El Bosque de Karadima

Terminando de ver “El Bosque de Karadima” (2015) de Matias Lira con Benjamín Vicuña, Luis Gnecco, Ingrid Isensee, Renato Jofré, Francisco Melo, Gloria Münchmeyer, Andrés Reyes, Osvaldo Santoro, Christian Sève, Marcial Tagle, Ricardo Alfonso Vergara, Pedro Campos, Aline Küppenheim, entre otros.
Drama chileno basado en 2 libros:
“Karadima: El Señor de Los Infiernos” de María Olivia Monckeberg y “Los Secretos del Imperio Karadima” de Juan Andrés Guzmán, Gustavo Villarrubia y Mónica González, que relatan los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Salvador Miguel Karadima Fariña durante las décadas de 1980 y 2000, por lo que el filme está inspirado en el denunciante y víctima, James Hamilton, un gastroenterólogo que relató el acercamiento a Karadima tras perder a su padre; que desconsolado, se acercó a la parroquia de El Bosque, mientras estudiaba Tecnología Médica en La Universidad de Chile e integrarse al movimiento Acción Católica cuya cabeza visible era Karadima.
Como trama, el filme se centra solo en un caso, el de James Hamilton que aquí aparece con el nombre ficticio de Thomas Leyton, y en el párroco homónimo, líder de la iglesia más poderosa de la clase alta chilena, considerado un “Santo” en vida.
Así, Thomas, un adolescente en busca de su vocación, encontrará en el sacerdote a su “director espiritual”; pero durante 20 años, él vivirá paulatinamente en carne propia los abusos físicos y psicológicos por parte del cura, hasta decidir hablar y enfrentar las redes de poder que protegen al cura y desenmascarar definitivamente al verdadero Karadima, un pederasta que bajo la envestidura de representante de Dios en La Tierra actuó con precisión y maldad, escogiendo siempre a la víctima perfecta:
Sumisa, poco desafiante, atractiva, silenciosa, y con un margen de tolerancia muy laxo; que provocó en el joven protagonista, fracturas cada vez más profundas en su personalidad, con lo que empieza a vivir una doble vida totalmente disfuncional.
De esa manera, el sacerdote se aprovecha de su poder simbólico y espiritual, en una sociedad de raigambres y de valores mayoritariamente cristianos, abusando de la debilidad y de la vulnerabilidad psicológica de sus feligreses, para violentarlos emocional y sexualmente, quebrando así su promesa y juramento de celibato, castidad y entrega total a Dios, y al pueblo de éste, a quienes debe “pastorear”
Pero Thomas no solo será su víctima, también lo será su pareja, que será su esposa al convertirse en su “guía espiritual”, una mujer profundamente católica que no busca explicaciones al extraño comportamiento de Thomas en la intimidad…
Esto es comprensible dado el nulo cuestionamiento ante la religión y lo tabú que presupone es el sexo.
Ese es el motor de la película, el poder que ostenta Karadima sobre la comunidad, y cómo inteligentemente se inmiscuye en el ámbito privado de los futuros sacerdotes y cercanos a la Iglesia de El Bosque.
Será cuando nazca su hijo, es que Thomas vislumbra el peligro…
Y es que Karadima mantiene confundido al protagonista, pensando que es el único abusado, hasta que su confesor, en el más estricto secreto, le revela otros nombres…
Es en ese momento que Thomas se atreve a denunciarlo, incluso acudiendo a una entrevista televisada para revelar años de abuso sexual.
Como producción cinematográfica, de entrada vale decir que el realizador tuvo sendos problemas para sacar el proyecto adelante, esto debido a personas que apoyaban a Karadima, y evidentemente por la misma iglesia; sin embargo fue un éxito en cines chilenos, volviéndose una de las películas más vistas del 2015, cuyo impacto provocó una serie de televisión homónima de 3 episodios, con 90 minutos de material adicional.
