Filth
“Scotland.
This nation brought the world television, the steam engine, golf, whiskey, penicillin, and of course, the deep-fried Mars bar.
It is great being Scottish.
We're such a uniquely successful race”
Irvine Welsh es un escritor británico, reconocido por su novela “Trainspotting”, la cual tuvo una adaptación cinematográfica aclamada por la crítica.
Su trabajo en general, está caracterizado por un fuerte dialecto escocés; e inventivo con la forma.
Un ejemplo notable, es el libro “Filth” (1998) donde el monólogo interno de la solitaria, se impone sobre el propio del protagonista, el anfitrión del gusano, remarcando el voraz apetito del primero.
Como dato, la palabra “filth”, es utilizada en El Reino Unido para referirse de forma despectiva a la policía; pero también, es traducido como:
Mierda, basura, inmundicia…
“Filth” narra las andanzas del Sargento Bruce Robertson, el típico policía con el que nadie desearía toparse si actuara fuera de la ley:
Corrupto, putero, soez, misógino, etc.
El autor describe, como suele hacer, en primera persona su testimonio, una bajada a los infiernos, y las consecuentes respuestas a su ser.
Frases directas, describiendo sin apabullar, con apelativos grotescos y ofensivos, y mucha jerga escocesa, sello de denominación de Welsh; siendo el único en relatar el estado de una sociedad decadente, que personifica en Bruce, un tipo que engulle Kit-Kats, mientras reparte moralinas a su alrededor, cuando es el menos adecuado para hacerlo.
Él, un abanderado del “hijueputismo”, está comprobando los estragos de los excesos en su ser:
Irritación en sus genitales, y la solitaria que se abastece dentro de sus entrañas.
Sin embargo, Bruce también tiene un lado humano, que se asoma en una mínima parte del metraje, al igual que en algunas páginas del texto…
Parece que él mismo se sintiera mal con esta “faceta humana” incluso en él.
Los monólogos, darán pistas, pero no será hasta el final, cuando los demonios salgan a la luz.
El libro arranca con el último homicidio que llega a su comisaría:
Sus compañeros de trabajo, son los secundarios en esta novela, junto con su ex mujer, que le ha abandonado, algún que otro colega/víctima de sus fechorías, y varias de sus amiguitas.
Welsh, no da tregua al lector melindroso; asiduo al presente del singular, su visceral punto de vista se asoma por su pluma de calidad.
El novelista, siempre es contundente; y sus personajes son tan realistas, que hasta hace dudar a veces de tanta sinceridad condensada en 400 páginas.
Por eso, no se cortará en relatar una felación al policía hecha por una detenida, o sus “intensos” viajes a Ámsterdam, su lugar de relax, al menos una vez al año.
Él sabe mejor que nadie, cómo criticar y mofarse de su tierra, con sorna, y sacar el jugo a la manera escocesa:
Sin miramientos, con una sinceridad apabullante; y con mucho humor negro.
Esto no falta, y se mantiene intacto:
Escocia y Edimburgo concretamente, en su esplendor.
Desde su buen humor, su gente pelirroja, sus delitos, sus chanchullos, sus confidencias y sus “haggis”, Irvine Welsh relata sin tapujos, criticando a la sociedad de su tierra, que sigue abarrotando los pubs, aunque todo se vaya al traste; y siempre unido a la cara B de las drogas.
Lo novedoso de “Filth”, es “el monólogo interior”; y es literal esto de “interior”, porque la que habla es la solitaria del personaje.
Así, la novela posee 2 líneas:
Una, la del policía, y otra que irrumpe de vez en cuando.
Al principio, tímidamente; después participa en mayor grado, dado que ésta se hace más fuerte por el “abastecimiento” de su anfitrión.
La maquetación del libro, acentúa la importancia de estas palabras, sobrescribiendo sobre las palabras de Bruce:
Lo que dice el policía, queda encubierto con las “nubes” de texto que empiezan con balbuceos, para después arrojar el rapapolvo a este pasado de rosca.
“It's a filthy job getting to the top, but somebody's got to do it”
Filth es una comedia del año 2013, escrita y dirigida por Jon S. Baird.
Protagonizada por James McAvoy, Imogen Poots, Jamie Bell, Joanne Froggatt, Eddie Marsan, Jim Broadbent, Emun Elliott, Kate Dickie, Shirley Henderson, Ron Donachie, Martin Compston, Iain De Caestecker, Pollyanna McIntosh, entre otros.
El guión está basado en la novela homónima, publicada en 1998, del autor escoses Irvine Welsh.
La historia tardó 15 años en llevarse al cine.
Pasó de mano en mano, y todo el mundo consideraba que era un proyecto imposible de producir.
Eso fue claro, hasta que el director y guionista Jon. S. Baird, se hizo con las riendas; adaptó la novela como se hace una buena traducción, no con fidelidad, sino con lealtad.
Y el propio Irvine Welsh, se confesó encantado.
En Filth, se muestran situaciones bizarras y excesos, los que incluyen sexo, drogas, violencia, y perversión; pero sobre todo, nos muestra el lado sucio/cochino de la sociedad, y lo que hacen algunas personas para escapar de sus problemas, y la realidad que los tormenta.
En Filth, está de fondo el auténtico humor escocés, oscuro y siniestro.
De hecho, Baird, McAvoy y Welsh son escoceses:
“Nos reímos muy a menudo de cosas desagradables, puede que porque vivimos con ellas, y eso solo se supera con la risa”
Sobra decir, que Filth es un film netamente para adultos, por su alto contenido sexual, su lenguaje obsceno, y todos los improperios que se le puedan achacar a la vil personalidad del protagonista, pero si no fuera así, no habría película.
La acción sigue al detective Bruce “Robbo” Robertson (James McAvoy), un hombre separado, que trabaja en el cuerpo de policía de Edimburgo, pero esto no es una razón sólida para ser un ciudadano modélico, pues él es el más maleducado, pervertido, misántropo, y adicto a las drogas y al sexo de Edimburgo; un trastornado, loco, que no duda en dañarse a sí mismo, y a toda la gente que lo rodea; un destroza vidas, un degenerado, un ser auto destructivo con una doble vida y personalidad.
