Victoria

“One girl.
One city.
One night.
One take”

Si uno asiste comúnmente a las películas que ofrece la cartelera comercial, víctima de la lobotomía cotidiana, o de una fuerte dosis de aburrimiento; es probable que, si todavía queda un ápice de discernimiento, uno deje de creer en el cine.
O piense que el cine se ha convertido en otra cosa, en una industria más parecida a la publicidad, o a los grandes “rides” de los parques de atracciones, lejos de las experiencias artísticas transformadoras, todo permeantes, donde el tiempo es un bloque vital que se transfiere entre la obra y el espectador.
Por fortuna, el cine sigue existiendo, aunque a veces es difícil saberlo dentro de la gran máquina-burbuja-tautológica de la seudorealidad que nos invade vía el “star system”, y su confabulación con las grandes corporaciones, y las zonas más primitivas y letárgicas de nuestro cerebro.
O algo así, el punto es que el buen cine casi siempre está allá afuera, “off-Hollywood”, y requiere que el espectador haga un esfuerzo para encontrarlo.
Las películas filmadas en una sola toma, por ejemplo, parecen estar a punto de volverse una moda.
Con la capacidad del digital, de filmar todo el tiempo que uno quiera, con la movilidad de las pequeñas cámaras, y con las posibilidades técnicas de tapar las uniones de planos digitalmente, es decir, “falsear el plano único secuencia”, me da la impresión que tras el éxito de “Birdman or (The Unexpected Virtue Of Ignorance)” (2014), esto se ha convertido en una “nueva ola de producción cinematográfica”
El Maestro Alfred Hitchcock, fue un pionero en adoptar este instrumento narrativo para la producción de películas, y lo experimenta con “Rope” (1948)
En aquella época, el desafío cinematográfico del plano secuencia, estaba limitado por el principal componente físico del registro fílmico:
La cinta de película/o rollo.
En un determinado tiempo, la película se acababa, y había que recargarla…
Es por ello, que en aquella mítica obra de Hitchcock, es de conocimiento público, el descubrimiento de varios cortes durante el rodaje, que en la búsqueda de sostener el real uso del plano secuencia, se invisibilizan con un “zoom in” a objetos negros.
Pero con la llegada de nuevos tiempos, y el natural evolucionismo tecnológico, el cine se enfrentaba a la reconversión de la imagen, en el paradigma de la revolución digital.
Así pues, la resumida trayectoria de algunas reconocidas películas, que se destacaron por ser relatos contados en un real, o “falso plano secuencia”, nos sirve para dar pie a otro experimento cinematográfico, que asume el desafío de contar historias, sin intervenir con cortes.
¿Se puede comprimir una vida entera, en una sola noche?
“I don't know the name, how you say that... ”
Victoria es un drama alemán de suspense, del año 2015, dirigido por Sebastian Schipper.
Protagonizado por Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski, Max Mauff, Burak Yigit, Nadja Laura Mijthab, entre otros.
El guión es de Olivia Neergaard-Holm y Sebastian Schipper; un relato juvenil, honesto, y sin sobreactuaciones, que habla de temas transversales, que muchas veces entendemos, como parte de nuestra cultura latinoamericana, pero que también recurren en países más desarrollados:
Los problemas de reinserción, no son endémicos de nuestros países.
A lo largo de sus casi 2.20 horas, vemos cómo Sebastian Schipper aborda una serie de problemas que aquejan a Berlín, y a la juventud, como el abuso de alcohol, violencia, existencia de verdaderas mafias, imposibilidad de conseguir los sueños, etcétera; que representan los frenéticos episodios de una larga noche alemana, que acentúa una profunda exploración por climas de alta tensión emocional, y el reflejo de un drama social que apunta a pensar la frustrante vida de jóvenes descarriados, que padecen el fenómeno del “party 24/7”
Una innumerable variedad de género que se confunden y entremezclan a lo largo del metraje de plano secuencia nocturno, con 5 actores, y otros tantos de reparto y extras, moviéndose por las calles; y todo plasmado en 12 únicas páginas de guión, donde el resto era improvisación.
