The Grand Seduction

“When I was a boy, Tickle Head was a proud fishing harbor.
Back then, people from Tickle Head were strong, dignified, brave.
Their days were filled with purpose.
By no means was this life for the faint of heart, for the weak or the lazy, but as I look back now, I can truly say life was a thing of beauty”

El hecho de que vivan más personas en zonas urbanas que en rurales, ha generado cambios, que se observan en el estilo de vida y la economía, y que desde las ciudades se extienden al resto de la población.
Quizás hemos olvidado que nuestra sociedad, esa que se zambulle de lleno en la apocalíptica rutina del consumismo y de la destrucción de sus valores en la gran ciudad, nació en pequeñas comunidades forjadas por el esfuerzo del hombro con hombro, y la fuerza de los vínculos emocionales.
La vida rural, sepultada bajo toneladas de urbanismo y deshumanización, es uno de los pocos bastiones genuinos que nos quedan para recordar la grandeza de las relaciones personales, y la importancia del individuo dentro del grupo.
Un tipo de jerarquización social, donde cada elemento cuenta, más allá de sus capacidades o aptitudes.
Sin embargo, parecemos preferir la comodidad del anonimato y la sumisión en el rebaño, para justificar una existencia donde el alma, por mucho que nos pese, es algo que ya no se cuida.
“None of us got rich, but we're comfortable again.
We can take holidays, send our kids back to university or trade school, but the most important thing the people of Tickle Head have now is our pride”
The Grand Seduction es una comedia del año 2013, dirigida por Don McKellar.
Protagonizada por Brendan Gleeson, Taylor Kitsch, Gordon Pinsent, Liane Balaban, Mark Critch, Mary Walsh, Morgan T. Lee, entre otros.
El guión es de Ken Scott y Michael Dowse; y es un remake de “La Grande Séduction” de Jean-François Pouliot del año 2003.
Como remake, The Grand Seduction es muy fiel a la película original, la mayor diferencia es que ha sido rodada en inglés, y la trama se sitúa en Terranova; mientras que la primera fue rodada en francés, ya que se desarrollaba en la costa norte de Quebec, zona franco parlante del Canadá; pero tiene escenas realmente graciosas, aunque en ningún momento hacen ninguna burrada ni siquiera sueltan tacos, muy al estilo de Canadá, sin necesidad de desnudos ni de violencia.
De hecho, The Grand Seduction está más cerca del estilo europeo, casi inglés, que de Hollywood; ya que es una película sobre gente real con problemas reales.
Problemas que por desgracia están a la orden del día para demasiadas personas en demasiados lugares.
La película se filmó en Trinity Bay, Terranova y Labrador, Canadá; y la trama principal se centra en los habitantes de un pequeño asentamiento pesquero que desean recuperar su antiguo esplendor.
La crisis ha hecho estragos, y quienes gozaban de un buen status gracias a la pesca, sobreviven a merced al subsidio del paro.
Sus esperanzas están en que en el lugar se levante una fábrica que proporcione trabajo para todos, pero antes deben encontrar un médico permanente...
La historia comienza con la voz “en off” del pequeño Murray French (Percy Hynes White) contando cómo es la idílica localidad de Tickle Head, cuando sus habitantes eran felices trabajando duro, y reposando cada noche en el lecho conyugal...
Luego, encontramos a Murray ya entrado en años (Brendan Gleeson), en la oficina bancaria regentada por Simon (Gordon Pinsent), donde cobra su subsidio y el de un amigo difunto.
Esa es la manera de sobrevivir en años duros, aunque se atisba un rayo de esperanza con la posibilidad de ubicar en el pueblo una empresa petroquímica; pero para ello necesitan encontrar un médico permanente, ya que esa es la clave para ganar la partida a una localidad rival.
Cuando Murray coincide accidentalmente con Paul Lewis (Taylor Kitsch), un cirujano plástico aficionado al críquet, se las ingenia para retenerlo en Tickle Head…
Mediante un ardid, ha de cumplir condena de 1 mes en el pueblo por posesión de cocaína, lo que les proporciona 4 semanas por delante para seducirlo, tanto por el deporte, el estómago, como por el dinero.
