The King of Kings

“Most reverent and strikingly beautiful panorama of the tragedy of all ages, the world's greatest screen epic.
A production acclaimed by world-famed scholars, press and public in this country and abroad, as the most ambitious presentation of the final years of the life of Jesus ever pictured on the screen.
An epochal motion picture that will live forever in the hearts of mankind”

La vida de Jesús de Nazaret, según los relatos del Nuevo Testamento, y generalmente desde una perspectiva cristiana, ha sido un tema frecuente en el cine casi desde su misma aparición.
De hecho, Jesús de Nazaret es quizás el personaje más interpretado en el cine.
Y siendo la sociedad que vio nacer el cine mayoritariamente cristiana, es lógico que desde un principio se pensara en que llevar la vida de Cristo al nuevo medio sería un gran negocio.
Hasta entonces, los productores estaban acostumbrados a no realizar grandes inversiones... y pensaban que el público llenaría igualmente las salas de cine…
Serían personajes como Fairbanks, Griffith, Rex Ingram o DeMille, los que conseguirían gracias a su audacia personal, crear las películas de gran espectáculo.
Independiente del sentimiento religioso que cada persona pueda tener, y considerando a la figura de Cristo simplemente como personaje histórico, es incuestionable que su existencia marcó el rumbo de la humanidad.
Su mensaje fiel o distorsionado, ha marcado la vida de millones de hombres durante cientos de años; y durante todo ese tiempo, el arte occidental en sus diferentes manifestaciones, y por diferentes motivos, se ha hecho eco de su existencia.
El cine no podía ser menos, y eso a pesar de la notable dificultad que representa “hablar” de Cristo, especialmente en el medio cinematográfico; es complejo trazar los límites difusos entre lo espiritual y lo somnífero, lo sublime y lo ridículo; y fácilmente se puede caer en el error de, dibujar un Cristo tan divino, que lo aleje del interés humano o tan humano; y realista que se caiga en la irreverencia que muchos espectadores repudiarían.
Conseguir todo esto, y tener en cuenta las diferentes sensibilidades y las ideas preconcebidas que cada persona pueda tener sobre la figura de Cristo, es un reto que el cine acometió desde sus mismos orígenes, con resultados variables; y en esa cuestión tan delicada, nunca se podrá contentar a todos.
Ya en 1898, la vida de Jesús fue llevada a la pantalla por Georges Hatot y Louis Lumière, en un filme titulado “La vie et la passion de Jésus-Christ”
Ese mismo año, Richard G. Hollaman, propietario de un museo de figuras de cera, produjo otra vida de Cristo dirigida por Henry C. Vincent en el tejado del Grand Central Palace de New York.
Con el empuje del arte nuevo, se filmó “The Passion Play of Oberammergau”, un drama litúrgico que se representa acompañado de un gran coro musical, que fue un extraordinario éxito.
No era una película, simplemente era la filmación de lo representado, compuesto por 18 escenas o cuadros, y que entre 1898 y 1904, sería ampliado con 10 escenas más.
A pesar de que estas películas primigenias sobre la vida y pasión de Jesús de Nazaret estaban compuestas por estáticas imágenes habituales en las artes plásticas, supusieron un considerable avance en el establecimiento del largometraje cinematográfico.
Estrenada en 1905, la versión de Pathé reproducía óleos muy conocidos de la historia de la pintura, y se coloreó fotograma a fotograma para obtener una gran sensación de realidad.
Esta versión tuvo un éxito permanente, y, aún en 1925, se seguía exhibiendo.
Una versión producida el Reino Unido por la Warwick Company en 30 escenas; y otra francesa de Alice Guy y Victorin Jasset, de 1906, titulada “La vie du Christ”, se sumarían al abundante plantel de Pasiones filmadas; de hecho, esta última estaba inspirada en las acuarelas que James Tissot pintó en un viaje a Palestina.
Pero para que los cuadros piadosos se convirtieran en narración fílmica, hubo que esperar hasta la primera adaptación de la novela “Ben-Hur”, rodada en 1907, que contenía una intriga protagonizada por personajes secundarios, pero que vivían los hechos contemporáneos a Jesús; y dio a la historia un aspecto muy cinematográfico, con rodajes en exteriores, que eran la especialidad de esta productora.
La carrera de cuadrigas, fue de hecho, desde esta primera versión, la secuencia central de esa película; y se convirtió en el centro de atención de la versión de “Ben-Hur” (1925), dirigida por Fred Niblo, y producida por la recién creada Metro-Goldwyn-Mayer.
Así que son numerosas las versiones de la vida de Jesús rodadas durante la época del cine mudo… y la primera película propiamente dicha, que se basó en la vida de Cristo fue “The Star of Bethlehen” (1908)
Y 5 más se rodaron antes de que D.W. Griffith, en 1916, rodase su monumental “Intolerance”, película que marcaría en muchos aspectos el camino que seguiría el nuevo arte y el formato espectacular, en el que en general, se trataría a la figura de Cristo.
Con el “colosalismo” cinematográfico, que nació muy poco después que el mismo cine; el género épico tal, como lo entendemos ahora, tuvo su primer representante en “Gli Ultimi Giorni di Pompeii” (1908) dirigida por Arturo Ambrosio, e Italia fue su cuna.
Esta forma de hacer cine, se exportó a Estados Unidos, pero mientras que la temática del “epic” europeo bebía en mayor medida de las fuentes de la antigüedad, cuando el género fue importado por Hollywood, se decantó por la temática religiosa.
Inmediatamente quedó unidos, la épica cinematográfica con las historias basadas en El Antiguo y Nuevo Testamento.
Por ejemplo, “Intolerance”, en realidad se compone de 4 capítulos ambientados en épocas diferentes, pero con un mensaje común:
El odio y la intolerancia del ser humano se sobreponen al amor, a la razón y a la piedad.
Uno de estos capítulos, estaba dedicado al mensaje de amor de Cristo.
Griffith demostró con “Intolerance”, que era un gran maestro del cine, y del “cine superlativo”
A partir de ahí, hubo una industria del cine religioso que a día de hoy no ha parado en producirse.
“Supreme in Theme!
Gigantic in Execution!”
The King of Kings es un drama del año 1927, dirigido por Cecil B. DeMille.
Protagonizado por H.B. Warner, Dorothy Cumming, Ernest Torrence, Jacqueline Logan, William Boyd, Joseph Schildkraut, entre otros.
El guión es de Jeanie Macpherson, y narra la vida de Jesús de Nazaret, en concreto, las últimas semanas antes de La Crucifixión.
Cecil B. DeMille, es reconocido hoy como “el padre fundador del cine de los Estados Unidos, y el productor/director con mayor éxito comercial en la historia del cine”, porque sus películas se distinguieron por su escala épica y por su habilidad cinematográfica.
Hizo películas mudas de todos los géneros:
Dramas sociales, comedias, westerns, farsas, obras de moralidad y desfiles históricos; y recurrió a su herencia cristiana y judía, para transmitir un mensaje de tolerancia en el género religioso.
Precisamente, DeMille en un principio pensaba combinar una historia moderna con La Pasión de Cristo; y un modo de narrar historias bíblicas tan en boga en la época y que el mismo había utilizado en su película más famosa hasta el momento “The Ten Commandments”; había transcurrido ya 3 años desde ese gigantesco éxito, y el gran director se había independizado de su productora Paramount.
