Shake Hands with The Devil

“When The World Turned Its Back, One Man Stood Up”

El cine en general, y el cine histórico en particular, suelen construir personajes heroicos que generen empatía.
El Genocidio de Ruanda, es un hecho muy doloroso que evidencia cuáles son las prioridades de occidente; y sin dudas, merece su propio cuerpo de películas, tanto que son al menos 8 producciones las que, hasta el día de hoy, se filmaron ambientadas en Ruanda durante los días que duró la matanza.
Pero pocas de ellas se centran en la tragedia desde el punto de vista de los propios “actores”; y en la construcción de un protagonista, el cine occidental necesita un héroe con el cual su público se pueda identificar.
Y no dejar de ser increíblemente frustrante, como cualquier persona que trabaje sabrá y experimentará cómo, como empleados obedientes, tienen que seguir la cadena de mando a pesar de que corre en contra de lo que sabe desde el suelo, y probablemente en contra del sólido sentido común y ético.
Y esto definitivamente se agrava en una organización uniformada, donde es una expectativa innata que las tropas tengan que escuchar las órdenes, no sea que sean castigadas y ordenadas por La Corte.
Como soldado de carrera, un destacado Comandante canadiense tenía la ambición de que él y sus tropas de mantenimiento de la paz de la ONU, se esforzaran por mantener la paz entre el frágil gobierno de Ruanda y los rebeldes en el norte del país, una tregua más difícil para la policía, debido a los limitados recursos de suministros y mano de obra para garantizar que se cumpla con el deber.
Ese Teniente General, es El Honorable Roméo Antonius Dallaire, OC, CMM, GOQ, MSC, CD; hoy de 72 años, que se desempeñó como Senador, escritor y militar hoy retirado; que ha escrito varios libros, artículos y capítulos en publicaciones sobre resolución de conflictos, asistencia humanitaria y derechos humanos; pero es mayormente conocido por haber prestado servicio como Comandante de Las Fuerzas de La Misión de Asistencia de Las Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR), que fue la fallida misión de La ONU para el mantenimiento de la paz en Ruanda, entre 1993 y 1994; y por tratar de evitar El Genocidio que los extremistas hutus llevaban a cabo contra los tutsis y los hutus moderados.
Dallaire confiesa que, cuando en julio de 1993 lo contactaron para pedirle que considerara hacerse cargo de la misión, no tenía idea exacta de la ubicación de Ruanda, ni de qué clase de conflicto se estaba desarrollando en ese lugar.
La misión debía ser una operación de monitoreo que intentaba generar confianza en los 2 bandos contendientes para la resolución del conflicto.
Extremadamente modesta, señala Dallaire:
“El General tendría a su cargo a 81 observadores militares desarmados”
El escaso material académico y periodístico que pudo encontrar antes de viajar, reducía la complejísima situación política y social de Ruanda a un simple conflicto inter tribal...
Fue a finales de 1993, que Dallaire recibió el mando de La UNAMIR; en un país que acababa de salir de La Guerra Civil entre el gobierno extremista hutu y una pequeña facción rebelde tutsi que operaba desde la vecina Uganda.
El objetivo de UNAMIR, era cooperar en la aplicación de los acuerdos de Arusha; pero la parte hutu disponía del Ejército de Ruanda, y estaba encabezada por el entonces Presidente ruandés, Juvénal Habyarimana; mientras los tutsis estaban dirigidos por El Comandante rebelde, Paul Kagame, Presidente de Ruanda en la actualidad.
El conflicto se convirtió en Guerra Civil cuando los extremistas hutus comenzaron a asesinar tutsis dentro de las fronteras de Ruanda, así como a hutus moderados que simpatizaban con los tutsis.
Cuando Dallaire llegó a Ruanda, sus órdenes eran supervisar el cumplimiento de los acuerdos durante un periodo de transición en el que los tutsis debían recibir puestos de poder del gobierno controlado por los hutus.
Dallaire describe su llegada a Ruanda de una manera que da cuenta de su entusiasmo inicial:
“La atmósfera era amigable y positiva”, expresa acerca de los primeros encuentros con los miembros del gobierno hutu.
Los políticos ruandeses, según Dallaire, rebosaban de optimismo por el proceso que llevaría a su país a una verdadera democracia.
El Cuartel General se instaló en El Hotel des Mille Collines; y los problemas logísticos se multiplicaron poco después...
“A medida que la misión continuaba, me sentía más y más a gusto en esta nación francófona.
Tal vez yo estaba dispuesto a convertirme en una víctima de los encantos de Ruanda, pero las luchas de este pequeño país africano comenzaron a despertar en mí una respuesta de apasionada simpatía.
Estaba abriendo los ojos a realidades alejadas de la esfera militar habitual, y trataba de absorber todos los matices de la cultura, y cada distorsión en el doble discurso de sus líderes políticos”
Unos meses antes del inicio del Genocidio, Roméo Dallaire había informado a sus superiores en La Organización de Las Naciones Unidas, que serían necesarios 5.000 efectivos de La Organización para aplicar los acuerdos de Arusha.
El Consejo de Seguridad, no lo autorizó.
A pesar de tener 70.000 soldados apostados en 17 misiones de paz alrededor del mundo, y de los informes recibidos por su propia comisión investigadora; Ruanda parecía carecer de importancia.
Los Estados Unidos, incluso impulsaron en la misma época, un proyecto legislativo destinado a limitar la participación norteamericana en misiones de paz...
En enero, Dallaire envió un fax a New York, advirtiendo de un posible exterminio de tutsis a manos de extremistas hutus; y se basaba en los datos aportados por un informante anónimo al que llamaba “Jean Pierre”
La respuesta de Kofi Annan lo dejó perplejo:
“No confrontar a los extremistas”
Y se produjeron señales tempranas de que algo estaba fallando; ya en enero de 1994, un avión DC-8 francés aterrizó en Kigali, capital de Ruanda, cargado de municiones y armas para Las Fuerzas Armadas de Ruanda (FAR), que eran el ejército hutu bajo el mando de Habyarimana.
Dallaire no fue capaz de incautar las armas, ya que esto hubiera supuesto violar el mandato de La ONU; mientras los responsables del ejército ruandés dijeron a Dallaire, que como las municiones se habían pedido antes de los acuerdos de Arusha, La ONU no podía detener la carga, y mostraron documentos que señalaban que las armas habían sido enviadas por Bélgica, Israel, Francia, Gran Bretaña, los Países Bajos y Egipto.
Además del reparto de armas, las tropas del gobierno comenzaron a comprobar los documentos de identidad que identificaban a personas como hutus o tutsis.
Estos carnés, permitieron después que las milicias hutus identificaran a sus víctimas con precisión.
El 6 de abril de 1994, un avión que conducía a Habyarimana fue derribado en el Aeropuerto de Kigali; con El Presidente de Burundi a bordo; y ambos líderes resultaron muertos.
Por casualidad, parte de los restos del avión se estrellaron en el propio patio de la residencia de Habyarimana.
Tras el derribo del avión, extremistas hutus ayudados por El Gobierno de Ruanda y Las Fuerzas Armadas Ruandesas, culparon del magnicidio a los tutsis, y utilizaron esto como pretexto para la ejecución sistemática de tutsis y hutus moderados, así como de moderados del nuevo gobierno.
Dallaire ordenó que 10 soldados belgas protegieran a la nueva Primer Ministro, Agathe Uwilingiyimana, pero tanto ella como su marido fueron asesinados.
