Плем'я (The Tribe)

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Producto cumbre del raciocinio, el lenguaje es una de las características que más nos distancia del resto de los animales que se arrastran por el planeta Tierra.
Sí, incluso el insecto más insignificante, posee un lenguaje corporal, que le permite establecer relaciones entre sus compañeros, sin embargo, la complejidad asociada a la comunicación oral humana, ha permitido no sólo la relación entre congéneres, sino el almacenamiento de información, a través de la representación simbólica de dicho lenguaje, y con ello, la capacidad de generar el abrumador avance tecnológico y social en el que ahora estamos inmersos.
Decía el filósofo, matemático, lingüista y lógico austriaco, Ludwig Josef Johann Wittgenstein, en su libro “Tractatus Logico-Philosophicus” (1922):
“The Limits Of My Language Are The Limits Of My World”
El final de los años 1920, no sólo estuvo marcado por el advenimiento de La Gran Depresión, sino por La Revolución del Cine, “el opio del pueblo” en ese entonces, y aunque en sus inicios, la incorporación sonora restaba expresividad, pronto se aprovechó la capacidad comunicativa de los diálogos, permitiendo en el espectador, mayor comprensión, afinidad e interés, traduciendo esto al declive del “cine silente”
Cerca del 95% de las casi 3 mil películas silentes que se habían producido, fue en los albores del cine, remitiendo el cine silente hoy en día, a una excentricidad, y un recurso poco empleado, en la actualidad, si aparecen unas películas al año, ya es demasiado.
Así pues, irrumpió en el panorama cinematográfico, el sonido.
Por primera vez, los diálogos, el sonido ambiental, y algunos efectos sonoros, sorprendían, y hacían la delicia de los espectadores de la época, o al menos los afortunados que pudieron disfrutarlo.
Quién les iba a decir, a aquellos pioneros del sonido, que casi un siglo después, el cine silente, volvería a triunfar.
Sólo hay que recordar el éxito que tuvo “The Artist” (2011)
Pero ya no sólo eso, sino que el cine sin diálogos, el puramente visual, la expresión misma de la imagen, la historia contada únicamente con fotogramas, volverían a imponerse.
“La lengua de señas”, o “lengua de signos”, es una lengua natural de expresión y configuración gesto-espacial, y de percepción visual, o incluso táctil por ciertas personas con sordoceguera, gracias a la cual, los sordos pueden establecer un canal de comunicación con su entorno social, ya sea conformado por otros sordos, o por cualquier persona que conozca la lengua de señas empleada.
Así pues, mientras que con el lenguaje oral, la comunicación se establece en un canal vocal-auditivo, “el lenguaje de señas” lo hace por un canal gesto-viso-espacial.
El 26 de septiembre, es El Día Internacional del Déficit Auditivo, a nivel mundial.
De igual manera, a como sucede con el lenguaje oral, no hay necesariamente una lengua de señas para cada país, y aún menos, es una lengua universal, sino que hay variadas lenguas de señas diferentes en el mundo, ubicadas regionalmente.
Existen al menos, unas 50 lenguas, prácticamente ininteligibles entre sí, y numerosos dialectos, algunos de los cuales, coexisten dentro de una misma ciudad.
“Фільм без звуку або субтитрів мовою глухих.
Тому що любов і ненависть не потребує перекладу”
(Una película sin sonido ni subtítulos, con el lenguaje de los sordos.
Porque el amor y el odio, no necesita traducción)
Плем'я (The Tribe) es un drama ucraniano, del año 2014, escrito y dirigido por Myroslav Slaboshpytskiy.
Protagonizado por Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexander Dsiadevich, Yaroslav Biletskiy, Ivan Tishko, Alexander Osadchiy, Alexander Sidelnikov, Alexander Panivan, entre otros.
Inspirada parcialmente, en algunos hechos acerca de la comunidad de sordomudos de Ucrania; Miroslav Slaboshpytskiy, tuvo una breve carrera como reportero de televisión, y tuvo contacto con algunas de esas historias; por lo que Плем'я (The Tribe) es una compilación de esas anécdotas, además de algunas ideas que sacó de su propio paso por el colegio.
Плем'я (The Tribe), habla sobre la oscura realidad de la Ucrania actual, y cuan corrompida está la juventud.