Sus problemas con el máximo mandatario, Adolph Zukor, se originaron durante el rodaje de ese filme, ante sus altos costos.
Ni la excelente recaudación lograda, que triplicaba lo invertido, consiguió cerrar la herida; y DeMille seguía gastando, más y más; así que Zukor decidió no renovar su contrato, por lo que el director decidió aventurarse como productor independiente.
En 1927, dirigió The King of Kings , una biografía de Jesus de Nazaret, que fue aclamada por su sensibilidad, y llegó a más de 800 millones de espectadores; por ejemplo en México, durante la etapa de gobiernos anticlericales, servía a los asistentes como sustituto de la reunión dominical en las templos, y la gente se arrodillaba a rezar; mientras en numerosos países del mundo se registraron conversiones religiosas debido al filme.
La película tiene el sello característico de DeMille, con abigarradas composiciones, inspiradas en los artistas barrocos y románticos, como Rubens y Gustavo Doré; y especialmente en los bocetos creados por el gran artista californiano, Dan Sayre Groesbeck, fundamental en la estética del cine de DeMille.
Y no creo que ningún filme rodado hasta entonces, cuente con tan abundante material tanto fotográfico como de escenas filmadas, que documenta este proceso; en el podemos ver a un dinámico DeMille, metido en faena, mientras se encarga de dirigir a su variada troupe.
Daniel A. Lord, quién pudo observar al director durante el rodaje del filme, lo describe como una extraña mezcla de monarca absoluto y caballero encantador.
Lord, era un escritor jesuita que poco después sería uno de los responsables de redactar El Código Hays de producción, que durante tantos años lastraría Hollywood.
Estrecho de miras en los asuntos de alcoba, Lord era más progresista que DeMille en asuntos sociales; y con él tuvo sus más y sus menos durante el rodaje, mientras algunos clérigos judíos, antes del estreno, conminaban a sus fieles a no ver la cinta, pues dada una mala imagen a los dirigentes de su pueblo…
The King of Kings es muda, y está filmada en blanco y negro, menos 2 secuencias que se rodaron en Tecnicolor:
Una al comienzo, y la escena de la resurrección, que utilizan el proceso de 2 tiras inventado por Herbert Kalmus.
El filme se estructura a base de textos extraídos de Los Evangelios que aparecen en la pantalla antes de cada escena, y que permiten al espectador seguir la historia.
Pero como se dijo, esta no era la primera película donde aparece la figura de Jesús, recordemos la inolvidable “Intolerance” (1916) de D.W. Griffith, pero si es la primera película donde se nos relata ampliamente su vida; y se destaca por ser la primera gran obra del cine a la figura de Jesús, sobre todo por el cuidado especial de la imagen, muy poderosa en una obra que, pudiendo haber sido rodada con sonido, que ya existía en el cine, DeMille prefirió seguir la estética del cine mudo.
Y es que este es un film en el que se repararon gastos, siendo visibles estos en los decorados, los efectos visuales, o los vestuarios; además, fue subtitulada en 27 idiomas, y se convirtió en una de las películas más vistas del cine mudo.
Dirigida y producida por Cecil B. DeMille, esta obra maestra conserva aún gran parte de su fuerza y atractivo; al tiempo que todo el equipo de producción se entregó por completo al proyecto, y en el resultado final, destacan especialmente la fotografía y la música; a la vez que marca el inicio de un creciente interés de Hollywood por los temas religioso/cristianos.
Interés que cristalizaría años más tarde en el tratamiento espectacular de esas historias; donde también, aquí la trama se orienta más hacia el espectáculo que a la exactitud histórica, por lo que cabe destacar en la película:
Su fidelidad al Evangelio, con todos los subtítulos que responden a citas evangélicas; el extraordinario calor pictórico de las imágenes, que a veces parecen cuadros vivientes gracias a la excepcional escenografía de Mitchell Leisen; donde las primeras secuencias, la presentación de María Magdalena, sirven de único contrapunto profano al contenido religioso de la película; siendo la primera aparición de Jesús, magníficamente interpretado por un solemne H.B. Warner, a través de los ojos de un ciego al que acaba de sanar, es uno de los planos más hermosos de toda la historia del cine mudo, a la vez que la manera más original posible de introducir a Jesucristo en el drama de la obra.
Como dato, la película es la 2ª en la trilogía bíblica de DeMille, precedida por “The Ten Commandments” (1923) y seguida por “The Sign of The Cross” (1932)
Sin embargo no todo “fueron mieles”, en 1928, la actriz Valeska Surratt y la académica Mirza Ahmad Sohrab, demandaron a DeMille por robarles el escenario…
El caso fue a juicio en febrero de 1930, pero finalmente se resolvió sin publicidad adicional.
Surratt, quien había dejado las películas para volver al escenario en 1917, parecía estar en La Lista Negra extraoficial después de la demanda.
The King of Kings, fue la primera película que se estrenó en el famoso Chinese Theatre de Sid Grauman en Los Ángeles, California, el 18 de mayo de 1927.
La película se proyectó allí nuevamente el 24 de mayo de 1977 para conmemorar el 50 aniversario del teatro.
Pero la estreno acudieron lo más granado de la industria, entre ellos, la pareja real de Hollywood:
Mary Pickford y Douglas Fairbanks, quienes también eran copropietarios del fabuloso nuevo templo del cinema; junto a 100,000 personas, la multitud más grande que alguna vez haya ido a cualquier estreno teatral.
El film duró 155 minutos, y se cortó más tarde a 112 minutos para su lanzamiento general.
Además, la excesiva y dilatada ceremonia de apertura, con presentadores de la talla de Fred Niblo, Griffith y Mary Pickford, duró casi tanto como el filme.
Pese a ello, tuvo una gran acogida por parte del público, lo mismo que en New York y en el planeta entero.
Pero en Inglaterra se topó con una arcaica ley que en algunas importantes ciudades, incluyendo Londres, prohibía la visualización del rostro de Cristo en público…
Afortunadamente, el abogado de DeMille, Neill McCarthy, tenía contactos en las más altas instancias británicas que consiguieron subsanar el problema.
Poco después del estreno, se produjo la revolución sonora comandada por “The Jazz Singer”; y al año siguiente, se volverá a lanzar la cinta de DeMille, añadiéndole una banda musical con efectos sonoros, cuyo autor era el compositor vienés, Hugo Riesenfeld, considerado uno de los más empleados en Hollywood, que co-creó técnicas de producción modernas en las que la composición de películas es una parte integral de la acción.
De hecho, el año anterior había compuesto la partitura para “The Cat and The Canary”, que fue la primera película que incluía efectos sonoros.
Riesenfeld había destacado durante toda la década como compositor y adaptador de melodías populares, que acompañaban las películas mudas, en los mejores teatros de Broadway como el Rialto, Criterion y el Rivoli, donde se estrenó precisamente el 8 de julio de 1928, la nueva versión sincronizada de The King of Kings; y fue además, la primera película que utilizó el sistema de sonido RCA Photophone, que rivalizaría a partir de entonces con el Movietone de la Western Ellectric.
Posteriormente, el canal Turner Classic Music (TCM) transmitió un “lanzamiento de Keith T. Smith Modern Sound Pictures Incorporated”, que contenía una pista musical con efectos de sonido, y tenía un tiempo de ejecución de 112 minutos.
