Última Parada 174

“Um passeio que você nunca esquecerá...”

Sandro Rosa do Nascimento, de 22 años, fue el autor de la crisis de rehenes del autobús 174, en El Jardín Botánico de Río de Janeiro, en Brasil, por casi 5 horas.
Nascimento se subió a ese autobús público, con la intención de robar a los pasajeros; sin embargo, el incidente se convirtió en una situación de rehenes, que fue transmitida en vivo por la mayoría de los canales de televisión nacionales brasileños.
Según los familiares de Nascimento, Sandro nació en São Gonçalo, y antes de su nacimiento, su padre biológico abandonó a su madre tan pronto como descubrió que estaba embarazada; y a los 6 años de edad, Sandro presenció el asesinato de su madre por decapitación en la favela donde vivían.
Fue entonces que se volvió niño de la calle, y adoptó el apodo de “Mancha”; y acabó siendo adicto a las drogas, robando para mantener su adicción a la cocaína.
Sandro nunca aprendió a leer o escribir, a pesar de haber sido enviado a innumerables instituciones de atención a jóvenes delincuentes.
En un momento dado, Nascimento residió en la zona de Candelaria, una iglesia histórica en Río de Janeiro, donde presenció La Masacre de La Iglesia de Candelaria, el 23 de julio de 1993, donde “supuestamente, policías brasileños mataron a 8 adolescentes, e hirieron a varios más; pero Nascimento resultó ileso, y citó el hecho durante su situación de rehén.
Y es que esa iglesia y los edificios que la rodean en La Plaza Pío X, se conocía como un lugar popular para cientos de niños de la calle de Río de Janeiro, formen un hogar improvisado por la noche.
El personal de la iglesia, proporcionaba alimentos, refugio, educación y consejos religiosos a tantos niños como sea posible; y muchos de ellos sin hogar, estaban involucrados en el tráfico ilegal de drogas y la prostitución, y debido a que muchos de estos niños también viven en la iglesia durante el día, la policía vigila constantemente el entorno de la iglesia.
Fue así que a principios de la década de 1990, el área alrededor de La Iglesia de Candelaria desarrolló una alta tasa de criminalidad, a medida que los niños de la calle comenzaron a cometer actividades delictivas como el robo de carteras.
Según los sobrevivientes, en la mañana del 22 de julio de 1993, un día antes de la masacre, un grupo de niños arrojó piedras a los autos de la policía, y supuestamente algunos de los policías dijeron “no se preocupen, los mataremos pronto” para amenazarlos.
Como los niños del área de La Iglesia de Candelaria, generalmente solo recibían advertencias de los policías, los jóvenes perpetradores se fueron sin preocuparse demasiado por la amenaza.
A la medianoche, varios autos Chevrolet Chevette, con matrículas cubiertas, se detuvieron frente a La Iglesia, y los ocupantes comenzaron a disparar contra el grupo de aproximadamente 70 niños de la calle que dormían en las cercanías de La Iglesia; 8 niños fueron asesinados, y muchos otros resultaron heridos fuera de La Iglesia; los asesinados eran:
Paulo Roberto de Oliveira de 11 años; Anderson de Oliveira Pereira de 13; Marcelo Cândido de Jesus y Valdevino Miguel de Almeida, de 14 años; “Gambazinho”, y Leandro Santos da Conceição de 17 años de edad; Paulo José da Silva de 18 años; y Marcos Antônio Alves da Silva de 20 años.
Posteriormente, el 12 de junio de 2000, equivalente brasileño del “Día de San Valentín”; Nascimento, sobreviviente de aquella matanza, entonces un chico a quien le encantaba cantar rap, besar, admirar la estatua del Cristo Redentor, y que soñaba con conocer Copacabana; tras varias horas oliendo cocaína comprada con dinero de un robo, en el que consiguió un revólver .38, que no habría sido aceptado por los traficantes en el intercambio por droga; abordó un autobús público, el Ônibus # 174 de la ruta Central-Gávea de la empresa Amigos Unidos  en Jardim Botânico, Río de Janeiro; y al sentarse en el autobús, un pasajero se dio cuenta de que llevaba en su cintura un arma; entonces, el pasajero hizo señal a un vehículo de la policía militar que estaba pasando por la calle, y abordó el autobús para averiguar la petición de socorro hecha por el pasajero…
Nascimento realmente estaba armado con un revólver calibre .38, con la intención de robar a los pasajeros; y en ese momento, el pánico ya se había instalado.