Con 3 intentos, y un manejo de la cámara y fotografía sublimes, hacen que sea justo que su responsable, Sturla Brandth Grøvlen, aparezca de primero en los títulos de crédito de Victoria.
Para él:
“Nunca me llegó un guión.
Me explicaron de que iba la historia, y de las pocas páginas que había escritas, al resultado final de la película, ha variado muchísimo.
Ni siquiera se titulaba “Victoria”
Se llamaba:
“Uno, dos, cinco, ocho”, luego “Tres muchachos y un conductor”…
Fue a través de los procesos de ensayo, que la historia se fue focalizando en ella, en Victoria.
Por tanto, el guión estuvo vivo y abierto hasta el último momento, con cambios dentro de la acción, o personajes eliminados”
Injustamente removida de la carrera por los Premios Oscar, por contener principalmente conversaciones en inglés, en la categoría como mejor película extranjera, Victoria fue sin dudas, la película alemana del año; tanto que ganó en El Festival de Berlín, un reconocimiento por su aporte artístico al mundo del cine.
La acción de Victoria tiene como escenario el famoso barrio berlinés de Kreuzberg.
Victoria (Laia Costa), es una joven madrileña, que se encuentra de paso por Berlín.
Sin hablar una palabra de alemán, trabaja en un café céntrico, donde además vive.
Una noche de fiesta, a sólo unas cuadras de su puesto de trabajo, conoce a Sonne (Frederick Lau)
La química con él es inmediata, y la oferta tentadora:
En un inglés primitivo, él la invita a unas cervezas, bajo la promesa de conocer el verdadero Berlín.
Acompañado de 3 amigos, dentro de ellos, Boxer (Franz Rogowski), invaden la terraza de un edificio, y observan desde las alturas, la ciudad que tanto aman pero que tanto les ha privado.
Todo anda normal, hasta que Fuß (Max Mauff), otro de los integrantes de la banda, cae borracho.
Boxer, inmediatamente toma una actitud agresiva, demostrándonos que “algo” deben hacer esa noche, y para ese “algo”, es fundamental que sean 4 personas.
La solución lógica, es inventar a Victoria, quien da “un salto de fe”, en parte por la atracción inmediata que siente por Sonne, sin saber que se embarcaría en, quizás, una de sus peores pesadillas.
¿El motivo?
Boxer, el más violento del grupo, estuvo preso, y debe ya fuera de la cárcel, pagar favores a quienes lo protegieron dentro.
Así, la cámara es testigo de todo lo que le pasa a la joven Victoria, durante 2 horas de su vida:
Desde las 4am hasta las 6am; desde que conoce a 4 jóvenes para los que la noche acaba de empezar, y cómo en ese breve periodo de tiempo, le suceden cosas que darán un giro total a su vida.
Así comienza una historia que a veces parece real, otras muy loca, protagonizada por una española que baila en un típico club berlinés, rollo bunker de La Segunda Guerra Mundial, o sótano abandonado comunista, donde, entre oscuridad, drogas y techno, se reproduce el espíritu de grandeza detrás de tanta utopía y destrucción.
La película de Schipper, después de todo, es “una victoria” para el cine verdadero, para el cine con alma.
“Una victoria” frente a la aparatosidad desencantada del cine hecho mayormente en computadoras, en el que la magia y la intensidad de los momentos, no es capturada, sino añadida posteriormente como un efecto especial.
No es una película perfecta, pero es una película profundamente humana y real; y nos hace darnos cuenta, de que necesitamos más realidad, sentir más vívidamente, y despertar del letargo en el que nos han sumido las imágenes inertes entre las que nos movemos.
“... You have no life”
Victoria corresponde a una corriente alemán, llamada “German Mumblecore”, que es cine indie, de bajo presupuesto, con diálogos improvisados, con actores no profesionales, donde suelen ser jóvenes los protagonistas, y sus problemas.
