Alice Adams

“Yes, I'd like to buy a corsage, something nice to wear to the party”

Los “esnobs” viven de su apariencia y de la moda; son esclavos de los dictámenes de los sectores distinguidos de la sociedad a quienes regalan su identidad; y no sólo se remite a las pertenencias materiales, sino que también se hace visible en las relaciones humanas que se establecen con el entorno, donde el verdadero ser es ocultado por una personalidad maquillada.
Newton Booth Tarkington, novelista y dramaturgo estadounidense nos habla de ello en sus obras.
Como dato, Tarkington es uno de los 3 únicos novelistas en ganar El Premio Pulitzer de Ficción más de una vez, junto con William Faulkner y John Updike; y aunque es poco leído ahora, en la década de 1910 y 1920, fue considerado el mejor autor viviente de Estados Unidos; siendo famoso por sus conceptualizaciones satíricas, y algunas veces románticas de las personas del Medio Oeste, representadas en descripciones humorísticas de la niñez y la adolescencia; ganando El Premio Pulitzer en Ficción en 1919 y 1922, por sus novelas “The Magnificent Ambersons” y “Alice Adams”; éste último, un minucioso estudio de la conducta, siendo quizás su novela más admirable, cuya narrativa se centra en el personaje de una mujer joven que aspira a ascender en la escala social, y ganarse el afecto de un joven rico.
La historia se desarrolla en un hogar de clase media baja en una ciudad sin nombre en El Medio Oeste, poco después de La Primera Guerra Mundial, cuyos protagonistas son:
Alice Adams:
Una joven ambiciosa y vivaz de 22 años, cuyo optimismo desmiente su condición social más baja, y que utiliza un patrón de mentiras y señales engañosas para ocultar el verdadero estado de su familia.
Arthur Russell:
Un joven de clase alta, enamorado de Alice, que no es del todo consciente del estado de la familia Adams en la ciudad.
Virgil Adams, el padre de Alice:
Un hombre de integridad, que carece de ambición; y que se siente presionado para violar su lealtad a su empleador por la insistencia de su esposa en proveer a sus hijos.
La Sra. Adams, la madre de Alice:
Una mujer que siempre quiere más que su marido, que es ciega a las faltas de sus hijos, y es el principal acicate para la empresa nefasta de su marido.
Walter Adams, el hermano de Alice:
Un joven que prefiere relacionarse con las clases más bajas, en particular los afroamericanos; y cuyas formas pródigas le crean problemas.
J.A. Lamb, El jefe de Virgil:
Un anciano generalmente honorable, que dirige un negocio muy exitoso, y es el empleador de Virgil y Walter.
La novela comienza con Virgil Adams confinado a la cama con una enfermedad sin nombre.
Hay tensión entre Virgil y su esposa, sobre cómo debería recuperarse, y ella lo presiona para que no vuelva a trabajar para J.A. Lamb una vez que esté bien.
Alice, su hija, intenta mantener la paz en la familia, con resultados mixtos antes de caminar a la casa de su amiga Mildred Palmer, para ver lo que Mildred usará para un baile esa noche…
Al regreso, Alice se pasa el día preparándose para el baile, saliendo a recoger violetas para un ramo, ya que no puede permitirse comprar flores para sí misma.
Su hermano, Walter, inicialmente se niega a acompañarla al baile, pero como Alice no puede ir sin una acompañante, La Sra. Adams prevalece sobre Walter, y alquila un “Tin Lizzie” para llevar a Alice al baile.
La actitud de Walter hacia la clase alta es de obvio desdén:
Prefiere pasar el tiempo jugando con los sirvientes afroamericanos en el guardarropa, antes que estar en el salón de baile.
Al principio, Alice lo obliga a bailar con ella, ya que sería una gran vergüenza para ella estar sola, pero Walter finalmente la abandona…
Por lo que Alice usa todos sus trucos para dar la impresión de que no está sola, antes de bailar con Frank Dowling, cuyas atenciones no acepta; y Arthur Russell, un recién llegado al pueblo, que se rumorea que está comprometido con Mildred, quien cree que bailó con ella por lástima, y por petición de Mildred; y abandona el baile terriblemente avergonzada después de que Arthur descubre el juego de Walter con los sirvientes.