Podremos observar, cómo lentamente, en el silencio, se distorsiona y descompone la realidad de la sociedad; visionaria y cruda realidad de la sociedad europea actual.
Cabe decir que, películas de 2 países de la ex-Unión Soviética, Ucrania y Kazajstán, advierten sobre las patologías de la generación del porvenir, advirtiendo el peligroso rumbo que están tomando las nuevas sociedades, nacidas desde una reconstrucción política; y siendo Плем'я (The Tribe) desde lo técnico, un “tour de forcé” formal, una triunfante superación de retos cinematográficos autoimpuestos.
En Плем'я (The Tribe), el ser humano es un primitivo animal, que no sale de la representación más primaria de sus sentimientos rectores:
El amor, el odio, el deseo, y la venganza.
Una película que no precisa de doblaje, ni subtítulos, donde toda la comunicación es mediante el lenguaje de signos, porque el amor y el odio, no necesitan traducción.
Плем'я (The Tribe) fue considerada para El Premio de La Academia a La Mejor Película Extranjera; pero hubo cierta controversia sobre el proceso de votación, siendo “Поводир (The Guide)” nominado por Ucrania para la competición que, sin embargo, no pasó de la preselección.
Sin embargo, Плем'я (The Tribe) ganó 3 jugosos premios en El Festival Internacional de Cine de Cannes:
“Nespresso Grand Prize”, “France 4 Visionary Award”, y “Gan Foundation Support for Distribution Award”
De hecho, en Cannes, cuando le preguntaron al director, acerca de ponerle subtítulos a Плем'я (The Tribe), este dijo que “nunca lo consideró como una opción.
Por ejemplo, cuando uno va al ballet, a ver “El Lago de Los Cisnes”, no hay nadie en tarima leyendo la obra, o sí”
Slaboshpytskiy, contrató el director de fotografía y editor, Valentyn Vasyanovych, y rodó la película en película de 35 mm, así como el uso de 1: 2,39, en la relación de aspecto.
El rodaje, se inició a principios de 2013, en Kiev, Ucrania.
Un único rótulo, al principio del metraje, advierte al espectador, de que van a ser las únicas palabras que van a leer, o a escuchar en toda la obra.
El hallazgo, propicia una desubicación, una incomodidad, un pacto obligatorio que, por un lado, impone una severa dificultad espectadora, y por otro, se convierte en rasgo, particularidad propiciante, de una ponzoñosa pureza fílmica.
Si la adolescencia ya es de por sí, un campo minado, gobernado por leyes no escritas, complejos códigos de conducta, y pulsiones que campan a sus anchas, atrincherándose por los diferentes órganos del cuerpo, imaginemos a un grupo de jóvenes sordomudos, en un centro escolar aislado, donde el crimen se institucionaliza como “modus vivendi2, y la ética brilla por su ausencia.
Sergey (Grigoriy Fesenko) es un adolescente sordomudo, más bien tímido, y algo sumiso, que ingresa en un internado especial donde, para sobrevivir, tiene que formar parte de una organización salvaje, “La Tribu”, dedicada a todo tipo de actos delictivos.
Su amor por Anya (Yana Novikova), una de las concubinas del líder, lo llevará a desafiar las reglas no escritas, en la jerarquía de la banda.
El escenario principal, es un colegio para jóvenes sordomudos, sin muchos recursos, en donde se desarrollan las relaciones de poder, la ganancia de dinero fácil y rápido, el proxenetismo, y hasta el asesinato.
Situaciones que se alimentan del ansia por subsistir, y de mantenerse firme dentro de la consolidada jerarquía que forma “La Tribu”, así:
Los más pequeños, venden muñecos durante los viajes en tren; mientras los mayores, atracan a los viandantes, y utilizan a 2 chicas para que se prostituyan en un aparcamiento de camiones.
Por supuesto, cuentan con una ayuda externa:
Uno de los profesores del colegio, es quien les proporciona material para vender, y quien lleva a las jóvenes en su furgoneta.
Las idas y venidas de Sergey, le depararan momentos de gran carga dramática.
Плем'я (The Tribe) es un experimento sensorial, sin una música o sonido de fondo distorsionador, y que nos plantea unas situaciones impactantes, mientras acompañamos a este grupo de jóvenes, tan radicales, y con actuaciones cercanas al nazismo.