Con posterioridad, en el mismo día, se encontraron los cadáveres de los militares belgas...
Esos 10 belgas habían sido interceptados por Las FAR; fueron conducidos a un campamento militar como rehenes, y asesinados allí.
Pasando junto a la entrada del campamento de camino a una reunión con los mandos de Las FAR, El General Dallaire vio los cadáveres en el suelo...
En un juicio celebrado en Bélgica en 2007, El Comandante del campamento acusado del asesinato de los militares, declaró que él había advertido a Dallaire de que iban a ser asesinados, y que este había prometido enviar ayuda; pero asaltar Camp Kigali estaba por encima de las posibilidades de sus escasas tropas.
Sin embargo, prohibió actuar al resto de las tropas belgas.
El Coronel Luc Marchal, Comandante de Las Fuerzas de UNAMIR en el sector Kigali, ha defendido aquella decisión sobre la base de que el ataque hubiera puesto a las pobremente equipadas tropas de UNAMIR en el papel de adversario directo de los militares ruandeses, lo que habría contribuido a una escalada en la situación, y hubiera puesto en peligro las vidas de sus tropas, así como las de los 331 observadores desarmados de Las Naciones Unidas.
En 2007, durante el juicio contra el oficial ruandés, Bernard Ntuyahaga, por permitir que sucediera la masacre; el juez instructor belga, Damien VanderMeersch, citó entre otros “obstáculos a su trabajo, denegación de Naciones Unidas del permiso para que declarara El General Roméo Dallaire”
Y es que Dallaire había testificado de modo extenso en 2004 ante El Tribunal Internacional para Los Crímenes en Ruanda sobre las tropas de pacificación belgas y otros asuntos, declaraciones que eran públicas, y estaban disponibles para el juez VanderMeersch, y sobre las cuales había una decisión pendiente.
Con posterioridad, El Coronel Bagosora, fue condenado por El Tribunal Internacional en diciembre de 2008, como responsable del asesinato de los militares.
Al ver que la situación en Ruanda se deterioraba rápidamente, Dallaire solicitó apoyo logístico y un refuerzo de 2.000 soldados para UNAMIR; y calculó que con unos 4.000 soldados bien equipados, La ONU podría terminar con las matanzas.
Nuevamente, El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas denegó la petición, en parte debido a la oposición de Estados Unidos.
La política de ese país respecto a las intervenciones, se había vuelto más escéptica tras la muerte de varios marines estadounidenses en Mogadiscio, Somalia, el año anterior; y esta nueva política exterior, fue subrayada por El Presidente Bill Clinton en La Decisión Directiva Presidencial Nº 25
El Consejo de Seguridad, votó por reducir aún más las tropas de UNAMIR, hasta dejarlas en 260 soldados.
Y como el mandato de La ONU no había cambiado, las tropas belgas comenzaron a ser evacuadas, y los europeos se retiraron...
Tras la retirada de las fuerzas belgas, a las que Dallaire consideraba las mejor entrenada y mejor equipada; Dallaire consolidó su contingente de militares pakistaníes, canadienses, ghaneses, tunecinos y bengalíes en las áreas urbanas, y se centró en conseguir zonas de control en Kigali y sus alrededores.
Los esfuerzos de Dallaire, se encaminaron a defender zonas específicas en las que sabía que había tutsis ocultándose.
El personal de Dallaire, contaba con observadores desarmados de Naciones Unidas, que a menudo confiaban en sus credenciales para salvar a los tutsis, desviando los ataques de los “Interahamwe” enormemente superiores en número y armamento.
Se reconoce a las acciones de Dallaire, el mérito de haberle salvado la vida a unos 20.000 tutsis y hutus.
Según la masacre progresaba, y la aparición en prensa de los relatos del Genocidio aumentaba, El Consejo de Seguridad de La ONU dio marcha atrás en su posición, y votó la creación de UNAMIR II, con unas fuerzas de 5.500 hombres en respuesta al plan francés de ocupar porciones del país.
Dallaire se opuso en principio a la llamada “Operation Turquoise”, con presencia de tropas francesas, dado el historial francés de apoyo a los hutus y Las FAR, ya que Kagame y el rebelde Frente Patriótico Ruandés (RPF), rechazarían su presencia.
El Genocidio no concluyó hasta principios de junio, cuando las tropas del RPF dirigidas por Kagame, entraron en Kigali.
En agosto, los franceses entregaron su porción del país al RPF, dando a Kagame el control efectivo de todo el territorio nacional.
Según se ha revelado tras los testimonios en El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, El Genocidio fue brutalmente eficiente:
En un plazo de 100 días, se consiguió asesinar a entre 800.000 y 1.171.000 tutsis y hutus moderados.
Más de 2 millones de personas acabaron desplazadas.
El Genocidio concluyó, cuando El Frente Patriótico Ruandés consiguió el control de Ruanda el 18 de julio de 1994, aunque la recriminación, las venganzas y la persecución de los crímenes, continúan hasta el presente.
Como resultado de sus vivencias, Dallaire ha escrito 3 libros:
“Shake Hands with The Devil: The Failure of Humanity in Rwanda” (2003) coescrito por El Comandante Brent Beardsley, narra la gira de Dallaire como Comandante de La Fuerza de UNAMIR, de 1993 a 1994, durante la cual fue testigo del Genocidio de Ruanda.
Posteriormente se adaptó para 2 películas:
Un documental y un largometraje.
El otro libro es “They Fight Like Soldiers, They Die Like Children: The Global Quest to Eradicate The Use of Child Soldiers” (2010), coescrita con Jessica Dee, donde se discute el fenómeno de los niños soldados, y propone soluciones para erradicarlo.
Y último libro es “Waiting for First Light: My Ongoing Battle with PTSD” también con Jessica Dee Humphreys; es el relato de Dallaire, de sus luchas con El Trastorno de Estrés Postraumático después de su estancia en Ruanda.
En particular, el documental “Shake Hands with The Devil: The Journey of Roméo Dallaire” (2004) de Peter Raymont tiene como protagonistas al mismo Roméo Dallaire, con Stephen Lewis, Mark Doyle, Gerald Caplan, Paul Kagame, Brent Beardsley, Bonaventure Niyibizi, Rosette Musabe, entre otros.
Y está  basado, en parte, del libro “Shake Hands with The Devil: The Failure of Humanity in Rwanda” (2003) escrito por Dallaire, por lo que sigue al General canadiense, encargado de la unidad de Las Naciones Unidas que estuvo hasta el final durante El Genocidio de Ruanda, cuando trató de prevenir El Infierno en La Tierra, desde que desobedece la orden de retirarse, y dejar que todos se maten, ya que eso va en contra de sus principios; y 10 años después, regresa a Ruanda junto a su esposa para el recordatorio del 10° aniversario.
El filme es una crónica, en parte no del todo, de la vivencia del General, un relato personal de las experiencias, y de cómo el estar en El Infierno, al final termina por quemarte.
Y cómo esos eventos afectaron su vida, ya que sufrió una crisis emocional e intentó suicidarse… por lo que es un retrato respetuoso del General, que se presenta como una persona reflexiva, decidida pero profundamente conmocionada, más filósofo que guerrero, y nos describe las imágenes, los sonidos y los olores de la carnicería humana, así como imágenes de archivo de montones de cadáveres, miembros cortados y cuartos con cráneos.
También se cuenta la historia de cómo comenzaron los odios, y de cómo el mundo no logró intervenir a tiempo.
