Sciuscià

“Un miracolo come non conosceva il cinema nei 50 anni della sua storia!”

Un limpiabotas, lustrabotas, lustrador o bolero, es una persona que se encarga de limpiar y lustrar el calzado de eventuales clientes utilizando betún para calzado; tradicionalmente lo ejercen personas del género masculino, y muy frecuentemente niños; aunque el rol es desaprobado en diversas latitudes del mundo, constituye el medio de manutención de familias de condición precaria en diversos países; y algunos limpiabotas ofrecen el servicio adicional de reparación de calzado y sastrería.
Personalidades destacadas en la historia, comenzaron su vida ganando el sustento desempeñándose como limpiabotas, incluyendo cantantes y presidentes, como:
Malcolm X trabajó como limpiabotas en el club nocturno, Lindy Hop en New York; James Brown, “El Padrino del Soul” que solía lustrar calzado, cantar y bailar en la 9ª avenida en Augusta, Georgia; Ozzy Osbourne, cantante inglés de heavy metal; y Luiz Inácio Lula da Silva, ex Presidente de Brasil, entre otros.
El Italia, “sciuscià” es la deformación en el dialecto napolitano de la palabra “lustra zapatos”, palabra ahora en desuso, que señalaba a niños de entre 7 y 12 años, los famosos “scugnizzi” o niños que vivían en las calles de los barrios más pobres de Nápoles, especialmente limpiando zapatos o haciendo pequeños trabajos para adultos a cambio de unos pocos centavos; ellos se promocionaban gritando “¡Sciuscià! Sciuscià!”, pero a ellos también se les atribuye varios tipos de trabajo, como el tráfico ilícito de mercancías con los soldados.
Así pues, el término “sciuscià” nació en Nápoles durante La Segunda Guerra Mundial, precisamente durante el período de la ocupación estadounidense, de 1944 a 1945, cuando los niños de la ciudad ganaban algunas liras limpiando el calzado.
La palabra se hizo conocida en el resto de Italia, sobre todo gracias a la película de 1946 de Vittorio De Sica, titulada precisamente “Sciuscià” que trata estos temas.
“Come dice sempre il core:
“Sta' zitto e non parlare.
Nemico dell'amore è la sincerità”
Sciuscià es un drama italiano del año 1946, dirigido por Vittorio De Sica.
Protagonizado por Franco Interlenghi, Rinaldo Smordoni, Annielo Mele, Bruno Ortenzi, Emilio Cigoli, entre otros.
El guión es de Sergio Amidei, Adolfo Franci, Cesare Zavattini y Cesare Giulio Viola; siendo una de las primeras muestras del neorrealismo italiano; a veces considerada como la primera obra importante e su director, que trata de cuestiones relacionadas con los niños y la vida difícil a la que se ven obligados a seguir para sobrevivir el complicado período de la posguerra.
Por tanto, el tema principal de la historia es la niñez, la juventud, su inocencia pero también su maldad estúpida e inofensiva; sobre los niños que se ven enfrentados a situaciones que les sobrepasan, que no están preparados para afrontar, y a las que responden frecuentemente con la rabia y el llanto; siendo también un reflejo fiel de la Italia de los años de la postguerra, una población triste y hambrienta.
Y es que en las películas de De Sica se describe la cotidianidad de la vida de su gente, filmado en blanco y negro, casi como un documental de la época, y utilizando exteriores reales; y ahora con el fin de la censura fascista, se podía mostrar la delincuencia real, las miserables condiciones de vida, el abandono de los niños, y la dura situación de las mujeres.
De esa manera, el neorrealismo se convirtió en un movimiento de denuncia social y, por primera vez, centra su atención en los niños y las mujeres, no siendo obligatorios los finales felices.
Con recursos técnicos precarios, que se impuso un cine más austero, no se utilizaban estudios de grabación, ni decorados; se redujo la iluminación y el sonido pues no se grababa en directo; y se intentaron tomas cada vez más largas, para que resultase más real y verídico.
