The Boston Strangler

“Come in”
 He did.
13 times!”

La mente, dicen los que saben, “es la bestia indomable que puede llegar a ser nuestro peor enemigo”; y el cine siempre ha tenido inclinación por contar historias basadas en personajes reales; y dentro de estas, la de los asesinos seriales; que nos han dejado un recuerdo trágico en la historia de la humanidad, e incluso han llegado a convertirse en personajes míticos, como el caso de Jack, “El Destripador” o Ted Bundy.
El Caso del Estrangulador de Boston trasciende al atreverse a reflexionar sobre una pregunta que debería formularse más a menudo:
¿Qué hay en la mente de un asesino en serie, qué lo impulsa a actuar como actúa?
El Estrangulador de Boston es el nombre dado al asesino de 13 mujeres en el área de Boston, Massachusetts, EEUU; a principios de la década de 1960.
Los crímenes fueron atribuidos a Albert DeSalvo, con base en su confesión, detalles revelados en La Corte durante un caso separado, y evidencia de ADN que lo vincula a la última víctima.
Desde entonces, las partes que investigan los crímenes, han sugerido que los asesinatos, a veces denominados “asesinatos de calcetines de seda” fueron cometidos por más de una persona…
Y es que el asesino también era conocido como “El Amigo Fantasma” o “El Estrangulador Fantasma” debido a su habilidad para conseguir que las mujeres lo permitieran entrar a sus apartamentos; por lo que Boston llegó a entrar en estado de excepción; y la paranoia se contagia hasta que la ciudad se convierte en el escenario de una redada policial donde “El Hábeas Corpus” es un chiste y las detenciones, salvajemente arbitrarias.
Pero fue en 1963, que 2 reporteros de investigación, Jean Cole y Loretta McLaughlin, escribieron una serie de 4 partes sobre el asesino, bautizándolo oficialmente como “El Estrangulador de Boston”; y cuando se emitió la confesión de DeSalvo en audiencia pública, el sobrenombre se había convertido en parte de la historia del crimen.
Y es que entre el 14 de junio de 1962 y el 4 de enero de 1964, 13 mujeres solteras, entre las edades de 19 y 85 años, fueron asesinadas en el área de Boston, donde la mayoría fue agredida sexualmente y estrangulada en sus apartamentos; por lo que la policía cree que un hombre fue el autor…
Sin signos de entrada forzada en sus hogares, se suponía que las mujeres habían dejado entrar a su agresor, ya sea porque lo conocían, o porque creían que era un hombre de mantenimiento de apartamentos, repartidor u otro hombre de servicio.
Los ataques continuaron, a pesar de la extensa publicidad en los medios después de los primeros asesinatos, lo que presumiblemente debería haber desalentado a las mujeres de admitir extraños en sus hogares… por lo que muchos residentes adquirieron gases lacrimógenos, nuevas cerraduras y cerrojos de sus puertas; y algunas mujeres se mudaron fuera del área.
Pero los asesinatos ocurrieron en varias ciudades, incluida Boston, lo que complica la supervisión jurisdiccional para el enjuiciamiento de los delitos.
Por su parte, El Fiscal General de Massachusetts, Edward W. Brooke, ayudó a coordinar las distintas fuerzas policiales; y se permitió al parapsicólogo, Peter Hurkos, usar su supuesta percepción extrasensorial para analizar los casos, para los que Hurkos afirmaba, que una sola persona era responsable.
Esta decisión fue controvertida; pues Hurkos proporcionó una descripción minuciosamente detallada de la persona equivocada; y la prensa ridiculizó a Brooke.
Por otra parte, la policía no estaba convencida de que todos los asesinatos fueran acciones de una sola persona, aunque gran parte del público lo creía; y las conexiones aparentes, fueron ampliamente discutidas entre la mayoría de las víctimas y los hospitales.
Las víctimas fueron:
1. Anna Elsa Legins Šlesers, de 56 años, agredida sexualmente con objetos desconocidos, y estrangulada con el cinturón en su bata de baño; encontrada el 14 de junio de 1962 en su apartamento del 3° piso en 77 Gainsborough Street, Fenway, Boston.
2. Mary Mullen, de 85 años, murió de un ataque al corazón; encontrada el 28 de junio de 1962 en su apartamento en 1435 Commonwealth Ave., Boston; en su confesión, DeSalvo dijo que ella se derrumbó cuando él la agarró.
3. Nina Frances Nichols, de 68 años, agredida sexualmente y estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 30 de junio de 1962 en su casa en 1940 Commonwealth Ave., Boston.
4. Helen Elizabeth Blake, de 65 años, agredida sexualmente y estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 30 de junio de 1962 en su casa en 73 Newhall St., Lynn, Massachusetts.
5. Ida Odes Irga, de 75 años, agredida sexualmente y estrangulada; encontrada el 19 de agosto de 1962 en su apartamento en 7 Grove Street, Beacon Hill, Boston.
6. Jane Buckley Sullivan, de 67 años, agredida sexualmente y estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 21 de agosto de 1962 en su casa en 435 Columbia Road, Dorchester, Boston. 
7. Sophie Clark , de 20 años, agredida sexualmente y estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 5 de diciembre de 1962 en su apartamento en 315 Huntington Ave., Fenway, Boston.
8. Patricia Jane Bullock Bissette, de 23 años, estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 31 de diciembre de 1962 en su casa en 515 Park Drive, Fenway, Boston.
9. Mary Ann Brown, de 69 años, violada, estrangulada, golpeada y apuñalada; encontrada el 6 de marzo de 1963 en su apartamento en 319 Park Ave., Lawrence, Massachusetts.
10. Beverly Samans, de 25 años, murió apuñalada; encontrada el 6 de mayo de 1963, 9 días antes de cumplir 26 años, en su casa en 4 University Road en Cambridge, Massachusetts.
11. Marie Evelina (Evelyn) Corbin, de 58 años, violada y estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 8 de septiembre de 1963 en su casa en 224 Lafayette St., Salem, Massachusetts.
12. Joann Marie Graff, de 22 años, estrangulada con sus medias de nylon; encontrada el 23 de noviembre de 1963 en su departamento en 54 Essex St., Lawrence, Massachusetts.
13. Mary Anne Sullivan, de 19 años, agredida sexualmente y estrangulada con medias de nylon; encontrada el 4 de enero de 1964 en su apartamento en 44-A Charles St., Boston.
Los asesinatos de Margaret Davis, de 60 años, de Roxbury; y Cheryl Laird, de 14 años, de Lawrence; fueron originalmente atribuidos al Estrangulador de Boston, pero luego se descubrió que eran casos no relacionados.
