A Study in Terror
“Where did you get this case?”
La mayor batalla nunca narrada por la pluma de Sir Arthur Conan Doyle, podría ser la que enfrentase al primer y mejor detective consultor de la historia, contra el asesino en serie más famoso de todos los tiempos:
Por un lado, Sherlock Holmes, la mente ficticia más aguda y el mejor de los investigadores; y por el otro, un asesino real, que ha conseguido trascender a nuestro plano de realidad, para convertirse en un arquetipo.
Y los 2 compartiendo época y localización.
Sin embargo, resulta comprensible que Sir Arthur no quisiera enfrentarse al problema, difícilmente resoluble, de adjudicar un culpable a los crímenes de Jack “El Destripador”
No nos encontramos siquiera ante un caso parecido al de Edgar Allan Poe con su cuento “The Mystery of Marie Rogêt” (1842), un suceso puntual que pudo cambiar de escenario, sino con un asesino que nunca fue capturado, y que consiguió aterrorizar a todo Londres.
Crear una trama totalmente ficticia, podría haberse entendido como un insulto a las víctimas; y escoger un culpable real, como un juicio fuera de la ley.
De hecho, y a diferencia de lo que algunos puedan creer, Sir Arthur Conan Doyle ni siquiera trató de disimular la capacidad de Sherlock Holmes para ignorar los sucesos; y siguiendo a algunos analistas del canon, nos podemos encontrar a un Holmes encargándose de “The Sign Of The Four” (1890), mientras los asesinatos se sucedían en Whitechapel; y otros como William Stuart Baring-Gould le suman a este el asunto de “The Hound Of The Baskervilles” (1902)
El caso es que Sherlock Holmes estaba activo, y en Londres durante los fatídicos sucesos del East End a finales de 1888, pero nunca hizo ninguna referencia a ellos.
La literatura, por supuesto, fue la primera en encargarse de tratar de dilucidar, qué hubiese sucedido si Holmes hubiese decidido perseguir al “Destripador”
Se considera que el primer pastiche que los enfrentó, se remonta a 1907, el alemán “Wie Jack, der Aufschlitzer, gefasst wurde”; y una vez abierta “La Caja de Pandora” nunca pudo volver a cerrarse; mientras que el cine tardó bastante más que la literatura en atreverse a narrar el choque de intelectos definitivo.
“For Heaven's sake, stop sawing away on that infernal instrument!”
A Study in Terror es una película de suspense, del año 1964, dirigida por James Hill.
Protagonizada por John Neville, Donald Houston, John Fraser, Anthony Quayle, Barbara Windsor, Adrienne Corri, Frank Finlay, Judi Dench, Charles Régnier, Cecil Parker, Georgia Brown, Barry Jones, Robert Morley, entre otros.
El guión es de Donald Ford y Derek Ford; inspirados en una historia escrita por Adrian Conan Doyle, hijo de Sir Arthur Conan Doyle, que tiene por título “Fog”
Y aunque A Study in Terror se basa en los personajes de Conan Doyle, la historia es original, y tiene al famoso detective tras el rastro de Jack “El Destripador”
Sir Arthur Conan Doyle, nunca escribió una historia en la que Sherlock; un personaje ficticio; trabajó en el caso real de Jack “El Destripador”
Sin embargo, Scotland Yard consultó al Dr. Joseph Bell, la inspiración de la vida real de Holmes, sobre el caso; por lo que este es un guión sádico de los hermanos Ford, reyes del “sexplotation” británico, con buenos diálogos, mucha violencia, lenguaje soez para esa época, incluso en las situaciones más violentas; y mucho componente erótico, nada explícito.
También, hace mucho la ambientación lograda, mucha humedad y opresiva atmósfera de los decorados, representando Whitechapel como el súmmum de la depravación, acompañado de una lúgubre fotografía en Eastmancolor, donde los colores fríos contrastan con el carmesí de la sangre de las víctimas del “Destripador”, muy al estilo del Estudio Hammer; pero a diferencia de Scotland Yard, y la historia de la vida real; aquí Holmes finalmente descubre la identidad del “Destripador”; por lo que A Study in Terror presenta también la primera aparición cinematográfica del personaje Mycroft Holmes, hermano de Sherlock.
Como producción, se destaca que el propio Adrian Conan Doyle fue coproductor del film, en sociedad con Sir Nigel Films, en la realización de un filme a medio camino entre el cine de terror, sin duda los asesinatos se alzan como lo mejor del film; y el “thriller” policíaco, con los métodos detectivescos de Holmes, sus pesquisas resultan, como siempre, juego mentales sobre la lógica muy atractivos.
La película fue rodada en Los Estudios Shepperton en Londres, aunque algunas escenas fueron hechas en Osterley House, también en Londres.
La acción tiene lugar en el año 1888, en Londres.
Sherlock Holmes (John Neville) decide investigar varias muertes cometidas en la zona de Whitechapel, por un criminal que se hace llamar Jack “El Destripador”
Así, 2 fuertes personajes se enfrentan en la ficción:
Por un lado, el mejor y más astuto de los detectives; y por otro lado, un sanguinario y escurridizo asesino.
A partir de los hallazgos del patólogo; Holmes concluye que el hombre tenía algún entrenamiento médico, muy probablemente como cirujano; y varias pistas lo llevan al hijo de un aristócrata que estaba estudiando medicina, pero desde entonces se había desvanecido desde que se casó con una prostituta…
Su investigación lo lleva a una misión callejera local para los pobres, donde El Dr. Murray (Anthony Quayle), un socialista declarado que trabaja a tiempo parcial como cirujano de la policía, hace todo lo posible por satisfacer las necesidades básicas de la vida de los pobres e indigentes de Londres.
Holmes, pronto tendrá una breve lista de posibles sospechosos, entre ellos:
El Dr. Murray, su asistente Sally Young (Judi Dench) y Max Steiner (Peter Carsten), propietario de un bar y proxeneta.
La inevitable confrontación final, revela la identidad del asesino… pero quien espere encontrar en esta película datos de interés sobre los crímenes de Jack “El Destripador”, reconstrucciones históricas y todo ese tipo de cosas, más vale que se olvide…
Tan sólo el nombre de las víctimas y poco más ha pasado de la realidad a esta película.
La cantidad de diferencias con el caso real es tan abrumadora, que está claro que no había ningún interés en contar la historia real; cosa que, hasta el momento, había sido bastante habitual con las muchas películas y novelas de Jack “El Destripador” en solitario.
Sin embargo, quien busque una película de Sherlock Holmes, sí que se llevará una alegría:
La esencia del personaje está muy bien capturada, y los razonamientos y argumentos lógicos que va siguiendo también; por ello, los autores se inventan una serie de personajes ficticios, y sobre ellos construyen toda la investigación sobre los asesinatos de Jack “El Destripador”; hasta Mycroft Holmes (Robert Morley), hermano de Sherlock, tendrá su pequeño pero magnífico cameo en la historia.
De esa manera, A Study in Terror combina todos los elementos apreciados por los admiradores del personaje Sherlock Holmes:
Emoción, suspenso, historia de misterio con buenos actores y con una buena trama; con John Neville que representa muy bien a un detective culto, lógico, astuto, y su hermano en la ficción, Robert Morley, añade una buena cuota de humor; y sobre todo, A Study in Terror es una gran película de suspenso y de misterio; no es una obra maestra ni la mejor película que se pueda ver sobre Sherlock Holmes o Jack “El Destripador”, pero es una que tiene su desarrollo pausado pero seguro, su buena ambientación y un puñado de actores que dan lo mejor de sí mismos para componer una historia entretenida, que nos transportará a La Inglaterra Victoriana.
“Being a woman, she uses a women's art.
She intrigues us to Whitechapel”
El reconocido productor de serie B, Herman Cohen, trajo a mediados de los 60s, ésta correcta adaptación del relato corto “Fog” de Adrian Conan Doyle, hijo del legendario escritor detectivesco, que enfrentaba a uno de los asesinos en serie reales más sanguinarios de la historia, Jack “El Destripador”, y a uno de los detectives ficticios más populares de la literatura mundial, Sherlock Holmes.
No deja de ser curioso, que el famoso detective británico haya sido creado en la novela “A Study in Scarlet” (1887) y los crímenes del “Destripador” hayan ocurrido en entre agosto y noviembre de 1888, pero lo cierto es que la premisa de verlos enfrentados siempre fue, a lo menos, fascinante para los fanáticos de la criminología.
