Hedwig and The Angry Inch

“An anatomically incorrect rock odyssey”

¿Quién no ha fantaseado alguna vez, en buscar su media naranja, su “ying/yang”, el lado vacío del alma?
Dice Aristófanes:
“Sabemos que ninguno se negaría, ni daría a entender que desea otra cosa, sino que simplemente creería haber escuchado lo que, en realidad, anhelaba desde hacía tiempo:
Llegar a ser uno solo de dos, juntándose y fundiéndose con el amado.
Pues la razón de esto es que nuestra antigua naturaleza, era como se ha descrito, y nosotros estábamos íntegros.
Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo, y la persecución de esta integridad”
Hedwig and The Angry Inch, es un musical de 1998, que trata sobre la búsqueda del amor por parte de Hedwig, una cantante transexual, de una banda de punk rock, con ciertos matices de “glam rock” cuya música y letras de las canciones, las hizo Stephen Trask, y creador de la obra junto a John Cameron Mitchell, involucrado en el mundo del teatro, al que conoció casualmente en un avión.
Ahí es donde nació la idea…
Al poco tiempo, ya estaban inmersos en el proyecto:
John interpretaría a Hedwig, y Stephen a Skszp, éste también escribiría las letras de las canciones.
La obra se estrenó, y fue un exitazo, las salas donde se exhibía se llenaban en numerosas ciudades, y tuvo muy buenas críticas, tanto que llego a ser portada de prestigiosas revistas como Rolling Stone.
La cadena MTV, le dedicó algunos reportajes, en fin, que la idea de una especie de ópera rock travestida, gustó bastante.
La productora Killer films, fue al final, quien se llevó y adquirió los derechos de la obra, ofreciéndole a John Cameron Mitchell, la dirección del proyecto, y aunque en su vida había dirigido una película, aceptó.
“It's my first day as a woman, already it's that time of the month”
Hedwig and The Angry Inch es un musical del año 2001, escrito y dirigido por John Cameron Mitchell.
Protagonizado por John Cameron Mitchell, Michael Pitt, Miriam Shor, Alberta Watson, Stephen Trask, Theodore Liscinski, Rob Campbell, Michael Aronov, Andrea Martin, Maurice Dean Wint, entre otros.
Basado en el propio musical “Hedwig and The Angry Inch” de 1998.
El título hace referencia, a la desastrosa operación de reasignación de sexo, a la que fue sometida Hedwig, que la deja con una estructura genital, que no es ni femenina ni masculina, sino que es una “pulgada” disfuncional de carne entre las piernas; y como obra cinematográfica, se convirtió en ícono, y película de culto por varias razones:
Estéticamente, retrata el mundo “under/trans” a la perfección, incluso innovando, y marcando tendencias estéticas para el cine venidero; es una interesante y profunda manifestación dentro del “cine queer”; ya que Mitchell pertenecía a un grupo de cineastas y artistas promotores de este cine; pero principalmente Hedwig and The Angry Inch, es un llamado a la libertad de ser, y libertad de expresión.
John Cameron Mitchell, nos lleva al extremo de lo tabú, de aquello que los sectores conservadores de la sociedad, encuentran aberrante o antinatural, él recorre esos espacios, los potencia, y transgrede todo lo establecido.
Pero principalmente, expresa 2 grandes y universales búsquedas:
La de uno mismo, y la de su otra mitad.
Hedwig and The Angry Inch, no es sólo la búsqueda de Hedwig, por obtener su reconocimiento en la fama de su exnovio, o la búsqueda del amor, sino la búsqueda de sí mismo, y aceptarte tal cual es, sin verse a través de los ojos de los demás; y también encontramos un poco de drama, romance, mucha música y comedia, una mezcla explosiva, donde aprendemos que no importa por lo que hayamos atravesado para llegar a donde estamos, lo mucho que hemos cambiado con el paso de los años, sino lo que nosotros vemos en nosotros mismos.
Así las cosas, Hansel Schmidt/Hedwig Robinson (Ben Mayer-Goodman/John Cameron Mitchell), se sometió a una operación de cambio de sexo, que le permitió casarse con El Sargento Luther Robinson (Maurice Dean Wint), un soldado de EEUU, y alcanzar la libertad al otro lado del Muro de Berlín.