Y es que a cada paso, Dallaire se veía frustrado por sus supuestos superiores para hacer cualquier cosa; y en su mayor parte, dejaron a sus hombres para ver cómo el país se destruyó.
Como todo esto sucedía en la primavera de 1994, el mundo estaba obsesionado con un O.J. Simpson y su guante sangriento, como una manera para dar importancia a hechos banales sobre los humanitarios, al tiempo que la película intercala entrevistas con algunas de las personas involucradas en Ruanda, que completan otros detalles de la historia.
La fotografía da la belleza del paisaje y las imágenes de archivo, se colocan muy bien; en general, es una película increíble, y le doy la mayor parte de ese crédito al editor.
Es importante dar a conocer la documentación de primera mano de Dallaire en Ruanda, pero también es una mirada muy honesta a los efectos de la guerra.
Porque el documental es fuerte, pues presenta imágenes pocas veces vistas del Genocidio, algunas muy crudas, y otras muy impactantes por medio del relato de los sobrevivientes, así como la exploración de algunos de los lugares donde ocurrieron hechos inimaginables, y donde solo quedan vestigios de lo acontecido.
Narrado de manera lineal, intercalando imágenes de archivo reales con las actuales, del caminar de este General en medio del Infierno, se llega a notar cierto “culto de la personalidad”, que a veces se muestra como un proyecto promocional o hagiografía para Dallaire, amigos y colegas; en lugar de un examen documental verdaderamente reflexivo de las experiencias de un Comandante asediado y psíquicamente herido al tratar de defender una misión imposible…
Sin embargo, es otra forma de crear conciencia sobre el legado de Ruanda.
Guste o no, también es una oportunidad para mirar los pensamientos internos de Dallaire, para conocer a un hombre que dice que no es un héroe sino un humanista, pero eso es una obviedad al tratarse de la persona que estuvo más involucrada en El Genocidio, y que ahora rememora los hechos, donde también se culpa a sí mismo por no haber hecho lo suficiente, y reclama al mundo, al ser traicionado por la misma ONU, e ignorado por el resto del mundo, especialmente El Vaticano, Francia y a Bélgica, que dieron la espalda a muchas personas; mientras que los EEUU tienen un momento para “lavarse la cara”
Todo da vergüenza, porque un puñado de blancos, Occidente, decidió que lo que sucedía en Ruanda “era una lucha tribal” como ya había sucedido en el pasado tantas veces; y por tanto “es un asunto interno”
Y por ello, el documental reconoce que la capacidad del mal es un componente humano.
Que bajo ciertas condiciones, poblaciones enteras pueden perder su humanidad y volverse locas; y con la locura a su alrededor, este General mantuvo su humanidad y apenas su cordura.
Una escena clave resume todo el filme, y aquella durante la investigación de Ruanda, donde un Senador belga comienza a recriminar a Dallaire por la muerte de un par de pacificadores belgas, que según él, pudieron haberse salvado…
Me sorprendió absolutamente ver a este hombre justo y egocéntrico, pensando en la pérdida de 2 hombres, mientras que casi un millón fueron asesinados.
Y culpar a Dallaire, quien estaba discapacitado por La ONU, se negó a darle apoyo a un mandato, el de irse, eso aturde la mente; pues El General tuvo que rogar incluso por los suministros más básicos, y no obtuvo respuesta.
Así las cosas, esta película documental reafirma por qué la realización de películas documentales son tan importantes, porque los documentales no solo cuentan una historia; cuentan una historia real, una historia humana; y ayudan a arrojar luz sobre los triunfos y las tragedias humanas, pero incluso aquellos que sienten que Dallaire es la figura del fracaso, de una misión ya de por sí fracasada, reconocerán que él sí se quedó cuando podría haberse ido fácilmente, como todos los demás hicieron.
Y sorprende cómo los países que se levantan y condenan El Holocausto, que llamaron a Irak y Afganistán “centros de maldad que deben ser invadidos y liberados”, parecen permanecer tranquilos, y permitieron que El Genocidio ocurriera, y repetidamente en África y en el resto del mundo.
Por tanto, “El diablo al que se estrechó la mano, fue a Occidente”
Dallaire publicó este libro tras varios intentos de suicidio, y años de tratamiento psiquiátrico.
Luego de su regreso a Canadá, tardó 7 años en empezar a escribir, pues sus memorias, por el impacto, eran tan impactantes como dispersas que dificultaban ser acuerpadas coherentemente.
En la obra, el militar deja claro que, a su entender, la pieza faltante fue la voluntad política, tanto de Francia como, y fundamentalmente, de Estados Unidos, para convertir los acuerdos de Arusha en una realidad.
No obstante, deja espacio para su propio “mea culpa”
Como individuo a cargo de la misión UNAMIR, considera que su fallo fue no haber podido persuadir a la comunidad internacional de que merecía la pena arriesgar vidas y recursos para salvar a la población de Ruanda del Genocidio.
De acuerdo a las revelaciones ante El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, ese Genocidio fue brutal.
A partir del 7 de abril de 1994, y durante 100 días, fueron asesinadas entre 800.000 y 1,171.000 personas de las etnias tutsis, hutus moderados, y twa; y más de 2 millones de personas fueron desplazadas internamente o hacia países vecinos.
La historia ha tratado de explicar el odio que enfrentó a los hutus y tutsis, y la forma en la que murieron más de 800.000 personas.
Sin embargo, ha sido el cine el que ha acercado estos hechos, a través de películas como “Shake Hands with The Devil” (2007); y una de las discusiones vigentes sobre El Genocidio de Ruanda, es la pasividad que algunos actores, llámese países y organizaciones, que demostraron durante ese trágico episodio de la historia ruandesa de 1994; así como también el silencio mediático, que no siempre entendió o llegó tarde, a lo que ocurrió entre los meses de abril y julio de ese año:
Una masacre de una mayoría radical, los hutus; hacia una minoría, los tutsis, que dio lugar a asesinatos interétnicos.
Es en esta falta de acción, que el cine encontró otra historia que contar.
“We're going to stay to bear witness to what the rest of the world doesn't want to see”
Shake Hands with The Devil es un drama bélico del año 2007, dirigido por Roger Spottiswoode.
Protagonizado por Roy Dupuis, Deborah Kara Unger, James Gallanders, Mark Antony Krupa, Amanda Alden, Justin Craig, Daniel Janks, Jean-Hugues Anglade, entre otros.
El guión es de Michael Donovan, basado en el libro autobiográfico titulado “Shake Hands with The Devil: The Failure of Humanity in Rwanda” de Roméo Dallaire.
El propio Dallaire le dijo al director de este filme 2 cosas fundamentales antes de que se hiciera la película, y es:
No convertirlo en un héroe, y decir la verdad tal como es.
Esta es una coproducción de Barna-Alper Productions, de Toronto; y Halifax Film Company, de Nueva Escocia.
Roger Spottiswoode dijo que la película era particularmente “oportuna, dadas las llamadas de La ONU para intervenir y darle fin a La Guerra de Líbano, y los continuos esfuerzos de mandar a las fuerzas armadas para frenar los asesinatos y violaciones en la turbulenta región de Darfur en Sudan.
Pues Los Estados Unidos han llamado al conflicto de Darfur, “un genocidio”
Los títulos iniciales de apertura, han puesto de lleno donde está la causa raíz del problema, algo que había sembrado las semillas para una posible discordia hace muchos años.
Y de nuevo, es innata la naturaleza humana, de alguna manera, querer tener competiciones para mear, para saber quién es mejor que otro, y quién es la mayoría y quién la minoría.
