Little Caesar

“His gun was a one-way ticket thru the doorway to hell!”

La delincuencia organizada es la actividad delictiva de un grupo estructurado de personas que existe durante cierto tiempo, y que actúa concertadamente con el propósito de cometer delitos graves o delitos tipificados con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico, político u otro beneficio de orden material.
En la sociedad, usualmente se comete el error de usar indistintamente los conceptos de “crimen organizado” y “organizaciones criminales”
Ambos hacen referencia a un grupo de personas que, buscando alcanzar sus objetivos que pueden ser riqueza, poder, etc., realizan acciones que van en contra de la legislación existente.
La diferencia central entre ellos, es que en el primero existen personas con los vínculos necesarios para evitar ser perseguidos por los delitos que cometen o evitar la pena o castigo de los mismos; mientras que en el grupo criminal no tiene estos vínculos.
El término de “crimen organizado” se ha utilizado recientemente para señalar a grupos de personas que se dedican a traficar drogas, personas, cometer secuestros, asesinatos, entre otros delitos.
En Hollywood aún no había llegado El Código Hays, y los tiempos duros de La Depresión y La Ley Seca empezaron a alumbrar un género donde el realismo social y los gánsteres se mezclaban en un día a día, el “sálvese quien pueda y como pueda”
Así, La Era de la producción cinematográfica estadounidense desde La Era del Sonido temprano hasta la aplicación del Código Hays en 1934, se denota como Pre-Code Hollywood; y se caracterizó porque contenía violencia y crimen en imágenes que no se volverían a ver hasta décadas después.
Aunque La Oficina Hays había recomendado específicamente eliminar las blasfemias, el tráfico de drogas y la prostitución de las producciones, nunca se había recomendado oficialmente contra las representaciones de violencia de ninguna forma en la década de 1920.
Sin embargo, las juntas de censura crearon sus propias pautas, y New York en particular, desarrolló una lista de material violento que tuvo que ser eliminado para que se mostrara una película en el estado; así, 2 tipos principales de películas de crimen, fueron lanzadas durante el período:
La imagen del gánster y la película de la prisión.
El historiador de La Era Pre-Código, Thomas Doherty, dijo lo siguiente:
“Ningún género cinematográfico de La Era del Pre-Código, fue más incendiario que la película de gánsteres.
Ni los hilos de predicación ni las películas de vicio indignaron tanto a los guardianes morales o desconcertaron a los padres de la ciudad como los escenarios de alto calibre que convirtieron a los héroes de pantalla en asesinos de piedra”
A principios de la década de 1930, varios criminales de la vida real se convirtieron en celebridades; 2 en particular capturaron la imaginación estadounidense:
Al Capone y John Dillinger.
Gánsteres como Capone, habían transformado la percepción de pueblos enteros; y le dio a Chicago su “reputación como el “locus classicus” del gánster estadounidense, un paisaje urbano donde los “roadsters” a prueba de balas con matones con ametralladoras en los estribos, se apiñaban alrededor de State Street rociando fusilas de babosas en los escaparates de las flores, y derribando a la competencia en garajes salpicados de sangre”
Aun con ello, Capone apareció en la portada de la revista TIME en 1930; incluso 2 grandes estudios de Hollywood le ofrecieron sumas de 7 cifras para aparecer en una película, pero se negó…
Por su parte, Dillinger se convirtió en una celebridad nacional como un ladrón de bancos que eludió el arresto, y escapó del encierro varias veces; y se había convertido en el proscrito público más famoso desde Jesse James; y fue tan famoso que su padre apareció en una popular serie de noticiarios, dando consejos caseros a la policía sobre cómo atrapar a su hijo…
Así, la popularidad de Dillinger aumentó tan rápido que Variety bromeó “si Dillinger permanece en libertad mucho más tiempo, y se obtienen más entrevistas de este tipo, puede haber algunas peticiones circuladas para convertirlo en Presidente”
Con todo ello, Hays escribió un cablegrama a todos los estudios en marzo de 1934, decretando que Dillinger no debería ser retratado en ninguna película.
En abril de 1931, el mismo mes del lanzamiento de “The Public Enemy”, Hays reclutó al ex jefe de policía, August Vollmer, para realizar un estudio sobre el efecto que las películas de gánsteres tenían en los niños.
Después de que terminó su trabajo, Vollmer declaró que las películas de gánsteres eran inocuas, y en realidad demasiado favorables en su representación de la policía.