Al día siguiente, Alice hace un recado para que su padre llegue a la ciudad, pasando el Business College de Frincke en el camino con un escalofrío, ya que lo ve como un lugar que arrastra a las jóvenes prometedoras a “una oscuridad horrible”
En el camino de vuelta a casa, se encuentra con Arthur Russell, que muestra un evidente interés en ella; y como ella supone que él es muy poco conocido, no sabe cómo manejar la conversación, mientras le advierte que no crea en las cosas que chicas como Mildred dirán sobre ella, y relata una serie de mentiras que oscurecen la economía relativamente humilde de su familia.
Arthur regresa, varios días después, y continúa su noviazgo con Alice.
Todo parece estar bien entre ellos, hasta que menciona un baile promocionado por la joven señorita Henrietta Lamb.
Arthur quiere llevar a Alice al baile, y ella miente para cubrir el hecho de que no está invitada al evento… pero La Sra. Adams usa la angustia de Alice para inducir finalmente a Virgil, a establecer una fábrica de pegamento que durante mucho tiempo ha insistido que sería el boleto de la familia para el éxito.
Eventualmente se revela, que la receta del pegamento fue desarrollada por Virgil y otro hombre bajo la dirección y al servicio de J.A. Lamb, quien a lo largo de los años se negó a retomar su producción, a pesar de repetidos ruegos de Virgil.
Aunque inicialmente se mostró reacio a “robar” del Sr. Lamb, Virgil, finalmente se convence de que sus mejoras en la receta a lo largo de los años, la han hecho “virtualmente” suya; y mientras Arthur continúa su cortejo secreto con Alice, nunca habla de ella ni le cuenta a nadie dónde pasa sus noches… Alice continúa tejiendo una red de mentiras para preservar la imagen de ella y su familia, que ella ha inventado.
Esto se vuelve especialmente difícil, cuando ella y Arthur se encuentran con Walter en una parte mala de la ciudad, caminando con una mujer joven que da la impresión de ser una prostituta...
En casa, Walter se enfrenta a su padre, quien exige que Walter renuncie a la empresa de Lamb para ayudarle a establecer la fábrica de pegamento; pero Walter se niega a ayudar a su padre sin un anticipo en efectivo de $300, que Virgil no puede pagar; por lo que Virgil se las arregla para renunciar al empleo de Lamb, sin hablar con él cara a cara, ya que teme la reacción del viejo, y pone en funcionamiento la fábrica de pegamentos.
Mientras tanto, Alice trabaja frenéticamente para convencer a Arthur de que las cosas que otras personas dirán sobre ella no serán ciertas, y continúa insistiendo en el tema, incluso cuando Arthur insiste en que nadie ha hablado de ella a sus espaldas, y que nada podría hacer en cambiar su opinión sobre ella a otras personas.
De esa manera, La Sra. Adams decide organizar una cena para que Arthur pueda conocer a la familia, y se pone a planear una comida elaborada, y contratar criados por el día, para que Arthur quede impresionado.
Por otra parte, Walter vuelve a exigir dinero a su padre, la cantidad ahora asciende a $350, sin explicar por qué la necesita, y nuevamente se le rechaza...
Mientras estos eventos ocurren en la casa de los Adams, Arthur finalmente escucha cosas sobre Alice, que toca la fibra sensible, y su familia, incluyendo el hecho de que Virgil Adams le ha “robado” a J.A. Lamb la fórmula para montar una fábrica con la receta secreta de pegamento de Lamb.
La cena en sí, es un desastre total:
El día es insoportablemente caluroso, la comida demasiado pesada, los sirvientes hoscos y difíciles de manejar, coronados por Virgil actuando inconscientemente como su yo de clase media baja, no como los adinerados hombre de negocios, su esposa y su hija desean que actúe…
Arthur, todavía tambaleándose por lo que escuchó sobre los Adams al principio del día, está rígido e intranquilo durante toda la noche, y Alice se siente cada vez más incómoda.