Lo que impresiona, es su deslumbrante belleza, la maestría de sus planos, su carencia de sensacionalismo sociológico, y el descubrir que, más que de “bullying” o de violencia en los márgenes de la corrección, lo que nos está contando es una maravillosa historia de amor adolescente.
Плем'я (The Tribe) es un filme tan extraordinario como incómodo, un espejo que nos despoja de todo el glamour racional, del que no cesamos de vanagloriarnos, para exhibir toda esa animalidad que, sin el adorno del lenguaje, se presenta sin tapujos, sin poesía, burda, demoledora, y vil.
Somos todo eso que se proyecta en pantalla.
Somos esa jungla penosa que llevamos dentro.
El propio director ucraniano, ha declarado que Плем'я (The Tribe) es una especie de homenaje al cine silente, a todas esas películas que eran comprensibles, pese a la ausencia de voces, y en las que los actores gesticulaban expresivamente.
Y Slaboshpytskiy, logra dar voz, a aquellos que no la tienen, de manera peculiar:
Dejando que sean los cuerpos quienes hablen, permitiendo así, visibilizar el lenguaje.
Y en esto, el cine tiene mucho que decir:
“La lengua de signos, está llena de plasticidad y belleza, y es capaz de crear la magia de la poesía, y de envolver a las personas en un mundo onírico, lleno de imágenes fantásticas.
Sirve para confesarse, para la filosofía, para discutir, o hacer el amor.
Está llena de fuerza simbólica...
El alma que se escapa por sus dedos, es para ellos, la vida misma” decía el neurólogo y escritor británico, Oliver Sacks.
Плем'я (The Tribe) es una sorprendente y audaz pieza cinematográfica, que marca un impresionante debut, tanto en guión como en dirección, para el cineasta ucraniano, Myroslav Slaboshpytskiy; siendo tan única en su especie, que se presenta como la primera ficción en la historia del cine, interpretada en su totalidad por sordomudos, hablado de principio a fin, en el lenguaje de señas, sin subtítulos ni música de acompañamiento alguna.
Y aunque lo parezca, no hablamos precisamente de un documental social, más bien, de una salvaje y sobrecogedora “high school movie”, en el que todo tipo de crimen, y empleo de la violencia, sacuden sin miramiento alguno.
Si no es obra maestra, cerca anda...
El uso del lenguaje de signos, la sordera, y el silencio en sí mismo, añade varios ingredientes excitantes al material base, creando alquímicamente algo rico, extraño, y muy original.
El experimento fílmico de Slaboshpytskiy, se encarga de desmitificar el aura de superioridad que el lenguaje otorga al ser humano.
Ante los ojos del espectador, no sordomudo, el lenguaje de señas funge como un mero adorno de los comportamientos profundamente primarios que se representan en pantalla.
La mente del espectador, rellena los huecos, los vacíos, el director reniega de la palabra, y le quita todo valor, predomina la incomunicación, predomina el silencio, como si todas las cuerdas vocales se hubieran congelado en el frío invierno ucranio.
La cámara de Valentyn Vasyanovych, director ucranio que encuentra en Плем'я (The Tribe), su primer trabajo como director de fotografía, se regodea en la crudeza del relato, construyendo mediante tomas de larga duración, la atmósfera propicia para fijar, a veces desde la sorpresa, y otras desde el más abyecto horror, un muestrario de secuencias de grandísima crueldad y belleza estética:
Véase el insoportable aborto, los silenciosos paseos por el burdel motorizado, o la terrorífica venganza del dormitorio.
La ausencia de primeros planos, planos detalle, y la excesiva duración de las secuencias, instauran una distancia emocional insalvable, entre público y personajes, distancia agudizada por la incomprensión que la falta de texto provoca.
La casi ausencia de planos medios y cortos, destinados habitualmente a registrar los cambios emocionales, son prácticamente eludidos, salvo momentos muy puntuales, en los que se utiliza para remarcar la violencia.
Un clima negativo, que plasmado con la locuacidad de los gestos hiperactivos de brazos y manos, adquiere tintes excéntricos.
