Ararat

“A Quest For Truth...
Among Lies, Deception And Denial”

El 29 de octubre de 1914, la flota turca ataca puertos rusos en El Mar Negro, y Turquía se convierte en una ficha más del tablero de juego de La Primera Guerra Mundial; en ese instante hay entre 1,3 y 2 millones de armenios dispersos en el territorio otomano, que van a sufrir las consecuencias, en el que las reglas del juego político, y más aún del humano, se vuelven borrosas y con frecuencia inexistentes.
Y sin reglas, sólo hay caos, una especie de agujero negro de la memoria y de la responsabilidad humana.
El tiempo de guerra, parece un tiempo perdido, que no cuenta, que nadie juzga, que incluso a veces nadie se atreve a recordar.
La historia de Armenia se inicia con las culturas neolítica del sur del Cáucaso, tales como la cultura Shulaveri-Shomu, seguido de las culturas Kura-Araxes y Trialeti en la llamada Edad de Bronce.
La Edad de Hierro, que duró desde el siglo IX hasta el 585 a.C., con El Reino de Urartu, cuando fue sustituido por La Dinastía Oróntida.
Tras el dominio del Imperio Persa y del Imperio Macedonio, La Dinastía Artáxida dio origen al Reino de Armenia en el año 190 a.C.
Este reino tuvo su máxima influencia durante el reinado de Tigranes II, antes de caer bajo el dominio romano.
En el año 301, la Armenia arsácida fue la primera nación soberana en aceptar el cristianismo como religión de estado, y esta unión entre estado y religión, se mantendría hasta la actualidad, pues La Iglesia Apostólica Armenia, siempre ha sido una gran defensora del nacionalismo armenio.
Los armenios cayeron más tarde bajo dominio de los bizantinos y la hegemonía islámica, pero restableció su independencia con La Dinastía Bagrátida.
Después de la caída del reino en 1045, y la posterior conquista de Armenia por parte de los turcos selyúcidas en 1064, los armenios establecieron un reino en Cilicia, donde establecieron relaciones cordiales con los europeos, y prolongada su existencia como entidad independiente hasta 1375.
La llamada “Gran Armenia” fue más tarde dividida entre El Imperio Otomano y El Imperio Ruso.
Pero a finales del siglo XIX y principios del XX, los armenios sufrieron un genocidio por parte de los otomanos.
Como resultado, 1,5 millones de armenios fueron asesinados, y el resto de los armenios occidentales se dispersaron por todo el mundo, a través de Siria y Líbano.
Con La Primera Guerra Mundial en curso, los turcos otomanos acusaron a los armenios cristianos de aliarse con La Rusia Imperial, y utilizó este pretexto para considerar a toda la población armenia, como un enemigo dentro de su imperio.
A raíz del Genocidio Armenio de 1915, El Monte Ararat llegó a representar, simbólicamente la destrucción de la población armenia nativa del este de Turquía, o “Armenia Occidental”, en la conciencia nacional de los armenios; y en la mayoría de los hogares armenios en la diáspora moderna, donde hay imágenes del Monte Ararat, como un recordatorio agridulce de la patria y las aspiraciones nacionales.
Արարատ o “Monte Ararat”, es el pico más alto de Armenia, con 5,137 msnm, localizado en la parte oriental del país, muy cerca de la frontera con Irán y Turquía; y se trata de un volcán inactivo, cuya cima se encuentra cubierta de nieves perpetuas.
A pesar del consenso académico, de que las montañas de Ararat del Libro del Génesis no se refieren específicamente a este monte, el Ararat ha sido sin embargo ampliamente aceptado en el cristianismo, como el lugar de descanso del Arca de Noé; y es que en esta montaña también tiene su origen la leyenda de “Los Diez Mil Mártires del Monte Ararat”
Cuenta la leyenda, que se trataba de soldados romanos que se convirtieron al cristianismo y, por ello, fueron crucificados en dicha montaña por orden del Emperador.
Los mártires, son conmemorados por La Iglesia Católica pero no por La Iglesia Ortodoxa o La Iglesia Apostólica Armenia, por lo que se piensa que la historia no tiene una base histórica firme…
En La Era del Nacionalismo Romántico del siglo XIX., cuando no existía un estado armenio, El Monte Ararat simbolizaba la histórica nación-estado armenia; aunque pertenece territorialmente a Turquía, sin embargo, es parte de la Armenia Histórica, y símbolo nacional de Armenia; tanto que el monte aparece en el centro del Escudo de Armas de Armenia.
Además, la montaña es claramente visible desde la mayor parte de La República de Armenia, incluida su capital Ereván, y es representada a menudo por artistas armenios en pinturas, grabados de obsidiana y demás objetos.
Pero fue tras El Genocidio Armenio, que Armenia perdió el territorio donde se alza el Ararat, que quedó dentro del territorio turco.
El Genocidio Armenio, o en armenio “Հայոց Ցեղասպանություն” y en turco “Ermeni Soykırımı”, también llamado Holocausto Armenio o Gran Crimen, fue la deportación forzosa, y el intento de extinguir la raza armenia en el que un número indeterminado de civiles armenios, calculado entre 1 millón y medio, y 2 millones de personas, serán perseguidos y asesinados por el gobierno de Los Jóvenes Turcos en El Imperio Otomano, desde 1915 hasta 1923.
El Genocidio, se llevó a cabo durante y después de La Primera Guerra Mundial, y se implementó en 2 fases:
La matanza a gran escala de la población masculina sana, a través de la masacre; y el sometimiento de reclutas del ejército al trabajo forzoso, seguido de la deportación de mujeres, niños, ancianos, y los enfermos en las marchas de la muerte que llevan al desierto sirio.
Impulsados por los escoltas militares, los deportados fueron privados de comida y agua, sometidos a robos periódicos, violaciones y masacres.
Otros grupos étnicos cristianos fueron masacrados por El Imperio Otomano durante este periodo, entre ellos, los asirios y los griegos pónticos.
Algunos historiadores consideran, que estos actos fueron parte de la misma política genocida; y muchas comunidades de La Diáspora Armenia alrededor del mundo, llegaron a formarse como resultado directo del Genocidio.
La Diáspora Armenia, es un término utilizado para describir las comunidades que han fundado los armenios que viven fuera de Armenia y Alto Karabaj.
La parte occidental de la Armenia histórica, conocida como Armenia Occidental, había quedado bajo jurisdicción otomana por La Paz de Amasya desde 1555, y estaba permanentemente separada de Armenia Oriental por El Tratado de Zuhab del año 1639.
A partir de entonces, la región fue referida alternativamente como Armenia “turca” u “otomana”
Bajo el sistema de millet, a la comunidad armenia se le permitió gobernarse a sí misma bajo su propio sistema de gobierno, con bastante poca interferencia del gobierno otomano.
La mayoría de los armenios, aproximadamente el 70%, vivían en condiciones pobres y peligrosas en el campo, a excepción de los ricos, de la clase amira, basada en Constantinopla, perteneciente a una elite social.
Mientras que en las provincias orientales, los armenios estaban sujetos a los caprichos de sus vecinos turcos y kurdos, quienes con frecuencia les cobraban impuestos excesivos, los sometían a bandadas y secuestros, los obligaban a convertirse al Islam, y los explotaban de otra manera sin la interferencia de las autoridades centrales o locales.
En esencia, se los trataba como ciudadanos de segunda clase en El Imperio, y en turco se los conocía como “gavours”, una palabra peyorativa que significa “infiel” o “no creyente”
Aunque no había leyes que ordenaran a los guetos religiosos, esto llevó a que las comunidades no musulmanas se agruparan alrededor de las casas de culto existentes.
Además de otras limitaciones legales, los cristianos no fueron considerados iguales a los musulmanes, y se les impusieron varias prohibiciones…
Se les prohibió llevar armas o cabalgar sobre caballos y camellos.
Sus casas no podían pasar por alto las de los musulmanes; y sus prácticas religiosas estaban severamente circunscritas, por ejemplo, el toque de campanas de la iglesia, estaba estrictamente prohibido.
A mediados del siglo XIX, las 3 principales potencias europeas:
Gran Bretaña, Francia y Rusia, comenzaron a cuestionar el trato que El Imperio Otomano daba a sus minorías cristianas, y lo presionaron para que otorgara iguales derechos a todos sus súbditos.
Sin embargo, la mayoría de las reformas nunca se implementaron, porque la población musulmana del Imperio, rechazó el principio de igualdad para los cristianos.