En el otoño de 1964, además de los asesinatos del estrangulador, la policía también estaba tratando de resolver una serie de violaciones cometidas por un hombre que había sido llamado “El Hombre que mide” o “El Hombre Verde”
Y el 27 de octubre de 1964, un extraño ingresó a la casa de una joven en East Cambridge, haciéndose pasar por detective.
Él ató a su víctima a la cama, procedió a agredirla sexualmente, y de repente se fue, diciéndole “lo siento” mientras avanzaba.
La descripción de la mujer, llevó a la policía a identificar al agresor como Albert DeSalvo.
Albert Henry DeSalvo, nació en Chelsea, Massachusetts; cuyo padre era un alcohólico violento, que en un punto le sacó todos los dientes a su esposa, y le inclinó sus dedos hasta que se quebraron; que obligaba a sus hijos a observarlo teniendo sexo con prostitutas que él traía a su casa.
Por su parte, DeSalvo torturó a los animales cuando era niño, y comenzó a robar en la adolescencia temprana, cruzando con frecuencia la ley; siendo joven, fue vendido como esclavo con su hermana a un agricultor de Maine por $9; y regresaron a casa, donde Frank DeSalvo comenzó a enseñar y animar a Albert a robar.
En noviembre de 1943, DeSalvo de 12 años de edad, fue arrestado por primera vez por robo; y después de completar su última sentencia, Albert se unió al ejército; siendo dado de alta honorablemente después de su primera misión.
Volvió a enlistarse, y a pesar de ser juzgado por una Corte Marcial, se retiró con honores; de hecho, hasta sirvió como Sargento de La Policía Militar con El 2º Escuadrón, 14º Regimiento de Caballería Blindada.
El 27 de octubre de 1964, cuando se publicó su foto a raíz de una identificación por violación, muchas mujeres lo identificaron como el hombre que las había atacado.
Anteriormente, DeSalvo se había hecho pasar por un hombre con problemas en su automóvil, e intentó ingresar a una casa en Bridgewater, Massachusetts.
El propietario, el futuro jefe de policía de Brockton, Richard Sproules, comenzó a sospechar, y finalmente disparó a DeSalvo.
Ya bajo arresto por su papel en las violaciones del “Hombre Verde”, no se sospechaba que DeSalvo estuviera involucrado en los asesinatos.
Solo después de que fue acusado de violación, hizo una confesión detallada de sus actividades como “El Estrangulador de Boston”, tanto bajo hipnosis inducida por William Joseph Bryan, como sin hipnosis durante las entrevistas con El Asistente del Fiscal General, John Bottomly.
Inicialmente, Albert confesó a su compañero de prisión George Nassar, quien luego notificó a su abogado, F. Lee Bailey; que tomó el caso de DeSalvo; y aunque hubo algunas inconsistencias, DeSalvo pudo citar detalles que no se habían hecho públicos.
Sin embargo, ninguna evidencia física confirmó su confesión; y debido a eso, fue juzgado por cargos de delitos de robo y delitos sexuales anteriores, no relacionados, en los que era conocido como “El Hombre Verde” y “El Hombre que mide”, respectivamente.
Además, Bailey mencionó la confesión de los asesinatos como parte de la historia de su cliente en el juicio, como parte de una defensa de locura, pero el juez lo declaró inadmisible; y para su ensayo de 1967, El Dr. Harry Kozol, un neurólogo que había establecido el primer Centro de Tratamiento para Delincuentes Sexuales en Massachusetts, evaluó el estado mental de DeSalvo.
Como resultado, Bailey hizo un trato de culpabilidad, para encerrar la culpa de su cliente a cambio de quitar la pena de muerte de la mesa, y también para preservar la posibilidad de un eventual veredicto de locura.
De hecho, Bailey estaba enojado por la decisión del jurado, de encarcelar a DeSalvo de por vida, diciendo:
“Mi objetivo era ver al Estrangulador terminar en un hospital, donde los médicos podrían tratar de averiguar, qué lo hizo matar.
La sociedad se ve privada de un estudio así, eso podría ayudar a disuadir a otros asesinos en masa que vivan entre nosotros, a que se disipen sus deseos de matar”
Albert DeSalvo fue sentenciado a cadena perpetua en 1967.
“Albert DeSalvo, presently imprisoned in walpole, massachusetts, has never been indicted or tried for the boston stranglings.
This film has ended, but the responsibilty of society for the early recognition and treatment of the violent among us has yet to begin”
The Boston Strangler es una película de suspense y terror, del año 1968, dirigido por Richard Fleischer.
Protagonizado por Tony Curtis, Henry Fonda, George Kennedy, Mike Kellin, Murray Hamilton, Sally Kellerman, Hurd Hatfield, George Voskovec, Jeff Corey, William Marshall, Carolyn Conwell, William Hickey, Shelley Burton, Austin Willis, Leora Dana, entre otros.
El guión es de Edward Anhalt, basado libremente en la historia real del Estrangulador de Boston; y en libro homónimo de Gerold Frank, escrito en 1966, y autorizado por el propio De Salvo; que narra su ascenso, la persecución, la caída y su enjuiciamiento.
Los derechos cinematográficos del libro de Frank, fueron comprados por $250,000; y Terence Rattigan fue contratado para hacer el guión, pero el productor no estaba contento con él; porque lo escribió como una comedia; y Edward Anhalt fue traído.
Anhalt, fue un destacado guionista, productor y documentalista; que después de trabajar como periodista y documentalista para Pathé y CBS-TV, se unió a su esposa Edna Anhalt, 1 de sus 5 esposas, durante La Segunda Guerra Mundial para escribir “pulp fiction”
En este sentido, The Boston Strangler entra en el llamado “neo-noir” que es un renacimiento del género del “cine negro”; cuya traducción al inglés es una “película oscura”, que indica algo siniestro y sombrío, pero que también expresa un estilo cinematográfico.
El género de “cine negro” incluye elegantes dramas de crimen de Hollywood, a menudo con un ingenio retorcido y oscuro; mientras que el “neo-noir” tiene un estilo similar pero con temas, contenido, estilo, elementos visuales y medios actualizados.
Así, los directores de cine “neo-noir”, se refieren al “noir clásico” en el uso de ángulos de cámara inclinados, interacción de luces y sombras, encuadre desequilibrado; para desdibujar las líneas entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto; generando motivos temáticos que incluyen:
Venganza, paranoia y alienación; por lo que la película centra gran parte de su argumento, en el estudio de la compleja personalidad del asesino; y llama la atención la forma educada de tratar asuntos de lo más escabrosos, relativos a perversiones sexuales y sadismo.