La narración, está claramente partida en 2:
En la primera, de una hora, se dedica a la letárgica presentación de personajes, a su incoherente comportamiento, diálogos sosos, con aire a comedia romántica juvenil, y en un momento dado, da un giro a “thriller”, de atracos y huidas, con un ritmo que despierta, y se convierte en trepidante.
Lo malo es que va acompañado de situaciones mínimamente aceptables, pues el caos narrativo la destroza.
Eso sí, es un ejercicio de estilo muy bien rodado, con guión del propio director y de Olivia Neergaard-Holm, que contaba con 12 páginas, en que los actores tenían que rellenar sus actuaciones con improvisaciones, siendo sometidos para ello, a ensayos intensivos.
El filme de Schipper, dura 140 minutos y, asegura el realizador, “está hecho todo de un tirón:
Un rodaje que comenzó a las 4:30am, y terminó cerca de las 7am”
El rol que juega, incluso la llegada del amanecer, fue uno de los elementos que debió considerar el equipo de grabación.
Otros dicen que en realidad, son al menos 3 tomas diferentes, y están los que aseguran que Schipper filmó 3 veces, toda la película entera, y luego usó la que le salió mejor.
Nunca lo sabremos bien, o tal vez sí, pero lo que importa finalmente es, si con eso logra crear una buena película...
Y lo cierto es que lo logra, y la tensión creada por el plano secuencia, ayuda bastante.
Lo que Schipper sí quería, era un experimento de total “riesgo”, donde los intérpretes han perfilado durante 2 meses la historia y sus personajes, sin repetir ni un ápice de lo anterior.
“Durante el proceso, el equipo se ha autodenominado el “Motherfuckers Team”, por esa meticulosa manera de trabajar.
La propia actriz dice haber sacado a 30 Victorias distintas durante los ensayos, y cómo, finalmente, la protagonista es la suma de todas ellas”, dijo el realizador.
Schipper, se refiere al carácter de su protagonista, como el de una “diosa de tragedia”, una heroína europea, al igual que la propia ciudad de Berlín, varias veces resucitada de sus cenizas.
Tan femenina, que en su propio símbolo, por encima de La Puerta de Brandeburgo, el nombre de la diosa que conduce 4 caballos, es precisamente Victoria.
Una capital que, desde La Primera Guerra Mundial, pasando por La Segunda y el nazismo, las posteriores violaciones a berlinesas por parte de soldados rusos, y el drama brutal del Muro hasta 1989, tiene un carácter harto sufrido, pero valiente.
Quizás por ello, además por el trasfondo crítico hacia un sistema que hoy nos deprime, desde el corazón geográfico y económico de Europa, Victoria es ya, la nueva película de éxito sobre Berlín.
“La verdadera Berlín, está en sus calles”, le dice uno de los jóvenes de la pandilla que seduce a Victoria, para que los acompañe a continuar la noche en un “after”; y recorre esta concepción de una imagen berlinesa oscura, a través de una premisa centrada en expresar los excesos de la vida juvenil, infectada de ciertos romances con la delincuencia.
Victoria es el nombre de una chica española, que vive en Berlín y que, cuando arranca el filme, está bailando música electrónica en una discoteca de la ciudad.
Algo borracha, sale a tomar su bicicleta, e irse a su casa, cuando en la entrada se topa con 4 berlineses borrachísimos, que la alientan a seguir “la noche” con ellos.
Victoria no se amedrenta, y los sigue en su recorrido bardero por la calle, consiguiendo más alcohol, y subiendo a una terraza, a ver la ciudad…
Con uno de ellos, parece haber más onda que con los otros, un grupo multiétnico, digamos; y él la acompaña al café donde ella trabaja, ya que Victoria ha decidido no volver a su casa, y dormir algo en el negocio para luego abrirlo.