Aunque Hays usó los resultados para defender la industria del cine, la junta de censura del estado de New York no quedó impresionada, y de 1930 a 1932, eliminó 2.200 escenas del crimen de las películas. 
Y uno de los factores que hicieron que las películas de gánsteres fueran tan subversivas, fue que en los difíciles tiempos económicos de La Depresión, ya existía el punto de vista de que la única forma de obtener éxito financiero era a través del crimen.
Muchos estaban convencidos de que conducirían a tasas más altas de delincuencia juvenil; por su parte, el Kansas City Times argumentó que si bien los adultos pueden no verse afectados por estas películas, fueron “engañosos, contaminantes y a menudo, desmoralizantes para niños y jóvenes”
Y para agravar el problema, los propietarios de teatros locales anunciaron películas de gánsteres con una irresponsabilidad singular.
Los teatros exhibían armas de fuego y “blackjacks”, y los asesinatos de la vida real estaban vinculados a promociones.
La situación alcanzó tal nexo que los estudios tuvieron que pedir a los expositores que atenuaran el truco en sus promociones.
De esa manera, el género entró en un nuevo nivel después del lanzamiento en 1931 de “Little Caesar” que junto “The Public Enemy” que fueron películas increíblemente violentas, crearon un nuevo tipo de antihéroe; que además, impulsados por la actuación del protagonista, fueron considerados “vehículos de actores”
Total, 9 películas de gánsteres fueron lanzadas en 1930, 26 en 1931, 28 en 1932, y 15 en 1933, cuando la popularidad del género comenzó a disminuir después del final de La Prohibición.
De esa manera, la reacción violenta contra las películas de gánsteres fue rápida; y en 1931, Jack L. Warner anunció que su estudio dejaría de producirlos, y que nunca había dejado que su hijo de 15 años viera uno.
“Well, Rico, it looks like you and I are going to take that little ride together”
Little Caesar es una película de acción, del año 1931, dirigida por Mervyn LeRoy.
Protagonizada por Edward G. Robinson, Douglas Fairbanks Jr., Glenda Farrell, Stanley Fields, Sidney Blackmer, William Collier Jr., Ralph Ince, entre otros.
El guión es de Francis Edward Faragoh, basado en la novela homónima escrita en 1929 por William Riley “W.R.” Burnett, que vivió en Chicago donde encontró trabajo como recepcionista nocturno en el sórdido hotel Northmere, donde podía observar el mundo de los gánsteres y el tráfico ilegal durante La Ley Seca; y allí se asoció con luchadores premiados, matones, estafadores y vagabundos.
Ellos inspiraron “Little Caesar” que fue todo un éxito que le consiguió un trabajo como guionista de Hollywood; además, Burnett había escrito la historia del gánster después de ver las consecuencias de La Masacre de San Valentín ordenada por Al Capone.
Little Caesar se convirtió en una película clásica, siendo producida por First National Pictures de Warner Bros., siendo protagonizada por el desconocido Edward G. Robinson.
Temáticamente, W.R. Burnett era similar a Dashiell Hammett y James M. Cain, pero su contraste de la corrupción y la corrosión de la ciudad con la vida mejor que sus personajes anhelaban, representada por el paraíso de la pastoral, era fresca y original; por lo que retrató personajes que, por una razón u otra, cayeron en una vida de crimen; y una vez absorbidos por esta vida, no pudieron salir.
Por lo general, ellos tienen una última oportunidad de salvación, pero el sistema opresivo se cierra, y niega la redención.
Los personajes de Burnett existen en un mundo de moralidad crepuscular donde la virtud puede provenir de mafiosos y criminales, la malicia de los guardianes y protectores; y sobre todo, sus personajes son humanos, y esto podría ser su ruina.
Fue el jefe de producción de Warner Bros., de 28 años, Darryl F. Zanuck, que decidió hacer una película de gánster en 1930, después de que uno de sus amigos cercanos fuera asesinado por un contrabandista; y compró los derechos de la novela “Little Caesar” por $15,000. 
La producción corrió a cargo de Hal B. Wallis y Darryl F. Zanuck, que se convirtió en uno de los referentes del cine de gánsteres, y sigue siendo bien recibido por la crítica; tanto que su estreno provocó escándalo a causa del elevado número de actos delictivos que contiene, y porque algunos consideraron erróneamente que constituía una apología de la violencia.
