Ludwig

“The Mad King of Bavaria”

La Casa de Wittelsbach es una Casa Real europea y una dinastía alemana originaria de Baviera, siendo la última familia reinante del Reino de Baviera; siendo Otto IV, hijo de Ekkehard von Scheyern, el primero en adoptar el nombre por El Castillo de Wittelsbach.
Ese castillo se mencionó por primera vez alrededor del año 1000; y a partir del 1120, Los Condes de Scheyern fueron Condes Palatinos de Wittelsbach: por lo que el castillo se convirtió así en el asiento ancestral de La Casa de Wittelsbach; y los posteriores Electores y Reyes de Baviera y Electores del Palatinado.
Según la tradición local, el castillo fue destruido en 1209, después de que El Conde Otto de Wittelsbach asesinara al Rey Philipp von Schwaben, y no fue reconstruido.
La Familia Wittelsbach gobernó los territorios de Baviera desde 1180 hasta 1918, y del Palatinado Renano desde 1214 hasta 1805; y en 1815, este territorio fue parcialmente incorporado a Baviera, siendo elevado a la categoría de Reino por Napoleón en 1806.
Los miembros de la familia sirvieron como Duques, Electores y Reyes de Baviera de 1180 a 1918; Condes Palatinos del Rin de 1214 a 1803 y de 1816 a 1918; Margraves de Brandeburgo de 1323 a 1373; Condes de Holanda, Henao y Zelanda de 1345 a 1432; Arzobispos Electores de Colonia de 1583 a 1761; Duques de Jülich y Berg de 1614 a 1794/1806; Reyes de Suecia de 1441 a 1448 y de 1654 a 1720; y Duques de Bremen-Verden de 1654 a 1719.
La Familia también proporcionó 2 Emperadores del Sacro Imperio Romano, de 1328 a 1742; 1 Rey de Romanos 1400; 2 antirreyes de Bohemia de 1619 a 1742; 1 Rey de Hungría en 1305; 1 Rey de Dinamarca y Noruega en 1440 y 1 Rey de Grecia de 1832 a 1862.
Un gobernante muy destacado fue Ludwig Otto Frederik Wilhelm von Wittelsbach, Príncipe bávaro de La Casa de Wittelsbach, Rey de Baviera de 1864 a 1886 con el nombre de Ludwig in Bayern; a veces se le llama “Der Märchenkönig” o “El Rey del Cuento de Hadas” o “El Rey Cisne”; y ocupó los títulos de Conde Palatino del Rin, Duque de Baviera, Duque de Franconia y Duque en Suabia.
Como Ludwig II de Baviera, ascendió al trono cargado de ilusiones románticas, dotado de una pasión febril por el arte, sufrió una aguda degradación mental y física que le llevó a caer en la locura.
Homosexual y esteta, este monarca atormentado, con una fabulosa afición por los castillos, cultivó la amistad del compositor alemán Richard Wagner, profesó admiración por Elisabeth von Preußen, y mostró un profundo desprecio por los políticos y las cosas mundanas.
Siendo hijo del Rey Maximilian von Wittelsbach y de Marie Friederike Franziska Hedwig von Preußen; tuvo otro menor llamado Otto Wilhelm Luitpold Adalbert Waldemar, y ambos se convirtieron en Rey, pero fueron declarados locos y depuestos…
Sus padres tenían la intención de llamar a Ludwig, Otto, pero su abuelo insistió en que su nieto llevara su nombre, ya que su cumpleaños común, el 25 de agosto, es la fiesta de San Louis IX de Francia, Patrón de Baviera, con “Ludwig” siendo la forma alemana de “Louis”
Así, su hermano menor, nacido 3 años después, se llamó Otto; y como muchos herederos jóvenes en una época en la que los reyes gobernaban la mayor parte de Europa, a Ludwig se le recordaba continuamente su estatus real.
Pasaron la mayor parte de su infancia con sirvientes y maestros en el castillo de Hohenschwangau; pero sus padres eran muy distantes y formales, y estaban tan perdidos sobre qué decirles a Otto y Ludwig, que a menudo los ignoraban e incluso los evitaban.
Su madre se interesó por lo que vestían los hermanos, y ordenó que Ludwig siempre vistiera de azul, y que Otto vistiera siempre de rojo.
Su padre era estricto con los hermanos, particularmente con Ludwig, el aparente heredero de La Corona; y debido a ello, Ludwig fue consentido inusitadamente en algunos aspectos, pero severamente controlado por sus preceptores, y sujeto a un estricto régimen de estudio y ejercicios.
Algunos de sus biógrafos afirman que muchos aspectos de su excéntrico comportamiento, pueden explicarse por la presión de haber crecido en La Familia Real.
Otto y Ludwig fueron vistos a menudo juntos durante los primeros años del reinado de Ludwig, pero se distanciaron con el tiempo...
Ludwig era tímido e introvertido, y finalmente se convirtió en un recluso; mientras Otto era alegre y extrovertido hasta que ocurrió La Guerra Franco-Prusiana.
Después de esa guerra, Otto se puso muy deprimido y ansioso, lo que preocupó a su familia; tuvo momentos durante los cuales dormía mal y actuaba extraño durante días; seguido de períodos de tiempo durante los cuales estuvo perfectamente normal y lúcido; pero su enfermedad empeoró progresivamente.
Pese a todo, su juventud tuvo momentos felices, como las visitas al castillo de Hohenschwangau y al lago de Starnberg con su familia.
Durante la adolescencia, Ludwig forjó una estrecha amistad con su ayuda de un asistente de campo, el apuesto aristócrata,  Paul Maximilian Lamoral Fürst von Thurn und Taxis, miembro de una de las familias más ricas de Baviera.
Los 2 jóvenes cabalgaban juntos, leían poesía en voz alta, y representaban escenas de las óperas románticas de Richard Wagner.
La primera vez que el joven Príncipe Ludwig presenció una obra wagneriana, fue el 25 de agosto de 1861, cuando se representó ante él “Lohengrin”, y desde entonces mostró siempre un entusiasmo inusitado por la música de Wagner.
Aunque este enamoramiento, como el de Richard Wagner, probablemente no se expresó sexualmente, hubo rumores en Múnich de que Ludwig era íntimamente sexual con su ayudante de campo…
Paul y Ludwig, compartieron su pasión por Richard Wagner y el teatro; siendo dotado de una hermosa voz, Paul cantó varias veces ante El Rey; de hecho, Wagner ensayó con Paul una parte de la ópera “Lohengrin” que se realizó con motivo del 20° cumpleaños del Rey, el 25 de agosto de 1865 en el Alpsee en Hohenschwangau; y estaba magníficamente escenificado, con Paul vestido como Lohengrin con una armadura plateada brillante, atraído sobre el lago por un cisne artificial, y todo el paisaje estaba iluminado por luz eléctrica.
Después de que Richard Wagner se viera obligado a abandonar Múnich el 10 de diciembre de 1865, El Príncipe Paul sirvió como un mensajero discreto e intermediario entre Ludwig y Wagner; pero su relación con Paul se rompió cuando este empezó a interesarse por las mujeres...
Paralelamente, El Príncipe Ludwig había iniciado una amistad con su prima, Elisabeth von Bayern, más conocida como “Sissi”; y ambos amaban la naturaleza y la poesía, y en su mundo privado se llamaban “Águila” para Ludwig y “Cisne” para Elisabeth.
Pero sobre todo, Ludwig fue el gran mecenas de Richard Wagner, al que admiraba desde que era Príncipe heredero; de hecho, el rechazo del pueblo y del gobierno de Baviera a los Wagner, debido, entre otras cosas, a sus continuas interferencias en política, le sumieron en la melancolía, pues Wagner acabó buscándose otro mecenas; siendo un factor determinante en su alejamiento de La Corte y de las responsabilidades de gobernante.
