Un Rubio
Terminando de ver “Un Rubio” (2019) de Marco Berger con Gastón Re, Alfonso Barón, Justo Calabria, Antonia De Michelis, Melissa Falter, Malena Irusta, Ailin Salas, Charly Velasco, entre otros.
Película erótica argentina de temática gay, que sigue a 2 compañeros de trabajo que se enamoran en un contexto adverso mientras tratan de esconder su homosexualidad… por lo que comienza como una relación sexual basada en la conveniencia, pronto se convierte en la fascinante evolución a una desgarradora relación.
El filme en realidad trata sobre el mundo masculino de los sentimientos, las emociones y la sexualidad en un solo escenario, claustrofóbico, lleno de prejuicios que entran en la escena como personajes y que impactan a estos 2 hombres:
El moreno, que es un bisexual que pasa a ser homosexual reprimido, y un rubio, el del título, que es el personaje central de la trama, en su búsqueda de aceptación como homosexual ya asumido.
Así el deseo y su insistente postergación es la fuerza que alimenta muchas historias de este gran director de actores, director que maneja muy bien el suspenso y la tensión, que sabe muy bien sobre las relaciones masculinas que es Marco Berger, y nos propone una sensible y respetuosa aproximación a los sentimientos de esos hombres, sin olvidar su marca registrada, los recovecos del homoerotismo.
El ámbito en el que se desarrolla la acción, es barrial, proletario, homofóbico, represor y hostil, por lo que el realizador monta una ambigüedad y un suspenso que no tiene igual en el cine desde hace mucho tiempo, donde la observación pensativa del rostro que mira, presupone lo que se impide decir a gritos.
Por ello es una película de pura contemplación, muy al estilo de Berger, donde el culto al cuerpo y la mirada son agentes fundamentales que buscan no solo la aceptación propia sino cortar la represión del deseo.
Y es que “Un Rubio” es una película compleja, llena de secretos que cuando se descubren ya no pueden volver a guardarse… y se toma el tiempo para explorar el contexto en el que todo deseo se abre paso, los obstáculos que sortea, las prohibiciones que lo aniquilan… no es casual que el rubio protagonista busque su lugar en el mundo; y de esa manera, en las acciones y en los diálogos se descargan los estereotipos y los miedos que surgen por el arquetipo de la homosexualidad.
Hay varios momentos absurdos, que no desmeritan la trama sino que llaman a la reflexión, pues este filme no es sobre gays, sino sobre relaciones sentimentales universales que les pueden pasar a cualquiera, y llama la atención la condena al lesbianismo, algo tan comercializado en el cine para darse por aceptado, que a homosexualidad masculina, que es totalmente aberrante en Latinoamérica, según el pensamiento retrógrada; y la universalidad viene de un momento humillante clave:
En presencia de 3 personajes masculinos, el coprotagonista solo pregunta a 2 si tienen condón, eludiendo al protagonista por su pasividad sexual.
¡Ese fue un momento brutal, muy duro y que todavía duele ser recordado!
Y es que aquí hay muchas máscaras, como pasa en las sociedades latinoamericanas entorno a la sexualidad donde hay mucho aprisionamiento; por ello, el contraste viene con el rubio, la diferencia de tonos de cabellos no es casual, en la búsqueda de la liberación y la reafirmación de la identidad.
Por eso dudo que el filme hable de amor en ambas partes, pues considero que habla de sexo en uno, que es demasiado activo y que ya tiene trapicheos homosexuales; y el sentimiento/amor del rubio, que ya experimentó el sexo gay, pero le interesa más las emociones, de ahí que el otro sea muy “valeverguista” en los sentimientos de los demás, por ello lo convierte en un personaje detestable, que aprenderá muy tarde la lección.
Una curiosidad viene de la carpintería, que es el oficio de los protagonistas, es una gran metáfora dentro de la historia:
Ambos taladran y los cortan en pedazos de madera… pero no veremos nunca el producto terminado, no hay indicios de lo que están construyendo y no tiene sentido que su trabajo tenga sentido; no es casual que al final, el rubio cambie de trabajo, ahora dedicado a cuidar plantas, a su hija de mente abierta como símbolo de mejores tiempos.
