, pero la tridimensionalidad, la profundidad, viene del trabajo que hicieron las actrices”, agregó.
En el caso del personaje de Abril, mencionó, no es una mujer “mala”, sino alguien que tiene necesidades, y cuya conducta también está definida por el comportamiento que tiene su exesposo, padre de Valeria, con ella.
“A las mujeres se les exige mucho, a las madres se les exige ser perfectas, pero cuando una es mamá, no sabes lo que hay que hacer, te dejas llevar por el instinto.
Todas las madres cometemos equivocaciones, aunque intentamos hacer lo mejor para nuestros hijos”, opinó al respecto Suárez.
“No siempre tienes las herramientas para saber hacerlo.
Somos imperfectos como seres humanos, nos equivocamos, y hay que darle también una tregua a los errores”, agregó.
“Con esto no es que esté defendiendo mi personaje, mi personaje se equivoca, pero cuántas madres no se equivocan…
Abril es una personaje con carencias, con frustraciones, que carga con cierta corrupción, alguien que trata de vivir las fantasías que no consiguió realizar en su juventud”, señaló la actriz, que dijo que conductas como la de Abril, pueden surgir de la sociedad en la que vivimos, con la presión que se asigna a las mujeres desde niñas para tener una familia feliz, una unión de pareja perfecta, y ser madres, siendo que a veces las relaciones fallan, o hay embarazos no deseados.
La otra lectura, más simple, nos habla de una familia disfuncional y de una mujer decidida a vivir una segunda juventud a cualquier precio.
Franco, que sabe dibujar perfiles complejos femeninos, despliega un catálogo de mujeres perdidas, que se dejan llevar por el rumor de los acontecimientos sin tomar las riendas, pero cae y se regodea, como sucede con demasiada frecuencia en cierto cine de autor contemporáneo, en un arquetipo de lo femenino que se presenta perturbado, despiadado y voraz.
¿Y los hombres?
Aquí aparecen desdibujados, no son relevantes, y cuando lo son, no quedan bien parados. 
Habituados al célebre machismo latinoamericano, y a la desatada violencia del género masculino mexicano, es un verdadero placer mostrar, como lo hace tan bien Michel Franco con el personaje de Mateo, y ver que también existen muchos hombres de este país dóciles, cariñosos, paternales y amables.
Pero también manipulables por la mujer.
El personaje de Mateo es tratado también como objeto de deseo:
Es un joven guapo y lleno de vida con el que Abril intenta recuperar el tiempo pasado...
Del mismo modo que a través de su nieta, se da una segunda oportunidad como madre, pero con Mateo lo hace como mujer, como ser deseable y que su vez anhela el placer.
El hecho de mostrar el hombre como objeto de placer, siempre es novedad en el cine, y no deja de ser curioso que siendo así, los únicos desnudos del filme sean femeninos, si bien es cierto que sin carga sexual.
En este detalle, muchos verán el tono masculino heterosexual, donde debió ser más directo...
Enrique Arrizon, por su parte, se mete en la piel del maleable joven al que Abril maneja y desarma a su antojo.
Él también es inmaduro y, aunque todo mundo le dice que las cosas serán difíciles, en su mente, lo difícil es fácil.
Sin embargo, no es esto lo que lo hace poco creíble, sino lo extremadamente manipulable e ingenuo que es, pues resulta difícil creer que alguien, aunque sea adolescente, tenga tan poco juicio y que actúe tan erráticamente; aunque siendo sinceros, el sexo lo manipuló y cegó.
Aunque en Las Hijas de Abril también vemos algunos de sus vicios, el filme es lo suficientemente contenido para abstenerse de llevar las situaciones al terreno del melodrama telenovelero, sino que aunque ofrece “plot twists” que dinamitan un estado de “shock”, son situaciones menos gratuitas que en trabajos previos.
Personalmente creo que han faltado muchos datos, no sé porque las hijas viven solas, y porque la madre ha estado tanto tiempo ausente…
Me falta saber también, por qué tiene ese comportamiento la hija mayor, porque actúa de esas maneras, y esa segunda parte de la historia, se convierte en otra película, en la que los personajes toman decisiones que no parecen sostenerse en lo que conocemos y hemos visto de ellos, mostrándolos como seres viles y despreciables, capaz de cometer cualquier acto bajo.
Quizás no lo considerara necesario por aquello de aceptarla cual es…
Los hechos más importantes que las motivaciones…
Bueno, si es así, hay que aceptarlo y punto, otra cosa es que convenza y finalmente guste.
