Au Revoir les Enfants

“T'as peur?”

En La Segunda Guerra Mundial, durante El Holocausto, La Iglesia Católica Romana jugó un papel importante en el rescate de cientos de miles de judíos de ser asesinados por los nazis; cuyos miembros, a través del cabildeo de los funcionarios del Eje, el suministro de documentos falsos y el ocultamiento de personas en monasterios, conventos, escuelas, entre familias e instituciones del propio Vaticano, salvaron a cientos de miles de judíos.
No es causal que la propia Iglesia Católica se enfrentó a la persecución en la Alemania de Hitler, y la resistencia católica alemana institucional al nazismo, se centró en gran medida en defender los propios derechos e instituciones de La Iglesia; así, la resistencia más amplia, tendió a estar fragmentada y dirigida por el esfuerzo individual en Alemania, pero en todos los países bajo ocupación alemana, los sacerdotes desempeñaron un papel importante en el rescate de judíos, por lo que ayudarlos fue castigado severamente, y muchos rescatistas y aspirantes a rescatadores, fueron asesinados, enviados a Los Campos de Concentración .
De hecho, en especial, muchos clérigos y religiosos franceses han sido honrados por Yad Vashem, la institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis contra los judíos bajo el nazismo y durante La Segunda Guerra Mundial.
La primera deportación de judíos de París, ocurrió el 27 de marzo de 1942, en su mayoría nacidos en Polonia, fueron llevados a Auschwitz; las deportaciones continuaron durante los siguientes meses, y se intensificaron en agosto; pues el 28 de agosto de 1942, los alemanes ordenaron el arresto de todos los sacerdotes católicos que albergaban a judíos.
Sin embargo, 2/3 de los 300,000 judíos que vivían en Francia al estallar la guerra, sobrevivieron al holocausto nazi; ya que miles de sacerdotes, monjas y laicos actuaron para ayudar a los judíos franceses, quienes los protegieron en conventos, internados, presbiterios y familias.
En particular, el monje carmelita, Lucien Bunel, que en realidad se llamaba Jacques de Jesús, fue enviado al Campo de Exterminio de Mauthausen por albergar a 3 niños judíos en su escuela; y aunque Bunel pudo informar a sus estudiantes mayores de la identidad judía de los niños, y se mantuvo el secreto, un antiguo alumno que se había unido a La Resistencia reveló bajo tortura la identidad de Bunel.
Por otra parte, la representación de La Shoah en el cine, constituye un problema sobre la posible representación del exterminio de los judíos por parte de la Alemania nazi en las películas; y es, ante todo, una herramienta documental que jugó un papel decisivo en la construcción del conocimiento durante este período, al igual que la fotografía; por lo que es en gran parte gracias al cine que Los Juicios de Núremberg tuvieron grandes repercusiones; porque el cine en obras de reconstrucción histórica y ficción, también ha cuestionado la representación del exterminio.
Fue en las décadas de 1970 y 1980, que las obras de ficción francesa evocaron El Holocausto de una manera alusiva, pue El Holocausto siempre estuvo en el fondo de una narración “sobre La Ocupación”
Con “Lacombe, Lucien” y “Au Revoir les Enfants”, Louis Malle obtuvo el punto más alto de su carrera.
Louis Marie Malle fue un director de cine, guionista y productor francés, ganador de La Palme d’Or y el Oscar al Mejor Documental por “Le Monde du Silence” (1956), y uno de los únicos 4 directores que ganó El León de Oro 2 veces; y en esta película, Malle narra sus recuerdos de la guerra; por lo que la historia es en parte autobiográfica, ya que él fue testigo de una situación similar durante su infancia:
El Père Jacques de Jésus, OCD, fue un sacerdote católico francés y  carmelita descalzo; que mientras se desempeñaba como director de un internado dirigido por su Orden, acogió a varios refugiados judíos para protegerlos del gobierno de ocupación nazi, por lo cual fue arrestado y encarcelado en varios Campos de Concentración; siendo uno de los que emprendió esfuerzos para ayudar al pueblo judío durante la ocupación nazi de Francia; y como director, utilizó la mejor herramienta disponible para él:
Hizo de la escuela de niños, un refugio para hombres jóvenes que buscaban evitar el servicio militar obligatorio para el trabajo forzado en Alemania y para los judíos.
En enero de 1943, inscribió a 3 niños judíos:
Hans-Helmut Michel de 13 años bajo el nombre de Jean Bonnet; Jacques-France Halpern de 17 años, bajo el nombre de Jacques Dupré; y Maurice Schlosser de 15 años, bajo el nombre de Maurice Sabatier como estudiantes.
