Save The Tiger

Save The Tiger
“Juggle the books.
Set fire to the factory.
Supply women for the clients.
Harry Stoner will do anything to get one more season”

A principios de la década de 1970, Estados Unidos sufría una crisis de identidad; y lo que durante mucho tiempo se mantuvo como “el ideal estadounidense” se había visto sacudido en una década reciente que desafió todas las convenciones que alguna vez se consideraron “normativas”; y el país entró en la década de 1970 sin saber cuál sería su futuro.
Había habido un tremendo éxito en el cambio social durante la década de 1960, el país también se tambaleaba en otros aspectos:
El sentimiento antibélico sobre La Guerra de Vietnam, encendió un desdén no solo hacia los veteranos, sino que evocó sentimientos antiamericanos.
Todo lo que se consideraba parte del “establecimiento”, fue tratado con absoluto desprecio; y no fue una sorpresa que al final de la década de 1960, hubiera una brecha clara entre las generaciones más jóvenes y viejas.
Estos problemas se amplificaron en la década de 1970 con la economía estadounidense entrando en recesión en 1973, afectando a millones, y provocando un desempleo superior al 6%
Muchos vieron esto como evidencia de un gran negocio, y el “establecimiento” infligiendo más daño al ciudadano promedio, incitando más desprecio hacia estas instalaciones y personas; y la creencia generalizada era que esas personas carecían de integridad, y solo veían el mundo en forma de ganancias.
En un grado, esto era verdad; sin embargo, esta generalización no se aplicó a todos, lo que provocó que algunos quedaran aislados de la sociedad como resultado.
En otras palabras, alcanzar “El Sueño Americano” se había convertido en una responsabilidad que bien podría conllevar muchos desengaños.
“We got a movie we've gotta see”
Save The Tiger es un drama del año 1973, dirigido por John G. Avildsen.
Protagonizado por Jack Lemmon, Jack Gilford, Laurie Heineman, Norman Burton, Thayer David, Patricia Smith, William Hansen, Harvey Jason, Ned Glass, entre otros.
El guión es de Steve Shagan, basado en su novela del mismo título, sobre el conflicto moral en los EEUU contemporáneos, centrándose en un ejecutivo en la industria de la confección, que lucha con la complejidad de la vida moderna versus la simplicidad de su juventud.
Save The Tiger fue un proyecto del corazón, una película de mensaje que nunca tuvo la intención de ser un éxito de taquilla.
El guionista, Steve Shagan, había escrito la novelización del guión para ayudar a la película a ser vendida a los productores; y Jack Lemmon, que había defendido el proyecto contra el mejor juicio de Paramount, que no quería tener nada que ver con lo que se consideraba “un filme de mensaje y una decepción”; fue hasta después de 2 años de cabildeo, que Lemmon, John G. Avildsen y Steve Shagan, quien también firmó como productor, recibieron un presupuesto parsimonioso de $1 millón.
Lemmon, decidido a hacer la película y a pesar de sus perspectivas comerciales limitadas, renunció a su salario habitual, y trabajó por una escala salarial, es decir, a un sistema que determina cuánto se le debe pagar a un empleado como salario, en función de uno o más factores, como el nivel, rango o estado del empleado dentro de la organización del empleador, la cantidad de tiempo que el empleado ha estado empleado, y la dificultad del trabajo específico realizado.
Total, la escala era de $165 por semana en ese momento; por lo que se usaron muchas medidas de reducción de costos, como el uso de una cámara Cinamobile, una revolucionaria unidad de filmación móvil inventada por el ex camarógrafo Fouad Said, que permitió a los cineastas mantener los costos de ubicación al mínimo.
Como dato, el título “Save The Tiger” proviene de una campaña para salvar a los tigres de la extinción, a la que el personaje principal del filme contribuye. Dice la propaganda:
“¡Quién va a salvar al tigre si ya no tiene selva!