Al final de la noche, es evidente para ella que no volverá a cortejarla, y ella se despide de él.
Esa noche, llega a la familia la noticia de que Walter se fue de la ciudad, dejando atrás una gran deuda con su empleador, J.A. Lamb, que tendrá que pagar para mantener a Walter fuera de la cárcel.
A la mañana siguiente, Virgil llega al trabajo para ver que Lamb está abriendo su propia fábrica de pegamento a una escala tan enorme, que Adams no podrá competir, y nunca ganará suficiente dinero para pagar las deudas de su hijo o para pagar la hipoteca de la familia.
A lo que Virgil confronta a Lamb sobre este estado de cosas, trabajando él mismo en un estado tal que colapsa, y regresa al mismo lecho de enfermo en el hogar donde comenzó esta historia.
Pero Lamb se apiada del hombre, y se las arregla para comprar la fábrica de pegamentos, mientas Adams, a un precio razonable paga las deudas de Walter y la hipoteca de la familia.
Finalmente La familia Adams cuenta con internos para ayudar a mantener a la familia a flote económicamente, y Alice se dirige al centro comercial Frincke's Business College, para entrenarse en habilidades laborales para poder mantener a la familia.
Y se encuentra con Arthur Russell en el camino, y se alegra de que su conversación sea educada y breve; no hay posibilidad de un romance renovado entre ellos, que ella acepta pacíficamente.
Booth Tarkington realiza un vívido retrato de la sociedad de la época de principios del siglo XX, tocando temas fundamentales como el racismo, la ludopatía y la importancia de la verdad; y canaliza no sólo las ganas de la joven por alternar con la flor y nata de la sociedad de su ciudad, sino también el ansia de su madre por escalar socialmente.
Así pues, Alice se define tanto desde la perspectiva de lo que ella espera de la vida, como desde el punto de vista de todos aquellos que mantienen en la joven sus esperanzas para ver cumplidos sus sueños.
Sin embargo, y en contra de lo que pueda parecer, Alice no es una típica mujer florero, sino que va madurando y evolucionando a lo largo de la obra, amoldándose a todas las situaciones de la vida; una mujer valiente, un personaje fuerte, con tintes feministas, que busca su sitio en el mundo, más allá del rol de ama de casa al que la relega la sociedad.
Y Tarkington no sólo logró crear una protagonista de excepción, sino que además perfiló un conjunto de entrañables personajes secundarios, que sin duda perdurarán largo tiempo en la mente del lector:
La Sra. Adams, que vive la vida a través de su vástagos; El Sr. Adams, que semeja una suerte de “Pepito Grillo” en tan alborotado seno familiar; Walter, el díscolo hermano de la joven; o El Sr. Rusell, su aparentemente fiel pretendiente, dibujan una completa e interesantísima sátira social que arremete contra la ambición, en general, y contra ese empeño particular de escalar socialmente de la clase media trabajadora durante “el boom industrial”; y de esa manera, Tarkington examinará las decisiones tomadas por todos y cada uno de estos personajes, y mostrará al lector, las consecuencias éticas de sus actos.
Estamos pues en los EEUU de principios del siglo XX, en esta ambientación espacio-temporal, llevará a Tarkington a poner de manifiesto una de las características más destacables de la coyuntura social en que se enmarca su historia:
El racismo; pues estamos en una época de segregación, en que negros y blancos viven en distintos barrios, se desplazan en distintos transportes, e incluso acceden a los locales por distintas entradas.
La verdad, por regla general, es sencilla, y su término opuesto, la mentira, también debe serlo para resultar eficaz; pero los que practican esta última, como Alice, suelen ser personas impulsivas y, como ella, a menudo se ven envueltos en sus propias redes.
A pesar de los años transcurridos desde que Tarkington redactó el primer manuscrito de Alice Adams, ni su prosa, poco dada a florituras, ni la historia que se nos cuenta, parecen acusar el paso del tiempo; aunque el autor se vale fundamentalmente de vocabulario y estructuras sintácticas sencillas, no pierde en ningún momento su elegancia característica, y logra crear una novela de fácil lectura, con un final sobresaliente.
