The Curious Case Of Benjamin Button

“Life can only be understood backward.
It must be lived forward”

Toda historia tiene un principio.
¿O es un final?
Como sea nuestra historia empieza en Minnesota.
Allí a finales del Siglo XIX, en concreto en 1896, nace Francis Scott Fitzgerald, que se convertiría en uno de los novelistas norteamericanos más relevantes.
Su obra cumbre, “The Great Gatsby”, retrató las maneras y la doble moral de la sociedad estadounidense de los felices años veinte.
Enormemente influenciado por el jazz y el mundo que lo rodeaba, tanto en los EEUU como en Europa.
Atraído más por el dinero fácil que por su amor al Séptimo Arte, Fitzgerald pasó sus últimos años, la segunda mitad de los años 30, en Hollywood escribiendo guiones para la Metro Goldwyn Mayer.
Aunque fue el autor de solamente cinco novelas, Fitzgerald escribió multitud de historias cortas a lo largo de su carrera.
A este último grupo pertenece el relato que ha inspirado la película cuyo análisis nos ocupa, The Curious Case Of Benjamin Button, publicado en1921, primero en la revista Colliers y luego como parte de su libro “Tales Of The Jazz Age”
Dicho relato, de unas veinticinco páginas, constituye una fábula sobre la condición humana y una reflexión sobre los límites temporales de la vida.
La historia de Fitzgerald fue un capricho, una especie de fantasía, y su adaptación a la pantalla se consideró durante mucho tiempo como demasiado ambiciosa, demasiado fantástica y técnicamente imposible.
“My name is Benjamin Button, and I was born under unusual circumstances.
While everyone else was aging, I was gettin' younger...
All alone”
The Curious Case Of Benjamin Button es una película, de drama fantástico, del año 2008.
Dirigida por David Fincher, con guion de Eric Roth y protagonizada por Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson, Tilda Swinton, Jason Flemyng, Julia Ormond, Eric West, Elias Koteas, Elle Fanning y Jared Harris.
Basada en un relato de F. Scott Fitzgerald, cuenta la historia de Benjamin Button (Brad Pitt), un hombre que nace con el cuerpo de una persona de 80 años y que con el transcurso del tiempo va rejuveneciendo.
The Curious Case Of Benjamin Button estuvo nominada a 13 premios Oscar:
Mejor película, director (Fincher), actor (Pitt), actriz de reparto (Henson), guión adaptado (Eric Roth), banda sonora (Alexandre Desplat), fotografía, montaje, diseño de vestuario, sonido y fue ganadora como:
Mejores Efectos Visuales, Mejor Maquillaje y Mejor Dirección Artística
Su director David Fincher se ha ganado a pulso el ser considerado uno de los directores más interesantes del espectro cinematográfico internacional.
Su currículo fílmico está plagado de inquietud, de oscuridad, de tenebrosos retratos de lo más lóbrego del alma humana y del marco en que vivimos, esto es, nuestra propia sociedad, el entorno que acoge a una humanidad en la que verdaderos monstruos muchas veces se ocultan bajo rostros afables y cercanos.
Con The Curious Case Of Benjamin Button, David Fincher aboga a favor de la siguiente reflexión existencialista:
“Si todos tendremos un final idéntico, lo importante ya no es qué, cuándo ni cuánto vivimos, sino cómo lo hacemos”
The Curious Case Of Benjamin Button, sensible y tierna de principio a fin, lleva a debatirte en ese dilema del miedo a crecer, del miedo a morir, en definitiva, del paso del tiempo.
No obstante, el protagonista vive su infancia en una casa de retiro, un espacio donde la muerte hace periódicamente acto de presencia.
Así, Benjamin no tardará en comprender que:
“Todos estamos destinados a ver morir a quienes amamos”
The Curious Case Of Benjamin Button es difícil de explicar, porque la magia no tiene explicación, pero que medio mundo se haya rendido al poder de evocación que destila es una prueba válida de cómo, a veces, el cine trasciende su propia condición de espectáculo y se convierte en un vehículo capaz de trasmitir mensajes que desprenden auténtica belleza y sensibilidad.
Pero The Curious Case Of Benjamin Button no sólo es una magnífica fábula existencialista, es una trayectoria vital invertida:
Inocencia octogenaria, entusiasmo e ilusión con canas, arrugas y alopecia, madurez cuando la crisis adulta, incertidumbre veinteañera, y finalmente, senilidad pediátrica.