La impresión no tenía créditos del elenco, y pocos créditos del equipo; y pudo haber sido la misma versión que la reedición de 1931, pero con una declaración de copyright “Renewed Cinema Corp. of America, 1955”
Por dicha, la película se restauró en 2017, en Lobster Film Laboratories, utilizando un escaneo 4K realizado en 2016 en Lobster Films, y en los Servicios de Preservación de Películas del Museo George Eastman, en su mayoría basados en la impresión personal de Cecil B. DeMille con color de nitrato, así como en elementos de la UCLA, El Film & Television Archive, la colección de películas de David Pierce, El Museo George Eastman y Modern Sound Pictures, con la banda sonora original de Hugo Riesenfeld, ampliada, adaptada y dirigida por Robert Israel para adaptarse al tiempo de ejecución más largo.
Cabe señalar que en la versión original de estreno, no hay un título de “The End”, y la película se desvanece a negro, después de la escena final de Jesús que se cierne sobre una ciudad moderna con el título superpuesto:
“Lo, I Am With You Always”
De esa manera, al darse cuenta de lo importante que era esta película para el director Cecil B. DeMille, según los informes, él donó todo su salario para hacer la película a la caridad; y su transmisión inicial en la estación de televisión pionera de la ciudad de New York, W2XBS, tuvo lugar en el domingo de Pascua, el 24 de marzo de 1940, y marcó la primera vez que una película cinematográfica silenciosa recibió una transmisión televisiva.
La película costo cerca de $3 millones; y el éxito de crítica y público fue rotunda.
Asociaciones religiosas compraron copias de la película para prestarlas a congregaciones, escuelas y organizaciones privadas; y de esta forma, unos pagando y otros sin pagar, The King of Kings se convirtió en la película más vista de las siguientes décadas.
El resultado final, apabulló de tal forma a la industria que hasta 1954, año en que se rodó “Day of The Triumph”; nadie se atrevió a rodar otra película en la que la figura de Cristo fuese el personaje central.
Años más tarde, con el género épico/bíblico en plena decadencia, y los grandes estudios intentando mantenerse a flote, el productor Samuel Bronston, ya afincado en España, buscó desesperadamente la bendición papal para su proyecto que en 1961, Nicholas Ray haría un remake con Jeffrey Hunter en el papel principal.
El Papa Juan XXIII, sancionó favorablemente el guión que le presentaban, firmado por Philip Yordan y el prestigioso escritor católico italiano, Diego Fabbri.
Así las cosas, esta versión, original, está contada desde el punto de vista de María Magdalena (Dorothy Cumming), antigua cortesana al servicio de los romanos que es redimida por el amor de Jesús (H.B. Warner)
La película empieza con ella, con su imagen de sensual cortesana rodeada de hombres que aparentan riqueza y poder.
Judas Iscariote (Joseph Schildkraut), que debería encontrarse allí, no está; y ella tiene noticia de que se ha unido a los seguidores de Jesús, y corre a recriminárselo.
Ella se encuentra con Jesús, y de inmediato queda integrada entre el grupo de apóstoles como un miembro más.
Después del encuentro, la figura de Jesús se presenta en la primera mitad de la película como el hombre público, que obra milagros y difunde la fe.
La segunda parte, recoge La Pasión, Muerte y Resurrección.
De esa manera, The King of Kings se transforma desde el momento en que su protagonista es atado a un poste para recibir una lluvia de latigazos que solo atestiguamos a través de las sombras; y desde ese momento todo se vuelve poesía visual y atención al detalle.
En efecto, desde el principio, se es testigo de una mega-producción desmesurada, pero DeMille sabe dosificar tanto la extravagancia en los recursos como su talento visual, dejando lo mejor de la película para lo mejor de la historia de Jesús.
Ello lo convierte en un clásico imperecedero del Séptimo Arte, toda una lección de saber hacer cine poético en miscelánea con su mensaje moralista; donde el panorama más reverente y asombrosamente bello de la tragedia de todas las edades, tiene lugar como “la mejor película épica del mundo”
Una producción aclamada por académicos, la prensa y el público de fama mundial, tanto en EEUU como en el extranjero, como “la presentación más ambiciosa de los últimos años de la vida de Jesús jamás representada en la pantalla”
Una película de época, que vivirá para siempre en los corazones de la humanidad, pues estuvo respaldado por los rabinos judíos, elogiado por el clero protestante, exaltado por los científicos cristianos, aclamado por académicos de prestigio mundial, aclamado por los críticos y el público, como “el logro fílmico más estupendo de La Era”
Por ello cabe los adjetivos de:
Magnífico, deslumbrante, asombroso, edificante, inspirador, masivo, bello, reverencial, asombroso, dramático, espectacular…
“This is a story of Jesus of Nazareth...”
Todos los maestros tienen algún alumno aventajado, y Cecil B DeMille demostró que lo era:
Con ojo certero en lo artístico y económico, vislumbró claramente las inmensas posibilidades de la conjunción de vida de Cristo, los nuevos avances técnicos, los nuevos formatos y hasta el sonido.
Declarado admirador de D.W. Griffith y su monumental obra, en 1927 inicia el rodaje de The King of Kings.
Ya cerca del crepúsculo del cine mudo, Cecil B. DeMille firmó una de las aproximaciones más significativas a la vida de Cristo, realizadas en esta etapa inicial del Séptimo Arte.
Su película es ciertamente irregular, pero supuso un gran logro técnico para la época; y la versión extendida del largometraje, tiene una duración de más de 2 horas y media; y se estructura en 2 partes de un metraje similar:
La primera está dedicada a la predicación y milagros del Nazareno; mientras que la segunda recoge su Pasión y Resurrección.
Aunque fue rodada mayoritariamente en blanco y negro, algunos fragmentos se filmaron con el novedoso sistema de Tecnicolor.
Así, esta obra responde a la perfección al Modo de Representación Institucional (MRI) o “cine clásico”
Este modo de representación fue iniciado en los primeros años del siglo XX por pioneros como George Méliès y Edwin S. Porter, pero es a partir de la película de D.W. Griffith, como “The Birth of a Nation” (1915), cuando se convierte en el modo de representación dominante.
Este tipo de cine, se caracteriza por presentar una estructura narrativa temporalmente lineal, por basarse en el sistema de estudios, y por tener el apoyo de las instituciones dominantes.
Junto a ello, se pondrá de relieve, cómo algunas de las creencias propias del director, en cuanto a cuestiones religiosas se refiere, han sido trasladadas a la pantalla; y cuando vio los dibujos que el diseñador de decorados Paul Tribe le presento, bastante aproximados a lo debió ser Judea a principios de nuestra Era, los rechazo por poco espectaculares, y artísticos.
Tribe fue despedido por su exceso de celo rigorista; y con estos antecedentes, su sustituto diseño una Judea verdaderamente cinematográfica al gusto de DeMille y de las expectativas de los espectadores:
Espectaculares edificios, pulcras calle y plazas recoletas.
A María Magdalena, cuya actriz no se sentía satisfecha con el diseño de Tribe; por fin se le pudo construir la casa que se merecía, con su cuidado jardín lleno de flores y un estanque con cisnes, amén de algunos exotismos.