El conductor y el cobrador del bus, abandonaron el vehículo, y algunos pasajeros también lograron escapar, saltando por las ventanas y por la puerta trasera.
De los pasajeros que quedaban, 10 fueron tomados como rehenes por el secuestrador:
Luciana Carvalho fue una de las primeras que tuvo el arma colocada en la cabeza.
Sandro la llevó al frente del autobús, y quería que ella manejara el vehículo; fue allí donde el secuestrador hizo el primer disparo, un disparo contra el cristal del autobús, hecho para intimidar a los fotógrafos y camarógrafos en el lugar.
El autobús, pronto fue rodeado por oficiales de policía, equipos de noticias de televisión y civiles que miraban.
Al principio, Nascimento aseguró a los pasajeros, la policía, los equipos de televisión y sus televidentes, que no tenía la intención de matar a nadie… pero exigió armas y un nuevo conductor de autobús, ya que el conductor original había escapado por una ventana, para ayudarlo a escapar de la escena.
Como sus demandas continuaron sin recompensa, amenazó con matar a un rehén a las 6 en punto.
De esa manera, Nascimento utilizó a varios de los rehenes en demostraciones dramáticas durante el evento; y los usó repetidamente como escudos humanos.
Después de la liberación de una de las pasajeras, Sandro apuntó el arma en la cabeza de Janaína Neves, y la hizo escribir en las ventanas, con lápiz labial, frases como:
“Él va a matar a las 6 horas” y “él tiene pacto con el diablo”
Después de un tiempo, Sandro liberó a una mujer llamada Damiana Nascimento Souza… y cerca de las 6 en punto, Nascimento disparó su revólver, alegando haber ejecutado a Neves, a los que estaban fuera del autobús.
Uno de los momentos de mayor tensión, fue cuando el asaltante anduvo de un lado a otro con una sábana en la cabeza, con Neves; que según ella, “Sandro afirmó que iba a contar de un hasta 100, y cuando llegase al final de la cuenta, la mataría…
Sandro contaba saltando los números y, al llegar al número 100, hizo que ella se agachara, y fingió darle un tiro en la cabeza”
Después de eso, hizo amenazas:
“Delegado, ya murió una, va a morir otra”
A los otros rehenes se les dijo que actuaran como si la ejecución hubiera ocurrido…
Esos momentos de tensión y diálogo, fueron el escenario entre los rehenes y Sandro que duró por mucho tiempo; y a las 06:50pm, Nascimento salió del autobús, y utilizó a la maestra de escuela, Geisa Firmo Gonçalves, entonces embarazada de 2 meses, como escudo humano.
Mientras la atención de Nascimento se mantenía en una dirección, un oficial armado del Batalhão de Operações Policiais Especiais (BOPE), Marcelo Oliveira dos Santos, con una ametralladora, se acercó a Nascimento desde atrás…
Hago un paréntesis para citar que el entrenamiento de La BOPE, es superior a:
El Comando de Operaciones Especiales y Antiterrorismo (COPES), unidad de La Dirección de Seguridad Ciudadana (DISEC) de La Policía Nacional de Colombia; que El Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE), agrupación de Comandos de Carabineros de Chile; que los Rangers, el SWAT, El Cuerpo de Marines de los Estados Unidos y otro tipo de brigadas especiales; y que se caracterizan por realizar incursiones en las favelas de Brasil para luchar contra el narcotráfico reinante en las mismas, con una estrategia y armamento importante y potente; por lo que cuentan con el apoyo del gobierno brasileño, ya que en algunos casos, por su entrenamiento especial, es el único grupo capaz de resolver conflictos que la policía convencional no puede.
De esa manera, La BOPE actúa en operaciones de alto riesgo, incluidas las redadas en los barrios de favelas, y las situaciones de enfrentamiento con los narcotraficantes, que utilizan armas de uso exclusivo de las fuerzas armadas; y por ese motivo, el grupo está equipado con armas de uso restringido a Las Fuerzas Armadas brasileñas.
