The Song of Songs

“One of the world's great love stories comes to the star who can make it live”

La Época Pre-Code de la industria cinematográfica estadounidense, hace referencia al periodo comprendido entre la introducción del sonido, finales de los años 20, y la aplicación del Código de Producción de Películas que recogía las directrices de censura.
Desde 1934, El Código de Producción de Películas pasó a denominarse, de forma incorrecta, “Código Hays” por William H. Hays, el director de los Productores y Distribuidores Cinematográficos de América (MPPDA); y aunque el código fue adoptado en 1930, el proceso de supervisión era deficiente, motivo por el cual no se aplicó de forma rigurosa hasta el 1 de julio de 1934.
Antes de esa fecha, el contenido de las películas estaba más restringido por la legislación local, las negociaciones entre El Comité de Relaciones Cinematográficas (Studio Relations Commitee) y los grandes estudios, y la opinión popular; que por el mismo Código Hays, que muy a menudo era ignorado por los productores de Hollywood.
Como resultado, a finales de la década de los 20, y principios de los 30, las películas incluían insinuaciones sexuales, mestizaje, consumo de drogas ilegales, infidelidad, aborto, violencia intensa y homosexualidad.
Y la figura de la “mujer fatal” dominaba películas como “The Song of Songs” (1933); mientras los personajes malvados sacaban provecho de sus acciones, a veces sin mayores repercusiones, y salían “bien parados” de sus fechorías.
Así, muchas de las grandes estrellas de Hollywood como Marlene Dietrich, dieron sus primeros pasos en esa época; mientras que en los tiempos de “las leyes y las restricciones” de La Antigüedad, a Israel se le concedía a Salomón y su espíritu poético de sabiduría; en los primeros años del cine se le concedió a Hollywood, especialmente a Rouben Mamoulian, un director innovador que dijo una vez:
“... las artes son el verdadero medio universal.
Todo esto debería servir para recordarle que el hombre todavía tiene un potencial, que no solo se está arrastrando por La Tierra.
Todavía tiene alas y puede volar.
Necesitamos este recordatorio de fe, de optimismo, para restablecer la dignidad de un ser humano”
Se conoce como “Cantar de Los Cantares”, en hebreo “שִׁיר הַשִּׁירִים” a uno de los libros de La Biblia y del Tanaj; que trata de 2 amantes:
Un joven pastor y una sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que “el amor siempre triunfa”
Y una de las claves del “Cantar de Los Cantares” es la forma descriptiva, sensual e inspiradora, con la que se desarrollan todas las situaciones utilizando la metáfora a través del mundo de la naturaleza, los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel, para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse, y el amor profundo entre ambos; pero en el fondo no es más que una colección de cantos eróticos que celebran el amor humano, protagonizado por un hombre y una mujer.
“I don't know the song of songs, but knowing your father, I imagine there was something dirty in it”
The Song of Songs es un drama del año 1933, dirigido por Rouben Mamoulian.
Protagonizado por Marlene Dietrich, Brian Aherne, Lionel Atwill, Alison Skipworth, Hardie Albright, Helen Freeman, entre otros.
El guión es de Leo Birinsky, Samuel Hoffenstein y Rouben Mamoulian; basados en la novela de 1908, “The Song of Songs”, que también es traducible del título alemán de “Das Hohe Lied” como “The Hymn”; y que está escrito por Hermann Sudermann.
La obra de 1914, “The Song of Songs” de Edward Sheldon, también contribuyó a esta versión; por lo que es un remake de la película muda homónima de 1918, protagonizada por Elsie Ferguson, y la película muda de 1924, “Lily of The Dust” con Pola Negri.
Esta versión, también se eleva con citas de la poesía del libro bíblico del “Cantar de Los Cantares”, y es una buena combinación de sofisticación y malicia previa al Código de Producción Cinematográfica; por lo que fue prohibida en la Alemania nazi, porque el autor de la novela era judío, y porque Dietrich se negó a trabajar allí, mientras los nazis estuvieran en el poder.
En el fondo es una película de drama romántico, Pre-Code estadounidense, que se estrenó en un momento en que los musicales volvieron a ser populares tras una gran cantidad de ellos producidos entre 1929 y 1930.