También ocultó a un 4º niño judío, Maurice Bas, como trabajador en la escuela; abrigó al padre de Schlosser con un aldeano local; y colocó a un notable botánico judío llamado Lucien Weil, en la facultad de la escuela.
Pero La Gestapo descubrió las actividades del padre Jacques, y se apoderó del fraile y de los 3 estudiantes judíos, el 15 de enero de 1944; y el 3 de febrero, las autoridades alemanas deportaron a los niños y a la familia Weil a Auschwitz, donde tan solo llegando murieron gaseados.
Por su parte, Père Jacques finalmente llegó al Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen; donde encontró formas de elevar la moral de sus desesperados compatriotas; y cuando todos los sacerdotes de Gusen fueron trasladados a Dachau, supuestamente menos severo que Mauthausen, Jacques veló su identidad sacerdotal, siendo el único sacerdote de 20,000 prisioneros en Gusen.
Allí aprendió suficiente polaco para ministrar a los prisioneros polacos, que lo llamaron Père Zak; aunque se debilitó progresivamente, se mantuvo como uno de los líderes de La Resistencia que todavía estaba activo en el campo, ganándose el respeto de todos sus internos.
A Louis Malle ese tema lo persiguió desde siempre y esta historia trágica, es la que lo llevó al cine.
A los 55 años, y con una sólida y reconocida carrera profesional a sus espaldas, el maestro de “La Nouvelle Vague” se atreve a saldar por fin cuentas con su pasado, rodando la película que siempre había querido rodar, y para la que llevaba preparándose psicológicamente más de media vida.
En esta sutil y delicada Obra Maestra, Malle lleva a la pantalla uno de los recuerdos que más marcaron su infancia y posterior existencia, un recuerdo traumático y doloroso que nos traslada a una fría mañana de enero de 1944 en el patio del Pequeño Colegio del Carmen, un internado católico al sur de París cerca de Fontainebleau, en el que el futuro cineasta cursaba estudios.
Un recuerdo que persiguió a Malle hasta el final de sus días., siendo la propia voz del realizador, la encargada de cerrar el film para ratificarlo:
“Han pasado más de 40 años de aquello, pero hasta el día de mi muerte, yo recordaré cada segundo de esa mañana de enero”
“Je suis le seul de cette école à penser à la mort.
C'est incroyable!”
Au Revoir les Enfants es un drama bélico francés, del año 1987, escrito y dirigido por Louis Malle.
Protagonizado por Gaspard Manesse, Raphaël Fejtö, Francine Racette, Stanislas Carré de Malberg, Philippe Morier-Genoud, François Berléand, François Négret, Peter Fitz, Pascal Rivet, Bendit Henriet, Xavier Legrand, Irène Jacob, entre otros.
El guión está basado en experiencias de vida del cineasta, que fue alumno a los 11 años de un internado católico situado en las cercanías de Fontainebleau; y está ambientada en otra escuela con diferentes personajes, por lo que contrasta algunos de sus recuerdos, en particular con los de su hermano Bernard que, en aquella época, tenía 15 años, y constata algunas divergencias...
Pero su intención no era simplemente reconstruir el pasado.
Por eso, da prioridad a la realidad de sus recuerdos por encima de la realidad histórica:
“La película se acerca mucho a lo que yo viví, precisa, es así cómo lo recuerdo; aunque me lo haya inventado, no cambia nada”, dijo.
Pero su búsqueda persigue más una especie de verdad interior, una verdad que se revelaría con un trabajo de rememoración que recuerda bastante al de Marcel Proust; no por nada, la película está dedicada a sus hijos:
Manuel Cuotemoc, Justine y Chloé Françoise Malle
Au Revoir les Enfants obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor película extranjera y guión original.
Filmada en Provins, Francia, la historia refleja la vida de un internado carmelita en Francia, durante La Segunda Guerra Mundial, donde un grupo de preadolescentes empieza a conocer la realidad en todos sus aspectos, en los positivos destacando el valor de la amistad o la fidelidad a los suyos, y en los negativos, conociendo la traición.
Durante el invierno de 1943 - 1944 , en la Francia ocupada, Julien Quentin (Gaspard Manesse), de 12 años, hijo de una familia burguesa, era un estudiante en el pequeño Colegio Saint Jean de La Croix, a cargo de los padres Carmelitas.