Sin embargo, la operación salió mal, y Hedwig se quedó con esa “pulgada irritada”, o “angry inch”
Posteriormente, conoció a Tommy Gnosis (Michael Pitt), un joven que fue su amante y protegido antes de abandonarla, robarle sus canciones, y triunfar como estrella del rock.
Luego, en un parque de caravanas de Kansas, Hedwig decidió formar un grupo de rock paneslavo, “The Angry Inch”, y siguió a Tommy en su gira, tocando en locales medio vacíos; y por medio de un collage de canciones, “flashbacks”, e imágenes animadas, Hedwig cuenta la historia de su vida, e intenta sacar partido de la prensa amarilla que se interesa por ella, por haber sido amante del famoso cantante de rock, Tommy Gnosis.
Obsesionado por ese pasado, y por un presente poco glamuroso, Hedwig pasea su divismo y su rabia, al frente de su banda de música, por cutres locales de los Estados Unidos.
Hedwig and The Angry Inch, aunque juega con el humor, también quiere hacer ver, la importancia de lo que somos, lo que creemos ser, y como descubrir nuestra auténtica identidad, y posición en la vida.
Fundamentalmente versa sobre la búsqueda de Hedwig del verdadero amor, en todos los aspectos; y pone de manifiesto, las diferentes miradas de deseo que se pueden vincular, sin llegar a cosificar, ni al hombre ni a la mujer.
Bien es cierto que, como canto al “movimiento queer”, Hedwig and The Angry Inch responde a una serie de actitudes y estéticas, características, extravagantes, y sexuales; no obstante, más que a la obscenidad, Hedwig and The Angry Inch invita a la reflexión sobre la sexualidad y el cuerpo, y el amor al mismo.
“I had tried singing once back in Berlin.
They threw tomatoes.
After the show, I had a nice salad”
John Cameron Mitchell es el mismo director y actor que ha hecho películas arriesgadas y provocativas sobre el sexo, y las relaciones humanas, donde las escenas explícitas dieron mucho que hablar, así como algún videoclip para grupos musicales, que han sido vetados en MTV, por su elevado tono sexual; y Hedwig and The Angry Inch, pone de relieve otra serie de temas, como el fenómeno “kitsch”
A partir de esta reflexión deducimos, no solo por el título, la gran connotación sobre “kitsch” que presenta:
El “kitsch”, al igual que Hedwig, es formalmente degradante y democratizador, mientras que la vanguardia es innovadora y rupturista, para la élite.
Este cine, cultiva una estética “kitsch” que tiene mucho que ver con la cultura gay.
Y es que en un momento, durante el siglo XX, las personas homosexuales, se reapropian de toda esta imaginería “kitsch”, como bien refleja Hedwig and The Angry Inch:
Pelucas, plumas, disfraces, pestañas postizas, caravanas, figuritas... para reivindicarse.
El “kitsch” como intento frustrado de recuperar formas estéticas legitimadas; así como el travestismo, lo “queer”, y además filosofía platónica, se presenta aquí, y hacen de Hedwig, un personaje entrañable e icónico, y cómo no:
Transversal; una heroína inolvidable, bastante atractivo, con una banda de rock, y actuando en un escenario donde lo veía gente de todo tipo, incluso de la tercera edad.
Escandalizados señores, que no podían creer lo que veían, y menos que Hedwig hablara abiertamente sobre su cambio de sexo, pero sobre todo, el valor y la entereza que tenía ella al hacerlo.
Una inspiración a no ser únicamente lo que los demás esperan que seas, sino lo que siempre has soñado.
Hedwig, narra en primera persona su historia; y le acompañan en este viaje:
Yitzhak (Miriam Sor), el marido-mujer que termina abandonándolo; el rockero alternativo Schlatko (Michael Aronov), Skszp (Stephen Trask), Krzysztof (Rob Campbell), y Jacek (Theodore Liscinski) en el bajo.
Así las cosas, mientras la banda se presenta, se nos muestran en “flashback” la vida de Hedwig.
