Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen

“Irgendeine Zeit und irgendein Ort”
(En algún tiempo y en algún lugar)

No hay nada que iguale más a los seres vivos, que la inexorable sentencia de muerte que todos llevamos consigo.
Nadie quiere saber cuál es su fecha de caducidad, como nadie quiere enfrentar el momento de morir cuando éste es inminente.
Todos ansiamos una muerte “dulce”, indolora y sorpresiva, pero incluso en esas circunstancias, alguien, por nosotros, se lamentará de ese hecho.
“Ya no es la existencia de Dios, sino su ausencia lo que tranquiliza al hombre”
La frase es del personaje de Fritz Lang al que da vida precisamente el propio Fritz Lang en el filme “Le Mépris” (1963) de Jean-Luc Godard; donde el director, convertido él mismo en mito, habla de una supuesta adaptación de “La Odisea” que le mantiene ocupado, y de paso, del cine, de ese artefacto creador de vida, ilusión y, finalmente, muerte.
Quizás el cineasta se refiere a su propio fin, al de él mismo, como el último testigo de un tiempo extraño, ya perdido.
Él, que empezó a trabajar recién acabada La Gran Guerra y que re imaginó a su manera Hollywood a partir de 1936, es exhibido por Godard como el sumo y moribundo “factótum” al que todo le debe un arte ya sí claudicante.
Como todos tal vez; sin embargo hubo un tiempo en que el cine se presentó a sí mismo y al mundo, no sólo como un arte nuevo, sino como el único capaz de adaptarse, retratar, y tal vez transformar la realidad necesariamente cambiante de los tiempos modernos; y con toda seguridad en el punto exacto de esa epifanía se encuentra Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen.
“Nur wer vom Tod gerufen wird, findet Einlass”
(Solo aquellos que son llamados a la muerte serán admitidos)
Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen es una película de fantasía alemana, del año 1921, dirigida por Fritz Lang.
Protagonizada por Lil Dagover, Walter Janssen, Bernhard Goetzke, Rudolf Klein-Rogge, Hans Sternberg, Erich Pabst, Karl Rückert, Max Adalbert, Wilhelm Diegelmann, Karl Platen, Georg John, Grete Berger, entre otros.
El guión es de Fritz Lang y Thea von Harbou; y es una adaptación del cuento alemán “Der Gevatter Tod ist ein Märchen” o “Godfather Death”, un cuento de hadas de los hermanos Grimm; y Lang también toma su experiencia traumática de La Primera Guerra Mundial, que hizo a la muerte, “cansada”; al tiempo que la película se inspira en gran parte en el cuento mitológico indio de Sati Savitri, así como por la experiencia personal del director; que según su biógrafo, Patrick McGilligan, la película “llegó justo después de la muerte de su madre, y sería la meditación más reflexiva y compasiva del director sobre la mortalidad”
Y continúa explicando que, según informes, Lang llegó a lo alto de su visión de La Muerte mientras sufría de fiebre en la cama cuando era niño:
“Recordó haber imaginado el acercamiento de un “desconocido oscuro” con un sombrero de ala ancha, iluminado por la luz de La Luna que entraba por una ventana entreabierta:
“Dormí y soñé... ¿o estuve despierto?
Vi el rostro manchado de lágrimas de mi adorada madre”, mientras ella se levantó débilmente para ser llevada por La Muerte.
El horror del sueño, experiencia combinada con “una especie de éxtasis místico” que, aunque niño todavía, hizo que los mártires y los santos abrazaran a La Muerte.
Lang se recuperó, y dijo que “el amor a La Muerte, compuesto de horror y afecto, se quedó conmigo, y se convirtió en parte de mis películas”
De esa manera Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen, trata de una figura de La Muerte, no sólo trágica y triste, sino fatigada, que ejecuta su tarea inacabable a regañadientes, tentada… y el tema central es el de La Muerte y el modo en el que el amor puede incidir o no sobre ella, con la posibilidad de revertirla.
No es éste un tema exclusivo, ni mucho menos de este cineasta, aunque en su resolución sí que se aprecian algunas de las que serán sus constantes posteriores; por lo que Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen, fue el primer éxito de público y crítica de Fritz Lang, y está considerada como su primera “obra maestra”, una circunstancia que ensombrece el hecho de que no fue la primera película en la que Lang introduce a La Muerte como un personaje antropomórfico.
