Lo Straniero

“Ho aperto il mio cuore alla benevola indifferenza dell'universo”

La filosofía del absurdo, llamada en ocasiones “absurdismo”, establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado absoluto y predeterminado dentro del universo, fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado, al menos en relación al hombre, caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios universales de la existencia; y por consiguiente, propugna que el significado de la existencia, es la creación de un sentido particular, puesto que la vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un significado supremo de la vida humana, es una situación de regocijo, y no de desolación, pues significa que cada individuo del género humano es libre para moldear su vida, edificándose su propio porvenir.
El filósofo absurdo, Albert Camus, afirmó que los individuos deberían abrazar la condición absurda de la existencia humana mientras también continúan desafiantemente a explorar y buscar significado.
Camus fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés, nacido en Argelia; cuyas concepciones se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán; y contribuyó con la conformación del pensamiento filosófico conocido como “absurdismo”; tanto que se le ha asociado frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él; pese a su alejamiento consciente con respecto al nihilismo, rescata de él la idea de libertad individual.
Como dato, Camus formó parte de La Resistencia Francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra; y en 1957, se le concedió El Premio Nobel de Literatura por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad”
Es a través de sus escritos que Camus explora la condición humana de aislamiento dentro de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamiento del ser humano hacia sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte; y se considera que su pensamiento representa la desilusión de los intelectuales en la época de la posguerra; sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus contemporáneos, defendía valores como la libertad y la justicia; y en sus últimos trabajos, esbozó un humanismo liberal, que rechazaba los aspectos dogmáticos del cristianismo y el marxismo.
“El hombre siempre se encuentra en una condición absurda, en situaciones absurdas” diría; y “L'Étranger” (1942) es su primera novela; considerada durante mucho tiempo como “un clásico de la literatura del siglo XX”, tanto que Le Monde la clasificó como “#1 de sus 100 libros del siglo”
Y en la superficie, “L'Étranger” da la apariencia de ser extremadamente simple, aunque cuidadosamente planificado y escrito; pues en realidad, es una creación densa y rica, llena de significados no descubiertos y cualidades formales; ya que se necesitaría un libro análogo, al menos del largo de la novela, para hacer un análisis completo del significado, la forma, y sus correspondencias; siendo su tema y perspectiva, como ejemplos de la filosofía del absurdo y existencialismo, aunque Camus rechazó personalmente la última etiqueta.
El personaje principal de la novela es Arthur Meursault, un argelino francés indiferente, descrito como “un ciudadano de Francia domiciliado en el norte de África, un hombre del Mediterráneo, un “homme du midi” que apenas participa de la cultura tradicional mediterránea”; que asiste al funeral de su madre; pero unos días después, mata a un árabe en el Argel francés, que estuvo involucrado en un conflicto con un amigo…
Por ello, Meursault es juzgado y sentenciado a muerte.
La historia se divide en 2 partes, presentando la vista narrativa en primera persona de Meursault antes y después del asesinato respectivamente.
Él es un ser indiferente a la realidad, por resultarle absurda e inabordable, donde el progreso tecnológico le ha privado de la participación en las decisiones colectivas, y le ha convertido en “extranjero”, o bien “alineado” o “enajenado” dentro de lo que debería ser su propio entorno; pues jamás se manifestará contra su ajusticiamiento, ni mostrará sentimiento alguno de injusticia, arrepentimiento o lástima.
La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos, recorre el comportamiento del protagonista, con un sentido apático de la existencia, y aún de la propia muerte.
Los personajes principales son:
Además de Meursault, como argelino francés que se entera por telegrama de la muerte de su madre; su indiferencia a la muerte de ella, demuestra un desapego emocional de su entorno, y otras instancias; pero también es una persona sincera, expresando su opinión sin tener en cuenta a los demás; y por ello es considerado “un extraño para la sociedad” debido a su indiferencia.
De la madre de Meursault, se sabe que fue enviada a un hogar de ancianos 3 años antes de su muerte, como se señala en las primeras líneas de la novela; y cuando Meursault se acerca al momento de su ejecución, siente un parecido con su madre, pensando que ella también abrazó un universo sin sentido.
Raymond Sintès, es un vecino de Meursault que vence a su amante árabe.
Su hermano y sus amigos intentan vengarse; pero él trae a Meursault al conflicto, y este último mata al hermano.
Raymond y Meursault, parecen desarrollar un vínculo, y él testifica para Meursault durante su juicio.
Marie Cardona, era la mecanógrafa en el mismo lugar de trabajo que Meursault; y 1 día después de asistir al funeral de su madre, ella se encuentra con él en una playa pública, y comienzan una relación.
