RocknRolla
“A story of sex, thugs and rock 'n roll”
De adolescente, para muchos no había otra cosa que desearan más que convertirse en “rock star”:
Giras, conciertos, sexo, desenfreno... pero con el tiempo, se llegan a preguntar:
¿Qué significa ser un verdadero “rock star”?
Según la leyenda, los “rock stars” son personas únicas, con talento sin par, carisma y ego mayúsculo, convicciones a toda prueba, carácter indomable y espíritu libre.
La vida del ello se percibe como una maravilla, pero al parecer, ya no existen más…
En principio, las condiciones para ser un “rock star” no se reducen al simple hecho de desearlo, sin importar que se tenga un grupo, y se pueda tocar un instrumento, cuando menos de manera aceptable…
Digamos que más que una forma de ser, es un estilo de vida; no una pose, sino una personalidad concreta.
Las figuras clásicas del rock, famosas por su necesidad de alimentar su ego, leyenda y megalomanía, afirman que la vida del “rock star” está llena de excesos; viven en una eterna bacanal sin restricciones, sin límites ni censura.
Pero no todo es exceso…
La historia del rock, tiene más de 60 años, a lo largo de los cuales, la figura del “rock star” ha ido transformándose.
Muchos de los viejos ídolos, murieron; otros se han convertido en “crooners” de Las Vegas, como Tom Jones y Rod Stewart; algunos más, se han dedicado a desempolvar su viejo catálogo, sin lograr recuperar la vieja magia que los acompañaba en el escenario, véase a The Beach Boys…
Los menos han podido renovarse con atrayentes propuestas, como Paul McCartney, Peter Gabriel, Eric Clapton, o Robert Plant.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Así pues, todo este asunto del “rock star” es oropel.
Más vale ser auténtico, que falso y pasajero, por más placer que nos produzca la segunda opción.
¿Entonces, qué es un “rocknrolla”?
No tiene nada que ver con baterías, drogas, ni viajes al hospital.
No, no…
Es mucho más que eso.
A todos nos gusta la buena vida.
A unos el dinero, a otros las drogas, a otros el sexo, el glamour o la fama.
Pero un “rocknrolla” es diferente.
¿Por qué?
Porque un auténtico “rocknrolla” quiere el paquete completo.
El término “rocknrolla” también admite otras acepciones:
Sirve para definir a aquella persona que sobrevive en las calles, sirviéndose de su ingenio, y de su visceralidad.
Todos hemos experimentado alguna vez, un sentimiento de riesgo innecesario.
Al fumarnos el quinceavo cigarro, al bebernos el octavo trago, al cruzar por un lugar peligroso, cuando corremos más de lo debido con el coche...
Es ese instante de liberación, de ausencia de miedo, el que define a un auténtico “rocknrolla”
Un “rocknrolla” se limita a disfrutar del camino hacia su irremediable destino.
Sin importar si el camino será fácil, difícil, corto, largo, dulce o amargo.
En definitiva, se definiría un auténtico “rocknrolla”, como un “Carpe Diem” con tintes suicidas.
“There's no school like old school, and I'm the fucking headmaster”
RocknRolla es una película británica de acción, del año 2008, escita y dirigida por Guy Ritchie.
Protagonizada por Gerard Butler, Tom Wilkinson, Thandie Newton, Mark Strong, Idris Elba, Tom Hardy, Karel Roden, Toby Kebbell, Jamie Campbell Bower, Gemma Arterton, Jeremy Piven, Jimi Mistry, Ludacris, Matt King, Geoff Bell, entre otros.
En palabras del director:
“He querido reflejar, cómo ha cambiado Londres en los últimos 10 años:
Comprar una casa en el centro, es casi imposible, y eso ha propiciado la llegada de dinero de fuera”
El sector inmobiliario, es el tablero de ajedrez sobre el que Ritchie mueve sus piezas:
Mafiosos rusos, empeñados en levantar un estadio; especuladores con secretos familiares; y un deficiente manejo de las obras de arte “ajenas”, y buscavidas que pasan su tiempo libre en los peores tugurios de la ciudad, protagonizan un laberinto de desencuentros y choques violentos.
RocknRolla trata de introducirse en el mundo del sector inmobiliario, como tanta gente ha tratado de hacer, especialmente en los últimos años, debido a los enormes beneficios que ofrecía.
Todos quieren participar y, por supuesto, también están los que se quedan por el camino.
Súmenle a todo ello, el sentido del humor de Ritchie, un cineasta de maneras “postarantinianas” y el resultado es el equivalente en pantalla, a un coctel molotov explosionando.
Sus películas, en general, son como una versión contemporánea de La Comedia del Arte; por las que maneja arquetipos conocidísimos, pero siempre sorprendentes.
RocknRolla es por tanto, una especie de comic descompuesto y enloquecido, estremecido por una poética y extraña al mismo tiempo, que fusiona crítica social, política, parodia, cine negro, música rock, y una visión rupturista de Londres como ciudad, como espacio no-cinematográfico, plagado de contradicciones y zonas de sombra; y nos explica, a través de su humilde narrador (Mark Strong), que hoy en día, Londres se convierte en una capital financiera fuertísima, en lo que respecta a bienes raíces.
Construir en Londres, es un negocio redondo de cualquier ángulo.
El sector inmobiliario pues, ha desbancado a las drogas como el gran negocio.
Ahí es cuando Uri Omovich (Karel Roden), un magnate ruso del petróleo, decide hacer una compraventa ilegal de terrenos; y todos los mafiosos y delincuentes de Londres, quieren su parte del negocio.
Todos, desde Lenny Cole (Tom Wilkinson), el más poderoso capo del crimen, hasta políticos corruptos, como un Concejal (Jimi Mistry), y ladrones de poca monta como:
One-Two (Gerard Butler), líder del grupo llamado “The Wild Bunch”, que incluye a Mumbles (Idris Elba) y Handsome Bob (Tom Hardy), se intentarán disputar los beneficios.