Quisiera ser un tigre al que nadie tuviera que salvar”
Se cuenta que en el proceso, Jack Lemmon estaba en Europa filmando “Avanti!” (1972) para el director Billy Wilder, cuando esta película fue editada y anotada; y se le envió una impresión, a lo que Lemmon invitó a Wilder a verla.
Luego, Lemmon le pidió la opinión de Wilder; y éste aconsejó un cambio:
Recortar la escena de la película donde el personaje de Lemmon visita a su amante al principio de la historia.
Wilder sintió que ralentizaba el impulso de la historia; por lo que la escena se cortó.
La película, muy a su pesar, fracasó financieramente en la taquilla, pero a los críticos y espectadores que la vieron, les gustó la actuación de Jack Lemmon, tanto que lo hizo ganador del Premio Oscar al Mejor Actor,  convirtiéndolo en el 1° de 6 actores en ganar un Oscar por Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto; en su caso, ya lo tenía por “Mister Roberts” (1955)
Save The Tiger también estuvo nominado como:
Mejor actor de reparto (Jack Gilford) y escritura, historia y guión basado en material real o material no publicado o producido previamente.
El filme presenta la única actuación nominada al Oscar de Jack Gilford; y el único no nominado como Mejor Película del año en ser nominado al Mejor Guión Original.
Por su parte, Jack Lemmon admitió haber tenido un grave problema con la bebida en algún momento, razón por la cual, recuerda su papel como, quizás la actuación más gratificante y emocionalmente satisfactoria de su carrera.
Save The Tiger en un melodrama moralista y sentimental de John G. Avildsen, y bien podría ser una continuación de su debut cinematográfico, “Joe” (1970), y un precedente de “Rocky” (1976)
Todas ellas como si fuera una crónica de seria del fallido “Sueño Americano”
La película fue filmada en secuencia después de 3 semanas de ensayo en Los Ángeles; y muestra un día y medio en la vida de Harry Stoner (Jack Lemmon)
Harry no tiene suerte, y está atrapado en sus propias indulgencias.
Sueña despierto sobre su juventud, tratando de escapar del hecho de que el negocio está podrido, y su empresa debe fajos de dinero.
Su día está lleno de episodios inusuales, mientras recoge a un autoestopista/prostituta, y hace los arreglos para quemar el almacén de su empresa, para que pueda cobrar el dinero del seguro; al tiempo que contrata a strippers para sus amigos, y se involucra en una campaña por los derechos de los animales, y como empresario de la moda, muestra y experimenta un retroceso bastante incómodo, al tiempo que sufre los estragos producidos por la guerra.
En Save The Tiger todo es desencanto, y Jack Lemmon demostró con una genial y memorable interpretación dramática, que no solo era un brillante cómico, y se mete en el papel de un veterano de La Segunda Guerra Mundial, que aún tiene profundas secuelas psicológicas derivadas del horror que vivió durante la contienda; ahora como un empresario de la moda perturbado y angustiado; imbuido en una dinámica empresarial cada vez más sucia y egoísta; y dejándose llevar por la salvaje lógica capitalista de supervivencia en la sociedad burguesa.
Por esta razón, pese a que la película retrata parcialmente la sociedad de EEUU de principios de los 70, con el inicio de la crisis económica, las perdidas inútiles de vidas humanas en la guerra; posee un argumento actual sobre los sueños que se desmoronan, la pérdida de viejos amigos, y la comprensión de que su tiempo puede haber ido y venido; por lo que no es exactamente la película más edificante, pero sí que es cruda y honesta; como un relato que nos habla de una crisis existencial, de un tipo que vive por encima de sus posibilidades, y que a su alrededor el mundo le supera:
Harry hace fraude a hacienda, engaña a su mujer… es una crítica social desoladora a los empresarios estadounidenses en el escenario de un país en las postrimerías de La Guerra del Vietnam, donde el movimiento hippie crece, Richard Nixon dimite por El Escándalo Watergate, hay una crisis económica acuciante, donde la identidad parece diluirse, donde la corrupción moral reina, total, es una alegoría de un tiempo pasado que se anhela, donde las cosas estaban más claras, donde los valores eran sólidos, las guerras eran legítimas, los presidentes eran carismáticos; y en el presente el mundo se desmorona, es una radiografía que no pierde vigencia, por lo que los temas bien se pueden trasladar al hoy; pues tristemente nos aboca al padecimiento de la misma extinción que el tigre:
Individuos aislados en una jungla espesa y oscura, en la que sólo hay tiempo para esperar una muerte lenta, inclemente y segura en la más desesperanzada soledad.