De niño, Hansel nació en un mundo muy diferente al de ahora, lleno de prohibiciones, y de austeridad, en la parte comunista de Berlín.
Su padre (Maurits Niggebrugge) era un militar de EEUU que había conocido a su madre, Hedwig Schmidt (Alberta Watson) una alemana comunista, y le habían tenido unos años después.
Debido a que el padre abusaba sexualmente de Hansel, la madre le echa de casa, y se sume en una depresión que la distancia de su hijo, que no se sentía querido, ni comprendía nada; y se vuelve una loca del régimen, despreciando todo lo que venía de fuera, sobretodo de EEUU, de donde vino el que fuera su marido, y evitando que su hijo cantara aquellas canciones, o se disfrazara, lo que llevó al pequeño, a refugiarse en su propio mundo.
Así Hansel creció, en un ambiente carente de muchas cosas, y se convirtió en un joven rebelde, que se lía con un militar de EEUU de color, que conoce en la playa, su particular “Sugar Daddy”, una canción de la banda sonora inspirada también en los ositos de gominola que le regalaba para atraerle…
Este hombre, le propone un plan para atravesar el muro, y escapar a Estados Unidos.
En aquella época, en el Berlín comunista, se exigía un examen médico completo a las parejas que querían casarse, para verificar que no eran 2 mujeres ni 2 hombres.
Es por eso que le propone operarse para casarse con él, y atravesar la frontera como “marido y mujer”
Si en el examen médico se veía que no tenía pene, darían por válido su matrimonio.
El problema es que la operación clandestina, se llevó a cabo por un médico carnicero, que la dejó sangrando, y con un bulto de carne, que ni era un pene, ni era una vagina, arrebatándole para siempre su orgasmo…
Lo peor de todo, es que al poco tiempo de instalarse en una caravana en medio de la nada, en una pequeña ciudad de Estados Unidos, el que fuera su marido, le abandona por otro chico más joven, que había encontrado su “Sugar Daddy” también.
Y por si esto fuera poco, corría el año 1989, cuando ve por la televisión, la noticia, justo en el momento en el que su marido sale por la puerta con su nuevo novio, y una maleta, de la caída del muro, y la unificación de Berlín, de donde hubiera podido marcharse, sin necesidad de mutilar su cuerpo, tan solo si hubiera esperado un par de años más…
Pero ahora como Hedwig, no está dispuesta a darse por vencida, y todo apuntaba al suicidio, pero no iba a caer en eso…
Saca una peluca de la repisa, y funda un grupo con las mujeres de los militares de la base de EEUU del pueblo donde vivía, llamadose:
“Hedwig y The Angry Inch”, y comienza poco a poco, una carrera que atravesará por los peores bares y restaurantes de comida rápida de carretera, en el auténtico fango, y carne de cañón de las peleas con borrachos.
Como tenía que pagar las facturas, encontró un trabajo como niñera, en el que conoció al segundo hombre de su vida:
Un adolescente que aprendió de sus canciones, y que con el tiempo, se convirtió en una estrella del rock, robándole la fama que le correspondía.
Este hecho, se mezcla con el presente del grupo de Hedwig, y su lucha por denunciar que, el moderno cantante, les había plagiado.
Y es que dentro del grupo, Hedwig mantenía una relación sentimental con un transexual masculino, que en el fondo no quería seguir jugando ese rol, y se ponía pelucas rubias, cuando su pareja no miraba, y quería abandonar a Hedwig, para emprender su carrera en solitario.
Esta otra subtrama, también es muy buena, y le enseña que estaba tratando a aquella pobre chica, de la misma manera injusta, en que el mundo le había tratado a él.
“Para ser libre, uno tiene que abandonar una parte de sí mismo”, le dice la madre de Hansel/Hedwig, al inicio.
Y es en su busca del cariño, que Hedwig pierde sus genitales, pero no pierde sus ganas de amar, y ser amado.
Y está preparado para aceptar cualquier sacrificio que sea necesario para conseguir su sueño.
Así, por el camino experimentará el abandono, la indigencia, la humillación, y el rechazo.
Esto le convertirá en un ser amargado y resentido, al que todos acabarán dando de lado.