En resumen, Alice Adams es un interesantísima novela de personajes, con una heroína memorable, un relato moralista que invita a la reflexión; y en el fondo, Tarkington realiza un brillante análisis de la sociedad de las primeras décadas del siglo XX, condenando someramente las falsas pretensiones, los engaños y los fingimientos y, sobre todo, recalcando la importancia de decir la verdad en un mundo donde nadie parece decirla.
En los años 1910 y 1920, Booth Tarkington fue el gran novelista estadounidense, tan importante como Mark Twain; y sus obras fueron reimpresas muchas veces, a menudo se encontraban en listas de “best sellers”, tanto que ganó muchos premios, y se adaptaron a otros medios; siendo a veces los regalos de cumpleaños regulares para leer libros a los niños.
Sin embargo, a finales del siglo XX, se le olvidó… ningún congreso, ninguna sociedad, ningún diario de Estudios Tarkington, nada…
En 1985, él fue citado como un ejemplo de la gran discrepancia posible entre la fama de un autor cuando estaba vivo, y olvidado después.
Si un autor consigue complacer a sus contemporáneos, y las obras de Tarkington no tienen ni una pizca de crítica social; él era un reaccionario de valores e inquietudes inevitablemente diferentes.
“We think he'll probably write about them some day.
He's rather literary”
Alice Adams es una comedia del año 1935, dirigida por George Stevens.
Protagonizada por Katharine Hepburn, Fred MacMurray, Fred Stone, Evelyn Venable, Frank Albertson, Ann Shoemaker, Hedda Hopper, Charley Grapewin, Hattie McDaniel, entre otros.
El guión es de Dorothy Yost y Mortimer Offner; basados en la novela homónima de 1921 escrita por Booth Tarkington, siendo la 2ª adaptación de la novela; pues la primera versión fue una película muda en 1923, dirigida por Rowland V. Lee; pero ambas tratan sobre una mujer joven en una ciudad mediana en los Estados Unidos a principios de 1900, y sus pretenciosos intentos de aparecer en la clase alta, y casarse con un hombre rico mientras oculta su pobreza.
La popularidad de la actriz Katharine Hepburn, había disminuido después de sus 2 triunfos en 1933:
Por su actuación ganadora del Oscar en “Morning Glory”, y su excelente actuación como Jo March en “Little Women”; por lo que su actuación en Alice Adams la convirtió nuevamente en favorita del público, tanto que el filme obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor película y actriz (Katharine Hepburn); aunque Bette Davis dijo que Hepburn merecía el premio, Hepburn terminó recibiendo la segunda mayoría de los votos, ya que Davis lo ganó por “Dangerous”
La Hepburn siempre vio a Alice como uno de sus papeles favoritos; pero también vale destacar la partitura de Max Steiner y Roy Webb; y la cinematografía de Robert De Grasse.
La acción tiene lugar en el seno de una familia de clase humilde:
El padre, Mr. Adams (Fred Stone), y el hijo, Walter (Frank Albertson) están satisfechos y se conforman con trabajar en una tienda.
En cambio, la madre, Mrs. Adams (Ann Shoemaker), y la hija, Alice (Katharine Hepburn), no dejan de urdir toda clase de estratagemas para intentar subir socialmente.
Cuando la hija conoce al hombre de sus sueños, Arthur Russell (Fred MacMurray),  la madre arrastra al padre hacia un peligroso negocio, y planea impresionar al chico con una cena…
Y es que Alice Adams vive en un sector donde las condiciones económicas que posee su familia, no le permiten satisfacer los requerimientos que se exigen para entrar en sociedad; ni siquiera puede comprarse las flores que debe llevar al baile al que ha sido invitada por Mildred Palmer (Evelyn Venable) pero por suerte, ella es recursiva, y sabe bien como resolver esta carencia.
Además, Alice no tiene un novio, ella lo explica por su natural rechazo a los hombres del común; pero se le nota a las claras, que un novio le devolvería el aliento y las esperanzas.