Cohen, concebiría este nuevo film de Sherlock Holmes desde la perspectiva del exitoso e imperante “Britsplotation”, tras las recientes adaptaciones de la Hammer con “The Hound Of The Baskerville” (1959) y la coproducción entre Alemania, Francia e Italia “Sherlock Holmes un das Halsband des Todes” (1962), ambas dirigidas por el gran Terence Fisher, y protagonizadas por los icónicos Peter Cushing y Christopher Lee como Holmes, respectivamente.
Por tanto, no es de extrañar que la película sea violenta, erótica y visualmente atrapante, además de contener varios elementos que recuerdan los principios cinematográficos del “giallo” italiano.
Así, Herman Cohen originalmente quiso titular la película “Fog”, pero Columbia insistió en que el título “A Study in Terror” se vinculara con la novela de Sherlock Holmes “A Study in Scarlet”; y Cohen también recordó en su lanzamiento en Estados Unidos, que Columbia anunciaba que la película era “una popular película de tipo Batman”, en lugar de una película de terror o detectives.
De esa manera, el guión de los hermanos Donald y Derek Ford, no sólo pondrá frente a frente a Sherlock Holmes y Jack “El Destripador” en un hipotético encuentro, sino que para ello, sumergirá efectivamente al espectador en una más que correcta ambientación de La Inglaterra Victoriana que recrea efectivamente el contraste del pasar de las diferentes clases sociales, la miseria y la pobreza de los bajos fondos, y la exposición constante al crimen impune por los más desvalidos, entre ellos, las prostitutas.
Así los Ford realizaran una narración cronológica de los crímenes reales de Jack “El Destripador”, respetando en general el orden de los crímenes, los nombres de las víctimas, aunque no necesariamente el “modus operandi” del asesino, que por supuesto, no permitiría por la censura de aquellos años exponer la verdadera brutalidad del asesino de Whitechapel.
El film inicia de forma contundente y dinámica con el primer crimen del “Destripador”, enterrando un cuchillo en la sien de una mujer a la que el guión no identifica; para pasar inmediatamente al ahogamiento y acuchillamiento de Mary Ann “Polly” Nichols (Christiane Maybach), en los que Hill demuestra que está aquí para contextualizar sin rodeos los crímenes del villano.
El director utilizará la cámara desde la perspectiva del asesino en estas 2 escenas, al estilo de los cada vez más populares “giallos” italianos, como la forma de presentar la visión brutal del asesino, así como proteger la identidad de este hasta el clímax y/o explicación de Holmes.
Conforme avance la trama, en concreto, el tercer asesinato de Annie Chapman (Barbara Windsor), no sólo dará cuenta de la completa indefensión de las prostitutas de Whitechapel ante “El Destripador”, sino que además ahondará en la indiferencia de la típica sociedad hipócrita, que crítica y condena la prostitución, pero al mismo tiempo la consume sin tapujos.
La escena en la que Annie se ofrece a uno de los cargadores de carne en el terminal matadero sin siquiera cobrarle, ya que éste alega no tener dinero, es bastante decidora, y refleja el clima de angustia de la prostituta por siquiera sobrevivir con alguien que pudiera cuidarla.
Mientras se van produciendo los asesinatos, el guión presenta la otra arista narrativa de interés para el espectador, que se relacionará inevitablemente con el asesino.
La constante insinuación de que detrás de tales espantosos crímenes está la mano de un hombre educado, pero profundamente traumado, va tomando forma a la hora de que Holmes concentre su atención en una caja de instrumental quirúrgico que llega a su hogar, y que lo llevará a conocer un entuerto que involucra al hijo estudiante de medicina de un notable lord inglés, Michael Osborne (John Cairney); un tosco y aprovechador estafador, propietario de un bar de Whitechapel, Max Steiner; y una prostituta, Angela (Adrienne Corri) que termina casada con el hijo del noble.
En líneas generales, el guión logra mantener la identidad del asesino oculta hasta bien entrada la trama, proponiendo al Dr. Murray, un arisco médico del hospicio de Whitechapel, el inescrupuloso Max Steiner; e incluso el otro hijo del noble, Lord Carfax, Edward Osborne (John Fraser)
Además, hay una referencia explícita a la carta “Dear Boss” escrita hipotéticamente por el asesino a Scotland Yard, una de las 2 espeluznantes misivas reales que habría recibido la policía, en donde se jacta de no poder ser atrapado.
La película avanza a un ritmo lento, pausado, como si de un libro se tratara, pero no por ello aburrido, sino más bien todo lo contrario, te va enganchando conforme el desarrollo de la historia va tomando forma; y los asesinatos dan la oportunidad a Hill de juguetear con el punto de vista al adquirir la perspectiva del asesino, lo que encara el film con los muy de moda “giallos” italianos de la época, y que echaban mano con asiduidad de la cámara subjetiva.
También destaca aquella escena en el que el asesino sumerge a una de sus víctimas en agua para ahogar sus gritos mientras la acuchilla, realizando interesantes juegos visuales con el agua y la sangre.
Hablamos de una película en la que el uso del color acentúa, en determinados momentos, la psicopatía del asesino, cuya identidad no se descubrirá hasta el último tramo; y en su trama, la película es casi clarividente al buscar a su villano en las clases más pudientes de la sociedad.
Al igual que pasará en las otras 2 películas acerca del enfrentamiento, parece imposible para los realizadores separar los crímenes de Jack “El Destripador” del tejido social que los pudo causar.
Las lamentables condiciones de vida del East End, y la capacidad de los poderosos para ignorar el sufrimiento del pueblo, son un tema transversal en todas las producciones cinematográficas del ciclo.
No es casualidad que uno de los principales personajes secundarios sea un médico que mantiene un hospital para los pobres, y que no duda en tratar de levantarlos contra el gobierno, explicándoles que Whitechapel sólo es noticia cuando suceden allí terribles crímenes, no cuando la pobreza y la enfermedad atacan a sus habitantes; mientras la trama detectivesca, es la esperable en una película clásica de Sherlock Holmes:
En todo momento, nuestro detective parece estar por delante de todos los que le rodean, ocultándonos información a los mismos espectadores, y disfrutando de algunos momentos en los que ejercitar su famosísima capacidad de deducción.
Aunque dichas secuencias no han envejecido ni frenan el ritmo de la película, la sucesión de pistas es bastante lineal, y el verdadero culpable es fácilmente identificado por cualquier espectador acostumbrado a estas lides.
Pero la ambientación está bastante lograda, y eso que no es una gran producción:
Desde sus coloridos y alegres bares de cuarta categoría, con cantantes y prostitutas, pasando por la pobreza y miseria de los hospicios que intentaban alimentar y proteger a los más desvalidos; así como la rudimentaria morgue en que El Dr. Murray realiza las autopsias de los cadáveres que la policía le entrega, hasta las húmedas, gélidas y brumosas calles de Whitechapel, de cuyas sombras cualquier cosa puede saltar y atacar al caminante, desde ladrones de poca monta hasta asesinos brutales como Jack “El Destripador”, todo en un logrado trabajo conjunto del fotógrafo Desmond Dickinson, que trabaja mucho el azul que desvanece en la luz, con el diseñador de producción, Alex Vetchinsky.
Y combina bastante bien los sucesos reales “ripperianos” con la fantasía “holmesiana”, por lo que hay fidelidad con ambos mitos.
En ese sentido, en el referente al desarrollo de la trama, la película está bien expuesta:
Estamos ante la típica cinta en la que cualquiera puede ser el asesino y, las cosas como son, hasta el último momento sospechas de todo el mundo.
Me gustan mucho ese tipo de películas, tipo novela de Agatha Christie, en la que los indicios parecen no apuntar hacia un lugar concreto, y A Study in Terror es una de estas.
También tiene a su favor, lo bien hilados que están entre sí los datos referentes al detective de Baker Street, y los referentes al destripador de Whitechapel:
La ambientación de las calles y callejuelas londinenses con esa tan característica niebla, autentico sello de identidad de la maravillosa ciudad de Londres; pero el principal atractivo es ver el duelo de titanes que se desarrolla entre uno de los detectives más famosos de la literatura, del cine y la televisión; y uno de los asesinos más célebres de todos los tiempos; y eso fue un aspecto básico para toda película sherlockiana, la adaptación de los personajes de Holmes y Watson.
En este caso, estamos ante un claro ejemplo de la fuerte herencia que habían dejado tras de sí las interpretaciones de Basil Rathbone y Nigel Bruce.
En ocasiones pareciera que estamos viendo a John Neville y Donald Houston interpretar a sus predecesores en el papel, y no a los personajes de Conan Doyle.
Así, nuestro Sherlock es directo, audaz y activo; mientras que Watson está cerca de caer en la parodia en demasiadas ocasiones, aunque aquí debemos darle a Houston gran parte del mérito.
