El Fotógrafo de Mauthausen

“La realidad no existe.
Todo depende del punto de vista”

Si bien existen una infinidad de películas sobre El Nazismo y La Segunda Guerra Mundial, con distintos resultados, siempre hay lugar para descubrir nuevos relatos que plasman la realidad de un grupo de personas que sufrieron uno de los hechos más crueles de la historia de la humanidad:
El tema de los españoles que estuvieron en Los Campos de Concentración.
Mauthausen, es un municipio austriaco, situado en el estado de Alta Austria, en la región de Mühlviertel y en el distrito de Perg; situado a 25km de Linz; que es tristemente famoso por albergar El Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen; que La Oficina de Seguridad Principal del Reich, o “Reichssicherheitshauptamt” (RSHA) se lo llamó “Knochenmühle” o “El Molinillo”, literalmente “Molino de Huesos”
Franz Xaver Ziereis, fue El Comandante del campo desde 1939, hasta que el lugar fue liberado por las fuerzas estadounidenses en 1945.
Inicialmente había un solo Campo en Mauthausen, pero con el tiempo se expandió hasta convertirse en uno de los complejos de Campos de Concentración más grandes de la zona nazi de Europa; que aparte de los 4 subcampos principales en Mauthausen, y la cercana Gusen, más de 50 subcampos, localizados por toda Austria y el sur de Alemania, utilizaron a los ocupantes como esclavos.
De hecho, los 2 campos principales, Mauthausen y Gusen I, fueron los 2 únicos Campos de toda Europa etiquetados como “Campos de Grado III”, lo que significaba que eran los campos más duros para “los enemigos políticos incorregibles del Reich”
A diferencia de muchos otros Campos de Concentración, que estaban destinados a todas las categorías de prisioneros, Mauthausen se usó principalmente para el exterminio a través del trabajo de los intelectuales, personas educadas y miembros de las clases sociales más altas, procedentes de los países sometidos por El Régimen Nazi durante La Segunda Guerra Mundial.
Hasta principios de 1940, el mayor grupo de reclusos estaba formado por socialistas alemanes, austriacos y checoslovacos, comunistas, homosexuales que no eran miembros del Partido, anarquistas y personas de origen romaní.
Otros grupos de personas que fueron perseguidos únicamente por motivos religiosos, fueron los sectarianos, ya que fueron apodados por El Régimen Nazi, es decir, “Estudiantes de La Biblia”, o como se les llama hoy, “Testigos de Jehová”
El motivo de su encarcelamiento, fue por su rechazo de prestar el juramento de lealtad a Hitler, y su negativa a participar en cualquier tipo de servicio militar.
Los primeros grupos que llegaron a Mauthausen, estaban compuestos principalmente por artistas, científicos, Boy Scouts, maestros y profesores universitarios, que fueron arrestados durante “Intelligenzaktion”
El Campamento Gusen II, fue llamado “Vernichtungslager für die polnische Intelligenz” o “Campo de Exterminio para La Inteligencia Polaca”; y más adelante en la guerra, los recién llegados eran de todas las categorías de los “no deseados”, pero las personas educadas y los llamados “presos políticos” constituían la mayor parte de todos los reclusos hasta el final de la guerra.
Y es que durante La Segunda Guerra Mundial, grandes grupos de republicanos españoles también fueron transferidos a Mauthausen y sus subcampos; la mayoría de ellos eran ex soldados o activistas republicanos que habían huido a Francia después de La Victoria de Francisco Franco, y luego fueron capturados por las fuerzas alemanas después de la derrota de Francia en 1940, o entregados a los alemanes por las autoridades de Vichy.
El mayor de estos grupos, llegó a Gusen en enero de 1941.
De hecho, con el tiempo, Auschwitz casi tuvo que dejar de aceptar a los nuevos prisioneros, y la mayoría fueron dirigidos a Mauthausen.
Como dato, algunos campos subordinados al Complejo de Mauthausen, incluían fábricas de munición, minas, fábricas de armamento y plantas de ensamblaje del avión Me 262.
En total, 45 de las más grandes empresas, participaron en hacer de Mauthausen y sus subcampos, uno de Los Campos de Concentración más rentables de la Alemania nazi, con más de 11,000.000 Reichsmark en ganancias, solo en 1944; unos 73,5 millones de euros en 2019; y eran:
DEST cartel, para la producción de ladrillos y canteras para proyectos de construcción estatales alemanes; Accumulatoren-Fabrik AFA, el principal productor de baterías para submarinos alemanes; Bayer, el principal productor alemán de medicamentos y medicamentos; Deutsche Bergwerks-und Hüttenbau, para la construcción de minas y canteras; Eisenwerke Oberdonau, con sede en Linz, el mayor proveedor de acero de La Segunda Guerra Mundial para los tanques alemanes Panzer; Flugmotorenwerke Ostmark, fabricante de motores de avión; Otto Eberhard Patronenfabrik para municiones; Heinkel y Messerschmitt, con instalaciones de Heinkel-Sud en Floridsdorf , Vienna-Schwechat y Zwölfaxing , y otras fábricas de aviones, también una fábrica de cohetes V-2; Österreichische Sauerwerks como productor de armas; Rax-Werke para maquinaria y cohetes V-2;
Steyr-Daimler-Puch para armas y vehículos; y Hochtief para la construcción de túneles en el paso Loibl.
Los reclusos, también se alquilaron como mano de obra esclava para trabajar en granjas locales, construir carreteras, reforzar y reparar las orillas del Danubio, y la construcción de grandes áreas residenciales en Sankt Georgen, además de verse obligados a excavar sitios arqueológicos en Spielberg.
El granito extraído de las canteras de Mauthausen, había sido utilizado previamente para pavimentar las calles de Viena, pero las autoridades nazis planearon una completa reconstrucción de las principales ciudades de Alemania, de acuerdo con los planes de Albert Speer y otros arquitectos de la arquitectura nazi, para la que se precisaban grandes cantidades del material.
Además, Mauthausen sirvió en un principio como un Campo de Prisioneros para criminales comunes, prostitutas y otros “criminales incorregibles”
Ya para el 8 de mayo de 1939, se convirtió en un campo de trabajo utilizado principalmente para el encarcelamiento de prisioneros políticos; y a finales de ese año, El Campo de Mauthausen, con su mina de granito de Wiener-Graben, estaba ya saturado de prisioneros.
Su número había crecido de 1.080 a finales de 1938, a 3.000 un año después.
Sobre esa época empezó a construirse un nuevo campo en Gusen, a unos 4,5km de distancia, más tarde llamado Gusen I, y su cantera Kastenhofen, fueron acabados en mayo de 1940.