Marie, como Meursault, disfruta del sexo; pero ella representa la vida placentera que Meursault quiere, y la echa de menos mientras está en la cárcel.
Masson, es el dueño de la casa de la playa donde Raymond lleva a Marie y Meursault; es una persona despreocupada a la que le gusta vivir su vida y ser feliz.
Salamano, es un anciano que rutinariamente anda con su perro; es abusivo pero todavía está apegado a su perro, y cuando lo pierde, se angustia y le pide consejo a Meursault.
Los árabes incluyen a la amante de Raymond, su hermano y amigos asumidos.
Ninguno de los árabes en la novela recibe un nombre propio, lo que refleja la distancia entre los colonos franceses y los pueblos indígenas.
El árabe, el hermano de la amante de Raymond, es el hombre fusilado y asesinado por Meursault en una playa en la Argel colonial.
De la novela, posteriormente, en enero de 1955, Camus escribió:
“Resumí la novela hace mucho tiempo, con un comentario que admito fue muy paradójico:
“En nuestra sociedad, cualquier hombre que no llore en el funeral de su madre, corre el riesgo de ser condenado a muerte”
Solo quise decir que el héroe de mi libro está condenado porque no juega en el juego”
Así, Camus escribió una obra provocadora, en cuyo trasfondo aparece el rostro desgarrado de una Europa herida y violentada por 2 Guerras Mundiales; y pintó una historia gris, donde el paisaje está oscurecido por la extirpación de cualquier pasión o voluntad del hombre.
Meursault, es el personaje que encarna ese sentimiento de profunda apatía por todo lo que le rodea, haciéndose de manera más ostensible en la actitud ante la muerte de su madre; y personifica la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino, ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre... nada tenía la suficiente importancia, ya que la angustia existencial de este antihéroe inundaba todo su ser.
Así también, su ateísmo estaba justificado, la vida no tenía ningún sentido fuera de uno mismo, la confianza en fuerzas externas a él mismo, le producía una sensación de caída hacia el abismo de lo incierto; pues la búsqueda de la felicidad no se hallaba en la religión, ni en la confianza en una sociedad cuyos mecanismos y leyes son desconocidos al individuo; la felicidad se encontraba en uno mismo, en la seguridad de la propia existencia, en la conciencia de ser, y cuyo fin es el mismo conocimiento del ser.
De esa manera, Meursault se transforma así en “un extranjero” que juzga y remueve los fantasmas de una sociedad angustiada, cuya moral, carente de sentido, regula la vida de un todo social.
Esa moral que condena a muerte de igual manera a un hombre que no llora la muerte de una madre, que a un asesino; esa muerte que resulta ser la única opción posible para consumar la búsqueda de la propia existencia.
“L'Étranger” fue llevada al cine en 1967, por Luchino Visconti, aunque sin mucho éxito, tal vez por lo difícil que resulta plasmar esta obra cinematográficamente.
“Nel giorno della mia esecuzione ci dovrebbe essere una folla enorme di spettatori e che dovrebbero salutarmi con ululati di esecuzioni”
Lo Straniero es un drama italiano del año 1967, dirigido por Luchino Visconti.
Protagonizado por Marcello Mastroianni, Anna Karina, Georges Wilson, Bernard Blier, Pierre Bertin, Jacques Herlin, Georges Géret, Bruno Cremer, entre otros.
El guión es de Luchino Visconti, Suso Cecchi d'Amico, Georges Conchon y Emmanuel Robles; basados en la novela “L'Étranger” de Camus; en una atmósfera de tensión política, cuando los franceses todavía controlaban Argel, un argelino es asesinado en la playa, y un hombre francés que ha vivido en Argel toda su vida, es arrestado por el asesinato.
La obra de Camus advierte sobre el hombre que está siendo creado; al tiempo que es una denuncia frente a una sociedad que olvida al individuo, y le priva de un sentimiento de pertenencia activa en la comunidad.
Eso fue premonitorio respecto al ciudadano occidental que se encontró en la sociedad tras La Segunda Guerra Mundial; pues hace una reflexión sobre la apatía, el laconismo, el nihilismo, “el hombre diferente” como un protagonista extraño entre la gente, un ser que ni siente ni padece, sin aspiraciones.
Camus, tuvo con esta novela su más lograda obra, escrita en 1942, en pleno auge bélico fascistoide, fue un valiente alegato contra la abigarrada y enclenque “justicia”, dispuesta a deshacerse de todo aquel que no siga los lineamientos trazados por el oscurantismo ideológico; y con ello, el gran Luchino Visconti, aún en contra de sus personales pretensiones en la adaptación de la obra, consigue uno de sus mejores filmes, logrando transmitirnos esa atmósfera de incomprensión y de absurdo social, al tiempo que borda con ternura, la potencia y la fragilidad interior de un personaje con más entendimiento de la vida, que todos aquellos que lo condenan.