Aunque la calidad y coherencia del guión era fundamental para los neorrealistas, la improvisación era un recurso indispensable; porque en el neorrealismo, los auténticos protagonistas eran los personajes que se interpretaban a sí mismos; personas que narraban sus propias vivencias, ya fuesen clases populares o grupos marginales; y los directores otorgaban una gran importancia a la expresión de los sentimientos, siendo estos priorizados sobre la imagen; buscaban primeros planos del semblante de los actores o actrices para mostrar sorpresa, dolor o desengaño, con un efecto muy similar a las imágenes del cine silente; y para transmitir mayor realismo, se utilizaban los dialectos italianos de cada zona de rodaje y, con ello, conseguir mayor autenticidad.
Aunque el movimiento neorrealista tenía un denominador común en cuanto a sus principios sociales y de denuncia de la realidad, cada director consiguió imprimir a sus películas un sello personal y diferenciado.
Así, en el cine de Visconti encontramos un fondo social, marcado por sus ideas marxistas que afectan a la sociedad y a las clases sociales establecidas; en el cine de Rossellini, encontramos un cine más individual, donde el hombre prevalece sobre lo colectivo, con un sentimiento ético próximo al cristianismo; y en De Sica encontramos un cine humanista, que nos muestra al individuo transformado por sus circunstancias, niños de familias rotas, hombres desesperados por la falta de trabajo, ancianos desechados por la sociedad, todos ellos víctimas de la desigualdad, la pobreza, la injusticia y la insolidaridad.
Como resultado, en 1948, esta producción recibió un Premio Honorario en los Premios de La Academia de Hollywood por su alta calidad; un Premio Oscar que fue el precursor de lo que más tarde se convertiría en El Premio de La Academia a La Mejor Película en Lengua Extranjera; al tiempo que Sciuscià obtuvo una nominación al mejor guión original.
Por su parte, y posteriormente, Vittorio De Sica llevaría a Italia un total de 4 Premios Oscar durante su carrera artística:
Por Sciuscià; por “Ladri di biciclette” (1948), “Ieri, oggi, domani” (1963) y por “Il giardino dei Finzi-Contini” (1970)
Sciuscià fue producido por Paolo William Tamburella para ALFA Cinematografica, siendo filmada en los estudios Scalera en Via della Circonvallazione Appia en Roma, en el otoño de 1945, y se estrenó en cines el 28 de abril de 1946; 10 meses después de la finalización de La Segunda Guerra Mundial en Europa, pero es acogida con frialdad e indiferencia por el público, y supuso un fracaso comercial y de crítica, ya que el público demandaba “cine escapista” donde el cine de Hollywood abría los ojos a alguna esperanza, mientras que el neorrealismo los entornaba hasta cerrarlos.
La acción tiene lugar en Roma y alrededores, en los primeros meses de invierno de 1946.
Las dudas que suscitan algunos comentarios sobre el lugar de la acción, Roma o Nápoles; no se sostienen ante El Palazzo di Justizia de Roma, las placas de matrícula de los coches, la placa del furgón de la policía, y la presencia reiterada de las aguas encalmadas del Tíber.
El filme fue considerado la 3ª obra maestra del neorrealismo, tanto para los temas tratados, con niños abandonados que se dan a la delincuencia en una Roma en guerra y ocupado por tropas aliadas; por el estilo de representación de una narración en la medida de lo posible documental, con personajes tomados de la calle y ambientes de la vida.
De esa manera, esta es la trágica historia de Pasquale Maggi (Franco Interlenghi) y Giuseppe Filippucci (Rinaldo Smordoni), 2 niños involucrados en un robo, cuyo sueño es tener un caballo, pero no se lo pueden permitir; así que tan solo pueden vivir limpiando botas en las calles de Roma.
Un día, Attilio, el hermano mayor de Giuseppe, visita a los 2 chicos y les explica a Pasquale, que Panza, un mafioso de la zona, tiene trabajo para ellos...
