Germania, anno zero

“Questo film, girato a Berlino nell'estate del 1947, vuole essere solo un ritratto oggettivo e fedele di questa grande, quasi totalmente distrutta città in cui 3,5 milioni di persone vivono una vita terribile e disperata, quasi senza accorgersene.
Vivono come se la tragedia fosse naturale, non per forza o fede, ma perché sono stanchi.
Questa non è un'accusa o anche una difesa del popolo tedesco.
È una valutazione obiettiva.
Eppure, se qualcuno, dopo aver visto la storia di Edmund Koeler, sente che qualcosa deve essere fatto, che i bambini tedeschi hanno bisogno di imparare di nuovo ad amare la vita, allora gli sforzi di coloro che hanno fatto questo film saranno ampiamente ricompensati”

El “cero” (0) es el signo numérico de valor nulo, que en notación posicional ocupa los lugares donde no hay una cifra significativa; y utilizándolo como número, por ser la expresión del valor nulo, nada, nadie, ninguno... puede dar lugar a expresiones indeterminadas, o que carecen de sentido.
Europa, concretamente Alemania, más aún, Berlín en 1947; antes de La Segunda Guerra Mundial siempre se creyó el centro del mundo… pero conoció guerras, unas más cortas, unas más largas, por la primacía en el continente; y nunca conoció una guerra tan devastadora como La Segunda Guerra Mundial, donde muchas ciudades quedaron en ruinas, incluso algunas se abandonaron; millones de personas perdieron la vida; e hizo falta algo más que el esfuerzo para salir de esta jungla de ruinas, hizo falta la fe hacia un futuro mejor.
Y es que tras la guerra, el hambre, las enfermedades y la miseria barrieron Europa durante casi una década, incluso después de la llegada del Plan Marshall; y a mediados de 1960, Europa pudo empezar a levantar cabeza.
Pero los primeros años de la ocupación Aliada y la división de Alemania en 4 zonas de influencia, conllevaron un traumático desenlace del que no todo se ha contado siquiera 60 años después…
La historiografía occidental, que ha sido la principal en tratar estos temas, ha olvidado dedicar unas míseras líneas a los aspectos sociales que marcaron el final de la guerra, fueran del bando que fueran; y en las últimas décadas y tras la Reunificación Alemana en 1990, se está empezando a poner de relieve y de forma taimada la otra versión, aquella que habla de familias destrozadas, de ciudades convertidas a escombros, donde la maniquea visión “buenos y malos” empieza a difuminarse, y sólo vemos a personas desnudas ante un futuro difícil de encarar; donde lo peor que le puede pasar a un pueblo, es perder la fe en sí mismo, y eso es precisamente lo que le pasó a los alemanes.
La guerra les había dejado sin nada más que el sabor de haber sido engañados por políticos e ideólogos que a la hora de la verdad, les habían dejado tirados.
Y cuando un pueblo ya no cree en sí mismo, tiene que tomar la drástica decisión de levantarse o morir; siendo los niños los primeros perjudicados en un conflicto bélico, o de crisis social.
Así, tras la destrucción de toda Europa tras La Segunda Guerra Mundial y la división del mundo en 2 bloques dando origen a La Guerra Fría:
¿Quién se acordaría de las personas, de los desfavorecidos, de todos aquellos que, lejos de ideologías políticas lo pasaron mal?
“Das Land ist ausgelöscht, die Gebäude sind verfallen und die Menschen sind verwüstet”
(El país está borrado, los edificios están en ruinas y la gente está desolada)
Germania, anno zero es un drama italiano del año 1948, dirigido por Roberto Rossellini.
Protagonizado por Edmund Moeschke, Ernst Pittschau, Barbara Hintz, Franz-Otto Krüger, Alexandra Manys, Erich Gühne, entre otros.
El guión es de Roberto Rossellini, Carlo Lizzani y Max Colpet, sobre una idea de Basilio Franchina; que explora la herida dejada por el nazismo, que afectó de forma terrible y profunda a una generación muy joven; y tiene ciertas similitudes con films que retratan de una forma, más o menos similar, la pérdida de la inocencia y la madurez premeditada de un niño.
El director Roberto Rossellini no trata de buscar ni hallar culpables, sino sólo mostrar las terribles consecuencias de la guerra en la sociedad alemana, a la que no concede ningún halo de esperanza.
Rossellini, que comenzó su carrera bajo la dictadura de Benito Mussollini, fue un cineasta clave del siglo XX, y fundador de la modernidad fílmica, considerado “Padre del Neorrealismo”, un movimiento cinematográfico que surgió en Italia durante los años 40 como reacción a la posguerra, y cuyo objetivo era mostrar las condiciones sociales más auténticas y humanas.