La acción tiene lugar en Argel en 1935.
Arthur Meursault (Marcello Mastroianni), es un hombre aparentemente insensible, lleva una vida monótona, es un oficinista  que parece afectarle nada, todo lo vive de una forma nihilista:
Se le muere la madre, y va al duelo con indiferencia; tiene una pareja que lo ama, Marie Cardona (Anna Karina), pero él se comporta con ella fríamente; le ofrecen un ascenso en el trabajo, y él prefiere seguir igual… total, no tiene aspiraciones ni espera algo del futuro.
Su relación con Raymond Sintès (Georges Géret), un personaje sombrío en las actividades de proxeneta, lo lleva a cometer un asesinato premeditado.
Condenado a muerte, Meursault rechaza la absolución propuesta por el sacerdote; pues mentir no sólo es decir lo que no es; también significa y sobre todo significa decir más de lo que es, y, en lo que respecta al corazón humano, decir más de lo que se siente.
Esto es algo que hacemos todos los humanos para simplificar nuestras vidas; y el protagonista no desea simplificar nada.
Rehúsa mentir, y acepta morir.
Lo Straniero es una historia de un hombre que mató a otro; y lo hizo porque sintió que él, su novia y sus amigos, estaban siendo obsesivamente perseguidos, y él mismo se sintió amenazado con una navaja antes de disparar el primer tiro; y cuando lo remató, quería asegurarse de que estuviera bien muerto, porque su presencia se estaba convirtiendo en paranoica.
Pero esto no lo entendió nadie en la Argelia francesa de aquellos tiempos… o no quisieron entenderlo, porque había otro motivo para condenar a Meursault:
¡Pensaba distinto!
Estaba en contravía con la anclada moral y con los rancios paradigmas de la sociedad en que vivía; y como no encontraba explicación para Dios, Meursault no creía en Él.
De hecho, no lloró ante la tumba de su madre, porque veía en la muerte una lógica transición, y fue muy independiente con respecto a ella.
Cuando buscó el refugio de Marie, apenas un día después del funeral, estaba en su derecho de querer seguir viviendo…
No sabía explicar la verdadera razón por la que mató al árabe, pero esto no quiere decir que no hubiera una buena razón…
Pero, el “pecado” de pensar distinto es, para muchos, signo de locura, de rebeldía o de maldad… y siempre salen aquellos sujetos de poder, dispuestos a fusilarlo.
Así uno siente que aquel inofensivo empleado francés, que ha dado prueba de sentimientos afectuosos, de amistad, de solidaridad y de respeto por la individualidad humana, está siendo juzgado por un tribunal de absurdo, ridículo, con más aspecto de Inquisidores que de jueces de un Estado de Derecho.
Lo Straniero es una adaptación fiel y meticulosa de la obra maestra de Albert Camus, como sólo lo podía hacer Visconti; pero el director llegaría a renegarla, pues su estreno significó un rotundo fracaso; y la crítica de su época la denostó con acritud, tan siquiera los fanáticos del cine de Visconti la quisieron ver…
¡Otro absurdo!
Merece la pena verla y revalorarla.
“...pensavo che, dopo tutto, era una domenica di meno, che la mamma era ora sepolta, che stavo tornando al mio lavoro e che dopo tutto, nulla era cambiato...”
De mala gana y bajo contrato con Dino De Laurentiis, el cineasta italiano Luchino Visconti entregó en 1967, esta impresionante película que fue mayoritariamente considerada como “una obra menor” del director, y consiguientemente olvidada…
Y es que Visconti la había planeado de forma diferente, pero fue obligado por la viuda de Albert Camus, que impuso un guionista de su confianza, a respetar al pie de la letra la emblemática novela del escritor francés; pues Camus concibe al arte como una manera de moldear el mundo más allá de su forma actual, de manera que los conflictos dentro de él, puedan ser focalizados.
La importancia de resaltar la parte conflictiva de la realidad, reside en que, para Camus, el arte es vehículo del pensamiento; y de esta manera, se aleja de la búsqueda de representación del mundo en sí, y por tanto, de las estéticas de corte realista.
Por ello se le ha vinculado por un lado con el arte existencialista; y por otro con el teatro del absurdo; y en la estética de Camus, la ficción no representa la realidad externa, sino que es una expresión libre e inmediata del pensamiento humano; pues él criticaba la separación entre arte y filosofía, y sostenía que la unidad de propósito del absurdo es una sola:
“No hay fronteras entre las disciplinas que el hombre se propone para comprender y amar.
