Darkest Hour

“Never, never, never surrender”

El 18 de junio de 2017, se cumplieron 77 años de uno de los discursos más importantes durante La Segunda Guerra Mundial:
“Their Finest Hour” o “Su Mejor Hora” de Winston Churchill, entonces Primer Ministro del Reino Unido, lleno de un tinte de resurgimiento tras la ocupación de Francia por la Alemania nazi, y la imposibilidad del Reino Unido por evitarlo, que marcaron un antes y un después, tanto en la historia como en la contienda.
De hecho, los historiadores lo han calificado como, uno de los mejores discursos que se haya pronunciado en la lengua inglesa.
Como Corresponsal de Guerra, Oficial del Ejército Británico, Hombre de Estado, Primer Ministro de Gran Bretaña en 2 ocasiones, de 1940 a 1945, y de 1951 a 1955; así como historiador, escritor, pintor, galardonado con El Premio Nobel de Literatura en 1953; está claro que nos encontramos ante alguien extraordinario; y sus palabras no podían serlo menos.
Winston Churchill, era un orador persuasivo, contundente y dramático, muy consciente del poder y el alcance de la frase precisa, en el momento justo.
Por algo decía que, si debía dar un discurso de 2 horas, dedicaba 10 minutos a su preparación; y si debía dar un discurso de 10 minutos, le dedicaba 2 horas.
El Primer Ministro británico, dio este discurso, “Their Finest Hour” tan solo 1 mes después de ocupar tal puesto como líder de La Coalición denominada, Gobierno Nacional, la cual se compuso por todos los partidos políticos, dejando a un lado sus diferencias, y uniéndose en tiempos de guerra.
Su discurso, animaba al pueblo Inglés, a pesar de la derrota, y se excusaba ante los franceses por no haber sido capaz de evitar la invasión Alemana.
También aludía a Estados Unidos y a la gravedad del avance alemán, pero su mensaje era claro:
Resurgirían a pesar de todo, terminando con la frase que da nombre al discurso:
“This was their finest hour” o “Este fue su mejor momento”
El talento descomunal de este hombre, brilló con todo su esplendor en la época más oscura, en plena Segunda Guerra Mundial; porque donde otros se habrían acobardado o hundido, él se desenvolvió con soltura, inspirando a toda una nación seguridad, confianza y esperanza.
Era sin duda, un hombre hecho para tiempos difíciles, pues su conservadurismo extremo, su belicosidad y su reticencia al desarrollo del Estado del Bienestar, le llevaron a perder muchos partidarios y aliados en tiempos de paz.
Sin embargo, lideró como nadie a su país, en un momento terriblemente crítico, oscuro.
Por ello, “The Darkest Hour”, es una frase acuñada por El Primer Ministro británico Winston Churchill, para describir el período de La Segunda Guerra Mundial, entre la caída de Francia en junio de 1940, y la invasión nazi de La Unión Soviética, en junio de 1941, un total de 363 días, u 11 meses y 28 días; cuando El Imperio Británico se mantuvo solo contra la Alemania Nazi y las Potencias del Eje en Europa.
La frase se utiliza particularmente para el momento en que El Reino Unido estaba bajo amenaza directa de la invasión; después de la evacuación del ejército británico de Dunkirk, y antes de la victoria en La Batalla de Inglaterra.
El momento más oscuro, se considera que fue el 10 de mayo de 1941, cuando más de 1.500 civiles murieron en bombardeos de la Luftwaffe en Londres.
Y aunque El Imperio Británico fue la única gran potencia que combatió a los alemanes e italianos durante el período, no fue la única potencia principal que luchó contra El Eje en su conjunto:
China había estado luchando contra los japoneses desde 1937, después de que los japoneses lanzaron una invasión total.
Algunos Estados, también estaban luchando contra los alemanes y los italianos:
Grecia luchó contra las potencias del Eje desde octubre de 1940, cuando derrotó a las tropas italianas, hasta junio de 1941, cuando Creta se rindió a los alemanes.
Winston Churchill y Charles de Gaulle, elogiaron el heroísmo excepcional de Grecia, en un punto donde muchos pueblos fueron subyugados, y El Eje parecía invicto.
Por su parte, Estados Unidos no se involucró formalmente en la guerra en el bando aliado, hasta después del ataque a Pearl Harbor por parte de los japoneses, el 7 de diciembre de 1941.
Sin embargo, El Presidente Franklin D. Roosevelt, claramente simpatizó con Gran Bretaña y otros opositores de Alemania, y lo hizo lo que pudo para ayudarlos silenciosamente dentro de los límites de la legislación estadounidense vigente, que exigía una neutralidad oficial estricta, y frente a un fuerte sentimiento aislacionista, tanto entre el público como El Congreso, que quería que Estados Unidos se mantuviera al margen de los conflictos europeos y asiáticos.
