The Countess

“Time has no respect for beauty”

Si bien se dice que la historia no solo la escriben los vencedores, sino que también lo hacen los hombres… ahora surge la pregunta en la ideología del cine:
¿Vale la penar perpetuar un error, el estado en que se encuentra la mente humana cuando toma lo falso por verdadero hasta la eternidad?
La filosofía clásica establece una perspectiva triple de la verdad:
Primera, verdad como propiedad de las cosas o “verdad ontológica”
Segunda, verdad como propiedad del conocimiento, o conformidad de mi entendimiento con la realidad, lo que se denomina como “verdad lógica”
Y tercera, la verdad como prerrogativa del lenguaje.
A las verdades del primer tipo se les opone la falsa apariencia; a las del segundo, el error; y a las del tercero… la mentira.
A mediados del siglo XI, cuando media Europa lanzaba ofensivas sobre Tierra Santa y en España El Califato de Córdoba se iba descomponiendo en diversos reinos de taifas o facciones, El Clan de Los Gutkeled, uno de los nobles oligarcas más importantes de Hungría, llegaba a la gran llanura húngara desde Alemania.
Su origen era tan antiguo, que se pierde en la noche de los tiempos… aunque se especula que podrían provenir de los restos del Imperio Romano.
Así, de todas las familias nobles descendiente de este Clan, la mayoría eran todo lo sanguinarias que se puede esperar de la nobleza centroeuropea de La Baja Edad Media, es decir, mucho; pero hay una en concreto que traspasa todos los límites de lo que podríamos considerar “una crueldad habitual” o “pragmática” al configurar, generación tras generación, una historia familiar que entra dentro del campo de la leyenda, del horror inconmensurable; y se trata de La Familia Báthory; y su miembro más “vilipendiado” y destacable fue La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed, una aristócrata húngara perteneciente a una de las familias más poderosas de Hungría; que ha pasado a la historia por haber sido acusada y condenada de ser responsable de una serie de crímenes motivados por su obsesión por la belleza, que le ha valido el sobrenombre de “La Condesa Sangrienta”, pues tiene el récord Guinness de “la mujer que más ha asesinado en la historia de la humanidad”, con 650 muertes aparentemente atribuidas.
Y es que además de Vlad Țepeș, “El Empalador”, Erzsébet pudo haber servido de musa para Bram Stoker en la creación de “Dracula”; y varios historiadores afirman que así fue por cómo se comportaba con las jóvenes vírgenes que mataba.
Según se cuenta, ella solía morderlas, además, tomaba su sangre como una verdadera vampira... y de hecho, muchas de las primeras vampiresas de la literatura romántica, eran seductoras aristócratas con tendencias homoeróticas, como lo es muy especialmente “Carmilla” (1872) de Joseph Thomas Sheridan Le Fanu; que al igual que Vlad Țepeș “El Empalador” tiene su libro “Dracula” (1897); “La Condesa Sangrienta” tiene el libro escrito por Sheridan Le Fanu.
De hecho, Bram Stoker se inspiró en este libro para escribir su Drácula, y creó su vampiro a partir de un noble de La Europa del Este de la vida real, al igual que lo había hecho Le Fanu, para crear su vampira unas décadas antes.
Sin duda, los autores de estos relatos, tuvieron presente el mito de “La Condesa Sangrienta”, un nombre que pasaría a encarnar la infamia y el deseo absoluto de poder, que comenzó a extenderse internacionalmente, sobre todo a partir de la época de La Revolución Francesa.
Según la leyenda, Erzsébet Báthory fue una cruel asesina en serie, obsesionada por la belleza, la cual utilizaba la sangre de sus jóvenes sirvientas y pupilas para mantenerse joven, en una época en que una mujer de 44 años se acercaba peligrosamente a la ancianidad; y según algunas opiniones, los crímenes atribuidos a La Condesa, pudieron ser invenciones de sus enemigos, en un contexto político muy complejo para buscar su perdición y su muerte.
Nacida en el seno de una de las familias más antiguas y adineradas de Transilvania, Los Erdély, en Byrbathor, una ciudad de la región de Transilvania, en “La Hungría Profunda, el país más salvaje de La Europa Feudal”, era un país salvaje, y como casi siempre en su historia, dividido, con una parte ocupada por los turcos, y la otra en manos de Los Habsburg austriacos.
La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed, pasó su infancia en El Castillo de Los Ecsed, la rama más extravagante de Los Báthory, repleta, como consecuencia de los matrimonios consanguíneos, de locos y tarados.
La Casa de Báthory, fue una familia aristocrática húngara de gran influencia tardío-medieval en Europa Central; y se dividió en 2 ramas a mediados del siglo XV:
Los Báthory de Ecsed, y Los Báthory de Somlyó.
La familia Báthory era una familia noble húngara del Clan Gutkeled; y alcanzó una influencia significativa en Europa Central durante La Baja Edad Media, ocupando altos cargos militares, administrativos y eclesiásticos en el Reino de Hungría.
En el período moderno temprano, la familia trajo a varios Príncipes de Transilvania, un Rey de Polonia, y El Gran Duque de Lituania.
Por su parte, la rama más joven de la familia, La Báthory de Ecsed, descendía de Luke, el hijo menor de Briccius.
Luke poseía amplias propiedades en Szatmár, y le fue concedido por El Rey Károly Róbert El Señorío de Ecsed, donde construyó el Castillo llamado Hűség, que se traduce como “lealtad”
Esta rama, ya que retuvieron la posesión de Bátor, a veces se llaman “de Bátor” o, como la rama más joven, “Nyírbátor” que significa “Nueva Báthory”
Un relato legendario, que coloca el origen de Los Báthory en el año 900, antes de la llegada del Clan Gutkeled; relata cómo un guerrero temeroso de Dios llamado Vitus, un homónimo de un miembro de la primera generación del Clan Gutkeled, se propuso lucha contra un dragón, que se escondía en los pantanos al lado del Castillo de Ecsed, en realidad construido solo en el siglo XIV, y acosó el campo.
Vitus lo mató con 3 embates de su lanza, y como recompensa, recibió el Castillo.
Las personas agradecidas, lo honraron con el nombre “Báthory”, que significa “buen héroe” y “animus magnanimus”
En húngaro, la palabra “bátor” significa “valiente”; por lo que El Escudo de Armas de Báthory, otorgado en 1325 a los hijos de Briccius, se diseñó en referencia a esta leyenda:
El escudo consiste en 3 dientes de jabalí de plata sobre un campo de gules colocados horizontalmente, rodeados por un dragón que mordía su propia cola.
El dragón circundante, es el emblema de La Orden del Dragón, en latín “Societas Draconistarum”, literalmente “Sociedad de Los Dragonistas” y fue una orden de caballería monárquica para la nobleza seleccionada, fundada en 1408 por Sigismund von Luxembourg, quien fue Rey de Hungría entre 1387 y 1437, en el momento, y más tarde se convirtió en El Sacro Emperador Romano de 1433 a 1437; siendo creado siguiendo las órdenes militares de Las Cruzadas, que exigían a sus iniciados, “defender La Cruz y luchar contra los enemigos del cristianismo”, en particular, El Imperio Otomano.