Se interpretan, y la misma angustia los confunde”
Y es que sus novelas han sido interpretadas también como obras de protesta que actualizan algunos elementos generales de la tragedia griega, ya que hay una oposición entre el individuo y la sociedad que frustra o destruye sus valores.
Así pues, el protagonista de Lo Straniero intenta conformar una serie de principios a partir de los cuales llevar su vida, en un mundo donde la disparidad entre el ideal, lo que el hombre busca; y lo real, lo que encuentra es tan grande, que reduce su existencia entera a la incoherencia.
Y “L'Étranger” (1942) muestra la alienación propia del siglo XX, a partir de un personaje que se ha interpretado como la imagen de lo que Camus concebía como “el hombre absurdo”; y aquí explora la idea de la acción sin significado dentro de la consciencia del absurdo.
El protagonista es condenado a muerte, pero más que por matar a un hombre, la condena responde a que éste nunca dice más que lo que siente, y a que no se conforma con las demandas de su sociedad.
Arthur Meursault, es un modesto empleado que vive y trabaja en Argel; y recibe el anuncio de la muerte de su madre en un hospicio.
Sin estar particularmente triste, va a mirar el cuerpo y lo acompaña al cementerio.
A su regreso, después del funeral, conoce a Marie, una mecanógrafa amiga de ella, y comienzan una relación.
Uno de sus vecinos, Raymond, que está tratando mujeres, le ofrece su amistad, y le pide ayuda para vengarse de una árabe.
Meursault, indiferente y disponible para todo, consiente; y una tarde, él y Marie escuchan gritos desesperados desde la habitación de Raymond:
Es la árabe quien invoca ayuda, y busca escapar del hombre que la golpea hasta la muerte.
La policía interviene, y la cosa queda silenciada... pero desde ese día, Raymond no se siente cómodo:
El hermano de la niña lo sigue en la calle, en silencio y desde la distancia.
Un domingo, Meursault, Marie y Raymond van al mar; el árabe está allí:
Meursault, enredado en circunstancias absurdas, le dispara al hombre, lo mata y lo remata.
Arrestado y juzgado, está condenado a muerte, pero lo que lo ha perdido no es tanto la muerte del joven árabe, sino su insensibilidad, su ser diferente, “extraño” al mundo de todos; ya que Meursault no se siente culpable ante los jueces que lo condenaron, convencido de que la muerte es la única realidad.
Visconti, caracterizado por sus películas densas, etéreas, eternas, se salió aquí de su norma, con un film bastante compacto, de sólo 104 minutos, y muy bien condensado.
A ello ayuda la economía de la prosa del genial Camus, ya que la propia novela no es extensa, si bien no es una obra fácil de adaptar por la cantidad de monólogos interiores y pensamientos; se nos presenta a Meursault como un hombre de vida monótona, que tras “la tragedia” para muchos que es la muerte de la madre, se mantiene inmutable.
Pero un día de supuesto esparcimiento, conoce el amor y en otro la tragedia.
Conducido ante El Tribunal acusado de asesinato, Meursault no intenta defenderse ni hacer valer los posibles atenuantes.
Todo le da igual; su existencia es absurda, y el juicio es un absurdo más.
Cuando se le condene a muerte, no sabemos si su verdadero crimen fue matar al árabe, o bien esa falta de interés por todo; el respeto debido al Tribunal o la frivolidad de irse de ligue al día siguiente de morir su madre, a la que había internado en un asilo porque “no teníamos nada que decirnos”; que El Fiscal demostrará en el juicio de “parricidio moral”
Imposible que la película pueda acomodarse a las reflexiones que cualquier sujeto humano haga acerca de su vida, con personajes jugando roles en los que creemos con mayor o menor convicción, pero eso también está en la intimidad de cada uno, y no en la apariencia con que se muestra a los demás; pues al vivir y morir se le agrega también el matar; el matar fuera de la ley y dentro de ella para cumplir con ella; en definitiva, todas son formas para que se cumpla lo inexorable, de que la vida es finita, y que como humanos lo sabemos; pues para cada ser, la vida es un corto trayecto entre 2 nadas infinitas:
El infinito del que se viene, y el infinito de después de ya no ser; donde un simple canto matinal de pájaro, en un día no muy largo, el final llega...
así veremos desfilar a curas, jueces, fiscales, abogados defensores, testigos, en fragmentos de la existencia abstracta reflejada en vidas concretas, cuyos actos dejarán de ser; y no se trata de que haya un destino, simplemente se transcurre y se llega.