“The government has a word for survival.
It's called fraud”
Save The Tiger es un producto típico del llamado “Nuevo Hollywood”, el intento serio, pilotado por un nuevo grupo de incipientes directores y productores alejados en principio de los grandes estudios, cuya crisis había propiciado a finales de los años 60, la apertura de nuevas vías en el cine de Hollywood, por filmar películas maduras, adultas, pegadas a la actualidad y a las corrientes de pensamiento de su tiempo.
Save The Tiger es una película de personajes, un drama pequeño y cotidiano que, sin embargo, contiene un importante trasfondo social, económico y político, que radiografía de manera transversal, el mayoritario descontento, por entonces, de la sociedad con las contradicciones del sistema de vida estadounidense y, por ende, del occidental en su conjunto.
Por tanto, el mayor valor de la cinta consiste en su capacidad para exponer los vicios del sistema, sea en relación con las altas instancias de poder, como en su traslación a las vidas de la gente común.
Y John G. Avildsen dirige una más que correcta y sencilla película que, gracias a sus aportes interpretativos, se convierte en un largometraje redondo, mucho más de lo que pueda parecer.
Pero como ya se ha dicho, dicha cualidad es gracias al trabajo interpretativo del elenco actoral, donde queda patente que un buen reparto puede hacer subir enteros a un film.
Save The Tiger supone el 2° largometraje de Avildsen, mucho más conocido por su trabajo de “Rocky”, sin embargo, y pese que aquí disponga de unos recursos más limitados, el film es muy modesto en sí, pero ahí está su gracia.
Gracias a su presencia en las películas de Billy Wilder, Jack Lemmon había pasado a la historia como “uno de los grandes de la comedia de todos los tiempos”; y Wilder dividía el mundo en víctimas y aprovechados; por lo que Lemmon, con su aspecto de bonachón y su gesto amable, solía siempre representar a los primeros.
Jack, era la honradez personificada, pero por circunstancias siempre acababa siendo enredado por otros; y en Save The Tiger, Lemmon es más aprovechado que víctima, aunque también tiene algo de esto último.
La cámara lo sigue a lo largo de todo un día; agobiado por su vacía vida personal, estresado por los problemas de su negocio a punto de irse a pique, y no dudará en usar todas las artimañas a su alcance, para que todo a su alrededor no se desmorone; por lo que el tigre del título, en realidad es él.
La acción, que transcurre en 24 horas, resulta tanto o más importante por las lecturas entre líneas que se extraen, que por las situaciones o los diálogos.
Harry Stoner es un ejecutivo de una compañía de ropa de Los Ángeles, que está cerca de la ruina.
Sin ninguna forma legal de evitar que la empresa se hunda, Stoner considera incendiar su almacén para la liquidación del seguro.
El incendio provocado, es aceptado de muy mala gana por su compañero, Phil Green (Jack Gilford), un hombre de familia estable, que observa alarmado el declive de Harry.
A pesar de todo, Harry bebe, lamenta el estado del mundo, y hace todo lo posible para mantener el negocio funcionando como de costumbre.
Esta última tarea es complicada, cuando un cliente tiene un ataque cardíaco en los brazos de una prostituta provista por Stoner.
Con los nervios aún temblorosos, Stoner sube al escenario en el estreno de la nueva línea de su compañía, solo para ser superado por los recuerdos de guerra.
Termina el día decidiendo espontáneamente irse a casa con una joven autoestopista de espíritu libre, cuya ignorancia de su generación, subraya su aislamiento del mundo que lo rodea.
