Maryland

“Un trajet beaucoup plus sûr que suggéré initialement”
(Un viaje mucho más seguro sugerido inicialmente)

El Trastorno Delirante o Psicosis Paranoica, el término “paranoia” fue durante muchos años de uso más frecuente; es un trastorno psicótico, caracterizado por ideas delirantes no extrañas en ausencia de cualquier otra psicopatología significativa.
En particular, la persona con este trastorno, no ha cumplido nunca los criterios para la esquizofrenia, y no tiene alucinaciones notorias, aunque pueden estar presentes alucinaciones auditivas, táctiles u olfativas, si éstas están relacionadas con el tema del delirio.
Una persona con trastorno delirante, puede ser bastante funcional, y no tiende a mostrar un comportamiento extraño, excepto como resultado directo de la idea delirante.
Sin embargo, con el tiempo, la vida del paciente puede verse más y más abrumada por el efecto dominante de las creencias anormales.
El término “paranoia”, ha sido utilizado previamente en psiquiatría, para denominar lo que ahora se conoce como Trastorno Delirante.
El uso psiquiátrico moderno de la palabra “paranoia”, es sutilmente diferente, pero actualmente, rara vez se refiere a este diagnóstico específico.
El significado del término, ha cambiado con el tiempo, y por tanto, diferentes psiquiatras pueden entender por él, diferentes estados.
Más específicamente, puede referirse a un tipo de sensaciones angustiantes, como la de estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables, “manía persecutoria”; o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar al mundo, “delirio de grandeza”, atribuido por algunos estudiosos, a determinadas personalidades dictatoriales y gobiernos.
La paranoia se manifiesta igualmente en los delirios por celos, en el delirio erotomaníaco, el delirio somático, etc.
Es un trastorno de tipo crónico, con mayor o menor virulencia ocasional.
Muchas veces, un paranoide enfatiza en evitar una acción, aunque la desea, con el pretexto de no causar conmoción; y metafóricamente piensa que algo que le agrada, en realidad, le ocasionará daño.
“Donc, tout va bien?”
(Por tanto, ¿Todo va bien?)
Maryland es un drama de acción, del año 2015, escrito y dirigido por Alice Winocour.
Protagonizado por Matthias Schoenaerts, Diane Kruger, Paul Hamy, Victor Pontecorvo, Chems Eddine, Philippe Haddad, Franck Torrecillas, Percy Kemp, entre otros.
También conocida por el nombre “Disorder”, Maryland es una producción franco/belga.
“Me gustaba la idea de hacer una película de acción, un territorio reservado a los hombres generalmente.
Yo también quería afirmar, que no hay dominios reservados, que las mujeres no estamos encajonadas en el registro de la intimidad, que también pueden realizar todo tipo de cine.
Después, me dejé guiar por mi amor por el cine, por el placer que experimento como espectadora con películas como “Take Shelter” (2011), que me han marcado profundamente.
También, me parecía interesante transformar al héroe, de hablar de este clima de podredumbre de la sociedad, de hombres políticos corruptos.
Evidentemente, la historia política aparece en Maryland fuera de campo; sólo percibimos fragmentos, porque no dejamos de estar en el punto de vista del protagonista.
Tengo la impresión, especialmente hoy, de que de todos estos asuntos políticos, por mucho que leamos, no conocemos más que una parte:
Se alargan durante años, y luego todo queda en la opacidad total.
También pensé en “The Conversation” (1974), o en películas de Antonioni como “Blow-Up” (1966), donde personajes muy sensoriales, recorren mundos de los que parecen ser testigos”; dijo la directora.
Maryland gira alrededor de Vincent (Matthias Schoenaerts) un ex-soldado que sufre de estrés postraumático, debido a sus experiencias en La Guerra del Golfo.
Ahora, reconvertido a guardaespaldas, es contratado por un multimillonario libanés, para que proteja a su familia:
Su esposa Jessie (Diane Kruger), y a su hijo Ali (Zaïd Errougui-Demonsant), en su lujosa villa de Maryland, en La Riviera Francesa, mientras él está fuera.
El trabajo de este militar, le obliga a desconfiar de todo y todos, y a buscar peligros donde alguien no profesional no los vería; sin embargo, no es del todo seguro, si las amenazas que anticipa son reales, o es el fruto de las secuelas de su última misión…
Mientras él siente una extraña fascinación por la mujer a la que debe proteger, Vincent es propenso a ataques de ansiedad y alucinaciones; y a pesar de la aparente tranquilidad en Maryland, Vincent percibe una extraña amenaza externa.