Por su parte, a Richard Fleischer siempre se le ha negado la categoría de autor, al igual que otros excelentes directores que han aportado grandes filmes al género, todos ellos catalogados como hábiles artesanos; y es cierto que su obra no puede equipararse a la de los grandes “auteurs” como Alfred Hitchcock, pero también es verdad que eso no implica que su filmografía no tenga títulos tan brillantes, como los que hicieron en su día todos estos maestros.
Como un autor en ciernes, o un artesano superlativo, lo cierto es que la filmografía de Fleischer está repleta de obras excelentes; pero sin lugar a dudas, The Boston Strangler es su mejor película, y una de las obras maestras más hermosas y angustiosas del género criminal; porque en ella, Fleischer supo adaptar con acierto los elementos heredados de los nuevos cines de la década de 1960, a las constantes propias del cine policiaco, como la clásica estructura de encuesta del “film noir” que se veía enriquecida por el uso de recursos de vanguardia como la pantalla partida o el tono documental; por lo que Fleischer es un admirable modelo a imitar, un gran artesano que no le teme a nada, y que siempre se está arriesgando; y aquí nos pone a investigar y a trabajar con armas nuevas, en lo más oscuro del ser humano, y lo más truculento de la sociedad; pero lo que hizo grande a esta película, fue su uso innovador de pantalla dividida.
Este aspecto sin lugar a dudas es muy original para la época, y marcó un punto de inflexión en el mundo del cine y de la televisión, al plantear una nueva forma de hacer cine.
Además, el director realmente hizo un buen trabajo al no mostrar ninguno de los ataques en progreso, al menos hasta el último; por lo que esta película realmente es un gran “thriller” psicológico.
Y es que el director nunca se acerca a los personajes, pero tampoco se aleja, logrando un equilibrio entre documentalista y de ficción sólido y convincente, con una inolvidable secuencia final, llena de tristeza, pesimismo franco, tremendo epílogo a la lógica del film.
Como dato, por el año en que se rodó el film, 1968, el juicio del principal sospechoso, Albert De Salvo, acababa de terminar, y era recluido en la cárcel, donde sería ajusticiado por un interno en 1973.
O sea, que los hechos eran aún muy recientes, y por ello falta algo de perspectiva histórica...
Estamos en Boston, que está siendo aterrorizada por una serie de asesinatos aparentemente aleatorios de mujeres; por lo que la trama sigue el camino de los investigadores a través de varias pistas, antes de presentar al estrangulador como personaje; y todo se ve casi exclusivamente desde el punto de vista de los investigadores, que tienen muy pocas pistas sobre las que construir un caso...
En 1962, las mujeres mayores son estranguladas hasta la muerte en sus hogares en el área metropolitana de Boston.
El pánico comienza a producirse, no solo en la población general, sino también dentro de las fuerzas policiales en el área, quienes comienzan a aprehender y cuestionar a todos los delincuentes sexuales conocidos.
Las cosas para los departamentos de policía comienzan a salirse de control cuando la victimología se extiende a las mujeres más jóvenes con estrangulamientos posteriores; y para mostrarle al público que la comunidad está tomando el asunto en serio, El Fiscal General del Estado, Edward W. Brooke (William Marshall), nombra al profesor de derecho, John S. Bottomly (Henry Fonda) para liderar un grupo de trabajo de jurisdicción múltiple para detener al perpetrador.
Pero él inferiormente se siente mal equipado para hacerlo; aun así se encuentran con 2 pistas:
Una víctima, Dianne Cluny (Sally Kellerman), que sobrevive a su estrangulamiento; y un hombre llamado Albert DeSalvo (Tony Curtis) detenido por un delito aparentemente no relacionado; cuando Bottomly se da cuenta de que DeSalvo, que está institucionalizado por un posible caso de Trastorno de Identidad Disociativo, tiene una lesión que coincide con la que Cluny infligió al estrangulador.
Más allá de su trastorno mental, DeSalvo parece un hombre decente.
De todos modos, Bottomly quiere descubrir de manera concluyente, si DeSalvo es realmente el estrangulador, incluso si nunca será juzgado por los crímenes, e incluso, si causa posible daño permanente a su psique por parte de DeSalvo.
De esa manera, el filme se divide en 2 partes:
La primera mitad es un devenir de la policía dando palos de ciego, con una investigación rudimentaria que no sirve de nada, donde se acumulan las anécdotas un tanto pasadas de vuelta, como el ligón con más de 500 amantes, el médium, Peter Hurkos (George Voskovec), el fetichista de los bolsos, el macarra maltrata-mujeres… hasta que por casualidad, tal y como lo muestran el film es falso; dan con el criminal.
Además, se hace un retrato sórdido de la sociedad, con rencores a homosexuales, rencillas contra literatura erótica, incomprensión hacia los fetichistas...
El segundo segmento se inicia bien, toca el modo de operar depredador de DeSalvo, pero una vez entra en la habitación blanca, se convierte en un sucedáneo de Norman Bates con personalidad doble, vuelvo a lo de antes, esto tal y como se ve, no es cierto; donde no termino de creerme lo de esta patología, me suena a treta para librarse de una mayor condena.
Total, esta última mitad, da un giro de tuerca ficticio creado por Hollywood, en sus propios términos para dar un cierre a la historia; pero no deja de ser una curiosa reconstrucción de la vida del famoso asesino que aterrorizó la ciudad de Boston a comienzos de los 60ss, con estética adecuada y espléndido reparto para un filme que se engrandece ante la impresionante primera aparición, de mirada brutal de un Tony Curtis que corta la respiración.
Se trata de una película absolutamente revolucionaria, si la situamos en su contexto y época; no sólo por la crudeza gráfica con la que se relatan algunos de los asesinatos, que evidentemente a estas alturas ya está superada, sino por la forma en que se aborda la temática y el contenido sexual de la misma.
No obstante, en algunas secuencias, las acciones solo se sugieren, pero no se muestran al espectador, como la víctima con la botella en la vagina, la otra con un palo para limpiar pisos, etc.
Pero ante todo, el filme representa un colapso increíble del gusto, el juicio, la decencia, la prosa, la perspicacia, el periodismo y la técnica cinematográfica; por lo que Fleischer evita la violencia gráfica en los asesinatos, y tiene como objetivo, tratar de entender al asesino a través de la falsa psicología del guión; siendo una referencia indiscutible del género “slasher” sobre asesinos en serie, que sigue impactando hoy como el primer día.
“We've got a full-blown maniac on our hands”
En la filmografía del realizador Richard Fleischer, en la que tienen cabida todo tipo de propuestas y géneros, se pueden encontrar al menos 4 obras excelentes que analizan minuciosamente unos determinados acontecimientos criminales que tuvieron lugar en la realidad.