Esa diapositiva introductoria, es increíblemente informativa, y con solo unas pocas líneas, establece el tono de las atrocidades, y habla sobre oportunidades perdidas para arreglar las cosas, la exasperación que sigue a las instrucciones que no existen, etc.
La película fue filmada en Kigali, Ruanda; después regresaron a Halifax para las tomas finales.
La acción tuvo lugar en 1994, en ese pequeño estado de África Central, una masacre que terminó con la vida de más de 800.000 ruandeses.
Durante poco más de 3 meses, entre abril y julio de ese año, entre un 10% y un 20% de la población, en su mayoría ruandeses identificados como tutsis, murieron a manos de ruandeses identificados como hutus.
El arma más utilizada, fue el machete... y los perpetradores no hicieron ninguna diferencia de género o edad.
Por su parte, los medios de comunicación internacionales que cubrieron El Genocidio, y hablaron de “locura”, de “tribalismo”, de “furia repentina” y de “odios atávicos”
De esa manera, la película narra la horrorosa experiencia de Roméo Dallaire (Roy Dupuis) máximo representante de las tropas internacionales de Las Naciones Unidas en Ruanda, durante El Genocidio, de cómo La ONU falló al no prestar atención a las urgentes súplicas del Comandante, en su intento por obtener más ayuda para detener la creciente masacre.
La cuestión es que, debido a las luchas tribales, no sólo no se envió más ayuda al país africano, sino que se retiró la que había, lo que desencadenó la muerte de centenares de miles o millones de personas.
La inoperancia de La ONU y la falta de ayuda, explica el sentimiento de impotencia de los militares destinados en Ruanda, que muy poco pudieron hacer para evitar las terribles matanzas.
Por ello, en Shake Hands with The Devil podemos ver escenas donde se ven los rastros de la matanza por todo Kigali, y cómo la comunidad internacional no interviene para nada en dicho conflicto, incluso critica abiertamente a los franceses y a los EEUU por su intervención directa en el conflicto, aportando armas al bando hutu; y cómo el mundo se mantuvo al margen.
Pero 454 miembros del personal de mantenimiento de la paz de Las Naciones Unidas, de más de 20 naciones, optaron por quedarse en Ruanda, ayudando a salvar las vidas de 32,000 ruandeses que de otro modo hubieran sido asesinados.
En la narrativa, aquí se usa la figura del General Roméo Dallaire, enviado de La ONU a Ruanda, para mostrar cómo Naciones Unidas se desligó de la matanza, y desoyó la petición de ayuda de su representante; porque Dallaire anticipó lo que le iba a deparar a Ruanda, pero La ONU ordenó la retirada de sus cascos azules, dejando a los hutus sin ninguna presión internacional.
Asimismo, llegó a enviar a Dallaire una carta para que no interviniera, o que solo lo hiciera “para la evacuación de los extranjeros” y “en legítima defensa”
Sin embargo, Dallaire hizo caso omiso, protegiendo a miles de personas, tal y como lo hizo desde el 7 de abril La Cruz Roja Internacional, hay que decirlo todo.
La contraposición de las imágenes de ese bellísimo país al desarrollo de la historia, y el descenso a los infiernos del personaje, le da una gran fuerza dramática, y provoca en el espectador una sensación de culpa ante nuestra falta de interés hacia los problemas de los demás, especialmente aquí, los africanos.
Porque técnicamente la película está bellamente filmada, y cuenta una historia espantosa con la experticia que puede ser, pero no debería ser vista simplemente como un documental de los eventos que ocurrieron.
Y no es solo una historia del Genocidio ruandés, sino la historia del papel de un buen hombre en esos eventos, y el efecto que la historia tiene sobre él en todo momento.
También el filme se tomó el tiempo de explicar lo que estaba sucediendo en la pantalla, punto por punto, lo que ayudó a minimizar la confusión, y aclarar muchas cosas para quien no esté informado; por ello insisto que la película está brillantemente hecha y dirigida por Roger Spottiswoode; y el personaje de Roméo Dallaire está muy bien interpretado por Roy Dupuis, especialmente las escenas con el terapeuta; sin olvidar que la cinematografía es de alta calidad, y algunas escenas son simplemente impresionantes e impactantes, como bellas y aterradoras; y creo que es muy difícil establecer un sesgo entre los conflictos intelectuales y emocionales en este tipo de películas, ya que hay pocos que lo logren, y esta es una de esas pocas; pues los detalles son muy reales, y solo eso hace que esta película sea una visita obligada.
“Nobody told me how damn beautiful it was going to be”
Dirigida por Roger Spottiswoode, esta producción canadiense, filmada en Ruanda, sirve como una acusación a la humanidad en general, y a La ONU en particular, por ignorar la carnicería humana que tuvo lugar en la antigua colonia belga.
Basada en la autobiografía que El General Roméo Dallaire publicó en 2003, está construida como un gran “flashback” integrado por recuerdos que Dallaire transita desde el sillón del consultorio de su psiquiatra, y que se desgranan a partir de la pregunta de la médica:
“¿Quiere continuar viviendo?”
Y los recuerdos se introducen con imágenes de paisajes de Ruanda de gran belleza:
Lagos, montañas, cultivos, el verde de la naturaleza exuberante y el rojo de la tierra… hasta el rojo de la sangre, el olor a muerte y la desesperación.
A fines de 1993, El General canadiense Roméo Dallaire está asignado a liderar las tropas de Las Naciones Unidas en Ruanda; y en 1994, cuando comienza El Genocidio de los tutsis por parte de los hutus, El General Dallaire hace su mejor esfuerzo para ayudar a la gente de Ruanda, negociando de manera inclusiva con los rebeldes tutsi, el ejército hutu, y la milicia “Interahamwe”
Sin embargo, lucha contra la burocracia y la falta de interés de Las Naciones Unidas, es testigo de que Occidente ignora y rechaza cualquier tipo de apoyo, incluso Estados Unidos se opone en El Consejo de Seguridad de La ONU a cualquier tipo de ayuda…
Destrozado por las órdenes de La ONU para no interferir, sus hombres prácticamente sin municiones e instruidos para disparar solo si se les disparaba; la película narra los acontecimientos que dejaron a Dallaire, un oficial militar de carrera, que alguna vez fue orgulloso y endurecido; roto y tambaleándose al borde de un ataque nervioso, al borde de perder toda compostura.
Porque El General intenta primero mantener la paz durante un frágil cese de fuego entre las fuerzas del gobierno hutu y los rebeldes tutsi.
Más tarde, compartimos su frustración con Las Naciones Unidas, que no apoyan sus intentos de cesar el control de una situación que ya está fuera de control.
Las acciones e inacciones de los gobiernos extranjeros, predominantemente franceses y estadounidenses, dificultan aún más la paz.
El peor delincuente son los franceses, que arman descaradamente a las personas que realizan la masacre, y luego sacan a escondidas a los peores delincuentes del país.
En esta película, los estadounidenses se han desentendido con bastante facilidad, ya que parecen estar simplemente apáticos y nerviosos por estar atrapados en “otro conflicto africano” tan pronto después de que fracasaron en Somalia.
La falta de apoyo del resto de la comunidad internacional, hace que El General se convierta en más diplomático que soldado.
No es casual que posteriormente haya tenido una carrera política.
