Salome

“After the death of Julius Caesar, Rome ruled the world under the dictatorship of Tiberius Caesar.
In the conquered province of Galilee, King Herod and Queen Herodias held the throne.
So wanton was Herod's court, the Queen sent the young Princess Salome to Rome.
And it came to pass that a man appeared in Galilee who many thought was the Messiah.
This was the Prophet known as John the Baptist...”

El personaje de Salomé, que generalmente se ha vinculado con el tema de la “femme fatale”, ha sido, a lo largo de la historia literaria y artística, la inspiración de numerosas obras.
Salomé fue una Princesa idumea, región del Levante mediterráneo, ubicada al sur de Judea y del mar Muerto; hija de Herodes Filipo I y Herodías, e hijastra de Herodes Antipas, relacionada con la muerte de Juan “El Bautista”
Cabe señalar que en El Nuevo Testamento, Salomé no es mencionada por su nombre; sólo se hace referencia a ella como “la hija de Herodías”; y su nombre ha llegado hasta nosotros, gracias a las antigüedades judías de Flavio Josefo, en el libro XVIII, capítulo 5,4 que dice:
“Herodías, quien tuvo una hija, Salomé; después de su nacimiento, Herodías se divorció de su esposo mientras aún estaba vivo, y se casó con Herodes, hermano de su esposo por línea paterna, él era tetrarca de Galilea; pero Salomé se casó con Herodes Filipo, el hijo de Herodes y tetrarca de Traconítide, quien murió sin descendencia, se casó con Aristóbulo hijo de Herodes I, y hermano de Agripa; de este matrimonio, tuvieron 3 hijos:
Herodes, Agripa, y Aristóbulo”
Por tanto, el primer esposo de Herodías, fue Herodes Filipo I, hijo de Mariamna II, quien no debe confundirse con primer esposo de Salomé, hijo de Cleopatra de Jerusalén, Herodes Filipo II, tetrarca de Traconítida e Iturea, su medio hermano y a la vez medio hermano menor de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea e hijo de Maltaké; y no debe confundirse a esta Salomé, con la Salomé que aparece en El Nuevo Testamento como seguidora de Jesús de Nazaret.
Según Los Evangelios Sinópticos, Juan “El Bautista”, reprobaba el matrimonio de Herodes Antipas y Herodías, por ser ésta una mujer divorciada, lo cual no era lícito para La Ley Judía.
A causa de esto, Herodes Antipas mandó a encerrar al profeta en un calabozo, pero no le mataba por temor a las protestas del pueblo.
El día del cumpleaños de Herodes, sin embargo, en medio de una fiesta con los principales de Galilea presentes, Salomé realizó una danza para él, la cual agradó tanto al Rey, que este le permitió, bajo juramento, que le pidiese como regalo lo que quisiera…
Aconsejada por su madre, Salomé pidió la cabeza de Juan “El Bautista” en una bandeja de plata.
Como había dado su palabra, Herodes Antipas lo mandó decapitar, y un guardia se encargó de entregarle la cabeza a Salomé como la había pedido, que a su vez la entregó a su madre.
Salomé, no forma parte del sistema tipológico cristiano, y por tanto no tiene ninguna prefigura con la que se pueda relacionar.
Sin embargo, en algunos casos, Salomé se confundió con Judit, ya que ambas se representaban con la cabeza cortada, una del Bautista y la otra de Holofernes.
Como tentadora, su figura se puede relacionar con otras figuras del Antiguo Testamento como Eva o Betsabé, pero su relación termina ahí.
En las artes, la obra “Salome” (1896) de Oscar Wilde, en su traducción alemana, fue convertida en ópera por Richard Strauss; que forma parte del repertorio operístico habitual, y es hoy más conocida que la propia obra de Wilde; siendo famosa por el pasaje de “La Danza de Los 7 Velos”
Mientras la historia de Salomé ha sido llevada al cine en varias ocasiones, donde destacan las producciones de 1923, dirigida por Charles Bryant, con Alla Nazimova en el papel de la protagonista; y la de 1953, dirigida por William Dieterle y con Rita Hayworth.
“Your eyes will see the glory”
Salome es un drama del año 1953, dirigido por  William Dieterle.