Como dato, dicen que se trataba probablemente del Rey más cercano a Los Cuentos de Hadas, pues Ludwig admiraba estos relatos desde su infancia; y sus narraciones preferidas, en las que se basaron sus palacios, fueron las leyendas tradicionales alemanas de “Tristán e Isolda”, y su propio retrato en el momento de La Coronación, refleja la forma en que se presentó ante los bávaros, no andan muy lejos de la representación clásica de un Príncipe Azul.
Según este punto de vista, Ludwig, también llamado “El Rey Loco”, deseaba vivir en un mundo de fantasía, y de ahí que buscase refugio en los palacios que construyó; pero que también impulsó la arquitectura y la construcción del Teatro del Festival de Bayreuth donde sólo se presentan obras de Wagner.
De hecho, muchos compositores le dedicaron música, como Anton Bruckner, que le dedicó su “Séptima Sinfonía”, compuesta entre 1881 y 1883.
Un dato curioso, es que El Rey Ludwig acostumbraba cenar rodeado de estatuas de reyes anteriores, porque no le gustaba comer con personas…
Ludwig llegó al trono a la edad de 18 años; y aunque no estaba preparado para altos cargos, su juventud y su aspecto melancólico, lo hicieron popular en Baviera y en otros lugares.
Continuó las políticas estatales de su padre y retuvo a sus ministros; pero sus verdaderos intereses estaban en el arte, la música y la arquitectura; y uno de los primeros actos de su reinado, unos meses después de su adhesión, fue convocar a Wagner a su Corte.
Ludwig era notablemente excéntrico en formas que hacían que servir como Jefe de Estado de Baviera fuera problemático:
No le gustaban las grandes funciones públicas, y evitaba los eventos sociales formales, siempre que era posible, prefiriendo una vida de aislamiento que perseguía con varios proyectos creativos.
Pasó que 2 años más tarde, en 1866, Baviera y Austria libraron una guerra contra Prusia que duró solo unas semanas y que perdieron.
Sin embargo, en La Guerra Franco-Prusiana de 1870, Baviera se puso del lado de Prusia contra Francia, y después de la victoria prusiana, se convirtió en parte del Muevo Imperio Alemán liderado por Prusia.
Aunque Bavaria retuvo cierto grado de autonomía en algunos asuntos dentro del Nuevo Reich Alemán, Ludwig se retiró cada vez más de los asuntos de estado cotidianos, en favor de proyectos artísticos y arquitectónicos extravagantes; de hecho Ludwig gastó todos sus ingresos reales, aunque no los fondos estatales como se piensa comúnmente, en estos proyectos, pidió prestado ampliamente, y desafió todos los intentos de sus ministros para contenerlo.
Esta extravagancia se usó contra él para declararlo “loco”, una acusación que desde entonces ha sido objeto de escrutinio.
Hoy, su legado arquitectónico y artístico, incluye muchas de las atracciones turísticas más importantes de Baviera.
No obstante, tuvo siempre como ideal los reyes absolutistas, y quiso reconciliar a los Estados alemanes; pero pronto surgieron 2 problemas:
La expectativa, siempre frustrada, de engendrar un heredero; y las relaciones con Prusia.
El mayor estrés del reinado temprano de Ludwig, fue la presión para producir un heredero; por lo que llegó a estar comprometido con Sophie Charlotte Augustine Herzogin in Bayern, su prima, y hermana menor de Sissi.
Ludwig empezó a cortejar a Sophie mandándole cartas y ramos de flores, e iba a encontrarse con ella en su barca; mientras que Sophie tocaba el piano y cantaba, pues era un entusiasta de la música, siendo admiradora también del compositor Richard Wagner.
Y es que las óperas de Wagner apelaron a la imaginación llena de fantasía del Rey; y el 4 de mayo de 1864, Wagner, de 51 años, recibió una audiencia de 1 hora sin precedentes con Ludwig en El Palacio Real de Múnich; y más tarde, el compositor escribió sobre su primer encuentro con Ludwig:
“Por desgracia, es tan guapo y sabio, conmovedor y encantador, que me temo que su vida debe derretirse en este mundo vulgar como un sueño fugaz de los dioses”
Ludwig, fue probablemente el salvador de la carrera de Wagner; pues sin Ludwig, es dudoso que las últimas óperas de Wagner hubieran sido compuestas, mucho menos estrenadas en el prestigioso Teatro Royal Court de Múnich, ahora Ópera Estatal de Baviera.
Y 1 año después de conocer al Rey, Wagner presentó su último trabajo, “Tristan und Isolde” en Múnich con gran éxito; sin embargo, el comportamiento extravagante y escandaloso percibido por el compositor en la capital, era inquietante para el pueblo conservador de Baviera, y El Rey se vio obligado a pedirle a Wagner que abandonara la ciudad 6 meses después, en diciembre de 1865.
Se cuenta que Ludwig consideró abdicar para seguir a Wagner, pero Wagner lo persuadió para que se quedara; aun con todo, Ludwig proporcionó la residencia Tribschen para Wagner en Suiza; donde Wagner completó “Die Meistersinger von Nürnberg” y se estrenó en Múnich en 1868.
Cuando Wagner regresó a su “Der Ring des Nibelungen”; Ludwig exigió “avances especiales” de las 2 primeras obras:
“Das Rheingold” y “Die Walküre” en Múnich, en 1869 y 1870.
Wagner, sin embargo, ahora estaba planeando su gran ópera personal en Bayreuth.
Ludwig, inicialmente se negó a apoyar el grandioso proyecto; sin embargo, cuando Wagner agotó todas las demás fuentes, apeló a Ludwig, quien le prestó 100,000 táleros para completar el trabajo; hasta pagó por la villa de Wahnfried para que residieran Wagner y su familia, construida entre 1872 y 1874.
En 1876, Ludwig asistió al ensayo general, y a la 3ª presentación pública del ciclo completo del Anillo en el Festspielhaus.
Aunque todavía Ludwig se encontraba mentalmente estable, no tardarían en darse las primeras señales del desequilibrio que lo acompañaría toda la vida.
Comenzó a sumergirse en un mundo de fantasía y de ensoñación, donde Sophie era vista como “Elsa”, un personaje de fantasía de la ópera romántica “Lohengrin” de Wagner, y no como un ser de carne y hueso.
Pasaba el tiempo, y Ludwig no se decidía a poner una fecha para el matrimonio; desilusionada por la espera, Sophie comenzó una relación idílica con el fotógrafo Edgar Hanfstaengl, citándose secretamente con él con la ayuda de su dama de compañía.
En octubre de 1867, Ludwig escribió una carta a su prima, en la que rompía el compromiso, aunque sin querer renunciar a la amistad que los había unido.
Y se cuenta que cuando Ludwig murió, su hermana Elisabeth dijo que se le había aparecido en sueños, anunciándole una muerte violenta para ella, y otra trágica para su hermana Sophie; y no le faltaba razón…
Sophie finalmente se casó con El Duque de Alençon; y posteriormente moriría en un incendio, en 1897, cuando la pareja fue invitada por los hermanos Lumière para una proyección de cine, cuyo material para la película era altamente inflamable.
De hecho, por problemas técnicos, surgieron las llamas que rápidamente lo cubrieron todo.
Sophie permaneció en el lugar, intentando salvar a unos muchachos que estaban junto a ella; y cuando los hubo puesto a salvo, intentó salir a la calle, pero las llamas fueron más veloces que ella, y pereció abrasada…
El otro problema fue que, a pesar de su alianza con Austria contra Prusia en La Guerra de Las 7 Semanas, Ludwig aceptó un tratado de defensa mutua con los prusianos en 1867, después de ser derrotado.
Como consecuencia de este tratado, Baviera tuvo que ser aliada de Prusia en La Guerra Franco-prusiana.