Internacionalmente conocida como “Destiny”, y traducida del alemán como “La Muerte Cansada: Una Historia Popular Alemana en 6 versos”; originalmente lanzado en los Estados Unidos como “Behind The Wall”, es una película romántica de fantasía expresionista alemana silenciosa; que curiosamente no gustó en Alemania durante su estreno, y la crítica fue particularmente dura.
Fue en su exportación a otros países donde consiguió el éxito de público y crítica que le dieron la fama de la que goza aún hoy día, especialmente en Francia, donde el cine de Lang sería siempre recibido con los brazos abiertos; siendo alabada no sólo por sus efectos especiales, sino por su fascinante visión de La Muerte, que muchos críticos vincularon enseguida con “el espíritu germánico”, que curiosamente en su país de producción, se acusó al film de ser “poco alemán”
Tras ese precedente, el film fue reestrenado en Alemania con éxito; y en Estados Unidos, la película se estrenó con varios años de retraso, el 6 de julio de 1924.
Douglas Fairbanks, había comprado los derechos, pero no para la distribución; y copió algunos trucos para su película “The Thief of Bagdad” (1924), y en una entrevista concedida en 1970, declaró Lang:
“Douglas Fairbanks compró Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen, por $8.000 y copió todo, pero naturalmente 50 mil veces mejor en “The Thief of Baghdad”, pues tenían departamentos de trucajes y dinero.
Nosotros teníamos que hacer todos nuestros trucos por nosotros mismos, en la cámara, en el plató, nada en el laboratorio”; por lo que esta película influyó en la trayectoria artística de Luis Buñuel, abriéndole los ojos a “la expresividad poética del cine”, y afirmó:
“Cuando la vi, de repente supe que quería hacer películas.
No fueron las 3 historias las que me emocionaron tanto, sino el episodio principal:
La llegada del hombre del sombrero negro, al que instantáneamente reconocí como Muerte, en la aldea flamenca, y la escena en el cementerio.
Algo acerca de esta película me habló de algo muy profundo, me clarificó mi vida, y mi visión del mundo”
En “Un Chien Andalou” (1929) de Buñuel, 2 amantes están enterrados en la arena, en referencia a la muerte de Frank en la película; y Alfred Hitchcock dijo una vez, que “estaba impresionado con la película”
Según se cita regularmente, la interpretación de Bernhard Goetzke como La Muerte, influyó en el filme “Det Sjunde Inseglet” o “The Seventh Seal” (1957) de Ingmar Bergman.
Por otro lado, durante un tiempo se pensó que los intertítulos de la película estaban perdidos… el director del Munich Stadtmuseum, Enno Patalas, recuperó la mayoría de ellos de la Cinémathèque Française, gracias a Lotte Eisner; y la película recibió una restauración de 2K en 2016, por L'Immagine Ritrovata en Bolonia, Italia, con la mayor parte del material proveniente del Museo de Arte Moderno de New York, y algunas tomas de una copia perteneciente a la Cinémathèque.
Los títulos fueron reconstruidos se basaron en una copia rusa, con los desaparecidos procedentes de los archivos de Praga y Bruselas, mientras que los colores perdidos, se inspiran en las películas contemporáneas; e incluye tintes de color originales de Lang, gracias a La Fundación Murnau
“Creo que el tema central de mi obra es la lucha que sostiene el individuo contra lo que los griegos y romanos llaman “El Destino”, y que toma aquí la forma de un poder real, llámese dictadura, ley o sindicato del crimen.
Se trata de la voluntad de salvaguardar la individualidad, y es importante luchar para conseguir el triunfo”, dijo Fritz Lang; por lo que la historia consta de 3 partes, donde cada una transcurre en un país y en un momento histórico diferente, pero con el amor, el destino y la muerte como temas comunes.
Así se nos presenta una pareja de enamorados, que está en una posada donde coinciden con un desconocido misterioso (Bernhard Goetzke)
El novio (Walter Janssen) desaparece, y la novia (Lil Dagover) lo busca, hasta que se da cuenta de que se lo llevó La Muerte…
Esta le muestra 3 velas, que son 3 vidas a punto de extinguirse, y le explica que solo podrá recuperar a su amado, si logra salvar alguna de ellas.