DeMille entendió a su manera, el mensaje de Cristo:
“Dad a la historia, lo que es historia; y al espectáculo, lo que es espectáculo”
Como hombre de negocios que era, y con lógica aplastante, no le convencía la idea de que Judas vendiese a su amigo y maestro solo por 30 monedas de plata; la verdad, ninguna fortuna para la época, solo recordad que Messala en su carrera contra Ben Hur perdió 4.000 talentos de plata, unos 80.000 kilos de ese metal...
Esto ya es algo.
DeMille, muy en su línea, explicó la traición introduciendo un lío amoroso entre Judas y una María Magdalena bastante juerguista y excéntrica que abandona vida tan divertida para seguir a Jesús...
Así, Judas abandonado, tomó una postura algo suspicaz.
Con todos los resultados artísticos, resulta impresionante para la época; una película que fue producida en el seno del sistema de estudios de Hollywood, organizados como una auténtica industria capitalista en la que la obtención de beneficios económicos y avances tecnológicos rentables, resultaban claves para dar continuidad al sistema de producción.
Sólo en esta obra, se invirtieron $1,3 millones, por lo que era necesario que ningún público se sintiera alejado de la interpretación dada en el film respecto a Las Escrituras para, de este modo, obtener jugosos beneficios tras el esfuerzo económico realizado.
Esta necesidad de abarcar un amplio espectro de público, en vistas a que la obra resultara rentable económicamente, se hace más que patente en el hecho de que DeMille contara con el asesoramiento de un reverendo protestante, así como del escritor católico, Daniel A. Lord.
Este último remarcaba la fidelidad de DeMille respecto a Las Escrituras afirmando que la escena inicial de María Magdalena es creación de DeMille, pero que el resto pertenece al Evangelio.
Además, el hecho de adjudicar tal importancia a la figura de La Magdalena como pecadora perdonada por Jesús, está en íntima relación con las creencias del director:
Cecil B. DeMille fue un hombre de una religiosidad profunda, aunque poco convencional, quien desde pequeño estuvo en contacto con los pasajes bíblicos y dedicó parte de su tiempo al estudio textos teológicos.
Consideraba que Cristo había venido a La Tierra para salvar a los pecadores, y él mismo esperaba que sus pecados fueran perdonados.
Por otro lado, Daniel A. Lord consideraba que la escena inicial, a excepción del traje de la Magdalena, y tras haber realizado él mismo los cortes necesarios, en general resultaba aceptable.
Y es que el escritor católico tenía grandes esperanzas en esta película, llegando a afirmar que si la obra tenía éxito, se iniciaría un auge en el interés del público por los films religiosos; y si por el contrario cayera en el fracaso, probablemente se paralizaría la producción de obras cinematográficas religiosas por mucho tiempo.
Cabe señalar que The King of Kings también contó con el asesoramiento de Bruce Barton, autor de la novela “The Man Nobody Knows: A Discovery of The Real Jesus” que también sirvió de inspiración a DeMille.
Así, tanto católicos como protestantes participaron en el asesoramiento; y de este modo, se trasluce el sistema de estudios de Hollywood, en los que el éxito comercial de los productos era fundamental para la industria cinematográfica, por lo que el film debía de ser una obra no sectaria que gustara a todo el público, independientemente de la vertiente cristiana a la que perteneciera.
Con el asesoramiento y los recortes realizados, esta producción de 1927 anticipa lo que en pocos años iba a ser un elemento generalizado en las producciones cinematográficas de Hollywood:
La censura.
Recordar que Daniel A. Lord, 3 años después del estreno de The King of Kings, sería uno de los participantes en la redacción del conocido como Código Hays, aplicado en la industria cinematográfica de EEUU desde 1934, hasta la década de los 60.
De este modo, la censura aparece en esta obra no tanto por imposición moral, sino como necesidad para contentar a los diversos sectores de la religión cristiana con vistas a obtener gran cantidad de ingresos…
Por ello vemos a María Magdalena, aquí representada como una cortesana salvaje, que entretiene a muchos hombres a su alrededor.
Al enterarse de que Judas está con un carpintero, monta en su carro tirado por cebras para recuperarlo.
Pedro (Ernest Torrence), es presentado como el apóstol gigante, y vemos al futuro escritor del Evangelio, Marcos (Micky Moore) como un niño que fue sanado por Jesús.
María, la madre de Jesús, se muestra como una mujer hermosa y santa, que es madre de todos los seguidores de su hijo.
Y nuestra primera visión de Jesús, es a través de la vista de una niña pequeña, a quien él sana...
Él está rodeado por un halo.
De esa manera, María Magdalena llega después y habla con Judas, quien revela que él solo se queda con Jesús con la esperanza de que sea un alto funcionario después de que Jesús se convierta en “El Rey de Los Reyes”
Como resultado, Jesús arroja “Los Siete Pecados Mortales” de María Magdalena en una secuencia de exposición múltiple; y también se muestra a Jesús resucitando a Lázaro, y sanando a los niños pequeños…
Un poco de humor se deriva cuando una niña le pregunta si puede curar las piernas rotas y, cuando él dice que sí, ella le da una muñeca sin piernas…
Jesús sonríe, y repara la muñeca.
La Crucifixión se anuncia cuando Jesús, que ayudó a una familia pobre, deambula por el taller de carpintería del padre y, a su vez, hijo de carpintero, ayuda brevemente a tallar un trozo de madera.
Cuando se retira una hoja que cubre el objeto, se revela que es una cruz que se eleva sobre Jesús...
Jesús y sus apóstoles entran a Jerusalén, donde Judas incita a la gente y los reúne para proclamar a Jesús “Rey de Los Judíos”
Jesús, sin embargo, renuncia a todos los reclamos de ser un rey terrenal.
Caifás (Rudolph Schildkraut), El Sumo Sacerdote, también está enojado con Judas por haber llevado a la gente a un hombre a quien ve como un falso profeta.
Mientras tanto, Jesús ahuyenta a Satanás, que le había ofrecido un reino terrenal, y protege a una mujer sorprendida en adulterio.
Las palabras que dibuja en la arena, se revelan como los pecados que cometieron los acusadores.
Judas, desesperado por salvarse de Caifás, acepta entregar a Jesús.
Notoriamente en La Última Cena, cuando Jesús distribuye el pan y el vino diciendo que son su cuerpo y su sangre, Judas se niega a comer; y pone la copa en sus labios, pero se niega a beber.
Él arranca un pedazo de pan, pero lo deja caer al suelo.
Hacia el final, María se enfrenta a su hijo, y le dice que huya del peligro que se avecina.
Jesús responde que debe hacerse para la salvación de todos los pueblos; y salen de la habitación, pero la cámara enfoca la mesa sobre la cual una paloma se posa por un momento.
Jesús va al Jardín de Getsemaní, donde pronto es capturado por los soldados romanos y traicionado por Judas.
La vida de Judas se salva, pero al ver que Jesús será asesinado como resultado, se horroriza; y toma una cuerda que los romanos habían usado para atar las muñecas de Jesús y sale corriendo.
Jesús es golpeado y luego presentado por Poncio Pilato (Victor Varconi) a la multitud.
María aboga por la vida de su hijo, y María Magdalena habla por él, pero Caifás soborna a la multitud para gritar contra Jesús.
Jesús es llevado a ser crucificado, aunque se detiene en La Vía Dolorosa para curar a un grupo de lisiados en un callejón, a pesar de su condición debilitada.
Jesús es crucificado, y sus enemigos le lanzan insultos.
Una mujer incluso come palomitas de maíz de manera anacrónica/simbólica, y sonríe de alegría ante La Crucifixión.