A instancias de Roosevelt, una disposición de “cash-and-carry”, que permite la aprobación presidencial de las ventas de armas a las naciones beligerantes, con la condición de que los destinatarios arreglaran el transporte y paguen inmediatamente con efectivo, con el argumento de que esto no sacaría el Estados Unidos en el conflicto; había sido insertado en La Ley de Neutralidad de 1937, que se aprobó cuando las nubes de guerra se avecinaban sobre Europa, y el conflicto sino-japonés ya estaba en marcha; y después de que la disposición oficialmente expirara en 1939, fue reinsertado en La Ley de Neutralidad de seguimiento de 1939.
Y es que Roosevelt creía que “llevar y transportar” ayudaría a Francia y Gran Bretaña en caso de guerra con Alemania, ya que eran los únicos países que controlaban los mares, y podían aprovechar la provisión.
Pero EEUU abandonaron oficialmente su pretensión de neutralidad con la aprobación de la “Lend-Lease Act” en marzo de 1941, permitiendo abiertamente la venta de armas a Gran Bretaña, a la Francia Libre, China y más tarde, a La Unión Soviética y a otros estados aliados.
Fue así, durante el primer año de mandato, que Churchill hizo 3 discursos especialmente memorables, que trataban de concienciar al país de la posible invasión nazi, y de la dureza de los sacrificios que iba a tener que llevar a cabo, pero  al mismo tiempo, infundían valor y confianza en la victoria; discursos que aún siguen siendo un ejemplo de elocuencia, y sin duda, habrían puesto en pie de guerra al hippy más recalcitrante.
En definitiva, “The Finest Hour” aparece en el discurso “This was their finest hour” de Winston Churchill, dado en 18 de junio de 1940, ante La Cámara de Los Comunes del Parlamento del Reino Unido; siendo el 3º de los 3 discursos que pronunció durante más o menos el período de La Batalla de Francia.
El primer discurso, “Blood, toil, tears, and sweat” del 13 de mayo, fue dado 3 días después del comienzo de la ofensiva alemana en Occidente.
Fue su primer discurso ante El Parlamento como Primer Ministro, informando la formación de un gobierno de coalición multipartidista, resuelto implacablemente a luchar por la victoria final.
El segundo discurso, “We shall fight on the beaches”, dada el 4 de junio, informando el éxito de los alemanes en la superación de Holanda, Bélgica y Francia al norte del Somme, y la evacuación del BEF de Dunkirk, y preparando a los británicos para luchar solos, si es necesario.
El texto original, de unas 23 páginas escritas a máquina, y con muchas correcciones de la mano de Churchill en tinta roja y azul, se encuentra actualmente junto a 2.500 cajas de documentos y objetos en el Churchill Archives Center de la Universidad de Cambridge.
El centro, fue fundado en 1960, y desde hace poco expone al público este discurso, así como otros documentos relacionados, cartas a su esposa Clementine, y páginas del diario de su secretario, John Colville.
Este discurso, “This was their finest hour” fue dado después de que Francia había buscado un armisticio en la noche del 16 de junio.
Justificó el bajo nivel de apoyo que se le pudo haber brindado a Francia desde Dunkirk, e informó sobre la evacuación exitosa de la mayoría de las fuerzas de apoyo.
Se resistió a las presiones para purgar a la coalición de apaciguadores o, de lo contrario, permitirse la recriminación.
Repasó las fuerzas aún disponibles para prevenir o repeler cualquier intento de invasión, resumiendo la revisión de la siguiente manera:
“En esta ocasión, he considerado oportuno dar a La Cámara de Representantes y al país, alguna indicación de los fundamentos sólidos y prácticos sobre los cuales basamos nuestra determinación inflexible para continuar la guerra, y puedo asegurarles que nuestros asesores profesionales de los 3 Servicios aconsejan solidariamente que debemos hacerlo, y que hay esperanzas buenas y razonables de una victoria final”
Él informó mensajes de apoyo de los Dominios, y justificó la confianza en la victoria, incluso si todavía no estaba claro, cómo se podría lograr esa victoria.
“Al emitir este terrible balance, contemplando nuestros peligros con un ojo desilusionado, veo una gran razón para una intensa vigilancia y esfuerzo, pero ninguno para el pánico o la desesperación.
Durante los primeros 4 años de la última guerra, Los Aliados experimentaron, nada más que desastre y desilusión, y sin embargo, al final su moral fue más alta que la de los alemanes, que habían pasado de un triunfo agresivo a otro.