Destaca, eso sí, la presencia en la trama de Mycroft Holmes:
El mayor y más inteligente de los hermanos Holmes, se nos presenta siguiendo el canon del personaje, aunque tal vez le falte algo de la genialidad que suele ir unida a su figura.
Junto a él, dentro del canon, destacan un comedido Inspector Lestrade (Frank Finlay), y una casi inexistente Mrs. Hudson (Barbara Leake)
Más cuidados se dedican a los secundarios creados para la ocasión, que configuran un plantel más que interesante, y con una capacidad suficiente para que en ocasiones nos olvidemos de que esto era una barata producción de serie B en toda regla.
En particular, merecen ser destacadas la presencia física de:
Peter Carsten y la inesperada aparición de una joven Judi Dench.
Pero, si bien la película entretiene, y presenta unos valores de producción más que notables, lo cierto es que donde naufraga es en su presentación de los sucesos relacionados con los crímenes del “Destripador”
No solamente suaviza los sucesos acaecidos, todo parece reducirse a puñaladas certeras siempre que vemos algún asesinato, sino que confunde víctimas, y pasa de puntillas por los sucesos que rodearon al caso.
No menos chocantes resultan las actrices elegidas para personificar a las víctimas, que parecen sacadas en su mayoría del mismo “casting” que las habituales chicas de La Hammer.
Si bien el atractivo, o la falta del mismo, en las víctimas del “Destripador” pueda parecer algo secundario, resulta más bien contraproducente para el mensaje de la película que se nos presente un barrio de Whitechapel lleno de hermosas y bien alimentadas prostitutas…
Tal vez, el cine inglés todavía no estuviese preparado para realizar una auténtica película sobre Jack “El Destripador” en 1965…
Recordemos que estamos antes de la explosión de popularidad de los estudios sobre el criminal que llegaría en los años 70:
Los espectadores no estarían preparados para un análisis pormenorizado de los crímenes en la pantalla, ni demasiado preocupados con la veracidad de lo que se les presentara.
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que estamos ante una película de Sherlock Holmes que, casualmente, tiene como adversario a Jack “El Destripador”
Encontramos por ello, algunas alusiones al canon “holmesiano”, como:
Uno de los personajes del film tiene por apellido “Carfax”, en referencia obviamente a la novela corta “The Disappearance of Lady Frances Carfax”
Cuando Mycroft Holmes llega al 221B de Baker Street, entabla con su hermano Sherlock Holmes, una conversación que se basa en “The Adventure Of The Greek Interpreter”, en relación a otro caso en el cual un tal Adams era el culpable.
Y la secuencia final de Baker Street alude al cuento de 1892 de Conan Doyle, “The Adventure Of The Blue Carbuncle”
Al tiempo que esta película es una de las pocas en mostrar un revólver que El Dr. Watson podría haber usado de manera plausible como su revólver de servicio en el ejército británico, a saber, un Enfield Mk II en calibre .476, utilizado por Holmes para disparar el jarrón en la sala de estar; y fue colocado por primera vez en 1880, el año en que Watson fue herido en La Batalla de Maiwand.
Y es que todo en Sherlock Holmes, provoca fascinación:
Su método profesional, su inteligencia, sus rarezas…
Y pese a que su enigmática figura ha sido estudiada en profundidad, siempre esconderá algún misterio por resolver, en este caso, el que nos interesa es el de su papel en la investigación de Jack “El Destripador”, y con relación al caso, encontramos lo siguiente:
El film utiliza varios elementos directamente basados en el caso de Jack “El Destripador” del año 1888; en efecto, el nombre de las víctimas en líneas generales fue respetado:
Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride (Norma Foster), Catherine Eddowes (Kay Walsh), y también Mary Jane Kelly (Edina Ronay)
En los primeros instantes del film, otro crimen es mencionado antes de que se produjera el de Polly Nichols, aunque el nombre de la víctima no fue revelado.
Bien podría pues suponerse que se trataba de Martha Tabram, respecto de la cual un debate subsiste aún hoy día en relación a la posibilidad de que esta prostituta también hubiese sido asesinada por la misma persona que las otras 5 mujeres antes citadas.
De todas formas, esta película también contiene varias deformaciones de la verdad histórica del caso:
En el film, las muertes son cometidas en fechas muy próximas unas de otras, un intervalo de 3 días es evocado entre las muertes de Nichols y de Chapman, a pesar de que en realidad este intervalo fue de 8 días.
Véase que en el caso verdadero, más de 2 meses pasaron entre la muerte de Nichols y la de Mary Jane Kelly, lo que contradice la historia fílmica.
Pero además de estas discrepancias en las fechas, los detalles de algunos asesinatos no se corresponden exactamente con la realidad de los hechos históricos, por ejemplo:
El cuchillo del homicida en el film, es encontrado en la garganta de la primera víctima, mientras que el verdadero asesino jamás dejó abandonado su cuchillo.
Por su parte, en la ficción, Polly Nichols fue asesinada después de haber sido sumergida en una cubeta de agua para así ahogar sus gritos, lo que tampoco fue el caso, y además, cuando Holmes va a la morgue, encuentra la cabeza de Stride casi enteramente separada de su cuerpo, mientras que en el caso verdadero, el corte sufrido por esta víctima, fue en realidad poco profundo, al punto tal que ciertos “ripperólogos” piensan que el asesino en esa situación fue “molestado o interrumpido” por algo o por alguien, obligándolo entonces a huir antes de haber terminado la faena que tenía proyectado hacer.
Sin embargo, varios elementos menores de la trama, están tomados de los auténticos asesinatos de Whitechapel, como que una de las putas estuviera particularmente orgullosa de su carísimo sombrero, y fuera presumiendo de él; que la última víctima de esa ola de crímenes viviera en una pequeña habitación de un primer piso, son dos ejemplos.
En fin, en el curso de la intriga, el inspector Lestrade confía a Holmes la carta “Dear Boss”, cuyo autor afirma ser Jack “El Destripador”; y aunque los “ripperólogos” en general consideran actualmente que esta carta era un canular, una broma o un despiste, o eventualmente una maniobra de promoción de la prensa, en el film, contrariamente, Holmes inmediatamente es persuadido que esa carta era efectivamente del asesino, e insiste para que sea publicada en la prensa, por si entonces, alguien pudiera reconocer esa escritura.
Del reparto, el protagónico de Sherlock Holmes estuvo a cargo de John Neville, quien lo encarnaría por primera y única vez en el cine, en este film.
Neville, en el papel de Holmes, debía recordar mucho al público británico de la época, al Holmes que interpretó previamente Peter Cushing, en televisión y en cine, por el gran parecido físico entre ambos actores; pero Neville sale airoso de la prueba, y hace una gran composición de Sherlock Holmes:
Estirado, arrogante, displicente pero con cierto carisma; y en esta película se muestra muy bien el método deductivo “holmesiano”
Atención a la aparición del gran Robert Morley, interpretando al hermano mayor de Sherlock, con el profético y divertido nombre que le dio Conan Doyle:
Mycroft Holmes, gran y habitual intérprete del caballero inglés representante del “establishment”
Como curiosidad, John Fraser como Edward Osborne, ha protagonizado la facturación en los títulos principales, pero no aparece hasta en 24 minutos, lo que significa que su papel es un cameo ampliado, en lugar de un papel principal.
Completan el reparto:
Frank Finlay como El Inspector Lestrade; Anthony Quayle como El Dr. Murray, con un personaje vital en el relato, que incluso propone bifurcaciones temáticas de índole moral algo forzadas, aunque interesantes; una jovencísima Judi Dench, como la ayudante de Murray, Sally Young, en una de sus primeras apariciones cinematográficas; Adrienne Corri como Angela Osborne; el alemán Peter Carsten como el inescrupuloso Max Steiner, dueño del bar; y las bellas:
Barbara Windsor, Christiane Maybach, Kay Walsh, Norma Foster, y la húngara Edina Ronay, como las prostitutas víctimas:
Annie Chapman, Polly Nichols, Catherine Eddowes, Elizabeth Stride y Mary Jane Kelly, respectivamente.
Como dato, en 1966, la película se convirtió en una novela inusual, porque agrega una historia de encuadre en la que se lee un manuscrito que recuenta las acciones de la película.
La historia fue escrita por Ellery Queen, y la novelización de la película por Fairman.
Por otra parte, la idea del enfrentamiento “Holmes-Jack” se retomó más tarde en la película “Murder by Decree” (1978), en la que Frank Finlay repitió su papel de Lestrade, y Anthony Quayle una vez más tuvo una parte importante, aunque esta vez como Sir Charles Warren de Scotland Yard.