Lenny confía la operación a su lugarteniente, Archy (Mark Strong); por su parte, la contable de Uri, Stella (Thandie Newton), decide llevarse parte del botín; y para ello, contrata a “The Wild Bunch”, que tienen cuentas pendientes con Lenny…
Sin embargo, el premio cae en manos del hijastro del jefe de la mafia, Johnny Quid (Toby Kebbell), un drogadicto y músico de rock, que había fingido su propia muerte.
Sobre RocknRolla, entendidos, críticos, y gente experta en sociedad británica, dijeron que reflejaba bastante bien la corrupción y los actos de la mafia de los bajos fondos de Londres; y fue considerada por el director, como la primera de una Trilogía; pues en los títulos de crédito finales, se dicen que “The Wild Bunch” volverá en “The Real RocknRolla”, que sería el título de la 2ª entrega.
“You see that pack of Virginia killing sticks on the end of the piano?”
RocknRolla es un “thriller” de acción, basado en una serie de historias paralelas criminales, entrelazadas entre sí, que apasionan al público por su atrayente trama.
Y aquí, el director vuelve a tratar los temas que también domina:
Mafiosos, pringados, drogadictos, cabronazos, motes raros, y buena música.
Dirigida con un ritmo trepidante, y con el estilo reconocible y activo del director, RocknRolla es una obra atractiva, que una vez más, muestra varias historias que están unidas las unas con las otras, por el denominador común de lo criminal, cautivando a los seguidores del director, ya que crea una atmósfera arrolladora, y unos personajes chulescos, con pocos escrúpulos, que ofrecen detalles jocosos, pero siempre dentro de lo afilada y sarcástica que es la trama.
Con 3 temas que se repiten a lo largo del metraje, y que son familiares para el público de Guy Ritchie:
La primera consiste en la mezcla de la decadencia, y la explotación urbana que forma parte integrante de la representación de Guy Ritchie de la vida contemporánea en Londres.
El segundo tema, es el estudio de la rivalidad y la competencia entre las bandas de diferentes tamaños y poder, en el subterráneo y la subcultura de Londres.
El tercer tema que se repite, hasta su conclusión, es el estudio de una vasta colección de paradigmas étnicos y culturales, y los estereotipos, junto con sus prejuicios.
Estos se enumeran a través de los muchos barrios y suburbios de Londres, en todos los niveles de la sociedad, nacional e internacional, desde el muy superricos y famosos de todo el camino, hasta los habitantes más humildes y desesperados de la ciudad.
Por lo que Guy Ritchie nos enseña una realidad muy latente en nuestra sociedad actual; la especulación del ladrillo, los sobornos a cargos políticos, la llegada de gran capital extranjero a nuestros países, con ideas de enriquecimiento, y las tramas de corrupción.
Todo ello de manera sutil y cuidada, gracias a un audaz guión, que con humor nos abre los ojos.
Una bofetada a la trama que trata de hundir a la sociedad con su enriquecimiento.
Así, Guy Ritchie supera la mala racha, en una vuelta a sus raíces, a su cine “gansteril”, barriobajero, en su frenética huida hacia adelante, inteligentemente construida, con un estilo sensacional, y a menudo, con un brío de comic serio, oscuramente divertido.
El tema y el planteamiento inicial, son muy atractivos:
Se trata de la especulación inmobiliaria en la “burbuja” londinense de principios del milenio; “burbuja” que hasta donde yo sé, aún no ha remitido; y naturalmente, de los tipos que están forrándose con ella, usando métodos más o menos, o nada ortodoxos.
El inicio promete una exploración social, e incluso política, con el complaciente, y sobornable Concejal; realmente incisiva.
Pero por desgracia, no es éste el camino que la película sigue después, como veremos…
Me gusta el recurso al narrador “en off”, aunque no era necesario que fuera uno de los personajes, Strong, con su voz irónica es siempre mordaz y, en algunos casos, casi brillante.
Pero aplaudo la incursión en los barrios bajos londinenses, esas casas y zonas desangeladas; así el relato avanza, no hacia la política o la historia puramente mafiosa, de la lucha entre el “viejo amo” y el “nuevo amo” ruso, sino hacia el submundo del hampa cutre, de la pequeña delincuencia, de los “yonkis” más tirados, o más alucinados de la calle.
Llegamos a ese submundo en busca del cuadro “de la suerte” del que nunca veremos qué es lo que está pintado en él; que el ruso le ha dejado prestado a Lenny, y que el hijastro de éste, o sea, el cantante drogadicto y profético, le ha robado; los avatares se aceleran y se enredan, cuando a este último le roban también la pintura.
La búsqueda del cuadro nos sumerge en el mundo de los “yonkis”, los cantantes de quinta fila, las discotecas cutres, etc., en una sumatoria de acciones y persecuciones trepidantes, con giros insospechados, producidos por la gradual intervención de personajes y consecuencias ídem; habiendo secuencias técnicamente notables, sin duda lo más memorable, es la fotografía:
Es una proeza, el modo como están fotografiados todos los ambientes, esos tonos oscuros, grises, marrones, el uso de los contraluces, o de las luces cenitales, o matizadas, la escasa y sombría paleta de colores utilizada.
Aderezado con brillantes diálogos y acciones, como ese en que abofetean a quien hace las preguntas idiotas… sazonado con las peculiares idiosincrasias de los bandidos mayores, en una parodia de las diferencias culturales; unas divertidas y no ofensivas escenas producidas por la homofobia y homosexualidad gansteriles, así como episodios de la cínica visión que RocknRolla ofrece sobre las miserias del vicio blanco que caracterizaría a los rockeros.
