The Ox-Bow Incident

“Tough!
True!
Terrifying!”

El “western” es uno de los géneros que más ha fascinado al cine desde sus inicios; ese legendario e idealizado mundo del salvaje oeste, siempre ha sido uno de los temas fetiche favoritos de Hollywood, ese pasado glorioso y mítico en que los estadounidenses conquistaron el país a través de parajes desérticos, luchando contra la naturaleza y los salvajes indios; en un momento en que los Estados Unidos aún era una nación joven y ambiciosa, en pleno desarrollo, que se hizo a sí misma a través del espíritu emprendedor de cientos de emigrantes que soñaban con un pedazo de tierra en el que poder asentarse.
Sin embargo hay un aspecto de ese momento histórico, que el cine clásico no llegó a profundizar del todo más allá de algunos films, y es la transición entre el salvaje oeste y la civilización.
El instante en que la ley se impuso en aquellos rincones recónditos, que hasta entonces se basaban en la idea de que las peleas, se solucionaban a disparos y la ley era la del más fuerte; porque los Estados Unidos se crearon a base de crímenes y violencia, hasta que consiguieron imponerse una serie de normas que acabaron con tanto derramamiento de sangre; y lejos de ser una cosa del pasado, los linchamientos públicos eran algo común en los Estados Unidos de la época.
El escrito Walter Van Tilburg Clark, habló de ellos en sus obras; y se clasifica como una de las figuras literarias más distinguidas del siglo XX; y como escritor, Clark aprendió a utilizar los materiales familiares de “la saga del oeste” para explorar la psique humana, y plantear cuestiones filosóficas profundas.
Su primera novela publicada, “The Ox-Bow Incident” (1940), fue exitosa y, a menudo se la considera la primera novela del Oeste moderno, sin los clichés habituales y las tramas formuladas del género.
La novela, inspirada en un suceso real, es una historia sobre un linchamiento que confunde a 3 viajeros inocentes con ladrones de ganado sospechosos de asesinato.
Después de colgarlos, la muchedumbre del linchamiento descubre que mataron a los sospechosos equivocados…
Los temas de la novela incluyen un examen de la ley y el orden de La Lejana Frontera del Oeste, así como la culpabilidad.
La novela fue bien recibida, y le dio a Clark aclamaciones literarias que eran inusuales para un escritor de “westerns”
La trama tiene lugar en 1885, y comienza con 2 vaqueros, Art Croft y Gil Carter, que llegan a la ciudad de Bridger's Wells.
Entran en el salón de Canby, y descubren que la atmósfera es tensa, en parte debido a los recientes incidentes de robo de ganado…
Las noticias indican que un local llamado Kinkaid ha sido asesinado, y se ha robado una gran cantidad de ganado de Drew, el mayor ganadero de Bridger's Wells.
La gente del pueblo comienza a formar una pandilla; y los hombres locales, Osgood y Davies, envían al juez Tyler para tratar de calmar la situación, pero el ranchero Tetley llega y los incita a tomar nuevas medidas.
Cuando el grupo se pone en marcha, el juez advierte que los hombres deben ser devueltos vivos para ser juzgados.
El grupo encuentra ganado con la marca de Drew, y a 3 hombres durmiendo en el suelo alrededor de una fogata:
Un hombre viejo y delirante llamado Alva Hardwicke; un mexicano llamado Juan Martínez, que dice ser incapaz de comprender el inglés; y el joven Donald Martin.
Tetley los interroga; y Martin dice que compró el ganado, y que Drew iba a enviar el boleto de venta en una fecha posterior.
Nadie le cree, y la mafia decide que los hombres sean ahorcados.
La ejecución se pospone hasta el amanecer; Martin, como último deseo, escribe una carta privada a su esposa, pidiéndole a Davies que la entregue.
Con la esperanza de salvar la vida de Martin, Davies intenta que todos lean la carta; y cuando Martin se entera de esto, se enoja con Davies por violar su privacidad.
Aprovechando la distracción causada por la discusión, Martínez intenta escapar, pero recibe un disparo en la pierna.
Los jinetes descubren que Juan es capaz de hablar “inglés”, y tiene una pistola grabada con el nombre de Kinkaid.
Se toma una votación sobre, si los hombres deben ser ahorcados o llevados de vuelta para hacer frente a la justicia en la ciudad.
Del grupo, solo 5 se oponen al ahorcamiento, con el hijo de Tetley y Gerald entre ellos.
Cuando se acerca la salida del Sol, los hombres condenados son colocados sobre sus caballos con sogas alrededor de sus cuellos.
Tetley ordena a 3 personas, incluido su hijo, que atiendan a los caballos; y cuando se da la orden, Gerald se muestra reacio, y el caballo simplemente sale de debajo de Martin y lo estrangula lentamente hasta que le disparan.
Enfadado, con la pistola, Tetley azota a su hijo contra el suelo.
Después del linchamiento, los jinetes se dirigen hacia la ciudad, donde se encuentran con el Sheriff Risley, el Juez Tyler, Drew y, para su sorpresa, el supuesto asesinado, Lawrence Kinkaid.
Drew confirma que le había vendido el ganado a Martin, que no era un ladrón…
El enfurecido juez, declara que detendrá a toda la mafia bajo cargos de asesinato.
Sin embargo, después de mirar a cada miembro de la mafia de linchamiento, uno a la vez, el sheriff Risley declara que fingirá que no vio a nadie, y que no sabe nada…
Él forma una pandilla, y salen en busca de los verdaderos ladrones…
De vuelta en la ciudad, Tetley regresa a su casa, y encierra a su hijo.
Gerald, horrorizado por su participación en el linchamiento, entra al establo y se ahorca.
Cuando Tetley se entera de la muerte de su hijo, también se quita la vida al caer sobre su vieja espada de caballería.
Más tarde, Davies confiesa a Art que siente que es responsable de la muerte de los 3 hombres inocentes; y debido a la vergüenza y la culpa que lo atormentan, Davies siente que no puede enfrentar a la viuda de Martin, por lo que le pide a Drew que le entregue la carta.
La novela termina con Gil, diciendo:
“Me alegraré de salir de aquí” a lo que Art dice:
“Yeh”
Clifton Fadiman escribió una introducción en la novela, en la edición de Readers Club, en la que calificó como “un examen maduro e impío de lo que hace que los hombres amen la violencia, y transgredan la justicia”, y “la mejor novela de su año”
El escritor, Walter Van Tilburg Clark, autor de la novela “The Ox-Bow Incident”, señalo en algunas entrevistas de la época que, dado el clima que se vivía en esos momentos en los Estados Unidos, con los anuncios de una posible Guerra Mundial y los gobiernos fascistas de Alemania y de Italia, quiso llamar la atención sobre la posibilidad de que estas ideas fascistas pudieran tener alguna influencia entre los estadounidenses, y cayeran en la tentación de propiciar un gobierno totalitario en su país, sobre todo, porque había una fuerte corriente de opinión, antes de que estallara la guerra, a favor de Alemania.
De esa manera, 2 de las novelas de Clark, “The Ox-Bow Incident” y “The Track of The Cat” (1949), se convirtieron en películas.
Con la que nos ocupa, muchos de los detractores del género “western”, consideran este género menor, porque creen que son películas mono-temáticas, sin ningún mensaje, lo ven como cine de evasión que no te hacen pensar…
Pero este filme es un ejemplo de, cómo una película con un presupuesto de serie B, y un género cinematográfico usualmente menospreciado por los críticos, puede acabar siendo una verdadera joya cinematográfica de un calado intelectual y sociológico muy grande; y es precisamente este tipo de mensaje que encierra, que Darryl F. Zanuck y 20th Century Fox se atrevieran a producir este “western sui generis”, en tanto que habiendo ya entrado los Estados Unidos a La Segunda Guerra Mundial, funcionara como parte de los films de propaganda bélica en contra del fascismo, que el público aceptara su poca acción en espacios abiertos y prácticamente sea un “western” de espacios cerrados de abundante diálogo; convirtiéndola en una obra maestra absoluta del género.