Otto von Bismarck, persuadió a Ludwig de la idea de un Imperio Alemán, con lo que la posibilidad de independencia de Baviera se vio reducida; y desilusionado de gobernar en la época en que le había tocado, Ludwig se fue retirando cada vez más de la capital constitucional, Múnich, en que debía residir un número mínimo de meses al año, cumpliendo tan solo el mínimo exigible, y haciendo que sus ministros se dirigieran al Castillo de Linderhof, donde residía habitualmente, para firmar las leyes propuestas por éstos.
Por otro lado, a pesar de que se haya insinuado una relación amorosa entre Ludwig y la emperatriz Elisabeth, hay poco fundamento para considerarla real...
Su amistad, sin embargo, sí fue muy estrecha, reforzada por su afición por la hípica, la música y la naturaleza; y por otro, la homosexualidad no había sido castigada en Baviera desde 1813, pero La Unificación de Alemania en 1871, estableció el párrafo 175 que criminalizaba los actos homosexuales entre hombres bajo la hegemonía prusiana.
En la intensamente católica y socialmente conservadora Baviera del siglo XIX, el escándalo de un monarca homosexual, habría sido intolerable.
A lo largo de su reinado, se conocieron varios enamoramientos del Rey Ludwig con hombres apuestos, incluyendo al principal caballerizo de La Casa Real, Richard Hornig; El Príncipe bávaro, Paul von Thurn und Taxis; la estrella de teatro húngara, Josef Kainz; y el cortesano Alfons Weber.
En 1869, Ludwig comenzó a llevar un diario en el que registraba sus pensamientos privados, hablaba de tentativas de suprimir sus deseos sexuales, y mantenerse fiel a los dogmas católicos; sin embargo, esos diarios se extraviaron durante La Segunda Guerra Mundial, y todo lo que queda hoy son copias de escritos hechos antes de la guerra.
Estos escritos copiados del diario, junto con cartas privadas y otros documentos personales que han sobrevivido, sugieren que Ludwig luchó contra su homosexualidad; por lo que también volcó sus mayores energías en paraísos artificiales, diseñando y construyendo 3 grandiosos castillos, siguiendo el estilo historicista imperante en la época:
El Castillo de Neuschwanstein, fue utilizado por Walt Disney en el siglo XX como inspiración para El Castillo de La Bella Durmiente en los parques de Disney de todo el mundo; El Castillo Herrenchiemsee, que es una réplica, aunque sólo la sección central del Palacio de Versalles; y El Castillo Linderhof.
El Bayreuth Festspielhaus, fue construido para, y bajo la supervisión de Richard Wagner, con fondos proporcionados por Ludwig, como escaparate de las óperas de Wagner.
También, se dice que el llamado “Rey de Los Cisnes” inspiró la historia detrás del ballet clásico “El Lago de Los Cisnes” del compositor ruso, Pyotr Tchaikovsky; y esto podría referirse a los días de su infancia, cuando pasó gran parte de su juventud en un castillo llamado “Hohenschwangau” en la región alta del cisne, en Los Alpes Bávaros, donde Ludwig creció entre imágenes e iconos de cisnes, y el cercano “Schwansee” o “Lago de Los Cisnes”
En esto, Ludwig perpetuaba la tradición de su familia, que había construido grandes avenidas en Múnich y castillos por toda Baviera; por lo que gastó su fortuna familiar para la construcción de estos castillos, contrariamente a lo que se piensa, sin arruinar las arcas del Estado; y en la construcción de los castillos, Ludwig fue asesorado por el diseñador de edificios, Christian Jank.
Así, la vida excéntrica del Rey y su personalidad melancólica, condujeron al dictamen médico que lo declaró, finalmente, incapacitado para gobernar, aunque se ha sugerido que esta no fue sino una estratagema familiar para arrebatarle el trono.
En 1885, Ludwig  tenía una deuda de 14 millones de marcos, había tomado prestado mucho de su familia y, en lugar de economizar, como le aconsejaron sus ministros de finanzas, planeó nuevos diseños opulentos sin pausa... y exigió que se solicitaran préstamos de toda la realeza de Europa, manteniéndose alejado de los asuntos de estado; y sintiéndose acosado e irritado por sus ministros, consideró despedir todo el gabinete, y reemplazarlos con caras nuevas; pero el gabinete decidió actuar primero…
Buscando una causa para deponer a Ludwig por medios constitucionales, los ministros rebeldes decidieron sobre la razón de que estaba mentalmente enfermo, y no podía gobernar; y le pidieron al tío de Ludwig, El Príncipe Luitpold, que entrara en la vacante real una vez que Ludwig fuera depuesto.
Luitpold estuvo de acuerdo, con la condición de que los conspiradores produjeran pruebas confiables de que El Rey estaba de hecho impotente.
La mayoría de los detalles en el informe, fueron compilados por El Conde Maximiliano von Holnstein, quien se desilusionó con Ludwig, y buscó activamente su caída.
Holnstein usó el soborno y su alto rango para extraer una larga lista de quejas, cuentas y chismes sobre Ludwig entre los sirvientes del Rey.
La letanía de supuestos comportamientos extraños, incluía su timidez patológica, su evitación de los negocios estatales, sus complejos y costosos vuelos de lujo, cenar al aire libre en climas fríos, y usar abrigos pesados en verano, modales descuidados e infantiles en la mesa; despachar sirvientes en viajes largos y costosos para investigar detalles arquitectónicos en tierras extranjeras; y amenazas violentas y abusivas a sus sirvientes.
Es posible que nunca se conozca el grado en que estas acusaciones fueron precisas; y a principios de junio, el informe fue finalizado y firmado por un panel de 4 psiquiatras:
El Dr. Bernhard von Gudden, Jefe del Asilo de Múnich; Dr. Hubert von Grashey, que era yerno de Gudden; y sus colegas, El Dr. Friedrich Wilhelm Hagen y El Dr. Max Hubrich.
El informe declaró en sus oraciones finales, que El Rey sufría de paranoia y concluyó:
“Sufriendo de tal desorden, ya no se puede permitir la libertad de acción, y Su Majestad es declarado incapaz de gobernar, cuya incapacidad no será solo por 1 año duración, sino por la duración de la vida de Su Majestad”
Esos psiquiatras nunca habían conocido al Rey, excepto Gudden, y solo una vez, 12 años antes, y ninguno lo había examinado.
Las preguntas sobre la falta de diagnóstico médico, hacen que la legalidad de la deposición sea controvertida; y a ello se suman las misteriosas circunstancias bajo las cuales murió El Rey Ludwig, ahogamiento.
Él pasó sus últimos días bajo atención psiquiátrica; y su muerte generó sospechas sobre todos, pues, de hecho, Ludwig era un gran nadador.
Se dice que hubo 2 hombres que “amablemente” le acompañaron hasta el lago; y se ha afirmado que Ludwig tenía un Trastorno Esquizotípico de La Personalidad y que también puede haber sufrido La Enfermedad de Pick durante sus últimos años, era una suposición respaldada por una degeneración lobar frontotemporal mencionada en el informe de la autopsia; mientras que Otto, su hermano, padecía esquizofrenia…
También se ha argumentado persuasivamente, que los problemas de Otto fueron el resultado de contraer sífilis, lo que también explicaría sus problemas físicos, particularmente la parálisis que sufrió en los años posteriores.
Así las cosas, a las 4am del 10 de junio de 1886, una comisión gubernamental que incluía a Holnstein y Gudden, llegó a Neuschwanstein para entregar formalmente el documento de deposición al Rey, y ponerlo bajo custodia.
Luego, Ludwig hizo arrestar a los comisionados, pero después de mantenerlos cautivos durante varias horas, los liberó…
El 10 de junio de 1886, el gabinete bávaro declaró que El Rey Ludwig no podía gobernar, y nombró a su tío, Luitpold, como Príncipe Regente.