Como dato, El Príncipe de Wallachia, Vlad II Dracul, padre de Vlad “El Empalador”, tomó su nombre de La Orden del Dragón.
Así las cosas, La Casa Báthory se disolvió alrededor del año 1605, para la rama Ecsed; y 1637 para la rama Somlyó.
Ahora bien, hay que hacer hincapié en el aspecto físico de La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed:
Ella era una dama perteneciente a la alta nobleza, con un elegante porte que roza la melancolía, pelo exquisitamente largo y negro, grandes y oscuros ojos felinos, llenos de misterio, boca roja sensual y menuda, y dedos como agujas.
Son muy pocos los detalles que se conocen sobre la infancia de La Condesa, pero según se cuenta, a la edad de 6 u 11 años, se escapó de su institutriz para mirar cómo ejecutaban a un gitano que había sido condenado a muerte por vender a su hijo a los turcos; por lo que los soldados abrieron el vientre de un caballo, introdujeron el hombre en su interior, cosieron la herida, dejando solo la cabeza del gitano por fuera.
Este era un método popular para dar muerte a delincuentes en la antigua Roma; y así fallecían de forma cruel y repulsiva… quemándose lentamente bajo los ardientes rayos solares, mientras que sus cuerpos, y el de los animales, se pudrían en conjunto y eran consumidos por los gusanos.
¿Provocó este encuentro, el despertar del instinto asesino de La Condesa?
Durante su infancia, múltiples fuentes dicen que sufrió múltiples convulsiones que pudieron haber sido causadas por la epilepsia, posiblemente debido a la endogamia de sus padres; y en ese momento, los síntomas relacionados con la epilepsia, se diagnosticaron como “Enfermedad de La Caída”, y los tratamientos incluían frotar la sangre de una persona que no sufría en los labios de un epiléptico, o dar a la persona una mezcla de sangre con trozos de cráneo…
Esto llevó a la especulación de que los asesinatos de Erzsébet durante su vida posterior, fueron parte de sus esfuerzos para curar la enfermedad que sufría desde que era una niña pequeña; sin embargo, no hay evidencia sólida que apoye la especulación.
Como otro intento de explicar la crueldad de Erzsébet más adelante en su vida, muchas fuentes dicen que su familia la entrenó para ser cruel…
Las historias incluyen a Erzsébet como una niña que presenció castigos brutales ejecutados por los oficiales de su familia, y que fue enseñada por miembros de la familia involucrados con el satanismo y la brujería.
Nuevamente, no hay evidencia sólida para estas afirmaciones.
Lo que sí se sabe, es que Erzsébet fue criada como protestante calvinista; y como mujer joven, aprendió latín, alemán, húngaro y griego.
Y como nacida en una familia privilegiada de La Nobleza, Erzsébet fue dotada de riqueza, educación y una posición social estelar; tanto que se llegó a casar y enviudar muy joven de su primo, El Barón, posteriormente Conde Ferenc Nádasdy de Nádasd y Fogarasföld, que eran poseedores de un gran poderío, sin embargo, ella se vio más vulnerable y aislada que nunca como Señora Feudal de un importante condado de Transilvania.
Las raíces de Nádasdy se extienden hasta La Edad Media...
Su lema es:
“SI DEUS PRO NOBIS QUIS CONTRA NOS”, es decir “Si Dios es con nosotros, ¿Quién puede estar en contra de nosotros?”
La Familia Nádasdy hizo una gran contribución al desarrollo de la impresión húngara; Los Nádasdy húsares, era un regimiento que lleva el nombre de la familia, y desarrollaron una estrategia que incorporaba una caballería ligera y con movimientos rápidos que fue adoptada internacionalmente.
En el año 1571, cuando Ferenc tenía 16 años, su madre, Ursula Nádasdy, valiéndose de sus tratos con muchas familias nobles de Hungría, organizó un compromiso con la joven Erzsébet Báthory, hija de Los Condes György y Anna Báthory.
Los Báthory eran una familia igual de rica e ilustre que Los Nádasdy, aunque más antigua e influyente, puesto que, entre otros, tenían varios parientes que habían tenido el cargo de Nádor de Hungría, un Cardenal, un Rey, y el propio hermano de Erzsébet fue Príncipe de Transilvania.
El “Nádor de Hungría” era un cargo en el antiguo Reino de Hungría, que era el segundo en importancia después del Rey húngaro.
Así pues, cuando Erzsébet Báthory se fue a vivir al Castillo de Los Nádasdy, el Castillo Sárvár, situado en el condado de Vas, al oeste de Hungría, sólo tenía 11 años; mientras que su prometido tenía 16.
Ferenc apenas sabía leer y escribir en su idioma materno y, tal vez tenía un ligero conocimiento de latín; al contrario que su esposa, quien, además de ser conocida por su renombrada belleza, fue una de las mujeres más instruidas de la época:
Ella sabía leer, escribir y hablaba con gran fluidez húngaro, alemán y latín.
Pero Ferenc estaba mucho más interesado en cultivar y conservar su forma física, destinado a mediar en Las Guerras Húngaras; y al conocer a su joven prometida, puso el grito en El Cielo, ya que Ferenc no podía saber que se hallaba ante la horma de su zapato…
Ni tan siquiera Los Nádasdy, familia sanguinaria y en su mayor parte militar, podían competir en crueldad y locura con Los Báthory, cuya excentricidad se había ido acrecentando a lo largo de décadas de bodas internas.
La misma Erzsébet descendía de aquellas 2 de las ramas más extravagantes de Los Báthory:
El Conde György descendía de Los Ecsed; y su madre, La Condesa Anna, de los Somlyó; y 2 años más tarde, La Familia Nádasdy estuvo a punto de asistir a una deshonra, al quedar la joven Erzsébet, de 13 años, embarazada de uno de los mozos empleados en El Castillo Sárvár, László Bende.
A pesar de que Ferenc no tenía más de 18 años, fue contundente con el castigo del joven László:
Le hizo que le castraran y, acto seguido, que le tiraran a los perros; mientras que Erzsébet fue llevada a otro Castillo de Los Nádasdy, donde dio a luz en secreto; y se hizo desaparecer al bebé…
El 8 de mayo de 1575, Ferenc y Erzsébet se casaron en El Castillo de Varannó, en Vranov; y a la ceremonia, dado el rango de los novios, acudieron más de 4.500 invitados; incluso se ofreció invitación al Emperador Maximilian II, que no pudo acudir; y por mutuo acuerdo, fue Ferenc quien adoptó el apellido de soltera de su esposa, y no viceversa, ya que en esa época, el apellido Báthory era mucho más ilustre que Nádasdy; y después de la boda, los nuevos señores de Nádasdy, junto con Orsolya y otros miembros de La Familia Nádasdy, se fueron a vivir a Čachtice.
El Castillo de Čachtice, se había construido en el siglo XIII, en lo alto de una colina, a los pies de la cual se asentaba el pueblo de Čachtice, que da nombre al Castillo; el cual principalmente fue edificado como puesto de vigilancia del camino que unía Hungría con Moravia, en la actual República Checa, por La Familia Hont-Pázmány.
