Chavela

“Pionera.
Rebelde.
Icono”

No hay personas como Chavela Vargas, llamada “la voz áspera de la ternura” que con su personalidad, llena de luces y sombras, sobrevuela siempre entre la leyenda y la realidad.
Decía “La Dama del Poncho Rojo”, “la voz herida que surcaba los paisajes más inhóspitos del corazón de México”, que ella nació cantando, y a punto estuvo de morir haciéndolo también... y entre medias, rompió cánones como artista, como mujer y como lesbiana.
La Chamana ganó un nombre por sí misma, primero en México, y más tarde en todo el mundo, principalmente por su interpretación de rancheras tradicionales, canciones que eran compuestas principalmente por hombres, y en su mayoría hablaban de amor no correspondido por las mujeres, el cansancio del mundo, y la soledad; y Chavela las interpretaba con su propio ritmo, su voz áspera y vulnerable.
La Vargas no nació siendo Chavela en México, fue costarricense nacida en San Joaquín de Flores, el 17 de abril de 1919, y venía al mundo como María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, siendo una niña especial, a la que sus padres, Francisco Vargas y Herminia Lizano, cuando recibían visitas en casa, la escondían “como si fuera un perro rabioso por su extraña forma de comportarse y de vestir”; y desde los 8 años cantaba en casa y en la escuela.
No jugaba con las muñecas como las otras niñas… era una niña triste y soñadora, que provenía de una familia religiosa con demasiados prejuicios.
Cuando el matrimonio se divorcia, ella se va a vivir con sus tíos, sufriendo poliomielitis; y a los 17 años toma una determinación:
Irse a México y comenzar una nueva existencia, de la que llegó a decir:
“Hay que inventar las cosas, y cuando se inventan, duelen”
Se fue de Costa Rica porque la iban a casar con un señor, se escapó, y llegó a México con una mano adelante y otra  atrás; pero triunfó…
Ella sabía que su destino estaba en México, una “tierra de hombres, que me enseñó a ser lo que soy”; y allí le esperaba el arte, ese “ser desconocido”, como apunta la propia protagonista; y en aquellos primeros años 30 en México, intentó actuar como el resto de las cantantes, pero antes se hizo un nombre.
En los años 40 empezó tocando en el club más elegante del país:
Se puso tacones, se soltó la melena, y se maquilló... para acabar tropezándose en el escenario:
“Vestida de mujer parecía un travesti”, recuerda.
Entonces se enfundó unos pantalones, algo que no era normal en aquellos tiempos, se cortó el pelo, se colocó un poncho, y el público enmudeció; finalmente así la descubrió un día en un club, la esposa del mítico compositor y cantante José Alfredo Jiménez.
Su voz, que no era bella, más bien fea, pero era única, su forma de moverse en un escenario también, y José Alfredo entendió que Chavela poseía una extraordinaria capacidad de canalizar el dolor a través de su voz, un sentimiento que burbujeaba en todos los temas del compositor.
Aquella unión, perfecta en lo artístico, también fue mítica en su alcoholismo:
Ambos bebieron y bebieron, cayeron al suelo decenas de veces embriagados por miles de litros de tequila:
“Me tomé 45.000 litros de tequila, por eso, soy mitad sangre y mitad tequila”, diría Chavela.
Sin embargo, el talento de Vargas chocaba con el México tradicional:
Ella incursionó en la canción ranchera, que tenía un peculiar estilo de interpretar; y Vargas la interpretó en su propio estilo peculiar.
La típica canción ranchera, representada por José Alfredo Jiménez, era una canción masculina pero emocional sobre el amor y sus contratiempos, generalmente mediada por el alcohol, ya que en una cultura machista, la exhibición de sentimientos por los hombres, solo se permite a los borrachos; así la ranchera se canta desde la perspectiva de un hombre, y con un acompañamiento de mariachi; y una de las vertientes de la canción ranchera, la representada por José Alfredo Jiménez, suele ser muy emotiva.
Chavela cantaba este tipo de canciones, pero lo hacía sola, con apenas una guitarra y con su voz, emulando la forma de cantar de un hombre ebrio; por ello, en ocasiones, bajaba el ritmo de las melodías, y de este modo teñía de más desgarro, canciones que otros entendían como pícaras o de humor.
Pero Chavela no era una mujer de lágrima fácil, y no dejó que nadie la pisoteara; por eso fue un personaje a contracorriente desde joven:
Vestía como un hombre, fumaba tabaco, bebía mucho, llevaba pistola, y era reconocida por su característico poncho rojo.
Todos sabían cuál era su condición sexual, aunque ella jamás lo anunció públicamente hasta que cumplió los 80 años:
“Si eres lesbiana, estás marginada”, se sinceraba.
Así de hipócrita era la sociedad mexicana; “podías ser lo que fuera delante de un micrófono, pero no en la calle, podrías ser lo que quisieras en el escenario, pero se te vetaba en la vida privada”, agrega Chavela.
Así actuaba en clubs y cabarets, pero nunca en grandes teatros; y a través de un amigo pintor conoció a Frida Kahlo, y presintió que podía amar a esa especie de “golondrina” que no era de este mundo.
La pintora se quedó fascinada ante su canto, y entablaron una relación que no fue a más por las ansias de libertad de la cantante:
“No era de aquí ni de allá, no tenía edad”, dijo sin titubear; y logró cierta fama en el Acapulco de finales de los años 50, repleto de turistas estadounidenses, llamada La Meca del Turismo Internacional; y allí actuaba en la sala Champagne Room del restaurante La Perla; tanto que actuó en la fiesta nupcial de Elizabeth Taylor y Mike Todd, a la que acudieron famosos como Cantinflas, Debbie Reynolds y su entonces marido, Eddie Fisher.
En aquella época, Chavela conoció a Ava Gardner, Rock Hudson y Grace Kelly, entre otros; y trabó una estrecha amistad con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, que la alojaron en su casa.
En su larga vida, también formó lazos con Picasso, Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Juan Rulfo, López Michelsen, Agustín Lara, Alfonso Camín, Nicolás Guillén, Juan Carlos del Valle y Gabriel García Márquez, con quien cenaba una vez al año en cualquier lugar del mundo donde se encontraran.
En el mundo de la música, fue muy cercana a José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Tomás Méndez, Álvaro Carrillo, Cuco Sánchez, Facundo Cabral, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Juan Gabriel, Sara Baras, Buika, Eugenia León, Martirio, María Dolores Pradera y Lila Downs, entre otros.