Técnicamente, maravilloso, Marco Berger presenta una serie de tomas reflexionadas en su mayoría estáticas, dejando que la cámara permanezca en los rostros de los personajes mientras registran atracción, deseo, frustración, celos, dolor, humillación, amor...
En manos menos hábiles, podría ser aburrido o pretencioso, pero en cambio es fascinante; porque no solo es un tipo de erotismo estilizado, hecho con una construcción “milimétrica”, sino porque la plástica misma con la que pone en escena esa narrativa visual, ha llegado a una depuración destacable.
El uso del foco diferenciado, los encuadres y los minuciosos cortes acompañados por el uso del sonido fuera de campo, el uso de las sombras o los difuminados, constituyen un momento de puro lenguaje donde las formas se apropian de los discursos; y ya esa fuerza que trabaja con la dinámica de lo móvil e inmóvil de los cuerpos que se subliman en el uso de las miradas, esos “close ups” son de una elaboración precisa, intensa y táctil, que traspasa y sobrecoge.
Y en ese sentido, Gastón Re, está más que sobresaliente, un cambio de registro en las antípodas; porque logra transmitir tanta emoción en su apariencia con muy poco diálogo a lo largo de la historia, que lo hace el personaje más interesante; un ángel que lamentablemente cayó en el juego dual un diablo experimentado que compone Alfonso Barón, y uno realmente desea que Re ponga a Barón en su lugar, pero su camino no es ese, sino lograr evolucionar para enfrentar lo más quiere, su hija, que lo acepta sin pestañar.
Si se le puede achacar algo a la película, es que es algo largo en metraje, hay silencios y acciones muy repetidas y prolongadas; y personajes que pretenden tener una historia, como el par de amigos que llegan, donde uno parece ser un habitual juguete sexual del coprotagonista, queda en dudas...
Y creo que deviene para elevar ese factor de frustración de Gabo, que es constantemente abusado emocionalmente por Juan, que siempre regresa por más, en clara alusión a su seguridad como “macho alfa” que el rubio recibe con satisfactoria humillación sin pronunciar nunca una palabra de protesta.
En definitiva, el filme muestra una realidad terriblemente universal, la represión ha hechos muchos estragos en la vida de muchas personas que se merecen vivir plenamente sus sentimientos y sexualidad.
“Quiero una vida normal, no quiero que me señalen”
RECOMENDADA.
Película erótica argentina de temática gay, que sigue a 2 compañeros de trabajo que se enamoran en un contexto adverso mientras tratan de esconder su homosexualidad… por lo que comienza como una relación sexual basada en la conveniencia, pronto se convierte en la fascinante evolución a una desgarradora relación.
El filme en realidad trata sobre el mundo masculino de los sentimientos, las emociones y la sexualidad en un solo escenario, claustrofóbico, lleno de prejuicios que entran en la escena como personajes y que impactan a estos 2 hombres:
El moreno, que es un bisexual que pasa a ser homosexual reprimido, y un rubio, el del título, que es el personaje central de la trama, en su búsqueda de aceptación como homosexual ya asumido.
Así el deseo y su insistente postergación es la fuerza que alimenta muchas historias de este gran director de actores, director que maneja muy bien el suspenso y la tensión, que sabe muy bien sobre las relaciones masculinas que es Marco Berger, y nos propone una sensible y respetuosa aproximación a los sentimientos de esos hombres, sin olvidar su marca registrada, los recovecos del homoerotismo.
El ámbito en el que se desarrolla la acción, es barrial, proletario, homofóbico, represor y hostil, por lo que el realizador monta una ambigüedad y un suspenso que no tiene igual en el cine desde hace mucho tiempo, donde la observación pensativa del rostro que mira, presupone lo que se impide decir a gritos.
Por ello es una película de pura contemplación, muy al estilo de Berger, donde el culto al cuerpo y la mirada son agentes fundamentales que buscan no solo la aceptación propia sino cortar la represión del deseo.
Y es que “Un Rubio” es una película compleja, llena de secretos que cuando se descubren ya no pueden volver a guardarse… y se toma el tiempo para explorar el contexto en el que todo deseo se abre paso, los obstáculos que sortea, las prohibiciones que lo aniquilan… no es casual que el rubio protagonista busque su lugar en el mundo; y de esa manera, en las acciones y en los diálogos se descargan los estereotipos y los miedos que surgen por el arquetipo de la homosexualidad.