Al igual que el cercano Mauthausen, El Campo de Gusen utilizaba a los prisioneros como esclavos en las canteras de granito, pero también los alquilaba a varios negocios locales; pues los necesitaban constantemente como mano de obra mientras más y más alemanes se alistaban en la Wehrmacht.
El trabajo se realizaba en condiciones particularmente duras, hasta quedar los presos totalmente agotados.
Algunos eran transferidos al campo central para ser exterminados, o bien eran eliminados con una inyección letal en el propio campo, e incinerados en un crematorio local.
Desde el 6 de agosto de 1940, también hubo grupos de republicanos españoles que fueron transferidos al campo provenientes de los “Stalags”, o Campos de Prisioneros de Guerra; y se trataba de exiliados españoles que, tras salir de España en 1939, habían sido encuadrados en El Ejército Francés, y que en el momento de la invasión de Francia por la Wehrmacht, fueron capturados por las tropas alemanas.
Requerido por las autoridades alemanas para determinar el destino de los prisioneros, El Gobierno de Francisco Franco replicó que no existían españoles allende las fronteras; de ahí que los republicanos de Mauthausen llevaran el triángulo azul de los apátridas, con una “S” de “Spanier” en el centro.
En total, alrededor de 35.000 españoles participaron en La Guerra Mundial junto a los aliados; y cerca de 10.000 acabaron en Los Campos de Concentración alemanes.
Así, Mauthausen pronto comenzó a ser conocido entre los deportados como “El Campo de Los Españoles”; y aunque los primeros barracones se remontan a 1938, fueron albañiles españoles quienes construyeron Mauthausen.
De ahí que un superviviente francés haya llegado a afirmar que “cada piedra de Mauthausen, representa la vida de un español”
De esa manera, entre 1940 y 1945, pasaron por Mauthausen y sus subcampos en total, cerca de 7.200 españoles, de los cuales fallecieron en torno a 5.000.
Sin embargo, el número de muertos sigue siendo desconocido, aunque la mayoría de las fuentes lo sitúan entre 122.766 y 320.000 para todo el complejo.
Y es que Mauthausen no fue el único Campo de Concentración donde las autoridades alemanas implementaron su programa de exterminio a través del trabajo, el llamado “Vernichtung durch Arbeit”; sino que El Régimen en Mauthausen fue uno de los más brutales y severos.
Las condiciones dentro del Campo, se consideraron excepcionalmente difíciles de soportar, incluso para los estándares de Los Campos de Concentración.
Los internos sufrieron no solo de desnutrición, las chozas estaban superpobladas; el abuso y las palizas eran constantes por parte de los guardias y “kapos”, sino también de un trabajo excepcionalmente duro.
Y como había demasiados prisioneros en Mauthausen para que todos trabajaran en su cantera al mismo tiempo, muchos se pusieron a trabajar en talleres o tuvieron que hacer otro trabajo manual, mientras que los desafortunados fueron seleccionados para trabajar en la cantera.
Estaban allí solo por sus llamados “crímenes” en El Campamento; pero las razones para enviarlos a trabajar como castigo, eran tan triviales que incluían como tales “crímenes”, el no saludar a un alemán que pasaba.
El trabajo en las canteras, a menudo en un calor insoportable o en temperaturas tan bajas como −30°C/−22 °F, llevó a tasas de mortalidad excepcionalmente altas.
Además, las raciones de alimentos eran limitadas, y durante el período 1940 – 1942, un recluso promedio pesaba 40 kilogramos/88lb
Las raciones reducidas, llevaron a la hambruna de miles de internos; muy a pesar del hecho de que aproximadamente 100 médicos de los internos trabajaban allí, no se les dio ningún medicamento, y solo pudieron ofrecer primeros auxilios básicos.
Por tanto, “El Campamento del Hospital”, como lo llamaron las autoridades alemanas, era de hecho un hospital solo de nombre.
Por otra parte, hubo muchos exterminios, y los métodos eran muy diversos, que incluían:
Celdas de castigo, en estancias de unos 7m² en las que los prisioneros no recibían comida ni bebida, y solían morir al cabo de unos 12 días.
Flagelación consistía en azotar al prisionero con 25 latigazos que él mismo debía contar en voz alta, y en alemán; y si se equivocaba, volvía a empezar el castigo.
El trabajo como esclavo en las canteras, que además debían acarrear piedras de unos 20kg por una larga escalinata compuesta por 186 escalones, llamada “Las Escaleras de La Muerte”
La caída de gran altura, donde los internos eran empujados adrede, desde la parte alta de la cantera, denominada “Pared del Paracaidista”
Las Cámaras de gas, sobre todo las móviles, que era un camión con un tubo de gases dirigido al interior, que iba y venía entre Mauthausen y Gusen; al principio era una cámara improvisada; pero fue capaz de matar a unos 120 prisioneros en un momento en que se completó.
Las duchas heladas, donde aproximadamente 3.000 internos murieron de hipotermia, debido que eran forzados a quedarse bajo una corriente de agua helada durante varias horas; y luego dejados afuera en un clima frío.
Los tiroteos masivos, que del 6 al 7 de septiembre de 1944, 47 agentes aliados holandeses y británicos fueron asesinados a tiros por Las SS; y en enero de 1945, 13 agentes de La Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos, también fueron asesinados en Mauthausen.
En febrero de 1945, el campamento fue sede del Crimen de Guerra Nazi llamado “Mühlviertler Hasenjagd” o “Caza de La Liebre”, donde unos 500 prisioneros fugados, en su mayoría oficiales soviéticos, fueron perseguidos y asesinados por Las SS, la policía local, y civiles.
También tuvieron lugar los experimentos médicos; y entre los médicos que los organizaron, estaban Sigbert Ramsauer, Karl Gross, Eduard Krebsbach y Aribert Heim; éste último fue apodado “Doctor Muerte” por los presos; y estuvo en Gusen durante 7 semanas, lo que fue suficiente para llevar a cabo sus experimentos.
Mientras Ramsauer también declaró que unos 2,000 prisioneros que solicitaron ser trasladados a un sanatorio con enfermedades mentales, fueron asesinados con inyecciones de fenol en el curso de la acción H-13.
Por sangrado, varios cientos de internos encontraron la muerte; pues la sangre extraída, fue enviada al Frente del Este.
Por ahorcamiento y hambre, sólo en El Campo de Mauthausen, aproximadamente 2.000 prisioneros por semana, eran privados de comer hasta la muerte.