Más adelante, perteneció a Máté Csák, de La Dinastía Stibor de Stiboríc.
De él pasó directamente a la posesión del matrimonio Nádasdy-Báthory como regalo de bodas, junto con un feudo y los 17 pueblos circundantes.
En el año 1578, El Conde Ferenc, como miembro de una influyente familia de militares, se puso al frente de uno de los flancos de La Real Armada Húngara; y esto hizo que pasara cada vez menos tiempo con su familia, por lo que no fue hasta 10 años después de la boda, cuando su esposa y él concibieron a su primera hija, Anna.
En los 9 años siguientes concibieron a Katalin y Orsolya y, finalmente, en el año 1598 tuvieron a su único hijo varón, Pál.
Como militar, Ferenc ayudó a conquistar Los Castillos de Esztergom, Waitzen, Visegrád, Székesfehérvár y, años más tarde, el de Győr.
Todos ellos eran posesión de los turcos, y gracias a la intervención del Conde, la guerra contra ellos dibujó un cambio brusco y radical, y una gran ventaja a favor de los húngaros.
Así, su carrera militar fluyó al lado de uno de sus mejores amigos, el noble húngaro Nicolás Pálffy, quien era considerado uno de los comandantes militares más importantes de su época.
Pálffy tenía el completo apoyo de Rudolf II de Habsburgo, Rey húngaro y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y se destacó por su lucha contra los turcos otomanos, y por recibir el título de Conde de Bratislava.
Por su parte, Erzsébet intervino en varios casos representación a mujeres indigentes, incluida una mujer cuyo marido fue capturado por los turcos, y una mujer cuya hija fue violada e impregnada... pero fue durante todo éste tiempo que todo dio un giro inesperado, con el objetivo de que su esposa mantuviera el orden en El Castillo mediante infringir castigos a los criados, que Ferenc enseñó a su mujer varias técnicas de tortura para aplicar a la servidumbre del feudo.
Más adelante hay testimonio de que Erzsébet, más experta en la materia, comenzó a intercambiar por carta trucos y tácticas con su esposo.
Antes de morir, Ferenc Nádasdy confió a sus herederos y viuda a György Thurzó, quien eventualmente lideraría la investigación de los crímenes de la misma Erzsébet.
György era descendiente de la casa noble más rica de La Alta Hungría, La Familia Thurzó de etnia húngara y polaca; fue un hombre muy educado; hablaba húngaro, alemán, latín, griego y croata con fluidez, y estaba muy interesado en las artes y las ciencias; y estaba emocionado por las nuevas ideas…
György creció en La Corte Real del entonces Archiduque Matthias, hermano de Rudolf II, Emperador del Sacro Imperio Romano, a quien sucedió.
György también fue Palatino de Hungría, es decir, un funcionario de alto nivel vinculado a Las Cortes Imperiales o Reales; y religiosamente fue un luterano muy apasionado; tanto que construyó iglesias luteranas en sus tierras; y pagó la construcción de gremios luteranos en sus fincas.
Él se casó con Zsófia Forgách y tuvieron 2 hijas, pero Zsófia murió dando a luz a la 2ª hija en 1590.
Varios años después, György se casó con Erzsébet Czobor, con quien tuvo 6 hijas sin nombre, y un hijo, Imre Thurzó; que fue el último miembro masculino de la prestigiosa familia Thurzó.
Por su parte, Los Condes Nádasdy mandaron a sus 4 hijos a vivir con sus futuros suegros, como era la costumbre entre La Nobleza Eslava de los matrimonios arreglados, y Ferenc pasaba más tiempo fuera del Castillo, cuando su esposa, Erzsébet, comenzó a mostrar sus tendencias masoquistas y bisexuales; y es por esta época que empiezan a escucharse rumores de que algo muy siniestro ocurre en El Castillo de Čachtice, en la actual Eslovaquia.
A través de un pastor protestante local, le llegan historias de que La Condesa practica la brujería, explícitamente, “La Magia Roja” o “Hematomancia”, que es un tipo de magia y adivinación, cuyo componente central es el uso de la sangre u otros tejidos vivos; y para ello utiliza la sangre de muchachas jóvenes, solo mujeres y vírgenes.
Esa era una típica acusación muy popular en la época, similar a las que se realizaban en contra de los judíos y disidentes; de hecho, “La Magia Roja” también puede realizarse a través del sexo; sin embargo, el objetivo principal de estos rituales, no era el placer sexual, sino que culminaban al beber la sangre mientras todavía manaba tibia de las heridas de las jóvenes.
Según la investigación de su mismo primo, El Conde György Thurzó, hallaron en El Castillo, numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y un montón de cadáveres por los alrededores… y entre los aparatos de tortura que supuestamente guardaba La Condesa en las mazmorras, había un autómata llamado “La Virgen de Hierro”, una dama metálica con un mecanismo que clavaba puñales, además de diversos atizadores enrojecidos al fuego, ganchos, y todo lo que la imaginación pueda concebir en estos casos.
Allí encontraron a una docena que todavía respiraban, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias ocasiones, a lo largo de las últimas semanas.
De debajo del Castillo, exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más…
Por otra parte, hubo constancia de un diario donde Erzsébet contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas a lo largo de 6 años; y por todas partes había toneladas de ceniza y serrín, usados para secar la sangre que se vertía tan pródigamente en aquel lugar.
Debido a esto, todo El Castillo estaba cubierto de manchas oscuras, y despedía un tenue olor a putrefacción; y se decía que mientras su esposo estaba fuera, ella mantenía relaciones sexuales con sirvientes de ambos sexos, y se rumoreaba que cuando tenía acceso carnal con chicas, no era raro que las mordiese salvajemente.
Ahora bien, la mayoría de los datos sobre Erzsébet Báthory que leemos, son oscuros, pero… y si te contamos que ella fue muy buena madre:
Cuando escribía sobre ellos y su marido Nádasdy en sus cartas, rezumaba amor puro y un lado tierno que muchos creíamos inexistente en “La Condesa Sangrienta”; y los cuidaba como una madre que ama a su familia.
Tal vez a los retoños de Báthory se los alejó de ella para que no vieran las atrocidades que cometía; y puede que fueran enviados a vivir con otros parientes, consiguiendo guardar ante ellos la apariencia de madre abnegada.
Hay quienes dicen que el esposo de Báthory compartía su lado malicioso, aunque supuestamente nunca asesinó a los sirvientes que torturó, pero sí empaló a sus adversarios en las guerras.
El 4 de enero del año 1604, el conocido “Caballero Negro de Hungría”, como se conocía a Ferenc por su fiereza a la hora de combatir, y su despiadada costumbre de empalar a todos sus prisioneros enemigos, murió de misteriosa y repentina enfermedad en medio de una batalla; después de ese hecho fue cuando todo empezó… cuando en el desamparo de la pérdida, una de sus sirvientas adolescentes le dio un involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando, lo que atrajo un fuerte bofetón de La Condesa, que hizo sangrar por la nariz a la doncella, la cual hasta este punto habría sido afortunada, ya lo normal entre la nobleza eslava de la época, habría sido sacarla al patio para recibir 100 bastonazos por aquel descuido.