Pero Hedwig no se da cuenta, que es él, el que provoca la huida de los que tiene alrededor.
En su viaje “redentor”, aprenderá que el amor puede ser complementariedad, conocimiento, creación, pero también desprecio, heridas, y cicatrices.
Son esas cicatrices, las que nos forman como personas, nos hacen ser nosotros mismos; porque las cicatrices, tanto las físicas como las del alma, son nuestra historia, los accidentes que hemos cometido, los golpes que nos han dado.
Como la pasión de Hedwig, que lo pierde todo, pero no se hunde, porque sabe que siempre tendrá su voz con la que gritarle al mundo que todos estamos desorientados.
Que todos buscamos esa parte que nos fue cortada de tajo, y que no estaremos completos, hasta encontrar lo que nos falta, ya sea él o ella.
La estética de Hedwig and The Angry Inch, es muy importante, tanto la fotografía, como la puesta en escena en general, el vestuario, el maquillaje, todo consigue un efecto retro gay, que es una pasada.
Mucha culpa de esa estética, la tiene Thérèse DePrez, diseñadora de producción.
Además, en algunas de las actuaciones de la banda, vemos en una pantalla, unos dibujos animados, que describen las situaciones que se plantean en las letras, las imágenes reales, con los dibujos, se van intercalando, y se respira un cierto aire a videoclip.
Como dato, Arianne Phillis realizó los 41 vestidos que luce Hedwig, ayudando a crear la atmósfera del personaje.
Ropa que resultara creíble, y pelucones de todos los estilos, nacidos de la creatividad de Mike Potter.
Por otro lado, las interpretaciones están bastante logradas:
Tenemos una interpretación curiosa, de un personaje que no está claro si es hombre, mujer, o travesti, se trata de Yitzhak, interpretado por Miriam Sor.
Esta, hace el papel de un miembro de “The Angry Inch”, el que hace los coros, demasiado agudos para ser de hombre, y que tiene una extraña relación con Hedwig.
Obviamente, Hedwig es una pasada, y John Cameron Mitchell disfruta de su personaje.
Pero en el fondo, he de decir que, aunque Hedwig and The Angry Inch, parezca una película de cachondeo, tiene un trasfondo bastante serio.
Hay algunas escenas, que tienen bastante profundidad sentimental, tenemos también un claro juego entre la cultura que había entre las 2 partes del muro de Berlín, y la importancia que tuvo su derrocamiento, en fin, que a pesar de ser un musical divertido, también tiene otras cosas que le hacen ganar puntos, tanto en el aspecto cinematográfico, como en el cultural.
Muchas cosas interesantes, como la música, con reminiscencias a David Bowie, Iggy Pop, New York Dolls... toda esa música, que realmente me encanta, solo por la banda sonora, vale la pena verla.
Cada canción, parece ser un homenaje a esos artistas, imitando un poco su estilo, y añadiéndole toques personales.
Cada interpretación de una de las canciones, nos conduce al pasado de Hedwig, las letras, representan momentos de su vida, así, mediante los “flashbacks” vamos conociendo su historia, los abusos sufridos, la caída del muro, la búsqueda de su identidad, su romance con Tommy... me pareció una forma interesante de contar la historia.
La canción “Tear Me Down” para poner varios ejemplos, es la que introduce al espectador, en el mundo de Hedwig, un tema dónde se compara como un alma partida en 2, como su Berlín natal.
Testamento vital de un personaje, que nos muestra su coraje, ya que se levanta como Lázaro, y se ríe de los adversarios que tratan de derribarle.
Una canción contundente, dónde se presenta un personaje luchador, que no termina de hallarse después de que “se levantó de la losa del médico”
En “Sugar Daddy”, nos habla de la brecha cultural entre la zona de Berlín, donde habita la dictadura, la represión, la violencia; y las promesas vacuas del “American Dream” como lo es la alimentación, la moda, y la tecnología… que llegan de la mano del artificioso sargento de raza negra.
En “The Angry Inch”, se habla de la operación fallida, con ese sentido corrosivo del humor con que Hansel/Hedwig se enfrenta al mundo; y de su relación errónea con el militar, hasta llegar a Estados Unidos.