Finalmente, El Rey decidió que trataría de escapar, pero ya era demasiado tarde.
En las primeras horas del 12 de junio, llegó una segunda comisión; y El Rey fue capturado justo después de la medianoche, y a las 4am fue llevado a un carruaje de espera.
Le preguntó al Dr. Gudden:
“¿Cómo puede declararme loco?
Después de todo, nunca me ha visto o examinado antes”, solo para que le dijeran que “era innecesario; la evidencia documental, los informes de los sirvientes, es muy copiosa y completamente justificado.
Es abrumador”
Ludwig fue transportado al Castillo de Berg a orillas del lago Starnberg, al sur de Múnich; y murió solo 3 días después en circunstancias inexplicables.
Su muerte tuvo lugar en el lago de Starnberg, el 13 de junio de 1886.
Al atardecer, Ludwig pidió pasear por los alrededores del lago con su médico psiquiatra, Gudden, quien le había diagnosticado una esquizofrenia paranoide.
Este aceptó de buen grado, y mandó a los guardias que no les siguiesen, pues últimamente, Ludwig había dado muestras de mejoría que le hicieron confiar.
Los 2 hombres nunca volvieron, pues se les encontró ahogados en el lago, a las 23:30 del 13 de junio de 1886, Ludwig tenía tan solo 40 años.
La muerte de Ludwig fue oficialmente declarada “suicidio por ahogamiento”, pero el informe oficial de la autopsia, indicó que no se encontró agua en sus pulmones.
Y es que Ludwig era un nadador muy fuerte en su juventud, el agua era aproximadamente hasta la cintura donde se encontró su cuerpo, y no había expresado sentimientos suicidas durante la crisis.
Mientras que el cuerpo de Gudden mostró golpes en la cabeza y el cuello, y signos de estrangulamiento, lo que llevó a la sospecha de que fue estrangulado, aunque no había otra evidencia para probarlo.
Se especula que Ludwig fue asesinado por sus enemigos, mientras intentaba escapar de Berg; y se sugiere que El Rey recibió un disparo.
Otra teoría sugiere que Ludwig murió por causas naturales, como un ataque al corazón o un derrame cerebral provocado por el agua fría, de 12 ° C del lago durante un intento de escape…
Con todo, El Rey fue sucedido por su hermano Otto, pero dado que Otto fue considerado incapacitado por una enfermedad mental debido a un diagnóstico del Dr. Gudden, el tío del Rey Luitpold permaneció regente.
Luitpold mantuvo la regencia hasta su propia muerte en 1912, a la edad de 91 años; y siendo sucedido como regente por su hijo mayor, también llamado Ludwig.
La regencia duró 13 meses más, hasta noviembre de 1913, cuando El Regente Ludwig depuso al Rey Otto, aún vivo pero aún institucionalizado, y se declaró Rey Ludwig III von Bayern.
Su reinado duró hasta el final de La Primera Guerra Mundial, cuando la monarquía en toda Alemania llegó a su fin.
“He loved women.
He loved men.
He lived as controversially as he ruled.
But he did not care what the world thought.
He was the world”
Ludwig es un drama italiano, del año 1973, dirigido por Luchino Visconti.
Protagonizado por Helmut Berger, Romy Schneider, Trevor Howard, Silvana Mangano, Gert Fröbe, Helmut Griem, Izabella Telezynska, Umberto Orsini, John Moulder-Brown, Sonia Petrovna, Adriana Asti, entre otros.
El guión es de Luchino Visconti, Enrico Medioli y Suso Cecchi d'Amico; y narra la vida de Ludwig de Baviera, conocido por su aceptación de la unidad de Alemania, su mecenazgo a Richard Wagner, la construcción de castillos en Baviera, como Neuschwanstein y Herrenchiemsee; y por su muerte en circunstancias oscuras.
Ludwig es la parte final de “La Trilogía Alemana” de Luchino Visconti que inició con “La Caduta degli Dei” (1969) y “Morte a Venezia” (1971)
En este caso, el reinado de Ludwig es uno de los capítulos históricos más interesantes y controvertidos de la historia; donde Visconti inicia, en esta ocasión, una auténtica investigación sobre este personaje, con una magnífica ambientación en los castillos construidos por el monarca, uno de los más fértiles reyes-arquitecto, como Linderhof o el conocido Neuschwanstein.
Y en Ludwig se puede ver al Visconti más excesivo, solemne y confiado en su calidad como autor.
Con un estilo impresionante, cuidadísimos planos rodados en formatos muy anchos, “zooms”, primeros planos, panorámicas rodadas con “zoom”, amaneramiento, divismo, histrionismo y excelente diseño de vestuario, así como localizaciones... donde el neorrealismo “viscontiniano” se centra, en este caso, en el análisis del esplendor y decadencia del gobierno del monarca, incorporando aspectos de su vida íntima que, hasta el momento, no habían sido tratados en el cine, como su relación con su prima Elisabeth, con Wagner y con sus servidores; por lo que es un retrato minucioso de la psicología del Rey y de su progresiva decadencia, siendo una película desmesurada, pues tiene 4 horas de metraje; rodada con una belleza y una sensación de realidad que, a diferencia de casi cualquier folletón histórico, uno puede sentir que se está asomando realmente a La Corte Bávara, y no a una recreación moderna de bigotes postizos, trajes de guardarropía y pelucones de ópera.
La sensación de verdad es tan grande, y los actores encarnan a sus personajes de forma tan convincente que, seguramente, nos decepcionaría comprobar que Ludwig no tenía los andares de Berger, Wagner los gestos de Howard, Cósima la elegancia de la Mangano, que en esta película se entiende por qué hay gente que la considera la mujer más hermosa del cine italiano; o Elisabeth von Preußen, la seducción de Schneider.
Como dato, al “corte del director” de 4 horas, los distribuidores de la película lo consideraron demasiado largo; por lo que Ludwig fue acortado a 3 horas en el estreno en Múnich, el 18 de enero de 1973.
El recorte fue sin el consentimiento de Visconti, pero el director no pudo detenerlo, también porque tenía mala salud después de un derrame cerebral durante el rodaje.
Como dato, la representación de la homosexualidad de Ludwig, causó una controversia, particularmente en Baviera, donde Ludwig fue admirado por muchos conservadores; y entre los críticos, se encontraba El Primer Ministro bávaro, Franz Josef Strauss, quien también estuvo en el estreno de la película en Múnich.
Los distribuidores, temieron controversia, y se cortaron 55 minutos de la película, haciendo que la película original de 4 horas dure solo 2.
Se cortaron escenas con indicios homosexuales y algunos de los diálogos más filosóficos de la película para hacerla más popular entre el público en general; por lo que hay al menos 4 versiones diferentes de la película.
Ese hecho horrible, hace que la película sufra mucho, ya que cada momento es esencial para la historia; por lo que, aquellos que vieron la versión abreviada, no han visto la película.
Finalmente, la película fue restaurada a su duración de 4 horas por el editor de la película, Ruggero Mastroianni y el guionista Suso Cecchi d'Amico en 1980, 4 años después de la muerte de Visconti.
Ludwig fue filmado en inglés, y luego doblado en italiano y alemán; siendo nominada al Premio Oscar sólo en la categoría de mejor vestuario para Piero Tosi.
Los exteriores se rodaron en general en La Residencia de Múnich, El Castillo Berg, la Kaiservilla de Bad Ischl, Salzkammergut; Neuschwanstein, Linderhof, El Castillo de Hohenschwangau, El Palacio de Herrenchiemsee, y El Lago Starnberg, con su Roseninsel o “Isla de Las Rosas”; mientras que los interiores se rodaron en general en Cinecittà.