Pero cuando la sangre salpicó la piel de Erzsébet, y a ésta le pareció que allá donde había caído, desaparecían las arrugas, y su piel recuperaba la lozanía juvenil...
La Condesa, fascinada, pensó que había encontrado la solución a la vejez, y que siempre podría conservarse bella y joven de esta manera; y tras los muros de su Castillo, La Condesa se rodeó de extraños sirvientes con los que practicó experimentos brujeriles y relacionados con la alquimia; entre ellos, una bruja llamada Dorkó y su antigua nodriza, Jó Ilona, quien empezó a aconsejar a su señora en el uso de la sangre para evitar los efectos del paso del tiempo.
En aquel tiempo, Erzsébet ya empezó a martirizar a sus sirvientas con los más retorcidos métodos como cubrirlas de miel y dejarlas en medio de un jardín para deleite de los insectos, o dejarlas en el frío invierno fuera, mientras las congelaba con gélidos cubos de agua hasta convertirlas en auténticas estatuas de hielo.
Tras consultar a sus brujas y alquimistas, y con la ayuda del mayordomo Thorko, y la corpulenta Dorottya, desnudaron a aquella muchacha del tirón de pelos, la degollaron, y llenaron un barreño con su sangre.
Erzsébet se bañó en la sangre, o al menos se embadurnó con ella todo el cuerpo, y probablemente la bebió, para recuperar la juventud.
Así, entre 1604 y 1610, los agentes de Erzsébet se dedicaron a proveerla de jóvenes entre 9 y 16 años para sus rituales sangrientos.
Entre ellos se dice que se encontraba Pola, una niña de 12 años, quien no soportó continuar en complicidad de sus actos, y huyó sin mucha suerte; siendo capturada por Báthory, y encerrada en una jaula muy estrecha en la que apenas cabía, a pesar de lo pequeña que era.
Final y terriblemente, fue descuartizada.
Y en un intento de mantener las apariencias, habría convencido al pastor protestante local, para que sus víctimas tuviesen entierros cristianos respetables, bajo la razón de que “habían fallecido por causas desconocidas”
Como se sabe, Báthory era protestante; y cuando la cifra de muertes comenzó a subir, éste pastor comenzó a manifestar sus dudas:
Morían demasiadas chicas por “causas misteriosas y desconocidas”, así es que ella le amenazó para que callase, y La Condesa comenzó a enterrar en secreto los cuerpos desangrados en el sótano, en los alrededores del Castillo y otros lugares secretos.
Pero como eran tantos restos, también convirtió los muros de su opulenta morada en sarcófagos.
La tortura llegaba a límites insospechados, y tomó la costumbre de quemar los genitales a algunas sirvientas con velas, carbones y hierros al rojo, por pura diversión.
También, generalizó su práctica de beber la sangre directamente mediante mordiscos en las mejillas, los hombros, o los pechos.
Para 1609, Erzsébet, por la falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos crímenes que ya hacían desconfiar a la gente humilde, cometió el error que acabaría con ella:
Utilizando sus contactos, comenzó a tomar a niñas y adolescentes de buenas familias “para educarlas, y que le hicieran compañía”
Ahora, las víctimas eran hijas de la aristocracia menor, por lo que sus muertes eran consideradas “importantes”
Bajo sospechas, en 1612 se inició un juicio en Bytča, donde Erzsébet negó a declararse inocente o culpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios; y quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores.
La acusación se concentró en los asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas carecían de importancia… y en la sentencia, todos los colaboradores fueron declarados culpables, algunos de brujería, otros de asesinato, y los demás de cooperación; y sus fieles sirvientes decidieron culparse por todos sus crímenes:
A Dorottya Szentes y Ilona Jó, las declararon brujas… les arrancaron los dedos con pinzas, y fueron quemadas vivas.
A Erszi Majorova la ejecutaron, y Katarina Beneczky pasó el resto de su vida encarcelada.
Todos, excepto las brujas, fueron decapitados, y sus cadáveres quemados.
Pero la ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada; por lo que fue encerrada en su Castillo; y tras introducirla en sus aposentos, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida, y la condenaron a cadena perpetua en confinamiento solitario.
Esta pena implicaba también, la confiscación de todas sus propiedades.
La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed, nunca mostró arrepentimiento, ni llegó a entender por qué la condenaron… hasta que el 21 de agosto de 1614, uno de los carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo…
La Condesa estaba muerta, después de haber pasado 4 largos años encerrada, sin ni siquiera ver la luz del Sol, y con tan solo 54 años de edad.
La iglesia de Čachtice o El Castillo de Čachtice, no lleva ninguna marca de su posible tumba…
Por otra parte, en La Víspera de Navidad de 1616, su verdugo, György Thurzó, murió a la edad de 49 años, por lo que su hijo, El Conde Imre, heredó la prosperidad de Thurzó, y se convirtió en Conde de Árva.
No obstante, él murió repentinamente allí, el 19 de octubre de 1621, a los 23 años; y La Casa Thurzó se extinguió en la línea masculina con él.
Así las cosas, varios autores han argumentado que Erzsébet Báthory fue víctima de una conspiración; y se argumentó que los procedimientos en contra de Báthory fueron en gran parte motivados políticamente, posiblemente debido a su gran riqueza y propiedad de grandes áreas de tierra en Hungría, aumentando después de la muerte de su esposo.
La teoría es consistente con la historia húngara en ese momento, que incluía conflictos religiosos y políticos, especialmente relacionados con las guerras con El Imperio Otomano, la propagación del protestantismo y la extensión del poder de Los Habsburg sobre Hungría.
Pero también hay contra-argumentos hechos contra esta teoría:
La investigación de los crímenes de Báthory fue provocada por las quejas de un ministro luterano, István Magyari.
Esto no contribuye a la idea de un complot católico/de Los Habsburg contra La Báthory protestante, aunque la tensión religiosa es todavía una posible fuente de conflicto cuando Báthory se crio calvinista, y no luterana.
Y para apoyar la inocencia de Báthory, el testimonio de alrededor de 300 testigos, y las pruebas físicas recopiladas por los investigadores, deben abordarse o disputarse.
Esa evidencia incluía:
Numerosos cuerpos y niñas muertas y moribundas encontradas cuando Thurzó entró al Castillo; y se argumenta que la evidencia física fue exagerada; y que Thurzó tergiversó a los pacientes muertos y heridos del Hospital local, como víctimas de Báthory, ya que su desgracia beneficiaría enormemente sus ambiciones políticas estatales.
Total, El Caso de La Condesa Báthory ha inspirado numerosas historias desde el siglo XVIII hasta la actualidad; donde el motivo más común de esto fue que La Condesa se bañaba en la sangre de sus víctimas para conservar la juventud.
Esta leyenda apareció por primera vez en un grabado del libro “Trágica Historia” de 1729, del erudito jesuita László Turóczi, que es también la primera narración escrita de la historia de Báthory.
Su leyenda reapareció en 1817, cuando se publicaron los relatos de los testigos aparecidos décadas antes, en 1765; pero en estos no se incluía ninguna mención a los baños de sangre.