La banda sonora estuvo a cargo de John Scott, e incluye algunas canciones de Georgia Brown, caracterizándose principalmente por violines clásicos y sugerentes al estilo vals; en lo que representa su primer largometraje como director de La Orquesta Sinfónica de Hollywood (HSO 333)
“My dear Mycroft, this is a surprise!
Watson, some sherry...
Is this a social call?”
Hace 130 años, fue asesinada Mary Jane Kelly, también conocida como Marie Jeanette Kelly, Fair Emma, Ginger y Black Mary, considerada como la 5ª y última víctima canónica del famoso asesino en serie, no identificado, y conocido como Jack “El Destripador”, quien mató y mutiló prostitutas en la zona de Whitechapel de Londres, desde finales de agosto a principios de noviembre de 1888.
En el momento de su muerte, Kelly tenía alrededor de 25 años de edad, y vivía en la pobreza; y la mutilación de su cadáver, fue con mucho, la más extensa de todos los asesinatos de Whitechapel, probablemente porque el asesino tuvo más tiempo para cometer sus atrocidades en una habitación privada que en la calle; y resultó uno de los más espantosos y depravados que consignan los anales de la criminología.
Se cuenta que sobre la cama bañada en sangre, reposaban maltrechos despojos de Kelly, que únicamente llevaba puesto un menguado camisón que dejaba ver el atroz estropicio infligido a su organismo:
El asesino extrajo toda la superficie del abdomen y los muslos, y se vació la cavidad abdominal de sus vísceras.
Los senos fueron cortados, los brazos mutilados por varias heridas irregulares, y la cara cortada más allá del reconocimiento de las características.
Los tejidos del cuello, se cortaron hasta el hueso.
Las vísceras se encontraron en varias partes, a saber:
El útero y los riñones con un seno debajo de la cabeza, el otro con el pie derecho, el hígado entre los pies, los intestinos del lado derecho, y el bazo del lado izquierdo del cuerpo.
Las aletas extraídas del abdomen y los muslos, estaban sobre una mesa.
“¡Parecía más la obra de un demonio que la de un hombre!” exclamó John McCarthy, arrendatario de Kelly, y dueño de un bazar próximo al edificio de Miller’s Court; dejando constancia de la tremenda impresión que le produjo el monstruoso descubrimiento, que estremeció aún a los endurecidos policías que concurrieron a la tétrica habitación.
Por su parte, la policía realizó extensas consultas y búsquedas casa por casa… y el 10 de noviembre, El Dr. Bond escribió un informe que relacionaba el asesinato de Kelly, con 4 anteriores, los de Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride y Catherine Eddowes; y proporcionó un perfil probable del asesino.
Pero para frustración de muchos, los relatos de Sherlock Holmes ignoraron los asesinatos de Whitechapel, unos acontecimientos tan definitorios y representativos del Londres tardovictoriano como el propio detective.
El terrible descuartizamiento de al menos 5 prostitutas del East End londinense en el otoño de 1888, revolucionó la Inglaterra del momento, convulsionó medio mundo, y en cierta medida, anunció de forma abrupta, la inminente llegada del violento siglo XX.
Con Jack “El Destripador”, hacía aparición un asesino en serie que parecía dar la réplica a la presentación en sociedad del primer detective moderno, un año antes:
¿Pero realmente, el investigador más brillante de su tiempo no se enfrentó con el mayor criminal de su tiempo?
Sherlock Holmes es, junto al vampiro más famoso de todos los tiempos, el personaje de ficción que más adaptaciones ha tenido en el celuloide.
Creado en 1887 por la pluma de Arthur Conan Doyle, ha dado lugar a multitud de historias de la más diversa índole, pero la más llamativa es, sin duda, el haber fantaseado con un personaje real, y que de seguro encaja como un guante en el universo “holmesiano”:
Jack “El Destripador”, el famoso asesino de Whitechapel, y cuya identidad sigue siendo un misterio a pesar de múltiples teorías:
Unos creen que está asociado a La Reina Victoria; otros opinan que es un clan criminal; otros inclusive dicen que estuvo en Nicaragua en muchos de los viajes que hizo "Jack"; otros creen, que su legado criminal, aún vive...
En el otoño de 1888, durante los sucesos del “Destripador”, Conan Doyle era un joven escritor en ciernes, que empezaba a paladear las mieles del éxito y la fama gracias a la publicación un año antes de la primera aventura de Holmes:
“A Study in Scarlet” (1887); y en ella había creado al mejor de los investigadores, a un maestro de la observación y la deducción, de la lectura de huellas, la criptografía, la semiótica y la ciencia forense, con lo que resultaba lógico que su opinión acerca de los crímenes de Whitechapel fuese tomada en cuenta.
Doyle se sumó desde el principio a los que fijaron su atención en los supuestos conocimientos anatómicos del asesino, y sugirió a las autoridades, siguiendo la línea “mortadélica” típica de Sherlock, mandar a agentes disfrazados de prostitutas para tender una trampa al “Destripador”
De hecho, a Doyle se le atribuye el origen de la teoría del Jack femenino:
La que apunta a que el asesino en realidad era una mujer, y que explicaría así la facilidad para acercarse a sus víctimas, y el hecho de que estas no hubieran sido agredidas sexualmente.
Junto a sus colegas del “Crime Club”, Doyle siguió los pasos de Jack por las peores calles del East End y, en diciembre de 1892, visitó además las instalaciones del Black Museum de Scotland Yard, donde le llamaría la atención una fotografía de la última víctima, Mary Jane Kelly, así como una carta y una postal escritas en tinta roja, y “firmadas” por el asesino.
Las misivas, enviadas a La Agencia de Noticias y remitidas posteriormente a la policía, estaban fechadas con posterioridad a los 2 primeros asesinatos:
25 de septiembre y 1 de octubre respectivamente, y por su estructura interna se deduce que fueron escritas realmente por “El Destripador”
No se hicieron públicas en el momento, pero en ellas se vaticinaban detalles de los que serían los 2 siguientes homicidios:
El de Elisabeth Stride y el de Catherine Eddowes.
Ambos documentos desaparecieron del museo poco después, para ser devueltos, anónimamente, justo pasado un siglo desde los crímenes, en 1988.
En base de esos textos, Conan Doyle contó a un periodista norteamericano en el verano de 1894, cuál sería el proceder de Sherlock Holmes:
Dedujo que el asesino era estadounidense, por el uso de americanismos en su forma de expresarse; y que estaba acostumbrado a escribir con pluma, por su caligrafía; y propuso llevar a la práctica algo que en realidad ya había hecho la policía metropolitana en pleno otoño del terror, concretamente el 3 de octubre de 1888, con resultados intrascendentes:
Imprimir y publicar reproducciones facsimilares de la carta y de la postal, para motivar un cotejo popular de su caligrafía.
La diferencia fundamental que proponía Doyle, y que pasó por alto la policía entonces, era la de acompañar este proceder con un análisis caligráfico, algo que habría sido de más ayuda.
Como es sabido, nunca se capturó a Jack “El Destripador”...
Y desde entonces, las teorías explicativas acerca de su identidad no han hecho más que crecer.
A día de hoy, todavía no nos han contado el choque definitivo entre la mente deductiva de Sherlock Holmes y la criminal de Jack “El Destripador”; y lo más parecido ha sido ésta muy notable película, pero uno no puede evitar imaginarse, qué podría pasar, si algún cineasta se atreviese a salir de la zona de confort instaurada por la conspiración real y sus aledaños, para traernos una historia que realmente mostrase a Sherlock Holmes frente a un asesino en serie real y letal como Jack.
Lo más probable es que Jack “El Destripador” no fuese fruto de rocambolescas conspiraciones en las más altas esferas, ni un notable personaje del Londres de fines del XIX, sino un anónimo habitante de la capital inglesa.
Esa visión que podríamos llamar “realista” es la que se echa de menos en las narraciones de su enfrentamiento con Sherlock Holmes.
Convertir los crímenes de Whitechapel en un efecto secundario de la extorsión o en una venganza por agravios del pasado, es quitarle parte de la gravedad; hacer que nos olvidemos de que las víctimas eran personas reales, y las convirtamos solamente en engranajes de una trama mayor, es condenarlas a ser personajes de ficción.
Lo más probable es que nunca sepamos quién fue Jack, ni siquiera cuantas víctimas murieron realmente a sus manos, así que siempre necesitaremos que la ficción nos permita capturarlo, y quién mejor que Sherlock Holmes para hacerlo.
Esperemos que en el futuro, alguna versión del criminal logre ceñirse a la realidad, y no haga que una serie de horrendos asesinatos se conviertan por arte de magia en una inofensiva narración.