“There's truth in lies too, if you can get enough of them”
The Ox-Bow Incident es un western del año 1942, dirigido por William A. Wellman.
Protagonizado por Henry Fonda, Dana Andrews, Mary Beth Hughes, Anthony Quinn, William Eythe, Harry Morgan, Jane Darwell, Frank Conroy, Harry Davenport, Matt Briggs, Leigh Whipper, entre otros.
El guión es de Lamar Trotti; basado en la novela homónima de 1940, escrita por Walter Van Tilburg Clark; una desgarradora visión acerca de la ejecución e intolerancia a principios del siglo XX; como una denuncia contra la conducta irracional de la muchedumbre, fácilmente manipulable, ante la sensación de peligro que puede provocarle la presencia de algunos extraños en su entorno, al grado de actuar de manera ciega, llegando al linchamiento antes que tratar de entender las razones del otro, y dando por verdades, meros rumores sin darse un respiro para comprobarlos, ya que lo importante es dar rienda suelta a los prejuicios,
Es una película que se posiciona en contra de la pena de muerte, del linchamiento, de tomarse la justicia por mano propia, de que nadie en este mundo puede ser juez, jurado y ejecutor; y que “supuestamente” todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, tienes derecho al beneficio de la duda, y no nos debemos dejar llevar nunca por las apariencias.
Ocurre todos los días en las redes sociales, juzgamos y linchamos a las personas sin conocer todas las pruebas, nos dejamos llevar por la multitud y la mayoría.
Y se oyen opiniones que la justicia es muy lenta, y que no hay justicia con los criminales, o la que la única ley que nos debía regir es la ley del talión.
Por ello, la película de Wellman realiza una profunda reflexión sobre todos estos temas; y todo esto en apenas 70 minutos de metraje, no es necesario más tiempo gracias a su dirección magistral.
Imagino que en su día, la historia causaría extrañeza, pues los “westerns” al uso hablaban más de aciertos ante las injusticias, de venganzas justificadas y de triunfos de la razón, y ponían menos el foco en los anti-héroes y víctimas del desorden xenófobo del denominado “salvaje oeste”
Este espíritu carroñero, no quedó enterrado con los pioneros exterminadores de indios, se fortaleció en las cavernas del Ku Klux Klan, y se mantiene latente en nuestros días, más o menos larvado; o bien más claramente en El Presidente de los EEUU, Donald Trump y sus políticas xenófobas, homófobas y de segregación.
Así pues, William A. Wellman, aprovechó un género poco habitual, que solía utilizarse más para exacerbar el falso patriotismo, convirtiéndolo en un efectivo vehículo de denuncia.
Se supo que al director le encantó la novela “The Ox-Bow Incident” y hacía tiempo que quería convertirla en una película, pero los titulares de los derechos insistieron en que eligiera a Mae West para cualquier adaptación, lo que a Wellman le pareció ridículo.
Finalmente, Wellman compró los derechos él mismo, y procedió a hacer la película “a su manera”
Un “western” que dispuso de un presupuesto pequeño, medio millón de dólares aproximadamente, cuando normalmente el presupuesto de “westerns” más o menos importantes, solía ser de unos $2 millones.
Aun así, apenas logró cubrir costes, y es que se trata de un “western” que rompe con la tendencia escapista del género, el público del momento estaba acostumbrado a los “westerns” en los que los héroes triunfan, besan a la chica y se quedan a vivir en paz en su rancho, a la aventura y a los arquetipos perfectamente definidos de buenos y malos.
Nada de esto hay aquí; pero todo encaja, nada sobra, y te quedas totalmente hecho polvo, porque su argumento es demoledor.
Según cuenta, el filme fue, al parecer, un empeño personal de Henry Fonda, uno de los más preclaros representantes del progresismo hollywoodense, que convenció a Darryl F. Zanuck, “el zar de Fox”, para que la produjese.
La película se rodó, efectivamente, pero cuando poco después Fonda le pidió a Zanuck que hiciera más films bienintencionados, similares a este, y a “The Grapes of Wrath” (1940), a lo que el magnate se limitó a mostrarle al actor una especie de libro de contabilidad, donde estaban anotadas los números generados por sus películas, que en este caso no eran precisamente halagüeños.
Con todo, el jefe de 20th Century-Fox, Darryl F. Zanuck, superó sus objeciones a la naturaleza contenciosa de la película, al insistir en que la producción sea barata, y se rodara en estudio; y así fue… el rodaje se realizó desde finales de junio hasta principios de agosto de 1942, en su mayoría en estudio y escenarios de sonido.
Una cantidad limitada de escenas en locaciones se realizó en un rancho en Chatsworth y en Lone Pine, ambos en California; y la publicidad del estudio recalcó que el escenario del valle del Ox-Bow era “el decorado más grande nunca construido” por Fox, cubriendo 26,703 pies cuadrados.
Aunque se comenzó en 1941, se mantuvo en el estante durante 2 años, pues 20th Century-Fox no tenía idea de cómo comercializar una película con políticas tan incendiarias.
La Oficina de Hays, los censores de la industria, inicialmente se mostró reacio a aprobar el guión, debido a su sugerencia de que el sheriff condonó los linchamientos.
El tratamiento de los linchamientos y la caracterización de los participantes fueron discutidos extensamente por PCA y el estudio, y en una carta del 9 de junio de 1942, el director de PCA, Joseph Breen, asesoró al director de relaciones públicas del estudio, Jason S. Joy, que el guión sería se aprobaría sí:
Se retiene “el suicidio del Mayor Tetley”, lo que constituye un castigo para el líder del grupo; si hay una indicación de que toda la pandilla será arrestada; si el personaje de Gil se reescribe para hacerlo menos insensible y más activo al tratar de detener los linchamientos; y si se mantiene la denuncia de los asesinatos de Davies.
Las primeras versiones del guión incluían el suicidio de Gerald Tetley, y que la película iba a terminar con la reaparición de Rose Mapen y su marido en el salón, en lugar de Gil y Art dejando la carta a la esposa de Martin.
Al tiempo que el contenido de la carta de Martin no se revelan en el libro, pero el director William A. Wellman pensó que era importante hacerlos explícitos, y que Lamar Trotti redactara la carta.
Con toda ese drama… la película fue un fracaso de taquilla, superado por una de las comedias de Laurel & Hardy del estudio, lanzadas al mismo tiempo; y no dio beneficio alguno.
Y es razonable:
Eran tiempos oscuros, La Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo, y los espectadores querían más evasión que realismo.
No había especial deseo por ver la parte oscura de los seres humanos...
Sólo el paso del tiempo ha velado por esta obra cinematográfica, porque el impacto sigue intacto, aunque sigue siendo de esos tesoros ocultos para que sea descubierto con deleite por nuevos espectadores.
The Ox-Bow Incident estuvo nominada para el Premio Oscar a la mejor película; y hasta el día de hoy, ha sido la última película que solo logró esa nominación, Mejor Película y nada más; lo cual da buena prueba de que en su momento se le consideró en ciertos sectores, como un film importante, puesto que no era habitual que los “westerns” se colasen en dicho apartado. 
De hecho se puede decir que el título del film, al llamar a todo lo sucedido como un “incidente”, término que encierra en sí mismo cierta levedad, es todo un canto al secreto sumario imprescindible en el cine.
También se supo que esta es una de las películas favoritas del director de Clint Eastwood, que inspiraría la oscarizada “Unforgiven” (1992), de cuya influencia es probablemente la que más se nota en su cine; pues en ella están reunidos algunos de los temas que más han interesado a Eastwood a lo largo de su trayectoria cinematográfica:
El equivocado sentido de la justicia, el crimen sin castigo, o la apatía del ciudadano al no impedir un hecho abominable sobre el que no habrá marcha atrás posible.