La Guerra Ruso-Turca de 1877 a 1878, terminó con la victoria decisiva de Rusia y su ejército en la ocupación de gran parte del este de Turquía, pero no antes de que distritos armenios enteros hubieran sido devastados por masacres llevadas a cabo con la connivencia de las autoridades otomanas.
Entre 1894 y 1896, se produjeron las llamadas “masacres hamidianas”, llamadas así por el nombre del sultán otomano, que bajo su mandato se perpetraron, Abdul Hamid II, conocido por esta razón como “El Sultán Rojo”
El número de víctimas armenias, fue calculado por el etnógrafo William Ramsay en unas 200.000, aunque actualmente muchos señalan como más acertada la cifra de 300.000.
El Sultán declaró su inquebrantable decisión de seguir una política de severidad y de terror contra los armenios, hasta su aniquilamiento; y ordenó evitar absolutamente toda negociación, con el fin de conducirlos a la sublevación, de modo de poder justificar sus medidas finales; pues el objetivo del Imperio Otomano era aniquilar gradualmente a los elementos cristianos, dando a los jefes kurdos carta blanca para hacer lo que quisieran, desde enriquecerse de los bienes de los cristianos, hasta satisfacer sus caprichos sexuales, fueran mujeres o niños...
La peor atrocidad se produjo en Urfa, donde tropas otomanas incendiaron la catedral armenia, en la que 3.000 armenios se habían refugiado, y fusilaron a quien intentara escapar.
Las matanzas, los abusos y la crueldad turca, atrajeron la compasión por los armenios de la prensa europea y americana, que calificó a Hamid como “El Gran Asesino” y “El Sultán Sangriento”
El movimiento dirigido inicialmente por el naciente gobierno de los “Jöntürkler” o “Jóvenes Turcos”, se percibió como un apoyo para sofocar la violencia y restablecer el orden y el gobierno.
Sin embargo, distintas fuentes afirman que las tropas otomanas tomaron parte en el saqueo de los enclaves armenios de la provincia de Adana; donde 15.000 a 30.000 armenios fueron asesinados en el curso de “La Masacre de Adana” siendo el movimiento político, oficialmente conocido como El Comité de Unión y Progreso (CUP), o los Jöntürkler, cuyos líderes se rebelaron contra El Sultán Abdul Hamid II, quien fue oficialmente depuesto y desterrado en 1909.
Ellos gobernaron El Imperio Otomano, entre mediados de 1908 y el final de La Primera Guerra Mundial, en noviembre de 1918, cuando la ocupación de Constantinopla vio la partición del Imperio Otomano.
Fue durante su gobierno que perpetraron El Genocidio Armenio, y son culpados por promover persecuciones y masacres contra griegos en Anatolia, fenómenos ocurridos entre 1915 y 1923; periodo en el que se estima que pereció al menos 1 millón y medio de armenios.
Los Jóvenes Turcos tenían sus orígenes en sociedades secretas de estudiantes universitarios y cadetes militares, subrepticiamente conducidas por la disidencia política después de que La Constitución fuera revocada por El Sultán Abdul Hamid II.
Como dato, el término “joven turco”, ahora se usa generalmente para denotar a un miembro de un grupo insurgente dentro de una organización, a menudo, aunque no siempre, un partido político que aboga por un cambio, a veces un cambio radical, en esa organización.
Tras La Masacre de Adana de 1909, en 1912 estalló La Primera Guerra de Los Balcanes, y terminó con la derrota del Imperio Otomano, así como la pérdida del 85% de su territorio europeo.
Muchos en El Imperio, vieron su derrota como “el castigo divino de Alá para una sociedad que no sabía cómo recuperarse”
Y una consecuencia importante de Las Guerras de Los Balcanes, también fue la expulsión masiva de musulmanes, conocidos como “muhacires” de Los Balcanes.
A mediados del siglo XIX, cientos de miles de musulmanes, incluidos turcos, circasianos y chechenos, fueron expulsados por la fuerza, y otros emigraron voluntariamente del Cáucaso y Los Balcanes, a Rumelia, como resultado de Las Guerras Ruso-Turcas, El Genocidio Circasiano y los conflictos en Los Balcanes.
El 2 de noviembre de 1914, El Imperio Otomano inauguró El Frente del Oriente Próximo de La Primera Guerra Mundial, entrando en hostilidades del lado de Las Potencias Centrales y contra Los Aliados.
Las Batallas de La Campaña del Cáucaso, La Campaña Persa y La Campaña de Gallipoli, afectaron a varios centros armenios populosos.
Y en noviembre de 1914, Shaykh ul-Islam proclamó “La Jihad” o “Guerra Santa” contra los cristianos:
Esto se usó más tarde como un factor para provocar a las masas radicales en la implementación del Genocidio Armenio.
El 19 de abril de 1915, Jevdet Bey exigió que la ciudad de Van le proporcionara inmediatamente 4.000 soldados bajo el pretexto de la conscripción.
Sin embargo, estaba claro para la población armenia, que su objetivo era masacrar a los hombres sanos de Van, para que no hubiera defensores.
Jevdet Bey, ya había utilizado su escrito oficial en aldeas cercanas, aparentemente para buscar armas, pero de hecho, para iniciar masacres al por mayor.
Los armenios ofrecieron 500 soldados y dinero de exención por el resto para ganar tiempo, pero Jevdet Bey acusó a los armenios de “rebelión”, y afirmó su determinación de “aplastarlos” a cualquier costo.
“Si los rebeldes disparan un solo tiro”, declaró, “mataré a todos los cristianos, a las mujeres y, apuntando a su rodilla, a todos los niños, hasta aquí”
Al día siguiente, 20 de abril de 1915, comenzó el asedio de Van, cuando una mujer armenia fue acosada, y los 2 soldados armenios que acudieron en su ayuda, fueron asesinados por soldados otomanos.
Los defensores armenios protegieron a los 30.000 residentes, y 15.000 refugiados que viven en un área de aproximadamente un kilómetro cuadrado del barrio armenio y el suburbio de Aigestan, con 1.500 fusileros con armas que recibieron 300 rifles y mil pistolas y armas antiguas.
El conflicto duró hasta que El General Yudenich de Rusia, llegó a su rescate.
El asedio de Van, fue un acto de insurgencia armada contra los intentos del Imperio Otomano de masacrar la población armenia del vilayato de Van, uno de los pocos casos durante El Genocidio Armenio donde los armenios, pudieron combatir contra las fuerzas armadas del Imperio Otomano.
La evaluación de los informes de testigos, sostuvo que la postura armenia en Van era defensiva, y un acto de resistencia a la masacre.
El comienzo del Genocidio, se conmemora el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600.
Una orden del gobierno central, estipularía la deportación de toda la población armenia, que no contaba con los medios para su subsistencia.
La marcha forzada de los armenios por cientos de kilómetros, que atravesó zonas desérticas, provocó que la mayor parte de los deportados pereciera víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, con frecuencia acompañados por bandas de asesinos y bandoleros.
Y es que la política turca de causar hambre, es una prueba demasiado obvia, si aún se necesitaban pruebas sobre quién es responsable de la masacre, por la decisión turca de destruir a los armenios.
Por el hambre… muchos se vieron buscando granos de pan en los excrementos de caballos.
También hubo quemas de 5.000 armenios, donde el método más corto para deshacerse de las mujeres y los niños concentrados en los diversos campamentos, era quemarlos; y el hedor de la carne humana ardiente, impregnó el aire durante muchos días después.
El experto en Genocidio, Vahakn Dadrian, escribió que 80.000 armenios en 90 aldeas de la llanura de Muş, fueron quemados en establos y pajares.
Además, muchos hombres, mujeres y niños, fueron cargados en botes, sacados al mar, y arrojados por la borda.
Los médicos otomanos, también contribuyeron a la planificación y ejecución del Genocidio, y utilizaron su experiencia médica para facilitar los asesinatos, incluido el diseño de métodos para envenenar a las víctimas, y el uso de armenios como sujetos para la experimentación humana letal.
Se argumentó que el asesinato médico sistémico en El Genocidio Armenio, fue un precursor de la experimentación nazi en seres humanos durante El Holocausto.
En todos los casos, se emitieron certificados falsos de muerte por causas naturales u otras causas.
La violación, fue parte integral del Genocidio; los comandantes militares les dijeron a sus hombres que “hagan a las mujeres lo que deseen”, lo que resulta en un abuso sexual generalizado.
Los deportados, se exhibieron desnudos en Damasco, y se vendieron como esclavos sexuales en algunas áreas incluido Mosul, según el informe del cónsul alemán allí, que constituye una importante fuente de ingresos para los soldados acompañantes.