David Fincher toma un gran reto, el de transformar una historia, escrita por Scott Fitzgerald, y volverla algo creíble y digerible para el auditorio.
El resultado sobrepasa la expectativa.
Y es que no es sencillo.
Narrar una historia que de por si es poco creíble y que con cualquier descuido puede volverse un fracaso sin límites, es todo un reto y por lo mismo, su éxito es más que plausible.
Benjamin Button es un hombre que nace viejo, con todos los síntomas de un anciano decrépito y que por azares del destino va volviéndose joven pasando de la vejez terminal a la infancia senil.
Y este es el reto, permitir que el espectador crea esta historia, en los personajes y en sus situaciones.
Las preguntas son muchas y se trata de responderlas.
Pero así como muchas preguntas son contestadas, muchas otras no lo son y esto debilita la historia hasta cierto punto, pues por ejemplo nunca vemos que el Benjamin adolescente, que ya trae toda la experiencia de sus años de vida, haga uso de la misma, o ninguna otra ventaja que se podría imaginar la audiencia.
Los efectos empleados para lograr un Brad Pitt decrépito son simplemente geniales, realizado por computadora, o su versión madura, con grandes cargas de maquillaje, que mientras va rejuveneciendo, va perdiendo arrugas y va ganando musculatura y cabello.
El cuidado de los detalles es asombroso.
Y lo son aún más cuando lo vemos de una edad de 17 años tal y como lo recordamos en “Thelma & Louis” (1991)
Tal vez sólo detalles del Benjamin decrépito podrían parecer artificiales, pero es fácil perdonarlo por toda la caracterización del personaje.
De igual manera la fotografía, música y ambientación pasan de tonos oscuros, música de blues e iluminación lúgubre cuando es un anciano a tonos claros, música de The Beatles y luz del sol cuando es un niño, este detalle ayuda muchísimo para crear ese ambiente necesario para que la historia converja hacia un mismo punto.
La fotografía es tan notable que me recuerda los trabajos de Dean Tavoularis.
The Curious Case Of Benjamin Button es un torrente de celuloide exquisito, por dentro y por fuera.
Una aventura legendaria cuyo sentido de la épica no emerge de sus aparatosas pretensiones, sino de su demoledor humanismo viajero, en el tiempo y en el espacio, y de su comprensión privilegiada, en clave de cuento de hadas panorámico y exuberante, de los ecos de la condición humana revelada en clave universal y al alcance de todos los públicos.
The Curious Case Of Benjamin Button se escinde, desde el tronco principal de la gran leyenda del gran Benjamin Button, en un collage portentoso de pequeñas historias dentro de la gran historia, de destinos diminutos y completos en la órbita del gran destino de un hombre que ve pasar la vida desafiando en sentido contrario a las agujas del reloj.
“For what it's worth:
It's never too late or, in my case, too early to be whoever you want to be.
There's no time limit, start whenever you want.
You can change or stay the same, there are no rules to this thing.
We can make the best or the worst of it.
I hope you make the best of it.
I hope you see things that startle you.
I hope you feel things you never felt before.
I hope you meet people who have a different point of view.
I hope you live a life you're proud of, and if you find that you're not, I hope you have the strength to start all over again”
The Curious Case Of Benjamin Button comienza, adentrándonos en un Nuevo Orleans de los 20s, y nos va llevando por diversos lugares mientras acompañamos a Benjamin por su vida conforme va rejuveneciendo.
Se cubren todos los puntos importantes de su vida y va a la par de algunos sucesos importantes de la época.
Tal vez este sea un error mayúsculo de la historia, pues parece ser que no nos interesa el entorno histórico ni social:
¿Un chico blanco en una casa de negros en los treinta?, o sus ideas políticas y sociales.
Todo esto es sacrificado para adentrarnos más en la vida de Benjamin.
El abandono y desprecio a un hijo diferente y la compasión de una mujer por un ser humano sin posibilidades de valerse por sí mismo, aún a sabiendas de los problemas que esto representaba para su vida personal, adicionado al denuedo moral, económico y social que conlleva sacar adelante e integrar una persona con capacidades diferentes, etc.
Benjamin Button llegó a este valle de lágrimas el día que finalizó la Primera Guerra Mundial con una peculiaridad física realmente asombrosa:
Recién nacido, asemejaba en su aspecto a un hombre en el ocaso de su existencia.