A pesar de ello, Robertson quiere un ascenso…
Claramente, es la persona adecuada para el trabajo; y piensa que el resto de sus colegas son unos idiotas.
Pero todo cambia, cuando un inoportuno sarpullido aparece en sus genitales, y un parásito invade la mayoría de su intestino, convirtiéndose en la voz de su conciencia.
Mientras, Robertson tiene que investigar el complicado asesinato del hijo de un importante diplomático, y el jefe de Bruce quiere resultados.
No hay problema.
Él está al mando, y cuando resuelva el caso y consiga el ascenso, su mujer volverá con él.
Conforme avanza el metraje, nos adentramos en la mente de Bruce, entre recuerdos y alucinaciones, podemos apreciar cómo va perdiendo el control de su vida, la autodestrucción y locura se van haciendo presentes, conocemos sus motivaciones, y qué lo llevó a ser de esa manera.
Filth, es una experiencia profundamente desagradable, un viaje a las cloacas del alma tan furioso, tóxico y contradictorio, como su propio protagonista.
Si te gusta el humor negro, una pizca de surrealismo, las historias sobre violencia, sexo y drogas, y eres fan de James McAvoy, definitivamente Filth es una muy buena opción, y tendrás oportunidad de verlo en un papel muy diferente a cualquiera de sus trabajos anteriores.
Filth es dura, confusa y extraña, pero dentro de todo ese desparrame, se muestra una idea clara sobre cuanto loco hay suelto.
“Sometimes it takes a wrongdoer to show you when you are doing wrong”
Todos sus apartados:
Dirección, guión, interpretaciones, y apartado técnico, son de sobresaliente, tanto en conjunto como por separado, destacando la genialidad del director, a la hora de transportar al espectador, a la mente de un perturbado; con su guión, que entremezcla de forma sensacional, el drama y la comedia, balanceándolas entre lo real y lo irreal.
La palabra “filth”, es utilizada en El Reino Unido, para referirse de forma despectiva a la policía.
El título, no solo se escogió por su sentido figurativo, puesto que el protagonista pertenece a esa institución, sino también en su sentido literal:
“suciedad”, “obscenidad”… debido a su personalidad:
Bruce Robertson, es un detective escocés que vive en Edimburgo.
Según Bruce, entró a la policía, debido a la opresión que estos funcionarios ejercen sobre la población; pero no para ponerle fin, sino para participar de ella...
De arranque, haciendo uso de la comedia afilada que mete el dedo en la llaga, vamos descubriendo que esta es una película de hijos de putas, pero que hay uno concretamente dirigiendo el cotarro desde las sombras, que es el más grande con diferencia.
Con sus jugarretas varias, cada cual más retorcida, a todos los que se encuentra en su camino, vamos descubriendo como es el “big motherfucker” que protagoniza esta viciosa historia, es precisamente, Bruce Robertson:
Un hombre violento, manipulador, misógino y egoísta; y Filth nos muestra su historia y los personajes que lo rodean, a través de sus ojos, con una narración que nos va explicando, quién es quién.
El protagonista, tiene delirios de grandeza, y busca triunfar a como dé lugar, incluso a costa de sus compañeros de trabajo.
Con su personalidad arrollante, y su total ausencia de escrúpulos, controla a su jefe, a sus compañeros, a los que también humilla siempre que puede, y por supuesto, a las mujeres de estos, creando situaciones y diálogos delirantes, en los que suelta frases despreciables pero brillantes, que acaban rompiendo en la locura marca de la casa, es decir, sexo y drogas.
En lo que puedo decir que son una especie de “flashbacks”, o peor aún, maquinaciones de la misma mente de Bruce, vemos a una mujer en ropa interior, que dice ser su esposa:
Carole (Shauna Macdonald) nos dice la importancia que tiene el ascenso de su esposo, para poder vivir un matrimonio mejor.
Ya estarás pensando que esa es la definición de chupasangre, pero nos muestra porqué Bruce se ha convertido en un hombrecito tan desagradable.
Su enfermiza mente, cree que conseguir el cargo hará que viva feliz, pero no está viendo el precio de sus acciones:
“Se aplican las mismas reglas”
El motor de Filth, es el deseo de Bruce de ser ascendido, para lo cual ha planeado eliminar a la posible competencia, sembrando mentiras entre los demás detectives.
Además de esto, deberá resolver un caso de homicidio, que probablemente lo ayudará a obtener el codiciado puesto.
Sólo porque Bruce diga que “eres su mejor amigo”, no significa que no vaya a manipularte, y a engañarte con tal de lograr su objetivo, como es el caso del infeliz Cliff Blades (Eddie Marsan), de quien abusa física y verbalmente.
Y si eso pasa con su “mejor amigo”, pues no quiera uno imaginarse la forma en que trata a sus colegas:
Ray (Jamie Bell), Gus (Gary Lewis), Gillman (Brian McCardie), Peter (Emun Elliott), y Amanda (Imogen Poots)
Como la trama es contada desde el punto de vista del protagonista, Filth aprovecha de adentrarnos en su mente:
En varias escenas, se muestran imágenes extrañas, a veces grotescas, del subconsciente de Bruce.
Por ejemplo, cuando describe a cada uno de sus compañeros, los vemos a través de sus propios prejuicios:
Un fascista, un imbécil, un marica, un cocainómano, una puta, un jefe bueno para nada…
Durante los primeros minutos, estos elementos son exaltados por Bruce, quien pasa de un vicio a otro, a un ritmo frenético.
La rapidez de estas escenas, hace un poco difícil seguir la película con claridad, pero uno termina acostumbrándose al estilo del director Jon S. Baird.
También, somos testigos de los pensamientos que atormentan al personaje, los que revelan una fuerte inestabilidad mental.
Y es que cuando se trata con un personaje como este, adicto a las drogas, y con un código moral casi inexistente, existe el riesgo de caer en la monotonía.