Recordar que estamos en “el amanecer” de La Era del Sonido, con el nuevo ciclo de musicales exitosos que comenzó con “42nd Street” (1933), por lo que The Song of Songs no encaja en esa categoría, a pesar de su título de sonido musical.
Según el biógrafo de Dietrich, Steven Bach:
“Paramount tenía miles de estatuas duplicadas para exhibir en los vestíbulos de los teatros para promocionar la película.
Este movimiento causó sensación, y despertó el desprecio de los grupos religiosos y de mujeres en todo el país”, debido al uso de la mujer desnuda con los pezones parados.
Con todo, esta es una de las más de 700 películas de Paramount Productions, filmadas entre 1929 y 1949, que se vendieron a MCA/Universal en 1958, para su distribución en televisión, y desde entonces han sido propiedad, y han sido controladas por Universal.
Su primera transmisión documentada, tuvo lugar en Minneapolis, el martes 23 de junio de 1959 en WTCN/Canal 11.
Lamentablemente, los mismos aspectos pre-codificados de la historia que han ganado el prestigio de los espectadores modernos, ahuyentaron a los patrocinadores de esa época menos ilustrada, y rara vez se transmitió por televisión.
La acción está ambientada en la Alemania del siglo XIX.
Una vez en Berlín, tras la muerte de su padre, Lily Czepanek (Marlene Dietrich) se encuentra y posa para Richard Waldow (Brian Aherne), el escultor que vive al otro lado de la calle de donde ella vive.
Pero muy a pesar del romance eventual entre los 2 amantes, Lily se casa con uno de los clientes adinerados de Richard:
El Baron von Merzbach (Lionel Atwill),  que podrá darle a la bella joven campesina, todo aquello que un simple escultor no puede.
Al final de la historia, Lily y Richard se reúnen después de que Lily lucha en un viaje de conocimiento y madurez personal.
La película es un vehículo para el lucimiento total de Marlene Dietrich, en un registro a ratos muy distinto a lo que nos tenía acostumbrado.
Es más, a muchos de aquellos que conozcan la vida de esta magnífica actriz, les chocará mucho el hecho de que dé vida a una joven inocente, lectora empedernida de La Biblia, atención que la película hace alusión al famoso pasaje de idéntico título; y que cree en el amor puro y verdadero…
Con esto no quiere decir que la actriz no esté bien en su personaje, pero llama la atención porque ella siempre se vendió como “femme fatale”; pero avanzada la película, la actriz saca sus mejores armas, y una vez más la vemos como “la devora-hombres” de siempre, teniendo a todo el género masculino a sus pies, y perdiendo la cabeza por ella.
The Song of Songs resulta ser pues, una obra maestra de infinita belleza y sensibilidad.
En ella, cualquier momento puede ser mágico, y cualquier situación puede conmover, porque está muy bien rodada, y muy bien producida.
Filmes como este, justifican la pasión por el cine; y Rouben Mamoulian trató siempre de mostrar los peligros de la pérdida de la inocencia, de los principios, de la sensibilidad, mediante su refinada y nunca suficientemente ponderada maestría.
Este remake, probablemente tuvo mucho que ver con la fascinación de Pre-Code con los modelos de los artistas, que aquí se desnudan, y por los ojos maravillosamente expresivos de Dietrich.
Pero eso no es todo lo que está aquí; el filme de gran calidad, y que protagoniza uno de los momentos más perturbadoramente eróticos, estamos hablando de una película de 1933, del cine de Hollywood de los años 30.
En fin, una rareza del cine clásico que sorprenderá a más de uno.
“I can't take my clothes off!”
The Song of Songs fue la primera película estadounidense de Marlene Dietrich, no dirigida por Josef von Sternberg, y la 5ª producción en Hollywood de la actriz alemana, quien previamente había mostrado sus talentos en “The Blue Angel” (1930) y “Shanghai Express” (1932)
Esto hace que The Song of Songs sea única, ya que realmente trata de vender a Dietrich, como una chica inocente al principio, lo que es realmente extraño ver; pero como siempre, Dietrich lo logra.