El guión, escrito por el director, es incitador y muy a su estilo, con sus enrevesados y rebuscados personajes que llegan a extremos hilarantes, sorprendiendo al público con un entramado original que tiene historias entrelazadas, que no solo entretienen al espectador, sino que lo mantiene absorto y pegado al asiento con una trama irresistible, aunque no sencilla de seguir, manteniendo intacto el particular estilo del director.
Esto se lleva con una narrativa con voz “en off” explicativa y afilada en sus sugerentes comentarios que acompañan todo el metraje, destacando también sus diálogos espontáneos y perspicaces para hacen reír al público.
Un diálogo y un tratamiento muy actuales del tema del delincuente homosexual, del escándalo y el insulto a la aceptación, hasta el “buen rollo”
Con ironías como el capo del East End, que está viendo “The Remains Of The Day” (1993) en el coche, y conoce perfectamente al pintor Whistler…
O el diálogo:
“¿Ves ese paquete de fumar que hay sobre el piano?
Todo lo que hay que saber de la vida, está entre esas 4 paredes.
Verás; una de sus personalidades te seduce con los delirios de grandeza:
Un paquete dorado de cigarrillos largos, con una insignia regia.
Una atractiva insinuación de glamour y riqueza.
Una sutil sugerencia de que los cigarrillos son tus reales y leales amigos.
Y eso Pete... es falso.
Su otra personalidad, intenta que te centres en la otra cara de la moneda:
En aburrida negrita, y sobre un fondo blanco, aparece la afirmación de que esos firmes “soldaditos de la muerte”, en realidad quieren matarte.
Y esa Pete... es la verdad.
Oooh..
La belleza seductora llama a la muerte, y yo soy adicto a su cautivador canto de sirena.
Lo que al principio es dulce, al final es amargo… y lo que es amargo, al final es dulce.
Esa es la razón de que tú y yo, adoremos las drogas”
Las actuaciones son auténticas y muy certeras, con su dosis de humor mordaz.
Como protagonista, Gerard Butler está carismático pero sobrio en su labor; Tom Hardy está destacable en un curioso papel de homosexual “enclosetado”, y Tom Wilkinson está brillante y contundente en una gran tarea, siendo notables también, los acompañamientos de:
Thandie Newton, Idris Elba y Karel Roden, entre muchos otros, como los absolutamente inservibles y desechables personajes estadounidenses:
Mickey y Roman, interpretados respectivamente, por el rapero Chris “Ludracris” Bridges, que puede entregar una buena actuación si se lo propone; y Jeremy Piven.
Curioso es que sea Gerard Butler, Tom Wilkinson y Thandie Newton, la portada de RocknRolla, pues quien verdaderamente se luce es Mark Strong como Archie.
Aunque menos conocido, Strong camina, dirige y mueve los hilos.
Realmente, él es el centro de la historia, y no solo porque la voz “en off” sea la suya, sino porque los hilos, los verdaderos hilos solo los mueve un Rocknrolla como Archie; el genio que está en la sombra.
Y claro está, Toby Kebbell, que fue una gran sorpresa, interpretando al explosivo Johnny Quid, el flaco “rocknrolla”, una especie de “badass junkie”
El impresionante Kebbell, recita sus paradojas vitales, y un magistral Mark Strong lleno de elegante ironía, le da réplica con miradas y silencios que destruyen a cualquiera.
Como dato, el personaje Uri Omovich, interpretado por Karel Roden, que es un magnate ruso, y dueño de un equipo de fútbol; está inspirado claramente en Roman Abramovich, dueño del Chelsea FC.
Todos los actores y sus respectivos personajes, terminan de completar de manera admirable, un plantel que abarca todos los estratos sociales y sus interconexiones.
Cuando los personajes poseen cierta singularidad en su caracterización, y la conexión entre los mismos, fija el asunto central, es cuando se amontonan caracteres superfluos de manera forzada, entre ellos, un sosias de Abramovich, y se configura una trama que apunta una cosa, y deriva en otras, sin interesar ni el primer apunte, y menos su desarrollo, por lo que resulta en un desconcierto.
RocknRolla podría haber sido igual de “efectivo”, sino le hubiera dado tantas malditas vueltas a las mismas esquinas de su guión, y tantos personajes...
RocknRolla desnuda tras su arranque, su artificio y su falta de orientación que podría optar con inteligencia por la sátira del tema derivando desde su principal motivo hacia una mezcla de futilidades con “estilo” en base a un robo, y búsqueda de un cuadro, y cuitas pretenciosas de un rockero adicto a las drogas con traumas familiares, todo en una conexión latosa de personajes superfluos y antipáticos.
Todo lo explicado, parece fundamentar su juguete fílmico-criminal, en una crítica al mercado inmobiliario, convertido en un multimillonario negocio de políticos, empresarios y financieros corruptos, y un abuso que acentúa la diferencia económica entre ciudadanos sobre un derecho fundamental como es la vivienda... pero la idea no llega a cuajar, y se desvía.
Pasa un poco desapercibido, que los bandidos mayores, Lenny y Uri, en realidad no son tales, sino que representan facciones de un mundo empresarial corrupto, y sólo se enuncia, mas no se desarrolla, el que representen la contraposición entre una vieja y otra nueva escuela en el mercado inmobiliario inglés; aunque sí se exhiben sus nexos con pillos de los bajos fondos.
En definitiva, el interés del director por mostrar las transformaciones urbanísticas de la capital británica, será apreciado básicamente por quienes viven en ella, o la conocen.
“Pass me the gun, Mickey.
Quickly.
Quickly!
Don't worry, he can't defend himself, he's got no head!”
Desde finales del siglo XIX, la historia de numerosos barrios londinenses, ha estado ligada durante muchos años, a distintas asociaciones de mafiosos que practicaban delitos como la extorsión, el fraude, la falsificación de divisa, o las peleas ilegales; y que se lucraban con negocios relacionados con el mercado de las armas o el sexo.