Su primer álbum fue publicado en 1961; y participó en la serie de televisión mexicana “Premier Orfeón”, que se inició en 1964, y en 1967 actuó como Ángela en la película del director mexicano José Bolaños, “La Soldadera”
En lo personal, Chavela tuvo romance con decenas de mujeres, famosas y esposas de políticos e intelectuales que acudían a escucharla; incluidas esposas de jefes del gobierno, entre ellas, la novia de Emilio Azcárraga, el todopoderoso empresario que vetó su carrera musical en compañías de discos; y por ello languideció; sufrió mucho, y la soledad se convirtió en su compañera más fiel.
Lloró la pérdida de su amigo José Alfredo, y su adicción al alcohol la apartó del público y dejaron de contratarla.
Sin dinero y sola, cayó en el olvido; bebió sin parar, y vivía de la caridad de sus amistades:
“El alcoholismo es una dependencia del alma”, decía; y durante años vivió de la caridad de amigos…
Una vida muy cercana a la botella de tequila, hizo que la artista malvendiera los derechos de sus canciones, y se viera prácticamente en la ruina por unos años; de hecho, los derechos de sus últimos discos fueron suyos, pero la artista cobraba poco dinero por ellos.
De esa manera, los graves problemas producidos por el alcohol en su vida personal, la llevaron a retirarse de una carrera artística de gran éxito a finales de los años 70, y durante años se sumergió en el anonimato.
Hasta que un día de 1988, se cruza en su camino la joven abogada, Alicia Pérez Duarte, con la que inicia una intensa relación.
La letrada, que siempre se refiere a Chavela como “La Señora”, revela que también sufrió la violencia de la cantante:
“El amor no existe, es un invento de noches de borrachera”, dice la intérprete de “La Llorona”
La artista amaba a la Isabel que llevaba dentro, porque Chavela podía ser “muy cabrona”; y su lesbianismo nunca anunciado públicamente hasta que cumplió 80 años, probablemente porque no hacía falta; probablemente porque en México se permite todo en un escenario pero nada en la calle; y su liderazgo en la comunidad lésbica mexicana:
“La libertad la tuve; la invité a vivir conmigo y lo hizo...
Pero la libertad va siempre de la mano de la soledad, es el precio que hay que pagar por ser libre.
¡Nadie soporta a un ser sin ataduras!
Yo pagué el precio, y no me arrepiento.
Ser libre es estar solo”, dijo Chavela; que estaba orgullosa de ser mujer, y nos dejó una serie de frases redondas que sonaban como sentencias:
“Qué bonito y qué privilegio haber nacido mujer” o “Cuando eres verdad, te impones”
Y ella se impuso, siendo “la más macha entre los machos”, como asegura la cantante mexicana Eugenia León; porque La Dama del Poncho Tojo cantó para todas las mujeres del mundo, con su voz rota y desgarrada.
Fue gracias al impulso de las artistas, Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, que Chavela empezó a superar sus problemas con el alcoholismo, y regresó a la escena pública a principios de los años 90, a través de presentaciones en el mítico teatro-bar “El Hábito”, de Coyoacán, de propiedad de sus 2 amigas.
En este lugar, se produjo su encuentro con el editor español, Manuel Arroyo Stephens, quien junto a Pedro Almodóvar, impulsaron su regreso a España.
Eso provocó que no volviera a beber en sus últimos 20 años, y se mantuvo fuerte hasta el final, tanto que hacía ejercicio con regularidad, y cumplidos 80 años, hasta se lanzó en paracaídas...
“No soy un Ave Fénix, sino una mujer con una fuerza brutal que logró salir de los infiernos”, decía; y fue muy sonada la aparición de Chavela en La Sala Caracol de Madrid, en 1993, donde logró recobrar su fama y la atención, tanto de su público seguidor como de nuevas generaciones de admiradores y de los medios de comunicación, en particular en España.
En una ocasión, Rocío Jurado la vio cantar y le gritó:
“¡Viva tú!”; y gracias a esas actuaciones en España, recobró estimación y pudo hacer giras por varios países.
Joaquín Sabina y Álvaro Urquijo, en su disco “Los Secretos”, compusieron en su honor, en 1994, una de sus canciones más conocidas:
“Por el bulevar de los sueños rotos”
En España, Chavela empezó una nueva y fructífera etapa, y fue feliz:
“Yo soy una de esas gentes que prefiere amar a que la amen; pero uno tiene que dar las gracias porque la quieran”; y es que la relación de Chavela con México fue agridulce.
Hasta su edad madura, sus actuaciones en televisión o teatros públicos, siempre fueron modestas, siendo por tanto, una figura marginal.
Su éxito definitivo en España a partir de los años 90, gracias al apoyo de Almodóvar, incluso le permitió actuar en el mítico Teatro Olympia de París.
Allí acudieron a verla Almodóvar y la actriz francesa Jeanne Moreau, quien no sabía hablar español, pero le dijo a Almodóvar:
“No hace falta que me traduzcas lo que canta, porque la entiendo perfectamente”
Por fin actuaba en teatros, y pudo regresar a México por todo lo alto, para que el público se estremeciera escuchándola en El Palacio de Bellas Artes, entonces reservado solo para grandes cantantes, especialmente del mundo del arte lírico.
A mediados de 2001, Chavela ofreció un multitudinario concierto en El Zócalo de La Ciudad de México, al cual asistieron medios de prensa del país y sus seguidores, que la ovacionaron y cantaron con ella las canciones más conocidas de autores mexicanos como:
“Piensa en Mí”, “Macorina”, “María Tepozteca”, “Las Ciudades”, “La Bien Pagá” y “Un Mundo Raro”, entre muchos otros.
En ese mismo año publicó su libro: “Y si quieren saber de mi pasado...” que recopilaba relatos autobiográficos de la cantante, desde un aspecto más íntimo, y que se convirtió en éxito de ventas.
En 2004, a la edad de 85 años, presentó el disco “En Carnegie Hall”, luego de haberlo grabado durante una única actuación en tan famoso escenario neoyorquino, repleto de seguidores de todo el mundo que agotaron todos los boletos a las 2 semanas de fijarse el concierto; y ese mismo año ofreció un concierto en el Luna Park de Argentina, donde el costo de la entrada era un libro que debía ser donado para una biblioteca pública de ese país.
En esa ocasión, también llenó dicho estadio, e interpretó la famosa canción “No soy de aquí ni soy de allá” de su amigo Facundo Cabral, acompañada por la cantante local, La Negra Chagra.
Luego vinieron los problemas de salud… la silla de ruedas y las ganas de morirse sobre las tablas.