Por eso, cuando está ante alguien que le agrada, como Arthur Russell, Alice se pone nerviosa, sobreactúa, y juega a ser como imagina que el hombre esperaría que fuera; mientras la madre de Alice se mantiene sermoneando al esposo por su falta de ambiciones, y por no tener el coraje de explotar él mismo la fórmula de un pegamento que un día inventó.
Pero Virgil Adams es la clase de hombre que siente que si labora con honestidad, todo irá bien, sino se tienen mayores necesidades.
Sin embargo, le duele sentir que su hija sufre...
La película en ningún momento se siente apresurada, y uno llega a sentir bastante pena por la pobre Alice y todos sus disfuerzos; y lejos de ser una gran película, anticuada en algún que otro detalle, y ensombrecida por la falta de entidad del personaje de MacMurray, y de un final feliz ausente en la novela, sí es una primigenia muestra del talento visual de Stevens, y de una encantadora, como de costumbre, Katharine Hepburn en la que probablemente es su mejor interpretación de la década de los 30.
“A penny for your thoughts.
No, a poor little dead rose for your thoughts, Alice Adams”
Se cuenta que para la producción de Alice Adams, Katharine Hepburn quería que George Cukor dirigiera la película, pero Cukor estaba comprometido dirigiendo “David Copperfield”
Por lo que Cukor le aconsejó que se eligiera a William Wyler o George Stevens para dirigir.
Aunque Hepburn favoreció a Wyler, nacido en Alemania y suizo, el productor Pandro S. Berman favoreció al estadounidense George Stevens.
Y se rumorea que fue decidido arrojando una moneda…
De hecho, Berman recuerda que Wyler en realidad ganó el lanzamiento de la moneda, pero Stevens ya se había ganado a Hepburn por completo en ese momento, así que cuando vio que Wyler ganó el lanzamiento, ella tenía una expresión de decepción en su rostro.
La moneda fue lanzada de nuevo, y esta vez Stevens ganó, y él dirigió la película, filmada en un hermoso blanco y negro, con tono muy sentimental y romántico, que puede llegar hacer saltar las lágrimas, pues nos describe a la perfección los sueños de una joven en edad de merecer, en edad casadera, y las presiones de la madre a su esposo, hombre honesto, trabajador y sin grandes pretensiones de escalar socialmente, para que gane más dinero y logre así un status social más alto, desde el cual, su hija pueda tener más oportunidades de conseguir un hombre que sea un buen partido.
De esa manera, Alice Adams se nos presenta como la hija más joven de la familia Adams.
Su padre es un inválido empleado en una fábrica propiedad del Sr. Lamb (Charles Grapewin), quien ha mantenido a Adams a sueldo durante años, a pesar de su larga enfermedad.
La madre está amargada por la falta de ambición de su marido, y molesta por los desaires que su hija sufre a causa de su pobreza; mientras el hermano mayor de Alice, Walter, es un jugador que no puede mantener un trabajo, y que se asocia con afroamericanos que, dado el período de tiempo en el que se establece la película, se considera una gran vergüenza social…
Cuando comienza la película, Alice asiste a un baile dado por la rica Mildred Palmer.
Ella no tiene pareja, y Walter la acompaña… pero se nota que Alice es una trepadora social como su madre, y se involucra en una conducta y una conversación socialmente inapropiada en un intento de impresionar a los demás.
En el baile, Alice conoce al rico Arthur Russell, que está encantado por ella a pesar de su pobreza.
Mientras tanto, la madre de Alice regaña a su esposo para que renuncie a su trabajo, y vierta los ahorros de su vida en una fábrica de pegamento.
Pero El Sr. Lamb (Charles Grapewin) excluye al Sr. Adams de la sociedad, creyendo que Adams robó la fórmula del pegamento de él.
Al tiempo que Alice es el tema de los chismes crueles de la ciudad, que Russell ignora… a lo que Alice lo invita a la casa, para una comida elegante.
Ella y su madre se ponen a tope de las circunstancias, y toda la familia se viste de forma inapropiada con ropa formal, a pesar de la calurosa noche de verano, hasta que pretenden que comen caviar y comida lujosa y rica todo el tiempo.