De esta manera, Las Hijas de Abril significa un paso más en la solidificación de un cineasta consciente de cuál es su estilo, y de qué tipo de historias quiere contar.
No cabe duda que la intención del cineasta en esta ocasión, es hablarnos sin tapujos de las familias desestructuradas, y en especial, del drama social que se está viviendo en México con los embarazos no deseados en la población juvenil.
La tasa de embarazos entre las jóvenes menores de edad, solo puede deberse a una mala política educativa, y como nos hace ver Franco en su historia, al descontrol de los impulsos sexuales en las clases menos favorecidas.
Pero es también, del instinto sexual humano en general, y de sus consecuencias, de lo que trata esta historia, y como modifica y cuestiona las vidas entrelazadas de los distintos personajes, que son reflejo de una realidad en la sociedad actual.
El sexo y la sexualidad, ejercen en la película como una forma primitiva de instinto, que cambia, doblega y gira la vida de las personas.
De forma no retórica, podríamos concluir que el deseo sexual y un mal o buen polvo, provocan enormes consecuencias, y cambia una vida de una manera radical.
Franco aceptó también, que pocas veces se toca en filmes la violencia intrafamiliar causada por la madre:
“Tal vez se aborda con menos frecuencia en el cine, pero en la vida real es muy común.
La madre siempre es un personaje importante, central, que pesa mucho en la vida, para bien y para mal”
Por encima de todo, está la maternidad, el auténtico “leitmotiv” de la película.
Mejor dicho, una amalgama de maternidades:
La maternidad temprana, deseada pero irresponsable.
La maternidad madura y amortizada.
La maternidad como reflejo de culpabilidad.
La maternidad entendida como tabla de salvación, como segunda oportunidad…
Como anhelo de enmendar los errores de una primera vida tomada como un ensayo de la nueva, la plena.
En definitiva, la traición, la venganza, y la infidelidad, se entremezclan en una historia que resulta aún más cruda por la decisión del cineasta de dejar a la película sin banda sonora.
“Tienes que confiar en mí, y no decirle a nadie”
Son mujeres, generalmente las mayores de 45 años, que en la mayoría de los casos no están en pareja, porque se han divorciado, enviudado, y otras ni siquiera se han casado, las que se dedican gran parte del día a su cuidado personal, y pasan muchas horas en el gimnasio, utilizando los últimos recursos para mantenerse eternamente joven.
También hay casos en los que desean querer vivir la vida de la hija, al no haber tenido una adolescencia como les hubiera gustado tener...
En realidad, se trata de una competencia que estalla en general cuando unas se encuentran al borde de la menopausia, y las otras en pleno desarrollo hormonal.
Y en estos casos, es la medre la causante del conflicto; más de la vida, la mayoría teme en algún grado a la vejez, porque la cultura imperante ensalza a la juventud y la belleza.
Ser vieja se asocia con lo obsoleto o no productivo, y con menos posibilidades en diversos ámbitos, entre ellos, el laboral.
Ante esto, muchas mujeres, pero también cada vez más hombres, se someten a diversos tratamientos para rejuvenecer el rostro y el cuerpo y, de acuerdo con especialistas en cirugía estética y dermatología y entrenadores personales, es válido, porque como te ven te tratan, y como uno se ve, se siente.
No obstante, según expertos, esas intervenciones demuestran que se busca ocultar el indicador más fuerte de que la muerte está cada vez más cercana:
Los síntomas del envejecimiento, y consideran que es una forma de no aceptar la realidad.
Sin lugar a dudas, la moda y las oportunidades que ofrece el ejercicio, la cirugía y la estética, aumentan las oportunidades de que una mujer se mantenga en excelentes condiciones con el paso del tiempo.
Y no hay nada de malo en mantenerse y atender la apariencia; el dilema lo provoca el exceso.
La sabiduría popular ratifica que todos los extremos son perjudiciales.
Esta competencia entre madre e hijas, tiene 2 caras:
Por un lado, estas madres buscan verse igual de jóvenes que sus hijas, y por el otro quieren seguir siendo deseadas por los hombres.
Por lo general, esta competencia se da en los hogares donde falta la figura masculina, que es habitualmente quien calma los ánimos.
También en su gran mayoría, son mujeres que no tuvieron un desarrollo profesional o laboral, que se dedicaron exclusivamente a ser amas de casa.
Su único atractivo, se basa en el atractivo erótico, lo único que hizo sentirlas alguna vez valiosas, y hoy sienten que están siendo desplazadas por sus hijas en esa materia.