Protagonizado por Rita Hayworth, Stewart Granger, Charles Laughton, Judith Anderson, Cedric Hardwicke, Alan Badel, Basil Sydney, entre otros.
El guión es de Harry Kleiner y Jesse Lasky Jr., y aunque se basa en la historia del Nuevo Testamento, la película no sigue el texto bíblico.
El título original de la película era “Salome - Dance of The Seven Veils”; y se basó en el libro “The Good Tidings” de William Sidney; por lo que Robert Ardrey escribió el primer guión; siendo hecha en Tecnicolor por Columbia Pictures, y producida por Buddy Adler; al tiempo que fue la última película producida por la compañía de producción de Rita Hayworth llamada Beckworth Corporation.
Y es que dentro del subgénero “bíblico” encontramos películas para todos los gustos, pero quizás Salomé es una de las más curiosas:
Rita Hayworth, divorciada por enésima vez, regresaba al cine ya como productora, lógico con el dinero que había sacado a sus ex-maridos, y buscaba desesperadamente un éxito comercial.
Para ello no duda en contactar con el productor de la premiada el año anterior en los Premio Oscar:
“From Here To Eternity”, Buddy Adler, y juntos coproducir una película de temática bíblica, tan de moda entonces con éxitos recientes como “Samson & Dalilah”, “Quo Vadis?” o “The Rope”
Lo que sucede es que en vez de ser una historia donde los personajes cobran vida, en esta ocasión, la cinta y toda la narración, estaba al servicio de una estrella:
Rita Hayworth.
La acción tiene lugar en el reinado del Emperador Tiberius Caesar (Cedric Hardwicke), cuando el profeta galileo Juan “El Bautista” (Alan Badel) predica contra El Rey Herod (Charles Laughton) y La Reina Herodias (Judith Anderson)
Esta última quiere a Juan muerto, pero Herod teme hacerle daño, debido a una profecía…
Así entra la bella Princesa Salome (Rita Hayworth), la hijastra de Herod que hace tiempo que estaba ausente; y Herodías ve la lujuria naciente del Rey para Salome, como su medio de doblegar al Rey a su voluntad.
Pero Salome y su amante Claudius (Stewart Granger) están, al contrario de lo señalado “históricamente” en Las Sagradas Escrituras, acercándose a la conversión a la nueva religión…
Y la famosa danza culminante, resulta tener implicaciones inesperadas, siendo Salome, una de las primeras heroínas cristianas.
Salome es una de esas películas bíblicas que han pasado desapercibidas en la historia del cine; ello pese a contar con un reparto muy interesante, donde vemos la cima de la sensualidad femenina, el cine de aventuras, y la capacidad para dar vida a grandes personajes de la historia; por lo que merece verse para contemplar a una de las mujeres más bellas de la historia del cine, además de que la cinta tiene alguno que otro momento técnico destacado.
“The desperate can only survive by taking desperate measures”
Lo bueno que tienen las historias basadas en La Biblia, es que no generan derechos de autor, y para llevarlas al cine, únicamente hay que pagar a los guionistas de turno.
Eso lo entendió muy bien Hollywood, y hubo una época en la que se aplicó a saquear a conciencia El Antiguo y El Nuevo Testamento.
Además, en los primeros años 50 del pasado siglo, y ante la creciente competencia de la televisión, que estaba reteniendo a la gente en sus hogares, haciéndoles desertar de las salas de cine; los estudios contraatacaron, ofreciendo productos espectaculares, sólo aptos para la gran pantalla, y generalizando el uso del color y de nuevos formatos, tales como fueron el efímero Cinerama, y el mucho más duradero Cinemascope.
De ese modo surgieron toda una serie de películas de temática, tanto medieval como bíblica, o localizada en La Antigüedad.
En 1951, el director Cecil B. DeMille, contactó al director de estudio de Columbia Pictures, Harry Cohn, sobre pedir prestado a Rita Hayworth para protagonizar una producción de Salome.
Cohn, esencialmente robó la idea de DeMille, e hizo su propia película.
Le dijo al guionista Jesse Lasky Jr.:
“¡Tienes un fin de semana para encontrar una historia para esta película, o estás despedido!”
Y durante un fin de semana, Lasky escribió un tratamiento de 50 páginas que se convirtió en la base de esta Salome.