Siendo un éxito en taquilla, lanzó a la fama a Edward G. Robinson; y generó la producción de varias películas de gánsteres, muchas de las cuales también fueron hechas por Warner Bros.; pero ésta en especial fue pionera en mostrar el primer tiroteo en un asesinato en cualquier película.
Y es que el impacto de la película del crimen al comienzo de La Era del Sonido fue notable, tanto que creó estrellas indelebles de “los tipos duros” como el mismo Robinson, James Cagney y Humphrey Bogart; así como también hizo estrellas de Darryl F. Zanuck, el jefe de producción; Hal Wallis, el productor y Mervyn LeRoy, el director.
Sin embargo, después de 1934, el género de gánsteres contundente y propenso a la violencia, fue prácticamente restringido por el restrictivo Código de Producción Hays, y como resultado, Little Caesar y “The Public Enemy” fueron retirados, y no se permitió su relanzamiento hasta 1953.
Little Caesar estuvo nominada al mejor guion adaptado en la 4ª entrega de los premios Oscar; y el día de su estreno, la película rompió el récord de asistencia de todos los tiempos para Warner Bros., en el Strand Theatre en New York, recaudando $50,000 en 11 actuaciones; donde tanto Edward G. Robinson como Douglas Fairbanks Jr., hicieron apariciones especiales, por el cual los precios máximos de las entradas fueron de $2
Pero sobre todo, Mervyn LeRoy ayudó a definir la película de gánsteres mientras servía como una alegoría de las circunstancias de producción porque fue producida durante La Gran Depresión; por lo que levantar este tema junto con las demandas de conformidad social durante la década de 1930, significa que el clásico de la pantalla de LeRoy, es mucho más que la simple suma de sus partes; y porque nos presenta 2 caminos clásicos a escoger:
Una vida honrada y trabajosa, llena de tranquilidad, sosiego y paz; o una vida delictiva, fácil y llena de riquezas, pero corta y llena de enemigos.
Little Caesar es una película tensa, de rápido movimiento, dura solo 80 minutos; y vívida que establece los estándares del género y lanzó todo el tipo de película popular.
La trama narra el ascenso y declive de Caesar Enrico “Rico” Bandello (Edward G. Robinson), un matón quien comenzó su trayectoria criminal ejecutando pequeños robos, y terminó su existencia como el jefe de la banda de mafiosos más importante de la ciudad.
Es un hombre ambicioso, poseído por una sed compulsiva de poder, que se abre camino como matón sin escrúpulos y sin principios; pero tras su apariencia de hombre duro e imbatible, oculta algunas debilidades que le hacen vulnerable:
Por un lado está su vanidad, que le lleva a ser excesivamente presumido; y por otro, el afecto que siente por su antiguo compañero de andanzas:
Joe Massara (Douglas Fairbanks Jr.)
Como producción, Little Caesar refleja la naturaleza técnicamente primitiva de las primeras películas del género, con una narración directa y contundente compuesta por una serie de cuadros, pero su realismo arenoso y contundente cautivó al público; que a diferencia de muchas otras películas de gánsteres, no presentaba derramamiento de sangre gráfico, eso sí, representaba violencia en la pantalla o sensacionalizaba el lenguaje de la calle con tono sombrío y duro.
Sus escenarios de bajo presupuesto y su atmósfera barata y sórdida, se sumaron al impacto de la película, con una rica cinematografía en blanco y negro proporcionada por Tony Gaudio.
Pero la película se caracteriza por su narrativa ajustada y esbelta, y corre a un ritmo rápido.
El personaje de Rico, inclusive no se presenta como admirable, y se muestra que posee poca inteligencia.
No obstante, el papel encasilló a Robinson.
En resumen, Little Caesar es un magnífico cine negro que retrata perfectamente la difícil situación social de EEUU sumida aún en La Ley Seca, e inundada de matones con ideas y aspiraciones propias, esperando una oportunidad para labrarse un futuro en el ámbito criminal, de hecho esta es la primera película potente de “La Cosa Nostra”, de ahí su importancia capital.
“When I get in a tight spot, I shoot my way out of it.
Why sure.
Shoot first and argue afterwards.
You know, this game ain't for guys that're soft”
Una de las películas clásicas de gánsteres más conocidas y mejores de Warner Bros., es sin lugar a dudas “Little Caesar”; a menudo llamada “el abuelo de la película criminal moderna” debido a su representación por excelencia de un personaje del Inframundo que desafió rebeldemente los valores tradicionales.