The Ox-Bow Incident se rueda en escenarios exteriores de Alabama Hills, California y en los platós de Fox Studios en Century City, Los Angeles, con un presupuesto relativamente modesto, de $560.000
La acción dramática tiene lugar en la pequeña localidad fronteriza de Bridger’s Wells, Nevada; y en el cercano valle de Ox-Bow, durante una jornada de unas 8 horas, entre las 3pm, y medianoche de un día del invierno del año 1885.
Gil Carter (Henry Fonda) llega a una pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de dudosa reputación… y le acompaña su amigo Art (Harry Morgan)
La inesperada noticia del asesinato de un conocido ranchero, provoca que, ante la ausencia del sheriff, se forme un grupo de linchamiento del que tanto Gil como Art formarán parte.
Un vecino, el viejo tendero, Mr. Arthur Davies (Harry Davenport) no lo ve tan claro, e incluso Daniel Tyler (Matt Briggs), el juez de la localidad, presenta sus objeciones de tipo legal, pero la partida sale finalmente, bajo el improvisado mando de un oficial del antiguo ejército confederado, El Mayor Tetley (Frank Conroy), vistiendo el uniforme de una guerra que había terminado 20 años antes.
Carter y Croft, tampoco nada convencidos de estar obrando correctamente, les acompañan, quizás para ahuyentar sospechas sobre ellos, ya que al fin y al cabo son forasteros...
La búsqueda se realiza en plena noche, y después de algún que otro incidente por el camino, la partida acaba localizando a 3 hombres que duermen confiadamente:
Un ganadero, Donald Martin (Dana Andrews), acompañado por un viejo, Alva Hardwicke (Francis Ford), y un mexicano, Juan Martínez (Anthony Quinn), cuya culpabilidad no parece ofrecer dudas para la mayoría de los justicieros… que están decididos a que se haga justicia en el lugar.
La furiosa multitud la encabeza el poco fiable ayudante del sheriff, y un orgulloso antiguo Coronel de La Guerra de Secesión, que en realidad, tal y como dice un personaje, “no pisó El Sur hasta después de la guerra”; y junto a ellos, una muchedumbre estúpida, a quien no les importa la supuesta inocencia o culpabilidad de esos 3 hombres con tal de saciar su sed de venganza, de disfrutar con el asesinato.
El film propone una seria reflexión sobre el imperio de la ley y los peligros de sustraer de Los Tribunales la administración de la justicia; y formula un alegato contundente contra el linchamiento; condena la crueldad, la intolerancia y el salvajismo humanos; condena de pena de muerte, denuncia la improcedencia de la sed ciega de justicia a toda costa, justifica que la administración de la justicia se base en el juicio sereno y plural de personas rigurosas, independientes, imparciales y ecuánimes.
Uno de los aspectos que más gusta de la película, es conocer las razones que llevan a cada una de las personas a cometer ese linchamiento:
Está el hombre que lo hace por diversión, le vemos durante varias veces gestos y muecas a los acusados metiéndose con ellos; el que lo hace por odio e ira hacia una sociedad que detesta; el que lo hace por venganza, la persona que ha muerto era buen amigo de él; el que lo hace por racismo, contra un mexicano; y una de las razones más habituales para los linchamientos, son movidos por el sexo, la clase social o el color de piel, o por último, el jefe de la turba, El Mayor que tiene su particular visión sobre la justicia.
De esa manera, Wellman nos deja la reflexión de lo mísero, débil y cobarde que puede llegar a ser el ser humano; en un “western” de tintes muy sombríos, que podría llamarse un “western noir”, “de tesis” con mensaje o comprometido; incluso de un film muy político, porque no sólo desarrolla un discurso claro e inequívoco a todo lo largo de su no muy dilatado metraje, sino que le pone la guinda con el discurso final, mediante el recurso de leer en voz alta en la cantina, para que todos los culpables se enteren, la emotiva carta de despedida que le escribe una de las víctimas del linchamiento, Donald Martin a su esposa, un texto que no está muy alejado en su espíritu del discurso que pronuncia el personaje de Chaplin a la conclusión de “The Great Dictator” (1940)
The Ox-Bow Incident es además, un “western” que anticipa la corriente psicológica del género, que tantas obras maestras nos dará posteriormente, con diálogos secos, concisos, y en ocasiones llenos de sobreentendidos que sirven perfectamente como hilo conductor del relato, donde los hombres están todo el tiempo discutiendo, maldiciendo, y en permanente estado de tensión; aunque es sabido que el tema del linchamiento ya había sido tratado magistralmente por Fritz Lang en “Fury” (1936); pero Wellman va un paso más allá, retratando con perversidad la condición humana.
En fin, una obra maestra breve y jugosa, recomendable para los amantes del “western” y para aquellos que aprecien las historias  bien contadas, despojadas de artificios innecesarios, y que logran conmover al espectador sensible con su enorme violencia en su desarrollo, y la misión de alertarnos sobre el derecho primordial que tenemos todos a un juicio justo, y al peligro que corremos si intentamos aplicar por nuestra cuenta, la ley del ojo por ojo; porque eso lleva a más violencia y a cometer fallos irreparables.
Es sin duda un mensaje para épocas pasadas, pero que es contemporáneo a los tiempos que vivimos.
Sin embargo, lo que más caracteriza al filme es su facilidad para hacerte sentir, al igual que el personaje de Henry Fonda, un espectador impotente ante un juicio sin ley ni justicia, en el que impera la ligereza en la toma de decisiones y el rigor en aplicarlas, por lo que, en ese sentido, podríamos estar ante un evidente alegato de la ley y el orden, claramente ajeno a la anarquía y a tomarse la justicia por su mano.
“There's always some crazy fool who'll lose his head and start hangin' everybody in sight”
The Ox-Bow Incident es un magnífico western del director estadounidense William A. Wellman, uno de esos directores cuya valía aún no ha sido reconocida del todo; pues Wellman es uno de esos directores que aprendió a hacer películas durante la época del cine mudo, no en vano, su película “Wings” (1928), film sobre la aviación, fue la ganadora del primer Oscar a La Mejor Película de la historia del cine, junto a “Sunrise” de F.W Murnau.
Y algunas de sus obras destacadas, contienen diversos temas, todos centrados en la naturaleza humana, que lo hizo uno de esos directores capaces de rodar con garantía y brillantez en todos los géneros; pues su filmografía es muy amplia y bastante desconocida, salvo algunos títulos muy destacados.
En este caso, William A. Wellman había querido adaptar la novela “The Ox-Bow Incident” para la pantalla durante años, y arengó a Darryl F. Zanuck hasta que el magnate finalmente cedió; y señaló que había entregado exitosamente mensajes sociales en el pasado, en películas tan bien recibidas como “The Public Enemy” (1931) y “A Star Is Born” (1937); pero a Zanuck le preocupaba que el público estadounidense no estuviera listo para una película centrada en el linchamiento.
Los derechos del libro de Walter Van Tilburg Clark, fueron adquiridos originalmente en 1941 por Harold Hurley, un ex productor de Paramount, que intentó sin éxito hacer un trato de distribución con United Artists.
Fuentes modernas señalan que el director William A. Wellman le compró los derechos a Hurley, y luego le interesó al jefe de producción de 20th Century-Fox, Darryl F. Zanuck, en la producción de la historia.
Zanuck estuvo de acuerdo con la condición de que Wellman dirigiera otras 2 películas para el estudio:
“Thunder Birds: Soldiers of The Air” (1942) y “Buffalo Bill” (1944)
De esa manera, William A. Wellman había discutido la realización de la película en 1940 con el productor Harold Hurley, que tenía los derechos cinematográficos de la novela, pero Hurley tenía en mente un tipo de película completamente diferente, una que giraba en torno a Mae West como presentadora de salón…
Cuando Hurley dejó Paramount, vendió los derechos a Wellman por $6,500:
“Compré la propiedad de Harold Hurley, y después de que se metió en una especie de problema con los grandes y fue relevado de su trabajo... luego fui a ver a todos los productores para quienes había trabajado y fue rechazado.