Muchas de estas asociaciones, auténticas familias con una herencia de varios años en el mundo de la mafia, gobernaron en sus respectivos distritos, siendo temidos y respetados por vecinos, e incluso autoridades.
El 10 de agosto de 2013, la revista de noticias británica “The Economist”, resume la diferencia entre la escena del crimen organizado de Londres de los años 1960 y 1970, en comparación con la década de 1990, y principios de 2000, al tiempo que el director británico Guy Ritchie, decía:
“Desde entonces... la escena del crimen organizado de Gran Bretaña se ha diversificado notablemente.
Mientras que las bandas fueron una vez muy locales, definida por su propio territorio, el crimen es ahora mucho más globalizado.
Un cambio visible, es la llegada de los criminales con origen extranjero”
Esta influencia extranjera, es un tema recurrente a lo largo de su filme RocknRolla, sobre la corrupción en el Londres contemporáneo.
Y es que Londres se ha convertido en el campo de batalla favorito para las grandes disputas de negocios que están surgiendo entre Rusia y los países que antaño formaron parte de La Unión Soviética, un grupo conocido como La
Confederación de Estados Independientes (CIS)
A medida que las economías de esos países crece, y se globaliza, los empresarios post soviéticos, intentan evitar los sistemas judiciales de sus países, que a menudo carecen de experiencia, y están plagados de corrupción.
En vez de eso, se llevan sus disputas a juzgados internacionales, y a tribunales de arbitraje.
Buena parte de los casos de esta flamante forma de ejercicio de la justicia, a través de terceros países, contienen detalles dignos de las películas de mafiosos.
El mercado inmobiliario de Londres, flota sobre el dinero sucio.
Lo advirtió hace días, La Agencia Nacional Contra el Crimen (NCA), una suerte de FBI a la inglesa, creada en 2013.
“Creo que el mercado inmobiliario de Londres, está sesgado por el blanqueo de dinero.
Los precios están siendo empujados artificialmente al alza por criminales extranjeros, que quieren colocar sus bienes aquí, en El Reino Unido”, reveló Donald Toon, Director de La Sección de Delincuencia Económica de La NCA.
La efervescencia del mercado inmobiliario de Londres, ronda lo inexplicable, a pesar de que la ciudad se haya convertido en un imán global.
En 1986, el precio medio de una propiedad en la capital, era de 55.000 libras.
Hoy es de 492.000/700.000 euros.
El año pasado, el precio de las viviendas aumentó un 17%
Es cierto que hay una carencia grave de inmuebles…
La ciudad necesita 63.000 nuevos hogares cada año, y solo se construye la tercera parte; también es verdad que la metrópoli británica cuenta con el hándicap del “Anillo Verde” que la circunda, en el que no se puede construir por motivos ecológicos.
Son la friolera de 484.173 metros cuadrados, el 3,7% de la tierra total de Inglaterra.
Pero solo eso no explica la incontenible escalada del ladrillo…
Hay otra clave:
Londres se ha convertido en “la capital mundial del blanqueo”
En barrios de híper lujo, como Knightsbridge y Belgravia, tomados por los árabes y los rusos, las viviendas han subido un 164% en los últimos 5 años.
A rebufo de unos precios de venta disparatados, se han desmadrado también los alquileres, de 600 libras por semana/850 euros; es un precio razonable, casi barato, por un apartamento de 60 metros en un lugar céntrico de la Zona 1…
La Agencia Nacional del Crimen, cree que las inversiones en Inglaterra y Gales de las mafias criminales, están contribuyendo a inflar los precios.
Se calcula que compañías “offshore”, y fondos de inversión extranjeros, más o menos opacos, poseen bienes inmuebles por valor de 170.500 millones de euros en Inglaterra y Gales.
Donald Toon, desde La NCA, ha pedido a las agencias inmobiliarias que los alerten si perciben movimientos sospechosos.
Una demanda que difícilmente tendrá eco, porque las agencias se lucran con esta anómala bonanza, que engrosa sus comisiones.
En las agencias más lujosas, como Foxtons, a veces te reciben con una copa de espumoso.
El fisco se lucra con las inversiones blancas del capital sucio; pero que Londres cobre fama mundial de refugio del dinero mafioso, no es una buena etiqueta para una de las capitales financieras planetarias.
Después de que The Sunday Times se hiciese eco a lo grande de las denuncias de La NCA, David Cameron ha reaccionado políticamente.
Lo primero, fiel a su estilo de relaciones públicas, fue una contundente frase-eslogan:
“Londres no es el lugar para que guarden su dinero sucio.
No hay lugar para el dinero del blanqueo y el saqueo en Gran Bretaña, y no debería haberlo en ningún lugar del mundo”
Por primera vez, un Primer Ministro reconoció, que en Gran Bretaña se están comprando propiedades “a través de compañías tapadera anónimas, algunas con dinero blanqueado”
Cameron adelantó algunas medidas concretas contra el blanqueo inmobiliario; y comenzará a operar el “Land Registry”, que publicará la lista de compañías foráneas, que poseen tierras y viviendas en Inglaterra y Gales.
A futuro, El Gobierno quiere buscar fórmulas que obliguen a que aflore la identidad real del último dueño, media que se quiere aplicar ya, a las firmas de capital extranjero que contratan con La Administración.
Una nueva ley que viene obligará a todas las compañías británicas, a declarar quién es su propietario.
El Ejecutivo quiere una norma similar para esas firmas foráneas que devoran inmuebles.
La batalla que anuncia El Gobierno británico, es muy difícil por lo sofisticado de “las empresas de paja”, que actúan como testaferros, y porque son muchos los que al final se lucran del espejismo real en que se ha convertido “el milagro del ladrillo” en Londres.