Y como era de esperar, el ejercicio físico agotador y sin sentido, fue uno de los métodos para “desgastar a los internos”, como a jugar a “la rana saltarina”
Después de la guerra, uno de los sobrevivientes, El Dr. Antoni Gościński, informó sobre las 62 formas de asesinar personas en Los Campos de Gusen I y Mauthausen.
Por otra parte, se estimó que la esperanza de vida promedio de los presos recién llegados a Gusen, varió de 6 meses entre 1940 y 1942; a menos de 3 meses a principios de 1945.
Paradójicamente, con el crecimiento de la industria del trabajo forzoso en varios subcampos de Mauthausen, la situación de algunos de los presos mejoró significativamente.
Si bien, las raciones de alimentos eran cada vez más limitadas cada mes, la industria pesada requería especialistas calificados en lugar de trabajadores no calificados, y la brutalidad de Las SS y Kapos del Campo, era limitada.
Mientras que los prisioneros seguían siendo golpeados a diario, y los “Muselmänner” aún eran exterminados, desde principios de 1943, a algunos de los trabajadores de la fábrica se les permitía recibir paquetes de alimentos de sus familias, en su mayoría polacos y franceses.
Esto permitió a muchos de ellos, no solo evadir el riesgo de inanición, sino también ayudar a otros presos que no tenían parientes fuera de Los Campamentos, o que no podían recibir paquetes.
Sin olvidar, claro está, que los reclusos también fueron golpeados hasta morir, como el judío vienés, Adolf Fruchthändler .
Y como en todos los otros Campos de Concentración alemanes, no todos los prisioneros eran iguales.
Su tratamiento dependía en gran medida de la categoría asignada a cada recluso, así como de su nacionalidad y rango dentro del sistema.
Los llamados “kapos” o “prisioneros que habían sido reclutados por sus captores para vigilar a sus compañeros prisioneros”, recibieron más alimentos y salarios más altos, en forma de cupones, que en Los Campos de Concentración se podían intercambiar por cigarrillos en la cantina o en las habitaciones dentro de la mayoría de los cuarteles.
Como dato, por orden de Himmler, en junio de 1941 se abrió un burdel en Los Campos de Mauthausen y Gusen I.
De esa manera, los “Kapos” formaron la parte principal de los llamados “prominentes” o “Prominenz”, que era prisioneros que recibieron un trato mucho mejor que el prisionero promedio.
Pero el eje de la vida en Mauthausen, era la cantera de granito, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación, cuya escalera de 186 peldaños, separaba la cantera de los barracones.
La cantera de roca en Mauthausen, estaba en la base de “Las Escaleras de La Muerte”; por lo que los presos se vieron obligados a cargar bloques de piedra tallados, que a menudo pesaban hasta 50 kilogramos/110 lb, por las 186 gradas, uno detrás del otro; y como resultado, muchos prisioneros agotados colapsaron frente a los otros prisioneros en la línea, y luego cayeron sobre los demás prisioneros, creando un efecto dominó; con el primer prisionero cayendo sobre el siguiente, y así sucesivamente, bajando las escaleras.
Los deportados, debían subirla 10 o 12 veces por día, cargados con grandes piedras a la espalda, mientras los “kapos” que servían como capataces, que eran normalmente polacos; les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones.
Cuando falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron 1 minuto de silencio, situación que se repetiría en numerosas ocasiones.
Y tal brutalidad no fue accidental:
Los guardias de Las SS, a menudo obligaban a los prisioneros, agotados por horas de trabajos forzados sin suficiente comida y agua, a correr escaleras arriba con bloques de piedra.
Aquellos que sobrevivieron a la prueba, a menudo se colocaron en una fila en el borde de un acantilado conocido como “El Muro de Los Paracaidistas”, o “Fallschirmspringerwand”; y a punta de pistola, cada prisionero tendría la opción de recibir un disparo, o empujar al prisionero frente a él por el precipicio.
Otros que fueron exterminados, fueron los prisioneros que estaban enfermos, que no eran aptos para el trabajo, o que habían hecho intentos de fuga, o habían golpeado a los guardias de Las SS y Kapos.
A veces, los guardias o “Kapos” lanzaban deliberadamente a los prisioneros a la cerca eléctrica de alambre de púas de 380 voltios, o los obligaban a salir de los límites del campamento, y luego les disparaban con el pretexto de que intentaban escapar...
En otro orden, con el paso del tiempo, algunos españoles pasaron a desempeñar trabajos especializados, como:
Albañiles, peluqueros, administrativos, sastres, intérpretes o fotógrafos, pues tenían más posibilidades de sobrevivir que los trabajadores de la cantera.
También podían acceder a más información, y disponer de más autonomía para sostener la organización clandestina republicana que funcionaba desde mediados de 1941.
La labor de la organización española, fue crucial, porque cuando en 1942 comenzaron a llegar deportados procedentes de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles eran los veteranos del campo, expertos estrategas en la lucha por la supervivencia, dispuestos a transmitir sus conocimientos a los recién llegados.
Por otra parte, al desempeñar diversas actividades en la gestión de Mauthausen, podían ayudar a otros prisioneros.
Los españoles que cuidaban la sala de duchas, por poner uno entre otros muchos ejemplos, salvaron la vida a más de un compañero cuando los nazis llevaron a cabo allí ejecuciones masivas mediante la inmersión de grupos de prisioneros durante horas y horas en naves repletas de agua helada hasta la altura de la cintura.
La organización clandestina española, además, repartía medicinas robadas de la enfermería, y redistribuía la escasa comida que llegaba a los presos, con el fin de asignar más alimentos a los débiles y enfermos.
Sin embargo, el recuerdo más vivo en la memoria de los supervivientes de otros países, sobre todo de los franceses, al hablar del Campo de Mauthausen, es la fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos de la guerra.
Y quizás porque los republicanos españoles llevaban luchando contra La Alemania nazi y sus socios desde el inicio de La Guerra Civil Española, en 1936.
“Una victoria más”, explicó en una ocasión un superviviente francés, era la frase que pronunciaban los presos españoles cada vez que llegaban al último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera...
Convencidos de la victoria aliada, los republicanos decidieron conservar pruebas de la barbarie, para el posterior juicio a los verdugos.
Uno de esos sobrevivientes españoles, fue Francisco Boix Campo, un fotógrafo y militante comunista español, que luchó en El Ejército Republicano durante La Guerra Civil Española, y durante La Segunda Guerra Mundial estuvo internado en Campos de Concentración nazis.
Fue durante su estancia en Mauthausen, que realizó un gran número de fotografías que en la posguerra fueron utilizadas para inculpar a dirigentes nazis y miembros de Los Campos de Concentración.
Su padre era sastre, y fue él quien transmitió a su hijo su pasión por la fotografía.