Slaboshpytskiy, rueda Плем'я (The Tribe) al completo con “steadycam”, en base a eternos planos secuencia de corte simétrico, que persiguen a los adolescentes por su andadura, sin interrumpir en ningún momento sus acciones.
Tomemos como ejemplo, el momento en el que las 2 chicas realizan los trámites para obtener el pasaporte:
Estructurada a partir de líneas cuadriculadas visibles en el espacio, se enfatiza la distancia, dado que la arquitectura efectúa un elemento de distanciamiento poderoso.
Un motivo destinado a la elipsis dentro del relato, se mantiene en su total desarrollo, con una clara voluntad provocadora.
Porque la empatía queda en entredicho, cuando el sistema de Плем'я (The Tribe) se gestiona mediante planos generales, porque a lo que se le da importancia es al grupo, y al movimiento de los cuerpos, frente a los rostros que subjetivizan y singularizan, dado que ante el “no-lenguaje”, el gesto, adquiere supremacía en el área física.
Por lo que la inmersión buscada en el espectador, es psicológica, dado que la puesta en escena es muy fría, en un campo de visión muy amplio, que escruta las relaciones de poder entre los personajes, y ellos siempre en relación al espacio que habitan.
Con esta composición, el director nunca se hace cómplice de sus personajes.
Porque lo que realmente se hace visible en Плем'я (The Tribe) es la distancia, apuntada en 2 direcciones:
La que mantenemos nosotros con las personas sordomudas, y la que fija el director, desde lo moral, cuando nos adentra en un radio de acción criminal.
Así queda plasmada, a través de imponentes planos secuencia, de extraordinarios y elegantes movimientos de cámara; estamos ante un “thriller” que no muestra un solo atisbo de piedad, ni compasión hacia el espectador, a quien constantemente sacude tanto o más, que a su alienada, y temeraria tribu.
La incomunicación, el aislamiento, o la exclusión, azotan un microcosmos tan hastiado, como traumado.
El de un grupo de sordomudos, cuya discapacidad les ha llevado al más arrinconado margen de la sociedad, y claro, aprenden rápido la lección.
La narración, se centra en Sergey, el nuevo estudiante de la escuela.
Lo vemos llegar en autobús, y preguntar con gestos, una dirección.
Llega solo, y se va solo:
La primera y la última secuencia de la obra, sirven para centrar la historia en el muchacho, y su contacto con ese territorio hostil y desconocido.
Desde el comienzo, el propósito de Miroslav Slaboshpytskiy, parece ser, retratar a brochazos torpes, que no a pinceladas, el desamparo, el “bullying”, y la extrema violencia personalizada en este grupo de adolescentes asilvestrados, que malviven en el interior de la deprimida estepa ucraniana, en ausencia absoluta de autoridades.
Como una legión de “anti-peterpanes” salvajes, y ajenos a las convenciones sociales, pero perfectamente bien organizados, en torno a una estructura de roles y trabajos, los personajes principales, introducen a Sergey, en un universo de crudeza radical, donde para ganarse la vida, hay que incurrir en robos, trapicheos de drogas, trata de blancas, y prostitución, con las propias chicas de “la escuela/tribu”, que no parecen haber cumplido los 3 lustros de edad.
El engranaje básico de la trama, bascula en torno a 2 ejes:
La integración de Sergey, en cuanto a esta cruel e ineludible normativa interna; y la encarnizada historia de amor que vive con una de sus compañeras, relación por supuesto prohibida dentro de la macabra institución que los acoge.
Esto hace que el drama, llegados a cierto punto, se vista de “thriller” sin miramientos, capaz de torturar verdaderamente al espectador, en los puntos de inflexión más bestias y explícitos de la segunda parte; y bascule definitivamente hacia la venganza más animal.
Así, nos encontramos pasajes de sexo y violencia, realmente desagradables, especialmente los alusivos a la prostitución adolescente.
Justamente, su prisma revuelve lo políticamente correcto, cuando detiene su mirada en “protocriminales” masculinos desalmados, que extorsionan, roban y ejercen de proxenetas.
Las protagonistas femeninas, se prostituyen sin ningún conflicto moral...
De hecho, el conflicto estalla, cuando el protagonista trata de romper esa situación de explotación, y se encuentra con el rechazo frontal, tanto de los que abusan, como de las abusadas.