Sin embargo, cuando Jesús muere, surge un gran terremoto...
El árbol donde Judas se había ahorcado, con la cuerda usada para atar las muñecas de Jesús, se traga en medio de los ataques del Infierno.
El cielo se vuelve negro, los rayos caen, el viento sopla, las personas que se han burlado de Jesús corren aterrorizadas, y el velo que cubre el lugar santísimo en El Templo de Jerusalén, se rompe en 2.
El tumulto termina cuando María mira al cielo, y le pide a Dios que perdone al mundo por la muerte de su hijo.
El caos termina, y El Sol brilla.
Jesús es bajado de La Cruz, y enterrado.
Al 3° día, él se levanta de entre los muertos como prometió.
Para enfatizar la importancia de La Resurrección, esta escena se filma en color.
Luego Jesús va a los apóstoles, y les dice que difundan su mensaje al mundo.
Él les dice:
“Estoy contigo siempre”, a medida que la escena cambia a una ciudad moderna para mostrar que Jesús todavía cuida a sus seguidores.
Muchos de los intertítulos de la película, son citas o paráfrasis de Las Escrituras, a menudo con el capítulo y el versículo que lo acompañan.
Pero donde más impacta el relato, es cuando arranca de una manera desconcertante, mostrándonos a María Magdalena como una rica cortesana, amante de Judas.
El prólogo es muy estrambótico, y deja patente el gusto por el espectáculo del autor, aun a costa de sacrificar el rigor histórico.
Sin embargo, más adelante, DeMille da muestras su capacidad narrativa con la entrada en escena de Jesús, al que descubrimos a través de los ojos de un niño ciego al que acaba de sanar.
El recurso es verdaderamente sobresaliente, y supone un punto de inflexión para una cinta que, a partir de ahí, comienza a remontar el vuelo.
La obra contiene imágenes muy bellas, y capítulos tan logrados como la escenificación de La Resurrección de Lázaro.
En todo momento, se presenta a Jesucristo envuelto en un halo de solemnidad, en los rasgos del inglés H.B. Warner, quien logra hacer cercano al Mesías, dentro de su subrayado misticismo.
A nivel estético, Warner difiere notablemente de otros estereotipos cinematográficos posteriores, pues ya superaba los 50 años e, incluso, contaba con casi 20 años más que Dorothy Cumming, la intérprete que representó a La Virgen María.
Y es que The King of Kings es un film que, a pesar de ser antiguo, posee elementos singulares y novedosos, alteraciones del Nuevo testamento que enriquecen y dan vigor al relato bíblico, ello desde impactante inicio, con María Magdalena como cortesana en La Corte del Palacio en Palestina, vestida con un bikini de tigresa, en medio de una opulenta fiesta hedonista, donde hay monos, cisnes, y hasta un leopardo que es abrazado por María, pero ella echa en falta a su pareja Judas Iscariote… y alguien de los allí presentes, le dice que está con un carpintero que dicen hace milagros, entonces en un alarde de grandilocuencia, ordena le traigan su biga tirada por cebras, regalo del Rey de Nubia.
Entonces pasamos al hogar de Jesús, pero no es visto, su imagen se hace esperar, generando tensión latente.
A las puertas de su vivienda, una multitud espera poder ser bendecida con saneamientos, y vemos a María, La Madre, rodeada de palomas que se le posan en las manos, mientras ella está en pose contemplativa, precioso y lírico cuadro; donde un niño ciego se le acerca, y ella lo acerca a su hijo y le pide le haga un milagro, esto en plano subjetivo desde Jesús, donde el querubín se pone de rodillas, y entonces, sobre un rayo de Sol vemos sobreimpresionado:
“Yo soy La Luz en el mundo… todo el que crea en mí, no vivirá en la oscuridad”
Y el niño comienza a atisbar luz, entonces se vislumbra poco apoco un sereno rostro con un aura luminoso, es Jesús, y lo vemos por primera vez, en clara alegoría poética de que Él es La Luz.
Entonces llega con su carro tirado por cebras María Magdalena, y de modo arrogante se acerca a Jesús, pero cuando ve su rostro, queda impresionada, entonces Jesús le saca la maldad de los pecados capitales de su alma, en una secuencia de brillantez en efectos visuales, cual fantasmas los 7 demonios van abandonando el cuerpo de la mujer; entonces, la pecadora en señal de vergüenza propio de Adán y Eva en El Edén, se cubre con una túnica.
Un espíritu maligno tras otro, es identificado y expulsado:
¡Lujuria!, ¡Codicia!, ¡Orgullo!, ¡Glotonería!, ¡Indolencia!, ¡Envidia!, y ¡Enfado!
Aunque, la referencia bíblica citada en Lucas 8:2 coincide en que 7 demonios fueron expulsados, los pecados reales asociados con ellos no se revelan, que se dejan a la licencia creativa de DeMille, sugiriendo que son Los Siete Pecados Capitales.
Arrollador comienzo que te deja cautivado… y se nota un film avanzado en el tiempo, pues no enseñar a Jesús hasta los 18 minutos, es tener sentido del “timing” fílmico, generando interés y expectación por lo que vemos que es capaz de generar, y por contrario, empezar con la falible María Magdalena, es tener valentía por un tiempo tan reaccionario, y además, se le da mucha importancia a Judas.
Así se abre el abanico de personajes, y con ello, dando más sustancia al tópico relato de La Pasión.
Tras esta potente apertura, la cinta se centra en “el tour” de milagros de Jesús, maravillosa la escena en que resucita a Lázaro en la cueva, toda una lección de intensidad sostenida, ello en paralelo con el sentimiento de enconamiento con Caifás, interpretado por Rudolph Schildkraut, padre del actor que da vida a Judas; y líder judío como Sumo Sacerdote, ello hasta desembocar en el “rush” final clásico de La Última Cena, Huerto de Getsemaní con sus dudas y tentaciones, Juicios de Pilatos, Flagelación… hasta El Vía Crucis y La Resurrección.
Por otro lado, en el seno de la industria cinematográfica de Hollywood, los avances técnicos y su rentabilidad, eran otro de los puntos fuertes:
La secuencia del “Noli me tangere” está rodada en color, actuando el elemento técnico como parte del discurso.
Así, mostrando estos sucesos en color, se está poniendo en conexión dicha escena con la secuencia inicial del film, en la que se presentaba a una Magdalena pecadora anterior a la conversión por acción de Jesús.
Con ello, se presenta la escena del “Noli me tangere”, como una recompensa hacia la mujer de Magdala, por haber cambiado el rumbo que llevaba su vida.
A partir de esta conexión, se aprecia a la perfección, cómo los elementos técnicos terminan formando parte significante del discurso, generando mensajes dirigidos a un público para el que ver películas en color era todavía algo extremadamente novedoso, ya que el hecho de rodar escenas en color mediante el procedimiento de la marca Tecnicolor, no tuvo una difusión comercial amplia hasta los años 30.
La primera escena en la que vemos a Cristo, es la del milagro de la curación de la niña ciega, y todavía resulta de una impresionante creatividad y fuerza visual y dramática para el espectador actual.
Cuando los fariseos le advierten a Jesús, fuera de plano, que es contrario a la ley hacer milagros el día del Sabbath, este les responde:
“Quien cree en mí no permanecerá en la oscuridad”
En este momento, la oscuridad toma todo su sentido simbólico y real para invadir la pantalla.