Pasquale y Giuseppe se reúnen con él, que les ofrece 2 mantas para vender; y estos las venden a una adivinadora…
Después de la venta, Panza, Attilio, y otro hombre entran en la casa de la adivinadora, haciéndose pasar como policías, y le acusan de comprar en el mercado negro.
Mientras tanto, los chicos tienen dinero suficiente para comprar el soñado caballo…
Pero la auténtica policía recoge la denuncia de la adivinadora, y acusa a los chicos de haberle robado 700,000 liras, una cosa que realmente hicieron Panza y Attilio; y ellos niegan los cargos, y son enviados a un reformatorio.
Entre malos tratos e incomprensiones, ambos sufren una experiencia dolorosa que los cambiará hasta el punto de arruinar su amistad.
La fuga resulta más dramática que la detención, y todo terminará en tragedia.
¿Esta es una crítica al sistema penal para menores de edad?
¿Tiene sentido encerrar a niños tras unos barrotes?
¿Qué esperamos conseguir, servirá para algo, comprenderá su error, o sólo conseguiremos transformarle en un inadaptado social?
¿Es ese el camino?
Sciuscià marca un profundo quiebre en la carrera como director de De Sica, casi un descanso, de estilo y contenido en comparación con los trabajos anteriores, donde prevalece una vena sentimental, más a menudo cómica-sentimental; por lo que aquí es imperativo un espíritu de denuncia, y una profunda sensibilidad ante los casos más trágicos de la realidad humana y social; por lo que el filme permanecerá como un documento amargo, testimonio de un periodo anormal de la vida italiana, observado con el ojo sensible y atento del director, que ha hecho de los protagonistas de su película más difícil y desafiante, una película que si bien alinea deficiencias y desequilibrios, presenta narrativas y brillos acentuados, siendo convincente y verdadera; siendo justo señalar la evidencia documental elocuente de toda la parte descriptiva que sugiere por la sensibilidad, una experiencia del entorno y un mundo que no ha desparecido.
En definitiva, es un filme conmovedor, tremendamente humano, tierno y cruel al mismo tiempo, que genera una enorme tristeza y frustración en el espectador.
Un cine en mayúsculas que se muestra comprometido socialmente, y que denuncia sin temor las injusticias de su época; y queda como un clásico imprescindible de su movimiento y del cine europeo.
“La verità si dice al confessore, in tribunale devi dire quello che dico io”
Uno de los grandes maestros del neorrealismo italiano, Vittorio De Sica, se encarga de poner en escena esta triste historia, historia sin adornos, que nos lleva directamente al crudo y despedazador drama que viven 2 niños italianos, 2 limpiabotas que se ven inmersos en una situación desesperada, encarcelados injustamente, añoran su libertad, desean recobrarla a toda costa, son solo unos niños, y las situaciones que desencadena su angustia, tendrán fatales consecuencias.
Como una de las fundadoras del género neorrealista, Sciuscià se encarga de mostrarnos lo que esa corriente cinematográfica perseguía:
Italia, uno de los países más golpeados y maltratados por La Segunda Guerra Mundial, una vez acabado el conflicto, vive en total austeridad, social, económica y laboralmente; esta pobreza extrema es lo que el neorrealismo pretende mostrar, sin parafernalias innecesarias, sin excesivos tecnicismos en su narración, donde lo que se busca es representar y mostrar, es el drama puro y duro.
Y De Sica, a diferencia de los otros grandes fundadores, como Roberto Rossellini y Luchino Visconti, no solo muestra esa situación, ese mundo, no solo lo presenta para ser visto, sino que nos introduce en esa terrible realidad, sentimos el drama, esto ayudado por la sencilla y natural narración, que genera un sentimiento de estrecha conexión con lo que se ve, de sentir realmente el drama que se está presenciando.
Ya De Sica, tras 6 años de experiencia en la dirección de cine, crea una obra deslumbrante, tierna y bellamente dramática; y desarrolla la narración en términos documentalistas, con el propósito de mostrar sin artificios y con credibilidad una realidad trágica; sirviéndose de actores mayoritariamente no profesionales y sin experiencia, haciendo uso exclusivo de escenarios reales desprovistos de retoques y añadidos, y filma directamente sin efectos especiales y sin trucos ópticos.
