El Baile de los 41

Terminando de ver “El Baile de los 41” (2020) de David Pablos con Alfonso Herrera, Emiliano Zurita, Mabel Cadena, Fernando Becerril, Paulina Álvarez Muñoz, Alvaro Guerrero, Eugenio Bartilotti, entre otros.   

Drama mexicano de temática gay que retrata los hechos de la famosa redada policial a un baile de invertidos, sucedida en 1901 durante “El Porfiriato”, un período elitista y autoritario; un evento que fue conocido popularmente como “El Baile de los 41” pues los asistentes pertenecían a las altas esferas de la sociedad, que incluyó a un congresista gay que se casó con la hija del Presidente de México, Porfirio Díaz, hasta que lo encuentran con un joven en esa fiesta privada... 

Este escándalo fue único, porque fue la 1° vez que se habló abiertamente de la homosexualidad en los medios mexicanos, y porque tuvo un impacto duradero en la cultura mexicana.  

La producción es refinada, tanto que logra contar un capítulo muy particular de la historia de México de una manera humana, sensible y respetuosa; sin embargo, el filme también es un recuento ficcionalizado de los hechos que rodearon el baile, centrándose en el llamado “Yerno de su Suegro”, José Ignacio Mariano Santiago Joaquín Francisco de la Torre y Mier, un empresario, hacendado y político mexicano, casado con Amada Díaz Quiñones, la primera hija de Porfirio Díaz; y dado que hay poca evidencia histórica de los eventos, incluidos los asistentes, la película tiene una licencia artística significativa.  

Sin embargo, la película no se detiene: 

Muestra el horror de ser un hombre gay “enclosetado” que intenta acostarse con su esposa; muestra el odio que crece lentamente a partir del resentimiento en ambos lados de un matrimonio casto; muestra cómo la felicidad puede ser destruida en un instante por el fanatismo y la ignorancia; y cómo la política y las apariencias van de la mano. 

El filme está muy bien protagonizado por Alfonso Herrera como Ignacio de la Torre y Mier y Emiliano Zurita, hijo de la fallecida Christian Bach, como el amante de Ignacio, en la ficción, Evaristo Rivas. 

El filme pertenece a estos 2 protagonistas masculinos, estupendos, que no escatimaron en sus papeles; pues esos besos se ven muy reales, como sus miradas, su interacción, sus momentos físicos juntos eran algo opuesto a lo artificial. 

Sin olvidarme de Mabel Cadena como Amada Díaz, su hija ilegítima del Presidente, visiblemente envejecida durante su época de calvario, donde vemos su rostro y su porte que cambian de manera convincente de los de una bella novia joven a los de una mujer amargada y despreciada. 

Este triángulo presenta varios matices dentro de sus perfiles bien definidos en una historia que es una verdadera olla a presión; pero en algún momento el film se inclina por mostrar un relato en el que hay cierta crueldad del personaje para con la mujer... 

En cambio, con el amante, “Eva”, Ignacio es apasionado al borde de la exageración, solo los besos que demuestran son de un poder realista asombroso; así, los 2 mundos de Ignacio quedan bien definidos: 

Uno, riguroso y formal, en el que conviven su ambición y su fallido matrimonio; y el otro, alegre y desatado, en el que se desarrollan fiestas, orgías, bacanales que tienen siempre como protagonistas a los demás miembros del club que comparten características con él.  

O sea, son de la elite mexicana, profesionales, políticos, terratenientes y todos homosexuales.  

Con foco en Ignacio, entonces la película narra esa imposibilidad de sostener una fachada y atar algo tan importante como la identidad; pero nunca, ni en el crudo y directo desenlace, el film abandona la elegancia para contar lo difícil que es ser homosexual en México y en el mundo. 

La producción es de lujo, y el cineasta no olvida que esto es también una historia sobre la decadencia de la clase política y el totalitarismo Porfirista, aquel “dios que todo lo mira” porque esa era una época histórica con muchísimo material, intriga, política, persecuciones, discrimen entre otros; sin embargo, le puedo cobrar factura a que se hace mucho énfasis en las escenas sexuales cuando hay una importancia mas alta en el tema del discrimen, persecución y abuso de poder político; por lo que me hubiera gustado saber más de los 41 restantes del baile... 