Un sutil rayo de luz comienza a atravesarla poco a poco para ganar en intensidad, hasta convertirse en una bruma que cubre la imagen, la bruma lentamente comienza a desvanecerse, para trasladar ahora al espectador al punto de vista de la niña que primero de forma difusa, y después claramente ve por primera vez; y lo primero que ve es la figura de Cristo, y nosotros con ella.
Otra de las escenas más espectaculares, es la del Gólgota:
Cristo ha llegado allí sin que la cámara se recree en truculencias innecesarias, solo vemos el extremo tambaleante de La Cruz que se arrastra penosamente por el camino polvoriento.
La cámara no muestra directamente el momento en que es clavado en La Cruz, y está es izada.
DeMille recurre a los efectos sonoros sobre los rostros de los testigos que trasmiten el horror y drama de lo presenciado, después recortadas sobre el fondo las 3 cruces.
Cristo dice:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, para expirar inmediatamente.
Así comienza el espectáculo como solo DeMille sabe hacerlo:
La furia divina se desencadena sobre La Tierra y los hombres, tiembla el Gólgota, el viento ruge y arremolina el polvo creando una niebla fantasmagórica, un rayo atraviesa la pantalla para rasgar el velo del templo.
Los dramáticos claroscuros y todos los matices de grises, confieren a la secuencia una fuerza pictórica pocas veces conseguida.
El cámara, Paverall Marley, previamente había estudiado más de 300 cuadros de pintores europeos, especialmente Rubens y Gustave Doré, que inspiraron la dramática y potente iluminación de la película, y la composición de muchas escenas; y para obtener los tormentosos remolinos, la escena se rodó delante de un inmenso ciclorama que costó $70.000; y para conseguir los efectos lumínicos deseados, fueron necesarios 27.000 amperios evitando que los haces de luz quedasen manifiestos al atravesar los remolinos de polvo.
Para lograr los efectos pictóricos, se utilizaron hasta 66 tipos de lentes, y 7 tipos diferentes de película para las escenas de La Resurrección de Lázaro y la de Cristo, fueron coloreadas en Tecnicolor; y es que cuando DeMille hacia algo lo hacía a lo grande, sin reparar en medio técnicos ni humanos.
Todo esto, DeMille lo adorna con detalles preciosos, se me olvidaran algunos:
Una nota de humor inteligente, es cuando una niña le pregunta a Jesús si puede sanar las piernas rotas, y cuando él dice que sí, ella le da una muñeca sin piernas.
Jesús sonríe y repara la muñeca con una ramita.
Vemos a Jesús en la carpintería de su padre, oficioso, tallar una madera cubierta con una sábana, y cuando se retira la tela, vemos que es una cruz que se eleva sobre la figura de Jesús en contrapicado, en clara simbología de lo que le espera Jesús, además de ser algo de mucho coraje, transgresor que da complejidad al personaje, mostrar a Jesús ayudando a crear cruces para crucifixiones, algo que seguro Martin Scorsese tomó para su “The Last Temptation of Christ” (1988)
El comerciante que derrama una especie de polvo, harina o sal… en El Templo, cuando Jesús protege de la lapidación a la adúltera interpretada por Viola Louise; esto es utilizado por El Mesías para escribir sobre el suelo los pecados que impiden a los presentes tirar la primera piedra, los delinea en hebreo, pero se convierten en inglés…
O esa paloma que tras acabar La Última Cena, se posa sobre El Cáliz iluminado de Jesús; o La Flagelación, que empezamos a atisbar cómo es tras una cortina, exquisito toque expresionista; o esa primera imagen fuera de plano de Jesús tirando de la pesada Cruz, pero ello desde la mirada de la punta de La Cruz arrastrada, y al fondo los pies de la muchedumbre morbosa allí concentrada.
Un cuervo se posa en La Cruz de uno de los ladrones, el que reniega del Mesías, que acompañan en su tortura a Cristo, y la manera en que esos ladrones son crucificados, es terrible de ver.
O Judas colgado, ahorcado de un árbol, mientras un terremoto lo destruye todo con la furia de un dios salido de sus casillas, y termina tragándose al suicidado… es impactante.
Como se ha indicado, otro de los elementos caracterizadores del cine clásico es el hecho de estar apoyado por las instituciones dominantes del momento:
Unas instituciones patriarcales, por lo que en gran parte de las películas del cine clásico de Hollywood, se respira un ambiente misógino y machista.
En este caso, dicha característica se refleja a la perfección en la figura femenina protagonista:
La elaboración del personaje se configura a partir de muchas de las tradiciones negativas que a lo largo de los siglos se han adherido a la figura mítica de María Magdalena, dejando de lado a la mujer evangélica, aquélla cuyos rasgos dominantes se pueden resumir en independencia, fidelidad y valentía.
A pesar de contarse con el asesoramiento de 2 especialistas:
1 protestante y otro católico, se olvida por completo la caracterización positiva de María Magdalena en El Evangelio, optándose por la vertiente mítica.
Así, la cultura patriarcal y misógina que ha venido alimentando el mito de La Magdalena desde los primeros siglos del cristianismo, continúa elaborándose en el ámbito cinematográfico.
En definitiva, se presenta a María Magdalena en su polo negativo para que contraste con la figura de Jesús; una inclinación negativa que luego, tras su sanación, se declina por la vertiente positiva.
Lo que no se puede olvidar, es que la carga polar negativa de La Magdalena es una construcción masculina que viene de la tradición iniciada por Gregorio Magno, y que en el cine clásico no sólo se mantiene dicha tradición, sino que se continúa alimentando y es ofrecida a la sociedad de masas.
Y es que Cecil B. DeMille no quiso arriesgarse con la película; y sus 2 estrellas:
H.B. Warner y Dorothy Cumming, debían firmar acuerdos que les prohibían aparecer en papeles de películas que podrían comprometer sus imágenes de “Santas” por un período de 5 años; y también ordenó que no se les viera haciendo ninguna actividad “no bíblica” durante el rodaje de la película.
Estas actividades incluían:
Asistir a juegos de pelota, jugar a las cartas, frecuentar clubes nocturnos, nadar y montar en descapotables…
Se cuenta que antes de comenzar el rodaje del filme, el autócrata director, reunió a todo el equipo técnico, actores y asesores varios, el 23 de Agosto de 1926, con un largo discurso en el que expuso su concepción de Los Evangelios; y entre el grupo de asesores que reunió DeMille, estaban los religiosos, judíos, protestantes y católicos.
Con casi todos discutió por la heterodoxa visión que el director tenía de algunos de los pasajes bíblicos, por ejemplo, se negó que en la escena del Domingo de Ramos, Cristo entrara en Jerusalén a lomos de una borriquilla, tal y como relatan Los Evangelios; porque para él, esa imagen quitaba dignidad a la figura del Hijo de Dios.
También utilizó imágenes oníricas, como cuando una buena cantidad de palomas, se posa sobre La Virgen María, o en la escena del Templo donde aparece un corderito, al que coge en sus brazos, idealizando la figura bíblica del “buen pastor”
Y cada día de filmación, fue seguido por oraciones... como en su anterior epopeya bíblica, todos los miembros del reparto recibieron un ejemplar de Las Sagradas Escrituras.
Y si para “The Ten Commandments” tuvieron que leer El Éxodo, en esta ocasión, debían hacer lo mismo con Los Evangelios.