La primera media hora, puede ser muy entretenida, con una intensidad que obliga a cualquiera a prestar atención, pero si no se varía la fórmula, puede terminar siendo aburrido.
Filth es consciente de esto, así que nos va mostrando poco a poco, que la corrupción de Bruce tiene una raíz que nos permite comprenderlo mejor.
No se trata solamente de un policía abusivo...
Sus actos, son una respuesta a problemas que tuvo en el pasado.
La forma en que el personaje lidia con estos acontecimientos, es a través de la violencia, ya que su propio dolor, es mitigado al hacerle daño a los demás.
Bruce, además debe lidiar con una fuerte bipolaridad, que a veces lo lleva a fluctuar entre los vicios más desalmados, y un profundo arrepentimiento; en una escena, por ejemplo, el protagonista se abre ante otro personaje, contándole lo que le ha pasado con total honestidad.
Pero luego de esto, ataca a la persona que lo había estado escuchando, lo que impide cualquier tipo de ayuda.
Sin embargo, a media que avanza el metraje, uno se da cuenta que hay algo que no funciona.
Es todo muy extraño:
Él y su mujer, nunca comparten plano y, en definitiva, da la impresión como que su mujer no existe, que está muerta, pues siempre que aparece muestra una tez pálida, mortecina.
Es ahí cuando la trama se complica, y deja de ser divertida.
El personaje, poco a poco se derrumba, ya no resulta gracioso, ya no produce asco, ya no produce horror, ya no produce otra cosa que no sea patetismo.
Resultar patético, es lo peor de todo.
Una vez descubrimos el porqué de su comportamiento, la realidad sobre su mujer, y el secreto que oculta a todos sus compañeros, Filth ya no es lo que era.
El bajón y la decepción son terribles, y la película sucumbe en las procelosas aguas de la psicopatología.
La última vuelta de turca de los guionistas, trata de remontar el interés perdido, dejándonos un sabor de boca agridulce, donde un perdedor, siempre lo será, incluso cuando gana.
Lo que más me gustó, es que no hay redención:
Bruce Robertson, es quien es.
Sin duda, se irán descubriendo grietas en su aparente fortaleza y violencia, grietas que indican que Robertson está perdiendo la capacidad de distinguir lo que es real, y que camina junto al precipicio de la locura.
Quizás, al final comprendamos al personaje, pero desde luego, es difícil, o casi imposible, identificarse con un sociópata.
Ahora bien, la esencia de la película, no reside en sí Bruce Robertson consigue el ascenso o no, su objetivo desde el inicio; lo interesante de la historia, es ver cómo Bruce, que cree que controla todo lo que le rodea, incluidos sus compañeros, sus amantes y los criminales, va perdiendo el dominio de su vida, hasta que toda su realidad se desmorona.
Como decía, no hay ayuda posible, ni redención, pese a que sí veamos atisbos de humanidad en Bruce, cuando realiza alguna buena acción; y Filth deja claro, que cada uno elige su camino en la vida, y por muy despiadadas que sean las consecuencias, es imposible huir de ellas.
“Same rules apply” o “las reglas se aplican a todo el mundo por igual”
Y Bruce cae víctima de la misma red de mentiras, engaños y maldades que ha tejido a su alrededor.
En lo técnico, Jon S. Baird, para traspasar la narración al lenguaje cinematográfico, pues la novela de Welsh, como muchas otras de sus obras, utiliza recursos estilísticos muy variopintos, en este caso, el monólogo interior de la solitaria, que se impone a veces al discurso del propio protagonista, le inyecta la locura necesaria a cada situación que se va presentando.
Utiliza abundantes primeros planos, como es de esperar para aprovechar la cara de loco de James.
El director escocés, consigue que por momentos estemos dentro de la molondra de Robertson, arrastrándonos por la suciedad de sus ideas, gracias a un ritmo desbordante, que nos va llevando por numerosas escenas cada vez más surrealistas.
Del reparto, la mejor manera de valorar lo que hace James McAvoy con su personaje, es comparándolo directamente con las acciones de Bruce en Filth, ambos no tienen límites.
McAvoy, está poseído, como demuestra con cada mirada sádica a la cámara, o en los “interrogatorios callejeros” que se marca en los que pone una intensidad que acojona.
Él mismo admitió en entrevistas, que no era el actor más obvio para interpretar el papel de un cuarentón, con problemas familiares, alcohólico y drogadicto, y sin embargo, consigue transformarse y meterse en la piel de este personaje tan transgresor.
McAvoy trabaja el lenguaje corporal, la manera de andar, de hablar, de reírse, de escupir, o de sonreír sardónicamente a la cámara, hasta conseguir que el espectador se olvide de cualquier otro papel que hubiera interpretado.
La efectividad de estos momentos, no sería la misma sin el trabajo de James McAvoy, sobre todo por la energía que le inyecta a su interpretación.
Es a través de sus ojos, que principalmente lleva a cabo su labor, los que en algunas escenas expresan una rabia desaforada, y en otras, una dolorosa pena.
Y le otorga al personaje, la sustancia necesaria para no caer en una caricatura fastidiosa.
Este papel, en un mal actor, o en uno que no consiga cogerle el tono, habría destruido toda la película, pero con James, no hace más que elevarla, él es la película, todo gira en torno a él, y con su personaje, hace funcionar a los demás.
Remarcable es el trabajo de todo el elenco de actores que lo acompañan:
Jamie Bell, encarna al compañero más joven de la unidad, Ray Lennox.
Es adicto a la cocaína, y actúa como la mascota de Bruce.
Es casi como un pequeño aprendiz de Robertson, aunque este no pierde oportunidad de ponerlo en evidencia, robándole los ligues, y cuestionando su virilidad.
En todo momento le recuerda que él, Bruce, es el macho alfa.
También destaca el trabajo de Eddie Marsan, un francmasón cándido, al que la víbora de Bruce, manipula a su antojo, dejándonos momentos estupendos, como el de Hamburgo.