Con respeto y cariño, se deja cautivar por la inocencia, la sencillez y la espontaneidad natural de unos niños enfrentados a un destino trágico, y a unos adultos de sensibilidades rotas por años de guerra y desesperanza.
por ello, la obra es un espléndido retrato de los niños de la posguerra, huérfanos de padres, de afectos, atenciones, comprensión y apoyo.
Es un testimonio desolador, contado con emoción contagiosa y dolor contenido; es una denuncia lúcida, expuesta con amargura y finísima ironía; y combina sorprendentemente realismo, fantasía y sueños infantiles, como la compra de un caballo…
Compone, además, un final rico en indicaciones y sugerencias simbólicas, fruto de la mano de Zavattini; con la fotografía de Anchise Brizzi, que se presenta muy cuidada y bien construida.
Cabe destacar el “travelling” inicial, de gran dinamismo, las tomas en el interior de la prisión, y la vibrante secuencia del incendio del proyector.
La dinámica narración de De Sica, alterna momentos de ligereza cómica con la más estricta y cruda realidad de un país sumido en la pobreza y la deshumanización.
La crítica al Estado, al derecho y las instituciones represoras, resulta feroz y muy evidente, un buen ejemplo es el magnífico plano con el que el director abre la escena del juicio; donde vemos una inscripción que reza:
“La justicia es igual para todos”
¡Evidentemente, no lo es!
Pero más allá de sus características formales, que son acordes a los principios neorrealistas, con actores no profesionales, localizaciones reales etc., de su sentido crítico y sus virtudes argumentales, lo que hace de Sciuscià un filme inolvidable, es el perfecto tratamiento que se realiza de la relación entre los 2 jóvenes protagonistas, encarnados por Franco Interlenghi y Rinaldo Smordoni, que les une una dura situación vital:
La de tener que trabajar limpiando zapatos en las calles de Roma.
Y pese a sus circunstancias, no dejan de ser niños, pues comparten sueños y esperanzas; pero su internamiento en la institución reformatoria, irá separándoles de forma inevitable, pese a que su amor mutuo nunca desaparecerá.
Así los conocemos, Giuseppe Filippucci y Pasquale Maggi.
Todo cambia el día que el hermano mayor de Giuseppe, Attilio, visita a los niños y les dice que Panza tiene algo de trabajo de “mercado negro” para ellos…
Pasquale lleva a Giuseppe para encontrarse con Panza, quien les da 2 mantas para vender; y las llevan donde una adivina quién las compra.
Después de la venta, Panza, Attilio y otro hombre, irrumpen en la casa de la adivinadora, haciéndose pasar por policías; y la acusan de manejar los bienes robados, y al encontrar a Giuseppe y Pasquale, los obligan a salir, pretendiendo arrestarlos.
Attilio les dice a los niños que se vayan, y se quedan callados, permitiéndoles quedarse con el dinero de la manta, 2.800 liras; y 3.000 liras adicionales.
Con ese dinero, los niños tienen suficiente para finalmente comprar el caballo deseado…
Después de comprarlo y montarlo, los niños regresan a la ciudad.
Allí, la verdadera policía acompañada de la adivina, y los lleva al recinto para interrogarlos; y la policía los acusa de robar más de 700,000 liras de la casa de la adivina, que obviamente fue robada por Panza y Attilio, haciéndose pasar por los policías.
Los muchachos niegan todos los cargos, y no mencionan su conocimiento de los 3 estafadores verdaderos; por lo que Giuseppe y Pasquale son enviados a un centro de detención juvenil.
Al llegar, Giuseppe y Pasquale son separados.
Giuseppe recibe un paquete de su madre lleno de comida, y lo comparte con sus compañeros reclusos en su propia celda.
Otro recluso, Arcangeli, encuentra una nota en un pedazo del pan que comparte Giuseppe; es del jefe de Attilio, y le ordena que no exponga a su hermano y camaradas con respecto a la estafa.