Y es que su vida, realmente compleja, se desarrolla a la inversa de la del resto de nosotros.
Peculiar, lírica, sorprendente, emotiva… muchos son los calificativos que pueden utilizarse para distinguir un film mastodóntico en su preparación y puesta en escena, que recorre un pedazo de la historia norteamericana a través de los ojos de un ser distinto al resto, evolutivamente opuesto, en lo exterior únicamente, que logra sin embargo, hacerse un hueco en una etapa complicada, amenazada constantemente por beligerancias a distintas escalas:
Militares, raciales, familiares que le afectan personalmente tanto o más que a cualquier otro.
Fincher lo borda con idéntica precisión en el dibujo de la trama y las subtramas estirando la profundidad narrativa del relato hacia un nivel de excelencia inhabitual en el cine contemporáneo, viajando entre la risa y el llanto, la ternura y la emoción con desarmante soltura.
El resultado de semejante alarde de orfebrería cinematográfica es una gigantesca epopeya que coquetea con las convenciones épicas de la gran tragedia, un cuento de tintes legendarios sobre la insoportable levedad del ser en el océano mental del tiempo, y una vez asistamos a su historia, ya no seremos los mismos, habremos cambiado con él, durante su viaje, habremos sentido sus emociones como si fueran las nuestras, nos habremos enamorado con él, habremos sufrido con él, le habremos acompañado en su inigualable periplo vital, y ya nunca, desde el instante en que le veamos cerrar por última vez los ojos, podremos, jamás, olvidarle.
Sin duda nos hallamos ante la mejor actuación que jamás nos haya brindado Brad Pitt a lo largo de su carrera, mostrándose el actor comedido y otorgándole a Benjamin Button una serena personalidad.
Curioso el nombre Benjamin, como significado de “El Más Joven”
La colección de miradas y gestos de su etapa anciana ralla a grandísimo nivel ya que de hecho es la parte donde su personaje lleva la parte más dramática.
Pitt consigue extrapolar sus sensaciones infantiles bajo un cuerpo desgastado, se remonta diez o quince años en su mente conservando su aspecto cuarentón actual, traslada su incertidumbre de presente y futuro a su imagen de joven que lo hizo famoso, y así toda una serie de anacronismos estado físico/madurez mental; todo ello apoyado por una sobresaliente labor de maquillaje.
Asimismo es loable el trabajo de Cate Blanchett, incansable todoterreno que nunca decepciona.
En este caso, se mete en la piel de Daisy Fuller, personaje con el que Benjamin Button comparte sus sentimientos más intensos.
Funciona como una especie de anverso de la moneda, un compendio de las réplicas, las impresiones que Benjamin crea en los personajes que conoce a lo largo de su “invertida” vida.
Daisy se siente débil y perecedera ante su extraordinaria cualidad, para luego ir descubriendo progresivamente sus conflictos internos y vitales, que en definitiva no difieren demasiado de los de cualquier persona cuyo reloj biológico funcione normalmente.
Cate Blanchett brilla en cada uno de los minutos de la cinta en los que aparece, mereciendo destacarse el trabajo de otras actrices del elenco:
Taraji P. Henson, Tilda Swinton y Julia Ormond.
De entre los secundarios, llama la atención Elizabeth Abbott (Tilda Swinton), mujer de un embajador inglés, amante de Button durante sus nocturnos y reveladores encuentros en un frío hotel ruso.
Tras separarse sus caminos, ella reaparece mucho más adelante en el metraje, en la TV, como la mujer que ha batido impensables desafíos de natación en mar abierto.
O también el Capitán Mike Clark (Jared Harris), hedonista lobo de mar sin remedio, muy influyente en la vida de Benjamin.
“Sometimes we're on a collision course, and we just don't know it.
Whether it's by accident or by design, there's not a thing we can do about it”
En definitiva, The Curious Case Of Benjamin Button nos habla de la muerte, algo de lo que ninguno nos vamos a librar, pero sobre todo nos explica que existen múltiples caminos que recorrer antes de llegar a ella.
Algunas escenas, como la su apertura, la historia del reloj, la escena del atropello y la teoría del caos y eso que “El destino está escrito” y su cierre, es realmente sobrecogedor, y forman parte ya de la historia del cine.