Hay varios momentos absurdos, que no desmeritan la trama sino que llaman a la reflexión, pues este filme no es sobre gays, sino sobre relaciones sentimentales universales que les pueden pasar a cualquiera, y llama la atención la condena al lesbianismo, algo tan comercializado en el cine para darse por aceptado, que a homosexualidad masculina, que es totalmente aberrante en Latinoamérica, según el pensamiento retrógrada; y la universalidad viene de un momento humillante clave:
En presencia de 3 personajes masculinos, el coprotagonista solo pregunta a 2 si tienen condón, eludiendo al protagonista por su pasividad sexual.
¡Ese fue un momento brutal, muy duro y que todavía duele ser recordado!
Y es que aquí hay muchas máscaras, como pasa en las sociedades latinoamericanas entorno a la sexualidad donde hay mucho aprisionamiento; por ello, el contraste viene con el rubio, la diferencia de tonos de cabellos no es casual, en la búsqueda de la liberación y la reafirmación de la identidad.
Por eso dudo que el filme hable de amor en ambas partes, pues considero que habla de sexo en uno, que es demasiado activo y que ya tiene trapicheos homosexuales; y el sentimiento/amor del rubio, que ya experimentó el sexo gay, pero le interesa más las emociones, de ahí que el otro sea muy “valeverguista” en los sentimientos de los demás, por ello lo convierte en un personaje detestable, que aprenderá muy tarde la lección.
Una curiosidad viene de la carpintería, que es el oficio de los protagonistas, es una gran metáfora dentro de la historia:
Ambos taladran y los cortan en pedazos de madera… pero no veremos nunca el producto terminado, no hay indicios de lo que están construyendo y no tiene sentido que su trabajo tenga sentido; no es casual que al final, el rubio cambie de trabajo, ahora dedicado a cuidar plantas, a su hija de mente abierta como símbolo de mejores tiempos.
Técnicamente, maravilloso, Marco Berger presenta una serie de tomas reflexionadas en su mayoría estáticas, dejando que la cámara permanezca en los rostros de los personajes mientras registran atracción, deseo, frustración, celos, dolor, humillación, amor...
En manos menos hábiles, podría ser aburrido o pretencioso, pero en cambio es fascinante; porque no solo es un tipo de erotismo estilizado, hecho con una construcción “milimétrica”, sino porque la plástica misma con la que pone en escena esa narrativa visual, ha llegado a una depuración destacable.
El uso del foco diferenciado, los encuadres y los minuciosos cortes acompañados por el uso del sonido fuera de campo, el uso de las sombras o los difuminados, constituyen un momento de puro lenguaje donde las formas se apropian de los discursos; y ya esa fuerza que trabaja con la dinámica de lo móvil e inmóvil de los cuerpos que se subliman en el uso de las miradas, esos “close ups” son de una elaboración precisa, intensa y táctil, que traspasa y sobrecoge.
Y en ese sentido, Gastón Re, está más que sobresaliente, un cambio de registro en las antípodas; porque logra transmitir tanta emoción en su apariencia con muy poco diálogo a lo largo de la historia, que lo hace el personaje más interesante; un ángel que lamentablemente cayó en el juego dual un diablo experimentado que compone Alfonso Barón, y uno realmente desea que Re ponga a Barón en su lugar, pero su camino no es ese, sino lograr evolucionar para enfrentar lo más quiere, su hija, que lo acepta sin pestañar.
Si se le puede achacar algo a la película, es que es algo largo en metraje, hay silencios y acciones muy repetidas y prolongadas; y personajes que pretenden tener una historia, como el par de amigos que llegan, donde uno parece ser un habitual juguete sexual del coprotagonista, queda en dudas...
Y creo que deviene para elevar ese factor de frustración de Gabo, que es constantemente abusado emocionalmente por Juan, que siempre regresa por más, en clara alusión a su seguridad como “macho alfa” que el rubio recibe con satisfactoria humillación sin pronunciar nunca una palabra de protesta.
En definitiva, el filme muestra una realidad terriblemente universal, la represión ha hechos muchos estragos en la vida de muchas personas que se merecen vivir plenamente sus sentimientos y sexualidad.
“Quiero una vida normal, no quiero que me señalen”
RECOMENDADA.
Comentarios
Publicar un comentario