Está un Jim Broadbent surrealista, interpretando al psicoanalista/lombriz, ensoñado por Bruce, que le da mucho humor, este rol en el libro, curiosamente era una solitaria con la que Bruce hablaba, y que en el film se ha adaptado.
Shirley Henderson, da vida a la esposa de Clifford, con ese risible pelo cardado, salido de los 80, muy divertida en su cachondo papel.
John Sessions, es el veterano jefe de Bruce, Bob, un retrógrado con múltiples prejuicios, pero jocoso.
Emun Elliott, es Peter English, el burlesco amanerado, competidor de Bruce, buenos sus momentos.
Imogen Poots, es Amanda, otra competidora, que poco jugo deja...
Y el final, te deja con la sonrisa torcida:
Bruce, ha caído definitivamente en el abismo, ha sido relegado a policía raso, todos saben que es un travesti demente, y se dispone a colgarse en su piso, pero cuando va a tirarse de la silla, aparece en la puerta de cristal, la silueta de la mujer de la que se ha enamorado por su pureza, la única por la que ha hecho algo, y haciendo funambulismo para no caerse, dice a cámara:
“Se aplican las mismas reglas”, y zaz… turbador.
Hay muchas alternativas para ese final, pero todas apuntan en la misma dirección:
Una vida atrapada en un callejón sin salida.
En Filth hay varios cambios con respecto al libro, por ejemplo:
El asesinado del principio, es un negro que se acuesta con la esposa de Bruce; por lo que este hecho amplifica su racismo, no entiendo porque se ha suprimido esto…
Además, el travestido Bruce, remata al negro con un martillo, y de hecho en el film, no se sabe nunca, si muere por el ataque de los hooligans, o por Bruce…
Como dato, hay un sentido homenaje en varias escenas a Stanley Kubrick, mediante un par de primeros planos de un poster de “2001: A Space Odyssey” (1968), y a la obra maestra de 1971, “A Clockwork Orange”, en la escena de la agresión que resultó en asesinato del oriental que realmente era un negro en la novela.
Prohibido perderse los créditos finales, con cierre de dibujos animados, y una gran consonancia con la historia en forma de cuento.
Por último, la banda sonora, es una curiosa mezcla en la que cohabitan éxitos del funky, como “Love really hurts without you” de Billy Ocean; “Dr. Love”, de Tom Jones, y baladas sesenteras tan inocentes, como “Will you love me tomorrow” de The Shirelles; a estos temas alegres y ligeros, hay que añadirles el hit de la electrónica “Mr. Vain” de Culture Beat, que se usa en una escena de sexo realmente cruda, y cuyo título sirve para definir una de las facetas de Bruce; así como las creaciones orquestales originales hechas para la película, a cargo de Clint Mansell; que se adapta a la perversión y la locura del personaje, creando una composición repleta de cambios, sintetizador, orquesta, música para niños, dulces melodías, todo con su estilo hipnótico.
Inclusive, colabora con Coco Summer, en la versión del tema de Radiohead, “Creep”, canción que si bien ha sido versionada infinidad de veces, aquí suena con un toque diferente, que la hace especial, con sonido “escocés” de fondo, y profundidad en significado.
“Same rules apply”
Resulta que El Servicio de Inspección Interna de La Policía Británica (HMIC), ha hecho público recientemente, un informe en el que determina que, pese a los últimos escándalos que han sacudido a las fuerzas de seguridad, la corrupción no representa un mal endémico en el cuerpo, que sin embargo, sí precisa de una aclaración de patrones de comportamiento.
El informe ha arrojado un considerable aumento en el número de agentes de la policía británica, que se involucran en casos de tráfico de droga, o abuso del poder para la gratificación sexual.
El HMIC, realizó el informe hace unos meses por La Agencia contra El Crimen Organizado Grave (SOCA), diciendo:
“La evaluación puso de relieve, que la corrupción para obtener favores sexuales, es una preocupación importante”
Y el informe de SOCA, ha tenido como objetivo, recopilar casos en los que agentes de policía, se habían aprovechado sexualmente de personas vulnerables, o pedido “favores” a prostitutas.
Según el estudio, el número de casos reportados, ha ido en aumento desde el año 2009.
“Abuso y suministro de drogas de clase A, es decir, éxtasis, LSD, heroína y cocaína; y B, cánnabis, anfetamina, metanfetamina; están ocurriendo con mayor frecuencia, y entre un mayor número de fuerzas policiales, en comparación con el informe de 2010”, especifica el texto.
Los datos fueron reunidos durante un período de 3 años, a base de los informes de La Inteligencia de Las Fuerzas Policiales en El Reino Unido.
El estudio revela que, en los 12 meses anteriores a marzo de 2014, se registraron 406 casos de mala conducta sexual por la policía del Reino Unido.
Añade también que, durante los últimos 2 años, se han abierto 9 mil investigaciones sobre la corrupción de la policía, de las cuales, 5700 fueron archivadas, sin seguir el curso legal.
Los datos, también muestran que la mitad de las fuerzas policiales, ni siquiera tiene “un plan efectivo de lucha contra la corrupción policial”, mientras que la mayoría de la parte restante, no es consistente en sus métodos de investigación sobre el tema.
También, demuestran que 1 de cada 20 casos examinados, tiene que ser enviado a La Comisión Independiente de Quejas Policiales, para una mayor investigación, pero no se ha enviado ninguno.
Pese a las pocas irregularidades detectadas, un 34% de los británicos, piensa que la corrupción es un problema en las filas de la policía, según una encuesta realizada a 3.571 personas.
Un mayoritario 67%, no cree que estas conductas sean una práctica extendida.
A la percepción negativa, han contribuido los escándalos desatados últimamente, cuando el escándalo de las escuchas del desaparecido “News Of The World”, salpicó a destacadas autoridades.
El Jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson, y El Principal Oficial Antiterrorista de la capital, John Yates, dimitieron por las implicaciones policiales del caso.
“I am on a murder case here.
That's M-U-R-D-E-R, which spells S-E-R-I-O-U-S.
So if I don't get my A-R-S-E in G-E-A-R, I'm in serious S-H-I-T, okay?”