El pueblo entero aprenderá a jugar al críquet, aunque lo odian, en perjuicio del hockey sobre hielo, le prepararán sus platos preferidos, y cada día encuentra una cierta cantidad en el mismo sitio…
Tampoco olvidan el aspecto sentimental:
Kathleen (Liane Balaban), es la chica que supondrán, deberá atraerlo y conquistarlo con su carácter y su belleza.
Con la presencia del doctor Lewis, la instalación de la fábrica parece más próxima, aunque el representante de la compañía (Peter Keleghan), solicita también una fianza de miles de dólares.
El problema es doble, ya que el doctor no tiene ninguna intención de quedarse, y el banco no les concede el préstamo solicitado, a pesar de los esfuerzos de Simon y Murray.
En ambos largometrajes del que surge esta historia, los habitantes de un pueblo costero sobreviven con el dinero que cobran de sus subsidios, aunque sus antepasados se dedicaron a la pesca durante generaciones y generaciones.
Sin embargo, gracias a un viejo trato que el antiguo alcalde había hecho con una inmobiliaria, la vergüenza y la humillación que día tras día atormenta a los melancólicos ex-pescadores, está a punto de disiparse con la llegada de un médico a la aldea.
Si el doctor accede a instalarse en la localidad, una empresa les construirá una inmensa fábrica que dará trabajo a todos los desempleados.
The Grand Seduction es un relato costumbrista, etiqueta que muchos se darán prisa en ponerle; pero es ante todo un canto de amor a las pequeñas sociedades rurales; un alegato a favor de todos esos lugares donde aún es normal saludarse unos a otros, o conocer cada uno de los rostros con los que se comparte la rutina, y las vicisitudes de su vida, como si de la propia se tratara; y donde la tecnología es escasa; porque sin grandilocuencias, es una pequeña fábula, defensora del sabor a pequeña comunidad que sabe instalarse en el corazón, el tiempo suficiente para justificar su visionado, aunque luego desaparezca del recuerdo por su intrascendencia dramática.
Queda como una de esas joyas de la comedia blanca, que toca temas sobre el adulto mayor y “sus problemas” en la sociedad, la falta de empleo, la mentira, el soborno, el capitalismo y la industria, el tiempo, “la unión hace la fuerza” entre otros; que la historia desarrolla de manera amena, muy inteligente, rápida, jocosa, inocente, mostrado en bellos lugares, y buena fotografía, todo ello con un mensaje positivo:
“Todo se puede”
Es una de esas películas que celebran el espíritu de lo humano, la solidaridad rural, el encanto de la vida por sí misma, y por sus pequeñas cosas y, por supuesto, el poder de la amistad y el amor para sacar lo mejor de las personas.
Pocas veces, tantas mentiras y banalidades se cogen con tanta predisposición y venidero efecto.
Ese “Truman Show” que este joven doctor nunca querrá abandonar, ni el espectador con él; porque es hora de renovarse o morir, reconstruir o marcharse, futuro o nada.
Y Ulises no quiere marcharse de Ítaca; porque The Grand Seduction habla sobre todo de amar la tierra, y defender lo que se merecen.
“I felt like I'd been transported back to medieval times”
Lanzado hace 10 años de la última película del director Don McKellar, The Grand Seduction se basa en la película de 2003, “Seducing Doctor Lewis”, cuyo título original en francés es “La Grande Séduction”, que poco después de su lanzamiento en El Sundance Film Festival, se recomendó una versión de la película en inglés.
Productoras de Corea del Sur, España y Canadá, estaban interesados en hacer un remake, pero solo Canadá, Francia e Italia, finalmente desarrollaron remakes.
Inicialmente, Michael Dowse iba a dirigir la película, pero se retiró debido a “diferencias artísticas” con el productor Roger Frappier.
Ken Scott, quien escribió el guión original, se adjuntó a la dirección de la película; y junto a Frappier, planearon que el remake sea al menos, el 80% mismo que el original.
Por su parte, el director Don McKellar deseó no incurrir en maniqueísmo, y no presenta al grupo “aborigen” como buenos derrotados por la barbarie, sino que ilustra sus ruindades y disputas, mientras uno les va tomando cariño.