En Save The Tiger, Jack Lemmon ofrece una actuación comprensiva como un hombre común, que es engañado por “El Sueño Americano” y se siente absolutamente podrido acerca de cada aspecto de su vida.
De hecho, Harry recuerda con nostalgia su infancia de La Edad de Oro de la década de 1940, cuando había un claro sistema de valores, y las personas se suscribían a él.
Pero también, Harry es un burgués de clase media, que vive en una bonita casa de Beverly Hills, envía a su hija a una escuela suiza, y conduce una limusina Lincoln equipada con un teléfono; pero junto con sus sueños de una mejor juventud, sufre de angustias y pesadillas recurrentes, lo que llevó a su esposa Janet (Patricia Smith) a proponer sesiones de terapia con El Dr. Frankfurter.
Y para financiar su desintegración en la mediana edad, hace malabares con los libros de Capri Casuals, y no está en contra de proxenetismo para un cliente importante.
Es de camino al centro de la ciudad, que recoge a una autoestopista liberada llamada Myra (Laurie Heineman), quien sugiere que se vayan a la cama.
Cuando los bancos se niegan a otorgarle al negocio otro préstamo, Harry se ve obligado por su socio a considerar el incendio provocado, como una forma de salir de los problemas financieros.
Desesperado, establece un contrato para incendiar una de sus fábricas en Long Beach, aunque no antes de que el incendiario David le asegure su experiencia y profesionalismo, es decir, que ha provocado numerosos incendios industriales en los últimos 3 años.
La reunión con David tiene lugar en una sala de cine porno.
Por tanto, el título deriva de la recaudación de fondos realizada por Biff Elliott, fuera del teatro, para salvar la vida silvestre, particularmente leones y tigres.
Al tiempo que las presiones se acumulan, y el declive de Harry se intensifica, culminando en un colapso nervioso que experimenta en un desfile de moda, convencido de que sus clientes son sus compañeros muertos de sus días de lucha en La Segunda Guerra Mundial; la mirada perdida, al final, es la clave.
Ha salvado el negocio, pero ha perdido todo lo demás.
Esa mirada es común en el ser humano.
En alguna ocasión, siempre se llega a ese trance; la mente se estanca en el recuerdo, y parece que la vida se ha parado.
Este punto de partida, permite a Avildsen analizar algunas cuestiones importantes del desencanto estadounidense de los años 60, al igual que temas como la ruptura generacional, la crisis del patriotismo, los males del capitalismo y el enfriamiento de las estructuras familiares.
Como símbolo de todo ello, Avildsen escoge un señuelo dramático:
La pérdida de la juventud, y especialmente de forma prematura en la guerra, recordar que estamos en 1973, con los últimos compases de Vietnam, que aparece subrepticiamente en determinados momentos de la película, bien en noticiarios televisivos o en crónicas radiofónicas; a través de un episodio de la biografía de Stoner, su participación en el desastroso desembarco aliado en Anzio, Italia durante La Segunda Guerra Mundial, que costó la vida a miles de soldados…
De este modo, Avildsen, a través de largas secuencias de profuso texto que descansan en la magnífica labor de los actores, establece unos parámetros que permiten extrapolar lecturas colectivas, a partir de un drama personal.
Técnicamente, la película es estática, y casi por completo situada en lugares cerrados, como el dormitorio de la casa, el interior del coche, la oficina, los restaurantes, el hotel barato, el salón del desfile, el cine, la casita de la playa… excepto por algunos momentos muy elocuentes, como la salida del cine y la campaña de firmas para salvar al tigre, en peligro de extinción; el melancólico paseo de Lemmon por la playa, su parada en el campo de béisbol para ver jugar a unos niños a los que lanza la pelota como en sus viejos tiempos, donde uno le dice:
“Usted no puede jugar con nosotros”; y expone de manera dura y dramática, las contradicciones presentes en la sociedad, personalizándolas en la particular crisis de Stoner.