Junto a The Boston Strangler, que en su vertiente formal probablemente es la más arriesgada y compleja de todas, se encuentran:
“The Girl In The Red Velvet Swing” (1955), “Compulsion” (1959), y “10 Rillington Place” (1971)
Los 4 filmes comparten una similar complejidad dramática que las mantiene alejadas en todo momento de las posturas ideológicas extremas; por lo que Fleischer prefiere recurrir a la objetividad narrativa, respecto a los muy reprobables actos que plasma en estos films en detrimento de una subjetividad benévola que complazca quizás en exceso al espectador de los mismos; o dicho de otro modo:
Albert DeSalvo, Harry Kendall, Judd Steiner o John Reginald Christie son, sin duda alguna, criminales que merecen ser castigados; algo que Fleischer nunca niega, pero el principal escollo al que la sociedad se enfrenta una vez estos son atrapados por la ley, reside en la naturaleza del castigo, que resulte más justa para cualquiera de ellos.
De todos modos, los estudios criminales de Fleischer, nunca ofrecen respuestas claras a muchas preguntas, ni tampoco cómodos asideros emocionales al espectador, el cual incluso cuando los culpables reciben su supuestamente justo castigo, es incapaz de sentirse feliz por ello, y en cambio experimenta de forma más intensa todavía, el más absoluto desasosiego existencial ante el absurdo que en ocasiones se apodera de la vida de las personas.
Pero en este interesante y original “thriller” se logra una meritoria identificación entre el fondo y la forma, entre el “qué” y el “cómo”
Y es que, si en efecto existen los asesinos múltiples, psicópatas aquejados de múltiple personalidad, parece lógico y razonable que la mirada cinematográfica hacia tales personajes pueda también multiplicarse, disociarse, formando así un caleidoscopio que no sólo aborda las distintas reacciones de la sociedad ante los crímenes, sino también la íntima fractura mental del asesino; y para plasmar coherentemente esta mirada, Fleischer emplea la multipantalla, si bien el objetivo narrativo de este recurso varía a lo largo de la película, nunca pierde el ritmo y la intensidad.
Fleischer dijo del film:
“Este proyecto me ilusionaba enormemente por el desafío técnico que me impuse después de mi visita a La Exposición Universal de Montreal en 1967.
Cuando vi las proyecciones de pantallas múltiples, me di cuenta del enorme potencial de esta nueva técnica para el lenguaje cinematográfico, y logré convencer a Richard Zanuck para que me dejara rodar una película con este sistema”, donde en determinados momentos, la pantalla se divide en varias ventanas, ello en consonancia de la mente del “psycho-killer”, un tipo con la mente bipolarizada; y más allá de piruetas formales, el filme hace gala de un indudable verismo a la hora de retratar los impulsos homicidas del asesino, y la recreación de su complejo mundo interior; y de plasmar la realidad que subyace bajo una sociedad acomodada que esconde comportamientos que no quiere reconocer, como clubs de alterne, locales para gays, “peep shows”, sórdidos cines y urinarios públicos, en busca de pervertidos y enfermos sexuales, lo que crea un mórbido fresco sobre la degeneración y la hipocresía filmado con un tono irónico y nunca condenatorio.
La acción inicia justo después de 3 asesinatos de mujeres mayores, estranguladas y penetradas con objetos extraños, que la policía de Boston concluye que tienen que atrapar a un asesino en serie; y a medida que los asesinatos se extienden por varias jurisdicciones policiales, El Fiscal General de Massachusetts, Edward W. Brooke; nombra a John S. Bottomly como jefe de una “Oficina de Estranguladores” para coordinar la investigación, donde varios sospechosos son interrogados y liberados.
A medida que aumenta el recuento de cuerpos, Bottomly, desesperado, llama a un psíquico, Peter Hurkos, quien señala a Eugene T. O'Rourke (William Hickey), un hombre que parece encajar en el perfil; pero el hombre, severamente masoquista, es llevado a observación psiquiátrica durante 10 días, y nada lo implica a los asesinatos; y se comete otro asesinato mientras O'Rourke está bajo observación, despejándolo de sospechas.
Mientras el funeral de John F. Kennedy en 1963 está en televisión, Albert DeSalvo deja a su esposa e hijos, con el pretexto de trabajar… y obtiene la entrada en el apartamento de una mujer, Dianne Cluny, haciéndose pasar por un plomero enviado por el supervisor del edificio.
Él la ataca, atándola a su cama con trapos arrancados de su vestido; y él se sorprende al verse a sí mismo en un espejo mientras trata de dominar a Dianne; que lucha para liberarse y le muerde la mano; a lo que DeSalvo huye e intenta entrar en el departamento de otra mujer, solo para descubrir que su esposo está en casa.
A lo que DeSalvo es detenido por una patrulla policial que pasa, es encontrado incompetente para ser juzgado por intento de allanamiento de morada, por lo que ingresa en un hospital para observación psiquiátrica.
Por casualidad… Bottomly y el detective Phil DiNatale (George Kennedy) pasan junto a DeSalvo en un ascensor, donde habían estado visitando a Dianne, quien sobrevivió al ataque anterior.
Al observar la herida en la mano de DeSalvo, pues Dianne, que sobrevivió a su ataque, pudo recordar haberlo mordido pero no su apariencia; la pareja lo hace sospechoso de los asesinatos del Estrangulador de Boston.
El interrogatorio convencional es ineficaz, porque el médico tratante piensa que DeSalvo sufre de una doble personalidad; pues él tiene 2 identidades que no se conocen entre sí:
Su personalidad “normal” fabrica recuerdos en lugar de los recuerdos de asesinatos cometidos por la personalidad “estranguladora” y el médico tratante piensa que se podría obligar a DeSalvo a confrontar los hechos, pero que el shock corre el riesgo de ponerlo en un estado catatónico; y expresa la opinión de que la catatonia sería la segunda mejor opción para una condena.
Bajo la condición, impuesta por el abogado defensor de DeSalvo, de que nada de lo que sale a la luz es evidencia admisible en el tribunal, Bottomly tiene permitido una ronda final de entrevistas con DeSalvo.
Después de varias sesiones, Bottomly logra revelar la personalidad oculta de DeSalvo; y tras recuperarse de la conmoción, DeSalvo cae en un estado catatónico.
La primera parte abarca el proceso de busca y captura del asesino, así como los asesinatos; y se cuenta como si de una crónica policial o periodística se tratase, rayana en el documental; donde desfilan interrogaciones, falsos culpables, sospechas, etc.