Ludwig (Helmut Berger) es una evocación histórica del Rey de Baviera, desde su coronación en 1864, hasta su muerte en 1886, como un héroe romántico; fanático de Richard Wagner (Trevor Howard) y traicionado por él; enamorado de su prima Elisabeth von Preußen (Romy Schneider) y abandonado por ella; atormentado por su homosexualidad, que hizo que poco a poco se deslizará hacia la locura.
Esta larga y lujosa película biográfica del “loco monarca” europeo, es a la vez la película más grandiosa y personal de Luchino Visconti y, curiosamente, su más íntima.
En la autobiografía de Visconti, en todo menos en el nombre, cuenta la historia de un aristócrata culto, que se arruina a sí mismo a través de un amor obsesivo por el arte, el lujo y los jóvenes guapos.
La película pinta al Rey Ludwig como una víctima bien intencionada pero desafortunada de sus cortesanos, artistas y amantes.
Si Visconti mismo era un manipulador de arcos y un poco sádico, bueno... Ludwig es una de esas películas donde la vida y el arte nunca coinciden.
Lo más revelador, es su descripción de la obsesión del anciano Rey con un actor bonito pero nada talentoso, Joseph Kainz (Folker Bohnet); y es tentador ver su romance como un espejo de la pasión de Visconti por el exquisito Helmut Berger, quien, un giro dentro de otro giro, en realidad interpreta al Rey Ludwig en esta película.
En Ludwig, Berger ofrece una actuación asombrosa, que va desde el idealismo de cara fresca, hasta el desamor homoerótico y los desechos hinchados.
Filmada justo después del colapso de la película de Proust de Visconti, Ludwig es rica en personajes que reflejan, ya sea conscientemente o no, los monstruos dorados de “La Belle Epoque” que rondan las páginas de “a la recherche du temps perdu”; y como La Emperatriz Elisabeth von Preußen, prima magnética pero manipuladora del pobre Ludwig, Romy Schneider podría estar interpretando a La Duquesa de Guermantes.
El compositor oportunista, Richard Wagner, y su intrigante esposa Cosima (Silvana Mangano), se presentan como los vulgares Verdurins de escalada social.
El Rey mismo es un espíritu afín del Barón de Charlus:
Un esteta condenado, donde sus gustos refinados están en desacuerdo con su sórdida vida amorosa.
Así, con su majestuoso elenco y su impecable fotografía y diseño, Ludwig tiene todas las características de una obra maestra de la pantalla.
Por desgracia, se tambalea gravemente en su última hora, lo que representa la conspiración burguesa que derriba a Ludwig de su trono.
Quizás, Visconti, que se identificó tan de cerca con el monarca, no pudo hacer frente a la disminución de sus propios poderes:
Sufrió un derrame cerebral después de terminar esta película, y nunca más intentaría trabajar a tal escala.
Por lo que Ludwig se presenta como un testamento imperfecto, como un retrato de un enigma por otro; y será el último filme donde veremos las constantes que hicieron famoso a Visconti:
Los hombres desnudos, o sin estarlo era bien escogidos; una apología al cine de autor en forma de ostentación y lujo, de pasión homosexual y decadencia, de deterioro físico y mental, muchos gritos y Wagner.
“Alas, he is so handsome and wise, soulful and lovely, that I fear that his life must melt away in this vulgar world like a fleeting dream of the gods”
Ludwig de Baviera es una de las óperas cinematográficas sobre mundos que se acaban, y personas que no entienden, o no quieren entender la vida que les ha tocado vivir, que se auto-marginan y se aíslan refugiándose en el arte.
Pero el arte no les sirve como tabla de salvación, porque lo quieren como refugio, como huida, y no como llave para entender tanto el mundo en el que viven, como a ellos mismos.
Por lo que el guión de Ludwig ha sido escrito con sesudos y eficaces diálogos, donde los rasgos psicológicos del Rey son claramente definidos, y de palmo a palmo, el filme transcurre apasionado y exultante del mártir Ludwig, logrando Visconti exorcizar aquí muchos de sus fantasmas, sus angustias y sus miedos, pues, con pocos como Ludwig, consiguió sentirse tan hondamente identificado.
La trama está tan bien narrada, que deja en el espectador esa sensación de desasosiego cuando es testigo de los desmanes humanos, tanto en lo político, en las insidias e intrigas palaciegas, como en la violencia que no perdona cuando de conseguir el poder se trata.
Visconti narra su vida, utilizando un ritmo pausado, “lento” dirán algunos, que encaja perfectamente con la historia:
Una visión preciosista de un mundo en decadencia, donde el joven Rey hipersensible, acabará convertido en un individuo patético, un pobre paranoico, envejecido de forma prematura, solitario y enfermo; triste sombra que vaga por los pasillos de palacio, escondiéndose de sus sirvientes, murmurando frases sin sentido, mientras con la mirada busca, incansablemente, una razón para existir.
“Que sepas ser humilde, es lo más precioso que puedo desearte.
Recuerda:
El hombre realmente grande es pequeño dentro de sí”
Con estas palabras, el cura Hoffmann (Gert Fröbe) bendecía a Ludwig como el nuevo gobernante que, a los 18 años, tomaba las riendas de un gran país.
Estamos en 1864, y Baviera entera disfruta de la apoteósica y romántica música de Richard Wagner, por la cual, el nuevo gobernante siente una pasión indescriptible.
Por esta razón, su primera tarea será invitar al compositor a que regrese a vivir a su país, y entre ésta experiencia, que le costará un serio dolor de cabeza por el oportunismo del artista y su amor no correspondido más que con una gran amistad, por parte de su prima, La Emperatriz Elisabeth von Preußen, comienza la historia de quien, muy acertadamente, ha sido definido por los historiadores como “un Rey de Cuento de Hadas”
El gabinete de Ludwig no puede entender su apoyo a las artes, y está furioso por el costoso estilo de vida de Wagner.
Ludwig intenta encontrar un amigo fiel en Wagner, cuya música le encanta, pero estas esperanzas se hacen añicos:
A espaldas del Rey, Wagner tiene una aventura con Cosima von Bülow, la esposa del conductor oportunista, Hans von Bülow (Mark Burns) y para evitar un escándalo, Wagner tiene que irse de Múnich.
Ludwig continúa apoyando a Wagner y sus proyectos, pero aún siente desconfianza contra él…
Otra persona importante para Ludwig, es La Emperatriz Elisabeth von Preußen, su prima independiente y carismática; y durante una reunión con otras familias aristocráticas en Bad Ischl, Elisabeth y Ludwig se acercan y comparten un beso.
Sin embargo, Elisabeth está más interesada en criar un matrimonio entre su bella y cultivada hermana Sophie y Ludwig, pero El Rey la ignora.
Decepcionado por Wagner y Elisabeth, Ludwig comienza a retirarse del público al “mundo de los sueños” y quiere que Baviera se mantenga en una posición neutral en La Guerra Austro-Prusiana de 1866, pero su gabinete tiene otra opinión, y eventualmente apoyan el lado del perdedor austríaco.
Ludwig ignora la guerra, y se queda en su castillo, para irritación de su hermano menor Otto (John Moulder-Brown) y su cercano confidente, El Conde Dürckheim (Helmut Griem) que lo aconseja a un matrimonio para evitar la soledad.
Poco después de que Ludwig se dé cuenta de su homosexualidad, de repente anuncia su compromiso con Sophie en enero de 1867.
Su madre y el gabinete, envían a una actriz a sus apartamentos, a quienes se les ordena que le den experiencia sexual…
Ludwig se siente enojado por la actriz, y la arroja a su bañera; pues tiene dudas sobre si puede ser un buen esposo para Sophie, que lo ama, y pospone y finalmente cancela el matrimonio.