Sin embargo, dado que la actriz Rita Hayworth era una popular estrella de la taquilla, el final original del Nuevo Testamento de la película, fue reescrito para hacer que Salome sea más comprensiva, y menos “femme fatale”
Y no se pusieron reparos a los gastos de producción:
Se trajo al actor de moda, Stewart Granger, que venía de tener éxitos consecutivos; y se contrató a Charles Laughton para dar calidad a la cinta.
Incluso, Judith Anderson participó en la película para continuar haciendo el personaje de malvada que tan bien le quedaba.
Y para escribir la historia vino entre otros, al guionista de “Samson & Dalilah”; pero es que incluso para el número de baile de La Hayworth, se trajo a la mejor coreógrafa del momento, Valerie Bettis, y algunos de los mejores compositores:
George Duning, y el mítico Daniele Amfitheatrof, habitual en westerns de gran renombre; al tiempo que se contrató a un fotógrafo como Charles Lang, que venía de trabajar con Fritz Lang.
De hecho, la película, formalmente producida por Columbia, del todopoderoso y odiado Harry Cohn, se realizó en realidad a expensas de su estrella:
Rita Hayworth, como vehículo para su lucimiento personal en glorioso Tecnicolor, y sicalípticos e improbables modelitos concebidos por Jean Louis, en una actuación que culmina con la célebre “Danza de Los 7 Velos”, un episodio con no demasiado rigor histórico, que al parecer, procede de la obra teatral escrita por Oscar Wilde, y hecha expresamente para su amiga, la legendaria actriz Sarah Bernhardt; pero indudablemente, muy atractivo de cara a los espectadores, a quienes siempre les agradó ver a la intérprete de la no menos mítica “Gilda” (1946), quitándose nuevamente la ropa al son de una música sugerente.
Amén de tomarse la insignificante licencia de convertir a Salome, en una conversa al naciente cristianismo, alterando por completo la imagen que Las Sagradas Escrituras han transmitido de ella, y su estrecha relación con la muerte de Juan “El Bautista”
Por todo ello, no es de extrañar que la actriz Rita Hayworth estuviera interesada en relanzar su carrera, siendo la que impulsó el proyecto del film, y que ejerció como coproductora, pese a no figurar como tal en los créditos.
Por su parte, el productor Buddy Adler decidió contratar como director a William Dieterle por recomendación del actor Charles Laughton, con quien ya había trabajado en con él en “The Hunchback of Notre Dame” (1939)
Así es como la narración posee vigor narrativo, tensión dramática, una magnífica capacidad para la recreación de atmósferas, donde hay conspiración, traición, incertidumbre, etc.; y mantiene la atención del espectador gracias al ingenio para solucionar todos los problemas formales, y a la utilización de un lenguaje cinematográfico vitalista y eficaz.
Como Juan “El Bautista”, el profeta incendiario, predica la venida de Jesús “El Mesías# en la turbulenta Galilea, el lascivo Rey Herodes y su conspirada esposa, La Reina Herodías, le dan la bienvenida al reino a la escultural Princesa Salome.
Recién desterrada de Roma por su ferviente aventura con el sobrino de César, la hermosa hijastra, pronto encontrará consuelo en los brazos del Comandante romano, Claudius, mientras tanto, “El Bautista” sedicioso, se convierte en una espina clavada al lado de Herodías.
Pronto, la decisión para la cabeza de Juan “El Bautista” será tomada; una decisión tan cruel y peligrosa, que ni siquiera la seductora “Danza de Los 7 Velos” no será suficiente para salvar la vida del mártir.
Salome es un film muy correcto, no demasiado inspirado, salvo por las más pías intenciones, claro está, pero en el que resplandece la elegancia visual de Dieterle y el trabajo de una serie de técnicos de lo mejor del Hollywood de entonces, un Hollywood en pleno proceso de mutación, no lo olvidemos.
Y resulta curioso observar, que esta Salome, manufacturada a medias entre Columbia y Rita Hayworth, se produce tan solo 3 años después de “Sunset Boulevard” (1950), película en la que Norma Desmond (Gloria Swanson), la veterana estrella enclaustrada y semiolvidada en su barroca mansión, planea un triunfal retorno a la pantalla, por medio de un delirante guión de su puño y letra,  debidamente aliñado por un guionista/gigoló, y en el que ella interpreta precisamente a… Salome.