A su regreso a la escuela después de las vacaciones de Navidad, para el segundo trimestre, en la escuela conoce uno de los nuevos estudiantes, Jean Bonnet (Raphaël Fejtö), un niño orgulloso, silencioso y misterioso por un tiempo rechazado por toda la clase.
Se hacen amigos con el tiempo y Julien finalmente comprende el secreto de su amigo, su apellido no es Bonnet sino Kippelstein, y es judío.
Au Revoir les Enfants es una historia conmovedora y finalmente trágica, porque la intervención de La Gestapo llevará a esta amistad a un final demasiado temprano para los 2 muchachos:
Una fría mañana de enero, luego de una denuncia, La Gestapo irrumpió en la escuela.
El padre Jean (Philippe Morier-Genoud), un luchador clandestino de La Resistencia, y los 3 niños judíos son deportados a Auschwitz y el padre Jean a Gusen I/Mauthausen.
En Au Revoir les Enfants es muy importante el contexto bélico para que puedan surgir estas actitudes, ya que pone a los seres humanos al límite. El colegio internado se encuentra en una zona más o menos tranquila, pero dentro de ese colegio, y por extensión de la pequeña comunidad que lo rodea, Louis Malle refleja todas las actitudes francesas respecto al conflicto, así se muestra un amplio abanico de actitudes que van desde el colaboracionismo de La Francia de Vichy a La Resistencia, pasando por actitudes más bien pasivas.
Y se pueden destacar varias cosas y figuras, como El Cura que basándose en El Evangelio apela siempre a la caridad, a compartir y a ayudar a los desvalidos, y con los 2 personajes a través de los cuales se desarrolla la película, 2 niños, uno de ellos es judío, que está siendo ocultado en el colegio, intentando que pase desapercibido.
Este hecho dará pie al resto de situaciones y actitudes citadas.
Por eso, Au Revoir les Enfants es una obra, sutil y compleja, y propone diversas líneas de reflexión:
Explica el desarrollo de una relación de amistad entre 2 adolescentes que encuentran motivos de encuentro en la lectura en común, la música al piano que interpreta Jean, los juegos y en el descubrimiento por parte de Julien del secreto de Jean, que guarda celosamente en silencio…
Revela el trauma de unos chicos judíos, sin familia, ocultos bajo una falsa identidad, inmersos en la práctica de unos ritos religiosos que no son los suyos y en la enseñanza de unas creencias que no comparten.
Y sin embargo la narración no contiene juicios de valor explícitos e intencionados, no contiene ni elogios ni condenas.
Los hechos hablan por sí mismos.
No se pueden evitar, sin embargo, ni el contraste entre los uniformes, visualmente perturbadores, de los soldados alemanes y los hábitos sobrios y austeros de los carmelitas, ni las diferencias entre las amabilidad verbal de éstos y los gritos ásperos del jefe de La Gestapo; no se oculta el colaboracionismo de compatriotas, con sus secuelas de delaciones, traiciones y venganzas interesadas; con escenas destacadas como la despedida de la madre en la estación de París, la lectura nocturna que los 2 chicos hacen de una escena de amor, los juegos de guerra en el patio, la furtiva y rápida mirada pedófila en la sala de duchas, y las magníficas escenas finales.
Nuevamente no juzga a nadie, aquí no hay ni bueno ni malo, sino una cierta fatalidad marcada por la fluidez de su narrativa y la sobriedad de su puesta en escena, pues se considera la más emotiva y personal de la carrera del director.
Y es que esta película es el retrato de una época donde la guerra ha dejado huellas indelebles, tanto en la memoria como en el corazón de quienes sufrieron situaciones de tanto dolor y dramatismo; por lo que constituye una invitación a favor de la inocencia, la tolerancia y la amistad; y una denuncia contra de la barbarie del racismo.
“Mon message d'aujourd'hui s'adresse particulièrement aux plus jeunes d'entre vous, qui seront confirmés dans quelques semaines.
Mes enfants, nous vivons à une époque de discorde et de haine.
Les mensonges sont tout-puissants.
Les chrétiens s'entretuent.
Ceux qui devraient nous guider nous trahissent à la place.
Plus que jamais, nous devons faire attention à l'égoïsme et à l'indifférence.
Vous êtes tous issus de familles riches, certains très riches.
Comme on vous a donné beaucoup, on vous demandera beaucoup”
Au Revoir les Enfants revela una imagen del hombre y del cineasta que, demasiado a menudo, permaneció eclipsada por su origen social y su inclinación por la provocación.