Siempre la competencia surge del lado de las madres…
Las hijas en realidad no encuentran motivos para competir con sus madres.
Pero lo que sí hacen, muchas veces como reacción, es denigrar o descalificar a sus madres...
Se trata en la mayoría de los casos de mujeres muy narcisistas o infantilizadas, que nunca asumieron el papel de madre, y que siguen filtrando el mundo a través de su necesidad y su deseo.
Otras, son mujeres amargadas, cuya vida no se parece en nada a lo que esperaban, profundamente infelices, que usan de chivo expiatorio a sus hijas proyectando en ellas el foco de su insatisfacción.
Hay diferentes formas de madres tóxicas, pero todas incluyen la culpa, la manipulación, la crítica cruel, la humillación, la falta de empatía, el egocentrismo puro…
Son madres que hacen saber a sus hijas, que no están a la altura de lo que se espera de ellas, envidian sus éxitos, recelan su necesidad de independencia, rivalizan con ellas en un patológico escenario vital, donde la víctima ni siquiera sabe que lo es…
La madre que no ama, despliega su toxicidad de diferentes formas, así nos encontramos con madres que envidian a sus hijas, y tratan de anularlas, madres que sobreprotegen y absorben excesivamente para tratar de evitar el sentimiento de culpa por no haber deseado tener ese hijo, madres centradas únicamente en “la fachada” que exigen a sus hijas que encajen en un molde que ellas mismas han diseñado para exhibirse, madres que utilizan la enfermedad y el victimismo como principal estrategia de manipulación, madres dependientes que invierten los roles y hacen que sus hijas sean quienes se ocupen de su bienestar físico y emocional; y madres que, por desgracia, encajarían en varios de estos guiones de película de terror.
La mayoría de las niñas que han sido criadas por este tipo de mujeres, no son capaces de entender que toda su inseguridad, falta de autoestima, necesidad de aprobación, autoexigencia brutal, dificultad para la intimidad emocional y vacío profundo, procede de la falta de amor primario.
Asumir que tu propia madre no te quiso, y no te quiere, es uno de los procesos psicológicos y emocionales más difíciles de superar, y con consecuencias devastadoras en todos los órdenes de la vida.
A esta indefensión crónica, hay que sumarle la incomprensión de los otros, una sociedad dispuesta a mirar para otro lado ante una realidad tan antinatural.
Aquellas mujeres que fueron criadas por estas madres tóxicas, llegan a dudar hasta de su propia salud mental, porque a años de maltrato emocional, de tortura psicológica, hay que sumarle el silencio y la falta de apoyos.
Ya sabemos hoy por hoy, en función de los numerosos estudios que se han hecho que la falta de amor parental crea estructuras psíquicas desorganizadas que afectan a muchas áreas de la personalidad.
El rechazo y la falta de amor materno, producen un estado crónico de avidez afectiva, y un miedo patológico al abandono.
Sin embargo, hay salida.
Es imprescindible decirles a esas mujeres, que la niña dañada que llevan dentro, y parece dirigir su vida, puede ser sanada.
Tenemos el don de la libertad y la capacidad intrínseca para tomar el control de nuestra propia vida; y para ello es necesario tomar conciencia, y poner nombre a aquello que nos dañó por difícil y brutal que esto sea.
Y es imprescindible hacer un duelo:
Despedirnos definitivamente de la madre que no tuvimos, que ya no vamos a tener, y no seguir buscando con manotazos de ahogado maneras infructuosas de compensar ese oscuro hueco.
Asumir sin culpa alguna que la madre no se elige, y que venimos al mundo programados para amar a quien nos toque para “maternarnos”
Tomar la decisión interna de poner distancia emocional y física de la mujer que no supo querernos, y sobre todo, hacer del intento de no traspasar la herida a las hijas, es el objetivo vital, y toda una cruzada.
Y es cierto que parte de la culpa lo tiene la sociedad, pues cada vez hay más y más madres que quieren verse como eternas adolescentes.
Es un tema cultural.
En nuestro lenguaje está implícito el cuerpo, la comida, el embellecimiento, las dietas…
Es difícil escapar a todo esto.
No es ilógico, entonces, pensar que a ciertas mujeres le asusten la madurez y caigan en la trampa cultural de ser siempre adolescente.
En cada edad hay un encanto, y se puede madurar siendo feliz.

“¿Mamá qué hiciste...?”



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