A medida que avanza esta historia, El General se encuentra cara a cara con algunos de los “demonios” del país:
La Primer Ministro le dice que ella y su familia fueron golpeadas mientras los gendarmes, un tipo de policía, esperaban afuera para asegurarse de que no llegara la ayuda; al asesinato de 6 niños en las profundidades del corazón de los hutus; y finalmente, una advertencia del General rebelde, Paul Kagame, advirtiendo que algo malo está por venir, y que nadie podrá detenerlo una vez que ocurra.
La sospecha se confirma aún más cuando un informador de la “Interahamwe”, la milicia hutu, que está acusado en gran parte de llevar a cabo El Genocidio, que proporciona evidencia de la gran cantidad de armas de la planificación.
A cada paso, Dallaire se siente frustrado por la falta de resolución por parte de sus maestros burocráticos en New York, quienes constantemente le dicen que no tome ninguna medida…
Entonces, una noche, el avión del Presidente se estrella en Kigali, y La Guardia Presidencial se vuelve loca.
Hasta el día de hoy, uno de los misterios es quién derribó el avión de Juvenal Habyarimana… pero esto no se aborda en esta película, porque se le impidió a uno de los pacificadores, realizar una investigación.
A partir de ahí, el país estalla en un Genocidio que, por el gran número de víctimas en un período de 100 días, se presenta como el acto más salvaje jamás presenciado por la humanidad.
Y en esto, la película realmente funciona de manera excelente.
Se le ordena a Dallaire, que no dispare a menos que lo disparen, por lo que cuando las tropas belgas y ghanesas que vigilan al Primer Ministro son enfrentadas, no tienen más remedio que entregar sus armas.
Los ghaneses son golpeados, mientras que los belgas son ejecutados por la Guardia Presidencial.
De hecho, en los primeros días, la mayoría de los moderados hutu de alto perfil, también son asesinados sumariamente, mientras que Dallaire no puede hacer nada más que mirar.
Por supuesto, también tiene que dar testimonio de la masacre de los inocentes, cuando presenta incansablemente sugerencias tras sugerencias, sobre cómo detener el baño de sangre, y sus maestros políticos en New York, una y otra vez no lo apoyan.
En última instancia, como muestra la película, esto afecta al propio Dallaire.
En uno de los ejemplos más inútiles, Dallaire está armado en casi toda la película, pero la única vez que dispara su arma, es para salvar a 3 cabras que compró a los perros hambrientos que intentan comérselas…
Es un dispositivo teatral, por supuesto, pero es digno de ser incluido porque, para empezar, es a lo que el mundo dio la espalda, “un absurdo”
La historia que se relata, es como una odisea de un militar de carrera, con una aparentemente e inquebrantable fe en su tarea, quien llega a Ruanda en su rol de comandante de La UNAMIR para monitorear un tan complejo como improbable proceso de pacificación tras una Guerra Civil; y a lo largo de las casi 2 horas de metraje, asistimos al derrumbe de esta idealización, en tanto, de ser un factor activo en la edificación del proceso de paz, los integrantes de la misión se transforman en espectadores pasivos, encadenados y estáticos.
El Roméo Dallaire de la película, evoluciona tal como lo relata en su autobiografía, de la esperanza a la sorpresa, y de la desesperación al abatimiento:
“Nuestro primer deber es ser imparciales.
Somos árbitros, no entrenadores, y ciertamente no jugadores.
A propósito, nuestras armas son para impresionar, caballeros; ni siquiera tenemos suficientes municiones para ejercicios de tiro al blanco.
Estamos aquí para crear un ambiente de seguridad, para estabilizar la situación y no para crear una solución permanente.
Eso es trabajo de ellos”
Este Dallaire que llega a Ruanda al principio de la cinta, es el Dallaire confiado, optimista, con su fe intacta en la potencialidad de su proyecto.
Que se enamora de la belleza del país, tal como relata en el libro:
“Todo el mundo ama la belleza”, le responde Madame Agathe, La Primer Ministro de Ruanda, asesinada en el transcurso del Genocidio.
“Es como amar a una niña bella, es fácil”
Lo difícil, y esto es a lo que deberá enfrentarse Dallaire, es “amar” a lo monstruoso.
En la película, empieza a asomar la contradicción que implica monitorear la paz sin contar con los recursos ni el apoyo para asegurarla:
“Pienso que es como decirle a los niños, que están jugando con una colmena, que paren, o la niñera se va a ir”, expresa El General.
Lo cierto es que la misión UNAMIR contaba con fondos mínimos:
Neumáticos de segunda mano sobrantes de la misión en Camboya, falta de reemplazo en los suministros médicos, y escasez de baterías y municiones.
Dallaire observaba a la dimensión étnica, como una de las causas que sustentaban las matanzas; y describió una campaña de terror muy bien planificada desde el centro del poder ruandés.
Todavía, en este punto se veía a sí mismo como un mediador en el cese del fuego, aunque dicho convencimiento no duraría.
En la película vemos sucederse las imágenes de unos cuerpos de paz impotentes ante el ejército ruandés, porque las órdenes son claras:
“Disparar solamente en caso de legítima defensa; si la situación se volviera crítica, deponer las armas”
Durante los 100 días que duraron las matanzas, El Presidente Bill Clinton no se reunió ni una sola vez con sus asesores para tratar el tema.
Por otro lado, se critica que, pudiendo hacerlo, Estados Unidos tampoco empleó su fuerza tecnológica para interferir La Radio de Las Mil Colinas, un agente oficial fundamental en el desarrollo del Genocidio por su gran capacidad de llegada, y la virulencia de sus mensajes.
Habiendo elaborado listas de tutsis con sus respectivos domicilios de antemano, el ejército ruandés se sirvió de la radio oficial para transmitir esa información a las milicias genocidas de todo el país.
Lo que sí hizo Estados Unidos, fue exigir la salida de las fuerzas de paz de La ONU de Ruanda, debido al “mal comportamiento”, con gran beneplácito de los extremistas hutus.
De esa manera, la retirada de Ruanda de La Fuerzas de Naciones Unidas, fue la victoria diplomática más grande del poder hutu hasta la fecha, y se le puede agradecer casi únicamente a los Estados Unidos.
Ya a fines de abril, Dallaire empezó a emplear el término “tabú” para referirse a las matanzas:
¡Genocidio!
Desde Estados Unidos, sin embargo, el vocablo era excluido de cualquier comunicación oficial; mientras el país continuara actuando según las pautas de La Convención sobre Genocidio de 1948, y si la palabra era empleada, se debería actuar en consecuencia.
No fue hasta el 21 de mayo, que El Secretario de Estado, Warren Christopher, dio su autorización para el uso diplomático del término.
La película aborda el empleo del término “Genocidio”, pero la complejidad del tema que encara es importante, ya que abre diversos frentes que no logran desarrollarse en profundidad, y el debate sobre el nombre se pierde en las intenciones.
Mientras el libro relata escrupulosamente a lo largo de casi 600 páginas los hechos acaecidos en Ruanda durante unos pocos meses; el film condensa en menos de 2 horas la evolución del hecho histórico y del personaje central.
Algo similar ocurre con la idea de matanza sistemática:
Se sabía que se elaboraban listas de nombres y direcciones de víctimas.
Los principales perpetradores, eran las tropas del gobierno Ruandés y las milicias hutus.
Los testimonios de funcionarios norteamericanos y archivos liberados, indican que, al día siguiente del derribo del avión que transportaba a Habyarimana y Ntaryamira; La Embajada de EEUU en Ruanda, ya sabía que tendría lugar una matanza sistemática de tutsis.
Para Dallaire, ambas nociones, genocidio y matanza sistemática, son lo suficientemente potentes como para detenerse largo tiempo sobre ellas, pero la extensión de la versión fílmica no lo permite.