Durante esa guerra, repetidamente nos hicimos la pregunta:
¿Cómo vamos a ganar?
Y nadie fue capaz de responderlo con mucha precisión, hasta que al final, de repente, inesperadamente, nuestro terrible enemigo se desplomó ante nosotros”
La peroración, o discurso oral de carácter doctrinal o polémico citado por Churchill,  fue dado incluso en un momento de gran peligro aparente para la supervivencia nacional británica, que habla no solo de supervivencia nacional e interés nacional, sino de causas nobles, como libertad, civilización cristiana, los derechos de las naciones pequeñas… por las cuales, Gran Bretaña estaba luchando, y por lo que Churchill pensó que Estados Unidos debería, y dado el tiempo, luchar.
El discurso, fue entregado a Los Comunes a las 3:49pm, y duró 36 minutos.
Churchill, como era su costumbre, hizo revisiones a su documento de 23 páginas, hasta, y durante el discurso; el cual terminaba con una frase que no se ha olvidado desde entonces:
“Preparémonos para nuestros deberes, y no dudemos de que si El Imperio Británico dura unos mil años, los hombres del futuro dirán:
Aquella fue su mejor hora”
Esas palabras supusieron el momento en el que Reino Unido decidió entrar en guerra con una Alemania que dominaba ya casi toda Europa.
El pasaje final de su manuscrito, fue presentado en formato de verso en blanco, que los eruditos de Churchill consideran que refleja la influencia de los salmos del Antiguo Testamento en su estilo oratorio.
“I'm coming out in a state of nature!”
Darkest Hour es un drama del año 2017, dirigido por Joe Wright.
Protagonizado por Gary Oldman, Ben Mendelsohn, Kristin Scott Thomas, Lily James, Stephen Dillane, Richard Lumsden, Philip Martin Brown, Brian Pettifer, Tom Ashley, Jordan Waller, David Olawale Ayinde, Michael Bott, Danny Stewart, John Locke, entre otros.
El guión es de Anthony McCarten, el cual no es un “biopic” sobre Winston Churchill, ya que la película se centra en unos años muy determinados de su vida; concretamente, cuando después de suceder a Neville Chamberlain como Primer Ministro de Gran Bretaña, Winston tiene que enfrentarse a una difícil decisión:
Luchar contra el imparable Hitler, o aceptar el acuerdo de paz que este le había ofrecido.
La película completa se desarrolla en un solo mes, a partir de mayo de 1940, durante los primeros días del mandato de Winston Churchill (Gary Oldman) durante la guerra, como Primer Ministro del Reino Unido.
Aquí, toda la historia se centra en el estadista británico, grande desde cualquier punto de vista, un ser tan complejo como interesante, y toma el título “Darkest Hour” de uno de sus discursos más elocuentes.
Todo el drama está ambientado en 1940, cuando Winston Churchill se convierte en Primer Ministro británico, en un momento realmente crucial de La Segunda Guerra Mundial, pues los nazis avanzan imparables, conquistando prácticamente la totalidad del continente europeo, y amenazando con una invasión a Inglaterra.
Churchill deberá entonces explorar la posibilidad de un tratado de paz con Alemania, o ser fiel a sus ideales, y luchar por la liberación de Europa; al tiempo que el movimiento civil impulsado por El Primer Ministro británico logra salvar miles de vidas en Dunkirk; muy a pesar de la presión a la que estuvo sometido, ya que su propio partido llegó a conspirar en su contra, y El Rey George VI (Ben Mendelsohn), era muy escéptico al respecto; pero la firme negativa de Churchill a aceptar la derrota, la rendición o un acuerdo de paz, sirvieron como inspiración a la resistencia británica.
Durante los difíciles primeros años de la guerra, cuando El Reino Unido se quedó solo en su firme oposición contra la Alemania nazi, Churchill deberá soportar su hora más oscura, reunir a una nación, luchar por los ideales y la libertad, y tratar de cambiar el curso de la historia mundial.
La película es importante ante los tiempos aciagos que vivimos, y nos deja un mensaje importante:
“Nunca, Nunca, Nunca Rendirse”
“You cannot reason with a Tiger when your head is in its mouth”
Darkest Hour está presentada por Focus Features, y producida por Working Title Films, y es una emocionante e inspiradora historia que tiene lugar al comienzo de La Segunda Guerra Mundial.
El director, Joe Wright, es tanto un virtuoso cineasta como un “showman” natural, interpretando el guión de una forma que ningún otro director podría haber imaginado, en una atractiva y emocionante crónica sobre la política británica, y también una historia sorprendentemente conmovedora acerca del gran liderazgo; al tiempo que es un testamento deliciosamente obvio sobre el poder de las palabras, y su infinita capacidad para inspirar.