This nation brought the world television, the steam engine, golf, whiskey, penicillin, and of course, the deep-fried Mars bar.
It is great being Scottish.
We're such a uniquely successful race”
Irvine Welsh es un escritor británico, reconocido por su novela “Trainspotting”, la cual tuvo una adaptación cinematográfica aclamada por la crítica.
Su trabajo en general, está caracterizado por un fuerte dialecto escocés; e inventivo con la forma.
Un ejemplo notable, es el libro “Filth” (1998) donde el monólogo interno de la solitaria, se impone sobre el propio del protagonista, el anfitrión del gusano, remarcando el voraz apetito del primero.
Como dato, la palabra “filth”, es utilizada en El Reino Unido para referirse de forma despectiva a la policía; pero también, es traducido como:
Mierda, basura, inmundicia…
“Filth” narra las andanzas del Sargento Bruce Robertson, el típico policía con el que nadie desearía toparse si actuara fuera de la ley:
Corrupto, putero, soez, misógino, etc.
El autor describe, como suele hacer, en primera persona su testimonio, una bajada a los infiernos, y las consecuentes respuestas a su ser.
Frases directas, describiendo sin apabullar, con apelativos grotescos y ofensivos, y mucha jerga escocesa, sello de denominación de Welsh; siendo el único en relatar el estado de una sociedad decadente, que personifica en Bruce, un tipo que engulle Kit-Kats, mientras reparte moralinas a su alrededor, cuando es el menos adecuado para hacerlo.
Él, un abanderado del “hijueputismo”, está comprobando los estragos de los excesos en su ser:
Irritación en sus genitales, y la solitaria que se abastece dentro de sus entrañas.
Sin embargo, Bruce también tiene un lado humano, que se asoma en una mínima parte del metraje, al igual que en algunas páginas del texto…
Parece que él mismo se sintiera mal con esta “faceta humana” incluso en él.
Los monólogos, darán pistas, pero no será hasta el final, cuando los demonios salgan a la luz.
El libro arranca con el último homicidio que llega a su comisaría:
Sus compañeros de trabajo, son los secundarios en esta novela, junto con su ex mujer, que le ha abandonado, algún que otro colega/víctima de sus fechorías, y varias de sus amiguitas.
Welsh, no da tregua al lector melindroso; asiduo al presente del singular, su visceral punto de vista se asoma por su pluma de calidad.
El novelista, siempre es contundente; y sus personajes son tan realistas, que hasta hace dudar a veces de tanta sinceridad condensada en 400 páginas.
Por eso, no se cortará en relatar una felación al policía hecha por una detenida, o sus “intensos” viajes a Ámsterdam, su lugar de relax, al menos una vez al año.
Él sabe mejor que nadie, cómo criticar y mofarse de su tierra, con sorna, y sacar el jugo a la manera escocesa:
Sin miramientos, con una sinceridad apabullante; y con mucho humor negro.
Esto no falta, y se mantiene intacto:
Escocia y Edimburgo concretamente, en su esplendor.
Desde su buen humor, su gente pelirroja, sus delitos, sus chanchullos, sus confidencias y sus “haggis”, Irvine Welsh relata sin tapujos, criticando a la sociedad de su tierra, que sigue abarrotando los pubs, aunque todo se vaya al traste; y siempre unido a la cara B de las drogas.
Lo novedoso de “Filth”, es “el monólogo interior”; y es literal esto de “interior”, porque la que habla es la solitaria del personaje.
Así, la novela posee 2 líneas:
Una, la del policía, y otra que irrumpe de vez en cuando.
Al principio, tímidamente; después participa en mayor grado, dado que ésta se hace más fuerte por el “abastecimiento” de su anfitrión.
La maquetación del libro, acentúa la importancia de estas palabras, sobrescribiendo sobre las palabras de Bruce:
Lo que dice el policía, queda encubierto con las “nubes” de texto que empiezan con balbuceos, para después arrojar el rapapolvo a este pasado de rosca.
“It's a filthy job getting to the top, but somebody's got to do it”
Filth es una comedia del año 2013, escrita y dirigida por Jon S. Baird.
Protagonizada por James McAvoy, Imogen Poots, Jamie Bell, Joanne Froggatt, Eddie Marsan, Jim Broadbent, Emun Elliott, Kate Dickie, Shirley Henderson, Ron Donachie, Martin Compston, Iain De Caestecker, Pollyanna McIntosh, entre otros.
El guión está basado en la novela homónima, publicada en 1998, del autor escoses Irvine Welsh.
La historia tardó 15 años en llevarse al cine.
Pasó de mano en mano, y todo el mundo consideraba que era un proyecto imposible de producir.
Eso fue claro, hasta que el director y guionista Jon. S. Baird, se hizo con las riendas; adaptó la novela como se hace una buena traducción, no con fidelidad, sino con lealtad.
Y el propio Irvine Welsh, se confesó encantado.
En Filth, se muestran situaciones bizarras y excesos, los que incluyen sexo, drogas, violencia, y perversión; pero sobre todo, nos muestra el lado sucio/cochino de la sociedad, y lo que hacen algunas personas para escapar de sus problemas, y la realidad que los tormenta.
En Filth, está de fondo el auténtico humor escocés, oscuro y siniestro.
De hecho, Baird, McAvoy y Welsh son escoceses:
“Nos reímos muy a menudo de cosas desagradables, puede que porque vivimos con ellas, y eso solo se supera con la risa”
Sobra decir, que Filth es un film netamente para adultos, por su alto contenido sexual, su lenguaje obsceno, y todos los improperios que se le puedan achacar a la vil personalidad del protagonista, pero si no fuera así, no habría película.
La acción sigue al detective Bruce “Robbo” Robertson (James McAvoy), un hombre separado, que trabaja en el cuerpo de policía de Edimburgo, pero esto no es una razón sólida para ser un ciudadano modélico, pues él es el más maleducado, pervertido, misántropo, y adicto a las drogas y al sexo de Edimburgo; un trastornado, loco, que no duda en dañarse a sí mismo, y a toda la gente que lo rodea; un destroza vidas, un degenerado, un ser auto destructivo con una doble vida y personalidad.