En La Residencia de Estudiantes de Madrid, Chavela ofreció su última actuación en julio de 2012, y 2 días después, vuelve rápidamente a México para poder morir allí, lo que ocurre el 5 de agosto de 2012; pues viajó a España para presentar su último disco en ese recital, siendo su última aparición pública, y su última actuación; y 2 días después, el 12 de julio, Chavela fue hospitalizada en dicha ciudad por un cuadro de fatiga y taquicardia.
Se recuperó, y emprendió viaje de regreso a México, sabiendo que le quedaba poco tiempo…
Como dato, durante el año 2009, con motivo de su 90º aniversario, el Gobierno de La Ciudad de México le rindió un homenaje, nombrándola “Ciudadana Distinguida”
A este evento, concurrieron varias personalidades del ámbito artístico, cultural y periodístico, entre los que se cuentan la cantautora Julieta Venegas, la intérprete Eugenia León, el escritor Carlos Monsiváis, la periodista Carmen Aristegui, y sus amigos, Joaquín Sabina y Pedro Almodóvar.
Sus últimos años los vivió en Tepoztlán, Morelos, a las faldas del cerro del Tepozteco, con quien decía, “charlaba todas las mañanas”
Y desde 2009, en varias entrevistas, Chavela declaró que le gustaría morir un domingo, y que su funeral fuera un lunes, o un martes “para no echarle a perder el fin de semana a nadie”, y aguantó al pie del cañón hasta los 93 años.
En su momento llegó a decir:
“La vida es bellísima, pero la muerte también es hermosa.
Yo he dicho muchas veces que voy a ir a mi propio velorio, pero a burlarme de mí”
El 30 de julio de 2012, Chavela fue internada en el hospital, con problemas crónicos en corazón, pulmones y riñones, esto tras el viaje a España.
No quiso ser intubada, ya que quería tener una muerte natural.
Se le preguntó que si se arrepentía de haber hecho ese viaje, a lo que respondió:
“Yo sabía perfectamente bien cuáles eran los costos, y claro que valió la pena.
Le dije adiós a Federico, les dije adiós a mis amigos, y le dije adiós a España.
Y ahora vengo a morir a mi país”
Según su página oficial de Facebook, sus últimas palabras fueron:
“Me voy con México en mi corazón”
El domingo 5 de agosto de ese año, se dio a conocer su fallecimiento a través de su twitter oficial con la siguiente frase:
“Silencio, silencio:
Las amarguras volverán a ser amargas... se ha ido La Gran Dama Chavela Vargas”
Horas después de conocidas las versiones periodísticas sobre el fallecimiento de la artista, el ex presidente costarricense, Abel Pacheco, dijo que fue amigo de la cantautora, y expresó cariño por la artista.
Pacheco, siquiatra de 78 años de edad, quien estudió medicina en México, relató que en una visita a ese país, durante su mandato presidencial, entre 2002 y 2006, organizó en La Embajada de Costa Rica, un homenaje a La Vargas.
El ex mandatario, escritor y ex parlamentario, dijo que entregó entonces a la artista, una estatuilla de un nopal florecido en guarias, que son orquídeas, símbolos nacionales, respectivamente, de México y Costa Rica, y le recitó un poema que escribió para ella.
Tras la muerte de la artista, su sobrina Gisela Ávila Vargas, se trasladó a México con el deseo de ver a su tía, y colocarle el poncho que le regaló José Alfredo Jiménez, compañero de batallas y borracheras; y según aseguró, “no la dejaron verla por la intervención de la administrador de la artista, María Cortina, quien prohibió que Chavela tuviera relación en sus últimos años con su familia costarricense, así como con muchos de sus amigos de toda la vida”
A los días siguientes, se llevaron a cabo homenajes de cuerpo presente en La Ciudad de México; su cuerpo fue velado, de manera privada, en una agencia funeraria para ser trasladado el lunes 6 de agosto a La Plaza de Garibaldi, donde las cantantes, Eugenia León, Tania Libertad y Lila Downs, cantaron a la difunta acompañadas por un grupo de mariachis, y por seguidores de La Chamana.
El martes 7 de agosto, se rindió un homenaje de cuerpo presente a Chavela Vargas en El Palacio de Bellas Artes, donde también estuvieron presentes las cantantes que eran sus amigas.
y es que solo los grandes de México reciben el exclusivo honor de ser velados en el Palacio de Bellas Artes y en La Plaza Garibaldi, tal vez, el último en tenerlo allí, fue Juan Gabriel.
“¿Adiós?
No, nunca se dice adiós.
Se dice Te amo”, dijo Chavela en una ocasión.
En el cine, La Vargas debió buena parte de la fama de su segundo periodo de actividad artística, a su aparición en varias películas de éxito, bien mediante canciones incluidas en ellas, o como actriz.
Werner Herzog la incluyó, interpretando a una nativa, en su película “Cerro Torre: Schrei aus Stein” (1991); el director español, Pedro Almodóvar, incluyó canciones interpretadas por ella en varios de sus filmes, como “Tacones Lejanos” (1991); y alcanzó un importante éxito con la canción de Agustín Lara, “Piensa en Mí” en la voz de Luz Casal.
Chavela apareció en la película de Julie Taymor, “Frida” (2002), cantando una versión del popular son istmeño “La Llorona”, y de la canción ranchera de Tomás Méndez, “Paloma Negra”; también apareció en “Babel” (2006), la multipremiada película de Alejandro González Iñárritu, cantando “Tú Me Acostumbraste” bolero de Frank Domínguez.
Chavela Vargas tuvo muchas vidas:
Todas desaforadas, todas llenas de ansias por su libertad.
Algunas más dichosas, unas con más amor, otras con más alcohol; y en cada una de ellas, luchó por no traicionarse, por ser quien quería ser.
“Para ser Chavela tenía que ser más macha y más borracha que cualquiera de los chavos que había alrededor”
Chavela es un documental del año 2017, escrito y dirigido por Catherine Gund & Daresha Kyi.
Protagonizado por Chavela Vargas, Pedro Almodóvar, Elena Benarroch, Miguel Bosé, José Alfredo Jiménez Jr., Alicia Elena Pérez Duarte, Liliana Felipe, Martirio, Patria Jiménez Flores, Laura García-Lorca, Mariana Gyalui, Eugenia León, Tania Libertad, Diana Ortega, Tlany Ortega, Jesusa Rodríguez, Marcela Rodríguez, entre otros.
Chavela está inspirada en una entrevista del año 1993, que nos adentra un poco más en la vida y la historia de esta inmortal artista mexicana, que para principios de los años 90, la joven directora de cine, Catherine Gund tenía un solo objetivo:
Entrevistar a Chavela Vargas, porque durante mucho tiempo se había sentido atraída por su personalidad fuerte y matriarcal.