Hablada en alemán, inglés y francés, Germania, anno zero es parte de una trilogía “no oficial” realizada por el director sobre la posguerra, a la que pertenecen también:
“Roma città aperta” (1945) y “Paisà” (1946) aunque estos fueron rodados en Italia; y como en muchas películas neorrealistas, Rossellini usó principalmente actores locales no profesionales; filmó en lugares en Berlín, y tuvo la intención de transmitir la realidad en Alemania el año después de su destrucción casi total en La Segunda Guerra Mundial; por lo que contiene imágenes dramáticas del bombardeo de Berlín, y de la lucha humana por la supervivencia tras la destrucción de la Alemania nazi.
Al explicar sus ideas sobre el realismo, el director dijo:
“El realismo no es otra cosa que la forma artística de la verdad”
Y por ello, la película está dedicada a Romano Rossellini, el hijo de Roberto Rossellini que murió prematuramente en 1946.
Ya al inicio hay una cita que dice:
“Esta película, rodada en Berlín en el verano de 1947, solo pretende ser un retrato objetivo y verdadero de esta ciudad grande, casi totalmente destruida, donde 3,5 millones de personas viven una vida terrible y desesperada, casi sin darse cuenta.
Viven como si la tragedia fuera natural, no por fortaleza o fe, sino porque están cansados.
Esto no es una acusación o incluso una defensa de los alemanes.
Es una evaluación objetiva.
Sin embargo, si alguien, después de ver la historia de Edmund Koeler, siente que hay que hacer algo, que los niños alemanes deben volver a aprender a amar la vida, entonces los esfuerzos de los que hicieron esta película serán enormemente recompensados”, toda una declaración de principios y de intenciones que hay que tener en cuenta, pues el rechazo a las ideologías totalitarias y el reconocimiento de que el film no pretende juzgar al pueblo alemán, sólo exponer la constatación de unos hechos y que el autor se sentiría satisfecho, si con este film consiguiera que los niños volvieran a amar la vida, y luego comienza con el título:
“Esta película está dedicada a la memoria de mi hijo Romano.
Roberto Rossellini”
Germania, anno zero es tanto un documental como un viaje alucinatorio por una ciudad de la edad de piedra, el ejemplo perfecto de que una película realista también puede contener fantasía, por lo que merece reconocimiento por empatizar con los alemanes corrientes tras la caída del fascismo, así como por capturar las ruinas de un Berlín bombardeado antes de su reconstrucción; y como dato, con motivo de la proyección de esta película en el Royal Filmmuseum de Bruselas, recientemente rediseñado como “Cinematek.be”; el 7 de septiembre de 1997, el programa citó al cineasta belga, Henri Storck, diciendo:
“Es un secreto bien guardado, pero durante el rodaje en Berlín, Marlene Dietrich, desesperadamente enamorada, fue la secretaria, mecanógrafa y traductora de Rossellini”
Además, la película tuvo una restauración en 2013, a través de la Cineteca di Bologna.
La acción transcurre en Berlín, ciudad devastada por los bombardeos y ocupada por tropas aliadas.
Allí, Edmund Kohler (Edmund Moeschke) es un chico de 12 años que intenta ayudar a su familia, y sale en busca de dinero por la calle vendiendo objetos de valor.
Su padre (Ernst Pittschau) está muy enfermo, y necesita reposo constante; y su hermana Eva (Ingetraud Hinze) es acusada falsamente de prostituirse para los soldados extranjeros; por lo que Edmund acaba uniéndose a un grupo de jóvenes delincuentes, y a una joven huérfana, sexualmente precoz.
Deambulando por las calles, Edmund se reencuentra con un antiguo profesor, Herr Henning (Eric Gühne), claramente retratado por Rossellini como un pedófilo, debido a la forma exagerada con la que muestra interés y acaricia al joven…
El profesor le pide que venda un disco con un discurso de Hitler en el mercado negro y, como recompensa, le da un objeto del mismo valor.
Al ver cómo la salud del padre se deteriora, decide pedir ayuda a Henning.
Este, sin embargo, le responde diciendo que en tiempo de tanta dificultad debe imperar la ley del más fuerte, y que mejor sería que muriese…
El discurso, de tintes nazis, del profesor junto con las quejas del padre que se siente un estorbo para todos los que lo rodean, lleva a Edmund a pensar que su deber es matarlo y, por eso, envenena su comida.
Edmund le cuenta a Henning lo que hizo, y este recibe la noticia por horror, y lo echa de su casa negando cualquier responsabilidad en lo ocurrido.
Finalmente Edmund vaga por las calles sin rumbo... no logra jugar con los otros niños que lo rechazan; e una iglesia y agacha la cabeza apesadumbrado.