Justo antes de que el oficial de La BOPE alcanzara a Nascimento, éste se volvió directamente hacia el oficial, y reaccionó alejándose de él, cayendo al suelo, y llevándose a Gonçalves con él.
El oficial reaccionó continuando su avance, y disparando 2 o 3 disparos contra Nascimento mientras lo hacía; pero ninguno de estos disparos impactó a Nascimento, sino a Gonçalves.
Los oficiales tomaron a Nascimento y Gonçalves mientras yacían en el suelo; y con su rehén muerta, Sandro fue inmediatamente inmovilizado, mientras una multitud corrió para intentar lincharlo; pero él fue inmovilizado por la policía, y puesto bajo custodia.
Se podía ver que Nascimento estaba vivo cuando lo colocaron en un vehículo policial; y algún tiempo después de ser detenido, murió de asfixia...
Hubo afirmaciones posteriores, de que Nascimento fue asesinado intencionalmente por la policía, y que su muerte fue una venganza por la naturaleza pública del evento de rehenes.
Los oficiales que lo arrestaron, fueron acusados de asesinato; y después del juicio con jurado, fueron declarados inocentes.
Una investigación concluyó que Geisa tuvo 4 tiros:
El primero efectuado por el policía Marcelo Oliveira dos Santos, y los otros 3 disparados por Sandro.
Los informes policiales concluyeron que había recibido un disparo en la cara por parte del agente de policía que avanzaba, y 3 en la espalda por Nascimento en la lucha subsiguiente.
El disparo del oficial, fue declarado involuntario por un tribunal…
El número del autobús 174, que se utilizó para identificar la ruta entre Central do Brasil y Gávea; debido al estigma causado por este incidente, se volvió a enmarcar como 158, en noviembre de 2001.
De estos hechos se han realizado al menos 2 películas:
El documental de 2002 “Ônibus 174”, vuelve a contar el incidente, donde se habla sobre la vida de Nascimento, y especula sobre los factores sociales que lo llevaron a las acciones.
La película contiene una gran cantidad de imágenes de video originales del evento, y cuenta de varias personas que rodean el evento, incluidos los rehenes, la familia de Nascimento, los oficiales de policía, y los periodistas.
“Ele tem pacto com o diabo”
Última Parada 174 es un drama brasileño del año 2008, dirigido por Bruno Barreto.
Protagonizado por Michel Gomes, Cris Vianna, Marcello Melo Junior, Gabriela Luiz, Anna Cotrim, Tay Lopez, Vitor Carvalho, Jana Guinoud, Rodrigo dos Santos, André Ramiro, entre otros.
El guión es de Bráulio Mantovani, y es una obra de ficción, que hace una re-lectura del documental “Ônibus 174” (2002), realizado por José Padilha, que se basa también en la historia real de un superviviente de una matanza de 8 niños y adolescente mendigos a manos de policías en una iglesia de Rio de Janeiro, en julio de 1993; que años más tarde, el sobreviviente secuestró el citado Ônibus 174 en un barrio de Río, y mantuvo 11 rehenes durante 5 horas, hasta que fue apresado, y luego acabó muerto.
Última Parada 174 fue escogida por El Ministerio de Cultura de Brasil, como representante del país en la disputa por El Oscar a la mejor película extranjera en la ceremonia de 2009, pero no fue nominado.
El filme refleja tanto el robo de niños, como el acogimiento, la brutalidad sobre los niños de la calle, la falta de reacción social, y la búsqueda incesante de una madre por encontrar a su hijo perdido; pero pone especial énfasis en los niños en situación marginal y de abandono, y el trato que reciben por una sociedad indiferente.
El filme pues, está cargado de isotopías sobre la marginalidad en la juventud brasilera, y de muchos países del mundo, que concluyen a pensar que en esa jungla del asfalto, nadie escapa; y en una rigurosa reconstrucción de los hechos, la película fue rodada en lugares reales del centro de Río de Janeiro, como La Iglesia de La Candelaria, el barrio del Jardín Botánico, la favela de Tavares Bastos y Curicica.