Estas 3 historias, interpretadas por los mismos actores, tendrán lugar en Bagdad, en la Venecia renacentista y en la antigua China.
Pero tras los fracasos, la mujer intenta que ancianos y mendigos le cedan su vida, sin conseguirlo; incluso llega a tener un bebé entre los brazos para cedérselo a La Muerte, a cambio de que vuelva su esposo, pero al final no lo hace.
Así que ella misma se entrega a La Muerte para poder solo así encontrarse con su amado.
¿Por qué ocurren las desgracias?
Nadie, ni La Muerte misma tiene las respuestas; por lo que Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen es una película extraña; su mismo título dota al inquietante hombre de la guadaña de una materialidad mundana, y al tiempo espiritual y metafórica.
Como su traducción real es “La Muerte Cansada”; en efecto se trata de eso:
De cómo La Parca se muestra hastiada del género humano y de su propio “trabajo”, hasta el extremo de aislarle entre 4 muros, y proponerle a una joven un singular reto:
Que libere a su amado de sus garras…
Y es que pocas veces en la carrera de Fritz Lang podremos encontrar una historia tan emotiva, especial y fascinante como esta, cuyo desenlace, con la decisión final de la protagonista y el reencuentro entre las almas de los jóvenes, es uno de los más hermosos que jamás llegó a filmar; y contiene una profunda reflexión sobre la muerte y la irreversibilidad del destino, basándose en imágenes y simbolismos altamente poderosos que retiene el espectador aún hoy en día.
Los sencillos efectos especiales de la época, que nos muestran las almas de los muertos o esa escalofriante imagen en que La Muerte muestra cómo se lleva consigo el alma de un bebé, consiguen dar al film, una imagen de cuento fantástico que encaja a la perfección con sus historias.
Y cuando la película termina, de manera presumiblemente optimista, esa declaración “el amor es más fuerte que la muerte”, parece casi razonable; a modo de una parábola sobre el amor y la muerte que cautiva con su ambición, sus enigmas y su sofisticación.
“Eines Tages fragte ein Fremder den Totengräber nach der Stadt.
Er war seltsamerweise bekannt, obwohl er ihn nie persönlich gesehen hatte”
(Un día un forastero preguntó al sepulturero el camino de la ciudad.
Le resultaba extrañamente conocido, aunque nunca le había visto en persona)
Resulta difícil creer que el director Fritz Lang realizó esta película con grandes limitaciones, pues cuando ya la filmación estaba en marcha, su amigo y productor Erich Pommer, tuvo que recluirse con una delicada enfermedad…
El momento fue tan crítico, que hasta el mismo Lang tuvo que encargarse parcialmente de la fotografía, y ayudarse de un camarógrafo.
Y digo que resulta difícil creer en las limitaciones, porque el resultado, si se tiene en cuenta que estamos en 1921, fue un filme expresionista, mágico, surreal, que nos lleva por el mundo árabe, europeo y asiático, para contarnos un sugerente cuento que se ocupa de uno de los temas que más interesaban al director alemán:
La muerte; al tiempo que fue el primer director que dotó a La Parca de carnalidad y sentimientos; y logró hacerla pasar por un personaje más de reparto.
Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen, es sin duda de una de las mejores obras del periodo alemán de Fritz Lang, así como la primera gran película de toda su carrera; parte de ello quizás es debido al hecho de tratarse también de la primera obra que escribió junto a su inseparable guionista, y futura esposa, Thea von Harbou, de principio a fin, y con la seguridad de que el guión sería filmado por él mismo; y contó entre sus responsables de fotografía con Fritz Arno Wagner, un cámara casi permanente en toda su producción posterior, y un grupo de profesionales jóvenes, deseosos de investigar, como Bruno Mondi, promesa de 18 años recién salida de la escuela de cinematografía de Berlín, y que en la época del sonoro, sería muy conocido; y Erich Nitzschmanny, camarógrafo de 20 años, de mirada limpia y penetrante, que dedicó la mayor parte de su profesión al rodaje de documentales.