En especial me impactó la escena en donde Benjamin lleva a su padre Thomas Button (Jason Flemyng) a ver el amanecer antes de morir, lo carga, ya enfermo, inválido, y tal vez con un gesto algo insensible, lo sienta a ver el horizonte y el detrás, tranquilo sin juzgar, sin darle vueltas a sus dolosos actos y con cierta paz indiferente, le acompaña en silencio, mientras el padre llora con la amargura del arrepentimiento y el peso de no perdonarse a sí mismo.
El uso de los contrapicados, en diversos momentos, se revela un elemento interesante en manos de Fincher, por ejemplo:
El contrapicado que muestra a la niñera, que se va a encargar de cuidar del pequeño, pero viejo Benjamin, desde el punto de vista del pequeño; plano no subjetivo, por supuesto, pero con la cámara emplazada en el lugar que ocupa la cuna, que expresa la determinación de la mujer para cuidar del pequeño.
O en la escena que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial:
Los contrapicados desde el interior del agua, con muertos flotando en primer término del encuadre, y con Benjamin contemplando la escena, en segundo término del encuadre, como tripulante de un barco que navega sobre las mismas aguas, no sólo expresan la turbación que pueda sentir el personaje por las acciones destructivas que conlleva la guerra, sino también la extraña relación que el personaje mantiene con la muerte:
Benjamin nace con unas condiciones físicas y mentales que generalmente llevan a la gente a la muerte, y muere con las condiciones que generalmente propician la vida y su posterior evolución.
Por último, decir que la aparentemente caprichosa elección del huracán Katrina, como marco espacio-temporal del encuentro en el hospital entre Caroline Fuller (Ormond) y su madre Daisy Fuller (Blanchett), no tiene nada de caprichoso.
El huracán es una fuerza de la naturaleza, impredecible y misteriosa miles de años después de que el ser humano haya investigado con intensidad acerca de estos fenómenos intentando predecirlos e incluso evitarlos:
Benjamin Button, como no, es otro de esos incomprensibles caprichos de la naturaleza, y su especificidad, el ser único, impide averiguar el por qué de su existencia.
Por supuesto, la narración de Fincher no pretende ser realista, sino simbólica, y escoger como punto de partida de la narración la lectura del diario de Daisy a cargo de su hija Caroline se revela fundamental:
Benjamin Button es un cuento, una fábula acerca de los seres humanos y de la relación que estos establecen con la vida y la muerte, útil o no según el tipo de espectador que se encuentre frente a él.
El gran logro de The Curious Case Of Benjamin Button, lo que realmente la hace cautivadora dejando atrás esa frialdad palpable, es la evolución de los dos personajes, Blanchett/Pitt, en una historia tan mágica.
Mientras uno se hace mayor, el otro se convierte en un niño.
El paso del tiempo, el comportamiento dependiendo de las épocas por las que pasan y experiencias que viven; y las reflexiones profundas a las que se llegan igualando, en el mismo plano, algo tan distinto como envejecer y rejuvenecer hacen que The Curious Case Of Benjamin Button destape un trasfondo que es lo que la convierte en un tesoro.
“Everyone feels different about themselves one way or another, but we all goin' the same way”
Es inevitable las comparaciones con “Forrest Gump” (1994), y también, por las grandes diferencias entre ambos personajes.
Al igual que “Forrest Gump”, pero de manera menos evidente, The Curious Case Of Benjamin Button va ambientando el relato en las diferentes etapas de la historia norteamericana del siglo XX, con clara intención de homenajearlas:
Las dos Grandes Guerras, al final de la primera nace nuestro protagonista, la Gran Depresión, la gente buscando trabajo en el puerto, los locos años ’50, las imágenes de Brad Pitt en moto, tienen intenciones referenciales más que obvias, el movimiento hippy, la llamativa secuencia en que Benjamin y Daisy preparan su nueva casa, etc.
También vemos la inocencia de uno siendo adulto y la rebeldía del otro siendo joven.
Donde triunfa “Forrest Gump” es en la combinación drama-comedia donde lloramos y reímos con las aventuras del personaje.
Con The Curious Case Of Benjamin Button simplemente nos maravillamos por la historia que lo rodea e intentamos entrar en la mente del personaje.
Caminamos de su mano sin recibir un sentimiento verdadero, claro y directo.
Ambas producciones, comienzan narrando la historia con las palabras:
“Mi nombre es...”