Pero no hay mucha novedad en una historia así… la diferencia recae en que el filme es más una exploración de la forma en cómo alguien va volviéndose progresivamente dependiente de otra persona, en términos emocionales principalmente, y cómo esa dependencia termina por contaminar toda su vida, al punto en que temas privados que deberían hablarse entre esposos, pasan inevitablemente por el filtro de su confesor, el mismo sacerdote y guía espiritual que abusa durante años del marido; por lo que la audacia reside en el hecho de haber abordado un caso tan espinoso y crudo más que en la manera de exponerlo, sólo ilustrando el abundante material a que dio origen el caso, y con escasa voluntad de profundizar en sus raíces; eso permite centrarse en el proceso de progresiva dependencia emocional de la víctima hacia su victimario, que culmina con el abuso, que puede prolongarse durante años, aunque también deja de lado a las otras víctimas y a la verdadera cofradía de seguidores, que también a menudo fueron sus víctimas, que tenía el cura Karadima en la parroquia de El Bosque, y el circulo de protección en los altos mandos de la iglesia que ignoró las acusaciones de abuso y que estorbó las denuncias, eso tan solo se insinúa en la película…
Y es que el mal es real, y seduce rápidamente con engaño prometedor y afectuoso, para finalmente quitar tu voluntad y tenerte psicológicamente bajo el hechizo de un monstruo que lo consumirá todo, disfrazado de santo.
Así el filme ilustra el bucle muy claro; comenzando con la búsqueda del amor, pasando por una breve descripción de la familia del personaje principal, así como los antecedentes sociales e históricos de Chile en los años 80; y por ello la historia es cierta, y si bien no es un documental, explica uno de los mayores escándalos de La Iglesia Católica que todavía tiene consecuencias.
Técnicamente, este es el 2°largometraje de ficción del actor y cineasta Matías Lira, es el 1° largometraje basado en estos hechos, y es la 2ª película chilena que trata sobre el abuso sexual de los sacerdotes que hace que parezca más “una relación de seducción gay” que una situación de violación, donde acontecen escenas de sexo no tan explícito, amén de culpabilizar al sacerdote pecador, donde apuntan al adulto permisivo que se deja sodomizar, ya profesional y en apariencia un ser estable, independiente, dueño de sí mismo y padre de familia.
En esa dinámica, el realizador es valiente e intenta ser ecuánime al mostrar un vínculo que no se puede dar de otra forma que no sea con la participación voluntaria de ambos “amantes”; por lo que bien se podría considerar a esta obra como el lado B de otro filme de temática similar, “El Club” (2015) de Pablo Larraín, con la diferencia que mientras en el trabajo de Larraín el tema se aborda desde una perspectiva más íntima, desde la visión de los sacerdotes, siendo los abusos más implícitos; aquí se da la visión del abusado, y el accionar es mucho más explícito, al punto que podría incomodar a ciertos espectadores.
Ciertamente, el director opta por esto para forjar una relación más chocante del espectador ante el hecho observado, donde la crítica es ardua y dura, no ante la institucionalidad de La Iglesia Católica como tal, sino ante estos energúmenos que ante la fe y el nombre de un Dios cometen abusos, aprovechando su condición de poder frente a algunos individuos con situaciones de vida frágiles.
Así, la narrativa maneja 2 líneas temporales:
La presente que comienza con el proceso de denuncia por lo cual se encuentra declarando; y mediante el recurso del “flashback”, presenta distintas etapas que el protagonista va mencionando en esa primera línea argumental.
Importante aclarar que Leyton es un personaje de ficción que funciona para darle voz a varias de las personas abusadas en un desarrollo escabroso e impactante, donde se explica y formula en toda su brutalidad, la rotunda, bajeza y miserias humanas, además de la oscura y aberrante cotidianidad.
Por ello el realizador utiliza planos generales para dar cuenta de un carismático sacerdote ante la comunidad, y los primeros planos para demostrar su cercanía ante los jóvenes; donde se desliza paulatinamente a los espacios cerrados y oscuros en los que el sacerdote desnuda sus intenciones.
La cámara es inteligente y consciente de sus limitaciones; se sabe que filma una cinta “de época”, y si sale a la calle lo hace en una costa de acantilados, en el crepúsculo de Zapallar, y donde el aria de una ópera se enreda vulgarmente con los jadeos de un manoseo propinado por un religioso a un menor confundido y entregado a sus pies.
Los personajes son muy reales, y todos los matices están ahí, pero hay algo que me dice que no arriesga, y hace pensar que quizás La Iglesia preferiría que el público vea las cosas de esta manera, donde la víctima es retratada más como un tipo que no puede salir del armario, y ve en el sacerdocio un compromiso de ser gay…
Esa es una generalización peligrosa, suponer que todos o la mayoría de los casos de abuso sexual son así; y en el fondo, eso no es justo para las víctimas, de ahí que la película parezca carecer de empatía y conexión emocional con el público.