Por respeto a las víctimas…
“All circumstantial evidence is conjecture”
La mayor batalla nunca narrada por la pluma de Sir Arthur Conan Doyle, podría ser la que enfrentase al primer y mejor detective consultor de la historia, contra el asesino en serie más famoso de todos los tiempos:
Por un lado, Sherlock Holmes, la mente ficticia más aguda y el mejor de los investigadores; y por el otro, un asesino real, que ha conseguido trascender a nuestro plano de realidad, para convertirse en un arquetipo.
Y los 2 compartiendo época y localización.
Sin embargo, resulta comprensible que Sir Arthur no quisiera enfrentarse al problema, difícilmente resoluble, de adjudicar un culpable a los crímenes de Jack “El Destripador”
No nos encontramos siquiera ante un caso parecido al de Edgar Allan Poe con su cuento “The Mystery of Marie Rogêt” (1842), un suceso puntual que pudo cambiar de escenario, sino con un asesino que nunca fue capturado, y que consiguió aterrorizar a todo Londres.
Crear una trama totalmente ficticia, podría haberse entendido como un insulto a las víctimas; y escoger un culpable real, como un juicio fuera de la ley.
De hecho, y a diferencia de lo que algunos puedan creer, Sir Arthur Conan Doyle ni siquiera trató de disimular la capacidad de Sherlock Holmes para ignorar los sucesos; y siguiendo a algunos analistas del canon, nos podemos encontrar a un Holmes encargándose de “The Sign Of The Four” (1890), mientras los asesinatos se sucedían en Whitechapel; y otros como William Stuart Baring-Gould le suman a este el asunto de “The Hound Of The Baskervilles” (1902)
El caso es que Sherlock Holmes estaba activo, y en Londres durante los fatídicos sucesos del East End a finales de 1888, pero nunca hizo ninguna referencia a ellos.
La literatura, por supuesto, fue la primera en encargarse de tratar de dilucidar, qué hubiese sucedido si Holmes hubiese decidido perseguir al “Destripador”
Se considera que el primer pastiche que los enfrentó, se remonta a 1907, el alemán “Wie Jack, der Aufschlitzer, gefasst wurde”; y una vez abierta “La Caja de Pandora” nunca pudo volver a cerrarse; mientras que el cine tardó bastante más que la literatura en atreverse a narrar el choque de intelectos definitivo.
“For Heaven's sake, stop sawing away on that infernal instrument!”
A Study in Terror es una película de suspense, del año 1964, dirigida por James Hill.
Protagonizada por John Neville, Donald Houston, John Fraser, Anthony Quayle, Barbara Windsor, Adrienne Corri, Frank Finlay, Judi Dench, Charles Régnier, Cecil Parker, Georgia Brown, Barry Jones, Robert Morley, entre otros.
El guión es de Donald Ford y Derek Ford; inspirados en una historia escrita por Adrian Conan Doyle, hijo de Sir Arthur Conan Doyle, que tiene por título “Fog”
Y aunque A Study in Terror se basa en los personajes de Conan Doyle, la historia es original, y tiene al famoso detective tras el rastro de Jack “El Destripador”
Sir Arthur Conan Doyle, nunca escribió una historia en la que Sherlock; un personaje ficticio; trabajó en el caso real de Jack “El Destripador”
Sin embargo, Scotland Yard consultó al Dr. Joseph Bell, la inspiración de la vida real de Holmes, sobre el caso; por lo que este es un guión sádico de los hermanos Ford, reyes del “sexplotation” británico, con buenos diálogos, mucha violencia, lenguaje soez para esa época, incluso en las situaciones más violentas; y mucho componente erótico, nada explícito.
También, hace mucho la ambientación lograda, mucha humedad y opresiva atmósfera de los decorados, representando Whitechapel como el súmmum de la depravación, acompañado de una lúgubre fotografía en Eastmancolor, donde los colores fríos contrastan con el carmesí de la sangre de las víctimas del “Destripador”, muy al estilo del Estudio Hammer; pero a diferencia de Scotland Yard, y la historia de la vida real; aquí Holmes finalmente descubre la identidad del “Destripador”; por lo que A Study in Terror presenta también la primera aparición cinematográfica del personaje Mycroft Holmes, hermano de Sherlock.
Como producción, se destaca que el propio Adrian Conan Doyle fue coproductor del film, en sociedad con Sir Nigel Films, en la realización de un filme a medio camino entre el cine de terror, sin duda los asesinatos se alzan como lo mejor del film; y el “thriller” policíaco, con los métodos detectivescos de Holmes, sus pesquisas resultan, como siempre, juego mentales sobre la lógica muy atractivos.
La película fue rodada en Los Estudios Shepperton en Londres, aunque algunas escenas fueron hechas en Osterley House, también en Londres.
La acción tiene lugar en el año 1888, en Londres.
Sherlock Holmes (John Neville) decide investigar varias muertes cometidas en la zona de Whitechapel, por un criminal que se hace llamar Jack “El Destripador”
Así, 2 fuertes personajes se enfrentan en la ficción:
Por un lado, el mejor y más astuto de los detectives; y por otro lado, un sanguinario y escurridizo asesino.
A partir de los hallazgos del patólogo; Holmes concluye que el hombre tenía algún entrenamiento médico, muy probablemente como cirujano; y varias pistas lo llevan al hijo de un aristócrata que estaba estudiando medicina, pero desde entonces se había desvanecido desde que se casó con una prostituta…
Su investigación lo lleva a una misión callejera local para los pobres, donde El Dr. Murray (Anthony Quayle), un socialista declarado que trabaja a tiempo parcial como cirujano de la policía, hace todo lo posible por satisfacer las necesidades básicas de la vida de los pobres e indigentes de Londres.
Holmes, pronto tendrá una breve lista de posibles sospechosos, entre ellos:
El Dr. Murray, su asistente Sally Young (Judi Dench) y Max Steiner (Peter Carsten), propietario de un bar y proxeneta.
La inevitable confrontación final, revela la identidad del asesino… pero quien espere encontrar en esta película datos de interés sobre los crímenes de Jack “El Destripador”, reconstrucciones históricas y todo ese tipo de cosas, más vale que se olvide…
Tan sólo el nombre de las víctimas y poco más ha pasado de la realidad a esta película.
La cantidad de diferencias con el caso real es tan abrumadora, que está claro que no había ningún interés en contar la historia real; cosa que, hasta el momento, había sido bastante habitual con las muchas películas y novelas de Jack “El Destripador” en solitario.
Sin embargo, quien busque una película de Sherlock Holmes, sí que se llevará una alegría:
La esencia del personaje está muy bien capturada, y los razonamientos y argumentos lógicos que va siguiendo también; por ello, los autores se inventan una serie de personajes ficticios, y sobre ellos construyen toda la investigación sobre los asesinatos de Jack “El Destripador”; hasta Mycroft Holmes (Robert Morley), hermano de Sherlock, tendrá su pequeño pero magnífico cameo en la historia.
De esa manera, A Study in Terror combina todos los elementos apreciados por los admiradores del personaje Sherlock Holmes:
Emoción, suspenso, historia de misterio con buenos actores y con una buena trama; con John Neville que representa muy bien a un detective culto, lógico, astuto, y su hermano en la ficción, Robert Morley, añade una buena cuota de humor; y sobre todo, A Study in Terror es una gran película de suspenso y de misterio; no es una obra maestra ni la mejor película que se pueda ver sobre Sherlock Holmes o Jack “El Destripador”, pero es una que tiene su desarrollo pausado pero seguro, su buena ambientación y un puñado de actores que dan lo mejor de sí mismos para componer una historia entretenida, que nos transportará a La Inglaterra Victoriana.
“Being a woman, she uses a women's art.
She intrigues us to Whitechapel”
El reconocido productor de serie B, Herman Cohen, trajo a mediados de los 60s, ésta correcta adaptación del relato corto “Fog” de Adrian Conan Doyle, hijo del legendario escritor detectivesco, que enfrentaba a uno de los asesinos en serie reales más sanguinarios de la historia, Jack “El Destripador”, y a uno de los detectives ficticios más populares de la literatura mundial, Sherlock Holmes.
No deja de ser curioso, que el famoso detective británico haya sido creado en la novela “A Study in Scarlet” (1887) y los crímenes del “Destripador” hayan ocurrido en entre agosto y noviembre de 1888, pero lo cierto es que la premisa de verlos enfrentados siempre fue, a lo menos, fascinante para los fanáticos de la criminología.