Luego llega a su calle, con edificios en escombros, y sube a lo alto de un edificio en ruinas frente a su casa, donde se pone a jugar con un pedrusco como si fuese una pistola, disparándose a sí mismo en la frente, y luego imitando los disparos de la guerra; desde lo alto ve cómo llega a su casa un camión a recoger el cadáver de su padre; mientras sus hermanos, que ignoran dónde está, gritan en la calle llamándole para que vaya al entierro.
Edmund no responde, y se retira de la ventana sin que le hayan visto.
Sus hermanos y vecinos se van; Edmund se asoma y mira una última vez su casa, y se suicida tirándose desde lo alto del edificio.
El maestro Rossellini crea una película terrible, virulenta, amarga y a la par bellísima; reflexión de inaudita dureza sobre los horrores de la guerra; donde de la audacia formal y la perfección estética, nace la mirada de un director comprometido moralmente con su trabajo, inigualable; en una película fría y desoladora, y presume de tener uno de los finales más estremecedores de la historia del cine.
Es un recorrido por el mal absoluto, por el mal creado y el producto del mal mismo.
“Wir alle sterben früher oder später.
Würdest du lieber selbst sterben oder einen alten Mann leben lassen?”
(Todos morimos tarde o temprano.
¿Preferirías morir o dejar vivir a un anciano?)
El director Roberto Rossellini visitó Berlín en marzo de 1947, con una vaga idea de hacer esta película; y luego regresó a Roma, donde obtuvo los fondos de la compañía francesa, Union Générale Cinématographique, y de sus amigos Salvo D'Angelo y Alfredo Guarini; también obtuvo equipo y miembros de la tripulación de la compañía alemana Sadfi; y luego regresó a Berlín en julio de 1947 para continuar la investigación de la película, y seleccionar un reparto adecuado.
Durante ese tiempo, el director Billy Wilder estuvo en Berlín rodando “A Foreign Affair” (1948), y Wilder incluso satirizó la película de Rossellini con un personaje que se parece a Edmund… más tarde, Wilder dijo que lamentaba haber satirizado a Rossellini en su propia película, cuando había tratado de emular y copiar su estilo.
El rodaje de Germania, anno zero comenzó el 15 de agosto de 1947, sin un guión formal; e instruyó a los actores para improvisar su diálogo.
Se trataba de una película sumamente dialogada, donde los personajes hablan mucho, sea para intercambiar información, como para discutir de cuestiones más abstractas como pueden ser los valores morales.
Rossellini dirigió la película en francés, y tuvo que depender de Max Colpet para traducir para él durante el rodaje; y mientras filmaba en locaciones en las calles de Berlín, se sorprendió por la indiferencia hacia un equipo de filmación de gente en la calle que estaba demasiado preocupada por tratar de conseguir comida y sobrevivir.
Cuando Rossellini viajó a Roma durante una semana en el rodaje para pasar tiempo con su entonces amante Anna Magnani, Carlo Lizzani dirigió algunas escenas en su ausencia; y a mediados de septiembre, el rodaje de la ubicación en Berlín se completó después de 40 días, y la producción se trasladó a Roma el 26 de septiembre de 1947, para filmar las escenas interiores.
Cuando los actores alemanes llegaron a Roma, tuvieron que esperar hasta noviembre para reanudar la filmación, porque los decorados de la película no habían sido construidos.
En noviembre, los alemanes previamente desnutridos, habían ganado una notable cantidad de peso durante su estancia en Roma, y tuvieron que someterse a dietas rápidas para mantener la continuidad con sus escenas anteriores.
Después de que la filmación en Roma se completó, la mayoría de los actores alemanes no querían volver a Berlín, y algunos escaparon a la campiña italiana.
El presupuesto final de la película, fue de $115,000; y la historia se desarrolla en el verano de 1947, en un Berlín completamente en ruinas, donde 3,5 millones de personas tienen una existencia espantosa y añaden, por cansancio, la tragedia a su vida como elemento natural.
Es evidente el paralelismo con la sociedad italiana, ya sea durante el conflicto y los años de posguerra, como por las consecuencias de haber sido gobernados por un régimen fascista.
Allí, el niño Edmund Kohler vive en la devastada ciudad ocupada por los aliados de Berlín, con su padre enfermo y postrado en la cama, y sus hermanos adultos:
Eva y Karl-Heinz (Franz-Otto Krüger)
Eva consigue cigarrillos saliendo con soldados de las fuerzas aliadas, pero se resiste al consejo de sus amigos de prostituirse; mientras Karl-Heinz es el hijo mayor que peleó en la guerra, y es una carga para la familia que lucha, negándose a registrarse con la policía, y obtener una tarjeta de racionamiento, porque tiene miedo de lo que sucedería si descubrieran que peleó hasta el final.
Los Kohler y otros han sido asignados al apartamento de los Rademacher por la autoridad de vivienda, para irritación del Herr Rademacher.