El Dr. Walter Rössler, Cónsul alemán en Alepo durante El Genocidio, escuchó a un armenio “objetivo”, que alrededor de ¼ de las mujeres jóvenes, cuya apariencia era “más o menos agradable”, fueron violadas regularmente por los gendarmes, y que “incluso las más bellas” fueron violadas por 10 a 15 hombres.
Esto provocó que las niñas y las mujeres se quedaran atrás muriendo...
Y como era de esperar, todas las propiedades, incluidas las tierras, el ganado y las casas de armenios, fueron confiscados por las autoridades.
La destrucción premeditada de objetos del patrimonio cultural, religioso, histórico y comunitario de Armenia, fue otro de los objetivos clave tanto del Genocidio, como de la campaña de negación post-genocida.
Las iglesias y monasterios armenios fueron destruidos o transformados en mezquitas, los cementerios armenios fueron aplastados y, en varias ciudades, por ejemplo Van, los barrios armenios fueron demolidos.
Aparte de las muertes, los armenios perdieron su riqueza y propiedad sin compensación.
Se perdieron negocios y granjas, y todas las escuelas, iglesias, hospitales, orfanatos, monasterios y cementerios, se convirtieron en propiedad del estado turco.
En enero de 1916, El Ministro Otomano de Comercio y Agricultura, emitió un decreto que ordenaba a todas las instituciones financieras que operan dentro de las fronteras del Imperio, entregar los activos de Armenia al gobierno.
Se registra que se incautaron hasta 6 millones de libras de oro turcas, junto con bienes inmuebles, efectivo, depósitos bancarios y joyas.
Los activos se canalizaron luego a los bancos europeos, incluidos los bancos Deutsche y Dresdner.
Después del final de La Primera Guerra Mundial, los sobrevivientes del Genocidio intentaron regresar y reclamar sus hogares y activos anteriores, pero fueron expulsados por El Gobierno de Ankara.
En 1914, El Patriarca Armenio en Constantinopla, presentó una lista de los lugares sagrados de Armenia, bajo su supervisión.
La lista contenía 2.549 lugares religiosos, de los cuales 200 eran monasterios, mientras que 1.600 eran iglesias.
En 1974, La UNESCO declaró que después de 1923, de los 913 monumentos históricos armenios que quedaron en el este de Turquía, 464 desaparecieron por completo, 252 están en ruinas, y 197 necesitan reparación, o están en condiciones estables.
Y es que desde principios de la década de 1930, todas las propiedades pertenecientes a armenios que fueron deportadas, habían sido confiscadas.
Desde entonces, no se ha producido ninguna restitución de bienes confiscados durante El Genocidio Armenio.
Los historiadores sostienen, que la confiscación masiva de propiedades armenias fue un factor importante en la formación de la base económica de La República de Turquía, al tiempo que dotó de capital a la economía de Turquía.
La confiscación masiva de propiedades, proporcionó la oportunidad para que los turcos de clase baja ordinaria, es decir, campesinos, soldados y obreros, subieran a las filas de la clase media.
En otras palabras, la construcción de una economía nacional turca estatista “era impensable sin la destrucción y expropiación de los armenios”
Al tiempo que El Gobierno Otomano estableció una red de 25 Campos de Concentración para eliminar a los armenios que habían sobrevivido a las deportaciones, hasta su punto final.
Si bien, no hay consenso respecto de cuántos armenios perdieron la vida durante El Genocidio, hay un acuerdo general entre los historiadores occidentales, de que más de 800.000 armenios murieron entre 1914 y 1918.
Las estimaciones varían entre 800.000 y 1,5 millones, por los gobiernos de Francia, Canadá y otros estados.
El historiador, Stefan Ihrig, observa que El Genocidio Armenio fue parte de la prehistoria del Holocausto, y que apenas 10 años antes del ascenso de Hitler al poder, el debate alemán sobre El Genocidio, iniciado en 1919, concluyó con justificaciones de Genocidio, donde Hitler pidió la expulsión de los judíos.
De hecho, un segmento del discurso dado por Hitler a Los Comandantes de la Wehrmacht en su Obersalzberg, lo registra preguntando retóricamente:
“¿Quién, después de todo, habla hoy de la aniquilación de los armenios?”
El Genocidio Armenio está ampliamente corroborado por los estudiosos internacionales; y como respuesta a la continua negación por parte del estado turco, muchos activistas de las comunidades de La Diáspora Armenia han promovido el reconocimiento formal del Genocidio Armenio de varios gobiernos de todo el mundo.
Curiosamente, a pesar de un gran número de descendientes directos del Genocidio Armenio que viven en Jerusalén, específicamente en El Barrio Armenio, Israel todavía se niega a reconocer El Genocidio...
¡Tremenda ironía!
El primer ejemplo del Genocidio Armenio interpretado a través del arte, fue una medalla emitida en San Petersburgo, Rusia, que significa “simpatía por el sufrimiento armenio”; y se acuñó en 1915.
Desde entonces, decenas de medallas de distintos países se han encargado de conmemorar el evento.
Las pinturas de Arshile Gorky, armenio-estadounidense y una figura seminal del expresionismo abstracto, se consideran influidas por el sufrimiento y la pérdida del período.
Nacido Vostanik Manoug Adoian, ha sido aclamado como uno de los pintores estadounidenses más influyentes del siglo XX; y como tal, a menudo se especuló que sus obras habían sido informadas por el sufrimiento y la pérdida que experimentó en El Genocidio Armenio, como la pintura “El Artista y Su Madre” (1926/1936), un retrato memorable, conmovedor e innovador; que se basa en una fotografía de un joven Gorki y su madre, tomada en La Primera República de Armenia, de corta duración, pues su madre murió de inanición en Ereván en 1919, cuando Gorki tenía 15 años, solo 4 años después de que Gorky, junto con su madre y 4 hermanas, hubieran escapado del Genocidio Armenio de Van.
Gorky hizo 2 versiones de la pintura; y ha sido destacada por su simplicidad de línea y suavidad, por al arte funerario egipcio en la pose; por composición plana, y por la forma y color.
No obstante, a partir de 1946, Gorky sufrió una serie de crisis:
El granero de su estudio se quemó; se sometió a una colostomía por cáncer y su pareja le fue infiel.
En 1948, el cuello de Gorky se rompió, y su brazo de pintura se paralizó temporalmente en un accidente automovilístico; su esposa lo dejó, llevándose a sus hijos con ella; y más tarde se casó con el escritor británico Xan Fielding.
Gorki, finalmente se ahorcó en Sherman, Connecticut; en 1948, a la edad de 44 años.
En la música, en 1975, el famoso cantante franco-armenio Charles Aznavour, escribió la canción “Ils sont tombés” o “Ellos cayeron”, dedicada a la memoria de las víctimas del Genocidio Armenio.
Isabel Bayrakdarian, es una soprano armenio-canadiense nacida en Zahle, Líbano; cuya vida ha sido objeto del film “A Long Journey Home”, documentando su primer viaje a su madre patria Armenia.
Su voz, se ha popularizado considerablemente al haber colaborado en las bandas sonoras de los filmes:
“The Lord Of The Rings” y “Ararat”, sobre la masacre de Van, durante El Genocidio Armenio.
Su primera grabación, titulada “Joyous Light”, es una recopilación de Canciones Sagradas Armenias, muy antiguas y tradicionales.
En el cine, la primera película sobre El Genocidio Armenio apareció en 1919, una producción de Hollywood titulada “Ravished Armenia” dirigida por Oscar Apfel, que posteriormente influiría en el film “Ararat” (2002) del director Atom Egoyan.
“Everything I've told you is exactly what happened”
Ararat es un drama bélico, del año 2002, escrito y dirigido por Atom Egoyan.
Protagonizado por Charles Aznavour, Christopher Plummer, Elias Koteas, Eric Bogosian, Arsinée Khanjian, Brent Carver, Marie-Josée Croze, Bruce Greenwood, David Alpay, entre otros.
La historia está basada en La Masacre de Van, durante El Genocidio Armenio, hecho que es negado por el gobierno turco; un tema que parcialmente inspiró y se explora en la película.
El director Atom Egoyan, y su esposa, la actriz, Arsinée Khanjian, son canadienses armenios, y algunos de los ancestros de Egoyan, se habían perdido en El Genocidio.
Todo inició cuando Egoyan había intentado explicar El Genocidio a su hijo, Arshile, cuando tenía alrededor de 6 años.
Arshile le preguntó:
“¿Los turcos se disculparon?”
La película Ararat pretende ser una respuesta a esa pregunta...
El productor, Robert Lantos, había prometido que apoyaría una película sobre El Genocidio, si Egoyan alguna vez se sentía preparado para hacer una.