Como personaje, Churchill es un hombre de cumbres y valles, de logros apoteósicos y caídas estrepitosas; es por la misma razón, un personaje hecho a medida para el cine, las biografías y, tal vez, hasta para una ópera; que participó en La Primera Guerra, fue marginado por sus propios camaradas del Partido Conservador, se opuso a la independencia de la India, bebió mucho whisky, y hasta cayó en el pozo negro de la depresión en muchas ocasiones.
Por cierto, se equivocó, y fue impopular, sobre todo al atacar fieramente a Gandhi, y a principios de los años 30, su carrera política parecía sepultada…
Fue entonces, en su hora más oscura, que volvió a rugir, más que nunca y, tal vez, habiendo aprendido algo de los errores.
Mientras en la década de los 30, la Alemania nazi se armaba rápidamente contra el resto de Europa, y Hitler alimentaba el resentimiento de sus compatriotas tras la humillante derrota de La Primera Guerra, Churchill se transformó en la única voz de alerta en El Parlamento inglés.
Lo creyeron loco, senil y majadero, pero la realidad demostró que era peor ser un pusilánime, que una voz de alerta cuando, en 1938, El Primer Ministro británico, Neville Chamberlain, firmó El Pacto de Múnich, mediante él, Alemania contaba con la venia de las potencias europeas para anexarse parte de Checoeslovaquia.
Un año más tarde, Alemania atacó Noruega, tras las advertencias de Churchill, y Chamberlain se veía obligado a renunciar por evidente inoperancia.
El 16 de mayo de 1940, pocos días después de su nombramiento como Primer Ministro, Winston Churchill intentó apartar a Mussolini de su alianza con Hitler, recordándole que “pase lo que pase en el continente, Inglaterra continuará hasta el fin, incluso completamente sola”
Por lo que 11 días después, Churchill pedía a Léopold Philippe Charles Albert Meinrad Hubertus Marie Miguel de Saxe-Cobourg et Gotha, Rey de los belgas, que se mantuviera firme en la seguridad de que “Inglaterra nunca abandonará la guerra, pase lo que pase, hasta que Hitler resulte vencido, o nosotros dejemos de ser un Estado”
Mientras tanto, volaba cada semana a París, para advertir a Jean Paul Reynaud que, “pasara lo que pasara con Francia, Inglaterra continuaría sola hasta el fin”
Mussolini respondió al mensaje de Churchill, recordándole que sí, “por cumplir su palabra, se había metido en guerra con Alemania, debía comprender que él hiciera también honor a la suya, manteniendo su alianza con Hitler”
Léopold no dejó pasar el día en que recibió la súplica de Churchill, sin enviar a Berlín un enviado con poderes para pedir el cese de hostilidades, y la rendición incondicional del Ejército belga.
Más grave que la negativa italiana y la deserción belga, fue el sorprendente derrumbe francés…
Ni en el peor momento pudieron los británicos pensar que Francia firmaría la capitulación, y la paz separada con Alemania renunciando a toda resistencia.
La perspectiva de que lo impensable podía ocurrir se fue abriendo paso en los 5 días de mayo, del 24 al 28 de 1940, que son objeto de este minucioso relato basado en el riquísimo acervo documental británico, y en la profesionalidad y el rigor con que sus funcionarios tomaban nota de todo, y lo conservaban en archivos públicos.
Por ejemplo, John Lukacs, autor de varios estudios sobre las relaciones entre Churchill y Hitler, no tiene más que ir montando el relato de cada día, con extractos de las actas de las reuniones del Gabinete de Guerra, y ambientarlo con lo que escribían los periódicos, y lo que pensaba el público, para dar cuenta de la dramática decisión:
“Pasara lo que pasara en el continente, y pasaron, a fines de mayo, cosas que los ingleses no podían imaginar, Inglaterra resistiría sola”
Pues nada permitía pensar que, al final, aquellos 5 hombres que formaban el Gabinete de Guerra, fueran capaces de responder a la gravísima cuestión que el cerco al ejército expedicionario británico, la negativa italiana, la deserción belga y el derrumbe francés les planteaba, haciendo frente, solos, al abrumador poderío alemán.
Nunca estuvo tan cerca, como en aquellos días el triunfo total de Alemania; nunca estuvo tan lejos la perspectiva de una victoria inglesa.
Y, sin embargo, la voluntad de un político que supo transmitir al Gobierno, al Parlamento, y a la opinión pública que no había otro camino salvo resistir a la barbarie, y el cúmulo de circunstancias azarosas que convirtieron en éxito la primera derrota inglesa en La Segunda Guerra Mundial, cambiaron el curso de la historia.