En su libro “Hungary and Transylvania”, publicado en 1850, John Paget describe el supuesto origen de los baños sangrientos de La Condesa, aunque su versión parece ser un relato ficticio de la tradición oral de la zona; por lo que es difícil saber hasta qué punto son verídicos estos eventos.
El placer sádico, se considera el motivo más plausible para los crímenes de Erzsébet Báthory; pero las historias de sus sádicos asesinatos en serie, se verifican mediante el testimonio de aquellos 300 testigos y sobrevivientes, así como evidencias físicas, y la presencia de niñas horriblemente mutiladas, moribundas y encarceladas que se encontraron en el momento de su detención.
Las historias que describen sus tendencias de vampiro, la historia más famosa de que ella se bañó en la sangre de las vírgenes para conservar su juventud; generalmente se registraron años después de su muerte, y se consideran poco confiables.
Como fuera el caso, su historia se convirtió rápidamente en parte del folklore nacional, y su infamia persiste hasta nuestros días; tanto que a menudo se la compara con Vlad “El Empalador” de Wallachia, en quien El Conde ficticio, Drácula, se basa en parte; y algunos insisten en que ella inspiró la novela de Bram Stoker; aunque repito, no hay evidencia para apoyar esta hipótesis.
Los apodos y los epítetos literarios que se le atribuyen, incluyen “La Condesa de Sangre” y “La Condesa Drácula”
¿Pero fue cierto?
“She sacrificed all for love... and sacrificed others for beauty”
The Countess es un drama alemán, del año 2009, escrito y dirigido por Julie Delpy.
Protagonizado por Julie Delpy, Daniel Brühl, William Hurt, Anamaria Marinca, Sebastian Blomberg, Adriana Altaras, Charly Hübner, Andy Gatjen, Maria Simon, Frederick Lau, Katrin Pollitt, Anna Maria Mühe, Rolf Kanies, entre otros.
El guión se basa en la vida de la notoria Condesa húngara, Erzsébet Báthory; y la película es el 3° esfuerzo de dirección de Julie Delpy, quien ha dicho sobre el filme, que “suena como una historia gótica, pero es más un drama.
Se centra más en la psicología de los seres humanos cuando se les otorga el poder”; siendo una muestra de inteligencia en el guión, que la narración se asienta muy bien en el contexto histórico en el que transcurre la acción; y se utiliza una coartada romántica para justificar unos crímenes que están más que probados en la historia, por lo que la protagonista se convierte en una Condesa traumatizada por la soledad y el hastío; por lo que las verdaderas razones de La Condena Báthory, a morir emparedada, vienen lastradas por intereses económicos y de poder por parte del Rey de Hungría y la nobleza, en una época en la que si una mujer era poderosa y sabia, o tenía conocimientos de medicina o botánica, no era extraño que fuese acusada de brujería.
Por ello, Julie Delpy ha demostrado ser una actriz extraordinaria, y en su aún breve carrera detrás de las cámaras, ha demostrado ser una guionista y directora muy a tener en cuenta en el futuro; pues su retrato de La Condesa Erzsébet Báthory posee un buen trabajo de ambientación, con excelentes decorados y vestuario, acompañados de una fotografía que realza la atmósfera fría y gótica que la historia requiere; y se rodea de actores consistentes; donde ella misma se ocupa de encarnar a la noble del título con gran eficacia, mostrando a una Condesa humana, altiva y poderosa, y sin embargo frágil y vulnerable; amante devota, y a la vez sádica torturadora y cruel asesina.
La película comienza con la voz “en off” de István Thurzó (Daniel Brühl), quien relata la historia de su único amor:
Estamos al tanto de los extraños comportamientos de la joven Erzsébet (Julie Delpy), que tuvo una vena sádica, y que al nacer, se le prometió ser la novia de Ferenc Nádasdy (Charly Hübner); por lo que se convirtió en una mujer hermosa.
Posteriormente se casó con El General Nádasdy, y dio a luz a sus hijos y, juntos, fue la pareja poderosa de Hungría.
Pero cuando Nádasdy muere, Erzsébet se encuentra y se enamora apasionadamente de István Thurzó, 19 años menor que ella, pero el padre de István, György Thurzó (William Hurt) impide que István se quede con Erzsébet.
Quedando sola, Erzsébet sigue siendo una poderosa guerrera, y se une con el sadomasoquista Dominic Vizakna (Sebastian Blomberg), pero teme que su joven amante la olvide si envejece; por lo que ella descubre que la sangre de las vírgenes restaurará su juventud, y así comienza los asesinatos en serie para apoyar su vanidad.
Por las deudas contraídas por El Rey, hay una investigación de la historia personal de La Condesa, dirigida por György Thurzó y, sin un juicio adecuado, es condenada a arresto domiciliario en habitaciones selladas en su propio Castillo de Čachtice, donde está sellada su suerte.
En el filme de Delpy, La Condesa es una noble independiente y temida por todos, que se enamora de un joven con tanta pasión que, cuando el padre del joven lo obliga a alejarse de ella, creyéndose abandonada y traicionada, le echa la culpa a sus arrugas, y empieza a asesinar a muchachas vírgenes para bañarse con su sangre, “tan pura como su amor”; por lo que su amante, la bruja Darvulia (Anamaria Marinca), le ayuda en su sangriento tratamiento de belleza.
La película técnicamente está bellamente diseñada, vestida, fotografiada y anotada, y Delpy logra seguir su historia de manera creíble; pero hay una ausencia de pasión áspera que haría que la historia sea más imborrable:
Delpy y el resto del elenco, no crean una química ardiente en la pantalla que hubiera dado una sensación de mayor ímpetu a los actos atroces que ocurren; pero como parte de la historia poco conocida, The Countess es una película fascinante sobre una mujer fuerte del pasado, y el impacto que tuvo en su país.
¡Y en las leyendas!
Y es obvio que la figura real en la que se basa la historia, era una mente política brillante, una mujer de raza noble, que podía leer y leer en 4 idiomas, que una vez enviudó, pudo defender con éxito sus tierras de los turcos en guerra y el control exacto sobre el reinado de Rey húngaro, Matthias.
Por lo que el relato nos cuenta de la mejor manera posible, y nos hacer ver una historia diferente donde las haya:
Lo místico y mitológico del culto a la sangre, se mezcla con la realidad y con acontecimientos que pasaron en otra época; y hay que saber que realmente no todo está claro, si ocurrió o no, pero eso es lo de menos, y podemos disfrutar con el factor de la duda; porque la idea que intenta transmitirnos Delpy, es que nos planteemos, por qué razones determinadas, varias figuras de la historia están estigmatizadas con aspectos negativos, viles y crueles; y por qué otras, parecidas, no.
“Love is a myth, to keep the minds of young peasants and virgins occupied with a dream”
La historia de La Condesa Erzsébet Báthory ha sido narrada por historiadores, escritores, poetas, músicos, pintores y directores de cine.
¿El motivo?
Ella está incluida en El Libro Guinness de Los Récords Mundiales, como “la asesina más prolífica del mundo”; y que la tradición cuenta que torturaba a sus víctimas y se bañaba en su sangre para mantenerse joven.