Durante su juventud, Francisco fue un militante de Las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, que durante La Guerra Civil Española actuó como fotógrafo de la revista Juliol, y en 1938 combatió en La 30ª División del Ejército de La Segunda República Española.
Peor en febrero de 1939, se exilió en Francia, y fue internado en Los Campos de Vernet d'Ariège y de Septfonds; de allí salió para formar parte de una compañía de trabajadores extranjeros, integrada en El Ejército francés; y también participó en La Resistencia Francesa.
En mayo de 1940, como muchos españoles, Boix cayó prisionero de las fuerzas alemanas que invadían Francia; y tras pasar por El Campo de Prisioneros de Guerra, el “Stalag XI-B”, en Bad Fallingbostel, donde aprendió alemán; a principios de 1941 fue enviado al Campo de Concentración de Mauthausen-Gusen, en Austria, entonces integrada en El Tercer Reich; donde murieron 2/3 de los más de 8.000 españoles allí internados.
En Mauthausen, Boix, registrado con el número 5185, declaró que su profesión era la de fotógrafo, y que sabía alemán.
Por intercesión de otro español, Antonio García, Boix trabajó la mayor parte de su periodo de internamiento en el laboratorio fotográfico que La Administración del Campo Erkennungsdienst destinaba principalmente a usos policiales.
Hasta 1945, consiguió ocultar un importante número de negativos que mostraban aspectos de la cruda realidad del campo, y de las prácticas de exterminio de los presos; y en muchos de esos negativos, aparecían también los rostros de Las SS responsables del Campo, y de altos jerarcas del nazismo que lo visitaron.
El complejo de Mauthausen, fue de los últimos en ser liberados por Los Aliados Occidentales o La Unión Soviética.
Fue durante los últimos meses antes de La Liberación, que El Comandante del Campo, Franz Ziereis, preparó su defensa contra una posible ofensiva soviética.
Los prisioneros restantes, fueron apresurados para construir una línea de obstáculos antitanque de granito al este de Mauthausen; y los reclusos que no pudieron hacer frente al trabajo duro y la malnutrición, fueron exterminados en grandes cantidades para liberar espacio para transportes de evacuación recién llegados de otros campamentos, incluida la mayoría de los subcampos de Mauthausen, en el este de Austria.
La falta de alimento hizo que algunos de los prisioneros, previamente involucrados en varios tipos de actividades de resistencia, comenzaran a preparar planes para defender El Campo, en caso de un intento de Las SS de exterminar a todos los reclusos restantes; y no se sabe por qué los prisioneros de Gusen I y II no fueron exterminados en masa, a pesar de las órdenes directas de Heinrich Himmler para asesinarlos, y evitar el uso de su fuerza de trabajo por parte de Los Aliados.
El plan de Ziereis supuso apresurar a todos los prisioneros a los túneles de las fábricas subterráneas de Kellerbau, y hacer explotar las entradas.
El plan era conocido por una de las organizaciones de resistencia polacas que inició un ambicioso plan de recolección de herramientas necesarias para excavar las salidas de aire en las entradas.
Cuando El Ejército de EEUU entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis, y la puerta del Campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer:
“Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”
En el momento de su liberación, la mayoría de los hombres de Las SS de Mauthausen ya habían huido; alrededor de 30 que quedaron, fueron asesinados por los prisioneros; y un número similar fue asesinado en Gusen II.
La liberación del campo, sin embargo, no significó para los republicanos el final de la guerra comenzada en 1936.
Muchos no pudieron volver a La España Franquista, aliada ideológica de los nazis que habían combatido en Mauthausen, y habrían de encontrar asilo en otros países, sobre todo en Francia.
Por su parte, Francisco Boix abandonó El Campo en 1945, cuando tenía 25 años.
Después se instaló en Francia para trabajar como reportero gráfico, y fue testigo en 2 procesos judiciales contra criminales de guerra nazis.
En ambas declaraciones, Núremberg y Dachau, fueron proyectadas sus fotografías.
Otros sobrevivientes de Mauthausen, destacados, están:
Antoni García Alonso, español republicano, y fotógrafo autor de muchas fotos del Campo de Mauthausen; que trabajó en el estudio fotográfico junto a Boix, y gracias a él se pudieron sacar muchas fotos.
Antonin Novotny, Presidente de Checoslovaquia; Peter Van Pels, llamado “Peter van Daan” en el libro de Ana Frank, fue un joven que murió el 5 de mayo de 1945 en Mauthausen, y que convivió junto a Ana Frank en su escondite en Ámsterdam, Países Bajos.
Y el célebre Simon Wiesenthal, cazador de criminales de guerra nazis y autor; que en 1946 publicó el libro “KZ Mauthausen, Bild und Wort” o “Campo de Concentración de Mauthausen — Imágenes y Palabras”
Tras la capitulación de Alemania, Mauthausen cayó dentro del sector soviético de ocupación de Austria.
Inicialmente, las autoridades soviéticas usaron partes de Los Campos de Mauthausen y Gusen I, como cuarteles para El Ejército Rojo; al mismo tiempo, las fábricas subterráneas estaban siendo desmanteladas y enviadas a La URSS como un botín de guerra.
Después de eso, entre 1946 y 1947, Los Campos quedaron sin vigilancia, y muchos de los muebles e instalaciones del campo fueron desmantelados, tanto por El Ejército Rojo como por la población local.
A principios del verano de 1947, las fuerzas soviéticas habían volado los túneles, y luego fueron retirados de la zona, mientras que El Campamento finalmente fue entregado a las autoridades civiles austriacas.
“En Mauthausen todo está preparado para impresionarte”
El Fotógrafo de Mauthausen es un drama bélico español, del año 2018, dirigido por Mar Targarona.
Protagonizado por Mario Casas, Richard van Weyden, Alain Hernández, Adrià Salazar, Stefan Weinert, Macarena Gómez, Frank Feys, Rubén Yuste, Eduard Buch, Efrain Anglès, Luka Peros, Igor Szpakowski, Marc Rodríguez, Joan Negrié, Roger Vilá, entre otros.
El guión es de Roger Danès y Alfred Pérez Fargas; basados en hechos reales, centrándose en la historia de Francisco Boix, un combatiente republicano español y fotógrafo, que después de luchar en El Ejército Republicano durante La Guerra Civil Española, fue internado en el Campo de Concentración de Mauthausen, durante La Segunda Guerra Mundial.
Es un retrato sobre la supervivencia, no solo del ser humano sino de las pruebas necesarias para juzgar a los victimarios.