El viejo problema de la capacidad de un sujeto para imponerse sobre las determinaciones objetivas, vuelve a aflorar en este relato en forma de condicional:
Si Churchill no hubiera estado allí, si se hubiera dejado llevar por el derrotismo, si no hubiera triunfado sobre Halifax, si no hubiera rechazado su propósito de sondear a Italia con vistas a encontrar un arreglo, si hubiera intentado llegar a un acuerdo con Hitler, todo, no sólo la historia de Inglaterra, sino la de Europa, la de la civilización occidental, la del mundo, todo habría sido distinto...
Lo positivo, lo que realmente ocurrió, fue que Churchill, un viejo aristócrata conservador, estaba allí, viviendo, como él mismo dijo de Inglaterra, “su mejor hora”; fue su voluntad testaruda lo que cambió el curso de la guerra, lo que impidió que Hitler dominara a Europa.
Luego vendrían La Unión Soviética y Estados Unidos, pero en aquellos momentos, Stalin era un aliado de Hitler, y Roosevelt ni sabía, ni contestaba...
En mayo de 1940, Inglaterra estaba realmente sola.
Churchill lo comprendió, anunció mil veces y a todo el mundo que, “pasara lo que pasara, resistiría” y resistió.
Eso fue todo.
Darkest Hour, parte justamente cuando Churchill, con 65 años, sucede a Chamberlain, y es nombrado Primer Ministro.
Debe conducir a su país por los tenebrosos senderos de La Guerra, y darle coraje a una población que ve, cómo Alemania va barriendo con todo lo que se le cruza por delante.
Es aquí cuando desplegó públicamente sus formidables dotes de oratoria, y en menos de un mes, entregó 3 discursos ante La Cámara de Los Comunes, que serían literalmente, frases para el bronce.
Los historiadores tienen más o menos claro, que las palabras de Churchill fueron capitales a la hora de despertar y darle valor a un país que quedaba como el único bastión a avasallar por los nazis en Europa, pues La Unión Soviética aún mantenía el pacto de no agresión con Hitler.
El título de la cinta, es por tanto un juego de palabras que hace alusión al término “finest hour”, invocado por Churchill en el discurso del 18 de junio, días después de la rendición de Francia.
Ahí sostuvo que, si Gran Bretaña frenaba el avance alemán, “en mil años más, los hombres aún dirían:
“esta fue su mejor hora”
Pero no todo lo de Churchill fue discursos por la radio, ni recuerdos de gloria imperial.
Darkest Hour establece claramente los problemas que dentro de su propio gobierno debe enfrentar para que su país juegue con dignidad en la historia.
A pesar de ser Primer Ministro, buena parte de sus consejeros se inclinan para que firme un tratado de no agresión con Hitler.
Luego, refiriéndose a los alemanes, plantea:
“Deben aprender una lección:
No se puede razonar con un tigre, cuando tienes la cabeza en sus fauces”
Y pocos días antes de este discurso, se había producido la evacuación de 340 mil hombres desde el puerto francés de Dunkirk, la cual fue una operación civil masiva, que salvó las vidas de miles de aliados, y que ahora narra la cinta homónima, superproducción de Christopher Nolan; a la que Churchill llamó “un milagro”, pero además fue realista:
“No podemos darle a esta liberación, los atributos de una victoria:
Las guerras no se ganan con evacuaciones”
Y 4 años más tarde de los hechos relatados por Darkest Hour, transcurre “Churchill”, la otra película, de Jonathan Teplitzky, con guión de la historiadora, Alex von Tunzelmann, que se interna en la vida del líder inglés, poco antes del desembarco en Normandía.
Ahí vemos a un Churchill menos decidido que el de Darkest Hour, y más temeroso de meter la pata, pues el fracaso de Gallipoli sobrevuela en sus recuerdos.
El Primer Ministro es interpretado por Brian Cox, y uno de sus principales “antagonistas”, es El General estadounidense, Dwight Eisenhower, máximo comandante de las Fuerzas Aliadas.
Así, en los días previos a aquel ataque en las playas del noroeste francés, Churchill se opone a la estrategia:
Cree que será una carnicería sin victoria y, sobre todo, le hace recordar el episodio más vergonzoso de su vida pública.
Estando al mando del Almirantazgo durante La Primera Guerra Mundial, decidió atacar a las Potencias Centrales, de Alemania, Austria, y El Imperio Otomano, en la península turca de Gallipoli, para así asegurar aprovisionamiento a los rusos.
La estrategia fue un fracaso, y causó más de 250 mil bajas.
Ahora, Churchill se enfrasca en interminables batallas verbales con Eisenhower (John Slattery), acerca de la viabilidad del llamado Día D; y ofrece su propia alternativa, que es confiar en las fuerzas desplegadas en El Mediterráneo, y les recuerda que él vivió Galípoli...