Así, Edmund hace lo que puede por su familia, tratando de encontrar trabajo y vendiendo una balanza para Herr Rademacher en el mercado negro.
Por casualidad, Edmund se encuentra con Herr Henning, su antiguo maestro de escuela, que sigue siendo un nazi de corazón, y que exhibe lo que puede interpretarse como un interés pedófilo en Edmund; a lo que le da una grabación de Hitler para vender a los soldados de ocupación, confiándole a los más experimentados, Jo y Christl.
Henning le da a Edmund 10 puntos por su trabajo; y después, Edmund se identifica, mientras el joven Jo roba 40 marcos de una mujer fingiendo venderle una pastilla de jabón.
Jo le da a Edmund algunas de sus papas robadas, y deja al inexperto muchacho con Christl, a quien otro miembro de su pandilla describe como “un colchón que dispensa cigarrillos”
Después de que Herr Kohler empeora, Henning le dice a Edmund, que la vida es cruel, y que los débiles deben sacrificarse para que los fuertes puedan sobrevivir...
Un amable médico consigue que Herr Kohler ingrese en un hospital, donde recibe alimentos mucho más abundantes y saludables.
Esto alivia temporalmente parte de la presión sobre su familia.
Y cuando Edmund va a ver a su padre, el viejo se lamenta de su miseria…
Él le dice a su hijo, que ha considerado el suicidio, pero le falta el coraje para llevarlo a cabo, y le dice que es una carga, que sería mejor si estuviera muerto.
Por ello, Edmund roba algo de veneno mientras nadie está mirando… y unos días más tarde, el padre es dado de alta, y regresa a casa; a lo que Edmund envenena su té, justo antes de que la policía invada el apartamento, y Karl-Heinz finalmente se entregue.
De esa manera el padre muere, mientras su hijo mayor está bajo custodia; y todos asumen que la muerte se debe a desnutrición y enfermedad; y cuando Karl-Heinz regresa, las noticias lo aplastan.
Por los hechos, un inquieto Edmund deambula por la ciudad:
Primero se dirige a Christl, pero ella está ocupada con hombres jóvenes… y no tiene tiempo ni interés en un niño.
Acude a Henning, y confiesa que hizo, lo que el maestro de escuela había sugerido, asesinando a su padre; pero Henning protesta porque nunca le dijo al chico que mate a nadie…
Cuando Edmund intenta unirse a los niños más pequeños en un juego callejero de fútbol, éstos lo rechazan; por lo que asciende por las ruinas de un edificio bombardeado, y observa desde un agujero en la pared, mientras llevan el ataúd de su padre al otro lado de la calle.
Finalmente, después de escuchar a su hermana llamarlo, él salta del edificio a su muerte.
El personaje de Edmund, el niño, es alguien perdido, desubicado, el cual comete un gran error, y coge el camino más rápido aunque no el más acertado.
Como única justificación al hecho, podríamos decir que el chico es como una anti-tesis de los nazis por asumir su culpa, es decir, él no quiere convertirse en uno de ellos, en uno de los que han propiciado ese desastre viviente, porque él lo ve en las ruinas y en la pobreza; y sabe que una vez cruzada la línea, ya no hay vuelta atrás.
Esa es la visión desesperanzadora y trágica de un niño que es incapaz de vivir con tan tremendo pecado sobre sus espaldas, y que su mundo le ha corrompido de tal forma que es incapaz de salir de ese laberinto.
Cualquier atisbo de humanidad u optimismo brilla por su ausencia, y en lugar de ello, asistimos, a través de la historia del protagonista, a una visceral y descendente espiral de horror, rematada con un trágico desenlace.
Una historia que muestra bien a las claras, la poca esperanza de redención que Rossellini expresa hacia Alemania en su conjunto, lo cual deja en el espectador cierta sensación de revanchismo latente en forma de testimonio cinematográfico.
Y es que durante el último tramo de “Roma città aperta” (1945), uno de los generales nazi, pronuncia las siguientes y reveladoras palabras:
“Seremos aniquilados por el odio.
Todos moriremos.
No somos una raza superior”
Por ello, Germania, anno zero, sería la confirmación visual de ello; Roberto Rossellini cerraba su particular “trilogía de la libertad” con el capítulo más sombrío y desesperanzador de todos los que la forman y que, continuando con un estilo neorrealista marcado, suponiendo claramente la victoria del minimalismo de lo real, sobre lo efectista o artificial.
Unas calles desoladas, casi deshabitadas, fantasmagóricas, producto de la guerra más devastadora, sirven como escenario para mostrarnos conflictos familiares, ideales equivocados, precariedad, hambre y todo ello desde la visión de un niño, es decir, la sociedad reflejada a través del individuo único e inocente.