Sobre cómo surgió el interés por esta historia, Alfred Pérez-Fargas, guionista del filme junto a Roger Danès, ha comentado que fue en 2013 cuando “leí una noticia sobre 1.000 fotografías que había realizado un tal Francisco Boix…
Empecé a leer la historia, y encontramos un filón”
Por su parte, la directora Mar Targarona piensa que hay temas que todavía duelen en la memoria colectiva española, y que por eso quizás no han sido lo suficientemente rescatados en el cine.
Ella misma no sabía que un gran número de españoles habían estado en Mauthausen, y por eso, cuando tuvo conocimiento de ello, supo que esa historia había que contarla.
Y como era muy delicada, había que hacerlo bien:
“Nosotros no nos centramos en El Holocausto, no nos referimos al extermino de la raza judía.
Ya hay muchas películas que giran alrededor de eso.
Queríamos contar la historia de Francisco Boix y de los españoles que fueron a parar allí”
La directora se sumergió en un proceso de investigación exhaustivo, pero también muy enriquecedor:
“Había imágenes que ni siquiera me atreví a reconstruir”
Su mayor recompensa fue el haber tenido el “feedback” de familiares de presos que estuvieron en Mauthausen, agradeciéndole la película, y que se sacara este hecho histórico del olvido.
El rodaje, que arrancó el 30 de octubre de 2017, se llevó cabo en Tarrasa y Budapest; y en esta ciudad se aprovecharon los mismos decorados de un campo que se emplearon en la película “The Boy In The Striped Pyjamas” (2008)
La historia inicia con la ayuda de un grupo de prisioneros españoles que lideran la organización clandestina del Campo de Concentración de Mauthausen, Francisco Boix (Mario Casas), preso #5185 que trabaja en el laboratorio fotográfico, arriesga su vida al planear la evasión de unos negativos que demostrarán al mundo las atrocidades cometidas por los nazis; serán miles de imágenes que muestran desde dentro, toda la crueldad de un sistema perverso.
Las fotografías que lograron salvar Boix y sus compañeros, fueron determinantes para condenar a altos cargos nazis en Los Juicios de Núremberg en 1946; siendo Boix, el único español que asistió como testigo.
Al tiempo que vemos la vida dentro; el filme rinde un tributo a los españoles que sufrieron El Holocausto, por lo que resulta imprescindible, y en cierto modo didáctica, un referente para no olvidar, porque principalmente relata hechos que no deberían volverse a repetir, ni ser parte de la historia universal del futuro.
Por ello, Targarona no solo ha logrado hacer una película de género histórico, sino que también ha rescatado del olvido a unos personajes muy importantes para la historia de España, y en definitiva para todo el mundo, adaptando de tal forma la realidad, para respetar la verdad de los hechos al mismo tiempo que la memoria de los auténticos protagonistas y a sus familias.
En general, el filme supone una propuesta más que correcta, por supuesto necesaria, que no tiende a sensacionalizar los hechos, sino todo lo contrario:
Tiene una delicadeza en cada plano, para mostrar de la forma más realista posible todo lo que acontecía allí, y ese es uno de los aspectos a valorar de la película, la presentación de unos hechos que no deberían ser olvidados, sino recordados por generaciones posteriores.
En definitiva, no es una ninguna obra maestra, pero es un buen camino para que se indague un poco más, en el cine, por todo lo que sufrieron los españoles enviados a Los Campos de Concentración.
“Hay que retocar algunas imágenes.
Algunos otros, sólo la puesta en escena.
Los seres humanos son maleables”
El Holocausto Nazi ha sido retratado en infinidad de títulos desde el controvertido “Kapo” (1960) de Gillo Pontecorvo, hasta piezas más destacadas como “Schindler’s List” (1993) de Steven Spielberg.
En el caso de la nueva película de la directora catalana, Mar Targarona, El Fotógrafo de Mauthausen, se muestra igualmente la tragedia que se desarrolló durante La Segunda Guerra Mundial, pero desde la mirada de una persona, en concreto, un fotógrafo que, gracias a sus testimonios orales y visuales, fue parte importante en Los Juicios de Núremberg, para poder acusar a los nazis de todas las atrocidades que habían cometido en Mauthausen, uno de Los Campos de Concentración más grandes que hubo en Europa, situado en Austria.
Y puede que los tristes devenires de la historia española posterior a La Guerra Civil hayan favorecido a ello, pero existe un gran desconocimiento generalizado en torno a los muchos españoles que, de un modo u otro, participaron activamente en La Segunda Guerra Mundial, pese a la posición “no beligerante” del país.
Algo que se ha extendido a un Séptimo Arte en el que las historias referentes al terrible conflicto armado, suelen pivotar sobre las mismas nacionalidades protagonistas.
Por ello, El Fotógrafo de Mauthausen logra destacar precisamente al abordar esta historia, más oculta de lo que debería, con un drama carcelario de manual, ambientado en el temible Campo de Exterminio que figura en el título, y que sorprende gracias a su solidez y sobriedad, a una envidiable solvencia narrativa, y a un considerable número de virtudes presentes tanto en su forma como en su fondo; muy a pesar de su evidente bajo presupuesto y escasos recursos.
“La Segunda Guerra Mundial siempre me ha interesado mucho, y estaba buscando un relato que contar.
Los guionistas, Alfred Pérez-Fargas y Roger Danés, me comentaron este tema, y me parecía increíble que hubiera ocurrido y nadie lo supiera.
En Mauthausen hubo 7.500 republicanos que tuvieron que salir de España, los recuperó El Ejército Francés para luchar contra Hitler, y los alemanes los hicieron prisioneros, metiéndolos en ese Campo de Concentración.
Y en medio de todo esto, estaba Francisco Boix, que salvó los negativos de la quema, porque los nazis, cuando iban a perder la guerra, querían destruir todo lo que les podía incriminar.
Para la investigación, fuimos 2 veces a Mauthausen.
Estaba todo nevado, un cielo blanco, todo era fantasmagórico.
Una especie de limbo, dónde era imposible saber a dónde te llevaban.
Para nosotros fue terrible, e íbamos con un itinerario organizado.
La documentación ha sido la parte más dura.
Hay páginas en Internet sobre los supervivientes, documentales…
El libro “El Fotógrafo del Horror” de Benito Bermejo, ha sido el gran inspirador de la película.
También los negativos que Boix salvó, y en los que nos hemos basado a la hora de construirla”, dijo la directora.
Estamos en 1943, con La Segunda Guerra Mundial en el máximo intercambio de hostilidades, donde la vida es demasiado despiadada y cruel para los internos que viven en El Campo de Mauthausen, donde entre otros, están los soldados que lucharon y perdieron en La Guerra Civil Española, exiliados de España por El General Francisco Franco después de ganar la guerra, considerándolos como “tierra de nadie” y dotada para El Tercer Reich como mano de obra libre.