Así, Murray French piensa que “todo tiempo pasado fue mejor”
Un puerto aislado en medio del mar, acantilados, olor a sal, barcos pesqueros, casitas de madera, y el deber cumplido al final del día:
La felicidad…
Pero pasados los años, ahora la felicidad se ha esfumado…
La ciudad, tan ciudad, se la ha robado; y para recuperarla, no hay más remedio que traerse un trozo de  ciudad al pueblo:
Una fábrica que de trabajo a sus habitantes para que no tengan que emigrar.
El problema es que para conseguirla hace falta un médico…
Y para traer un médico, necesitan un plan muy convincente.
En la pequeña localidad portuaria de Tickle Head, en Terranova, que en otro tiempo fue un activo y próspero puerto pesquero, la escasez de pesca en los últimos años, ha llevado a sus habitantes a vivir de los subsidios del Gobierno.
El Alcalde ha presentado una candidatura a una empresa petroquímica que está buscando una ubicación para abrir una nueva planta de reciclaje, que supondría dar trabajo a todos los habitantes del pueblo; pero la empresa exige varias condiciones a los municipios candidatos, como que tengan un médico residente, y en Tickle Head no lo hay.
Una serie de “casualidades”, llevan al doctor Lewis a pasar un mes en el pueblo, y todos los habitantes se vuelcan para seducir al médico, para que se sienta a gusto, y no quiera marcharse, y lograr la empresa; por lo que habrá que engalanar y limpiar casas y calles; pero sobre todo, habrá que mentir… y hay que actuar conforme a los gustos y preferencias del candidato a doctor, y descubrir cuáles son para poder hacerlo.
Hay que prepararlo todo para convencer al urbanita, de que aquella pequeña parte del mundo, es un lugar especial.
Las ocurrencias de estos pueblerinos son tan ingenuas como efectivas, tan tópicas como divertidas, tan absurdas como entrañables, tan inverosímiles como convincentes; adicionalmente a la comedia, aparece el drama en semillas universales del cohecho, como la seducción fiscal de que son objeto las grandes multinacionales, quienes dan a elegir entre el cuidado medioambiental y del anterior medio de riqueza, en este caso la pesca, que vienen acompañados por el abandono económico, o el rescate inversor.
En clave de parodia, se presenta también el posible contenido real en las negociaciones que lleva a cabo un magnate, aquí petroquímico, para instalarse en un lugar en retroceso, incluido el soborno.
El relato de la película, se nos presenta mayormente en forma de una comedia simpática, con algunos elementos dramáticos, que en cierta manera recuerda en algunos aspectos a uno de los grandes cineastas sociales europeos, Ken Loach, pero mientras el director británico, la mayoría de veces utiliza el humor para suavizar la parte troncal dramática de sus films sociales; aquí el drama sólo se utiliza para crear el conflicto, pero desarrollándolo en forma de comedia.
Esto hace que The Grand Seduction funcione de forma ligera y agradable, pero que sea fácilmente olvidable por la falta de algún elemento realmente diferencial de las otras muchas películas de corte similar, o del mismo filme original del que se basa; por lo que el remake de Don McKellar, no posee ninguna diferencia argumentativa respecto a su predecesor.
Los 2 filmes comparten trama y gags idénticos.
Los únicos elementos que los distinguen, son el reparto y el idioma:
La original era en francés, la última en inglés.
En este sentido, cabe destacar la brillante interpretación del dúo de cómicos veteranos:
Brendan Gleeson en el papel protagonista como si fuera Don Quijote de La Mancha, y Gordon Pinsent como su escudero Sancho Panza.
Los 2 personajes se encargan de mantener el ritmo hilarante desde el inicio hasta los títulos de crédito.
Tarea que consiguen sin dificultad, convirtiendo a The Grand Seduction en una sucesión de escenas cómicas, a veces poco ingeniosas, dada su previsibilidad, pero siempre agradables para el espectador; y también alberga una bonita historia de amor, concretamente de 2 amores:
El primero, el del recién llegado Doctor Lewis con y la tímida pueblerina Kathleen, quien finge no estar interesada en el apuesto cirujano plástico al que todos deben complacer para que prolongue su estancia en ese pequeño municipio canadiense.
Y el segundo amor, mucho más complejo que el anterior, al estar forjado a base de mentiras piadosas, es el del mismo doctor con los embusteros habitantes de Tickle Head, que fingen ser sus amigos, y compartir sus gustos para poder volver a trabajar.