También en el reparto figuraron algunos de los actores fetiche de Lang, la mayoría estrellas de la cinematografía nacional; por lo que se trata de una de las obras indispensables del director, en lo que concierne al campo del arte y ensayo; y cuando se decidió a realizarla, había rodado ya varias películas a un ritmo frenético.
Él era la cabeza más visible del expresionismo alemán, y se encontraba a punto de consolidar definitivamente su carrera; y para entender su producción fílmica, hay que situarse en el contexto de la época:
Alemania se había convertido en torno a 1920, en una prolífica factoría del celuloide, con entre 200 y 400 rodajes al año; y Lang tuvo ahí un importante lugar donde experimentar.
Podía hacer 2 o 3 películas por año sin ningún problema, y usarlas como un laboratorio de ingenio e innovación.
Toda esa experiencia se la llevaría más tarde a Estados Unidos, lejos del nazismo y de sus líderes, que tan pronto le ofrecían dirigir la principal productora del país, la propuesta partió del propio Goebbels, como censuraban sus películas por entender que lanzaban mensajes encubiertos contra El Tercer Reich.
Tal paranoia, unida a la certeza de que tenía muchos enemigos dentro del régimen, y su propia y beligerante oposición al nazismo, llevo a Lang a marcharse rápidamente a Estados Unidos, y sentar cátedra en su industria, aunque nunca llegó a obtener el Oscar…
Resulta significativo así, el momento en que dirigió Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen que ocupa un espacio en medio de 2 franquicias que el director rodó con notable éxito, aprovechando su devoción por el material argumental que le proporcionaban los seriales de aventuras que publicaban los periódicos; y es, por encima de todas las cosas, una fábula sobre el amor, un cuento de hadas fantasmagórico, donde belleza y terror se mezclan en partes casi iguales, una desgarradora y pasional historia, donde el propio límite de verosimilitud debe marcárselo el espectador, aunque este probablemente estará absorto ante las bellas imágenes que ofrece el director austriaco.
Y es también, la nueva muestra de que el destino lo mueve todo, de que nada queda sujeto al azar en el cine del maestro, de que todos los avatares que les ocurran a los personajes, dependerán de un hecho en concreto que será el que arranque la narración, y aquí es ese viaje en un espectral carruaje que sólo traerá dolor a las vidas de los 2 protagonistas; de esa manera se trata de una parábola sobre la muerte y el destino, de hecho el título se tradujo en inglés como “Destiny”, que contiene una historia principal, y luego 3 breves subtramas que tienen como punto en común, la lucha de 2 jóvenes contra las circunstancias para que su amor sea posible.
La protagonista, es una joven mujer que llega a un pueblo junto a su prometido.
Una vez ahí, el espectador conoce una extraña historia que inquieta a los aldeanos:
Un misterioso personaje, que no es ni más ni menos que La Muerte, ha comprado el terreno alrededor del cementerio, y ha construido un enorme muro para poder descansar dentro de su duro trabajo.
Retornando a la joven pareja, la mujer descubre consternada que en un breve momento de ausencia, La Muerte se ha llevado a su prometido consigo…
Consternada, va a visitarla a su terreno, y le pide que le libere…
La Muerte le muestra entonces, un impresionante escenario compuesto de velas:
Cada una de ellas, representa una vida humana, y cuando ésta se apaga, él debe llevarse su alma; por lo que le propone un trato:
Si consigue que una de las 3 velas que le señala, se mantenga encendida, le devolverá a su amado…
A continuación se nos narran las historias de cada una de esas velas, las cuales suceden en épocas y escenarios diferentes, pero tienen en común el mostrar a 2 jóvenes enamorados que deben enfrentarse a un destino que les obliga a estar separados:
El primero sucede en un contexto árabe, donde los enamorados son la hermana de un califa y un occidental.
El segundo sucede en la Venecia del siglo XIV, y tiene como impedimento el que la chica está obligada a casarse con un hombre poderoso y despreciable, que no dudará en eliminar a su rival.
Y el tercero sucede en China, donde un mago entretiene al poderoso Emperador, ayudado por su pareja de jóvenes ayudantes, y éste decide quedarse con la joven, de la que se ha encaprichado.
En las 3 historias, el hombre muere, y por ello la protagonista del relato principal pierde el trato que le ha propuesto La Muerte.