De esa manera la cena es arruinada por el comportamiento descuidado y las pobres habilidades culinarias de la doncella que los Adams han contratado para la ocasión, Malena (Hattie McDaniel); y El Sr. Adams involuntariamente avergüenza a Alice, al exponer las muchas mentiras que le ha dicho a Russell.
Cuando Walter aparece con malas noticias financieras, Alice suavemente expulsa a Russell de la casa, ahora que todo está “arruinado”; a lo que Walter revela que “un amigo” tiene deudas de juego, y que le robó $150 al Sr. Lamb para cubrirlas.
El Sr. Adams decide pedir un préstamo contra su nueva fábrica para salvar a Walter de la cárcel; y en ese momento, El Sr. Lamb aparece en la casa de Adams... y lo acusa de robarle la fórmula de pegamento, y declara su intención de arruinarlo al construir una fábrica de pegamento directamente al otro lado de la calle de la planta de Adams.
Los hombres discuten violentamente, pero su amistad se salva cuando Alice confiesa que sus padres tomaron la fórmula del pegamento, solo para poder tener una vida mejor y un poco de estatus social.
Así las cosas, Lamb y Adams se reconcilian, y Lamb indica que no procesará a Walter.
Finalmente, Alice sale al porche, donde Russell la ha estado esperando… y él confiesa su amor por ella, a pesar de su pobreza y sus problemas familiares.
En general, George Stevens ha logrado una satisfactoria comedia, un tanto teatral pero en la que abunda la ternura, los buenos propósitos, el entendimiento humano y una ocasional, pero impagable dosis de humor.
La secuencia de la cena, con Russell como invitado, y preocupado tan sólo por lucir buen mozo y condescendiente; y con Hattie McDaniel como la diligente y silenciosa empleada doméstica; resulta memorable y es para desternillarse de la risa.
Pues es esta una historia donde hay que decidir si se está en el lugar equivocado o se hace lo necesario para ajustarse al medio.
Donde “La Cenicienta” se esfuerza por ser la que no es con la esperanza de engañar al Príncipe; o se conserva siendo como es, con el posible riesgo de perderlo para siempre.
Donde te conformas con lo que vienes haciendo, o reclamas tus derechos para merecer lo que quizás mereces.
Y donde el amor está tocando puertas, y espera con paciencia a que le dejen entrar.
Sólo por su ver a La Hepburn, este filme resulta imprescindible; pero lo que más me ha sorprendido son los principios fundamentales de una familia, de cómo los destrozan; por e aparentar una familia de bien, y pisotear un poco al vecino para tener más… ya que, o eres alguien en la sociedad o estás hundido, y nadie te quiere.
Pues de eso se trata esta película; de entrar en una sociedad que no todo el mundo está invitado.
Eso me parece nefasto.
De la dirección, Stevens, más proclive a los melodramas íntimos y reflexivos, se siente incómodo, incapaz de domesticar un argumento injustificadamente folletinesco sobre una pobre chica pobre con delirios de grandeza fantasiosa, que hace lo posible por congraciarse con las pretenciosas huestes de la alta sociedad; y el problema es que todos los personajes son desagradables, y resulta difícil empatizar con ellos:
La avariciosa madre, la hija media loca, o el impulsivo padre…
Tampoco contribuye mucho a la función la “sobreactuada” actuación de La Hepburn, en un papel más para Joan Crawford, con su estilo declamatorio y engolado que, afortunadamente, fue desapareciendo con el paso de los años y que enfatiza en exceso la ñoñería romántica y ridícula de un personaje bastante irritante en su parla ridícula e ilimitada, acompañada de un Fred MacMurray del que lo mejor que se puede decir es que habla poco.
Por otro lado, la trama de la película difiere del libro de Alice Adams, de manera significativa.
Lo más importante, la novela representa a Alice separada de Russell...
El guión original de Dorothy Yost y Jane Murfin, terminó con Alice y Russell enamorados; pero Stevens estaba tan descontento con el guión y el final que él, su amigo Mortimer Offner y Hepburn descartaron la mayor parte, y lo reescribieron, utilizando el diálogo extraído de la novela.