A pesar de ello, Robertson quiere un ascenso…
Claramente, es la persona adecuada para el trabajo; y piensa que el resto de sus colegas son unos idiotas.
Pero todo cambia, cuando un inoportuno sarpullido aparece en sus genitales, y un parásito invade la mayoría de su intestino, convirtiéndose en la voz de su conciencia.
Mientras, Robertson tiene que investigar el complicado asesinato del hijo de un importante diplomático, y el jefe de Bruce quiere resultados.
No hay problema.
Él está al mando, y cuando resuelva el caso y consiga el ascenso, su mujer volverá con él.
Conforme avanza el metraje, nos adentramos en la mente de Bruce, entre recuerdos y alucinaciones, podemos apreciar cómo va perdiendo el control de su vida, la autodestrucción y locura se van haciendo presentes, conocemos sus motivaciones, y qué lo llevó a ser de esa manera.
Filth, es una experiencia profundamente desagradable, un viaje a las cloacas del alma tan furioso, tóxico y contradictorio, como su propio protagonista.
Si te gusta el humor negro, una pizca de surrealismo, las historias sobre violencia, sexo y drogas, y eres fan de James McAvoy, definitivamente Filth es una muy buena opción, y tendrás oportunidad de verlo en un papel muy diferente a cualquiera de sus trabajos anteriores.
Filth es dura, confusa y extraña, pero dentro de todo ese desparrame, se muestra una idea clara sobre cuanto loco hay suelto.
“Sometimes it takes a wrongdoer to show you when you are doing wrong”
Todos sus apartados:
Dirección, guión, interpretaciones, y apartado técnico, son de sobresaliente, tanto en conjunto como por separado, destacando la genialidad del director, a la hora de transportar al espectador, a la mente de un perturbado; con su guión, que entremezcla de forma sensacional, el drama y la comedia, balanceándolas entre lo real y lo irreal.
La palabra “filth”, es utilizada en El Reino Unido, para referirse de forma despectiva a la policía.
El título, no solo se escogió por su sentido figurativo, puesto que el protagonista pertenece a esa institución, sino también en su sentido literal:
“suciedad”, “obscenidad”… debido a su personalidad:
Bruce Robertson, es un detective escocés que vive en Edimburgo.
Según Bruce, entró a la policía, debido a la opresión que estos funcionarios ejercen sobre la población; pero no para ponerle fin, sino para participar de ella...
De arranque, haciendo uso de la comedia afilada que mete el dedo en la llaga, vamos descubriendo que esta es una película de hijos de putas, pero que hay uno concretamente dirigiendo el cotarro desde las sombras, que es el más grande con diferencia.
Con sus jugarretas varias, cada cual más retorcida, a todos los que se encuentra en su camino, vamos descubriendo como es el “big motherfucker” que protagoniza esta viciosa historia, es precisamente, Bruce Robertson:
Un hombre violento, manipulador, misógino y egoísta; y Filth nos muestra su historia y los personajes que lo rodean, a través de sus ojos, con una narración que nos va explicando, quién es quién.
El protagonista, tiene delirios de grandeza, y busca triunfar a como dé lugar, incluso a costa de sus compañeros de trabajo.
Con su personalidad arrollante, y su total ausencia de escrúpulos, controla a su jefe, a sus compañeros, a los que también humilla siempre que puede, y por supuesto, a las mujeres de estos, creando situaciones y diálogos delirantes, en los que suelta frases despreciables pero brillantes, que acaban rompiendo en la locura marca de la casa, es decir, sexo y drogas.
En lo que puedo decir que son una especie de “flashbacks”, o peor aún, maquinaciones de la misma mente de Bruce, vemos a una mujer en ropa interior, que dice ser su esposa:
Carole (Shauna Macdonald) nos dice la importancia que tiene el ascenso de su esposo, para poder vivir un matrimonio mejor.
Ya estarás pensando que esa es la definición de chupasangre, pero nos muestra porqué Bruce se ha convertido en un hombrecito tan desagradable.
Su enfermiza mente, cree que conseguir el cargo hará que viva feliz, pero no está viendo el precio de sus acciones:
“Se aplican las mismas reglas”
El motor de Filth, es el deseo de Bruce de ser ascendido, para lo cual ha planeado eliminar a la posible competencia, sembrando mentiras entre los demás detectives.
Además de esto, deberá resolver un caso de homicidio, que probablemente lo ayudará a obtener el codiciado puesto.
Sólo porque Bruce diga que “eres su mejor amigo”, no significa que no vaya a manipularte, y a engañarte con tal de lograr su objetivo, como es el caso del infeliz Cliff Blades (Eddie Marsan), de quien abusa física y verbalmente.
Y si eso pasa con su “mejor amigo”, pues no quiera uno imaginarse la forma en que trata a sus colegas:
Ray (Jamie Bell), Gus (Gary Lewis), Gillman (Brian McCardie), Peter (Emun Elliott), y Amanda (Imogen Poots)
Como la trama es contada desde el punto de vista del protagonista, Filth aprovecha de adentrarnos en su mente:
En varias escenas, se muestran imágenes extrañas, a veces grotescas, del subconsciente de Bruce.
Por ejemplo, cuando describe a cada uno de sus compañeros, los vemos a través de sus propios prejuicios:
Un fascista, un imbécil, un marica, un cocainómano, una puta, un jefe bueno para nada…
Durante los primeros minutos, estos elementos son exaltados por Bruce, quien pasa de un vicio a otro, a un ritmo frenético.
La rapidez de estas escenas, hace un poco difícil seguir la película con claridad, pero uno termina acostumbrándose al estilo del director Jon S. Baird.
También, somos testigos de los pensamientos que atormentan al personaje, los que revelan una fuerte inestabilidad mental.
Y es que cuando se trata con un personaje como este, adicto a las drogas, y con un código moral casi inexistente, existe el riesgo de caer en la monotonía.