Esa inocencia perdida en la guerra, ese desgarrador desengaño patriótico, monumental el discurso sobre la pérdida de ilusión en la bandera de las barras y estrellas; su perplejidad al comprobar, cómo la sociedad se ha convertido en una carrera de obstáculos económica en la que las leyes están hechas para ser olvidadas, cuando el negocio así lo requiere, corriente de la que él como antiguo patriota sacrificado cree merecer su parte; viene acompañada por la amargura de la vida no vivida, de los sueños rotos, de las oportunidades perdidas, del desengaño, al comprobar que el tan idolatrado “Sueño Americano” no es más que un espejismo obra de la mercadotecnia, una ficción capitalista, una falsedad prefabricada a medida como los modelos que él vende.
Así, Harry, sencillamente ya no se reconoce porque no reconoce su país, su gente y su sueño.
Y en el fondo hay una gran crítica hacia la guerra, auspiciada por los más grandes valores, no causa sino muerte, existencias truncadas que ya no podrán gozar de ninguna de las cosas buenas de la vida, como sobrecogedora aquella secuencia la de la alucinación de Harry durante su discurso, cuando en lugar de a los posibles compradores de su colección, cree estar dirigiéndose a sus antiguos compañeros muertos en Anzio; en defensa de una mentira convenientemente manipulada por unas estructuras de poder que engañan a su propia población en cuanto a las ideas de democracia, libertad y confort.
Esa comprensión, ese súbito desengaño, desconsuela a Harry, que no encuentra a su alrededor ninguna huella del cariño, del afecto, que se supone que las estructuras familiares y sociales deberían haberle garantizado:
Su esposa se muestra frío con él, además ella se halla de viaje, y los intentos de Harry por recuperar el antiguo vigor de su amor, reciben la recomendación de ella de que visite a un psiquiatra…
Su hija vive interna en un colegio suizo, su amigo Phil es ahora un socio protestón, con el que mantiene criterios contrapuestos...
Irónicamente, es un incumplimiento legal, las normas contra incendios que debe seguir una fábrica textil, lo que salva a Harry y Phil de caer en brazos de la corrupción total.
Otra ironía, el calor humano que Harry no encuentra en la gente de su generación, afectos diluidos, amistades por interés, negocios egoístas… lo encuentra en una joven de 20 años que se prostituye.
Por la mañana, él la ha llevado en coche y ha rechazado su ofrecimiento de acostarse juntos; y por la noche, encontrándola de nuevo por casualidad, la acompaña a la casa de la playa, y juntos hacen el amor, charlan, ríen y juegan a un desesperado juego de memorias perdidas...
Ahí comprueba Harry los estragos del cambio generacional:
Ella no conoce buena parte de los nombres y acontecimientos que él va citando en su juego.
El mayor rasgo de humanidad, sin embargo, que Harry ha percibido en las últimas 24 horas, es el orgullo de ella, al renunciar a cobrarle, dejando sentado que esa noche no ha sido trabajo, sino atracción.
De repente, por un rato, Harry ha recobrado su juventud, el tiempo perdido, los sueños robados, mirándose en el espejo de desmemoria e ignorancia de ella.
Tras contemplar la playa y recordar los muertos de Anzio, él está listo para pasar las horas perdidas viendo a los niños jugar al béisbol, a contemplar sus sueños todavía inocentes, puros, sin mácula.
Se le puede achacar a Save The Tiger, que la trama “no es nada del otro mundo”, porque es una historia lineal, no hay saltos en el tiempo, y la trama transcurre en día y medio; tiene temas manidos, como:
Crisis de las clases medias, crisis existencial, en una edad difícil; lucha entre el bien/su socio y el mal/Stoner, que no quiere perder su acomodada vida.
Pero tiene un valor y un esfuerzo considerable:
Fue rodada en exteriores por el escaso presupuesto, de $1 millón en menos de 1 mes; donde se aprecian largas escenas con mínimos cortes, buenos actores secundarios, diálogos moralmente inquietantes, y magníficos planos con luz natural.
Y es que Avildsen se aprovecha también de Jack Lemmon para mostrar el mundo empresarial, donde el poder del oro es indispensable para poder triunfar.