 Eisenhower lo observa con cierto desdén, y le hace saber que en 20 años, el mundo ha cambiado, y que no puede mirar La Segunda Guerra Mundial con el mismo cristal con el que observó La Primera…
Aunque la película de Teplitzky ha sido acusada por algunos historiadores de no ser absolutamente rigurosa, hay un episodio que es verídico, y habla mucho de la personalidad de Churchill:
En una escena, frente al mar, El Primer Ministro le dice a Eisenhower, que sólo aceptará involucrar a Gran Bretaña en Normandía, si es que él también va con los muchachos.
Se sabe, por supuesto, que Sir Winston nunca fue a la playa de Omaha, pero al menos aquel hilarante argumento sirve para recordar que, el más grande los británicos, aún creía en que los reyes iban a la guerra junto a sus hombres.
Pero en Darkest Hour encontramos una narración es clásica, predecible porque es historia real, con algunos momentos muy inspirados, como la escena de Churchill en el tren, compartiendo puntos de vista con el pueblo británico, con un gran poder que lo lleva al discurso final.
Técnicamente, se hace uso de la iluminación y fotografía bastante bueno, así como el apartado de maquillaje y peluquería, que está muy logrado; con papada, calvo y corpulento, Oldman coincide con todas las familiares características físicas de Churchill, con una aproximación experta de sus manierismos vocales, desde una burla alcohólica, hasta la retórica fascinante que inspiró a una nación en guerra; por lo que la película es Gary Oldman, y sobre él bien recaería el premio Oscar al Mejor Actor, que se lo deben, pues es un actor de una calidad insuperable, que se mimetiza y honra todos sus personajes con registros únicos, y eso llega al espectador de manera muy satisfactoria, porque ha visto de Churchill, no a Oldman; tanto que para meterse en la piel de su personaje, el actor tuvo que pasar más de 200 horas, no continúas, obviamente, en la sala de maquillaje, ya que necesitaba prótesis que alteraran su físico para hacerlo similar al de Winston Churchill.
Por otra parte, se dijo que John Hurt había sido elegido inicialmente como el ex Primer Ministro británico, Neville Chamberlain.
Sin embargo, según Oldman, Hurt estaba recibiendo tratamiento para el cáncer de páncreas, y no pudo asistir a las lecturas; cáncer que finalmente acabaría con su vida… por lo que Ronald Pickup asumió el papel de Chamberlain, y Hurt murió de cáncer, en enero de 2017.
El resto del reparto es bueno, pero no aporta mucho a la historia, ya que ésta solamente gira en torno al personaje principal.
Los personajes secundarios no tienen gran peso en la cinta, y es por ello que las actuaciones de Lily James, y Ben Mendelsohn, pasan demasiado desapercibidas.
Aunque la crítica después de su estreno en Telluride y Toronto alabó el trabajo de Kristin Scott Thomas, parece un tanto exagerada, y en un tono totalmente distinto al de Oldman.
Cambiando de tema, llama la atención, que esta es la 3ª película de 2017, que tiene a “La Operación Dynamo” como parte de su trama, pues los otros filmes son:
“Dunkirk” de Christopher Nolan, y “Churchill” protagonizada por Brian Cox, donde Sir Winston es un hombre en problemas, batallando contra demonios externos e internos.
No es, ni de cerca, el héroe absoluto que parecería pregonar Darkest Hour, aunque “Dunkirk” no tenga al “Bulldog” como protagonista.
A diferencia de “Dunkirk” de Nolan, la cual nos llevaba hasta las trincheras para vivir la pesadilla del conflicto bélico en carne propia, la cinta del realizador Joe Wright, toma una postura más académica e histórica, llevándonos hasta los recintos gubernamentales de Inglaterra, donde fueron tomadas las más difíciles decisiones en el marco de La Segunda Guerra Mundial.
El film, permite conocer el otro lado de la historia narrada en “Dunkirk” de Nolan.
Aquí se ve, cómo los hombres poderosos del Reino Unido, El Rey, Churchill y su Consejo de Guerra, decidían el rescate de las tropas varadas en esas playas, y discutían si era mejor sentarse a negociar, o enfrentar a la amenaza alemana que avanzaba a gran velocidad.
Darkest Hour, deja a un lado la adrenalina y la guerra, para mostrarnos la figura detrás de uno de los eventos que marcaron el rumbo del país europeo.
Por tanto, Joe Wright nos ofrece una cinta densa en diálogo, que desgraciadamente termina volviéndose un tanto aburrida, pese a sus momentos de humor que existen para alivianar la seriedad de la temática principal.