En este escenario de horror eterno y brutalidad causado por los nazis y los “Kapos”, que eran presos violentos que trabajan como guardias para mantener el orden; el joven Francisco Boix intenta sobrevivir trabajando como fotógrafo, siendo la mano derecha de Paul Ricken (Richard van Weyden), El Director de Mauthausen.
La vida cotidiana de Boix, es tomar fotos, hablando con otros presos como Valbuena (Alain Hernández) y Fonseca (Eduard Buch); y haciendo archivos de los presos muertos que murieron en los escapes fallidos… pero luego se dieron cuenta en una radio de aficionados creada por ellos mismos, que El Tercer Reich tuvo una derrota contra El Ejército Soviético en La Batalla de Stalingrado.
Ante el temor de que Ricken y el resto de los nazis desaparezcan todas las evidencias de lo que sucedió en la prisión, en caso de que pierdan la guerra; Boix se obsesiona con guardar todos los negativos de las fotos que demuestran los horrores cometidos por los oficiales de Las SS como Franz Ziereis (Stefan Weinert)
Pero después de un primer intento fallido de un preso para escapar y publicar las fotos para que el ojo público descubra la verdad, Boix hace un segundo plan para eludir la observación exhaustiva de Ricken y Ziereis, y mantener las fotos sanas y salvas, contra  el tiempo, que se acaba, y con la orden de quemar todo finalmente ordenado.
Cuenta la propia directora que, con esta película, pretendía dejar constancia fílmica de que hubo miles de españoles que fueron destinados allí, y de que es un hecho que se olvida, y al que no se había hecho demasiada justicia en el cine hasta ahora.
Y es que El Fotógrafo de Mauthausen esconde tras sus mecanismos arquetípicos del subgénero, un buen número de interesantes lecturas que abordan temáticas tan dispares como la naturaleza y perversión del arte, la modificación de la realidad a través del prisma del autor, o el no intervencionismo durante la guerra.
Toda esta maraña de subtextos, son articulados con destreza y un clasicismo que huye de lo melodramático, para apostar por la contención en uno de los mayores aciertos del filme.
Así, la directora y su equipo, logran extraer oro del modesto presupuesto gracias a un diseño de producción inteligente y fiel en su ambientación, que aporta un empaque más que digno al conjunto en términos generales.
Sería injusto dar carpetazo a este texto, sin hacer referencia a la notable labor de un reparto internacional, en el que brillan los talentos de Luka Peros, Stefan Weinert o del siempre sólido, Alain Hernández; todos ellos a la sombra de un Mario Casas digno y entregado a la causa en una nueva demostración de que ya es algo más que una cara bonita para atraer adolescentes a la taquilla.
Porque Casas vuelve a demostrar que es un buen actor, aunque no se logra mucha empatía con su personaje; este hombre fuerte, hábil, y que intenta rebuscárselas para sobrevivir mediante su inteligencia, pero que también tiene una actitud rebelde, yendo al choque, y enfrentando corporalmente a sus contrincantes, teniendo en cuenta que lidiaba con personas que no tenían ningún inconveniente en asesinarlos, es grato de ver.
Para la personificación, Casas perdió 15kg/33lbs para prepararse para su papel; y durante todo el rodaje siguió sin comer, solo un poco de pescado hervido para la comida y la cena.
“Y encima hacía muchísimo frío, -3° y -7° cuando rodamos en Hungría, y lo ha soportado todo estoicamente y con una entrega brutal”, dijo la directora.
Tanto que tomó clases de alemán para prepararse para su papel.
“Su personaje, Francisco Boix, era un chico joven, listo, pícaro, simpático, divertido.
Quiso sobrevivir en ese ambiente, y no se dejó llevar.
Muchos presos dicen que realmente la voluntad y el deseo de vivir era lo más importante.
Que los que se deprimían eran los que acababan muriendo más fácilmente.
Peor él tenía la intención de seguir viviendo.
Y creo que esa viveza y ese sentido pícaro de la vida Mario, lo encarna muy bien”, agregó Mar.
Mientras que Valbuena, interpretado con brillantez por un famélico Alain Hernández, es uno de los personajes al que no se le debe perder la pista en ningún momento; pues con él descubrimos la otra cara de la gran mayoría de presidiarios que vivieron con desasosiego, temor y demencia las terribles atrocidades que uno podría haber sufrido en El Campo de Concentración de Mauthausen; como cuando no se acataban órdenes de Las SS y de presos que habían adquirido cierta confianza por parte de los nazis.
A estos sujetos, cuando algo no les parecía bien, o simplemente por puro instinto asesino, se comportaban como crueles verdugos que, sin piedad, maltrataban y eliminaban por simple antojo, diversión y capricho; esto último se puede ver reflejado en la interpretación fría y calculadora del actor Richard van Weyden, como El Comandante Ricken, que es el encargado de controlar y ordenar al preso número 5185, el mismo Boix.
Mientras todos, absolutamente todos los que hacen de nazis, sobre todo los actores principales, cumplen muy bien sus papeles como seres carentes de toda humanidad.
Y de todos me llamó poderosamente la atención la relación entre el fotógrafo nazi, que supongo es el titular de la obra; con Boix, en una relación extraña, casi homoerótica, pero principalmente de amor al arte, donde todo lo considerado bueno o malo, es relativo…
Eso impacta, y logra llevar a la reflexión en cuanto al análisis no solo del arte fotográfico, sino también del milenario arte pictórico y del reciente arte cinematográfico; hasta su papel divulgativo como simple fotografía.
Casas, junto con Alain Hernández, que incluso su interpretación destaca más que la del propio Mario; son las únicas 2 caras conocidas, salvo la breve pero necesaria intervención de Macarena Gómez como Dolores; que consigue retratar la imagen de algunas mujeres de la época, relegadas para el abuso y sometidas bajo el yugo del régimen nazi.
¿Acaso le perdonamos su maquillaje, cuando más parece un mapache?
Curiosamente, Joan Negrié, interpreta a un personaje que no sabe hablar alemán, al que llaman Lejías; en realidad es el único actor español en la película que habla alemán con fluidez.
Y entre los presos, tenemos algunos dispuestos a luchar por la libertad y el conocimiento; mientras que otros priorizan su propia supervivencia.
Del otro lado nos encontramos con quienes siguen órdenes, pero que tampoco se enfrentan a sus superiores por más crueldad que haya en sus tareas; y otros cuya violencia y brutalidad corre por sus venas…
Por otro lado, es positivo que hayan preservado el idioma original de cada uno de los personajes.