Cohen, concebiría este nuevo film de Sherlock Holmes desde la perspectiva del exitoso e imperante “Britsplotation”, tras las recientes adaptaciones de la Hammer con “The Hound Of The Baskerville” (1959) y la coproducción entre Alemania, Francia e Italia “Sherlock Holmes un das Halsband des Todes” (1962), ambas dirigidas por el gran Terence Fisher, y protagonizadas por los icónicos Peter Cushing y Christopher Lee como Holmes, respectivamente.
Por tanto, no es de extrañar que la película sea violenta, erótica y visualmente atrapante, además de contener varios elementos que recuerdan los principios cinematográficos del “giallo” italiano.
Así, Herman Cohen originalmente quiso titular la película “Fog”, pero Columbia insistió en que el título “A Study in Terror” se vinculara con la novela de Sherlock Holmes “A Study in Scarlet”; y Cohen también recordó en su lanzamiento en Estados Unidos, que Columbia anunciaba que la película era “una popular película de tipo Batman”, en lugar de una película de terror o detectives.
De esa manera, el guión de los hermanos Donald y Derek Ford, no sólo pondrá frente a frente a Sherlock Holmes y Jack “El Destripador” en un hipotético encuentro, sino que para ello, sumergirá efectivamente al espectador en una más que correcta ambientación de La Inglaterra Victoriana que recrea efectivamente el contraste del pasar de las diferentes clases sociales, la miseria y la pobreza de los bajos fondos, y la exposición constante al crimen impune por los más desvalidos, entre ellos, las prostitutas.
Así los Ford realizaran una narración cronológica de los crímenes reales de Jack “El Destripador”, respetando en general el orden de los crímenes, los nombres de las víctimas, aunque no necesariamente el “modus operandi” del asesino, que por supuesto, no permitiría por la censura de aquellos años exponer la verdadera brutalidad del asesino de Whitechapel.
El film inicia de forma contundente y dinámica con el primer crimen del “Destripador”, enterrando un cuchillo en la sien de una mujer a la que el guión no identifica; para pasar inmediatamente al ahogamiento y acuchillamiento de Mary Ann “Polly” Nichols (Christiane Maybach), en los que Hill demuestra que está aquí para contextualizar sin rodeos los crímenes del villano.
El director utilizará la cámara desde la perspectiva del asesino en estas 2 escenas, al estilo de los cada vez más populares “giallos” italianos, como la forma de presentar la visión brutal del asesino, así como proteger la identidad de este hasta el clímax y/o explicación de Holmes.
Conforme avance la trama, en concreto, el tercer asesinato de Annie Chapman (Barbara Windsor), no sólo dará cuenta de la completa indefensión de las prostitutas de Whitechapel ante “El Destripador”, sino que además ahondará en la indiferencia de la típica sociedad hipócrita, que crítica y condena la prostitución, pero al mismo tiempo la consume sin tapujos.
La escena en la que Annie se ofrece a uno de los cargadores de carne en el terminal matadero sin siquiera cobrarle, ya que éste alega no tener dinero, es bastante decidora, y refleja el clima de angustia de la prostituta por siquiera sobrevivir con alguien que pudiera cuidarla.
Mientras se van produciendo los asesinatos, el guión presenta la otra arista narrativa de interés para el espectador, que se relacionará inevitablemente con el asesino.
La constante insinuación de que detrás de tales espantosos crímenes está la mano de un hombre educado, pero profundamente traumado, va tomando forma a la hora de que Holmes concentre su atención en una caja de instrumental quirúrgico que llega a su hogar, y que lo llevará a conocer un entuerto que involucra al hijo estudiante de medicina de un notable lord inglés, Michael Osborne (John Cairney); un tosco y aprovechador estafador, propietario de un bar de Whitechapel, Max Steiner; y una prostituta, Angela (Adrienne Corri) que termina casada con el hijo del noble.
En líneas generales, el guión logra mantener la identidad del asesino oculta hasta bien entrada la trama, proponiendo al Dr. Murray, un arisco médico del hospicio de Whitechapel, el inescrupuloso Max Steiner; e incluso el otro hijo del noble, Lord Carfax, Edward Osborne (John Fraser)
Además, hay una referencia explícita a la carta “Dear Boss” escrita hipotéticamente por el asesino a Scotland Yard, una de las 2 espeluznantes misivas reales que habría recibido la policía, en donde se jacta de no poder ser atrapado.
La película avanza a un ritmo lento, pausado, como si de un libro se tratara, pero no por ello aburrido, sino más bien todo lo contrario, te va enganchando conforme el desarrollo de la historia va tomando forma; y los asesinatos dan la oportunidad a Hill de juguetear con el punto de vista al adquirir la perspectiva del asesino, lo que encara el film con los muy de moda “giallos” italianos de la época, y que echaban mano con asiduidad de la cámara subjetiva.
También destaca aquella escena en el que el asesino sumerge a una de sus víctimas en agua para ahogar sus gritos mientras la acuchilla, realizando interesantes juegos visuales con el agua y la sangre.
Hablamos de una película en la que el uso del color acentúa, en determinados momentos, la psicopatía del asesino, cuya identidad no se descubrirá hasta el último tramo; y en su trama, la película es casi clarividente al buscar a su villano en las clases más pudientes de la sociedad.
Al igual que pasará en las otras 2 películas acerca del enfrentamiento, parece imposible para los realizadores separar los crímenes de Jack “El Destripador” del tejido social que los pudo causar.
Las lamentables condiciones de vida del East End, y la capacidad de los poderosos para ignorar el sufrimiento del pueblo, son un tema transversal en todas las producciones cinematográficas del ciclo.
No es casualidad que uno de los principales personajes secundarios sea un médico que mantiene un hospital para los pobres, y que no duda en tratar de levantarlos contra el gobierno, explicándoles que Whitechapel sólo es noticia cuando suceden allí terribles crímenes, no cuando la pobreza y la enfermedad atacan a sus habitantes; mientras la trama detectivesca, es la esperable en una película clásica de Sherlock Holmes:
En todo momento, nuestro detective parece estar por delante de todos los que le rodean, ocultándonos información a los mismos espectadores, y disfrutando de algunos momentos en los que ejercitar su famosísima capacidad de deducción.
Aunque dichas secuencias no han envejecido ni frenan el ritmo de la película, la sucesión de pistas es bastante lineal, y el verdadero culpable es fácilmente identificado por cualquier espectador acostumbrado a estas lides.
Pero la ambientación está bastante lograda, y eso que no es una gran producción:
Desde sus coloridos y alegres bares de cuarta categoría, con cantantes y prostitutas, pasando por la pobreza y miseria de los hospicios que intentaban alimentar y proteger a los más desvalidos; así como la rudimentaria morgue en que El Dr. Murray realiza las autopsias de los cadáveres que la policía le entrega, hasta las húmedas, gélidas y brumosas calles de Whitechapel, de cuyas sombras cualquier cosa puede saltar y atacar al caminante, desde ladrones de poca monta hasta asesinos brutales como Jack “El Destripador”, todo en un logrado trabajo conjunto del fotógrafo Desmond Dickinson, que trabaja mucho el azul que desvanece en la luz, con el diseñador de producción, Alex Vetchinsky.
Y combina bastante bien los sucesos reales “ripperianos” con la fantasía “holmesiana”, por lo que hay fidelidad con ambos mitos.
En ese sentido, en el referente al desarrollo de la trama, la película está bien expuesta:
Estamos ante la típica cinta en la que cualquiera puede ser el asesino y, las cosas como son, hasta el último momento sospechas de todo el mundo.
Me gustan mucho ese tipo de películas, tipo novela de Agatha Christie, en la que los indicios parecen no apuntar hacia un lugar concreto, y A Study in Terror es una de estas.
También tiene a su favor, lo bien hilados que están entre sí los datos referentes al detective de Baker Street, y los referentes al destripador de Whitechapel:
La ambientación de las calles y callejuelas londinenses con esa tan característica niebla, autentico sello de identidad de la maravillosa ciudad de Londres; pero el principal atractivo es ver el duelo de titanes que se desarrolla entre uno de los detectives más famosos de la literatura, del cine y la televisión; y uno de los asesinos más célebres de todos los tiempos; y eso fue un aspecto básico para toda película sherlockiana, la adaptación de los personajes de Holmes y Watson.
En este caso, estamos ante un claro ejemplo de la fuerte herencia que habían dejado tras de sí las interpretaciones de Basil Rathbone y Nigel Bruce.
En ocasiones pareciera que estamos viendo a John Neville y Donald Houston interpretar a sus predecesores en el papel, y no a los personajes de Conan Doyle.
Así, nuestro Sherlock es directo, audaz y activo; mientras que Watson está cerca de caer en la parodia en demasiadas ocasiones, aunque aquí debemos darle a Houston gran parte del mérito.