Giuseppe informa a Pasquale; y ellos aceptan no divulgar la verdad.
Más tarde, los niños son llamados a la oficina del jefe de policía para ser interrogados.
Frustrado, el jefe amenaza con sacarles la información; y otro policía lleva a Giuseppe a una habitación lateral para golpearlo.
Oculto de la vista de Pasquale, Giuseppe es llevado de vuelta a su celda, mientras que otro niño se hace pasar por la voz de Giuseppe, gritando.
El policía procede a desollar un motivo, mientras el niño grita en falso.
Pasquale, creyendo que su amigo estaba en un dolor insoportable, finalmente canta a Panza y Attilio, al jefe de la policía.
Pero Giuseppe descubre que Pasquale confesó cuando su madre lo visita, y revela que Attilio, su hermano, ha sido informado; por lo que Giuseppe confronta a Pasquale frente a los otros reclusos, llamándolo espía.
Se planta un motín en la celda de Pasquale, y se lo flagela como castigo.
En su audiencia oficial, Giuseppe y Pasquale respectivamente son condenados a 1 y 2 años de prisión.
Pero Giuseppe se compromete con un plan de escape de Arcangeli; mientras se proyecta una película en la prisión… y logran escapar.
Sin embargo, Pasquale le dice al jefe de policía a dónde fueron los fugitivos, y los lleva allí, pero ya han escapado… Pasquale sale corriendo y encuentra a Giuseppe y Arcangeli montados en “su caballo” a través de un puente.
Ambos desmontan, pero Arcangeli huye, y Giuseppe se queda.
Pasquale se quita el cinturón, y comienza a azotar a Giuseppe; pero éste cae del puente y se golpea la cabeza contra las rocas.
Atribulado, Pasquale llora sobre el cuerpo inerte de su amigo cuando llega la policía.
La historia es directa, sin rodeos, pues el neorrealismo es capaz de hacernos reír por momentos, cuando vemos el mundo infantil, a pesar del ambiente desolador, su inocencia permite a los niños reír; para después, sin mayor separación, mostrarnos secuencias trágicas, extremas, donde el dolor vuelve a ser protagonista, y así, de haber sonreído en un momento, alguna lágrima se podrá deslizar al ver las terribles situaciones a las que son expuestos los infantes.
Este es un mundo sin esperanzas, azotado por las consecuencias de la guerra, representado cuando los niños le preguntan a la quiromántica:
¿Acaso los niños no tenemos futuro?
De esa manera, el director nos muestra su historia sin ornamentos innecesarios; donde la narración de la cámara, salvo un llamativo “travelling” inicial, generalmente está estática, tiene movimientos moderados, pues lo que realmente importa es mostrarnos la acción como si la viéramos con nuestros propios ojos, sin demasiada elaboración, se persigue una visión realista.
Como el gran crítico de La Nueva Ola Francesa, André Bazin afirmó, “el estilo de Rossellini es una manera de ver, De Sica es, ante todo, una manera de sentir”, y ciertamente, De Sica logra, como nadie, conmovernos con una historia que nos muestra desnuda, directa, drama puro y duro, el mundo de unos niños desgraciados, y como por todos es sabido, los actores que utiliza para sus filmes son actores no profesionales, por lo que no vemos a unos actores interpretando roles, sino vemos auténticos individuos de esos estratos sociales, vemos algo más cercano a la realidad.
Por ello De Sica es el gran maestro neorrealista, el que lo muestra más cercano que nadie al sentir humano, no importa tanto la degradación y desgaste de lo material, de lo económico, sino la degradación del espíritu humano, el sufrimiento humano que se nos muestra tal como es, sin deformarlo ni adornarlo, ahí está su acierto y su distinción del resto.
Sciuscià, si bien es la primera del director con estas características, no sería la última, ni sería su máxima exponente de esta corriente, cumbre que lograría con la entrañable “Umberto D” (1952); pero si es todo un clásico del cine italiano y mundial, con el guión del especialista del género, Cesare Zavattini, que configura una historia inolvidable, de obligada visión, y la convierte en pieza fundamental del cine de fines de los 40, e inicios de los 50, totalmente imperdible.