Fue después de pasar una década en Estados Unidos, donde sus trabajos no obtuvieron demasiado éxito crítico ni comercial, que Louis Malle decepcionado y con ganas de reivindicarse, regresó a su país natal para rodar su película más personal y autobiográfica, con un guión basado en los recuerdos de su estancia en un colegio interno de Avon; y quizás sea la película de mayor reconocimiento de toda su carrera, puesto que obtuvo El León de Oro a La Mejor película en El Festival de Venecia y hasta 7 Premios César, incluyendo los de Mejor Película y Mejor Director.
El filme, hermoso, sutil y contenido, de exquisita sensibilidad e impecable construcción narrativa, aborda temas como la infancia, la amistad, la pérdida de la inocencia, la lealtad o el antisemitismo en tiempos de La Segunda Guerra Mundial; y es en parte autobiográfica:
Louis Malle vivió esta historia que ocupó su mente durante mucho tiempo, de acuerdo con sus propias palabras:
“Durante mucho tiempo, me negué pura y simplemente a atacarla, porque este evento me había traumatizado y tenía gran influencia en mi vida”
El proyecto inicial también se llamaba “My little Madeleine” en referencia a la Magdalena de Proust, antes de llamarse “The New” y finalmente Au Revoir les Enfants.
Sin embargo, el director nunca afirmó decir la verdad como un documental, es una ficción hecha de los recuerdos que tiene de esta historia vivida, a lo que agregó elementos y anécdotas recuperadas en otros lugares, y elementos puramente ficticios.
En general, la profunda amistad entre Julien y Jean es puramente ficción…
El joven Malle, realmente no desarrolló amistad con el verdadero Bonnet, él declarará en varias entrevistas que este arrepentimiento fue lo que motivó la película; y el personaje de Julien corrige lo que Louis Malle no tuvo el tiempo, la oportunidad o la presencia de la mente para hacer en ese momento.
Su forma de buscar pistas sobre la identidad de Jean, como Sherlock Holmes citado en la película, puede verse entonces como la investigación que el director hace a posteriori sobre su pasado.
El rodaje comienza el 26 de enero y termina el 27 de marzo de 1987, y tiene lugar sobre todo por las mañanas por 2 motivos:
Los niños y la luz.
En efecto, Louis Malle había encargado a Renato Berta, joven montador suizo, que hiciera “una película en color pero sin color”:
“No quiero ver El Sol.
Y lo único rojo que quiero ver son los labios de la madre”
El director apuesta por una iluminación fría y colores apagados, como en la secuencia del bosque está especialmente conseguida; y el ritmo es pausado, tranquilo, no intenta ser dramático ni efectista, porque conforme la película avanza vas adentrándote cada vez más en la vida de esos chicos y en la realidad en la que viven; culminando en un final tan emotivo a la par que desolador.
No obstante, esta ausencia de carga dramática al que no estamos acostumbrados, es posible que resulte a muchos lo que se describe como película lenta y pausada; pues narra los acontecimientos del día a día, sin que parezca que nada relevante ocurre.
Sin embargo, ocurren muchas cosas, descubrimos a muchas personas, y sin juzgar ni tomar partido, Malle pone al descubierto con gran rigor y extrema sutileza, y sobre todo con honestidad, todo el abanico de conductas humanas, resultando un film tierno, emotivo y duro, y sobre todo muy real.
La acción tiene lugar en el internado del colegio de Los Padres Carmelitas en Fontainebleau, entre octubre de 1943 y enero de 1944, durante la ocupación alemana.
Julien Quentin es un estudiante que regresa a la escuela de vacaciones; y actúa duro con los estudiantes, pero en realidad es un niño mimado que extraña mucho a su madre.
Triste por regresar al tedio, las clases de Julien parecen sin incidentes hasta que Père Jean, el director, presenta a 3 nuevos alumnos; uno de ellos, Jean Bonnet, tiene la misma edad que Julien; y al igual que los otros estudiantes, Julien al principio desprecia a Bonnet, un niño socialmente incómodo con talento para la aritmética y el piano.
Una noche, Julien se despierta y descubre que Bonnet lleva una “kipá” y reza en hebreo; y después de buscar en el casillero de su nuevo amigo, Julien descubre la verdad:
El nombre de su nuevo amigo no es Bonnet, sino Jean Kippelstein.
El Père Jean, un sacerdote sacrificado y compasivo de la vieja escuela, había acordado otorgar un asilo secreto a los judíos perseguidos; sin embargo, después de un juego de búsqueda del tesoro, Julien y Jean se unen y se desarrolla una estrecha amistad entre ellos.