Y aunque no fue la primera película de gánsteres de La Era de los “talkies”, ese honor fue para “Lights of New York” (1928), generalmente se considera el prototipo de futuras películas de gánsteres; pues se realizó en un momento crítico de la historia de los Estados Unidos, donde estuvo prohibida, La Depresión era abrumadora, y los mafiosos corrían desenfrenados.
No creo que los cineastas se hayan dado cuenta, pero han hecho una película que pinta a la mafia como glamorosa y llamativa; sin embargo, aparece un mensaje antes de la película, que le dice al público “cómo debemos detener” a los gánsteres como Rico.
Eran unos tiempos en que el teatro iba perdiendo cada vez más terreno con respecto al cine.
Robinson recordaba que desde hacía tiempo, gente de Hollywood estaba dispuesta a ofrecer contratos jugosos a los mejores intérpretes de Broadway, pues empezaba el cine sonoro y muchos de los actores del cine mudo no servían para el nuevo formato.
Otro motivo para ese cambio, era la pésima economía de la mayoría del público durante esos años, puestos a elegir el cine era mucho más barato como ocio y válvula de escape que asistir a una representación teatral, y por mucho que el teatro fuera en general superior artísticamente al cine en esa época, los excesivos costes que suponían cada representación, encarecían las entradas y ya no podía competir con el cine.
Se cuenta que Edward G. Robinson prácticamente odiaba el cine mudo ya que para él la parte más importante de una actuación eran los diálogos, y permanecer delante de una cámara haciendo gestos, no era algo que le entusiasmara, así que después de haber participado en algunas películas sonoras, y viendo el cambio que suponía el atractivo económico, accedió a firmar con Warner, teniendo que renunciar a Broadway por la cláusula de exigencia de exclusividad en los contratos con los estudios de Hollywood.
Así, en los inicios del cine sonoro, cuando los medios para grabar las voces no eran demasiado buenos, se requería a los actores que hablaran alto y despacio para que se les pudiera entender perfectamente, a lo que gente como Robinson o James Cagney hacían caso omiso.
Ellos eran auténticos huracanes y nada podía pararlos, y eso es divertido ver en ciertas películas de los años 30, el contraste entre ese tipo de actores y otros que accedían a esa petición y hablaban como si estuvieran anestesiados.
En el aspecto sonoro, también resultaba impactante escuchar los disparos en las primeras películas sonoras, otra razón por la que este tipo de films interesaba mucho al público.
De esta manera, Marvin LeRoy moraliza sobre el caos que se empezaba a vivir en las calles de EEUU, versando sobre la vida de este pobre diablo, ladrón de poca monta, de gasolineras y supermercados que era Caesar Enrico Bandello, interpretado de manera poderosa y harto convincente por el soberbio y menudo actor de origen rumano, Edward G. Robinson, que soñaba con ser tan grande como los peces gordos del hampa dorada.
Así, como delincuentes menores, él y su amigo, Joe Massara, se mudan a Chicago para buscar fortuna.
Rico se une a la pandilla de Sam Vettori (Stanley Fields), mientras que Joe quiere ser bailarín, donde conoce a Olga Stassoff (Glenda Farrell) y se convierte en su compañera de baile y novia.
Joe trata de alejarse de la pandilla y sus actividades, pero Rico lo obliga a participar en el robo del club nocturno donde trabaja.
A pesar de las órdenes del jefe supremo “Big Boy” (Sidney Blackmer) de evitar el derramamiento de sangre, Rico dispara contra el comisionado criminalista Alvin McClure durante el robo, con Joe como testigo horrorizado.
Rico acusa a Sam de volverse blando, y toma el control de su organización.
El jefe rival “Little Arnie” Lorch (Maurice Black) trata de matar a Rico, pero éste solo está pastando… por lo que él y sus pistoleros le hacen una visita, después de lo cual, Arnie se apresura a partir hacia Detroit; y de esa manera, “Big Boy” finalmente le da a Rico el control de todo el Northside de Chicago.
Rico se preocupa de que Joe sepa demasiado sobre él… y advierte a Joe que debe olvidarse de Olga y unirse a él en una vida de crimen; y amenaza con matarlos, pero Joe se niega a ceder; mientras Olga llama al sargento de policía Flaherty (Thomas E. Jackson), y le dice que Joe está listo para hablar, justo antes de que Rico y su secuaz Otero (George E. Stone) llegan y Rico descubre, para su sorpresa, que no puede quitarle la vida a su amigo.