Cuando Victoria y Sonne están por despedirse, con la idea de volverse a encontrar en algún momento, él queda especialmente fascinado por ella, más aún cuando la escucha tocar el piano de manera notable, pero allí, la historia dará un giro radical, y se volverá un “thriller”
Sin nunca dejar el plano secuencia, ahí empieza casi otra película, en la que a los muchachos no les queda otra que incluir a Victoria en unos planes delictivos que están forzados a hacer.
El resto del filme, será ya una película de suspenso, acción y persecuciones, tornando el trabajo de un solo plano, en una verdadera proeza; lo que sucede después, la tensión, es permanente y, si bien como criminales, el cuarteto deja mucho que desear, las situaciones que se presentan son de alto voltaje, y la cámara parece un personaje más, transpirando, temblando y teniendo ataques de pánico, casi tanto como los protagonistas.
Y es que Victoria es una película que parece pedir por una remake hollywoodense:
Pura adrenalina, acción y suspenso, con algunos interesantes comentarios sociales y de género en el medio, que pintan a una Berlín multicultural y moderna, tal como es en la realidad.
Tal vez, le falte complejidad a los personajes, pues el cuarteto de muchachos “berlineses de verdad”, están al borde ser tremendos imbéciles; y cuesta creerse algunas de las cosas que terminan pasando, pero aún con sus defectos, se trata de un drama impactante, y que lleva al espectador de las narices.
Como datos técnicos, al acabar, el primer crédito que vemos en la pantalla, es el nombre del cinematógrafo Sturla Grøvlen, en lo que parece ser un homenaje lógico ante tal proeza.
Indudablemente, el trabajo del “cameraman” aquí, pasará a la historia como uno de los más logrados jamás vistos, imposible incluso antes de que la tecnología permitiera cámaras de tan alta calidad fotográfica, y de tanta movilidad; siendo hasta la primera vez que veo a un merecidísimo camarógrafo, salir de primero en los títulos de créditos finales en una película.
“Esto es el cámara, el danés Stuart Brandth Grøvlen, y que tiene un talento enorme; pues subió al coche sin arnés, sin estar atado o asegurado de ninguna forma.
Sube las escaleras, entra en el tejado, se va al club… cuando vamos en bicicleta, se subió a un carrito de nada, sin que nadie le empujara... cuando corremos, él también.
El cámara pasa por las 22 localizaciones, con tan solo una cámara y un foco.
No había ni foquista…
Stuart tiene un talento increíble.
Si lo vieras, es como pequeño, delgado; y antes de empezar a rodar, calentaba para tener los músculos a punto, para evitar calambres; y una cinta en la cabeza por si sudaba.
Las 2 manos las tenía ocupadas, no podría secarse”, apuntó el director.
Mucho de lo que uno siente al ver Victoria, es el resultado del movimiento de la cámara en mano, magistralmente intimista, que nos hace parte de la pandilla, y el ritmo del plano secuencia; juntos logran hacer una especie de cine psicosomático, en el que las experiencias que viven los protagonistas, se trasvasan como si estuviéramos en el teatro, y pudiéramos incluso sentir los signos vitales del elenco.
Su taquicardia, su mal viaje, su angustia desbordándose, sus feromonas volando…
A diferencia de otras películas de plano secuencias, Victoria se filma sin reserva alguna en las calles, y en decenas de locaciones, con escenas de alta complejidad, creando un efecto de inmersión, en el que realmente vivimos lo que le está pasando a los personajes, y nos involucramos a un nivel de intensidad que me parece pocas veces visto, por eso lo reitero tanto.
Victoria es, la intensificación de la experiencia en el espectador:
Ocurre en tiempo real y, aunque es ficción, lo que vivimos es la realidad que vivieron, o crearon los personajes, su tiempo, en nuestro tiempo; que parte imprescindible de un guión que se basa en la improvisación de los actores.
El problema es que es eso, y nada más.
El plano secuencia cansa, es como leer un texto sin comas; y para colmo de males, se hace algo agotador, pasada la primera mitad.