Algo que ni los directores, ni los empresarios, ni los usureros salen impunes.
Y todos tienen su lado oscuro; y de esa manera, Avildsen se sirve de su film para hacer una contundente y critica mirada al mundo empresarial, plagado de hipocresía y falsedad, donde uno complace al otro, para que le devuelva el favor más adelante.
“Son sólo negocios…”
y no solo eso, el personaje de Lemmon padece una crisis existencial... por lo que Save The Tiger dependía de su actuación; y él proporcionó a esta película, posiblemente, la mejor actuación de su carrera.
Harry Stoner, fácilmente podría haber sido un personaje que uno podría antagonizar, pero debido a la interpretación cuidadosa del personaje, por parte de Lemmon, se desarrolla como una persona desesperada, que realmente se compadece; y esto se debe a que Harry Stoner es un fantasma en el país que alguna vez entendió.
Su generación ha sido olvidada por mucho tiempo, pero él está intentándolo para mantener un toque de relevancia en este país que está cambiando rápidamente a su alrededor; y sueña con su pasado cuando alguna vez pensó que podría haber sido un jugador de béisbol; y cuando los tiempos eran más fáciles; se sumerge en la suave música de jazz en un momento en que la música alguna vez fue un reflejo genuino del alma de un músico.
Repetidamente regresa a estas comodidades de su pasado, porque eso es todo lo que realmente entiende.
Estos elementos del pasado, son como un santuario para Harry, ante el cual se siente seguro cuando se consume con ellos.
En ese sentido, Harry Stoner es una persona triste de ver.
Es una especie rara, que está al borde de la extinción.
Con su vida implosionando a su alrededor, es probable que esta extinción llegue pronto; por lo que la verdadera tragedia del personaje, es la falta de aprecio por su generación que luchó en La Segunda Guerra Mundial y sacrificó gran parte de su inocencia por las generaciones futuras que han demostrado ser desagradecidas.
Esta generación desagradecida, es pasiva sobre el pasado, e ignorante de su historia.
No es casual que en una escena que Harry Stoner tiene con un autoestopista que recoge más tarde en la película, se encuentra con la respuesta incrédula:
“Nunca estuvimos en guerra con Italia”
En momentos como este, Harry se enfrenta a la realidad del país que una vez tuvo, por el que luchó, y se ha desviado de respetar su propia base.
La pasividad de la generación más joven disminuye, los amigos que Harry perdió durante la guerra, y minimiza los sacrificios que hizo por su país.
Mientras que la generación más joven ya ha olvidado el pasado, Harry está atrapado en él; y se encuentra continuamente con recuerdos inquietantes de la guerra y la culpa duradera que siente por haber sobrevivido.
Ha reprimido su depresión, por haber perdido amigos en la guerra, y no quiere aceptar que el ideal por el que lucharon, desapareció en la sociedad actual.
Incluso algo tan simple, como visitar la playa, es una angustia mental para Harry, quien ve la playa como un recordatorio de la guerra que una vez libró en el extranjero.
En una escena simple, pero profunda, Harry mira a la playa solo, y en silencio.
Externamente, la escena es agradable, pero se nos da acceso a sus pensamientos, a lo que el espectador se da cuenta de que las imágenes de la playa evocan en la cabeza de Harry los sonidos de la guerra y la muerte.
Su pasado lo persigue hasta el punto de que casi lo paraliza; y en muchos aspectos, Harry todavía está en guerra, pero ahora está consigo mismo.
Harry ha sacrificado su integridad durante mucho tiempo para mantener viva su compañía, y ahora se encuentra en una encrucijada moral, sobre si contratar a un pirómano para quemar una de sus fábricas para que pueda cobrar el seguro, lo que garantizaría que su compañía sobreviviera a otra temporada.
El florete para la desesperación de Harry, es Phil Green, el socio comercial de Harry, que funciona como la brújula moral de la película.
A lo largo de la trama, Phil es el único personaje con integridad moral que también es una especie rara al borde de la extinción simbólica, ya que representa a una generación que una vez se ganó la vida con honestidad.