Zanuck] fue el único con las agallas para hacer una historia fuera de lo común por el prestigio, en lugar de la masa”, dijo Wellman.
Y es que el director fue piloto en La Primera Guerra Mundial, y todos lo conocían como un peleador nato, capaz de golpearse con cualquiera; incluso con sus jefes en los estudios; por lo que es evidente que su naturaleza lo llevó a luchar por lo que le interesaba, y el resultado es este film único.
La obra muestra influencias del teatro clásico, en cuanto a la unidad de tiempo, el lugar y la acción; y de la tragedia europea de inspiración clásica de Shakespeare.
La precipitación, las urgencias innecesarias, la ira, la sed de venganza, los sentimientos de debilidad e impotencia, la ausencia de un liderazgo lúcido, fuerte y equilibrado; los temores y los miedos individuales y colectivos y otros factores similares, se erigen en móviles de una acción conjunta que no obtiene ni el refrendo de la legalidad, por ausencia del sheriff; ni la sanción del juez.
Así estamos en Bridger's Wells, Nevada en 1885.
Art Croft y Gil Carter llegan a la ciudad y entran en el salón de Darby.
El ambiente es moderado, debido a los recientes incidentes de robo de ganado; y ellos son sospechosos de ser cuatreros, porque rara vez se les ha visto en la ciudad…
Un hombre entra en el salón, y anuncia que un ranchero llamado Larry Kinkaid ha sido asesinado; por lo que los habitantes de la ciudad forman inmediatamente un grupo para perseguir a los asesinos, quienes creen que son ladrones de ganado.
Un juez le dice a la pandilla, que debe traer a los sospechosos de nuevo para el juicio, y que su formación por un diputado, el sheriff está fuera de la ciudad, es ilegal.
Art y Gil se unen a la pandilla para evitar levantar aún más sospechas; por lo que Davies, que inicialmente se opuso a la formación de la pandilla, también se une, junto con El Mayor Tetley y su hijo Gerald (William Eythe)
Poncho (Chris—Pin Martin) informa a la pandilla, que 3 hombres y el ganado con la marca de Kinkaid acaban de entrar en el paso de Bridger.
La patrulla se encuentra con una diligencia, y cuando tratan de detenerla, el guardia de la diligencia asume que es un atraco, y dispara, hiriendo a Art.
En la diligencia viajan Rose Mapen (Mary Beth Hughes), ex novia de Gil, y su nuevo marido, Swanson (George Meeker)
Más tarde esa noche, en Ox-Bow Canyon, la pandilla encuentra a 3 hombres durmiendo, con lo que se presume tienen el ganado robado cerca.
La pandilla los interroga:
Un hombre joven y bien educado, Donald Martin; un mexicano, Juan Martínez; y un anciano, Alva Hardwicke.
Martin afirma que compró el ganado de Kinkaid, pero no recibió ninguna factura de venta.
Nadie le cree, y la patrulla decide colgar a los 3 hombres al amanecer; por lo que Martin escribe una carta a su esposa, y le pide a Davies, el único miembro de la cuadrilla que él confía, que la entregue.
Davies lee la carta y, con la esperanza de salvar la vida de Martin, la muestra a los demás… pues Davies cree que Martin es inocente, y no merece morir.
El mexicano, Juan, es reconocido como un jugador llamado Francisco Morez; que intenta escapar y es herido de bala; y se descubre que Morez tiene el arma de Kinkaid…
El Mayor Tetley, como “jefe autoproclamado” quiere que los hombres sean linchados inmediatamente; y se hace una votación sobre si los hombres deben ser ahorcados o llevados de vuelta para un juicio.
Sólo 7, entre ellos Davies, Gerald Tetley, Gil y Art, votan para llevar a los hombres de regreso a la ciudad vivos; y el resto apoya colgarlos inmediatamente.
Gil trata de detenerlos, pero es apabullado por los otros…
Después del linchamiento, la pandilla se dirige hacia Bridger's Wells, y se encuentra con el sheriff Risley, quien les dice que Lawrence Kinkaid no está muerto, y que los hombres que le dispararon han sido arrestados.
Risley le quita al diputado su placa; y posteriormente, los hombres de la patrulla se reúnen en el salón de Darby, y beben en silencio.
El Mayor Tetley vuelve a su casa, y se suicida después de que su hijo lo condena por ser un sádico.
Mientras en el salón, Gil lee la carta de Martin, mientras los miembros de la pandilla escuchan:
“Mi querida esposa:
El Sr. Davies te contará lo ocurrido aquí esta noche.
Es un hombre bueno, y ha hecho todo lo posible por mí.
Supongo que hay otros hombres buenos aquí, pero no se dan cuenta de lo que están haciendo.
Por ellos es por quien siento lástima, porque dentro de poco, esto habrá terminado para mí, pero ellos tendrán que recordarlo el resto de sus vidas.
Un hombre no puede tomarse la justicia por su propia mano y colgar a gente sin perjudicar a todos los demás, porque entonces no viola sólo una ley sino todas.
La ley es mucho más que unas palabras escritas en un libro o los jueces, abogados o alguaciles contratados para aplicarla.
Es todo lo que la gente ha aprendido sobre la justicia, y lo que está bien y lo que está mal.
Es la mismísima conciencia de la humanidad.
No puede existir la civilización, a menos que la gente tenga una conciencia.
Porque si las personas tocan a Dios:
¿Cómo lo hacen si no es a través de su conciencia?
¿Y qué es la conciencia de alguien más que un pedacito de la conciencia de todos los hombres que han vivido?
Supongo que eso es todo, salvo que beses a los niños de mi parte y que Dios los bendiga.
Tu esposo, Donald”
En la escena final, Gil y Art se dirigen fuera de la ciudad para entregar la carta, y $500 recaudados por los de la patrulla a la esposa de Martin.
Llama la atención, cómo la película arranca de día, a pleno sol, con la llegada de 2 sudorosos y polvorientos vaqueros a un típico pueblo del Oeste, mientras suena una armónica interpretando una tradicional melodía del folclore “U.S.A.”, “El Valle del Río Rojo”; y a medida que avanza la trama... todo se oscurece.
Por ello, casi toda su acción, salvo los 10 minutos finales, transcurre de noche, viniendo a simbolizar que las fuerzas oscuras que anidan en el seno de la sociedad, salen a dar rienda suelta a sus pulsiones más violentas, el espíritu de venganza y el linchamiento.
El personaje de Henry Fonda, desde muy joven un icono del liberalismo y el progresismo estadounidense, resulta clave en la acción:
Al principio tan sólo parece un joven vaquero, desafiante y pendenciero, que únicamente piensa en divertirse y en encontrar a su chica, pero su figura va a ir creciendo y madurando a lo largo de esa espantosa noche de venganza, mostrando su absoluta reticencia hacia el crimen que la partida se dispone a perpetrar.
Al final, no puede evitar el fatal desenlace, pero se erige en el portador de la última voluntad de uno de los asesinados, y la sobrecogedora escena donde da lectura a esa carta, a ese testamento ideológico y moral a favor del imperio de la ley, del “Estado de Derecho”, que diríamos hoy, a renglón seguido del magnífico “travelling” que recorre la barra de la taberna y nos muestra la demudada faz de los linchadores, ha entrado por derecho propio en la mejor antología del cine liberal de Hollywood.
Así la película desarrolla una historia que contradice normas canónicas del “western”:
La mujer hermosa abandona al vaquero para irse con otro, y deja el Oeste para vivir en la gran ciudad de San Francisco; los escenarios ocupan espacios reducidos y se prescinde de los grandes paisajes; no hay historia de amor; los buenos llegan tarde y sin información; una mujer, Jenny Grier (Jane Darwell), alienta la violencia del grupo; etc.; donde la muchedumbre actúa como una unidad, la masa actúa conjuntamente, toman la justicia arbitrariamente en sus manos, con pruebas incidentales en su poder, que parecen definitivas, pero que acabarán arrastrándolos a un terrible error.