Como se dijo, la película contó con actores no profesionales, circunstancia plenamente neorrealista, y cabe destacar que Franco Interlenghi hizo debut aquí, siendo uno de los mejores actores italianos hasta el día de su muerte; sin olvidar las soberbias interpretaciones del resto de niños, de las mejores que he visto, debido a su edad, “la madurez”, los traumas mostrados, la picardía, el sufrimiento… todo ello reflejado con una sinceridad y una naturalidad sobrecogedoras; y resulta hasta cierto punto lógico, que vista hoy, no ha perdido su eficacia.
Se le puede achacar sin embargo, que no aporta nada nuevo que no se hubiera mostrado previamente dentro de aquel valioso movimiento, con propuestas del mismo Rossellini, e incluso el debutante Visconti, y que tendría su debida continuidad en títulos que se guardan en la memoria de todos los aficionados.
Y aun reconociendo la relativa limitación de su alcance, cierta tendencia a integrar momentos brillantes con otros más ligeros, o a su excesiva dependencia de incidencias dramáticas, no se puede negar el interés de su conjunto.
Desde su demostrada y posteriormente reiterada capacidad para dirigir niños y jóvenes, que proporcionan al relato una enorme sensación de autenticidad, pasando por el logro de una excelente ambientación y un adecuado montaje, hasta llegar a una planificación en apariencia simple, pero a la cual, una mirada más o menos adecuada revela su constante acierto.
Así no se puede negar que todo aquello que se define con pertinencia en sus secuencias, abre un sendero que De Sica plantearía quizás con mayor pertinencia en sus siguientes películas, describiendo una especie de neorrealismo “blando” y acomodaticio, en contraste con otras manifestaciones cinematográficas del mismo, definidas en una mayor dureza y rigor.
A modo de parábola, la película va planteando un inevitable contexto humano que permite que desde la casualidad, la incidencia de la familia, de la propia sociedad, o los mismos comportamientos y sentimientos humanos, destruya una amistad sincera e inicialmente inamovible.
Poco a poco iremos descubriendo ese sendero cruel y duro, planteado con un aliento trágico progresivamente irremediable, que poco a poco irá ensombreciendo un contexto fílmico inicialmente amable e incluso dotado de perfiles esperanzadores.
Será una gradación que irá acompañada por un atractivo apunte descriptivo en la definición de sus episódicos personajes, por ejemplo, la manera con la que se humaniza en apenas segundos la inicialmente desagradable echadora de cartas a partir de su interacción con los niños, o en pequeños detalles como ese funcionario del reformatorio, que atávicamente invoca el saludo fascista.
Todos estos aspectos irán centrando al alcance de una película que atiende poderosamente a la máxima del alcance de una conclusión contundente.
Es así como el trágico, rotundo y seco final del film de De Sica servirá como auténtica catarsis a un relato en el que el realizador italiano supo combinar tendencias ya existentes en el cine de su país, captar el pálpito de una realidad lacerante, y culminarla con una mirada dolorosa y desesperanzada.
Conmueve la bondad de los chicos y su leal amistad, indigna la crueldad que les depara el destino; porque es una película desesperanzadora, y verla provoca melancolía y tristeza; ya que uno se siente también desamparado como sus protagonistas.
También Sciuscià representa un cine comprometido, denunciador de las injusticias y la discriminación.
Este poético cuento infantil es cine con mayúsculas, películas como ésta ya no se hacen; y contribuirá sin duda a alimentar nuestro amor por esta afición, niños que no tienen verdadera maldad; y de esta forma la historia se aleja de la idea de que los niños son malos por naturaleza.
Todos tratan bien al enfermo, y no le roban la comida, por ejemplo.
Es cierto que cometen un hurto, pero De Sica nos compara muy bien el desequilibrio compensatorio que tienen los 2 jóvenes por el robo que han cometido; y a decir verdad, con la cantidad de injusticia que muestra la película, el acto de los 2 jóvenes se diluye de manera tan rápida que el espectador no puede dejar de sentir empatía por ellos.