“What do you think we are?
Gangsters?”
De adolescente, para muchos no había otra cosa que desearan más que convertirse en “rock star”:
Giras, conciertos, sexo, desenfreno... pero con el tiempo, se llegan a preguntar:
¿Qué significa ser un verdadero “rock star”?
Según la leyenda, los “rock stars” son personas únicas, con talento sin par, carisma y ego mayúsculo, convicciones a toda prueba, carácter indomable y espíritu libre.
La vida del ello se percibe como una maravilla, pero al parecer, ya no existen más…
En principio, las condiciones para ser un “rock star” no se reducen al simple hecho de desearlo, sin importar que se tenga un grupo, y se pueda tocar un instrumento, cuando menos de manera aceptable…
Digamos que más que una forma de ser, es un estilo de vida; no una pose, sino una personalidad concreta.
Las figuras clásicas del rock, famosas por su necesidad de alimentar su ego, leyenda y megalomanía, afirman que la vida del “rock star” está llena de excesos; viven en una eterna bacanal sin restricciones, sin límites ni censura.
Pero no todo es exceso…
La historia del rock, tiene más de 60 años, a lo largo de los cuales, la figura del “rock star” ha ido transformándose.
Muchos de los viejos ídolos, murieron; otros se han convertido en “crooners” de Las Vegas, como Tom Jones y Rod Stewart; algunos más, se han dedicado a desempolvar su viejo catálogo, sin lograr recuperar la vieja magia que los acompañaba en el escenario, véase a The Beach Boys…
Los menos han podido renovarse con atrayentes propuestas, como Paul McCartney, Peter Gabriel, Eric Clapton, o Robert Plant.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Así pues, todo este asunto del “rock star” es oropel.
Más vale ser auténtico, que falso y pasajero, por más placer que nos produzca la segunda opción.
¿Entonces, qué es un “rocknrolla”?
No tiene nada que ver con baterías, drogas, ni viajes al hospital.
No, no…
Es mucho más que eso.
A todos nos gusta la buena vida.
A unos el dinero, a otros las drogas, a otros el sexo, el glamour o la fama.
Pero un “rocknrolla” es diferente.
¿Por qué?
Porque un auténtico “rocknrolla” quiere el paquete completo.
El término “rocknrolla” también admite otras acepciones:
Sirve para definir a aquella persona que sobrevive en las calles, sirviéndose de su ingenio, y de su visceralidad.
Todos hemos experimentado alguna vez, un sentimiento de riesgo innecesario.
Al fumarnos el quinceavo cigarro, al bebernos el octavo trago, al cruzar por un lugar peligroso, cuando corremos más de lo debido con el coche...
Es ese instante de liberación, de ausencia de miedo, el que define a un auténtico “rocknrolla”
Un “rocknrolla” se limita a disfrutar del camino hacia su irremediable destino.
Sin importar si el camino será fácil, difícil, corto, largo, dulce o amargo.
En definitiva, se definiría un auténtico “rocknrolla”, como un “Carpe Diem” con tintes suicidas.
“There's no school like old school, and I'm the fucking headmaster”
RocknRolla es una película británica de acción, del año 2008, escita y dirigida por Guy Ritchie.
Protagonizada por Gerard Butler, Tom Wilkinson, Thandie Newton, Mark Strong, Idris Elba, Tom Hardy, Karel Roden, Toby Kebbell, Jamie Campbell Bower, Gemma Arterton, Jeremy Piven, Jimi Mistry, Ludacris, Matt King, Geoff Bell, entre otros.
En palabras del director:
“He querido reflejar, cómo ha cambiado Londres en los últimos 10 años:
Comprar una casa en el centro, es casi imposible, y eso ha propiciado la llegada de dinero de fuera”
El sector inmobiliario, es el tablero de ajedrez sobre el que Ritchie mueve sus piezas:
Mafiosos rusos, empeñados en levantar un estadio; especuladores con secretos familiares; y un deficiente manejo de las obras de arte “ajenas”, y buscavidas que pasan su tiempo libre en los peores tugurios de la ciudad, protagonizan un laberinto de desencuentros y choques violentos.
RocknRolla trata de introducirse en el mundo del sector inmobiliario, como tanta gente ha tratado de hacer, especialmente en los últimos años, debido a los enormes beneficios que ofrecía.
Todos quieren participar y, por supuesto, también están los que se quedan por el camino.
Súmenle a todo ello, el sentido del humor de Ritchie, un cineasta de maneras “postarantinianas” y el resultado es el equivalente en pantalla, a un coctel molotov explosionando.
Sus películas, en general, son como una versión contemporánea de La Comedia del Arte; por las que maneja arquetipos conocidísimos, pero siempre sorprendentes.
RocknRolla es por tanto, una especie de comic descompuesto y enloquecido, estremecido por una poética y extraña al mismo tiempo, que fusiona crítica social, política, parodia, cine negro, música rock, y una visión rupturista de Londres como ciudad, como espacio no-cinematográfico, plagado de contradicciones y zonas de sombra; y nos explica, a través de su humilde narrador (Mark Strong), que hoy en día, Londres se convierte en una capital financiera fuertísima, en lo que respecta a bienes raíces.
Construir en Londres, es un negocio redondo de cualquier ángulo.
El sector inmobiliario pues, ha desbancado a las drogas como el gran negocio.
Ahí es cuando Uri Omovich (Karel Roden), un magnate ruso del petróleo, decide hacer una compraventa ilegal de terrenos; y todos los mafiosos y delincuentes de Londres, quieren su parte del negocio.
Todos, desde Lenny Cole (Tom Wilkinson), el más poderoso capo del crimen, hasta políticos corruptos, como un Concejal (Jimi Mistry), y ladrones de poca monta como:
One-Two (Gerard Butler), líder del grupo llamado “The Wild Bunch”, que incluye a Mumbles (Idris Elba) y Handsome Bob (Tom Hardy), se intentarán disputar los beneficios.