Cuando la madre de Julien visita en El Día de Los Padres, Julien le pregunta a su madre, si Bonnet, cuyos padres no pudieron venir, podría acompañarlos a almorzar en un restaurante gourmet… y mientras se sientan alrededor de la mesa, la conversación se dirige al padre de Julien, el dueño de una fábrica.
Cuando el hermano de Julien le pregunta si todavía está por El Mariscal Pétain, Madame Quentin responde:
“Ya nadie lo es”
Sin embargo, los Milice llegan e intentan expulsar a un judío del restaurante…
Cuando el hermano de Julien los llama “Collabos”, El Comandante Milice se enfurece y le dice a Madame Quentin:
“Servimos a Francia.
Nos insultó”
Sin embargo, cuando un Oficial de La Wehrmach en el restaurante les ordena fríamente que se vayan, los oficiales de Milice obedecen a regañadientes.
La madre de Julien comenta que El Comensal judío parece ser un caballero muy distinguido; e insiste en que no tiene nada contra los judíos, pero no se opondría si el político socialista Léon Blum fuera ahorcado…
Poco después, Joseph (François Négret), el cocinero asistente de la escuela, está expuesto por vender los suministros de alimentos de la escuela en el mercado negro; implica a varios estudiantes como cómplices, incluidos Julien y su hermano, François (Stanislas Carré de Malberg)
Aunque Père Jean está visiblemente angustiado por la injusticia, despide a Joseph pero no expulsa a los estudiantes por temor a ofender a sus padres ricos e influyentes…
En una fría mañana de enero de 1944, La Gestapo asalta la escuela; y mientras se busca en su aula, Julien involuntariamente señala a Bonnet mirando en su dirección.
Mientras los otros 2 niños judíos son perseguidos, Julien se encuentra con la persona que los denunció:
Joseph, intentando justificar su traición frente a la muda incredulidad de Julien, le dice:
“No seas tan piadoso.
Hay una guerra en marcha, chico”
Luego, Jean y Julien intercambian libros, un pasatiempo compartido de ellos, mientras empacan sus pertenencias debido al cierre de la escuela.
Mientras los estudiantes se alinean en el patio, un oficial de La Gestapo denuncia la naturaleza ilegal de las acciones de Père Jean; además, acusa a todos los franceses de ser débiles e indisciplinados.
Mientras tanto, Père Jean y los 3 estudiantes judíos son llevados por los oficiales.
Père Jean les dice al grupo de niños:
“Au revoir, les enfants!
À bientôt!” y los niños responden:
“Au revoir, mon père!”
Cuando salen de los terrenos, Jean mira brevemente hacia Julien, y él le saluda con la mano.
La película termina con un Julien mayor, que ofrece un epílogo de voz “en off”:
“Bonnet, Negus y Dupré murieron en Auschwitz; el padre Jean en Gusen I/Mauthausen.
La escuela volvió a abrir sus puertas en octubre.
Han pasado más de 40 años, pero recordaré cada segundo de esa mañana de enero hasta el día de mi muerte”
Técnicamente, la puesta en escena, la locación está demasiado bien hecha y elegida.
Ese inquieto y naturalísimo grupo de estudiantes jugando, peleando, comiendo, en clase, durmiendo, es verosímil, natural, vivo, divertido.
Yo mismo sentí similitud con mi infancia en mi colegio… y es fantástica la fotografía y manejo de cámara, hermosa, artística, no invasiva.
La puesta en escena destaca por su austeridad formal, por la “cámara invisible”:
“… mi mayor preocupación es que el espectador se olvide de que está en el cine.
Por eso he prescindido de todos los efectos, y me gusta que la cámara sea como un ojo sabio, bien guiado, que ve más que el ojo humano porque ella nunca se distrae ni parpadea”, dijo Louis Malle, por la monocroma fotografía de Renato Berta, y a modo de envoltorio, por el bellísimo “Momento musical nº2” de Franz Schubert.
Por otro lado, el director ya había abordado el tema de la colaboración en “Lacombe, Lucien”, donde el personaje principal era el colaborador; y se puede establecer un vínculo entre el personaje de Lucien y el del colaborador Joseph en Au Revoir les Enfants:
En el momento de la escritura de “Lacombe, Lucien”, Louis Malle había imaginado el personaje de Lucien idéntico al futuro Joseph, pero luego abandonó esa pista; pero Louis Malle describe el personaje de Joseph como “el primito de Lucien”
También podemos establecer un paralelismo entre Au Revoir les Enfants y otra película de Malle, “Le Souffle au Coeur”, sobre el tema de la relación de fusión entre madre e hijo, el padre ausente y la clase media.