Cuando Otero intenta hacer el trabajo él mismo, Rico le quita el arma, pero Joe cae herido.
Al escuchar el disparo, Flaherty y otro policía persiguen y matan a Otero; y con la información proporcionada por Olga, Flaherty procede a aplastar la organización de Rico.
Desesperado y solo, Rico “se retira a la cuneta de la que saltó”; y mientras se esconde en un “flophouse”, se enfurece cuando se entera de que Flaherty lo ha llamado cobarde en el periódico.
Tontamente, Rico llama por teléfono al policía, para anunciar que irá por él.
Flaherty rastrea la llamada, lo ubica y lo mata a tiros detrás de una valla publicitaria, un anuncio con los bailarines Joe y Olga, donde Rico muriendo, pronuncia sus últimas palabras:
“Madre de la misericordia, ¿es este el fin de Rico?”
Little Caesar resulta bastante convincente narrando el ascenso de Rico, un criminal de poca monta, honesto y a la vez algo rudo, a las altas esferas del ámbito mafioso estadounidense de mediados de los años 20.
En este aspecto, la cinta presenta un mundo dominado por la mafia, regido por un sistema de clases en el que los cabecillas de las distintas bandas obedecen a un único jefe central, es a partir de aquí donde Rico asienta su poderío, planteando un nueva organización basada en buscar en todo momento el máximo interés a favor de uno mismo.
Las fuerzas del orden, juegan también un papel importante dentro de la historia, acechando constantemente a los criminales, pero incapaces muchas veces de adelantarse a los golpes que se llevan a cabo.
La puesta en escena francamente es buena; la dirección se mueve principalmente en interiores ostentosos, usando primeros planos de gran contenido emocional, acrecentados por una estupenda fotografía, con un sabio empleo de luces y sombras.
La iluminación combina efectos de luz variados, bien distribuidos y magníficamente utilizados; mientras la cámara hace gala de una notable capacidad de transmitir emociones a través de las imágenes, como ocurre en la discusión entre Rico y Joe, en presencia de Olga con primeros planos muy expresionistas, como los de otras secuencias del film.
La música aparece al principio, al final y en la escena en la que la madre, símbolo de la bondad, recrimina a Tony su conducta.
El guión, bien estructurado, se basa en frases breves, contundentes y claras, lo que le valió una nominación al Oscar.
La acción se desarrolla a un ritmo rápido y sostenido, que confiere a la obra un gran nivel de tensión, intriga e interés; y las intervenciones del narrador son oportunas y adecuadas para rebajar el verismo de la obra, y poner de relieve su condición de fábula.
El reparto está encabezado por el siempre incombustible Edward G. Robinson que dota al film de un matizado carácter melancólico que favorece el rápido transcurrir de la acción, un actor que nació para hablar y entregar líneas a paso de ametralladora; y esto es lo que el público de la época estaba buscando.
Y qué cara tenía… el público no vería esa cara en un gánster hasta “The Godfather” con Marlon Brando.
Se cuenta que el productor Hal B. Wallis, audicionó originalmente a Edward G. Robinson para el papel secundario de Otero, eventualmente interpretado por George E. Stone; antes de decidir que era perfecto como Rico; cuyo personaje no se basa, como se cree, en Al Capone; sino en Salvatore “Sam” Cardinella, un violento gánster de Chicago que operaba en los primeros años de La Prohibición.
No obstante, Little Caesar encasilló a Robinson, que volvería a interpretar su papel de gánster duro como protagonista en una variedad de películas de crimen de gánsteres.
Aquí, Robinson está secundado de manera espléndida por el galán Douglas Fairbanks Jr., en su papel del mejor amigo de Rico Bandello, Joe Massara, personaje que se basó en el actor George Raft, asociado con Owney Madden, el hombre que organizó los taxis en la ciudad de New York.
El personaje Diamond Pete Montana, se inspiró en Jim Colosimo, quien fue asesinado por Al Capone; y “Big Boy” se basó en el político corrupto William Hale Thompson, Alcalde de Chicago.
La secuencia del banquete del Inframundo, también se basó en un evento real:
Una fiesta notoria en honor de 2 gánsteres, Charles Dean O'Bannion y Samuel J. “Nails” Morton, que recibió una cobertura desfavorable en la prensa de Chicago.