Muchos pasajes son hablados en alemán, mientras que existen traducciones en español, o algunos alemanes hablan en español con acento, o españoles que hablan alemán con acento.
Esto provoca una mayor credibilidad en los diálogos, y en la composición de sus roles.
Como lo requiere su temática, El Fotógrafo de Mauthausen tiene algunos momentos con imágenes fuertes, que no escatiman en violencia física para impresionar al espectador y generar su reacción; y existen otros instantes más sutiles, que se pueden advertir a través de, justamente, fotografías, o donde predomina la violencia psicológica, o el abuso de autoridad, como el hecho de que los presos realicen representaciones teatrales para divertir a los nazis…
De todas formas, esto no sucede constantemente durante el film, sino que también tenemos parajes en donde podemos ver, de forma más positiva o esperanzadora, la supervivencia del protagonista y sus compañeros, mediante el contrabando o actividades ilegales.
“Quería hacer una historia dura, porque creo que la realidad es dura.
He tenido que hacer casi de escultor, y quitar material muy interesante, porque al fin y al cabo, una película tiene que tener hilo conductor, y te tiene que ir guiando.
Pero todo sucedió:
Los perros que soltaban para que los devoraran vivos, las duchas a -7°, las furgonetas trucadas para gasear a los que iban dentro…
Hay muchas experiencias que ocurrieron a otros, que se las hemos hecho vivir a Francisco.
Había tipos de prisioneros, y él era un preferente por lo que él no experimentó todo lo que aparece en el filme.
Creo que hay muchas historias que aún no se han contado, como las de las mujeres...
Había burdeles en Los Campos, y ellas eran obligadas a prostituirse.
Yo lo cuento un poco con el personaje de Dolores, que interpreta Macarena Gómez”, dijo la directora.
Pero hay algunas licencias, pues se supone que la escena de la fiesta se desarrolla en Austria en primavera, sin embargo, se rodó en Budapest durante el invierno.
Se cuenta que nevó fuertemente el día anterior, y el departamento de arte tuvo que derretir la nieve antes del rodaje.
Además, como dato, durante la escena de la fiesta, el elenco mantuvo hielo dentro de la boca entre tomas para enfriar su respiración, para que no se viera en la cámara, que era de -7°C/19.4°F
Por otra parte, Franz Ziereis en realidad mató a unos 40 prisioneros en el cumpleaños de su hijo; y en la escena donde se cuelga a Bonarewitz (Nikola Stojanovic), la cuerda se rompe una vez...
En la vida real, durante su ejecución, la cuerda se rompió 2 veces.
Esto se cambió en las versiones posteriores del guión, porque la directora Mar Targarona consideró que podría parecer poco realista para la audiencia...
La película, aparte de mostrar toda la crueldad que se vivía allí dentro, se puede enmarcar dentro del género de aventuras, porque lo que evidencia Targarona es su propósito de mostrar cuál fue el proceso, algo ficcionado eso sí, de guardar esos negativos como fuese.
El fallo de la película radica en querer dar tanta prioridad a unos negativos que, aunque decisivos, hacen que el resto de cosas que sucedían allí dejen de tener importancia y, por consiguiente, que la película por momentos baje en ritmo, y se convierta en algo que pierde verdadero interés.
Pero es interesante como dato histórico, aunque no hay mucha intensidad, y no se siente demasiado la amenaza, pues aquí todo es impredecible, pero no constante; y es que es la tensión lo que la historia necesita, y se queda como un recordatorio sin más del hecho, sin llegar en ningún momento a ser relevante, quizás por un intento incomprensible de no ser explícita, y de no ahondar en la atmósfera asfixiante que debería exhalar.
Se puede decir que la dirección es buena, como buena es la ambientación, iluminación y vestuario, aunque es algo aséptica en el decorado, tiene a caer en el estereotipo de los personajes, pero eso es algo inevitable.
Por ejemplo, los principios de actuación de los nazis, son confusos:
Ahorcan a un español por fugarse, pero cuando otro le da una paliza a uno de los suyos, simplemente le pegan y le meten en el calabozo.
Apenas dejan a los recluidos hablar, pero luego les permiten hacer una obra de teatro, y encima en su propio idioma...
El casting del niño español pudo ser mejorable:
Ese papel podría haber sido interpretado por otro actor que consiguiera transmitir ese punto de indefensión necesario para la historia; a diferencia con el niño alemán, que es perfecto para el papel.
Aparte que la historia es tremendamente interesante, contiene algunos eventos difíciles de creer:
La escena donde el protagonista se encara al jefe del taller de fotografía, no es creíble en absoluto, lo hace sin razón y sin sentido, y precisamente se va a meter con el más benévolo de todos los nazis.
Al final, parece dar sentido a un mensaje negativo:
Cuanto más malo mejor para que no se metan contigo... y que el nazi no le dispare, es de risa, o que simplemente lo detengan tras apalear a un alto cargo cuando mataban a diario por muchísimo menos que eso, un error total en el film, donde la directora debió inventar una manera mejor de que acabase en prisión el protagonista.
Otros eventos fueron licencias artísticas para darle más dramatismo al evento, y otros que fueron impactantemente reales, como los créditos finales donde se revelan las horripilantes fotos del Genocidio.
Durante los créditos, tenga en cuenta el fabricante del “stock” negativo, Eastman Kodak, mantuvo una amplia producción en Europa durante La Segunda Guerra Mundial, y vendió suministros a los alemanes sin ningún tipo de embargo por parte del gobierno de EEUU, no olvidar.
Un ejemplo perfecto de cómo los clichés solidificados tienden a multiplicarse, están en la cámara reportera de Graflex, que fue utilizada por fotoperiodistas estadounidenses en los años 1930 a 1950, y que se convirtió en un icono de las películas de Hollywood.
¿Pero por qué deberían usarse en Alemania, el país que lidera la industria fotográfica en todo el mundo durante casi 1 siglo antes, y otros 20 años después de La Segunda Guerra Mundial?
Ellos produjeron y usaron su propio equipo que era #1 en calidad, y no tenía por qué usar el crudo Graflex.
Además, el modelo Graflex específico utilizado en esta película, es uno producido después de la guerra; y ni hablar del VW Käfer, que es de los años 60.
Por otra parte, una de las ampliadoras mostradas en el cuarto oscuro, es un Leitz Focomat 1C.
Esta ampliadora se fabricó desde 1950 hasta 1977, por lo que es imposible que se utilizara en el momento de la película.