Fue luego del fallecimiento de la artista en el año 2012, que decidió revisar esas cintas de VHS de su archivo personal, y darles nueva vida antes de que el tiempo se encargara de destruirlas.
Tarea ardua, complicado reto, y difícil elección al centrarse en una artista gigantesca, vanguardista para su época, referencia de millones de mujeres que adivinaron en su actitud lo que realmente quería expresar Chavela, sin expresarlo abiertamente:
El género le daba absolutamente igual; ella era Chavela, y como dice a la cámara en un momento:
“¡No lo Olviden!”, independientemente de su género, y mostrando ante todo y ante todos, que cada cual podía ser como le diese la gana.
El resultado es un nuevo documental llamado simplemente Chavela, en el que Catherine Gund y Daresha Kyi revelan un poco más sobre la vida profesional y personal de Vargas.
Gund, en una activista y directora de cine documental australiana, además de ser fundadora de Aubin Pictures, productora cuyos temas transitan desde las relaciones raciales hasta la protección del medio ambiente, pasando por la diversidad sexual, los derechos reproductivos, y la lucha contra el VIH.
Su trabajo ha sido nominado a los Emmy, y su labor social es reconocida desde diversas organizaciones y grupos minoritarios; mientras Daresha Kyi es una guionista, directora y productora de cine documental y programas para televisión, que colaboró como codirectora y coproductora en la filmación del documental Chavela.
“Cuando la conocí, quise que todo el mundo la descubriera, sobre todo porque podía ayudar a quienes se sienten fuera de la norma.
Y cuando te rechaza tu familia, es difícil quererse a uno mismo, por ello su gran logro fue utilizar esa herida en su canto.
Hacer una película de Chavela, es reivindicar también el poder de lo femenino, porque estaba orgullosa de ser mujer”, dijo Daresha Kyi.
De esa manera se hace un auténtico repaso por las luces y las sombras de su vida, por sus virtudes, de todos conocidas y sus defectos, a través de fotos, entrevistas a la gente con la que vivió y canto, y a ella misma; videos de sus conciertos y su voz; esa poderosa voz que estremece de pies a cabeza tan sólo con su recuerdo.
Es un documento audiovisual excepcional, no sólo para fans, sino para cualquier interesado en la historia de la música; narrado en una cierta cronología:
La construcción de su leyenda, el éxito de la joven cantante, su desaparición tras litros y litros de alcohol, su reaparición por los cabarets mexicanos, su relación con España y reivindicación, y el reconocimiento en grandes escenarios… hasta que se apagó su voz ronca; una artista caracterizada por su mítico poncho, de voz rota e inconfundible.
A modo de homenaje fílmico, Chavela recoge las letras de sus canciones, los mitos e historias que se contaron sobre ella en vida., un retrato de una mujer que se atrevió a ser distinta social y sexualmente, que decidió cantar y soñar.
No es casual que la película arranque con los versos de “Soledad” en la voz rota de Vargas, quien sintió desde niña, la desafección de sus padres, porque la soledad se erige como espina dorsal de la película, junto a un video rescatado de una conversación en la que Vargas, con tono confesional, atiende a un grupo de mujeres… una de ellas, la directora misma, que mostraría la vida artística de ese monstruo impresionante llamado Chavela Vargas, “para que no se nos olvide” desde su huida de Costa Rica hasta su llegada a México en los años 30, que fueron duros, “de patadas” como ella misma dice, pero sin embargo, todo ese desprecio que llevaba de su patria, y ese “recibimiento” particular en México que la hizo lo que es, donde tuvo que ser más “macha y más borracha que los hombres” de sus inicios en bares y palenques, su batalla para hacerse un hueco en el panorama tan competitivo de la escena artística mexicana, hasta su encuentro con José Alfredo Jiménez, con el que se dijo, “quitó el embellecimiento de sus canciones para interpretarlas a cómo se deben” iniciando sus viajes de Tequila y borracheras épicas, de las que “se iniciaban sábado y terminaban lunes”, y su relaciones con Acapulco, con el Hollywood del tiempo de Elizabeth Taylor y Michael Todd, que según ella dice “asistió a la boda” y las fiestas siguientes, donde “todos se iban contra todos, y yo me fui con Ava Gardner”, hasta su romance más duradero, que cayó en el peligro por “la enfermedad del alma y la mente, tal vez del corazón también”, que es el alcoholismo… su olvido y su redescubrimiento en España, su amistad con Almodóvar, y sus presentaciones míticas en El Olympia de París y en Palacio de Bellas Artes de La Ciudad de México… hasta su trascendencia a planos mayores.
El filme es de esos en los que sabiendo algo de Chavela Vargas, inicias sentado, en un momento te pones de pie, lloras y te hincas, para terminar en el suelo, agotado por las innumerables vivencias, experiencias, y anécdotas de una gran mujer, un icono artístico que comprueba que el dolor sólo te hará más grande.
Lo más interesante es que no es manipulador, te cuenta una historia increíble, reservada sólo para los más grandes artistas.
Y es que con Chavela hay leyenda, magia, mito y verdad, pero sobre todo dolor. Todo contado de manera amena, que 90 minutos no son suficientes; y uno termina, o queriendo saber más de ella, o yendo a poner un disco para celebrar la vida de una mujer que el otro año, 2019, cumpliría 100 años de grandeza.
El filme contiene entrevistas con ella, de su pasado con Kahlo y Rivera, con Jiménez y demás, pero también hablan a la cámara quienes la conocieron, y quienes de alguna manera se relacionaron con ella, aportando un poco a la leyenda que nunca supo que “su destino era ser grande” como se dijo de María Callas, que por cierto, en algunas fotos inéditas para quien escribe, las hacen muy parecidas físicamente.
El material inédito de esta película, así como las entrevistas con la propia Chavela y sus contemporáneos, colegas y parejas, han dado como resultado un cariñoso retrato de una artista carismática y excepcional, que fue abiertamente lesbiana a lo largo de su vida.
El resultado final, es un admirable retrato de una luchadora, una persona que cantaba y vivía sin rodeos ni medida, de una artista con un reconocimiento muy pospuesto, que supo revivir sobre las cenizas, y que nos ha dejado un repertorio de canciones memorables.
Un retrato hecho desde la admiración y el reconocimiento, sin caer nunca en la adulación excesiva.
Un retrato necesario, para un personaje único.
“Yo no comprendía cómo se quería en tu mundo raro y por ti aprendí.