La acción inicia en Río de Janeiro, en 1983, 1993, y 7 años después, es decir, en el año 2000.
Una mujer llamara Marisa (Cris Vianna), busca a su hijo Alessandro/Alê (Vítor Carvalho/Marcello Melo Jr.) que le fue arrebatado por un traficante de drogas, a causa de una deuda.
Esta mujer, pronto encuentra la religión como un medio de salvación, casándose con un pastor; pues cree que Dios la ayudará a encontrarlo…
Y 10 años después, Sandro Barbosa do Nascimento (Vítor Carvalho/Michel Gomes), otro niño, ve como su madre es asesinada por unos ladrones... por lo que decide escapar del cuidado de su tía que le acoge, y se va a vivir a la calle, con otros niños de la calle que duermen en La Iglesia de La Candelaria.
Ayudados por gente como Walquíria (Anna Cotrim), que les da de comer y les protege; pero a pesar de ello, sufrirán una matanza por parte de la policía, donde mueren 8 de ellos, de la que es testigo Sandro.
A partir de ahí, coinciden Alessandro y Sandro, se hacen amigos, y se relacionan con el entorno de la madre del primero que le sigue buscando y les confunde, hasta el desenlace final; muy a pesar de su conocimiento, de que la mujer religiosa no es su madre, Sandro lo acepta de todos modos para tener un lugar donde vivir.
La película lleva al espectador a través de la vida de Sandro, mostrando sus diversos enfrentamientos con la ley, su vida romántica y los trabajadores de caridad que intentaron ayudarlo en la favela; y los últimos 30 minutos, son una dramatización del secuestro del autobús 174, que muestra cómo sucedieron los acontecimientos, incluida la muerte fingida de la mujer que escribió los mensajes del lápiz labial, la muerte del joven profesor en el autobús, y la eventual muerte por asfixia de Sandro.
La escena final de la película, es con la madre adoptiva de Sandro y su amigo Alê, cuyo nombre completo es también Alessandro, en el funeral de Sandro.
Última Parada 174 crítica a la sociedad en que vivimos, indiferentes a los sufrimientos de los demás, y nos hace reflexionar:
¿Porque habría de importarnos lo que vive Sandro, si no nos sucede a nosotros?
¿Por qué suceden estos hechos?
¿Soy así de intolerante e indiferente?
“Ele vai matar geral às seis horas”
Los hechos del autobús número 174, puede ser recordado por siempre como el “hi-jack” más famoso de Brasil, donde la televisión nacional le dio horas de cobertura en vivo; y cuando la policía de Río de Janeiro trató desesperadamente de liberar rehenes; esa dura prueba, quedó impresa en la psique nacional, del mismo modo que el 11 de septiembre está en los Estados Unidos.
Esos hechos fueron presentados primero en un documental, y ahora en esta gran película.
El productor encargado de darle vida, fue el reconocido cineasta Bruno Barreto, nacido en la ciudad de Rio de Janeiro, e hijo del reconocido fotógrafo y productor Luiz Carlos Barreto; cuyas obras rondaron la comedia y el amor, para terminar inclinándose por el drama y marginalidad; y Última Parada 174 se ve atravesada por una nueva manera de hacer cine, a la cual se conoció como “Cine Novo”, y que tuvo sus orígenes en la década del 60, de la mano del cineasta Glauber Rocha, y que significó acarrear un nuevo enfoque, emparentado con las clases sociales, víctimas de un modelo colonizador.
Fue un movimiento cinematográfico que le devolvió al cine brasileño su identidad nacional, buscando representar en la pantalla grande, todos aquellos padecerles sociales que atravesaba la sociedad latinoamericana, y en especial Brasil.
Por lo que se trató de un cine con un lenguaje y una estética nueva, acorde a dicho contexto social; un cine barato, de bajo costo de producción, en concordancia a los tiempos; volcado a la realidad nacional y los conflictos sociales.
Así veremos un ejército de chicos, en el corazón mismo de Copacabana, que duerme sobre cartones, y se agolpa frente al camión de beneficencia que les trae comida…
Por momentos, nos parece estar dentro de un mal sueño, y este cuadro cotidiano adquiere dimensiones surrealistas.