El correcto relato del realizador, refuerza esa imagen colectiva, con imágenes donde los integrantes de la masa hasta se mueven de similar forma, piensan, hablan y se comportan homogéneamente, es una auténtica masa actuando conjuntamente; por lo que Wellman genera un gran ambiente para su narración, donde la tensión impera durante casi todo el metraje, prescindiendo casi por completo de música, sin ornamentos, y es que la acción lo es todo, y ésta es narrada con un realismo notable, sin distracciones, lo cual colabora a que la atención se centre únicamente en lo que importa, la acción de un tenso y fuerte “western”, repleto de suspenso.
El ritmo del que dota el cineasta a su cinta, es también de nota alta, las acciones son narradas sin cortes, la cámara que sigue todo atentísimamente desde planos medios, nos acerca al drama, a la incierta situación en la que nos acabamos involucrando, y en la que la seriedad, y por momentos sequedad, correcta, por cierto del relato, no hacen más que aumentar el realismo del mismo, e introducirnos en el mundo del incidente en Ox-Bow.
El film, como se ha dicho, es un alegato en contra de los linchamientos, es una película de vaqueros, pero sus implicancias políticas eran muy poderosas en el momento en que se rodó; pues hasta los años 60, varios estados del país no se oponían a los linchamientos, que generalmente eran motivados por el odio racial y la discriminación.
Inocentes eran llevados a la hora sin juicio previo; y en la década del 40, este escenario era bastante común.
Ni hablar de los años previos, donde colgar negros era un capricho…
Y en esos tiempos, el ganado robado, los hombres acusados, una turba tratando de ajusticiarlos... como siempre, un héroe encarnará a la voz de la conciencia o al personaje que se da cuenta del peso de sus actos.
Por supuesto, el tema era “una papa caliente”; y el estudio que financió la película, decidió hacerlo a regañadientes y por muy poco dinero.
Todas las escenografías eran recicladas de otros films, y se filmó íntegramente en estudios, sin ir a ninguna locación.
La oficina de censura cuestionó el guión en detalle, porque sentía que podía despertar boicots en cines de todo el país.
Es más, después de filmarse, el proyecto estuvo guardado 2 años, porque nadie sabía muy bien cómo vender la película…
Una de las virtudes del guión, es revelar la verdad cuando se acaba de ahorcar a los inocentes; casi al momento sabemos que el ganadero no ha sido asesinado, que ha sido todo un mal entendido; y todo un clima de trágica fatalidad preside la película desde su inicio; donde los culpables no son sólo los autores del linchamiento, más bien son de alguna forma todos, esto es, una sociedad que permite una injusticia de tal tamaño, que es culpable en su totalidad.
La magnífica planificación escénica de Wellman, con la inestimable ayuda de Arthur Miller con su sobria fotografía, y la música de Cyril Mockridge, logran llenar de tensión la pantalla, donde predominan los planos generales con suaves panorámicas y planos medios, logrando así a través de leves movimientos de cámara re-encuadrar al personaje protagonista de la historia:
La multitud ávida de hacer justicia.
Porque otra de las señas de identidad de la película es su coralidad, como no podía ser de otro modo por el tema tratado; a pesar de contar con la magnética presencia de Henry Fonda, y los excelentes Dana Andrews y Anthony Quinn.
Y se puede ver que The Ox-Bow Incident está construida de la misma manera que una parábola bíblica, puro tejido simbólico bajo la apariencia de una historia real; que sustenta su capacidad de impacto en 3 recursos principales:
Una iluminación cuasi divina, un fuera de campo de los que hacen historia y la más concentrada expresión de la duda moral en el músculo tenso de la mejilla de Henry Fonda.
Al tiempo que recuerda a muchos pasajes de “Las Sagradas Escrituras” con el profeta linchado hasta morir… los apóstoles, la prostituta… etc.
Por otra parte, la puesta en escena recuerda por momentos más a un “film noir” que a un “western” convencional, con la excelente fotografía en blanco y negro que le da un tono tenebroso que encaja con la tensión que se palpa en todo momento, la continua sensación de que esa muchedumbre va a matar a esos 3 hombres sin saber si son culpables realmente, y la impotencia de saber que ningún representante de la justicia los detendrá.
Wellman, con su cámara casi invisible, pero sutilmente utilizada, nos acerca a una galería de personajes de la más diversa índole, realizando un excelente estudio del ser humano en prácticamente todas sus facetas, y como éste responde a situaciones límite.
De esa manera, la película rompe esquemas desde el momento en el que no ofrece una sola concesión al sufrido espectador, el cual tiene un nudo en la garganta casi desde el inicio.
Henry Fonda, que había presenciado de niño las consecuencias de un linchamiento, se aseguró de que cierta frase que le dijo su padre se introdujese en el guión:
“El linchamiento es el negocio de cualquier hombre que hay alrededor”, sentencia en cierto momento su personaje, y con ello expresa lo cotidiano del hecho en sí, lo que lo hace aún más terrible; y las razones que llevan a los hombres a cometer un acto tan brutal, son de una enorme variedad:
Desde la pura diversión, atención al personaje que está todo el tiempo bromeando con una soga, hasta los deseos de venganza, con la mayor parte de los personajes desean vengar la muerte de un hombre muy querido en el pueblo, y esto es utilizado de excusa para paliar la impotencia que sienten por ser víctimas de continuos robo de ganado, el principal medio de subsistencia de la zona; pasando por los meramente racistas, donde uno de los 3 hombres apresados es un mexicano de turbio pasado, por lo que todas las miradas están concentradas en él; o los de demostrar la fuerza sólo porque se posee, como El Oficial que no quiere que su único hijo tenga sensibilidad, y decide hacerle un hombre obligándole a tomar parte en el linchamiento o bien porque se sabe que puede ser homosexual; hasta los del temor a ser inculpado, como el amigo del personaje central que teme por esa mala suerte durante todo momento, etc.
Los bajos instintos hacen presencia en ciudadanos respetables, convirtiéndolos en algo tan abominable, que ni siquiera hay palabras para describirlo.
El filme también incluye como tema principal, al igual que muchos otros “western”, el robo del ganado; pues no hay que olvidar que en esta época, gran parte de los ingresos que obtenían las ciudades del oeste, eran por la venta y transporte de reses.
Así, el robo sumado al asesinato de un amigo, hace que aumenten los deseos de venganza de la muchedumbre; pero The Ox-Bow Incident es por encima de todo, la anatomía de un linchamiento, la descripción de los mecanismos psicosociales que conducen a los miembros de una comunidad presuntamente civilizada a formar una partida armada, o “Posse” en la terminología del “Far West”, para tomarse la justicia por su mano, donde cada uno con su propia motivación a cuestas:
Aburrimiento, curiosidad, miedo, xenofobia, racismo, irresponsabilidad, sed de venganza o, como en el caso del chico al que su padre lleva consigo en la patrulla, “Para que se haga un hombre”
Por ello, en la película abunda en el tema de la violencia instintiva y la culpa colectiva, al igual que lo hacía “Fury” (1936); pero faltaba aún mucho tiempo para que apareciesen en el cine los justicieros individuales, con o sin licencia, que pueden fecharse en la primera mitad de los años 70, cuando arrancan las sagas de “Dirty Harry” de Clint Eastwood, y de ahí la excepcionalidad de este planteamiento, sumamente crítico y revelador.
Como fórmula, esta es una atractiva historia de vaqueros, que reúne muchos de los elementos de un tradicional “western”, pero que se vuelve más complejo e interesante con elementos nuevos, como los controversiales enfrentamientos, la evidente disyuntiva ética, la masa embrutecida que no escucha razón, que busca lo que considera justicia por un crimen, aunque irónicamente termina siendo la autora del único crimen cometido.