Por eso me pregunto al ver que me olvidaste, porque no me enseñaste como se vive sin ti”
Chavela es un montaje maravilloso de entrevistas, imágenes, canciones y videos de una artista tan humana en su vulnerabilidad, y tan celestial en la vida que vivió, que hacer un documental objetivo y veraz, simplemente parece una hazaña imposible, y sin embargo, Catherine Gund y Daresha Kyi rompen toda la complejidad, para que el espectador capture la esencia de esta deidad musical.
La entrevista inicial con Vargas, fue grabada hace más de 25 años, cuando tenía ya 71 años, y había dejado definitivamente los escenarios, tras varios amagos de retirada, sea en medio de maremotos sentimentales, o por los estragos causados por su adicción al tequila:
“Pregúntame lo que quieras, pero no de dónde vengo, sino a dónde voy”, nos dice una septuagenaria Chavela mirando a cámara.
El tono relajado y conversacional de Chavela, mientras charla con un grupo de jóvenes admiradoras lesbianas en las imágenes tomadas por Catherine en 1991, ofrece al espectador, una rara e íntima mirada a esta icónica cantante en un momento clave en su viaje.
Entonces acaba de regresar al escenario tras 12 años difíciles, perdidos por el alcoholismo, y una ruptura dolorosa con el amor de su vida, donde la entrevista se produce justo antes de que ella se vaya a España, donde resurgirá como un fénix de sus cenizas:
Fuerte, divertida y vitalmente viva.
Esta entrevista única, sirve como la columna vertebral que atraviesa a Chavela, que explora su fascinante vida desde su nacimiento en Costa Rica, hasta su eterna presencia en la tierra, en forma de canciones de amor apasionadas y profundas relaciones que la gente nunca olvidará.
A través de su estructura lírica, Chavela llevará al espectador en un viaje evocador y estimulante a través de la vida iconoclasta de una artista que cambiará las reglas del juego.
Centrado en imágenes de entrevistas nunca antes vistas de Chavela, tomadas 20 años antes de su muerte en 2012, y guiada por las historias en las canciones de Chavela, mitos y cuentos que otros han contado sobre ella, así como los que ella difundió sobre ella, la película teje un deslumbrante retrato de una mujer que se atrevió a vestirse, hablar, cantar y soñar con su vida única y particular, difícil de emular; por lo que este documental nos acerca tanto a su vida, como a su obra; y consigue ofrecer un retrato abrumador y sugerente de este extraordinario animal escénico, malherido por sus muchos rechazos y desplantes; empezando por sus padres, que se desentendieron de ella muy pronto por rara, y que encontró en México, su patria emocional y afectiva, que supo convertir en arte, su desgarro interior, hasta devenir en arquetipo de la libertad individual, más allá de las convenciones de su época.
Chavela mantiene un tono que va en busca de un relato biográfico sobre la persona, sin aprovecharse de forma sensacionalista de sus extravagancias y excesos.
Aciertan las directoras, en mostrarnos a las personas más cercanas que nos destaparán un lado mucho más íntimo, indómito y vulnerable, para conseguir dibujar todos los perfiles más escondidos y difusos de la Chavela.
Todo empieza en los años 50; y ya entonces, la veinteañera que luego fue nonagenaria, era ya la misma, y de una pieza.
En un México furiosamente macho, por irremediablemente español quizás, ella se rebela y se incendia contra sí misma y contra todos:
Viste pantalones, se recoge el pelo, fuma, bebe, vuelve a beber, y entona sus canciones de espaldas al exotismo casi tribal de la ranchera al uso.
Ni volantes, ni gorgoritos, ni ayayays...
Y en el fondo, en el corazón, es lesbiana, pero no lo dice, lo ejerce:
“Manifestaría su orientación sexual de forma abierta, ya de muy mayor.
A ella no le hacían falta banderas.
Ella misma era una bandera.
El resultado es que ahora mismo todas las lesbianas de México la adoran, la reconocen como su símbolo, le agradecen haber sido quien es todavía”, comenta la directora, y le creemos.
Nacida en 1919 en Costa Rica, y habiendo vivido la mayor parte de su vida en México, la cantante fue pionera en muchos aspectos; pero se hizo famosa hasta en la década de 1950, por lo que resulta fascinante ver las lindas muchachas rancheras de la época, con sus trenzas, sus volantes, sus brazos en jarra moviendo la cintura y su cabecita, y frente a Chavela, con su masculino poncho, su mirada desafiante y su seguridad inquebrantable frente a la sociedad machista mexicana; pero su carrera se vio interrumpida, y fue olvidada 2 décadas después, hasta el punto de que mucha gente creía que estaba muerta...
Su regreso, alrededor de los 70 años, fue uno de los más notables en la historia de la música, por triunfal, por lo que fue su presencia en la conciencia pública, tanto por su música como por su actitud.
“Sentí que México me estaba esperando”, confiesa Chavela tras huir de Costa Rica.
Allí conoció y hasta se bebió entero a José Alfredo Jiménez.
Aunque quizás fue al revés:
Fue él, el que se bebió a ella, o los 2 mutuamente.
El caso es que el tequila se hizo alma, y habitó entre nosotros; y en el documental la vemos arrastrar la voz, el cuerpo y la mirada siempre triste por la boca, la piel y los ojos manchados de rímel de mil mujeres, de mil garitos, de mil miradas tristes.
Y así hasta agotarlas todas:
“Una noche incierta, todo el mundo amaneció con todo el mundo, y yo con Ava Gardner”, dice; y después de ella, todas las demás… hasta Frida Kahlo fue suya, o al revés, o las 2 de las 2:
“Me dijo:
“No te puedo atar a mis muletas y a mi cama…”
Y un día me fui”, cuenta Chavela, que dijo de la mujer, que sus cejas eran como “golondrinas en pleno vuelo”
También cuentan que, cuando Jiménez falleció, Chavela acudió a su velatorio, y se desplomó cantando y llorando, borracha…
Cuando varias personas intentaron apartarla, la viuda de José Alfredo las detuvo diciendo:
“Déjenla, que está sufriendo tanto como yo”
Porque la cantante mexicana, de origen costarricense, fue un personaje singular:
La más macha entre los más machos, en un pueblo de sementales desbocados, irreductible dipsómana hasta el delirio, promiscua y exuberante en su vida privada, sobria y emotiva en sus quejumbrosas e inolvidables interpretaciones públicas, avasalladora presencia que no alcanzó la fama, el reconocimiento y la admiración mundial hasta cumplidos los 70 años, como paradigma de la mujer libre, ejemplo poco ejemplar para varias generaciones de féminas y admiradores, icono del arte interpretativo, más allá de cualquier catalogación o concesión.
