White Heat

Terminando de ver “White Heat” (1949) de Raoul Walsh con James Cagney, Virginia Mayo, Edmond O'Brien, Margaret Wycherly, Steve Cochran, John Archer, Wally Cassell, Fred Clark, entre otros.
Película de acción y cine negro, basado en una historia de Virginia Kellogg, sobre un delincuente psicópata con un complejo materno, que se escapa de la cárcel y lidera a su antigua pandilla en un atraco a la nómina de una planta química.
Considerada una de las mejores películas de gánsteres de todos los tiempos, estuvo nominada al Oscar como mejor historia, en un drama criminal que va más allá de la psicología de un gánster que la mayoría de los que temen pisar, con la representación del trágico antihéroe constantemente volátil.
Se supo que durante años, James Cagney se resistió a estos papeles en un esfuerzo por evitar el encasillamiento, pero decidió regresar al género después de sentir que su poder de taquilla disminuía… por lo que es notable que se reelaboraron muchos temas de sus películas anteriores con Warner Bros., en particular “The Public Enemy”
El film vale por la capacidad constante de choque de Cagney, que crea una nueva faceta de la mente psicópata, que es producto de una madre sobreprotectora y un padre matón en el patrón clásico; por lo que toda su visión del mundo es simplista, sin sutileza ni sombra; y como todos los mafiosos, tiene muy poca comprensión del mundo exterior.
Por tanto, la representación de Cagney, algo sobreactuada, es un papel importante debido a su patetismo y su negativa a doblegarse emocionalmente, pues significa que nunca estamos invitados a compadecerlo, y cuando parece un punto de simpatía, nos ofrece conductas condenables.
No es casual la dominación de la madre, una que viene a ser absolutamente detestable, nos invita a menospreciar la parálisis mental infantil del personaje.
Y es que su enfermedad y la causa exacta de sus migrañas, siguen siendo un misterio a lo largo de la trama… pero esto se hizo intencionalmente, permitiendo a los espectadores usar su imaginación y sacar sus propias conclusiones…
Y claro está, la escena final funciona en múltiples niveles:
El bueno no puede destruir fácilmente al villano por lo que “explota el mundo en la cara de Cody” o nos dice que muchos como él dominarán el mundo hasta que lo destruyan…
La película se hace larga, bien pudieron cortarse unos pasajes o darle más agilidad a la trama, como cortar todas las escenas del enamorado de su mujer o el tipo que queda desfigurado que no se supo qué pasó con él… pero sí que es una película que revela la naturaleza de la amoralidad, 10 años antes que “Psycho” de Alfred Hitchcock; porque aquí hay una violencia inusitada para la época, narrada con pulso vigoroso y enérgico por parte de Walsh en los momentos de acción, sobresaliendo técnicamente en el contraste de luces y sombras de la brillante fotografía en blanco y negro de Sid Hickox, que acentúa el carácter sombrío y opresivo de determinados pasajes del relato.
El director también hace uso de algunos elementos meteorológicos como el viento embravecido para enfatizar el estado de convulsión en el que se encuentra la psique del protagonista… pues es el odio inequívoco de Cagney hacia el personaje que está retratando, y la honestidad personal que le permite objetivar tanto al personaje que interpreta, como a sí mismo como actor, lo que hace que todo funcione.
“¡Lo hice, mamá, La Cima del mundo!”
RECOMENDADA.



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