Y es que este es el primer trabajo sin Josef von Sternberg, por primera vez en 3 años, bajo la dirección de Rouben Mamoulian; que al leer el guión, Mamoulian exclamó de inmediato:
“¡Yo no quiero hacer eso!”
Sternberg, que escuchó sus palabras, se vio obligado a decirle:
“Si no la haces, oí decir que ya no te darán ninguna otra película”
Para la Dietrich, que sabía lo que Mamoulian había hecho con Greta Garbo en “Queen Christina” (1933), éste era la mejor opción después de Sternberg… así que, aceptaba o tendría que irse del Estudio.
Y cuando uno ha visto ya la película, necesario se vuelve concederle al director ruso-americano toda la razón.
Mamoulian declaró una fuerte preferencia por una apariencia estilizada en sus escenas, afirmando que estaba más interesado en crear una apariencia poética para sus películas, que en mostrar el realismo ordinario.
De hecho, fue el primero que logró insonorizar el sonido de la cámara para que no se entrometiera en el diálogo de los personajes.
Así vemos a la huérfana campesina que se va a Berlín para quedarse con su tía Ramussen (Alison Skipworth), que es una loca alcohólica, y pronto conoce a Richard, un escultor guapo, que vive al otro lado de la calle.
Persuadida a regañadientes a posar para Richard, sus encantos físicos, que se muestran tan completamente como lo permitían las costumbres de 1933; pronto desvanecen su actitud “estrictamente comercial”, y se vuelven amantes.
Pero Richard, queriendo su libertad, se confabula con su matrimonio con su rico cliente, El Barón von Merzbach... cuya familia incluye a una ex amante celosa, y una jefa de granja susceptible.
¿Richard, todavía tiene un papel que jugar en su vida?
Eso será el nudo del filme, en que el director tiene un gran grado de amor y respeto hacia sus estrellas femeninas, que les permite ir más allá de sí mismas en todos los aspectos; y lo que más fascina, además de las bellas imágenes y Dietrich, es cómo funciona como un juego de moralidad, y cuál es su mensaje; pues muchas películas como esta, parecen ser bastante cortadas y secas:
Una niña inocente se vuelve cachonda, que no debería ser una puta, que es castigada y redimida.
The Song of Songs es afortunadamente un poco más complicado que eso, por  lo que Mamoulian enmarca la película en 2 partes:
La historia de una mujer aprendiendo tanto la alegría como el peligro de la sexualidad; y de cómo tantos hombres anhelan desesperadamente explotar eso.
Lo importante es que Lily no solo entra en la guarida esculpida de Richard, sino que es criada por su padre, para ser “una cristiana perfecta”
Como una vez estuvo tan bien planteado, “demasiada perfección es un error”, según se dice; y el uso que su padre le dio como conducto de su propia culpa y frustraciones, la ha convertido en una mujer completamente dependiente de hombres fuertes para darle forma; de ahí que la metáfora de la estatua no sea casual.
El conflicto entre el escultor y El Barón, también es una dicotomía nada sorprendente:
Uno, un artista; el otro un soldado; con el artista siendo poco confiable, frívolo y celoso; mientras que las crueldades del Barón y la falta de empatía, se adaptan a su experiencia militar.
Eso da los primeros 2/3 de la película, con Lily siendo víctima de la religión, el arte y el poder.
No es de extrañar entonces, que cuando su vida se desmorona, voluntariamente se lanza a las mismas situaciones, esperando ser utilizada por otros hombres, y no sorprendida por los resultados.
Es por eso que el final no es esperanzador.
El amor es más profundo y más oscuro de lo que ninguno había esperado o podía comprender, a pesar de lo que “El Cantar de Los Cantares” nominal trató de advertirles.
Así, la película termina con el escultor tratando desesperadamente de reavivar un amor y la inocencia que ya no existe.
Él la acoge para sí mismo, tratando de unir a las 2 personas desilusionadas de nuevo, de una manera que simplemente nunca podría ser.
Dado que el director no puede mostrar las partes inferiores desnudas de La Dietrich, Mamoulian rápidamente sustituye una escultura relevante de cerca, para que la ilusión no se rompa para la audiencia.
En lugar de despojarnos de la desnudez, simplemente la presentamos de la forma más directa que la directo puede mostrar.