Del reparto:
El comediante Luis Gnecco da terror como sacerdote tradicional criminal; y está muy bien caracterizado, con sus comportamientos “dobles” y torcidos; su mirada insinuante, su sensualidad corrupta con seres que le buscaban como farol, guía, y hasta en improvisado horizonte paternal.
Su escena de introducción siendo vestido por jóvenes es tan incómoda que da miedo pensar que pasa todavía en la vida real.
Por otro lado, Benjamín Vicuña se desempeña muy bien, especialmente en su forma profunda de ver, mirar sin hablar, expresa dolor, decepción, horror y angustia.
En el rol de la mujer, la esposa de Leyton interpretada por Ingrid Isensee, es fundamental para que los hechos salieran a la luz, siendo la primera en enfrentar a Karadima por lo que era, un criminal, aunque fuese cortándole una llamada…
Y es que aún como pareja, el abuso de Karadima escapaba lo sexual hacia Thomas, trascendía a temas tan banales como qué ropa usar, y tan fundamentales como la forma de construir un matrimonio.
Estos rescates hacen que la película produzca una incesante sensación de angustia en los espectadores, algo que antes pensábamos estaría sólo reservado a las escenas de abuso, por lo que crea mucho suspense, intriga, llegando casi al terror, de hecho hay mucho terror psicológico.
Y no puedo olvidarme jamás de Pedro Campos, que reflejan con su gesto y mirada un alto nivel de inocencia, ingenuidad y falta de cariños.
Desde Campos, como un joven Thomas, se forma una complicidad aterradora en una relación de poder que puede costar comprender…
en el marco histórico, principalmente chilenos, Pinochet aparece brevemente en una televisión, pero ni su nombre ni las circunstancias se explican, eso sí da el contexto justo sobre el poder, el secretismo y el delito que campó a sus anchas durante ese periodo.
Pero como película no ofrece respuestas, solo da información fundamental, ya que ilustra cómo la atmósfera se llenó de incertidumbre, gran temor a oponerse a la autoridad y credibilidad ampliamente aceptada hacia la poderosa Iglesia Católica.
Como personaje histórico, Fernando Karadima Fariña hizo su carrera eclesiástica como cura diocesano en La Parroquia El Bosque de la comuna de Providencia, que es frecuentada por miembros de la clase alta chilena.
Esto le permitió tejer una extensa red de influencias y conexiones al interior de dicho círculo; y montó una red de jóvenes de los que se rodeaba permanentemente, que eran sondeados para futuras vocaciones sacerdotales.
Allí, conocidos personajes de la élite lo utilizaban como confesor y/o guía espiritual.
Una vez que tuvo lugar el destape, cuando uno de los denunciantes, el médico James Hamilton apareció en el programa de televisión chileno “Tolerancia Cero” e hizo una denuncia pública, que es donde termina la película; el caso involucró tanto a La Iglesia Católica chilena como a La Santa Sede, lo que generó un gran revuelo en Chile por sus vínculos políticos y empresariales; y provocó dudas acerca del rol de la justicia civil en el país, debido a que el fallo de La Santa Sede, en el cual se declaraba culpable de abusos a Karadima, se emitió antes de que la justicia decidiera reabrir la investigación contra aquel; muy a pesar que las denuncias de abusos sexuales en la parroquia de El Bosque datan de 1955…
Como contraparte, “Informe Especial” mostró la defensa del religioso, donde se señaló que los abusos “homosexuales” no ocurrieron cuando los denunciantes eran menores de edad, puesto que habían ingresado al círculo de Fernando Karadima cuando tenían más de 18 años… y se dijo que los denunciantes se concertaron más en dañar la imagen de Karadima, estimando que las acusaciones se debían a “frustraciones y problemas personales”
Sin embargo, el 27 de septiembre de 2018, El Papa Francisco expulsó del sacerdocio a Karadima, confirmando la condena establecida el 18 de febrero que lo consideró culpable de abusos sexuales y psicológicos reiterados.