Y es que en las 2 películas también hay una escena casi idéntica, cuando un sacerdote toca la pierna del niño durante la confesión, donde en la primera película, esta escena evoca una insinuación, mientras que en la segunda es muy completamente inocente.
Louis Malle, artesano de lujo, capaz de sacar brillo a las historias más simples y pequeñas, demuestra en esta tremenda película su infinita capacidad narrativa al uso exclusivo de unos personajes infantiles que, sin embargo, van dirigidos a un público más adulto, a un público inteligente y capaz de emocionarse y temblar con una historia de amistad que trasciende al episodio trágico, para convertirse en mosaico de debilidades y grandezas humanas.
Casi cada personaje y cada situación esconden algo más, que al principio parece imperceptible y pasa desapercibido, pero que va aflorando poco a poco.
Como es natural, Louis Malle centra toda su atención en los 2 personajes principales dado que la película narra, ante todo, la historia de amistad entre 2 alumnos.
Los personajes están escritos con suficiente claridad como para que uno vea su lógica, su visión del mundo y la función con que cumple cada uno respecto a los demás y al avance de la historia.
Son personajes discretos, que tienen tremenda historia por debajo, pero que no son exhibicionistas, lo que produce al menos 2 capas de identidad:
La que se ve en sus acciones y relaciones, y la que los hace ser lo que son, lo que trae cada uno en su mochila de vida.
Sutileza del guionista, placer para el espectador.
No hay personajes exagerados, son todos naturales, coherentes y verosímiles. Y hay sub tramas, como la amistad de los niños, como el antisemitismo de la monja, como la vocación de los curas, como la grotesca cocinera, como el envenenado asistente de cocina deforme.
Hasta los nazis son no gritones, no físicamente violentos…
Julien está bien integrado en el colegio, y enseguida revela una serie de rasgos de personalidad e incluso defectos:
Apego exagerado a su madre, ligera tendencia masoquista, enuresis recurrente, etc.
Es un niño con encanto que parece suscitar la confianza de Los Padres.
Sin duda alguna es buen alumno, y está marcado por la clase social a la que pertenece, el hermano mayor, Péguy, latín y griego, actitud con Joseph, etc.
La complejidad del personaje encuentra su punto álgido en la hermosa escena de los baños municipales donde Julien parece “ido”; y evolucionará en función de su relación con Jean Bonnet.
Jean está menos “definido” que Julien, recordemos que, en la vida real, Louis Malle casi no le conocía; y al ser “el nuevo”, es lógico que esté un tanto aislado, véase el versículo de San Simeón Estilita.
Es un excelente alumno en matemáticas y en música, sufre la envidia y el rechazo que suelen provocar los primeros de la clase.
A Jean le rodea cierto misterio:
La comida, la ausencia de oraciones, la atención particular que le prestan el vigilante y Los Padres, etc.; permanece hermético; solo algunas reacciones de hastío o el gesto sádico que tiene con la mosca, que se puede comparar con el de Julien con el compás, dejan adivinar que el muchacho sufre el peso de sus secretos.
Y antes de dar a conocerse realmente, en su relación con Julien debe superar varias fases iniciáticas:
La presentación a la madre, en la escena en el restaurante, como si fuera ella la que de alguna manera “autorizase” a Julien a trabar amistad con Jean; después, la voluntad recíproca de descubrirse y de aceptar la realidad del otro, vista a través del filme de Chaplin, el jazz, la enuresis, y “Las Mil y Una Noches”
Es precisamente el descubrimiento de esta naciente amistad, lo que permitirá a Julien superar la barrera de la infancia.
Y es que la película nos muestra las premisas, y qué duda cabe que también podemos comprender mejor, cómo el martirio de Jean Bonnet fue determinante en la carrera de Louis Malle.
La relación del niño con la madre, a la que adora y respeta, y su hermano mayor, que le permite el placer de la lectura, se corresponde absolutamente con la vida de Malle.
También cierto odio y desinterés hacia su padre, presente en la historia por leves comentarios.
El cineasta francés, revela públicamente los fantasmas de su infancia, básica para su posterior formación cultural, sentimental y cinematográfica.
Sin embargo, a diferencia de lo que se nos cuenta en la película, Michel y Malle nunca fueron amigos; es más, según confesaría más tarde, el segundo no sintió en ningún momento simpatía alguna por su nuevo compañero.