Éste le ofrece una última oportunidad:
Conseguir un alma para que sustituya la de su prometido, antes de que acabe el día.
La joven busca en el poblado, a alguien dispuesto a entregarle su alma, pero nadie acepta su proposición, y accidentalmente provoca un incendio en una enfermería…
Todo el mundo es evacuado, excepto un bebé que ha quedado atrapado dentro, y ella acude a su interior, y en el momento en que lo coge en sus brazos, aparece La Muerte y le pide su alma para así recuperar a su prometido.
La joven decide rechazar su propuesta, salva al bebé descendiéndolo por una ventana, ayudada con una cortina, y ella muere atrapada en el incendio, reuniéndose así con su amado.
Este encuentro entre la joven y La Muerte, se produce después de intentar suicidarse tras leer en La Biblia, el versículo “el amor es más fuerte que la muerte”, correspondiente al Cantar de Salomón 8:6
Que pudo influir en este “leitmotiv” el hecho de que, durante la producción del filme, Fritz Lang estuviera intentando superar el reciente fallecimiento de su madre; en cualquier caso, este tema impregna la trama principal, y da lugar a las 3 subtramas correspondientes a cada oportunidad concedida por La Muerte a la protagonista.
Pero el citado versículo de La Biblia, no es el único elemento del cristianismo que encontramos en el metraje; en un momento de la película, La Muerte dibuja en el suelo una cruz con las letras griegas “alfa y omega”
A este símbolo se le denomina “Cruz de La Gloria Eterna” y viene a simbolizar a Dios como principio y final de todo.
Precisamente este es el carácter, el omega del fin, el que le vemos garabatear.
Al tiempo, Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen reúne el interés de Lang por la metáfora y la poesía visual con las técnicas más radicales del expresionismo, en cuanto al uso de la luz, los volúmenes y las perspectivas imposibles; por lo que el realizador trabajó a sus anchas:
Erich Pommer, productor que dirigió La UFA, que impulsó la mayoría de las películas realizadas durante La República de Weimar, confiaba ciegamente en el director vienés y, como éste, era un baluarte de la escuela expresionista.
Con poéticos y creativos efectos visuales que permiten a Lang experimentar con la sobreimpresión, la disolvencia y otros recursos fotográficos, entre los que incluirá una incipiente alfombra voladora, superada luego por Raoul Walsh en “The Thief of Bagdad” (1924), el filme transcurre, sobre todo en la primera parte, en un ambiente gótico de notable efectividad en su composición, y con suficientes simbolismos como para permitir un ejercicio de lectura bien interesante.
Mientras la segunda y la tercera historia que suceden luego, hacen decaer un poco el interés, pero la experiencia del cierre, retoma la fuerza del comienzo, dejándonos un satisfactorio resultado, y un filme que habría de fortalecer la carrera de un brillantísimo realizador.
Como se dijo, las 3 subtramas cuentan con los mismos actores de la historia principal como protagonistas, de forma que al final, esos conflictos acaban simbolizando en general, la lucha a través de los años del amor por poder salir adelante contra las adversidades, aunque en este caso, es siempre con trágicas consecuencias.
De los 3 episodios, el más conseguido es el de China por sus llamativos efectos especiales, que incluyen una alfombra mágica y un pergamino animado que se mueve solo, y hace incluso una reverencia al mago; ese efecto lo consiguió el propio Fritz Lang de forma manual, moviendo levemente en varias tomas el pergamino enganchado a un muro oscuro para que, una vez juntados los fotogramas, consiguiera la ilusión de que se mueve completamente solo.
Otro aspecto fundamental, es la fotografía y el trabajo de ambientación que pudo conseguir con la ayuda del magnífico director cámara, Fritz Arno Wagner, el mejor surgido en la Alemania de la época, junto al más célebre Karl Freund y un colaborador habitual en futuros films de Lang.
El carácter expresionista, se reconoce en la abundancia de líneas quebradas, de troncos retorcidos, en las escaleras diseminadas por doquier, en las sombras y los reflejos, en las decoraciones palaciegas, en los recargados vestidos y ornamentaciones...