Esas escenas de cambios/cortes, es sencillamente genial, y mucho más eróticas que mostrar la realidad de lo que sucede, incluso utilizando las sombras, como el desnudo que hace La Dietrich.
Esto también subraya, cuán perfecto es el cuerpo de Dietrich, ya que estas estatuas son bastante favorecedoras para su figura; incluso más explícito que las piernas, es este torso con un bonito par de pezones erectos, que dejan mucho a la imaginación.
Así, después de modelar las primeras experiencias de Lily, ha perdido su brillo virginal, y se ha emborrachado por su deseabilidad.
Al inicio, ella se encoge detrás de una de las estatuas de Richard:
Se observa la posición del ramo con el que ha estado jugando alegremente, una representación de su alegría que no se coloca sutilmente en la entrepierna, como si fuera en mismísimo pubis.
En segundo lugar, su giro hacia abajo de la cabeza, que enmarcará una toma, mostrando a Lily como estudiada y observada por estas estatuas intransitables, una representación del hedonismo y el voyerismo, el mismo hecho de verse desnuda; y por supuesto, mirando esa estatua, si actualmente está cautivado por el hedonismo o el arrepentimiento, probablemente esté en debate.
Una estatua titulada “El Cantar de Los Cantares”, supone que demuestra la pureza y reverencia de Lily; y por supuesto, durante el resto de la película esto se convierte en una obra de arte al estilo Dorian Gray, ya que consagra todo lo bueno de Lily, mientras todos los demonios y la oscuridad comienzan a rodearla cuando el escultor sale corriendo y la abandona.
La película, también nos presenta la tercera pieza del triángulo de amor, El Barón, haciendo que coman un boceto de la estatua de Lily, y luego la mujer misma, toda una declaración de intenciones; y pronto lo vemos hacer proposiciones sobre un matrimonio con ella, pero con la tía de Lily, que ofrece una gran cantidad de dinero para un libro barato, simplemente para mostrar lo rico que es; más al saber del alcoholismo de la tía, El Barón demuestra que es un encantador de serpientes.
Sin embargo, en caso de que piense que hay algo encantador en su comportamiento, todo lo que realmente tiene que hacer, es verificar su sombrero para saber de qué lado está realmente.
La calavera en el sombrero militar, también es una alusión directa al nazismo, que curiosamente ese mismo año se alzaría en Alemania.
Por lo que la incapacidad del Barón para dar consuelo, se convierte en un odio general y sadismo a medida que la película continúa, pues es un hombre que sólo le interesa poseer lo que le gusta.
Atención a las esculturas robóticas en los salones del hogar del Barón, sin vida y hechas sin “calor”
Al final, donde Lily se enfrenta por primera vez en años con la estatua que la inició en el camino de la miseria y el vacío; cruza la habitación, donde su sombra se funde y se posa levemente sobre la sombra de la estatua, en un bello e inteligente asentir con la cabeza, que la bella y piadosa chica todavía puede estar allí dentro en alguna parte; y se decide a destruir su pasado maldito para poder seguir dignamente.
La película incluso se desvanece útilmente dentro y fuera de las conversaciones enmarcadas de forma idéntica al final, conduciendo a lo que sucedió:
“Lily escapó de la sombra de esa estatua.
Ya no es la violeta esquiva, y ahora es la mujer desnuda en su totalidad, y sexualmente liberada”
Lily, al ver nuevamente la estatua “Canción de Los Cantares” por primera vez en años, se queda muda... pronto, sin embargo, no puede soportar la forma en que la estatua la está mirando; pues representaba que la pusieran en un pedestal, pero sostengo que esta es una escena en la que ella exorciza los últimos vestigios de su inocencia.
La última toma involucra a Richard, levantando a Lily del suelo y acercándola.
Él le dice que piense en tiempos más felices, e intente recordar lo que solía significar todo para ella.
Como dije antes, Richard se ha vuelto tan castrado por este punto, que no puede evitar parecer desesperado.
Él la encierra en la desesperación, por olvidar el pasado...
Del reparto, se dijo que Miriam Hopkins había sido elegida originalmente para el papel principal, pero se retiró debido a la aversión de su esposo, Anatole Litvak, hacia Josef von Sternberg; y es interesante ver a Marlene Dietrich como suplente.