Hay un coche Volkswagen Beetle pintado de negro usado por los nazis… pero el modelo que se muestra en la película, tiene una ventana trasera amplia que no se introdujo en este automóvil, hasta finales de la década de 1950.
Además, no sería del todo correcto usar este automóvil como se usa en la película, porque la producción inicial de 1941 a 1945, consistió en solo un puñado de unidades.
Para finalizar, 2 veces en esta película, se reproduce la canción “J'attendrai”
En definitiva, nos encontramos en un tiempo histórico en el que las imágenes son parte de la rutina diaria, vivimos en un reclamo visual constante, y la fotografía como arte y técnica, se empieza a cotizar al alza.
Por ello, El Fotógrafo de Mauthausen adquiere aún mayor sentido, además de por el valor histórico, por estimación hacia la profesión del fotoperiodista que, en cierta manera, tiene un vínculo íntimo con El Séptimo Arte.
“Quería que las fotografías, que los negativos que él salvó, fueran parte de la película, como homenaje a él, y como prueba de que eso fue real.
Hay un momento que le dedico un plano solo a la Leika, porque la fotografía es una protagonista más del filme.
Y aunque sea en los títulos de crédito, quería que se mostraran.
Ahí hay, no solo homenaje, sino testimonio”, dijo la directora.
“Tenemos que salvar los negativos porque la gente no creerá estos horrores si no ve sus imágenes”
Gracias a la valentía y a la pericia de Francisco Boix, con la ayuda de Poschacher (Rainer Reniers) y de Anna Pointner (Marta Hallan), los negativos robados fueron las pruebas que, de manera irrefutable, incriminaron a los nazis en Los Juicios de Núremberg, demostrando así que su ideología llevada a la práctica resultó abominable para miles de personas que estuvieron hacinadas en barracones, y fueron maltratadas en Los Campos de Concentración.
Las fotos de cadáveres acribillados con alevosía por decenas de balas, de personas desnudas a la intemperie, escuálidas, como si ya estuvieran muertas en vida, prisioneros calcinados y atrapados en alambradas eléctricas, resultaron tan impactantes para la opinión pública, que no hubo duda alguna de la atrocidad de los nazis.
Por su parte, se supo que Franz Ziereis huyó con su esposa el 3 de mayo de 1945.
Intentó esconderse en su pabellón de caza en la montaña Pyhrn, en la Alta Austria; y fue descubierto y arrestado el 23 de mayo de 1945 por una unidad del ejército estadounidense.
Le dispararon 3 veces en el estómago mientras intentaba escapar, y lo llevaron a un hospital militar estadounidense establecido en el antiguo Campo de Concentración de Gusen, donde murió poco después de ser interrogado por un ex recluso de Mauthausen, Hans Marsalek.
Ziereis tenía 39 años; y su cadáver fue luego colgado en la cerca de Gusen I, por los prisioneros de Gusen.
En total, cerca de 9 millones de personas fueron asesinadas durante La Segunda Guerra Mundial en Los Campos de Concentración como el complejo de campos Mauthausen-Gusen.
Sólo unos 80.000 sobrevivieron la guerra.
Las SS, antes de retirarse el 4 de mayo de 1945, trataron de destruir pruebas, incluyendo la documentación sobre los presos.
Por ello, sólo aproximadamente 40.000 víctimas han podido ser identificadas.
Tras su liberación de Mauthausen, Francisco Boix trabajó en Francia como reportero gráfico para la prensa cercana al Partido Comunista Francés, “L'Humanité”, “Ce Soir” y “Regards”
Si bien, al concluir la contienda mundial y regresar a París, Boix se encontró con el rechazo del Partido Comunista Francés, que dominado por estalinistas, consideraba perdedores a los prisioneros de Los Campos de Concentración.
Y como el partido no tenía interés en las fotos de Boix, éste optó por publicarlas por su cuenta; siendo publicadas finalmente en la revista “Regards”, causando una gran conmoción.
En 1946, Boix fue testigo en 2 procesos contra criminales de guerra nazis:
En El Tribunal Internacional de Núremberg, testificó, llamado por la acusación francesa, contra altos jerarcas nazis, como Ernst Kaltenbrunner y Albert Speer.
Cuando El General de Las SS, y responsable de La Gestapo, Kaltenbrunner señaló en su declaración que las fotos de Boix eran un montaje, El Fiscal francés mostró los negativos salvados por Boix, donde se aprecia a Kaltenbrunner junto al líder de Las SS, Heinrich Himmler.
En su declaración, fueron proyectadas algunas de las fotografías que habían sido preservadas de la destrucción en Mauthausen.
Boix, también declaró en el proceso estadounidense celebrado en Dachau, contra 61 acusados de crímenes en Mauthausen, y también allí fueron mostradas sus fotografías.
Francisco Boix falleció en París, a la edad de 30 años, probablemente debido a una enfermedad renal relacionada con su periodo en Mauthausen; siendo enterrado en el cementerio parisino de Thiais.
Los negativos de Boix, propiedad de La Associació de l'Amical de Mauthausen, han sido depositados en El Museo de Historia de Cataluña.
El 16 de junio de 2017, los restos mortales del llamado “Fotógrafo de Mauthausen” fueron exhumados de la humilde y escondida tumba del camposanto de Thiais, y fueron enterrados con honores, en el cementerio del Père Lachaise.
En la placa que señala la tumba, reza:
“Deportado en 1941 a la edad de 20 años al Campo de Mauthausen.
Animado por un gran coraje, birló a Las SS documentos fotográficos abrumadores para los nazis”
El acto contó con la presencia de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, entre otros.
El Campo de Mauthausen fue declarado lugar conmemorativo nacional desde 1949.
Bruno Kreisky, el entonces Canciller de Austria, inauguró oficialmente El Museo de Mauthausen, el 3 de mayo de 1975, 30 años después de la liberación del campamento.
Un centro de visitantes, fue inaugurado en 2003, diseñado por los arquitectos:
Herwig Mayer, Christoph Schwarz y Karl Peyrer-Heimstätt; cubriendo un área de 2,845 metros cuadrados.
El sitio de Mauthausen permanece en gran parte intacto, pero gran parte de lo que constituía los subcampos de Gusen I, II y III, está ahora cubierto por áreas residenciales construidas después de la guerra.
En 2016, una serie de destacados polacos, incluyendo Shevah Weiss y El Gran Rabino de Polonia, Michael Schudrich, enviaron una carta de protesta al Ministerio del Interior de Austria.
El campamento principal de Mauthausen, es ahora un museo que resguarda gritos en silencio, solo recordados por muchas fotografías, gracias a un inteligente español que el mundo no debe olvidar.

“Prefiero tomar fotos de la realidad”



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