Resulta especialmente sobrecogedor que la amistad que se nos narra en la película nunca existiera, que sea solamente una proyección de su director que se vale de la magia del cine para convertir en realidad una situación personal traumática.
Por otra parte, Joseph, el pobre entre los muchachos ricos, hermano en la ficción de Colin en “Zéro de conduite” o de “Lucien Lacombe”, demuestra su violencia reprimida por su manera de ser.
Lleva muy mal su situación social y sus problemas, especialmente cuando los demás muchachos de su edad no dejan de recordárselo.
Su frustración se convierte en uno de los principales elementos dramáticos de la película; por lo que el deforme, no solo en su actitud final, sí cambia o gira y de hecho gatilla el desenlace, pero él no es reconocible como antagonista sino solo al final.
La señora Quentin, la madre; si lo que trata de hacer Louis Malle es un retrato de su madre y, a través de ella, de una determinada clase social, lo que nos ofrece es un esbozo con una serie de rasgos contrastados:
Con 2 escenas, en la estación y en el restaurante; y una carta.
No cabe duda de que se trata de una gran burguesa, completamente impregnada de la ideología de su clase; pero también es una mujer con corazón que no carece ni de valor ni de un determinado encanto.
Recordemos que la señora Malle, muy creyente, dedicó mucho tiempo a ayudar a “los desgraciados”, visitando las prisiones si era necesario, y que protegió a judíos durante La Ocupación; y entre líneas se pueden encontrar trazos de esta fuerte personalidad en algunas frases o réplicas de la señora Quentin.
Otro, El Padre Jean, director del colegio, es un hombre de convicciones; que está tan plenamente comprometido con La Resistencia como con su sacerdocio, del mismo modo que se niega a dar la comunión a alguien sin bautizar, pues lo contrario constituye una falta grave; no duda en hacer un sermón extremadamente radical contra los ricos, citando el versículo 5 de Juan Santiago, que era de hecho, el verdadero nombre del Padre Jean, delante de la flor y nata de la alta burguesía.
Paradójicamente, su severidad con Joseph, que él mismo considera injusta, es la que origina el drama final.
Todo esto hace de él un personaje esencial, complejo y contradictorio.
La Religión Católica también cumple una importante función de protección de franceses y judíos, formando a esos muy inquietos niños y adolescentes.
Pero también carga la mano con la antropofagia de la transmutación y con el elogio a la pobreza y repulsión a la riqueza; por lo que el verdadero protagonista es La Ocupación nazi, que da lugar a la puesta en escena, mantiene a los personajes en esa locación obligada, y se revela sorpresiva y dramáticamente al final, definiendo la suerte de todos los personajes, los difusos y los visibles.
Ese protagonista es el que mueve los hilos, el omnipresente pero no siempre visible; siendo el que inicia, mantiene y concluye la acción.
Y no gira o camba, solo lo hace su visibilidad.
Por último, citar la banda sonora que recoge solos de piano tomados del “Movimiento musical nº 2” de Schubert y del “Rondó caprichoso” de Saint-Saëns.
“Au revoir, mon père!”
Au Revoir les Enfants es una magnífica película para reflexionar acerca de qué papel jugaron los franceses en La Ocupación, y cuál fue la actitud de La Iglesia Católica durante los años del Nazismo.
¿Existió la resistencia?
Sí.
¿Fue tan numerosa como el cine y la literatura nos han hecho creer?
En absoluto.
La realidad es que la inmensa mayoría de la sociedad francesa fue pasiva ante La Ocupación nazi.
La realidad es que muchos más franceses de los que luego ellos quisieron admitir, fueron colaboracionistas, como en  la secuencia de un padre levantándose indignado, mientras escucha un sermón en el que el cura habla de justicia social, también es muy reveladora en ese sentido.
Y la realidad es que los focos de resistencia fueron escasos, aunque absolutamente admirables.
Esos focos de resistencia se dividieron entre los que lucharon, como una guerrilla, contra los ocupantes; y los que, como en el caso que nos ocupa, escondieron a judíos, sobre todo, perseguidas por los criminales nazis.
En ambos casos, pagaron, en muchas ocasiones, con su vida.
Y luego está el papel de La Iglesia Católica…
Aquí conviene separar la reflexión en 2 partes:
Por un lado, la jerarquía católica, La Iglesia como institución.
Por otro, del que se ocupa la película, el valor de muchos religiosos, que, a título personal, se jugaron la vida para ocultar a perseguidos por el nazismo.