Y es que el famoso baile dura poco, aunque es muy buena la escena; el final es trágico, doloroso y realista, lo que te pone a reflexionar sobre los avances que se han tenido respecto al tema de la apertura y la tolerancia.  

Así, lo mejor es la producción, el vestuario, las locaciones, la fotografía es soberbia y se ve como debió haber sido en 1901:  

Iluminado con velas, lleno de contrastes, con unos movimientos de cámara estudiadísimos, perfectamente bien editados; aunque el filme tenga mucho de Kubrick y recuerde a “Barry Lyndon” y “Eyes Wide Shut”, sobre todo esta última en muchísimas escenas; sin olvidarme de las escenas de sexo y desnudos frontales. 

Sobre la historia real, decir que “los bailes de invertidos” o “bailes de maricones” fueron bailes públicos o privados, realizados sobre todo en el primer tercio del siglo XX, en los que se permitía el travestismo y el baile de salón con parejas del mismo sexo; y que evolucionaron hasta llegar a ser, en algunos casos, grandes acontecimientos culturales para los homosexuales, a los que incluso acudían turistas.  

Estos bailes tuvieron su Época Dorada en el tiempo de Entreguerras, sobre todo en Berlín y en París, aunque también se celebraban en otras grandes ciudades de Europa y de América, como por ejemplo en la Ciudad de México... 

Allí, a finales del siglo XIX y principios del XX, la realización de bailes donde concurrían solo hombres o solo mujeres, se hacía con frecuencia aunque de manera clandestina debido a la discriminación y la condena pública hacia la diversidad sexual privante en la época; por lo que diversas fuentes citan la realización de fiestas y eventos públicos como desfiles con hombres y mujeres trasvestidas, aunque se justificaban como fiestas de disfraces... 

Igualmente era costumbre que los hijos de la clase alta de la ciudad pasearan por la calle de Plateros, hoy Madero, en su ropa a la última moda y fuesen conocidos como “pollos” o “lagartijos”, palabras despectivas para “dandy”; los cuales eran comúnmente asociados con el ocio, la vanidad o la holgazanería, y eran hostigados por la policía por afeminados. 

La lista de detenidos del famoso baile de los 41 nunca se publicó; aunque sí se supo que participaron 42 hombres... pero solo fueron arrestados 41, de aquí proviene el nombre del filme y de la leyenda.  

También se supo que la mayoría pagó por su libertad, y sólo 12 fueron finalmente enviados a trabajar en Yucatán; y hubo rumores de que Ignacio de la Torre y Mier estuvo presente, pero escapó del castigo “por ser yerno del Presidente” 

Así, esto ha continuado como una creencia en la cultura popular, y lo ha llevado a ser llamado “el número 42” 

Posteriormente se supo que los presuntos organizadores de la fiesta habrían sido el mismo de la Torre y Mie y Antonio Adalid, apodado “Toña, la Mamonera”, ahijado de Maximiliano I y Carlota de México... 

Como fuera el caso, la redada fue señalada de ilegal y arbitraria, violándose los derechos humanos y civiles de los agraviados; y se argumentó para el allanamiento, que la fiesta no contaba con permiso para la realización de fiestas y reuniones privadas, pero las disposiciones de la época solo lo requerían para las celebraciones públicas.  

Asimismo, la homosexualidad no estaba sancionada por las leyes, pero en este caso se usó una muy amplia interpretación del vigente Código Penal de 1871, en el cual “se sancionaban delitos contra la moral y las buenas costumbres”; por lo que en ninguna disposición jurídica vigente se menciona como posible pena la que sería dada a los detenidos, aunque era usual para los enemigos del Régimen Porfirista. 

Como dato, una de sus hermanas de Ignacio, Susana de la Torre y Mier, contrajo matrimonio en 1881 en París, Francia, con El Conde Majencio de Polignac; su hijo menor, Pedro de Polignac, casó en 1920 con La Princesa Carlota de Mónaco, siendo padres del Príncipe Raniero III de Mónaco. 

Mientras que Amada Díaz, hija predilecta del Presidente, era fruto de una relación de Porfirio con una indígena de Huamuxtitlán Guerrero de nombre Rafaela Quiñones, de la cual se conoce poco... así como se desconoce el destino final de las personas castigadas en aquel “infame” baile, y cuanto duró su cautiverio. 