Es cuando un inconmensurable y sobrecogedor Tony Curtis abre la segunda parte, que comienza el gran cine:
La aversión que me provocaba el asesino en la primera parte, se torna en comprensión y lástima en la segunda; puesto que muestra a un hombre aparentemente “normal”, con su esposa y familia, al que le ha tocado una devastadora y macabra lotería:
La psicopatía con trastorno de personalidad.
Si en “Psycho”, Hitchcock empleó esa enfermedad para construir un film de terror, aquí se utiliza un film de intriga para llevar a cabo un estudio de la enfermedad; y para llevar a cabo este escalofriante análisis, Tony Curtis nos da pie para que vislumbremos el monstruo que su personaje lleva en su interior.
El marco de esa deshumanizada celda de manicomio, es simbólica:
Es la de su propia mente, que impide cualquier acercamiento al tormento en el que está atrapado, en un brutal, escalofriante y terrible “vía crucis”
Y de esa manera, el film se divide en 2 partes claramente diferenciadas, desde lo formal/estético, como en el fondo.
En la primera se centra en los asesinatos y las investigaciones policíacas para intentar detener al culpable.
No hay un personaje protagonista claro, muchas veces el director experimenta con varias imágenes en pantalla.
Brutalmente efectivo en describir el proceso mecánico que sigue el asesino para cometer sus crímenes, es más bien un retrato de la sociedad y de los asesinatos en sí mismo que de otra cosa.
Se trata de una parte mucho más experimental, esencialmente en la forma, dinamitando la estructura narrativa de este tipo de films, en los que se sigue los pasos del asesino hasta que es cazado por la policía.
Todo esto causa la sensación de acercamiento total al documental, una cámara que se acerca para luego dejarnos y centrarse en otros asuntos, como si Fleischer fuera un investigador.
Esta primera parte tiene una técnica muy elegante, se combina perfectamente con la segunda parte, en la que hay mucha más intensidad.
Aquí nos centramos en el personaje del asesino, interpretado maravillosamente por Tony Curtis, que se quita el cliché de sólo ser un hombre guapísimo, y aporta todos los matices necesarios que requiere un personaje de tal calibre.
Pero a diferencia de muchas películas que tratan la misma temática, aquí se le da un trato muy diferente al asesino, en vez de darla visión tópica, y no quiero entrar en ninguna discusión; o tirar por el camino fácil como se hace en un 99% de los casos y no dejar ni lugar ni tiempo para cualquier posibilidad de debate tanto durante como después de la obra; aquí se produce un interés por la psicología del protagonista, se interesa por conocer los motivos que llevan a una persona a cometer estos crímenes, los síntomas de la enfermedad etc.; y se produce un proceso muy complejo:
Darle forma humana a un “monstruo”
Y si el filme resulta tan convincente, es porque en ningún momento descuida sus 2 vías narrativas, ni apuesta por lo banal y gratuito:
Dentro de la investigación policial es exhaustiva y minuciosa, y dentro de la mente del psicópata es obsesiva e inclemente.
Ambas vías comparten el peso de la narración con coherencia y sentido de la proporción, mudando de piel con valentía, como la tardía, escalofriante primera aparición de Tony Curtis); pero manteniendo intacta su coraza de policíaco total y demoledor.
Una vez Tony Curtis ocupa el centro del relato, lo demás:
Pesquisas, falsos culpables… queda en segundo plano; y es que su interés nunca fue plantear un “whodonit”, sino perfilar un hiperrealista fresco policíaco que acaba transformándose en un hiperrealista fresco psicológico.
Con matices, con detalles de gran cineasta, con interpretaciones extraordinarias, con tacto y buen pulso dramático; por lo que cobra especial significado la labor de Fleischer tras la cámara.
El cineasta neoyorquino domina los tiempos con sutileza, mostrando los asesinatos de DeSalvo con especial cuidado, teniendo en cuenta lo reciente de los hechos.
Con gran maestría, además, divide la pantalla en varias escenas que ocurren paralelas en el tiempo pero en escenarios distintos.
Una fragmentación que cautiva y permite conocer al detalle el desarrollo de la trama, que tiene como testigo a un Boston oscuro, sucio y decadente, sinónimo de los acontecimientos que aterraron a su población en la tumultuosa década de los 60.
El estilo de Richard Fleischer, la forma que tiene de fragmentar la pantalla en la primera mitad del film, y el clasicismo formal que destila la segunda mitad, cuando las cosas adquieren rigor y seriedad absolutas; pudiera parecer un recurso bastante efectista y hoy desfasado, pero Fleischer es demasiado inteligente, sirviéndose únicamente del truco de la imagen cuando resulta imprescindible.
En este caso, al reflejar la investigación policial sobre las víctimas del famoso estrangulador.
Una situación ciertamente repetida hasta la saciedad en innumerables películas, que aquí adopta un dinámico y novedoso punto de vista.
En un primer momento se emplea como fórmula expositiva de la reacción del público como las entrevistas a las mujeres; y la investigación policial, véase el magnífico paralelismo establecido en las detenciones de sospechosos; o para recoger, separadamente, las experiencias del asesino, del que no vemos el rostro; y sus víctimas, justo antes de que tenga lugar el asesinato, que tampoco vemos nunca, recurriendo el director a la elipsis y evitando caer así en lo truculento o sensacionalista.
Después, en la última parte del filme, cuando ya conocemos al asesino, que está siendo interrogado en el hospital, esta técnica desaparece, dando paso a sucesivos planos secuencia, algunos de considerable duración, en los que abundan los primeros planos del asesino, un soberbio Tony Curtis que logra una memorable interpretación, pues ahora es su rostro, enmarcado en el frío y pesadillesco blanco de la celda, el que muestra su disociación mental, su esquizofrenia, y lo que es aún más terrible, el miedo atroz que ese descubrimiento, aún entre tinieblas y confuso, genera en el propio ases.
Los espejos se convierten, de este modo, en la mejor manera de expresar el problema del asesino, cuyo cuerpo único parece ser utilizado indistintamente y por turnos por 2 personalidades completamente diferenciadas y ajenas, la una a la existencia de la otra.
Las intenciones de Fleischer al utilizar espejos para componer planos que muestran al mismo tiempo a los 2 DeSalvo, se alejan de las intenciones únicamente poéticas o metafóricas que se suelen asociar en el cine a estos objetos, y su uso se revela indispensable, justamente en los momentos en los que el DeSalvo psicópata se contempla a sí mismo en el espejo y alcanza un cierto grado de conciencia de lo que le está ocurriendo, al asociar principalmente el personaje, su imagen física a la del humilde y hogareño fontanero que es habitualmente, y no a la de un asesino al que su mente niega un rostro concreto.