No olvidar que algunos de los formados por Karadima ocupan cargos en la actual jerarquía de La Iglesia Católica chilena, y muchos de ellos se han visto envueltos en polémica al ser acusados por víctimas de Karadima de encubrimiento y complicidad con los abusos
Cabe señalar también que durante años, Karadima fue defendido públicamente por políticos, fieles de la clase más acomodada del país y altos clérigos de La Iglesia Chilena; por lo que la sentencia contra el ex párroco de El Bosque fue muy similar a la pena impuesta al fundador de Los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, al que se le obligó a retirarse a una vida de oración y penitencia.
Así, desde que se hizo pública esta sentencia, se cree que Fernando Karadima vive en un hogar de ancianos en Santiago.
Por otra parte, el 27 de marzo de 2019, La Corte de Apelaciones ordenó a La Arquidiócesis pagar alrededor de $147,000 por “daños morales” a cada uno de los sobrevivientes, en especial a Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton.
Y en un acto sin precedentes, el 16 de abril de 2020, La Congregación para La Doctrina de La Fe, encontró póstumamente a Diego Ossa, la mano derecha de Karadima que murió en abril de 2020 de cáncer de páncreas, culpable de abuso sexual y de abuso de conciencia de otro de sus seguidores; y en la muerte, se le dio una sentencia simbólica de 5 años de privación de todo cargo eclesiástico.
En definitiva, el filme se merece un tratamiento más impactante, inclusive un documental sería el más completo, porque el filme tiene defectos, como un ritmo algo lento, una narración algo fría, poco dramatismo a pesar del tema tratado y su narración fragmentada puede ser confusa; pero sumando y restando es una estupenda película sobre cómo alguien con autoridad “moral y prestigio” trastoca totalmente los valores de los demás.
Algo que deja de lado, obviamente la producción termina con el destape del caso por parte del protagonista, hay hechos indignantes del caso real, como el sacerdote de alto rango dijo sobre una de las víctimas que era homosexual, y debido a eso, era chantajeado por Karadima, pues “lo suyo no fue abuso, porque como era homosexual, lo que hacían le gustaba”
También el actor Luis Gnecco, quien interpreta a Karadima, se entrevistó con varias personas que lo conocieron, y uno de ellos le dijo que ahora Karadima si “era un Santo porque se había convertido en mártir de La Iglesia” pero tengamos en cuenta que varios sacerdotes e incluso obispos defendieron a Karadima argumentando que se trataba de una persecución por parte de La Izquierda e incluso de La Masonería…
Total, si tan solo el director nos hubiera regalado 5 minutos de cómo Karadima se convierte en el monstruo ávido de dinero, deseo y poder que nos presenta el film, se lo hubiera agradecido; pero prefiere no complicarse ni estirar el hilo más de lo debido; por lo que uno no se siente totalmente afectado, no queda traumatizado o impactado por lo declarado, ya que la visión de los sucesos no deja huella marcada o impresión vergonzante que inquiete al alma y agite al corazón.
Esa factura hace que la conclusión esté llena de inmensos grises que no esclarece, ni evidencia, ni despeja; ni siquiera osa bajar a Los Infiernos y mostrar lo que allí se cocía; por lo que se queda en un cómodo limbo que permite describir la narrativa de los hechos, y guardarse de la impudicia y obscenidad que vive en su interior; pero no condeno al filme, pues parece que hubo presiones y escasez de medios para profundizar y explayarse.
Un filme que no busca incomodar, pero sí que llena de curiosidad al espectador por informarse de una red delictiva que todavía opera allí, muy cerca de todos nosotros.
Como bien advierte el personaje principal, “todo bosque tiene una cuota seductora y tranquilizadora, pero por lo general, al mismo tiempo esconden un gran secreto”
Un secreto que perduró casi 30 años en la ciudad de Santiago, y que fue difícil de sacar a la luz, derribando a una de las figuras más potentes de La Iglesia Católica.
Los monstruos existen, no cabe duda de ello, han perpetuado su actuar a través de generaciones, a la vista y paciencia de mucha gente, y con el permiso, o mejor dicho, con el conocimiento de las autoridades.
Son criminales que no tienen otro objetivo que su propia satisfacción, destruyendo la vida de muchas personas, por generaciones, donde muchos siguen sus pasos, otros nunca logran superarlo, muriendo en el camino, mientras los que logran despertar luchan incansablemente la batalla épica contra Goliat.
“No siempre me veo, pero siempre estoy”
RECOMENDADA.



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