En cambio, comienza a tener relaciones con sus sirvientes, aunque el católico devoto siente culpa por su homosexualidad.
Por otro lado, Baviera apoya al ejército prusiano en La Guerra Franco-Prusiana de 1871, pero durante la siguiente Unificación de Alemania, El Rey Bávaro pierde gran parte de su soberanía ante Wilhelm Friedrich Ludwig von Preußen, El Canciller, Otto Eduard Leopold Fürst von Bismarck, Herzog zu Lauenburg; y poco después de La Guerra Franco-Prusiana, la salud mental del hermano menor de Ludwig, Otto, declina y los médicos tienen que cuidarlo.
Ludwig está conmocionado por la enfermedad de su hermano; además, ya no le importa la política, en cambio, gasta su dinero construyendo el Castillo de Neuschwanstein, El Palacio de Linderhof y Herrenchiemsee; a lo que el gabinete se siente cada vez más frustrado por las deudas excéntricas y apartadas del Rey.
En 1881, Ludwig tiene una corta pero feroz amistad con el actor Josef Kainz, cuya actuación en “Romeo and Juliet” adora, pero Kainz está principalmente interesado en el dinero del Rey.
Ludwig, también alberga algunas orgías con sus sirvientes; y cuando su prima Elisabeth quiere visitarlo después de mucho tiempo, se niega a verla.
En 1886, el psiquiatra Bernhard von Gudden (Heinz Moog) declara que Ludwig está mentalmente loco, siguiendo los consejos de su intrigante gabinete; y con la ayuda de sus fieles sirvientes, Ludwig llega a arrestar a su gabinete por unas horas; pero sus amigos le aconsejan que luche contra la acusación de que está mentalmente loco, pero solo se siente cansado y deprimido.
Finalmente, su tío Luitpold (Gérard Herter) es declarado Príncipe Regente de Baviera; y Ludwig es llevado al Castillo De Berg, cerca del lago Starnberg, donde tiene que permanecer bajo arresto, y recibe tratamiento psicológico.
Solo 2 días después, Ludwig y Bernhard von Gudden salen del castillo a dar un paseo; y unas horas después, sus cadáveres se encuentran en el lago.
La película deja abierta la causa de la misteriosa muerte de Ludwig.
Aquí Luchino Visconti ha hecho un filme pletórico de interioridad, donde apenas soslaya los conflictos externos que enfrenta el gobernante, y prefiere centrarse, con honda eficacia, en las pesadumbres internas de un hombre que, con algunos excesos, lucha por los valores que dan real sentido a la vida.
La composición escénica es cuidada hasta el último detalle, y hay plena interrelación entre la luz, la posición de cámara y la acción que asume cada personaje.
Véase un par de ejemplos:
En una estancia con una luz tenue, donde Sophie está en segundo plano tras El Rey, éste le regala un ramo de flores a su amada Elisabeth, y ella, delante de él, las entrega a su hermana, en un gesto sutil de trasladar un amor que ella no desea para sí.
Después, Wagner lee una misiva del Rey donde concluye:
“…Hasta la muerte, vuestro fiel amigo, Ludwig”
En ese momento, se inserta un primer plano del perro del compositor, jadeante, y en un efectivo claroscuro.
Ludwig fue un Rey bello que parecía un Príncipe Azul de cuentos en una burbuja de cristal, pero que, sin embargo, no dejó de ser un ser humano complejo, atormentado y enigmático.
Un Príncipe Azul destronado, que no entendía el mundo en el que vivía, y trató de encerrarse en el mundo del arte entre música y castillos de ensueño.
Un Príncipe Azul que no se enfrentó a los tejemanejes políticos y pudieron con él, prefirió erigir más alto su muro de cristal, que preocuparse por el destino político y social de Baviera.
Un Príncipe Azul rodeado de una familia que le educó severamente para ser Rey, con un hermano también de ensueño, y hundido por la locura…
Un Príncipe Azul que se fue deteriorando al igual que sus dientes, cada vez más picados.
Un Príncipe Azul que hizo de su muerte un misterio.
Un Príncipe Azul que no entendía sus sentimientos, que idealizó la relación con su prima, y luchó contra una homosexualidad que no comprendía.
Y esa prima es precisamente Elisabeth von Bayern o “Sissi”, que no podía tener otro rostro que el de la actriz Romy Schneider.
Tiene Ludwig una excelsa banda sonora, firmada casi íntegramente por Richard Wagner, y me refiero con ello a su adecuación con las imágenes y la atmósfera que les confiere, que es lo que de verdad importa en el cine; independientemente de su calidad intrínseca, las mismas notas podrían resultar del todo inapropiadas en otro contexto fílmico; pero el comentario respecto a la bondad musical, viene a cuento porqué Wagner es también un personaje en el film, y tanto él como su amante Cosima, extraordinarios Trevor Howard y Silvana Mangano, son presentados por Visconti como seres muy poco escrupulosos, que se aprovechan de la infinita fascinación del monarca hacia el compositor.
Así, Visconti ejemplifica con la praxis, que el juicio moral negativo que le merece el artista, no le impide la valoración contraria de su obra, tal como demuestra al considerar su música como la más idónea para la película.
Pero la figura enigmática del desdichado Rey de Baviera, ha quedado semi sepultada en los anales de la historia bajo la inmensa sombra del genial Maestro de Bayreuth, y cualquier mención que sobre él se encuentra, además de una sarta de vituperios e insultos, lleva irremediablemente prendada la figura de Richard Wagner, el cual, sin embargo, no sabemos dónde habría podido llegar si los cielos no hubiesen enviado a su “ángel salvador” en forma de “Rey Loco” para apadrinarle.
Ludwig, era un rey amante del sentimiento, inflamado por completo por el arte y la belleza, a aquel que había plasmado en sus obras todo ese cúmulo de ilusiones y sueños que por su espíritu campaban, y el cual comprendía como en su propio ser, todo lo que creaba y componía Wagner, pues no eran sino plasmaciones de su propio espíritu romántico.
Cuando el 6 de mayo recibe El Rey Ludwig a Wagner, en Múnich, lo recibe con unas palabras que marearán toda su relación, y que ponen de manifiesto tanto esa entrega absoluta como esa afinidad de almas:
“Sin que vos lo supierais, erais la cuenta de todas mis alegrías.
Vos habéis sido mi mejor maestro, mi educador y un amigo que, como ningún otro, ha sabido hablar a mi corazón.
Haré cuanto esté en mi mano para haceros olvidar vuestros sufrimientos, disiparé todas vuestras preocupaciones, os proporcionaré el reposo a que aspiráis a fin de que despleguéis sin traba alguna, vuestro genio maravilloso.
Ahora que visto la púrpura, emplearé mi poder en endulzar vuestra vida”
De Múnich, Ludwig se traslada al Castillo de Berg, a orillas del lago Stamberg en “La Isla de Las Rosas”, donde proporciona a Wagner una villa cercana a su castillo para que trabaje con la tranquilidad de un creador, le dona una casa en Múnich en la Briennerstrasse, paga las deudas del artista, todo está al servicio del Maestro para que trabaje y desarrolle su genio, el teatro, la orquesta, la intendencia... otorga toda clase de favores y reconocimientos, proporciona cargos importantes a Hans von Bülow, y todos los días El Rey va a visitar al Maestro o éste va al castillo...
Es un período tranquilo y soñado por Wagner, no ha de preocuparse por su sustento ni por los medios con que dedicarse a su arte, algo que durante toda su vida le había rondado como un perro de presa, y que al fin había conseguido dejar atrás... por ahora.
Tras una serie de representaciones de sus obras, en febrero de 1865, se estrena en Múnich, el 10 de junio de 1865, “Tristan und Isolde”; y El Rey Ludwig queda profundamente impresionado, aún más entregado a Wagner y al ideal wagneriano; y tras la representación, regresa al Castillo de Berg, acompañado por Wagner, donde tiene lugar una audición de todas las obras de su amigo, siendo dirigidas por El Maestro.