El primer momento del film, en el que los 2 DeSalvo colisionarán, será precisamente durante el primer intento fallido de asesinato del personaje, cuando mientras se encuentra maniatando los brazos de su nueva víctima a las patas de una cama, su mirada observe por casualidad su propio reflejo en un espejo situado sobre una mesilla, y DeSalvo se quede completamente paralizado físicamente y bloqueado mentalmente.
En la segunda ocasión, internado ya el asesino en El Hospital Municipal de Boston, será durante una visita de su mujer Irmgard y de su hija pequeña cuando DeSalvo intente estrangular a la primera, y finalmente abandone sus intenciones al volver a contemplarse a sí mismo reflejado en otro espejo, recuperando en cierto modo el control sobre sus actos.
Otro momento demoledor, es que la identidad del estrangulador no se revela a la audiencia, hasta la víctima 11; es como el caso del “JAWS” de Steven Spielberg; por lo que Tony Curtis no aparece hasta 1 hora de metraje.
La escena de la presentación del personaje, es para estudiarlo en las escuelas:
Lo vemos viendo la televisión mientras la cámara se va acercando a él desde un lado, para terminar colocándose enfrente, y presentándolo, descubrimos gracias a la profundidad de campo, que tiene mujer, y un segundo después, también hijos.
Ese momento es realmente alucinante.
Y es que Tony Curtis crea a un Albert DeSalvo aterrador en su apariencia de tipo cualquiera, que no aparece hasta la hora de metraje, pero cuando lo hace, deja enorme huella, empieza como hombre en fachada familiar, que esconde un oscuro trastero de acciones; y le dota de alma, con una expresividad fenomenal, solo hay que ver su rostro compungido al reflejarse en un espejo, o la forma en que su mente choca con la parte trasera donde se haya su supuesto “yo criminal”, creando una dualidad creíble en sus gestualidad, en su mirada.
Como película, demostró un verdadero cambio de ritmo para Tony Curtis, ya que tuvo la oportunidad de mostrar su capacidad de actuación.
Y se necesita mucho coraje para asumir un papel tan desafiante como uno de los asesinos en serie más brutales de la historia de los Estados Unidos; y Curtis te hace creer que él era Albert DeSalvo, y lo hizo después de años de interpretar al apuesto protagonista.
Se arriesgó mucho, y valió la pena en algunas de las mejores críticas de su carrera, pero cuando se trataba de una nominación al Oscar, nada.
Las escenas de Curtis están cargadas de dolor, psicología y una frialdad que hiela la sangre.
Especialmente para el recuerdo, queda la mirada perdida y perturbada del actor, que condensa en una instantánea la verdadera esencia de la película.
Sus escenas son las más destacadas del filme, que aumenta su valor cuando Fonda y Curtis comparten magníficos planos.
Henry Fonda también merecía una nominación por su papel.
Este fue probablemente uno de los papeles más intensos de su carrera; en un registro que domina con soltura y sosiego, dando vida a un investigador jefe de gran inteligencia, cualidad que Fonda derrochó en muchos de sus papeles.
Del resto secundario, se puede destacar a un solvente George Kennedy como el detective de la policía de carácter expeditivo, pero sobre todo me ha gustado William Hickey, que en una sola escena, deja marca con su sentida encarnación de un fetichista atormentado.
Como dato, Tony Curtis generalmente se consideraba demasiado viejo para interpretar a Albert DeSalvo, a pesar de ser solo 6 años mayor que DeSalvo.
En los tiempos de los asesinatos, DeSalvo solo tenía poco más de 30 años.
Recordar también que poco antes de comenzar la filmación, el verdadero Albert DeSalvo escapó de la institución mental donde fue encarcelado; siendo capturado después de haber huido durante 33 horas.
Pero hay mucha ficción en la película:
Se supone que DeSalvo era culpable, y en la película se lo retrata sufriendo un trastorno de personalidad múltiple, y cometiendo asesinatos mientras estaba en un estado psicótico.
DeSalvo nunca fue diagnosticado, ni siquiera sospechado de tener ese trastorno; y contó a la policía, cómo ocurrían estos crímenes; y es que él vagaba por las calles sin ningún objetivo hasta que le entraba el impulso de matar, entonces escogía una casa.
Culpaba a su esposa, a su educación e incluso a sí mismo; y cuando hablaba de las matanzas, lo hacía en 3ª persona, como si fuera un observador.
Por ello, el mayor peligro para el estrangulador, en la película, es el riesgo de entrar en estado catatónico.
No sabe quién es…
Si llega a percibir siendo consciente de su “primer yo”, y descubre su doble personalidad, su cerebro hará “crack”
Es, como si en el momento de perpetrar el crimen, uno se mira al espejo, se reconoce, delatando, a su “yo” consciente su psicopatía.
Descubrirlo es tormentoso y durísimo, porque en el momento en el que visualice quién es, y qué ha hecho, estará precipitándose al abismo.
Así, la mayor libertad de Fleischer, se da en el dramatismo del shock esencial del personaje, quien al no reconocer su bárbara criminalidad... queda aislado de sí mismo, “catatónico” en un psiquiátrico y ante esta posibilidad pone el conflicto en manos del juez que no le importa arrastrar hasta ese extremo al asesino con tal de que descubra y confiese la verdad.
Sin embargo, en la realidad, este personaje que, en efecto, hacía sufrir y mataba del modo en que se cuenta en la película, estuvo en la cárcel muchos años con legión de fans que le vitoreaban...
Nunca sufrió la crisis definitiva que se plantea en la película.
Por último, queda la importante escena del fiscal hablando por la noche con su mujer.
En un momento medita sobre sus conversaciones con el estrangulador, y salta con que a sus años, le dolería mucho descubrir que no es la persona que cree haber sido…
Un hombre tan cabal y serio, no puede evitar profundizar en los tortuosos caminos de la vida, todo ello por culpa de tratar con una mente desquiciada.
El Estrangulador no sabe quién es en realidad, y El Fiscal comprende que El Estrangulador pueda ignorar sus crímenes debido a la locura que le domina.
Estos comentarios llevan incluso al espectador a pensar que verdaderamente es triste darse cuenta un día que uno no es quien se cree que es, y que, por tanto, ni mucho menos ha ido haciendo bien las cosas, y que a lo mejor ni siquiera vale lo poquito que cree valer.
Personalmente me quedo con un momento puntual en el interrogatorio que DeSalvo padece a través de Henry Fonda, y en el que en un plano corto se le salta una lágrima que va a llegar hasta la barbilla, todo ello mientras recuerda uno de sus teóricos asaltos, mientras busca en un lugar oculto de su mente lo que hizo, según él mismo sin saberlo, sin ser consciente.