Pero sí que es verdad, que Victoria no se entendería sin el plano secuencia mismo utilizado aquí, y es que sin él, la película sería una más.
Porque el dispositivo formal, ahoga el discurso, convirtiéndolo en mero pretexto para una exhibición de fuerza de la puesta en escena, que tiene más de gimnástico, que de artístico.
La necesidad que magistralmente sirve el plano secuencia único de Victoria es, capturar la noche entera en su frenesí, con su embriaguez y desolación, en todas sus capas, la noche amplia de la ciudad, y la noche emocional de los personajes.
Podemos sentir la espontaneidad de los personas, cómo es estar en Berlín, buscar la vida, enamorarse, drogarse, ofuscarse, sentir las descargas de neurotransmisores, y dejarse llevar, perderse…
Desear, conspirar juntos, la eufórica liberación de violar estúpida y divertidamente la ley, ráfagas de locura, bailar como si hubiéramos ganado todo... rebasarnos, ir a ese lugar al que nos trascendemos sin retorno.
Siendo jóvenes, con buenas intenciones, a veces la misma libertad puede herirnos fatalmente, y no hay nada que podamos hacer.
Así es el mundo, este es el peligro de la noche y la expansión.
La energía de los momentos, es algo que está vivo, y el cine tiene el poder de comunicarlo, y a veces lo olvidamos.
De los personajes, Victoria es madrileña, una virtuosa del piano, y ex estudiante de conservatorio que, a pesar de años de esfuerzos, no llega a los primeros puestos de la profesión.
En Berlín, ella busca un cambio, pero cobra 4 euros la hora, trabajando en una cafetería “de la calle más capitalista de toda Europa”, nos dice el director, Sebastian Schipper.
La historia se centra en la ruina de una generación perdida, la del 50% de desempleo juvenil en España, o la del desencanto social general que, aun siguiendo las reglas, ve imposible alcanzar sus deseos.
“No es verdad, que si seguimos lo que nos dicen que hay que hacer, todo va a ir bien”, dice Schipper.
“Europa es rica, pero está llena de gente sin oportunidades.
También lo hace marcada por la soledad, por dejarse llevar para encontrar algo nuevo, conocer a gente nueva”
Al inicio, ella está bailando, parece feliz.
Se dirige al barman, y busca contacto con él, pero éste no le hace ni caso.
Por primera vez vemos su soledad.
A partir de aquí, a los 4 minutos, te muestra sus posibles motivaciones…
“Trabajamos mucho el aspecto del “background” de los personajes:
Ella es tímida, es introvertida, y no desea enseñar sus heridas.
De ella solo conocemos algo de su pasado en la escena del piano.
Aquí se le escapa un poco.
Sin saberlo, Victoria estaba un poco esperando esa noche”, dijo el realizador.
Quiero mencionar especialmente una escena, y es en el café, donde Victoria nos muestra su adorable vulnerabilidad, en el mismo movimiento donde revela su fuerza interna, su dinamismo, y su sombra latente.
Es el momento epónimo del enamoramiento entre 2 personas que se acaban de conocer, y que están dejándose llevar por la serendipia, por la espontaneidad, por la atracción que ofrece la contingencia de la noche, y las concesiones que hace el alcohol.
Hay una hermosa naturalidad en esta escena, es genuinamente torpe, de la misma manera que los actores saben que sus errores tendrán que ser asimilados a la secuencia, así el enamoramiento ocurre entre 2 personas que se acaban de conocer, con sus titubeos y defectos que deberán ser obviados y devorados por el tiempo, por la unidad que asimila las partes sueltas, y las purifica.
El gusto por lo anónimo, por lo oculto, aún no descifrado, te mantiene pendiente de sus pasos y vuelo, esa enajenación de conformado cuadro que, en todo momento parece vaya a explosionar y romperse, hiriendo a su componente más virginal y recatada, que tiene imponente prisa y ardor por cubrir su falta de experiencia, con exacerbada y espontánea decisión imprudente, que nada bueno pueden traer al cuerpo y el alma.