Por lo que aquí se nos presenta a una Salome víctima de los romanos, despreciada por Tiberius, y que además, se replantea hacer aquello a lo que se negaba:
Bailar ante Herodes, y por una cuestión de bondad y conciencia, salvar a Juan “El Bautista”
Nadie puede creer, que la única pérfida en esta historia sea Herodías, lo cual desvirtúa la crónica bíblica, para mostrarnos a una Salome buena y cristiana.
O sea, que algo de “exploitation” hay presente en la película de Dieterle, aunque se decanta más por una explicación de tipo político/moral, tanto en este caso como en el del resto de películas pías que se asomaron a las salas oscuras durante aquellos duros años de La Guerra Fría.
Y es que también en la postguerra europea aparecieron las democracias cristianas, de algún modo auspiciadas por Estados Unidos, junto con “El Plan Marshall”, destinado a detener la expansión del comunismo soviético, que ya se había fagocitado medio continente, y nada más lógico, por tanto, que llevar al cine los orígenes del cristianismo, triunfante sobre una Roma pagana que venía a ser un claro trasunto del “Bloque del Este”, materialista y ateo.
Y no nos engañemos, Salome se basa en un personaje bíblico, cuyo único gran aporte a la Historia del Feminismo en la Historia Universal, es ofrecerse en baile a un hombre corrupto a modo de “carne de cañón” por motivos más oscuros:
Para que le cercenen la cabeza a un pobre hombre que se escandaliza con las depravaciones sexuales de una Reina.
Y como el texto bíblico no tiene mucho, casi toda la peli es invención.
El reclamo publicitario entonces, no es una gran película de aventuras ni una épica bíblico de proporciones, sino ver al mito erótico nuevamente en un “striptease”, en otro escandaloso baile para su época.
Al menos, debemos decir que Rita Hayworth, bellísima a radiar, cumple bien en ese apartado, y además de ser una belleza, sabe actuar, algo que acá luce incluso en un rol tan deslavado como el de la Salome de este guión.
De hecho, no me extrañaría que la hubieran contratado no por talento actoral, sino para repetir el exitazo de la escena erótica de “Gilda”, en la que se saca el guante bailando, que dejó locos y tontos a todos los espectadores en los cines de 1946… inclusive todavía hoy.
Y por supuesto que Salome sigue así la astuta receta de muchos productores y directores de Hollywood, de mezclar reclamos de sensualidad y erotismo con una trama puritana que le permitiera contentar a todos los públicos, el que anda buscando emociones picantes con el que quiere ñoñerías, como las películas que tengan mensaje moralizante y procristiano de ser preferible, porque la chica, aparte de dejarse el cuerpo en la pista de baile, tiene una moral como la democracia y el “American Way Of Life” mandan, así es que nadie puede sentirse ofendido, ni mucho menos porque de repente se descarríe un poco cayendo en la levísima indulgencia de mandarse un baile algo pasado, además de ser por una buena causa, ya lo dijimos, “para salvar al Bautista...”
Y por último, siempre cabe la posibilidad de verla como una parodia involuntaria de las convenciones narrativas propias del cine de romanos de Hollywood, que también funcionó.
Del reparto, Margarita Carmen Cansino, nombre auténtico de Rita Hayworth, seguía conservando a sus casi 35 años, toda su legendaria belleza, y era evidentemente el principal reclamo publicitario de la cinta; mientras que Stewart Granger, un actor tan simpático como ligero, incorpora a un centurión romano con problemas de conciencia, que cuestiona la despiadada inhumanidad del Imperio, y acaba abrazando la nueva fe cristiana.
Por su parte, la veterana actriz australiana, Judith Anderson, tiene como única preocupación, que el populacho de Galilea no la lapide como adúltera; pero sin duda, el papel de mayor relevancia, corre a cargo del gran Charles Laughton, que compone un lascivo Herod, prendado de los encantos de su hijastra Salome, hasta el punto de ser capaz de hacer cualquier cosa con tal de poseerla.
Aunque no puedo dejar de mencionar al personaje de Juan “El Bautista”, incorporado por el británico Alan Badel, y su curioso atuendo, más propio de un hombre de las cavernas que de un profeta que purifica a sus paisanos con el agua del Jordán, queda muy secundario en esta trama, más bien romántica.