Su guión terminó con la relación de Alice con Russell en el aire, y terminó con una escena en la que Alice va a la escuela de secretariado…
Pero los ejecutivos de Berman y RKO querían un final feliz, en el que Alice se quedara con Russell.
Stevens y Hepburn se opusieron a este cambio; y Berman solicitó la ayuda de Cukor, quien estuvo de acuerdo en que el final más realista sería el veneno de taquilla.
Así que el guión se cambió para permitir que Russell se enamorara de Alice, y la ganase con un final feliz.
No obstante, queda en el papel qué pasó con Mildred… y con el mismo Walter…
Del reparto, Katharine Hepburn le dio crédito al director George Stevens por su cambio en la percepción del público, al ayudarla, en la producción de Alice Adams, a retratar más calidez y vulnerabilidad de lo que nunca antes había mostrado.
Pero hubo un desacuerdo entre ellos, sobre la escena posterior a la fiesta:
El guión exigía que Hepburn cayera en la cama, y rompiera en sollozos, pero Stevens quería que ella caminara hacia la ventana y llorara, con la lluvia cayendo afuera…
Hepburn no pudo producir las lágrimas requeridas, por lo que le preguntó a Stevens, si podía hacer la escena como estaba escrita.
Stevens gritó furiosamente a Hepburn, lo que funcionó para que ella rompiera en llanto, y la escena fue filmada por Stevens, con las lágrimas de Hepburn reales debido a ello.
Por su parte, los ejecutivos de RKO querían a Randolph Scott para el papel de Fred MacMurray, pero él estaba involucrado en la producción de “So Red the Rose” (1935)
Pues resulta que MacMurray fue durante mucho tiempo, el actor mejor pagado de Hollywood, y supo administrar bien su fortuna… pero que aun así acostumbraba llevar su lonchera para almorzar.
También destacar la participación de la gran Hattie McDaniel, muy graciosa por cierto, pero es una gran pena que no tenga diálogo.
Hay 2 momentos en la película dignos de ser destacados:
El baile de sociedad en el que Katharine Hepburn sufre todo tipo de inconvenientes, y que desemboca en una triste vuelta a casa; y la cena en la que intenta que su futuro prometido, Fred MacMurray, conozca a su familia y se asombre de su “falsa” posición social.
Ambos momentos contienen ya mucha de la sabiduría de Stevens en la puesta en escena.
En el baile, los picados generales de una Hepburn solitaria mientras que el resto de las chicas disfrutan con sus parejas, es desolador; y en la cena, la ausencia de música, los planos detalle y la comicidad de los actores, en especial de una impagable Hattie McDaniel, fingiendo ser una criada digna de reyes sin conseguirlo, producen una situación exasperante y tragicómica.
Además, Stevens otorga un gran protagonismo a la bellísima cara de una joven Katharine Hepburn, cuyas tendencias histriónicas al inicio de su carrera se muestran más útiles que nunca, en el papel de una heroína mentirosa y pretenciosa por culpa de una sociedad clasista y excluyente.
Pero la mejor escena es la de la cena, por el montaje:
Cuando Alice, una joven de carácter algo fatuo y de una vanidad absurda que quiere ser miembro y partícipe de la alta sociedad, invita a su pretendiente a su casa, con la intención de impresionarlo.
La escena en su totalidad es un cúmulo de despropósitos:
Los muebles cambiados de sitio mil veces para dar una apariencia de austera serenidad, las rosas sobre la mesa marchitándose, la cena absolutamente inapropiada.
Y si algo puede empeorar, se hará, y así ocurre cuando entra en acción la criada que han contratado para el evento… con aquellos andares y aquella expresión esculpida en la cara de “esto no va conmigo”, masticando chicle, e incapaz de mantener su cofia en enhiesta dignidad…
Absolutamente desternillante.
Pero el papel que hace La Hepburn en esta película es una verdadera delicia, ya que somos testigos gracias a esa gestualidad suya tan característica de la enorme tristeza que se esconde detrás de aquella enorme sonrisa, la angustia que le supone ser simplemente tolerada por sus amigas de clase social más alta, los intentos, a veces torpes e infantiles, de intentar impresionar a aquellos estirados.