Alliance Films le proporcionó a Egoyan un presupuesto de $12 millones.
Así que en el film se superponen varias historias, con cine dentro del cine; no sólo es una película sobre el rodaje de una película, sino que además se nos plantean los conflictos argumentales que el propio Egoyan tuvo al escribir la historia, como es por ejemplo el rol del pintor Arshile Gorky en la misma; conflictos familiares y el propio Genocidio Armenio como centro de todo.
Además de explorar el impacto humano de ese acontecimiento histórico, la película también examina la naturaleza de la verdad, y su representación a través del arte.
Utilizando una historia dentro de otra historia , la película explora si las películas deberían recrear crímenes de guerra, y si las películas pueden alterar los hechos para comunicar verdades más importantes.
Otro tema son las brechas entre generaciones, ya que explora cómo las generaciones posteriores entienden el registro histórico en lugar del Genocidio Armenio en sí.
Numerosos personajes canadienses armenios en la película, identifican símbolos con su herencia, como las imágenes del Monte Ararat; y los símbolos ficticios relacionados con Arshile Gorky, son un botón y una foto de su madre.
Así, Gorky aparece en la película como un enlace entre la historia y la vida actual de los armenios.
Ararat, que toma el nombre del símbolo armenio por antonomasia, el célebre monte donde la tradición sitúa el aterrizaje del Arca de Noé tras El Diluvio Universal, y cuya imagen preside como decorado central el set de rodaje de “la película falsa”, es una cinta única e imprescindible; ambiciosa por el espectro sentimental, histórico, político y reivindicativo que pretende cubrir, dura por lo que muestra, conmovedora por lo que hace sentir, muy pedagógica para todos aquellos que sienten la tentación de envolverse en una bandera cualquiera, no importan los colores ni la anchura, sentido o número de franjas; para vomitar odio y resentimiento hacia otros; pues el sacrificio del pueblo armenio, no olvidemos que, si bien de etnia armenia, eran plenos ciudadanos turcos desde hacía siglos y habían contribuido con su esfuerzo humano y económico durante centurias a la hegemonía turca en El Mediterráneo Oriental; nos recuerda que seguir a ciegas a los inventores de naciones, a los mesías de los pueblos, los que se atribuyen la capacidad de etiquetar y compartimentar a las personas, decidir sobre la pureza de sangre de los que tienen que ser una cosa u otra, quienes se erigen en entes decisorios acerca de quién debe quedarse, y quién irse, de quien cumple los requisitos y quién no, nos coloca tarde o temprano en el lado de las víctimas o en el de los verdugos.
Hay más historias de la crueldad turcas, y en ellas Egoyan se esfuerza por dar pruebas de que lo que dice no es inventado, sino que es histórico:
Documentos, telegramas, testimonios orales…
Como dato, Egoyan trabajó con su frecuente colaborador Paul Sarossy, y el rodaje se realizó durante 45 días durante el verano de 2001.
Las escenas de batalla que representan La Defensa de Van, fueron filmadas en Drumheller, Alberta, y algunos de los soldados fueron generados por computadora.
Los pueblos Van, también fueron generados por computadora.
Otras escenas fueron filmadas en Cherry Beach, Toronto.
Y es que la película no pudo rodarse en Turquía, o en el verdadero Monte Ararat debido a la negación de Turquía del Genocidio.
Adema, la película se realizó antes de que El Parlamento de Canadá votara para reconocer El Genocidio Armenio en 2004; por lo que Egoyan dijo que “era más importante que el gobierno turco aceptara la verdad”
Ararat se estrenó como parte de La Selección Oficial en El 55ª Edición del Festival Internacional de Cine de Cannes en 2002, pero no estuvo “En Competencia” para ningún premio.
Los motivos por los cuales Ararat no formó parte de “La Competencia Oficial”, siguen siendo ambiguos:
Algunos afirman que Turquía ejerció una presión política sobre El Festival; mientras que Egoyan dijo que él mismo decidió no ponerlo a competir.
“Esta película trata de un período de la historia que nunca se ha representado antes en la película.
La idea de someter eso a las presiones adicionales de un Jurado, dadas todas las presiones que ya existen en esta película… parecía ser innecesario”, dijo.
Ararat es una película sobre la verdad y la negación, sobre la posibilidad e imposibilidad de filmar, cuyo hilo conductor es “el fantasma del pasado”
Y sin embargo, no se trata del fantasma shakesperiano que ronda Dinamarca, sino de la dificultad de imaginar.
Es un largometraje que tiene como tema central El Genocidio Armenio, conducido por un relato fragmentado, brillantemente montado, por personajes que conviven con situaciones que pretenden negar.
La acción tiene lugar en 3 escenarios diferentes:
La Turquía de 1915, el estudio del pintor Arshile Gorky en el Brooklyn de 1934, y Canadá en el año 2002, donde una profesora de arte da una conferencia sobre el pintor; donde lo inacabado, el vacío, el incesto, aterrorizan a los sobrevivientes tanto como la masacre a las víctimas.
Todo inicia durante un control aduanero en la frontera canadiense:
Raffi (David Alpay) declara que sólo lleva material para una película que se está rodando en Toronto... sin embargo, un funcionario llamado David (Christopher Plummer) sospecha que miente, y lo somete a un interrogatorio que se convierte en un examen psicológico que revela episodios conflictivos de sus respectivas vidas.
Raffi, de origen armenio, vive obsesionado con el recuerdo de su padre y con los sentimientos que dicho recuerdo suscitan en su madre, Ani (Arsinée Khanjian) y en su hermanastra Celia (Marie-Josée Croze)
Por su parte, David intenta entender y aceptar la relación homosexual de su hijo Philip (Brent Carter) con un actor de origen turco, Ali (Elias Koteas), al tiempo que trata de establecer una sólida relación con su nieto Tony, el hijo de Philip.
El director Atom Egoyan, refleja el conflicto de Armenia y Turquía a través de la historia contemporánea de estas 2 familias separadas, y su búsqueda de la reconciliación y la verdad, enfrentándose a un pasado terrible, y un presente complicado.
Enlazando a todos los personajes, directa o indirectamente, en torno al rodaje de un film sobre la represión turca de principios del siglo XX, el director analiza de forma individual a los miembros de 2 familias desestructuradas y sus problemáticas, donde Ani, una historiadora del arte, da una conferencia sobre Arshile Gorky (Simon Abkarian), un pintor armenio que vivió El Genocidio Armenio en El Imperio Otomano.
Por lo que un director llamado Edward Saroyan (Charles Aznavour) la invita a que lo ayude a incluir la historia de Gorky en una película sobre El Genocidio y el asalto turco a la ciudad de Van.
Pero la familia de Ani está bajo estrés:
Su hijo está enamorado de su hermanastra, quien la culpa por la muerte de su padre.
La hija quiere revisar la muerte de su padre, y cambiar esa historia.
El anciano agente de aduanas, que está en su último día de trabajo, antes de pensionarse, le cuenta a su hijo sobre su larga entrevista con el hijo del historiador, quien regresó de Turquía con latas de película...
Todas las historias se conectan:
El aduanero al borde de la jubilación y un joven de ascendencia armenia en constante búsqueda de la verdad, serán los ejes de esta historia que se ramifica de manera creíble, complicada y fascinante, pero tremendamente eficaz.
Lejos de permanecer fosilizado en los libros, Egoyan demuestra que la historia forma parte de nuestros genes, que la llevamos a cuestas, que ella es tan parte de nosotros como nosotros de ella; y como escribió Benedetto Croce:
“Toda la historia es historia contemporánea”
Con una estética visual más bien de corte televisivo, Egoyan nos sumerge en una narración de ambiente cotidiano, que se ve salpicada por acontecimientos históricos que han marcado millones de vidas para siempre, y que lo harán como un efecto dominó, mientras el mundo sea mundo, conectando con hilos invisibles vidas del pasado y del presente, destinos entrelazados en el subterráneo de la memoria.
Esta compleja pero perfectamente encadenada historia, nos abre a los abismos de la memoria y del recuerdo, tanto individuales como colectivos.
Todos los personajes conviven con una situación que pretenden negar, ya sea un pasado histórico, un desencanto amoroso, un hecho luctuoso del que son responsables, o una situación de hecho que sienten inadmisible, y que les asalta imperiosamente como una vivencia espectral incontrastable e inevitable, pero no obstante, durísima de aceptar.
Pero particularmente es la cuestión armenia la que conmueve y trastoca.