Lo Straniero es una película muy difícil, porque aborda lo inabordable en imágenes; y las palabras algo pueden, porque sugieren más que muestran, pero las imágenes muestran cuerpos, caras, gestos pero nada pueden con los íntimos sentimientos; por lo que se recomiendo verla en un momento calmo y reflexivo; tolerarla en su ritmo cansino, como ese calor que aletarga y el sol que enceguece y nubla los sentidos; pues al final, es la muerte de un árabe... y quizás se sobreentienda que era una persona.
Pero como producción, Lo Straniero fue una película de la que renegó el propio Visconti, frustrado por no poder realizar sus ideas en 2 aspectos:
Trasladar la acción a la época contemporánea, pues según él, los temores que inspiraban los árabes a los franceses, anticipaban la futura Guerra de Argelia, algo a lo que se opuso terminantemente Francine Camus, viuda del escritor; y conseguir que el protagonista fuera Alain Delon, cuyas exigencias económicas no quiso afrontar el productor.
En su lugar, Meursault fue Marcello Mastroianni, cuyo papel de oficinista tenía ciertos puntos de contacto con el de Mario en “Le Notti Bianche” (1957), también de Visconti.
Pero también en Lo Straniero llegan los sucesos de mayo de 1968, y Visconti se siente cada vez más desplazado de la actualidad; incapaz de comprender a esos jóvenes que sólo se preocupan en destruir, sin construir nada a cambio.
No es extraño que en esa época se refuerce su sintonía con Thomas Mann, el escritor alemán que también se sentía “de otra época” en el mundo que le había tocado vivir; de ahí que vuelva sus ojos hacia Alemania, y hacia superproducciones ambientadas en épocas pasadas, lejos de las preocupaciones más inmediatas, pero tocando temas que están siempre presentes.
Por ello este film se ve “descuidado” por el propio Luchino Visconti, adornado gracias a la mirada del cineasta italiano, en una correspondencia muy íntima con la novela de Albert Camus; sin embargo, el guionista de Visconti, Suso Cecchi d'Amico, comentaba:
“Si hubiéramos rodado la película tan pronto como se escribió el guión, creo que hubiera sido mejor, pero tuvimos que esperar 3 años.
Hay partes que me gustan, el asesinato por ejemplo, el diálogo con el sacerdote, pero en general no creo que sea una película muy exitosa”
Y desde su primera mitad se mueve por unos parámetros un tanto dispersos, retrata a un personaje que refleja indiferencia ante todo, ansía nada, por ejemplo la estupenda escena en que le ofrecen un ascenso; la relación fría con su amante, o el modo gélido en que se comporta en el funeral de su madre.
Aquí Visconti desea exponer a un ser despojado de todo convencionalismo, no engaña, se muestra nítido, sin ataduras morales, nada le afecta.
Y en la segunda mitad llega un juicio bastante caricaturesco:
Se quiere juzgar a Meursault por un asesinato, y sin embargo, El Fiscal utiliza recursos un tanto risibles sobre la personalidad del acusado, que queda forzada la idea de que la sociedad no soporta la sinceridad de sentimientos, que prefiere la teatralidad del sufrimiento, momento que es metido con calzador; porque el caso es simple:
Se ha disparado y matado a un argelino, y no se escuchan en el juicio pruebas ni a favor, ni en contra de esto, es como si el muerto no existiera, algo kafkiano.
Por lo que Visconti denota debilidad en este aspecto, en el modo en que el acusador lleva el juicio, pecando de puerilismo; y pretende emitir el existencialismo con mecanismos malavenidos, en la voz “en off” del protagonista que vendría a simbolizar lo enclenque y poca fe que Visconti tenía en la fuerza de las imágenes, resultando reiterativa, además este uso demasiado denso repercutiendo en lentitud de ritmo.
Por ello, esa primera mitad parece bastante caótica, cuesta arrancar con las escenas y los personajes que van y vienen sin llegar a profundizar ni en ellos, ni en las conversaciones; por lo que resulta confusa; pero se mejora en la segunda parte.
Y esto molesta, porque hay escenas que realmente funcionan y transmiten lo que sucede en la novela, sin embargo hay otras sin apenas desarrollar, que deberían reflejar los pensamientos y la angustia del personaje, y no lo hacen; y ello porque el director se centra demasiado en la acción, tratando de comprimir en hora y media las partes más entretenidas de la trama, obviando reflexiones absolutamente necesarias para comprender la intención original de la historia.