Y otro gran amor puede ser las raíces del medio rural que se niega a desaparecer.
Con todo ello, The Grand Seduction es una comedia agradable que, a pesar de no aportar nada nuevo al relato que presentó Jean-François Pouliot 10 años atrás, logra convencer su público por su simpleza y su dulzura bucólica.
A pesar de que su situación es bastante deprimente, vemos una comunidad entera castigada con el paro; los habitantes de este puerto, no confundir con “pueblo”, sacan fuerzas de la nada para reírse de los listos que vienen de la ciudad…
A saber, un médico que se mete en problemas, y cuya redención pagará pasando consulta en este remoto lugar; y un empresario corrupto…
Cuando su mujer se marcha en busca de un futuro mejor, Murray French decide coger las riendas, y consigue que sus desesperados vecinos se impliquen en convertir su amado puerto, en una cosa que no es, con el fin de que se construya una fábrica en la zona, y con ello, traer de regreso a su mujer, que se fue a trabaja a la ciudad; por lo que es necesario mantener el engaño las 24/7/31, por lo que se dividen en turnos para no desfallecer.
Porque una cosa está clara:
En Tickle Head quieren trabajar.
Y es que la pequeña comunidad está llena de adultos mayores, que necesitan un médico para que la empresa en cuestión acceda a construir la fábrica allí.
El cabeza de turco, es el Doctor Lewis; un hombre de 29 años, acostumbrado a enmascarar la realidad como cirujano plástico, que aquí no se entera de nada.
Porque sin médico, no hay fábrica, y hay que enamorarle a como dé lugar, rápido.
Algo más grave en The Grand Seduction, son las debilidades del guión, que resultan incomprensibles porque parecen fáciles de solventar.
En algún momento del metraje, da la impresión de que el médico tiene una amnesia no explicada, y el “happy ending” previsible se produce por obra y gracia de los dioses, sin ningún tipo de alteración cardiaco; al tiempo que la historia tiene muchos hoyos argumentales, sobre todo lo referente al doctor, pero queda solventado como un mero “macguffin” para mostrar una historia de superación.
Las fascinación de su jovial marcha, y todo su placentero disfrute, se ve reducido levemente por un último acto final de desenlace rápido y mordacidad leve pues, lo que ha llevado su tiempo, sabiduría y energía emocionante construir y levantar, se transita en una escena en exceso breve, y ejecutada con demasiado ligereza más... una caracterización del acogido doctor de cirugía estética demasiado “cool”, demasiado guapo, y embelesado para esta tierra y sus raíces, portada de revista de moda que se enamora al tiempo que de su persona, de la comunidad y su gente, quienes hacen de la falacia, una entretenida forma de vida que divierte y produce una gran impresión de bienestar y comodidad receptiva.
Lo interesante está en la relación que se establece entre el médico y los habitantes del pueblo, un pueblo no muy pintoresco, enclavado en una costa agreste, de casas prefabricadas, aislado, y de esos que en invierno no habrá quien salga de sus casas.
Es en este aspecto, relatado con buen humor, amable y tranquilamente, donde el espectador encontrará lo bueno del film, a pesar que tanta uniformidad de caracteres sea algo sospechoso, pero bueno, así también debemos verlo, son todos buenas personas.
Hay ternura, se ve el fondo de los corazones de la gente, ese fondo que se tiende siempre a esconder por vergüenza o por lo que sea, y se ve con naturalidad.
Por eso, cuando El Alcalde va de noche a casa de su amigo, que debía llevar un buen rato ya en la cama… y se acuesta a su lado para comentarle sus temores, se percibe la amistad de años, lo que es la vecindad sin temores, sin envidias, y se aprecia el valor de lo que es tener un amigo para cualquier momento…
Aunque a la mujer, que estaba también en la cama, le incomode tanta confianza.
Impagable escena.
Por ello la historia puede llegar a ser inverosímil, pero contada con ternura, mucho encanto, y grandes dosis de humor que hacen que te olvides de la sucesión de tópicos, lo previsible de la trama, y de que parezca una mezcla de filmes ya vistos, gracias a unos personajes muy carismáticos, y unas interpretaciones naturales, donde destaca la química de la pareja protagonista.