Al comienzo de su carrera en Hollywood, trabajando con un director que fue su “Pigmalión”, Josef von Sternberg, proporcionó configuraciones bellas pero a menudo estáticas para encuadrarla; mientras que la musicalidad y la cámara fluida de Rouben Mamoulian la liberan; siendo una de las mejores actuaciones de Dietrich, donde ella pasa por muchas fases:
Desde niña ingenua hasta mujer terrosa.
Su canción “Jonny” es sublime, y conmovedora, cuando rompe airadamente el segundo estribillo, después de ver en la audiencia al amante que la había abandonado y desilusionado.
Marlene Dietrich retrata al personaje con un encanto increíble, con estilo, y con un poco de erotismo.
Representa bellamente, un cambio de corazón y muchos sentimientos sofisticados, como la timidez, el entusiasmo, la tristeza, la desilusión y la frialdad.
Se le presentan algunos de los momentos más hermosos y poéticos de la película, incluida la fabulosa secuencia de primavera, que parece ser un toque de brisa del sur, como un viaje mágico a un paraíso perdido, como una suave sonrisa de belleza que parece abrumarnos y proporcionarnos un atisbo de dicha.
Marlene también es inolvidable con sus ojos, y toda la postura cuando Richard le dice que se quite la ropa...
Otro momento que es difícil de omitir, es cuando ella, después de haber pasado por toda esta experiencia, entra a la habitación de Richard y ve la escultura desde años... su rostro está iluminado por los recuerdos, por el anhelo, por la tristeza enraizada en una pérdida.
Un momento clave, es también su canción “Jonny, ¿cuándo será tu cumpleaños?” que Marlene lo canta memorablemente, y viste un magnífico traje del enorme Travis Benton.
Por otra parte, Herbert Marshall fue inicialmente anunciado para el papel de Richard Waldow; y Brian Aherne reemplazó a otro, Randolph Scott, en el papel masculino principal de Richard Waldow.
Aherne está muy alejado, por desgracia, de sus destacadas apariciones solo unos años antes en las películas mudas británicas; por lo que varió entre lo sensible y lo tosco en el espacio de una sola lectura en línea, sin importar una sola escena; así, el romance entre el escultor y la modelo, es por su lado, totalmente desencantado, y queda decir que “mejor” suena el prometedor Barón, aunque la situación con él se resuelve dejando bien claramente un sabor a nada.
Richard Bennett, originalmente iba a interpretar el papel de Baron von Merzbach, pero se vio obligado a abandonar la producción por enfermedad, y fue reemplazado por Lionel Atwill; que interpreta muy bien al Barón, frío, que es una representación de las riquezas y las convenciones que tienen poco que ver con el amor genuino; pues él desea a la inocente paloma para aprovecharse de ella y, finalmente, privarla de sus sueños e ilusiones.
Él es el que con lujuria fuma un cigarro al mirar los borradores de su cuerpo, su mano tiembla, y su humo está en la pintura, nótese solamente cómo le ve los pezones...
Finalmente Alison Skipworth tiene algunos momentos ingeniosos como la tía conservadora sin corazón, que no tolera demasiado que la joven no sea una santa.
Otro mérito de la película, técnicamente son los primeros planos únicos de las esculturas; sobre todo la llamada “Cantar de Los Cantares” que es un personaje por sí mismo, y que será clave en todo el desarrollo de la trama.
Las imágenes parecen hablar con grandiosidad de esculturas y dulzura de la canción de amor… y el momento simbólico en el que Lily rompe la escultura, parece representar el cambio que ya no permite retroceder.
Esa estatua, encargada y pagada por adelantado, antes de que los amantes se encuentren, aunque finalmente nunca se entregue, corre como un hilo predestinado a lo largo de toda la historia.
Es la presión para ejecutar la comisión que debe, lo que lleva al joven escultor en busca de inspiración a la librería; es el largo proceso de presentación lo que une a la pareja, pero la finalización del proyecto que llega a simbolizar a la niña, la traición de su amante, y la estatua dejada sola en el estudio que guarda sus recuerdos de ella.