Todo a base de una concienzuda y limpia actuación, que le valió la nominación al Oscar aquel año; sin olvidar a un jovencísimo Fred MacMurray, se deja caer haciéndonos ver que apuntaba maneras, secundando de forma magnífica a la absoluta protagonista que es La Hepburn, aunque a ratos su personaje puede llegar a resultar antipático, pese a que entendemos que es una criatura deliciosa, llega a hastiar tanta ínfula de grandeza.
Entiendo que este efecto estaba perfectamente calculado y medido por su director, George Stevens, y esta huida del maniqueo más servil, confiere a ambos personajes un matiz sumamente humano y atractivo, con una dirección estupenda.
“I heard a great deal at Mildred's this afternoon, too”
Que desesperación y angustia se nos da al buscar entre miles de fotos personales, porque queremos mostrar la mejor... para aparentar que somos las personas más felices y simpáticas del mundo, aunque nuestra situación sea de lo peor.
En tu propia vida, solo tú sabes en realidad quien eres, lo que eres y como eres, no tiene por qué importarte si la otra persona le gusta o no lo que haces o como lo haces.
No hay porque inventarse una doble personalidad en tu vida, o una doble cara, en el hogar soy uno, en la calle otro…
Todas las personas queremos que se nos sea sincero, que siempre nos hablen con la verdad, que no se nos engañe, que nuestras parejas nos muestren fidelidad.
Pero si no estás dispuesto a dar lo que tú pides y ofreces, tan poco pidas que ellos sean sinceros contigo.
En la vida y más en la época actual, vamos navegando por un inmenso mar de apariencia, donde a las personas nos importa más lo que piensa la gente que nos rodea, que como nos sentimos nosotros con ello, y es por eso, por miedo a ser criticado o juzgado por la sociedad, vamos ocultando nuestra verdadera identidad.
Pero con el paso del tiempo, nos daremos cuenta que de nada sirvió tanto engaño, apariencia y falsedad.
Que de nada nos valió, ocultar nuestra verdadera esencia, nuestra verdadero ser.
Porque nos sentíamos atrapados en alguien que no éramos, por miedo y que nada de eso sirvió, ni nos hizo feliz.
Aparentar ser alguien que no somos, es de las más grandes mentiras, y es la que está más próxima a la falsedad.
Muchos dicen el refrán:
“Las apariencias engañan”
Y es verdad, lo hacen, porque realmente no sabemos, si esa persona en verdad nos esté mostrando su verdadero ser.
Porque podemos ver una persona callada, tímida y calmada, y pensemos que es indefensa, y que es puro amor, flores y corazones, cuando realmente puede llegar a ser un matón en serie…
Quizás podamos vivir aparentando alguien que no somos, sin que nadie lo descubra.
Pero eso realmente no nos hará feliz.
Ahora hagámonos estas preguntas:
¿Por qué aparentamos ser alguien que no somos?
¿Por qué la sociedad nos juzga?
¿Por qué queremos ser aceptados en un grupo social?
¿De qué te sirve eso?
¿Crees que eso te hará feliz?
¿Nos dará miedo que se den cuenta quienes somos en realidad?
No creo que ser aceptado en un grupo social te hará feliz, dejémonos de engaños y de apariencias, mostremos nuestro verdadero ser.
En otras palabras, las personas que viven honestamente, son las que saben que son queridas por lo que son, y no por lo que tienen o representan.
En ese momento, el miedo al rechazo pasaría a ser parte de la experiencia humana, ya que se toma conciencia que resulta imposible controlar las respuestas de los demás.
En ese mismo sentido resulta determinante desarrollar las posibilidades de inteligencia, autoestima, autovaloración y conocer el sentido más profundo de la vida.
La idea es quitarse el peso de encima y salir de este círculo vicioso.
Al hacerlo, la persona entiende que es mucho más agradable vivir de una manera más auténtica y conectada con sus potenciales, que vivir en la superficialidad.

“And I found out one thing.
I love you, Alice”



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