Todos ellos elementos que, de una u otra manera, irán reapareciendo en obras posteriores, y no sólo de este director, también en otros estilos y en otros cineastas.
Los edificios de la película, son de Walter Röhrig, la parte alemana; de Hermann Warm la parte oriental y veneciana; y de Robert Herlth la parte china.
Los objetos de arte oriental y chino, fueron provistos por Umlauff's World Museum.
Los edificios fueron erigidos en el sitio de la película, en Babelsberg.
Del reparto, contaba con la célebre actriz alemana, Lil Dagover como protagonista, hacia la que Lang no sentía especial simpatía, pero cuya carrera acabaría teniendo mucho éxito en años posteriores, logrando aquí 4 convincentes caracterizaciones con las que pudo demostrar su encanto y su talento:
La mujer, Zobeide, Monna Fiametta, y Tiao Tsien; mientras Walter Janssen hizo del hombre, Frank, Gianfrancesco, y Liang.
Los actores más interesantes, los encontramos en papeles secundarios:
Rudolf Klein-Rogge, como Dervish y Girolamo, es uno de los rostros más reconocibles del cine alemán de la época, también  habitual en el cine de Lang; y Bernhard Goetzke consigue representar sabiamente, una muerte a la que en principio se teme, pero luego permite ver que, quien es capaz de comprometerse con la vida, podrá entender “lo benigna que es La Providencia”, y como un ejemplo del interés temático de Lang, con humanos que actúan como máquinas, que adquiere la calidad de los símbolos, se convierten en arquetipos de fuerzas subhumanas que encarnan el concepto del Destino, o la amenaza a la nación alemana en los años inmediatamente posteriores a La Primera Guerra Mundial.
Así, Der Müde Tod: Ein Deutsches Volkslied in 6 versen se puede, y debe leerse como la más angustiosa lectura de un tiempo fundamentalmente angustioso.
La Primera Guerra Mundial había acabado, y la sensación de pérdida lo inundaba todo.
En una Europa convulsa, como consecuencia de La Primera Guerra Mundial, el tema del destino insoslayable de los humanos, tenía que calar en el espectador, y había que buscar justificación a tantas muertes.
Pero no se trata de una muerte inexpresiva, con apuntes terroríficos incluso, como lo era la de Bergman, sino que como bien señala el título original, nos ofrece una figura hastiada de su función, que acarrea con su cometido con el mismo desagrado que su presencia provoca entre los humanos.
Llega incluso a afirmar el malestar que le causa el odio que hacia ella, hacia él en este caso; no olvidemos que la muerte, “Der Tod”, es masculino en alemán; sienten los hombres.
La Muerte se mueve así en una contradicción insoluble:
Quisiera ser amada cuando es el objeto supremo de rechazo.
En otras palabras, en su figura se sintetiza de manera clara, la imposibilidad de satisfacer los deseos.
Pero aun así, aún desde la conciencia de su carácter implacable, La Muerte trata de mostrarse humana, que es tanto como decir que trata denegarse a sí misma.
Y de ahí la propuesta a la amada para que salve una vida, y con ello recupere la de su amado.
Se trata por tanto de luchar contra ese destino que nos atrapa de forma irremediable, y cuyo demiurgo está ausente, pues todos se le someten.
No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta del resultado del envite:
La propia puesta en escena, es clarificadora.
Las vidas son velas que se consumen hasta que la  cera desaparece, y la llama se apaga.
Por tanto, es imposible detener la marcha de la vida hacia su consunción por cuanto esa interrupción es justamente lo que implica morir.
La Muerte, así, se muestra no como algo ajeno a la vida, no como una irrupción extraña, sino como algo consustancial a ella misma, como su esencia más íntima.
La fragilidad de las velas, redunda en esta idea.
El enorme espacio oscuro en el que las velas brillan temblorosas, a merced de las corrientes que las amenazan, es una perfecta metáfora de la debilidad humana.
Monumental es la residencia oficial de La Muerte:
Su casa está rodeada por una pared de roca de 15m de altura; y solo aquellos que son llamados a la muerte, serán admitidos.
Se cuenta que Lang usó en el episodio chino, un truco muy elaborado para la época, con un modelo gigante de las botas de hechicero, a través del cual, un ejército de personas diminutas marcharon.