The Grand Seduction se gana a pulso la categoría de “cine para toda la familia”, gracias a los recurrentes gags y divertidas escenas que se suceden sin cesar; sin embargo, la película vuelve a caer en los tópicos propios de las películas rurales, como la idea de que la gente verdaderamente auténtica vive en los pueblos.
En definitiva, nos presenta un pueblo hecho a la medida del personaje de Taylor Kitsch, pero realmente trata de convertirse en el destino perfecto para el espectador; por la inmensa belleza de los planos del paisaje que emociona, y el aprovechamiento en todo momento de la luz natural, que es muy valorable.
Se agradece el tono cómico y la compasión infinita empleados en contar esta historia, que en realidad es muy dura; que tiene momentos muy brillantes, como las escuchas telefónicas, y aquellos que muestran, cómo utilizan sus recursos bastante limitados para montar todo ese circo alrededor de sus visitantes.
O bien, cuando aprenden a jugar a Cricket, aunque no es un deporte popular en el pueblo, porque más bien son aficionados al hockey sobre hielo.
El reparto, está a la altura de las circunstancias, y todo el peso de la historia lo lleva Brendan Gleeson, que interpreta a Murray, un viejo pescador muy descontento con su vida actual, que ve en la construcción de la fábrica, su última oportunidad de sentirse útil.
Convincente y solvente, como siempre, Gleeson encaja perfectamente en el tipo rudo y tenaz, que se convierte en Alcalde y líder de sus vecinos.
Aquí está soberbio, divertido y profundo al mismo tiempo.
Su presencia irradia fuerza y liderazgo, que es exactamente lo que necesitaba el personaje de Murray.
Taylor Kitsch, es el codiciado doctor, demasiado ingenuo, que también está muy meritorio, pues sale más que airoso como actor cómico, algo que todavía no había hecho desde que saltó a la palestra; y aquí le toca bailar con la más fea, es decir, con el personaje menos logrado y chisposo, y precisamente su esfuerzo es por ello más apreciable y aplaudible, toda una sorpresa.
Muy divertida la participación de Gordon Pinsent, otro habitante del pueblo, amigo de Murray, y un auténtico roba escenas con sus comentarios mordaces y sus gestos desganados; Simon está impagable en todas sus intervenciones, como un Sancho Panza más pirado que su Quijote, que si se tiene que marchar del puerto, lo hará con los pies por delante...
Como dato, el personaje de Taylor Kitsch, fue escrito para que muriera por una sobredosis, y los ciudadanos de Tickle Head crearon un hospital que lleva su nombre, pero el escritor quería que esta fuera una buena película, y desechó la idea.
Al igual que con sus películas anteriores, “Michael Collins” (1996) y “Cold Mountain” (2003), en The Grand Seduction se muestra al actor Brendan Gleeson, con auténticas habilidades para tocar el violín.
De los 3 candidatos, Gordon Pinsent era el único que realmente proviene de Terranova; aunque Mark Critch, que hace de Henry Tilley, también es de allí.
Se le puede achacar a The Grand Seduction, que exhibe una actitud patriarcal, y si se quiere, hasta xenofóbica; y si hubiera indagado más en los temas sociales, podría haber sido mucho más interesante, y un film mucho más complejo en términos dramáticos.
Puede que tanto el guionista y el director, sólo buscaran mostrarnos una comedia simpática, condicionando los elementos serios a los cómicos, pero entonces es difícil de entender algunas situaciones que suceden en la película, que buscan una exaltación dramática, y que en cierta manera, dan la sensación de relleno sin sentido; por lo que podemos ver la historia implícita que tiene ya en muchos pueblos, que están emigrando a la ciudad, donde las oportunidades son mejores que en los pequeños núcleos urbanos, y eso debería cambiar.
La esencia del pequeño pueblo, es imposible de alcanzar en una ciudad, y es una cosa que aunque se lleva dentro, nos tendríamos que negar mostrarla.
Y la reflexión de cómo una gran empresa, aunque sabemos que nos vaya a explotar, puede levantar un pequeño lugar, y volverlo a poner en primera línea de referencia.
¿Entonces qué desea comunicar The Grand Seduction?
La necesidad del trabajo para la autoestima y la socialización.
Que haya habitantes suficientes en un área, una masa crítica que evite su extinción.
La presión que el mundo urbano está realizando sobre el rural.