La primera media hora, puede ser muy entretenida, con una intensidad que obliga a cualquiera a prestar atención, pero si no se varía la fórmula, puede terminar siendo aburrido.
Filth es consciente de esto, así que nos va mostrando poco a poco, que la corrupción de Bruce tiene una raíz que nos permite comprenderlo mejor.
No se trata solamente de un policía abusivo...
Sus actos, son una respuesta a problemas que tuvo en el pasado.
La forma en que el personaje lidia con estos acontecimientos, es a través de la violencia, ya que su propio dolor, es mitigado al hacerle daño a los demás.
Bruce, además debe lidiar con una fuerte bipolaridad, que a veces lo lleva a fluctuar entre los vicios más desalmados, y un profundo arrepentimiento; en una escena, por ejemplo, el protagonista se abre ante otro personaje, contándole lo que le ha pasado con total honestidad.
Pero luego de esto, ataca a la persona que lo había estado escuchando, lo que impide cualquier tipo de ayuda.
Sin embargo, a media que avanza el metraje, uno se da cuenta que hay algo que no funciona.
Es todo muy extraño:
Él y su mujer, nunca comparten plano y, en definitiva, da la impresión como que su mujer no existe, que está muerta, pues siempre que aparece muestra una tez pálida, mortecina.
Es ahí cuando la trama se complica, y deja de ser divertida.
El personaje, poco a poco se derrumba, ya no resulta gracioso, ya no produce asco, ya no produce horror, ya no produce otra cosa que no sea patetismo.
Resultar patético, es lo peor de todo.
Una vez descubrimos el porqué de su comportamiento, la realidad sobre su mujer, y el secreto que oculta a todos sus compañeros, Filth ya no es lo que era.
El bajón y la decepción son terribles, y la película sucumbe en las procelosas aguas de la psicopatología.
La última vuelta de turca de los guionistas, trata de remontar el interés perdido, dejándonos un sabor de boca agridulce, donde un perdedor, siempre lo será, incluso cuando gana.
Lo que más me gustó, es que no hay redención:
Bruce Robertson, es quien es.
Sin duda, se irán descubriendo grietas en su aparente fortaleza y violencia, grietas que indican que Robertson está perdiendo la capacidad de distinguir lo que es real, y que camina junto al precipicio de la locura.
Quizás, al final comprendamos al personaje, pero desde luego, es difícil, o casi imposible, identificarse con un sociópata.
Ahora bien, la esencia de la película, no reside en sí Bruce Robertson consigue el ascenso o no, su objetivo desde el inicio; lo interesante de la historia, es ver cómo Bruce, que cree que controla todo lo que le rodea, incluidos sus compañeros, sus amantes y los criminales, va perdiendo el dominio de su vida, hasta que toda su realidad se desmorona.
Como decía, no hay ayuda posible, ni redención, pese a que sí veamos atisbos de humanidad en Bruce, cuando realiza alguna buena acción; y Filth deja claro, que cada uno elige su camino en la vida, y por muy despiadadas que sean las consecuencias, es imposible huir de ellas.
“Same rules apply” o “las reglas se aplican a todo el mundo por igual”
Y Bruce cae víctima de la misma red de mentiras, engaños y maldades que ha tejido a su alrededor.
En lo técnico, Jon S. Baird, para traspasar la narración al lenguaje cinematográfico, pues la novela de Welsh, como muchas otras de sus obras, utiliza recursos estilísticos muy variopintos, en este caso, el monólogo interior de la solitaria, que se impone a veces al discurso del propio protagonista, le inyecta la locura necesaria a cada situación que se va presentando.
Utiliza abundantes primeros planos, como es de esperar para aprovechar la cara de loco de James.
El director escocés, consigue que por momentos estemos dentro de la molondra de Robertson, arrastrándonos por la suciedad de sus ideas, gracias a un ritmo desbordante, que nos va llevando por numerosas escenas cada vez más surrealistas.
Del reparto, la mejor manera de valorar lo que hace James McAvoy con su personaje, es comparándolo directamente con las acciones de Bruce en Filth, ambos no tienen límites.
McAvoy, está poseído, como demuestra con cada mirada sádica a la cámara, o en los “interrogatorios callejeros” que se marca en los que pone una intensidad que acojona.
Él mismo admitió en entrevistas, que no era el actor más obvio para interpretar el papel de un cuarentón, con problemas familiares, alcohólico y drogadicto, y sin embargo, consigue transformarse y meterse en la piel de este personaje tan transgresor.
McAvoy trabaja el lenguaje corporal, la manera de andar, de hablar, de reírse, de escupir, o de sonreír sardónicamente a la cámara, hasta conseguir que el espectador se olvide de cualquier otro papel que hubiera interpretado.
La efectividad de estos momentos, no sería la misma sin el trabajo de James McAvoy, sobre todo por la energía que le inyecta a su interpretación.
Es a través de sus ojos, que principalmente lleva a cabo su labor, los que en algunas escenas expresan una rabia desaforada, y en otras, una dolorosa pena.
Y le otorga al personaje, la sustancia necesaria para no caer en una caricatura fastidiosa.
Este papel, en un mal actor, o en uno que no consiga cogerle el tono, habría destruido toda la película, pero con James, no hace más que elevarla, él es la película, todo gira en torno a él, y con su personaje, hace funcionar a los demás.
Remarcable es el trabajo de todo el elenco de actores que lo acompañan:
Jamie Bell, encarna al compañero más joven de la unidad, Ray Lennox.
Es adicto a la cocaína, y actúa como la mascota de Bruce.
Es casi como un pequeño aprendiz de Robertson, aunque este no pierde oportunidad de ponerlo en evidencia, robándole los ligues, y cuestionando su virilidad.
En todo momento le recuerda que él, Bruce, es el macho alfa.
También destaca el trabajo de Eddie Marsan, un francmasón cándido, al que la víbora de Bruce, manipula a su antojo, dejándonos momentos estupendos, como el de Hamburgo.