Creo que Egoyan es muy valiente para hacer esta película, porque seguramente incluso dentro de la comunidad armenia, hay muchos puntos de vista políticos sobre este tema, y sobre cómo deberían sentirse al respecto.
No alcanza la redondez de otras obras, quizás la historia que rodea a Christopher Plummer, el rol de la hermanastra, e incluso las un poco “light” imágenes del Genocidio en sí, no están del todo bien ensambladas en el conjunto; pero si es una obra de gran valía artística e intelectual, muy bien interpretada, y manejada con maestría por un director único a la hora de acercarse a las historias.
Es pues, al margen de sus valores cinematográficos, un ejercicio terapéutico para restablecer la memoria; ya que los eventos históricos han sido respaldados por estudiosos del holocausto, archivos nacionales y relatos de testigos presenciales, incluido el de Clarence Ussher (Bruce Greenwood); y es que hasta el día de hoy, Turquía continúa negando El Genocidio Armenio de 1915; ya eso es motivo de reflexión, para verla y analizarla.
“There's no way of confirming that a single word that you've told me is true”
Cualquier película dispuesta a arrojar algo más de luz sobre aquel terrible suceso histórico que acabó con la matanza indiscriminada de miles de armenios a manos de los turcos, ya merece todo mi respeto y admiración, pero si el que lo firma es Atom Egoyan, uno espera encontrarse además ante algo más que una simple película histórica.
De origen armenio, el director se dispone a contarnos una historia poco conocida y nunca aparecida en cine, El Genocidio Armenio por parte de los turcos durante La Primera Guerra Mundial, que tiene un punto de especial crueldad, al no haber sido aún reconocido por el país que ejerció de verdugo.
Decir que Egoyan es uno de los más grandes y personales directores de cine que hay, es obvio, en su haber además de haber realizado varias obras maestras, está el de tener un estilo personal único y envolvente; y llama la atención cómo cuenta esta historia, y la estructura que propone.
Ararat no pretende emocionar, o por lo menos a mí me dejó cierto aire de frialdad y distanciamiento, sino exponer algunos planteamientos y reflexiones del director-creador a través de una película de ficción.
Y por eso puede chocar o parecer que no es absolutamente redonda, lo que sí plantea, es una propuesta para ser desmenuzada y analizada en profundidad.
Planteada como un juego de muñecas rusas que se arman y desarman al antojo de su director, Egoyan nos habla de muchas cosas, quizás demasiadas, que sólo van cobrando cuerpo tras una desconcertante primera media hora; es en ese momento cuando el relato empieza a adquirir sentido, aunque el resultado no sea igual de satisfactorio en todas sus partes.
En Ararat brillan más los sentimientos que los decorados, de ahí que los episodios de reconstrucción histórica y las cuitas cinematográficas queden bastante por detrás de los conflictos paterno-filiales, en parte porque en aquellos, la cabeza apenas deja paso al corazón.
Y aun así, la película emociona y asombra, perturba y conmueve, pero conmueve con el presente más que con el pasado:
Un presente, no obstante, que necesita al pasado para sobrevivir y comprenderse a sí mismo.
Contada a continuación de modo lineal, todo inicia en Toronto, con una familia armenia canadiense, encabezada por Ani, una viuda cuyo esposo intentó asesinar a un embajador turco.
Su hijo adulto, Raffi está involucrado en una relación sexual con Celia, su hermanastra, quien acusó a Ani de empujar a su padre por un precipicio, mientras que Ani insiste en que resbaló y cayó…
Ani hace presentaciones de historia del arte sobre el pintor armenio estadounidense, Arshile Gorky, con Celia asistiendo constantemente y molestando públicamente a Ani por ocultar la verdad.
Por otro lado, un director de cine armenio, Edward Saroyan, llega a Toronto con el objetivo de hacer una película sobre El Genocidio Armenio, La Resistencia de Van y Gorki.
Por lo que Ani es contratada como consultora histórica, con Raffi trabajando en el proyecto con su madre.
Un aspirante a actor turco canadiense, llamado Ali, recibe su gran oportunidad cuando es elegido como el gobernador otomano, Jevdet Bey.
Ali lee la historia del Genocidio, de la que nunca había oído hablar mucho, y ofende a Raffi cuando le dice a Saroyan, que cree que los otomanos sentían que El Genocidio estaba justificado, a la luz de La Primera Guerra Mundial.
Raffi intenta explicarle a Ali, que los armenios eran ciudadanos del Imperio Otomano, y que los turcos no estaban en guerra con ellos.
Ali se encoge de hombros, y dice que ambos nacieron en Canadá, y que deberían intentar superar El Genocidio.
Después de que Raffi regresa a Canadá de un vuelo a Turquía, es interrogado en la seguridad del aeropuerto por un funcionario de aduanas que se retira, llamado David, quien tiene motivos para creer que Raffi está involucrado en un complot para contrabandear drogas.
En lugar de emplear perros detectores de drogas, David prefiere hablar largo y tendido con Raffi, y Raffi afirma que se había encargado de disparar grabaciones extra en Turquía.
De hecho, la película se estrena esa noche...
Inspirado por su propio hijo, David decide creer que Raffi es inocente, y lo libera.
Sin embargo, los rollos de película permanecen con él, lo que David descubre que contiene heroína.
Los créditos iniciales sobre planos-detalle del estudio de un pintor, Arshile Gorky, de joven, se muestran elaborando su famosa pintura, “El Artista y Su Madre” a partir de una foto...
El pintor y el cuadro, serán centrales en una superproducción del ficticio director Saroyan en Turquía, que será un drama épico sobre El Genocidio Armenio.
Coincidencia, una profesora da un ciclo sobre ese cuadro, a su vez pieza estelar de una retrospectiva de Gorky, pero sólo con obras de aprendizaje, figurativas.
Así, tanto cuadro como foto existen, y en el film, el tratamiento de su creación es esencial.
En la obra de Gorky, nacido Vostanik Manoug Adoian, pero se cambió de nombre y se fingía pariente de Maxim Gorki; ese cuadro influido por Cezanne y Picasso tiene valor muy secundario.
Gorky fue fundador del Expresionismo Abstracto, la apuesta americana para competir con las vanguardias europeas; y la presentación sesgada del personaje, responde al forzamiento general del argumento.
Esto pues Egoyan suele desplegar un mundo propio, donde sus seres tienen vínculos ambiguos, donde abren sus mentes en raros discursos; mezclando tragedia y sensualidad, con su toque de incertidumbre, acrecentado por los saltos temporales que entrecortan el relato.
El compromiso con la causa armenia, le lleva a cambiar en Ararat, al registro épico para ocuparse del Genocidio perpetrado por los turcos en Anatolia.
Donde un veterano policía interroga en el aeropuerto de Toronto a un viajero:
Raffi, joven de origen armenio que trae de Turquía sospechosas latas de películas.
Con toda paciencia, escucha explicaciones sobre esos rollos y la película de Saroyan, en la que Raffi participa como ayudante; sobre el argumento y los tenebrosos acontecimientos que busca testimoniar; sobre la huida de Gorky niño...
Durante el examen psicológico, se da un cursillo de historia armenia.
¿Por qué sin límite de tiempo, extrañamente?
Sufre el policía la incomunicación con su hijo, cuyo novio es de otra religión, y la actitud del interrogado le remueve el conflicto.
Este dilema del inspector, con la sinceridad y lo ético en juego, interesa.
Ver, nada más empezar, al armenio Aznavour contando con tal sentimiento esa historia de la granada que simboliza éxodo y madre patria, lleva a preguntarse si viene una obra nacionalista, de inspiración condicionada por la vindicación histórica.
Pues sí, en la primera película del autor centrada en la conciencia colectiva, lo épico tiene aliento indeciso, y asoma el maniqueísmo.
Las escenas de masacres pecan de obvias.
Aparte su valor propagandístico, restan valor estético.
Por lo que Egoyan subordina su talento al servicio de una causa.
A pesar del insistente recurso al cine dentro del cine, la inserción de lo histórico en lo vital, es débil y forzado.
A ratos desaparece el pulso habitual, aunque la calidad técnica nunca se pierde.
Porque, pese a todo, estamos ante un gran director; y queda claro que también es un buen armenio; pero la épica no es lo suyo…
Quizás, la escena más representativa sobre la inconsistencia de los armenios como bando en una guerra, es el despliegue del ejército turco por un terreno árido de la Anatolia Oriental.
El espacio se llena de soldados que se expanden como si su número fuera infinito, tienen caballería y artillería.
Frente a ellos, apenas hay un puñado de armenios armados con mucha voluntad y pocas armas.
Los 2 personajes colectivos de turcos y armenios, marcan su destino y sus ambiciones.