La soledad en la estructura imperante en la gran ciudad, la involución humana que sigue a la evolución tecnológica, cuando un cajero automático sustituye a una sucursal bancaria…
Por lo que The Grand Seduction peca de correcta-correctísima; que a veces se torna desesperantemente correcta.
Es amable, es simpática, es superficial, y es un poco larga, pero nunca molesta; porque es una comedia amable con tintes amables de drama y de crítica social, al tiempo que de arraigos y de desarraigos.
Es un retrato amable de una sociedad humana e idealizada, que busca su hueco en un mundo amablemente corrupto y deshumanizado; al estilo de un canto amable a las virtudes y parabienes de los valores más tradicionales, que cuenta una historia amable de engaños y de fidelidades; de conflictos entre tradiciones y progreso; de búsqueda de un lugar en el mundo.
Es una lección amable sobre solidaridades y prioridades, sobre luchas y rendiciones, y por encima de todo, como he dicho y repetido hasta la saciedad, amable.
Todo fluye relajadamente para dejarse disfrutar.
No hay nada sobresaliente, ni molesto, ni estridente; que pasa por encima de todo de manera ligera, sin profundizar en nada...
Incluso pasa por encima de unos personajes deliciosos y deliciosamente interpretados sin sacarles todo el provecho que debiera, pero sin desaprovecharlos tampoco.
Es una película hecha para gustar y degustar con una sonrisa amable y cómplice, para obviar y perdonar sus carencias y sus torpezas, para reírle las gracias, disfrutar sus bondades y no plantearte nada más.
Pero hay que verla…
“Wouldn't be too much, would it, if I asked what in the name of God you're doing here in our bed?”
El mundo rural aparece hoy bajo una luz que refleja una triple imagen:
La de la nostalgia, la de la miseria y la de la promesa.
La nostalgia en su peor faz, amenaza con convertirse en “el olvido de un olvido”, en algo perdido que ya ni se sabe que se ha perdido, y en la mejor, nos inocula la angustia por la pérdida de algo considerado esencial para el ser humano o que, al menos, era portador de riquezas espirituales privilegiadas que tal vez no volvamos a encontrar bajo ninguna otra forma.
La miseria es también doble, de un lado la miseria material que sufre la mitad de la humanidad, la que permanece en el ámbito rural, de otro la colonización del alma rural por la seducción de lo urbano que, bajo apariencia de liberación, introduce no pocas servidumbres.
El mundo rural, sigue siendo todavía, aunque no por mucho tiempo, el mundo de la mayoría de la gente, mayoría que cuenta cada vez menos, y cuyo peso en la balanza de la justicia, es tan liviano que, a pesar de ser tan numerosas, no alcanza a inclinarla a su favor.
Pero también el mundo rural se nos manifiesta como una alternativa, como una promesa doble.
La ambigua y reversible huida del urbanita, hastiado de la contaminación, el ruido, la prisa y el artificio, hacia una naturaleza que le promete la purificación de lo nefasto de la civilización, falsa promesa, pues de la huida nada puede esperarse, aunque vaya a los orígenes más puros, no por su destino, sino por ser huida y desafecto, pues:
¿Acaso es necesario que millones de seres urbanos huyan de la ciudad para encontrar una vida más verdaderamente humana?
Pero también el mundo rural está ahí, esperando que lo descubramos en la medida que nos descubramos a nosotros mismos, no por desprecio de lo urbano, sino por amor a lo humano.
¿Acaso es necesario que millones de seres humanos huyan del medio rural para conquistar una vida humana más digna?
¿No será mejor facilitarles la conquista, y ofrecerles las ventajas del medio urbano, sin que tenga que producirse la gran evasión que ha tenido lugar allí donde el abandono y el desprecio de lo rural han triunfado?
La humanidad se juega la fraternidad universal en la conquista de una armoniosa integración de lo rural y lo urbano.
La ciudad armoniosa, exige la conservación de la naturaleza y del legado cultural forjado por siglos de íntima convivencia del hombre con ella.
No hace falta advertir, que nada se conserva si no se transforma, y que los hombres y los pueblos corren el riesgo de petrificarse si sólo miran al pasado, pero sí hay que decir que es necesario mirar al futuro, haciendo memoria de lo que fuimos, para que perviva lo mejor de lo que somos.

“True happiness”



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