Lenny confía la operación a su lugarteniente, Archy (Mark Strong); por su parte, la contable de Uri, Stella (Thandie Newton), decide llevarse parte del botín; y para ello, contrata a “The Wild Bunch”, que tienen cuentas pendientes con Lenny…
Sin embargo, el premio cae en manos del hijastro del jefe de la mafia, Johnny Quid (Toby Kebbell), un drogadicto y músico de rock, que había fingido su propia muerte.
Sobre RocknRolla, entendidos, críticos, y gente experta en sociedad británica, dijeron que reflejaba bastante bien la corrupción y los actos de la mafia de los bajos fondos de Londres; y fue considerada por el director, como la primera de una Trilogía; pues en los títulos de crédito finales, se dicen que “The Wild Bunch” volverá en “The Real RocknRolla”, que sería el título de la 2ª entrega.
“You see that pack of Virginia killing sticks on the end of the piano?”
RocknRolla es un “thriller” de acción, basado en una serie de historias paralelas criminales, entrelazadas entre sí, que apasionan al público por su atrayente trama.
Y aquí, el director vuelve a tratar los temas que también domina:
Mafiosos, pringados, drogadictos, cabronazos, motes raros, y buena música.
Dirigida con un ritmo trepidante, y con el estilo reconocible y activo del director, RocknRolla es una obra atractiva, que una vez más, muestra varias historias que están unidas las unas con las otras, por el denominador común de lo criminal, cautivando a los seguidores del director, ya que crea una atmósfera arrolladora, y unos personajes chulescos, con pocos escrúpulos, que ofrecen detalles jocosos, pero siempre dentro de lo afilada y sarcástica que es la trama.
Con 3 temas que se repiten a lo largo del metraje, y que son familiares para el público de Guy Ritchie:
La primera consiste en la mezcla de la decadencia, y la explotación urbana que forma parte integrante de la representación de Guy Ritchie de la vida contemporánea en Londres.
El segundo tema, es el estudio de la rivalidad y la competencia entre las bandas de diferentes tamaños y poder, en el subterráneo y la subcultura de Londres.
El tercer tema que se repite, hasta su conclusión, es el estudio de una vasta colección de paradigmas étnicos y culturales, y los estereotipos, junto con sus prejuicios.
Estos se enumeran a través de los muchos barrios y suburbios de Londres, en todos los niveles de la sociedad, nacional e internacional, desde el muy superricos y famosos de todo el camino, hasta los habitantes más humildes y desesperados de la ciudad.
Por lo que Guy Ritchie nos enseña una realidad muy latente en nuestra sociedad actual; la especulación del ladrillo, los sobornos a cargos políticos, la llegada de gran capital extranjero a nuestros países, con ideas de enriquecimiento, y las tramas de corrupción.
Todo ello de manera sutil y cuidada, gracias a un audaz guión, que con humor nos abre los ojos.
Una bofetada a la trama que trata de hundir a la sociedad con su enriquecimiento.
Así, Guy Ritchie supera la mala racha, en una vuelta a sus raíces, a su cine “gansteril”, barriobajero, en su frenética huida hacia adelante, inteligentemente construida, con un estilo sensacional, y a menudo, con un brío de comic serio, oscuramente divertido.
El tema y el planteamiento inicial, son muy atractivos:
Se trata de la especulación inmobiliaria en la “burbuja” londinense de principios del milenio; “burbuja” que hasta donde yo sé, aún no ha remitido; y naturalmente, de los tipos que están forrándose con ella, usando métodos más o menos, o nada ortodoxos.
El inicio promete una exploración social, e incluso política, con el complaciente, y sobornable Concejal; realmente incisiva.
Pero por desgracia, no es éste el camino que la película sigue después, como veremos…
Me gusta el recurso al narrador “en off”, aunque no era necesario que fuera uno de los personajes, Strong, con su voz irónica es siempre mordaz y, en algunos casos, casi brillante.
Pero aplaudo la incursión en los barrios bajos londinenses, esas casas y zonas desangeladas; así el relato avanza, no hacia la política o la historia puramente mafiosa, de la lucha entre el “viejo amo” y el “nuevo amo” ruso, sino hacia el submundo del hampa cutre, de la pequeña delincuencia, de los “yonkis” más tirados, o más alucinados de la calle.
Llegamos a ese submundo en busca del cuadro “de la suerte” del que nunca veremos qué es lo que está pintado en él; que el ruso le ha dejado prestado a Lenny, y que el hijastro de éste, o sea, el cantante drogadicto y profético, le ha robado; los avatares se aceleran y se enredan, cuando a este último le roban también la pintura.
La búsqueda del cuadro nos sumerge en el mundo de los “yonkis”, los cantantes de quinta fila, las discotecas cutres, etc., en una sumatoria de acciones y persecuciones trepidantes, con giros insospechados, producidos por la gradual intervención de personajes y consecuencias ídem; habiendo secuencias técnicamente notables, sin duda lo más memorable, es la fotografía:
Es una proeza, el modo como están fotografiados todos los ambientes, esos tonos oscuros, grises, marrones, el uso de los contraluces, o de las luces cenitales, o matizadas, la escasa y sombría paleta de colores utilizada.
Aderezado con brillantes diálogos y acciones, como ese en que abofetean a quien hace las preguntas idiotas… sazonado con las peculiares idiosincrasias de los bandidos mayores, en una parodia de las diferencias culturales; unas divertidas y no ofensivas escenas producidas por la homofobia y homosexualidad gansteriles, así como episodios de la cínica visión que RocknRolla ofrece sobre las miserias del vicio blanco que caracterizaría a los rockeros.