Poca gente puede poner en duda, hoy en día, que La Iglesia Católica, como institución, mantuvo durante los años del nazismo, tanto antes como durante la Segunda Guerra Mundial una actitud pasiva, bochornosamente neutral.
Hacer llamamientos a la paz y la concordia entre pueblos, durante aquellos años negros, es como mirar para otro lado durante una violación, y luego llamar al entendimiento entre hombres y mujeres.
Esta es una mácula que difícilmente podrá limpiarse La Iglesia Católica; y contrasta esta actitud con la que mantuvieron algunos religiosos, que pusieron en peligro sus vidas, para evitar que muchas personas fuesen llevadas a campos de concentración.
De los 3 niños que habla Au Revoir les Enfants, el joven Jean Bonnet se llamaba Hans-Helmut Michel, y se quedó aproximadamente 1 año en la universidad de Avon cerca de Fontainebleau.
En realidad, llegó a este internado unos meses antes que Louis Malle y su hermano Bernard.
Después de que La Gestapo lo arrestara junto a otros 2 niños y el padre, el 15 de enero de 1944, fue enviado a Drancy y luego deportado a Auschwitz.
El padre Jean de la película, como se sabe también existió y se llamaba Jacques de Jésus, nacido Lucien Bunel.
Tras su detención, cuidando a los enfermos y a la enfermería, diciendo misa en el campamento y la ofrenda de Santa Teresa al amor misericordioso con los prisioneros; fue muy querido por sus compañeros de prisión, e incluso por los alemanes; animando a cada prisionero diciéndole:
“No lo dudes, Cristo está allí, en medio de nosotros, como estaba en su cruz, y puedes contemplarlo”
El padre murió poco después de que el campamento fuera liberado por el ejército de los Estados Unidos , y se negó a irse hasta que el último prisionero francés fuera repatriado.
40 años después, Jacques de Jésus fue nombrado en El Centro de Recordación del Holocausto israelí, “Yad Vashem” como “uno de los justos entre las naciones” por El Estado de Israel en 1985, como un no judío que arriesgó su vida durante El Holocausto para salvar a los judíos.
No obstante, Au Revoir les Enfants también está inspirada en la infancia de Gilles Jacob, ex director del Festival Internacional de Cine de Cannes, que estuvo escondido en un seminario durante la guerra.
Se cuenta que Jacob fue llevado por una cadena de combatientes de La Resistencia para esconderse durante toda la guerra en el alumnado de Saint-Rosaire, en poder de los Asuncionistas, en Miribel-les-Échelles en Isère; y se escapa del arresto del ejército alemán, escondiéndose detrás del armonio de la capilla, una escena que Louis Malle ilustrará, 40 años después.
Con 89 años, Jacob es toda una personalidad francesa del mundo del cine, siendo el primer Delegado General del Festival de Cannes en 1978, y Presidente del mismo, de 2001 a 2014, siendo el responsable de ver miles de películas y elegir a los candidatos para La Palme d’Or.
También, el escenógrafo Willy Holt, que ganó un César en 1988 por los decorados de esta película, con un discurso que ha permanecido memorable en la historia del cine, fue un resistente que fue deportado en convoy en febrero de 1944, el mismo convoy en el que los 3 héroes de la película son deportados a Auschwitz.
Confundido como judío sin circuncidarse, pues en los Estados Unidos, la circuncisión es una práctica común incluso entre los no judíos, es deportado a Auschwitz después de haber pasado por El Campo de Drancy; y sobrevive a las marchas de la muerte desde Auschwitz a Buchenwald.
Lo liberan el 13 de abril de 1945; y desde su confinamiento en los campamentos confió:
“Tuve la oportunidad de ser notado de inmediato de un kapo que amaba mis dibujos.
Me preguntó si era pintor.
Le respondí que era mi especialidad.
Estaba dibujando paisajes, desnudos y pronto escenas pornográficas.
Eso fue lo que me salvó. En todos los campamentos a los que me trasladaron, incluido Buchenwald”
En definitiva, el mensaje que quieren transmitir a las generaciones que les siguen, es desconfiar de los juicios maniqueos:
Los buenos a un lado y los malos al otro.
La barbarie puede renacer en cualquier lugar y en cualquier momento.
La propensión al heroísmo, al mal reside en lo más hondo de cada uno de nosotros, pues los verdugos siempre son personas normales.

“Au revoir, les enfants!
À bientôt!”



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