Sin embargo, como buena película en tiempos del feminismo, está hecha para exorcizar el pasado propio del género, que se remonta a Eva del Edén; y muy contrariamente a la creencia popular, Erzsébet Báthory es mostrada como una mujer moderna del Renacimiento, que finalmente fue víctima de las aspiraciones de los hombres de poder y riqueza.
¿Pero es eso verdad?
Julie Delpy, protagonista, directora, guionista y compositora de la música de esta película, nos regala una muy notable obra, de duración precisa y acertada, de buen ritmo, con una factura técnica absolutamente impecable; una cinta bien hecha y bien rodada por Delpy, a quien no le hace falta ser una maga de la cámara para entregar un ejercicio de clasicismo y buen hacer en su dirección; y se ha rodado en unos enclaves reales y espectaculares, con muy pocas escenas grabadas en estudio, y con un vestuario cuidadosamente diseñado.
Así se nos muestra una mujer que debió luchar contra la misoginia, la conspiración y la difamación que imperaba en la complicada época que le tocó vivir; y pone el acento en la variabilidad del relato, en este caso, centrándose no tanto en la interpretación, sino más bien en la emisión; donde el narrador nos dice al principio de la película:
“La historia no está hecha de verdades, sino de fábulas”
Así nos lleva al año 1560, cuando Erzsébet Báthory nace en una noble familia húngara, siendo hija del General György Báthory de Ecsed; y desde muy temprana edad, sus padres la educan para aceptar la dureza y la crueldad.
En su adolescencia, Erzsébet está impregnada por un joven amante campesino, y se ve obligada a verlo mientras es brutalmente torturado y ejecutado ante sus ojos.
La madre de Erzsébet, le quita al niño directamente después de su nacimiento, asegurándose de que nunca más lo vuelva a ver…
Erzsébet, está más tarde casada con El Conde Ferenc Nádasdy, con quien tiene 3 hijos; y después del regreso de Nádasdy de Las Guerras Otomano-Húngaras,
Erzsébet queda viuda, y ahora como la única heredera de la vasta finca de su marido, busca el reconocimiento del Rey de Los Habsburg de Hungría, Matthias II; que consiente a regañadientes, debido a su considerable deuda con La Condesa.
Posteriormente, en un baile, conoce al hijo de 21 años del Conde György Thurzó, István, y se enamora de él.
Después de una noche juntos, István se ve obligado por su padre a terminar la relación, y casarse con la hija de un rico comerciante en Dinamarca.
Erzsébet, de 39 años, cree que su diferencia de edad es la culpable del fracaso de la relación; y después de un incidente en el que es salpicada de sangre después de golpear a una sirvienta, Erzsébet comienza a creer que bañarse en la sangre de las jóvenes vírgenes, puede ayudarla a alcanzar la eterna juventud y belleza, una creencia reforzada por sus siervos psicopáticos, que insisten en su piel rejuvenecida, que de repente es mucho más suave... y con este fin, su personal captura y mata brutalmente a las campesinas para obtener su sangre.
Sólo cuando Erzsébet comienza a secuestrar a chicas aristocráticas, las autoridades comienzan una investigación; y se le pide al Conde Thurzó que investigue los incidentes; por tanto, envía a István, que ahora es un Conde, a visitar a Erzsébet.
István, a regañadientes, va a visitarla y pasan juntos una noche apasionada; y a pesar de sus afectos por La Condesa, todavía sospecha de las acusaciones; y cuando él y uno de sus compañeros descubren pruebas de su crimen, la arrestan.
Durante el juicio, Erzsébet es declarada culpable y, debido a su origen noble, es condenada a pasar el resto de su vida amurallada en su habitación en El Castillo de Čachtice en total aislamiento; mientras que el personal de Erzsébet también es declarado culpable, pero a diferencia de ella, son condenados a muerte.
Todos sus bienes se otorgan al Conde Thurzó, con la excepción de Čachtice, que se entrega a sus hijos.
Así, impulsada por la desesperación después de haber sido amurallada, Erzsébet Báthory se suicida; y luego la entierran sin un ataúd en una tumba humilde, sin ceremonia fúnebre.
La película arroja dudas sobre los hechos, lo que sugiere que gran parte de los acontecimientos han sido manipulados por El Conde Thurzó; así como Delpy ha explicado, si bien ha sido fiel al contexto histórico de la leyenda, ha evitado leer la inmensa cantidad de relatos que han dado lugar al mito de “La Condesa Sangrienta”, y se ha alejado del estereotipo de “La Reina Malvada”, para crear su propia versión de la historia de Erzsébet, y ofrecernos una obra que “no es una película de terror, sino una tragedia griega”
A pesar de que La Condesa afirma, una vez que se descubren los asesinatos, que la habrían tratado como un héroe de ser un hombre, y que por otro lado, su comportamiento esté motivado por un sentimiento tan femenino como es el sufrir por amor; cuando se le pregunta a la directora si hay un trasfondo de ideología feminista en la película, Delpy responde que se ha centrado en una reflexión sobre el ser humano, sin tener en cuenta la raza o el sexo.
Según ella, La Condesa actúa motivada más que por vanidad femenina, por su quizás ingenua fascinación por la pureza, en contraste con la corrupción que conlleva el poder, y por la angustia que todo el mundo siente ante la decrepitud y la muerte.
De esa manera, Julie Delpy ha compuesto una Condesa enamorada, como coartada para explicar sus crímenes, y de este modo, el amor justificará su necesidad de luchar contra el tiempo.
Es una buena coartada discursiva, “el amor acaba justificándolo todo”, de modo que tenemos un inicio, un porqué, al margen de las patologías.
Y si obviamos este pretexto, Delpy sigue al pie de la letra lo que se conoce acerca de La Condesa a través de las fuentes ya muy contaminadas, pero al fin
y al cabo, es de lo único de lo que se dispone acerca de esta estrige voraz; por lo que Delpy desarrolla sin aspavientos estos datos, y se agradece.
En el fondo, barajamos siempre la misma iconografía:
¿Cuándo sucede todo; dónde, e incluso el cómo?
Si respondemos a esas preguntas dada cualquier cuestión histórica, tendremos la respuesta.
Los Cárpatos, los turcos, las intrigas, el primo conspirador Thurzó, y El Sacro Imperio Romano Germánico; con la lucha por el poder, hay mucho en juego; y por otra parte tenemos a una niña que a los 12 años ya estaba siendo desarraigada de su entorno, e incluso de su niñez, y que probablemente en su cabeza fuera desarrollándose alguna patología que alimentada más tarde por el poder que le conferiría su estatus, no hizo más que desarrollarse desde una red de ignorancia, superstición, paganismo, fanatismo, soledad…
Su carácter atrabiliario, su bisexualidad, la consulta a brujas, o eran aprendices de farmacéuticas que fabricaban electuarios; prácticas extremas como el sadismo; seguramente, pero a todo eso La Nobleza, en general, no escapaba, tenía el poder, los súbditos eran cosificados, y castigarlos era un deber para mantener el control; por lo que tenemos a la mujer, la bruja, la vampira, “la femme fatale” con necesidad de sangre fresca, virginal.