Los turcos van perfectamente uniformados y pertrechados para la guerra.
No hay duda, son un ejército moderno.
Mientras los armenios no llevan uniforme, son guerrilleros, soldados “amateurs”, que están en la guerra por amor a su pueblo, pero son insignificantes en número.
Los que van a agredir están preparados, los que van a recibir la agresión, no.
Queda claro quién es David y quién, Goliat.
Los papeles son designados desde el principio, y son inconfundibles.
Por lo que la muerte de un niño suele ser un símbolo de la crueldad de toda guerra, donde la compasión es mayor con aquellos que son aún inocentes de cualquier cosa, porque aún no han empezado a vivir.
Y más aún, es la forma emotiva más potente de marcar a un personaje, en este caso, a toda una nación, los turcos.
Dividiendo el film en 3 visiones generacionales, que son algo más que un mero pretexto argumental, se nos presenta a:
El director de la película:
El anciano cineasta, con su perspectiva previsible, lo que cualquier espectador de cine espera de un testimonio de estas características.
Un “péplum” otomano del que Egoyan toma distancia mediante 2 mecanismos:
El recurso del “cine dentro del cine”, que le permite cuestionar la supuesta espectacularidad de la épica; y, por otro lado, una intención de mediación o ironía, visible en exageraciones que el propio personaje de Ani denuncia.
Esto último lo vemos en elementos como, la histriónica interpretación de Koteas; un ataque a los turcos, etc.
Es la visión que se “espera” de una película de estas características pero que Egoyan caricatura e híper estiliza, porque no confía en la reconstrucción histórica “a lo Schindler's List”
No confía en la “claridad” melodramática del Cinemascope; y esta distorsión llena de tópicos comerciales, sirve en Ararat más de contexto exagerado que otra cosa.
No está ahí el objetivo de la cinta...
La madre:
Es una opción intelectualizada, de profesora, erudita de la historia armenia, conocedora de la obra de Gorki.
Ella es parte biográfica del propio Egoyan, puesto que es autor de una tesis doctoral sobre El Genocidio Armenio.
Son los personajes que han recibido una herencia en el boca a boca, y se han preocupado de investigar y conocer; tanto que han hablado con testigos directos del Genocidio.
Y el hijo:
Más un acercamiento vital, no tan racional, a lo desconocido:
“Tengo que entender los motivos de mi padre”, dice en algún momento, con el viaje a la semilla como experiencia matricial o trayecto iniciático de una generación que vive en el silencio y la tergiversación; donde reconstruir el horror de la condición armenia, pasa por superar el olvido y la negación.
El dolor armenio, radica no en la obviedad de un revisionismo histórico, sino en las dificultades para la memoria.
Esta opción encaja también con la biografía de Egoyan, que sufrió un proceso donde renegó de su condición armenia durante su adolescencia, para interesarse activamente por ella después.
El dolor armenio, el que le interesa a Egoyan, radica en las distorsiones que aún, hoy día, quedan.
En el vacío de una tierra expoliada, en la dificultad del recuerdo en la materia opaca que es el tiempo.
Es ahí donde late la denuncia, el dolor y el desamparo de una diáspora eterna de muertos y silencio; de negación, ignorancia y duda.
Ahí radica la película, en el acercamiento a un hecho histórico desde la intimidad victimista de túneles y relaciones.
No en la emotividad, lo heroico o el sentimentalismo “spielbergriano”
Por último, se mantiene el habitual sistema de reverberaciones típicas en su cine:
La hermanastra que desconoce los motivos del suicidio de su padre; el aduanero con dificultad para la comunicación con su hijo homosexual; o el actor turco que niega El Genocidio, y defiende un conflicto armado.
Sin olvidarnos de la pintura, “El Artista y Su Madre” de Arshile Gorky, óleo sobre lienzo, de 152 x 127cm, actualmente en exposición en el Whitney Museum of American Art, de New York City.
en el cuadro vemos al joven Arshile Gorky y su madre en Van; es un retrato familiar; y se dirá que son madre e hijo, lo dirá una huella pulsante que lacera sus  rostros, que sin reposo atestigua esa incisión en la mirada; son 2 bocas iguales, 2 bocas que se hunden inaudibles.
La madre tiene un borrón en las manos, las frías manos blancas de un ahorcado...
Mientras el hijo sabe, ni siquiera una plegaria, sostiene un cuerpo sin manos.
Podría haber sido “La Virgen y El Niño”, pero hay un agujero allí donde terminan los brazos, una inconsistencia en los dedos, una lenta profanación.
El hijo sabe en el recogimiento, un hambre feroz que se come las manos.
Así, la pintura, basada en una fotografía tomada en la ciudad de Van en 1912, es más que la versión en pintura de una foto.
El padre de Gorky había emigrado a EEUU para evitar el servicio militar turco.
Su madre, sus hermanas y él, se trasladan de Van hacia Ereván.
Allí, en 1918, su madre se muere de hambre; y 2 años más tarde llega a New York.
Por ello su pintura tiene el aire iconográfico preciso de “La Virgen y El Niño”, sólo que secularizó la imagen, colocó una distancia infinitamente melancólica entre ambos; donde las figuras no se miran, sino que lo hacen al observador.
La madre sentada, y el niño de pie, en un cierto cubismo, pero con una calidez oriental que dan un tono de perplejidad a los rostros; donde se utiliza la técnica del “borrado” para las manos.
En la película, Egoyan muestra al personaje Gorky en un arrebato de odio, abandono y tristeza, al poner blanco sobre el dibujo de las manos.
El simbolismo de ello cae en la disfuncionalidad de la imaginación del sujeto diaspórico, al que le corresponde una falta de disposición a la autonomía, como forma de darse una ley, y una dificultad de vivir según el deseo.
Esta discapacidad, que se enraíza en la intimidad de cada cual, tiene efectos políticos, ya que es en el orden social donde esa imaginación no termina de expresar su poder, como poder de ser afectados por los otros.
De manera tal que la crisis en las instituciones que denuncia la tercera generación, no es consecuencia de la asimilación, como suele ser indicado, sino que tiene una causa más profunda y desestabilizante:
Un vacío, un blanco, un borrado, allí donde debería haber un fantasma.
Entre los valores de Ararat, tenemos que es una película que trata de acercarse a un hecho histórico apenas tratado en el cine; todavía desconocido, además de polémico, pues todavía no es reconocido, sobre todo por el propio Gobierno turco pero también por otros países, si realmente se produjo en el año 1915 un genocidio… y éste es un punto desconcertante y dramático, porque relega a todo un pueblo al olvido y a obviar su sufrimiento; desde una perspectiva original:
Ante la condenación al olvido, ante la negación de la memoria, ante la negación de una realidad cruel, ante la impotencia de unos supervivientes que tratan de entender su historia y otros que se lo niegan… la posibilidad del arte de transmitir una verdad a través de distintos lenguajes expresivos, de atrapar el sufrimiento e impotencia de un pueblo, el evitar el olvido de los que perecieron…
Pero no sólo es ésta la única manera de acercarse a ese intento de recuperación de la verdad y la memoria lo que plantea Ararat, sino que hay otros caminos que de alguna manera marcan en el presente a cada uno de los personajes.
Por ello, Egoyan pretende devolver las manos a una pintura donde están borradas, como si de memoria se hablara, con los personajes viendo director a quien los mire.
Así, Atom Egoyan en su estructura, introduce varios personajes clave que afrontan de distinta manera ese olvido impuesto, y convierten Ararat en una denuncia inteligente.
Hay una presencia en toda la película, que de alguna manera une a todos los personajes, y es una figura histórica, un superviviente del Genocidio Armenio, que pudo llegar a EEUU.
Esta figura histórica, es un artista, un pintor, que vivió en su piel El Genocidio.
Arshile Gorky, un pintor de vida atormentada, que arrastró su pasado, y diferentes etapas de asumir ese pasado que él mismo quiso olvidar…
Por lo que Ararat nos lleva a su estudio y a la creación de un cuadro a través de una fotografía.
La única fotografía que posee Gorky junto a su madre poco antes del exterminio.
La fotografía que documenta su pasado, la fotografía que recuerda que tuvo una madre que murió en la deportación…
La fotografía que muestra una infancia arrebatada, que se convierte en tormento porque le conecta con un pasado que no deja que aflore.
Esta figura histórica, es un personaje de una película que está realizando un renombrado director armenio, que quiere plasmar El Genocidio de su pueblo y dejarlo reflejado en una película que trata de recoger su visión como superviviente, pues quiere extraer la esencia de ese Genocidio según su punto de vista, y se tomará licencias poéticas para poder llegar más al espectador lo que quiere contar… como que El Monte Ararat, un símbolo, se vea desde un balcón desde el que es imposible su visión.