Se cuenta que en una escena de Little Caesar, Edward G. Robinson tuvo que disparar una pistola mientras miraba a la cámara; y por más que lo intentó, no pudo mantener los ojos abiertos cada vez que apretaba el gatillo.
El problema finalmente se resolvió manteniendo los ojos de Robinson abiertos con cinta de celofán…
Por otro lado, de cuenta que Clark Gable fue considerado originalmente para el papel de Joe Massara, pero Jack L. Warner decidió que las orejas de Gable eran demasiado grandes, y el papel fue a Douglas Fairbanks Jr.
Gable finalmente firmó con MGM, donde se convertiría en una de las estrellas más grandes en la historia de Hollywood.
De la importancia de Little Caesar para la carrera de Edward G. Robinson en Hollywood no hay dudas, pero también fue un problema de diversas maneras para el actor, como se dice, una bendición y una maldición.
El efecto más inmediato, y puede que hasta divertido, fue que a la hora de visitar casas para vivir en Hollywood no le abrieran la puerta, ya que lo identificaban con el matón Bandello.
Mucho peor fue que se a raíz de este film, se le encasillara para siempre como gánster en la pantalla grande, un estigma que le persiguió hasta el final, a pesar de que realmente a lo largo de su larga carrera daría vida a muchos personajes totalmente alejados de Little Caesar.
Y le frustraba que una y otra vez que en cualquier intervención pública se le pidiera que repitiera las típicas frases de Bandello, aunque hubieran pasado muchos años desde el estreno de la película.
En cierta ocasión, y con motivo de un acto de apoyo a las tropas de EEUU que permanecían en Escocia con motivo de La Segunda Guerra Mundial, el actor había elaborado su actuación, pero cuando se puso delante del micrófono y comenzó a hacer lo que había preparado, fue abucheado… la gente quería oír una vez más en boca del mítico actor las clásicas frases de Little Caesar, así que no le quedó más remedio que repetir una vez más las amenazadoras sentencias como “vuelve con esa mujer y te estarás suicidando” o “si mañana no te largas de la ciudad terminarás haciéndolo en una caja de pino”
Aunque en Little Caesar la entonación de Robinson es quizás demasiado nasal, sus frases fueron todo un impacto y su influencia dura hasta el día de hoy.
Su actuación es una primera muestra de su poder e intensidad en pantalla, en todo momento mantiene el listón muy alto, y este film sin su presencia, seguramente no habría tenido tanta repercusión.
Y es que el filme contiene detalles fundadores de su género, dureza y rudeza, elegancia y lujo, asesinatos metódicos y estratégicos, una película referencial, que marca futuras tendencias, como el ascendente mafioso que destrona al jefe sin vacilar, y una serie de detalles que un conocedor del género sabrá reconocer.
Interesante la secuencia donde liquida al Comisionado en la fiesta, en la que, utilizando barridos, el director narra esa importante escena, creando un ambiente tenso, dramático, de nervios de punta.
Asimismo, en momentos determinados de discusión y tomas de decisiones, se engrandece la figura de Little Caesar con contrapicados, y se utilizan “zooms in” y “zooms out”, así como primeros planos para remarcar la intensidad de esos momentos.
Como dato, se filmaron 2 versiones de las últimas y célebres palabras de Rico:
“Madre de Dios, ¿es este el fin de Rico?” y “Madre de la misericordia, ¿es este el fin de Rico?”
Aunque “Madre de Dios” fue tomada directamente de la novela de W.R. Burnett, se decidió que la línea era potencialmente blasfema proveniente de un gánster asesino, y se usó en su lugar “Madre de la misericordia”
Otro dato es que después de que Tony fue asesinado, recibió una gran posesión fúnebre, sin embargo, históricamente, una gran despedida tan tradicional solo se habría reservado para un gran jefe de la mafia, no una campana de bajo nivel…
Y muy a pesar del gran éxito de la película, el autor del libro, W.R. Burnett, estaba furioso porque no se eligieron italianos reales en la película…
También porque una interpretación del personaje principal de la película, es un hombre gay reprimido o encerrado.
La evidencia incluye la admiración aduladora de Otero hacia Rico, la gran afinidad de Rico por Joe, y la completa falta de interés de Rico en las relaciones románticas con las mujeres, así como su total desprecio por el interés de Joe en las mujeres.