Sobre el escarnio, no solo se criticó el hecho en sí del evento, debido al conservadurismo público y a la homofobia prevaleciente en la época, sino el baile se usó para asociar con “la depravación y el vicio” con la aristocracia Porfiriana al estar involucrado de la Torre y Mier y personas allegadas. 

Nadie esperó que 10 años después, estallaría La Revolución Mexicana y se depondría a Porfirio Díaz; pero el antecedente del Baile de los 41 fue utilizado a partir de ese momento para llevar adelante redadas continuas, chantajes policíacos, torturas, palizas, envíos a la cárcel y al penal de las Islas Marías, con la simple mención de que se trata de “un ataque a la moral y las buenas costumbres” 

Después de este hecho, Ignacio dejó su mansión de Reforma y se fue a vivir a su quinta del Parque Lira en Tacubaya; y durante La Revolución Anti Huertista de 1914, su mansión fue confiscada, e Ignacio internado en la penitenciaría de Lecumberri por órdenes de Venustiano Carranza, bajo los cargos de “difamación al gobierno de Madero, y por apoyar el ilícito Régimen de Victoriano Huerta” 

Allí, Amada lo visitaba todos los días en prisión; y como dato curioso, Emilio Zapata era uno de los empleados más importantes de de la Torre, siendo su entrenador de caballos; posteriormente, Zapata fue “difamado” por sus oponentes como un hombre presuntamente gay... 

Así las cosas, con la llegada de Zapata a La Ciudad de México, cuando éste se reunió con Francisco Villa, en un gesto de generosidad y en recuerdo de su previa relación laboral, lo sacó de la cárcel, y lo mantuvo bajo la custodia de Gustavo Baz, quien le permitió que comerciara con maíz; pero de la Torre se dedicó a traficarlo haciéndose pasar por General del Ejército del Sur.  

Al enterarse, Zapata lo mantuvo bajo arresto domiciliario y lo tomó como su prisionero personal, tanto que lo llevaba a donde él iba.  

No obstante, los compañeros de la prisión donde estaba Ignacio, como la misma tropa de Emiliano Zapata se dieron cuenta de que de la Torre y Mier era homosexual, y abusaron de él, hasta el punto en que le destrozaron la cavidad anal. 

Ya en la extrema pobreza, en Cuernavaca, Ignacio se enteró de que habían sido expropiadas sus haciendas en Yautepec y Cuautla; además, El Presidente Carranza emitió la orden para proceder y arrestar a de la Torre.  

A fines de 1917, cuando el ejército de Carranza tomó Cuautla, Ignacio aprovechó la confusión para escapar; y huyó a Puebla, y de ahí al puerto de Veracruz, donde disfrazado, abordó un vapor hacia Estados Unidos.  

Se estableció en New York, y en los primeros meses de 1918, fue internado en el hospital Stern por una dolencia de hemorroides; donde los médicos optaron por operar de inmediato las venas del esfínter, fracasando en el intento. 

José Ignacio Mariano Santiago Joaquín Francisco de la Torre y Mier, murió el 1° de abril de 1918 a sus 51 años de edad. 

Su esposa, Amada, tremenda ironía, tuvo que vender todas sus propiedades para pagar las inmensas deudas que le heredó. 

Sobre la misma Amada, a pesar de que el final de la película me deja odiándola; existe un libro llamado “El álbum de Amada Díaz” escrito por Ricardo Orozco, donde se cuenta cómo sobrevivió a los conflictos económicos y personales, y cómo fueron sus días hasta que falleció el 22 de agosto de 1962, a los 95 años en La Ciudad de México. 

Por otro lado, el número 41 o 42, pasó a formar parte de la cultura popular mexicana para referirse de manera velada a los homosexuales, y en el caso del 42, a los homosexuales pasivos.  

Y es que en México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos; tanto que la influencia de esa tradición es tal, que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41: 

No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41; llegan hasta el 40, y de ahí se salta al 42.  

No hay nómina que tenga renglón 41, no hay en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41; si acaso y no hay remedio, el 40 bis.  

No hay cuarto de hotel o de Sanatorio que tenga el número 41.  

Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42...  

No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo. 

El filme es importante para poner nombre a quienes participaron en aquel baile, y para servir de memoria histórica sobre unos hechos que marcaron la historia del colectivo LGBTI+ en México, y que gracias a esta película, seguro que traspasarán fronteras más allá de estudiosos y activistas alrededor del mundo. 

“Confieso que soy maricón” 

RECOMENDADA. 




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