No es estrés ni inquietud lo que se aspira y absorbe, es merodeo de conocer el resultado de un insensato conjunto de acontecimientos que, por lógica, deben salirse de control y, es por ese desorden y desquicio que estás al pie de la calle, y al filo de la noticia, para no perder resquicio de cómo devendrán estos malavenidos sucesos, cuya odisea va a mayor despropósito.
Dejémoslo en frenesí de una generación sin rumbo, que da tumbos hasta encontrar su ahorcado destino.
Pero una joven con 2 dedos de frente, hubiera huido lo más lejos de allí, pero ella, que no parece tener tara mental, se va con ellos entre risas, no puede resultar más impostado.
La chica parece tener una mentalidad de parvulario, primero está sola en una discoteca…
¿Quién va solo a una discoteca?
Y menos una chica joven…
Luego se encuentra con 4 chicos con pinta de camellos, proxenetas y yonquis, se acercan a ella, y hacen evidentes chistes sobre robar un coche…
¿Qué hace una persona corriente?
Pues ella no, se queda con estos, que no es que tengan pintan de criminales en potencia, es que además se comportan como criminales…
¿Ella se asusta ante tal comportamiento?
No, se ríe y se queda con ellos, yendo de un lado a otro de Berlín.
Yo imaginaba que en cualquier momento la metían en un portal, y la violaban los 4, y al menos hubiera tenido un mensaje claro, eso sí para los niños, que no se acerquen a desconocidos, a los mayores de edad, esto se suponen lo saben, pero Victoria debe ser la excepción.
Por si fuera poco, se enamora de uno de ellos, en 1, 2, 3, un romance que chirría más que un tren descarrilando.
Y lo que viene es un “in crescendo” de despropósitos.
La escena dura las 2 horas de la película…
El director, no se toma el trabajo de explicar nada.
Ni por qué la chica no siente temor frente a la banda, ni cómo pueden ingresar un herido y una mujer sin documentos, ni equipaje, a un hotel de lujo, ni tantas otras cosas.
Junto a ella, el atractivísimo Frederick Lau, de mirada serena e insegura; aunque también demostrando anormalidad, hasta mental; o el potentísimo Franz Rogowski.
Los 3 principales, consiguen crear un vínculo único con el espectador, necesario e imprescindible para que no nos caigamos, o perdamos el control en este viaje adrenalinico, y catártico; que no me llegó a crear empatía, ni tristeza, ni nada que sea verlos caer por imbéciles trogloditas por su conducta infantil.
Victoria, decepcionada de su vida, viene de una amarga personal derrota, pero por fin, alguien le habla, hace caso, e invita a pasar una fantástica velada, no importa quién, dónde ni cómo sea, está activa, sonriendo, viviendo la noche, libre y autónoma, para por nunca más poder olvidar esos atropellados 180 minutos que se cruzaron en su aburrido camino.
En Victoria no hay “flashbacks” ni explicaciones forzadas que nos hagan saber más de ellos, salvo las confesiones que deciden contarse dentro del nivel de las conversaciones que pueden mantener unas personas que han bebido más de la cuenta.
Victoria es la más explícita, mientras que de los chicos no sabemos ni sus nombres, solo sus apodos, y que uno de ellos pasó por la cárcel.
A partir de ahí, tenemos que imaginarnos de dónde han salido, y cuáles son sus circunstancias.
El hecho de que apenas intuyamos la trastienda de estos personajes, hace que el misterio de sus motivaciones tenga que ser imaginado por el espectador que se convierte en uno más del grupo, disfrutando de sus transgresiones, y compartiendo el subidón de adrenalina cuando las cosas se tuercen.
En el fondo, Victoria es también una obra sobre exilios en esta Europa de hoy, y en esta Alemania del milagro económico.