De hecho, el cine de Wright se caracteriza por su perfección técnica, y Darkest Hour no es la excepción.
La recreación de la época es meticulosa, el diseño de producción, vestuario y maquillaje, están al nivel de una cinta de alto calibre, y la música de Dario Marianelli, es un gran acompañante para la historia.
Obviamente, las 2 cintas, la de Nolan y las “Churchill” van por un tipo de cine y una audiencia totalmente distinta, pero a final de cuentas, las 2 tienen el mismo objetivo de conectar con la audiencia, y siento que a Wright le falla un poco su fijación por Churchill, dejando de lado el contexto bélico de la cinta, aunque lo que se muestra es bastante bueno, con ese sobrevuelo y bombardeo aéreo; y el desarrollo de sus personajes secundarios, lo cual pudo haberle dado mayor agilidad y tensión.
El ritmo es muy monótono, e incluso me atrevo a decir que la película termina por sentirse un tanto anticlimática; y a menudo se percibe como una obligación, una historia que alguien creyó que debería ser contada otra vez, y una manera de que un gran actor consiga su Oscar, digámoslo todo.
“A man with the heart of a nation”
No fue William Shakespeare; tampoco fueron los Rolling Stones, ni Charles Darwin; The Beatles estuvieron arriba en la lista de ingleses más celebres de todos los tiempos, y entre ellos, John Winston Lennon fue el que se acercó más; pero se puede decir que Lennon al menos compartía el segundo nombre con el “más grande de los británicos”, en la famosa encuesta que en el año 2002 realizó la cadena BBC, y que ubicó a Winston Churchill, nacido en 1874 y fallecido en 1965, en el indiscutido primer lugar.
Todos quedaron, sin embargo, a la sombra del viejo estadista que, en palabras de Allen Packwood, director del Churchill Archives Center, “elevó el arte de escribir discursos, al lugar de la alta literatura”
Porque era un hombre de personalidad compleja y convicciones definitivas.
Churchill, ha empinado su sombra por todos los años del naciente siglo XXI, y en el terreno del cine y la televisión, nunca deja de ser el referente biográfico en el que refugiarse, pues hay numerosas series y filmes, que toman protagonismo a uno de los grandes líderes y estadistas del siglo XX, sin lugar a dudas, este “León Británico”, también encarnaba al típico “gentleman inglés”, no olvidar que también fue un prolífico escritor, que supo encarnar estoicamente su papel de líder del pueblo británico durante todo el periodo del Blitz:
Los bombardeos Nazis sobre las islas, y capitalizar la posterior victoria.
Sus decisiones en tiempo de guerra, también fueron controversiales, por ejemplo, ordenar el bombardeo de una flota naval francesa en el puerto de Mers, el Kebir, Argelia, so pretexto de que podría servir a la Alemania Nazi, su soterrado apoyo en los primeros meses de guerra, para que Alemania atacara a La URSS de Stalin, que era considerada como la gran amenaza a la paz mundial en ese entonces; silenciar a sus servicios de inteligencia, y no pasar información a los estadounidenses de que sus barcos que cruzaban el atlántico con refuerzos, serían hundidos por submarinos alemanes, y así precipitar la entrada de los yanquis a la guerra, siendo Pearl Harbor, la gota que rebasó el vaso.
En resumen, un genio de la política, flemático, y muy práctico.
En el momento de dar su tercer gran discurso, Churchill ya había acuñado la expresión “Telón de Acero” para referirse a los países bajo influencia soviética.
Había sido un firme defensor del envío de tropas británicas durante La Guerra Civil Rusa, para “asfixiar el peligro bolchevique en la cuna”
Es decir, era plenamente consciente del peligro que significaba La URSS para el mundo; pero ante todo, era consciente del peligro de cualquier ideología; de la pretensión moderna de crear una “sociedad perfecta”
Millones y millones de muertos después, Churchill estaba más que vacunado de los delirios utópicos de cualquier ideología, ya fuese cientificista, nacionalista, sociológica…
Se podría decir que Churchill era un firme apologeta de la imperfección.
Se cuenta que en un homenaje a Montgomery, después de que éste derrotase a Rommel en El-Alamein, el espigado militar declaró:
“No fumo, soy abstemio, no prevarico, y soy un héroe”
Y cuando Churchill tomó la palabra, con cierta sorna afirmó:
“Yo fumo, bebo, prevarico, y soy su jefe”
Cierta o no la anécdota, ejemplifica muy bien la psicología de un hombre con un grado alto de sencillez y realismo; que buscaría toda su vida ser mejor militar, mejor político, mejor líder, mejor ciudadano; pero no caería nunca en la pretensión de ser el mejor militar, el mejor político, el mejor ciudadano.