“Pobre hombre”, hasta me ha convencido a mí de que está loco, un enfermo mental, un pobre desgraciado... eso sí, el fontanero más peligroso de la historia del cine, qué barbaridad...
También queda un pequeño espacio para la crítica social en esta arriesgada película de Fleischer.
El film se rodó a finales de los ‘60s, con El Código Hays de ética y censura aún vigente, en donde los policías dan pistas con lujo de detalles de los ataques sexuales, se asedian a los considerados pervertidos e incluso, en una muestra de la mentalidad de la época, se considera a las personas gays como desviados sexuales.
La escena en que un hombre gay es interrogado por Henry Fonda, que se disculpa por tratarlo como pervertido, es muy ilustrativa.
El sospechoso es acusado por una pareja de mujeres jóvenes “que viven como un matrimonio”, que lo conocen y saben que lee novelas del Marqués de Sade y posee sus obras completes en la biblioteca de su casa.
De esa manera, se expone el estigma hacia los personajes homosexuales y lesbianas, la sugerencia de que las mujeres mayores todavía pueden desear el sexo, los fetichistas, las trabajadoras sexuales, todos con sus propias conexiones con la historia.
El movimiento más audaz de Fleischer, es su exploración de una decisión policial temprana, de traer a todos los delincuentes sexuales conocidos para ser interrogados, sin importar cuán insignificantes se consideren sus delitos.
De repente, los hombres son detenidos por hacer llamadas telefónicas abusivas, por tocar a tientas a las mujeres en las paradas de autobús, por golpear a sus esposas, y estamos viendo directamente, cuánto crimen generalmente se ignora.
Irónicamente, las mujeres de la ciudad probablemente estén más seguras en general durante esta represión…
Por ello, la cámara y algunos puntos de vista, originados en el filme de manera documental, muestran espacios y conversaciones insignificantes en la superficie, pero también relevantes en transmitir algunos mensajes vinculados a la falta de empatía, la celebridad y los apetitos sexuales.
Pareciera ser que la población no sólo debiera preocuparse por los asesinos en serie, sino también por decenas de sujetos con desviaciones hedonistas y violentas.
Es en este infierno, en donde se cultiva a fuego lento algunos especímenes que son capaces de transgredir normas y que deambulan por calles oscuras o a plena luz del día; y uno de los más curiosos, fue el asesoramiento de un detective psíquico, Peter Hurkos, episodio que también aparece en el filme e introduce una agradable coda humorística.
Hurkos era un obrero que comenzó a mostrar unas especiales capacidades paranormales tras sufrir en 1941 un accidente laboral que le produjo un fuerte traumatismo en la cabeza, lo que le provocó un déficit de concentración, y unas extrañas dotes de clarividencia.
Su prestigio como vidente, provocó que colaborara con la policía en más de una ocasión como en el caso del hurto de La Piedra de La Coronación escocesa en 1951; el esclarecimiento de un enigmático crimen acaecido en Miami en 1958, o El Caso de Sharon Tate.
En el caso del Estrangulador, Hurkos demostró sus dotes al igual que se observa en el filme, al identificar la autenticidad de una fotos sobre los crímenes de DeSalvo sólo con tocarlas.
Por desgracia, su olfato erró, ya que elaboró un preciso perfil psicológico sobre el asesino, pero con un nombre equivocado:
Thomas O’Brien, un pobre demente que llegó a ser arrestado, aunque finalmente se comprobó que no tenía nada que ver con el caso.
La importancia de El Estrangulador de Boston, reside también en su legado:
La película sirvió como espejo a futuras obras que se adentraron en el tema de los asesinos en serie, por citar un ejemplo, David Fincher bebe de este filme en su obra maestra “Zodiac”, llegando a emular situaciones que se repiten en uno y otro trabajo, como el aluvión de llamadas que recibe la policía o la utilización de la psicología y la magia para capturarlo; escenas que, como en su mentora, rebajan la tensión dramática de una historia potente y siniestra, como la mirada del asesino.
En definitiva, la intención del director no es otra que la de realizar una incómoda radiografía del comportamiento sexual de una parte de la sociedad de EEUU de entonces; y habría mucho que decir sobre cómo se plasma con pasmosa facilidad ese temor que la ciudadanía siente enseguida por los monstruos que crea su cotidianeidad, los abusos que ejercen las fuerzas policiales en defensa de ese orden, y tantos y tantos matices demostrados en este espléndido producto, que más de 6 décadas después de su realización, no ha perdido un ápice de su vigor cinematográfico y revulsivo en sus contenidos.
Y ciertamente resulta estremecedor contemplar los últimos minutos, digamos ya que una de las obras mayores de un Richard Fleischer que logró aplicar buena parte de las obsesiones que rondaron por toda su carrera, en el curso de unos años en los que se sometió en demasía a los dictados de la industria.
Como si fuera un extraño islote entre ella, ésta implacable crónica emerge casi de forma indeleble como uno de los mejores testimonios de la crisis de una sociedad aparentemente basada en los derechos individuales, pero lastrada por enormes fisuras.
Ello se producía en un periodo como el de la segunda mitad de la década de los 60s, y cuando precisamente el cine de Hollywood se había sometido ya a su transformación, y casi defunción de un sistema vigente durante décadas.
En este contexto, la excelente obra de Fleischer queda en la elite de estas crónicas cinematográficas.
Por último decir que la música original de Lionel Newman, consiste en una señal, el “Peter, The Pole” que dura tan solo 22 segundos.
“Why did 13 women willingly open their doors to the Boston Strangler?”
En febrero de 1967, Albert DeSalvo escapó con 2 reclusos del Hospital Estatal de Bridgewater, lo que provocó una cacería humana a gran escala.
Se encontró una nota en su litera dirigida al superintendente; donde DeSalvo declaró que había escapado para centrar la atención en las condiciones del hospital y su propia situación; y 3 días después de la fuga, llamó a su abogado para que se entregara.
Su abogado, luego envió a la policía a arrestarlo nuevamente en Lynn, Massachusetts; y después de la fuga, fue trasladado a la prisión de máxima seguridad conocida en ese momento como “Walpole”, donde más tarde se retractó de sus confesiones de Estrangulador.
El 25 de noviembre de 1973, Albert DeSalvo fue encontrado apuñalado en la enfermería de la prisión.
Robert Wilson, quien estaba asociado con Winter Hill Gang, fue juzgado por el asesinato de DeSalvo, pero el juicio terminó en nada; DeSalvo tenía 42 años.