Y como instigadora, otra mujer:
La bruja Darvulia como una enamorada de La Condesa; una mujer fiel y con un sentido común muy poco propio del verdadero personaje en la vida real; pues Darvulia no era joven, no era una chica inocente y enamorada, ni era un perro fiel; ella era una manipuladora, una mujer muy mayor, que gustaba de las magias negras y hechizos contra la gente, y que al final resultó ser una cobarde absoluta.
Da la casualidad que siempre surgen brujas cuando, dado un contexto político y religioso, adquieren poder, y la forma más eficaz de arrebatarlo, es con estas acusaciones que con el sustrato de lo maldito, lo oculto, lo abyecto… la posibilidad de defensa es nula.
El espejo “trazó los planos de su morada” decía la poeta argentina Alejandra Pizarnik; donde un “doppelgänger” enfermizo, narcisista, lunático, de alteridad deformada con efecto “fata morgana” ronda las esferas del poder.
Un ser saturnino, una doncella de hierro traída de Núremberg, donde nacería Durero y compondría ese ángel melancólico.
Y Núremberg, donde curiosamente se hicieron los primeros autómatas al servicio de Cronos, su gran enemigo.
Por ello, el rostro de Julie Delpy es el idóneo para encarnar a La Condesa; que aquí no se nos muestra como una atormentada, sino como una egoísta, codiciosa y sádica sin precedentes en la historia; que acabó con todo un censo de población femenina, primero solo matando, y luego torturando cada vez con más sadismo e instrumentos cada vez más dolorosos y sofisticados; pero probablemente también querían que se la encerrara por intereses políticos y económicos, pero era una asesina en serie totalmente convencida de que lo que hacía era lícito, dado que era su derecho total.
Así, nada sería lo mismo sin la magnética presencia de Delpy, absolutamente soberbia en la aborrecible piel de Erzsébet Báthory, plasmando magistralmente a la mujer que sí estaba atormentada por un amor imposible, y al monstruo frío y sádico en que se convierte después.
Sólo su forma de mirar, con esos ojos tan expresivos, tan llenos de odio, de amor, de tristeza y de sadismo, según toque, ya merece un enorme aplauso.
Y como directora y guionista, Delpy siente cierta simpatía por su protagonista, y se compadece de su dolor por el amor truncado y apasionado con el personaje al que da vida un encantador y estupendo Daniel Brühl, pero en ningún momento olvida ni dulcifica que este monstruo torturó y asesinó salvajemente a cientos de inocentes.
Pero ahí es donde Delpy tiene su Talón de Aquiles:
En su insistencia por defender al personaje y justificar su locura en el amor, la película que podría haberse convertido en un interesante retrato psicológico, o en un terrorífico “thriller”, va perdiendo fuelle, y acaba deviniendo en un melodrama gótico aceptable, bien resuelto y con estilo.
Delpy, no es más que una caricatura de altivez y maldad, que no ha captado la esencia de “La Dama Sangrienta”, ni la relación entre su actitud de “puedo hacer lo que me da la gana”, y esa intocabilidad que impidió que una prominente noble húngara fuera ajusticiada por unas barbaridades que no conocen parangón en la historia del crimen.
Ni tampoco se tira por el otro lado, la supuesta conspiración de otros nobles para quitarla de en medio mediante falsas acusaciones de asesinato y brujería, por lo que la sosez predominante del conjunto, y la absoluta falta de hemoglobina tampoco tienen justificación en un cambio de sesgo histórico.
Y es que nunca queda claro, por qué una mujer poderosa e inteligente, fue arrodillada por un lindo niño, solo para volverse asesina, y posiblemente loca cuando se la privaba de su objeto de afecto.
El enfoque además, es totalmente erróneo, porque la directora se entrega a la tentación de explicar y justificar, cuando no hay nada que justificar…
Delpy no recoge ninguno de los hilos reflexivos o históricos que podría haber devanado, y se conforma con una visión más bien lejana, casi analítica, que denota que en ningún momento se ha hecho esfuerzo alguno por acercarse a la psique oscura del personaje; y si hay algo que no soporto, es que una película que versa sobre un personaje que, por la historia y sus datos verificados es psicópata, sea condescendiente y justificadora de algo que no tiene justificación ninguna; y que en el intento, ni siquiera sea explorado de manera más convincente; y llega un momento que parece que hasta da pena ver a esa mujer en la situación en la que está…
La película trata de contar estos hechos, pero de una manera poco rigurosa y sacándose de la manga una historia de amor que nunca sucedió; pues al contrario de lo que se dice en la película:
Erzsébet Báthory nunca tuvo amante conocido, y el hijo de György Thurzó no figuró entre esos; de hecho, se dice que era lesbiana.
También es bastante criticable que su guión no incida sobre la controversia que suscita este personaje:
Pero siendo justos con el personaje histórico, no hay pruebas rigurosas de que realmente cometiera esos crímenes, y la persona designada por El Rey para investigar, y que sirvió como eje del juicio contra ella, era su enemigo declarado.
Nada más lejos de la realidad…  hay que acotar que toda la historia es ficción, pues en 4 siglos no se ha descubierto ningún documento que aclare lo que pasó realmente con ella, y lo que hace esta producción, es oponerse diametralmente a la conocida “Leyenda Negra”; por lo que la historia incluye elementos de intriga política, y el drama de una mujer inteligente, demasiado débil para enfrentar todas las probabilidades, que en resumen, tuvo la mala suerte de haber nacido en un mal momento en la historia, y ser mujer; pues el objetivo de la película es claramente político, y le quita a La Condesa del “Récord Guinness”; así que toda la trama está muy montada y desarrollada forzosamente a los tiempos del feminismo más propagandístico; y es que tengamos en cuenta el momento histórico, con la quema de brujas y la superstición reinante, una época en que las disputas nobiliarias de propiedades y de títulos, estaban disfrazadas de acusaciones de brujería, satanismo, vampirismo, canibalismo y otras prácticas aberrantes, en que La Iglesia Católica, la propia familia, y por supuesto los enemigos, podían acabar con quien les diera la gana, y poseer los bienes de cualquiera a base de mentiras.
Qué casualidad que fuera Thurzó, El Palatino, y su propio primo, quien a la muerte de su esposo, le había propuesto unirse en matrimonio; y a quien había rechazado, y por ello la cazó y juzgó.
El mismo que mandó encerrarla en sus propios aposentos.
Qué casualidad que los nobles ambiciosos y vecinos de las vastas tierras de La Condesa, y sus propias hijas, o los maridos de estas le apoyaran y ayudaran.
Se repartieron su fortuna, pero no pudieron matarla.
Aún monstruo, Erzsébet seguía teniendo muchísimo poder e influencia.
Consiguió sobrevivir algunos años más emparedada, y con una simple rendija como vía al exterior.
De ella, se sabe que no se conservan ni diarios ni cartas... solo la crónica de un juicio a una gente que previamente torturaron.
Que fuese verdad o no lo que decían, a estas alturas da igual, pues quisieron quitarle poder, y la convirtieron en una leyenda.