Incapaces de ejercer el más modesto de los trabajos, quebrados por el consumo de drogas, asimilados por la delincuencia, el destino de estos chicos parece dictado por el más nefasto de los oráculos.
Sus propias leyes, su “lógica” interna escapa a cualquier intento de racionalidad.
Por lo que el cine logra apuntalar bien este cuadro dantesco, y la trama se construye como una feria del miserabilismo.
De esa manera, partiendo de 2 historias verídicas, como fueron la matanza de ocho “meninos da rua” en 1993, conocida como La Matanza de Candelaria y el secuestro por parte de un adolescente de un autobús de pasajeros; ambas sucedidas en Rio de Janeiro, tenemos una, al parecer ficción dramática, que a través de la historia de un niño, desde su nacimiento en sórdidas circunstancias, hasta su muerte, que estuvo implicado en los 2 sucesos, nos muestra el modo de vida de los desamparados de las favelas de Rio, de forma realista y cruda, así como de la buena gente que lucha por sacar de las calles a estos desfavorecidos de la sociedad.
Por tanto, Última Parada 174 invoca ideas de salvación y prevención del crimen a través de la religión y/o la familia:
Las imágenes religiosas, a menudo se yuxtaponen con la violencia, lo que ilustra la división en Brasil entre la paz y aquellos que buscan la paz con los involucrados en la violencia, ya sean los niños de la calle o la policía.
La madre adoptiva de Sandro, se salva a sí misma a través de la religión y la esperanza de recomponer a su familia.
Mientras Sandro pierde pie cuando su madre muere, llevándolo a una vida plagada de crímenes…
De las víctimas; todos los personajes lo son:
Algunos son víctimas de Sandro y su banda, algunos son víctimas del sistema.
Sandro es una víctima indirecta de la violencia, cuando los gánsteres asesinan a su madre frente a él; y al quedar huérfano a una edad muy temprana, carece de orientación, y corre a Río, donde se convierte en víctima de un sistema que no le importa.
Como un joven sin hogar en Río, Sandro roba y mata a las personas, convirtiéndolas en sus víctimas, e indirectamente, víctimas del sistema.
Cuando Sandro secuestra el autobús, la mujer del lápiz labial le dice a Sandro que él “es la única víctima verdadera de la situación”, la situación es el sistema:
Él es la verdadera víctima, porque él es la víctima directa, los rehenes son solo víctimas indirectas.
De la prevalencia de violencia, el filme muestra cuán común es la violencia en Brasil, y cómo no está contenida en las favelas.
Una instancia de esto, es cuando Sandro y su amigo asaltan a una mujer que detiene en su carro con su ventana abierta en un atasco de tráfico.
Ella le da a Sandro lo que pide, pero su amigo le dispara de todos modos, frente a varios autos, y nadie hace nada al respecto…
Además, cuando Sandro secuestra el autobús, la mujer del lápiz labial llama a su jefe por casualidad, explicando que “llegará un poco tarde al trabajo, porque la están atracando”
Su acción de hacer una llamada informal, muestra cuán desensibilizados se han vuelto los brasileños violencia... y que también se alarga a cualquiera en una posición igual.
Pero Rio se muestra sin suavizantes, y sin concesiones, como un lugar donde la vida no vale mucho; por lo que Última Parada 174 es una más de esas películas brasileñas de realidad, que envía cualquier historia criminal de Hollywood al jardín de infantes; y es que con Hollywood, lo que ves lo digieres y te vas, te duermes después de verlo… pero esta realidad cinematográfica brasileña es tan convincente, que realmente impacta, y queda en la memoria por su crudeza, como un retrato de un tipo desafortunado que no tuvo otra opción en la vida excepto ser un ladrón.
De lo contrario moriría...
En otras palabras, él no tuvo la oportunidad de vivir honestamente.
“No se trata de un episodio violento, sino sobre las consecuencias de la violencia”, dijo el director, cuyos protagonistas, además del asaltante, son niños reales, de la calle, que crecen en el marco de una realidad social que los excluye, consumen y trafican drogas, ejecutan asaltos a plena luz del día, y son llevados a reformatorios, de donde egresan o fugan para volver a reincidir.