Ella fue única en muchos sentidos, y sobrevivió, contra pronóstico, a sus propios excesos autodestructivos.
Y así se nos presenta el viaje de Chavela, hasta llegar a la que fue la gran depresión, el olvido, la coagulación necesaria de la mecánica del dolor en el que siempre vivió:
“Tan corto fue el amor y tan largo el olvido”, se escucha.
“El episodio fundamental, tanto en la vida de Chavela como en el de esta película, fue el hallazgo de Alicia Elena, la mujer que la salvó”, dice Daresha Kyi.
Recuerda Kyi, que con la película ya prácticamente acabada, sentía tanto ella como su colega Gund, que algo faltaba…
“Escribimos a Alicia, con la esperanza muy vaga de que nos atendiera.
Sabíamos que había sido una de las mujeres de su vida.
Y la abogada Alicia Elena, no sólo nos recibió, sino que nos abrió completamente su corazón.
Ella es el alma de la película”, dice la directora.
Y eso precisamente fue un gran logro, que aún con su habitual discreción, Chavela hablase de sus amores, y el añadido de escuchar a las 2 partes con la versión personal de estas historias de amor y desamor.
Intensas, mágicas y sin límites... y muy importante para la película, para mostrar su faceta íntima desligada de cualquier atisbo de ficción, fue encontrar a Alicia Elena Pérez Duarte.
Por otra parte, no queda claro si fue su ultimátum, o una cacareada ceremonia con chamanes, lo que logró arrancar a la artista del alcoholismo que la había alejado de los grandes escenarios durante casi 12 años, tiempo en el que quienes no la olvidaron, la dieron por muerta; pero sin lugar a dudas, lo más impactante de Chavela, es la sinceridad de su narración.
Los periodos oscuros no se atajan ni se olvidan, el olvido en el que cayó la artista durante 12 años, se analiza y se hace presente con todo el dolor que conlleva, y su extremo alcoholismo se plantea de cara, sin falsos pudores ni aristas redondeadas; y se introduce en la espesura melancólica de la Chavela mujer, la Chavela indefensa, la Chavela que podía ser a la vez miel y granizo.
La vemos enseñar a disparar al hijo de Alicia, la vemos extraviarse por el laberinto de una vida demasiado castigada:
“Pero está claro que, pese a todo, ella quería vivir.
Ella disfrutaba de la vida.
No quería dejarse arrastrar por la muerte y sus recuerdos.
Quería seguir cantando”, rememora Kyi.
Por ello no está claro que fuera por los chamanes o por simple y clara tozudez, el caso es que un buen día, Chavela dejó de beber, y se ofreció a sí misma, completamente renacida, y hasta virgen, a pesar de todo.
Chavela Vargas, siendo una artista muy poco convencional, reconstruyó su carrera, y vivió gran parte de su vida en un país conservador; aun hasta muy tarde en su vida y en su carrera, que se hizo pública como lesbiana, y su adicción al alcohol, como las principales causas de su caída de la gracia del público en el apogeo de su carrera, y a pesar de su éxito y popularidad, el público la creyó muerta, por eso tuvo el coraje y el poder de hacer uno de los éxitos más sensacionales en la historia de la música, disfrutar de nuevo el éxito, y convertirse en una celebridad internacional.
Tenía más de 80 años, cuando hizo su debut en lugares como Carnegie Hall o El Olympia, y su música fue una fuente de inspiración para varias películas de Pedro Almodóvar.
Renacida, fue reclamada para actuar en un concierto en Madrid, donde no faltaron figuras españolas como Pedro Almodóvar o Miguel Bosé, que se convirtieron en sus nuevos valedores, y mostraron a Vargas, a una sociedad donde la palabra “lesbiana” cobró otro significado.
Pedro Almodóvar es uno de los artistas que hablan acerca de Chavela en la película; sin duda, el cineasta es un gran fan de Chavela Vargas, y esto se nota en sus películas que incluyen canciones interpretadas por la artista, de las que dijo “forman parte del guión”
Desde su último filme, “Julieta” (2016), donde pudimos escuchar “Si no te vas”, pasando por “Carne Trémula” (2002) donde sonaba “Somos”, o “La Flor de mi secreto” (1995) donde escuchamos su mítica “En el último trago”, además de “Kika” (1993) que incluía su popular “Luz de Luna”, etc.
“En España comenzó un proceso de autoafirmación.
Necesitaba curarse de esas heridas que había arrastrado toda la vida”, explicó Kyi sobre un segundo período artístico en el que debutó en El Teatro Olympia de París.
“Chavela vivió en un estado constante de despedidas”, dice el director de cine Pedro Almodóvar, quien se hizo amigo de la cantante en la última etapa de su vida, y utilizó sus canciones en algunos de sus filmes.
El documental, sí transmite esa idea:
Su canto parece uno de muerte, no una celebración.
Lo que sigue, es la última Chavela, la de los conciertos en Madrid, en la sala Olympia de París y en el mundo.
Lo que sigue, para entendernos, es la Chavela de Almodóvar.
Dice este último, que en sus canciones, él encontró un espejo; y lo dice mientras suena “El último trago”, la canción que hiere como un rayo el corazón de “La flor de mi secreto”, porque Almodóvar la hizo suya, la protegió, la mimó, la abrió su cine, y la posibilidad del reencuentro de nuevo con el público.
“De hecho, estoy convencida de que fue cosa del destino.
A poco que se mire de cerca, Chavela es digno personaje de una película de Almodóvar:
Trágica y cómica a la vez.
Eso y profundamente irreverente.
A veces pienso que son la misma persona, que Chavela no es más que un producto de la fantasía de Almodóvar”, dijo la directora.
Por la carrera artística de La Vargas abarcó más de 6 décadas, y su larguísima lista de conquistas ilustres, incluyó también a famosos como Frida Kahlo, lo cual es sólo una muestra de su indomable personalidad, pero nunca se vanagloriaba de ello, ocurrió y ya está.
Sin embargo, tuvo que lamerse muchas afrentas en silencio.
Y lo dejó dicho con su claridad habitual:
“Lo que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera una peste”
Sobre el escenario, cantando, se puede formular y expresar todo aquello que de otra forma pudiera parecer indecoroso o improcedente decir.
Es el salvoconducto de los artistas, su válvula de escape, su catarsis.
Y ella supo conectar con un público necesitado de verse representado y reconocido, aceptado y querido.
Por ello, sus conciertos hacían las veces de espontáneas y campechanas terapias de grupo, donde el ambiente propiciaba la confidencia y la comunión en un ambiente amoroso, repleto de afectuosa compasión; y logró un vínculo casi místico con sus admiradores, que la adoraron con entusiasmo.