Germania, anno zero no solo es un retrato visual y realista de las secuelas de la guerra y de los efectos e influencia del idealismo nazi en un pequeño, sino que también es una batalla psicológica, toda ella en mutismo, y plasmada con un rotundo realismo, sin recurrir a elementos que podrían ser artificiales como la voz “en off” o el exceso de elipsis.
Un viaje a un horror real, lleno de tortura psicológica por el peso de la culpa moral y de la conciencia en un entorno devastado.
Con una gran fuerza visual de unas imágenes imperecederas y dignas de conservar como documentos para la historia, uniendo sentimiento, siendo impactante en vez de sentimentalista; y cruda realidad con una sobriedad pasmosa, la obra, formalmente es de un rigor prácticamente documental, llevando el estilo hasta el límite.
La valentía y la tremenda dificultad para rodar entre ruinas y, sobre todo, por como lo hizo, es digna de alabar; aunado a ello, el especial manejo del tiempo y el espacio, coloca a los personajes en una realidad de la cual no pueden escapar; se retrata un aprisionamiento sufrido por todos los inquilinos que viven amontonados en edificios en ruinas:
Así vemos a Karl-Heinz encerrado y escondiéndose de la realidad, de la cual, no puede huir; el padre se encuentra condenado por la enfermedad, es incapaz de ayudar a su familia, y repite hasta el cansancio sus ganas de morir por la carga que ejerce sobre sus hijos; Eva, que aunque se “distrae” por las noches, día con día se ve obligada a atender a su familia; y finalmente Edmund, que al pedir empleo le cierran las puertas, los “amigos” que encuentra son unos estafadores y ladrones; y el profesor Henning no hace más que introducirle un pensamiento que terminará con el asesinato de su padre… como si fuera toda la ideología nazi sobre el niño que representa al país mismo, que finalmente se tirará al vacío.
Lo anterior nos conduce a la falta de valores de la sociedad que tiene como problema central, la ausencia de solidaridad ante la desgracia.
El individualismo se ve mayormente remarcado en aquellos que sufren con mayor ahínco la falta de recursos:
“No creo en la ayuda de los demás.
Hoy día uno debe ayudarse a sí mismo”
Observamos la deprimente disputa por carne de un caballo muerto en mitad de la calle; incluso la falta de sutileza por parte de los vecinos de la familia de Edmund al contemplar el cadáver del padre, preguntándose si las ropas que trae puestas son de buen material o no...
En contraparte, nos encontramos con los adinerados residentes del edificio donde habita el profesor Henning.
A diferencia del resto de la población, estos individuos se encuentran más preocupados por adquirir bienes materiales; y es interesante notar que a los hombres de este estrato social, se les pinta implícita pero claramente de pedófilos, por la forma en que ven y tocan a Edmund... o bien, como los demonios que manipularon a la gente, como realmente hicieron los nazis.
Un aspecto esencial en la sociedad, son los roles de género; donde las mujeres tendrán una mayor proyección:
Las más acaudaladas, sólo están preocupadas por su apariencia; muchas de las que sufren la crisis económica prefieren vender sus cuerpos, y con suerte, escapar con algún soldado americano; mientras unas pocas continúan desempeñando el papel de buena esposa, preocupadas por su familia, y consiguiendo dinero sin llevar a cabo alguna acción reprobable, tal es el caso de la hermana de Edmund, Eva, que funge a su vez, como el prototipo “de mujer cristiana”
En cuanto a las figuras masculinas, las hay de diversos tipos:
Encontramos figuras de autoridad al interior del edificio que resguarda a los Kohler; precisamente el dueño de esa construcción, toma una actitud dominante frente al resto de las familias integradas en su mayor parte por mujeres.
Sin embargo, también hay figuras mermadas que rodean a Edmund:
Por un lado está su padre, autoridad que con cada día va muriéndose, y no le queda más que ser mantenido por sus hijos; por otro lado tenemos a su hermano Karl-Heinz, ex soldado nazi que vive acobardado y escondiéndose de las tropas aliadas, además, siempre está enfocado con tomas de picado cuando se le increpa su cobardía, e incluso Edmund lo observa constantemente desde arriba.
Un rasgo por demás interesante, que es mostrado en la sociedad alemana, son los menores.
La intermitente crisis alemana los orilla a trabajar, muchos lo harán en el mercado negro porque ahí ganan más dinero que el que les distribuye el gobierno.
La gravedad a este respecto se ve representada por las actitudes precoces y groseras que adoptan los niños a ejemplo de los mayores.
Obligados a vivir entre el robo, la mentira, la estafa y la violencia; la juventud no se ve apta para reconstruir a la nación alemana.
Así, vemos que el grado de degeneración llega hasta el propio Edmund.