Además, la actuación en general es realmente buena y realista, lo cual es otro punto fuerte; aunque no hay ningún héroe, pero los personajes se dan a querer.
Y es que, como se dijo, muchos de los niños que actúan en esta película, son verdaderos niños de la calle; y el director ha dicho que tomó esta decisión para dar más verosimilitud a la historia, sobre todo en términos de credibilidad de los diálogos, para que el registro y el argot de los personajes, coincidieran con el verdadero lenguaje de los niños y jóvenes pobres de Río.
Y pese a que son los niños los que mejor actúan en esta historia, notamos que más allá de la búsqueda de credibilidad de los diálogos y situaciones, no hay una verdadera investigación del mundo de estos personajes… al tiempo que las figuras secundarias son más planas aún:
Una madre drogadicta que, gracias a la iglesia, deja atrás su pasado oscuro para dedicarse a vivir según los preceptos del credo evangélico; o una asistente social blanca, y de clase media/alta, que con su altruismo quiere cambiar el destino de la infancia en Brasil… todo muy aceptable pero sin profundidades.
La escasa innovación en términos de la textura del mundo de los personajes, se ve agravado por el poco desarrollo de los eventos a los que se ven enfrentados.
Las cosas suceden porque sí, como si fuesen producto del cruel destino que espera a todos, o  a unos, como si no hubiera posibilidad de cambiarlas, como si nadie dudara de lo que hace o dice, como si un “thriller” no permitiese un momento de cavilación por parte de los personajes, o una distención de los ritmos al interior de una escena.
Por ello la trama es muy complicada al tener 2 niños con nombres similares; por lo que hay confusión en lugar de misterio, sobre quién es la verdadera madre... durante el desarrollo, dando como resultado de la mezcolanza, la falta de impulso para la historia principal, que debería ser la infancia de Sandro, que culminó en un robo fallido, y secuestro del autobús 174.
No es que no haya detalles fascinantes, como los turcos que solían usar para robar un bolso de mujer de Copacabana; o una artimaña ingeniosa para la salida masiva de la prisión, cuando estafan y dominan a los guardias y al personal; como cuando Sandro pierde su virginidad a una tierna edad, con una prostituta de la que se enamora rápidamente…
En resumen, no es una película sobre un secuestro, sino sobre la realidad depresiva pero verdadera, que vive en las calles de todas las ciudades del mundo.
“Quem não tem nada a perder não sabe cuando parar”
El secuestro del ómnibus 174, puede leerse en distintos formatos y en múltiples dimensiones:
Como artefacto periodístico, retrata un momento clave del capitalismo neoliberal, cuando se produce la redefinición del poder mediático y el viraje represivo sobre las fracciones inferiores de la clase trabajadora.
La comparación entre la imagen televisiva y la representación documental, permite esclarecer, por qué las diferencias formales, pueden traducirse en el registro ideológico como estereotipos opuestos.
Esta diferencia entre los modos de representación, no puede resolverse en su totalidad por las marcas de la subjetividad individual, ni por diferencias de la veracidad ética.
El mensaje dirigido desde la pantalla del ómnibus, desnuda la violencia del poder comunicacional en un atentado al principio de separación contra la piedra angular de la sociedad del espectáculo.
Este enfrentamiento, entre una persona sin hogar y la policía, desató un debate sobre la relación entre los sin techo, y la corriente principal en los países en desarrollo de todo el mundo; porque sucede hoy en día, en todos los países donde la pobreza se convierte en una plaga.
Estas historias de seres marginados, son historias de seres que transitan en callejones sin salida, donde saben que hay que matar, porque tarde o temprano, ellos también morirán.
De todas formas, es una historia de “grande verismo”, que una vez más nos habla de ese Brasil lleno de bella música, pero que por sus favelas, aun y por mucho tiempo más, transitarán los pasos de la muerte y la droga; los que deploran la forma en que su país multifacético se describe como “un interior violento del tercer mundo”
Y se podría imaginar la ira, si la mayor parte de la película dominante del Reino Unido, por ejemplo, retratara nada más que “Trainspotting”, lleno de orgías de drogas y violencia futbolística.