Él ya no forma parte de una jauría militar; ahora, una especie de vidrio, lo separa de la normalidad, y le distorsiona la realidad visual y auditiva, haciéndole perder el control de su cuerpo, y sumergiéndolo en estados cercanos al “sexto sentido”
Una defensa que comienza rozando lo psicopático, y culmina con todo un ejercicio de supervivencia.
“Toute l'anxiété, des hallucinations sont contre, comme cela se produit avec de nombreuses personnes revenant de missions”
(Toda la ansiedad, las alucinaciones están en su contra, como sucede con muchas personas que regresan de las misiones)
Al elegir centrar su 2º largometraje, en un militar extremadamente perturbado tras su experiencia en el teatro de operaciones exterior, Alice Winocour ha decidido asociar la experiencia interior alterada a los códigos tradicionales del “thriller”, con un trasfondo de corrupción político-económica, guiñando el ojo a referencias como Stanley Kubrick y Michael Mann.
La directora, participó con Maryland en la sección Un Certain Regard del 68º Festival Internacional de Cine de Cannes, apostando nuevamente por las agitaciones en la esfera mental, después de hacerlo en su primer largometraje:
“Augustine”, presentado en La Semana de La Crítica de 2012.
Así, Winocour juega las cartas de la paranoia y la narración en un solo enclave, poniendo su peso sobre los hombros del belga Matthias Schoenaerts, cuyo papel es tan físico y voluminoso, como nos tiene acostumbrados.
“Desde la fase de escritura, me dije que Maryland debía ser muy sensorial, que debíamos estar en la piel del personaje, para experimentar el mismo vértigo que lo enfrenta a la realidad:
No ver más que lo que él ve, no entender más que lo que él entiende.
Ha habido un gran trabajo con el sonido y la banda sonora de Maryland, para alterar la percepción auditiva, con diferentes formas de distorsionar la realidad.
Yo quería que el espectador fuera como un personaje, como una especie de duda permanente de saber si hay de verdad una amenaza o no, si estamos en un mundo fantasmagórico o real.
Me parecía también una cuestión muy contemporánea, cuando vemos la extrema vigilancia en la que todo el mundo está en relación con los atentados, una actitud un poco alocada aquí, pero que es necesaria, para que los soldados sobrevivan en el campo de batalla”, dijo la directora.
Y es que Winocour maneja esta historia con una realización sobria y efectiva, con una selección de planos cercanos, agresivamente próximos, y una contundente gestión de la violencia, ayudada por la constitución y el físico de un Matthias Schoenaerts, que cumple su papel a la perfección.
Inclusive, diremos que Maryland está hecha para su lucimiento actoral y personal, pues todo gira a su alrededor, con sus cambios de humor y estados de conducta.
Así, la celosía entre las percepciones y las sospechas de Vincent, y los acontecimientos del mundo real, está fijada con esmero a través de la gesticulación del actor, y de una perturbadora ambientación sonora.
De hecho, el actor Matthias Schoenaerts, se tomó muy en serio su papel:
Fue entrenado brevemente por un soldado de élite, y acabó en el hospital varias veces, debido a la privación de sueño a la que se sometía para alcanzar el estado de dolor de su personaje.
“En primer lugar, los soldados volvieron de Afganistán, y la figura del veterano, la ha explotado mucho el cine de Hollywood, no así el cine francés.
Conocí muchos soldados que me contaron sus problemas al volver al mundo “real”, normal, fuera de las zonas de combate, sus dificultades a la hora de aceptar la realidad.
Así nació Vincent, el protagonista de Maryland.
Imaginé este personaje completamente desfasado, caído a un mundo de traficantes de armas, políticos corruptos… esa especie de atmósfera brumosa, en la que no entendemos bien qué pasa, donde uno percibe una amenaza latente”, dijo la directora.
Así las cosas, amenazado por la espada de Damocles, de verse definitivamente relegado de su oficio de combatiente, y por el carácter imprevisible de las reacciones violentas de su cuerpo, Vincent gana un poco de dinero, trabajando en el sector de la seguridad de alto nivel.
Así es como llega a la rica villa “Maryland”, con motivo de una gran fiesta organizada por su propietario:
Un libanés que ha invitado, entre otros, al Ministro del Interior.
El lugar, cuenta con múltiples dispositivos de seguridad:
Equipos de guardias, perro guardián, y un amplio circuito de vigilancia con cámaras en el interior y el exterior del domicilio.
Al acecho por un atavismo profesional, agudizado por los efectos de su síndrome postraumático, Vincent nota rápidamente una tensión en el aire, y capta conversaciones que aluden a una corrupción que podría repercutir en las próximas elecciones nacionales, si fuera descubierta.