Parecen de Marzhan, un barrio antes comunista, con altísimas cifras de desempleo, pocas perspectivas de futuro, y algún que otro neonazi.
Desde el primer instante, surge una complicidad chispeante, típica de encuentros en la noche, entre la española que desconoce el idioma, y Sonne, Boxer, Fuß y Blinker (Burak Yigit)
Precisamente, en esta capital donde aún casi todo es posible, también beber en la calle, o fumar en los bares.
En un momento muy sentido, cuando el grupo fuma porros sobre un tejado, con el Museo Judío iluminado al fondo, y la música de pelos de punta de Nils Frahm, el personaje de Costa se asoma al vértice del edificio, y grita:
“¡¡Voy a quemar Berlín!!”
En fin, que no hay nada peor que deprimirse lejos de casa, y decir a todo que sí, para salir de la monotonía y del atolladero.
Por qué…
¿Qué le pasa a Victoria, qué le pasa por la cabeza?
Victoria parece una chica bastante aniñada e inocente, que se siente sola, y un poco desamparada, pero por otra parte, parece que necesita emociones fuertes...
¿Es por eso por lo que no se piensa las consecuencias que puede tener para ella, el conducir un coche robado?
¿Es por eso que una chica que parece tan “naif”, no piensa qué puede suceder si acompañas a un ex presidiario y a sus amigos, en un coche robado a un parqueo, donde “alguien malo” les espera?
¿Es por eso que Victoria no se asusta, cuando ve al primer sujeto armado?
¿Es por eso por lo que una chiquita estudiante de conservatorio, decide súbitamente hacerse piloto de huidas en un golpe a un banco organizado en 10 minutos de reloj?
¿Es por eso por lo que huye de la policía, esquiva balas, y secuestra a un bebé?
La cocaína no da para tanto…
Por último, la banda sonora de Nils Frahm, forma parte de listado de las mejores bandas sonoras independientes del 2015, que son como cortes oníricos, transiciones musicales sobre la trama extenuante, espacio de respiro o contemplación.
Por unos momentos, la música y el sonido “en off”, nos permiten observar sin participar, vivir breves momentos melancólicos, internalizar la acción, como cuando estamos entre gente, y nos abstraemos para tocar base, o imaginar realidades alternas.
Igualmente, los momentos de adrenalina y estupefacción, son perfectamente acompañados por ritmos sincopados, y realmente sentimos que estamos al borde de perder el control.
“Because they're stupid, or what?”
Berlín, es una ciudad que duerme hace décadas.
Por momentos, el progreso que sacude a Alemania desde La Caída del Muro, el 9 de noviembre de 1989, parece pasar por el costado de una de las urbes más gloriosas del viejo continente.
Quienes pagan ello, son los jóvenes criados en Berlín.
No los jóvenes extranjeros.
Ellos encuentran trabajo rápidamente, aun cuando un salario no sea el principal motor de vivir en la ciudad.
Hablamos de los veinteañeros alemanes, los verdaderos residentes de Berlín, quienes con poca educación y oportunidades de surgir, parecen condenados a vivir en la violencia, esperando que su desenlace fatal, llegue rápidamente.
Si no, deciden migrar a Múnich, claro está.
Y en Victoria, sobre todo hay un mensaje de fondo, nada tranquilizador viniendo de donde viene:
Que los inmigrantes de segunda generación, no sólo no consiguen insertarse plenamente en la sociedad alemana, sino que delinquen, o potencialmente lo harán.
Y que incluso, a la civilizada y bien formada inmigración de jóvenes procedente de La Unión Europea, sólo le interesa coger el dinero alemán, y correr, no importa cómo se obtenga.
Victoria busca transmitir, que somos producto de nuestro pasado, presos del presente, e incapaces de estimar en toda su plenitud, las consecuencias futuras de nuestros actos; pues las pequeñas decisiones, desembocan en grandes consecuencias.

“They're like your enemies.
Because they are fighting for your dream too”



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