Para arreglar las cosas, el protagonista no lo hace como un gesto de buena acción…
Sencillamente, se ha enamorado compulsivamente de una de ellas, presumiblemente por primera vez, y en primera relación sexual.
Y lo que le gobierna, es un desmesurado y patológico sentimiento de posesión, que tendrá consecuencias fatales.
Al principio, Sergey es un “don nadie” en el grupo, hasta que decide ser “el encargado de acompañar a las chicas por la noche”, al lugar donde se encuentran los camiones, cuyos conductores solicitan sexo.
Pero el joven, también quiere tener sexo con Anya, de la que se enamora, o por lo menos, a la que necesita sexualmente, y es cuando una noche, no acepta que haya sexo, con lo que vuelve sin dinero.
Por ello, Sergey es denigrado dentro del grupo, e incluso es pegado por el líder, que desde ese momento, pasa a encargarse de estar con la chica en esas actividades nocturnas.
Pero Sergey necesita dinero para poder pagar a Anya y tener sexo, y por eso tiene que robar, y usar la violencia para conseguir el dinero.
Las escenas de sexo, son también filmadas casi con la misma frialdad de las contiendas.
El lugar escogido, no ofrece ningún aliciente, una sala de calderas, y no existe ningún tipo de afecto.
Además, no significa lo mismo para cada uno:
Para ella es un negocio, y para él una necesidad.
Seguramente se trata de una carencia más allá de lo sexual, pues tiene más que ver con la búsqueda de compañía, que con el puro instinto.
Al enamorarse de la chica que ejerce como prostituta, Sergey rompe el pacto con “la tribu”, y pierde prestigio dentro del grupo, por lo que lo relegan de su puesto como proxeneta, y ya no duerme en la habitación de la banda, sino con un alumno con Síndrome de Down.
Cabe destacar, que los protagonistas no son actores profesionales, y aun así desempeñan sus papeles muy bien, en su totalidad, por un reparto de personas sordomudas, y con una carrera actoral poco desarrollada; y por tanto, narrada a lo largo de todo su desarrollo, en lenguaje de signos.
Por ello, Плем'я (The Tribe) nos sume en un silencio casi absoluto, sin banda sonora, ni ningún tipo de música de acompañamiento, y es por eso que todo el peso narrativo y expresivo de la historia, recae en el lenguaje corporal y silente, que provoca que Плем'я (The Tribe) articule un universo de emociones propio, pero que lo deja un tanto huérfano de diálogo, al hallarse exento de subtítulos.
Pero:
¿Acaso no hablan los personajes?
Sí, incluso mucho, pero son sordomudos, hablan con su lenguaje, y nosotros asistimos a su mímica sin apoyo literario, sentimos lo que puede sentir un sordo rodeado de hablantes, tenemos que seguir la trama, averiguando lo que sucede, lo que hablan, lo que discuten, los porqués…
No resulta complicado, porque la composición de los planos y las escenas, ayuda a eso, y rápidamente situamos a los protagonistas en su mundo, su papel en la manada, sus relaciones con los adultos, los roles de cada uno, los motivos de sus discusiones, de sus enfados, de sus comportamientos, de sus deseos.
Por otro lado, jugar con el uso del sonido, ya que el espectador oye cosas que los personajes no, pero al mismo tiempo, los personajes hablan sobre cosas que el espectador no entiende ni sabe; y parte de lo que se menciona como “un error”, es completamente a propósito, puesto que Плем'я (The Tribe) no busca satisfacer al espectador en ningún momento, sino que busca invertir los papeles, puesto que esa frustración que uno siente viéndola, al no poder entender casi ninguno de los diálogos, es solo una muestra de la frustración diaria que deben sentir las personas con discapacidad auditiva.
También, hay que tener en cuenta, que ellos no pueden oír, lo que es importante para comprender, cómo no se enteran de lo que le está sucediendo al compañero de al lado de la habitación, como en el caso de las escenas finales, en donde Sergey impacta las mesas contra los cráneos de los compañeros del centro.
Lo mismo sucede, cuando el protagonista va a la habitación de las 2 chicas, para tener relaciones sexuales con Anya, y su amiga que está durmiendo en la cama de al lado, no se entera.