Estos y otros trucos, como la alfombra voladora, prepararon el escenario para muchos filmes de Hollywood.
Particularmente impresionante es la escena en la que la mujer está tratando de persuadir a los pobres y enfermos a morir, a fin de que, para volver la vida de la muerte de su amante, incluso si son de edad y se sienten mal, la gente se aferra a la vida, y no quieren regalarla…
La manera en la que Fritz Lang muestra el mundo de los vivos, no puede ser más elocuente.
No sólo por la violencia que se expresa en sus rostros, con el pelo revuelto, los rasgos exagerados, o los bigotes desafiantes, sino también por sus mismas actitudes.
La reunión de las autoridades locales, se parece a la de los depredadores repartiéndose el botín, y su mezquindad se manifiesta en la presteza con la que aceptan el dinero del forastero para venderle el terreno que necesita.
También en las 3 historias por las que circulará la protagonista queriendo salvar la vida de su amado, queda patente tal ruindad.
La abyección con la que unos y otros se comportan, que curiosamente contrasta con la actitud pasiva y casi resignada de La Muerte, denota no sólo su catadura moral, la vileza de esta existencia, sino la ignorancia respecto a su carácter efímero.
En la segunda de las historias, la que se desarrolla en Venecia, se llega incluso a propiciar La Muerte cuando lo que se quiere es evitarla, máxima expresión de su carácter implacable.
La muerte, como se dice, vence siempre.
Pero se trata de una victoria en la que los derrotados no lo son tanto.
El modo en el que se presenta, lo que el muro esconde al otro lado, afianza la desconsideración del mundo terrenal.
Cuando la protagonista traspasa la barrera, lo hace ascendiendo, hacia un lugar superior, y en la cima, le espera la luz, la que vence a las tinieblas del mundo físico.
La cansada muerte es así también, una muerte incomprendida, en tanto que el horror que provoca su presencia, nadie quiere morir a pesar de las penalidades que sufre su vida, y a pesar de que incluso lo llegue a pedir, ignora el estado superior al que conduce.
La verdadera vida, la vida plena, no tiene sentido sino al traspasar la barrera que la separa del otro mundo.
De ahí que se afirme, no tan paradójicamente, que quien regala su vida, la ganará.
Por tanto, nuevamente, el amor no vence a la muerte, pues ésta es invencible.
Pero sí que puede sobrevivir a ella, puede incluso acabar de realizarse completamente en ella.
Y eso es lo que ocurre:
El amor es fuerte como la muerte, tal y como dice el cantar de Salomón, porque la subsume, la acepta, la integra y se nutre de ella.
El amor terrenal pasa a ser eterno, cuando traspasa los confines de su estrecha demarcación y se abandona, sin velas, ya que se consuman, a su existencia sin fin.
Las 3 subtramas tratan también sobre sociedades machistas, en las que la mujer es prácticamente un objeto de lujo.
En la historia persa, la joven tiene que hacer frente al fanático y sanguinario califa, del que es hermana, así como a una multitud mayormente masculina que quiere ejecutar a su amante.
En la de ambientación veneciana, la joven debe acabar con el yugo de su marido y su cohorte de lacayos; y en la localizada en la China antigua, El Emperador decide quedarse con la joven por capricho, como si quedase prendado de cualquier otro objeto.
El mago, maestro al que la joven sirve junto con su amante, intenta evitarlo por no perder a su asistente, pero le importa bien poco lo que ocurra con ella.
En esta protagonista, encontramos un sentimiento de lucha y emancipación, que además la emparenta con otros personajes de Lang y von Harbou como la revolucionaria María de “Metropolis” (1927)
Este punto de feminismo, que tampoco profundiza, estamos hablando de 1920, le da hoy en día a la película, otra pátina de modernidad del que pocas del periodo, y se podría decir que de la historia del cine más institucional, pueden presumir.
Aparte de los recursos estilísticos y metafóricos, es necesario destacar la propia singularidad argumental de este filme, precursor del cine dentro del cine, montajes donde una narración esconde otras narraciones que pueden verse como piezas de un relato general, pero también de un modo absolutamente independiente.