El guión, escrito por el director, es incitador y muy a su estilo, con sus enrevesados y rebuscados personajes que llegan a extremos hilarantes, sorprendiendo al público con un entramado original que tiene historias entrelazadas, que no solo entretienen al espectador, sino que lo mantiene absorto y pegado al asiento con una trama irresistible, aunque no sencilla de seguir, manteniendo intacto el particular estilo del director.
Esto se lleva con una narrativa con voz “en off” explicativa y afilada en sus sugerentes comentarios que acompañan todo el metraje, destacando también sus diálogos espontáneos y perspicaces para hacen reír al público.
Un diálogo y un tratamiento muy actuales del tema del delincuente homosexual, del escándalo y el insulto a la aceptación, hasta el “buen rollo”
Con ironías como el capo del East End, que está viendo “The Remains Of The Day” (1993) en el coche, y conoce perfectamente al pintor Whistler…
O el diálogo:
“¿Ves ese paquete de fumar que hay sobre el piano?
Todo lo que hay que saber de la vida, está entre esas 4 paredes.
Verás; una de sus personalidades te seduce con los delirios de grandeza:
Un paquete dorado de cigarrillos largos, con una insignia regia.
Una atractiva insinuación de glamour y riqueza.
Una sutil sugerencia de que los cigarrillos son tus reales y leales amigos.
Y eso Pete... es falso.
Su otra personalidad, intenta que te centres en la otra cara de la moneda:
En aburrida negrita, y sobre un fondo blanco, aparece la afirmación de que esos firmes “soldaditos de la muerte”, en realidad quieren matarte.
Y esa Pete... es la verdad.
Oooh..
La belleza seductora llama a la muerte, y yo soy adicto a su cautivador canto de sirena.
Lo que al principio es dulce, al final es amargo… y lo que es amargo, al final es dulce.
Esa es la razón de que tú y yo, adoremos las drogas”
Las actuaciones son auténticas y muy certeras, con su dosis de humor mordaz.
Como protagonista, Gerard Butler está carismático pero sobrio en su labor; Tom Hardy está destacable en un curioso papel de homosexual “enclosetado”, y Tom Wilkinson está brillante y contundente en una gran tarea, siendo notables también, los acompañamientos de:
Thandie Newton, Idris Elba y Karel Roden, entre muchos otros, como los absolutamente inservibles y desechables personajes estadounidenses:
Mickey y Roman, interpretados respectivamente, por el rapero Chris “Ludracris” Bridges, que puede entregar una buena actuación si se lo propone; y Jeremy Piven.
Curioso es que sea Gerard Butler, Tom Wilkinson y Thandie Newton, la portada de RocknRolla, pues quien verdaderamente se luce es Mark Strong como Archie.
Aunque menos conocido, Strong camina, dirige y mueve los hilos.
Realmente, él es el centro de la historia, y no solo porque la voz “en off” sea la suya, sino porque los hilos, los verdaderos hilos solo los mueve un Rocknrolla como Archie; el genio que está en la sombra.
Y claro está, Toby Kebbell, que fue una gran sorpresa, interpretando al explosivo Johnny Quid, el flaco “rocknrolla”, una especie de “badass junkie”
El impresionante Kebbell, recita sus paradojas vitales, y un magistral Mark Strong lleno de elegante ironía, le da réplica con miradas y silencios que destruyen a cualquiera.
Como dato, el personaje Uri Omovich, interpretado por Karel Roden, que es un magnate ruso, y dueño de un equipo de fútbol; está inspirado claramente en Roman Abramovich, dueño del Chelsea FC.
Todos los actores y sus respectivos personajes, terminan de completar de manera admirable, un plantel que abarca todos los estratos sociales y sus interconexiones.
Cuando los personajes poseen cierta singularidad en su caracterización, y la conexión entre los mismos, fija el asunto central, es cuando se amontonan caracteres superfluos de manera forzada, entre ellos, un sosias de Abramovich, y se configura una trama que apunta una cosa, y deriva en otras, sin interesar ni el primer apunte, y menos su desarrollo, por lo que resulta en un desconcierto.
RocknRolla podría haber sido igual de “efectivo”, sino le hubiera dado tantas malditas vueltas a las mismas esquinas de su guión, y tantos personajes...
RocknRolla desnuda tras su arranque, su artificio y su falta de orientación que podría optar con inteligencia por la sátira del tema derivando desde su principal motivo hacia una mezcla de futilidades con “estilo” en base a un robo, y búsqueda de un cuadro, y cuitas pretenciosas de un rockero adicto a las drogas con traumas familiares, todo en una conexión latosa de personajes superfluos y antipáticos.
Todo lo explicado, parece fundamentar su juguete fílmico-criminal, en una crítica al mercado inmobiliario, convertido en un multimillonario negocio de políticos, empresarios y financieros corruptos, y un abuso que acentúa la diferencia económica entre ciudadanos sobre un derecho fundamental como es la vivienda... pero la idea no llega a cuajar, y se desvía.
Pasa un poco desapercibido, que los bandidos mayores, Lenny y Uri, en realidad no son tales, sino que representan facciones de un mundo empresarial corrupto, y sólo se enuncia, mas no se desarrolla, el que representen la contraposición entre una vieja y otra nueva escuela en el mercado inmobiliario inglés; aunque sí se exhiben sus nexos con pillos de los bajos fondos.
En definitiva, el interés del director por mostrar las transformaciones urbanísticas de la capital británica, será apreciado básicamente por quienes viven en ella, o la conocen.
“Pass me the gun, Mickey.
Quickly.
Quickly!
Don't worry, he can't defend himself, he's got no head!”
Desde finales del siglo XIX, la historia de numerosos barrios londinenses, ha estado ligada durante muchos años, a distintas asociaciones de mafiosos que practicaban delitos como la extorsión, el fraude, la falsificación de divisa, o las peleas ilegales; y que se lucraban con negocios relacionados con el mercado de las armas o el sexo.