Terminada la fiesta, Vincent, que siempre está al borde de que se le salten los plomos, recibe el encargo de cuidar, esta vez solo, a la mujer y al hijo del misterioso propietario libanés, que resultará ser un traficante de armas, con unos secretos de lo más comprometido.
Poco a poco, las amenazas, quizás imaginarias que atormentan a Vincent, se transformarán en una peligrosa realidad…
Sin dejar de seguir en ningún momento a Vincent en sus continuas rondas, diurnas y nocturnas, por la casa y el amplio parque, entrecortadas por escenas frente a los monitores de vídeo, y pequeños momentos en los que los 2 protagonistas se van conociendo, Alice Winocour explota las posibilidades de su decorado, y crea un “thriller” fundado en la angustia, y en las explosiones de violencia.
La directora, traza un paralelo el estado de perturbación de Vincent, con el de la sociedad en general, bajo la forma de meros esbozos, y adopta una estrategia de la tensión bastante sólida, aunque indudablemente más previsible de lo que desearía.
Por el contrario, la representación de las crisis de Vincent, a través, entre otros, de ralentíes y emborronamientos, resulta ser una falsa buena idea que no acaba de conseguir el efecto de visualizar su estado al borde de la locura, lo que simplifica demasiado, el desarrollo de la narración; y realmente consigue emplazar en la pantalla, a 2 personajes encerrados:
Al hombre atrapado por su confusión mental; y a la mujer “protegida” en su jaula dorada.
Dicho lo cual, Maryland no carece de eficacia, y constituye un intento muy interesante por parte de las nuevas generaciones de cineastas franceses, de sumarse a un género tendencialmente hollywoodense, con miras a explorar nuevos territorios, y atraer nuevos públicos.
“Imprimí en Maryland, mis miedos infantiles de la tormenta y la oscuridad, y también los que tengo ahora sobre el flujo permanente de información, de imágenes muy violentas, esa sensación de ser testigo de todo, sin tener nada real a lo que agarrarse, totalmente impotentes.
Eso es lo que traté de traducir en el personaje que ve todo y oye todo, pero no capta más que pedazos, que, aun así, se le presentan sumergidos en la niebla.
Al principio, Maryland es un poco documental, con el trabajo del equipo de seguridad en esta gran villa; después, poco a poco, deriva en lo que diríamos la pesadilla de Vincent, como si su pesadilla paranoica se realizara.
Se convierte en algo casi fantástico...
Quería entrar literalmente en su miedo, que para mí es el miedo en el que todos nos encontramos hoy en día:
Esa sensación de que el mundo se hunde.
Traté de mostrarla también, con elementos climáticos, con ese caos, para relatar una historia de amor al margen, con 2 personas que vienen de mundos opuestos:
El mundo de los soldados que vuelven del combate; y el mundo de Jessie, que es una especie de “mujer trofeo” en una prisión dorada.
Son 2 soledades que se encuentran justo cuando el peligro planea sobre sus cabezas, acercándolos poderosamente.
Pero no quería eludir el miedo en esa relación, ni la violencia de su encuentro, puesto que Jessie siempre teme a Vincent, que no deja de ser un tipo bastante temible”, agregó la directora.
Por su parte, Diane Kruger hace un buen trabajo, creíble pero no fascinante; todo lo correcto que le permite un personaje que no está excesivamente trabajado sobre el papel, y que está al borde del estereotipo.
Quizás, lo básico de su caracterización, se deba al hecho de que los deseos de Vincent, sólo alcanzan una simpleza esquemática, y sólo pueden encontrar un lugar en una típica fantasía de “doncella en apuros y héroe salvador”
Quizás toda la acción que transcurre en Maryland sea eso, la invención fantasiosa de un hombre que privado de su hombría, debido al estrés; de un soldado “castrado”, que recrea un mundo donde puede ser “El Caballero que seduce a La Princesa” con su audacia.
Por su parte, Matthias Schoenaerts se echa el peso de Maryland a las espaldas, y vuelve a fascinarnos con uno de sus personajes rudos y silenciosos, tapando algunas de las debilidades de la producción…
También, a la impresión que deja Maryland, de querer contar algo respecto sobre el terrorismo, sin terminar de decirlo, o sobre la inseguridad ciudadana en general; es decir, Maryland tiene un mensaje más amplio detrás de la narración concreta de la historia de este guardaespaldas, pero el mensaje es un tanto difuso, en algunos pasajes del metraje, y en la brusca escena final.
La silenciosa presencia del hijo mestizo del matrimonio, entre una alemana y un libanés, esconde seguramente muchas de las claves para interpretar este rompecabezas de Winocour, por momentos inquietante y absorbente.
Acaso hay una lectura sobre las guerra mundiales, la del Golfo, y los ataques del 9/11, todo está ahí, para el espectador avezado.