Al tiempo que la película recupera algunas ideas clave del libro, como la futilidad de la misión UNAMIR, o el dilema de un hombre que, como militar, debe acatar las órdenes:
“Las órdenes, para un militar son como los votos para un sacerdote”, mientras reconoce el absurdo de lo que debe obedecer.
Pero se centra, fundamentalmente, en la lucha del Comandante contra El Consejo de Seguridad.
Y es interesante, como condensación simbólica de la situación, la escena en la que el vocero de La ONU le dice un jueves, por teléfono, que su solicitud para el envío de una misión de refuerzo, La UNAMIR 2, será elevada el día lunes; mientras Roméo grita para hacerse escuchar, porque su oficina está siendo bombardeada...
“¿Usted sabe cuánta gente va a morir entre hoy y el lunes?”, pregunta Dallaire.
“No puedo escucharte”, le responde el vocero antes de colgar el teléfono.
Ese “no puedo escucharte”, sintetiza buena parte del mensaje de la película, que describe una Organización de Las Naciones Unidas, absolutamente sorda al llamado de atención del protagonista, lo que contradice la idea:
“Más que nada en actitud de escucha”
Por otro lado, y en función de contribuir a la construcción del espectáculo, el film modifica algunas situaciones descriptas en el libro.
Un ejemplo es la escena en la que Dallaire ingresa a la reunión que El Coronel Bagosora mantiene con los miembros del ala más dura del ejército.
En el libro, El Jefe del Ejército está reunido con los líderes de los diferentes partidos políticos y, cuando Dallaire irrumpe, es prácticamente rechazado a puntapiés.
En la película, el héroe canadiense habla ante los militares, y es aplaudido.
Una vez iniciado El Genocidio, El Consejo de Seguridad de Las Naciones Unidas debía decidir si estaba dispuesto a pasar de una misión de mantenimiento de la paz, a una misión de establecimiento de la paz en un entorno hostil; lo cual habría requerido más tropas, mayores recursos, y una creciente agresividad para proteger a los civiles.
Dallaire presentó un plan que involucraba el incremento de efectivos; pero la propuesta norteamericana para resolver el mismo problema, creaba zonas protegidas en las fronteras de Ruanda… y el plan de Estados Unidos tenía una seria dificultad:
La inmensa mayoría de las personas, cuya vida peligraba, eran tutsis, quienes jamás podrían cruzar a salvo las rutas controladas por la “Interahamwe” para llegar a la frontera.
Para Dallaire, el objetivo del plan de EEUU era “organizar un espectáculo sin riesgo”
El 3 de mayo se estableció la nueva doctrina estadounidense de paz, El PDD-25, que limitaba la participación de Estados Unidos en misiones de paz, allí donde sus intereses no estuviesen directamente comprometidos, y criticaba a La Organización de las Naciones Unidas por el manejo de los fondos disponibles.
La alusión a este protocolo aparece, en la película, en boca del protagonista:
“No han mandado más tropas todavía.
Ni combustible, ni comida, ni vendas.
Y créame que los EEUU están haciendo un esfuerzo gigante para que se haga lo menos posible”
A mediados de abril, Dallaire recibió la desconcertante noticia de que si los bandos contendientes no deponían las armas, La UNAMIR se retiraría de Ruanda, abandonando el país a su suerte.
En la película, el repliegue paulatino de las tropas se muestra en forma metafórica con el número de sillas que se van retirando, por orden del desolado protagonista, de la sala de reuniones.
Como personaje, Dallaire es construido como un “Quijote solitario”
En él se combina el heroísmo de su lucha aislada contra los poderes internacionales, con una dimensión muy humana, dada por la desazón y la tristeza.
Incluso se lo muestra practicándose cortes en una pierna, en un intento por aliviar el dolor, y a modo de anticipo de sus futuros intentos de suicidio.
Es esa humanidad la que impulsa a Dallaire, el personaje, a continuar pidiendo el envío de 3 nuevos batallones, que son todo lo que necesita para detener la masacre.
Y es que Roméo Dallaire es un militar de carrera, y en el libro, eso resulta muy evidente, tanto en el lenguaje como en la reconstrucción de los acontecimientos.
Ser militar, es un componente identatario muy fuerte que en la película desaparece y es reemplazado por las características de un líder organizador; aunque lo veamos saludando, llevándose la mano a la gorra azul, y aunque diga que un militar está formado para obedecer órdenes, el Dallaire cinematográfico podría haber sido un civil.
Pero el héroe es Dallaire, cuya lucha, o quijotada solitaria, constituye la línea excluyente de la película; porque los villanos son múltiples:
El poder hutu, Las Naciones Unidas, y los medios de comunicación internacional, cuya escueta presencia simboliza la indiferencia del mundo hacia un diminuto país sin valor estratégico, o de recursos para los poderes mundiales.
Basta recordar que en el mes de mayo de 1994, tuvo lugar la asunción de Nelson Mandela a La Presidencia de Sudáfrica; y alrededor de 2500 periodistas de EEUU aterrizaron en esas tierras…
Para cubrir El Genocidio de Ruanda, los medios estadounidenses enviaron a 15 personas.
La crítica del film, por ello involucra también al líder del FPR, Paul Kagame.
No obstante, el rol efectivo del ejército del FPR en la derrota final del poder hutu, la película responsabiliza al líder tutsi por la demora en la toma de una decisión que podría haber frenado El Genocidio mucho antes.
De alguna manera, el logro de la obra es que logra quebrar en el espectador la noción de “lucha inter tribal”, y plantear el conflicto ruandés en una dimensión más cercana a su verdadera complejidad política.
Con Las Naciones Unidas como parte esencial de la ecuación, la película transforma en héroe al desolado autor de un libro autobiográfico, que escribe como modo de transitar su propio proceso curativo.
También la película es una cuenta gráfica sin ser explotadora.
La matanza es evidente a través de escenas de innumerables cuerpos en las calles y los ríos, pero la mayor parte de la violencia, es solo fuera de cámara.
Técnicamente, la dirección es ligeramente surrealista, y la actuación es bastante buena en el papel principal.
Sufre un poco por ser virtualmente un espectáculo de un solo hombre, con el personaje principal como el foco de virtualmente todas las escenas, pero no se puede negar el poder y la importancia de esta película.
Este Roméo Dallaire, como el real, es un hombre muy valiente e igualmente honesto, y eso es lo que realmente hace que esta película funcione.
No tiene miedo de mostrar sus emociones y debilidades humanas, y esto hace que su esfuerzo valiente para salvar vidas durante El Genocidio en Ruanda, sin un pequeño riesgo personal, sea aún más impresionante.
Por lo que esta película documenta cuidadosamente los inicios de la atrocidad y, sin temor, culpa.
La impotencia de Dallaire nos está envolviendo, y sentimos su frustración ante la creciente escasez de hombres y equipos; por lo que narración sigue los eventos, y no hay historias secundarias ni romances.
Solo los hechos; porque la escritura del guión se pegó al libro, lo mejor que pudo; y la mayoría de las desviaciones serían errores de interpretación, no licencias artísticas.
Dallaire, quien había estado presionando para que la película se filmara durante mucho tiempo, explicó que los productores han jugado con la idea de ir a Hollywood para que se produzca allí...
La ventaja fue que la producción pudo haber disfrutado de un presupuesto mayor, pero la idea se abandonó, porque había una posibilidad demasiado grande de que Hollywood hubiera alterado la historia, haciéndola más comercial.