La misma minuciosidad que hubo en la documentación sobre el tema, empleó en seleccionar al elenco, incluyendo a los extras y animales que intervendrían en la superproducción; y para ello revisó miles de metros de películas, en busca de los que él consideraba más adecuados:
Desde los más expertos jinetes, hasta el actor que tenía que representar nada menos que al Hijo de Dios.
H.B. Warner, hace una actuación majestuosa, irradia carisma, bondad, serenidad, una interpretación alejada de cualquier histrionismo simplista.
Aunque en sus 50 años es mayor para el papel; el actor era 20 años mayor que la actriz que interpreta a su Madre.
Y debido a que El Hijo de Dios es divino en vez de ordinario, H.B. Warner como Jesús, generalmente evitó la expresividad emocional en su actuación.
El carisma de Cristo, se evoca a través del poder del cine, ello a través de un haz de luz que corona su cabeza, cual Corona Divina.
Como curiosidad, Warner fue Mr. Gower, el farmacéutico de “It's a Wonderful Life” (1947), y llegó a ser un borracho en la secuencia de la realidad alternativa…
Inicialmente, Cecil B. DeMille pretendía que el papel de Jesucristo fuera a J.B. Warner, un actor guapo y popular en westerns en ese momento.
Y cuando comenzó la producción, Warner había fallecido de tuberculosis a los 29 años.
En cambio, H.B. Warner, llamado Henry B. Warner, fue elegido como Jesús.
Contrariamente al error popular, los 2 no eran realmente hermanos…
Según un artículo en profundidad sobre “filmes clásicos” de J.B. Warner por Grange B. McKinney, las 2 ni siquiera estaban relacionados.
El verdadero nombre de J.B. era James B. Tobias, y adoptó el apellido de Warner después de que la familia de H.B. Warner lo acogiera.
Este error familiar, aparece en varios libros de referencia...
Así, durante el rodaje, H.B. Warner fue conducido al set en un automóvil cerrado con las persianas bajadas, llevaba un velo negro cuando se bajaba, y comía solo... esto para asegurarse de que el elenco y el equipo observaran un nivel adecuado de reverencia hacia él como Jesucristo; y a nadie, excepto al director Cecil B. DeMille, se le permitió hablar con él cuando estaba disfrazado.
Las presiones de hacer a Jesús, finalmente tuvieron un efecto en Warner, y resucitaron su antiguo problema con la bebida… además, estuvo involucrado en un escándalo de la vida real, con una mujer anónima que estaba decidida a chantajear a Cecil B. DeMille al arruinar la producción; y se cree que DeMille pagó a la mujer con la condición de que se fuera de los Estados Unidos...
Por otro lado, y basándose en la iconografía más popular sobre la imagen que de Cristo tiene la civilización occidental, se creó el aspecto que Warner daba en la pantalla.
Lo cierto, es que su actuación sigue siendo recordada; y el actor logró transmitir a la vez dulzura, autoridad, compasión y vigor; y a diferencia de muchos actores de la época, los personajes masculinos de DeMille, no resultan afeminados para nuestros ojos modernos, y su Cristo no sería menos:
Es un hombre sensible pero viril, por el contrario el personaje de Judas, que sí parece impregnado de un ligero toque femenino.
Joseph Schildkraut como Judas, da bien con su papel de discípulo egoísta.
Era un actor austríaco de origen judío, y este Judas no llevaba barba a diferencia del resto de los apóstoles, y tanto su pelo corto como su vestimenta, es más propia de un romano que de un galileo.
Ambos son actores de calidad, que siendo en el cine mudo en su juventud, ídolos de las matinés, con el cine sonoro siguieron siendo sólidos actores de reparto.
Precisamente, el papel de la cortesana de lujo, según la versión que DeMille hacía de Las Escrituras, dio origen a un extenso “casting” en el que participaron 18 actrices, algunas tan conocidas como:
Seena Owen, Gloria Swanson, Gertrude Lawrence, Vilma Bánky y Raquel Meller para el papel de María Magdalena; y Cecil B. DeMille eligió a “La Chica Ziegfeld” Jacqueline Logan, después de que ella le dijo:
“No quiero interpretarla como una mala mujer, sino como una que no sabe la diferencia entre el bien y el mal”
Logan está sensacional, demostrando en su lado perverso, gran dominio de la escena y carácter.
Su inicio es toda la extravagancia de un espectáculo de “las mil y una noches”, con cisnes en un lago, un guepardo al que acaricia constantemente, su legión de ricos admiradores, a cual más feo; y un carro tirado por cebras, donde lucen en su apogeo la dirección artística de Mitchell Leisen, el vestuario de Adrian, y los decorados de Ted Dickson.
Aunque se la describe como una chica fiestera, esta es probablemente una de las únicas películas que no la describen como una prostituta, o la comparan con la mujer tomada en adulterio, y la muestran como una mujer de poder e influencia.
La secuencia de la sanación, es uno de los momentos clave, ya que representa el punto álgido de la evolución psicológica del personaje; y según el autor Bill Givens, H.B. Warner tuvo una breve aventura con la bailarina Sally Rand, quien interpretó a María Magdalena como una esclava…
Cuando ella y Warner llegaron tarde al set, DeMille bramó a través de su megáfono:
“Srta. Rand, deje a mi Jesús en paz.
¡Si tiene que joder a alguien, joda a Poncio Pilato!”
Para el papel de Caifás, el odioso Sumo Sacerdote, se contó con los servicios del padre de Joseph, Rudolph, también bajo contrato con el estudio de DeMille, y acreditado intérprete de teatro Yiddish.
Rudolph Schildkraut da con una actuación gestual muy apropiada a su malo malísimo, apoyado en una mirada aviesa.
Ernest Torrence como el discípulo Pedro, da con un personaje inseguro y dubitativo.
Como escocés, era un actor de gran estatura, especializado en papeles de villano, siendo uno de los más populares el del Capitán Garfio en la versión filmada por la Paramount en 1924 del clásico “Peter Pan”; y aquí cambió de registro, interpretando el rol de Pedro, representado como si fuera un “Little John” de Palestina, un gigante bondadoso, que en ocasiones pierde los papeles, como cuando corta la oreja del soldado Malco en el prendimiento de Jesús.
Y Dorothy Cumming como La Madre, María, da con un perfil plano de estoicismo.
Como curiosidad, esta película presenta al autor Ayn Rand, como uno de los cientos de personas en una multitud…
En un momento en que Rand era un inmigrante con dificultades, Cecil B. DeMille le dio el trabajo para ayudarlo a levantarse.
Una vez más, la puesta en escena es apoteósica, una de las cumbres del cine, con decorados ampulosos tras los que entre otros artistas, en este caso sin acreditar, estaba el luego director de prestigio Mitchell Leisen, como El Templo, la sala de recepción de Pilatos, correcto Victor Varconi; la cueva donde yace Lázaro, la plaza donde Pilatos da a escoger liberar a Barrabas o a Jesús, o el estremecedor Monte Gólgota, donde se crucifica a Jesús.
Todo esto atomizado por unos efectos visuales extraordinarios, creados por Howard A. Anderson, como la expulsión de Los Siete Pecados Capitales de María Magdalena; La Ira de Dios en La Crucifixión derivada en el espectacular seísmo; el brillo omnipresente alrededor de Jesús… siendo todo una exhibición de recursos técnicos puestos al servicio de una idea.