¿Qué hubiese sido de La Condesa si hubiera nacido en nuestro siglo?
Tampoco puedo dejar de hacer volar la imaginación y visualizarla:
Sería una mujer culta, elegante y, por qué no, absolutamente preciosa.
Que se trata correctamente la esquizofrenia que padece, y no ha sido un impedimento para alzar un imperio de productos de cosmética absolutamente eficaces.
Siempre abrazada por esos 2 colectivos que le harían sentir comprendida y que defendería a muerte:
El feminista y el LGTB+.
¿Acaso somos tan lejanos de la obsesión de La Báthory?
¿No nos arrancamos pedazos de nuestros cuerpos, estiramos nuestras pieles, implantamos materiales extraños dentro de nuestras carnes, cosemos cabellos a nuestra cabeza, o nos rellenamos la cara con venenos naturales para conservar la juventud eterna, sacrificando animales?
¿Y si nos dijeran que matando a una persona seríamos bellos y jóvenes para siempre; que bañándonos en sangre humana, lograríamos una piel tersa, unos músculos turgentes y una belleza luminosa?
¿Hasta qué punto podría convertirse La Báthory en una especie de retrospectiva deformante y demente de la sociedad actual?
De la banda sonora de la misma Julie Delpy, decir que no es una obra de arte, pero si es destacable porque refuerza muy bien las escenas según lo requerido, y para una mujer que además es productora, directora, guionista y actriz, es mucho.
“God, you have abandoned me.
In war hundreds are killed and tortured and they are left there to rot and feed the vultures.
And yet, we glorify our warriors.
We give them laurel wreaths and honors.
But all I get is torment, I cannot be humiliated this way.
Give me an illness that will kill me fast.
I cannot do it myself, I must go to heaven.
Amen”
Una vez muerta, a La Condesa Erzsébet Báthory pretendieron enterrarla en La Iglesia de Čachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que “La Señora Infame” fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra sagrada; finalmente, como era “uno de los últimos descendientes de la línea Ecsed de La Familia Báthory”, la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed, en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa familia.
Todos sus documentos fueron sellados durante más de un siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.
Por otro lado, se desconoce la enfermedad que mató al Conde Ferenc Nádasdy a los 48 años de edad; y se rumorea que fue envenenado por “La Condesa Sangrienta” para que ella pudiera estar con su amante, Jezorlavy Istók.
Sí se sabe, sin embargo, que su muerte, más allá de los crímenes que cometió su esposa, hizo bien a La Corona de Hungría, puesto que El Rey Matthias II de Hungría deseaba los extensísimos territorios que el matrimonio Báthory-Nádasdy había producido, y El Conde Ferenc habría sido un estorbo en su intento de apoderarse de los vastos territorios.
A pesar de que, tras la muerte de Erzsébet por emparedamiento, sus menguadas posesiones fueron repartidas entre sus 4 hijos, más tarde, El Rey Matthias acusó a los jóvenes Báthory-Nádasdy de traición, basándose en los crímenes cometidos por su madre y su tía abuela Klára, y por apoyar a Erzsébet en la guerra contra los alemanes, por lo que todas las tierras anteriormente pertenecientes a Los Nádasdy, además de las nuevas tierras que habían acumulado de sus familias políticas, pasaron a disposición de La Corona Húngara.
Los descendientes de Ferenc e Erzsébet, fueron desterrados, por lo que marcharon a Polonia; y a pesar de que algunos volvieron a Hungría después de 1640, ese fue el fin de la condición nobiliaria de La Familia Nádasdy-Báthory en Hungría.
Sobre los hechos sangrientos, es imposible saber, hoy en día, qué sucedió realmente...
Desde el punto de vista psiquiátrico, La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed sería una anomalía que se sale del patrón común de todos los asesinos en serie conocidos.
En La Europa del Este de la época, era común castigar cruelmente a siervos y pupilos, y ejecutar incluso a pequeños delincuentes de las maneras más espantosas.
Quizás ella fuera sádica, y en consecuencia, se aplicara especialmente a la hora de imponer disciplina, o incluso obligara a sus sirvientas a tomar parte en prácticas sadomasoquistas, más o menos extremas…
Ninguna novedad para la nobleza de su tiempo, cuya impunidad y poder legal, les permitía tratar a la servidumbre como quisieran; o quizás fue realmente una torturadora y asesina en serie, amparada en su estatus, que sólo se perdió cuando por falta de nuevas víctimas entre la plebe, recurrió a las hijas que formaban parte de la nobleza menor…
Los Archivos Nacionales de Hungría, conservan abundante documentación sobre ella, particularmente cartas personales, y actas del juicio; y como dato, otros documentos existentes, demuestran la unión entre La Familia Báthory y la de Vlad Țepeș.
De hecho, un miembro de La Familia Báthory, István Báthory, fue quien dirigió la misión que devolvió a Vlad Țepeș al trono, en 1476.
Además, los antepasados húngaros de Țepeș, estaban relacionados con El Clan Báthory.
Sin embargo, sus míticos diarios, al igual que su retrato original, se hallan en paradero desconocido…
¿Entonces era Erzsébet una asesina?
La historia nos dice que sí.
Desde luego no debió ser una santa.
Para ser una mujer tan poderosa en aquellos páramos y, sobre todo, en su época, debió de ser una señora implacable y sin piedad alguna.
¿Le tendieron una trampa?
Sin duda alguna.
Demasiados intereses políticos como para no sospechar y afirmar que así fue.
¿Es digna de admirar?
Bueno… puedo más que dar una respuesta afirmativa; eso sí, “Alžbeta”, como la llamaban de niña, se salió del molde.
Demostró, durante muchos años, incluso cuando aún vivía su marido, que una mujer no necesita de un hombre para ocupar un puesto de poder.
No tuvo reparos en vivir su sexualidad con libertad, aunque llevara de manera tóxica su deseo por las mujeres.
Ahora sería juzgar si Erzsébet Báthory era una gran mujer.
Pero nunca olviden que, en un banquete de la realeza donde todos comían aún con las manos, había solo una mujer que había aprendido a usar el tenedor.
405 años después de muerta, La Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed sigue siendo una mujer muy actual.

“God, perhaps you are trying my faith.
Perhaps you are punishing me because I loved him more than I love you.
Man has created God in his image which gives him dominance over everything else.
Birds, lions, trees and women.
I wish I had been born a man, I would have killed thousands in battle, taken over countries, burned witches, I would have been a hero.
That is it, you're nothing but a myth.
The Greeks created gods for everything because they could not figure out why the sea, why love, why death.
Now we have created you to appease and feed our fears and ignorance.
'Cause we have so many questions and so few answers.
I have used you in prayers to forgive myself for my horrors and sins.
A proper burial of feeding the wolves is the same thing.
Holy water is just dirty water.
Why am I so scared to die?
Because I do not believe in you or the eternity of the soul.
When I die I shall rot and nothing will be left of me.
Love is the dagger that stabbed me in the back.
If you are not a myth, absolve me of my sins and give me blood to keep me young.
I thank you, my Lord”


Comentarios

Entradas populares