Del reparto, confieso que nunca había oído hablar del actor principal, Roy Dupuis, antes de ver la película…
Él es muy bueno en el papel principal, y la representación de Dupuis de Dallaire, se encuentra entre las interpretaciones más inquietantemente y precisas de un actor en bastante tiempo; y no solo porque los 2 comparten un parecido sorprendente, sino que Dupuis parece casi convertirse en El General en todos los aspectos de su ser:
Luciendo un bigote cuidadosamente peinado, uniforme y una auténtica boina azul; de hecho, Dupuis utilizó el carné y las condecoraciones originales de Dallaire de 1994.
Y es que el mismo Roméo Dallaire colaboró con el proyecto, revisando línea por línea el guión, e insistió en darle a Dupuis, las condecoraciones para agregarle autenticidad; y le dio algo de sí mismo:
“Siento una conexión real con este hombre.
Él se abrió ante mí” dijo Dupuis durante una entrevista en el set, la primera vez que habló con los medios desde que comenzó el agotador rodaje en Ruanda un mes antes.
“Estoy aquí por él”, concluyó.
Por otra parte, Roger Spottiswoode dijo:
“Nuestra película es acerca de un hombre que estaba consciente del Genocidio que se avecinaba, y trató de convencer a La ONU de hacer algo respecto, pero en lugar de eso, ellos lo rechazaron; realmente la película es sobre un problema mayor, acerca de cuál es el rol de La ONU en situaciones como éstas”
Esto lo dijo el director mientras filmaba en El Estadio Amahoro en la capital ruandesa, que protegió miles de civiles aterrorizados en 1994, mientras que los asesinos rondaban las calles.
Además, Spottiswoode reveló que cada soldado de La ONU estaba ligeramente armado, tenía solo una revista de 11 rondas cada una, apenas lo suficiente para hacer algo, y claramente explicó su participación en ser nada más que observadores absolutos.
Las reglas de combate se pasan, y para la milicia ruandesa, está claro que mientras no se enfrenten a las tropas de La ONU, prácticamente pueden hacer lo que quieran.
Entonces:
¿Cómo se puede negociar con los bárbaros que solo entienden las reglas si están en el otro extremo del cañón de una pistola, y no El Estado de Derecho?
Es probable que comparta el dolor de Dallaire por tener las manos atadas a la espalda, y por haber rechazado todas sus súplicas y peticiones, y que los embajadores del país tomen el vuelo tan pronto como puedan, sin la menor idea de que regresarán, o prestarán apoyo de todas formas.
¿Y qué hubiera pasado si El General Dallaire tomara las cosas con sus propias manos, y comenzara a disparar sus armas, en lugar de observar pasivamente el asesinato y la violación?
¿Y qué hubiera pasado si La ONU cambiara de opinión, e hiciera la tarea por la cual fue fundada, y decidiera involucrarse más, en lugar de retirarse?
¿Cuántas vidas pudieron haberse salvado, y cómo eso habría cambiado a Ruanda como lo conocemos ahora?
De alguna manera, es como si el mundo civilizado no quisiera ensuciarse con la solución de los problemas en el continente africano, por lo que deberíamos esperar que los problemas contemporáneos, como la piratería frente a las costas de Somalia continúen, siempre que no haya un interés directo por parte de alguien lo suficientemente fuerte y valiente para defender un cambio.
Supongo que así se han hecho las cosas con nuestra humanidad…
¡Lamentable!
No es casual que el discurso de apertura de Dallaire a su equipo al principio también se refirió a establecer las reglas, a entender su papel como “estar allí para mantener la paz”, pero admitir que los soldados probablemente no son el mejor partido para hacerlo.
Y vemos cómo luchan por mantener la compostura a medida que se enfrentan, como ya lo sugiere el título, a los propios demonios, donde uno tiene que apretar los dientes y aguantarlo, sabiendo que cualquier acción proactiva, requerirá recursos más allá de los medios actuales, y entonces la necesidad de mantener cualquier operación para limpiar el desorden.
Es por ello que Dallaire tiene que depender de las habilidades de negociación experta de ambos lados, para hacer todo lo posible por mantener cierta apariencia de orden, a pesar de que el caos reina por todas partes, y recibir disparos en lugares reales, no puede dejar de ser testigo de una recreación de la des/humanidad.
Si algo puede achacarse a la historia, es que está producida un poco tonificada.
Es decir, los eventos en Ruanda fueron mucho peores de lo que se podría mostrar en la película; y entiendo que era un asunto delicado, ya que la realidad era muy dura, y pudo haber alejado a los espectadores potenciales.
Aparte de la escena de la iglesia, en todas partes se te presentan escenas atenuadas...
La realidad era 10 veces más grande, y muy numerosa; mucho más sangrienta y mucho más parecida a una carnicería.
Por lo que a veces vemos a Dallaire y los otros personajes de UNAMIR bastante limpios, cuando en realidad estaban constantemente ensangrentados.
Por lo que simplemente siento que la verdadera atmósfera atroz no existe aquí, y eso es injusto, pero a la vez es muy respetable por un tema tan sensible.
Además, La Guerra Civil no está presente aquí, aunque se menciona, y te das cuenta de que La RFP de Kagame finalmente lo gana, la guerra está ausente en la mayoría de los casos.
Los hechos son que La UNAMIR operó en medio de batallas de La Guerra Civil, que contribuyeron enormemente a su ineficiencia; y se nos dice que incluir escenas de batalla en la película, hubiera sido demasiado costoso para el presupuesto, y que los permisos de las autoridades de Ruanda fueron difíciles de obtener...
Es difícil suavizar el tema de esta película, el exterminio sistemático de casi un millón de personas, la inacción del mundo en general, la difícil situación de un alma quebrada…
A lo largo de la película vemos imágenes gráficas de las atrocidades que ocurrieron en Ruanda, desde cadáveres desmembrados hasta brazos, piernas y cabezas cortadas; pilas de cuerpos en descomposición en las carreteras y hombres, mujeres y niños siendo pirateados en las calles.
Esta película no es un momento divertido para nadie; no es divertida, es totalmente lo contrario, deprimente, muy deprimente.
Sin embargo, es una dimensión importante de la historia, y está profundamente ausente en la atmósfera resultante.
De la partida del belga, aunque Dallaire estaba muy agradecido por la presencia de los paracaidistas belgas entre UNAMIR, eventualmente creció un odio severo hacia ellos cuando salieron de la misión, apenas 2 semanas después del inicio del Genocidio, dejando a Dallaire con menos personal, cuando en realidad necesitaba más tropas...
Esto no pasa en la película, en absoluto.
No obstante, al General Roméo Dallaire le tengo el mayor respeto y admiración por su valentía, al ser brutalmente honesto y sincero; y cada vez que escucho sus entrevistas y discursos, ha sido discordante en su autoevaluación, y en el reconocimiento de su propio fracaso, que sabiendo lo que ahora sabemos sobre la indiferencia y la ignorancia voluntaria de la comunidad internacional y Las Naciones Unidas, duda.
Porque algunos han acusado a Dallaire de ser grandioso, pero no veo nada de eso, veo a un hombre asolado por la culpa, que ha llevado a una larga y difícil lucha para encontrarse, a redescubrir su propósito en la vida, un largo viaje desde la oscuridad a la luz.
Porque este es un hombre perseguido por muchos demonios y oscuras sombras, que de alguna manera debe aceptar e incorporar dentro de su propia alma y carácter.