Ni hablar del maestro de escuela y sus vecinos masculinos…
El aspecto de la ciudad destruida, es el protagonista principal, deprimente, pero de ninguna forma ficticia, las escenas son filmadas realmente en la capital alemana en ruinas, en 1947; donde Edmund acaba mezclándose con chicos que, a falta de opciones, venden en el mercado negro pequeños hurtos cometidos.
Entre ellos, una niña ya presenta comportamiento sexual activo.
Esto es un verdadero problema en una época en que la mayoría de las mujeres, solteras, casadas, madres etc., no tenían opción sino prostituirse para los soldados aliados.
Además, el pequeño no tiene amigos verdaderos, y su relación con la familia es frágil.
Cuando finalmente Edmund comprende el hecho cometido contra su padre, como lo hicieron muchos alemanes al denunciar a otros conciudadanos, su soledad aumenta, y comprendemos cuando un gobierno deliberadamente destroza a familias en provecho propio, sea para construir una Alemania verdadera o para crear un ejército de consumidores inconscientes.
Así llegados a la parte final, con el parricidio; al mostrar que los victimarios resultaron ser víctimas de acciones en las cuales ni siquiera se involucraron.
Veamos que Edmund es una víctima más de la ideología nazi, porque al darse cuenta de la gravedad que acaba de cometer, busca la redención, expiar su acto, quiere recuperar la inocencia, pero es inútil, incluso es rechazado por sus pares, otros niños al querer jugar con ellos; en donde vemos que la figura de Edmund es más alta que las demás, y su vestimenta lo hace ver más como un adulto...
Precisamente, ha madurado por sus actos… e intentando olvidar, se refugia enfrente del edificio donde reside, hasta que la culpa lo vence para terminar así, con su propia vida.
La crispación de casi todos los personajes de Germania, anno zero, incluido los niños o adolescentes, es un reflejo, en su estado anímico, de las graves carencias materiales, y la violencia a la que se ven arrastradas para sobrevivir.
Crispación y violencia que también empobrecen los vínculos afectivos dentro y fuera de la familia, y que pueden desembocar en parricidio y suicidio, ambos protagonizados por “el ario” Edmund.
Otro aspecto a destacar, es la predominancia del espacio público por sobre el privado:
La gran mayoría de las acciones, ocurren en las calles de Berlín, que a su vez es una ciudad en ruinas, poco amigable y peligrosa.
La calle es el lugar para obtener los productos que se necesitan, sea por medio del duro trabajo, cavando tumbas; o de los pequeños hurtos, pienso en la imagen de la apropiación de Edmund de los trozos de carbón que se caen de un camión al comienzo; o de estafas, como el “cuento del tío” con el jabón americano inexistente… o en la venta del cuerpo…
Aunque a veces, es también el espacio para la recreación, como vemos cuando Edmund se tira por una viga como si fuera un tobogán, o corretea entre las construcciones destruidas como si estuviera viviendo una aventura.
Como si se quisiera recuperar lo perdido, o hacer un viaje hacia atrás en el tiempo…
Es que el espacio público no es una mera escenografía, a manera de un lienzo ilustrado al fondo de un hipotético escenario teatral.
Muy por el contrario, se trata de espacios que determinan y condicionan las vidas que allí transcurren.
Hay una dialéctica intensa entre personaje y espacio escénico, algo que el teatro jamás podría hacer.
La mayoría de las tomas en los lugares públicos son registradas por Rossellini con planos generales, como para que se entienda que los personajes sin el escenario donde habitan, son impensables.
Incluso en los diálogos en exteriores, donde el director acerca un poco más la cámara como para que podamos ver algo mejor a los personajes involucrados, no se va más allá de planos medios, lo que permite la visión del espacio urbano donde la secuencia tiene lugar, y transforma dicho espacio en el personaje omnipresente en todas las tomas de exteriores.
Rossellini se muestra también hábil para registrar la intimidad de la vida familiar:
Son en estas escenas donde los diálogos resultan a veces abrumadores, sobre todo porque van cargados de mucha agresión.
Los personajes, más que hablar, se gritan; no porque estén sordos, sino porque siempre tienen algún reproche para hacerse o una queja dolorosa para plantear.
A pesar de que las escenas en interiores se desarrollan en espacios reducidos, todos los personajes principales de las diferentes familias viven hacinados, Rossellini logra tomas que me sorprendieron gratamente.
Estas secuencias parecen carecer de cortes, o si hay algún montaje, es invisible; y la cámara, como un espectador que pasa desapercibido, captura las escenas, desde un costado y mediante leves paneos, de manera que puede seguirse el derrotero de los personajes, que mientras hablan, se mueven de un lugar a otro de la habitación.