Phil insiste en que, al no seguir las reglas y no tener conciencia, refuerza el desdén de la sociedad por los negocios y los hombres como Harry.
Y al igual que Harry, Phil está arrinconado, y no sabe qué hacer para combatir el mundo que lo rodea; por tanto, a través de Phil, Save The Tiger también cuenta la historia de, cómo la honestidad ya no es propicia en el mundo laboral, donde cortar esquinas es más práctico que la legitimidad.
De esa manera, el elemento más conmovedor de la película, es que Harry ya no sabe por qué está luchando; y cuando se le pregunta directamente, qué quiere, Harry responde solemnemente, “otra temporada”, para asombro del individuo que no puede comprender a alguien que vive solo para sobrevivir.
Esto establece a Harry, no como alguien que está decidido a alinear subolsillos, sino como alguien que quiere mantener algo en su vida, que refuerza que toda la inocencia que perdió en el pasado, valió algo.
No tiene a nadie con quien conectarse personalmente; pues sus únicas conexiones sociales son con aquellos que lo ayudan a cortar esquinas.
Todo lo que tiene es el conocimiento de que perdió para estar donde está.
En retrospectiva, esto esencialmente sugiere la disolución del “Sueño Americano”; la romantización del pasado de Harry, es un claro indicio de sus arrepentimientos, y de desear poder hacerlo durante su vida.
Si bien está desactualizado, psicológicamente condenado al ostracismo y aislado de vivir en la sociedad contemporánea; simplemente existe sin perspectivas reales fuera de la supervivencia.
Esta es la representación de EEUU en Save The Tiger, un país desprovisto de moralidad y esperanza.
Y hay una clara alegoría al pasado juvenil y desenfadado, donde no existen las grandes preocupaciones, donde todo resulta más sencillo.
Eso se ve en el personaje de la hippie, que mantiene contacto con él; y también, esa nostalgia se vislumbra en continuos momentos cuando el protagonista recuerda los viejos tiempos, y hace continuas reflexiones sobre los valores de antaño y los de ahora.
La verdad, Save The Tiger no parece la gran cosa, sobre todo por la irregularidad de su ritmo, posiblemente debido a la falta de interés de algunos pasajes del film, o a la excesiva dramatización de algunos momentos concretos; y que el final deja mucho que desear, pero guarda en sus adentros, unas pretensiones y una voluntad de metaforizar que en absoluto se ven saciadas, dando la sensación de terminar todo el embrollo de forma excesivamente insubstancial.
Ahora bien, Save The Tiger tiene 2 muy buena razones, muy simples para verla:
Jack Lemmon realiza una interpretación digna de estudio; comedida, sincera y poderosa, que capta toda la atmosfera de la película, y la convierte por completo, resonando como una autentica sentencia en la opinión final del espectador; y el guión tiene momentos realmente afilados, cierto que ostenta ciertos puntos concretos que parecen perder la serenidad que ostenta su total, aunque para nada emborrona la sensación de estar ante un buen trabajo.
Al finalizar, me invade una sensación de nostalgia; punzante e intensa...
Puede que eche de menos las interpretaciones como las de Jack Lemmon, y al mismo Lemmon en sí... una especie en peligro de extinción, que como el tigre, debería perdurar.
Cada uno interpretará lo del tigre como quiera, metáfora y símbolo del luchador que no se rinde nunca, o lo que sea, allá cada uno.
Yo creo que Lemmon da pena
¿Él es feliz?
Yo no me cambiaría por él, jamás.
La vida puede ser más sencilla, con un poco de hierba, bien rodeado de gente sana, libre, haciendo el amor sin complejos, siempre que sea beneficioso para el cuerpo y el alma, sin meterse con nadie, camuflados por un sistema que no se puede cambiar.
El capitalismo es indestructible, pero la actitud ante el sistema, es lo que cuenta.
Los hippies tenían razón, la chica autoestopista le da cien mil vueltas a Jack, pobre Jack, él no puede cambiar de vida ya...