No olvidar la primera secuencia de Tecnicolor, que comienza con los créditos del título en el carrete #1, seguida por María Magdalena que entretiene a los invitados en una fiesta.
La segunda secuencia de Tecnicolor, ocurre en el carrete #14, en la tumba de Cristo después de La Crucifixión.
El total de imágenes en Tecnicolor, es de aproximadamente 1,200 pies.
Como dato, el carruaje de María Magdalena estuvo alojado en un momento en El Museo Crocker de Hollywood, el primer museo dedicado a objetos y otros artefactos de películas estadounidenses.
El museo fue iniciado por el actor Harry Crocker, alrededor de 1928, y se ubicó en Sunset Blvd.
Por otro lado, el set del Templo de Jerusalén, se construyó en el lote de Pathé, más tarde RKO en Culver City; y se usó como “La Gran Muralla” que se rompe en “King Kong” (1933); y más tarde se reutilizó en “The Garden of Allah” (1936), de David O. Selznick; finalmente se destruyó en un arrebato de gloria después de que se reparó con los frentes de los edificios de La Era de La Guerra Civil, siendo quemados y derribados por un tractor para representar la quema de Almacenes de Municiones en Atlanta, en “Gone With The Wind” (1939)
Un dato curioso es que la escena de La Crucifixión, fue filmada en La Víspera de Navidad; y se cuenta que mientras se estaba filmando, el director pionero, D.W. Griffith visitó el plató, y los 2 directores hablaron un rato.
Justo antes de que DeMille se preparara para filmar la siguiente escena, le entregó impulsivamente a Griffith el megáfono, y dijo:
“Tú disparas esto”
Griffith luego filmó una escena de un grupo de perseguidores de Cristo reunidos alrededor del pie de La Cruz.
Desde luego, no se descuidó el apartado musical, y la fuerza visual de las imágenes, se subrayó con la partitura compuesta por Hugo Riesenfeld, que además adaptó varias piezas de J.S. Bach.
“I am LUST!
Hold me fast, Mary, my arms are the gates of life!
I am GREED!
I drain hearts, but I fill thy purse, let Him not destroy me!
Keep me, Mary, I am PRIDE!
Through me thou hast enslaved Kings!
We are GLUTTONY-INDOLENCE-ENVY-ANGER!
We teach thee to forget, and to hate, and to consume!”
The King of Kings fue la 2ª epopeya bíblica que dirigía DeMille, que en 1923 había dirigido la primera versión de “The Ten Commandments”, y quedaron ya definidas muchas de las características que encontramos en su obra posterior:
Sus dotes como hombre de negocios, su maravilloso sentido de lo hiperbólico y del gran espectáculo, su afición por los temas bíblicos o pseudo-bíblicos, su capacidad para ver a través de la cámara, para crear espectáculos visuales; su gusto por un lenguaje fílmico innovador y audaz, su don innato para mover grandes masas y dotar a la muchedumbre de la cualidad de un personaje más dentro de la historia, y su desapego de la veracidad histórica en aras de lo cinematográfico, cuando la película lo requería, y lo requería no pocas veces; y le iban los relatos épicos con grandilocuencia visual y sobredosis de extras; y para bien o para mal, a DeMille le debemos parte del Hollywood que hoy conocemos:
Escenas de acción cuidadosamente coreografiadas, escenarios a gran escala, y el uso de efectos visuales.
Martin Scorsese, asegura que esos milagros visuales de DeMille, fueron un referente en su vida:
“Lo maravilloso superaba al contenido sacro.
Mostraba una fantasía tan opulenta que, si veías sus películas de niño, se quedaban contigo de por vida”
De esa manera, la fórmula de DeMille que aplicaba a estas películas religiosas, resultaba infalible en taquilla:
Mostraba a lo grande, los pecados humanos que tanto despertaban el morbo del espectador, y hacía que los pecadores pagaran por ellos antes de que acabara la película, para contentar a los vigilantes de la moral.
Con esos mimbres, a nadie le sorprendía que gustara más al público que a la crítica… pero cabe señalar que DeMille era un cristiano convencido y practicante, como lo fue George Stevens, Zeffirelli y Mel Gibson, católicos activos.
Scorsese fue católico, y la influencia de la religión se extiende por su obra, aunque su postura personal se haya alejado de la fe inicial...
Mientras que Nicholas Ray es agnóstico, aunque aspira a la posibilidad de una redención... y Rossellini, es un artista de inspiración cristiana pero de fe oculta, en tanto que Pasolini quiere acercarse a una fe que aprendió de niño, pero que se ha desgarrado con los avatares de la vida.
Finalmente, Franco Zeffirelli, hombre creyente, volcó lo mejor de sí mismo en esa película emblemática, “Gesù di Nazareth” (1977), tal vez la más ortodoxa de cuantas versiones sobre la vida del Hijo de Dios se han realizado.
Y es que La Pasión de Cristo se ha llevado al cine de muchas maneras, pero este caso temprano, es una demostración de que la mejor de las formas de hacerlo, es a través de la más poética de las visceralidades.
Afrontémoslo, la figura de Jesús no ha trascendido al tiempo de la manera en que lo ha hecho solo por sus tiernas enseñanzas de amor y solidaridad, sino porque la imagen de un hombre hecho añicos, clavado de pies y manos a un par de palos, es una rotunda barbaridad que hechiza los sentidos como pocas, además, es un caso raro de salvaje violencia gráfica apta para absolutamente todos los públicos.
Y DeMille parece tenerlo claro, es por eso que se regodea en el dolor y el sacrificio, y es allí en donde demuestra, por qué fue uno de los grandes de su época.
Si bien, The King of Kings es seguramente además, la gran referencia del cine bíblico silente sobre la figura de Jesús, el título de la pionera le pertenece a “La vie et la passion de Jésus-Christ” de Ferdinand Zecca y Lucien Nongue en 1905, con una 2ª versión 2 años después que fue la que verdaderamente tuvo notoriedad; mientras otras películas silentes perecieron con el advenimiento del sonoro, el filme de DeMille siguió exhibiéndose, siendo uno de los primeros que emitiera la primitiva televisión estadounidense.
Pero su difusión mundial se debe a que sería utilizado durante décadas por misioneros católicos y protestantes; tanto que se cuenta que fue la primera película que vieron los esquimales...
Y para 1959, se calculaba que alrededor de 800 millones de personas  habían visto esta película.
Según contaba el director en su autobiografía, este filme sirvió de inspiración a múltiples conversiones, y hasta contaba el caso de un polaco llamado William E. Wallner, habitante de Gdansk, que al ver la cinta, había encontrado su vocación de pastor luterano.
Posteriormente, Wallner ayudaría para que 350 niños judíos escaparan de la muerte.
Hoy en día, seamos o no creyentes, la fuerza que emana el filme del gran director, sigue bien viva.
Sus espectaculares imágenes, son uno de los mejores ejemplos para disfrutar de la narrativa de uno de los más grandes creadores de la historia del cine.
Sin duda alguna, no deja de resultar extraña la experiencia de ver una película sobre Jesús, de hace casi 100 años de antigüedad, haciendo un paréntesis en el consumo frenético de la imagen en movimiento contemporánea, pero por los clavos de Cristo, que vale la pena.

“Where is this vagabond carpenter?”



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