Así, algunos actores aparecen en un primer plano mientras conversan y luego se desplazan al fondo de la habitación, mientras la cámara gira lo suficiente para que podamos seguir al personaje, sin irse con él, como hubiera ocurrido de usarse un “travelling” convencional, o bien sin abandonar al personaje de fondo.
Pasamos así de un primer plano a un plano medio por el solo desplazamiento de los personajes en el espacio.
Esta forma de filmar, hace mucha más discreta la presencia de la cámara, más naturalista el registro, la torna un testigo respetuoso del drama que registra y parece no querer interferir en el desarrollo de la acción de los protagonistas.
Un recurso formal admirable, que forma parte de una gran película.
Y como era su costumbre, Rossellini realizó la película con no profesionales que conoció en la calle:
Él encontró a Ernst Pittschau sentado en los escalones de la entrada de una casa de retiro, y descubrió que había sido un actor de cine mudo 40 años antes.
Vio a la ex bailarina de ballet, Ingetraud Hinze de pie en una línea de comida, y se sorprendió con la mirada de desesperación en su rostro.
Franz-Otto Krüger, provenía de una familia de académicos, y había sido encarcelado por La Gestapo durante la guerra.
Otras partes más pequeñas, fueron emitidas con personas como un ex General de la Wehrmacht, un ex luchador, un profesor de literatura y de historia del arte, una modelo, y un grupo de niños que estaban aburridos de vivir en las calles.
Y para el papel principal de Edmund, Rossellini quería encontrar a un joven alemán que se pareciera físicamente a su hijo recientemente fallecido, Romano Rossellini.
Después de audicionar a varios jóvenes, Rossellini fue a una actuación del circo de Barlay, una noche para ver los elefantes; y allí vio a un acróbata de 11 años llamado Edmund Moeschke, e inmediatamente le pidió que audicionara para él.
Rossellini lo transformó:
Le peinó el cabello para parecerse a su hijo y, sorprendido por el parecido físico, inmediatamente lo eligió para el papel principal.
Y al acabar esta película, él no volvió a tener relaciones con el cine; lo mismo ocurrió con la actriz Alexandra Manys.
Por ello, Edmund Moeschke, Ernst Pittschau, Barbara Hintz y Franz-Otto Krüger, entre otros, añaden gran profundidad psicológica a la trama para dar mayor precisión al film; y para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones carentes y pobres que dejan claro la miseria de la posguerra, y más aún en la clase baja en una gran labor que junto con los derruidos decorados reales, transportan hábilmente al momento y lugar en cuestión.
Como dato, según su autobiografía, Klaus Kinski fue a una audición para una parte no especificada del filme cuando Rossellini llegó a Berlín; y afirma que después de horas de espera mientras Rossellini estaba hablando por teléfono con Anna Magnani en otra habitación, Kinski estalló en su característico enojo, y maldijo a Rossellini.
El director italiano, según se dice, fue escuchado diciendo que Kinski se estaba asfixiando:
“Chi è quello?
Mi interessa!
Fategli un provino!”
Es decir:
“¿Quién es él?
¡Interesante!
¡Haga arreglos para una prueba de pantalla!”
Sin embargo, no se puede obviar que a pesar de todo intento de cierta frialdad en lo narrativo, siempre se desliza un componente claramente ideológico en la película, y en este caso, la crítica al régimen nazi y sus consecuencias es evidente, pero no sólo conformándose con ello hay una muestra clara de cine de propaganda, en este caso pro comunista.
Tomando el concepto de “volkgemeinshaft” o “comunidad del pueblo nazi”, se nos sitúa en una casa donde, a través de un retrato exhaustivo y minimalista de sus vicisitudes, asistimos a la atomización de sus habitantes.
Una crítica que funciona en 2 vías:
Por un lado, el fracaso del comunitarismo nazi; y por otro, el fracaso del individualismo como respuesta a ello.
Una clara andanada al modelo de democracia liberal que estaba pugnando por imponerse en Alemania; y es aquí donde Rossellini obvia su retrato objetivo, y selecciona a sus personajes dotándolos de características positivas o negativas en función de su ideología, y por ello resulta un tanto maniqueo la dualidad que conforman los arquetipos más nazificados, impregnados de características negativas, tanto en palabras como incluso en aspecto físico, frente a la inocencia y desolación de sus protagonistas positivos.
Rossellini se convierte pues, en una especie de demiurgo vengativo e inmisericorde que traza un plan destinado a que comprendamos todo la dimensión del horror de posguerra, en un desenlace que funciona como metáfora perfecta del hundimiento de todo un sistema de valores.
Si retomamos los objetivos planteados al principio del film, no es seguro que sean conseguidos, ya que ni la objetividad está totalmente presente, ni la culpabilidad alemana queda absuelta, pero ello no es óbice para reconocer que el fresco histórico mostrado, resulta tremendamente aleccionador y reflexivo.