Tiene su dosis de romance, aunque bastante efímera, con la única mujer del pueblo, que es atractiva y femenina, que tiene su historia aparte con lo más cercano a héroe en la cinta.
Notar que hay 2 mujeres mayores, muy parecidas en el vestuario que son las “sufridas” por el Oeste, y una mujer “machorra” que puede ser lesbiana, que es más hombre que todos los del pueblo.
También está presente la discriminación racial, en la figura del mexicano, aunque con cierto disimulo, todo este “background” enriquece y torna más apreciable a la cinta, la vuelve más compleja y rica que un “western” convencional, con sus elementos históricos, también correctos, las controversias ya mencionadas, para un filme que no en vano fue nominado al Oscar más importante, el de Mejor Película del Año; y que hasta llegó a tomar elementos homofóbicos, siendo muy adelantada para la época.
El magnífico reparto hace que el film adquiera más fuerza aún, ya que es una película basada totalmente en los personajes y el diálogo, más que en la acción; tanto de los protagonistas como los secundarios, entre los que destacan el viejo Coronel y su hijo, al que pretende convertir en un hombre, obligándole a participar en el linchamiento.
De hecho, pese a que su protagonista es Henry Fonda, en realidad se trata más de una obra de protagonismo colectivo que centrada en la figura de un héroe.
Fonda, en el papel del sesudo defensor, la voz de la razón a la que nadie quiere escuchar, pues el humano es inteligente, pero la masa es estúpida, como queda evidenciado en la película; es un cowboy del lugar, que al principio aparece como un irreflexivo camorrista de salón, pero que acaba por plantar cara a la chusma.
El héroe de Wellman, se encuentra siempre confrontado a unas situaciones perturbadoras, nada tranquilizantes para el espectador; y frente a un mundo incierto, tanto bajo el punto de vista moral como de la aventura, privado de la seguridad física y de la buena conciencia inherente al héroe tradicional; sólo puede encontrar su camino y actuar a través de una serie de dudas y de renuncias.
Henry Fonda, actor interpretativamente hablando muy parecido a Eastwood; Harry Morgan, Dana Andrews, Anthony Quinn, Frank Conroy, Jane Darwell, William Eythe y Harry Davenport, entre otros, realizan apasionadas interpretaciones que terminan de redondear el producto.
Andrews, que da vida a uno de los 3 inculpados por el furioso populacho, ofrece uno de los momentos más inolvidables de la película; aquél en el que le dejan escribir una carta para su mujer, la cual quedará viuda por culpa de un estúpido malentendido.
Dicha carta estará presente en el último tercio del film, como un elemento secundario, hasta que Fonda la lee en presencia de todos los que han cometido la barbarie; de hecho, Eastwood hace algo parecido en “Letters From Iwo Jima” (2006), cambiando de contexto la situación, pero con idéntica intención.
En ese instante, la planificación de Wellman alcanza momentos sublimes, enfocando los rostros, y con ellos los pensamientos de todos los presentes, en un montaje que bien recuerda a La Última Cena, incluso cuando tiene que enfocar a Fonda, le oculta los ojos, esos que se negaron a ver lo evidente, con el ala del sombrero de su compañero.
Nunca un plano fue tan sutil y expresivo, y tremendamente poderoso.
Como dato, el papel de Gil Carter, interpretado por Henry Fonda, fue ofrecido originalmente a Gary Cooper, quien lo rechazó; y es que Fonda estaba generalmente descontento con la calidad de las películas en las que actuó mientras estaba bajo contrato con 20th Century Fox; y esta fue una de las 2 películas de ese período en las que se entusiasmó por actuar, la otra fue “The Grapes of Wrath” (1940); y curiosamente, los guionistas no crearon en la figura de Henry Fonda un protagonista justo y valiente en que el público pudiera apoyarse, de hecho, su papel como protagonista es más de observador que de participante.
Si se une a la multitud, es para evitar que recaigan sospechas sobre él y su amigo, y no es hasta el final cuando empieza a creer que debería rebelarse contra ese linchamiento.
En la pantalla, Henry Fonda era el hombre común superado por las circunstancias.
No era un héroe de acción o un galán romántico; y cuando Fonda hacía películas de vaqueros, sus personajes tenían la misma integridad moral.
El compromiso de Henry Fonda con esta película, se debió en parte a que a los 14 años había presenciado el linchamiento de Will Brown en Omaha, Nebraska, el 28 de septiembre de 1919.
Y se supo que durante este rodaje, Fonda no se quitó la ropa, incluso durmiendo en ellas para ayudar a transmitir una sensación auténtica; de esa manera, él consideraba esta película, como una de sus favoritas; y después de completar la filmación, se alistó inmediatamente en La Armada de los Estados Unidos durante La Segunda Guerra Mundial, en la que sirvió hasta 1946; tanto que al final de los créditos se muestra en la pantalla un anuncio de bonos de ahorro de guerra de EEUU; que dice:
“15,000 cines están vendiendo bonos y bonos de ahorro de la guerra de los Estados Unidos.
Compre los suyos en este teatro”
Mención especial, nuevamente merece el actor Dana Andrews, que interpreta de manera intensa y conmovedora a un vaquero de nombre Donald Martin, a quien un grupo linchador lo toma como culpable junto a 2 compañeros más de un supuesto asesinato y robo.
Andrews, sin duda realiza el papel más impactante en este film, basta con ver su cara, sus expresiones y emociones… porque el grupo que desea lincharlo, le concede que pueda despedirse de este mundo, escribiendo una carta a su esposa e hijos, carta donde se resume el mensaje concienciado y crítico del film, como si fuera “una oración en el huerto de los olivos”, según el cual, el ser humano no puede tomarse la justicia por su mano, porque “La ley no es sólo palabras en un libro, ni jueces ni comisarios con el poder de hacerla aplicar; son las múltiples verdades que Dios reveló a la Humanidad sobre el bien y el mal; es la conciencia recta y bien formada y no habrá paz ni civilización verdadera si el hombre no las acepta porque las lleva en el alma que es la imagen y semejanza de Dios; y por eso la conciencia recta desde el principio de la Humanidad ha sido siempre la misma”
Por otra parte, Sara Allgood fue elegida originalmente para el papel de “Ma” Jenny Grier, pero fue reemplazada por Florence Bates; pero esta fue herida en una escena a caballo, y fue reemplazada por Jane Darwell, quien aparece en la película terminada.
Darwell, asidua en numerosos “westerns”, y ganadora del Oscar a La Mejor Actriz de Reparto por “The Grapes of Wrath” (1940), que por una vez no encarna aquí a una de sus entrañables matronas de “rompe y rasga”, sino a una mujer sedienta de sangre, totalmente contraria a su oscarizado personaje; siendo más hombre que muchos de los allí presentes; pues ella encabeza el liderazgo, no sin censurar, con voz particularmente estruendosa ante la falta de hombría en los participantes, tanto que lanza el fuetazo a los caballos, cual hombre; y de este modo, el personaje de Jenny va ocupando un lugar central cada vez más dinámico en el filme, frente a la numerosa horda de linchadores.
Y refuerza en ella la voluminosa corpulencia y la vestimenta, nada femeninas de Ma; su edad que parece ser más avanzada que la de los más viejos del grupo; el volumen vocal particularmente elevado de sus intervenciones verbales; el singular graznido animalesco mediante el que comenta los diálogos que tienen lugar entre los hombres; y curiosamente, la risa entre alcoholizada y hombruna que emite lejos del grupo, visualizable en pantalla, que suena como si estuviera contando chistes de hombre, escondida tras los arbustos, junto con el más chismoso, vulgar y mezquino del grupo.
La conceptualización del cineasta, en cuanto a las mujeres, podría dar una idea de cierta realidad social en un pequeño villorrio perdido del Oeste.