Jamás oímos las voces de los protagonistas y, sin embargo, el efecto auditivo se acrecienta, cuando se escapa algún alarido, o las pisadas de los personajes...
Atención al desolador andar de Sergey al final…
Pero es el caso de Anya, que nos hace padecer su dolor durante el aborto, gracias a una actuación realista, cuyo gemido, inaudible para ella, y no así para nosotros, nos recuerda que Плем'я (The Tribe) no es para nada una película silenciosa.
Durante el metraje, advertimos cómo ser sordomudo, es un inconveniente para comunicarse fuera del círculo de residentes y profesores de esta escuela-internado en Ucrania, pero a veces, muy pocas, da ventaja, siendo sordos, todas las personas que comparten el espacio contigo.
El ejercicio de la violencia, cuenta con un aliado, el silencio que para todos supone salir, entrar, golpear… cuando se advierte el resultado, ya no hay posibilidad de saber quién, ni cuándo fue.
Por otro lado, especialmente compleja, es la personalidad de Sergey, de quien tampoco tenemos ningún dato adicional sobre su vida, más que su incapacidad para encajar en la banda, adaptarse a las actuales circunstancias, o satisfacer sus deseos.
Si bien, la crueldad es mostrada inicialmente, por aquellos chicos que no dudan en pelearse, explotar a los más pequeños, o atracar a un hombre en plena calle, Sergey demuestra que también puede sacar al exterior su lado más oscuro, ya sea robando, o utilizando a la chica para su propio beneficio.
O incluso, como es evidente, en la magnífica secuencia final, donde se concentra toda la frustración acumulada, en una venganza cuya pasmosa serenidad, solo es posible prescindiendo del sigilo, que asimilamos con el oído, pues nadie es capaz de oír sus pasos... sólo nosotros.
Nos podemos plantear, el desconocimiento de las actividades violentas, por parte de la directora, y mi opinión es que ella también está implicada con el otro responsable del centro, o a lo mejor, está en la presentación del primer día, y luego ya no está en el centro, dejándolo al control del encargado mafioso que forma parte de la organización.
Por otro lado, el panorama de un país desolado, el colegio, es una jaula de violencia psíquica, la camada sale por las noches, ataca en grupo, aísla, y sorprende a las víctimas, y emplea la violencia física, que es menor en el espacio del internado, pues las agresiones suceden fuera.
Ellos se preparan para un futuro de banda criminal, van ascendiendo en la escala de la organización, y el colegio es un campo experimental.
Ellas también se preparan, de putas nocturnas con camioneros, a dar el salto a la Europa occidental, con documentación convenientemente amañada, mediante el conveniente engrase de la burocracia.
Ucrania, queda retratada como un país sin ley, sin autoridad, donde sólo impera la ley de la naturaleza, el más fuerte se impone al débil, esto es agotador, porque mantener el dominio, supone un desgaste que finalmente, pasará factura cuando alguien más astuto, o con menos escrúpulos, entre en escena.
No hay elipsis ni sugerencia, cada escena, la vamos a ver y sentir de principio a fin, da lo mismo que sea un aborto en tiempo real… por ejemplo.
La rapidez, sin embargo, no es equivalente al dolor, que se nos transmite en gemidos inacabables, terribles.
La abortista, actúa con una insensibilidad, que le evita siquiera gesticular, y nos infecta con un horror inextricable; o el prolongado y brutal desenlace.
Que la secuencia de sexo, se mantenga íntegra, y se exponga con transparencia, no implica que no se respete la omisión del pene erecto, límite de lo erótico en la ficción.
Esas mismas secuencias, se completan con una prolongada y escalofriante secuencia de un aborto, la libido y su consecuencia, cuando ésta se distrofia; la mostración de la práctica de riesgo, con visibilidad virulenta.
Además de unas intenciones que apenas logramos entender, pues hay preguntas sin responder:
¿Dónde están los padres, o la autoridad?
¿Cuál es el pasado de Sergey?
¿Ayudan a las chicas a emigrar a Italia, para buscar una vida mejor, o bien para seguir aprovechándose de ellas?
¿Qué visión de la Ucrania actual se está insinuando, a la luz de esa clase sobre la Unión Europea?
Sea como fuere, los elementos dudosos, son parte del tono frío que presenta Плем'я (The Tribe), un rasgo que permite adaptar la estructura formal, a la caracterización de los personajes.