También es una época de proyectos, en que Wagner trabaja en el bosquejo de “Parsifal” y El Rey junto su arquitecto y el propio Wagner, en la empresa de su abuelo de transformar Múnich en una ciudad en la que se rindiese culto al arte y la belleza; se trazan los planes de un “Teatro de Los Nibelungos”, de un nuevo Conservatorio, la remodelación de la ciudad, la creación de un periódico de los artistas... y escribiría Wagner:
“Mi joven Rey y yo, hemos resuelto crear para nosotros un mundo aparte...” un mundo alejado de la necedad y la vulgaridad que les rodeaban, de un pequeño reino que no comprendía el arte del coloso de Bayreuth, ni el sentimiento más puro y elevado de su Rey.
Ambos se veían a diario, permaneciendo horas enteras en el pequeño salón con vistas al lago Starnberg, charlando, tocando al piano las obras de Wagner, o simplemente “mirándose el uno en los ojos del otro”
Sin embargo, no todo era un mundo de rosas...
Mientras Richard Wagner y El Rey creaban su mundo aparte, las intrigas palaciegas contra El Maestro habían nacido, y se habían ido desarrollando, y aunque en el primer momento la llegada de Wagner a Múnich, había sido un hombre celebrado y agasajado por todos, y el “wagnerismo” se había convertido en el último “snobismo” de moda entre las clases altas de Baviera, conforme se fueron dando cuenta de la inmensa personalidad del Maestro y de todo lo que el “wagnerismo” suponía tanto a nivel de ideología como de influencia sobre El Rey, comenzaron las hostilidades contra él.
Apareció la política de por medio, los elementos más reaccionarios detestaban profundamente a Wagner por su concepción del mundo tan enfrentada a la suya, mientras que otros partidos trataban de aprovechar la influencia que tenía sobre Ludwig; y se cruzó también la envidia, que siempre nace en las más altas esferas de la vida, y había incluso quien miraba por el erario público ante las ayudas del Rey.
La prensa, en manos de la sección reaccionaria, arremetía con saña contra él, recordando su pasado revolucionario; y pronto, toda Baviera estuvo contra Wagner, y todas las personas alrededor del Rey Ludwig comenzaron a presionarle en su contra:
Su tío, El Príncipe Karl, su madre, el secretario Pfistermeister, aquél que había ido en busca de Wagner a Stuttgart; el consejero Luts, El Presidente Von der Pfordten, exponen la situación como de un grave peligro interno para el país con múltiples amenazas organizadas por un artista, y el 6 de diciembre de 1865, el gobierno en pleno, expone su ultimátum al Rey:
“Debe escoger entre el amor y la felicidad de su pueblo, y la amistad de un hombre despreciado por todo lo bueno y sano del reino”
Colocado en tal situación, Ludwig no tuvo más remedio, aun en contra de su más profunda voluntad, de hacer caso al deber.
El mismo Rey, el día de la partida, el 10 de Diciembre, acompaña a Wagner en su salida de Múnich hasta la misma frontera de sus dominios, despidiéndose de él con lágrimas en los ojos, reiterándole que sería “suyo hasta la muerte”
Los meses siguientes, son de un profundo dolor y amargura para Ludwig, pues aunque se había visto obligado por las esferas políticas de Baviera a aceptar la partida de Wagner, de ningún modo en su alma se había reducido su admiración y su profundo sentimiento hacia El Maestro y su obra, su ímpetu y su pasión no decayeron en absoluto, y su ánimo se resentía en lo más hondo por la partida.
La muerte de Wagner se produce el 13 de febrero de 1883, en Venecia; y la desesperación de Ludwig fue tan profunda, que ni pudo ir al entierro de Wagner.
Así, en los 3 últimos años de vida del Rey Ludwig, fueron de esa soledad misantrópica en Neuschwanstein, viviendo en su mundo aparte, habitando un castillo en las montañas, dominando un reino de nubes y ensueños.
Un mundo diferente, hermoso, sensible y artístico, en el que el arte wagneriano gobernaba por medio de un “Rey Loco”, dominado por completo por el sentimiento y la soledad, por las ilusiones y las hermosuras de un espíritu romántico, atormentado y sublime.
Nadie lo entendió, o tuvo la paciencia de entenderlo…
Puede que Luchino Visconti sí lo haga, por lo que reconstruye la historia del “Rey Loco” a base de pinceladas enigmáticas por su vida.
Y le hace pasear entre el mundo que él intenta crearse y las ráfagas de realidad que le perturban y le hunden cada vez más.
Además, el director toma distancia al plasmar y elegir esos fragmentos de vida.
Así, a lo largo de las pinceladas, intercala bustos parlantes de figuras relevantes o menos relevantes del mundo de los sirvientes, del mundo de la política o también investigadores en la vida del Rey, que van narrando y juzgando los hechos acaecidos en la vida del Rey desde su perspectiva.
Es un recorrido agónico y decadente, pero hermoso, donde Visconti cuida cada detalle de la escenografía, cada peinado y vestido, cada elemento decorativo.
Cuidado en cada secuencia y en cada toma; cuidado en la escenografía y escenario elegido; cuidado en la música clásica que acompaña las imágenes, con el protagonismo de Wagner...
Nada falta; desde su coronación hasta su muerte… y durante 4 horas Ludwig es un espectáculo visual, elegante y exquisito, que roba la mirada del espectador que reconstruye la esencia del “Rey Loco” según la óptica “viscontiana”
Un Rey que tampoco logra finalmente refugiarse en el arte, que ve cómo todo su mundo se desmorona, sin entenderlo, y cómo muchos aliados y seres queridos le abandonan, o él siente que no puede seguirlos.
El joven Rey va así, de desencanto en desencanto:
Con la traición de Wagner y su amante Cosima, a los que solo les importa sacar beneficios y que sus obras sean financiadas; los políticos, dándole la espalda y queriéndolo considerar un inútil para asuntos de estado, y a la cabeza, El Conde Von Holnstein; la locura de su hermano Otto, y el distanciamiento de su madre; el rechazo al amor idílico de su prima Elisabeth, pues no quiere que esta le despierte; el noviazgo fallido con Sophie; el enfrentamiento a sus miedos y fantasmas, como una sexualidad que reprime; o el no quererse enfrentar a las verdades que trata siempre de decirle el militar Dürckheim.
De esa manera, Ludwig va encerrándose en la soledad de sus sueños y en su dolor de dientes, entre sus sirvientes efebos que permiten culminar sus fantasías sexuales y su arquitectura majestuosa.
Y se refugia en el arte, en las bellas palabras, como las que hace que repita una y otra vez uno de sus amantes, el actor Josef Kainz, en los bellos cuerpos… pero no será suficiente para no dejar de ser hombre atormentado.
Por lo que Luchino Visconti no deja detalle sin filmar; atrapa belleza, tiempo y esencia.
Un aspecto clave de la película, es la distancia adecuada con la que el director retrata a Ludwig; y ahí cabe aplaudir a Helmut Berger, actor usualmente denostado, pero que aquí ejecuta el papel de su vida, atendiendo a los complejos matices de su personalidad.
No son dejadas de lado las actitudes más excéntricas, y El Conde Dürckheim actúa como una especie de “pepito grillo” que le recuerda sus deberes de soberano, y le echa en cara el elitismo aristocrático en su búsqueda de la belleza absoluta; pero, al mismo tiempo, subyace una íntima adhesión con la total sinceridad emocional del Rey, que nos convoca a la empatía y la piedad ante su decadencia y tormento interior.