No hay cabida aquí para una heroína propiamente dicha, sino una serie de caracteres femeninos esquematizados que podrían representar las difíciles condiciones en que muchas de ellas probablemente se encontraban, como la ama de llaves y la dama de compañía.
Sin embargo, estos perfiles de mujer recuerdan que el Oeste no fue ni en sus éxitos ni en sus fracasos, un asunto únicamente de cowboys, sino que las mujeres, en las condiciones, situaciones y oportunidades que vivían, formaban una parte de La Conquista del Oeste digna de ser analizada.
Personajes ficcionales todas ellas, ya fantasías o espejismos, ya reales, las mujeres de este filme implican la desidealización de la heroína absoluta de “western” que hasta son deseables de manera sexual violenta a través de la pintura del salón, etc.
Notable es también la intervención de un joven Marc Lawrence como Jeff Farnley, un villano arquetípico del “Cine Negro”, con su cara picada de viruela, y que desarrolló una larga carrera, especializándose en hampones, y llegando a intervenir incluso en un par de películas de “James Bond”
Mientras Anthony Quinn deja ver su arrolladora personalidad como un mexicano intrigante; y Francis Ford, hermano del director John Ford, que trata de sobrevivir, desesperado, hasta el final.
Pero Quinn tiene un rol notable, que resume a negros y chinos discriminados en la historia de EEUU; representado como un montaraz, que aparenta ignorancia, pero en el fondo es un individuo astuto, que también termina siendo ejecutado injustamente.
Terreno privilegiado del maniqueísmo racial, el “western” había dado ya algunas muestras de mala conciencia con respecto a los “no-blancos”, a los extranjeros y de orientación sexual diferente.
Del grupo de linchamiento, que los son todos menos “7 justos”, que lejos de dar la imagen de las sanas y rústicas virtudes acordadas en grupo a los habitantes del viejo Oeste, aparecían ante el público como un grupo de hombres irresponsables y despiadados, aplastados por las consecuencias de un acto bárbaro, que había dictado un ostracismo exacerbado, muy cercano al racismo.
La población de los Estados Unidos durante La Conquista del Oeste, considerada hasta entonces con el respeto debido a la leyenda, se revelaba capaz, como todo grupo social en una situación determinada, de los peores atropellos y de los actos más bajos.
La justicia, en principio garantía del Orden y de La Verdad, aparecía también tal y como era, no una esencia, sino una institución establecida por y para los hombres, y como éstos, contingente y relativa al segundo plano social, sea sociológico, étnico, religioso… hasta sexual, que la había visto nacer.
Así vemos que la cena está llena de risotadas y manifestaciones hueras de falsa alegría o mofa, evidencian el cinismo y el despropósito que imperan en la parte mayoritaria del grupo.
Los oídos sordos a los argumentos sensatos y prudentes de los disidentes, ponen de manifiesto la ceguera y la ausencia de ecuanimidad con la que algunos quieren impartir justicia; ante el silencio de los 7 justos...
¿Acaso sería los 7 Pecados Capitales?
El film aporta diversos elementos a partir de los que se pueden deducir explicaciones particulares de los motivos profundos que impulsan a algunos a comportarse desatinadamente:
El antiguo mayor descubrió sus tendencias sádicas durante La Guerra de Secesión y no ha podido superarlas.
La anciana Ma, arrastra profundas insatisfacciones personales y frustraciones psicológicas perturbadoras, tal vez hasta sexuales evidenciando el prototipo lésbico.
Los vaqueros Art y Gil, son conscientes de lo que ocurre, pero callan mucho a cambio de falsos sentimientos de aceptación e integración en el grupo; para no ser linchados por ser “nuevos”, y “formar parte de…”
Nuevamente El Mayor Tetley, antiguo confederado, mezquino y sanguinario, obsesionado en hacer duro a su sensible hijo; un afeminado descubierto por Dana Andrews, que se siente atraído por Anthony Quinn, y que se muestra partidario de su presunción de inocencia.
Los intentos de su padre, por “hacerle un hombre” forzándole a formar parte de los perseguidores, terminan en contra del progenitor que se ve obligado a suicidarse después de comprobarse que los ajusticiados eran inocentes.
Su ejecutor, el hombre tanto bajo el punto de vista individual como colectivo, perdía el aura de infalibilidad física y moral de los jinetes del Oeste mítico.
Ese dirigente del drama, el responsable principal de un asesinato legal, personaje de exaltación peligrosa y dudosa, era una figura legendaria grata al inconsciente colectivo, la del oficial sudista, a la vez aristócrata y unido al pueblo, campeón por excelencia de las causas justas, pero perdidas, como la del Sur.
The Ox-Bow Incident, mostró que bajo la imagen romántica podía encontrarse un mortal semejante a los demás y capaz, al igual que ellos, de los peores actos en unas circunstancias dadas; o el alcohólico del pueblo que sólo se siente parte del grupo en estos momentos sanguinarios.
Ese juez pusilánime, o ese hombre que vive traumatizado porque vio el linchamiento de su hermano y encuentra consuelo en la religión.
O esa chica de salón, que era la chica de los sueños de uno de los vaqueros… que no espera al héroe sino que prefiere abandonar ese pueblo y marcharse bien situada a la ciudad.
O el vaquero que quiere vengar al amigo muerto de manera ciega con una insaciable sed de venganza… porque quizás no tenga otra cosa que hacer…
O por último, el hombre de color, más empático por una situación que le es conocida.
Más allá de su crítica a las masas, Wellman reflexiona sobre el deber individual, sobre nuestra propia responsabilidad como entes independientes y con sentido crítico ante situaciones que consideramos injustas, y en las que no contamos con el visto bueno de la llamada “opinión pública” concepto confuso y siempre polémico; y nos hace reflexionar sobre si es ético quedarnos de brazos cruzados ante una situación que consideramos injusta, por miedo al qué dirán, o buscando un supuesto bien mayor como reputación social, aceptación de los demás, beneficio económico, cultural, etc.
Como “error” de producción, a pesar de ser descendiente de mexicanos, Juan Martínez contesta repetidas veces “No sabe” a las preguntas.
La conjugación correcta de “No sabe” es “No sé”
Al final, hay 4 muertes:
3 ahorcados y un suicidio.
Definitivamente, Wellman es un maestro tal que hace que el espectador se desespere, junto a los reos, hasta que llega el momento culminante… el momento del linchamiento, que lo ejecuta brillantemente fuera de cámara.
No hace falta… la intensidad dramática ha llegado a tal nivel que vivimos el “incidente” de manera dura y terrible.
Las 3 sogas, el árbol, los caballos… su presencia nos ha ido horrorizando y enloqueciendo durante la espera; y nos damos cuenta de ese oscuro Oeste sin ley con la injusticia por compañera.
Otra escena memorable, es cuando se traza una línea, la cual deben de atravesar si quieren que los acusados tengan un juicio justo, la mayoría decide, pero solamente 7 personas cruzan esa línea, “la delgada línea de la justicia”
La tensión de la película crece en interés, donde el espectador espera hasta el último momento que llegué alguien que salve a los acusados de la horca…
Y la espeluznante y terrorífica muerte de ellos, donde vemos una sombra de los cuerpos colgando…
Una escena que no se olvida fácilmente.
La llegada del sheriff donde cuenta que han sentenciado a 3 hombres inocentes, y nos deja una sentencia para el recuerdo:
“La ira lleva al acto infame.
El acto infame lleva hasta el remordimiento.
El peso de la culpa es infinito y no prescribe.
Que Dios se apiade de vosotros.
Yo no tendré piedad”
Y la última secuencia de la película te deja helado e impresionado, la imagen de las caras de los linchadores de abatimiento, de arrepentimiento, de vergüenza y de desolación por haber colgado a 3 hombres inocentes, no es necesario decir nada más, las caras lo dicen todo.