Al final, sabemos que los protagonistas tienen nombre, mala solución, cuando es imposible a lo largo del metraje, saber quién es quién por su nombre; el director les ha tratado como animales durante las escenas, y al final los pretende humanizar…
Tan inhumana es su configuración, que el personaje de Sergey confunde amor con comprar sexo, cuando descubre que la chica va a ser enviada a Italia, su reacción es la de alguien a quien han quitado un juguete, no la de alguien enamorado.
Es más realista la posición de la chica:
Ni te quiero, ni te voy a querer, pero si me traes dinero, haz lo que quieras… Deshumanización absoluta, tiene una brutalidad en sí misma, germen de los conflictos sociales que atraviesa Ucrania:
Desigualdad social, y una desolación en el futuro incierto de los jóvenes, ante el poder, y las mentalidades que los afectan.
Ucrania, Polonia, e Italia, sufren severas manchas sociales, ante la prostitución de jóvenes que no alcanzan la mayoría de edad.
Este clima de decadencia social, recorre Плем'я (The Tribe)
No hay empatía alguna que acerque al espectador a estos jóvenes, ellos no sufren por su situación, acostumbrados a un ecosistema de aniquilación y violencia, asumen sus roles, y aprovechan las debilidades ajenas, la muerte de manera idiota, se asume como consecuencia lógica de una situación extrema, sin parientes ni amigos, con profesores corruptos y criminales, todo lo que se aprende, puede ser bien empleado para perfeccionar el próximo asalto.
Por qué llegan, quién decide, cómo, hasta cuándo permanecen esos jóvenes en la institución, quién responde de ellos, son preguntas a las que el director no muestra ningún interés en responder, están y punto, de la misma manera ignorada que el chico llega al internado al principio, y rápidamente es captado para ampliar el círculo de matones; y al final, abrirá la puerta, y se marchará.
¿Qué le llevó a ese colegio, qué buscaba en el colegio?
No importa, porque lo que se intenta retratar, es un microcosmos de violencia en uno, de tantos, de los países con un presente y un pasado nada envidiable.
Egoístamente uno piensa que, afortunadamente, no se llegó a concretar su ingreso en La Unión Europea, recordar cómo se comportó con sus compatriotas a partir de 1941, pone el vello de punta, ver ahora, cómo se comportan entre sí, no reconforta, y a escala mínima, Плем'я (The Tribe) recoge esa realidad.
Como dato contar, que su lenguaje de señas es ucraniano, y se estima sólo el 70% de los signos, es símil al empleado a otros países.
Por otro lado, no olvidemos Ucrania es el país Europeo, con el mayor índice de SIDA, y a pesar de que la prostitución sea “ilegal”, visto por muchos como un gran burdel, parte del tema que seguro Myroslav quiso abarcar en Плем'я (The Tribe), que como muchas otras, versa sobre pandillas de adolescentes, sus ritos de paso, y violentos códigos de ética...
No obstante, luce originalidad.
En entrevista, Slaboshpytskiy negó haber respondido con Плем'я (The Tribe), a la reciente crisis ucraniana.
Las tropas rusas, entraron al país, después de haber concluido la filmación.
Quizás Плем'я (The Tribe) derive de los problemas nacionales anteriores a la intervención rusa, pero al parecer, no era una intención consciente.
La primera imagen resume este mundo, incluso fuera del internado, como un lugar gris, y moribundo.
El protagonista, se acerca a una mujer en una parada de autobús, para pedirle direcciones; a la derecha del cuadro, aparece el cadáver oxidado de un automóvil...
Mientras la mujer responde al muchacho, observamos que todos los autobuses que se detienen, son de distintas marcas y colores.
El transporte ucraniano, parece desorganizado y decadente.
Más adelante, la primera y única clase en la escuela, da la impresión de centrarse en la geografía, o la historia.
La maestra toca a Ucrania en el mapa, lo cual nos sugiere que la nacionalidad es un tema importante en la clase, y en Плем'я (The Tribe)
Sin embargo, conforme progresa, la trama se encierra en sí misma, y en su retrato de su sociedad tribal.