La misión de su vida, es ahora muy clara:
Ser la voz de todos los que murieron en Ruanda, dar testimonio de su tragedia y su situación, mantener viva su memoria y su historia, y ser nuestro propio demonio al no dejarnos olvidar lo que pudimos tener y debería haber hecho.
Por lo menos, Roméo Dallaire estuvo allí e hizo todo lo posible, y por eso nadie puede culparlo.
En definitiva, esta es una muy buena película, con una buena disposición para educar a la gente sobre los puntos de vista de UNAMIR y La ONU durante El Genocidio ruandés de 1994.
Ese fue uno de los mayores deseos de Roméo Dallaire.
Para finalizar, decir que el título de la película alude al momento en el que Dallaire estrecha las manos de los 3 líderes de la “Interahamwe” para sellar un trato que le permitirá trasladar a los refugiados alojados en El Estadio y El Hotel des Mille Collines, a un lugar en el que se los pueda alimentar.
Esta idea se refuerza con la imagen del General que mira, con una sorpresa no exenta de abatimiento, la mano que acaba de dar a los milicianos…
¿Pero quién es el diablo con el que Dallaire se ve obligado a negociar?
¿La milicia Interahamwe, o también El Consejo de Seguridad de Las Naciones Unidas, con el que El Comandante de La UNAMIR debe permanentemente pactar? Los 2 traicionan:
Las milicias no permiten pasar a los camiones que transportan a los refugiados, y Las Naciones Unidas obligan a retirar las tropas, cuya función básica era proteger al pueblo de Ruanda.
En el libro, Dallaire es contundente:
“¿Podríamos haber evitado la reanudación de La Guerra Civil y El Genocidio?
La respuesta corta es que sí.
Si La UNAMIR hubiera recibido el modesto incremento de tropas y el potencial que solicitamos en la primera semana:
¿Podríamos haber detenido las matanzas?
Sí, absolutamente.
¿Nos habríamos arriesgado a tener más bajas de La ONU?
Sí, pero seguramente las naciones y los soldados de los cuerpos de paz habrían estado preparados para pagar el precio de salvaguardar la vida y los derechos humanos.
Si La UNAMIR 2 hubiera sido desplegada a tiempo, como se había solicitado:
¿Se habría reducido el prolongado período de matanzas?
Sí, lo habríamos detenido mucho antes”
Nada más que decir…
“I am still suffering from my experience in Rwanda, I never know when I'm going to drive my car off a bridge, or just decide to take my life”
Una película como Shake Hands with The Devil, recuerdan a otros filmes donde la humanidad perdió su rumbo:
“Schindler's List”, “Ararat”, “The Killing Fields”, “Sophie's Choice”, “The Pianist”, el mismo “Hotel Rwanda”, son ejemplos de este tipo de películas, películas que retratan la crueldad e inhumanidad del hombre hacia el hombre; y cada vez que veo esas películas, me siento agotado, avergonzado, impotente, enojado, cómplice, asombrado y culpable de mi propia ignorancia, egoísmo y apatía.
Por no cometer errores, de alguna manera todos somos culpables, todos compartimos la culpa de todas estas monstruosas calamidades que han ocurrido a lo largo de la historia; desde El Genocidio a los asesinatos en masa, las destrucciones de cuerpos, mentes y almas, en las cuales nos encontramos presentes, ayudando a sus arquitectos y permitiendo que los planes diabólicos que se ponen en marcha, procedan sin obstáculos.
Porque el silencio ensordecedor de la humanidad y las voces apagadas de todos los que perecieron, son nuestros acusadores más potentes; y aún con todas estas lecciones dolorosas, continuamos a no hacer nada.
Sobre Roméo Dallaire, a su regreso a Canadá de UNOMUR y UNAMIR; fue designado para 2 comandos simultáneos en septiembre de 1994, como Comandante Adjunto del Comando de La Fuerza Terrestre (LFC) en Saint-Hubert, Quebec; y Comandante de 1° División de Canadá; y en octubre de 1995, Dallaire asumió el mando del Área de Quebec de La Fuerza Terrestre.
En 1996, Dallaire fue ascendido a Jefe de Estado Mayor, y al Grupo de Viceministro Adjunto (Personal) en NDHQ.
En 1998, fue asignado a Viceministro Adjunto, Recursos Humanos/Militar; y en 1999 fue nombrado Asesor Especial del Jefe del Estado Mayor de Defensa en Desarrollo Profesional de Oficiales.
Como consecuencia de su tour en Ruanda, Dallaire sufre de un Trastorno de Estrés Postraumático; y en el 2000, intentó suicidarse combinando alcohol con su medicamento antidepresivo, una combinación casi fatal, que lo dejó en estado de coma.
No obstante, ya “recuperado”, Dallaire es un partidario abierto de crear conciencia sobre la salud mental de los veteranos; y en enero de 2004, compareció ante El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, para declarar contra El Coronel Théoneste Bagosora.
El testimonio fue crítico para el resultado del juicio, y en diciembre de 2008, Bagosora fue condenado por Genocidio, y por la responsabilidad de los asesinatos de los 10 pacificadores belgas.
La sala de juicios sostuvo que:
“Está claro que el asesinato de los pacificadores formó parte del ataque generalizado y sistemático”, y al mismo tiempo sostuvo que “la evidencia sugiere que estos asesinatos no eran necesariamente parte de un plan altamente coordinado”
Más tarde, Dallaire trabajó como Asesor Especial del Gobierno Canadiense sobre niños afectados por la guerra y la prohibición de la distribución de armas pequeñas, así como con agencias internacionales con el mismo enfoque, incluido el trabajo infantil.
En 2004 y 2005, se desempeñó como miembro del Centro Carr para La Política de Derechos Humanos de La Universidad de Harvard, en la escuela John F. Kennedy.
Por otra parte, cabe señala que al comienzo de la carrera militar posterior de Dallaire, El Departamento de Defensa Nacional (DND), le encargó la tarea de crear un programa que apoyara las necesidades de rehabilitación de los ex militares.
Sin embargo, el 3 de diciembre de 2013, Dallaire tuvo un accidente automovilístico en Parliament Hill, Ottawa.
Su auto, un BMW negro, golpeó un poste de luz antes de que se detuviera.
Dallaire dijo que se había quedado dormido al volante, debido al estrés; la bolsa de aire de su vehículo se desplegó, y no hubo víctimas.
Además, Dallaire renunció al Senado, el 17 de junio de 2014, 7 años antes de llegar a la jubilación obligatoria; y decidió hacerlo para pasar más tiempo hablando en público, investigando, y debido a sus propias luchas con El Trastorno de Estrés Postraumático, debido a su frustración con el escándalo de gastos en El Senado canadiense; se dedicaría la mayor parte de su tiempo en el tema de la erradicación del uso de niños soldados a través de su iniciativa “Niños Soldados Roméo Dallaire”, para ayudar a prevenir el reclutamiento y el uso de niños soldados.
Actualmente, él es miembro principal del Instituto de Estudios de Genocidio y Derechos Humanos de Montreal (MIGS), y codirector del “Will to Intervene Project”, que publicó un informe de recomendaciones de políticas llamado:
“Movilización de la voluntad de intervenir: Liderazgo y acción para prevenir las atrocidades masivas”
Dallaire y su esposa, Elizabeth, tienen tres hijos:
Willem, Catherine y Guy.
Todavía piensa en Ruanda…

“I know there is a God, because in Rwanda I shook hands with the devil.
I have seen him, I have smelled him and I have touched him.
I know the devil exists and therefore I know there is a God”



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