La original construcción del film, con los episodios presentados por primeros planos de los personajes de su entorno mirando a cámara, contribuye a ese efecto de “juicio inquisitorial”, además de quedar en evidencia que su obsesión para incapacitar al Rey, responde más a la recuperación de su propio poder político, que a la preocupación por el bien del país.
Y es que Luchino Visconti leía en los rostros de sus actores, además de pintar con su cámara fotogramas con notas de óperas trágicas; así, en sus últimos años, convirtió en muso a Helmut Berger; siendo protagonista de 3 películas donde indagaba en un rostro perfecto y bello, se escondía algo complejo y oscuro.
Después de interpretar a Elisabeth von Preußen en “La Trilogía de Sissi” en los años 50, Romy Schneider dejó en claro que ya no quería tener nada que ver con La Emperatriz austriaca, alegando que el personaje arruinó su carrera como actriz, porque todos, posteriormente quisieron verla en papeles románticos.
Por lo que ella solo accedió a aparecer en Ludwig, como un favor especial para Luchino Visconti, quien era un muy buen amigo suyo; y solo acordó repetir el papel, si evita todos los clichés habituales asociados con el personaje, y se le permitiera retratar a Elisabeth como la mujer cínica y desilusionada que era conocida históricamente, aunque Romy admitió poner decoraciones de diamantes famosos en su cabello para una breve escena...
Todos los demás intérpretes cubren perfectamente sus papeles, lo que suele ser un signo de la habilidad del director.
Y si de algo se acusa a la película, es de ser larga y lenta, una doble y peculiar acusación; pero la duración es fruto de la complejidad de la historia contada y, a la vez, fruto de la morosidad que debe existir en determinados momentos para permitir la comprensión del personaje.
Habría que preguntarse si hubiera sido posible acortarla, sin perderse el sentido de la historia contada.
En 4 horas, parece que sabemos mucho de Ludwig, pero nunca podremos comprender su enigma:
¿Homosexualidad, narcisismo, huida de la realidad, paranoia…?
Y guarda su secreto hasta el final; en eso veo la prueba de la maestría de Visconti, que no saca conclusiones, y queda siempre ese núcleo de misterio que encierra toda vida humana.
Otro dato que ha sido criticado, es que no veamos ninguna muestra de afecto del pueblo bávaro hacia su Rey, cuando los personajes, en general, nos lo dan a entender; y en todo su reinado, no aparezca su actividad de gobernante; por lo que llama la atención que durante las 4 horas de filmación, no exista ninguna panorámica de Neuschwanstein; claro, su belleza no calza con la imagen infame que Visconti le otorga a su creador, un eufórico, degenerado, indolente Rey, con una sonrisa cubierta de un sarro negro horrible…
Y la infamia que se prolonga al mostrarlo como un “no monarca”, llegando hasta lo inverosímil, como cuando El Rey debía firmar las leyes, sin embargo no aparece en esa labor en toda la película; pareciera más un Rey que no trabaja, que siempre pasaba un mínimo número de meses en Múnich, la capital, en labores de Estado, algo que no existe en el filme.
Pero destaca el hecho de que no se posiciona ni en la crítica virulenta hacia dicha imagen, ni en la ovación a su suntuosidad.
La película es en todo punto neutral, y vemos desfilar a varios personajes que se posicionan de manera muy diferente ante las decisiones del excéntrico Rey; por lo que es igualmente un retrato de la decadencia de la monarquía, llevada al terreno más de la ostentación que del propio mandato; y El Rey se ve aquí como un simple humano como cualquier otro, y esta vez con una exacerbada sensibilidad hacia el arte, y un profundo romanticismo fatídico.
Realmente no es malvado ni benévolo, ni loco ni cuerdo, sino alguien que no ha recibido la suficiente atención humana en medio de la suntuosidad, y que es proclive a caer como cualquier otro.
Por último, la música está perfectamente elegida para esta “ópera”, la música de Wagner que suena durante cerca de las 4 horas que dura; con una objeción, de que se repite demasiado el tema de “Tristan und Isolde”
Y si tuviera que resumir, diría que es un gran espectáculo musical y visual, es decir, una ópera.
“But it's easier to fight a duel than to write a letter”
En el lugar donde murió Ludwig, se construyó una pequeña capilla en la que se realiza una ceremonia en recuerdo del Rey cada 13 de junio.
Su cuerpo fue enterrado en La Iglesia de San Miguel en Múnich, y su corazón reposa en La Iglesia de La Imagen Milagrosa de Altötting, como mandaba la tradición de los reyes bávaros.
Como dato, el título de “Rey de Baviera” fue ostentado por La Casa de Wittelsbach, entre 1805 y 1918, fecha en que el reino fue abolido tras La Primera Guerra Mundial.
En La Alta Edad Media, el título había sido utilizado por varios monarcas de La Dinastía Carolingia.
El hermano de Ludwig, Otto, murió inesperadamente el 11 de octubre de 1916, de un vólvulo, una obstrucción del intestino; y sus restos fueron enterrados en La Cripta del Michaelskirche en Múnich.
La tradición bávara hizo que el corazón del Rey fuera colocado en una urna de plata, y enviado a Gnadenkapelle, o Capilla de La Imagen Milagrosa en Altötting , junto a las de su hermano, padre y abuelo.
Posteriormente, con La Declaración de Anif, en alemán, “Anifer Erklärung”, publicada por El Rey Ludwig III el 12 de noviembre de 1918 en El Palacio de Anif, Austria; finalizaron los 738 años de gobierno de La Casa de Wittelsbach en Baviera.
Hoy, la cabeza de La Familia Wittelsbach, desde 1996, es Franz Bonaventura Adalbert Maria Prinz von Bayern, de 86 años; que es el bisnieto del último Rey de Baviera, Ludwig Luitpold Josef Maria Aloys Alfried, el cual fue depuesto en 1918; y es considerado como el legítimo heredero de Charles de Inglaterra; y por ello, los jacobitas lo asumen como el heredero de La Casa Stuart, y el legítimo gobernante de Inglaterra, Escocia, Francia e Irlanda, bajo el nombre de Francis II; y si no fuera por El Acta de Liquidación 1701, para resolver la sucesión de las coronas inglesa e irlandesa solo a los protestantes; Franz sería el sucesor de las coronas británicas de La Casa Stuart.
Su portavoz, sin embargo, dejó en claro que se trata de un asunto puramente “hipotético”; y no un reclamo que Franz persigue.
De esa manera, bajo la legislación alemana, los títulos reales no son reconocidos, pero pueden usarse como parte de su apellido.
Franz vive en un área del Palacio de Nymphenburg, la antigua residencia de verano de los reyes de Baviera, en Múnich; y como nunca contrajo matrimonio, a su muerte, su cargo como Jefe de La Casa Real de Wittelsbach, pasará a su hermano, Max Emanuel Ludwig Maria Prinz in Bayern; y dado que Max no tiene hijos varones, a su muerte los títulos y derechos sucesorios pasarán debido a una Ley Sálica, a su primo hermano, Luitpold Prinz von Bayern, y en la próxima generación, el hijo de este último, El Príncipe Ludwig Heinrich von Bayern; mientras que los derechos dinásticos de Los Stuart, pasarán a la hija de Max, Sophie Elisabeth Marie Gabrielle Prinzessin von Bayern, heredera de Liechtenstein, de 52 años, casada con Alois Philipp Maria von und zu Liechtenstein.
Actualmente, ella es una de las 3 únicas consortes de los futuros soberanos europeos, que pertenece a la aristocracia, junto a La Gran Duquesa heredera, Stéphanie Marie Claudine Christine de Lannoy; y Camilla Rosemary Shand, aunque sólo pertenece a la “gentry”; y es la única perteneciente a la realeza como miembro de La Casa de Baviera, aunque sea una dinastía hoy no reinante.

“I wish to remain an eternal enigma to myself and to others”



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