“Wig In A Box”, es un tema que el protagonista recrea, mientras nos narra cómo, cambiándose de pelucas, se permite ser quien quiera, y el efecto de la música, que lo transforma.
La canción-fetiche de este “soundtrack” es “The Origin Of Love”
Basada en “El Simposio de Platón”; es una leyenda acerca de, cómo el ser humano, en el origen estaba unido, vía Aristófanes, por la espalda.
Llenos de celos, los dioses deciden separarlos, creando 2 seres distintos, que andan siempre tratando de encontrar su otra mitad, para ponerlas de nuevo juntas.
Convirtiéndose en metáfora de la tragedia del protagonista, deviene una de las mejores escenas, donde la banda interpreta esta compleja mitología, en un antro, al tiempo que los “rednecks” devoran alitas de pollos, asombrados ante el bizarro espectáculo, pero sin dejar de masticar.
Un asombroso deleite visual y musical.
“After my divorce from Luther I scraped by with baby-sitting gigs and odd jobs - mostly the jobs we call blow.
I had lost my job at the base PX, and I had lost my gag reflex.
You do the math”
Cuentan que hace un tiempo, cuando La Tierra era plana, y las nubes de fuego, los seres humanos eran muy diferentes.
Todos eran como 2 personas unidas, con 2 cuerpos y 2 caras.
Había 3 tipos de personas:
2 hombres unidos, 2 mujeres unidas, y un hombre y una mujer unidos.
Un día, el dios Zeus lanzó un puñado de rayos contra las personas, y las dividió en 2, partiéndolas por la mitad de la cabeza.
Después, todos fueron cosidos para curar sus heridas, quedándoles un agujero en medio del estómago.
Además de esto, los dioses dispersaron a estas personas, por diferentes partes de La Tierra, que se volvió redonda.
Desde entonces, buscamos la mitad que nos fue arrebatada...
Y por ello, algunos hombres buscan a otros hombres, y algunas mujeres a otras mujeres, porque esas eran sus mitades...
Este es “el origen del amor”
Así pues, la evolución de la búsqueda incansable, de un hombre a sí mismo, la conclusión de que el espejo en el que alguien se encuentra, no tiene su propio reflejo, la aceptación de la propia existencia... es lo mínimo que Hedwig and The Angry Inch ofrece, pero por supuesto, no es lo único ni lo mejor; lo realmente fantástico, es que la realidad pueda llegar a ser tan sencilla como especial:
“Quizá es que no hay en el cielo más que aire, y no hay ningún designio místico, ningún amante predestinado”, se dice en su momento.
Sí, exacto, la belleza de lo terrenal, es inconmensurable, como también la de alguien que recoge los pedazos de una derrota, y los vuelve a armar, para construir algo hermoso y único, como Hedwig.
La transexualidad, aquí es el limbo del género:
La aproximación a una nueva realidad, lastrada por la latencia de lo que nunca se habrá dejado del todo atrás.
Cuando, en la pantalla, un personaje deja de hablar, para ponerse a cantar, los códigos narrativos sufren una transformación tan violenta, como la que experimentan los genitales del paciente en una operación de cambio de sexo:
El musical, no es un género cinematográfico, sino un “transgénero”
O el género cinematográfico transexual por excelencia:
Una nueva realidad inacabada, en la que resuenan los ecos de otro punto de partida genérico, por lo general, comedia o melodrama.
En unos tiempos, en los que se suele hablar de “reinvención del musical” Hedwig and The Angry Inch, podría erigirse en símbolo perfecto de este género resurrecto, que últimamente se busca a sí mismo, pero no se encuentra:
El transexual como emblema de un género mutante que, por fin, se afirma en su diferencia.
El musical, género ambiguo como un transexual al que le queda una airada pulgada de hombría, escindido como un Berlín partido en 2, por el muro de la política de bloques, resuelve su incógnita autoafirmándose, con Hedwig and The Angry Inch, como fértil perplejidad genérica.
Es decir, como musical puro; y por último, contribuye a la no discriminación, y aceptación de uno mismo, en cuanto a todo tipo de relaciones.

“Do you think love lasts forever?”



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