Es la colocación de la escultura, la excusa para la confrontación fatal, y son los ideales imposibles que representa, lo que encarna el abismo entre los amantes cuando se encuentran de nuevo.
No es hasta que la fría perfección de mármol se rompe, que son libres; libres para comenzar de nuevo como humanos comunes y equivocados, como si “El Cantar de Los Cantares” nunca hubiera existido.
Como dato, en The Song of Songs se usa la palabra “demimondaine”, que es aparentemente, una forma victoriana de llamar “prostituta” a alguien.
Cabe señalar la impresionante partitura musical del aclamado Nathaniel W. Finston; que sin embargo, la pieza “You are my Song of Songs” de Ralph Rainger y Leo Robin, que fue escrita para la película, no se usó en la versión final; y se usó otras piezas como:
“Heideroslein” de Franz Schubert con letras de Johann Wolfgang von Goethe, cantada por Marlene Dietrich; al igual que “Jonny” de Friedrich Hollaender con letras en inglés de Edward Heyman, pues la canción original es en alemán; y “La Sinfonía Nº 6 en B menor, Op.74 “Pathetique” de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.
“Let him kiss me with the kisses of his mouth for your love is more delightful than wine”
Desde finales de 1933, hasta la primera mitad de 1934, el clero católico de EEUU lanzó una campaña en contra de lo que este colectivo consideraba “la inmoralidad del cine estadounidense”
Eso, junto con las investigaciones sociales de aquel momento, que indicaban que las denominadas películas “malas” podrían fomentar los malos comportamientos, y la posibilidad de que el gobierno controlase la censura cinematográfica; ejerció la presión necesaria para que los estudios aceptaran una mayor supervisión.
La primera película que revisó El Comité de Control de Producción fue “The Blue Angel” (1930) de Josef von Sternberg con Marlene Dietrich, y autorizada por Jason Joy, director del Comité hasta 1932, y su sucesor, Dr. James Wingate sin verificarla, fue catalogada como indecente por un interventor de California.
Y es que la actriz bisexual Marlene Dietrich, cultivó una base de admiradores entre géneros, y comenzó una tendencia cuando comenzó a usar trajes de hombre…
Ella causó conmoción, cuando apareció en el estreno de “The Sign of The Cross” en 1932, en un esmoquin, con sombrero y bastón, eso bastó para escandalizar a toda la sociedad de EEUU; y en una serie de películas realizadas por su mentor y director obsesivo, Josef von Sternberg, Marlene Dietrich interpretó a seductoras y geniales mujeres en melodramas sexualmente perversos.
Ella era Lola Lola, una cantante de cabaret sensual, con voz ahumada y sensual, con medias y sombrero de copa, sobre un barril de cerveza en el club nocturno llamado “Blue Angel” en su película más grande, la homónima de 1930, y la primera película sonora de Alemania.
En la película atmosférica y sórdida, ella atrajo manipulativamente a un profesor reprimido y obsesionado, Emmanuel Rath (Emil Jannings) hacia su perdición por su exotismo provocador mientras cantaba “Falling In Love Again”
En “Morocco” (1930), La Dietrich escandalosamente usó un esmoquin de hombre, y aceptó tanto una rosa como un beso boca a boca de una joven en la audiencia del cabaret, siendo una de las primeras, si no la primera, en que una mujer da besos a otras mujeres.
En el estilizado “Blonde Venus” (1932), la alemana realizó un “striptease” de cabaret, con su traje de gorila, y luego se puso una tupida peluca rubia afro para cantar “Hot Voodoo” en una voz ronca y gutural al ritmo de un tambor africano:
“… ese tempo africano, me ha convertido en una esclava, una vudú caliente, danza del pecado, vudú caliente, peor que la ginebra, seguiría a un hombre de las cavernas directo a su cueva…”
El adulterio y el sadomasoquismo eran evidentes en la inusitadamente franca y sugestiva “The Scarlet Empress” (1934), en la que Dietrich interpretó a Catalina “La Grande”
Así es cómo, de campesina, logra volver loco al arte y a la milicia por igual.
Lamentablemente en The Song of Songs no la cautivó la servidumbre del mozo, pues evidentemente eran otros tiempos.

“I wish people were free to do and say as they felt”



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