Su abogado, luego afirmó que DeSalvo fue asesinado por vender anfetaminas en la prisión por menos del precio del sindicato impuesto por los reclusos.
Los documentos de DeSalvo se encuentran en las colecciones especiales de La Biblioteca Lloyd Sealy, en el John Jay College of Criminal Justice, en la ciudad de New York; e incluyen su correspondencia, principalmente con los miembros de la familia Bailey, y regalos enviados a los Bailey de joyas y artículos de cuero elaborados por DeSalvo mientras estaba en prisión.
Y aunque DeSalvo estuvo vinculado de manera concluyente al asesinato de Mary Sullivan, persisten las dudas sobre si cometió todos los homicidios como Estrangulador de Boston; y si otro asesino aún podría estar en libertad.
Cuando confesó, las personas que lo conocieron personalmente, no lo creyeron capaz de los crímenes.
También se observó que las mujeres presuntamente asesinadas por El Estrangulador eran de edades, estratos sociales y etnias muy diferentes, y que sus muertes eran inconsistentes al “modus operandi”
En 1968, El Dr. Ames Robey, director médico del Hospital Estatal de Bridgewater, insistió en que DeSalvo no era El Estrangulador de Boston; y dijo que el prisionero era “un confesor compulsivo muy inteligente y muy suave que necesita ser reconocido desesperadamente”
La opinión de Robey fue compartida por El Fiscal de Distrito de Middlesex John J. Droney; El Superintendente de Bridgewater, Charles Gaughan y George W. Harrison, un ex compañero de prisión de DeSalvo.
Harrison afirmó haber escuchado a otro convicto que entrenaba a DeSalvo sobre los detalles de los asesinatos estranguladores…
El abogado de DeSalvo, creía que su cliente era el asesino, y describió el caso en “The Defense Never Rests” (1995)
Mientras Susan Kelly, autora del libro “The Boston Stranglers” (1996), extrajo de los archivos de La Oficina de Estranguladores del Commonwealth de Massachusetts; argumentando que los asesinatos fueron obra de varios asesinos en lugar de un solo individuo.
El ex perfilador del FBI, Robert Ressler dijo:
“Están reuniendo tantos patrones diferentes con respecto a los asesinatos del Estrangulador de Boston, que es inconcebible en el comportamiento que todo esto pueda adaptarse a un individuo”
John E. Douglas, el ex agente especial del FBI que fue uno de los primeros perfiladores criminales, dudaba que DeSalvo fuera El Estrangulador de Boston.
En su libro “The Cases That Haunt Us”, identificó a DeSalvo como un violador motivado por “el aseguramiento del poder”, y dijo que tal violador es poco probable que mate en la forma de crímenes atribuidos al Estrangulador de Boston; sin embargo, un violador motivado por la garantía de poder, sería propenso a atribuirse los crímenes.
En 2000, la abogada y ex periodista, Elaine Sharp, asumió la causa de la familia DeSalvo y la de la familia de Mary Sullivan.
Sullivan fue publicitada como la víctima final en 1964, aunque otros asesinatos estranguladores ocurrieron después de esa fecha.
Por su parte, Sharp ayudó a las familias en su campaña mediática para limpiar el nombre de DeSalvo; y ayudó a organizar las exhumaciones de Mary Sullivan y Albert H. DeSalvo, presentando varias demandas en un intento de obtener información y rastrear evidencia, por ejemplo, ADN; como del gobierno, y trabajó con varios productores para crear documentales para explicar los hechos a la público; y notó varias inconsistencias entre las confesiones de DeSalvo y la información de la escena del crimen que obtuvo; por ejemplo, observó que, contrariamente a la confesión de DeSalvo al asesinato de Sullivan, se descubrió que la mujer no tenía semen en su vagina, y no fue estrangulada manualmente, sino por ligadura.
El patólogo forense, Michael Baden, señaló que DeSalvo se equivocó en el momento de la muerte.
Esta fue una inconsistencia común también señalada por Susan Kelly en varios de los asesinatos; de hecho, ella continúa trabajando en el caso de la familia DeSalvo.
En julio de 2013, el ADN de DeSalvo se comparó con el fluido seminal encontrado en la violación y el asesinato de Mary Sullivan, con el ADN obtenido del sobrino de DeSalvo, que vincula a DeSalvo con el asesinato de Sullivan y excluye al 99.9% de la población restante.
Las autoridades exhumaron los restos de DeSalvo más tarde ese mes, y confirmaron la coincidencia de ADN.
Con respecto a los otros supuestos asesinos:
George Nassar, el preso al que DeSalvo confesó, se cuenta entre los sospechosos del caso; y actualmente está cumpliendo cadena perpetua por la muerte a tiros de 1967 de un empleado de una estación de servicio de Andover, Massachusetts .
Ames Robey, un ex psicólogo de la prisión que analizó tanto DeSalvo y Nassar, ha llamado Nassar un misógino, psicópata asesino y un mucho más probable sospechoso de los asesinatos de estrangulador que DeSalvo; y se decía que tenía tendencias esquizofrénicas, y fue puesto en observación cuando conoció a DeSalvo.
Varios seguidores del caso, también han declarado que Nassar es el verdadero estrangulador, alegando que le dio detalles de los asesinatos a DeSalvo; y especularon que DeSalvo sabía que pasaría el resto de su vida en la cárcel por los ataques del “Hombre Verde”; por lo que confesó para que Nassar pudiera cobrar el dinero de la recompensa que se dividirían, proporcionando así apoyo a la esposa y los 2 hijos de DeSalvo.
Otro motivo era su tremenda necesidad de notoriedad:
DeSalvo esperaba que el caso lo hiciera mundialmente famoso; Robey testificó que “Albert tenía tantas ganas de ser El Estrangulador”; y en una entrevista de 1999 con The Boston Globe, Nassar negó estar involucrado en los asesinatos y dijo que la especulación había destruido sus posibilidades de libertad condicional:
“No tuve nada que ver con eso, estoy condenado debajo de la mesa, detrás de escena”
Nassar hoy tiene 88 años…
Mientras que el artista, Mark Morrisroe, ya fallecido, con frecuencia afirmaba que era el hijo ilegítimo de DeSalvo; pues su madre era inquilina de Albert DeSalvo.
Total, hasta los criminales de la calaña de Albert DeSalvo se sienten horrorizados de sus propios actos; porque incluso los carniceros pueden ser personas normales, amantes, padres, estupendos maridos, votantes y “buen vecino”; todo ello hace de The Boston Strangler, uno de los acercamientos más sinceros de la historia del cine a la figura del asesino múltiple.

“Everybody's banging everybody.
It's a horny world”



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