Como dice él mismo en un memorable pasaje de la cinta:
“Me gustaría estar enamorado de algo”, mientras una lágrima perdida cae de sus ojos.
Y es que todos los sueños del protagonista se han diluido con el tiempo, y su pasión por la vida, ha quedado enterrada con el paso de los años.
¿Se recupera el pasado?
Absolutamente no.
“I want that girl in a Cole Porter song.
I wanna see Lena Horne at the Cotton Club, hear Billie Holiday sing fine and mellow; walk in that kind of rain that never washes perfume away.
I wanna be in love with something.
Anything.
Just the idea.
A dog, a cat.
Anything.
Just something”
He descubierto que los desengaños son parte de la vida, y por más que pienso en ello, no dejo de reconocer que no suceden porque sí, son fruto de un exceso de confianza ciega en las personas.
Tratar de preguntarse, por qué suceden es algo inútil, simplemente suceden, y nuestra forma de ser, tiene mucho que ver en ello.
A veces te preguntas, si la desagradable situación que rodea a un hecho así, es fruto de nuestra imaginación, o es la dura realidad que nos golpea fríamente.
Pero lo cierto es que, de todas las emociones que experimenta el ser humano, una de las más duras es el desengaño, tanto si sabemos a qué se debe, como si no.
En un principio, es una dura experiencia, porque cuando sucede, nos deja la amarga sensación de que algo que creíamos como verdadero, de repente descubrimos que es algo completamente infundado, y nos deja muy confusos.
Un desengaño, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, es la señal de alerta que nos muestra que nuestros sentimientos han sido traicionados de una forma u otra.
Las palabras encierran universos de belleza efímera, de los que nos apropiamos y muchas veces ignoramos que ocultan nuestra forma de ser y actuar cuando tratamos de comunicarnos socialmente.
Por otro lado, nuestras relaciones sociales y afectivas, son algo real y tangible, un estado emocional que rige nuestra vida, y determina nuestro comportamiento, y a veces, de una manera arrolladora, que en muchas ocasiones transgrede los límites; y cuando esto último sucede, toda barrera social se elimina, y nos manifestamos tal y como somos.
Cuando se produce esta situación, en la que se abandona ese sentimiento social de comunicación por 1 de las 2 partes, y no existen esas afinidades, entonces aparece en toda su crudeza el desengaño, y toda la serie de sentimientos que lo acompañan; por lo que no controlar la situación, es lo que nos frustra.
La madurez y la formación de la persona que sufre el desengaño, son los que la ayudan a superarlo.
Y es difícil asumir que realmente no tenemos derecho a esperar nada de nadie, y que la imagen que nos hemos creado de la otra persona, no es la real.
Sólo ofrecer sin esperar nada a cambio, aparte de ser generoso, puede llegar a convertirse en una experiencia gratificante.
Y en última instancia, el perdón puede ser una opción sin que por ello se tenga que dar continuidad a algo que ya no tiene consistencia.
Por último, es humano padecer ciertas decepciones, ya que los vínculos sociales que mantenemos muchas veces son inexplicables, y aunque no lo reconozcamos, la mayoría de las veces penden de un hilo.
No somos libres, es nuestra historia particular y nuestras vivencias, las que posibilitan nuestras relaciones, y de nosotros depende mantener afectos reales en nuestra vida.
Así pues, de los desengaños se aprende, y lo más pertinente es aplicar la moraleja:
Corregir los errores y la confianza excesiva; porque de los desengaños se aprende, y mucho; y lo bueno es darse cuenta de que existen, de que no todo el monte es orégano, de que la realidad es más dura de lo que parece, de que a menudo, los bastos pintan más de lo que desearíamos.
En fin, que los desengaños existen, y que hay que tomar buena nota de ellos.
Pero tampoco hay que exagerar…
Basta con limitarse a tomar buena nota, sacar la lección pertinente, y corregir los errores y las confianzas indebidas en los que se haya podido incurrir.

“Everybody misses”



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