Está un Jim Broadbent surrealista, interpretando al psicoanalista/lombriz, ensoñado por Bruce, que le da mucho humor, este rol en el libro, curiosamente era una solitaria con la que Bruce hablaba, y que en el film se ha adaptado.
Shirley Henderson, da vida a la esposa de Clifford, con ese risible pelo cardado, salido de los 80, muy divertida en su cachondo papel.
John Sessions, es el veterano jefe de Bruce, Bob, un retrógrado con múltiples prejuicios, pero jocoso.
Emun Elliott, es Peter English, el burlesco amanerado, competidor de Bruce, buenos sus momentos.
Imogen Poots, es Amanda, otra competidora, que poco jugo deja...
Y el final, te deja con la sonrisa torcida:
Bruce, ha caído definitivamente en el abismo, ha sido relegado a policía raso, todos saben que es un travesti demente, y se dispone a colgarse en su piso, pero cuando va a tirarse de la silla, aparece en la puerta de cristal, la silueta de la mujer de la que se ha enamorado por su pureza, la única por la que ha hecho algo, y haciendo funambulismo para no caerse, dice a cámara:
“Se aplican las mismas reglas”, y zaz… turbador.
Hay muchas alternativas para ese final, pero todas apuntan en la misma dirección:
Una vida atrapada en un callejón sin salida.
En Filth hay varios cambios con respecto al libro, por ejemplo:
El asesinado del principio, es un negro que se acuesta con la esposa de Bruce; por lo que este hecho amplifica su racismo, no entiendo porque se ha suprimido esto…
Además, el travestido Bruce, remata al negro con un martillo, y de hecho en el film, no se sabe nunca, si muere por el ataque de los hooligans, o por Bruce…
Como dato, hay un sentido homenaje en varias escenas a Stanley Kubrick, mediante un par de primeros planos de un poster de “2001: A Space Odyssey” (1968), y a la obra maestra de 1971, “A Clockwork Orange”, en la escena de la agresión que resultó en asesinato del oriental que realmente era un negro en la novela.
Prohibido perderse los créditos finales, con cierre de dibujos animados, y una gran consonancia con la historia en forma de cuento.
Por último, la banda sonora, es una curiosa mezcla en la que cohabitan éxitos del funky, como “Love really hurts without you” de Billy Ocean; “Dr. Love”, de Tom Jones, y baladas sesenteras tan inocentes, como “Will you love me tomorrow” de The Shirelles; a estos temas alegres y ligeros, hay que añadirles el hit de la electrónica “Mr. Vain” de Culture Beat, que se usa en una escena de sexo realmente cruda, y cuyo título sirve para definir una de las facetas de Bruce; así como las creaciones orquestales originales hechas para la película, a cargo de Clint Mansell; que se adapta a la perversión y la locura del personaje, creando una composición repleta de cambios, sintetizador, orquesta, música para niños, dulces melodías, todo con su estilo hipnótico.
Inclusive, colabora con Coco Summer, en la versión del tema de Radiohead, “Creep”, canción que si bien ha sido versionada infinidad de veces, aquí suena con un toque diferente, que la hace especial, con sonido “escocés” de fondo, y profundidad en significado.
“Same rules apply”
Resulta que El Servicio de Inspección Interna de La Policía Británica (HMIC), ha hecho público recientemente, un informe en el que determina que, pese a los últimos escándalos que han sacudido a las fuerzas de seguridad, la corrupción no representa un mal endémico en el cuerpo, que sin embargo, sí precisa de una aclaración de patrones de comportamiento.
El informe ha arrojado un considerable aumento en el número de agentes de la policía británica, que se involucran en casos de tráfico de droga, o abuso del poder para la gratificación sexual.
El HMIC, realizó el informe hace unos meses por La Agencia contra El Crimen Organizado Grave (SOCA), diciendo:
“La evaluación puso de relieve, que la corrupción para obtener favores sexuales, es una preocupación importante”
Y el informe de SOCA, ha tenido como objetivo, recopilar casos en los que agentes de policía, se habían aprovechado sexualmente de personas vulnerables, o pedido “favores” a prostitutas.
Según el estudio, el número de casos reportados, ha ido en aumento desde el año 2009.
“Abuso y suministro de drogas de clase A, es decir, éxtasis, LSD, heroína y cocaína; y B, cánnabis, anfetamina, metanfetamina; están ocurriendo con mayor frecuencia, y entre un mayor número de fuerzas policiales, en comparación con el informe de 2010”, especifica el texto.
Los datos fueron reunidos durante un período de 3 años, a base de los informes de La Inteligencia de Las Fuerzas Policiales en El Reino Unido.
El estudio revela que, en los 12 meses anteriores a marzo de 2014, se registraron 406 casos de mala conducta sexual por la policía del Reino Unido.
Añade también que, durante los últimos 2 años, se han abierto 9 mil investigaciones sobre la corrupción de la policía, de las cuales, 5700 fueron archivadas, sin seguir el curso legal.
Los datos, también muestran que la mitad de las fuerzas policiales, ni siquiera tiene “un plan efectivo de lucha contra la corrupción policial”, mientras que la mayoría de la parte restante, no es consistente en sus métodos de investigación sobre el tema.
También, demuestran que 1 de cada 20 casos examinados, tiene que ser enviado a La Comisión Independiente de Quejas Policiales, para una mayor investigación, pero no se ha enviado ninguno.
Pese a las pocas irregularidades detectadas, un 34% de los británicos, piensa que la corrupción es un problema en las filas de la policía, según una encuesta realizada a 3.571 personas.
Un mayoritario 67%, no cree que estas conductas sean una práctica extendida.
A la percepción negativa, han contribuido los escándalos desatados últimamente, cuando el escándalo de las escuchas del desaparecido “News Of The World”, salpicó a destacadas autoridades.
El Jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson, y El Principal Oficial Antiterrorista de la capital, John Yates, dimitieron por las implicaciones policiales del caso.
“I am on a murder case here.
That's M-U-R-D-E-R, which spells S-E-R-I-O-U-S.
So if I don't get my A-R-S-E in G-E-A-R, I'm in serious S-H-I-T, okay?”
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