Lo mejor de esta obra documental, es la excelente selección de canciones que jalonan su metraje, y que apostilla e ilustra cada momento de su larga y tortuosa vida.
Pero también vemos cuando ofreció su última actuación en Madrid, muriendo días después en México, el 5 de agosto de 2012, a los 93 años, tras regresar de despedirse de sus amigos.
“Fue única.
Tuvo una vida como una montaña rusa, de subidas y bajadas extremas, de estar borracha y tirada en el suelo, a convertirse en musa de Pedro Almodóvar, abarrotando salas como el Carnegie Hall de New York, el Olympia de París o el Bellas Artes de México”, explicó Daresha Kyi.
El mito creció, en parte gracias a la imaginación de la propia Chavela.
¿De verdad se coló en la habitación de Ava Gardner, y tuvo un idilio con Frida Kahlo?
“Con Chavela uno nunca sabe, porque no le eran importantes las fechas…
Un día podía decirte que estuvo con Frida 5 años o 5 días…
Lo que sí creo, es que Chavela se identificó mucho con ella, porque amó a quien quiso, y como quiso, fue una rebelde con una voz artística muy fuerte, también llena de sufrimiento”, opinó la directora.
Pero esta mujer no era fácil, era fuerte, provocativa y única, y su carácter complejo y sus pasiones desafían a relajar algunas nociones ciertas sobre las personas.
Ese es un efecto profundo para la película, fomentando una mente más abierta.
“El dolor forma todo lo que ella hizo.
Sin ese sufrimiento, no habría sido quien fue.
Transmitía esa pena y la compartía.
Transformaba su dolor en arte.
Ella más que cantante, era intérprete.
Interpretaba sus canciones, les daba alma, las convertía en otra cosa; en algo que dolía”, comenta Kyi, para dar la perfecta medida de una cinta que es también una herida, como todo lo que tocaba Chavela.
Cuenta la directora, que le hubiera gustado profundizar un poco más en la parte más esotérica y misteriosa de su personaje, y lo dice porque dieron con varias historias mágicas de curaciones milagrosas, apariciones en lugares imposibles...
Chavela, en efecto, es ya mito, el cuerpo de una mitología que empieza y acaba en ella.
Ser Chavela, fue una empresa sólo a la altura de la misma Chavela.
El mito del dolor hecho cuerpo; pero el documental adolece del periodo más difícil de documentar… el de su juventud y la construcción de su identidad y personalidad, pues dedica muy poco tiempo a lidiar con su carrera temprana, su vida en Costa Rica, no hay mucho material sobre su vida privada en ese país, menos sobre su música.
Sobre todo porque, aparentemente, muchas veces renegó de Costa Rica en entrevistas con medios de prensa internacional, lo que creó en muchos de los ticos, una especie de resentimiento por expresiones duras contra el ser nacional.
Pero en el fondo, no importa que lo que pensara Chavela sea verdad o no.
La indignación de algunos, no es porque Chavela estuviera mintiendo, no es porque Costa Rica sea en realidad más alegre, alocada y excitante que la movida madrileña de los años 80.
Lo que toca las entrañas de un exacerbado patriotismo, es que Vargas, desde su experiencia vital, se expresara mal del país.
Nuestro compromiso, entonces, no es con la verdad, sino con la apariencia y el qué dirán…
De nuevo, parece que la posibilidad de decir lo que uno piensa, está condicionada a que coincida con el “mainstream” costarricense.
Terrible realidad de hipocresía, intransigencia y doble moral.
Incluso algunos cercanos a la cantante, consideraban que quizás esas fuertes declaraciones, eran una especie de acto de defensa, para no dejar traslucir, que en el fondo, la tierra que la había “parido” estaba ahí, presente en esa vida de leyenda, derrota, reencuentro y resurrección.
Y es que si la Costa Rica de hoy puede parecernos conservadora, no costará mucho imaginar, cómo era 70 años atrás, cuando Chavela, la adolescente abandonada, lesbiana y alcohólica, tuvo que salir despavorida.
Si recientemente, un grupo de padres de familia presentó miles de recursos de amparo contra la decisión del Ministerio de Educación de implementar programas de educación sexual, y las parejas con problemas de fertilidad no pueden optar a las, mundialmente aceptadas, técnicas de reproducción asistida, o que en Costa Rica todavía exista la discriminación sexual, sin derechos civiles… me pregunto:
¿Cuesta tanto solidarizarse con el maltrato por el que pasó una joven en el San Joaquín de Flores de principios del siglo XX?
Que luego sirvió a los intereses de quienes se autodenominaron “dueños de la verdad” en materia de definir lo que era arte, y lo que no lo era, a quién había que patrocinar, y a quién no, o quien era “aceptable” y quien no lo era…
Quizás, una de las características de su personalidad que pagó más caro fue el de esa sinceridad que jamás quiso dominar.
A esa no estamos acostumbrados, y ella no aprendió nunca el guión de la hipocresía.
“Volvía por su hermana Ofelia, mi mamá; pero al poco tiempo ya se quería ir, no le gustaba estar en Costa Rica”, dice su sobrina Yisela Ávila, una secretaria que guarda en la casa de San Joaquín, una guitarra y los ponchos de Chavela.
Que se topó con la sorpresa, de que la juventud de Costa Rica la admiraba como era, y eso cambió su punto de vista.
Los jóvenes la llamaban, y la visitaban… por lo que La Dama del Poncho Rojo pareció haberse reconciliado con su país, en abril de 1994, cuando ofreció un majestuoso concierto en El Teatro Nacional de San José; y recuerda que en esos días, un grupo de jóvenes le reclamó a Chavela por los altos precios de las entradas al teatro, ante lo que ella les pidió que le fijaran un lugar para cantarles gratis; y les cantó unos días después, en un auditorio de la Universidad de Costa Rica, donde los cautivó con “Macorina”, “Un mundo raro”, “La Llorona” y “Paloma Negra”, entre otras canciones.
“No; yo nunca he dicho que no soy tica.
He dicho que adquirí la ciudadanía mexicana porque allá viví 40 años, y tenía que vivir como mexicana, vivía de México, mis amigos eran mexicanos, todos, con los que me crie en México, mis amigos artistas, mis amigos particulares, los pintores, los escultores, los poetas, toda esa gente, me crie allá.
Yo no estoy peleada con Costa Rica, es la gente que se mete conmigo.
Me buscan todos los defectos, buscan todo lo yo he hecho en la vida en lugar de ver una labor, he abierto un surco para la juventud, para las mujeres, para muchas cosas.