Ambos nacen en el Sur, sin un padre y tienen dificultades para caminar, tienen una madre que les da “las perlas de la sabiduría” y les ayuda a caminar.
Ambos encuentran el amor de su vida siendo niños y luego, de forma esporádica, a lo largo de su vida.
Ambos tienen una larga temporada de estar juntos, pero son incapaces de hacer tener una relación duradera, a pesar de concebir un hijo en común.
Ambos trabajan desde hace mucho tiempo en un barco, sirven en batallas durante las guerras en la que un amigo es asesinado.
Ambos viajan por el mundo por su cuenta durante un período prolongado de tiempo, y ganan mucho dinero de forma fácil, etc.
Sin embargo, me quedan algunos asuntos en el tintero, uno de los cuales es el por qué a nadie se le ocurre investigar bien el extraño caso de Benjamin, ya que es un fenómeno de circo y el señor vive su vida con completa normalidad.
El problema es que el director se centra demasiado en la relación entre ambos y demasiado poco en la psicología interna de un personaje que es capaz de vencer a todas las leyes de la física.
Pero salvando las objeciones que se le puedan encontrar, estamos en presencia de una cinta sólida desde la técnica:
Impresionante maquillaje, efectos especiales que no hacen mucha alharaca pero que siempre están presentes en los pequeños detalles, dos contundentes actuaciones en los protagónicos, Brad Pitt y Cate Blanchett, y una preciosa fotografía.
“Our lives are defined by opportunities, even the ones we miss”
The Curious Case Of Benjamin Button es una película de las que ya no se hacen, llenas de magia, de pasión, de enseñanza, de emoción, de belleza, de tragedia, de valores, todas aquellas cosas que conforman una vida, aunque esta sea vivida en sentido inverso.
The Curious Case Of Benjamin Button es la trágica historia de un amor imposible, el retrato de la voracidad del tiempo, el rechazo a la asunción de lo diferente como agente marginal y la invitación a la reflexión y rectificación de los males de la sociedad occidental del último siglo.
El mensaje es turbador:
“Si no volvemos sobre nuestros propios pasos para enmendar el mal que hemos hecho, idea representada por el reloj cuyas manecillas girar en sentido antihorario, la única vía posible de redención y purificación para nosotros será la devastación, simbolizada en The Curious Case Of Benjamin Button, por la amenaza del huracán Katrina”
Acá, el reloj es sin duda alguna el comienzo de un relato que advierte de lo absurdo de las mentes sin conciencia, que nos comunica el sinsentido de la vida sin la muerte.
El reloj con sus manecillas girando en el sentido contrario significan la idea de sentir la muerte y aceptarla al empezar nuestra existencia.
En definitiva, la mires por donde la mires, todo funciona como piezas de un reloj.
Un mecanismo perfecto donde todas las piezas ensamblan perfectamente.
Un reloj que retrocede en el tiempo.
Para ir finalizando, recojo la cita de Mark Twain que inspiró The Curious Case Of Benjamin Button:
“La vida sería infinitamente más alegre si pudiéramos nacer con 80 años y nos acercáramos gradualmente a los 18”
El tiempo pasa irremediablemente, da igual la dirección en la que avance.
¿Preferiríamos ir haciéndonos más jóvenes en vez de más viejos?
Al final el resultado es exactamente el mismo.
The Curious Case Of Benjamin Button trae a colación muchas cosas de las que hacemos y dejamos pasar tal vez por orgullo, vanidad, cobardía, etc. y otras tantas como pedir perdón a tiempo o redimirse de alguna forma, aunque no nos estemos muriendo, para hacerlo, la cuestión es no dejar de, por lo menos, intentarlo.
También The Curious Case Of Benjamin Button nos enseña a de dejar partir lo que más amamos, y no ser presos de nuestro pasado.
Escuche por ahí que, cuando una persona se va, deja sus recuerdos en nuestros gestos, en nuestro mirar o en una sonrisa.
Da igual adónde nos dirijamos, cómo lo hagamos o por qué; lo importante es saber que lo vivido jamás regresa, y que aunque dos vidas transcurran en sentidos inversos, en algún momento coincidirán en el centro, donde solo importa el instante, lo vivido y la felicidad acariciada.
La muerte besó la vida de Benjamin Button y la hizo colibrí.

“You never know what's comin' for ya”


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