Imagino que hace esto para tratar de abarcar un mayor número de público… o probablemente fue por la esposa de Camus o por Di Laurentiis…
En la opinión de muchos, Lo Straniero debió ser una película lenta, quizás hasta de una hora más de duración, para ampliar silencios, miradas perdidas, desarrollo de personajes, de sus sentimientos, de sus relaciones... porque la historia roza el fatalismo y el absurdo, y es cerca del final cuando más se descubre el existencialismo de su autor.
Sin este giro, el resto de la película no tendría fuerza, o no la suficiente; ese plano final es como la antítesis de “Psycho” (1960) de Hitchcock; utilizando recursos similares, pero con un significado distinto...
Esto es cine, y esta es una historia bien contada, pero no bien vendida...
Por su parte, Visconti plantea otras razones más fundamentales:
“Mi interpretación y mi escenario de “L'Étranger” existen bien; lo escribí en colaboración con Georges Conchon, y es algo completamente diferente de la película.
Eran los ecos de “L'Étranger”, ecos que escuchamos llegaron hasta hoy, hasta aquella “Organisation de l'Armée Secrète”, una organización terrorista francesa de extrema derecha; hasta La Guerra de Argelia; que era realmente lo que significa la novela de Camus, que diría, previó lo que sucedió, y esta predicción en la novela, la habría concretizado cinematográficamente.
Pero Francine Camus, la viuda del autor, considerando que era necesario respetar el deseo de su esposo, de no adaptar su novela a la pantalla, no quiso escuchar sobre este escenario”
Sin embargo, Visconti tuvo que permanecer fiel al libro, continuando en estos términos:
“No tomé libertad con el trabajo de Camus, excepto algunos recortes necesarios en la transposición de la escritura a la imagen, y el estilo indirecto al estilo directo.
¿Por qué traicionaría un trabajo que amé?
La fidelidad no es falta de poder creativo”
Pero era de vital importancia que quedara totalmente definida la personalidad del personaje principal para poder asimilar correctamente los eventos venideros:
El existencialismo es prácticamente inapreciable en el film, lo cual se debe principalmente a un mal empleo de la voz “en off”, pues queda redundante:
¿De qué me sirve que el protagonista recalque que se fue a pasar un fin de semana al río, si eso ya lo estoy viendo por mi cuenta?
Sin embargo, lo que no se intuye fácilmente, el carácter descuidado y existencialista del personaje, apenas es mencionado o sugerido de forma decente.
Es en el momento del juicio, en el que una persona que no ha leído el libro se empieza a dar cuenta de que el protagonista es una persona insensible y “sin alma”, pero eso es debido a que es el propio Fiscal el que nos lo empieza a demostrar a los 50 minutos de película, teniendo que haber sido el propio Visconti el encargado de retratar correctamente al protagonista con anterioridad.
Llegados a este punto, ya está claro que se ha dado un enfoque equivocado al argumento:
Acaba dando la sensación de que es El Fiscal el que condena al hombre, en lugar de haber estado el hombre condenado desde el principio por ser como es.
En otras palabras, Lo Straniero se centra más en la hostilidad del mundo con el extranjero, que en la incomprensión del extranjero con el mundo.
Y eso no es existencialismo, es inconformismo sin más.
La muerte carece de significación más allá de todas las consideraciones, y el valor que le damos nosotros, las personas.
Esto parece la tesis fundamental de la historia de Meursault, un hombre que disparó 4 veces contra las puertas de su destino.
Y es que estamos anclados a tablas, a valores, a la moral, concebimos los actos, los acontecimientos, como revestidos en sí mismos de significación, y cuan graves son las repercusiones en nuestras almas cuando comprendemos que no es así, que todo lo ha inventado el hombre, con sus palabras y sus emociones, su lógica y su teoría, haciendo del mundo algo explicable, instaurando la balanza del bien y el mal para juzgar los acontecimientos, y con ello, llevándonos a la perdición a los que logramos ver más allá.
Quizás esta sea la historia de alguien así, alguien que no logra comprender el valor de los valores, y por eso asesina a sangre fría al árabe, como salto de fe, como prueba... una prueba que le revela los más intricados acordes del mundo, el sinsentido de todo, de absolutamente todo, hasta de la muerte y de Dios.
Pues cada uno elige en que creer, a que darle valor, entonces:
¿Por qué tenemos que plegarnos a los valores que ha decidido la sociedad?
Ahí el lid del asunto.
Del reparto, Marcelo Mastroianni es el prototipo del hombre auténtico, libre de las convenciones sociales, incapaz de engañar o autoengañarse, a quien se condena no por el crimen cometido, sino por ineptitud para fingir lo que no siente.