Destaca, eso sí, la presencia en la trama de Mycroft Holmes:
El mayor y más inteligente de los hermanos Holmes, se nos presenta siguiendo el canon del personaje, aunque tal vez le falte algo de la genialidad que suele ir unida a su figura.
Junto a él, dentro del canon, destacan un comedido Inspector Lestrade (Frank Finlay), y una casi inexistente Mrs. Hudson (Barbara Leake)
Más cuidados se dedican a los secundarios creados para la ocasión, que configuran un plantel más que interesante, y con una capacidad suficiente para que en ocasiones nos olvidemos de que esto era una barata producción de serie B en toda regla.
En particular, merecen ser destacadas la presencia física de:
Peter Carsten y la inesperada aparición de una joven Judi Dench.
Pero, si bien la película entretiene, y presenta unos valores de producción más que notables, lo cierto es que donde naufraga es en su presentación de los sucesos relacionados con los crímenes del “Destripador”
No solamente suaviza los sucesos acaecidos, todo parece reducirse a puñaladas certeras siempre que vemos algún asesinato, sino que confunde víctimas, y pasa de puntillas por los sucesos que rodearon al caso.
No menos chocantes resultan las actrices elegidas para personificar a las víctimas, que parecen sacadas en su mayoría del mismo “casting” que las habituales chicas de La Hammer.
Si bien el atractivo, o la falta del mismo, en las víctimas del “Destripador” pueda parecer algo secundario, resulta más bien contraproducente para el mensaje de la película que se nos presente un barrio de Whitechapel lleno de hermosas y bien alimentadas prostitutas…
Tal vez, el cine inglés todavía no estuviese preparado para realizar una auténtica película sobre Jack “El Destripador” en 1965…
Recordemos que estamos antes de la explosión de popularidad de los estudios sobre el criminal que llegaría en los años 70:
Los espectadores no estarían preparados para un análisis pormenorizado de los crímenes en la pantalla, ni demasiado preocupados con la veracidad de lo que se les presentara.
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que estamos ante una película de Sherlock Holmes que, casualmente, tiene como adversario a Jack “El Destripador”
Encontramos por ello, algunas alusiones al canon “holmesiano”, como:
Uno de los personajes del film tiene por apellido “Carfax”, en referencia obviamente a la novela corta “The Disappearance of Lady Frances Carfax”
Cuando Mycroft Holmes llega al 221B de Baker Street, entabla con su hermano Sherlock Holmes, una conversación que se basa en “The Adventure Of The Greek Interpreter”, en relación a otro caso en el cual un tal Adams era el culpable.
Y la secuencia final de Baker Street alude al cuento de 1892 de Conan Doyle, “The Adventure Of The Blue Carbuncle”
Al tiempo que esta película es una de las pocas en mostrar un revólver que El Dr. Watson podría haber usado de manera plausible como su revólver de servicio en el ejército británico, a saber, un Enfield Mk II en calibre .476, utilizado por Holmes para disparar el jarrón en la sala de estar; y fue colocado por primera vez en 1880, el año en que Watson fue herido en La Batalla de Maiwand.
Y es que todo en Sherlock Holmes, provoca fascinación:
Su método profesional, su inteligencia, sus rarezas…
Y pese a que su enigmática figura ha sido estudiada en profundidad, siempre esconderá algún misterio por resolver, en este caso, el que nos interesa es el de su papel en la investigación de Jack “El Destripador”, y con relación al caso, encontramos lo siguiente:
El film utiliza varios elementos directamente basados en el caso de Jack “El Destripador” del año 1888; en efecto, el nombre de las víctimas en líneas generales fue respetado:
Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride (Norma Foster), Catherine Eddowes (Kay Walsh), y también Mary Jane Kelly (Edina Ronay)
En los primeros instantes del film, otro crimen es mencionado antes de que se produjera el de Polly Nichols, aunque el nombre de la víctima no fue revelado.
Bien podría pues suponerse que se trataba de Martha Tabram, respecto de la cual un debate subsiste aún hoy día en relación a la posibilidad de que esta prostituta también hubiese sido asesinada por la misma persona que las otras 5 mujeres antes citadas.
De todas formas, esta película también contiene varias deformaciones de la verdad histórica del caso:
En el film, las muertes son cometidas en fechas muy próximas unas de otras, un intervalo de 3 días es evocado entre las muertes de Nichols y de Chapman, a pesar de que en realidad este intervalo fue de 8 días.
Véase que en el caso verdadero, más de 2 meses pasaron entre la muerte de Nichols y la de Mary Jane Kelly, lo que contradice la historia fílmica.
Pero además de estas discrepancias en las fechas, los detalles de algunos asesinatos no se corresponden exactamente con la realidad de los hechos históricos, por ejemplo:
El cuchillo del homicida en el film, es encontrado en la garganta de la primera víctima, mientras que el verdadero asesino jamás dejó abandonado su cuchillo.
Por su parte, en la ficción, Polly Nichols fue asesinada después de haber sido sumergida en una cubeta de agua para así ahogar sus gritos, lo que tampoco fue el caso, y además, cuando Holmes va a la morgue, encuentra la cabeza de Stride casi enteramente separada de su cuerpo, mientras que en el caso verdadero, el corte sufrido por esta víctima, fue en realidad poco profundo, al punto tal que ciertos “ripperólogos” piensan que el asesino en esa situación fue “molestado o interrumpido” por algo o por alguien, obligándolo entonces a huir antes de haber terminado la faena que tenía proyectado hacer.
Sin embargo, varios elementos menores de la trama, están tomados de los auténticos asesinatos de Whitechapel, como que una de las putas estuviera particularmente orgullosa de su carísimo sombrero, y fuera presumiendo de él; que la última víctima de esa ola de crímenes viviera en una pequeña habitación de un primer piso, son dos ejemplos.
En fin, en el curso de la intriga, el inspector Lestrade confía a Holmes la carta “Dear Boss”, cuyo autor afirma ser Jack “El Destripador”; y aunque los “ripperólogos” en general consideran actualmente que esta carta era un canular, una broma o un despiste, o eventualmente una maniobra de promoción de la prensa, en el film, contrariamente, Holmes inmediatamente es persuadido que esa carta era efectivamente del asesino, e insiste para que sea publicada en la prensa, por si entonces, alguien pudiera reconocer esa escritura.
Del reparto, el protagónico de Sherlock Holmes estuvo a cargo de John Neville, quien lo encarnaría por primera y única vez en el cine, en este film.
Neville, en el papel de Holmes, debía recordar mucho al público británico de la época, al Holmes que interpretó previamente Peter Cushing, en televisión y en cine, por el gran parecido físico entre ambos actores; pero Neville sale airoso de la prueba, y hace una gran composición de Sherlock Holmes:
Estirado, arrogante, displicente pero con cierto carisma; y en esta película se muestra muy bien el método deductivo “holmesiano”
Atención a la aparición del gran Robert Morley, interpretando al hermano mayor de Sherlock, con el profético y divertido nombre que le dio Conan Doyle:
Mycroft Holmes, gran y habitual intérprete del caballero inglés representante del “establishment”
Como curiosidad, John Fraser como Edward Osborne, ha protagonizado la facturación en los títulos principales, pero no aparece hasta en 24 minutos, lo que significa que su papel es un cameo ampliado, en lugar de un papel principal.
Completan el reparto:
Frank Finlay como El Inspector Lestrade; Anthony Quayle como El Dr. Murray, con un personaje vital en el relato, que incluso propone bifurcaciones temáticas de índole moral algo forzadas, aunque interesantes; una jovencísima Judi Dench, como la ayudante de Murray, Sally Young, en una de sus primeras apariciones cinematográficas; Adrienne Corri como Angela Osborne; el alemán Peter Carsten como el inescrupuloso Max Steiner, dueño del bar; y las bellas:
Barbara Windsor, Christiane Maybach, Kay Walsh, Norma Foster, y la húngara Edina Ronay, como las prostitutas víctimas:
Annie Chapman, Polly Nichols, Catherine Eddowes, Elizabeth Stride y Mary Jane Kelly, respectivamente.
Como dato, en 1966, la película se convirtió en una novela inusual, porque agrega una historia de encuadre en la que se lee un manuscrito que recuenta las acciones de la película.
La historia fue escrita por Ellery Queen, y la novelización de la película por Fairman.
Por otra parte, la idea del enfrentamiento “Holmes-Jack” se retomó más tarde en la película “Murder by Decree” (1978), en la que Frank Finlay repitió su papel de Lestrade, y Anthony Quayle una vez más tuvo una parte importante, aunque esta vez como Sir Charles Warren de Scotland Yard.