Lo tachan de otra cosa.
No es que yo no quiera a Costa Rica, no, es que no me dan mi lugar.
Punto”, dijo Chavela.
Pero a partir de 2008, la familia de Costa Rica perdió contacto con Chavela, pues afirman que María Cortina, la representante de la artista, obstaculizó toda comunicación de ella con Costa Rica, tanto con su hermana Ofelia, por quien la artista “veló toda la vida”, y con quien tuvo “una relación muy cercana”.
Y es que la muerte de la artista Chavela Vargas, desató en muchos, una vez más, el odio hacia ella...
No el amor hacia Costa Rica, que sería tan bueno que se desatara, sino el odio hacia una persona; y pareciera que lo que no se le perdona a Chavela, es esa firme decisión de no dejarse atropellar por el serrucho que en territorio nacional no perdona a nadie que sobresalga bastante del denominador común.
Ello, más allá de que cayera en el alcoholismo y luego se volviera sobria, o de que su preferencia sexual fuera diferente a la de la mayoría, por lo cual no se condena a nadie en México, he ahí la gran diferencia.
Si no, que lo digan el máximo escultor nacido en Costa Rica, que tuvo que irse a México para poder desarrollar su arte:
Francisco “Paco”, Zúñiga, o las escritoras Yolanda Oreamuno y Eunice Odio.
Total, tras su muerte, parte de las cenizas de Isabel Vargas Lizano, también serían esparcidas en Costa Rica, con lo cual se cumplirá una de las últimas voluntades de la cantante, según Pablo Barahona, abogado de la familia en el país; y de acuerdo con él, se organizaría un acto para esparcir las cenizas en Playas del Coco, lugar donde en alguna oportunidad residió Vargas, o se depositarán en un mausoleo que se pretende construir en San Joaquín de Flores, en Heredia.
¿Ocurrió?
Que yo sepa, no…
Lo que sí se supo, es que parte de las cenizas habían sido esparcidas en El Golfo de México, en Veracruz, como así lo había solicitado la artista.
Como dato, Sergio Ramírez Mercado, un escritor nicaragüense, publicó en 2011, la novela “La Fugitiva”, un relato ficticio de la vida de la escritora costarricense Yolanda Oreamuno Unger.
En el trabajo de Ramírez, la vida de Oreamuno, es contada por 3 mujeres que la conocieron, y según muchos críticos, uno de los personajes femeninos que cuenta la historia de Oreamuno, es una cantante que se parece a Chavela Vargas…
El personaje habla sobre su propia vida, y su amor lésbico no correspondido por Yolanda Oreamuno…
Total, es difícil, muy difícil, realizar un documental sobre una personalidad tan arrebatadora y al límite como Chavela Vargas.
“Tan corto fue el amor y tan largo el olvido”
Chavela Vargas, en 2004, dijo en ocasión de despedirse del público argentino:
“Pienso que sí me eternizaré.
Pasará el tiempo y hablarán de mí una tarde en Buenos Aires.
Cuando un día empiece a llover, les saldrá una lágrima, será una “chavelacita” muy chiquita”
Y es que Chavela es un viaje demoledor a las entrañas de una mujer peculiar, provocadora, contradictoria, fuerte y débil a la vez, necesitada de amor, y con unas ganas tremendas de buscar su independencia, y echarse a volar para dejar su huella.
Una huella donde el dolor y las heridas del alma tienen mucho que decir.
Gracias al material inédito que nos ofrece este documental, conocemos más sobre su compleja vida, la cara alegre y la amarga que transitaba por sus venas ahogadas en litros de tequila y desesperación.
Conocida como una narradora ruidosa y entretenida, Chavela eligió las historias que más le gustaban, les infundió vida y las hizo manifiestas.
En su asombroso viaje desde un fugitivo rechazado de 14 años de Costa Rica, hasta el mundialmente reconocido ícono mexicano ganador de un Grammy, esta tejedora de sueños, tomó partes de lo que ella era y quiso ser, y las tejió en la realidad.
Aunque oficialmente no salió del closet hasta que tenía 81 años, Chavela diseñó cuidadosamente una persona pública como una poderosa, rebelde, de espíritu libre, una proscrita sexual y sexy, que hizo su propio camino hasta que dejó el plano físico en la tierna edad de 93; y murió aún rabiosa por la falta de amor de su madre con ella…
Como Chamana, Chavela fue una construcción casi perfecta para periodistas, escritores y directores de cine desahuciados o en la cresta de la ola, para lúcidos intelectuales, cantautores y para borrachos clarividentes.
“Agustín Lara era el único que me llamaba Isabel”, explicó una tarde en La Casa de América de Madrid acompañada por Carlos Monsiváis; el escritor fue el gancho perfecto para sacar las historias de seres mitológicos como José Alfredo Jiménez; y casi todas las frases comenzaban de la misma manera:
“Íbamos a tomar tequila y...” tardaban varias cosechas en volver a estar sobrios…
“Un día nos olvidamos del muerto…”, explicaba sobre un velorio en el que cambiaron de bar, y olvidaron los motivos y al finado… y a ratos sonaba como una buena canción de Sabina...
Joaquín fue a la peregrinación de 1993 a La Sala Caracol de Madrid, en la que Chavela escenificó su resurrección; y Sabina se equivoca de dirección, pero no de estribillo:
“Vivo en el bulevar de los sueños rotos”, dice que dijo ella.
Aquellos conciertos, fueron abracadabrantes para todos los que estaban ahí:
Almodóvar, Martirio, Sabina, Laura García Lorca... todos fueron capturados en las redes de La Chamana, porque Chavela es un gran invento.
¿Es verdad eso de que los borrachos no mienten?
“Los borrachos no mienten, y los poetas tampoco”, contestó rotunda.
Con la desaparición de Chavela Vargas, escribió un amigo suyo, “se pierde una manera de cantar llorando, un quejido inigualable, una expresividad fuera de lo común.
Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular, desde la muerte de Roberto Goyeneche.
Ella no vendía una voz, vendía un estilo...”
El amigo es Joaquín Sabina, nada más se puede agregar a eso.
Para finalizar, resulta curioso que las 3 palabras que subtitulan esta nota, sean también las siglas R.I.P., que en inglés se traduce en “Descansa en Paz”
Porque no importa qué canción se cante, nadie canta como canta Chavela.
Imposible olvidar su nombre, así como el espíritu libre y atormentado que derrochó esta leyenda que pedía Luz de Luna para su noche triste.

“Me llamo Chavela Vargas, no lo olviden”



Comentarios

Entradas populares