Es incapaz de hacer el juego… por lo que Visconti como Camus, demuestran que las relaciones humanas son un teatro, una comedia de la cual todos somos actores; y Marcello Mastroianni logra la humildad y la expresividad contenida, que dice más que todas las palabras que pudiera haber expresado.
Y ese clima argelino, cálido y húmedo, definitivamente atípico en el cine “viscontiano”, lo muestra en su indefensión, como un extranjero en un mundo que no comprende, que no hay una sola manera de ver las cosas.
De entre los secundarios, destacaría a Georges Géret, quien interpreta al amigo de dudosa reputación, Raymond Sintès, realmente conseguido y creíble; así como Anna Karina como Marie Cardona y el vecino Salamano, el del perro; el director del asilo, el abogado de Meursault o los protagonistas de esa farsa de juicio donde se mira más por, cómo era con su madre, que por matar a un árabe:
El Juez y El Fiscal... que por cierto, llegan a parecerse tanto que se mezclan y no se llega a saber quién es quién en algunos momentos del juicio.
Y no es que Lo Straniero sea mala, es que lleva el sello Visconti, de hecho, detenta algunas escenas estupendas, como las que tienen como protagonista al anciano del perro, que se queja de lo viejo que es, pero no puede estar sin él; o el interrogatorio del agente judicial que lo exhorta a que debe creer en Dios, y por no hacerlo, lo llama “Anticristo”; o la trémula visita que le hace en prisión Marie Cardona; y por supuesto, el final en la celda, con el encuentro con el capellán donde todo cobra sentido.
Solo por esta escena merece ser vista la película, donde el Camus comunista explota a su alter ego ateo, en la mirada de Mastroianni.
A destacar también la recreación de esa atmósfera opresiva, indolente, calurosa, exuberante y onírica de la Argel francesa, deslumbrada por El Sol mediterráneo.
En definitiva, Lo Straniero es una más que correcta adaptación de la novela existencialista y absurda de Camus, y que sorprende al estar tan olvidada y desconocida, por su final espléndido, con un Mastroianni que se viene de arriba demostrando rabia, furia, pasión y sobre todo su nihilista personalidad, cuando se va el sacerdote, con la fotografía de Giuseppe Rotunno que compone un lienzo fascinante, con la celda a oscuras, y entrando por la ventana una tenue luz lunar que apenas deja ver el impasible perfil de Mastroianni, precioso… luego entran a por él, y acaba en un primer plano del rostro turbador, sudoroso, soltando una lágrima, y a la vez esbozando una media sonrisa y pidiendo voz “en off”, que haya muchos espectadores en su ejecución para que le griten con desprecio… es estremecedor
Así, Visconti consigue quizás lo más difícil en esta adaptación:
Captar la apatía del personaje, y la soporífera atmósfera presentes en la obra de Camus.
Finalmente acotar la buena banda sonora de Piero Piccioni, sutil exaltadora de las emociones.
“Ero assalito da ricordi di una vita che non era più mia, ma in cui avevo trovato le gioie più semplici e durature”
Albert Camus estaba convencido de que el hombre no puede vivir sin valores; si uno elige vivir, por ese mismo hecho afirma un valor, el que la vida vale la pena de ser vivida, o que puede hacerse digna de ser vivida.
De acuerdo con el absurdo, los humanos históricamente intentamos encontrar significado en sus vidas…
Tradicionalmente, esta búsqueda da como resultado una de dos conclusiones:
O que la vida no tiene sentido, o la vida contiene un propósito establecido por un poder superior:
Una creencia en Dios, o la adhesión a alguna religión u otro concepto abstracto.
Camus percibe llenar el vacío con alguna creencia o significado inventado como un mero “acto de eludir”, es decir, evitar o escapar, en lugar de reconocer y abrazar al Absurdo.
Para Camus, el elusión es un defecto fundamental en la religión, el existencialismo y varias otras escuelas de pensamiento; y si el individuo elude el Absurdo, entonces él nunca podrá enfrentarlo; a lo que Camus también admite que la elusión es la más común; incluso con un poder espiritual como respuesta al significado, surge otra pregunta:
¿Cuál es el propósito de una creencia en Dios?
Se creía que no hay un propósito humano comprensible de Dios, haciendo que la fe en Dios sea absurda en sí misma.
Camus, por otro lado, afirma que creer en Dios es “negar uno de los términos de la contradicción” entre la humanidad y el universo, y por tanto, no es absurdo, sino lo que él llama “suicidio filosófico”; y sugiere que aunque el absurdo no conduce a la creencia en Dios, tampoco lleva a la negación de Dios; y señala:
“No dije “excluye a Dios”, lo que equivaldría a afirmar”
Para Camus, el encuentro entre las personas de belleza en la vida, hace que valga la pena vivir.