La represión de un sistema anticuado e inútil, que obliga a los niños en convertirse en máquinas, es la inquina principal del guión, que muestra con valentía la podredumbre mental de, especialmente, la gente adulta; donde “sólo los niños se salvan”, son los únicos que muestran signos de empatía y algo de buenas voluntades, porque en la resta de personajes, no encontramos ni un atisbo de humanidad.
Seguramente porque después de haber pasado un proceso similar al de los niños, acaban por convertirse en máquinas sin corazón.
Prestemos atención a, por ejemplo, no sólo ya la figura del director de la institución penal, que tiene a la tortura como una compañera más, sino al proceso judicial, en el que de manera muy brillante, De Sica nos muestra la absurdez de la justicia.
“Si puedes pagarte un abogado puede que tengas suerte, pero si te toca uno público, puedes ir abandonando toda esperanza”
Por último, la banda sonora de Alessandro Cicognini es sencilla y emotiva, está puesta al servicio de los sentimientos que suscita la acción; y juega un papel fundamental, pues imprime una carga de emotividad a la historia que, unida a lo trágico de su argumento, nos hará pasar de la alegría a la tristeza con facilidad.
“Signor commissario, sono una donna onesta.
Lo domandi anche alla sua signora, che è una mia buona cliente”
Hay quien mantiene la teoría de que el neorrealismo se inventó por pura necesidad en los tiempos de penuria de la postguerra.
Desde la sociología, el término neorrealismo como reflejo del sufrimiento y la miseria de un pueblo, no es válido en absoluto, puesto que aquellas condiciones no surgieron apenas tras La Segunda Guerra Mundial, sino que existen desde siempre; y sólo es válido referirse al neorrealismo como aquel marco de denuncia cinematográfica que, en contraposición al cine idealista y de simple divertimento que se hacía en gran parte por aquellos años, hizo escuela en la Italia de la posguerra, reflejando aquella, no nueva, pero si profunda y dolorosa realidad que padecía el pueblo.
En esta situación de pobreza, se extrema la creatividad, y el tándem De Sica-Zavattini ruedan Sciuscià después observar a los muchachos de la calle que limpian las botas de los soldados de EEUU, y cómo ellos también entraban en el negocio del “mercado negro”
Esa infancia-adolescencia sin esperanzas, pero que mantienen pequeñas ilusiones en un país destrozado, y con unos pequeños adolescentes hambrientos y descalzos, es una premisa simple que sirve para indignarse con este ser in/humano, que aquí también sale muy malparado; los intereses, los malentendidos y el orgullo, son un peligroso cóctel del que sale una historia que no dejará indiferente a nadie; y nos demuestra una cosa, que el ser un niño pobre y que te encarcelen, es garantía completa de que te etiqueten de por vida de delincuente, es más, el sistema está montado de tal forma que ese niño pobre encarcelado, se le marca el camino para que sea un futuro delincuente.
De esa manera muy lamentable, Sciuscià es una feroz crítica al sistema judicial y penitenciario de la Italia de la posguerra, y de allá donde se continúa con las prácticas mostradas, donde no cae en demonizar a los funcionarios de justicia o penitenciario, son trabajadores que intentan hacer lo mejor que pueden con un problema que les desborda.
¿Qué hacer con esos niños desheredados?
Tampoco se le da un aura especial a los niños, son solo niños, ni buenos ni malos, sólo víctimas que tienen la desgracia de ir a la cárcel, agravándoles más si cabe los problemas que les llevaron allí, y haciéndoles unos desgraciados de por vida.
Este tipo de largometrajes son duros de ver, porque se sale muy furioso; pero hay que reconocer que son necesarios para plasmar lo peor que podemos llegar a ser.
Nada ha cambiado…

“Qui ci nutrono, ci proteggono, ci danno vestiti e ci intrattengono persino.
Cos'altro potremmo volere?
Questo è il paradiso!”



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