Muchas de estas asociaciones, auténticas familias con una herencia de varios años en el mundo de la mafia, gobernaron en sus respectivos distritos, siendo temidos y respetados por vecinos, e incluso autoridades.
El 10 de agosto de 2013, la revista de noticias británica “The Economist”, resume la diferencia entre la escena del crimen organizado de Londres de los años 1960 y 1970, en comparación con la década de 1990, y principios de 2000, al tiempo que el director británico Guy Ritchie, decía:
“Desde entonces... la escena del crimen organizado de Gran Bretaña se ha diversificado notablemente.
Mientras que las bandas fueron una vez muy locales, definida por su propio territorio, el crimen es ahora mucho más globalizado.
Un cambio visible, es la llegada de los criminales con origen extranjero”
Esta influencia extranjera, es un tema recurrente a lo largo de su filme RocknRolla, sobre la corrupción en el Londres contemporáneo.
Y es que Londres se ha convertido en el campo de batalla favorito para las grandes disputas de negocios que están surgiendo entre Rusia y los países que antaño formaron parte de La Unión Soviética, un grupo conocido como La
Confederación de Estados Independientes (CIS)
A medida que las economías de esos países crece, y se globaliza, los empresarios post soviéticos, intentan evitar los sistemas judiciales de sus países, que a menudo carecen de experiencia, y están plagados de corrupción.
En vez de eso, se llevan sus disputas a juzgados internacionales, y a tribunales de arbitraje.
Buena parte de los casos de esta flamante forma de ejercicio de la justicia, a través de terceros países, contienen detalles dignos de las películas de mafiosos.
El mercado inmobiliario de Londres, flota sobre el dinero sucio.
Lo advirtió hace días, La Agencia Nacional Contra el Crimen (NCA), una suerte de FBI a la inglesa, creada en 2013.
“Creo que el mercado inmobiliario de Londres, está sesgado por el blanqueo de dinero.
Los precios están siendo empujados artificialmente al alza por criminales extranjeros, que quieren colocar sus bienes aquí, en El Reino Unido”, reveló Donald Toon, Director de La Sección de Delincuencia Económica de La NCA.
La efervescencia del mercado inmobiliario de Londres, ronda lo inexplicable, a pesar de que la ciudad se haya convertido en un imán global.
En 1986, el precio medio de una propiedad en la capital, era de 55.000 libras.
Hoy es de 492.000/700.000 euros.
El año pasado, el precio de las viviendas aumentó un 17%
Es cierto que hay una carencia grave de inmuebles…
La ciudad necesita 63.000 nuevos hogares cada año, y solo se construye la tercera parte; también es verdad que la metrópoli británica cuenta con el hándicap del “Anillo Verde” que la circunda, en el que no se puede construir por motivos ecológicos.
Son la friolera de 484.173 metros cuadrados, el 3,7% de la tierra total de Inglaterra.
Pero solo eso no explica la incontenible escalada del ladrillo…
Hay otra clave:
Londres se ha convertido en “la capital mundial del blanqueo”
En barrios de híper lujo, como Knightsbridge y Belgravia, tomados por los árabes y los rusos, las viviendas han subido un 164% en los últimos 5 años.
A rebufo de unos precios de venta disparatados, se han desmadrado también los alquileres, de 600 libras por semana/850 euros; es un precio razonable, casi barato, por un apartamento de 60 metros en un lugar céntrico de la Zona 1…
La Agencia Nacional del Crimen, cree que las inversiones en Inglaterra y Gales de las mafias criminales, están contribuyendo a inflar los precios.
Se calcula que compañías “offshore”, y fondos de inversión extranjeros, más o menos opacos, poseen bienes inmuebles por valor de 170.500 millones de euros en Inglaterra y Gales.
Donald Toon, desde La NCA, ha pedido a las agencias inmobiliarias que los alerten si perciben movimientos sospechosos.
Una demanda que difícilmente tendrá eco, porque las agencias se lucran con esta anómala bonanza, que engrosa sus comisiones.
En las agencias más lujosas, como Foxtons, a veces te reciben con una copa de espumoso.
El fisco se lucra con las inversiones blancas del capital sucio; pero que Londres cobre fama mundial de refugio del dinero mafioso, no es una buena etiqueta para una de las capitales financieras planetarias.
Después de que The Sunday Times se hiciese eco a lo grande de las denuncias de La NCA, David Cameron ha reaccionado políticamente.
Lo primero, fiel a su estilo de relaciones públicas, fue una contundente frase-eslogan:
“Londres no es el lugar para que guarden su dinero sucio.
No hay lugar para el dinero del blanqueo y el saqueo en Gran Bretaña, y no debería haberlo en ningún lugar del mundo”
Por primera vez, un Primer Ministro reconoció, que en Gran Bretaña se están comprando propiedades “a través de compañías tapadera anónimas, algunas con dinero blanqueado”
Cameron adelantó algunas medidas concretas contra el blanqueo inmobiliario; y comenzará a operar el “Land Registry”, que publicará la lista de compañías foráneas, que poseen tierras y viviendas en Inglaterra y Gales.
A futuro, El Gobierno quiere buscar fórmulas que obliguen a que aflore la identidad real del último dueño, media que se quiere aplicar ya, a las firmas de capital extranjero que contratan con La Administración.
Una nueva ley que viene obligará a todas las compañías británicas, a declarar quién es su propietario.
El Ejecutivo quiere una norma similar para esas firmas foráneas que devoran inmuebles.
La batalla que anuncia El Gobierno británico, es muy difícil por lo sofisticado de “las empresas de paja”, que actúan como testaferros, y porque son muchos los que al final se lucran del espejismo real en que se ha convertido “el milagro del ladrillo” en Londres.
“What do you think we are?
Gangsters?”
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