Cuando se estrenó la película, el autor Burnett aparentemente sacó la misma conclusión sobre la versión en pantalla del personaje; después de haber escrito a Rico como explícitamente heterosexual en su novela, escribió una carta de queja a los productores de la película sobre la conversión del personaje a gay en la adaptación de la pantalla.
Por ello, y a pesar de ser la película sienta las bases de la iconografía clásica del gánster, tiene que ver con 2 escenas que operan en el sentido contrario a estas cualidades:
En la primera de ellas, Edward G Robinson se prueba subido a una mesa un traje de gala frente al espejo…
Su personaje está en pleno ascenso, y es el momento de codearse con los grandes, de dejar de temerles a los “peces gordos”
LeRoy, sin embargo, construye la escena tomando el reflejo de Robinson en el espejo, y coloca en la parte inferior del cuadro a Otero, su compañero de atracos, su hombre de mayor confianza, que le dice que se ve fantástico así, que está muy elegante, mientras lo mira fascinado, sonriendo como un enamorado ante su objeto de deseo.
Robinson, inicialmente incómodo con su nueva vestimenta, termina por convencerse de que tiene pinta, y le devuelve una mirada altiva y cómplice a Otero; hasta se nota que hace una pose amanerada.
La escena concluye con un fundido encadenado que simboliza, mediante el fuego que aparece debajo en el siguiente plano, la tensión sexual entre dos hombres.
Además, LeRoy introduce en una película llena de machos, donde el propio Robinson le dice a Douglas Fairbanks que se afeminó, que esa mujer con la que anda lo ablandó, y donde todavía faltan unos años para que aparezca “la femme fatale del noir” y se apodere de todo, se nota que una pulsión homoerótica, y además nos sugiere su consecuente correspondencia a través de un código específico del cine como es el fundido encadenado.
La profundidad de las emociones de Rico en el primerísimo primer plano que LeRoy dedica a su estrella, no tiene límites:
Rencor, amor, dolor, recuerdos, todo se mezcla en los ojos de este pequeño Caesar que se hunde por perseguir un sueño de amor que se le escapa...
La segunda escena tiene que ver con un detalle involuntario, con algo que escapa al control de la puesta en escena, y que por ese mismo motivo la vuelve fascinante:
Tony Passa (William Collier Jr.) quiere dejar la banda, pero sabe que esa decisión tiene un costo, y que ese costo es la muerte…
La última noche en casa de su madre, ésta le dice que está cambiado, que últimamente vuelve tarde y que bebe mucho.
Le pide que recuerde cómo era antes, cuando cantaba en el coro de la iglesia del padre McNeil.
Tony titubea, se quiebra y le pide que lo abrace.
Su madre lo abraza y lo besa antes despedirse.
Tony cierra la puerta, y repite mirando hacia arriba “Padre McNeil”, que es también un modo de llamar a Dios y de avisarnos que va a morir.
Un par de escenas después, en uno de los momentos más icónicos de la película, el propio Robinson lo va a acribillar en las escaleras de la iglesia.
Hasta ahí, todas evidencias formales que se corresponden con el curso de la historia.
Lo notable es lo que ocurre en el momento en que Tony cierra la puerta y repite el nombre del padre; de repente, una mosca apenas perceptible se posa sobre su cabeza, luego se ubica en su oreja derecha, y finalmente desaparece tras la nuca.
Así, en el momento justo en que un personaje nos sugiere su propia muerte, un insecto asociado a la basura, a lo desechable, a lo que ya no sirve, pase a formar parte de ese sentido trágico.
Me pregunto si LeRoy o alguien de Warner no lo notó, o si la escena era tan buena que decidieron dejar la toma tal cual estaba, aun advirtiendo esa intromisión que de algún modo ensucia el momento, que le quita su pureza original y racional, que interviene su planeamiento inicial, que atenta contra el propio sistema de filmación de la época, esa estructura férrea del guión y control absoluto del espacio.
No hay forma de filmar una mosca, en el sentido de que no hay forma de dirigirla, y menos en la década del 30.
Si algo se le puede achacar es que, vista hoy, Little Caesar que causó cierta conmoción en su momento por la violencia que contenía, resulta bastante “light”, pues apenas se ven más que 4 asesinatos.
De hecho sorprende cómo, en su ascenso a la cumbre, el malvado Caesar Rico se limita a intimidar y quitar el puesto a jefes y rivales, en vez de pegarles un tiro o darles con un bate de béisbol en la cabeza.