Pero es una verdad que sale de su interior, y recrea esa verdad que sale de las entrañas; al reconstruir sus recuerdos y todo lo que le contaron.
El director explica, que lo que más le duele es no entender todavía cómo fueron tan odiados, y como ahora que no les dejan recordar, siguen siéndolo.
Qué fue lo que motivó ese exterminio… cuando eran también ciudadanos turcos…
Arshile Gorky, también es el personaje central del nuevo libro de una historiadora armenia, que se acerca a la verdad a través de una exhaustiva documentación.
Que trata de entender con testimonios y acercamiento a la historia con rigurosidad, qué pasó y cómo esto sigue marcando a su pueblo, pues su primer marido murió cuando intentaba asesinar a un diplomático turco, y es señalado en EEUU como terrorista.
Ella es contratada como asesora histórica en dicha película, y trata de entender esas licencias poéticas que el director pone en imágenes para acercar su verdad.
En dicha película trabaja también como conductor, el hijo de la asesora, un joven que trata de entender al padre ausente, y al que le remueve algo en su interior el rodaje, y también las difíciles relaciones entre su madre y su novia/hermana; y trata de encontrar la verdad, el origen del Genocidio viajando a Turquía, y filmando aquellos sitios que pueblan los recuerdos de los supervivientes.
Encontrar la verdad desde la emoción, desde el viaje y el descubrimiento, y captar la tierra del olvido, las huellas del Genocidio…
Ahí también se encuentra un actor de origen turco, pero nacido en EEUU que se mete en la piel de Jevdet Bey en la película dentro de la película, como Gobernador de Van, una de las regiones más castigadas, y donde el pueblo armenio trató de resistir ante el asedio turco; y uno de los perpetuadores del Genocidio.
Él hace otra interpretación de la historia, cree que hubo un enfrentamiento armado entre armenios y turcos durante La Primera Guerra Mundial, y que eso es muy distinto a un Genocidio; por lo que apuesta por vivir el presente, y seguir en el olvido.
Uno de los actores principales, es un norteamericano que se mete en la piel de otro personaje histórico, Clarence Ussher, un doctor que trabajaba para La Cruz Roja, y fue testigo presencial de La Masacre de Van; que después trató de testimoniar lo que vio en un libro, e instaba a los armenios que lograban salir del país, que contaran su verdad, que avisasen sobre la masacre, que informaran…
El actor se empapa del Genocidio Armenio a través de las memorias del doctor norteamericano, y cree totalmente en lo que cuenta; tanto que se identifica con él.
Así llegamos al policía de la aduana, que está a punto de jubilarse, y entrevista al joven armenio que ha viajado hasta Turquía, y trae unas misteriosas bobinas de películas de 35mm; entrevista que articula parte de la película.
Plummer estará unido al joven por una serie de casualidades, y escucha toda la historia del Genocidio Armenio a través del relato del joven; y conecta con la tragedia y con el joven a través del sentimiento y de las complejas relaciones paterno-filiales.
Así siente esa búsqueda de respuestas que vive el joven, ese querer comprender al padre ausente… al tiempo que el aduanero coge la experiencia de otro para sí mismo.
Y la heroína, es un puro “macguffin”, un hecho que poco importa, que es irrelevante, pero esencial para el desarrollo de la trama.
Atom Egoyan, presenta las imágenes del Genocidio no como un “flashback” a un pasado real, sino mostrando una película dentro de una película.
Lo que vemos es el horror según lo reconstruye el director armenio Edward Saroyan, que quiere expresar su dolor y negarse al olvido; que quiere mostrar lo que ocurrió desde su particular mirada.
Así, Egoyan construye un peculiar ensayo, y muy complejo, porque permite múltiples miradas, sobre las formas de recuperar la memoria y lograr contar la verdad de un acontecimiento que se quiere relegar al olvido, y las consecuencias dolorosas que esto genera en las distintas generaciones.
Como dato, este filme marca el debut de David Alpay en el cine...
Pero la película, que en ocasiones, debido al extremo dramatismo de algunas de sus escenas y a la crudeza desnuda y lacónica con la que se retrata el laborioso exterminio de los armenios, resulta excesivamente impactante, casi hiriente, es una obra imprescindible, una reflexión profunda, amarga, doliente, sobre el abismo del ser humano.
Quizás, el único problema es la implicación emocional de su director, a quien pertenecen en realidad todas las reflexiones y sentimientos que emiten los personajes y las situaciones, todo el dolor que traspasa la pantalla.
Excesivamente reflexiva, teórica, “verbalizada”, en la película prevalecen los tintes reivindicativos y divulgativos sobre un hecho olvidado por casi todo el mundo por encima del corazón, de la exposición de sentimientos desnudos, de amargura, tristeza y pérdida.
Egoyan se encuentra demasiado cercano al epicentro de la trama, cuando quizás hubiese debido esforzarse por tomar distancia, y narrar desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, sin incluirse emocionalmente por delante de los sentimientos de los propios personajes, de modo que el público no llega a simpatizar nunca del todo en profundidad con el drama de los personajes individualizados, mientras resulta apabullado con las amarguras del pueblo armenio.
Es decir, hay mucho que contar, y mucho se pasa muy rápido.
Y es que el problema es doble:
Uno, está el conflicto armenio que Turquía y el pueblo turco, que no aceptan o han distorsionado completamente su visión de la historia.
En segundo lugar, existe la realidad de que Turquía y la cultura turca son muy odiadas, despreciadas y oprimidas en Occidente, por razones que se derivan en parte de este tema y de muchas otras.
Al tiempo que el hacer que un personaje homosexual… tampoco.
Al hacerlo, el personaje se convierte en un estereotipo que Billy Hayes utilizó en su libro, tal vez novela sería una palabra más precisa, “Midnight Express”
Esta es la noción de que todos los turcos son secretamente homosexuales y, por tanto, son violentos con las mujeres…
Egoyan es un especialista en el interiorismo del alma humana, en entrar dentro de la mente de sus personajes; y eso es lo que va haciendo en las 2 horas que dura el film, tratando de desentrañar las fobias y filias, los duelos mal cerrados, las angustias de sus personajes, pero que son también las de todo un pueblo, de una colectividad.
Un galimatías deliberadamente propiciado para conseguir extraer un luz del caos, un mensaje claro y nítido que nos revele la verdad, su verdad, la verdad del pueblo armenio, y la  mentira nacional turca.
Como siempre, con una acertadamente sombría fotografía, fría, interior.
El rodaje se mueve en pequeños espacios interiores, incluso el estudio de grabación, recordemos que el rodaje de la película dentro de la película no pudo hacerse en Turquía; y vemos el interior de los estudios de grabación, las cámaras y el mundo de los actores, sus fobias y sus filias.
Por otro lado, esta película de visionado obligado, nos mueve a otro nivel de reflexión histórico-política:
Conceptos como pueblo, nación, bandera, etnia, raza, religión, arrojados continuamente entre los seres humanos, hasta el punto de haberse convertido en un acto inconsciente, verdadero peligro para todos nosotros; son meras arbitrariedades, accidentes, que nada o muy poco tienen que ver con la auténtica esencia personal de todos y cada uno de los seres que los componen, al tiempo que sacan los colores a todos esas “víctimas de la opresión” que se adjudican sufrimientos, persecuciones y afrentas seculares, que no son sino ficciones y epopeyas románticas a la medida de unos deseos políticos que nada tienen que ver con la verdadera historia sí, padecida por otros, que son realmente víctimas de un doble exterminio:
El primero, a golpe de bayoneta; el segundo, a golpe de olvido.
Y eso al tiempo que nos traslada a la más reciente actualidad, con una Turquía que intenta acceder al “confort” y “estabilidad” europea, pero en cuya legislación, afirmar la verdad histórica del Genocidio Armenio sigue siendo un delito castigado con penas de cárcel; y una Europa, con Francia a la cabeza, país donde sucede lo contrario, se considera delito negar El Genocidio Armenio del mismo modo que El Holocausto Judío; que exige pasos claros en el reconocimiento de unos hechos innegables, que ni siquiera Mustafá Kemal Ataturk, “el padre de la Turquía moderna” que firmó el acta de defunción del Imperio Otomano tras La Primera Guerra Mundial, se dignó a reconocer.