De la producción, se cuenta, según sus biógrafos, que la rutina de baile erótico de Rita Hayworth fue “la más exigente de toda su carrera, y necesitó tomas y retomas interminables”
Como dato, la utilización del “velo” en la danza, sin duda ha suscitado muchas interpretaciones.
De acuerdo con su origen babilónico, podríamos entender “Los 7 Velos” como un símbolo de trascendencia... y que representa un baile de género, donde el velo simboliza la separación entre lo masculino y lo femenino, lo lícito y lo ilícito.
También hay que destacar que este fue el debut cinematográfico del actor de teatro británico, Alan Badel.
Como errores de producción; aparte que la historia no sigue a la Salome bíblica, en los títulos de apertura, dicen que después de la muerte de Julio César, Roma gobernó el mundo bajo El Emperador Tiberio…
De hecho, Augusto reinó como Emperador durante 41 años, antes de que Tiberio ascendiera al trono.
En una escena, fuera de los muros de Jerusalén, con el horizonte de la ciudad vieja más allá de las paredes, se puede ver La Cúpula Dorada de La Roca, que no se construyó hasta más de 600 años después de que esta historia tenga lugar.
Y en Palestina, Claudius salva a Salome de un monstruo gila, una lagartija venenosa que se encuentra solo en el suroeste de América del Norte.
Como dato, al final de la película, en lugar de ver las palabras “The End” en la pantalla, vemos un título que dice:
“Este fue el comienzo…”
O sea, sólo era el comienzo del martirio del género humano provocado por la religión cristiana, la historia está ahí, no es una opinión, es un hecho, muchos hechos que el cristianismo provocó más daño que otra cosa.
Por último, la banda sonora fue hecha por George Duning, y la música de baile fue producto de Daniele Amfitheatrof.
“Passion and Pageantry...
Unparalleled in all the pages of love and evil!”
De entre todo el catálogo de “mujeres fatales” que el fin de siglo fue elaborando, será Salomé una de las más frecuentadas.
Tal es así, que todas las artes, la literatura, la pintura, la música y después el cine, le rendirán tributo.
La recurrencia de esta figura convertida en mito, codificó una serie de características fijas, llegando así a convertirse en el más popularizado arquetipo de “mujer fatal”, como comenta el ya clásico “Dictionnaire des Mythes Littéraires” (1988) dirigido por Pierre Brunel.
Y es que a finales del siglo XIX, empezó a haber más mujeres independientes y feministas, lo que suponía un cambio de roles en la sociedad.
Este cambio se vio reflejado en gran medida en el ámbito de literatura.
Comenzaron a aparecer las figuras de las “femmes fatales”, mujeres fuertes y dominantes, que suelen usar su belleza para seducir a los hombres con el fin de cumplir su propósito individual, mientras que sus débiles víctimas caían ante sus perversiones y se condenaban al infierno; véase Mata Hari.
Así pues, ahora se asiste al auge de algo que podemos considerar un universal literario, pues siempre ha habido “mujeres fatales” en el mito y en la literatura, porque mito y literatura no hacen más que reflejar fantásticamente aspectos de la vida real, y la vida real ha ofrecido siempre ejemplos más o menos perfectos de femineidad prepotente y cruel.
Este tema empezó entonces a despertar el interés de escritores y artistas en todos los países, y la figura de “la mujer fatal” se convirtió en un arquetipo que reúne en sí, todas las seducciones, todos los vicios, y todas las voluptuosidades.
Al mismo tiempo, entre todos los mitos literarios, Salomé aventaja a todas las demás, pues ninguna mujer bíblica se había atrevido a levantar la espada frente a un personaje que, si no divino, es semi-divino, Juan “El Bautista”, el precursor del Mesías.
Pero al mismo tiempo, fue objeto de numerosos reproches por ser comentada como un mito necrófilo:
La decapitación, considerada como una castración, según Sigmund Freud, no fue aceptada por esa época, y la ópera de Strauss basada en Wilde y en ella, también fue prohibida hasta el año 1902, debido a que insultaba a los personajes de La Biblia; tuvo que venir Hollywood a lavarle la cara, y darle una visión más noble.

“This was The Beginning”



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