La carnicería en el centro de la ciudad de Río, debería ser impactante, ya que tales cosas, normalmente solo suceden, y cuando suceden, en favelas desfavorecidas, los barrios marginales de Brasil, eso toma un giro más impresionante; y no en medio de un distrito financiero lleno de gente.
Última Parada 174 nos da un contexto para dibujar tales contrastes.
Sobre el caso del secuestro, El BOPE generó notoriedad gracias a su papel en la violenta guerra contra el narcotráfico en las favelas de Río de Janeiro, y han sido referidos internacionalmente como “Escuadrones de La Muerte” por muchos periódicos; pero en 2005, La Universidad de Leyes de New York, publicó un informe sobre las ejecuciones extrajudiciales efectuadas por El BOPE, indicando que el escuadrón estuvo involucrado en el asesinato de al menos 4 adolescentes, con el pretexto de que eran traficantes de drogas que se resistieron a un arresto:
“Los oficiales del BOPE, falsificaron la escena del crimen con el fin de incriminar a las víctimas.
Esperando que de esta manera pudieran parecer miembros de pandillas.
Sin embargo, ningún arma fue encontrada en las víctimas, y ninguno de ellos tenía antecedentes de actividad criminal”
Amnistía Internacional declaró que “las fuerzas de policía en Brasil, adoptan métodos violentos y represivos.
Esto provoca violaciones de Los Derechos Humanos fundamentales de una gran parte de la población de forma regular” y atribuye de un determinado número de civiles muertos al BOPE en particular.
En marzo de 2006, Amnistía Internacional condenó específicamente el uso de vehículos con placas blindadas, conocido como caveirão; y señaló que el despliegue agresivo del vehículo, indiscriminadamente dirigidos a comunidades enteras, subrayando la ineficacia del uso excesivo de la fuerza.
Los críticos también apuntan a su desastrosa actuación durante el secuestro del autobús 174 en Río de Janeiro, donde, debido a la incompetencia de sus miembros, la profesora Geisa Gonçalves terminó siendo asesinada.
El secuestrador, Sandro do Nascimento, murió en circunstancias poco claras, minutos más tarde mientras era trasladado después de su detención.
Finalmente, la investigación judicial carioca determinó que Sandro murió víctima de asfixia, por parte de los policías que lo trasladaban.
Una trabajadora social que más tarde rastreó el destino de estos supervivientes sin hogar, de La Masacre de Candelaria, descubrió que finalmente, 39 de ellos fueron asesinados por la policía, o por elementos de la vida callejera, y lo comenta en el documental “Ônibus 174” (2002), centrado en el incidente de Nascimento.
En los años siguientes, 3 sobrevivientes de La Masacre de La Candelaria, murieron en enfrentamientos con la policía:
Fábio Gomes de Azevedo, en 1996; y Sandro Barbosa do Nascimento y Elizabeth Cristina de Oliveira Maia, en 2000.
El principal testigo del caso, Wagner dos Santos, sufrió un intento de asesinato en 1994, y actualmente vive en Suiza.
Los involucrados en esa matanza, no fueron condenados…
Sandro Barbosa do Nascimento, fue enterrado el 14 de julio de 2000, en el cementerio del cajú centro de Río de Janeiro, acompañado apenas por su madre, Elza da Silva, e Ivánildo de Jesús Severo, entonces Presidente de La Asociación de vecinos de la favela Nova Holanda.
La tía de Sandro, Julieta Rosa do Nascimento, la asistente social Yvone Bezerra, y la abuela, Dona Elza da Silva; dijeron que Sandro no era capaz de matar a nadie, pero de acuerdo con la policía de Río, él tuvo un comportamiento nervioso y agresivo, y llegó a romper el brazo de un policía, y a morder a otros al intentar, supuestamente sacar un arma de ellos.
La víctima del secuestro, Geisa Firmo Gonçalves, fue enterrada en Fortaleza, en el cementerio de Bom Jardim; su entierro fue acompañado por más de 3.000 personas.

"As forças policiais no Brasil adotam métodos violentos e repressivos.
Elas causam violações dos direitos fundamentais de grande parte da população regularmente"



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