En cierto modo, en nuestro mundo, supuestamente civilizado, Vincent se recoge en sí mismo, y se muestra más receptivo a confiar en un animal, el pastor alemán que vagabundea por Maryland, que en cualquier persona.
El animal, como el niño, nos sirve de punto de contacto para traducir las imágenes, pero no me parece que estos asideros sean lo suficientemente sólidos.
La trama, manifiesta cierta desconfianza de Vincent hacia los árabes, aspecto que queda claro en la escena, la que sigue durante la fiesta, a un invitado en Maryland.
Por otro lado, las pantallas de televisión, nos muestran imágenes sobre violencia y terrorismo en los informativos…
Es probable, que mostrar esas imágenes, nos dé información sobre la percepción alterada de Vincent, sobre los temas que le generan dudas y sospechas.
Quizás todo unido, la vigilancia permanente, las cámaras que nos controlan, la violencia que nos rodean, la crudeza del mundo retransmitida a diario, y en directo, nos muestra a través del guardián protagonista, la paranoia angustiosa de nuestro propio mundo moderno.
Y resulta curiosa, poderosamente la escena final, por la distorsión de la realidad, la realidad de Vincent.
Él ha matado con su propia mano a todos los invasores de la casa; y el último enfrentamiento:
¿Es real, o fue imaginado?
La cara de sorpresa de Jessie, y la toma de la escena en Vincent, nos da esa idea.
La posterior imagen de él en el baño, también lo sugiere…
Y la escena final, cuando Jessie y su hijo se van… y ella regresa y lo abraza…
¿Es real, o fue imaginado?
“Tout ce que vous faites est d'être nounou”
(Todo lo que haremos es ser niñero)
El término “paranoia”, puede traducirse como “pensamiento paralelo” o 2espíritu no centrado”; y encontramos excelentes descripciones literarias e históricas de sujetos que padecieron trastornos de esta índole:
Otelo con sus celos morbosos, a Don Quijote… y Mozart.
En el contexto clínico, hay que partir de la contribución de Kraepelin, con quien empieza la época moderna de la concepción de la paranoia, como cuadro delirante crónico, que cursa sin deterioro ni alucinaciones, a diferencia de la demencia precoz.
En cuanto al delirio, destacan 2 direcciones frecuentemente coexistentes:
Una es el delirio de perjuicio, en el que se albergan el de persecución, celos y la hipocondría.
El otro es el de grandeza, en el que se incluye el de inventores, interpretadores genealógicos, místicos, y erotómanos.
La mayor discrepancia ha sido la consideración de la paranoia, como entidad independiente, o como un subtipo de esquizofrenia.
En las clasificaciones actuales, se elimina el término “paranoia” como enfermedad, para sustituirlo por el de Trastorno Delirante, con el objeto de no confundir el tema del delirio con la enfermedad.
Así pues, el paciente con personalidad paranoica, rara vez acude espontáneamente en busca de tratamiento.
La actitud más frecuente que encontrará el médico, es la de minimizar lo que le ocurre, y mantener cierta reticencia frente a él.
Es muy importante evitar inmiscuirse totalmente en sus demandas de valoración en el papel de víctima.
La oposición frontal a sus sistemas de valores para modificarlo, suele redundar en perjuicio de la relación, y la compasión frente a su estado, hace persistir al paciente en sus actitudes.
No será raro, que existan síntomas ansiosos o depresivos.
Pero una cosa es una enfermedad, y otra es un comportamiento.
Tratar un comportamiento como enfermedad, es parte de la “Medicotecnia”
La medicina ante todo, es un negocio y un arma de control de masas.
Si la industria medico farmacéutica, es muy cuestionable por su falta de ética, al situar el interés económico ante el humano, la parte de esta, que se ocupa de la salud mental, es sin duda la más despreciable.
Las enfermedades mentales, son habituales en un mundo absurdo y desconectado del medio, y los ciclos naturales, pero la psiquiatría moderna, además inventa nuevas patologías para todo aquel que se desvía mínimamente de la norma.
Así se consigue tanto rentabilizar nuevas drogas y terapias, como uniformizar al grueso de la población, y mantenerla aún más sumisa, aunque sea a costa de lobotomizarnos a todos.
Y es que en realidad, la psicología y la psiquiatría surgieron como forma de control, para manipular los límites de la normalidad, para bien del estado de las cosas.
Como describe muy bien Foucault en su “Historia de La Locura, El Capitalismo y el surgimiento del interés para administrar a las masas”, hace que estas se conviertan en disciplinas “científicas”, en realidad policías de la mente, o de la domesticación.

“Viens avec nous”
(Ven con nosotros)



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