Quizás, el único elemento que vuelve a sugerir la frustración con el país, es el viaje a Italia, que motiva a la amada del protagonista, y a su amiga a prostituirse…
El silencio de los sordomudos, refleja el ambiente de mudez, y complicidad entre una autoridad escolar y los jóvenes gánsteres, quienes venden a sus compañeras en las noches, extorsionan a los más débiles, y abusan del protagonista, por cometer el error de enamorarse.
El ambiente opresivo sugiere, de nuevo, una atmósfera nacional, pero ya es difícil asegurarlo, porque no recurren los elementos alusivos a Ucrania.
Más bien, Slaboshpytskiy parece orientado a construir una visión de la educación media como purgatorio, más bien ajena a las tensiones geopolíticas.
En todo caso, se trata de una pesadilla que suma una verdad muy ucraniana, pero que en su retrato de la adolescencia, se aproxima a una verdad compartida por todos:
Ser joven, es ser violento, inmaduro, y destinado a la desilusión.
Por otro lado, aunque suene obvio, Плем'я (The Tribe) logra darle voz a los que no la tienen, acercarnos a la comunidad sordomuda; conocer sus reglas, sus movimientos, su fuerza y, lo más importante, hacernos entender que, a través del absoluto silencio, también se pueden contar historias, y comprender que, al amar y odiar, no se necesitan subtítulos, no se necesita traducción, porque amar y odiar son 2 palabras, 2 sentimientos, 2 situaciones que hacen parte de un solo lenguaje universal.
“La sordera borraba las diferencias étnicas, culturales, y raciales”, decía el doctor especialista en sordomudez, Robert R. Davila.
En el mundo, hay unos 40 millones de sordomudos, que se comunican mediante lenguaje de signos manuales entre sí, y con otros hablantes que han aprendido este código.
Pero entre quienes no pueden hablar, y los que no conocemos su lenguaje, existe una barrera prácticamente infranqueable, que puede desmoronarse si prospera el invento de un grupo de estudiantes ucranianos de ingeniería:
Unos guantes que descifran los gestos de las manos del sordomudo, los traducen a texto escrito, y posteriormente, los convierten en palabras, a través de un “Smartphone” vía Bluetooth.
Los guantes “Enable Talk”, como se denomina el proyecto, ha requerido varios prototipos, hasta llegar a perfeccionarse, pues incorpora diversos sensores de movimiento, táctiles, giróscopos, y acelerómetros, e incluso sendas pantallas solares, para prolongar la vida de la batería.
Los guantes, envían las señales recibidas a un software, que convierte los gestos en ondas sonoras, enviándolos vía Bluetooth, a un teléfono Smartphone, que hace las veces de “boca” del sordomudo.
El equipo de Donetsk, entrenó el prototipo con el lenguaje de señas ruso, utilizado por los sordomudos ucranios, una derivación del lenguaje francés.
Igual que sucede en la lengua hablada, el lenguaje de los sordomudos, está dividido en distintos “idiomas”, siendo las ramas, francesa, británica, y alemana, los troncos principales.
Incluso, los sordomudos catalanes, utilizan señas ligeramente distintas a los castellanos.
Todos estos localismos y “acentos”, deben tenerse en cuenta a la hora de programar el dispositivo, lo que da una idea de la complejidad del proyecto.
El proyecto “Enable Talk” es uno de los finalistas de la Image Cup, un certamen tecnológico, patrocinado por Microsoft, y que acaba de celebrarse en Australia.
El mecenazgo del gigante de Redmond, explica que todas las referencias tecnológicas del proyecto, giran en torno a dispositivos “Windows Mobile”
Este no es el primer intento, ni será el último de dotar a los sordomudos, de una herramienta para comunicarse con los hablantes/oyentes.
El proyecto alemán “Mobile Lorn Glove”, utiliza mensajes cortos, para comunicar al usuario de los guantes, con su interlocutor.
El dispositivo que logre llevarse la trascendencia, tiene a su disposición, un enorme mercado.
El modelo de negocio de “Enable Talk”, calcula que si logran alcanzar una cierta economía de escalas, el par de guantes, puede costar sólo $20, lo que eventualmente, debería permitirle copar el 20% del mercado, unos 8 millones de sordomudos.

“Una persona sorda, puede hacer cualquier cosa igual que un oyente, excepto oír”
King Jordan.



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