A pesar de lo homenajes y reconocimientos, Churchill mantuvo una férrea defensa de la democracia, aun cuando le propinase los mayores reveses de su vida.
Como cuando, nada más terminar la guerra, el pueblo inglés no le volvió a elegir como Primer Ministro.
El propio Churchill llegaría a entender, que “el mejor hombre para la guerra, no tiene por qué ser el mejor hombre para la paz”
Quizás fue precisamente por esos reveses, por los que Churchill no cayó en la trampa del mesianismo de tantos ideólogos.
Demasiados fracasos, demasiado darse de bruces con el límite humano…
Demasiado luchar contra su “Bestia Negra”, la depresión, durante buena parte de su vida; pero de esos fracasos, de esas luchas, uno sale destruido o fortalecido; hundido o esperanzado; desorientado o sabio; pero jamás vencido.
Churchill labró su figura, en sentido metafórico, no literal, hasta alcanzar la talla del más importante estadista británico de la Historia.
El más decisivo, el más celebrado, y quizás, el más consciente de su propia limitación.
Orador excelente que luchó durante años para superar la tartamudez, nunca perdió de vista de dónde venía, qué limitaciones enfrentaba, junto a qué negro precipicio, la depresión, recorría su vida.
Son precisamente estos hechos, los que nos hablan mejor de su carácter.
Políticos formados desde la cuna, sin una mácula en su carrera como Chamberlain, no fueron capaces de frenar la bravuconería de Hitler.
Sólo Winston Churchill, con su carácter huraño y díscolo, que cambió de partido 2 veces en su carrera; encontró el valor para plantar cara, y solo, a la bestia del nazismo.
Este realismo, y algo más, es un elemento presente siempre en los grandes hombres, y ausente muchas veces en los fanáticos:
El sentido del humor, que nunca le faltaría, por negra que fuese la coyuntura; y quizás aquí está una de las claves de su grandeza:
La capacidad de reírse de sí mismo, que vacuna contra los delirios de grandeza.
Sólo es capaz de ser verdaderamente heroico, quien puede enfrentarse a sus fantasmas con una sonrisa, como si fuesen viejos amigos.
“Lo que El General Weygand ha llamado La Batalla de Francia, ha terminado.
Espero que La Batalla de Inglaterra esté a punto de empezar.
De esta batalla depende la supervivencia de La Civilización Cristiana.
De ella depende nuestro modo de vida británico, y la larga vida de nuestras instituciones y de nuestro Imperio.
Toda la furia y el poder del enemigo, caerá pronto sobre nosotros.
Hitler sabe que tendrá que rompernos en esta isla, o perder la guerra.
Si somos capaces de enfrentarnos a él, toda Europa podrá ser liberada, y la vida del mundo podrá avanzar hacia las tierras altas, extensas e iluminadas por El Sol.
Pero si fallamos, entonces, el mundo entero, incluyendo los Estados Unidos, incluyendo todo lo que hemos conocido, y nos ha importado, se hundirá en el abismo de una nueva era oscura, aún más siniestra, y tal vez más prolongada, gracias a las luces de una ciencia pervertida.
Vamos a hacernos cargo de nuestras obligaciones, y seamos conscientes de que si El Imperio Británico y su Commonwealth perduran por mil años, los hombres seguirán diciendo:
Esa fue su mejor hora”
Como pieza cinematográfica, Darkest Hour llega en un periodo importante para Inglaterra.
El renovado interés que suscitan en Inglaterra la escritura y el liderazgo de Churchill durante la guerra, deriva en buena medida, del paralelismo que se ha querido establecer entre ese momento y el actual.
El Reino Unido atraviesa una crisis nacional, pero esta vez, sus enemigos son la deuda y una economía en recesión, no una potencia extranjera.
El Primer Ministro de hoy, un conservador al igual que Churchill, que también dirige un Gobierno de coalición, en el que se depositan las esperanzas para enfrentar un momento particularmente difícil:
El Brexit.
Donde no hay comparaciones, el actual Primer Ministro todavía está lejos de tener la popularidad de Churchill.
El liderazgo y la facilidad de palabra de Winston Churchill, refleja la falta de figuras políticas en la actualidad, que sean capaces de unir a la nación, en lugar de dividirla y apartarla del resto de Europa.
El Brexit, que va en contra de la ideología de Churchill que es presentada en Darkest Hour; asimismo, podríamos extrapolar la historia a un nivel internacional, dejando en claro que los políticos de hoy en día, se mueven por intereses personales, y no tanto por el bienestar y futuro de las naciones que dirigen.

“Never give up.
Never give in”



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