Las personas pueden crear significado en sus propias vidas, lo cual puede no ser el significado objetivo de la vida, si es que lo hay, pero aun así puede proporcionar algo por lo que luchar.
Sin embargo, insistió en que siempre se debe mantener una distancia irónica entre este significado inventado y el conocimiento del absurdo, para que el sentido ficticio no ocupe el lugar del absurdo.
La libertad, no se puede lograr más allá de lo que permite el absurdo de la existencia; sin embargo, lo más cercano que uno puede llegar a ser absolutamente libre, es a través de la aceptación del Absurdo.
Camus introdujo la idea de “aceptación sin resignación” como una manera de tratar con el reconocimiento de lo absurdo, preguntando si el hombre puede o no “vivir sin apelación”, al tiempo que define una “rebelión consciente” contra la evitación del absurdo del mundo.
En un mundo desprovisto de sentido superior o vida después de la muerte, la naturaleza humana se vuelve tan cercana a la libertad absoluta como es humanamente posible.
El rechazo de la esperanza, en el absurdo, denota el rechazo a creer en algo más de lo que proporciona esta vida absurda.
La esperanza, enfatiza Camus, sin embargo, no tiene nada que ver con la desesperación, lo que significa que los 2 términos no son opuestos.
Todavía se puede vivir plenamente mientras se rechaza la esperanza y, de hecho, solo se puede lograr sin esperanza.
La esperanza es percibida por el absurdo, como otro método fraudulento de evadir al Absurdo, y al no tener esperanza, uno está motivado a vivir cada momento efímero al máximo.
En palabras del epitafio de Nikos Kazantzakis:
“No espero nada.
No temo nada.
Soy libre”
El absurdo no está guiado por la moral, sino por su propia integridad; y es de hecho, amoral, aunque no necesariamente inmoral.
La visión de la moralidad del Absurdista, implica una sensación inquebrantable de lo correcto e incorrecto definido en todo momento, mientras que la integridad implica honestidad con uno mismo y consistencia en las motivaciones de las acciones y decisiones de uno.
Según Camus, la libertad de uno y la oportunidad de dar sentido a la vida, radica en el reconocimiento del absurdo.
Si la experiencia absurda es realmente la comprensión de que el universo está fundamentalmente desprovisto de absolutos, entonces nosotros, como individuos, somos verdaderamente libres.
En la novela existencialista de Albert Camus, “L’Étranger”, Meursault, el protagonista aburrido y alienado, lucha por construir un sistema individual de valores cuando responde a la desaparición de lo viejo.
Él existe en gran parte en estado de anomia, es decir en la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la sociedad, como se ve por la apatía mostrada en las primeras líneas:
“Aujourd'hui, maman est morte.
Ou peut-être hier, je ne sais pas”
Es decir:
“Hoy murió la madre.
Tal vez ayer, no sé”
Así que “vivir sin apelación”, como lo expresa él, es un movimiento filosófico para definir absolutos y universales subjetivamente, en lugar de objetivamente.
La libertad de los humanos se establece así en la capacidad natural del ser humano, y la oportunidad de crear su propio significado y propósito; para decidir o pensar por él.
El individuo se convierte en la unidad de existencia más valiosa, que representa un conjunto de ideales únicos, que se pueden caracterizar como un universo completo por derecho propio; y al reconocer lo absurdo de buscar cualquier significado inherente, pero continuar esta búsqueda independientemente, uno puede ser feliz, desarrollando gradualmente el significado de la búsqueda solo.
Podríamos decir, partiendo de lo que acabamos de señalar, que la categoría del absurdo es una incorporación que la existencia humana y su específica racionalidad introducen en el mundo.
Porque hay necesidad de racionalización de todo cuanto es.
Si tal racionalización no se cumple en cualquier situación verificada, esta queda sin justificación.
La no justificación no es aceptada por la razón y, por consiguiente, se habla entonces de absurdo.
El encadenamiento de causa-efecto es una creación de la razón, como filósofos de renombre lo han establecido; lo que pareciera imperioso preguntar, ahondando precisamente de modo filosófico en esta cuestión es:
¿Por qué es imperioso que todo deba tener una causa?
Cuando esta necesidad a la que el hombre se siente arrastrado de modo natural se pone en tela de juicio, se desvanece la categoría de absurdidad de los seres y de un cosmos eterno o increado, y al mismo tiempo, desprovisto de fundamentos.
¡Absurdo!

“Nella nostra società, un uomo che non piange al funerale di sua madre corre il rischio di essere condannato a morte...”



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