Claro que el género daba entonces sus primeros pasos; en los años y décadas siguientes, los tiroteos, disparos a bocajarro y a sangre fría, los actos de sadismo y la sangre a espuertas inundarían paulatinamente las pantallas.
Esto no quita el mérito que tiene esta visionaria película, que introdujo un muy fructífero género en el cine, y que hizo en buena medida que Edward G. Robinson ascendiera como su personaje.
Y que Estados Unidos estuviera en plena época de La Depresión, quizás explica el porqué, parte del fanatismo del público por esos actores bajitos tipo Robinson o Cagney, que ejemplificaban como teniendo desventajas evidentes podían llegar a lo más alto.
Mucha gente se sentía identificada por ellos, gente que iba en contra de lo establecido, que querían vivir “El Sueño Americano”, costara lo que costara en un tiempo en el que salir adelante era muy difícil, y aunque la mayoría de los seguidores de Little Caesar, “The Public Enemy” y “Scarface: The Shame Of The Nation” no optaran por un estilo de vida delictivo, sí que ese tipo de películas era una válvula de escape para una sociedad deprimida.
Robinson estaba muy lejos de parecerse en algo a esos personajes tan marginales; de hecho quería haber sido rabino o abogado; y como dijo Douglas Fairbanks Jr.:
“Robinson era un intelectual que interpretaba a tipos duros en la pantalla”, nada más.
“You see, Otero.
There's no use in being scared of any of these big guys.
The bigger they come, the harder they fall.
Yeah, I ain't doin' so bad in this business so far”
Junto con “The Public Enemy” y “Scarface: The Shame Of The Nation”, Little Caesar demostró ser influyente en el desarrollo del género de películas de gánsteres, estableciendo muchos temas y convenciones que se han utilizado desde entonces.
Pero durante la década de 1920, la opinión pública dio un giro, y la gente decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad.
El consumo de alcohol no solo subsistió, sino que ahora continuaba de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias.
Y en vez de resolver problemas sociales tales como la delincuencia, La Ley Seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más elevados de actividad como nunca antes se había percibido en Estados Unidos.
Antes de La Prohibición había 4.000 reclusos en todas las prisiones federales, pero en 1932 había 26.859 presidiarios, síntoma de que la delincuencia común había crecido gravemente, en vez de disminuir.
El gobierno federal gastaba enormes cantidades de dinero tratando de forzar la obediencia a La Ley Seca, pero la corrupción de las autoridades locales y el rechazo de las masas a La Prohibición, demostrada por el hecho de que el consumo no disminuía, hacían más impopular sostener La Ley Volstead.
El millonario John D. Rockefeller, quien había apoyado la veda en 1919, comentó inclusive en 1932:
“En general ha aumentado el consumo de alcohol, se han multiplicado los bares clandestinos y ha aparecido un ejército de criminales”, declarando que su opinión había cambiado al respecto.
El grave aumento de la violencia delictiva en Estados Unidos, impulsó que a partir de 1930 en la opinión pública se culpara a La Ley Seca, y no al consumo de alcohol, como causante del aumento de la criminalidad.
En 1932, El Partido Demócrata incluyó en su plataforma la intención de derogar La Ley Seca, y Franklin Roosevelt dijo que, de ser elegido Presidente, derogaría las leyes que aplicaban La Ley Seca.
Se estima que hacia 1932, ¾ de la población favorecía el fin de la veda.
El Crack del 29 había estimulado al gobierno federal para buscar nuevas fuentes de financiamiento de impuestos, mientras que otros consideraban la industria del alcohol como un posible factor dinamizador de la deprimida economía estadounidense, además de ser capaz de generar nuevos puestos de trabajo.
El 21 de marzo de 1933, Roosevelt firmó El Acta Cullen-Harrison que legalizaba la venta de cerveza que tuviera hasta 3,2 % de alcohol y la venta de vino, siendo aplicable a partir del 7 de abril de ese mismo año, derogando La Ley Volstead que provocó La Ley Seca; y meses después, diversas convenciones estatales ratificaron La Enmienda XXI a La Constitución de Estados Unidos, que derogaba La Enmienda XVIII.
La nueva enmienda fue ratificada el 5 de diciembre de 1933 por El Senado de los Estados Unidos, acabando así con La Prohibición.

“Mother of Mercy!
Is this the end of Rico?”



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