Cierto, hoy en día es una línea argumental que no sorprende a nadie, especialmente en el terreno del “thriller” y la comedia, pero en 1921 y sin palabras, contaba con escasísimos antecedentes, y obligaba a afilar las técnicas narrativas y las dotes interpretativas para no confundir al público.
En este caso, cada historia transcurre en un lugar marcadamente diferente del resto, lo cual ayuda a deslindar los episodios que, por otra parte, están protagonizados siempre por los mismos actores.
Son importantes los mensajes que transmite la película, mientras las 3 historias particulares revelan la afición de Lang a los guiones de aventuras, pueden verse hasta cierto punto como cine de entretenimiento, la primera parte, correspondiente al acercamiento de la joven a La Muerte, se aproxima mucho más a una lección de filosofía.
La tenebrosa imagen de las velas encendidas, puede equipararse al consumo de la vida, al paradigma de que todo lo que nace inevitablemente muere.
La Muerte, por su parte, está revestida de una aparente y medida humanidad, y entre los sentimientos que alberga, no solo figura el cansancio por la soledad, ejemplificado en el muro aislante del que se rodea, sino también su propio repudio al egoísmo y hedonismo de las personas.
Aunque, atención, no todo en el cine es realidad, sino ilusión.
Dicho en otras palabras:
¿Podrá La Parca sustraerse a su propia naturaleza maléfica, y exenta de bondad?
¿Tendrá una carta oculta en sus manos oscuras?
La solución está justo antes de los créditos finales.
Por último, dado que la música del estreno mundial se considera perdida, una nueva banda sonora fue encargada por la ZDF/Arte, creada por Cornelius Schwehr.
“Kein Tag, keine Stunde, kein Seufzen”
(Ni un día, ni una hora, ni un suspiro)
Es un hecho que nos vamos a morir todos, pero:
¿Cómo lo soportamos en nuestro día a día?
Disociamos la muerte de la vida, y lo hacemos individual, negando la muerte como suceso inevitable, y colectivamente, posponiendo la idea de morir a un futuro que idealizamos, y que nunca va a llegar mientras nos subsumimos en nuestros pequeños gozos y preocupaciones del “carpe diem”
La Parca, sin embargo, espera paciente en las tinieblas del Gólgota, pues no tiene prisa…
El miedo a la muerte se debe a 2 hechos que ocurren dentro de nuestro inconsciente:
En primer lugar, la muerte nunca es posible con respecto a nosotros mismos; es decir, la causa de la muerte es externa, en este sentido, se le atribuye un carácter maligno; la muerte es mala y se encuentra en el ambiente, no en nosotros mismos.
Siguiendo esto, para nuestro inconsciente es inconcebible morir por alguna causa natural o vejez.
En segundo lugar, la persona no es capaz de distinguir entre un deseo y la realización de este, un hecho; esto justifica, la muerte sobre la base de la culpa donde el deseo y la realidad generan un conflicto.
Así la persona se considera responsable de la muerte del otro, en el sentido de que el deseo de matarlo, y el hecho de la muerte, generan culpabilidad.
Asimismo, el proceso del dolor siempre lleva consigo algo de ira.
En este sentido, se depositan en la persona muerta 2 sentimientos diferenciados:
El amor que se tiene y ha tenido por esta a lo largo de su vida, y el odio generado por la sensación de abandono que genera la pérdida de este ser querido.
El miedo a la muerte surge como una negación hacia la existencia de esta.
La concepción de la muerte como fin o como tránsito, su creencia en una vida después de la muerte, en El Juicio Final, actúan como condicionantes para la actuación de los individuos en un sentido u otro.
La idea de inmortalidad y la creencia en “El Más allá” aparecen de una forma u otra, en prácticamente todas las sociedades y momentos históricos.
Usualmente se deja al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la decisión de creer o no creer, y en qué creer exactamente.
La esperanza de vida en el entorno social, determina pues la presencia en la vida de los individuos de la muerte, y su relación con ella; por lo que su presencia en el arte es constante, siendo uno de los elementos dramáticos a los que más se recurre tanto en el teatro, como en el cine o en novelas y relatos.
La búsqueda del amor absoluto, sólo es posible a través del acto simple de morir.

“Liebe ist so stark wie der Tod”
(El amor es tan fuerte como la muerte)



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