Pese al inevitable discurso final moralista, las imágenes ya lo dicen todo.
Esos maravillosos planos de los personajes llegando al bar del pueblo en completo silencio, casi avergonzados de mirarse entre ellos.
El tardío arrepentimiento después de haberse dejado llevar por sus instintos...
Aunque es un “western” menor a nivel de popularidad, la visión que da del mítico pasado es mucho más cínica y sincera que la de muchos otros films de la época.
Y lo que es peor, lejos de ser una simple crítica de un tiempo pasado, era también un espejo de algo que aún subyacía en la sociedad actual.
Por ello es una película inseparable de su contexto histórico y político, realizada en plena Segunda Guerra Mundial, cuando las democracias occidentales luchaban contra el totalitarismo, aunque a su vez aliadas con otro totalitarismo de Stalin; y que toma un decidido partido por el cumplimiento de la ley con todas las garantías, censurando que alguien pueda tomarse la justicia por su propia mano, impulsiva e irreflexivamente, como tantas veces debió de ocurrir en la realidad.
Fue también una película incómoda, con un mensaje demasiado perturbador, que ofrecía al público un sombrío retrato de una época hasta entonces habitualmente glorificada en el folclore para el que La Conquista del Oeste, el mito de “La Frontera”, constituían un jalón decisivo dentro del desarrollo de la civilización, con una valoración globalmente positiva, un discurso que el propio género se encargaría paulatinamente de poner en tela de juicio y desmontar, mostrando cómo se había llevado a cabo realmente todo el proceso, anárquicamente, mediante el engaño, la violencia y el expolio, hasta el momento en que se estableció por fin un cierto entramado legal, que garantizase mínimamente la propiedad y la justicia, aunque con no pocas limitaciones.
Pero tal vez, el año de 1943 era un fecha demasiado temprana para que el público, con el país en medio de la guerra más intensa y extensa librada hasta entonces pudiera reflexionar de una manera crítica acerca de los aspectos más negativos de su sociedad, y de la manera en que esta se había construido, en buena medida sobre la ignorancia, la intolerancia y el odio.
Por eso, The Ox-Bow Incident no tuvo ningún éxito, y fue bastante silenciada en su momento, pese a haber sido nominada en la categoría de “Mejor Película”
Por último, la banda sonora de Cyril J. Mockridge, contribuye eficazmente a la creación del clima descabellado y deprimente de la acción; y añade las 3 canciones del repertorio de Gil Carter.
“God better have mercy on you.
You won't get any from me”
El inconsciente humano es mucho más poderoso que su consciente, aunque no debería ser así porque, en el primero hay impulso y en el segundo hay razón.
En el inconsciente se esconde todo lo que teme salir a flote y cuando escapa, suele proceder sin medir las consecuencias; es entonces cuando se hace daño a otros, porque necesitamos culpables para poder aliviar el enorme peso que nos atormenta.
De aquí, la gran atracción que se tiene por los noticieros y las telenovelas, pues sirven de mecanismo de proyección y de “catarsis”
En estos espacios, abundan los acusados, y que nos digan que alguien fue exonerado de aquello por lo que se le juzgaba…
¡Qué gran decepción!
¡Tenía que haber sido culpable!
¡Por algo lo detuvieron!
Un hombre que se siente así, no es precisamente malo ni perverso, sólo está enfermo por los errores el pasado; y las injusticias, a veces atrocidades que comete desde entonces, obedecen al miedo de sentirse descubierto porque, en lo más hondo de su conciencia, algo le dice que la impunidad no existe.
Entonces, hay que tapar, tapar y tapar… aunque sea convirtiéndose en verdugo de otros, para tener así la careta del justiciero.
Quien no puede mejorarse a sí mismo, se dedica a condenar a los demás...
Por ello The Ox-Bow Incident es una película redonda, porque muestra la fuerza de esos directores pioneros que crearon filmografías maestras.
William A. Wellman probó todos los géneros, y dominó el lenguaje cinematográfico a la vez que se inventaba; y esta vez muestra el otro Oeste, no el épico, sino uno realista y oscuro; un mundo duro y sin concesiones; y para ello toma como base el material literario de Walter Van Tilburg Clark con el cual quedó subyugado.
Wellman luchó como un titán para que en un sistema de estudios le dejaran realizar un “western” de autor, y junto a Henry Fonda, ambos lo lograron.
Aunque tuvieron que sacrificarse y realizar otras películas sin rechistar; y cuando les preguntaban a ambos de qué películas de sus carreras cinematográficas se sentían orgullos, en sus listas se encontraba siempre The Ox-Bow Incident.
Y si “Stagecoach” (1939) es la primera obra maestra del “western clásico”, sentando unas cuantas bases, The Ox-Bow Incident le sigue los pasos muy de cerca, con una mayor complejidad psicológica y un discurso muy bien articulado, que en plena Segunda Guerra Mundial apuesta decididamente por el diálogo, la reflexión y las garantías judiciales inherentes a un moderno estado democrático, frente a las conductas meramente instintivas e irracionales, propias de una sociedad tradicional y atrasada.
Y lo hace utilizando unos recursos formales de manera sobresaliente, tanto en lo que respecta a la fotografía, la puesta en escena, la música o las interpretaciones, con una multiplicidad de tipos humanos concentrados en torno a uno de esos incidentes que debieron darse a miles en #El Lejano Oeste”, cuando los conceptos de “Ley y Justicia” se abrían paso laboriosamente en una tierra casi virgen.
Esta premisa argumental, recuerda con creces a varios de los films de Eastwood; con sus continuas críticas hacia el sistema judicial, las tardanzas y las argucias legales con las que peligrosos delincuentes pueden salir en libertad, hacia la aplicación de la ley, casi siempre con retraso, y sobre todo a la vagancia popular y administrativa, no haciendo nada por impedirlo, tienen su origen en esta poderosa película, cuyo visionado es de los que no se olvidan.
Porque no sólo narra una historia, además invita a la reflexión, remueve conciencias, y deja ese mal sabor que dejan las grandes obras, al estamparnos delante de nuestras narices lo mísero, débil y cobarde que puede llegar a ser el ser humano; así William A. Wellman nos abofetea con la verdad, y eso es algo que siempre le ha gustado hacer al director oscarizado Eastwood, al contarnos historias tan humanas que duelen.
Hoy, The Ox-Bow Incident es unánimemente considerada como un hito de capital importancia dentro de la evolución del “western”, por hacer gala de unas preocupaciones de tipo moral y filosófico como hasta entonces no se habían visto en un género que muchos consideraban únicamente como un divertimento, pero que a través de su larga trayectoria, ofrece tal vez la visión más certera y completa de lo que es la sociedad y los mecanismos sociales, económicos, políticos, culturales que la han ido moldeando hasta llegar a lo que es hoy.
Y en eso el film de Wellman fue pionero; y hoy permanece como uno de los títulos clave en la evolución del género, por su valentía en mostrarnos, y en fecha tan temprana como 1943, un aspecto de la historia y la mentalidad para nada ejemplar.

“My dear Wife, Mr. Davies will tell you what's happening here tonight.
He's a good man and has done everything he can for me.
I suppose there are some other good men here, too, only they don't seem to realize what they're doing.
They're the ones I feel sorry for.
'Cause it'll be over for me in a little while, but they'll have to go on remembering for the rest of their lives.
A man just naturally can't take the law into his own hands and hang people without hurtin' everybody in the world, 'cause then he's just not breaking one law but all laws.
Law is a lot more than words you put in a book, or judges or lawyers or sheriffs you hire to carry it out.
It's everything people ever have found out about justice and what's right and wrong.
It's the very conscience of humanity.
There can't be any such thing as civilization unless people have a conscience, because if people touch God anywhere, where is it except through their conscience?
And what is anybody's conscience except a little piece of the conscience of all men that ever lived?
I guess that's all I've got to say except kiss the babies for me and God bless you.
Your husband, Donald”



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