La banda sonora estuvo a cargo de John Scott, e incluye algunas canciones de Georgia Brown, caracterizándose principalmente por violines clásicos y sugerentes al estilo vals; en lo que representa su primer largometraje como director de La Orquesta Sinfónica de Hollywood (HSO 333)
“My dear Mycroft, this is a surprise!
Watson, some sherry...
Is this a social call?”
Hace 130 años, fue asesinada Mary Jane Kelly, también conocida como Marie Jeanette Kelly, Fair Emma, Ginger y Black Mary, considerada como la 5ª y última víctima canónica del famoso asesino en serie, no identificado, y conocido como Jack “El Destripador”, quien mató y mutiló prostitutas en la zona de Whitechapel de Londres, desde finales de agosto a principios de noviembre de 1888.
En el momento de su muerte, Kelly tenía alrededor de 25 años de edad, y vivía en la pobreza; y la mutilación de su cadáver, fue con mucho, la más extensa de todos los asesinatos de Whitechapel, probablemente porque el asesino tuvo más tiempo para cometer sus atrocidades en una habitación privada que en la calle; y resultó uno de los más espantosos y depravados que consignan los anales de la criminología.
Se cuenta que sobre la cama bañada en sangre, reposaban maltrechos despojos de Kelly, que únicamente llevaba puesto un menguado camisón que dejaba ver el atroz estropicio infligido a su organismo:
El asesino extrajo toda la superficie del abdomen y los muslos, y se vació la cavidad abdominal de sus vísceras.
Los senos fueron cortados, los brazos mutilados por varias heridas irregulares, y la cara cortada más allá del reconocimiento de las características.
Los tejidos del cuello, se cortaron hasta el hueso.
Las vísceras se encontraron en varias partes, a saber:
El útero y los riñones con un seno debajo de la cabeza, el otro con el pie derecho, el hígado entre los pies, los intestinos del lado derecho, y el bazo del lado izquierdo del cuerpo.
Las aletas extraídas del abdomen y los muslos, estaban sobre una mesa.
“¡Parecía más la obra de un demonio que la de un hombre!” exclamó John McCarthy, arrendatario de Kelly, y dueño de un bazar próximo al edificio de Miller’s Court; dejando constancia de la tremenda impresión que le produjo el monstruoso descubrimiento, que estremeció aún a los endurecidos policías que concurrieron a la tétrica habitación.
Por su parte, la policía realizó extensas consultas y búsquedas casa por casa… y el 10 de noviembre, El Dr. Bond escribió un informe que relacionaba el asesinato de Kelly, con 4 anteriores, los de Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride y Catherine Eddowes; y proporcionó un perfil probable del asesino.
Pero para frustración de muchos, los relatos de Sherlock Holmes ignoraron los asesinatos de Whitechapel, unos acontecimientos tan definitorios y representativos del Londres tardovictoriano como el propio detective.
El terrible descuartizamiento de al menos 5 prostitutas del East End londinense en el otoño de 1888, revolucionó la Inglaterra del momento, convulsionó medio mundo, y en cierta medida, anunció de forma abrupta, la inminente llegada del violento siglo XX.
Con Jack “El Destripador”, hacía aparición un asesino en serie que parecía dar la réplica a la presentación en sociedad del primer detective moderno, un año antes:
¿Pero realmente, el investigador más brillante de su tiempo no se enfrentó con el mayor criminal de su tiempo?
Sherlock Holmes es, junto al vampiro más famoso de todos los tiempos, el personaje de ficción que más adaptaciones ha tenido en el celuloide.
Creado en 1887 por la pluma de Arthur Conan Doyle, ha dado lugar a multitud de historias de la más diversa índole, pero la más llamativa es, sin duda, el haber fantaseado con un personaje real, y que de seguro encaja como un guante en el universo “holmesiano”:
Jack “El Destripador”, el famoso asesino de Whitechapel, y cuya identidad sigue siendo un misterio a pesar de múltiples teorías:
Unos creen que está asociado a La Reina Victoria; otros opinan que es un clan criminal; otros inclusive dicen que estuvo en Nicaragua en muchos de los viajes que hizo "Jack"; otros creen, que su legado criminal, aún vive...
En el otoño de 1888, durante los sucesos del “Destripador”, Conan Doyle era un joven escritor en ciernes, que empezaba a paladear las mieles del éxito y la fama gracias a la publicación un año antes de la primera aventura de Holmes:
“A Study in Scarlet” (1887); y en ella había creado al mejor de los investigadores, a un maestro de la observación y la deducción, de la lectura de huellas, la criptografía, la semiótica y la ciencia forense, con lo que resultaba lógico que su opinión acerca de los crímenes de Whitechapel fuese tomada en cuenta.
Doyle se sumó desde el principio a los que fijaron su atención en los supuestos conocimientos anatómicos del asesino, y sugirió a las autoridades, siguiendo la línea “mortadélica” típica de Sherlock, mandar a agentes disfrazados de prostitutas para tender una trampa al “Destripador”
De hecho, a Doyle se le atribuye el origen de la teoría del Jack femenino:
La que apunta a que el asesino en realidad era una mujer, y que explicaría así la facilidad para acercarse a sus víctimas, y el hecho de que estas no hubieran sido agredidas sexualmente.
Junto a sus colegas del “Crime Club”, Doyle siguió los pasos de Jack por las peores calles del East End y, en diciembre de 1892, visitó además las instalaciones del Black Museum de Scotland Yard, donde le llamaría la atención una fotografía de la última víctima, Mary Jane Kelly, así como una carta y una postal escritas en tinta roja, y “firmadas” por el asesino.
Las misivas, enviadas a La Agencia de Noticias y remitidas posteriormente a la policía, estaban fechadas con posterioridad a los 2 primeros asesinatos:
25 de septiembre y 1 de octubre respectivamente, y por su estructura interna se deduce que fueron escritas realmente por “El Destripador”
No se hicieron públicas en el momento, pero en ellas se vaticinaban detalles de los que serían los 2 siguientes homicidios:
El de Elisabeth Stride y el de Catherine Eddowes.
Ambos documentos desaparecieron del museo poco después, para ser devueltos, anónimamente, justo pasado un siglo desde los crímenes, en 1988.
En base de esos textos, Conan Doyle contó a un periodista norteamericano en el verano de 1894, cuál sería el proceder de Sherlock Holmes:
Dedujo que el asesino era estadounidense, por el uso de americanismos en su forma de expresarse; y que estaba acostumbrado a escribir con pluma, por su caligrafía; y propuso llevar a la práctica algo que en realidad ya había hecho la policía metropolitana en pleno otoño del terror, concretamente el 3 de octubre de 1888, con resultados intrascendentes:
Imprimir y publicar reproducciones facsimilares de la carta y de la postal, para motivar un cotejo popular de su caligrafía.
La diferencia fundamental que proponía Doyle, y que pasó por alto la policía entonces, era la de acompañar este proceder con un análisis caligráfico, algo que habría sido de más ayuda.
Como es sabido, nunca se capturó a Jack “El Destripador”...
Y desde entonces, las teorías explicativas acerca de su identidad no han hecho más que crecer.
A día de hoy, todavía no nos han contado el choque definitivo entre la mente deductiva de Sherlock Holmes y la criminal de Jack “El Destripador”; y lo más parecido ha sido ésta muy notable película, pero uno no puede evitar imaginarse, qué podría pasar, si algún cineasta se atreviese a salir de la zona de confort instaurada por la conspiración real y sus aledaños, para traernos una historia que realmente mostrase a Sherlock Holmes frente a un asesino en serie real y letal como Jack.
Lo más probable es que Jack “El Destripador” no fuese fruto de rocambolescas conspiraciones en las más altas esferas, ni un notable personaje del Londres de fines del XIX, sino un anónimo habitante de la capital inglesa.
Esa visión que podríamos llamar “realista” es la que se echa de menos en las narraciones de su enfrentamiento con Sherlock Holmes.
Convertir los crímenes de Whitechapel en un efecto secundario de la extorsión o en una venganza por agravios del pasado, es quitarle parte de la gravedad; hacer que nos olvidemos de que las víctimas eran personas reales, y las convirtamos solamente en engranajes de una trama mayor, es condenarlas a ser personajes de ficción.
Lo más probable es que nunca sepamos quién fue Jack, ni siquiera cuantas víctimas murieron realmente a sus manos, así que siempre necesitaremos que la ficción nos permita capturarlo, y quién mejor que Sherlock Holmes para hacerlo.
Esperemos que en el futuro, alguna versión del criminal logre ceñirse a la realidad, y no haga que una serie de horrendos asesinatos se conviertan por arte de magia en una inofensiva narración.
Por respeto a las víctimas…
“All circumstantial evidence is conjecture”
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