Puede que la voz “en off” no lo explicitara, pero si alguien quiere conocer los horrores de una guerra, no tiene más que visionar esta película para comprender hasta dónde puede llegar la destrucción provocada por el ser humano, o bien, lea los periódicos actuales o las noticias, pues todo lo mostrado aquí sigue pasando en algún lugar del planeta.
Y lo más impresionante es ver cómo las personas están más destruidas que los edificios, y como psicológicamente, la ideología fascista los derrotó; donde se ve la poca humanidad que queda después de una guerra así, y como las personas no se ayudan, sino que compiten por sobrevivir, pues nadie los va a ayudar…
¡Veamos Nicaragua!
Entonces:
¿Hay lugar para la esperanza?
Por supuesto que sí, enseñar la realidad cruda, no significa no tener esperanza, y el hecho nada trivial de señalar “un año cero”, significa que de ahí en adelante empieza todo de nuevo, y aunque los alemanes estén jodidos por todos lados, no queda otra que tirar para adelante.
Por último, la banda sonora de Renzo Rossellini es inquietante y turbadora en ciertas escenas para mantener al público pegado al asiento, gracias a unas melodías bellas, que añaden tristeza solo en determinadas escenas para no apoyar demasiado la trama en sonidos.
“Ich habe überlegt, mich umzubringen, aber ich habe nicht den Mut”
(He considerado matarme, pero no tengo el coraje)
Europa, precisamente Alemania empezó de cero, de ahí el título de esta película; y desde donde, según muchos, se iniciaron gran parte de los problemas que ocupan la actualidad:
El desequilibrio de poderes, el nacimiento del Estado de Israel, el idealismo con el que se creó La ONU...
Y es que, desgraciadamente, es bien sabido que las consecuencias de una guerra suelen ser, en la mayoría de los casos, las causas de otra.
Y el cine es una fuente significativa para la investigación histórica, de recuperación de la memoria perdida, por ello, este filme en especial, nos permite acercar al suceso con otro tipo de discurso, el cual intenta equilibrar las consecuencias de La Segunda Guerra Mundial a favor, hasta cierto punto, del pueblo alemán.
En otras palabras, no se inculpa al nazismo en sí mismo como el motor del conflicto, sino a las ideologías dogmáticas en sí, y sólo aquellas que se alejan de los parámetros morales…
No obstante, es evidente que para lograr ese objetivo, Rossellini plantea una dicotomía que coloca a los alemanes tanto victimarios como víctimas del proceso; por un lado se merecen esa desesperante existencia; por otro, se incita al espectador a ser solidario con su causa, y a tratar de comprender el porqué de las cosas.
No es de extrañar que veamos retratados los instintos más bajos de la sociedad, los cuales alcanzan a los menores, aquellos individuos que no vivieron la guerra como los soldados; mientras la juventud alemana se encuentra tan corrompida que parece imposible que encuentren un recto camino que los conduzca a mejorar el entorno al cual se vio sumergido el país.
Aunque el belicismo haya terminado, el nazismo, las ideologías siguen influyendo a las nuevas generaciones con resultados catastróficos.
“Todo me ha sido arrebatado:
Mi dinero por la inflación, y mis hijos por Hitler.
Debería haberme rebelado, pero era demasiado débil.
Como tantos otros de mi generación, hemos presenciado cómo se acercaba la desgracia, y no la hemos detenido, y ahora sufrimos las consecuencias.
Hoy estamos pagando por nuestros errores, todos, yo igual que tú.
Debemos ser conscientes de nuestra culpa porque con lamentos no se soluciona nada.
Tengo los días contados, pero tú aún eres joven, todavía puedes hacer muchas cosas buenas, demuestra que eres un hombre…
No te rindas más.
Termina con esta vida de animal acosado, debes volver a vivir entre la gente, tienes que volver al mundo.
No es una vergüenza fabricar tu propio destino.
Yo también fui soldado en La Primera Guerra Mundial... parecía que ninguna fuerza del mundo pudiera detenernos, pero de repente todo cambió:
Primero la derrota, y luego La Revolución.
Incluso lloré cuando me arrancaron los galones.
No se me puede acusar de no haber sido un buen alemán, a pesar de ello, durante estos años tan difíciles... ahora puedo confesarlo; no he esperado otra cosa que la caída del Tercer Reich y su destrucción.
No quiero ni pensar, cuál hubiera sido la suerte del mundo si las cosas hubiesen sido de otro modo”
…y Alemania se levantó, pero el mundo olvidó, pues la historia se ha repetido.

“Ich habe die Ideen der Machthaber über das Unterrichten von Kindern nicht geteilt”
(No compartí las ideas de las personas en el poder sobre la enseñanza de los niños)



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