Finalmente, a banda sonora de Mychael Danna, es soberbia, melancólica, mezclando esos sonidos orientales y misteriosos que acentúan el temor de todo un pueblo, nuestro propio temor a descubrir la verdad de las cosas; más cuando se utiliza la voz de Isabel Bayrakdarian, y su obra “Joyous Light”
“In a world full of denial, how do you determine who's telling the truth?”
En la noche del 2 al 3 de noviembre de 1918, y con la ayuda de Ahmed Izzet Bajá, “Los 3 Pashas”, que incluyen a Mehmed Talaat Pachá e Ismail Enver, los principales autores del Genocidio, huyeron del Imperio Otomano.
En 1919, después del armisticio de Mudros, el gobierno aliado a cargo de Constantinopla, ordenó al Sultán Mehmed VI que organizara Los Tribunales de Guerra para juzgar a los miembros del Comité de Unión y Progreso (CUP) por tomar El Imperio Otomano en La Primera Guerra Mundial.
El Sultán Mehmet VI, y El Gran Visir, Damat Ferid Pasha; como representantes del gobierno del Imperio Otomano durante La Segunda Era Constitucional, fueron convocados a La Conferencia de Paz de París por El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Robert Lansing.
El 11 de julio de 1919, Damat Ferid Pasha confesó oficialmente las masacres contra los armenios en El Imperio Otomano, y fue una figura clave e iniciador de los juicios por crímenes de guerra celebrados directamente después de La Primera Guerra Mundial, para condenar a muerte a los principales perpetradores del Genocidio.
El pronunciamiento de 1919, dice lo siguiente:
“La Corte Marcial, tomando en consideración los delitos mencionados anteriormente, declara, por unanimidad, la culpabilidad como los principales factores de estos delitos:
Los fugitivos, Talaat Pasha, ex Gran Visir; Enver Efendi, ex Ministro de Guerra, eliminaron el registro del Ejército Imperial, Cemal Efendi, ex Ministro de La Armada, rechazó también al Ejército Imperial; y al Dr. Nazim Efendi, ex Ministro de Educación, miembros del Consejo General de La Unión y El Progreso, en representación de la persona moral de ese partido...
La Corte Marcial pronuncia, de acuerdo con dichas estipulaciones de La Ley, la pena de muerte contra Talaat, Enver, Cemal y el Dr. Nazim”
Después del pronunciamiento, “Los 3 Pashas” fueron condenados a muerte en ausencia en Los Juicios en Constantinopla.
Los Tribunales de Guerra, oficialmente disolvieron La CUP, y confiscaron sus activos y los activos de los culpables.
Sin embargo, Los Tribunales de Guerra fueron destituidos en agosto de 1920, por su falta de transparencia, según el entonces Alto Comisionado y Almirante Sir John de Robeck, y algunos de los acusados fueron trasladados a Malta para un nuevo interrogatorio, y luego fueron liberados en un intercambio de prisioneros de guerra; donde 2 de “Los 3 Pashas” fueron posteriormente asesinados por vigilantes armenios durante “La Operación Némesis”, nombre en clave de La Federación Revolucionaria Armenia para su operación secreta en la década de 1920, para matar a los planificadores del Genocidio Armenio.
El juicio posterior y la absolución del asesino, Soghomon Tehlirian, tuvieron una importante influencia en Raphael Lemkin, un abogado de ascendencia polaco-judía que hizo campaña en La Liga de Las Naciones para prohibir lo que llamó “barbaridad y vandalismo”
Así, el término “Genocidio”, creado en 1943, fue acuñado por Lemkin, quien fue directamente influenciado por las masacres de armenios durante La Primera Guerra Mundial.
De ese modo, El Monte Ararat se ha convertido en un símbolo de los esfuerzos de Armenia para reclamar sus tierras perdidas; es decir, las áreas al oeste del Ararat que ahora forman parte de Turquía, y que tenían una población armenia significativa antes del Genocidio.
En una entrevista de 2010, con Der Spiegel, al Presidente de Armenia, Serzh Sargsyan, se le preguntó si Armenia quiere “El Monte Ararat de vuelta”
Sargsyan, en respuesta, dijo:
“Nadie puede arrebatarnos El Monte Ararat; lo tenemos en nuestros corazones.
Dondequiera que vivan los armenios en el mundo de hoy, encontrará una imagen del Monte Ararat en sus hogares.
Y estoy seguro de que llegará el momento en que El Monte Ararat ya no sea un símbolo de la separación entre nuestros pueblos, sino un emblema de comprensión.
Pero permítanme aclarar esto:
Nunca un representante de Armenia hizo demandas territoriales.
Turquía alega esto, tal vez por su propia cuenta.
¿Mala conciencia?”
Aunque el gobierno de La República de Turquía, sucesora del Imperio Otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron; no admite que se trató de un Genocidio, y sostiene que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado, dispuesto por El Estado Otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso período de La Primera Guerra Mundial.
A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos, incluso algunos turcos, opinan que los hechos encajan en la definición actual de Genocidio; tanto que se lo considera, por lo general, El Primer Genocidio Moderno; de hecho, es el 2º caso de Genocidio más estudiado, después del Holocausto.
Hasta 2017, 28 países han reconocido El Genocidio Armenio, entre otros, Alemania, Rusia y Estados Unidos.
Por ello, El Monte Ararat, simboliza la resistencia, y ocupa un lugar significativo en la identidad nacional armenia, porque simboliza la voluntad de los armenios de resistir; y para conmemorar a los defensores de la batalla, se creó un memorial durante la década de 1970 en la Armenia soviética, en Agarak, aldea Talin; y cada 24 de abril se evoca en Armenia, El Día de La Conmemoración del Genocidio Armenio, durante el cual, cientos de miles de personas caminan hacia el monumento del Genocidio, y depositan las flores, claveles o tulipanes normalmente rojos, alrededor de la llama eterna.
Esta evocación se repite con diversos actos en todas las comunidades dispersas por el mundo que constituyen La Diáspora Armenia.
Mientras en Turquía, no hay una tesis oficial sobre el tema…
Los gobiernos de Turquía y su aliado cercano, La República de Azerbaiyán, son los únicos que niegan directamente la realidad histórica del Genocidio Armenio, y ambos se oponen rotundamente al reconocimiento del Genocidio por parte de otras naciones, amenazando las consecuencias económicas y diplomáticas para los reconocedores.
Así, la postura formal de La República de Turquía, es que las muertes de armenios durante la reubicación o deportación, no pueden considerarse acertadamente como Genocidio, una posición que ha sido apoyada con una plétora de justificaciones divergentes:
Que los asesinatos no fueron deliberados ni sistemáticos orquestados; que los asesinatos fueron justificados, porque los armenios representaban una amenaza simpatizante de los rusos como un grupo cultural; que los armenios simplemente murieron de hambre, o cualquiera de las diversas caracterizaciones que se refieren a las pandillas armenias...
Algunas sugerencias buscan invalidar El Genocidio por motivos semánticos o anacrónicos, como el término “Genocidio” que no fue acuñado hasta 1943…
Y las cifras de víctimas de La Primera Guerra Mundial turca, a menudo se citan para mitigar el efecto del número de muertos armenios…
En 2007, El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, emitió una circular que llama a las instituciones gubernamentales a usar la frase “Eventos de 1915” en turco, “1915 Olayları”, en lugar de la frase “Genocidio Armenio”, en turco, “sözde Ermeni Soykırımı”
Por su parte, El Papa Francisco lo describió como “El Primer Genocidio del siglo XX”, causando una disputa diplomática con Turquía.
El Obispo de Roma defendió su pronunciamiento diciendo que era su deber honrar la memoria de los hombres, mujeres y niños inocentes que fueron asesinados “sin sentido” por los turcos otomanos, 100 años antes de que se convirtiera en Pontífice.
También pidió a todos Los Jefes de Estado y organizaciones internacionales, que reconozcan “la verdad de lo que ocurrió, y se opongan a tales crímenes sin ceder a la ambigüedad o al compromiso”
En una resolución, El Parlamento Europeo elogió la declaración pronunciada por El Papa, y alentó a Turquía a reconocer El Genocidio, y allanar el camino para una “verdadera reconciliación entre los pueblos turco y armenio”
A partir de 2019, los gobiernos y los parlamentos de 31 países, entre ellos Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Rusia, así como 49 estados de los 50 estados de los Estados Unidos, han reconocido los eventos como un Genocidio, al igual que la mayoría de los eruditos e historiadores del Genocidio Armenio.
Por tanto, creo que eso es el filme Ararat:
El deseo de no olvidar, y de convencer a otros para que no olviden.

“Do you know what Adolf Hitler told his military commanders to convince them that his plan would work?
“Who remembers the extermination of the Armenians?”



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